Marianagmt, ¿Te he dicho que te quiero? ¡Gracias por siempre corregir mis capítulos y por darme consejos!


Topacio: ¡Gracias por leer! Me pone muy feliz saber que te gusta la historia.

Invitado: Gracias por tu comentario. Es bueno saber que te gustó el modo en que adapté estos capítulos aunque, en realidad, no les hice muchos cambios.

Rosangela: ¡Gracias por leer siempre! :D


Ninguno de los personajes me pertenece.


EL HIJO DEL SEÑOR DE LOS DRAGONES

Balinor les permitió que se quedasen al lado del fuego para pasar la noche, cerca de Arturo, mientras que él fue a su rincón, donde ya tenía su improvisada cama hecha. Pronto, Hermione y Merlín lo oyeron roncar suavemente aunque el sonido parecía crear un eco y retumbar en la fría cueva.

Hermione sabía que era mejor tenderse a dormir para así poder ahorrar fuerzas para lo que les tocaba al día siguiente pero no podía hacerlo cuando tenía tantas cosas que aclarar con Merlín.

— ¿Así que le hablaste de la bruja mentirosa que te rompió el corazón a Arturo?—le preguntó de repente.

Merlín abrió los ojos enormemente al oír aquello, horrorizado al comprender que ella había oído aquella conversación que había tenido la noche anterior.

—Yo… no… bueno, sí, pero… yo… no quise… —tartamudeó con nerviosismo.

—No te preocupes, Merlín—lo tranquilizó ella con una triste sonrisa—No estoy enojada por eso.

— ¿No?

Ella negó con la cabeza.

—No puedo culparte por querer hablar con alguien, incluso si es Arturo.

—Nunca fue mi intensión hablar mal de ti—explicó con sinceridad—Ese día estaba molesto y dije un montón de cosas de más cuando Arturo me preguntó qué me pasaba pero jamás te llamé bruja mentirosa.

—Supongo que si me hubieras llamado así lo tendría merecido—murmuró mientras llevaba sus piernas a su pecho y las abrazaba, con la mirada fija en las llamas de la fogata.

Merlín quiso gemir a causa de la angustia. ¿Por qué ella no le gritaba y le decía que era un idiota? Al menos, de ese modo, sería mucho más fácil soportar la culpa que sentía por haberla herido del modo en que lo hiso. En cambio, lo aceptaba abiertamente…

— ¡No! No digas eso—le imploró y ese par de ojos castaño con vetas doradas se posaron en él—Entiendo que hayas tenido que mentir y no decirme al respecto—ella lo miró con incredulidad—Lo entiendo, en serio. No voy a decirte que no me enfadé contigo cuando me enteré por parte de Kilgharrah. Me hubiese gustado que tú me lo dijeras.

—Debí de habértelo dicho antes.

—Sí, debiste—estuvo de acuerdo.

—Lo habría hecho en algún momento—aseguró ella—No te imaginas la cantidad de veces en que quise ir a ti y decirte la verdad pero no tuve el valor. Estaba demasiado asustada.

— ¿De lo que yo te iba a decir?—inquirió incrédulo—¡¿Pensabas que me iba a molestar?!

—No, no molestarte, pero… ¡No sabía si me ibas a creer!

—Bueno, es algo difícil de creer aún—admitió.

—Pero es la verdad—aseguró Hermione con seriedad.

Merlín vio la tristeza que había en los ojos de la joven que amaba.

— ¿Los extrañas?

— ¿A quién?

—A todos—indicó—A cada uno de tus amigos y familiares…

—Muchísimo—confesó—No hay día en que no piense en ellos y en que me pregunte si están bien. El Gran Dragón me dijo una vez que mi presencia en esta época no afectaría de ningún modo a su tiempo pero ese día que hablamos y lo descubriste, me dijo que no estaba seguro puesto que no podía conocer lo que sucedería cuando hay tanta distancia temporal. Es compresible, después de todos, son muchos siglos…

— ¡¿Siglos?!—Merlín abrió los ojos como platos.

Hermione dudó unos momentos, sin saber si debía decirle exactamente en qué fecha había estado. Finalmente, decidió aprovechar a ser completamente sincera con él. Sólo esperaba no espantarlo demasiado.

—Viví en el siglo XX y estaba casi a comienzos del siglo XIX cuando aparecí aquí—murmuró.

El rostro de Merlín era todo un poema. Sin duda él no había esperado aquella respuesta. Ella esperó unos momentos para ver si obtenía algún tipo de comentario de su parte pero él se había quedado perdido en sus pensamientos. Le permitió tener su tiempo pero luego, decidió interrumpirlo. Después de todo, ella también quería respuestas.

— ¿Balinor es tu padre?—preguntó directamente.

Nuevamente Merlín se sorprendió pero tras mirarlo con ojos de lechuza, asintió suavemente.

— ¿Y él no lo sabe?—inquirió ella una vez más.

—No tiene idea alguna. Yo mismo me enteré antes de salir de Camelot. Mi madre y Gaius lo supieron todo el tiempo pero nadie se tomó el tiempo en decírmelo.

—Quizás lo hicieron para protegerte—intentó consolarlo—Tu madre es una mujer de buen corazón y te adora muchísimo. No creo que haya ocultado eso simplemente porque no quería que te enteraras quién eres. Ya demasiado tienes tu secreto como para añadirle el de tu padre.

—Supongo que tienes razón—murmuró—Pero tenía derecho a saberlo.

— ¿Se lo dirás?

—Quiero hacerlo—dijo—pero tengo miedo a su reacción. ¿Y si no me cree? ¿O si no le importa?

— ¿A caso él no tiene el mismo derecho a saberlo que tú?—replicó ella—Puedes no decírselo, Merlín, y ambos seguir con su vida como antes o puedes armarte de valor y confesarle quién eres y abstenerte a las consecuencias... Sé que puedo equivocarme pero… bueno, él parece un hombre tan solitario, tan dolido por haber perdido todo que saber que tiene un hijo podría resultarle un consuelo.

Merlín se sentía un tanto abrumado por las sensaciones. Allí estaba Hermione, hablándole con calma, intentando consolarlo y aconsejándole sin segundas intenciones cuando él la había tratado tan mal. ¡Era un bastardo que no se la merecía!

—Lo siento—murmuró con vergüenza.

— ¿Por qué te disculpas?

—Sé que te hice daño…

—Merlín, realmente no tenemos que hablar de eso—le aseguró, repentinamente nerviosa—Estabas enojado conmigo y entiendo. No tienes que decir nada más al respecto.

—No terminé contigo porque estaba enojado. Para ese entonces, ya te había perdonado.

Hermione se quedó de piedra ante tal confesión.

—Entonces… ¿Por qué?—inquirió casi sin aire.

Merlín se quedó en silencio por unos instantes.

—Porque te amo demasiado—dijo y luego se levantó—Es tarde, debemos dormir.

— ¿Qué? ¡No! ¡No puedes decirme eso y después querer huir sin darme ninguna explicación!—le dijo con molestia.

—No estoy huyendo, Hermione—gruñó Merlín entre dientes—,simplemente estoy diciendo un hecho. Mañana Arturo intentará convencer a Balinor y, cuando no lo logre, volveremos a Camelot. Será un viaje largo y allí nos esperan grandes dificultades.

Merlín comenzó a remover sus pertenencias en busca de la manta que había llevado.

—Ten, —se la ofreció a ella—úsala.

Hermione la tomó pero la tiró a un lado con rabia.

— ¡No quiero tu estúpida manta, Merlín! Quiero que me digas porqué maldita razón terminaste conmigo. ¡Y no mientas! Porque si realmente me amabas como dices…—sintió sus ojos llenarse de lágrimas— ¡Dios! Sabias que yo te amaba también. ¿Desde cuándo terminas con la persona que amas porque la amas? ¡Esa es la cosa más absurda que he oído!

Merlín quiso gritar y gritar para descargar toda esa frustración que sentía. ¿Tenía que suceder todo al mismo tiempo? ¡Morgana, su padre, Kilgharrah… y ahora Hermione!

—No quiero hablar de eso, Hermione—le dio con rotundidad.

Ella pareció querer decirle algo y por un momento temió que le gritara una sarta de maldiciones y que incluso se despertara Balinor. Sin embargo, le habló con una frialdad cruel y despiadada.

—De acuerdo. No me lo digas. Pero te recomiendo que, la próxima vez que quieras terminar con una mujer, seas lo suficientemente hombre como para decirle la verdad en vez de cubrirte de estúpidas excusas.

Tras esto, buscó su propia bolsa y la usó como almohada al tenderse al lado de su hermano.

