Rosangela: Quizás Arturo termine aceptando los sentimientos que tiene su hermana, aunque no sean de su agrado. Tienes razón, lo que viene es fuerte.
Topacio: En este capítulo verás la reacción de Merlín. Él tendrá cierta razón para molestarse y también será un poco idiota, jajaja.
Sin-Name: ¿Le has hecho el funeral correspondiente a tu tableta? (Deja de ser tan perezosa, mujer)
Ninguno de los personajes me pertenece.
La bruja del futuro
Merlín se sentía más confundido y molesto como nunca antes en su vida. Después de que al dragón se le ocurriera lanzarle aquella noticia no había tenido mejor idea que salir volando, dejándolo con cientos de preguntas y la terrible duda de si era verdad lo que le había dicho o se trataba de una treta. Pero, ¿Con qué motivo le diría algo así si no fuera verdad? ¿Para qué inventar una cosa tan extraordinaria y abrumadora como aquella? ¿A caso era cierto? Le gustaría creer que Hermione no le ocultaría algo tan magnánimo pero… ¿A caso ella misma no le había asegurado muchas veces que tenía muchos secretos que no podía o no quería contarle aún? Merlín podía recordarlos casi con precisión. ¿Y a caso no la había visto actuar con mucha reticencia cuando Morgana se enteró que poseía magia? Él le había dicho casi a gritos que le dijera porqué no quería ayudar a su amiga. ¿Sería posible que hubiera sabido desde un primer momento que la joven protegida del rey albergaba un corazón oscuro? En muchas otras ocasiones sobre diferentes temas había demostrado conocimientos que iban más allá de la lógica que no se podían explicar con la simple fascinación a la lectura que ella tenía. ¡Incluso él había pensado que era una especie de vidente! Pero, al final, no era así, sino algo mucho más impresionante.
Se sentía tan tonto y eso le molestaba.
Se suponía que Hermione confiaba en él, que ambos eran unidos y que se contaban todo. ¿Cómo era posible que no le dijese que venía del futuro? Y, en tal caso, ¿Cómo era eso posible? ¿Era ese el motivo por el cual no hacía magia como él y no conocía los mismos hechizos?
Ahora que lo pensaba, todo había estado allí, delante de sus ojos: sus conocimientos, su forma de hablar, su actitud, su reticencia a hablar de lo que había sido su vida antes de llegar a Camelot, su magia…
No sólo había sido un tonto sino que Hermione también lo había tratado como uno, engañándolo del modo más ridículo. Y ahora, cuando más necesitaba hablar con ella para aclarar la situación, ni siquiera se dignaba a aparecer. La había buscado por todo el castillo pero no la había encontrado. Se sentía herido y enojado.
¡Bien!, pensó molesto finalmente, ¡Si Hermione prefería seguir con sus secretos, que siguiera! Él no se interpondría en su camino. Quizás ya era tiempo de actuar como debía: como un simple sirviente que no tenía ningún tipo de relación con la hija del rey.
…
Hermione había corrido lejos de la cueva con los ojos bañados en lágrimas que luchaba por no derramar. Todo su interior bullía en un turbulento vorágine de sentimientos y no de los buenos precisamente. Intentó respirar con normalidad pero notó que no pudo hacerlo. Algo dentro de su pecho presionaba sus pulmones con fuerza haciendo que cada aspiración doliera.
Tardó unos segundos en darse cuenta que corría por los pasillos, sollozando y jadeando. Se encaminaba hacia su propio cuarto y, antes de ser realmente consciente de lo que hacía, fue hacia la chimenea, buscó los polvos flu e ingresó al interior.
—¡Hogwarts!—exclamó con un sollozo contenido.
Todo fue increíblemente rápido en su mente. Un torbellino de cenizas la rodeó y se sintió girando y girando hasta que finalmente aterrizó, sin un poco de elegancia, en un suelo duro. Jadeó cuando su pecho golpeó el suelo, quedándose repentinamente sin aire.
—¿Hermione?
Lord Godric rápidamente se acercó a la chimenea y la ayudó a ponerse de pie. Su mirada preocupada aumentó al darse cuenta que tenía los ojos rojos e hinchados. En un primer momento no dijo nada, simplemente la acompañó hacia una silla al lado de una chimenea encendida. Luego, llamó a un elfo doméstico al que le pidió un cuenco con agua y un paño. Hermione estaba tan ensimismada recordando lo acontecido con el Dragón que no se dio cuenta de nada, sino hasta que sintió que, con infinito cuidado, él limpiaba suavemente sus rostro, apartando las cenizas y los rastros de lágrimas.
Ella lo miró, algo ruborizada.
—Lo siento—dijo avergonzada, tomando el paño con su propia mano, para seguir haciéndolo por su cuenta.
Godric la dejó, aunque no sin evitar sentirse decepcionado.
—No tiene porqué disculparse, mi lady.
—Creí que ya éramos amigos y me llamabas Hermione… ¿Por qué el cambio?
—No te llamo así por el título—le aseguró y rápidamente cambió de tema—¿Qué te trae por aquí, Hermione? Ha sucedido algo, ¿verdad? ¿Es tu padre?
Hermione negó, tomando el paño para limpiar sus manos. Su mente estaba tan abrumada por los sucesos que no se dio cuenta que tranquilamente podría limpiarse con un simple movimiento de su varita.
—No sé si eres consciente de que bajo el castillo de mi padre hay un dragón oculto. El último dragón que fue dejado con vida y encarcelado para demostrarles a todos de lo que Uther Pendragon es capaz.
—He oído esa historia—asintió Godric, escuchándola con paciencia.
—Por mucho tiempo he ido a verlo, buscando su ayuda en situaciones complicadas. El supo la verdad de mi origen desde el principio e incluso la varita que poseo, que la creó Slytherin, posee el centro de su corazón.
—Eso es algo que Salazar nunca me dijo—comentó algo herido por no tener esa información—¿Por qué un dragón haría algo así?
—No lo sé. Se lo he preguntando muchas veces pero siempre dice que es una conversación para otro momento. Nunca logro sacar una respuesta clara al respecto…
—Pero supongo que no es eso lo que hoy te molesta.
El rostro de Hermione volvió a adoptar una expresión triste.
—No—musitó—Tú fuiste la primera persona que se enteró que vine del futuro y… quizás por eso vine a verte hoy. Necesitaba alguien con quien hablar, alguien a quien no le tenga que dar explicaciones innecesarias.
Godric nunca le diría cuán feliz lo hicieron esas palabras. Que ella confiara tanto en él lo embargaba de orgullo.
—Dime, ¿qué sucedió?
—Hoy fui con Merlín a hablar con el dragón—explicó—y él… él me dijo que… me acusó de no querer salvar a mi hermano, de no involucrarme en todo lo que está sucediendo.
—¿Y lo haces?—cuestionó Gryffindor.
—¿Disculpa? ¿Tú también? ¡Amo a mi hermano! ¡Moriría si algo le sucediese!
—Hermione, no me malinterpretes, sé que quieres a tu hermano, sé que darías tu vida por él pero, ¿realmente te has comprometido con los acontecimientos de este tiempo? No te acuso de nada, es una pregunta hecha con total curiosidad.
—Sí—respondió de prisa pero luego de unos instantes en los que el fundador no dijo nada, reconsideró su respuesta—Al menos, creo que sí. He aceptado hace mucho tiempo que mi destino está aquí, que no tengo posibilidades de regresar y que tampoco quiero hacerlo…
—Entonces, ¿qué es lo que te detiene?
—Supongo que la respuesta que esperas oír es "nada" pero… bueno, siempre supe el destino de mi hermano, el final que le espera y mi preocupación ha sido desde un primer momento cambiar ese destino… para mal. Puede que él deba morir algún día y eso lo puedo entender porque es lo que nos espera a todos los mortales y no me importaría intervenir y que ese momento le llegue cuando él es anciano, pero me aterra que algún acontecimiento relacionado con esto cambie y perjudique la historia de los demás. El Gran Dragón me dijo que no sería así, al menos con los hechos principales pero ahora aclaró que hacía referencia a los acontecimientos más próximos, no a los magos y brujas que conocí en mi tiempo…—el rostro de Hermione se contorsionó en dolor— ¡Me pidió que los olvide! ¡Que no me preocupe por ellos! ¿Cómo puedo hacer algo así si allí han quedado todas las personas que amo?
