Rosangela: Sí, Hermione y Merlín se entendieron al final. Veremos cuánto durará este entendimiento (No olvides que ella tiene muchos secretos)
Ninguno de los personajes me pertenece.
CINCO REYES
Hermione intentó no hacer caso a la mirada que le lanzaba Merlín y procuró concentrarse solamente en la pócima que estaba revolviendo. Se suponía que no debía estar allí. Estaba usando uno de sus mejores vestidos, se había peinado prolijamente, usaba joyas, su corona e incluso se había maquillado. Si Ingrid supiera que todo su esfuerzo peligraba por los vapores del caldero sería capaz de olvidar que ella era una princesa y reprenderla como nunca antes. Pero era primordial que no dejara de remover aquella pócima. Si lo hacía se terminaría pegando al fondo y se arruinaría.
Dos giros a la derecha, tres a la izquierda.
Tomó aire y procuró que la mirada de Merlín no la afectara…
¡Pero era imposible! Apagó el fuego, dejó la larga cuchara de madera y lo miró enfadada.
—¿Qué?¿Por qué me miras así?—preguntó—¿Qué tengo? ¿A caso el vestido me queda mal? ¿Llevo mucho maquillaje?
El joven mago rió suavemente mientras negaba con la cabeza.
—Te ves hermosa—aseguró.
Ella se ruborizó levemente. ¿La miraba porque se veía hermosa?
Merlín se puso de pie y fue hacia ella. Desde atrás, cruzó sus brazos alrededor de su cintura y la atrajo a su pecho, apoyando su mentón en su hombro.
—Te ves deslumbrante—le susurró al oído antes de dejar un beso en su cuello y Hermione sintió que su corazón dejaba de latir por unos segundos—Te miro porque no puedo creer que te has convertido en mi mundo.
Aquello sonaba increíblemente cursi pero Hermione no pudo evitar derretirse contra él. Sintió que alzaba una de sus manos y la llevaba a su cuello para deslizarla delicadamente por encima del collar que usaba hasta rozar el dije con forma de corazón.
—No puedo creer que todavía lo uses.
Hacía más de un mes que se lo había entregado y no la había visto ni un día sin tenerlo puesto.
—Fue un obsequio tuyo—fue todo lo que dijo.
A su modo de ver, no necesitaba agregar nada más porque con eso bastaba para justificar la razón por la que jamás se lo quitaba.
La puerta se abrió en ese momento. Ellos no se separaron con prisa porque pensaron que se trataba del galeno, quien ya estaba acostumbrado a verlos juntos. Pero no era él. Sino Arturo. Un Arturo que quedó de piedra, bajo el umbral de la puerta, con la mano en el picaporte, viéndolos con los ojos abiertos como platos.
Hermione actuó por instinto. Dejó que todo su cuerpo se aflojara contra Merlín y gimió como si sintiera un terrible dolor. Afortunadamente, el mago captó rápido la idea.
—¡Se ha desmayado!—gritó y actuó como un desesperado.
Arturo salió de su ensimismamiento y corrió hacia ella, arrebatándosela de las manos a Merlín para colocarla en la cama que allí había. Desesperado, tocó su frente pero no notó que tuviera fiebre o que su piel estuviera excesivamente fría.
—¿Hermione? ¡Hermione!—la llamó con desesperó—Despierta por favor…
Gaius, que ahora sí entraba a las cámaras, al verlo, corrió hacia ellos y se inclinó sobre ella.
—¿Qué sucedió?
—Se desmayó—repitió Merlín—Estaba removiendo aquella poción cuando dijo que tenía dolor de cabeza. Me acerqué a ella para ayudarla asentarse pero antes de poder hacerlo cayó contra mí…
—Deben ser los vapores—murmuró pensativo—Abre la ventana—le ordenó a Merlín.
El mago hizo lo que le pedía, sintiéndose un poco mal de haberle mentido al anciano de ese modo, especialmente cuando empezó a revisar todos sus signos vitales. Lo vio buscar un frasco con un líquido azulado. Lo destapó y humedeció un pequeño trozo de lienzo. Luego, lo colocó debajo de la nariz de la princesa.
Hermione abrió los ojos inmediatamente y apartó aquel aroma fuerte de lado de su nariz. Pudo notar la mirada sospechosa que le dio el galeno ante su reacción. Lo sabía. Ella no debería de haber "despertado" tan pronto si realmente estaba inconsciente. Luego tendría que darle una explicación del porqué de su mentira.
—¡Hermione! ¡Gracias al Cielo!—exclamó aliviado Arturo—¿Estás bien? ¿Cómo te encuentras?
—Eh… yo… estoy bien—respondió—Sólo con un poco de dolor de cabeza.
—¿Crees que podrás ir conmigo a la bienvenida?—preguntó con preocupación—Porque si te encuentras indispuesta te excusaré con nuestro padre.
—No, no te preocupes—se sentó en la cama—Estoy bien. Sólo necesito beber algo de agua y podré ir.
Arturo le hizo una señal a su criado y Merlín tuvo que correr a servir un vaso de agua. Se lo entregó a Hermione y ella lo bebió completo antes de devolvérselo y agradecerle.
—¿Estás segura que puedes ir?
—Claro que sí—dijo bajando sus pies al suelo para ponerse de pie—De hecho, creo que estamos llegando tarde. ¿Vamos?
El príncipe miró a su hermana con asombro. Era increíble el modo en que se había recuperado. Aún así, asintió y la escoltó hacia el exterior.
Ese día era uno de los más importantes en la historia de Camelot y Hermione no pensaba perdérselo por nada en el mundo. Menos aún después de haber tanto tiempo arreglándose. Todos en el castillo estaban listos para ese acontecimiento. Se había adornado el castillo con la insignia de Camelot y se había obligado a los caballeros a utilizar sus ropas tradicionales. Su hermano también vestía acorde al momento y llevaba su corona con orgullo.
Ambos fueron a reunirse con su padre, quien se veía totalmente tenso.
—Padre, no vamos a una batalla—dijo Arturo—No tienes que parecer tan sombrío.
—Nunca de esta forma se han reunido los soberanos de los cinco reinos—le recordó—Nunca antes habíamos trabajado por un mismo objetivo: la paz. Si estas conversaciones tienen éxito, Camelot entrará a una nueva era de prosperidad. Si fracasan, seguramente significaría la guerra.
Hermione miró a su padre con orgullo. Podían tener sus diferencias y opiniones encontradas pero nunca antes, como en ese momento, se sintió de ese modo. Él realmente quería que los cinco reinos fueran unidos para evitar toda batalla. La paz era algo que anhelaba sinceramente y estaba dispuesto a trabajar para conseguirla.
Las trompetas comenzaron a sonar, anunciando la llegada de los reyes. Miró hacia adelante y pudo ver la larga caravana de caballeros que se aproximaba, cada uno usando el distintivo escudo de su reino.
Se apresuraron a bajar para darles la bienvenida a todos y, cuando estuvieron abajo, fueron testigos de cómo uno de los reyes maltrataba a su sirviente. Aquel nombre, no le agradó a Hermione. El rey, por su parte, no hizo caso alguno a ese tipo de comportamiento y lo saludó con total alegría.
—¡Alined!—exclamó al verlo—Eres más que bienvenido a esta trascendental ocasión.
El otro rey sonrió, aunque sin poner mucho esfuerzo en ello y tendió su mano a Uther.
—¿Trascendental? Esperemos que así sea.
Arturo y Hermione intercambiaron una mirada rápida antes de ir a saludarlo, como correspondía. El hombre no les hizo mucho caso pero no dejó de ser cortés. Después de él, fue el turno del rey Olaf de aparecer junto con su hermosa hija: Lady Vivian.
Hermione había oído de ella y de su conocida hermosura. Al verla, tuvo que admitir que las palabras que se decían no eran vanas. Realmente era una joven muy bella. Tenía el cabello rubio, rasgos suaves y delicados y unos ojos claros grandes que la hacía ver inocente.