…o0o…

A la mañana siguiente, Merlín estaba sentado al borde de la orilla del rio mientras veía a Balinor de pie a unos metros de él, pensativo. En su mente todavía resonaban las palabras que le había dicho Hermione. Cada una de ellas. Desde que le dijera a su padre la verdad a que se la dijera también a ella.

Justo en ese momento apareció Arturo, estirando sus brazos al aire, desperezándose.

— ¡Me siento tan bien!—dijo al ver a su sirviente— ¿Qué demonios me diste?

—Todo es debido a Balinor—le aseguró, señalando al hombre.

Arturo miró al hombre mientras se acercaba a Merlín.

—Así que lo hemos encontrado, entonces ¡Gracias a Dios por eso!

—Eso no significa que esté dispuesto a ayudar—le aseguró el mago.

— ¡¿Qué?!—inquirió incrédulo.

—No lo convencerás.

— ¿A caso no sabe lo que está en juego?—inquirió.

—Lo sabe—aseguró con seriedad.

— ¿Qué clase de hombre es ese?—preguntó sin poder creerlo.

—No lo sé—admitió con seriedad—Pensé que sería algo más.

—Entonces, es por eso que ha estado llorando Hermione—murmuró más para sí el príncipe.

— ¿Hermione estuvo llorando?—preguntó Merlín con horror.

—Ella dijo que no, que sólo es sueño pero no me engañó. Parece que pasó toda la noche llorando. La entiendo, en realidad. Debe estar destrozada porque el único que podía ayudarnos condenó a nuestro reino… ¡Pero yo lo convenceré! ¡Ya lo verás!

Arturo caminó con paso decidido hacia Balinor y vio como hablaban entre ellos por un largo momento. Cuando el príncipe regresó, se lo veía demasiado seguro de sí mismo.

—Va a cambiar de parecer—dijo a Merlín.

— ¡¿Dijo eso?!—preguntó con los ojos abiertos con sorpresa.

—Sólo… dale un momento—indicó Arturo con confianza.

Balinor comenzó a caminar hacia ellos con lentitud y, cuando estuvo a su lado, Arturo se preparó para aceptar la ayuda. El señor de los Dragones los miró a ambos antes de hablar.

—Hasta luego, entonces—se despidió.

Arturo se quedó de piedra. Justo en ese momento vio salir del interior de la cueva a su hermana, lista para regresar. Ella parecía tan abatida. Eso fue lo que lo motivó a seguir luchando.

— ¡¿Esa es tu decisión?!

—No voy a ayudar a Uther.

— ¡Entonces la vida de la gente de Camelot está condenada!—exclamó.

—Qué así sea—contestó con liviandad.

— ¿No tienes conciencia?

— ¡Deberías preguntarte lo mismo de tu padre!—le dijo Balinor—Por el bien de tu hermana deberías dejar que su padre se condene y muera en el infierno.

— ¡¿Qué?!—Inquirió con incredulidad— ¡Mi padre no representa ningún peligro para ella!

— ¿Estás seguro?

— ¡Balinor!—gritó Hermione con firmeza mientras se le acercaba—Si no vas a decirnos que nos ayudas, no queremos oírte.

—Sólo dije la cruel realidad.

—Tú no eres mejor que él—replicó Merlín con molestia.

Balinor sólo lo miró antes de girarse y avanzar hacia el interior de la cueva.

— ¡No malgastes tu tiempo con él, Merlín!—le dijo Arturo a su sirviente, lo suficientemente alto como para que el hombre oyera.

Arturo comenzó a avanzar, alejándose de allí. Al verlo, Hermione no dudó en seguirlo. Sin embargo, Merlín tenía una última palabra para su padre.

—Gaius habló de la nobleza de los Señores de los Dragones—dijo y esas palabras hicieron que Balinor se detuviera de repente antes de entrar a la cueva—Es obvio que se equivocó.

— ¿Gaius?—inquirió él, volviéndose hacia Merlín.

—Sí.

—Un buen hombre—admitió él.

—Sí… Esperaba que fueras como él—confesó—Quería…

— ¡Merlín!—el grito de un Arturo impaciente lo interrumpió.

—Bueno, supongo que no tiene sentido—indicó antes de comenzar a seguir al príncipe, dejando atrás a aquel hombre que lo había decepcionado.

…o0o…

Habían montado inmediatamente después y luego de andar la mayor parte del día, armaron un campamento improvisado con las pocas cosas que habían llevado, listos para pasar la noche allí. Merlín se encargó de los caballos mientras que Hermione hizo una pequeña fogata con la leña seca que tenía a su alrededor. Poco después, el mago comenzó a sacar las cosas del bolso para preparar una rápida cena. Los estómagos de todos gruñían ya que no había tenido ni un bocado de alimento durante todo el día.

Mientras él hacía eso, los dos hermanos se sentaron en silencio al lado del fuego. Arturo miró con preocupación a su hermana y luego a Merlín. Ellos dos estaban demasiado silenciosos y ya no estaba seguro a qué se debía. Ahora que prestaba atención se daba cuenta que Hermione no había dirigido ni una palabra, menos una mirada, a su sirviente. Sin embargo, si la interrogaba, ella se negaría a hablar, aún menos delante de Merlín. Por lo que dirigió su atención hacia él.

—Siempre he pensado que contigo el silencio sería una bendición, Merlín—le dijo—pero me resulta tan irritante. Eres un enigma, Merlín.

— ¿Un enigma?—inquirió el mago sin dejar su deber.

—Sí, pero yo también soy bastante similar a ti—aseguró.

Hermione y Merlín estuvieron a punto de bufar ante esto.

— ¿Si?

—Ahora me doy cuenta que no eres tan tonto como pareces…—bromeó con él por el simple placer de molestarlo.

Merlín no pudo evitar sonreír levemente.

—Sí, a mi me parece lo mismo—lo miró brevemente—Ahora me doy cuenta que no eres tan arrogante como pareces.

— ¿Aún piensas que soy arrogante?—cuestionó sin poder creerlo.

—No—admitió—Más… altanero.

A pesar del insulto, las comisuras de los labios de Arturo se elevaron al oírlo.

—Esa es una gran palabra, Merlín—le dijo— ¿Estás seguro que sabes lo que significa?

—Significa orgulloso—intervino Hermione, hablando por primera vez—Altanero… Creo que te queda.

— ¡Oye!—protestó el príncipe.

—Déspota—dijo Merlín.

— ¡No significa eso ni por asomo!—aseguró Arturo.

—No, esa es otra cosa que eres.

Él lo contempló con indignación y estaba a punto de reprenderlo cuando oyó un sonido a pocos metros de ellos. Ordenó de inmediato que todos hicieran silencio mientras se ponía de pie y tomaba su espada.

— ¡Shhh!

—Muy déspota.

— ¡Merlín!—lo amonestó.

—Pero si fuiste tú el que me pediste que hablara—le dijo.

Un segundo sonido se oyó y esta vez más cerca. Hermione imitó a su hermano y Merlín no tardó en unírseles. Miraron con expectación a su alrededor, buscando a algún hombre de Cenred sin lograr ver nada.

—Tengan cuidado—dijo una voz detrás de ellos que los hizo volver de repente—Pensé que quizás necesitan algo de ayuda. Esta es una tierra peligrosa.

— ¡Balinor!—exclamó Hermione con alivio.

El hombre hizo una pequeña reverencia con su cabeza a modo de saludo.

— ¿Esto quiere decir que volverás a Camelot con nosotros?—preguntó Arturo.

Él asintió y posó sus ojos en el sirviente del príncipe.

—Tenías razón, Merlín. Hay algunos en Camelot que arriesgaron su vida por mí. Tengo una deuda que debe ser reembolsada.

—Si tienes éxito matando al dragón, no te irás sin recompensa—aseguró Arturo.

—No busco recompensas—aseguró.

Arturo dejó caer la espada en el suelo.

— ¡Genial! Ahora comamos.

Hermione aún estaba furiosa con Merlín por lo que había dicho la noche anterior pero eso no quería decir que no lo iba a ayudar en cuanto pudiese. Por algo era su protectora. Así que, tan inocentemente como pudo, sugirió que él y Balinor fueran a buscar más leña para avivar el fuego mientras ella comenzaba a preparar la comida de esa noche.

El mago sólo le lanzó una rápida mirada antes de obedecer.

—Esta madera está muy húmeda—comentó Merlín a Balinor cuando se alejaron del campamento.

—No te preocupes, estoy seguro que encontraremos la manera que arda—dijo con una indirecta el hombre.

— ¿Te refieres a una oración?—preguntó—Así es como se lo explicaste a Lady Hermione pero parece ser más que eso.

—La Antigua Religión nos puede enseñar muchas cosas—le aseguró sin dejar de recolectar toda rama que veía.

— ¿Eso es lo que te enseñaron a ti?