Godric la había escuchado en silencio durante toda su historia. Él no podía decir que entendía cómo ella se sentía pero la comprendía; así también como creía comprender las palabras del dragón.
—¿Te has puesto a pensar en que quizás el dragón tenga razón?
Hermione lo miró con los ojos abiertos como platos.
—¡No! ¿Cómo podría?
—Hermione, piénsalo. Ellos están en un futuro tan lejano al nuestro.
—Eso lo sé, pero eso no significa que los olvidaré o que actuaré de modo imprudente, no pensando en cómo les afectará…
—Pero te tuvieron… o te tendrán—dijo algo confundido pero sabiendo que ella entendería lo que quería decir—Estarás con ellos en su momento y los ayudarás a sobrellevar cualquier mal.
—Pero, ¿y si no termina bien?—insistió—¿Y si las complicaciones que tuvimos que enfrentar son tan graves que no podemos superarlas? Yo, indudablemente, regresaría, pero los dejaría allí con cientos de problemas que…
—Hermione, estás aquí—la interrumpió—Tú dejaste ese mundo y, según lo que me habías contado, no había ningún peligro para tus seres queridos.
Hermione asintió, aun no del todo convencida.
—Quizás—comenzó a sugerir Godric—lo que te hace falta es encontrar el modo de comunicarte con alguna persona de tu tiempo. Puedo investigar, si lo deseas. Puedo buscar en libros o preguntar a viejos hechiceros. Debe de existir algún hechizo que te permita llevar o recibir un mensaje.
Hermione lo contempló sorprendida.
—¿Harías eso por mi?
La mirada de Godric se suavizó notablemente mientras la contemplaba a los ojos.
—Claro que sí, mi lady.
—Nuevamente con eso. ¿Por qué me dices así?—preguntó, confundida por el modo en que el la llamaba.
Godric tomó aire profundamente antes de ponerse de pie y caminar un paso para quedar frente a ella. La miró a los ojos, intentando decirle en silencio lo que no podía expresar correctamente con palabras. Pero ante la mirada aún confusa de la princesa, no le quedó más opción que declararse.
—Porque así te siento, como mi señora—explicó—La dueña de mi corazón.
Hermione se quedó sin palabras e inconscientemente se llevó la mano al cuello, donde pendía el collar que le había dado Merlín.
A Godric Gryffindor no le costó mucho darse cuenta que no era correspondido. Ya lo había sabido desde hacía tiempo, cuando Salazar le había dicho que ella andaba relacionada con la servidumbre. Él no pensaba menospreciar al muchacho aquel, Merlín, pero tampoco iba a simular que estaba contento porque ella lo había preferido.
—Hermione, no tienes que decir nada—dijo al notar que ella estaba cada vez más incómoda—Sé que Merlín es quien ha capturado tu atención y, por más que no lo entiendo, puedo aceptarlo. Él es increíblemente afortunado.
—Te equivocas, la afortunada soy yo—lo corrigió—Merlín también es un mago.
—Lo sé, eso me ha dicho Slytherin.
—Pero no cualquier mago. En el futuro su nombre será recordado por todos, tanto muggles como magos y brujas. Será una leyenda.
—¿Realmente?—inquirió—Nuevamente, sin querer ofenderte, no parece gran cosa… de momento—añadió al ver la mirada de disgusto.
—Pues, si no quieres ofenderme, guárdate ese tipo de comentarios que sólo esperaría de Slytherin—le aconsejó—Merlín es mucho más de lo que aparenta y lo amo con todo mi corazón.
El dolor que apareció en la mirada del hombre que tenía delante le hizo ver que quizás sus palabras no habían sido las adecuadas. Era obvio que declarar su amor por otro hombre lo lastimaba.
—Lo siento—le dijo con sinceridad—Si Merlín no hubiese estado en mi vida no me hubiese costado mucho enamorarme de ti, pero lo está. Sin embargo, espero que esto no impida seguir con nuestra amistad… pero si no quieres, sabré entenderlo.
—Tu amistad es algo que estoy más que dispuesto a recibir, mi lady—dijo.
Hermione se ruborizó al oír cómo la llamaba ahora que sabía qué significaba para él.
—¿Aún buscarás ese hechizo para mí?
—Por supuesto.
Ella le sonrió.
—Muchas gracias, Godric, estaré eternamente agradecida.
Él hizo una corta reverencia.
—Ahora, no es por despreciar esta imprevista visita pero me temo que debes regresar—le dijo a Hermione—En el castillo deben estar preocupados por ti.
Ella asintió mientras se ponía de pie.
—Tienes razón… Estamos pasando por una situación complicada por lo que mi ausencia no beneficiará a nadie.
—¿Qué sucede?—preguntó con verdadero interés.
—Han robado algo preciado e increíblemente valioso—fue toda la explicación que dio mientras se acercaba a la chimenea—Gracias por tener esta charla conmigo y recibirme en el castillo—miró por primera vez a su alrededor dándose cuenta que se encontraba en la dirección—¿Estás solo?
—Así es—corroboró—Salazar ha salido de viaje por un tiempo.
—¿Te ha dicho que me ha pedido matrimonio?
Godric rodó los ojos.
—Sí—gruñó con disgusto, sin comentar nada más—Nos veremos luego, mi lady.
—Puedes estar seguro de eso—Le sonrió con amabilidad.
Hermione volvió a entrar a la chimenea y tras mencionar su lugar de destino, regresó a Camelot. Por fortuna, su habitación estaba vacía por lo que no tuvo que enfrentarse a nadie… Casi. Porque Ingrid entró pocos minutos después, contemplándola con disgusto.
—¡¿Dónde se había metido?!—le preguntó nada más verla, abriendo los ojos enormemente al verla llena de cenizas—¡Mírese!
—Eh… yo…
Cualquier excusa podría haber sido buena pero Ingrid no parecía demasiado importarle hallar una explicación. Más preocupada estaba por su apariencia.
—Ahora mismo pongo agua a calentar porque usted no sale de aquí hasta que se haya dado un baño… ¿Qué pensará su padre al verla tan sucia?
Estaba segura que nunca se le ocurriría que andaba viajando a tierras lejanas dentro de chimeneas.
Así que no le quedó otra opción más que limpiarse. Ingrid le preparó una tina llena de agua tibia para que se bañara y se limpiara el cabello. Luego, se puso un vestido color azul y se sentó a que la joven doncella le trenzara el cabello húmedo.
—Debería esperar a que se seque—le aconsejó—Ya está atardeciendo y si baja la temperatura puede enfermarse.
Hermione se arrepintió de haber lanzado su varita al suelo de la cueva del Dragón, dejándose llevar por el dolor de sus palabras. Había sido muy imprudente de su parte comportarse de ese modo cuando sabía muy bien que necesitaba de él, de sus conocimientos y de la varita mágica.
—No te preocupes por eso, sólo acaba, por favor.
Tenía planeado regresar en cuanto pudiera y así recuperarla mientras se deshacía en disculpas. Luego, tendría que ir a hablar con Merlín. Él había escuchado aquella conversación pero seguramente no habría entendido nada. Quizás fuera el momento de serle sincera y confesarle la verdad de lo ocurrido.
En cuando pensó esa idea, supo que no habría marcha atrás. Se lo diría y estaba segura que él entendería…
—¿Tiene que ir a hablar con Merlín?—preguntó la chica.
—Sí, ¿Cómo sabes?
—Él vino a buscarla mucho más temprano. Parecía realmente molesto por algo… ¿Discutieron?
—No—negó con la cabeza, haciendo que algunos mechones de su trenza se deshicieran—¿Dijo algo?
—Me preguntó por usted y le dije que no la había visto, eso pareció no gustarle. Le pregunté si quería que la buscara y le diera un mensaje pero me aseguró que no era importante.