—¿Qué clase de bienvenida es ésta?—preguntó Olaf con cierta burla—Nos tienes merodeando… como los últimos atisbos del verano.
—Eres bienvenido de verdad, Olaf—dijo Uther.
Los dos reyes se abrazaron y rieron, felices de verse.
—Te presento a mi hija, Lady Vivian—dio un paso hacia un lado y dejó el Uther pudiera ver a la joven, que hizo una reverencia educada.
—Lady Vivian—Uther tomó con delicadeza su mano y la besó—Que tan parecida a tu madre eres… Ya han conocido a mi hijo, Arturo, pero permítanme que les presente a mi querida hija, Hermione.
—Mi lord—Hermione hizo la reverencia correspondiente.
Los ojos del rey se ampliaron al verla, como si estuviera sorprendido por alguna razón.
—Es mucho más hermosa de lo que había imaginado—dijo y, al igual que Uther, tomó su mano y la beso.
Detrás de él, Arturo rodó los ojos. No le gustaba cuando coqueteaban con su hermana. Aún menos viejos reyes como aquel.
—¿Por qué no acompañamos a Lady Vivian a sus aposentos?—le preguntó a Hermione.
—Eso sería estupendo—concordó Uther.
Los tres se encaminaron al interior del castillo. Lady Vivian miraba a su alrededor con notable aburrimiento y en ningún momento intentó mantener ningún tipo de conversación con ellos sin importar cuánto se esmeró Hermione por charlar con ella. No parecía ser una persona muy amable. Cuando llegaron a la habitación que le pertenecería durante su residencia allí, su expresión se volvió molesta, como si no le gustara lo que viera. Hermione no lo entendía. Era una de las mejores cámaras que tenía el castillo, elegante, cálida y amplia.
—Espero que todo sea de tu agrado—dijo Arturo al verla caminar y contemplar todo con inquietante detalle.
—Es… adecuada—respondió.
—La mayoría de nuestros invitados son felices aquí—aseguró Hermione—Estoy segura que tú también lo serás.
—Yo no soy la mayoría de tus invitados—replicó Vivian.
—En efecto—gruñó Arturo.
Hermione le lanzó una mirada de advertencia. No debían ser descorteses con ella, no importaba cuánto se lo merecía. Los tres se quedaron en completo silencio después de aquello hasta que, segundos después, apareció Gwen. Entró con prisa a las cámaras y Arturo nunca antes estuvo más aliviado de verla.
—Bueno, ¿Puedo presentarte a Gwenevier?—preguntó él—Estará pendiente de ti durante el pazo de tu estancia.
Gwen hizo una perfecta reverencia y sólo se ganó una mirada de parte de Vivian, quien la observó atentamente, desde la punta de sus pies, pasando por su vestimenta, hasta su cabello.
—No te faltará nada—aseguró Hermione con una pequeña sonrisa—Es, en verdad, una de las mejores de Camelot.
Vivian rió, como si acabara de oír algo gracioso.
—Entonces temo por Camelot—dijo antes de voltearse para seguir viendo a su alrededor.
Los tres se quedaron de piedra, incapaces de creer lo increíblemente descortés que era esa joven. Cuando salieron y cerraron la puerta no pudieron contenerse más y rieron.
—¡Es increíble!—exclamó Hermione.
—Buena suerte con ésta—le deseo Arturo a Gwen.
La muchacha rió antes de mirarlo. Fue en ese momento en que el príncipe fue realmente consciente de su presencia. Miró rápidamente a su hermana ante de aclararse la garganta y volver a posar los ojos en la joven.
—Tengo que ir a prepararme para el festín—informó antes de marcharse con nerviosismo.
Gwen lo miró alejarse pero al recordar que estaba la hermana del príncipe aún allí, se ruborizó notablemente y apartó los ojos de inmediato.
—Supongo que también debes ir a prepararte para el festín—dijo.
—Ingrid seguramente insistirá en que me cambie en vestido—comentó con pesadumbre—y no me queda más opción que hacerle caso…
—Debe impresionar a los reyes.
—Debo estar también presente en todas las reuniones. Mi padre insiste en que me involucre en estos asuntos, así que estaré rodeada de hombres que se creen más importantes de lo que en realidad son.
Gwen nunca dejaría de asombrarse por el modo de hablar de Hermione. No tenía ningún complejo de superioridad como muchas personas de la realeza pero aún así no dudaba en decir en ningún momento lo que pensaba o insultar a quién se lo merecía. Ella se dio cuenta de la mirada que le lanzaba la doncella porque rápidamente sonrió.
—No me hagas caso—le pidió—Sólo intenta no asesinar a Lady Vivian mientras duerme.
Gwen rió y negó con la cabeza.
…
Merlín sabía muy bien que aquella reunión de los reyes de los cinco reinos más cercanos a Camelot era sumamente importante pero no podía evitar desear que todo terminara rápidamente. Incluso antes de haber empezado porque más invitados quería decir más trabajo para él y para todos los demás sirvientes. Pero especialmente para él porque Arturo se volvía más gruñón cuando estaba bajo estrés.
Cepilló firmemente la casaca que el príncipe usaría esa noche mientras dejaba que él se colocara por su cuenta la camisa que le había preparado.
—Merlín…—lo llamó—¿Qué clase de impresión crees que dará esto?
Merlín giró a mirar para ver de qué hablaba y descubrió que su camisa tenía un agujero en la manga por la que podía entrar su dedo.
—¿Que tenemos polillas?—aventuró con cierta diversión.
El príncipe puso los ojos en blanco.
—Búscame otra—le ordenó antes de ir detrás del biombo.
Merlín hizo lo que le pedía.
—¿Y a quién puede ser que estés intentando impresionar, Sire?—preguntó sonriente mientras le entregaba una nueva camisa.
—Bueno, déjame ver…—simuló pensarlo—Tal vez a los cinco reyes sentados en el salón de banquetes de abajo—respondió con cierto sarcasmo.
Se colocó la camisa y salió de detrás del biombo.
—¡Oh!—exclamó—¿No a la hija del rey, entonces? Lady Vivian es muy hermosa.
—Cualquiera que intente impresionar a Lady Vivian lo hace por su cuenta y riesgo—aseguró Arturo—Olaf tendría sus cabezas en una tina con aceite caliente antes de que tuviera la oportunidad de decir "hola"…
—Igual que otros—comentó Merlín pensando en lo celoso que era Arturo con Hermione.
—¿Qué?—preguntó el príncipe.
—Nada…
—Además,—añadió—ella no es mi tipo. Puede ser bella pero es increíblemente grosera. Deberías de haber escuchado lo que le dijo a Gwen.
Merlín contuvo una sonrisa.
—Cualquiera insultando a Gwen debería hacerlo bajo su propia responsabilidad—comentó el mago.
—¡¿Qué?!
Eso sí lo había escuchado atentamente.
—Nada. Sólo que sé cómo te sientes acerca de ella, eso es todo—intentó no hacerlo enojar más porque ya lo miraba de ese modo tan poco cariñoso, como si deseara tener la espada en sus manos para así poder cortarle la cabeza—Es decir, si tus sentimientos no han cambiado. Aunque supongo que no.
—Tengo mi propia tina de aceite caliente, ya sabes—dijo amenazadoramente el príncipe.
Merlín no pudo evitar reír al ver su rostro.
—¡Estás ruborizado!—exclamó, señalándolo.
Los ojos de Arturo se abrieron enormemente y sus mejillas se volvieron aún más rojas.
—No, no lo estoy—dijo con prisa y fue detrás del biombo nuevamente.
—¿Qué pasa con Gwen?—quiso saber Merlín.
—Nada.
—Creo que es muy digna de tu amor—comentó con sinceridad.
Salió de detrás, más compuesto, mientras se colocaba otra prenda.
