¡Hola de nuevo! Lo siento, hubiera actualizado antes si mi computadora no hubiese entrado en estado de coma. Por suerte, ya todo se solucionó y pude recuperar mis archivos. Esper que esta continuación les guste.
Marianagmt, como siempre, estoy agradecida por tus buenos consejos y correcciones.
Rosangela: ¡No me extrañes más, he vuelto! Saludos.
Ninguno de los personajes me pertenece.
EL RAPTO DE MORGANA
Cada persona que habitaba Camelot parecía haber caído en un estado de letargo del que era incapaz de sacarlo por más que se les zarandeara, golpeara en el rostro o tirara agua. Incluso Hermione intentó un Ennervate sin poder conseguir ningún cambio. Corrieron por el castillo viendo como todo como una escena de una escalofriante película. Todos estaban inconscientes, dormidos a causa de alguna razón que iba más allá de su entendimiento.
—Iré por Gaius—dijo Merlín—Él sabrá que hacer.
Hermione quiso detenerlo pero antes de poder hablar él ya se había marchado corriendo hacia el interior del castillo. Si todos estaban en ese estado, ¿qué aseguraba que Gaius no hubiese caído también? ¿O su padre? ¡¿O Ingrid?!
— ¡Arturo!
El grito de Merlín los alarmó. Salieron corriendo tras él para detenerse de repente cuando entraron y vieron que todos allí estaban dormidos, al igual que en el exterior.
—Todos están dormidos—dijo Merlín viendo a todos sin poder creerlo—Debe ser algún tipo de enfermedad.
—O hechizo—aventuró Hermione.
— ¿Hechizo?—Arturo se volteó a mirarla—¿Crees que alguien atacó al reino con magia?
—No puedo asegurarlo—musitó deseando poder darle la respuesta que quería—. Es una probabilidad.
Los ojos del príncipe se abrieron con alarma ante esto. Muchas veces pensó que las ideas de su padre con respecto a la magia eran un tanto extremas pero cada vez que algo así sucedía, cada vez que el reino se veía en peligro por esos malditos brujos… él… él sólo deseaba…
— ¿Dónde está nuestro padre?—preguntó de repente.
Salió corriendo de inmediato y tanto Hermione como Merlín lo siguieron hasta la cámara de tronos pero no se encontraba allí.
— ¿Dónde está?—inquirió Arturo con desespero.
Hermione compartía su temor. ¿Y si aquello era un plan para acabar con la vida del rey? O peor, ¿con la vida de todos los de Camelot?
De allí fueron corriendo hacia las cámaras de Gaius, tan sólo para encontrarlo igual de dormido que los demás. Arturo, cada vez más preocupado, salió nuevamente corriendo. Como las habitaciones más cercanas eran las de Hermione, ella se desvió unos momentos y entró. Ingrid permanecía dormida sobre su cama.
— ¿Qué hace con uno de tus vestidos?—preguntó el príncipe.
—Larga historia, Arturo—dijo sin dar demasiadas explicaciones—Vamos por Morgana.
En las cámaras de la protegida del rey se toparon con Gwen tendida en el suelo. Arturo tragó saliva notablemente al verla y no tardó demasiado en colocarla encima de la cama con infinito cuidado. Merlín y ella fueron testigos de ese momento de inmortal ternura en el que le colocaba un mechón de su cabello detrás de su oído.
Hermione apartó la vista suavemente, no queriendo interrumpir ese momento de ningún modo y accidentalmente se topó con los ojos del mago. Él se ruborizó levemente al darse cuenta de que ella lo observaba y apartó la mirada de repente. Hermione quiso poder decirle algo pero fue interrumpida por el sonido detrás de las cortinas.
Arturo no tardó en ponerse en guardia, sacando su espada. Hermione lo imitó pero él le hizo una seña para que se quedara de atrás y guardara silencio antes de comenzar a acercarse lentamente a la cortina, con pasos lentos pero con la espada firmemente sostenida. Extendió su mano libre y tomó la cortina y de un solo tirón, la apartó.
— ¡Morgana, soy yo!
La joven había gritado aterrorizada mientras intentaba con sus fuerzas pegarle con sus puños al presunto atacante. Cuando se dio cuenta que sólo era él, se detuvo de repente. Sus ojos se desviaron hacia Merlín y Hermione antes de volver al príncipe.
—No sabía que eras tú—sus ojos tenían una angustia que rayaba la desesperación.
—Cálmate—le pidió—y dime qué sucedió.
—Todos… todos se comenzaron a quejar y a decir que no se sentían bien—explicó respirando con cierta agitación.
— ¿Y después?
—Comenzaron a caerse dormidos… Todos y en todos los lugares a los que fui—sus ojos se volvieron a posar en Hermione—Fui a verte y estabas en la cama, también dormida.
—Esa era Ingrid—explicó Hermione—Se puso uno de mis vestidos y se peinó como yo para hacerse pasar por mí.
Merlín pudo ver que ese plan tenía muchas fallas y no entendió cómo pudo haber funcionado pero dada la tensa situación en que se encontraban todos nadie más pensó en aquello.
— ¿Estás bien, entonces?—preguntó Morgana.
—Lo estoy—le aseguró Hermione con una pequeña sonrisa— ¿Y tú?
Morgana asintió pero en sus ojos no desaparecía esa sombra de desesperación.
— ¿Había alguien aquí?—inquirió Arturo a la joven y cuando ella negó con la cabeza la miró desconcertado—Pero te escondías.
—Te lo dije, no sabía quién eras—dijo con cierto desespero.
Morgana había comenzado a temblar. Hermione se acercó a ella y la abrazó suavemente en un intento de darle consuelo. No podía imaginar lo que había sentido estando sola en aquel sitio, viendo como todos caían irremediablemente dormidos. Debió de ser espantoso.
— ¿Dónde está mi padre?—cuestionó Arturo.
—No lo sé.
— ¿Cómo…?
—Arturo—interrumpió Merlín—Está angustiada.
—Está despierta—dijo el príncipe con lógica—Debió de haber visto algo.
—No vi nada—aseguró Morgana entre dientes, herida de que el príncipe creyera que estuviera ocultándole algo así.
—Viste personas enfermando, ¿qué hiciste?—insistió él.
— ¿Qué podía hacer?
—Morgana, no entiendo. ¿Por qué eres la única persona que está despierta?
Aquella pregunta quedó flotando en el silencio sepulcral del castillo, taladrando la mente de todos los que estaban conscientes. No había duda alguna que esto era un hecho demasiado extraño. ¿Todos caían dormidos y Morgana no? ¿Por qué ella no? No podía ser por el hecho de que ella tenía magia puesto que Gaius también la poseía, aunque no la practicara con frecuencia, y estaba tan dormido como el resto de los habitantes. ¿O había algo especial en la magia que ella poseía que no permitía que se durmiera como los demás?
—Arturo, no podemos perder tiempo aventurando respuestas—le dijo Hermione—Vamos a seguir buscando a nuestro padre.
Arturo asintió y ella soltó a Morgana tras darle una sonrisa de aliento. Ambos salieron de la habitación y continuaron la búsqueda por el resto del castillo. Morgana y Merlín los siguieron pero con cierta distancia.
—No te preocupes—intentó tranquilizarla Merlín—no diré nada.
Morgana lo miró con sorpresa.
— ¿Sobre qué?
—Sobre la enfermedad—dijo Merlín como si fuera obvio.
— ¿Crees que tiene que ver conmigo?—inquirió ella con los ojos abiertos como platos.
—Claro que no—dijo rápidamente—pero… bueno, tienes magia.
Morgana alzó sus ojos hacia él con una mortal frialdad, deteniéndose en medio de un pasillo.
— ¿Le dijiste eso a alguien?—preguntó e inconscientemente le lanzó una mirada veloz a Hermione, quien justo salía de una cámara para entrar a otra.