—No es algo que puedas aprender—dijo—O forma parte de ti o no lo hace. Por alguna extraña razón, la magia está presente en uno de los hermanos Pendragon. Nunca supe que su madre fuera hechicera.

—No lo era—aseguró.

—Extraño—volvió a decir.

— ¿Tu padre también era Señor de los Dragones?

Balinor apenas asintió suavemente antes de notar que Merlín tenía las manos prácticamente vacías.

—Necesitaremos más leña.

Pero él no iba a dejar desaprovechar esa nueva oportunidad que tenía gracias a Hermione.

—Mencionaste… Hablaste de Ealdor—dijo con nerviosismo— ¿Te refugiaste con una mujer?

—Eso fue hace mucho tiempo—le aseguró queriendo dar por zanjado el tema.

—Yo crecí allí.

— ¿En Elador?

—Sí… y… conozco a la mujer—murmuró.

Los ojos de Balinor se llenaron de un brillo especial cuando recordó a la mujer que había amado tan profundamente.

— ¿Hunith? ¿Sigue viva?

—Sí… —era ahora o nunca—Ella es mi madre.

El corazón de Balinor se llenó de una pesadumbre profunda.

—Llegó a casarse… Eso está bien—dijo las palabras en voz alta para auto-convencerse de aquello.

—Ella nunca se ha casado—lo contradijo Merlín—Soy tu hijo.

Balinor lo miró fijamente, como si lo viera por primera vez, mientras que él, ansioso y aterrado como estaba, esperaba la reacción del hombre que le había dado la vida.

—No sé lo que es tener un hijo—murmuró con un nudo en la garganta.

—Ni yo un padre—dijo feliz de ver que él no lo estaba rechazando.

Arturo eligió ese momento para llamarlo a gritos, como usualmente lo hacía.

—No debes decírselo a Arturo—le rogó.

Balinor estaba tan conmocionado por la noticia que sólo atinó a asentir. Ahora en su mente sólo había un indulgente pensamiento: no estaba sólo en el mundo, tenía un hijo.

…o0o…

Esa noche, después de que Arturo y Hermione se acostaron a dormir, padre e hijo se quedaron despiertos delante de la fogata. Balinor tallaba con maestría y cuidado un trozo de madera mientras que Merlín no podía quitarle los ojos de encima con total fascinación.

Tenía a su padre allí. ¡Tenía a su padre! Al principio había estado furioso con él por su actitud fría y desconsiderada pero ahora no podía más que enorgullecerse. Parecía haber dejado el sentido de venganza detrás para ayudar a sus antiguos amigos. Estaba agradecido. Sin embargo, aún tenía preguntas que hacerle.

— ¿Por qué nunca regresaste?—le preguntó.

Balinor dejó de tallar para mirarlo.

—Pensé que su vida sería mejor sin mí.

— ¿Por qué?

—Uther me quería muerto. Si me hubiese encontrado, me habría matado a mí y a tu madre. Quería que estuviese a salvo…

—Podríamos haber venido contigo—sugirió.

— ¿Qué clase de vida hubieran tenido aquí?

—Habríamos sido…—sonrió ante la imagen ficticia que apareció en su mente—felices… Cuando hayamos terminado en Camelot, te voy a llevar a Ealdor.

Balinor negó con la cabeza con tristeza.

—No me reconocerá—pudo ver la decepción en el rostro de su hijo—Puedo verla en ti—le aseguró.

— ¿Si?

—Posees su bondad.

— ¿No quieres volver a verla?

—Es lo que más anhelo. Pero no puedo. Tú mejor que nadie debes entender.

— ¿A qué te refieres?—inquirió Merlín.

—Anoche me desperté sobresaltado cuando oí que tú y la princesa discutían. Oí que ella te preguntaba cómo puedes abandonar a la persona que amas.

—Oh…

Eso no se lo esperaba.

—Es muy peligroso lo que ustedes tienen.

—No tenemos nada—replicó con dureza.

—Merlín—lo llamó suavemente sin alzar la voz—, alguien debería estar completamente ciego como para no darse cuenta del modo en que actúan el uno alrededor del otro. Espero que en el castillo hayan sido más cuidadosos.

—Nadie sabe nada—aseguró—. Además, ya casi no hablamos. Menos ahora que está tan enfadada conmigo.

— ¿Puedo saber qué sucedió?

Merlín decidió confiarle parte de la verdad a él a pesar de que todavía no estaba seguro si era una buena idea hacerlo.

—Ella tiene un mejor futuro si mi. Hay un hombre que la ama con sinceridad y estoy seguro que ella devolverá su afecto. No quiero estar entre medio de ambos.

—Es muy noble de tu parte…

—Sí, bueno, ella no piensa lo mismo. No se lo dije, por supuesto, porque lo negará. Sólo quiero que todo acabe… Que se olvide de una vez de mí y yo de ella para así seguir con nuestras vidas.

—Si realmente la quieres, tienes una tarea casi imposible entre manos—le aseguró—. Han pasado casi veinte años y no hay día en que no recuerde a tu madre. El olvido es inexistente para los condenados al amor.

Merlín se cubrió el rostro con las manos con cierto desespero. Sabía que él jamás podría olvidarla pero al menos quería poder aprender a vivir con aquel sentimiento en relativa paz.

— ¿Tú le habías dado antes ese collar con corazón?

El mago casi gimió de la angustia ante el recuerdo del momento en que se lo ofreció. Esa había sido la primera vez que le había dicho que la amaba… y luego se habían besado como si no hubiera mañana, olvidándose de todo lo que lo rodeaba y de quienes eran.

—No quiero hablar más de esto, por favor—le rogó.

Balinor asintió suavemente.

— ¿De qué quieres hablar?

Merlín pensó unos momentos hasta que tuvo una pregunta en su mente.

— ¿Cómo te convertiste en un Señor de los Dragones?

—Es algo que uno no elige, —le respondió—es algo que a uno no se le enseña. Es un don sagrado. Durante miles de años ha sido transmitido de padres a hijos… Y eso es en lo que debes convertirte, Merlín.

—Me gustaría—indicó con seguridad.

—Como todos los Señores de los Dragones no sabrás con certeza el poder que posees hasta que no te enfrentes a tu primer dragón.

Esas palabras lo decepcionaron. Él ya se había enfrentado al Gran Dragón y su magia había sido completamente inútil. Quizás no había recibido el don como su padre y sus antecesores.

—Deberías dormir un poco—le aconsejó Balinor—Yo haré guardia—se puso de pie y se alejó suavemente de allí—Buenas noches, hijo.

Eso sacó una sonrisa inmediatamente a Merlín.

—Que duermas bien, padre.

…o0o…

Hermione sintió que Arturo le colocaba una mano en la boca de repente, despertándola de repente. Miró a su hermano con sorpresa pero él le hizo una seña para que guardara silencio. Rápidamente se sentó en el suelo y miró a su alrededor buscando el peligro sin poder verlo pero sí oírlo: pisadas nuevamente.

El príncipe hizo lo mismo con Merlín, cubriéndole la boca para que no gritara cuando lo despertaba.

—Hombres de Cenred—murmuró, anunciándole el peligro.

Durante un eterno momento no hicieron más que contener la respiración, esperando a que algo sucediera o, mejor dicho, a que no sucediera porque nada más deseaban que siguieran de largo y no se dieran cuenta de su presencia. Desafortunadamente, no tuvieron esa suerte.

En cuanto se oyó un grito de guerra, uno de los caballeros de ese reino bajó corriendo por la colina lindante a su campamento blandiendo su espada. Arturo se adelantó, colocándose delante de Hermione y Merlín en un intento de protegerlos y entabló un duro combate contra él. Sin embargo, pronto llegaron los demás. Hermione no perdió el tiempo y también se unió a la pelea.

Balinor apareció de repente y, al darse cuenta lo que sucedía, le lanzó un grito a Merlín y él entendió lo que le pedía. Se inclinó a buscar la espada y se la lanzó.

Merlín vio con desespero como su padre y los dos príncipes se defendían del ataque. En cuanto tuvo oportunidad y vio a uno de los caballeros de Cenred caídos, le robó la espalda y él también se les unió. No era demasiado bueno en ello pero logró defenderse de los primeros golpes. Sin embargo, el hombre tenía una gran ventaja práctica por lo que no tardó demasiado en conseguir que soltara su espada, quedando a su merced.

Merlín abrió los ojos con terror y comprobó que tanto Arturo como Hermione no estaban a la vista. Casi estaba a punto de lanzar un hechizo para evitar su muerte cuando su padre saltó al medio y comenzó a enfrentarlo pero en un terrible descuido la espada del hombre de Cenred encontró su camino hacia el pecho de Balinor, enterrándose justo casi a la altura de su corazón.

