Rosangela: ¡jajajaja! Claro que casi le da algo a Merlín cuando Arturo le dice eso. Por unos momentos creyó que el príncipe sabía que tenía magia o que estaba besándose con su hermana. Espero que este capítulo te guste. ;)
Ninguno de los personajes me pertenece.
La bruja de Quickening
Hermione agradeció suavemente al sirviente que llenó su copa de vino, para después hacer lo mismo con la de su hermano. El príncipe la había mandado a llamar, invitándola a una cena tranquila entre hermanos. Había aceptado sin pensarlo demasiado pero, cuando llegó, no pudo evitar extrañarse al darse cuenta que Merlín no se encontraba allí. Arturo jamás se desprendía de su sirviente personal, a pesar de que vivía diciendo que era un inútil ineficiente. No preguntó nada al principio, imaginando que quizás él sacaría el tema. Pero al no hacerlo, con la curiosidad en sus niveles al máximo, no le quedó otra opción más que preguntárselo.
—¿Le has dado la noche libre a Merlín?—preguntó antes de tomar la copa con su mano y llevársela a la boca para beber un sorbo.
—¿Libre?—inquirió Arturo con expresión sorprendida—¿Por qué habría de hacerlo?
—Como no está esta aquí, asumí que quizás…
—Que no esté aquí, no quiere decir que yo haría algo tan ridículo como darle la noche libre—la interrumpió—No, Merlín se encuentra puliendo mi armadura.
Hermione sólo miró a su hermano con cierto disgusto, sin que éste se diera cuenta. ¿Por qué siempre debía de tratar de ese modo a su sirviente? Merlín podía ser un tanto torpe y no era, precisamente, el mejor sirviente del reino, pero tampoco era malo. Merecía un día o, al menos, unas horas de descanso.
—Además—añadió Arturo—creí que lo mejor sería cenar tranquilamente.
—Pero Merlín jamás ocasionó ningún inconveniente—replicó ella, algo molesta por el comentario.
Arturo se movió incómodo en su asiento. Alzó la mirada primero a su hermana y luego la desvió rápidamente hacia el otro sirviente. Se aclaró suavemente la garganta.
—Déjanos—le ordenó—Ven más tarde a recoger las cosas.
El hombre hizo una reverencia y luego se alejó, saliendo de la habitación sin pronunciar ninguna palabra.
—¿Qué sucede?—cuestionó.
—Hermione, tenemos que hablar—dijo su hermano con seriedad.
Ella lo contempló fijamente, notando su postura tensa y su mirada algo ensombrecida. Tragó saliva, repentinamente nerviosa. Había algo en el modo en que él posaba sus ojos en ella. Se sentía como una niña a punto de ser reprendida por haber hecho algo malo. Se encogió en su asiento sin poder evitarlo y esperó a que Arturo hablara.
—Hermione…—comenzó con lentitud, alargando el momento de tortura para ella—¿Cuáles son tus sentimientos por Merlín?
Oh, oh.
Hermione se quedó de piedra al escuchar aquella pregunta tan directa de los labios de su hermano. Su corazón se aceleró en el interior de su pecho y el terror que sintió se reflejó en su mirada. Tomó aire profundamente e intentó tranquilizarse aunque estaba segura que Arturo ya había visto todas las reacciones en su rostro.
—¿Por qué crees que tengo sentimientos por Merlín?
Él la contempló significativamente.
—¿Cuán tonto crees que soy?—cuestionó con cierta molestia—¿Crees que no me he dado cuenta de lo unidos que se han vueltos? ¿Del modo en que lo miras?
—Yo no lo miro de ningún modo…
—¡Lo miras…!—comenzó a exclamar con fuerza pero al darse cuenta que estaba gritándole a su hermana, intentó contenerse—Lo miras como si fuera la persona más valiosa de tu vida, como si… lo amaras.
Hermione no podía apartar los ojos de los de sus hermanos. ¿Cómo podría decirle que él tenía razón? Amaba a Merlín y no podía negarlo por mucho tiempo más. Pero una cosa era que Arturo lo sospechara y otra muy diferente que oyera una confesión de su propia boca.
—Arturo, yo…
—¿Qué? ¿Lo negarás? ¿Me mirarás a los ojos y me mentirás?
Hermione se sentía cada vez peor. Lo único que quería era salir corriendo de allí a esconderse como una cobarde en su propia habitación y no salir nunca más.
—Yo…
¿Qué se supone que iba a decirle? ¿Qué sucedería si le confesaba la verdad? ¿Qué haría si le decía que amaba a Merlín? ¿Lo despediría? ¿Lo mandaría a prisión? Sintió la desesperación aumentando en su interior. No quería que nada le sucediera, nada.
—Hermione, cálmate—le rogó su hermano, al ver como la joven que tenía frente a él comenzaba a respirar más agitadamente y miraba a su alrededor como un pequeño pajarillo buscando con desespero una salida—Sólo quiero saber la verdad.
—¿Le dirás a nuestro padre? ¿Castigarás a Merlín?
—No—aseguró con una calma extraña—¿Eso quiere decir que tengo razón? ¿Tienes sentimientos hacia él?
A pesar de que sabía que ya se había descubierto, le costó decir las palabras frente a él.
—Yo… lo amo…
Miró atentamente la reacción de Arturo ante esas palabras. Su hermano se dejó caer contra la silla, completamente serio, sin ningún tipo de expresión en su rostro. Sus ojos claros no dejaban los castaños de ella. Era como si intentara sacarle cualquier otro secreto que estuviera guardado en su interior… y Hermione se sintió tan… tan… traidora.
Su hermano siempre había sido bueno con ella. Siempre había mostrado abiertamente el cariño que le tenía, la protegía incansablemente y confiaba en su persona como en nadie más. ¿Y cómo se lo pagaba? Ocultándole su magia, la verdad de su nacimiento y las circunstancias que vinieron después.
—Hay algo que debes saber—dijo finalmente él—Me hubiera gustado no ser yo quien te lo diga pero… pero… creo que no hay otra opción.
Ella pensó que estaría molesto después de sus palabras pero, en cambio, se mostraba preocupado. ¿Por qué? ¿Qué es lo que quería decirle con tanta seriedad?
—Si me vas a decir que es imposible porque soy una princesa y él un sirviente…
—Eso mismo iba a decirte pero no por esas razones—dijo.
—¿Entonces…?
—Hermione…—dudó unos segundos pero luego se armó de valor para terminar—Merlín no podría devolverte esos sentimientos. Me temo que está… saliendo con alguien.
Hermione contempló a su hermano sin saber qué rayos pensar. Por unos segundos sintió alarma pero rápidamente aplacó esos sentimientos. Ya había pasado por eso y al final todo había sido un malentendido y Merlín había terminado confesándole que la amaba. No, ella confiaba en él. Así que tomó aire para calmarse y luego miró a su hermano con paciencia.
—¿Por qué crees eso?
—Porque lo vi, Hermione. Hace unos días lo vi besando a alguien en el establo después de una de sus salidas a recolectar hierbas para Gaius…
Demonios.
—¿Viste la cara de ella?