—No, no quiero contárselo a nadie, pero Arturo…
La mirada de Morgana se volvió implorante. Ella sabía demasiado bien lo que le sucedería si alguien descubriera su secreto. Por mucho tiempo había confiado en el silencio de Merlín y él había cumplido… ¿Pero ahora lo seguiría haciendo? ¿O acaso creía que ella tenía algo que ver en todo lo que estaba sucediendo? ¡No era así!
—Debe de haber algo que te haya mantenido a salvo—dijo Merlín—Creo que eso es algo que ellos tienen derecho a saber. Eso es todo.
No iba a decirle que Hermione ya estaba al tanto de sus capacidades. Esa era una información que no necesitaba conocer.
—Bien—Morgana asintió.
— ¡Lo encontré!—se oyó el grito de Arturo.
Morgana y Merlín corrieron hacia allí y vieron que el príncipe sostenía a su padre inconsciente por la ropa en un intento de mantenerlo erguido sin conseguirlo. Hermione se quedó detrás de él, a una distancia prudente, contemplando en silencio.
— ¿Lo ves? Está bien—dijo Merlín con cierta liviandad.
— ¡Él no está bien!—exclamó molesto, mostrándole el rostro de su padre a su estúpido sirviente.
—Sólo está dormido, Arturo—intentó tranquilizarlo Hermione.
—Sólo lo que tenemos que hacer—dijo Merlín viendo que Arturo soltaba a su padre y el cuerpo del rey caía hacia adelante, sobre el escritorio en el que se encontraba—es encontrar una cura y así despertarlos.
La impotencia de la situación parecía querer ganar la batalla en el cuerpo del príncipe.
— ¿Quién puede haber hecho algo así?—inquirió y sus ojos se volvieron a posar en Morgana, quien contemplaba fijamente al rey casi sin ninguna expresión en el rostro—Eres la única que no ha sido afectada, Morgana. Debe de haber una razón.
La joven apartó los ojos del rey y miró al príncipe, conmocionada e incapaz de darle una respuesta.
—Yo… no… no lo sé—indicó.
— ¡Es lo único que dices! Debes saber algo—insistió el príncipe, dando la vuelta al escritorio para acercarse a la joven.
— ¡No!—aseguró—Sólo se fueron durmiendo uno por uno.
—Es obvio—dijo de repente Merlín al comprobar que Arturo no iba a dejar de insistir hasta obtener una respuesta—Cuando se sintió mal, Gaius le dio una poción… ¿no?—miró a la joven esperando que corroborara la falsa historia.
— ¿Cómo sabes que estaba enferma?—inquirió Arturo—Ella nunca dijo eso.
—Pero es obvio, ¿no?—intervino Hermione en un intento de ayudar en la situación a pesar de que creía que Morgana estaba más involucrada, incluso de lo que ella misma creía.
— ¿Obvio?—inquirió desconcertado Arturo—No veo nada obvio, Hermione.
—Fue una de las últimas en ser afectada—siguió la princesa—La poción debió de ayudar.
Esas palabras parecieron calmar un poco la actitud del príncipe.
— ¿Y los otros?
—Seguramente Gaius ya estaba demasiado enfermo para ese entonces y no pudo administrárselas a tiempo—sugirió Merlín.
—Ve a buscar a ver si encuentras esa poción—le ordenó a Merlín—Yo iré a buscar por el pueblo a ver si encuentro a alguien despierto. Ustedes dos, quédense a cuidar al rey—les pidió a Hermione y Morgana.
—Yo iré con Merlín—dijo Hermione sin titubear.
—No, tú…
—Yo conozco mejor que él todas las pócimas que hay allí dentro. Paso más tiempo que él en ese sitio—insistió—y no te estoy pidiendo autorización.
Arturo la miró con molestia.
—Bien—gruñó antes de girarse hacia Morgana—Tú cuidarás a nuestro padre—le tendió una espada—Protégelo con tu vida. ¿Entiendes?
Morgana asintió y vio al príncipe salir corriendo de allí. Merlín también se apresuró a irse pero Hermione no lo siguió de inmediato.
—Confío en ti—fueron las últimas palabras que le dio la princesa antes de marcharse.
Morgana miró al rey con cierto desconcierto. Estaba profundamente dormido. Y ella tenía una espada en sus manos. Sería tan fácil acabar con su vida… tan fácil.
…o0o…
Merlín y Hermione no tardaron en llegar a las cámaras del galeno.
—No existe tal poción—indicó Merlín inmediatamente mientras iba a buscar el libro de hechizos que tenía entre sus pertenencias—Lo inventé.
—Lo sé.
Él se detuvo, con el libro en las manos abierto en ninguna página en particular, y la miró.
— ¿Entonces por qué viniste?—inquirió.
—Necesito saber si puedes hacer algo… con eso—señaló el libro—Yo lo he intentado. Cuando notaba que nadie prestaba atención, sacaba mi varita e intentaba con algún hechizo pero nada lograba despertarlos. Mis poderes no funcionan.
— ¿Tienes tu varita?—preguntó él algo herido—Pensé que la habías abandonado en la cueva aquella vez que…
— ¡Merlín! No es el momento de tener que explicártelo—le dijo—Luego, ¿sí? Ahora sólo busca…
Él asintió y nuevamente volvió a poner su atención en las páginas amarillentas del grueso libro.
— ¡Aquí!—señaló un hechizo con sus dedos. Se posicionó delante de Gaius y extendió la mano—Esperemos que funcione.
Pronunció el hechizo, sus ojos se volvieron dorados y Gaius se sentó de inmediato, con los ojos abiertos enormemente y una sonrisa escalofriante en sus labios.
— ¡Gaius!—exclamó feliz Merlín, dejando el libro y yendo hacia el anciano.
—No creo que haya funcionado—murmuró Hermione sin moverse de ese sitio.
— ¿Gaius?
Deslizó su mano por el campo de visión del galeno sin conseguir que reaccionara.
Hermione tomó el libro y comenzó a buscar nuevamente con desesperación. Sus ojos leían hechizos con velocidad sin encontrar el indicado.
—Intenta con este—le tendió el libro a Merlín para que leyera.
El mago lo hizo y asintió.
—Tal vez funcione—dijo él.
Sus ojos volvieron a tornarse dorados y sus labios pronunciaron aquellas complicadas palabras antiguas, sólo consiguiendo que el banquillo donde el anciano estaba sentado se rompiera, haciéndolo caer de espadas al suelo, dándose un duro golpe.
—O tal vez no—añadió de prisa.
Hermione sacó su varita y con un sutil movimiento logró conseguir que el cuerpo del anciano quedara sentado en el suelo, con la espalda apoyada en una de las patas de la mesa.
—Debe de haber otra cosa aquí—gruñó Merlín, sin dejar de voltear las páginas— ¡Ajá! Aquí vamos…
Por tercera vez sus ojos se volvieron dorados y pronunció un nuevo hechizo. Un chorro de agua salido de la nada cayó sobre el rostro del anciano.
—Eso es algo que yo podría haber hecho—comentó Hermione—Y no creo que sea diferente a echarle directamente agua de una cubeta, que fue lo que hicimos con el caballero cuando llegamos.
—No se suponía que funcionara así—dijo y volvió a mirar el libro.
Hermione secó al anciano, no fuera que le diera pulmonía o algo así por la humedad.
— ¡Hermione! ¡Merlín!—Arturo gritó apareciendo en la habitación—Vengan inmediatamente.
Merlín cerró el libro de inmediato y le colocó unos papeles encima y Hermione ocultó nuevamente su varita en el interior de su manga antes de seguir al príncipe con prisa.