Un mal presentimiento comenzó a instaurarse en la boca del estómago de Hermione. ¿Y si el Gran Dragón le había dicho algo? ¿Y si estaba enfadado? ¡Demonios! Debería de haberse quedado a explicarle a él todo en vez de ir como una chiquilla malcriada a llorar con Godric.
Se levantó de inmediato y, haciendo caso omiso a la llamada de Ingrid, salió corriendo hacia las cámaras del galeno donde Merlín tenía su habitación. Recibió varias miradas curiosas de parte de varios guardias con los que se topaba pero ella se tomaba unos segundos para dedicarle una sonrisa tranquilizadora para que no pensaran que algo andaban mal o había algún peligro inminente.
Cuando llegó a la entrada, tocó sólo una vez e ingresó, topándose de inmediato con Gaius. El anciano parecía estar ocupado en sus cosas, pero alzó la mirada al verla, algo conmocionado por la expresión que tenía la princesa.
—¿Está todo bien?—le preguntó.
—Eh… yo…—titubeó—¿Está Merlín?
El anciano negó.
—Aún no ha llegado pero puedes quedarte a esperarlo si lo deseas.
Hermione asintió y, tras cerrar la puerta, se acercó a una silla y tomó lugar allí.
—¿Estás segura que todo está bien?—volvió a preguntar el galeno—Pareces preocupada.
—Sólo debo hablar con Merlín—le dijo—Es imprescindible.
—¿Es sobre la piedra?
—No… —tomó aire profundamente—Gaius, hay algo que no he dicho a nadie pero hoy, cuando fuimos a hablar con el Gran Dragón, lo mencionó y temo que se lo haya confesado a Merlín y ahora… ahora él puede estar furioso conmigo…
El galeno comprendió que ella aún era renuente a hablar abiertamente sobre tal asunto y no la obligó a que le confesara el tan profundo secreto que quería guardar.
—Cualquier cosa que estés ocultando, supongo que tendrás tus razones para no decirlas y eso es algo que creo que Merlín también entiende.
—Esto es algo magnánimo, Gaius—le confesó con angustia—Algo que debía de haberle dicho pero no lo hice por miedo.
—Estoy seguro que si hablas con él, lo entenderá—le aseguró con tono consolador.
Hermione rogaba que así fuera.
…
Merlín, en su intento de no pensar en nada, había comenzado a vagar por el castillo intentando controlar esa rabia que nacía en el interior de su pecho e iba dirigida directamente hacia la mujer que amaba… porque… ¡Por todos los Cielos, él la amaba aún! A pesar de que lo había utilizado y le había ocultado lo más importante de su vida, no podía evitar tener esa clase de pensamientos hacia ella. Y lo detestaba.
¿Por qué no pudo enamorarse de una sirvienta? ¿O de alguna joven druida? Todo hubiera sido mucho más fácil si hubiera sido así… pero no, su corazón débil tuvo que estremecerse cuando conoció a Hermione y su aliento tuvo que cortarse cuando ella le sonrió…
Estaba tan perdido en sus pensamientos que no se dio cuenta que había caminado en dirección a la habitación de Morgana. Sólo fue consciente de esto cuando vio a Gwen salir de allí con una expresión pensativa.
—¿Gwen?—la llamó—¿Estás bien?
—Yo, supongo que sí—respondió la doncella—Sólo que… Creo que Morgana está actuando de modo extraño.
—¿Por qué dices eso?—preguntó interesado—¿Ha dicho o hecho algo malo?
—No, sólo…—sonrió suavemente, cambiando repentinamente su expresión—Sólo debe estar cansada. Siempre se ha preocupado por Camelot y estos últimos días, con las campanas de alarma sonando a cada instante…
—Sí, seguramente—dijo él serio, sabiendo que ese no era el problema de protegida del rey.
Gwen se despidió de Merlín, sin saber que el sirviente no se apartaría demasiado de allí para poder vigilar de cerca Morgana. Pasó horas escondido entre las sobras, esperando por algo sospechoso. Si Morgana era la que había robado la piedra, tal como sospechaba, podría tenerla aún con ella. Quizás Mordred viniera a pedírsela o, tal vez, fuera ella la que se la llevara.
Había casi perdido las esperanzas y estaba planteándose la idea de regresar a su habitación cuando oyó, de madrugada, que la puerta se había cuidadosamente. Se pegó aún más a la pared para que ella no lo viera y, tras verla alejarse, comenzó a seguirla. Primero fue a la caballeriza y buscó su caballo. Lo montó y salió a trote rápido por el linde del bosque. Merlín no tardo en imitarla.
Estuvo detrás de ella por muchas horas, sólo siguiendo el camino al principio para luego cabalgar sólo por sendas invisibles que atravesaban el bosque. Tan sólo cuando la vio aminorar la marcha supo que habían llegado a destino. Desmontó y amarró su caballo a una distancia prudente antes de seguirla a pie. No fue mucho más lejos cuando ella hizo lo mismo y luego se adentró a un claro inmenso donde un grupo había montado un campamento. Él se quedó observando desde detrás de un grupo de árboles para que nadie descubriera su presencia.
Nada más ingresar, fue recibida por Mordred. El niño parecía haber crecido unos centímetros desde la última que vez lo vio pero seguía siendo el mismo joven druida con rostro inocente. Ambos se abrazaron con cariño hasta que un hombre al que jamás había visto apareció, rompiendo el momento. Merlín vio como ella sacaba un pequeño morral del interior de su capa y se lo entregaba. El extraño lo tomó con infinito cuidado y lo extrajo, permitiéndole ver una piedra de cristal de considerable tamaño, casi traslúcida. Los ojos de él la contemplaban con profunda codicia, con unas ansias que iban más allá de las imaginables.
Durante unos segundos pensó en cientos de posibilidades que le pudieran permitir robársela pero cuando notó que la volvía a guardar y la ponía dentro de uno de sus bolsillos, supo que sería un acto difícil sino imposible. Al menos, sin matarlo.
Cuando escoltó a Morgana más allá, para ofrecerle con cierta galantería asiento sobre un tronco caído, él los siguió entre los árboles hasta poder posicionarse en un sitio donde pudiera escucharlos.
—Es mi esperanza—comenzó a decir, sentándose al lado de Morgana—que con el tiempo Mordred pueda controlar el cristal. Y cuando lo haga derrotaremos a Uther… A Uther y a quienes le sirvan.
Al oír esto, Morgana lo contempló con preocupación. Había mucha gente en Camelot que servía a Uther pero eso no significara que fueran malas, sino que era su obligación sino quería perder la cabeza o morir de alguna otra forma dolorosa.
—¿A todos?—no pudo evitar preguntar.
—Si vamos a ganar esta guerra, no podemos andar con medias tintas—le explicó con una pequeña sonrisa.
Guerra. La palabra misma la aterraba. Ella no estaba de acuerdo con todo lo que Uther ordenaba pero eso no quería decir que quería ver a todos, incluida Hermione, pagar por los pecados de su padre.
Alvarr, que estuvo siempre contemplándola, entendió rápidamente su expresión.
—Veo que esto te preocupa.
—Sí—confesó sin dudarlo—Sí, lo hace.
—Mi lady, luchamos por nuestra supervivencia… como tú—la miró intensamente, viendo un par de ojos llenos de alarma—El chico me dijo que tienes magia…
Morgana apartó la mirada pero él extendió su mano hacia ella y la tocó. El corazón de Morgana se aceleró peligrosamente. Con cuidado, volvió a alzar la vista hacia él.
—No tienes porqué estar asustada—la tranquilizó.
Morgana sonrió de inmediato.
—Lo sé—se sentía algo tonta—Lo siento, me he acostumbrado a ocultar la verdad.
—Créeme—le pidió—sé cómo te sientes.
Él parecía ser tan sincero con sus palabras que no pudo evitar volcar toda su confianza.
—Tengo que ver a Uther a los ojos todos los días—le dijo con angustia—sabiendo que si descubriera quién soy realmente me haría matar.
Alvarr la escuchó atentamente, sin quitarle la vista de encima. Se movió sobre el tronco hasta quedar más cerca de ella e incluso se inclinó hacia su rostro para hablarle en voz baja, como si estuviera a punto de decirle un secreto o… seducirla.