El alma de Merlín cayó a sus pies al darse cuenta de lo que sucedió pero inmediatamente después, cuando el cuerpo de su padre cayó sin fuerzas contra su cuerpo, una ola de rabia ciega se apoderó de su cuerpo.

—¡NOOOOOO!

La magia lo llenó y en menos de un segundo su brazo se alzó, sus ojos brillaron y el maldito asesino voló por los aires unos cuantos metros, hasta chocar contra un árbol y romperse el cuello. Merlín no tuvo un segundo pensamiento en él y volvió a mirar con sus ojos llorosos a su padre.

Ambos cayeron al suelo cuando el peso de su padre superó sus fuerzas. Él no dejó de abrazarlo mientras lo colocaba con cuidado sobre la hierba y la hojarasca seca. Balinor no dejó de mirar en ningún momento a su hijo con una pequeña sonrisa en sus labios.

—Veo que tienes el talento de tu padre—murmuró con la voz entrecortada por el dolor—Merlín…—un gemido de dolor se escapó de sus labios.

—No… —negó con la cabeza mientras sentía que su corazón se partía—Por favor, no.

No podía perderlo cuando acababa de encontrarlo. No, después de tantos años preguntándose por él, de haber pasado todos esos años de su vida queriendo conocerlo…

—Puedo salvarte—le aseguró temblando.

—No—su piel comenzó a ponerse increíblemente pálida y fría—Escúchame—le rogó mientras luchaba por respirar y no gritar de dolor—Cuando te enfrentes al dragón, recuerda… ser fuerte. El corazón de un dragón está del lado derecho, no izquierdo…

Merlín entendía lo que significaban aquellas palabras y no le gustaba nada. Se negaba a resignarse y a dejar morir a su padre de ese modo cuando él podía intentar salvarlo. No, no intentar. Debía de salvarlo. No podía perderlo tan pronto. ¡No podía!

—No puedo hacerlo sólo—le dijo controlando un sollozo.

—Escúchame—le imploró Balinor. Su mano se aferró a su ropa con toda la fuerza que era capaz de reunir—Eres mi hijo. He visto lo suficiente en ti para saber que harás que me sienta orgulloso.

Merlín asintió de manera mecánica.

Balinor no dejó nunca de mirarlo. Sabía que en cualquier momento su vida se apagaría para siempre y quería que lo último que viera antes de morir fuera el rostro de ese hijo que tanto había aprendido a querer en esas pocas horas. Extendió su mano lentamente hacia su rostro y lo tocó antes de que todo a su alrededor comenzara a nublarse. Su cuerpo se estremeció y la mano con la que mantenía aferrada la ropa de su hijo se fue aflojando, perdiendo fuerza. Fue como caer a un precipicio oscuro sin poder hacer nada para evitarlo. Todo su cuerpo era arrojado a un sitio más allá de su comprensión. Fue poco a poco perdiendo sus sentidos hasta que ya no quedó nada.

—¡No!—gritó Merlín al ver que su padre moría en sus brazos resonó en el bosque.

Hermione y Arturo llegaron corriendo en ese momento y vieron como Merlín sostenía el cuerpo de Balinor contra su pecho.

—¡NO! ¡Maldita sea!—gritó Arturo.

El príncipe sólo pudo ver morir la posible salvación de Camelot, pero Hermione, que sabía mucho más, notó como Merlín luchaba por controlar su dolor y se limpiaba rápidamente el rostro para que no vieran sus lágrimas.

Era tan injusto que ni siquiera pudiera tener un tiempo de duelo adecuado.

—¡Camelot está condenada sin él!—exclamó el príncipe.

Merlín se puso de pie y ella no tardó en ver sus ojos hinchados a causa del llanto.

—Debemos darle un entierro—dijo.

—Hermione, no hay tiempo—gruñó su hermano—Hay muchos más hombres de Cenred en este sitio. Sólo es cuestión de tiempo antes…

—Balinor ofreció su ayuda al hombre que más detestaba sin buscar recompensas y dio su vida luchando una batalla que no le correspondía—habló con tono firme—Debemos honrar su muerte.

Arturo pareció querer discutir pero finalmente, tras pensarlo mejor, cedió.

Fue un entierro rápido e improvisado; sin embargo, Merín nunca estuvo más agradecido en su vida con Hermione. Era consciente que, más allá de lo que su padre hubiera hecho o prometido hacer, la verdadera razón por la que pidió realizar aquella ceremonia fue porque sabía cuánto le importaba a él. Tuvo que luchar constantemente con la angustia y con las ganas de lanzarse a llorar desconsoladamente y casi sintió su alma romperse en dos cuando vio a Hermione colocar un ramo de flores salvajes encima y mirar la tumba con los ojos bañados en lágrimas.

—Me gustaría decir algo—murmuró Hermione.

Arturo, a pesar de su impaciencia por llegar a Camelot, asintió, cediéndole unos minutos más.

—Conocimos muy poco de él, —comenzó ella con suavidad—pero aprendimos algo al conocerlo. Si algo nos enseña esta situación es lo efímera que es la vida y lo importante que es ser bondadosos y perdonar. Nosotros vinimos a buscar a un Señor de los Dragones y nos encontramos con un caballero honorable que estuvo dispuesto a olvidar viejos rencores y ayudar al hombre que le arrebató todo lo que él amaba y lo obligó a vivir en este estado solitario.

—Hermione…—comenzó a protestar Arturo, queriendo defender a su padre.

—Sabes tan bien como yo que eso es verdad—lo interrumpió ella con violencia—Además, si Uther no hubiese expandido su odio hacia los dragones y hacia los Señores, Camelot nunca hubiese estado padeciendo lo que ahora padece.

El príncipe bajó los ojos al suelo con cierta vergüenza porque sabía que lo que ella decía era verdad.

Ella se volvió hacia la tumba.

—Gracias, Balinor, por honrarnos con tu sabiduría.

Merlín tuvo que mirar hacia otro lado para no caer de rodillas al suelo sollozando.

…o0o…

El viaje de regreso a Camelot fue silencioso y lleno de una angustia palpable. Nada más estar en el campo de visión de los centinelas, éstos avisaron al rey de la llenada de los príncipes. Merlín, Arturo y Hermione desmontaron y fueron ante el monarca para darles las malas noticias. Él estaba reunido con un grupo del consejo y algunos caballeros en una pequeña cámara que usualmente no se utilizaba. Ahora, dado que el castillo estaba tan dañado, no tenían muchas opciones.

Arturo fue el primero en acercarse a Uther.

—Lo siento, padre, te he fallado—dijo con vergüenza— El último señor de los Dragones está muerto.

La mirada de Gaius rápidamente buscó a Merlín al oír aquello y vio el profundo dolor en los ojos del muchacho.

—Hubo muchos años en que podría haber deseado escuchar esas noticias—dijo Uther.

—No todo está perdido, padre—aseguró Arturo—Nosotros mismos tenemos que enfrentarnos al monstruo, así que permíteme que salgamos y luchemos bajo nuestros propios términos… en campo abierto, a caballo, donde podamos maniobrar mejor.

— ¡No puedes hacer eso!—exclamó Hermione.

— ¿Por qué no?

— ¡Porque es una locura!—aseguró ella—Sería un suicidio.

— ¿Entonces, qué?—su hermano la miró fijamente— ¿Quieres que me quede aquí a ver como Camelot cae?

—No, claro que no… Pero… no puedo soportar la idea de que algo malo te suceda.

—Y yo no puedo quedarme sin hacer nada—Arturo miró al rey— ¿Padre?

Uther lo pensó por unos momentos y luego asintió.

—Tienes mi bendición.

El príncipe giró y miró a cada uno de los caballeros presentes.

—Necesito una docena de caballeros—indicó—Aquellos que no quieran luchar pueden hacerlo sin manchar su imagen… pero aquellos lo suficientemente valientes como para ser voluntarios deben saber… que las posibilidades de volver son escasas.

Durante unos breves momentos todos parecieron meditar sobre la decisión más difícil de su vida hasta que Sir León se adelantó. Luego, uno a uno, todos los caballeros presentes dieron un paso al frente, aceptando acompañar a su príncipe en aquella peligrosa misión. Sabían el peligro que eso significaban pero eran conscientes de que si morían, lo harían con honor.

...o0o…

Hermione dudó unos momentos antes de tocar suavemente la puerta de las cámaras de Gaius. El galeno, al abrir la puerta, la miró con sorpresa.

—No tienes que llamar, Hermione—le dijo—Nunca lo hiciste, en realidad.

Ella lo miró avergonzada.

—Lo siento es que… no sabía…—tartamudeó con incomodidad—Sólo quiero hablar con Merlín. ¿Puedo?

—Por supuesto, pasa.