El príncipe los esperaba cerca de una de las grandes ventanas, contemplando con clara inquietud algo que se movía en el horizonte. Cuando posaron su mirada más fijamente, comprendieron su reacción. Ocho caballos montados cabalgaban con prisa hacia ellos. Siete de ellos iban ataviados en esas mismas ropas oscuras que antes pero uno sobresalía entre ellos. Uno usaba una armadura platinada que parecía relucir bajo el sol de aquel día a medida que se deslizaba a toda velocidad hacia el castillo.
—Los caballeros de Medhir—dijo ella, casi sin aire.
—Según la leyenda, los caballeros son siete—comentó Merlín contando a todos los que montaban a caballo—Y allí vienen ocho.
— ¿Quién es el caballero extra?—inquirió Arturo.
—No lo sé—respondió su sirviente—Pero Camelot está indefensa.
— ¡Tenemos que volver con mi padre!
Los tres volvieron rápidamente al interior de la habitación en la que se encontraba el rey, donde encontraron a Morgana sentada pero con la espada firmemente aferrada a su mano. Al verlos, se puso de pie de inmediato.
—Este será el primer lugar en el que lo van a buscar—dijo Arturo, convencido de que estaban allí por su padre—Tenemos que moverlo.
— ¿Qué está sucediendo?—inquirió Morgana sin entenderlo.
—Estamos siendo atacados—dijo tomando a su padre de debajo de sus hombros—No hay tiempo para explicaciones. Toma sus piernas—le ordenó a Merlín—Cárgalo.
Entre ambos lograron bajarlo de la silla y moverlo. Hermione podría haber hecho un simple hechizo y levitarlo pero la presencia de Arturo y de Morgana se lo impedía.
— ¡No lo arrastres, Merlín!—lo reprendió con dureza Arturo—Levanta sus pies.
—Sus pies no son el problema—indicó el mago lanzado una mirada de obviedad al rey.
Hermione sabía que tenía razón. Su padre era un hombre corpulento, mucho más pesado que Merlín. Así que ella se inclinó y tomó uno de los pies mientras que Merlín tenía el otro. Morgana también ayudó, poniéndose a la par de Arturo para así alzar entre ambos la parte de adelante. Entre los cuatro comenzaron a trasladar al rey. No podían tener mucho cuidado dada la prisa y en el trayecto algunas cosas tiradas en el suelo terminaban golpeando la cabeza del monarca. Merlín lo notó de inmediato y rió suavemente. ¿Qué pensaría Uther cuando se enterara? Seguramente gritaría furioso.
—No es gracioso, Merlín—lo reprendió Arturo.
El mago hiso todo lo posible para contener una sonrisa la próxima vez que el rey recibió un duro golpe en la cabeza.
— ¿Encontraron la poción que Morgana tomó?—inquirió el príncipe.
—eh… no—dijo Merlín mirando de soslayo a la protegida del rey—Buscamos pero no hallamos nada.
Hermione respiraba agitadamente mientras intentaba que el pie de su padre no se resbalara de sus manos. Era un hombre corpulento y nada liviano. Por fortuna, no tardaron demasiado en llegar a las cámaras del rey. Merlín y Morgana también se mostraron aliviados y no tardaron en soltarlo.
— ¡No podemos dejarlo aquí!—exclamó Arturo—Debemos llevarlo a la cama.
— ¿Por qué?—inquirió Merlín, a quien la idea de volver a cargarlo se le hacía agotadora—Está dormido, no se va a enterar.
— ¡Merlín!
El mago intentó pensar en algo con prisa.
— ¡Le buscaré una almohada!
— ¡Es el rey!—exclamó el príncipe.
— ¡Está bien, dos almohadas!—corrió a la cama y las tomó.
Arturo iba a protestar nuevamente por lo que Hermione intervino.
—Merlín tiene razón—le aseguró respirando agitadamente—Él no va a enterarse de nada ahora y no es esta la mejor situación en la que tengamos que velar por su comodidad. Su seguridad me importa más.
Arturo asintió a regañadientes y entre él y Merlín colocaron finalmente dos almohadas bajo su cabeza. Cuando se pusieron de pie, ambos estaban todos sudados y con la respiración igual de agitada que Hermione.
— ¿Están bien?—les preguntó ella.
Ambos la miraron y luego se miraron entre sí, dándose cuenta que no se sentían realmente bien.
— ¿Estás sintiendo lo mismo?—inquirió Arturo a su hermana.
Ella asintió mientras intentaba que la preocupación que sentía no se mesclara demasiado con los síntomas de aquella extraña enfermedad. Era como estar comenzando con una gripe: el cuerpo adolorido, como con fiebre; le costaba respirar con normalidad y sentía un cansancio tan grande que lo único que quería era tenderse a dormir para siempre.
—Estamos enfermando—dijo Hermione con seriedad.
Merlín miró con preocupación a Hermione, notando su piel pálida sudada. ¿A caso ese sería el fin? Estaban enfermando como el resto de las personas del castillo y lo único que ella sabía en ese momento era que él había terminado la relación que tenía sin mirar atrás. Seguramente pensaría que ya no la quería. ¡Dios, cuánta mentira! La amaba tan desgarradoramente… y ahora estaba en peligro y no tenía idea qué hacer para salvarla…
Sus ojos se desviaron hacia Morgana un momento, notando que era la única de todos ellos que se encontraba en perfectas condiciones… lo que dejaba en claro que la magia que poseía no era la razón de su inmunidad. Debía de ser algo más, pero ¿qué? ¿Qué es lo que ella tenía que los demás no? ¿Por qué no se enfermaba como el resto?
—No podemos dejar que suceda—dijo Arturo—Tenemos que esconder a nuestro padre.
— ¿Por qué no lo disfrazamos?—sugirió Merlín.
— ¡Esa puede ser una brillante idea!—exclamó el príncipe.
—Podemos vestirlo como mujer—siguió su sirviente.
—Sólo si quieres que te asesine cuando despierte—intervino Hermione divertida por la idea.
— ¡Entonces como sirviente!
—Eso mejor—asintió Arturo.
—Iré a buscar algo de ropa—dijo y se apresuró a salir antes de que Hermione tuviera la oportunidad de decirle que tuviera cuidado.
Ellos tres se quedaron allí en silencio, hasta que su hermano miró a la protegida de su padre.
— ¿Estás bien, Morgana? Pareces tranquila.
—Estoy bien—dijo escuetamente aunque Hermione pudo notar que se sentía incómoda ante la mirada atenta de ambos.
— ¿Estás segura?
Ella no dijo absolutamente nada pero sus ojos se llenaron de miedo cuando vieron que el príncipe sacaba su espada.
—Siempre sé cuando estás mintiendo—dijo Arturo con una pequeña sonrisa mientras dejaba su espada encima de la mesa que se encontraba detrás de Morgana—No te preocupes, no dejaré que te suceda nada.
La joven simplemente asintió y no añadió nada.
Esperaron durante un largo momento a que Merlín apareciera, un momento que se extendió tanto que pareció eterno. Arturo comenzaba a impacientarse y no era el único. Hermione ya había recreado en su mente cientos de escenarios distintos en los que él podría estar en problemas, cada uno peor que el anterior.
— ¿Dónde demonios se metió?—preguntó el príncipe con exasperación— ¡Ya debería de estar aquí!—dio un par de vueltas alrededor de la habitación—¡Iré por él!
—Iré yo—lo detuvo Hermione.
—No, tú quédate con Morgana—le ordenó antes de tomar su espalda y salir.
Las dos jóvenes se miraron fijamente por unos momentos para luego apartar la vista y seguir aguardando en silencio. Aquella espera era terrible. El no saber si la persona que quieres está bien o…
Detuvo ese curso de pensamientos. Merlín era inteligente y tenía magia a su disposición. Si se mentía en alguna clase de dificultad podría resolverlo… rogaba que así fuera.
Finalmente, Merlín apareció sano y salvo en la cámara aunque su expresión dejaba mucho que desear. No sólo estaba afectado por la enfermedad, había algo más en su rostro que le advertía que había sucedido algo.
