Capítulo 13. Compartiendo un Destino.
Elliot apenas y podía respirar. Ella ya no hallaba qué hacer para mantenerlo con vida.
- No te esfuerces.- pidió él.- No puedes hacer nada.
- Lo lamento.- murmuró ella.- Lo siento mucho...
- Tú no tuviste culpa de nada. Soy yo quien debe ofrecerte una disculpa por haberte arrastrado hasta esto...
- No me arrastraste a nada.- replicó ella.- Yo quise venir por voluntad propia.
- Y yo no debí haberte dejado.- murmuró Elliot.
Ella se sentía mal. Había cambios raros sucediendo en su cuerpo, ella podía sentirlos.
- Tus alas no tardarán en aparecer.- comentó Elliot.- Me hubiera gustado el verte como un Ángel completo...
- ¿Estás seguro de que podré con esto?.- musitó ella.
- Lo estoy.- asintió él.- Porque desde un principio, tú fuiste una de las Escogidas.
Ella trató de asimilar todo lo que él le había dicho en ese momento: Ella era un Ángel, y la misión de Elliot era el prepararla para actuar como uno, pero todo salió mal cuando él se enamoró de ella... Y ella de él...
Elliot había intentando ocupar el lugar que le estaba destinado a ella, porque sabía que mucha gente intentaría matarla antes de que pudiera cumplir su misión, además de que ella tendría que sufrir mucho por culpa de su Protegido... Y Elliot no podría permitirlo. Se había enamorado de esa chica frágil cuyo futuro sería ser el Ángel la Esperanza, el Ángel que más pérdidas tendría por culpa de su destino... Y él hubiera hecho todo lo posible por impedir que ella sufriera en lo más mínimo... Habría dado su vida por ella, y eso era al final lo que había pasado, ya que al intentar interponerse en el camino del Futuro, Elliot había pagado un castigo muy caro...
- No debí haberme interpuesto.- musitó Elliot.- Solo te causé más dolor. Pretendí ser un Ángel y terminé por convertirme en Demonio.
- No eres un demonio.- replicó ella.- Un demonio no habría intentado salvarme la vida.
Por varios minutos, ninguno de los dos dijo nada. Ella sintió que él se aferraba a la vida con sus últimas fuerzas.
- Me dijeron que solo una mujer puede ser un Ángel... .- murmuró Elliot.- Y ahora creo entender el motivo.
- ¿Cuál es el motivo?.- ella quería conocer el motivo por el cual le sería arrancado de su lado al único muchacho a quien ella había amado.
- Ya lo sabrás a su debido tiempo, Azu.- Elliot esbozó una enigmática sonrisa.
El viento arreció. Elliot estaba por dar su último suspiro...
- Por favor, Azu.- murmuró Elliot.- Sigue peleando hasta el final... Nunca te dejes vencer... Hazlo por mí...
- Lo haré, Elliot.- musitó ella.- Es una promesa...
Elliot dio su último suspiro. Ella miró la sonrisa que aun adornaba su rostro. Y fue cuando supo que si quería cumplir su promesa, debía creer en su Destino...
Lily abrió los ojos. La luz del ocaso entraba por la ventana y le caía en el rostro, quizás era eso lo que la había despertado. Genzo estaba sentado en la cama, mirándola dormir. Ella se sintió un poco perturbada.
- Quisiera saber lo que sueñas.- comentó Genzo.- Se nota que, sea lo que sea, nunca es nada agradable.
- Yo no sueño cosas agradables.- replicó Lily, desviando la mirada.
- Me imagino que no.- murmuró Genzo.- ¿Con qué sueña un Ángel?
- Con cosas que ni te imaginas.- respondió Lily.- Cosas de las que no te gustaría enterarte.
- ¿Y por qué no?.- quiso saber Genzo.- ¿Qué podrías soñar que pudiera asustarme?
- Yo no sueño con mi boda, ni como sería mi vida si fuera una cantante famosa.- replicó Lily.
- Eso ya lo eres, ¿no?.- sonrió Genzo.
- Solo pretendo ser una cantante, no creo ser famosa.- replicó Lily, con otra sonrisa.
- Claro que lo eres.- contradijo Genzo.- ¿Sabes? Hasta cierto punto, soy tu fan.
- ¿En serio?.- Lily soltó una risa incrédula.- No te creo. A puesto a que ni te sabes el nombre de al menos una de mis canciones.
- ¿Qué no?.- desafío Genzo.- ¿Qué me das si te digo tres de las que yo considero que son tus mejores canciones?
- Lo que quieras.- Lily aceptó el reto.
- Bien, pues comenzaré por decirte que me encanta la canción de "Angel".- dijo Genzo.- Se nota que pusiste tu corazón al escribirla.
- ¿Cómo sabes que yo la escribí?.- se sorprendió Lily.
- Te lo dije; soy tu fan.- Genzo sonrió.- ¿Continuo?
Lily asintió, fascinada.
- Otra de las que más me gustan es "El color de los sueños".- dijo Genzo.- Expresa mucho acerca de tus sentimientos.
