Capítulo 15. Muerte y Caos.

El día en que la vida de ella cambió empezó como cualquier otro. Ella se encontraba en la Ciudad de México, junto con todos sus compañeros de escuela. Ella y sus amigas habían conseguido llegar a la final del Campeonato Nacional de Volleyball femenil, así como Elliot y sus chicos habían llegado a la final Varonil. Era un sueño en común, un sueño que inició con algo tan simple como una sonrisa.

La final se jugaría en un par de días. Elliot le dijo a ella que tendría que ir al Bosque de Chapultepec a entregar información.

- ¿Es sobre "eso"?.- ella hablaba de las Alas Guerreras.

- Sí.- asintió Elliot.- Debo arreglarlo. Debo decir que no serás el Ángel de nadie. Excepto el mío.

Ella sonrió, y él también lo hizo.

- ¿Estás seguro de que se puede hacer esto?.- ella dudaba.- Es que... Dices que si es cosa del Destino, quizás no sea tan fácil librarnos de ésta.

- Lo haremos.- replicó Elliot.- Yo me convertiré en el Ángel que ellos buscan y a ti te dejarán en paz.

- No quiero que tú sufras por mi culpa.- murmuró ella.

- Y yo no quiero que tú sufras por mi culpa.- replicó él.- Por eso voy a tomar tu lugar.

Elliot se lo había dicho todo: ella había sido una de las Escogidas para ser uno de los Seis Ángeles, y tendría que sufrir mucho para poder proteger a uno de los Seis Elegidos, los cuales se encargarían de salvar al mundo. Las Alas Guerreras era la asociación que se encargaría de buscar a las encarnaciones en la Tierra del Amor, la Amistad, la Justicia, la Misericordia, la Esperanza y la Vida y las prepararía para convertirse en los Ángeles. Elliot era el joven que se encargaría de encontrar a esas personas y llevarlas ante las Alas Guerreras, él sería el contacto entre los seis Ángeles. La primera misión de Elliot fue ir a México, su país de origen, para encontrar al Ángel de la Esperanza, yendo en contra de las órdenes de la asociación, ya que el último Ángel en ser encontrado debía ser precisamente el de la Esperanza.

- Porque la Esperanza es lo último que se pierde.- había dicho Elliot.- Y por eso mismo, tú eres la más joven de los Ángeles, la última en venir al mundo.

- Suena un tanto confuso.- musitó ella.

- ¿Recuerdas a Pandora y a la caja que nunca debió de abrir?.- rió Elliot.

- claro.

- Pues bien, después de que todos los males salieron de esa caja, lo último que salió fue la Esperanza.- explicó Elliot.- Pues bien, más o menos así fue contigo: fuiste la última en venir a la Tierra.

Para ella, muchas de esas cosas no tenían mucho sentido. Solo sabía que de buenas a primeras tendría que prepararse para defender a un joven a quien ella no conocía y que vivía al otro lado del mundo. ¿Lencho? No. ¿Lenzo? Tampoco. ¿Enzo? No, por ahí iba. ¿Genzo.? Sí, eso era... Así le había dicho Elliot que se llamaba el muchacho al que supuestamente ella debía proteger con su vida. Solo que al final, Elliot y ella se habían enamorado y ninguno quería perder lo que habían encontrado por culpa de alguien a quien ninguno conocía. Por esa precisa razón, Elliot renunciaría a su puesto de Guardián y se quedaría a vivir en la misma ciudad que ella, sin importarle lo que las Alas Guerreras dijeran o hicieran, no podían obligarlos a hacer algo que no querían hacer. Así pues, Elliot iría al Bosque de Chapultepec a decirle a quién sabe quien que tanto él como ella renunciaban a formar parte de las Alas Guerreras. Ella quiso acompañarlo.

- Lo lógico es que yo también vaya, ¿no?.- cuestionó ella.- Después de todo, el Ángel soy yo.

- No me gustaría que quisieran convencerte por la fuerza.- replicó Elliot.- Deja que vaya solo.

Pero ella usó su técnica infalible de convencimiento, un beso tierno, y logró convencerlo a él. Era un día hermoso y muy soleado en el Bosque de Chapultepec. Elliot había dicho que su contacto con las Alas Guerreras lo estaría esperando en el castillo. Él estaba demasiado serio, tenía un muy mal presentimiento.

- Quiero decirte algo.- comentó Elliot.- Amankaya, eres la chica más increíble que he conocido, la más dulce, la más tierna, y creo que hubieras sido un Ángel excelente, pero me da mucho gusto que no lo vayas a hacer.

- ¿Por qué me estás diciendo todo eso?.- ella se asustó un poco.

Los dos estaban sentados en una banca de piedra, contemplando la entrada del castillo.

- No sé, siento que algo va a salir mal.- respondió Elliot.- No me hagas caso.