—Es más, si así fuera…
—Que… lo es—aseguró el sirviente mientras abría su casaca para que él pudiera ponérsela.
—¿Merlín?
Ya podía verse venir lo que le diría.
—¿Si, Arturo?
—Vete—le ordenó.
—Sí, sire—respondió.
Había hablado de más, lo sabía, pero era tan divertido meterse con él. Arturo siempre había sido de los que se guardan todo para sí, de los que prefieren entrenar hasta el cansancio en vez de decir que tenía algún tipo de sentimientos hacia alguna mujer. Entendía que su amor no era sencillo y que debía hacer todo lo que estuviera en sus manos para que nadie se enterara, especialmente Uther, pero eso no quería decir que era imposible. Él mismo podía ser de ejemplo. Aunque, claro, jamás se lo podría decir al príncipe.
Salió de la habitación y comenzó a caminar hacia la sala de banquetes donde le tocaría servir. Justo en una esquina, se topó con Hermione, quien se había cambiado y ahora usaba un vestido más simple que el anterior pero no menos hermoso. El color blanco de la prenda que usaba hacía que su piel se viera más cremosa y suave. Sus dedos casi se alzaron por cuenta propia para rozar sus manos pero pudo contenerse a tiempo. Ella, al verlo, le sonrió y no dudó en acercársele.
—¿Gaius te ha dicho algo?—le preguntó.
Él se encogió los hombros levemente.
—Sólo que debemos tener más cuidado porque otra vez no tendremos tanta suerte.
—Tiene razón—admitió ella haciendo una mueca—Si Arturo nos hubiera descubierto…
—Estaría muerto—completó él, conociendo su triste destino si el príncipe se enteraba que había estado pasando tiempo a solas con Hermione, tiempo que no ocupaban precisamente hablando.
Cuando llegaron a la sala Merlín fue por su lado y ella por el suyo. No querían levantar sospechas de nadie. Especialmente ahora que había tantos ojos curiosos. Poco a poco, todos los demás fueron llegando. Se había desplegado una larga mesa donde se sentaron los cinco reyes y, a cada lateral, otras dos. La de la derecha fue ocupada por las damas de la corte y la de la izquierda por los hombres, por lo cual, Hermione tuvo que sentarse lejos de su hermano. A su lado tuvo a Morgana y a Lady Vivian.
Morgana realmente era una buen compañía y podía hablar con ella sin temor a que cayera un silencio incómodo. Vivian, por su parte, se mostró aburrida la mayor parte de la velada. Comió en silencio y bebió muy poco. Sólo se mostró notablemente animada cuando el bufón y sirviente de Lord Alined apareció para entretener a los invitados. Había admitir que sabía cautivar a la multitud con sus payasadas y trucos. Todos jadearon maravillados cuando lo vieron "escupir" fuego. Y aplaudieron entusiasmados cuando una llamarada particularmente grande encendió las velas que se encontraban en la mesa de los reyes. Incluso Ingrid y Gwen, que estaban detrás de ellas, aplaudieron con fervor.
—Pero no es suficiente complacer a los caballeros de la corte—dijo el bufón—Ahora, tengo un espectáculo para las damas.
Se giró hacia ella y les sonrió con amabilidad antes de hacer un repentino movimiento, logrando que hermosas mariposas aparecieran de repente y sobrevolaran el aire. Al jadeo de asombro le siguió una tanda de aplausos. Hermione también estaba profundamente sorprendida. Nunca imaginó que un muggle pudiera hacer aquello. Porque Alined no se atrevería a llevar un hechicero a la corte de Uther, ¿verdad?
El hombre las miró y, cuando sus ojos se posaron en Vivian jadeó sorprendido y se llevó las manos a la boca.
—Pero…¿Qué es esto?—preguntó sin quitarle los ojos de encima—Lady Vivian…
Acercó su mano hacia ella y el padre de la muchacha lo taladró con la mirada, pero cuando volvió a apartarla le mostró a una mariposa posada sobre su mano.
—Te ha confundido con una bella flor—le dijo.
La cara de la muchacha era puro asombro pero rápidamente sonrió encantada. Nadie notó que, sin que ella se diera cuenta, el hombre le había quitado un rubio mechón de su cabello.
…
—Buenos días, sire—Merlín saludó mientras intentaba que nada cayera de la bandeja en la que llevaba el desayuno.
Alzó la vista y encontró al príncipe contemplando a través de la ventana. Estaba completamente despierto y vestido, lo cual era algo increíble.
—Nunca has estado más en lo cierto, Merlín—dijo sin dejar de mirar hacia el exterior—Es la más soleada, la más resplandeciente mañana que he visto en mi vida.
—Estás vestido…
Arturo se giró y miró a su sirviente con el ceño fruncido.
—Soy el futuro rey de Camelot, tengo algunas habilidades, ¿Sabes?
—Oh, eres realmente habilidoso… haciendo que las personas hagan cosas por ti.
Volvió a mirar hacia la ventana, suspirando. Merlín dejó la bandeja en la mesa y comenzó a arreglar la cama del príncipe. Era capaz de ponerse la ropa por su cuenta pero extender las sábanas ya era algo que parecía superar sus capacidades.
—Ese es tu trabajo—dijo distraídamente—Pero hoy… mi trabajo, es cortejar.
—¿Qué?—preguntó sorprendido, pensando que quizás había oído mal.
—Cortejar—repitió Arturo, volteando para verlo—Deseo hacer una proclamación de amor.
Merlín terminó su labor y lo miró fijamente, sin poder creer lo que oía.
—¿En serio? Pensé que querías mantener tus sentimientos en secreto.
—¿Por qué querría hacer eso?—inquirió, ganándose una mirada confundida de parte de Merlín—Para cuando acabe el día, habré conseguido a mi dama.
—Bien—si algo había que otorgarle a Arturo era su total confianza en sí mismo—¿Qué le dirás a tu padre?
Porque Uther bajo ninguna circunstancias aceptaría a Gwen.
—¿Qué importa mi padre?
—Bueno, esa es una forma de abordar las cosas—dijo para sí mismo.
Una forma muy mala.
—Por lo tanto—continuó Arturo mientras se movía de un lado al otro de la habitación—Necesito tu ayuda para…expresar… mis sentimientos.
Merlín estaba cada vez más confundido a causa de la actitud con la que se había despertado el príncipe esa mañana. Ayer no quería ni siquiera hablar de ello y hoy… ¿le pedía ayuda?
—¿Qué te hace pensar que yo sé de esas cosas?—cuestionó.
Arturo lo miró detalladamente e hizo una mueca.
—Tienes razón, no sabes nada de mujeres.
Merlín se abstuvo de rodar los ojos. Él no podría saber nada de mujeres pero aún así se veía a escondidas con la princesa. Contempló a Arturo y notó que lo seguía mirando fijamente, como si estuviera esperando algo de él.
—¿Cómo expreso mis sentimientos?—inquirió con impaciencia el heredero al trono.
—¡Oh! Ya veo…—lo insultaba pero igual quería su consejo—Eh… Sentimientos…
—Sentimientos—concordó Arturo, inquieto.
—Chicas…
—Chicas…
—¿Flores?—sugirió Merlín.
—¡Excelente!—exclamó al oírlo—Encuentra algunas…. Tal vez—sus ojos se iluminaron de la emoción—debería enviar una nota.
—¡Una idea brillante!—lo felicitó Merlín.
—Algo conmovedor…—pensó en voz alta Arturo—Algo desde el corazón… Algo…—sus ideas parecían acabarse—Ya se te ocurrirá algo—le dijo a Merlín, palmeándole el brazo para correr nuevamente a la ventana y así espiar al amor de su vida.