—No, pero si la hubiera visto no valdría la pena decírtelo. Sólo te causaría más dolor.
Hermione asintió, apretando los labios con fuerza para contener una sonrisa.
—Gracias por decírmelo—dijo suavemente.
Él asintió.
—Gracias por decirme la verdad sobre… tus sentimientos—dijo con cierta incomodidad—Ahora que hemos resuelto este asunto, sigamos disfrutando de la cena.
Lo vio volver a concentrarse en su plato con comida como si la conversación que acababan de tener, dejándola con una sensación agridulce bañando su corazón. Por un lado, estaba aliviada porque su hermano no había descubierto que sobre su verdadera relación con su sirviente. Pero, por otro lado, algo dentro de ella le pedía que fuera sincero con él. Sin embargo, no estaba segura de que él lo entendiera.
—¿Te enfadarías si yo comenzara una relación con Merlín?—le preguntó, incapaz de controlarse.
El príncipe volvió a alzar la mirada hacia ella, deteniendo un bocado a mitad de camino.
—Eso no importa. No estás en ningún tipo de relación—dijo.
—Pero… ¿Si lo estuviera?—insistió—¿Te enfadarías conmigo o con Merlín?
—Yo… ¡No lo sé!—exclamó pero, al ver la mirada insistente de su hermana, terminó suspirando con resignación—¡Lo estaría!—confesó—Estaría furioso y haría cualquier cosa que estuviera en mis manos para separarlos…Por favor, no me mires así. Tú fuiste la que preguntó esa locura.
—Sí, pero había esperado otra respuesta.
—¿Hubieras preferido que te dijera que no me importaría? Estaría mintiéndote, Hermione. Merlín puede ser… un… un sirviente medio decente, pero es un sirviente al fin y al cabo. ¿Qué destino te puede esperar al estar con alguien como él?—le preguntó—Ambos son muy diferentes.
—Tenemos mucho más en común de lo que te puedes imaginar—replicó, refiriéndose a la magia.
—Entiendo que lo creas así.
—Lo dudo.
—No, lo entiendo—aseguró firmemente—No viviste siempre en este castillo y tu vida antes era muy diferente a la de ahora, pero eso no quiere decir que puedas parecerte a Merlín.
Hermione se dejó caer contra la silla, contemplando su plato lleno de comida sin deseos de probar un bocado más. Había perdido todo el apetito. Su hermano no comprendía y eso la hacía sentir tan desdichada.
—Por favor, no te enfades—le pidió al ver su expresión enfurruñada—Sólo quiero lo mejor para ti.
Sus ojos se posaron en él llenos de furia.
—Entonces, cuando te diga que estoy en una relación con el hombre que amo, muéstrame tu apoyo—dijo entre dientes antes de levantarse, más que dispuesta a salir de allí.
Pero Arturo fue más rápido. Se puso de pie de inmediato a darse cuenta de sus intenciones y bloqueó la puerta con su cuerpo.
—Hermione, espera—le rogó, tomándola de los brazos.
—No quiero seguir hablando contigo, Arturo…
—¡Deja de comportarte como una niña chiquilla!
—¡Deja de ser un asno!
—¡Yo no…!
—La primera vez que me dijiste que tenía sentimientos por Gwen yo no salí a decirte que la olvidaras, que era imposible.
—Eso es diferente—replicó tenso ante la mención de la doncella.
—¿Cómo se supone que es diferente?—pidió saber.
—Ella es… es… Gwen.
—Y él es Merlín. Puede que tú no puedas verlo, Arturo, pero eres increíblemente afortunado por tenerlo de sirviente. Tú nunca te diste la oportunidad de conocerlo, de tomarte el tiempo de charlar sinceramente con él y así comprobar cuán interesante e inteligente es…
Arturo contempló a su hermana como si se hubiese vuelto loca. Sabía que Merlín no era estúpido pero llamarlo inteligente e interesante ya podía ser una exageración…¿verdad?
—¡Claro que lo conozco!—replicó—Es torpe, insensato, habla cuando no es debido y parece olvidar cuál es su lugar. Cuando le ordeno algo, debo considerarme afortunado si me obedece.
—Pero, más allá de tus quejas, ves algo bueno en él, ¿no? Porque, de otro modo, ya lo habrías despedido hace tiempo.
Arturo no quería admitirlo en voz alta. Sabía que Merlín no era tan malo, pero… ¿Y si eso le daba ideas a su hermana? No quería verla con su sirviente. No quería verla con nadie, en realidad, que la pudiera arrebatar lejos de él pero sabía que ese no era el destino que la esperaba. Ella se casaría algún día con un importante príncipe heredero o un rey ya coronado. Alguien noble y valiente, centrado y fiel.
Abrió la boca para responderle pero en ese instante alguien golpeó la puerta. Sabía quién era. Se suponía que Sir León vendría a buscarlo para hacer las rondas nocturnas.
—Un momento—dijo en voz alta para que lo oyera desde el otro lado de la puerta antes de volver su atención a su hermana—Mira, tengo que cumplir con mis responsabilidades. ¿Por qué no continuamos esta charla en otro momento?
Ella, mirándolo aún con cierto enfado, asintió. Arturo le sonrió levemente y se inclinó para besar su mejilla con afecto antes de girar y abrirle al caballero.
…
Merlín gimió dolorosamente cuando se dejó caer en su cama. Se sentía tan agotado. Aquél había sido un día infernal. Arturo no había tenido compasión de él y lo había mandado a hacer cosa tras cosa. Desde limpiar las caballerizas hasta remendar cada prenda que tuviera rota, de lavar las sábanas hasta pulir su armadura y afilar su espada. Eso, sin contar con sus deberes diarios como eran despertarlo, tener lista su ropa, darle el desayuno, ir a la práctica de los caballeros con él, servirle el almuerzo, acompañarlo en uno de sus recorridos para comprobar que todo estuviera en orden y… Bueno, por alguna extraña razón, le había ordenado que no le llevase la cena y que luego de terminar con su armadura se fuera directamente a la cama.
Eso había sido muy raro. Iba a admitir que sentía curiosidad pero en esos momentos estaba demasiado cansado como para detenerse a hacer preguntas sobre el extraño comportamiento del príncipe.
Además, estaba esperando a Hermione. Habían quedado para continuar con sus lecciones. Hace unas cuantas noches se reunían después de sus actividades diarias para practicar magia. Ella estaba empecinada en aprender la clase de hechizos que él hacía sin necesidad de recurrir a su varita. Sin embargo, aún no lo había logrado y eso la frustraba. Aún estaban en lo básico: encender una vela. Había sido comprensivo con ella, le había dado palabras de aliento y había tenido infinita paciencia, aún así, Hermione siempre salía furiosa de allí por no poder lograrlo.
Justo en ese momento, un sonido ya familiar para él se hizo oír en su habitación. La primera vez que había ocurrido había saltado fuera de la cama a causa del susto y había terminado en el suelo, recibiendo un golpe duro en su trasero que lo dejó adolorido. Sin embargo, con el tiempo, terminó acostumbrándose. Alzó la mirada hacia Hermione, notando de inmediato su expresión enfadada.