Un guía llegó y comenzó a reunir gente para un tour por el castillo. Ella y Elliot se unieron al tour, con la esperanza de encontrarse adentro al contacto. La sensación horrible que Elliot sentía se hizo mucho más fuerte al entrar al castillo. En un punto del tour, uno de los turistas sacó un arma muy extraña y apuntó con ella al cuerpo del guía. Ella fue la primera en notarlo y gritó...

Cuando Elliot se dio cuenta de lo que pasaba, ya era demasiado tarde. Fue ahí cuando se dio cuenta de que no se puede ir en contra del Destino...

Lily abrió los ojos. Ella no entendía el por qué su pasado regresaba a través de sueños tan persistentes. O sea, ella llevaba ocho años soñando eso, desde el incidente, pero a últimas fechas los sueños llegaban a ella cada noche y cada día...

Lily suspiró. Se levantó del sofá en donde se había quedado dormida y fue a la cocina en busca de un poco de agua. Ella se frotó la frente, para alejar esa punzada que le acosaba la cabeza cada vez que tenía sueños de ese tipo. Lily decidió ir a buscar a Rika, quizás ella podría ayudarla, después de todo era el Ángel de la Amistad el que mejor podría curar a los Ángeles. Lily se sorprendió un poco al ver a Genzo, Taro y Rika charlando a un lado del féretro de cristal de Sanae, y más se sorprendió al notar que los tres se callaron al verla llegar.

- No sabía que había reunión familiar.- comentó Lily, mitad en broma, mitad molesta.

- Estabas dormida y no quise despertarte.- se disculpó Genzo.

- Está bien.- Lily tomó una silla y se sentó a un lado de los muchachos.- ¿Qué tanto hacen?

- Buscando una manera de hacer volver a Sanae.- suspiró Rika.- ¡Es tan difícil!

- Tranquila, ya lo conseguirás.- sonrió Lily.- ¿Cómo está Isa?

- Ha entrado en una especie de coma.- respondió Rika.- No voy a poder mantenerla con vida por mucho tiempo. Sin Sanae, ella no tardará en irse.

- Lo sé.- suspiró Lily, levantándose a mirar a Isa.

La muchacha estaba en trance, con los ojos entrecerrados y respiraba muy lentamente. Lily pensaba en cuánto tiempo más podría seguir con vida.

- ¿Te sientes bien?.- Rika, por supuesto, notó esa aura de cansancio que envolvía a su amiga.

- Me duele la cabeza.- murmuró Lily, sentándose nuevamente.

- Regresaron los sueños, ¿verdad?.- preguntó Rika, en español.

- Sabes que nunca se han ido.- respondió Lily, en el mismo idioma.

Genzo carraspeó. Rika lo miró de reojo y después tomó la cabeza de Lily con sus manos. Rika murmuró algunas palabras en voz baja y una energía cálida comenzó a salir de sus manos.

- ¿Qué es eso?.- preguntó Genzo a Taro, en un susurro.

- Un hechizo especial que hace Rika para quitar el dolor de cabeza.- sonrió Taro.- Es muy eficaz.

Genzo sonrió. Se notaba que Rika lo había usado mucho con Taro. Después de un ratito, Rika soltó a Lily.

- Listo.- sonrió la francesa.- ¿Ya te sientes mejor?

- Sí, muchas gracias.- Lily también sonrió.

- Uh, ¿no podrías curarle esas quemaduras que tiene en los brazos?.- Taro señaló los brazos de Lily, en el sitio en donde Genzo la había lastimado.

- Eh... .- Rika no supo qué responder.- Es solo que ese tipo de quemadura no puedo curársela yo...

- Ojalá supiera como curarlas.- murmuró Genzo.

Taro comprendió que había metido la pata. Para bien o para mal, en ese momento entró Tsubasa.

- ¿Cómo está Sanae?.- quiso saber él.

- Ni mejora, ni empeora.- respondió Rika.

Tsubasa llegó hasta la caja de cristal en donde descansaba Sanae y abrió la caja. Rika quiso detenerlo, pero Lily la contuvo.

- Te extraño tanto, Sanae.- murmuró Tsubasa.- Perdóname... Te amo...

Tsubasa besó los labios de su esposa. Rika suspiró.

- ¿Cuándo se lo vamos a decir?.- preguntó ella, en español y en voz muy baja.

- Cuando estemos seguras de que Sanae podrá volver.- respondió Lily.- Antes no creo que sea prudente...

Tsubasa deseaba de manera desesperada que Sanae regresara. Y si él supiera la condición especial de Sanae, se desesperaría aun más...

Anya estaba satisfecha. Todo le estaba saliendo a las mil maravillas, excepto por alguno que otro detalle...

Katya miraba hacia el vacío. Las demás no estaban acostumbradas al carácter extraño de Katya, pero a Anya le caía de perlas. Ya se había hartado del carácter superficial de los otros Demonios.