Merlín salió de allí algo molesto. Se suponía que Arturo era el que iba a "cortejar", no él. ¿Por qué demonios tenía que ir a recolectar flores y pensar en alguna frase romántica? Pero de nada le serviría protestar, por lo que no le quedó más opción que encaminarse hacia el bosque y ponerse a juntar las más bellas flores que pudo encontrar. Luego de eso le quedó la nota. ¿Qué le podría llegar a decir Arturo a Gwen para conmoverla y hacerla sentir especial? ¿Qué sus sentimientos perduraban en su corazón con la misma intensidad de siempre? No, eso no era algo que el príncipe diría. Aunque, en realidad, no había nada que contuviera la palabra amor que pudiera decir Arturo.
Llevaba el ramo de flores en la mano e iba en busca de papel y una pluma cuando se encontró con Hermione e Ingrid caminando por el pasillo, en sentido contrario. La princesa le hizo una seña a su doncella para que siguiera su camino mientras que ella se detuvo y lo contempló con extrañeza.
—Llevas flores—dijo cuando estuvieron cerca—¿Debo sentirme celosa?
—¡Oh, no!—aseguró—Son para una mujer…. Para otra mujer, no para ti, pero no…—maldijo su nerviosismo—Son para Gwen—terminó confesando—¡Pero no de mi parte! Son de parte de Arturo pero, como él es incapaz de recoger sus propias flores, me mandó a mí.
Hermione rió suavemente al oír su explicación.
—Son hermosas. Estoy seguro que le encantarán…—frunció el ceño—¿Mi hermano le mandó flores?
—Es extraño, ¿no?—inquirió Merlín—Ayer hablé con él y me amenazó con poner mi cabeza en aceite caliente por el simple hecho de mencionar que él pudiera llegar a tener algo como "sentimientos" y hoy no dejaba de hablar de eso y de cuán seguro estaba de que al final del día conseguiría a su dama.
—Eso no suena a Arturo.
—Ni un poco—concordó con una pequeña sonrisa—Creo que esto del amor lo golpeó duro.
—Lo hace sonar como si fuera doloroso.
—¿A caso no lo sabré yo?—se burló él—¿Cuántas veces ya me has amenazado con hechizarme?
Hermione jadeó, indignada pero divertida al mismo tiempo, y pegó suavemente en su brazo.
—Si te amenacé es porque te lo merecías—aseguró—¿Por qué no vas a llevarle a Gwen las flores? Aléjate de mí, así descansas de mis maltratos.
—No puedo. Aún no escribí la nota que Arturo quiere darle junto con las flores… —se lamentó.
—¿También tienes que escribirle tú la nota?
—¿Qué esperabas?—le preguntó—Es Arturo. Hoy su trabajo puede ser cortejar pero no se cansa de dar órdenes… ¿Tienes alguna idea? Eres una chica, ¿qué es lo que le gustaría recibir a una chica de parte de su enamorado?
Hermione nunca había sido precisamente una persona romántica. De hecho, estaba segura que entre Merlín y ella, él era el más dado a esa clase de muestras de afecto. Estaba completamente comprobado por las palabras de esa mañana y el collar que en ese momento usaba. Aún así, recordaba haberle dado algunos consejos a Harry y a Ron cuando estuvieron en el colegio.
—¿Qué te parece esto?—le preguntó después de unos momentos—"Las barreras que nos separan no son nada comparadas con el poder del amor verdadero".
Merlín la contempló con sorpresa. Eso era increíblemente romántico y dulce. E increíblemente acorde para ellos. Gwen seguramente se quedaría encantada con esta frase.
—¡Es magnífica!—exclamó—¿Cómo se te ocurrió?
Hermione se ruborizó levemente.
—Pensé en nosotros—admitió con cierta vergüenza y rápidamente miró al frente y se puso seria—Será mejor que me marche.
Intentó irse, sin mirar a Merlín, pero él se lo impidió tomándola del brazo. Hermione alzó los ojos hacia los del mago, dándose cuenta que la contemplaba como si ella hubiera dicho la cosa más maravillosa del mundo. No entendía porqué sentía tanta vergüenza. No era la primera vez que le decía que lo amaba aunque sí usando esas palabras tan románticas.
—¿Quieres ir conmigo a un día de campo?—le preguntó.
Definitivamente, aquello no se lo esperaba. La posibilidad de tener alguna especie de cita junto a él había cruzado por su mente pero lo había sacado inmediatamente puesto que no lo había creído posible.
—Supongo que no fue una brillante idea—comentó Merlín intentando ocultar su tristeza al ver que ella no respondía—Mejor olvídalo…
—¡No!
—Sí, es cierto, es mejor que no…
—Quiero decir, no quiero olvidarlo. Sí, quiero ir contigo—respondió sonriendo, intentando contener la emoción que sentía bullir dentro de su pecho—Me encantaría.
Merlín sonrió enormemente.
—¡Estupendo! ¿Qué te parece si lo hacemos una vez que todo esto termine?—le preguntó—Habrá menos gente que pueda vernos.
Hermione asintió. Unas inmensas ganas de besarlo la invadieron pero sabía que estaban demasiado a plena vista. Cualquiera podría venir de repente o doblar en una esquina y verlos. No quería tener que repetir lo de esa mañana. Habían estado demasiado cerca de ser descubiertos.
Merlín no estaba lejos de esos mismos pensamientos pero su control pendía de un hilo. Para controlarse, tuvo que apartar los ojos de ella.
—Nos vemos después—dijo con prisa—Iré a llevarle esto a Gwen.
—Y yo debo reunirme con cinco reyes para hablar de tratados y contratos.
Ninguno de los dos tenía ganas de separarse pero tenían que responsabilidades que cumplir. Finalmente, siguieron su camino, aunque el mago tuvo que girar la cabeza y mirarla una última vez, deleitándose interiormente del movimiento de sus caderas.
Fue a conseguir papel y rápidamente escribió la frase que le había dicho Hermione, firmándola a nombre de Arturo. Salió del castillo y fue hasta la ciudadela, a la casa de la doncella de Morgana. Llamó para comprobar si estaba allí pero, al ver que no era así, ingresó rápidamente y dejó el ramo de flores y la nota encima de la mesa, donde la chica pudiera verla fácilmente. Después de eso, salió de allí con prisa para volver nuevamente a ver al príncipe.
Todos los reyes y caballeros estaban reunidos en la sala donde usualmente el Uther se encontraba con el consejo. Arturo y Hermione también estaban allí. No se podía decir que los invitados estuviera cómodos con la presencia de la princesa entre tantos hombres pero ninguno dijo nada porque conocían de sobra el temperamento del rey local. Además, después de ver cómo ella se involucraba y opinaba con inteligencia, supieron comprender la razón por la cual el padre de la muchacha la quería allí.
Merlín entró con cuidado a la sala e inmediatamente Arturo se emocionó al verlo. Hermione frunció el ceño ante su actitud pero no dijo nada. Durante toda la reunión se había comportado de un modo extraño, como si estuviera distraído y deseara estar en cualquier otro sitio. Lo entendía, realmente. Aquello podía resultar tedioso, pero creía que él, como futuro rey, debía de prestar más atención.
El príncipe se puso de pie, se disculpó con todos y salió de allí con prisa. Nada más salir y alejarse, comenzó a interrogar a su sirviente.
—¿Lo hiciste?
—Las dejé en su habitación. Pensé que era mejor eso antes que una exposición pública.
Él apreciaba lo suficiente a Gwen como para actuar con la cordura que le faltaba a Arturo.
—¿Estás seguro que las ha recibido?—preguntó con ansias.
—Estoy seguro que las recibirá—aseguró.
—¡Bien!—exclamó sonriendo—Bueno, todo lo que podemos hacer es esperar…
Justo en ese momento, frente a ellos, venían caminado con prisa Gwen y Lady Vivian. La pobre doncella asentía servicialmente ante todo lo que decía la princesa aunque no parecía muy contenta con la actitud de la misma.
—¡Ah, pero el cielo me ha bendecido!—suspiró Arturo al verla—Es aún más hermosa que antes, ¿no te parece?
