Marianagmt, gracias por seguir ayudándome con esta historia. Siempre me aconsejas el mejor modo de seguir o escribir.


Invitado: Sé que no actualicé precisamente pronto, pero lo hice, ¿no? Y eso es lo que cuenta.

Rosangela: Lamento mucho que las clases te hayan mantenido ocupada. Sé lo que es eso, por eso actualizo recién ahora.

rocio e-chan: ¡Bienvenida! Muchas gracias por leer y por comentar la historia. Sí, esto pinta para largo... recién estoy comenzando con esta nueva temporada y hay tantas cosas que tienen que suceder. Sé que has dicho que quieres mirar los capítulos luego de que yo termine de escribir todo pero no sé cuándo será eso. Quizás sea mejor que los vayas viendo mientras tengas tiempo. La serie no es muy larga, sólo trece capítulos cada temporada (y tiene cinco), pero es muy entretenida. Yo la acabé de mirar en tan poco tiempo. Hay cosas de ella que no me gustaron y pienso cambiarlas, aunque no todo porque sino sería demasiado diferente. Y no, no fuiste la única que se dio cuenta del detalle que dejé caer en el capítulo anterior aunque no todos lo mencionaron. Saludos.


Ninguno de los personajes me pertenece.


Las lágrimas de Uther Pendragon- Parte I

Uther estaba siendo consumido por la propia tristeza de su alma. No era capaz de pensar en otra cosa que no fuera salvar a Morgana para poder tenerla nuevamente junto a él y abrazarla y protegerla. Ella era suya en muchos más sentidos de lo que la chica podía imaginar. Le entristecía en cierta manera no ser capaz de decirle la verdad pero era algo que había prometido. Además, confesarle que él era… No, no podía. Eso simplemente traería demasiadas dificultades y conflictos innecesarios. Después de todo, era un rey y tenía una imagen que cuidar.

Sin embargo, que no le diera el título correspondiente no quería decir, bajo ninguna circunstancia, que no la quería. Por el contrario, su corazón brotaba de un amor inmenso hacia ella. Habían tenido sus conflictos, era verdad, pero nada que no pudiera solucionarse ya que, después de todo, Morgana siempre se había disculpado, admitiendo sus errores. Pero él también los había cometido, lo sabía, y su orgullo y su temor no les habían permitido acercarse a la hermosa joven para hablarle con la calma necesaria. Siempre con gritos, con gestos hoscos. No quería que eso quedase así. Deseaba tener la oportunidad de ver a su querida Morgana nuevamente y poder rodearla con sus brazos, atraerla a su pecho y decirle cuán importante era para él.

Quizás ahora ella, que siempre había tenido una veta de rebeldía, sería capaz de darse cuenta cuán importante era acabar con todos aquellos seres despreciables que se relacionan con la magia. No hacen más que tener desgracias al mundo, dejando caer males sobre gente buena como ellos.

¿Por qué él? ¿Por qué siempre él? Años atrás una maldita bruja le había arrebatado a su bondadosa Hermione y ahora esta arpía le había quitado a su otra hija. ¿A caso alguna vez dejaría de sufrir? ¿A caso alguna vez pararían las desgracias para Camelot? Sí, quería creer que sí. Las desgracias se acabarían el día en que la magia deje de existir en el mundo.

Merlín miró alrededor con horror. No disimuló su expresión ni tampoco lo hicieron los demás caballeros que estaban junto a él, siguiendo al príncipe. ¿Cómo no hacerlo cuando veían a sus compañeros tendidos en el suelo, sin vida? Aquel campo de batalla estaba plagado de cadáveres de caballeros de Camelot, esparcidos como animales, víctimas de una atroz casería. Y, de algún modo u otro, lo eran porque Uther los había mandado allí en busca de su protegida, sin ver si sería una batalla justa, si estaban lo suficientemente entrenados o siquiera si tenían las armas necesarias. Un año completo. Un año sin Morgana que había sido una completa locura. Hermione le había dicho que estaba preocupada no sólo por el reino, por la pérdida de hombres sino por su padre, quien apenas comía y no pensaba en nada más que en su protegida.

Arturo hizo una señal para que todos se detuvieran y Merlín tiró suavemente de las riendas de su caballo para hacerlo.

—Vean si hay sobrevivientes—ordenó el príncipe.