—¿Qué sucede?—inquirió.
Pero ella, en vez de responderle, se dejó caer en la cama, abrazándolo de inmediato y enterrando su rostro en la curva de su cuello. Merlín la abrazó por puro instinto, atrayéndola más a su pecho, intentando averiguar la razón que la había motivado a hacer aquello. No es que se quejara…
—¿Hermione?
—Sólo quedémonos así—le rogó, hablando contra la tela de su pañuelo.
Él asintió y, sin decir más, la sostuvo en sus brazos. Luego podría averiguar qué había sucedido.
Hermione no se apartó de inmediato. Estaba cómoda acostaba en la cama con él a su lado. Era tonto de su parte pero después de la conversación que había mantenido con su hermano no había podido evitar sentir una abrumadora necesidad de ver a Merlín y, simplemente, estar con él, sentirlo cerca de ella, saber que, al menos por un momento, no habría nadie queriendo separarlos. Sintió que él acariciaba su espalda y no pudo evitar suspirar de satisfacción. Acomodó mejor su rostro sobre su hombro, cruzó uno de sus brazos encima del estómago de él y cerró los ojos.
—No es que me queje—dijo suavemente el mago, a penas susurrando—pero si nos quedamos dormidos nos meteremos en un montón de problemas.
Ella sólo dio a modo de respuesta un sonido algo difuso.
…
—Sigue adelante.
Merlín abrió los ojos de inmediato al reconocer el sonido de esa voz. Por unos instantes el pánico y la confusión se mezclaron dentro de su pecho tan confusamente que no supo siquiera donde se encontraba ni porqué no llevaba puestas sus ropas de dormir. Sin embargo, sólo unos segundos después, pudo ver que alguien descansaba profundamente sobre su pecho.
—Sigue adelante. ¡Date prisa!
—¡Hermione!—la llamó rápidamente, tomando su hombro para zarandearla con suavidad pero lo suficientemente fuerte como para conseguir despertarla—¡Hermione!
La joven princesa abrió los ojos suavemente hasta que éstos se acostumbraron a la penumbra del cuarto de Merlín. Se había quedado dormida encima de él y, la vela que había estado encendida cuando se había aparecido ya se había consumido por completo.
—¿Qué sucede?—preguntó mientras se apartaba de encima de él para sentarse en la cama.
—¡Mordred está aquí!
Los ojos de Hermione se abrieron llenos de alarma. Ambos se pusieron de pie y, tan rápidamente como era posible, salieron de allí en busca del joven druida.
—¿Sabes dónde está?—le preguntó Hermione sin alzar demasiado la voz mientras corrían rápidamente por los pasillos—No podremos buscar sólo nosotros en el castillo. No sabemos sus motivos… ¿Debemos alertar a los guardias?
—No lo sé—gruñó Merlín mientras intentaba concentrar sus pensamientos para oír las palabras del niño.
—Estamos cerca. Al final del pasillo. La habitación de Morgana es la siguiente.
Merlín se detuvo de repente y Hermione lo imitó.
—¿Qué es?
—¡Va a ir con Morgana!
El corazón de Hermione se aceleró a causa del temor. Mordred y Morgana juntos no era una buena combinación.
—Debemos detenerlo—le dijo.
Merlín asintió y de inmediato giraron sobre sus pies y corrieron hacia las habitaciones privadas de la protegida del rey.
Cuando las campanas de alarma comenzaron a hacerse oír por todo el lugar no les cupo duda de que algo malo había sucedido. Quizás fuera simplemente que habían notado la presencia de extraños en el castillo o que esos extraños habían atacado a alguien en su intento de alcanzar su meta.
Muy pronto, por el mismo pasillo en el que ellos andaba, comenzaron a oírse voces. Pero una sobresalía por encima de las demás.
—¿Qué quieres decir con que lo perdiste?—exigió Arturo a uno de sus caballeros—¡Puede ser peligroso!
Hermione miró con alarma al mago.
—¡Vete!—le ordenó él en un susurro apenas perceptible.
Ella negó tercamente con la cabeza.
—Tu hermano querrá saber qué haces despierta a esta hora de la noche ¡conmigo!—le dijo poniendo énfasis en la última palabra.
—Pero…
—Sabes que tengo razón—la interrumpió con prisa, oyendo como el príncipe y los demás caballeros se acercaban a paso largo—Tienes que irte.
—Bien—gruñó molesta para luego sacar su varita—Sólo ten cuidado.
Y tras decir esas palabras desapareció, justo a tiempo porque Arturo logró divisar una sombra escondida en el pasillo. Se apresuró a acercarse a ella y antes de que podía reaccionar la tomó con brusquedad. Azotó el cuerpo del misterioso hombre contra la pared y apretó con fuerza su mano alrededor del cuello. Sin embargo, cuando sus ojos se detuvieron en los rasgos del rostro, no pudo estar más que sorprendido.
—¿Merlín?
El joven mago hizo unas cuantas muecas mientras intentaba pronunciar alguna palabra.
—Morgana… Tú estás…—señaló la mano del príncipe mientras intentaba conseguir que lo soltara.
—¡Oh! Lo siento—desprendió la mano del cuello de su sirviente para permitirle respirar.
Merlín se dobló en dos en un intento de conseguir un poco de aire para llenar nuevamente sus pulmones.
—Morgana…—intentó hablar nuevamente entre jadeos—Ellos están en la habitación de Morgana.
Los ojos de Arturo se abrieron llenos de alarma y salió inmediatamente disparado hacia allí, seguido por Merlín y los demás caballeros.
…
—¿Morgana?
La joven dama pudo oír su nombre entre sueños, como si alguien que estuviera muy lejos la estuviera llamando.
—¿Morgana?
Esta vez el nombre sonó más próximo, sacándola de esa línea delgada entre el sueño y la realidad. Abrió los ojos suavemente y lo primero que vio delante de ella era un pequeño rostro familia. Se sentó en la cama de inmediato, con el pecho lleno de una felicidad abrumadora.
—¡Mordred!—sonrió pero su sonrisa se borró rápidamente cuando oyó que las campanas de alerta del castillo comenzaban a sonar. Sus brazos volaron hacia él, para atraerlo hacia su pecho con afecto y preocupación—Pensé que no volvería a verte.
Un hombre salió de la penumbra, dejando que la chica pudiera ver su rostro con claridad.
—Lo encontré vagando sólo por el bosque. Sólo y perdido, perseguido por los hombres de Uther—dijo seriamente.
Morgana lo miró con ciertas sospechas. No recordaba haberlo visto nunca antes. Era alto, con el caballo de un castaño claro y su rostro tenía una barba de un par de días.
—¿Quién eres?—exigió saber.
—Mi nombre es Alvarr. También he sido perseguido por Uther desde que he sido un niño.
—¿Tienes magia?—preguntó.
—Sí, mi Lady—dijo formalmente aunque su voz tenía cierto tono de molestia—Al igual que mis padres y sus padres antes que ellos. Ellos tuvieron la fortuna de vivir en tiempos de paz, antes de que su rey declare la guerra contra la brujería.
Morgana cerró por unos momentos los ojos, sintiendo el dolor de aquel hombre como suyo.