Si él llegaba a decir que no se vería metido en un buen lío.
—Sí—concordó, mirando sospechosamente al príncipe—Me sorprende oírte hablar tan abiertamente.
—Tonterías. ¡Quiero decírselo al mundo! ¡Quiero gritarlo a través del reino!
Merlín rió nerviosamente. Aquello sonaba a completo suicidio.
—¿Estás seguro que es una buena idea?—preguntó—Entiendo tus sentimientos, realmente, pero los demás se podrían oponer.
—¿Oponer?—inquirió Arturo y al ver a su sirviente asentir, añadió—¿A qué?
Gwen y Lady Vivian entraron a una habitación, para decepción del príncipe que ya no pudo ver a su amada.
—Bueno, eres el futuro rey de Camelot y ella una sirvienta, aunque muy bonita…
El golpe vino de repente. La mano de Arturo azotó su rostro con violencia.
—¡Agh!—se quejó y miró sorprendido al príncipe, descubriendo que lo asesinaba con la mirada.
—Lady Vivian es de sangre real,—dijo—una futura reina. Tendré tu cabeza si te oigo decir esa insolencia de nuevo.
Se alejó furioso, dejando a Merlín completamente anonadado.
—¿Lady Vivian?—se preguntó y de repente se dio cuenta lo que había ocasionado—¡Oh, no!
¡Gwen! ¡Él le había dado las cosas a Gwen! Pero, en su defensa, ¿Cómo se suponía que iba a saber que estaba hablando de la hija del rey Olaf cuando ayer mismo la juzgaba de grosera? Aunque debería de haber advertido que allí sucedía algo demasiado extraño. El Arturo que él conocía nunca actuaría de ese modo tan abierto ni se atrevería a confesar sus sentimientos.
Hermione salió de la sala de reuniones y vio a Merlín de pie en medio del pasillo con una expresión agónica en el rostro. Su padre le había pedido que fuera a buscar a Arturo y discretamente lo llevara nuevamente allí. Sería considerado una gran falta de respeto si no volvía.
—¿Qué sucede?—cuestionó—¿Dónde está mi hermano?
—No tengo idea—dijo mientras giraba para verla—¡He hecho algo muy, muy malo!
—¿Por qué dices eso? ¿Qué has hecho?
—Yo pensé que las flores eran para Gwen…
—¿Y no lo eran?
Merlín negó con la cabeza, casi gimiendo lastimeramente.
—Eran para Lady Vivian.
—¡¿Qué?!
No podía creerlo. Era imposible. Arturo no albergaba ninguna clase de sentimientos hacia esa princesita presumida y maleducada.
—¡No sé qué pasó! Yo pensé que estaba hablando de Gwen pero recién dije que no era prudente decirle a todo el mundo sobre su amor por ella porque era una sirvienta y me pegó. Dijo que Lady Vivian tenía sangre real y que sería una futura reina…
Hermione era incapaz de dar crédito a lo que oía.
—Iré a hablar con él luego—dijo—Ahora mi padre espera que regrese a la reunión. También quería a Arturo allí pero sería imprudente que fuera y diera algo delante de Olaf…
Merlín asintió.
—Yo iré a buscarlo ahora…
—No, tu ve y recupera esas flores—le ordenó Hermione—Si Gwen las ve no dudará en pensar que son de mi hermano… y sólo le destrozaría el corazón al final.
Nuevamente asintió y salió corriendo de allí hacia la casa de Gwen. Hermione estaba en lo cierto. Si leía eso y luego veía que Arturo andaba detrás de Lady Vivian sólo terminaría con el corazón roto y él no deseaba que eso sucediese. Gwen era una chica dulce, una buena amiga.
Sin embargo, cuando entró a su casa dispuesto a hacer desaparecer toda evidencia, la encontró allí, viendo la nota con una pequeña sonrisa en sus labios.
—¡Merlín!—exclamó sobresaltada al velo—¿No puedes llamar?
—¡Ratas!—dijo lo primero que se le vino a la mente para justificar su presencia allí.
—¿Qué?
—Eh… grandes, peludas y de dientes afilados—divagó y rápidamente simuló buscar debajo de la mesa—Definitivamente, aquí debajo.
Suspiró sonoramente, sin saber qué hacer a continuación. Gwen ya había leído la nota e incluso había colocado las flores en agua para que no se marchitasen.
La doncella se inclinó y lo contempló extrañada.
—¿Te encuentras bien?
—¿Yo? Nunca he estado mejor—mintió mientras se volvía a poner de pie—¿Y tú?
La sonrisa de la doncella no se hizo esperar y apareció en su rostro con suma facilidad.
—Estoy teniendo un día muy sorprendente—dijo emocionada.
—¿En serio?
—¿Sabes una de esas ocasiones en las que has perdido toda esperanza y a continuación, de la nada, ocurre algo que te devuelve la fe?
—Más o menos—respondió maldiciéndose a sí mismo.
Si tan sólo se hubiese dado cuenta antes que Arturo no hablaba de Gwen.
—Bueno, eso es lo que me ha pasado hoy—dijo ella sonrojándose levemente.
Merlin salió de allí inquieto y se encaminó hacia la sala de reuniones tan sólo para comprobar que aún todos estaban allí reunidos. Hermione hablaba con uno de los reyes mientras Arturo no hacía acto de presencia. Necesitaba hablar con alguien, encontrar un modo de solucionar el inconveniente que había ocurrido. Fue hasta las cámaras que compartía con Gaius para encontrar al anciano sentado frente a un libro.
—Podría haber causado un problema—admitió, ganándose una mirada atenta de parte del galeno—Aunque no fue culpa mía del todo.
—¿Ahora qué, Merlín?—preguntó Gaius.
Estaba acostumbrándose a que los problemas rodearan a ese chico. Lo quería, realmente, pero no era capaz de comprender como podía verse involucrado en tantos inconvenientes.
—Arturo está enamorado—dijo.
—¿Y cómo lo ocasionaste?—quiso saber, aunque no lograba ver porqué eso era un problema.
—Esa parte no es mi culpa. La otra sí… pero no puedo hablarte de esa parte.
—Claro como el lodo—comentó.
—Arturo está increíblemente atontado. No puede concentrarse en nada. Lo único en lo que piensa, lo único de lo que habla es…—titubeó pero Gaius lo miraba tan fijamente que tuvo que contárselo—Lady Vivian.
Los ojos del anciano se abrieron al comprender.
—¿Lady Vivian? ¿Cómo puede haber ocurrido tan de repente?—preguntó sorprendido.
—No lo sé—admitió Merlín—Hay algo que no cuadra. Ayer mismo, la calificó de grosera.
—Si Arturo confiesa su amor por Lady Vivian, Olaf estará furioso. Estoy seguro que eso es algo que Arturo sabe muy bien—dijo el galeno.
La puerta de la cámara se abrió de repente, dejando entrar a una Hermione muy alterada.
—¡No quiere entrar en razones!—exclamó—¡Está embobado con esa mujer!
—¿Has hablado con tu hermano, Hermione?—preguntó el anciano.
Ella no se sorprendió de que Gaius estuviera al tanto de estos inconvenientes.
—Sí, pero no quiere escuchar las razones de porqué es una muy mala idea proclamar su amor a los cuatro vientos. Está completamente seguro de que podrá conquistarla… y no le importa que el padre de la chica esté dispuesto a asesinar a quien se acerque a su hija.
—Esto es muy serio—aseguró el galeno.
Hermione miró de repente a Merlín.
—Dime que lo has conseguido—le rogó.
Merlín negó con la cabeza.
—Llegué y estaba leyéndolo.
—¡Oh, no!—se lamentó—Tenemos que hablarle…
—¿Y decirle qué?—cuestionó el mago—Cualquier cosa que le podríamos decir la haría sentir mal…
—Lo sé pero… Sería peor que la dejásemos allí, engañándose a sí misma.
—Tienes razón—dijo.