El mago pudo notar la amargura en su voz. Arturo también quería que encontrasen a Morgana pero aquella matanza indiscriminada no le gustaba ni un poco. En cierta ocasión, arriesgándose a ser castigado, le había preguntado por qué no le decía algo a su padre al respecto. Él sólo lo había mirado y había murmurado que si Hermione estuviera en lugar de Morgana, no estaría haciendo aquella pregunta tan estúpida. Desde ese día, se había guardado sus opiniones.

Desmontaron y comenzaron a revisar a los hombres, uno por uno, buscando a alguno que hubiera sobrevivido. Arturo tomó el pulso de un caballero pero hizo una mueca. Alzó los ojos hacia el horizonte y se quedó pensativo durante unos instantes.

—Sus agresores se dirigieron al norte—dijo a Merlín e inmediatamente se puso de pie y se giró hacia su caballo— ¡Vamos!

— ¿Crees que debemos seguirlo?—le preguntó el mago.

Él lo miró con burla, creyendo que tenía miedo.

— ¡Vaya que eres niñita!—exclamó—Hermione es mucho más valiente que tú.

Merlín rodó los ojos y no le quedó otra opción más que seguir al príncipe. Volvieron a montar y siguieron un rastro hasta el interior de un bosque. Tenía que aferrarse firmemente a las riendas para poder mantenerse encima del animal sin correr el riesgo de caer. Estaba exhausto, empapado por la lluvia que los había tomado por sorpresa y tenía tanta hambre que creía que podría comerse un pollo entero él solo. Quería poder tomar un baño de agua caliente y dormir por siempre, de preferencia abrazando a la princesa.

— ¿Te sucede algo?—preguntó de pronto el príncipe, lanzándole una mirada.

—Sí, he estado montando todo el día—gruñó.

— ¿Te duele tu pequeño trasero?—se burló Arturo.

—Exacto, porque no es tan gordo como el tuyo—replicó.

—Puedo verlo… estás nervioso… como un cobarde.

—Quizás sea un cobarde—replicó rápidamente—pero no soy un cabeza de chorlito.

Arturo le lanzó una mirada llena de molestia.

— ¡No existe esa palabra!—exclamó.

—Es idiomática—aseguró Merlín con inteligencia.

— ¿Es qué?—preguntó desconcertado.

—Debes estar en más contacto con los libros y con la gente, sire…—contestó lo más cortésmente posible.

—Describe "cabeza de chorlito"—le ordenó el príncipe, seguro que lo que decía su estúpido sirviente no era más que un invento.

— ¿En dos palabras?

—Sí.

—Eh… Príncipe Arturo.

Algunos de los caballeros que estaban oyendo aquella ridícula conversación rieron suavemente pero una seña de Arturo los silenció. Merlín pensó que los iba a reprender o castigar de algún modo pero el príncipe sólo contemplaba adelante. Siguió su mirada y vio que a unos metros, entre los árboles, un improvisado campamento.

Desmontaron de inmediato y Arturo buscó su espada. Comenzaron a caminar lo más silenciosamente posible hacia allí, observando todo lo que los rodeaba para comprobar que no había ningún peligro cerca. El tenso silencio que los rodeaba no era un buen augurio.

Arturo se inclinó frente a la fogata y notó que las cenizas estaban aún calientes. Sus ojos se deslizaron por el lugar, buscando sin encontrar.

De repente, una fecha salió de la nada y pegó de lleno en la espalda de uno de los caballeros que estaban allí, asesinándolo de inmediato. Todos jadearon y buscaron a los atacantes, que comenzaron a salir de entre de los árboles, gritando enfurecidos, con armas en sus manos, dispuestos a luchar hasta la muerte.

La batalla comenzó entonces. Arturo grito una orden que Merlín fue incapaz de escuchar. Sólo podía oír el sonido del metal de las espadas chocando una contra otras, sólo podía ver como hombres peleaban entre ellos defendiendo cada uno su causa. Cuando vio que uno se acercaba a él, tomó una espada que encontró cerca de uno de los cadáveres e intentó defenderse. Hermione le había dado algunos consejos hacía tiempo que le ayudaron en esa situación; sin embargo, su contrincante era mucho más hábil y no tardó en desarmarlo. Pero siempre tenía la magia de su lado. Unas cuantas palabras y los cascos, ollas y cazuelas de metal golpearon de inmediato la espada de su enemigo, sumándole peso y haciéndole perder el equilibrio. Sonrió orgulloso de su logro y pasó encima para seguir luchando a su modo particular.

Quizás no fuera bueno con la espada pero era veloz y bueno con los hechizos.