—Yo también conozco la crueldad de Uther—abrió los ojos y contempló a Mordred, sin dejar de acariciar su cabello de forma maternal.
Mordred y Alvarr intercambiaron una mirada rápida antes de que el hombre volviera a contemplar a la hermosa y joven mujer que tenía frente a él.
—La magia… no es un crimen—dijo significativamente—Es un regalo. Ojalá pudieras caminar libre y sin miedo.
Las palabras de Alvarr lograron conmoverla. Asintió suavemente. Ese era un deseo que ella también guardaba en lo profundo de su corazón.
—El chico dijo que lo entenderías—añadió Alvarr.
Ese fue el momento en que se dio cuenta que ellos dos había entrado inesperadamente al castillo en medio de la noche, desafiando el peligro.
—¿Qué están haciendo en Camelot?—inquirió—Han corrido un gran riesgo al venir aquí.
—Vinimos a verte—explicó Alvarr.
Ella miró primero a uno y luego al otro, incapaz de entender porqué querrían verla. ¿Qué podría ser tan importante?
—¿Por qué?
—Quiero detener a Uther—dijo firmemente.
Morgana intentó que su rostro no mostrara ningún tipo de expresión. Ya había pasado por aquello antes. Una vez estuvo dispuesta a dejar que asesinaran sin miramientos a Uther pero luego la consciencia se lo había impedido. ¿Sería diferente esta vez? La respuesta no era difícil de adivinar. Lo era. Ahora era muy consciente de su magia.
—No me quedaré plantado viendo como gente inocente es destruida—siguió Alvarrr—Y no sólo soy yo. Muchos se han unido a mí. Lo hacen cada día.
—Alvarr, esta es una guerra que no puedes ganar. Uther tiene un ejército a sus órdenes.
—No importa cuántos sean—indicó él—si tienes un arma lo suficientemente poderosa… Cuando era un niño, mis padres me hablaron de un cristal. Les fue robado a los grandes hechiceros durante los últimos días de "La gran Purga".
—¿Robado? ¿Por Uther?—inquirió con escepticismo Morgana.
Alvarr asintió con seguridad, completamente confiado en sus palabras.
—Está aquí, en Camelot. Enterrado en las bóvedas a nuestros pies.
—Las bóvedas son impenetrables. Nunca lo conseguirás—insistió.
El la miró fijamente a los ojos.
—No—admitió—yo no podría. Pero tú sí.
Los ojos de Morgana se abrieron tanto que resultaría gracioso en otras circunstancias. En esas, por el contrario, aquellas palabras la habían dejado tan sorprendida y anonadada que no sabía cómo reaccionar.
—¿Yo?
—Eres la protegida del rey, nadie sospecharía de ti—dijo, acercándose a ella con lentitud, sin apartar sus ojos de los de la muchacha—Eres nuestra única esperanza.
Por unos instantes no supo qué decir. Sólo podía contemplar la profunda mirada de Alvarr, suplicante. Fue como caer dentro de un profundo mar del que no podía ni quería salir. El hombre no era apuesto pero había en él que hacía que sintiera una leve atracción.
El sonido de unos pasos veloces en el pasillo la sacaron de su ensoñación. Apartó rápidamente el rostro y contempló con preocupación la puerta. Debía de encontrar un modo de que no los descubrieran allí.
…
Arturo aproximó su oído a la puerta de Morgana en un intento de oír algo y, tras unos momentos se apartó. Merlín ocupó su lugar de inmediato, haciendo uso de su audición "mágica" para lograr advertir cualquier otra palabra de Mordred en su mente, sin conseguirlo. Cuando sintió una mano firme tirando de su hombro hacia atrás, se apartó de inmediato para darle lugar al príncipe a que diera una fuerte patada, y así abrir la puerta de un tiró.
Arturo desenvainó su espada e ingresó de inmediato, contemplando a su alrededor con cierto desespero. Morgana, desde su cama, lo contempló con molestia.
—¡¿Qué crees que estás haciendo?!—inquirió ella.
—Yo…—miró a su alrededor con desespero—Tengo motivos para creer que hay un intruso aquí.
Merlín y los otros guardias ingresaron también, comprobando que allí, efectivamente, no había nadie.
—Ahora mismo, Arturo, el único intruso eres tú—gruñó con enfado.
—Camelot ha sido invadido. ¿No has oído las campanas?
—¡Por supuesto que las oí!—exclamó—Esperaba estar segura en mis aposentos.
—Bien…—Arturo estaba quedándose sin ideas—¿Me permites registrar tus habitaciones?
—¡No harás tal cosa!—gritó Morgana—¿Realmente piensas que si habría alguien en mi habitación no me daría cuenta?
Era un pregunta muy bien hecha. Morgana era inteligente y perspicaz. Así que no le quedó otra opción al príncipe más que retractarse.
—Tienes razón. Por favor, acepta mis disculpas—dijo, humillado.
Giró de inmediato y obligó a todos a salir de allí.
Sin que nadie la viera, Morgana suspiró a causa del alivio.
—No lo entiendo—dijo Merlín una vez que salieron nuevamente al pasillo.
Arturo se giró hacia él con el rostro plagado de furia.
—¡Oh! Lo siento, Merlín, ¿Qué es lo que no entiendes?—inquirió con cruel burla—¿Qué haga yo el ridículo o que lo hagas tú mismo?
—Había alguien ahí—insistió—Sé que lo había.
Arturo asintió.
—Un consejo, Merlín: en el futuro, cíñete a lo que mejor sabes hacer… ¡Nada!
Giró bruscamente, dejando a su sirviente en silencio. A pesar de haberlo visto, no pudo evitar acercarse nuevamente a la puerta y arrimar su oído para comprobar por algún sonido. Nada. No entendía qué había sucedido pero estaba completamente seguro que había habido alguien allí.
Desconcertado, y sabiendo que no le quedaba otra opción, se encaminó hacia su habitación para intentar conciliar nuevamente el sueño. Sin embargo, cuando entró a su cuarto se encontró con Hermione sentada en la cama, esperándolo.
—Pensé que volverías a tu propia habitación—le dijo sin alzar la voz para no despertar al galeno, quien roncaba suavemente del otro lado.
—¿Qué te hizo pensar una cosa así?—inquirió ella con una sonrisa burlona.
Merlín bufó.
—Tienes razón—dijo y añadió con cierto sarcasmo—¿Por qué pude haber pensado que te pondrías a salvo?
—Exactamente—ella rodó los ojos—Sólo quería saber qué sucedió.
—¿Y no podías esperar hasta mañana?—se sentó a su lado, rodeándola con un brazo para atraerla hacia él.
—¿Y no dormir en toda la noche?
—Bien—suspiró—No sucedió nada, en realidad. Le dije a Arturo que había visto a alguien entrar a las habitaciones de Morgana, fuimos allí pero cuando entramos no había nadie. Ella estaba en su cama, furiosa por la intromisión, pero sola…
—Pero… ¿A caso no dijiste que era la voz de Mordred?