- ¿Cómo sabes tú que expresa mis sentimientos?.- exclamó Lily.
- Aunque no me lo creas, puedo leer entre líneas.- Genzo volvió a sonreír.- Además, ya te lo dije: soy tu fan.
- Te falta la tercera.- dijo Lily.
- Pues bien, yo creo que la mejor de todas es "Whenever you near me".- contestó Genzo.- Todas tus canciones me gustan, pero ésa... Vaya, no sé cómo decirlo. Solo siento que se nota que escribiste esa canción pensando en alguien a quien amaste mucho.
Lily no respondió. Súbitamente, la imagen de Elliot inundó su mente. Genzo, que cada vez estaba más conectado con su Ángel, sintió ese remolino de tristeza.
- Lo lamento.- dijo él.- Has sufrido mucho, ¿verdad? Te han pasado muchas cosas muy desagradables.
Lily asintió con la cabeza, tratando de contener las lágrimas.
- Dime algo.- pidió Genzo.- ¿Tú sufriste por culpa de...? Bueno, ¿fue todo esto de ser un Ángel lo que te hizo sufrir tanto en el pasado?
- Sí.- musitó Lily.- Yo lo perdí todo...
- ¿Por mi culpa?.- quiso saber Genzo, adivinando ese pensamiento que Lily se esforzaba por contener.
- Sí.- Lily volvió a asentir.- Para convertirme en tu Ángel, yo sufrí muchas pérdidas. Tuve que alejarme de toda la gente a quien amaba y perderlo todo, incluso mi verdadera identidad, para poder convertirme en tu Guardiana.
Genzo se sintió mal. Él nunca pensó que ella hubiese tenido que sufrir tanto por culpa suya...
- Perdóname.- dijo Genzo, con sinceridad.- Te he lastimado demasiado.
- No fue tu culpa.- Lily se encogió de hombros.- Estamos unidos por el mismo destino y nada podemos hacer contra eso, ninguno de los dos podía evitarlo.
- ¿Estás arrepentida?.- quiso saber Genzo.- ¿Te hubiera gustado nunca ser mi Ángel?
Lily se quedó callada por varios minutos, analizando sus sentimientos. Genzo estaba ansioso por saber su respuesta, se había hecho dependiente en muy poco tiempo de su Ángel y había llegado a amarla, y si ella le decía que hubiese preferido nunca conocerlo... Él quizás no lo soportaría...
- Durante mucho tiempo te odié, sin conocerte.- confesó Lily.- Por ti tuve que alejarme de mis padres, mi familia, mis amigos, hasta de mi propio nombre. Perdí todo lo que conocía y mi identidad, todo por un hombre al que no conocía y al que no sabía si tenía deseos de conocer.
Genzo no supo que responder. Se sintió peor que nunca.
- Durante muchos años lo que me mantuvo peleando y con vida fue una promesa que le hice al único muchacho al que he amado realmente toda mi vida.- continuó Lily.- Y siempre me preguntaba si podría cumplir con mi misión, si en vez de Ángel no sería yo tu Demonio por tener deseos de acabar contigo por quitarme sin querer todo lo que yo quería.
- Entiendo.- musitó Genzo, con la cabeza gacha.
- Pero luego te conocí, y en el primer momento en que me vi en tus ojos supe que todo había valido la pena, supe que era mi Destino el estar a tu lado y protegerte de todo, supe que yo había nacido para hacerte feliz y que al final se cumpliría conmigo lo que se ha cumplido con todos los Ángeles y sus Protegidos. Supe que querría estar por siempre a tu lado, peleando hasta el último suspiro.
Genzo no supo que decir. Él levantó la mirada y vio en los ojos de Lily a la Esperanza. Fue cuando ambos comprendieron que no habría Amor más fuerte que el que surgía entre un Elegido y su Ángel.
- Bueno.- Lily bajó la mirada, apenada.- Puedes pedirme lo que quieras, ganaste el reto.
Ella no obtuvo respuesta, por lo que se vio obligada a mirar a Genzo a los ojos otra vez. Él tomó el rostro de Lily entre sus manos y la besó durante largo rato.
- Esto es todo lo que yo quiero.- murmuró Genzo, cuando la soltó.
Era inevitable. Era su Destino...
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Haydee contemplaba la puesta de sol. Los tonos rojizos del cielo le producían una falsa sensación de calma y paz. Ken llegó y se sentó junto a ella.
- Estás muy pensativa.- comentó Ken.
- No es para menos.- replicó Haydee.- Perdimos a una gran amiga y otra más se pasó del otro lado.
- Supongo que esto empeora las cosas.- comentó Ken.
- ¿Bromeas?.- Haydee lo miró con cara de "hello con tu hello".- Estamos metidos hasta el cuello en problemas. Sorimachi no tiene quién lo proteja, Tsubasa se ha quedado viudo y el equilibrio entre el Odio y el Amor se ha roto.
- Y tenemos a un Demonio cautivo, el cual parece estar sufriendo mucho.- añadió Ken.