Merlín primero la miró a ella y luego sus ojos se posaron en Morgana.
—Estaba preocupada por ti—le dijo la joven.
Algo en la actitud de él ante sus palabras le advirtió a Hermione que lo que había sucedido había sido realmente malo.
— ¿Dónde está Arturo?—preguntó ella de inmediato con el corazón acelerado— ¿Dónde está? ¿Está bien?
—Fue a buscar un lugar seguro—explicó Merlín de inmediato y comenzó a sacar las almohadas de la cabeza del rey—Estará bien, Hermione.
Por más que él intentó tranquilizarla con sus palabras, no lo logró.
— ¿Ha sucedido algo?
El mago miró a la mujer que amaba con una angustia tan profunda que ella casi estuvo a punto de caer de rodillas al suelo y llorar, a pesar de que no sabía muy bien porqué. Él no parecía dispuesto a decir nada y evitó hacerlo cuando la puerta volvió a abrirse. Los tres saltaron, sobresaltados, pero descubrieron que sólo era Arturo.
—Necesitamos esconder a mi padre antes de que Morgause llegue—dijo de inmediato.
—Morgause—Morgana repitió su nombre suavemente.
—No pareces sorprendida—dijo Hermione mirándola fijamente.
—Lo estoy—aseguró ella, desviando la vista.
Merlín también lo había notado. Morgana no estaba ni un poco sorprendida ante la noticia de que la bruja era el octavo caballero que había venido a Camelot. Nuevamente, una hechicera controlaba a los caballeros de Medhir.
— ¡Apresurémonos!—apremió el príncipe.
Nuevamente tomaron entre los cuatro al rey y, cansados como estaban los tres afectados, lo arrastraron nuevamente por el castillo hasta una habitación lo suficientemente alejada. Una en la que nadie esperaría que se encuentre un rey.
Lograron colocarlo esta vez en una diminuta cama e, inmediatamente, se dejaron caer donde pudieron. Sólo Morgana siguió de pie, caminó hacia la ventana y contempló el exterior con una calma extraña. Arturo notó que su sirviente no dejaba de mirarla fijamente.
—Debe ser la poción de Gaius—le dijo.
—Sí, debe ser eso—murmuró Merlín con un leve toque de sarcasmo.
Morgana lo notó pero no dijo nada.
—No lograremos permanecer mucho más despiertos—volvió a hablar el príncipe.
—Lo sé…
— ¿Lo dejaremos aquí?—inquirió Hermione, volviéndose a poner de pie porque sin permanecía sentada terminaría durmiéndose allí.
—No—negó Arturo.
Hermione lo miró con incredulidad.
— ¡Pero no podemos seguir arrastrándolo por todo el castillo! ¡Ya no tenemos fuerzas! Estamos en un cuarto de la servidumbre…
—Sí, pero Morgause lo reconocerá si lo ve. Debemos sacarlo de Camelot.
Hermione sabía que su hermano tenía razón pero la simple energía de pensar en un nuevo plan era demasiada para gastar en esas circunstancias. Ella necesitaba tomarse un tiempo para pensar algo… sólo unos momentos. Quizás pudiera cerrar los ojos por unos momentos y…
— ¡Hermione, no!
Un par de manos la tomaron por la cintura de inmediato. Ella abrió los ojos de repente, sorprendida de que ni siquiera se había dado cuenta que los había cerrado más allá del pensamiento, y vio el rostro de Merlín muy cerca del suyo. Se ruborizó inmediatamente y eso pareció despejar un poco su mente. Él la soltó con prisa y se alejó, igual de rojo.
— ¡No puedes quedarte dormida!—le gritó su hermano.
— ¡Lo sé! ¡No fue mi intención!—aseguró ella, herida por sus palabras duras—No lo digas como si fuera mi culpa.
Él tomó aire profundamente y luego lo soltó. Miró a Hermione a modo de disculpa y ella le sonrió suavemente. Toda aquella situación tensa les ponía los nervios de punta.
—Debemos pensar en algo… ¡Y rápido!
—Cuando llegamos había una carroza en la plaza, ¿recuerdan?—les preguntó Merlín a los dos hermanos.
Los ojos de Arturo se abrieron enormemente al comprender el plan del mago.
— ¡Hoy estás lleno de brillantes ideas!—exclamó, haciendo que su sirviente sonriera lleno de orgullo—Ve y mira.
La sonrisa de Merlín cayó de inmediato.
—Puedo ir yo—intervino Hermione—Soy rápida y, en cualquier caso, sé manejar una espada.
—No te pondrás en peligro de ese modo.
—Aquí estamos en peligro igualmente…
—Sí, pero…—intentó protestar pero antes de que siguiera oyó la puerta cerrándose.
Merlín se había ido. Giró y miró a su hermano de mala manera. Él se encogió de hombros, incapaz de entender el orden de los pensamientos de su hermana querida.
—Será mejor que hagamos algo—dijo ella—No podremos llevarlo por un largo camino… y será mejor que lo vistamos de una buena vez.
Tomaron las prendas que había llevado Merlín y se las colocaron al rey con prisa, encima de las que ya tenía. No tenían tiempo para quitarle las otras y, además, si lo hicieran, eso sería algo de lo que sólo Arturo se encargaría. Ni ella ni Morgana querían ver al rey en sus prendas interiores. Luego, colocaron una sábana bajo él, con la cual sería muchísimo más fácil trasladarlo. Justo en ese momento, Merlín regresó, sudado y respiraron aún más agitadamente.
— ¡Ellos están cerca!—les gritó en advertencia—No llegaremos nunca a la carroza, no cargando a Uther.
—Por eso hicimos esto—dijo con orgullo Arturo—Vamos a arrastrarlo.
Arturo cruzó por delante de ellos y corrió hacia la puerta para observar que no hubiera nadie en las proximidades. No tuvo tanta suerte. Un caballero caminaba por el pasillo.
Cerró suavemente y se volvió hacia los demás.
— ¡Escóndanse!—les ordenó sin alzar demasiado la voz mientras se ocultaba—y permanezcan callados.
Los tres se pegaron de inmediato a la pared y esperaron con el corazón latiéndoles en la garganta. Hermione sintió que Merlín tomaba su mano entre la suya y la aferraba con firmeza. Fue un pequeño gesto que la alegró y la entristeció al mismo tiempo. Le alegraba saber que él pensaba en ella y se preocupaba, pero le entristecía darse cuenta que eso podía no significar nada.
El caballero entró a la habitación y ella nuevamente sintió que Merlín se aproximaba más a su lado de manera protectora. ¡Por Circe! ¡Cómo deseaba poder abrazarlo y enterrar su rostro en su pecho!
Arturo salió de inmediato de su escondite cuando el caballero pasó a su lado y lo atacó, dando un golpe certero en el pecho que seguramente habría matado a cualquier persona pero aquel ser oscuro corrompido por la magia no se inmutó.
— ¡Protejan al rey!—les gritó mientras seguía luchando.
Entre ellos tres comenzaron a arrastrar a Uther fuera de la habitación hacia el pasillo, lo más rápidamente posible.
— ¡Oh, no!—gimió Morgana al ver a un nuevo caballero corriendo hacia ellos.
Hermione soltó la sabana y desenfundó su espada.
— ¡Sigan!—les ordenó.
— ¡Hermione, no!—protestó Merlín al verla caminar hacia el caballero para enfrentarlo.
— ¡Váyanse! Los seguiré inmediatamente.
Merlín estuvo por protestar pero ella le dedicó una mirada de determinación que lo silenció. Intentó decirse que ella estaría bien, que tenía una espada y su magia para defenderse pero aun así el miedo no lo abandonó.
Morgana y él siguieron avanzando con el rey, tirando de la sábana. Vieron con horror como Hermione luchaba contra aquel caballero, dándole golpes que serían mortales sin que se inmutara. Quizás si ellos llegaban a la esquina y doblaban, ella pudiera hacer magia sin preocuparse por la presencia de la protegida del rey. Sin embargo, antes de poder hacerlo, se oyó un gemido de dolor que vino de Hermione.