—¡Lo era!—aseguró con frustración—Debieron de oírnos y esconderse o escapar cuando llegamos… No sé qué habrán querido con Morgana, porque dudo que se arriesgaran a entrar al castillo a estas horas de la noche para hacer una visita social.
—Seguramente no—estuvo de acuerdo—Quizás pueda averiguar algo… Morgana siempre ha confiado en mí. Quizás pueda…—titubeó—Yo…
—¿Qué sucede?—preguntó con cierta preocupación.
Ella dudó unos segundos, para finalmente forzar una sonrisa y contemplarlo como si nada estuviera sucediendo.
—No es nada—se separó y se puso de pie—Mañana iré a hablar con Morgana. Si averiguo algo, te lo diré—prometió—Ahora, será mejor que me marche. Si alguien se da cuenta de que no estoy en la cama me veré metida en un buen lío.
Se inclinó para dejar un pequeño beso de despedida en sus labios.
—Que duermas bien—le deseó.
Antes de que Merlín pudiera responderle, ella había sacado su varita y se había aparecido en su cuarto.
…
Hermione dejó que Ingrid la peinara como todas las mañanas. Su doncella no había podido evitar notar que la princesa había amanecido misteriosamente silenciosa pero aún así no había abierto la boca. Sólo contemplaba el reflejo de la chica a través del espejo.
—¿Por qué nunca dices nada, Ingrid?—preguntó Hermione.
—¿Qué se supone que debo decir, mi lady?—inquirió ella a su vez con calma mientras colocaba un broche en el cabello para sujetar en alto un mechón.
—Cada vez que notas que algo me sucede, no dices nada.
—No quiero inmiscuirme en sus asuntos—explicó con cierta formalidad—Me preocupo por usted, pero no quiero ser atrevida… Listo—dijo terminando con su cabello.
Hermione se giró para contemplarla fijamente.
—Agradezco tu preocupación y siempre serán bienvenidas tus palabras…
Ingrid la contempló fijamente, conmovida por sus palabras simples pero significativas.
—Gracias, mi lady—dijo.
—¿Así que, a pesar de esto, aún no me llamarás por mi nombre?—Ingrid sonrió suavemente pero negó con la cabeza—Bien, ¿qué quieres saber?
—Yo…—aún así dudó unos segundos—¿Se ha disgustado de algún modo con Merlín?
Hermione negó con la cabeza con suavidad.
—No, sólo estoy preocupada por… por Lady Morgana—dijo suavemente, confiando plenamente en la chica—Se ha metido en asuntos pocos beneficiosos—fue cuidadosa con sus palabras para no alterar a la chica.
Ingrid miró a Hermione con notable curiosidad, pero aún así no dijo nada que sonara como insulto.
—¿Hay algo que puedo hacer para ayudar?
—Sólo ten los ojos abiertos. Cualquier cosa extraña que veas, infórmame, por favor.
La doncella asintió con seriedad y decisión. Hermione no podía dejar de asombrarse lo fiel que era y lo mucho que había aprendido a apreciarla desde el momento en que la conoció. Era mucho más que la chica que la ayudaba a peinarse y cambiarse, era su confidente, la amiga que sin querer había descubierto y que aún se negaba a llamarla por su nombre por temor a actuar de modo descortés.
Después de agradecérselo, salió de la habitación y con paso veloz se encaminó hacia el cuarto de Morgana. Decir que estaba preocupada era mentir o empequeñecer la verdad. La preocupación formaba parte del tumulto de emociones que llenaba su pecho pero lo que más sobresalía era el temor. Durante mucho tiempo había creído prudente apartarse lentamente del lado de la joven protegida de su padre pero por más que ya no hablaban tanto ni eran tan unidas como al principio, no podía evitar sentir un nudo en su garganta al recordar el triste destino que le esperaba a la chica. Lo peor era saber que no importaba qué hiciera porque eso no cambiaría… ¿Verdad?
Tocó la puerta suavemente, esperando que fuera Gwen quien abriera, pero, para su sorpresa, la misma Morgana la recibió sonriente, tal como lo hacía siempre.
—¡Hermione! Buenos días.
—Buenos días… Me preguntaba si te gustaría venir conmigo a pasear por la ciudadela. Ingrid me ha dicho que han llegado algunas joyas nuevas muy hermosas…
Morgana rió suavemente.
—Ambas sabemos muy bien que esas cosas no te interesan—le dijo—¿A dónde quieres realmente ir?
—Me conoces bien, ¿no? No, no son las joyas, pero hay un comerciante que tiene un par de libros muy intrigantes.
—Será un placer.
Ambas comenzaron a caminar con tranquilidad hacia el exterior del castillo. Cuando un guardia las vio no dudó en seguirlas a una distancia prudente. Ellas intercambiaron una mirada cómplice y no protestaron a pesar de que la idea no les gustara demasiado.
—Arturo me contó del incidente de anoche—dijo Hermione con cuidado, viendo detalladamente la reacción de su acompañante—¡Qué atrevimiento de su parte entrar de ese modo!
Morgana asintió, frunciendo el ceño ante el recuerdo.
—Sí, pero quizás exageré en mi reaccionar—dijo pensativa—Luego me disculparé con él.
—Creo que él también te debería una disculpa.
—Ya lo hizo anoche, aunque, asumo, motivado por la humillación.
Ella podía asegurar eso. Arturo era una buena persona pero orgulloso, por lo que se disgustaba a sobremanera cuando cometía errores y tenía que admitirlo en voz alta.
—¿Estás completamente segura que no había nadie dentro de tus cámaras?—preguntó con cuidado, sin querer sonar demasiado ansiosa por seguir hablando del tema—Quizás dormías profundamente y no te diste cuenta.
—No, no había nadie—dijo con tajante seguridad.
—Es extraño porque yo volvía de la biblioteca y regresaba a mi cuarto, ya tarde, y oí voces—inventó—Asustada, me oculté.
Morgana miró a su amiga con los ojos llenos de miedo.
—¿Viste quiénes eran?
—No pude. Estaba demasiado oscuro pero estoy completamente segura que alguien rondó por el castillo… Lo más extraño es que por unos momentos creí oír a Mordred.
Los ojos de la protegida del rey se abrieron bañados de pánico.
—¿Mordred? ¿El niño? ¿Qué se supone que haría aquí?
—Verte—respondió, aumentando la alarma en su acompañante—Sé que ustedes crearon un fuerte lazo cuando lo salvaste.
—Pero eso no justificaría que entrara en medio de la noche, arriesgándose a ser atrapado—comentó Morgana, repentinamente muy concentrada en todo lo que la rodeaba.
—No, por eso deseché la idea rápidamente—dijo Hermione—Sólo espero que… bueno, que si algún día llegase a venir para verte, no me lo ocultaras. Sabes que realmente me importas, Morgana, y que nunca haría o diría algo que pudiera dañarte.
La joven dama asintió a sus palabras, sintiendo que la completa decisión de ayudar a Alvarr y a Mordred se iba reduciendo. Lo que ellos planeaban no beneficiarían a nadie que fuera cercano a Uther, mucho menos a su hija.