- Tú eres igual.- le había dicho Katya, cuando Anya le hizo el comentario.

- Sí, lo soy.- admitió Anya.- Por eso mismo, me canso fácilmente de esas tres.

- Pensé que regresarías por Isa.- comentó Katya.- No creí que la abandonaras.

- No nos sirve de nada.- replicó Anya.- Isa ya no es nada, dentro de poco el desequilibrio de energías hará presa de ella y será su fin.

- Eso es lo que no entiendo.- comentó Katya.- Si el Demonio acaba con su Ángel, el primero termina por desaparecer, por lo del equilibrio de energía.

- Exactamente.- asintió Anya.

- Entonces, si ustedes matan a sus contrapartes, terminarán por morir.

- Eso es parcialmente cierto.- replicó Anya.- Pero hay mucho más.

- ¿Qué más?.- quiso saber Katya.

- Eras un Ángel, Katya.- gruñó Anya.- Deberías de saberlo.

- Yo solo sé que la misión de los Ángeles es proteger a los Elegidos y que la de los Demonios es acabar con ellos.- replicó Katya.- Así que no entiendo el por qué han hecho su misión el querer acabar con los Ángeles, si al final terminarán por morirse también.

Anya sonrió malévolamente. En sus ojos negros brilló un peligroso destello, tan peligroso que aunque Katya era muy fuerte y poderosa, supo que no debía tomárselo a la ligera.

- Eso, querida Katya, lo sabrás en su momento.- sonrió Anya.- Cuando llegue la oportunidad.

- ¿La oportunidad de qué?

Anya supo que debía contarle todo a Katya. Debía hacerlo si deseaba convertirla en su aliada.

- Mira, Natalie, Isa, Nella y Allison no son más que peones, así como las Ángeles.- comenzó Anya.- Ellas solo están aquí para asegurar o evitar la supervivencia de alguien más. En cambio, tú y yo somos diferentes...

- ¿En que sentido?.- quiso saber Katya.

- En el sentido en que aun cuando todo termine, tú y yo seguiremos existiendo.- respondió Anya.- ¿Qué pasaría si los Demonios mataran a sus Ángeles?

- El equilibrio se rompería y entonces los Demonios también tendrían que morir.- dijo Katya.

- Exactamente, y eso condicionaría que los sentimientos desaparecieran del mundo.- continuó Katya.- No es que me interese, realmente.

- Así se habla.- Anya sonrió.- Porque aquí viene la mejor parte de la historia: ¿qué quedará después de que todos los sentimientos, tanto los buenos como los malos, desaparezcan?

Y entonces Katya lo supo. Supo el por qué Anya no regresó por Isa y el por qué permitiría que los demás Demonios mataran a sus Ángeles aun cuando eso significara la muerte...

- Quedaría el Caos.- contestó Katya.

- Exactamente.- asintió Anya, sin dejar de sonreír.- ¿Y sabes quién en esta sala es el Demonio del Caos?

- Tú.- dijo Katya.- Tú seguirías con vida y gobernarías todo, aun cuando las demás mueran.

- Ya nos estamos entendiendo.- Anya estaba satisfecha..- Y aquí viene la última parte: Tú, como Ángel de la Muerte, seguirías existiendo. El Mundo no puede existir sin la Muerte.

Katya reconoció que el plan de Anya era bastante bueno. La convenció a ella para que la ayudara en su plan, ya que sin Katya, Anya no podría lograr su objetivo, y a cambio le daría la oportunidad de apoderarse del Mundo junto con ella.

- No creo que lo sepas.- continuó Anya.- Pero estamos metidas en este embrollo gracias al Caos. De él fue la idea de bajar al mundo para tratar de dominarlo todo. Por supuesto, fue la Muerte la primera en que aceptó su oferta. Por eso tú y yo debemos estar unidas.

- ¿Me estás diciendo que esa leyenda que tanto se cuenta es cierta?.- Katya estaba algo incrédula.

- Claro que lo es.- Anya la miró con cara de "hello con tu hello".- ¿O acaso crees que estos poderes que tenemos son tan solo una simple casualidad?

Katya no respondió. Aunque no lo quisiera admitir, la leyenda de la que tanto se hablaba en las Alas Guerreras tenía que ser cierta. Anya abrió un cajón de su escritorio y sacó una fotografía.

- Según me he enterado, el siguiente a quien debes matar es a él.- Anya le arrojó a Katya la foto.

Ella se quedó helada al mirar de quién se trataba. Había dos personas en el planeta a quien Katya nunca podría matar... Y una de ellas estaba retratada en esa fotografía...

Hikaru Matsuyama.

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El Bosque de Chapultepec se encuentra en la Ciudad de México. El Castillo que se encuentra ahí ha sido usado para muchos fines: academia militar, hogar de los emperadores Maximiliano y Carlota de Austria y actualmente es museo. Dicho castillo es considerado un monumento histórico de la historia de México.