Merlín se detuvo de inmediato y vio como el hombre había cortado su brazo. Ella soltó la espada de inmediato a causa del dolor, retrocedió de inmediato y corrió hacia ellos antes de que pudiera herirla de nuevo.
— ¡Sigan avanzando!—les gritó.
Volvieron a tirar del rey cuando Hermione llegó a su lado pero Morgana tuvo la desgracia de tropezarse y caerse. Hermione estuvo a punto de ir hacia ella y ayudarla a pesar de que sabía que el caballero seguía avanzando hacia ellos pero antes de que pudiera dar más de un par de pasos, Merlín la tomó del brazo sano y la arrastró hacia atrás.
Morgana, temblando del miedo, giró el rostro hacia ellos.
— ¡Por favor!—les rogó—¡Ayúdenme!
Hermione volvió a intentarlo pero la mano de Merlín se aferró más firmemente a su brazo y cuando ella giró su rostro, pidiendo silenciosamente una explicación, sólo lo vio negar a penas imperceptiblemente con la cabeza.
— ¡¿Qué te sucede?!—le preguntó con horror.
¿Cómo podía dejar morir a Morgana de ese modo? ¿Cómo podía hacerle eso después de haber demostrado cuánto se preocupaba por ella? ¿Cómo podía hacerle eso a su amiga?
Sin embargo, fueron testigo de cómo el caballero alzaba el espada, listo para asesinarla, tan sólo para detenerse de inmediato luego de observarla. Finalmente, alzó el rostro de nuevo y caminó hacia ellos. Merlín aferró con firmeza la sábana y arrastró al rey con todas sus fuerzas. Hermione lo ayudó con sus brazo sano mientras que intentaba no concentrarse en el dolor y el ardor del otro.
Doblaron la esquina, alejándose del pasillo en el que Morgana había quedado tendida en el suelo, viendo con asombro como el caballero no la tocaba. Por unos momentos pensaron que lograrían llegar al siguiente pasillo pero el caballero de Medhir fue veloz y se puso delante de ellos. Hermione deslizó su varita fuera de su manga y la extendió, apuntando hacia adelante. Su mano temblaba y su pecho subía y bajaba rápidamente con cada respiración agobiante. Su mente estaba tan llena de pensamientos que le costó un poco dar con algún hechizo y, cuando estuvo a punto de pronunciarlo, Arturo apareció desde atrás y lo golpeó con su espada y lo empujó, haciéndolo rodar por las escaleras.
—Estás herida—dijo al ver como Hermione se aferraba su brazo sangrante.
—No hay tiempo—le gruñó antes de seguir avanzando.
Merlín siguió deslizando por el suelo al rey y ella fue por delante, con su varita semioculta en sus prendas. No la había guardado por temor a que se presentase una nueva situación de peligro. No quería que su hermano se enterase de la verdad de ese modo pero tampoco iba a quedarse de brazos cruzados cuando tenía perfectamente la oportunidad de defenderse.
Arturo tomó bruscamente a Morgana del brazo y la obligó a avanzar detrás de los demás hasta llegar a la cámara de tronos. Rápidamente intentaron bloquear la puerta sabiendo bien que no sería suficiente. Sólo los detendría por unos momentos, dándoles tiempo de idear algún plan.
—Morgana, necesito el remedio que te dio Gaius—le ordenó Arturo, viéndola a los ojos—¡Morgana!—le gritó al ver que ella no respondía.
— ¡No lo tengo!—gritó con desespero.
—Sé eso, pero debes recordar qué era o qué había en él…
La chica sólo atinaba a mirar primero a Arturo, luego a Hermione y finalmente a Merlín. Sus ojos sólo eran reflejo del miedo y la desesperación que sentía. Ella se había involucrado en aquel plan de Morgause aún sin saber realmente cuál era y ahora que veía a todas las personas que más quería sufriendo y padeciendo se arrepentía… pero, ¿qué podía hacer? Si confesaba, sólo causaría su propia muerte.
— ¡Vamos, Morgana!—la apresuró Arturo—No aguantaremos mucho tiempo. ¡Piensa!
Ella boqueó como un pez fuera del agua, sin saber qué decir.
—No importa—intervino Merlín—No lo conseguiremos, estamos atrapados.
Esas eran palabras que Arturo no estaba dispuesto a escuchar.
— ¡Debe de haber algo que podamos hacer!—gritó mientras comenzaba a caminar por la cámara, viendo cada rincón en un intento de buscar una salida.
Merlín miró a Morgana fijamente.
— ¿Por qué…. —respiró una vez más con profundidad en un intento de normalizar su respiración—… aquel caballero no te mató?
—No lo sé—contestó ella aunque tenía una sospecha—porque soy mujer.
—Estuvo a punto de asesinarme—le recordó Hermione con frialdad.
—Yo… eg… juro que no lo sé—dijo implorándoles que no siguieran con aquel interrogatorio—Por favor, no lo sé.
Ni Merlín ni Hermione volvieron a preguntar nada. Arturo volvió a aparecer a su lado.
—A menos que nos liberemos de esta enfermedad, no lo lograremos—informó con desazón.
—Tenemos que destruir la fuente de magia—dijo inmediatamente Merlín.
Todos los ojos se posaron en él.
— ¿Cuál es?—preguntó el príncipe.
—No lo sé.
Hermione vio la mirada fugaz que le lanzó a Morgana y eso la confundió aún más.
—Creo que lo único que nos queda es salir de Camelot—dijo Arturo—Ayúdenme con mi padre.
Entre los tres arrastraron a Uther cerca de una ventana mientras que Hermione miraba atenta a sus movimientos.
—Toma una de estas frazadas. La amarraremos a mi padre y lo empujaremos hasta la carroza.
— ¡Arturo!
— ¡Has lo que te digo, Morgana!—le gritó antes de volver hacia la puerta de la cámara.
Hermione lo siguió, al igual que Merlín.
—Bajaré por la ventana hasta la carroza—les informó—Vayan abajo en cuanto puedan.
Arturo se recostó por la puerta mientras tomaba grandes bocanadas de aire. Los tres estaban pálidos y tenían grandes ojeras oscuras que le daban un aspecto enfermizo. Sudaban y no podían respirar con normalidad.
—Voy contigo—dijo Hermione de inmediato.
—No—Arturo negó—Sin querer ofenderte, pero sólo me retrasarías. Estás herida.
—Entonces, iré yo—indicó Merlín.
—Debes quedarte a cuidar a Hermione y a mi padre—le dijo mientras luchaba con la pesadez de sus párpados.
—No alcanzarás la carroza solo. Sería un suicidio.
—No tengo opción—respondió cerrando por un segundo los ojos.
— ¿Cómo estás?—le preguntó Hermione.
—No estoy mal—mintió sin abrir los ojos.
— ¿Estás seguro?—insistió Merlín.
—Sí, ¿y tú?
—Nada mal…
Arturo comenzó a suspirar suavemente, con los ojos cerrados.
—Arturo—lo llamó Merlín—Debes estar despierto.
Hermione comenzó a zarandearlo suavemente sin obtener resultados. Merlín resolvió la situación dándole un duro golpe en la cara.
— ¡Merlín!—Arturo se puso recto de inmediato y abrió los ojos de inmediato.
—Así está mejor.
No todos los días se tenía la oportunidad de golpear a Arturo Pendragon.
— ¡Si vuelves a hacer algo así…!—amenazó el príncipe.
—Entonces no vuelvas a dormirte—le dijo él con una pequeña sonrisa.
Hermione tomó la bota que contenía el agua que Merlín tenía colgado alrededor de su cuello y se la tendió a su hermano. Éste se tiró el líquido en el rostro en un intento de despejar su mente y despertarse antes de devolvérsela a Merlín.