Corrió rápidamente hacia donde Arturo estaba y lo vio pelear con un hombre furioso. Por concentrarse en ello no vio la raíz del árbol que tenía al lado y terminó cayendo vergonzosamente al suelo. Gimió de dolor cuando su pecho impactó pero inmediatamente alzó los ojos hacia el príncipe, viendo con horror como otro hombre venía desde atrás de él para darle un golpe a traición. Actuando rápidamente, levitó con su magia una lanza e hizo que ésta volara por los aires hasta impactar contra el maldito.

Arturo se libró de su enemigo y miró sorprendido al otro que había caído con una lanza clavada en el medio del pecho. Buscó a su alrededor a su salvador pero sólo fue capaz de ver a Merlín tendido en el suelo, escondiéndose, tan cobarde como siempre.

— ¡No estamos jugando a las escondidas, Merlín!—lo reprendió.

Merlín le lanzó una mirada molesta y gruñó por lo bajo antes de ponerse de pie con prisa. Sacudió su ropa lo mejor que pudo para luego ver a su alrededor y darse cuenta que los atacantes habían sido acabados. Ahora sólo quedaban sus cuerpos sin vida en aquel campamento descuidado. No había sobrevivido nadie.

Arturo suspiró con cansancio, agotado de aquellas búsquedas que ya llevaban poco más de un año. Estaba a punto de dar la orden para seguir adelante cuando oyó el sonido de unos pasos yendo hacia ellos. Alerta, sacó nuevamente su espalda y miró en dirección al sonido. Todos los demás también se pusieron alertas y comenzaron a avanzar pero él les hizo una seña para que se mantuvieran en sus lugares guardando silencio. Dio un paso y luego otro, forzando sus ojos a observar más allá de la niebla que había entre los árboles. Poco a poco una figura oscura fue visible: primero como una simple silueta pero luego se pudo distinguir el cabello largo y la falda de un vestido. Se movía tambaleantemente, como si le costara dar cada paso, iba sobre sus pasos y volvía a andar. Al principio nadie la reconoció pero luego fue claro que aquella persona era una mujer y no cualquiera sino la mismísima Morgana.

Los ojos del príncipe se abrieron con sorpresa. Allí estaba la chica que durante tanto tiempo había buscado, luciendo asustada, con el cabello revuelto, la piel sucia y el vestido roto y gastado.

—Morgana—jadeó su nombre y corrió hacia ella.

La chica sonrió levemente pero cuando Arturo la sostuvo contra su pecho se desplomó y comenzó a sollozar mientras se aferraba a él como si fuera su roca.

Merlín sólo era capaz de observar absolutamente anonadado.

La noticia de la aparición de la protegida del rey Uther Pendragon no tardó en llegar a oídos de todos los ciudadanos del reino. Todos sabían muy bien que una bruja la había raptado hacía más de un año, antes de los incidentes con el feroz dragón, y que el rey no había dejado de buscarla ni un segundo. Su regreso representaba ahora una nueva etapa, quizás de paz, en la que ya no morirían caballeros en las largas campañas de búsqueda. Al menos, Hermione lo esperaba así. Aunque ella tenía otra clase de temores que tanto su padre como su hermano desconocían. Sólo Merlín compartía su temor y no era para menos.

Había visto como su hermano la había llevado a sus cámaras, le había ordenado a Gwen preparar un baño y asistir a Morgana en todo lo necesario. Hermione le había pedido a Ingrid que fuera a ayudar a la doncella. Sin embargo, ella misma había preferido mantenerse alejada, al menos de momento. No estaba lista para verla. Morgana siempre había sido su amiga allí, su compañera, su aliada, incluso. Y ahora, el odio que había comenzado a sentir tiempo atrás había sido moldeado por Morgause para crear en ella un ser vengativo y manipulador. Eso es lo que sabía que sucedería. Pero, ¿y si se equivocaba? ¿Y si juzgaba imprudentemente a Morgana? No quería que eso sucediera.

Tenía que pensar con calma en su modo de actuar antes de verla.

Cuando Gaius fue a verla, ella y su padre se quedaron frente a su puerta, en el pasillo, esperando por el galeno. No dijeron nada sino hasta que lo vieron salir. Uther no tardó en acercársele, controlando a duras penas su preocupación.

— ¿Cómo está ella?—preguntó.

—Va a estar bien—aseguró el médico.

— ¿Le sucede algo malo?