—Has sido muy valiente.
Morgana rió suavemente, nerviosa por su proximidad.
—No quiero ser valiente—le aseguró—Quiero ser yo misma…y… y no quiero estar sola nunca más.
—No estás sola—la contradijo—Estás aquí, con nosotros… Nunca más dejaré que estés sola.
Morgana sintió que algo la llenaba y la envolvía. Eran palabras tan simples, pero tan significativas que no pudo evitar quedarse conmovida y maravillada al mismo tiempo. Y sus ojos… ¡Los ojos de ese hombre parecían capaces de hacerla estremecer con sólo una mirada! Ella sólo quería que se acercara un poco más, sólo un poco… y así…
Se puso recta de repente, volviendo a su lugar cuando se dio cuenta que se había inclinado demasiado hacia él. Giró el rostro, rojo y procuró controlar sus latidos.
—Debo regresar—dijo con la boca casi seca—En el castillo se despertarán pronto.
Se puso de pie. Alvarr la miró fijamente.
—Bien, entonces… —hizo una reverencia con su cabeza—Lady Morgana.
Ella le devolvió la reverencia, sonriéndole encantadoramente antes de regresar a su caballo.
Alvarr se quedó allí por unos momentos, repasando mentalmente todo lo que había sucedido, hasta que escuchó que el caballo de la muchacha montaba lejos. Fue en ese momento cuando una mujer se le acercó sonriente.
—Bien hecho—lo felicitó.
Él la tomó de improvisto de la cintura, atrayéndola a su regazo y ganándose una risa divertida de su parte.
—La has manipulado bien—dijo ella.
—No fue difícil. Es muy hermosa después de todo—le dijo, mirándola significativamente antes de unir sus labios en un ardiente beso.
…
Merlín entró rápidamente en la cámara que compartía con el galeno, ansioso de contarle sobre lo acontecido cuando notó que allí no sólo estaba el anciano sino también la princesa. Se quedó de piedra viéndola. Ella dormía de manera incómoda en la silla, cubierta con una manta delgada.
Gaius se acercó rápidamente a él, pidiendo silencio con un gesto.
—Ha pasado toda la noche aquí—le susurró para no alterar el sueño de la joven—No sé qué ha sucedido pero espero que aclaren las cosas.
Merlín lo miró con cierto enfado por el tono que había utilizado, como si insinuara que era culpa suya.
—Yo no tengo nada que aclarar—dijo tajantemente—Si alguien tiene algo que decir, esa es Hermione. Además, hay cosas más importantes de las que preocuparse ahora.
Gaius lo contempló con curiosidad.
—¿Has averiguado algo más sobre el cristal?—inquirió.
Merlín asintió y le relató en murmullos lo que había visto cuando siguió a Morgana. Él lo escuchó sin interrumpirlo hasta que finalmente comentó:
—Alvarr tiene una reputación terrible.
—¿Lo conoces?—preguntó con sorpresa.
—Sé que es un mago, que él y su banda de renegados han amenazado con derrocar al rey—le informó con seriedad.
—Parecía convencido—recordó.
—Es un fanático y sus partidarios lo siguen sin pensar, cegados por su carismas.
Merlín asintió recordando el encanto particular que había demostrado con la protegida del rey.
—Funcionó con Morgana.
—Eso parece.
—Y el joven druida—agregó Merlín—Él piensa que el joven puede utilizar el poder del cristal…
Gaius negó con la cabeza.
—No podemos dejar que eso suceda, Merlín.
—Pero si no podemos acudir a Uther, ¿qué podemos hacer? Yo no puedo entrar una noche y quitársela. ¿Cómo haría para devolverla sin levantar sospechas? Además, seguramente me atraparían en el intento.
El anciano se quedó unos momentos en silencio, meditando las opciones que tenían.
—Pueden maquillar un poco la verdad—dijo Hermione, sobresaltándolos a ambos pues la creían dormida.
Merlín giró de repente, contemplándola, y contuvo los nervios lo mejor que pudo. Ella era increíblemente hermosa, incluso cuando recién se despertaba. Y él era un completo idiota...
—¿Qué quieres decir?—preguntó el anciano.
—Mi padre puede enterarse de esto pero no precisamente de Merlín—dijo mirando significativamente al anciano.
…
—¿Así que sabes el paradero del cristal?—preguntó el rey con claro interés.
Hermione contempló a su padre en silencio, notando que no sólo él sino también Morgana ponía atención a la palabra de Gaius.
—Creo que sí, sire—anunció el médico.
—Ya veo… ¿Y cómo obtuviste esa información?—preguntó mientras se ponía de pie lentamente y se acercaba a Gaius.
—En mi calidad de médico tengo relaciones con mucha gente. Ellos oyen cosas, sire, y ven cosas—comenzó a decir recordando todo lo que le había dicho Hermione momentos antes—Anoche me encontré a un hombre que me dijo que el cristal ha sido robado por una banda de renegados, encabezada por un hombre llamado Alvarr.
Esta vez no hubo duda alguna: Morgana reaccionó notablemente al oír esto.
—¿Quién era exactamente este informante?—exigió saber el rey.
—Creo que sería justo proteger su identidad, Sire. Si la noticia de su traición llegase a los renegados su vida estaría en peligro.
—Muy bien—concedió Uther.
Arturo, que había escuchado todo aquello en silencio, dio un paso hacia adelante con decisión.
—¿Dónde se encuentra Alvarr?
—Fue visto por última vez en el valle de Chemary.
Uther se giró hacia su hijo.
—Llama inmediatamente a los guardias, quiero que sea investigado sin demora.
—Sí, padre.
Arturo salió rápidamente de allí y Morgana no tardó demasiado en ponerse de pie. Hermione giró disimuladamente para seguirla de cerca. Para su sorpresa, fue detrás de su hermano.
—¡Arturo, no pensarás seriamente ir en esta misión!
—No, no estoy pensando ir, voy a ir—la corrigió sin dejar de encaminarse hacia la armería.
—Sólo estás persiguiendo un rumor—dijo Morgana con desespero.
—Cierto, pero de momento es la única pista que tenemos para seguir adelante.
Morgana rió lo más despreocupadamente que pudo, intentando que el miedo que sentía no se dejara mostrar. Arturo la contempló con curiosidad y, cuando ella lo notó, le dijo:
—Estarás perdiendo tu tiempo, te lo aseguro.
El príncipe la miró fijamente y luego una sonrisa comenzó a extenderse en sus labios.
—Morgana, ¡No sabía que te importaba!
—¿De qué estás hablando?
—Puedo cuidarme de mí mismo—dijo con tono tranquilizador—Lo sabes. Es una combinación de talento y entrenamiento duro lo que me hace…
La joven rodó los ojos, conteniendo un bufido. ¡Aquel petulante no podía pensar en nada más que en sí mismo!
—Lo que te hace absolutamente detestable—completó ella con burla antes de cruzar por delante de él y seguir su camino.
¡Maldito infeliz!
Hermione la vio alejarse rápidamente y supo que su plan era dar una advertencia. Se dispuso a seguirla de cerca pero antes de que pudiera hacerlo, su doncella apareció corriendo con prisa. Casi sin aliento, se paró a su lado.
—¿Ingrid? ¿Qué sucede?
Ella tomó largas inspiraciones antes de poder hablar bien.
—Su… su padre… me pidió que la venga a buscar con urgencia. Quiere hablar con usted.
—¿No puede esperar? Hay algo que debo hacer.
—No lo creo, mi lady.
Sin que pudiera tener otra opción (salvo que prefiriese ser buscada por los caballeros de Camelot), fue a donde su padre con infinita paciencia, intentando no pensar que Morgana corría a advertir a Alvarr sobre lo que había oído.
Uther la estaba esperando con impaciencia mal disimulada. Nada más verla le hizo una seña para que se le acercarse y, cuando la tuvo a su lado, la tomó suavemente del brazo para comenzar a andar con ella hacia la sala de tronos.
—Ahora que tu hermano estará de viaje, todas las responsabilidades como heredera recaerán en ti—le dijo.
Hermione lo miró confundida.