Fue en ese momento cuando comenzaron a oír los sonidos provenientes del otro lado de la puerta, en el pasillo.
—Son ellos nuevamente—dijo Arturo.
La mirada del príncipe se desvió hacia su hermana. Su cabello era un desastre y su ropa estaba en pésimas condiciones, al igual que las suyas. Su rostro estaba pálido y ojeroso, bañado en un sudor enfermizo. Sus ojos, antes llenos de brillo, ahora estaban llenos de incertidumbre, miedo y dolor. Habían sido tantas las veces en que había temido por la vida de ella, sin embargo, en ese momento, se sentía mucho más real que todas. La posibilidad de muerte estaba a sólo medio metro, del otro lado de la inmensa puerta.
—Prométeme que te salvarás—le dijo.
Hermione lo miró fijamente y al entender sus palabras, sus ojos se llenaron de lágrimas.
—No lo hagas—musitó—No te despidas como si no nos volveremos a ver.
Él intentó sonreír para no parecer tan lúgubre.
—Claro que volveremos a vernos. Incluso si muero volveré a ahuyentar a los idiotas que se llamen pretendientes tuyos—bromeo.
—No es gracioso—sollozó ella.
Arturo no pudo soportar verla así y la rodeó inmediatamente con sus brazos, apretándola contra su pecho. Hermione hizo todo lo posible para no lanzarse a llorar como una niña temerosa. En ese momento debía ser fuerte y no mostrar el cansancio y el miedo que sentía.
—Todo estará bien—le aseguró Arturo antes de besarle la frente.
Se separó de ella y no la volvió a mirarla porque de otro modo no se creía capaz de hacerlo. Fue hacia la puerta y comenzó a sacar la traba que le había colocado antes. Merlín lo ayudó.
—Si necesito un sirviente en la próxima vida…—comenzó a decir Arturo.
—No me lo pidas—rogó Merlín.
El príncipe rió suavemente una última vez antes de salir, espada en mano, y comenzar a enfrentarse a los caballeros. Hermione estuvo a punto de ir tras él pero Merlín volvió a cerrar, impidiéndoselo.
Hermione lo miró herida.
— ¡¿Cómo pudiste?!—Le preguntó— ¡No sobrevivirá allá fuera!
—Lo sé—dijo Merlín con seriedad.
Ella le lanzó una mirada de odio profundo que fue para él como un puñal en el corazón.
¡No entendía! ¿Cómo es que Merlín hacía eso? ¿A caso no había dicho que lo protegería siempre? ¡¿Y qué hacía ahora?! ¡Mandarlo a morir! La rabia era tan dura y profunda en su pecho que logró mitigar un poco aquella enfermedad que comenzaba a calarle los huesos. Intentó abrir la puerta nuevamente, más que dispuesta a ir detrás de su hermano a ayudarlo, a morir a su lado si era necesario, a descubrirse a sí misma como bruja, cuando él la tomó por el brazo, alejándola bruscamente.
Hermione siseó de dolor y Merlín la soltó de inmediato.
— ¡Merlín!—protestó Morgana, caminando hacia ellos para apartarlos.
—Lo siento—dijo sinceramente el mago—pero no puedes salir allí fuera.
Hermione no dijo nada, conteniendo las lágrimas. Su brazo dolía y su corazón sangraba. ¡Sólo quería que aquello acabase de una buena vez!
—Morgana, venda la herida de Hermione.
—Estoy bien—gruñó la princesa.
—Vamos, sólo será un momento—intentó convencerla la protegida del Uther.
Hermione se dejó llevar hasta uno de los tronos donde tomó asiento mientras le daba a Morgana su bolso. Del interior extrajo el ungüento y una venda.
La joven trabajó rápido. Limpió la herida lo mejor que pudo haciendo una mueca al ver la profundidad y la cantidad de sangre que había perdido y luego colocó una buena cantidad de ungüento en un intento de que así se cerrara más rápidamente. Después comenzó a vendarla. Presionaba firmemente para que la tela quedara ajustada y así no continuara sangrando, haciendo que Hermione estuviera a punto de desmayarse del dolor. Intentó pensar en otras cosas así que desvió su mirada hacia Merlín y lo vio de espaldas a ella, haciendo… algo. No supo qué pero sin duda era lo suficientemente sospechoso como para capturar su atención. Cuando él giró, se encontró con sus ojos curiosos.
Merlín prefirió actuar como si nada fuera de lo normal hubiera ocurrido y se acercó a ellas.
—Listo—dijo Morgana—No es realmente un buen trabajo pero es lo mejor que puedo hacer.
—Gracias—murmuró Hermione.
La joven le sonrió suavemente mientras alzaba su mano y acariciaba la frente de la princesa con afecto, apartándole un poco el sudor.
—Toma—le tendió Merlín la bota de agua a Morgana—bebe un poco.
Ella desvió la mirada de Hermione hacia lo que él le daba.
—No tengo sed—le aseguró.
—Si salimos de aquí puede que no tengamos pronto otra oportunidad de beber—insistió Merlín.
—Si salimos de aquí—indicó ella con dureza.
Un grito de parte de Arturo se oyó atravesando el recinto. Hermione se puso de pie y corrió hacia la puerta. Merlín le dejó la bota a Morgana y fue detrás de ella de inmediato para volver a arrastrarla con él por más que intentó luchar, aunque esta vez no fue demasiada la fuerza que puso en su oposición. Él la volvió a dejar sentada en el trono y se acercó a Morgana para tomar el agua que había dejado a un lado.
Hermione lo siguió con la mirada. Merlín le dio la espalda a Morgana y simuló beber el agua. ¿Qué sucedía allí? ¿Por qué la insistencia? No entendía nada.
—Ten—le ofreció nuevamente a la joven.
—No, dásela a Hermione, ella debe recuperar líquidos por toda la sangre que perdió.
Merlín miró nerviosamente a la princesa antes de volver a ella.
—Primero tú, el resto se lo dejaremos a ella—Morgana estuvo a punto de protestar—Por favor, sólo intento cuidarte.
Esas palabras parecieron suavizar su decisión. Le sonrió a Merlín a modo de agradecimiento antes de aceptar. Tomó la bota y se llevó el pico a los labios. El líquido fresco recorrió su garganta con facilidad. Tapó el contenedor y lo dejó a un lado.
Merlín se acercó a Hermione, dándole la espalda a Morgana. Ella pudo ver que tenía los ojos bañados en lágrimas.
—Perdóname—le rogó en voz baja para que sólo ella lo oyera—No tuve otra opción.
Al principio no entendió a qué se refería hasta que oyó a Morgana toser. Sus ojos se posaron de inmediato en ella.
Morgana estaba sentada en el suelo, con los ojos abiertos inmensamente llenos de pánico. Subió una de sus manos a su garganta y se la tocó, sintiendo un ardor abrazador recorrerla. Miró a su alrededor con desconcierto hasta que vio la bota de agua a su lado. De inmediato volteó hacia Merlín, quien permanecía de espaldas, tenso.
No, se negaba a creerlo. Se negaba a creer que su amigo le hubiera hecho una cosa así. No. No podía ser posible.
Morgana gimió audiblemente cuando sintió el ardor quemarla dolorosamente.
— ¡Morgana!—Hermione se puso de pie inmediatamente y corrió hacia ella.
Se notaba que cada inspiración le causaba un dolor terrible. Su mano se aferraba firmemente a su garganta, casi clavándose los dedos en su pálida piel.
— ¡Merlín!—lo llamó Hermione— ¡Merlín! ¿Qué hiciste?
El mago volteó a verlas y ambas vieron sus ojos bañados en lágrimas y llenos de una culpa abrumadora. Morgana volvió a gemir, dividida entre el dolor físico y el dolor de la traición. Todo su cuerpo comenzó a temblar violentamente. Hermione la abrazó de repente, llorando a su lado.