Después de esa incómoda conversación, Morgana hizo todo lo posible por no volver a tocar el tema e intentó distraer a Hermione lo más que pudo recurriendo a los libros, fuente inagotable de conversación para la princesa. Aunque intentó seguir el hilo, muchas veces se distrajo, preguntándose si lo que estaba por hacer era lo correcto o no. Ellos querían crear un mundo mejor, un mundo en el que todas aquellas personas que poseían magia pudieran andar libres sin temor a ser apresados y asesinados por el simple hecho de ser diferente. En su mente, ese era un buen pensamiento pero lo que la carcomía por dentro era la preocupación por las personas que amaba y que eran fieles a Uther.
Sin embargo, a pesar de sus dudas, había hecho una promesa e iba a cumplirla. Luego hablaría con Alvarr para indagar más sobre su plan.
Por eso, cuando terminó de pasear con Hermione, se excusó y se encaminó de prisa hacia las habitaciones de Arturo. Sabía muy bien que el príncipe no se encontraría allí puesto que siempre entrenaba con el resto de los caballeros a esa hora por lo que no se preocupaba por encontrárselo. Aún así, fue precavida y antes de ingresar miró a ambos lados del pasillo para comprobar que nadie la viera entrar. Fue directamente hacia el mueble donde guardaba las llaves. Abrió el cajón y la sacó con cuidado, sin hacer ruido. Se giró, dispuesta a irse lo más rápidamente posible de allí antes de que la descubrieran pero cuando lo hizo se encontró con Merlín, de pie a pocos metros, contemplándola con sospechas.
—¡Merlín!—jadeó su nombre sorprendida pero enseguida se recompuso, escondiendo la llave bien en el interior de su mano—Estoy buscando a Arturo.
Los ojos del joven nunca dejaron de contemplarla.
—Está entrenando fuera—le dijo.
—¡Oh, claro!—rió como si fuera una tonta olvidadiza y se dispuso a salir pero Merlín no se movió del camino.
—Él entrena todos los días. Misma hora, mismo lugar.
Morgana tragó saliva pero no dejó mostrar su nerviosismo.
—Me gustaría disculparme por lo de anoche. En otro momento, quizás—dijo antes de rodearlo y salir de allí con pasos largos pero intentando no apresurarse demasiado para no levantar sospechas.
Esa misma noche, durante la cena, se enfundó una capa oscura y salió de su habitación con la llave en la mano hacia las cámaras donde guardaban los tesoros.
Iba a robarle a Uther Pendragon.
…
—¡Vamos, Merlín!—lo apresuró Arturo—Me muero de hambre.
Merlín se le acercó con prisa llevando una bandeja con un plato lleno encima.
—Sabes el dicho… toma tiempo preparar una buena comida.
Arturo contempló fijamente aquella espesa sopa de dudoso contenido que tenía delante. Era viscosa, de color marrón y tenían trozos de algo que podría ser o no carne.
—¿Y éste sensacional sabor cuánto te tomó exactamente?—cuestionó mientras tomaba la cuchara y removía lentamente.
—Eh… casi cinco minutos.
—¿Cinco minutos?—inquirió con fingida sorpresa mientras pensaba si sería demasiado lanzarle el plato de esa asquerosidad sobre la cabeza de su criado.
—Necesitas tanto tiempo para dejar espesar—explicó el muchacho con una pequeña sonrisa.
—¿Espesar?—dejó caer la cuchara—Merlín, dame una buena razón para que no te despida.
Los ojos de su sirviente se abrieron enormemente al oír aquello. Arturo no pensaba realmente despedirlo porque su hermana pondría el grito en el cielo, pero estaba seguro que no le vendría mal a ese tonto asustarse un poco para que aprendiera a valorar el puesto que tenía.
—¿Despedirme?—musitó y Arturo asintió, conteniendo una sonrisa—No puedes despedirme porque no encontrarías a otra persona igual que yo que pueda servirte.
—Esa es precisamente la idea…
Merlín lo contempló indignado. Estaba por replicar con algún tipo de insulto inteligente cuando se oyeron, sorpresivamente, las campanas de alarma. El sonido intenso resonó por las paredes del castillo, anunciando que algo había acontecido, algo que no era precisamente bueno.
Arturo se puso de pie de un salto y corrió para averiguar qué estaba sucediendo y, cuando lo hizo, fue incapaz de creerlo: alguien había entrado a robar a Camelot.
Él, Merlín y algunos caballeros bajaron rápidamente. El príncipe no tuvo que contemplar demasiado para darse cuenta qué era lo que faltaba allí.
—El cristal de Neathid—dijo con preocupación, observando como el almohadón lleno de polvo acumulado por el tiempo tenía una limpia marca en el centro donde antes había estado apoyado aquel cristal.
Siguió mirando a su alrededor hasta que sus ojos dieron con las enormes rejas.
—Los candados… no están rotos—dijo con sorpresa.
—¿Qué quiere decir?—preguntó desconcertado Merlín.
Arturo, furioso, lo taladró con la mirada.
—Quiere decir que alguien robó mis llaves…
A la mente del mago llegó de inmediato la imagen de Morgana en la habitación de Arturo, actuando de manera sospechosa.
—¿Es valioso es ese cristal?—quiso saber.
—¡Claro que lo es!—dijo con enfado—No habría estado aquí de otra manera, ¿verdad?
—Por supuesto…
—Como sea, sabían exactamente dónde buscar—dijo el príncipe mientras seguía observando por si faltaba algo más pero no era así.
—Aparentemente…
—¿Aparentemente?—gruñó Arturo volviendo a contemplarlo—¿Eso es todo lo que tienes que decir?—le preguntó con molestia—Dime, Merlín, ¿De quién es el trabajo de que mis aposentos siempre estén cerrados? ¡¿De quién es el trabajo de algo así nunca pase?!—le gritó antes de cruzar a su lado sin volver a mirarlo.
Merlín sintió como si un balde de agua fría le callera encima. Arturo tenía razón, por supuesto, pero eso no quería decir que era su culpa que Morgana se involucrase con druidas que querían robar piedras mágicas del interior de Camelot.
—¡Lo siento!
Pero Arturo siguió avanzando sin voltear a verle.
…
—¡¿Lo sientes?!—inquirió Uther contemplando a su hijo con incredulidad—Eso no es suficiente…—se giró y comenzó a caminar de un lado al otro con nerviosismo—¿Forzaron la entrada?
—No, señor—respondió Arturo con la cabeza en alto.
Uther se giró para contemplarlo.
—¿Entonces, cómo consiguieron entrar a las bóvedas?—exigió saber.
Arturo tragó saliva, sin saber cómo responder a esto. Si le decía la verdad a su padre, Merlín terminaría encerrado en los calabozos con una orden de ejecución que pediría su cabeza.
—Son cerraduras viejas, padre—dijo Hermione, quien hasta ese momento había permanecido en silencio, contemplando y oyendo el intercambio de su padre y su hermano sin atreverse a intervenir—¿Hace cuanto tiempo nadie las cambia o comprueba que no estén gastadas? Pudieron ser hechas por el mejor cerrajero del reino pero el tiempo no es aliado de nadie. Los materiales se desgastan. Un pequeño golpe que ni siquiera dejaría marca las abriría rápidamente.