—Pensé que yo también podría ir con él.
Uther negó con la cabeza de inmediato, como si aquella fuera la idea más absurda que se le pudiese ocurrir a su hija.
—¿Ponerte en peligro de un modo tan absurdo?—preguntó—No, Hermione, tú no irás. Debes quedarte aquí. A pesar de lo sucedido debemos saber mantener la calma para no hacerles creer al enemigo que nos controla mediante pánico. Las actividades programadas, siguen en pie. Serás tú la que deberá dar los discursos y harás conmigo el recorrido al amanecer por los terrenos.
—Pero, padre…—intentó protestar, ganándose una mala mirada.
Hermione no quería ser atada a aquella responsabilidad. Ya había intentado convencer a su padre que su deseo no era hacerse responsable del reino bajo ninguna circunstancia ya que acceder al trono era algo que jamás pasó por su mente. Pero hablar con Uther era igual que hacerlo con un árbol: duro e inútil.
Quiso protestar nuevamente pero eso significaría una charla infructífera que terminaría en discusión y con ella encerrada en su habitación, custodiada por guardias… No le resultaría difícil escapar, como en ocasiones anteriores, pero esta vez él la requeriría y cuando fuera a buscarla y no la hallara se vería envuelta en un buen lío. Lío que no quería soportar.
Al parecer, en esta ocasión, no le quedaba otra opción más que hacer lo que él le decía. Iba a confiar en la capacidad de su hermano y en la magia de Merlín para resolver este asunto. Estaba seguro que entre los dos podían salir victoriosos.
—Entiendo—dijo luego de unos momentos—Me quedaré, padre.
Uther asintió y se alejó de su lado, dejándola con un notable mal humor.
…
Arturo, Merlín y un grupo importante de caballeros salieron a primera hora de la mañana siguiente. Salieron después de una noche de preparativo y de sueño que les permitió tener un poco más de confianza en sí mismo por si debían de enfrentarse a algún tipo de lucha. El trayecto no era excesivamente largo pero sí lo suficiente como para agotar las piernas de los caballeros que iban a pie debiendo manteniendo el paso de los que iban a caballo.
Merlín tenía la fortuna de andar encima de un caballo, siguiendo de cerca al príncipe. Éste iba silencioso y él sólo hablaba dando indicaciones del camino, "siguiendo las indicaciones de Gaius". Hoy no se sentía con ánimos de charlar sobre nada ni hacer ningún tipo de comentario al respecto. Con Morgana actuando de traidora y con el secreto magnánimo de Hermione, sus deseos de tener cualquier tipo de conversación menguaban a cero.
Especialmente por lo de Hermione.
La princesa había intentado acercársele a hablar pero él la había esquivado sin miramientos y puesto excusas ridículas para no tener que estar con ella en la misma habitación. Sabía que la estaba hiriendo y eso lo estaba matando por dentro pero una parte de él quería que se diera cuenta cuánto lo había lastimado enterarse de la verdad por boca del Gran Dragón…
—¿Crees que van a llover ranas?—preguntó de repente Arturo.
Merlín lo miró con extrañeza.
—¿Qué?—inquirió sin entender a qué venía esa ridícula pregunta.
—Quiero decir, estamos cabalgando sin tener que oír tu incesante parloteo. Que lluevan ranas y sapos puede ser otro suceso extraordinario.
—Qué gracioso—dijo con sarcasmo.
Arturo lo miró con sorpresa. Era fácil saber cuando a su sirviente le sucedía algo porque se mantenía en silencio o actuaba increíblemente servicial. En esta ocasión, sucedía lo primero. Él había notado su actitud silenciosa desde el día anterior pero había pensado que ya se le pasaría o que quizás no fuera algo importante… pero ahora continuaba con esa expresión de cachorro ofendido.
—Ya, Merlín—le pidió—¿Qué sucede? ¿Peleaste con tu novia?
No obtuvo respuesta y supo que había acertado a pesar de que él no había estado hablando en serio. Desde que se había enterado que su sirviente estaba relacionado con una mujer, sinceramente, jamás había vuelto a poner una minuto en ese pensamiento. Merlín era torpe, perezoso, a sus ojos poco atractivo así que no entendía como alguien podía considerarlo un buen partido. No es que todo fuera malo en el muchacho; sabía muy bien que era leal y buena persona. Sin embargo, no lo entendía aún.
—¿Qué pasó?—le preguntó él, algo incómodo por tener que hablar de mujeres con él pero creyendo que el chico no podría ir con nadie más… En serio, ¿con quién iría? ¿Gaius?—No puede ser tan grave.
—Lo es—dijo tajantemente Merlín con seriedad, sin aportar ningún tipo de información.
—Si no me dices más, no podré ayudarte…
—¿Quieres ayudarme?—preguntó extrañado.
—No—aseguró, totalmente obstinado, negándose a aceptar la idea de que él se preocupaba por Merlín, o al menos a confesarlo en voz alta—pero necesito que hagas medianamente bien tu trabajo porque ya sé que hacerlo bien es imposible incluso cuando estás de buen ánimo… Anda, ya dime—insistió.
Merlín suspiró, pensando en qué le haría Arturo si se llegase a enterar que estaban refiriéndose a Hermione.
—Ella me ocultó algo importante—dijo luego de unos momentos—Algo sumamente importante.
—¿En serio? ¿Te enfadas por eso? No puede ser tan malo…
—¿Qué sucederías si la personas en la que más confía te oculta un secreto, uno enorme? Se supone que tú confías en ella pero un día te enteras que nunca fue lo que creíste que era y que, sin importar lo que suceda, ella siempre estará cien pasos lejos de ti. Es increíblemente doloroso ver como la persona por la que te preocupas parece estar más preocupada por guardar su secreto que confiar en ti.
Arturo se quedó viéndolo sin poder creer lo que escuchaba. Entendía su enfado y lo creía completamente justificado pero no dejaba de estar sorprendido porque su sirviente tuviera pensamientos tan profundos.
—Tienes razón—dijo luego de unos momentos—Quizás sería mejor dejar de pensar en ella. Hay muchas mujeres en Camelot.
Merlín no dijo nada pero sintió un vacío crearse en el interior de su pecho. A pesar de que ya había pensado en distanciarse y poner una línea para cortar su relación con Hermione, que lo dijera alguien más le causaba un profundo dolor.
Pero era mejor así, se dijo. Quizás sufriría por un tiempo pero finalmente terminaría olvidándola.
Siguieron cabalgando un largo trecho en completo silencio hasta que vieron que el camino se dividía en dos.
—¿Por donde ahora?—preguntó el príncipe.
—No tengo la menor idea—respondió Merlín, viendo los dos caminos sin saber bien cuál seguir.
—Pensé que dijiste que Gaius te había dado instrucciones—dijo Arturo algo frustrado por su incompetencia.
—Él lo hizo—mintió—él… eh… simplemente no me habló de esta parte—inventó mientras intentaba recordar el camino que había tomado Morgana el día anterior sin poder recordarlo.
Bajó del caballo mientras intentaba concentrarse en conseguir cualquier indicio.
—¡Todo esto es culpa tuya, Merlín!—le gritó Arturo.
Él no le hizo caso. Se adelantó unos pasos, cerró los ojos e intentó escuchar, no con sus oídos sino con su mente. Era difícil de encontrar pero no imposible cuando se sabía lo que se estaba buscando. En el fondo de su mente podía sentir al príncipe gritándole por no saber dónde ir pero estaba tan concentrado que no podía prestar atención a sus palabras.
"Avisa a los otros"
"El cristal…"
"Avisa a los otros, ellos están llegando"
Arturo había bajado de su caballo y caminado hacia Merlín, gritándole aún más porque no le prestaba atención alguna.
"¡Rápido!"
—Es por aquí—señaló el camino antes de que Arturo pudiera seguir hablando.
—¿Y tú sabes eso porque…?—preguntó el príncipe dejando la pregunta incompleta.
—Lo sé porque… eh… porque…
Arturo esperó por unos segundos pero al ver que su incompetente sirviente era incapaz de darle una respuesta clara, agitó la cabeza de un lado al otro mientras volvía a su caballo.