— ¡¿Qué hiciste?!—volvió a preguntarle a Merlín—No se supone que debía de ser así. ¡NO! ¡Morgana!
La joven se dejó caer contra su pecho, gimiendo, temblando, luchando por cada onza de oxigeno. Merlín intentó aproximarse a ellas pero Morgana se aferró firmemente a Hermione y se alejó de él.
— ¡No la toques! ¡Déjala! —Le gritó al mago llorando mientras intentaba pensar en algún plan, haciendo caso omiso al dolor en la mirada de él— ¡¿Qué le diste?! ¡Merlín! ¿Qué le diste? ¡No puedo dejarla morir! ¡No se supone que deba de ser así!
Morgana gimió. Hermione intentó apartarle las lágrimas que le caían de sus ojos pero estas volvían a ser rápidamente reemplazadas por otras.
— ¡Dime!—exigió.
La puerta de la cámara se abrió de repente con un violento estallido que los sobresaltó. Morgause entró de inmediato y corrió hacia ellos. Tomó a Morgana de los brazos de Hermione y la acunó en su pecho.
— ¿Qué es lo que te hizo?—le preguntó con preocupación, tocando su rostro lívido.
Morgana apenas respiraba. Seguía gimiendo pero apenas audiblemente. Sus ojos ya estaban completamente cerrados y su corazón apenas latía dentro de su pecho.
—Tuve que hacerlo—dijo Merlín con dolor.
— ¡La envenenaste!—lo acusó Morgause, viéndolo con lágrimas en los ojos.
—Tú no me diste opción.
— ¡Dime lo que usaste para poder salvarla!—le ordenó la hechicera.
Había tantas opciones, tantas sustancias venenosas alrededor del mundo que era imposible asegurar con certeza cuál había ingerido Morgana para así poder darle la poción correcta para salvarla.
—Primero, detén el ataque.
Morgause lo taladró con la mirada.
—No eres más que un simple sirviente, no me digas lo que tengo que hacer.
—Si quieres saber cuál es el veneno—insistió Merlín—retirarás la magia que guía a los caballeros.
— ¡Dime cuál es el veneno o morirás!—amenazó sin moverse del lado de Morgana.
—Detén en ataque o ella morirá conmigo.
La duda apareció en los ojos de Morgause. Una duda profunda que le cortó la respiración por unos momentos. Ella siempre había creído que su plan sería perfecto. Bajó la mirada a la joven mujer que tenía en sus brazos. Nunca había pensado que Morgana saldría herida de tal mortal modo. Aferro sus manos al cuerpo inerte de la chica. Odiaba a Merlín. Lo odiaba más profundamente que nunca.
—No quiero esto más que tú—le aseguró el sirviente—pero no me dejaste opción. Detén a los caballeros y podrás salvarla.
El juego que jugaba Merlín era uno muy peligroso, pensó Hermione pero la suerte parecía estar a su favor. Morgause sentía tal amor hacia su hermana que estaría dispuesta a perder esta batalla con tal de no perderla a ella. Cerró los ojos, tomó aire y luego comenzó a recitar esas palabras milenarias de magia antigua. Sus iris brillaron en un tono dorado y, de repente, el sonido de la pelea del exterior se detuvo de inmediato.
Morgause alzó los ojos hacia el mago. Merlín metió la mano en su bolsillo y extrajo un pequeño frasquito etiquetado con el nombre del veneno que le había administrado a Morgana. La hechicera lo tomó.
Justo en ese momento, Arturo entró, seguido de unos cuantos guardias confundidos.
— ¡¿Qué estás haciendo con mi padre?!
—Él está a salvo—le aseguró Merlín.
Arturo miró más allá y vio que Uther se sentaba en el suelo, frotándose la cabeza como si le doliera. Volvió la mirada hacia Morgause y fue entonces cuando vio a la protegida de su padre tendida en los brazos de aquella asquerosa bruja.
— ¡Morgana!
— ¡Aléjate de ella!—le gritó Morgause, extendiendo su brazo hacia él de modo amenazante.
Era él quien estaba con una espada pero era ella la que con sólo unas palabras mágicas podía hacerlo volar por los aires.
Morgause se volvió hacia Morgana, tomándola mejor entre sus brazos, antes de comenzar a pronunciar un hechizo en voz baja. De inmediato, un inmenso tornado apareció justo encima de ellas, rodeándolas, atrapándolas en su interior. No duró mucho pero cuando desapareció, todos descubrieron con horror que ambas habían desaparecido.
…o0o…
Hermione dejó que Ingrid le acomodara las almohadas que tenía detrás de su espalda antes de volver a la misma posición. Ahora estaba limpia, usando un cómodo camisón, con la herida del brazo mejor curada y con un vacío en el pecho.
—Entiendo que esté preocupada por Lady Morgana…—comenzó a decir suavemente su doncella.
—No estoy preocupada por ella—la interrumpió Hermione—Sé que ella estará bien.
— ¿Cómo puede estar tan segura si se fue con esa malvada hechicera?
—Porque Morgause aprecia demasiado a Morgana como para dañarla—murmuró.
Ingrid no entendió aquel comentario pero al ver a la princesa tan pensativa no quiso hacer más preguntas y simplemente tomó las prendas sucias que momentos atrás se había quitado. Unos golpes en la puerta interrumpieron su labor. Cuando fue a abrir descubrió a Arturo y a Merlín allí. Ingrid rápidamente hizo una reverencia ante la presencia del príncipe y se hizo a un lado para permitirle entrar.
Arturo fue hasta la cama de su hermana y se sentó a su lado mientras que Merlín permaneció a una distancia prudente.
— ¿Cómo estás?—le preguntó— ¿Te duele el brazo?
—No, sólo es una leve molestia—le aseguró—No entiendo por qué Gaius insiste en que me quede en cama y guarde reposo.
—Has perdido mucha sangre. Tienes que recuperar fuerzas.
Hermione suspiró con cansancio y simplemente asintió. No quería ponerse a discutir con su hermano.
— ¿Cómo está nuestro padre?—preguntó suavemente.
—Como era de esperarse—contestó Arturo—Destrozado. Se culpa por lo sucedido. Dice que no cuidó a Morgana como debía pero que no descansará hasta encontrarla. Esta vez Morgause se ha conseguido un poderoso enemigo.
Y no era la única.
—No fue su culpa.
—Intenté decírselo—aseguró el príncipe—pero está cegado por el dolor. Si alguien es culpable, ese soy yo.
— ¿Tú? Estabas peleando fuera. Podríamos encontrar cientos de culpables, Arturo. Podía ser mi culpa o de Merlín pues nosotros estuvimos allí cuando Morgause la tomó.
—No hubieran podido haber hecho nada para impedirlo.
—Tampoco tú—indicó ella—así que en vez de buscar culpables busquemos a Morgana antes de que sea demasiado tarde.
— ¿Tarde para qué?
Ambos miraron a Merlín. El sirviente había hablado por primera vez desde que habían entrado allí.
—Antes de que Morgause le llene la cabeza con ideas erróneas.
—Morgana nunca permitiría tal cosa—dijo Arturo con seguridad.
—Tú mejor que nadie debes saber el increíble poder de persuasión que posee Morgause.
Su hermano se ruborizó con vergüenza ante el recordatorio. Había sido un estúpido por haber creído en sus palabras aquella vez. ¡Cómo se arrepentía de haber confiado en ella! Y pensar que estuvo a punto de asesinar a su padre.
—Tienes razón—asintió—pero quiero pensar que Morgana es más inteligente de lo que yo fui.
Hermione no hizo ningún otro comentario al respecto. Aunque no sabía a ciencia cierta cuándo volvería a aparecer Morgana, algo le decía que la chica no volvería a ser la misma. Morgause la salvaría e inmediatamente recordaría que había sido Merlín, su mejor amigo, el que la había envenenado sin miramientos.