Uther asintió, aceptado sus palabras.
—Haré que alguien cambie todas las cerraduras inmediatamente.
Merlín y Arturo le lanzaron una mirada de agradecimiento.
—¿Por qué es tan importante el cristal, padre?—inquirió Arturo.
—Es un instrumento de magia—dijo con seriedad, como si eso justificara todo—En tiempos de la Gran Purga, muchos hechiceros murieron intentaron protegerlo. Sea lo que sea que hace es importante para ellos.
Hermione jamás había oído el nombre de aquel cristal ni tampoco había leído nada en los libros que constantemente devoraba. Pero, si era como decía su padre, debía de ser increíblemente valioso como para que arriesgaran su vida por él. Valioso e incluso peligroso.
—Buscaré por el pueblo—aseguró Arturo—Investigaré y averiguaré todo lo que pueda.
—Arturo—lo interrumpió su padre antes de que se marchase—Ese cristal no puede caer en manos enemigas.
—Sí, señor.
Giró y salió de allí seguido por Merlín. Hermione hizo una reverencia a modo de despedida a su padre antes de acompañarlos. Cuando llegaron al pasillo, el mago se atrevió a hablar.
—Gracias, a ambos.
—¿Por qué exactamente?—preguntó Arturo con seriedad.
—Por…
—¿Por mentirle a mi padre y hacer que Hermione lo engañe para mantener tu descuido oculto?—lo interrumpió, hablando con voz tensa.
—Sí…
—Si alguna vez nos vuelves a poner en esa posición de nuevo te pondré los grilletes yo mismo. Y, Merlín—se detuvo y se volteó para mirarlo con la mayor frialdad que era posible crear—más te vale que encontremos ese cristal.
La amenaza estaba implícita. Si no lo encontraban, el mago tendría muchos problemas.
…
Hermione, Merlín y Gaius estaban sentados alrededor de la pequeña mesa, cada uno sumidos en un silencio incrédulo.
—¿Morgana robó el cristal?—inquirió Gaius luego de unos minutos.
Él y Hermione le habían contado todo lo que había sucedido desde el día anterior, incluso cuando la descubrió en los aposentos del príncipe.
—Estoy seguro de ello—dijo Merlín—La pillé en las habitaciones de Arturo. Ella debe de haber robado sus llaves.
—¿Puedes probarlo?—inquirió el anciano.
—No exactamente, pero…
—Merlín—comenzó a reprenderlo.
—Ella lo hizo—aseguró Hermione—Puedo apostarlo. Si Mordred fue el que se lo pidió directamente no pudo ser capaz de negarse. Todos sabemos la debilidad y la conexión que tiene con él.
—Hermione, Merlín—los contempló con paciencia—están acusando a la protegida del rey sin pruebas algunas.
—Lo sé—dijeron ambos al mismo tiempo.
—No tiene sentido—negó Gaius con la cabeza—¿Por qué Morgana robaría aquella piedra?
—Mi padre dijo que es un instrumento de magia.
Gaius pareció dudar unos segundos antes de hablar.
—Hay muchas leyendas sobre ese cristal—dijo finalmente—Los hechiceros de la antigüedad creía que contenían los secretos del tiempo.
Hermione se sintió mucho más interesada en aquel cristal.
—¿Qué quieres decir con eso?—le preguntó—¿Te muestra lo acontecido y lo que acontecerá o hablas de algo como… viajes en el tiempo?
—No estoy seguro—respondió el anciano—El cristal es un artefacto de la antigua religión y sólo alguien muy ligado a ella podría darles las respuestas que están buscando.
Hermione y Merlín intercambiaron una mirada antes de asentir y salir de allí, dispuestos a hablar con el Gran Dragón. Esquivaron guardias y cuando llegaron a la entrada Hermione utilizó su varita para iluminar el cavernoso camino.
El dragón parecía estar esperándolos, porque nada más llegar a la entrada de la enorme cueva en la que estaba recluido, lo vieron en el enorme saliente, pacientemente apoyado. Merlín no estaba cómodo allí sabiendo que había prometido liberarlo. Sabía muy bien que la enorme bestia exigiría que cumpliera con su palabra sin importar nada.
—Necesitamos tu ayuda—le dijo.
—Estoy seguro que así es—aseguró Kilgharrah—Pero primero, cumple tu promesa.
—¿Qué promesa?—inquirió Hermione.
—El joven Merlín me ha prometido liberarme, Llewellyn—la llamó utilizando el nombre que los druidas y las profecías le habían dado.
Ella asintió, recordando que había oído aquello tiempo atrás y se había prometo hablar al respecto con Merlín pero los días pasaron y nunca lo hizo.
—Te prometí que te liberaría y lo haré—aseguró Merlín.
—¿Cuándo?—insistió el dragón.
—Cuando sepa que Camelot estará segura—intervino Hermione—Incluso de ti.
—¿No confían en mí?
—¿Tú confías en Merlín?
—¿Por qué debería?—inquirió Kilgharrah.
—Porque no tienes opción—respondió el mago con seriedad.
Casi se vio calcinado por el fuego ardiente del dragón tras decir esas palabras pero Kilgharrah no se enfureció hasta perder el control. Su mirada se volvió filosa pero aún así, preguntó:
—¿Qué es lo que quieren saber?—les preguntó.
—¿Qué es el cristal de Neathid?—inquirió Merlín.
El dragón extendió sus alas y las movió suavemente antes de contestar.
—Para aquellos que saben cómo usarlo, el cristal contiene un gran conocimiento.
—¿Qué clase de conocimiento?—Merlín preguntó.
—El conocimiento sobre lo que es, lo que ha sido y lo que será—respondió lentamente.
Hermione no pudo evitar sentir cierta alarma ante esas palabras. Ella, sin necesidad de ningún cristal, sabía lo que sucedería y no le gustaba.
—¿Quieres decir que te muestra el futuro?—pidió el mago.
—Entre otras cosas, sí—asintió Kilgharrah—Aunque otras personas no tienen necesidad de dicho cristal para conocer los misterios que traerá el tiempo—comentó contemplando disimuladamente a Hermione.
—¿Te refieres a los videntes?—inquirió el joven hechicero, inconsciente del tema al que realmente hacía referencia el dragón—¿Es por eso que ha sido robado?
—¿Quién lo ha robado?
Merlín tardó unos segundos en responder, sabiendo el desprecio que sentía Kilgharrah hacia la protegida del rey.
—Lady Morgana.
Pero en vez de insultarla como siempre lo hacía y de gritarle que no debía de haber confiado jamás en ella, la bestia rió con diversión.
—¡Esa bruja no tiene el poder de controlar el cristal!—exclamó aún riendo.
—Pero el joven druida sí puede tenerlo—aseguró Hermione.
—¿Mordred?—inquirió el dragón y Hermione asintió—Es posible. ¿Por qué lo mencionas?
—Creemos que los dos están juntos en esto—respondió Merlín.
La diversión con la que había reído momentos atrás se esfumó de inmediato del rostro del dragón. La seriedad que lo invadía parecía haber llenado la caverna inmensa y llegado a calarle los hueso tanto a Merlín como a Hermione.