—¡Me rindo!—exclamó el príncipe.
Merlín miró con desespero el camino, sabiendo muy bien que ese era el correcto pero incapaz de darle una explicación a Arturo que no lo llevara a él a la hoguera.
Sus ojos brillaron en un rápido tono dorado y muy pronto algo apareció en el suelo algo lodoso.
—¡Por eso!—señaló.
Arturo volteó y miró.
—¿Y? Es una huella. ¿Quién dice que es de un renegado?—le preguntó.
Volvió a girarse, nuevamente hacia su caballo.
—¡Hay más!—dijo de repente Merlín.
Arturo giró, incrédulo y vio con un camino de huellas seguían por el camino. Huellas profundas, posiblemente frescas. Podría haber jurado que momentos antes no habían estado allí. Miró las huellas, luego a Merlín y luego a las huellas nuevamente.
—¡Síganme!—les ordenó a sus caballeros
Siguieron el camino y, gracias a las indicaciones de Merlín, encontraron muy pronto a el sendero casi invisible entre los árboles que les permitió dar con el campamento. Agazapados y escondidos entre los árboles, observaron con atención todo.
—Te lo dije—le susurró Merlín a Arturo—¿No te lo dije?
El príncipe no le dijo absolutamente nada y, cuando menos se lo esperaba, avanzó velozmente hacia el campamento con la espada firmemente aferrada a su mano.
—¡¿Qué haces?!—le preguntó Merlín con los ojos abiertos como platos.
Los guardias no tardaron en seguirlo, al igual que Merlín. Todos vieron fijamente el campamento, sorprendidos de que no hubiera nadie allí. Todos, menos Merlín. Él sabía demasiado bien que Morgana había tenido tiempo de sobra de advertirles sobre su llegada.
—Bueno—dijo Arturo tocando las cenizas de bajo de un caldero para comprar que estaban frías—los que estuvieron aquí, ya no están.
Sin embargo, nada más terminar con estas palabras una flecha voló delante del rostro del príncipe, casi rozándole la nariz, pero dando de lleno en el pecho de uno de los caballeros de Camelot.
Pronto, todo se volvió un caos. Flechas comenzaron a volar y los renegados comenzaron a aparecer de donde estaban escondidos y a atacarlos sin miedo alguno.
—¡A cubierto!—gritó Arturo.
Merlín corrió por su vida, sabiendo que no tenía ninguna oportunidad de enfrentarse a todos esos experimentados guerreros. Sólo veía a su lado como los caballeros de Camelot se enfrentaban a los renegados. Muchos perecían, de ambos bandos y Merlín intentaba contenerse para no lanzar algún hechizo para evitar tantas muertes. Se escondió cerca de un árbol y fue allí cuando lo oyó.
—¡Corre, Mordred!—gritó Alvarr.
Merlín miró al niño y no pensó demasiado antes de seguirlo. Él sabía que no debía dejarlo escapar. Mordred representaban el fin de Arturo. Si él cumplía su destino, el del príncipe nunca se cumpliría.
Fue eso lo que la impulsó a hacer uso nuevamente de la magia. Sus ojos volvieron a brillar y una rama nació de la tierra y se alzó en el aire, justo delante de los pies del niño, haciéndolo caer boca abajo contra el suelo. Dos guardias no tardaron en acercársele. Mordred se puso de pie de inmediato. Con su magia, alzó dos lanzas en el aire, elevándolas lo suficiente antes de lanzarlas contra los caballeros del rey, asesinándolos de inmediato.
Merlín lo miró horrorizado. Sabía que lo había hecho por sobrevivir pero no había pestañado siquiera antes de matar a los dos hombres. Los ojos del niño no tardaron en dar con él, llenos de una ira terrible que lo abrumó.
"Nunca te perdonaré esto, Emrys, y nunca lo olvidaré"
Mordred giró de inmediato y se marchó, dejándolo con el corazón helado.
La victoria de aquella batalla se la llevó Camelot pero con importantes bajas. De los renegados, los que no huyeron, perecieron y sólo quedó, por último Alvarr de pie. Muy pronto se vio rodeado por todos y, aunque intentó luchar, Arturo lo pudo desarmar en un abrir y cerrar de ojos y tener el filo de su espada presionando su pecho, justo a la altura de su corazón.
—¡Dame el cristal!—exigió.
—¿Por qué te importa?—inquirió Alvarr—¿De qué te sirve a ti?
Arturo hizo una seña a dos de sus guardias y éstos no tardaron venir y tomarlo por los brazos con fuerza, inmovilizándolo. El príncipe clavó su espada en el suelo y comenzó a revisarlo hasta que encontró lo que buscaba en uno de sus bolsillos.
—¡Eres tonto!—lo acusó Alvarr—¿Cuántas vidas se han perdido hoy? ¿Por qué? ¡No puedes controlar el cristal! ¡No tienes el poder!
Arturo giró y dejó que sus hombres se hicieran cargo de aquel infeliz ladrón. Caminó frente a Merlín, justo en el momento en que descubría el cristal del interior de la pequeña bolsa de tela. Los ojos del mago se quedaron fijos, incapaz de poder evitarlo en aquella piedra llamativa. Era como si un poder mayor a él lo impulsara hacia ella, susurrándole que la tocase, que intentase probar su poder.
Merlín tragó saliva y, cuando el príncipe se alejó, recién pudo volver en sí, dándose cuenta del inmenso poder del aquel objeto.
Esa misma noche, mientras acampaban, Merlín se encontraba casi agonizando. El cristal no dejaba de taladrar en su mente sin importar que él intentaba no pensar en aquello.
—Merlín, comprueba que los caballos tienen agua y comida—le ordenó Arturo pero al ver que no contestaba, volvió a llamarlo—¿Merlín?
—¿Disculpa?—preguntó.
—Respuesta equivocada—lo reprendió.
Merlín, agobiado, lo contempló.
—¿Qué?
—Tienes algo en mente, ¿no?—preguntó Arturo—¿Es tu novia de nuevo?
—Ella ya no es mi novia—gruñó—y no, no es eso… Cuando entramos al campamento, era una trampa, ¿no? Ya sabían que veníamos.
Arturo asintió puesto que ya había considerado esa idea.
—Sí, ¿pero… cómo lo sabían?—insistió Merlín.
—Bueno, ellos son magos, ¿no?—preguntó Arturo, creyendo que esa era razón suficiente como para justificar lo ocurrido—Posiblemente usaron magia o algo… Ahora—cambió de tema—necesito que protejas esto con tu vida—le tendió el Cristal.
—¿Por qué yo?—preguntó, negándose a tomarlo.
—No puedo protegerlo mientras duermo—dijo el príncipe como si fuera obvio.
—Yo tampoco—Merlín negó con la cabeza.
—¿Quién ha hablado de que tú vayas a dormir?—le preguntó, tirándole la piedra para que él, inevitablemente, la atrapara.
Arturo se tendió en el suelo, al lado de la fogata para que el frío de la noche no le calara los huesos. Hubiera dado cualquier cosa por poder estar nuevamente en el castillo, en su cómoda cama, pero no sería posible sino hasta el día siguiente. Mientras tanto, iba a conformarse con eso.
Merlín casi tiró la piedra al suelo, rabiando por dentro por lo cruel del destino. Él quería apartarse lo más posible de aquella cosa pero ahí la tenía, a su completa disposición.
Intentó concentrarse en las llamas del fuego, casi no importándole que luego se quedase encandilado por la intensa luz, luego comenzó a pensar en tonterías, e incluso se arriesgó a preguntarse si no era posible que el Gran Dragón le hubiese mentido sobre Hermione pero siempre, sin importar cuando hiciese o pensase, su atención volvía al Cristal.
La fuerza con la que lo llamaba lo abrumaba. Algo le decía que quizás pudiera controlarlo pero, ¿qué sucedería cuando lo usara?
Las horas pasaban con eterna lentitud para él. Su cuerpo, rígido a causa del esfuerzo, comenzaba a doler pero no quería moverse por temor a caer en la tentación de extender sus manos y tomarla… sería tan sencillo, sólo debía extender sus dedos y luego….