Hermione ingresó con cuidado, observando a su alrededor para comprobar que Merlín no se encontraba allí.

—Está en su habitación. Hablamos pero creí que necesitaba un tiempo para meditar a solas. Quizás tu presencia lo ayude.

Ella no estaba segura. Después de todo, su última conversación no había acabado en buenos términos. Aún así, armándose de valor, se acercó a la habitación del mago y tocó suavemente para anunciar su presencia pero no esperó a que él le diera autorización a entrar, simplemente ingresó y cerró la puerta suavemente.

Él estaba sentado en la cama, con un pequeño de Dragón tallado en madera que su padre le había dejado a su lado mientras él dormía. Al verla, dejó el animalito a un lado y la miró fijamente.

—Si no me quieres, me iré.

Merlín, con los ojos rojos de tanto llorar, negó con la cabeza. Ella lo agradeció interiormente mientras iba a sentarse a su lado.

—Lamento mucho lo de tu padre—murmuró.

—Gracias. Hubiera… hubiera deseado tener más tiempo…—su voz se quebró pero hizo un enorme esfuerzo para recuperarse— Tenías razón, le dije que era su hijo y no me rechazó. Parecía feliz.

—Imaginé que se lo habías dicho. Después de recoger leña ambos tenían un nuevo brillo en sus ojos.

Merlín asintió, tembloroso. Cuando sintió las lágrimas llegar nuevamente a sus ojos se llevó las manos a la cara y las limpió con prisa.

—Gracias por el entierro—murmuró.

—Es lo menos que podía hacer—indicó tocando delicadamente el dije de corazón que pendía de su cuello.

Merlín miró el collar y el corazón se le encogió aún más.

—Mi padre dijo que yo podía enfrentarme al dragón… ¡Pero no puedo! Gaius me aseguró que el don de los Señores de los Dragones se heredan de padres a hijos pero cuando lo intenté no pude… —la miró a los ojos con cierto desespero— ¿Y si no soy lo suficientemente fuerte?

Hermione se inclinó sobre él y lo abrazó con fuerza. El mago tardó unos momentos en reaccionar pero terminó envolviendo el cuerpo de la princesa con sus brazos para atraerla contra su pecho. Enterró su rostro en la curva de su cuello mientras luchaba contra el llanto pero cuando sintió que las manos de Hermione se aferraban con firmeza a su espalda no pudo evitarlo por más tiempo y dejó que todo el dolor y la angustia que lo invadía salieran a la luz.

Lloró por todo lo que lo molestaba: por la muerte de su padre, por la trágica desgracia de amar a una mujer con todo su ser y saber que jamás podría tenerla por completo, por haber tenido que traicionar a Morgana de ese modo, por ser el culpable de la desgracia de Camelot. En ese momento se sentía tan inútil y ridículo, tan pequeño e insignificante que casi creía que iba a romperse en miles de partes pequeñas pero que lo único que impedía que se destrozara eran los brazos de Hermione que lo sostenían con gentil firmeza.

Cuando los sollozos se fueron aplacando, sintió que Hermione giraba suavemente el rostro para hablarle al oído.

—Serás el mago más poderoso de todos los tiempos—le aseguró.

…o0o…

Merlín silenciosamente ayudó a Arturo a colocarse la armadura para la batalla. El príncipe observó el rostro serio de su sirviente.

—Mira el lado positivo, Merlín—le dijo en un intento de levantarle el ánimo—Es probable que no tengas que limpiar esta armadura de nuevo.

El mago apenas hizo caso a su comentario.

—Debes ser cuidadoso hoy—le recomendó—No fuerces la batalla.

—Sí, sire—se burló Arturo.

—Hablo en serio.

—Puedo verlo—aseguró con una sonrisa.

—Debes dejar que las cosas sigan su curso.

Arturo rodó los ojos pero, de repente, una pregunta vino a su mente: ¿Qué las cosas sigan su curso quería decir que debía aceptar que su hermana estaba enamorado de Merlín y que él le devolvía sus sentimientos?

—Merlín, si muero… por favor…

— ¿Qué?

—Hermione… ella…—no sabía qué decir—Sólo no quiero que le pase nada malo.

—Nada malo le sucederá—le aseguró.

Arturo lo contempló con agradecimiento y, tras eso, tomó su espada, listo para luchar contra el Gran Dragón. Sin embargo, cuando volteó, contempló con sorpresa que Merlín también estaba allí con una espada en su mano.

— ¿Qué haces?—cuestionó.

—Voy contigo.

—Merlín—intentó hacerlo entrar en razón—lo más probable es que muera.

—Sí, probablemente lo harías si yo no estuviera allí—dijo con tono de broma aunque había cierta verdad en sus palabras.

— ¡Claro!—puso los ojos en blanco.

— ¿Tienes idea alguna de cuántas veces tuve que salvar tu trasero real?

—Bueno, al menos has recuperado el sentido del humor—dijo el príncipe antes de encaminarse hacia la puerta pero se detuvo antes de salir cuando se dio cuenta que Merlín lo seguía con completa decisión— ¿De verdad vas a enfrentar al Dragón conmigo?

—No voy a sentarme aquí y ver—dijo como si fuera obvio y ante la mirada incrédula del príncipe, añadió—Sé que es difícil de entender cómo me siento, pero… Bueno, esa armadura me importa mucho, no voy a permitir que la ensucies.

Arturo rió suavemente, divertido y sorprendido al mismo tiempo y Merlín lo imitó pero pronto la sonrisa se fue borrando lentamente cuando recordó demasiado bien que su magia había sido inútil la vez anterior.

—Será mejor que uno de nosotros dos regrese con vida—dijo el príncipe—O Hermione sería capaz de hacer algo ridículo como… aprender magia e invocar a nuestros fantasmas para matarnos de nuevo.

Arturo pegó con su puño suavemente el hombro de su sirviente antes de salir.

— ¿Hermione haciendo magia? ¡Demasiado ridículo!—dijo con sarcasmo Merlín para luego seguirlo.

…o0o…

Hermione miró con impotencia como Arturo, Merlín y los caballeros se alejaban de Camelot. Tenía el corazón encogido de preocupación pero no había nada que pudiera hacer por ellos. Su padre se había negado cuando le sugirió la posibilidad de acompañarlos y, como si supiera que se podría escapar, colocó dos guardias que la seguían todo el tiempo. ¡Incluso tenían órdenes de acompañarla en el interior de su habitación! Había gritado, pataleado y armado un alboroto por lo ridículo de aquello pero su padre no dio el brazo a torcer.

—Estarán bien—dijo una voz detrás de ella.

Hermione miró hacia allí y vio a una igual de preocupada Gwen.

—Eso espero.

La doncella asintió mientras se abrazaba a sí misma y miraba en dirección a Arturo.

—Lo estarán—indicó—Si no confiamos en ellos, ¿qué más nos queda?

Hermione la miró fijamente, conmovida por sus palabras. Pudo ver todo su cabello revuelto, sus manos ásperas a causa del trabajo y sus ojos cansados pero también una esperanza enorme hacia el hombre que amaba.

—He sido muy egoísta, Gwen—le dijo—y me disculpo.

— ¿Por qué dices eso?—preguntó la muchacha.

—Porque no te he preguntado cómo te encuentras… con todo esto—señaló a su alrededor—Imagino que debes extrañar a Morgana.

—Ella es fuerte—aseguró la doncella—Mucho más fuerte de lo que la gente imagina pero aún así, no puedo evitar preocuparme.

—Estará bien—intentó consolarla—Si no confiamos en su fortaleza, ¿qué más nos queda?

Gwen sonrió al oír sus propias palabras, aunque sabía que Hermione tenía razón. Ahora sólo les quedaba esperar a ver qué sucedía.

…o0o…

La zona en la que se llevaría a cabo la batalla quedaba a una distancia prudente del castillo. Aunque dado el gran tamaño de las alas del Gran Dragón, no le costaría demasiado alzar vuelto y acortar las distancias. Arturo, al igual que todos, miraba el cielo nocturno de modo vigilante. Cuando vieron a Kilgharrah, se puso el casco de su armadura encima de su cabeza.

—Manténgase firmes—le dijo con voz potente a sus caballeros.

Todos permanecieron en su posición con nerviosismo, viendo como el enorme dragón no dejaba de acercarse a ellos con velocidad. Merlín estaba demasiado aterrado como para poder, incluso, gritar. Los caballos que montaban comenzaron a impacientarse, advirtiendo el peligro en el que se encontraban, aumentando el nerviosismo de sus jinetes.

—Esperen—les ordenó con voz potente el príncipe— ¡Esperen!... ¡AHORA!