—Será mejor que me marche—dijo Arturo luego de unos momentos—Vendré a verte más tarde. Ahora debo salir nuevamente en una campaña de búsqueda.
—Mantente seguro.
Él asintió y se alejó. Merlín siguió de cerca sus pasos pero la voz de Hermione los detuvo de inmediato.
—Arturo, ¿Merlín debe ir contigo?
Su hermano se giró y miró a Hermione con sospecha.
— ¿Por qué?
—Ingrid debe ir dentro de unos momentos a los salones de abajo a ayudar a ordenar todo. Si crees que puedes prescindir de él, sería útil en el castillo.
El príncipe parecía en una complicada tarea de decisión pero finalmente terminó suspirando con resignación.
—Bien—dijo y miró a su sirviente—Quédate con Ingrid y luego ve a ayudar en lo que ella te diga. Yo regresaré al anochecer.
Merlín asintió y luego vio como Arturo se alejaba. La doncella de la princesa se volteó a mirarla confundida.
—No sabía que debía de ir a ayudar. ¿Qué tareas tengo asignadas?
—Ninguna. Puedes tomarte el día libre si lo deseas.
— ¿Qué?
—Esa fue sólo una mentira piadosa—se excusó Hermione—Necesito hablar con Merlín a solas.
Ingrid primero miró a uno y luego a otro.
—No me parece prudente.
—Por más que valoro tu cuidado y ayuda, esta vez, no te pedí tu opinión. Ingrid, por favor, déjanos a solas…—al ver que se mostraba aún reticente, añadió—Vuelve dentro de una hora.
—Treinta minutos.
—Bien.
Ingrid se giró y se marchó dejándolos solos, no sin antes lanzarle una nueva mirada de advertencia a Hermione.
Merlín se aproximó un poco a la cama pero no demasiado, prefiriendo mantener una distancia prudencial. No quería tener que hablar con Hermione de nada aunque sabía que le debía algunas explicaciones. No quería que pensase mal de él y que creyese que había querido asesinar a Morgana. Todavía en sus oídos resonaban las palabras que le había dicho, llorando, preguntándole qué le había hecho.
La vio moverse en la cama, acomodándose en ese mar de almohadas que le había colocado Ingrid detrás.
— ¿Necesitas ayuda?
—No. Sólo estoy cansada de estar en la cama—dijo—La herida del brazo no es tan grave como Arturo cree.
— ¿No es demasiado profunda?
—Lo era. Pero conozco algunos hechizos que ayudaron a que dejara de sangrar. Duele a veces pero no demasiado. Es soportable.
— ¿No hay algún hechizo que lo cure de una vez?
—Quizás, pero sería demasiado sospechoso que tuviera una herida grande y que se curara milagrosamente.
Merlín suspiró. Ya habían aplazado el tema de conversación principal demasiado tiempo.
—Hermione, yo…
—No estoy enfadada contigo, Merlín—lo interrumpió—Al principio sí porque creí que realmente tu plan era asesinarla.
—Lo era—le aseguró él.
Hermione lo contempló sin poder creerlo. Ella había llegado a la conclusión que su intención era llamar la atención de Morgause.
— ¿Querías asesinarla?
— ¡No! Claro que no quería—dijo rápidamente—pero debía de hacerlo… Cuando fui a buscar la ropa para disfrazar a tu padre de sirviente, me desvié y bajé a ver a Kilgharrah.
— ¿Él no fue afectado por el hechizo?
—Quiso hacerme creer que sí—explicó con molestia—pero luego despertó. Me dijo que para erradicar la enfermedad que hacía que todos durmieran debía acabar con fuente que producía la magia.
— ¿Y creíste que era Morgana?
—Él me dijo que ella era.
— ¿Le creíste?
—Fue difícil no hacerlo. La pista principal estaba allí: era la única a la cual la enfermedad no parecía afectarle, y los caballeros no la atacaban. Kilgharrah me dijo que el único modo de destruir la magia era asesinándola… ¡No quería hacerlo, Hermione, lo juro! Sabes muy bien el aprecio que tengo hacia ella.
—Lo sé—suspiró—Supongo que ahora sólo nos queda abstenernos a las consecuencias.
—Morgause obviamente se preocupa por ella. Estoy seguro que estará bien.
—No me preocupa ella, Merlín. Sé que estará bien y que Morgause, si la deja regresar, lo hará habiéndola instruido antes en todos los conocimientos mágicos posibles. El que me preocupa eres tú.
— ¿Yo?—inquirió Merlín con desconcierto, incapaz de entender la mirada de desmesurada seriedad que tenía Hermione.
—Eres el que intentó matarla. Ahora, te has convertido en su enemigo.
El mago empalideció.
—Supongo que sí—musitó.
Hermione notaba las dificultades que tenía Merlín para asumir esa idea a pesar de sus palabras. No lo culpaba. Él siempre había visto en la protegida del rey una compañera, una amiga, una igual. Pero nada más lejos de la realidad. Morgana no era parecida a él pues ella no había dudado en aliarse con los enemigos de Camelot.
—No debí hacerlo—murmuró Merlín—Debí de haber encontrado otro modo. Si Morgana se vuelve contra Camelot sólo será mi culpa por…
—Hubiera sucedido de un modo u otro—lo interrumpió Hermione—No es tu culpa.
—Eso no lo sabes.
—Sí, lo sé—lo contradijo—Sé que ella se habría vuelto contra Camelot y contra ti.
Era la primera vez que decía algo tan abiertamente relacionado a sus conocimientos del futuro y ese era un tema del cual Merlín no quería hablar. El futuro era el sitio al que ella pertenecía, donde se encontraba el hombre de lentes que era el amor de su vida. El futuro era lo que la alejaba de su lado.
—Será mejor que me marche, mi lady—murmuró.
Hermione se mostró decepcionada pero sólo asintió. Que hubieran hablado por primera vez en casi un mes no significaba que volvieran a ser amigos o algo más.
Merlín se alejó de la cámara de la princesa lo más rápidamente posible. Hablar con ella era difícil porque tenía que estar recordando constantemente que ya no eran nada más que un sirviente y la hija del rey.
Era mejor concentrarse en otras cosas, como la promesa que le había hecho a Kilgharrah. El dragón se había negado darle información para ayudarlo a superar aquel problema con Morgause y a él no le había quedado otra opción más que prometer, por la vida de su madre, que lo liberaría. No quería hacerlo. El miedo de que lo que había visto en el cristal se transformara en realidad lo envolvía constantemente, estrujando su corazón. Sin embargo, lo había prometido, por la vida de su madre…
Así que, siguiendo las instrucciones que el mismo dragón le había dado, buscó una de las espadas que había robado de los caballeros de Medhir y fue hacia la cueva. Según él, sólo aquellas armas hechas bajo la antigua magia serían capaces de romper las cadenas con las que Uther lo había aprisionado.
Sólo rogaba no estar cometiendo un error.
¿Creen que finalmente Merlín dejará de dar vueltas e irá de rodillas suplicando a Hermione? Yo espero que sí porque ese par parece no hacer más que tener ganas de lanzarse uno en brazos del otro.
Adelanto del siguiente capitulo:
Cuando la vio alzar su mano tocar el rostro de Merlín casi saltó del asiento y fue hacia ellos para apartarlos de inmediato pero Gwen le lanzó una mirada confundida que lo hizo permanecer en su lugar, odiando a rabiar al idiota de Merlín. Pero todo ese odio se transformó de inmediato cuando vio que el imbécil rechazaba el gesto de su hermana. ¡¿A caso estaba loco?! ¿A caso no se daba cuenta de lo afortunado de que ella lo quisiera?
Le partió el corazón ver a su hermana quedarse de pie, sola, viendo como Merlín se alejaba.
¡Iba a matar a su sirviente!