—¡Ya te advertí, Merlín, del joven druida!—le recordó—Es su destino traer la desgracia a Arturo…—miró a Hermione—Y tú… pensé que serías lo suficientemente inteligente como para prevenir lo que ocurrirá.
Hermione lo contempló llena de culpa pero herida por sus palabras.
—¿Qué se supone que iba a hacer? ¿Matar a un niño?
—¡Lo que fuera necesario! Sabías muy bien que el momento llegaría… quizás, ya llegó.
Merlín contempló primero a Hermione, quien negaba con la cabeza e intentaba no mostrar el dolor que sentía dentro de su pecho, y luego a Gran Dragón, quien no apartaba la mirada molesta de la princesa.
—¿Qué sucede? ¿De qué hablan?
—Las profecías antiguas hablan de una alianza—respondió Kilgharrah—de Mordred y Morgana, unidos por un propósito en común: traer el mal a Camelot y acabar con la vida de Arturo… Y Lady Hermione estaba al tanto de esto desde el primer momento en que pisó Camelot.
Merlín abrió enormemente los ojos y contempló a la princesa sin poder creer que no le hubiese dicho nada al respecto.
—¿Hermione?
Ella los miró a ambos, incapaz de pronunciar palabra alguna. No entendía qué había motivado a decir aquello al dragón delante de Merlín. Él sabía muy bien que el muchacho no estaba enterado de su verdadero secreto.
—Quizás no estás tan interesada de salvar la vida del hombre al que llamas tu hermano—la acusó Kilgharrah.
Los ojos de Hermione se llenaron de lágrimas de rabia.
—¡¿Cómo te atreves?!—le gritó—¡Amo a Arturo tanto que sería capaz de entregar mi propia vida por él!
—¿Lo haces?—cuestionó—A pesar de la enorme cantidad de conocimientos que posees no te he visto intentar enmendar las cosas de ningún modo. Todo lo que haces es quedarte callada, guardar secretos e información valiosa que pudiera ser útil en la guerra que tu sabes que vendrá.
—¿Guerra?—inquirió Merlín anonadado.
—¡Sabes mis temores!—gritó nuevamente ella, sin hacer caso a Merlín.
—Pensé que ya había aplacado tus miedos con respecto al futuro.
—Sí, pero…
—Pero tú insistes en no confiar en nadie, ni siquiera en ti misma. ¿A caso no te has preguntado por qué no puedes hacer magia sin varita? Me he dado cuenta que lo has intentado pero no puedes conseguirlo. Sabes que perteneces aquí pero te niegas a aceptarlo completamente.
—¡Eso no es verdad! Camelot es mi hogar.
—Sí, lo es—insistió hablando con firmeza, consiguiendo que el pecho de Hermione temblara con cada palabra que pronunciara—¿Pero qué tan atrás has dejado tu vida pasada? ¿Aún recuerdas a tus amigos? ¿Te preocupa el mal que enfrentaste? ¿Temes por ellos estando tú en esta época? Mientras sigas con esos pensamientos en tu mente jamás lograrás avanzar aquí. Deja todo aquello en el pasado, Llewellyn y aprende a vivir y a lucha por tu presente.
Hermione negó con la cabeza mientras intentaba hablar y poder poner en orden sus pensamientos al mismo tiempo. Pero nada salió de su boca. Un escalofrío recorrió su columna, haciéndola estremecerse.
—No puedo dejar de preocuparme—admitió finalmente—Me dijiste que ciertos acontecimientos no cambiarían lo quisiera yo o no, que mi presencia no impediría que los hechos cambiasen pero siempre hablábamos de los hechos de Camelot, no los de mi antiguo hogar.
—Porque, por más que tengo muchos años y por mi sangre corra magia poderosa, no puedo ver tan lejos…
—¿Entonces, cómo puedo estar tranquila?—sollozó a pesar de que no quería hacerlo—¿Cómo puedo saber que ellos estarán bien? ¿Qué ganaremos?
—No lo sabrás nunca pero tampoco debe importarte porque ya no perteneces allí.
Él nunca lo entendería. Hermione apretó los labios y contempló a aquella bestia que parecía querer destrozarla con palabras. Tragó saliva y parpadeó en un intento de controlar sus lágrimas.
—En eso te equivocas—le dijo alzando el mentón—porque, al igual que tú, yo entregué parte de mi corazón y quedó con las personas que más me preocupan. Aunque quizás ese es un concepto que no puedas entender.
—Eres tú la que se equivoca ahora—la corrigió sin apartarle los ojos de encima—porque yo también entregué parte de mi corazón y lo dejé con el ser más insignificante y testarudo pero por el cual me preocupo.
Hermione lo contempló con confusión.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Por qué razón diste parte de tu corazón para mi varita?
—Esa charla será para otra ocasión—dijo sin responder a sus preguntas—Lo que debes hacer es olvidar tu antigua vida.
Esas palabras volvieron a enardecerla de rabia nuevamente.
—¡Realmente eres un maldito que no lo entiende!—le dijo apretando su varita en su mano, consiguiendo que salieran chispas rojas—De otro modo jamás me pedirías algo así.
Se giró, dispuesta a marcharse de allí de una vez por todas.
—¡Llewellyn!—gritó Kilgharrah, consiguiendo que se detuviera pero no que volteara a verlo—Si das un paso más, puedes considerar nuestra relación terminada. Cualquier ayuda que te haya ofrecido, cualquier promesa que te haya hecho, quedará anulada.
Ella apenas giró el rostro para verlo de lado.
—¿Seguirás diciéndome que no me preocupe por las personas que he dejado?—cuestionó con frialdad—¿Qué siga mi vida sin poner cuidado en lo que puedas sucederles?
—Sí.
Hermione volvió a mirar al frente y, a modo de respuesta, soltó la varita antes de salir de allí. La vara de madera con parte del corazón de dragón cayó al suelo frio de la cueva con un sonido sordo y terminó por apagarse.
Por unos momentos, todo el sonido que se sintió fue el de los pies presurosos de la princesa alejándose de allí.
Merlín, que no había entendido ni la mitad de las cosas de las que estaban hablando los otros dos, giró hacia el dragón.
—¿Qué acaba de suceder?—cuestionó—¿Por qué Hermione está tan enojada?
—Porque Lady Hermione es incapaz de entenderlo.
—¿Entender qué cosa?—quiso saber para así poder dar un poco de sentido a las palabras que había oído.
—Que el futuro tan lejano al que perteneció ya no es suyo.
—¿Qué? ¿Futuro? ¿De qué estás hablando?
—Merlín—el dragón pronunció su nombre con profunda seriedad—Lady Hermione es del futuro.
Adelanto del siguiente capítulo:
"Ya no quiero relacionarme contigo de ningún modo que no sea el que se debe. Yo soy un sirviente y tú una princesa. No se supone que debamos enamorarnos."
¿Qué les pareció? Al final, ella no fue la que le dijo la verdad a Merlín sino que se tuvo que enterar por el Gran Dragón. Pónganse en su lugar y díganme si no estarían un poco molestos.