En cuando el enorme cuerpo del dragón voló sobre sus cabezas se desparramaron en el terreno abierto, formando un círculo. Kilgharrah se dejó caer sobre tierra y, antes de que cualquiera pudiera atacar, utilizó su enorme cola para golpearlos y bajarlos violentamente de los caballos, quienes huyeron aterrorizados.

El Gran dragón los vio correr y lanzó una enorme llamarada de su boca.

— ¡NO! ¡DETENTE!—le rogó Merlín mientras se levantaba de un brinco.

Arturo vio una lanza cerca de su mano. La tomó y, una vez de pie, se enfrentó a la bestia. Kilgharrah lo observe por unos segundos, como si estuviera reconsiderando la idea de que el príncipe muriese calcinado por su propio fuego, pero luego abrió la enorme boca y dejó salir todo su poder encima de él.

Merlín retrocedió, asustado, pero un profundo alivio llenó su cuerpo cuando comprobó que Arturo había sido lo suficientemente rápido como para apartarse, girando por el suelo, hasta quedar debajo del enorme pecho escamado. Viendo allí su oportunidad, se armó con toda la fuerza que era capaz de reunir e impulsó la lanza hacia adelante, perforando la dura carcasa de la piel del dragón.

Kilgharrah soltó un grito desgarrador. Alzó una de sus patas y con ella golpeó al príncipe, haciéndolo volar por el aire y quedar inconsciente en el suelo, junto al resto de sus caballeros.

Ahora sólo Merlín quedaba. Ahora el peso de aquella situación y el don heredado de su padre caían pesadamente sobre sus hombros. Se puso de pie lentamente mientras veía al dragón posarse delante de Arturo para acabar con lo que había empezado.

Del fondo de su mente llegó una voz profunda y calma que no pertenecía a nadie más que a su padre.

"Ahora eres el último Señor de los Dragones. Eres el único portador del ancestral don"

Él estaba allí en ese momento. Acompañándolo. Guiándolo.

"En lo profundo de tu ser, debes encontrar lo que Kilgharrah y tú comparten, ya que tu alma y la tuya son hermanas. Cuando le hablas como un familiar debe obedecer tu voluntad"

Todo fue claridad para él en ese momento. comprendió todo lo que antes no había podido ver. Supo que el miedo era innecesario. Sólo dejó que la magia antigua que vivía en él se hiciera cargo.

—¡Dragorn!—el grito hizo que Kilgharrah se detuviera de repente y lo contemplara—Non didilkai. Kar imiss, epsipass imalla soorkrat. Katostar abore ceriss. Katicur… me ta sentende divoless… Kar… krisass.

Abrumado por una completa resignación, el enorme dragón que tanto daño había causado a Camelot, no tuvo más opción que inclinar su cabeza sumisamente ante su amo.

Merlín sabía que debía de acabar con él. Miró al suelo y vio la lanza con la que Arturo había intentado asesinarlo. Se inclinó y la tomó.

—Soy el último en mi especie, Merlín—le dijo—Sea cuales sean los errores que he cometido, no me hagas responsable de la muerte de mi noble raza.

Merlín aferró la lanza más firmemente y, tras unos momentos, usando su fuerza, la impulsó hacia adelante. Kilgharrah rugió mientras cerraba los ojos pero no hacía amago alguno para moverse de su sitio, viendo ya su amargo final. Sin embargo, abrió los ojos cuando se dio cuenta que no había ninguna lanza atravesando su corazón.

— ¡VETE!—le ordenó Merlín gritando con furia—¡Márchate! ¡Si alguna vez atacas de nuevo Camelot…te mataré!

Kilgharrah hizo una reverencia, aceptando sus palabras con agradecimiento.

—Te he mostrado misericordia—le gritó Merlín dejando que la lanza cayera de sus manos—Ahora tú debes hacer lo mismo con los demás.

El enorme dragón no pudo estar más orgulloso de él.

—Joven mago, lo que has mostrado es lo que serás. No me olvidaré de tu clemencia. Estoy seguro que nuestros caminos se cruzarán de nuevo.

Extendió sus alas, dispuesto a marcharse, pero el grito de Merlín lo detuvo.

— ¡Espera!—le ordenó—Dime porqué diste parte de tu corazón. ¿Por qué ordenaste a Balinor hacer ese hechizo?

— ¡Oh, Balinor! Mi viejo amigo—murmuró recordando—Nuestros caminos se separaron trágicamente…

— ¡Dímelo!—insistió Merlín.

—La respuesta es más sencilla de la que tú o Lady Hermione imaginan—le dijo Kilgharrah—La razón por la que di parte de mi corazón fue porque siempre supe de las profecías de ustedes. Siempre supe de Arturo, de ti y de ella siendo tu guardiana.

—No me estás diciendo la verdad—lo acusó, pensando que había algo más allí que debía de estar ocultando.

— ¿A caso no puedo yo tener el mismo deseo que todo brujo, hechicero o mago que fue sometido por el rey? ¿No puedo querer que la magia reviva en el mundo lejos del temor de Uther Pendragon? Piénsalo de este modo, joven mago, mi corazón, es mi pequeño grano de arena para cumplir una misión que va más allá de todos.

Y tras estas últimas palabras, abrió nuevamente sus alas y voló lejos de Camelot.

…o0o…

Hermione había corrido a abrazar a su hermano cuando lo vio llegar y no había dudado ni segundo para lanzarse también en brazos de Merlín. Sin embargo, había tenido que apartarse pronto para no generar sospechas. Después de todo, los guardias que su padre había puesto detrás de ella no dejaban de seguirla aún. Fue recién a la mañana siguiente cuando el monarca les dio otra misión que cumplir cuando se sintió lo suficientemente libre como para respirar con normalidad.

—¡Gracias al Cielo!—había exclamado Ingrid mientras la preparaba para iniciar aquel nuevo día y asistir a la reunión que tenían programada con su padre y el resto del consejo—Otra ventaja de no ser princesa es que tengo la posibilidad de ir a donde quiero, cuando quiero, sin que estén detrás de mío como perros de caza.

— ¡Y yo que quería proponerte que intercambiemos puestos!—se burló Hermione.

— ¡Nunca más! Una vez ya fue suficiente. Anduve todo el tiempo con los nervios de punta temiendo ser descubierta.

—Hiciste un buen trabajo—le aseguró—Nadie sospechó.

—Creo que fue porque todos empezamos a enfermar misteriosamente, mi lady, y no por mis capacidades de actuación… ¡Listo! Ahora está lista para continuar con su día.

Hermione le sonrió a través del reflejo del espejo y luego de agradecérselo partió. En el camino se encontró con Arturo y Merlín y, nada más verla, ambos la saludaron: Arturo con una felicidad inmensa y Merlín con una tímida reverencia.

— ¿Qué se siente saber que tienes un hermano capaz de derrotar a un Dragón?

Ella que, a pesar de no haber escuchado la historia oficial de lo acontecido, sospechaba que Merlín tenía mucho más importancia en los hechos de lo que todos creían, rodó los ojos.

—Realmente no sé qué decir—confesó—No sé si sentirme orgullosa por tu logro o preocuparme por cómo se agrandó tu ego.

— ¡Ey! No cualquiera mata a un dragón.

—No, tienes razón. Pero quizás fue un golpe de suerte.

— ¡Hermione!—protestó— ¿A caso no puedes estar feliz?

—Lo estoy, mucho—le aseguró tomando su brazo para que la escoltara a la cámara donde se realizaría la reunión—pero estoy mucho más feliz porque has regresado sano.

Entraron a la sala donde ya todos los demás presentes los esperaban y se sentaron frente a la mesa, al lado del rey.

—Hemos sorteado una difícil etapa—comenzó a decir Uther—pero gracias a la audacia y la inteligencia de mi hijo y de sus caballeros hoy estamos aquí, más que dispuestos a seguir adelante. El camino que nos queda por recorrer no será sencillo. Por el contrario, será arduo, cansador y difícil. Debemos volver a reconstruir este castillo y este reino y continuar demostrando a todo aquel que quiera derrotarnos que no daremos marcha atrás. ¡Sobre todo contra la magia! ¡Camelot ha derrotado un enorme dragón! ¡El último! Lo demás no podrá contra nosotros.

Hermione se abstuvo de resoplar. ¿A caso su padre jamás aprendería? ¿No se daba cuenta que su mismo odio hacia estos seres fue lo que llevó a Camelot a casi ser reducida a cenizas? Además, ese discurso de creerse invencible era peligroso, especialmente ahora que Morgana estaba en manos de Morgause.

Después de aquellas palabras, el rey puso su concentración en lo que debían de resolver inmediatamente. Se dispuso una orden para contratar obreros que reparen el castillo, se firmó una orden para dar una justa remuneración a aquellas familias que habían perdido todo en el ataque e incluso Uther insistió en que se buscase el modo de recuperar la mayor cantidad posible de cultivos para luego sembrar más.