- Isa está sufriendo porque le falta su contraparte.- explicó Haydee.- Ya te lo dije: la pérdida del equilibrio. No puede existir el Odio sin el Amor y viceversa.
- ¿O sea que Isa va a morir?
- Peor que eso: puede dejar al mundo sin sentimientos.- replicó Haydee.
Ken consideró lo dicho por algunos momentos. No terminaba de comprender todo, pero sabía que un mundo sin sentimientos no era algo que sonara como bueno.
- Vi que charlaste con Tsubasa.- comentó Ken, después de un rato.- No sé qué le dijiste, pero él sintió mucho más reconfortado.
- Hice lo que pude.- Haydee se encogió de hombros.
- ¿Sabes? Varios intentamos hablar con él, pero ni siquiera Wakabayashi y Misaki, que son sus mejores amigos, consiguieron tranquilizarlo como lo hiciste tú. ¿Qué fue lo que hiciste?
- Solo charlé con él.- insistió Haydee.
- No, hiciste algo más.- negó Ken.- Usaste alguna especie de hechizo, lo sé, porque algo similar hiciste conmigo cuando murió Hana. Yo creí que nunca podría recuperarme pero tú lograste el milagro... Me hiciste sobreponerme al dolor. ¿Qué clase de hechizo lanzaste?
- No fue un hechizo.- contradijo Haydee.- Fue mi poder especial.
- ¿Tu poder especial?.- Ken preguntó, aunque ya se lo imaginaba.
- Soy el Ángel de la Misericordia.- explicó Haydee.- ¿Con eso te basta?
Ella le sonrió. Ken lo sintió, muy dentro, muy profundo... Ese sentimiento que le había salvado a él la vida.
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Tsubasa contemplaba el cuerpo inerte de Sanae. Ella parecía estar dormida, aunque él sabía que no era así... Sanae se encontraba dentro de una caja de cristal, cual Blancanieves en su sueño pasajero. Rika terminaba de dar los últimos ajustes al féretro de cristal que conservaría el cuerpo de Sanae.
- ¿Algún día ella volverá¡.- preguntó Tsubasa, con un hilo de voz.
- Quizás.- admitió Rika.- No es imposible.
- ¿Hay alguna forma?.- Tsubasa vio un destello de Esperanza.
- Tal vez.- dijo Rika.- Pero no la conozco. Tendrás que preguntarle a Lily: Ella es el Ángel de la Esperanza.
- ¿Y eso qué tiene que ver?.- quiso saber Taro.
- Que sin Esperanza, no se puede creer en la posibilidad de que todo puede salir bien al final.- respondió Rika.
El Ángel del Amor dormía su sueño tranquilo. Unos cuantos metros más allá, el Demonio del Odio se retorcía en su caja de cristal.
- ¿Qué va a pasar con ella?.- quiso saber Tsubasa.
- Va a ir perdiendo fuerzas.- contestó Rika.- Poco a poco, hasta que muera.
- Deberían dejarla morir ya.- gruñó Tsubasa, con rabia.
- No podemos permitirlo.- negó Rika.
- ¡Ella mató a mi esposa!.- gritó Tsubasa.
- Sí, y si Isa muere, la posibilidad de que Sanae regrese se reducirá a cero.- replicó Rika.- No puede existir el Amor sin el Odio.
Tsubasa no podía creerlo. Si quería que Sanae regresara, tendrían que mantener con vida a la mujer que había sido la responsable de su partida.
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Kaori Matsumoto estaba por irse a casa. Se la había pasado toda la tarde peleando unos contratos para Kojiro Hyuga, el cual seguía siendo su protegido. Ella sabía que él estaba triste por la muerte de uno de sus mejores amigos, era comprensible, de hecho, Kaori también se sentía triste por la muerte de Sawada, ya que ella también sentía un cariño especial por el muchacho. Kaori suspiró. Ya era noche, deseaba ir a casa y tomar un largo baño.
La puerta de su oficina se abrió. Kaori, sin darse la vuelta, le habló al desconocido visitante.
- Sea lo que sea, mañana lo veremos.- dijo Kaori.- Estoy cansada y quiero irme a casa.
- Me parece que eso último no será posible.- dijo una voz fría como el hielo mismo.- Pero quizás pueda ayudar con lo primero.
Kaori volteó y se encontró con una mujer muy delgada, muy pálida, de cabello negro y corto y peinado a un estilo que a Matsumoto le recordó mucho a Tsubasa Ozhora. La mujer poseía unos fríos ojos del color de la obsidiana y de su espalda salían un par de... ¿Alas? Sí, eran alas, las más negras y extrañas que Kaori había visto, si consideraba que ella nunca había visto a un ser humando con alas, fueran del color que fueran.
- Buenas noches, señorita Matsumoto.- dijo Katya.- Espero que pueda descansar en paz.
Kaori supo que la horrible oscuridad que se dirigía hacia ella solo podía significar que su presencia en este mundo estaba por terminar.