¡No!
¡Demonios!
¡Sí!
Cuando ya todos dormían y el fuego se había terminado de extender no pudo soportarlo más. Se inclinó hacia el lugar donde había tirado la piedra y la buscó. Rápidamente la sacó de la bolsa en la que estaba e, inmediatamente después de que sus dedos tocaran el frío cristal, pudo sentir todo viniendo a él.
Vio al Gran Dragón volando libremente, fuego ardiente y se vio a sí mismo corriendo con desespero. El castillo de Camelot apareció en el Cristal, destruido, con zonas quemadas. Oyó gritos y pudo sentir tanto miedo y desesperación que no supo cómo soportarlo.
Quiso soltar el Cristal pero no pudo hacerlo.
Éste volvió a reflejar un futuro atroz donde Kilgharrah lo destruía todo a su paso y donde él era el único culpable.
De pronto, la imagen cambió.
Merlín, sorprendido, no pudo más que dejar de intentar no ver y se quedó mirando, anonadado, como Hermione corría por una calle desierta que parecía estar hecha del mismo material que las paredes del castillo. Su vestido ondeaba violentamente con cada paso que daba. Ella miraba hacia atrás constantemente, con los ojos bañados en lágrimas. A su alrededor había extrañas construcciones, alta y con muchas ventanas, que no se parecían ni a castillos ni a las humildes casas de los hombres de las ciudades y los pueblos.
Supo, con una certeza que era incapaz de comprender, que estaba viendo una ciudad del futuro.
Hermione volvió a mirar hacia el frente y fue en ese momento cuando alguien apareció. Era un hombre de cabello oscuro que usaba lentes y estaba vestido de un modo peculiar. Ella no tardó en abrazarlo con desespero y él no dudó en envolverla con sus brazos con un amor tan profundo que hizo que el corazón de Merlín dejara de latir por unos instantes.
Luego, soltó el cristal.
El dolor que sentía en esos momentos era tan grande que incluso era incapaz de llorar.
…
El regreso de Arturo y los demás caballeros fue cantado a dos voces. Hermione, al oírlo, corrió hacia la sala de reuniones donde se había programado una audiencia con el rey, siendo seguida muy de cerca por Ingrid. Esos dos últimos días había sido una terrible tortura para ella. No porque significara un arduo trabajo para ella cumplir con sus deberes sino porque su mente había estado con su hermano y con Merlín, preocupándose por su bienestar constantemente.
Nada más llegar, se ubicó en la silla al lado izquierdo de su madre mientras que Morgana quedó a su lado. La chica hizo una corta reverencia con su cabeza a modo de saludo, prefiriendo el silencio y así demostrando la preocupación que sentía por el destino de Alvarr.
Su hermano y Merlín estaban allí también, de pie a un lado de la sala, esperando a que todo comenzase. Ella le dio una sonrisa de bienvenida a su hermano para luego buscar con la mirada a Merlín pero el mago no la observó en ningún momento.
Alvarr no tardó en ser escoltado y puesto de rodillas delante del rey.
—¿Eres consciente de por qué estás aquí?—pregunto Uther, mirándolo como si fuera nada más que un insecto al que debía aplastar.
—Porque robé el cristal—dijo Alvarr sin miramientos.
—¿Así que admites haber robado el Cristal de Neathid?—preguntó el rey, aunque a su modo de ver no necesitaba una confesión de su parte.
—Lo hice.
—¿Admites conspirar contra tu rey?
Alvarr, sin miedo alguno, lo miró a los ojos.
—Lo hice.
—¿Y actuaste sólo? ¿No fuiste ayudado o inducido por algún ciudadano de Camleot?
Hermione pudo notar como Morgana se movía incómoda a su lado. Por unos instantes deseó que aquel ladrón la denunciara y así pudiese comprender la chica que no debía confiar en escorias como esas pero si sucedía, eso significaría que la protegida de su padre tendría que vérselas con el rey. Y eso era algo que, no importase lo que sucediese, no se lo deseaba.
—Actué… solo…
—Entonces, te encuentro culpable por traición—dijo el rey con seriedad—Eres enemigo de Camelot, Alvarr y eso significa que estas sentenciado a muerte.
Morgana sufría en silencio en su asiento.
—Moriré con honor—dijo Alvarr con orgullo—Ser enemigo de Camelot no es un crimen.
Uther rodó los ojos, cansado de ese hombre que quería hacerse el héroe contrariándolo.
—Llévenselo—les ordenó.
Dos guardias se aproximaron y comenzaron a sacar casi a la rastra de aquel sitio.
—¡Tú!—siguió gritando Alvarr—¡Tú, Uther, eres un criminal!
Sus palabras quedaron unos segundos flotando en el aire pero sólo Morgana fue la afectada por ellas. Más que nunca odió a Uther. Ella había apreciado a tanta gente que ese maldito que se hacía llamar rey terminó asesinando sin piedad. Cuando todos comenzaron a salir, se quedó atrás para así poder hablar con él a solas. Hizo una seña a los guardias para que cerraran las puertas y, de inmediato, se giró para enfrentarlo.
El rey tenía la desfachatez de mostrarse satisfecho.
—¿A cuántos más tienes que matar para quedar satisfecho?—le preguntó con frialdad.
Uther se giró, sorprendido al descubrir que no estaba solo.
—Él era culpable—explicó—Confesó sus crímenes, lo escuchaste tan bien como yo.
—Su único crimen fue desafiarte—lo corrigió.
Uther caminó hacia ella, contemplándola fijamente en un intento de entender su comportamiento.
—¿Por qué estás defendiendo a este hombre?—le preguntó—Es un enemigo jurado de Camelot.
—Tú lo sabes. ¿A caso es una sorpresa que te quiera ver muerto?—lo miró significativamente—Tú, que has perseguido a su especie, día tras día, año tras año…
Uther volteó, odiando que la chica a la cual quería tanto se estuviese comportando de un modo tan ridículo.
—No soportaré más esto, Morgana—la amenazó.
—¡Porque eres un tonto arrogante!—lo acusó con odio—Estás sordo y ciego a las necesidades de la gente a la que profesas protección y servicio. La gente no tolerará esto por más tiempo.
Uther caminó hacia ella y la tomó del brazo para empezar a arrastrarla fuera de allí.
—¡Dije que ya basta!
Morgana se soltó de inmediato, dispuesta a seguir arremetiendo contra él.
—¡Se están levantando en tu contra!—le gritó, haciendo que se enfadase más aún pero luego, añadió una frase que consiguió asustar a Uther—Desde hoy, te desconozco. Desde hoy en adelante, te reniego.
Uther era incapaz de poder creer lo que sucedía hasta que la vio cruzar delante de él.
—¡Vete a tu cuarto!—le ordenó con la última onza de control que le quedaba.
Morgana se detuvo al oírlo. Giró el rostro lentamente, mirándolo con una frialdad tal que el rey casi estuvo tentado a dar un paso atrás pero no lo hizo.
—Y tú, Uther Pendragon,—dijo su nombre con desprecio—vete al infierno.
…
Hermione entró a la habitación del galeno y vio que tanto Merlín como el anciano estaban sentados el uno al lado del otro con expresiones serias en su rostro.
—¿Qué sucedió?—preguntó con preocupación, casi corriendo hacia ellos.
El mago no abrió la boca para responder y tampoco alzó la mirada para verla.
—Merlín miró el Cristal—le explicó—Dijo que vio cosas terribles, cosas que aún no han pasado.
—¿El futuro?—preguntó Hermione, comprendiendo la tensión de los dos hombres.
Gaius asintió.
—El futuro es impredecible—dijo el anciano luego de unos momentos—Lo que pudo haber visto Merlín es real pero es sólo una de las muchas posibles realidades porque lo que sucederá no está escrito en piedra. Cada acción, por más pequeña que sea, puede modificar lo que suceda.