—Yo iré a hablar con ella mientras que tú deberás impedir que mi hermano cometa alguna locura…
—¿Por qué yo?—cuestionó.
—¿A caso quieres tener esta clase de charla con Gwen?—preguntó ella a su vez.
—Buen punto—dijo.
Hermione le sonrió antes de voltear y alejarse. Merlín suspiró con cansancio y luego se dio cuenta que Gaius lo observaba con cierta diversión.
—¿Qué?
—Creo que Arturo no es el único afectado de amor—dijo con cierta burla.
El mago enrojeció notablemente, balbuceó unas cuantas palabras y luego se alejó de allí con prisa.
…
Arturo se armó de valor y tocó la puerta de la habitación de Lady Vivian. Llevaba en sus manos la cena de la princesa y, encima de ella, había colocado una elegante rosa. Estaba absolutamente convencido que eso le gustaría.
—¿Quién es?—preguntó la voz de su amada desde el otro lado de la puerta.
—¡El destino, mi amor!—respondió y tras darle una mirada a la bandeja, añadió—El destino y el pollo.
La puerta tardó unos segundos en abrirse y cuando lo hizo, notó que su bella amada se había vuelto aún más hermosa desde la última vez que la vio.
—Hermosa combinación, ¿eh?—dijo sonriéndole con galantería.
Vivian lo miró con repulsión antes de cerrarle la puerta en la cara. Sorprendido pero no vencido, decidió tomar el picaporte en invitarse a sí mismo a la habitación de la chica.
—Las judías están un poco frías pero la carne está muy buena—aseguró.
La princesa lo miró sin poder creer el atrevimiento del hombre. Caminó hacia él, obligándolo a retroceder unos pasos hasta quedar nuevamente fuera.
—¡Vete!—le ordenó.
—Mi amor, no sé qué he hecho para ofenderte—dijo desconcertado.
—¿Tu amor? Ni ahora, ni nunca—negó horrorizada.
—Vamos…—insistió.
—Mi padre te matará si te encuentra aquí.
—Tu padre no me preocupa—aseguró con altanería.
—No dirás eso cuando se enfile hacia ti con un cuchillo en la mano. Lo he visto antes.
—¿En serio?—en su mente no podía creer que alguien fuera tan sobre-protector.
—Sí.
Y tras esto le cerró la puerta en la cara.
—¿Tan sólo cinco minutos?—rogó.
Justo en ese momento apareció Merlín, aliviado de haber encontrado al príncipe aunque realmente preocupado de encontrarlo en frente de las habitaciones privadas de Lady Vivian. Todo el día había tenido que dividir su tiempo entre sus tareas como sirviente del príncipe y de los demás invitados e intentar evitar que Arturo cometiese una locura. Fue un segundo el que se distrajo. Estaba lavando la ropa y, cuando se dio cuenta, él ya no estaba.
—Mi señor, no creo que sus proposiciones sean bien recibidas—dijo.
Arturo golpeó nuevamente la puerta de la chica de sus sueños.
—¡Vete y llévate tu pollo contigo!—se oyó un grito furioso desde el interior.
—No sé qué te da esa impresión—gruñó malhumorado, dándole la bandeja con brusquedad antes de dar media vuelta y alejarse.
No le quedó más opción que seguirlo hasta sus propias cámaras. Lo ayudó a desvestirse y luego a colocarse la ropa para dormir. Se negó a comer más que unos cuantos bocados y luego se acostó. Merlín estaba llevándole una copa con agua cuando lo escuchó hablar nuevamente.
—Vamos, Merlín, dilo—dijo con profunda tristeza.
—¿Qué?—preguntó mientras le entregaba la copa.
—¿No crees que deba conseguir a mi amor?
—Creo que varias cosas se interponen ante una feliz unión entre Lady Vivian y tú—admitió—Su padre sediento de sangre, por ejemplo…
—Su falta total de interés sería otra—dijo tras beber un sorbo de agua.
—¿Podría valer la pena volver a tu antiguo amor?—cuestionó en un intento de hacerlo entrar en razón—Aunque puedo tener mis reservas ante eso también…
—¿De qué estás hablando, Merlín?—inquirió el príncipe, devolviéndole la copa—No tengo ningún viejo amor.
Se giró y se dispuso a dormir pero su mano tocó algo debajo de su almohada.
—¿Qué diablos…?—Era un mechón de cabello rubio—Merlín, realmente deberías poner más atención en los detalles—le dijo mientras se lo entregaba.
Merlín miró el trozo de cabello con sorpresa y fue en ese momento cuando todas las piezas encajaron.
…
Hermione tocó suavemente la puerta de la casa de Gwen y ella, tras unos momentos, abrió y se mostró profundamente sorprendida de verla allí, a esas horas de la noche.
—Hermione… ¿Qué haces aquí?—inquirió pero recordó que se trataba de la princesa del reino y rápidamente se corrigió—Por favor, pasa…
—Gracias, Gwen—ingresó a la casa y cuando la joven le ofreció una silla, la aceptó—Lamento haber venido a estas horas y sin avisar antes, pero tengo que hablar contigo de algo muy importante.
Aquello sonaba increíblemente urgente y serio. Asintió formalmente, dispuesta a escucharla.
—¿De qué se trata?
—De Arturo.
Gwen no pudo evitar ruborizarse levemente ante la mención del príncipe, especialmente después de haber recibido flores hermosas junto con una preciosa nota que le llenó el corazón de alegría. Sin embargo, de pronto, recordó la mirada que hacía unos meses atrás le había lanzado Hermione, cuando la vio tan unida a Lancelot.
—Yo… no creo que haya algo de qué hablar—dijo con nerviosismo.
Hermione le agradaba mucho. La princesa siempre había sido amable pero no debía de olvidar que Arturo era el hermano y que estaría tan dispuesta a defenderlo tal como él a ella.
—Gwen…—Hermione la llamó con suavidad—Las flores no eran para ti.
Sintió que alguien le lanzaba un balde de agua fría sobre la cabeza. Miró a Hermione y notó sincera preocupación en su mirada.
—Por supuesto que no—dijo forzando una sonrisa—Ha pasado mucho tiempo desde que nosotros…—se silenció de repente—Debí de haber supuesto que él jamás podría albergar sentimientos por mí.
Ahora se sentía tan tonta. Había creído realmente que Arturo la volvía a mirar con afecto y que ansiaba, al igual que ella, empezar alguna relación. La tristeza la abrumaba pero no quería demostrar cuán afectada estaba por la noticia, no a Hermione.
—Gwen, mi hermano siempre estuvo loco por ti—dijo en un intento de consolarla—No sé cómo explicar lo que le sucede ahora. Él está comportándose como un tonto enamorado, lo cual no tiene sentido…
—Hermione, por favor, no tienes que excusarlo—le aseguró—Lo entiendo, en serio. No estoy enfadada. Siempre supe que entre nosotros nada era posible, que no había esperanzas.
—No, Gwen, te equivocas. Siempre hay esperanzas. Sé con total seguridad que tú eres el destino de mi hermano y no descansaré hasta que eso suceda…—titubeó levemente—Sé que no lo lastimarás.
—No—admitió—Jamás. Al menos, no intencionalmente… Si te refieres a Lancelot… —decidió ser sincera con ella—Admito que albergué sentimientos hacia él pero mis esperanzas de volver a verlo son nulas. Especialmente después de que se fue sin siquiera despedirse.
—¿Y Arturo?
—¿Arturo? Arturo es el futuro rey, Hermione. Yo soy una sirvienta… y ni siquiera me quiere—sintió que las lágrimas ardían en sus ojos pero se negó a llorar—No tienes que preocuparte, no tengo intención de herir a tu hermano de ningún modo.
Hermione no necesitaba escuchar las palabras de su boca para saber que Gwen estaba destrozada y sabía que no habría modo de consolarla, sólo el tiempo lograría convencerla de que estaba destinada a convertirse en reina.