Verlo tan preocupado por el reino que tanto quería era algo que a Hermione la ponía muy orgullosa. Más allá de la ciega sed de venganza contra la magia, él era un buen rey. Uno imperfecto pero que sólo quería el bien para Camelot.

Unos golpes en la puerta sorprendieron a todos los presentes.

—Adelante—ordenó el rey.

Un guardia llegó e hizo una reverencia corta antes de entregar una carta al rey. Cuando éste le indicó que se marchara, el hombre negó con la cabeza.

—La carta no ha llegado sola, mi lord—dijo.

— ¿A qué te refieres?

—Hay cinco carros con alimentos, semillas para siembra y elementos medicinales.

Uther miró extrañado al guardia pero no tardó en romper el sello de la carta y leer lo que decía. Sus ojos se fueron ampliando a medida que leía las palabras escritas con prolija letra.

— ¿Qué es, padre?—inquirió Arturo sin poder contener la curiosidad—¿Quién manda todo eso?

—Lord Salazar Slytherin—murmuró.

— ¡Imposible!—exclamó Hermione.

—Dice que, a pesar de que sabe que esto no es suficiente para solventar tan dificultosa situación, espera poder ayudar…—volvió a posar los ojos en la carta—También se disculpa por no poder venir en persona y… —se silenció de repente.

— ¿Y qué?—preguntó Arturo con impaciencia, incapaz de creer que ese arrogante bastardo haya mandado todo gratis.

—Y pide el honor de recibir la visita de Hermione en su castillo—terminó su padre.

Arturo tardó unos momentos en comprender lo que aquello podía significar y en seguida su mente comenzó a gritar para encerrar a su hermana en alguna de las torres más altas del castillo con tal de que ese idiota no pudiera llegar a ella.

— ¡No!

El grito no vino de Arturo, como Merlín esperanzadamente deseaba, sino de la misma Hermione, quien se había puesto de pie de inmediato y miraba con enfado a su padre.

— ¡Ni siquiera pienses que puedo desear ir con él! ¡Rechaza sus cosas si es necesario!

Uther la miró con enfado.

—No puedo hacer eso, Hermione—le dijo—Rechazarlo sería una terrible ofensa. Además, no dice que tienes que ir como forma de pago.

Eso suavizó las expresiones de la joven.

—No, claro no, pero irás de todos modos—añadió el rey.

— ¡PADRE!

—Hermione, por favor, comprende…

—El que no parece comprender eres tú—le aseguró.

Uther pudo sentir la mirada de todos los presentes encima de él y supo que era momento de tener una conversación privada con su hija. Les hizo una seña para que todos los dejaran a solas y así lo hicieron. Merlín no pudo evitar lanzar una última mirada a Hermione, sintiendo que finalmente la estaba perdiendo para siempre.

—Arturo, tú también—le ordenó el rey.

—No me iré. Esto me compete tanto a ella como a mí. Es de Hermione de quien estamos hablando. No dejaré que la vendas al mejor postor.

El rey miró con indignación a su hijo.

—No haré tal cosa, Arturo. Pero es una cuestión lógica. Piensa en Camelot, piensa en el gran beneficio que traería un matrimonio entre ellos.

—Prefiero pensar en la felicidad de mi hermana—replicó con frialdad—Además, puede que él no quiera pedirle matrimonio.

Uther bufó.

—Claro que quiere. No soy tonto. Pude ver inmediatamente sus intenciones.

—Por favor, padre—rogó Hermione—No me mandes con él.

—Dame una buena razón para no hacerlo.

—Porque… eg… —pensó en una excusa— ¡Porque no podré soportar el estar allí cuando sé que Morgana está a merced de esa bruja!

El rostro de Uther se suavizó notablemente al oír esas palabras. Él mejor que nadie sabía lo que era sentir la ausencia de Morgana.

—De acuerdo—murmuró—pero le escribiré prometiendo que irás en el futuro.

Hermione asintió.

—Gracias, padre.

Nada más salir de las cámaras, Arturo maldijo entre dientes. Hermione no le hizo caso alguno pero él no se iba a contentar con pasar desapercibido. Ellos caminaron por los pasillos del castillo juntos, sin tener rumbo fijo.

—No irás ni ahora ni nunca—le gruñó— ¡Qué descaro!

—Arturo, si voy o no, no es algo que puedas decidir tú. Al menos, no hasta que seas rey.

El príncipe volvió a gruñir una maldición contra Slytherin

— ¡Más vale que le digas que no si te pide matrimonio!

Hermione rodó los ojos.

—Nuevamente, eso es algo que no puedes decidir…sino yo.

— ¡Lo mataré si te toca!

— ¡Por todos los Cielos! ¿Quieres dejar de exagerar la situación?—le pidió—No tengo intención alguna de casarme con él y menos aún de dejar que me toque de modo indebido. ¿Me crees tan tonta como para dejarlo? Sé defenderme, Arturo, no tengas dudas de eso.

—Lo sé, pero…

— ¿Por qué no acordamos algo?—se detuvo y Arturo la imitó— Prométeme que simplemente me ayudarás cuando veas que yo misma no puedo salir de mis problemas o cuando vaya a ti a pedirte que intervengas…

Arturo la miró como si se hubiese vuelto loca.

—No puedo prometer tal cosa, Hermione. No porque no quiera sino porque sé que, si lo hago, me veré en la obligación de romper esa promesa. Eres mi hermana y jamás, jamás dejaré de meterme en tus asuntos.

El príncipe se despidió tras estas palabras y luego se alejó.

Hermione lo miró partir y luego suspiró. Era una fortuna para él que lo amara tanto porque sino ya hubiera sufrido su furia por ser tan metomentodo. Sabía que su intención era buena pero eso no quería decir que tenía derecho a tomar sus decisiones o pelear sus batallas.

¡¿Y en qué rayos estaba pensando Slytherin?! , se preguntó. ¿A caso no imaginó nunca que ella no aceptaría jamás tal cosa? Creía habérselo dejado demasiado claro la última vez que se vieron.

Hermione suspiró con cansancio. Luego iría a hablar con Godric para pedirle que por favor le dijera a Slytherin que dejase de molestarla. Además, aún tenía que hablarle sobre la carta que le había escrito semanas atrás y que ella no había respondido.

Se encaminó hacia las cámaras del galeno y de Merlín, más que interesada en oír lo sucedido la noche anterior con el dragón. Esta vez no tocó, pensando que la última conversación que había tenido con el mago no había dejado tan tensa su relación. Sin embargo, nada más entrar, se topó con el rostro serio de su antiguo amigo. Estaba solo, sentado frente a una mesa mirando la nada

— ¿Qué sucede?—le preguntó.

—Supongo que debo darte mis felicitaciones—murmuró sin mirarla.

Hermione no podía creer lo que estaba sucediendo.

— ¿Eso quiere decir que estás feliz porque me caso con Salazar?—inquirió colocando los brazos en jarras— ¿Qué irás a mi boda y me verás caminar hacia él?

Los labios de Merlín se apretaron tanto que se volvieron una pequeña línea.

—¿Quiere decir que quieres verme casada con él, tener sus hijos y envejecer a su lado siendo la mujer más miserable del mundo?—siguió.

Los ojos de Merlín volaron inmediatamente a su rostro.

— ¡No! No quiero que estés casada con él—le aseguró con cierta violencia, poniéndose de pie de un salto— ¡No quiero ni imaginar que seas su esposa! ¡Me disgusta incluso la idea que te que bese! ¡Y no quiero ni pensar en la noche de bodas donde te tendrá…! Te tendrá de un modo en el que yo sólo puedo soñar.

La angustia que sentía era tan palpable que Hermione se quedó unos momentos incapaz de articular palabra alguna. Sin embargo, luego de unos momentos, volvió a recordar su enojo anterior.

—Deberías pensar mejor en lo que quieres—le dijo entre dientes—No quieres que esté contigo pero tampoco quieres que esté con nadie. Es un poco egoísta, ¿no crees?

—Yo…yo…

—Ahórratelo—ordenó—Y aunque no mereces que te diga esto, te informo que no me casaré con él. Ni ahora ni nunca.

— ¿No lo harás?

—Creí haberte dicho una vez que nunca me casaría con alguien a quien no ame...—tomó aire con profundidad—Estoy cansada de esto, Merlín. Estoy cansada de esto—hizo un movimiento con sus manos entre ellos dos—Cuando me necesitas, allí estoy para ti y yo creo que estamos bien pero luego volvemos a discutir tan absurdamente. Si no quieres estar conmigo, si no me quieres, puedo entenderlo pero…

—Te quiero—aseguró él, interrumpiéndola—pero esto es lo mejor, Hermione.

— ¡¿Cómo eso es posible?!—inquirió estupefacta.