—Es cierto—admitió ella luego de unos momentos, intentando encontrarse con la mirada de Merlín pero él seguía esquivándola—Al menos, eso es lo que siempre me dijeron. Ahora ya no sé qué pensar. Personalmente creo que el futuro es uno de los misterios más grandes que existen y esto me aterra. Creo, también, que hay hechos que inevitablemente sucederán, sin importar cuánto luchemos por cambiarlos mientras que otros simplemente pasarán sin causar demasiados efectos. Lo difícil es advertir cuáles son unos y cuáles son otros… Supongo que la cuestión para sobrevivir con la duda está en no pensar demasiado en ello.
Esas últimas palabras lograron capturar la atención de Merlín, quien alzó los ojos y la contempló con clara molestia.
—Al parecer, tu eres una experta en el tema. No pensar en el futuro es tu especialidad—la acusó.
Hermione sintió el dolor del puñal clavándose en su pecho.
—Por el contrario,—lo corrigió intentando controlar sus deseos de echarse a llorar—algunos me ha asegurado que mi problema es pensar demasiado en ello.
Gaius miró primero a uno y luego al otro, sabiendo que estaban tocando el tema que los había llevado a tratarse con tanta frialdad. Supo, de inmediato, que debía salir de allí. Dio un paso hacia el costado y se alejó. Hermione notó que se marchaba pero no le dijo nada, sabiendo que necesitaba hablar con Merlín a solas.
—Merlín…—comenzó pero él la interrumpió.
—Lo mejor será que terminemos con… con lo nuestro.
—¿Qué?—preguntó Hermione, abriendo los ojos enormemente.
Ella había esperado que él estuviera molesto pero no al punto de que rompiese con ella.
—Es lo mejor—dijo Merlín poniéndose de pie.
—¿Lo mejor? ¿Esto es porque no te dije que vengo del futuro? Si no te lo dije fue porque tenía miedo a lo que podría cambiar. Me aterra la idea de que algo importante cambie allí por mi culpa. Si algo le sucediese a mis amigos, no podría vivir con ello…
Merlín sintió deseos de bufar. ¿Amigos? Sí, claro. El hombre de lentes se veía demasiado amistoso.
—No es por eso—dijo con celos y terquedad—Realmente ya no importa. Tú decidiste no contarme y tratarme como un tonto pero…
—¡No fue así!—protestó intentando acercársele.
—Pero,—Merlín retrocedió un paso y continuó hablando como si ella no hubiese dicho nada—pero ya no importa. Ya no quiero relacionarme contigo de ningún modo que no sea el que se debe. Yo soy un sirviente y tú una princesa. No se supone que debamos enamorarnos.
—Estás comportándote como un idiota—lo acusó ella, herida por sus palabras—Te amo, Merlín, no me importa que sea un sirviente y todo este tiempo tampoco te importó a ti que yo sea una princesa… ¿Qué cambió ahora? ¿Qué te hayas enterado de mi secreto? Estoy dispuesta a decirte todo lo que quieras saber si…
—¡No quiero que me digas nada, Hermione!—le gritó.
Hermione se asustó. Hacía tanto tiempo que no tenía tanto miedo. No miedo a salir lastimada físicamente, sino miedo a sentir el corazón rompiéndosele en dos. No entendía qué pasaba por la mente de Merlín pero sí que parecía absolutamente seguro de sus palabras. Y ella, que luchaba contra las lágrimas y sentía su garganta apretada a causa del nudo, no pudo seguir insistiendo. Si era lo que quería, no iba a obligarlo a permanecer a su lado.
Tampoco iba a seguir humillándose de ese modo, declarando sus sentimientos sin que éstos fueran devueltos. Porque ella le había dicho que lo amaba pero él nunca le había respondido.
Asintió, negándose a llorar delante de Merlín. Se llevó la mano a su cuello donde pendía el collar que él le había regalado y se lo quitó. El mago no dijo absolutamente nada mientras la veía dejar el obsequio sobre la mesa y salir de allí.
Merlín sintió una culpa abrumadora llenándolo cuando ella se marchó. Había dejado ir a la mujer que más amaba. Quizás ella pensase que era por su secreto pero ahora, después de pensarlo bien, estaba seguro que no era por eso. Aquello podría habérselo perdonado. Pero lo que nunca podría haberse perdonado a sí mismo era separar a Hermione de aquel hombre del futuro que parecía amarla tan ardorosamente y al cual ella correspondería.
…
Hermione, nada más llegar a su habitación, se lanzó contra el pecho de Ingrid y lloró sin consuelo alguno. La doncella se preocupó realmente por ella y sólo atinó a arrastrarla a la cama mientras le pregunta qué sucedía. Sin embargo, sólo obtuvo palabras sueltas que le dieron un panorama general de la situación: Merlín la había rechazado.
Desde que había conocido a la hija del rey, nunca antes la había visto tan rota, tan frágil y marchita y saber que era culpa de ese sirviente tonto, sólo la molestó.
Al principio había pensado en ir a pedirle un calmante a Gaius pero luego desechó la idea puesto que allí también vivía Merlín y no quería que se enterase del efecto que tenía en Lady Hermione. Así que sólo la dejó llorar, permitiéndole salir el dolor de esa forma puesto que era la única receta que conocía que permitía reparar un corazón roto. Esa y el paso del tiempo.
…
Las campanas de alarma del castillo sonaron esa noche, anunciando que el prisionero había escapado. El rey llamó a una reunión urgente, furioso de que tal enemigo hubiese logrado salir indemne después de tal alta traición.
—Hemos buscado en la ciudadela, en el pueblo y en todos los rincones de Camelot—le informó Arturo a su padre.
Merlín oía en silencio desde un rincón.
—Pero él se ha ido—dijo Uther.
—Sí, padre—admitió con vergüenza.
—¿Cómo?—exigió saber—¿Cómo es eso posible?
Morgana entró en ese instante, luciendo su mejor expresión de inocencia.
—Los guardias fueron drogados—explicó Arturo.
—Eso significa que él recibió ayuda—indicó el rey—De alguien…—sus ojos se clavaron en Morgana—de Camelot.
—Me temo que eso es lo que parece—admitió Arturo con resignación.
Uther apartó la mirada de su protegida.
—Deben entender—dijo a todos los presentes—que quien sea que haya hecho esto me ha traicionado. Ha traicionado al reino… Si alguna vez descubro quién ha sido—sus ojos volvieron a toparse con los de Morgana—lamentará el día en que nació.
Uther dio por finalizada esa reunión. Todos comenzaron a salir rápidamente y él, como le correspondía, fue tras Arturo.
—Es extraño que Hermione no haya aparecido por aquí—comentó.
Merlín no dijo nada al respecto. Él tenía una idea de porqué y cada vez que pensaba en eso sentía que el dolor era demasiado abrumador como para poder soportarlo. Se odiaba a sí mismo por causarle tanto daño.
—¿Has hablado con ella?—preguntó el príncipe.
—¿Por qué crees que he hablado con ella?—inquirió a la defensiva—Hermione habla con muchas otras personas del castillo, no sólo conmigo…
—¿Nuevamente estás gruñón? ¡Cálmate! Sólo te pregunté si la viste.
—Sí, fue hace un par de horas a ver a Gaius.
—¿Está enferma?
—No.
—¿Estaba bien?
—Sí.
Arturo rodó los ojos.
—¡Realmente, Merlín! ¡Olvídate ya de esa zorra!—le dijo haciendo referencia a la supuesta novia que había visto él en el establo.
—No la llames así—le pidió con molestia—Ella no es nada por el estilo.
El príncipe sólo avanzó a pasos agigantados. Esa era la última vez que le daba consejos de mujeres a su estúpido sirviente.
…
Esa noche, cuando Merlín se tendió en la cama para intentar dormir, el sueño no sólo lo rehuyó sino que también oyó dentro de su cabeza la constante voz de Kilgharrah gritándole que había prometido liberarlo y que era tiempo de hacerlo.
Dio vueltas en la cama, de un lado al otro, temiendo aceptar la verdad.
No quería que por su culpa Camelot fuera destruida pero, según el cristal, ese era el futuro que le esperaba.
Adelanto del siguiente capítulo: MUY PEQUEÑO.
—Ingrid—la llamó—¿Hace cuanto que conoces a Rowena?
—¿Hace cuánto que la conoces tú?—replicó Ingrid a su vez.