—Quizás falten muchos años, Gwen, pero te puedo asegurar que algún día podré verte caminando por los pasillos del castillo al lado de Arturo sin temor a lo que dirán los demás.
Gwen rió suavemente, aunque no encontraba nada de gracioso en esa fantasía. Porque, para ella, eso era lo que era.
—Gracias—musitó—Pero creo que, en estos momentos, lo mejor que puedo hacer es concentrarme en mi trabajo.
Hermione suspiró, sabiendo que no había nada más que ella pudiera hacer. Se puso de pie y, tras despedirse, se encaminó hacia las cámaras del galeno para hablar con Merlín. Esperaba que ya hubiese quedado liberado de sus deberes. Afortunadamente, cuando llegó, lo descubrió allí. Pero no fue realmente una fortuna ver la expresión de su rostro.
—¿Qué sucedió?—preguntó con preocupación.
Gaius alzó su mano y le mostró lo que tenía entre sus dedos.
—Este mechón de cabello rubio estaba en la cama de Arturo—explicó el galeno—Es de Lady Vivian.
¿Un mechón de cabello en su cama? Eso sólo podía significar una cosa.
—¡Oh, no!—gimió.
—Ha sido hechizado—Merlín asintió con la cabeza—¡Debí de darme cuenta!
—¿Tienen alguna idea de quién podría haber realizado el hechizo?—preguntó el anciano.
—Trickler—dijo con seguridad Merlín—Nadie puede hacer aparecer mariposas de la nada sin ayuda de la magia.
—El bufó de Lord Alined a mí también me pareció sospechoso—admitió Hermione—Pero no podemos acusarlo ni a él ni a su amo de esto. Mi padre enfurecerá. Se ha esmerado mucho por conseguir que se firme este acuerdo de paz. Un traidor entre los reyes significaría una inmediata guerra.
—¿Por qué querría que Arturo se enamore de Lady Vivian?—preguntó Merlín.
—Una proposición de Arturo—explicó Gaius—podría arruinar la conferencia. Tal vez Alined quiere la guerra…
—¿Por qué querría eso?—inquirió Hermione confundida—Su reino es amplio pero no es precisamente rico. Una guerra generaría gastos descomunales.
—No si él no la provoca—dijo Merlín—Daría su apoyo al lado más fuerte y podría obtener grandes ganancias. En ese caso, una guerra podría volverlo increíblemente rico.
—Este tipo de conductas cobardes pueden esperarse de él—comentó Gaius con desprecio—Cobarde, pero inteligente.
Hermione se dejó caer en una silla cerca de ella. ¿Por qué no había pensado que su hermano podría estar hechizado? Le había parecido extraño su comportamiento, indudablemente, pero la posibilidad de un hechizo de amor…
—Tenemos que encontrar la forma de que Arturo vuelva a la normalidad—dijo.
—Antes de que sea demasiado tarde—añadió Gaius.
Inmediatamente se pusieron en ello. El galeno tenía cientos de libros y en la mayoría de ellos había alguna mención de hechizos de amor. Algunos utilizaban esencias de ciertas hierbas, otros debía de utilizarse algún objeto personal del ser al que se quería enamorar, y la mayoría de ellos usaban cabello como ingrediente principal. Sería increíblemente difícil encontrar cuál de todos esos era el que afectaba a Arturo y, mucho más difícil aún dar con el antídoto.
Al principio los tres se pusieron en ello pero a medida que avanzaba la noche, Hermione se dio cuenta que Gaius se dormía sentado.
—Ve a acostarte—le ordenó—Nosotros seguiremos.
Él asintió y tras desearle una buena noche se acercó a la cama. No tardó demasiado en caer profundamente dormido. Para no perturbar el sueño del galeno, ellos se trasladaron a la habitación de Merlín y siguieron buscando. Se sentaron en la cama, uno al lado del otro, y se rodearon de libros. Allí encerrados no temieron utilizar sus poderes para alcanzar algo que estaba lejos para ahorrarse tiempo.
Hermione nunca había tenido inconvenientes de quedarse hasta tarde leyendo pero, a media que avanzaba la noche, sus ojos comenzaban a caer a causa del cansancio. Cuando Merlín apoyó su mano sobre su hombro, abrió los ojos con sobresalto.
—Ve a dormir—le dijo él, rodándola con sus brazos. Hermione aceptó gustosa y apoyó su cabeza en la curva de su cuello y su hombro—Estás cansada y mañana tendrás un largo día.
—También tú—replicó ella—pero no te dejaré todo el trabajo.
—Es mi deber ser el salvador de tu hermano—le recordó con una pequeña sonrisa—Un trabajo para el que no se me permite renunciar, por desgracia.
Hermione rió suavemente mientras procuraba mantenerse despierta. Nadie podría decir que mantener a Arturo con vida era un trabajo fácil, aún menos Merlín.
—Y yo soy tu protectora—dijo ella mientras dejaba un rápido beso detrás de su oreja antes de separarse, logrando que el pulso de Merlín se disparara—No puedes cuidar a mi hermano si a duras penas puede mantenerte de pie.
Se paró y alzó sus brazos hacia el techo mientras curvaba hacia atrás su espalda, estirando los músculos y los nervios para que a la mañana siguiente no le doliera. Merlín no pudo evitar que sus ojos se deslizaran por la figura de la joven, maravillándose del modo en que el vestido se aferraba a su cintura y a la curva de sus senos. Sus manos se aferraron firmemente al libro que tenía en las piernas para no caer en la tentación de extenderlas y tocarla. Cuando ella bajó la vista, él rápidamente simuló estar leyendo.
Hermione se dejó caer nuevamente en la cama y notó que Merlín estaba tenso.
—¿Qué sucede?—le preguntó—¿Encontraste algo?
—Eh… No… —alzó el rostro para contemplarla—¿Ingrid no se preocupará por ti?
Cuando le dijera que había pasado toda la noche en la habitación de Merlín, sin duda alguna, pero pensaba dejarle bien en claro que no habían hecho nada indiscreto.
—Sabrá comprender porqué me ausenté—dijo.
—¿Le dirás?
—Confío en ella, Merlín—le aseguró—Ha demostrado ser una persona fiel e incluso… puede que le haya insinuado de nosotros…
—¿Le dijiste?—inquirió sorprendido—¿Estás segura que es prudente?
—No le dirá a nadie—dijo sin dudarlo—¿No le has dicho a nadie sobre nosotros?—preguntó con curiosidad.
—¿A quién le podría decir?—se encogió de hombros—Más allá de Gaius o de ti, no tengo amigos a los cuales podría confiarle tal secreto.
—¿Y tu madre?
Los ojos de Merlín se abrieron graciosamente ante aquella pregunta.
—No se lo he dicho.
Aunque podría imaginarse cómo reaccionaría. Primero con cierta prudencia y duda pero luego comenzaría a planificar su futuro, hablándole de matrimonio e incluso pidiéndole nietos. No, él prefería no decirle nada de momento.
—¿Se lo dirás?—cuestionó ella.
—Eventualmente…
Hermione frunció el ceño ante su respuesta tan esquiva.
—¿No quieres que lo sepa? Dudo que Hunith se enfade y amenace con cortarme la cabeza…
Merlín rió suavemente mientras negaba con la cabeza.
—No, ella no haría eso, pero quizás ya quiera hablar sobre tu vestido de novia para…—se ruborizó horrorosamente al darse cuenta de que estaba insinuando un futuro matrimonio entre ellos—Eh… mejor olvida lo que dije… y no te espantes, por favor.
Hermione lo contempló pensativa. No estaba asustada por la mención de un futuro juntos. De hecho, ni siquiera le importaba hablar sobre eso.
—Es, sin duda alguna, muy pronto para tener este tipo de conversación, Merlín—le dijo y ella también se ruborizó levemente—pero si en el futuro, cuando estemos listos, aún estamos juntos, no me importaría pasar el resto de mi vida contigo.