—No lo entenderías…

—Explícamelo.

—No creo que…

—Te lo ordeno.

Merlín la miró sin poder dar crédito a sus palabras. Ella jamás utilizaba su poder para hacerse obedecer salvo que no fuera absolutamente necesario. Sabía que podía mentirle y sería tan fácil inventar cualquier tonta excusa pero no quería hacerlo.

—El cristal de Neathid me mostró mucho más que la destrucción que causaría el Gran Dragón. Si eso se hizo realidad, no hay duda alguna que lo otro también.

— ¿Qué es lo que viste?—preguntó, incapaz de imaginar algo que justificara que él rompiera con ella.

—Te vi a ti, de regreso al futuro, abrazando a un hombre. Ambos se veían demasiado felices.

—Merlín, eso no es posible—le aseguró.

— ¡Lo vi, Hermione! ¡Es totalmente posible! Vi a Kilgharrah destruyendo Camelot luego de que yo lo liberara y todo eso sucedió.

—Sí, pero esto es diferente—insistió—Yo no puedo volver al futuro.

—Pero lo vi…

—Merlín, déjame explicarte algo—le señaló un silla para que volviera a sentarse. Él dudó unos momentos pero luego se dejó caer aunque no con muchos ánimos—No puedo regresar al futuro. Primero, porque no sé cómo hacerlo y, segundo, porque si lo hiciese, moriría.

Los ojos del mago se abrieron enormemente al oír esto.

— ¡¿Qué?!

—Pasé diecinueve años en el futuro y, el final de mis días allí, las pasé enferma. No mentí a nadie al decir que estaba grave. Perdí mis fuerzas, perdí mi magia. Me estaba consumiendo poco a poco hasta que… morí.

Merlín apenas podía creer lo que oía pero no interrumpió a Hermione en todo el momento en que ella comenzó a relatarle todo lo que había aprendido sobre su condición: Nimueh la había raptado como venganza, la había mandado al futuro cuando los caballeros de Uther la rodearon pero la había traído de regreso cuando la vida de Hermione acabó para seguir viviendo aquí. Se enteró que los viajes temporales son peligrosos, que se puede cambiar en mayor o menor medida en futuro, que eso es lo que siempre la había preocupado y que un hechicero no puede estar fuera de su tiempo por mucho porque comienza a debilitarse y a consumirse, como le había sucedido a ella. Si Hermione había sobrevivido a aquello era porque Nimueh la había rescatado.

—Pero yo lo vi—insistió él, finalmente.

—Merlín, ya te dije que…

—No, escúchame. Te vi a ti y a él abrazados. Sé que era el futuro porque yo no reconocía nada de lo que había alrededor y no era el pasado. De hecho, te veías mayor a lo que te vez ahora. Sucederá, Hermione, irás al futuro.

—Pero regresare, si es que eso de ir allí es posible—aseguró—Por cierto, ¿cómo era él?

—Cabello oscuro, ojos verdes, usaba lentes…

Hermione rió inmediatamente, interrumpiendo su descripción. Al darse cuenta que Merlín la contemplaba fijamente, procuró calmarse.

—Harry no me ama—le aseguró—No de esa manera. Nos queremos muchísimo pero nunca sucedió ni sucederá nada entre nosotros. Él… él es… era mi mejor amigo. Lo conozco desde que tengo once años y hemos pasado por muchas cosas juntos—se ruborizó levemente—y admitiré que en el pasado sentí cierta atracción por él pero ya no. Si lo volviera a ver, me sentiría muy feliz pero sólo porque sabré que él se encuentra bien.

—Pero él te ama.

—No de ese modo—aseguró—Él vio lo peor y mejor de mí pero somos como hermanos.

Escuchar eso era un gran alivio para Merlín. Aún estaba algo preocupado pero si Hermione decía la verdad, y no había razón para creer que le mentiría, todo lo que había hecho había sido una completa estupidez.

—Lo único que me molesta ahora es que él cree que estoy muerta—murmuró con tristeza Hermione—Quizás eso es lo mejor.

— ¿Lo extrañas?

—Mucho.

—Si… si pudieras regresar al futuro y no sucediese nada malo, ¿lo harías?—pregunto con cuidado.

—Pero no puedo.

— ¿Y si pudieras?—insistió.

Ella entendió rápidamente la razón que motivaba a Merlín a preguntar aquello.

—No lo haría. No puedo simplemente abandonar mi vida aquí sin nada más. No puedo abandonar a Arturo, a mi padre, a Ingrid, Gaius y… y mucho menos a ti.

Merlín cerró los ojos, abatido.

— ¡Soy un estúpido!—gimió.

Hermione contuvo una sonrisa.

—Lo eres—asintió.

Los ojos lastimeros y arrepentidos de él alzaron su rostro a ella.

— ¿Podrás alguna vez perdonarme?—le preguntó.

— ¿Perdonarte involucraría aceptarte nuevamente como algo más que mi amigo?—preguntó suavemente, algo emocionada por estar al lado de él nuevamente.

— ¡Dios, sí! No quiero que nadie más te bese o te toque… Sé que es una completa locura después de lo que te hice y entenderé que no me aceptes nuevamente pero te ruego que lo pienses.

—Merlín, no tengo que pensarlo.

El rostro del mago cayó.

—Entiendo—murmuró.

—Soy tu guardiana, no puedo simplemente apartarme de ti así sin más.

— ¿No estás diciéndome que no quieres regresar conmigo?

—No... Quiero regresar contigo.

Hermione apenas pudo reaccionar cuando Merlín se puso de un golpe de pie y corrió hacia ella para abrazarla y besarla tan profundamente que sintió que sus rodillas se debilitaban. Las manos del mago la sostuvieron todo el tiempo, incluso cuando dejó su boca se desvió hacia sus mejillas y luego su cuello.

Sin embargo, una toz demasiado forzada sonó en la habitación, consiguiendo que se separaran rápidamente, rojos, con la respiración agitada y despeinados.

— ¿Debo suponer que finalmente han resuelto sus diferencias?—preguntó Gaius contemplándolos con seriedad.

—Eh… sí—murmuró Merlín, tomando la mano de Hermione entre la suya con afecto.

—Estoy feliz por ustedes; sin embargo, les recomiendo que no se tomen de las manos y que ambos se arreglen un poco para no verse tan desalineados porque Arturo está buscándote, Merlín y, sin importar lo que digas, él no es tan tonto como para no sacar conclusiones.

Y, como si fuera un mal augurio, se oyó la voz del príncipe.

— ¡MERLÍN!

El mago soltó de inmediato a Hermione e intentó peinarse con los dedos mientras que ella, a toda velocidad, le acomodaba el pañuelo y extendía con las manos la tela de su camisa.

— ¡MERLÍN! ¿DÓNDE DEMONIOS TE HAS METIDO?

A pesar de que debía salir corriendo a toda velocidad para evitar que llegue el príncipe y vea a su hermana, se tomó el tiempo para dejar un rápido beso en la mejilla de la princesa antes de irse.

Hermione sonrió y lo vio partir, sintiéndose nuevamente en paz.

En ese momento, cuando la felicidad era tan abrumadora, era difícil pensar en un futuro oscuro. Sin embargo, a pesar de que el tiempo pasaría, nuevos acontecimientos estarían llevándose a cabo. Algunos buenos, otros no tanto.


¡Hola! Finalmente hemos llegado al final de la segunda temporada. ¿Qué les pareció? Se aceptan tanto tomatazos como flores... personalmente, me gustó este capítulo. Tiene sus cosas buenas, creo yo. Ya me dirán ustedes.

Para la tercera temporada tengo preparada la llegada de alguien ;) ¿alguien se atreve a adivinar?

Adelanto del siguiente capítulo:

Abrió en una página al azar y leyó algunas frases sueltas, sonriendo al reconocer algunas líneas que Hermione había recitado de memoria. Estaba dando vueltas a las páginas cuando sintió que algo caía del interior. Pensó que quizás era alguna página suelta pero cuando se inclino para tomarlo vio que era un trozo de pergamino amarillento y viejo, doblado perfectamente a la mitad. Lo abrió con cuidado, dándose cuenta que el doblez estaba tan marcado que en cualquier momento podía cortarse.

Advirtió que se trataba de una carta por la forma en que estaba escrita. Sin embargo, cuando sus ojos se posaron en la primera frase, la que informaba sobre el destinatario, su corazón casi se detuvo y todo su cuerpo se tensó en una ansiedad abrumadora.

Querida Hermione:

Así comenzaba y aunque sus ojos se deslizaron por las palabras que siguieron inmediatamente tuvo que leer varias veces para estar seguro que no estaba siendo engañado por su propia mente y que lo que leía no era ningún tipo de alucinación.