Merlín se sintió flotar en una nube al oírla decir aquello. Esta vez no se contuvo, soltó el libro y tomó su rostro para besarla tan profunda y ardorosamente como era capaz de hacerlo, maravillándose al sentir como ella casi se derretía contra él. Cuando se separó, incluso la oyó hacer un sonido de protesta que lo hizo sonreír, consiguiendo que su pecho se llenara de orgullo.
Hermione abrió casi perezosamente los ojos y vio delante suyo su rostro sonriente.
—Creo que ya me he despertado—musitó.
—¿En serio?—preguntó Merlín—Porque creo que tienes algo de sueño aún…
Intentó inclinarse para besarla nuevamente pero ella le puso una mano en el pecho y lo empujó hacia atrás, riendo suavemente.
—Ambos sabemos que si continuamos por este camino nunca encontraremos el modo de romper el hechizo.
—¿Te parecerá tan malo tener en la familia a Lady Vivian?—preguntó con gracia.
—No, pero sería terrible tener que perder a mi hermano por su sádico padre o tener que sufrir una guerra—suspiró con abatimiento.
—Todo irá bien—intentó consolarla—Seguiremos con esto. Debe de haber algo en todos estos libros que nos ayude a romper en encantamiento…
—Preferentemente, algo que nos ayude sin transformar a mi hermano en una lagartija—dijo mirando un hechizo en particular antes de cerrar el libro.
—Porque eso sería increíblemente desagradable—dijo divertido mientras se imaginaba al pomposo príncipe de ese modo.
Hermione simplemente negó con la cabeza. Pronto se vieron sumergidos nuevamente en los cientos de hechizos de amor que habían en los libros. Había muchas posibilidades por lo que intentaron clasificarlos de algún modo y reducirlos.
Sin embargo, a medida que las horas pasaban el sueño se hacía presente con fuerza, golpeándolos sin piedad, hasta que, al final, terminaron dormidos en posiciones incómodas, con los libros aún en sus manos. Se despertaron bruscamente cuando Gaius abrió la puerta de la habitación de repente, anunciando que el desayuno estaba listo.
—¿Pasaste la noche aquí, Hermione?—inquirió con desaprobación.
La princesa se fregó los ojos mientras intentaba ponerse de pie.
—Sí, sé que no debí, pero, ¿Tienes idea la cantidad de hechizos de amor que hay?
—Hay más de 663 hechizos de amor en estos libros—informó Merlín mientras se desperezaba—y más de 150 requieren un mechón de cabello.
—¿No hay manera de reducirlo un poco más?—preguntó mientras se acercaba al mago, quien había vuelto a enfocar la mirada en un libro en particular.
—Lo tenemos—aseguró él—Mira. Si elegimos esta opción y va mal, Arturo termina convertido en sapo… Y si ésta va mal, Vivian terminará perdiendo todo su cabello.
—Olaf no declararía la guerra por eso—dijo el galeno—pero estoy seguro que ella sí.
—Sin embargo, por mucho que se merezca esta pequeña venganza por su grosería—indicó Hermione mientras sacudía su vestido en un intento de que no tenga tantas arrugas—no podemos utilizarlo. Hemos encontrado otro donde los riesgos son menores. Sólo hay que rogar que funcione.
—Esperemos que sí—concordó el anciano.
…
Trickler podría ser un bufón pero tenía magia y eso era algo que el rey Alined sabía apreciar. Él no era idiota como Uther y no temía utilizar esa clase de poderes para su beneficio. Por eso no dudó en hacer que ese charlatán con poderes hiciera lo que le ordenara sin demasiados cuestionamientos. Unas cuantas amenazas y lo tenía comiendo en la palma de su mano. Lo mejor de todo era que Trickler era completamente consciente de esto. Sin embargo, también sabía que el rey era despiadado y no dudaría en llevar a cabo lo que decía. Y él no quería perder su cabeza o algún otro miembro importante de su cuerpo.
Por eso, durante la noche anterior, había hecho un pequeño hechizo en la joven hija del rey Olaf para que ella también se sintiera igual de atraída hacia Arturo como él de ella. El plan de Alined nunca funcionaría si la muchacha seguía rechazando al príncipe. Lo que debía hacer, en ese mismo momento, era ir a comprobar si el encantamiento había funcionado.
Tocó la puerta de la entrada de la habitación de la joven llevando la bandeja con el desayuno en su mano. Ella abrió, sonriendo maravillosamente.
—Gwen se ha entretenido—le informó—Pensé que podría apreciar el desayuno.
No necesitaba informarle que la doncella había sufrido una "accidental" caída mientras se lo llevaba.
—¡Oh, gracias!—exclamó Lady Vivian sonriéndole—Estoy tan feliz esta mañana que podría olvidarme de comer—suspiró sonoramente mientras el bufón cruzaba la puerta e ingresaba a la habitación.
Trickler dejó la bandeja en la mesa mientras ella cerraba la puerta y se acercaba. Al ver la fuente llena de las más exquisitas frutas, la emoción la invadió.
—¡Oh! Eso se ve maravilloso—dijo—Realmente maravilloso.
Se sentó frente a la bandeja y comenzó a devorar fresa tras fresa con muy pocos modales.
—Diga, mi señora, ¿Qué ha causado tanta felicidad?
—No puedo decírtelo, así que no preguntes—dijo antes de volver a comer.
—Intrigante—se inclinó hacia ella, como si estuviera a punto de contarle algo importante—Sabes, otra definición de bufón es: "guardián de secretos".
—¿De verdad?—preguntó Vivian con sorpresa.
—No—rió y le robó una fresa de la bandeja para comérsela.
Ella también rió, divertida por la gracia pero de repente se puso muy seria.
—Oh, Trickler. No debes contarlo. A nadie… sobre todo a mi padre.
—Sigue…—le rogó.
—Estoy enamorada—sonrió llena de emoción.
Él simuló estar completamente sorprendido por la noticia.
—Qué maravilloso—aseguró—¿De mi?
Ella rió pero en seguida hizo una mueca de horror ante esa posibilidad. Se puso de pie y giró por la habitación.
—De un hombre más valiente que un león, más fuerte que un buey y tan perfectamente formado que es como si hubiese sido esculpido por los mismos dioses—dijo sonadora, sonriendo y suspirando ante el recuerdo de su amado.
—Entonces debo ser yo—se burló con él.
Pero ella no le hizo caso. Se dejó caer en la cama sin quitar esa mirada brillante de sus ojos.
—Oh, de hecho, tan sólo pronunciar su nombre me produce placer.
—Entonces, deberías pronunciarlo.
—Arturo. ¡Eso es! ¡Lo he dicho! Mi corazón pertenece a Arturo—dijo con énfasis, poniendo toda la pasión que sentía en su voz.
—Exactamente—sonrió Trickler con orgullo.
Todo había salido maravillosamente bien.
Ella se levantó de la cama de un brinco y caminó hacia él.
—De hecho, voy a decírselo ahora mismo—dijo.
—Oh, una brillante idea—estuvo de acuerdo.
—¿Dónde está Gwen? Necesito cambiarme…
—Pero… te ves tan hermosa, mi señora—aseguró y la giró para que se viera en el espejo que tenía detrás—¿Cómo podría rechazarla así?
—¿En mi camisón de noche?—contempló su reflejo y se dio cuenta que realmente no se veía mal. Nada mal—¿Por qué no?
Adelanto del siguiente capítulo:
—El amor es una fuerza que es más hermosa y más terrible que la muerte—citó con una pequeña sonrisa.
Albus Dumbledore siempre había insistido un hombre amado y cuestionado al mismo tiempo, pero nunca nadie podría dudar de su inteligencia y sabiduría.
—Sólo espero que la muerte no sea una de las fronteras que Arturo tenga que vencer por un falso amor—indicó Merlín suspirando.