—Nada físico—Gaius miró rápidamente a Hermione antes de volver a posar sus ojos en el rey.

— ¿Puedo verla?

—Es mejor esperar hasta mañana—dijo con calma, no permitiendo que los ojos ansiosos del monarca pudieran con su decisión.

—Sí, por supuesto—Uther asintió—Gracias, Gaius.

El rey tomó la mano de Hermione y, sonriente, hizo que la acompañara a sus cámaras privadas. Conversó con ella con liviandad, demostrando un claro cambio de humor con respecto al último año. Hermione se despidió de él a los pocos minutos y casi corrió hacia las habitaciones que compartían Merlín y Gaius.

Entró sin tocar y ambos giraron el rostro rápidamente hacia ella. Merlín se veía muy preocupado.

— ¿Dijo algo?—preguntó ella de inmediato.

—Eso mismo me ha preguntado Merlín—dijo Gaius—No ha dicho nada pero le he asegurado que no hay nada más que hacer que esperar.

—Si llega a decirle a Uther que la envenené…—comenzó a decir el mago.

—No lo hiciste con verdadera intención de asesinarla—le aseguró Hermione—Era necesario. Ella era la causa por la que Camelot estaba cayendo.

— ¡Pero el rey no lo verá así!—exclamó.

Hermione se acercó a él y tomó sus manos entre las suyas.

—No dejaré por nada en el mundo que mi padre te haga daño.

Merlín le sonrió tristemente sin decir nada al respecto. Sabía que Hermione se enfrentaría a cualquiera por él pero no quería que fuera así.

—Será mejor que vayas a dormir—le dijo suavemente, acariciando con sus yemas el dorso de las manos de Hermione.

Ella hizo una mueca al oírlo pero terminó asintiendo. Gaius miró hacia otro lado, simulando estar demasiado ocupado en sus cosas como para ver como la pareja se daba un pequeño beso de buenas noches. Cuando la princesa se fue, miró a Merlín con una sonrisa burlona, logrando que se ruborizara notablemente. El mago murmuró "buenas noches" antes de desaparecer en su habitación.

Hermione se vistió como cada mañana y, tras desayunar, decidió que era tiempo de ir con Morgana. Si seguía retrasándolo, tanto su padre como su hermano y la misma chica comenzarían a sospechar de su reticencia a ir a verla. Así que se encaminó a la habitación de ella y tocó suavemente, rogando en silencio que nadie abriera o que le dijeran que aún estaba dormida. Sin embargo, no tuvo esa suerte. Gwen no tardó en abrir y, tras una sonrisa, la hizo pasar al interior.

Ella se lo agradeció e ingresó. Inmediatamente vio a la joven protegida de su padre sentada en el borde de la cama, con el cabello peinado y utilizando uno de sus hermosos vestidos. El año que había trascurrido desde que había sido raptada no parecía haberla afectado: al menos no físicamente porque seguía siendo tan joven y hermosa como siempre.

Al verla, Morgana puso una sonrisa enorme en sus labios y extendió sus brazos hacia ella en un pedido silencioso. Hermione fue de inmediato y la abrazó con firmeza, orando para que el corazón de la chica no hubiera sido corrompido por Morgause. Sintió ganas de llorar cuando las manos de la joven le devolvieron el abrazo.

— ¡Te ves tan hermosa!—dijo Morgana apartándose suavemente para mirarla a los ojos—¡No puedo creer lo mucho que has cambiado!

—No lo creo…

—Créeme, he tenido tiempo de recrear tu rostro, el de Arturo, el de Uther y el de muchos otros en mi mente como para darme cuenta incluso de los cambios más sutiles—aseguró ella acariciando uno de los rizos de Hermione—Te has transformado en toda una mujer. Seguramente tendrás muchos pretendientes.

—Por favor, Morgana—la reprendió suavemente—deja de decir tonterías y dime qué sucedió.

—No son tonterías—amplió su sonrisa— ¿Crees que no me he enterado de la carta que te mandó Slytherin?

Hermione le lanzó una mirada de disgusto a Gwen, quien repentinamente recordó que debía salir del cuarto a hacer sus deberes diarios.

—No te enfades con ella—le rogó—. He sido yo la que ha insistido en que me diga todo lo sucedido.

—No estoy enfadada, Morgana—le aseguró—pero te aclaro que mi relación con Slytherin no es la que imaginas. Es cierto, brindó su ayuda cuando lo necesitamos pero no pienso ver eso como una obligación para aceptar su invitación.

Morgana la miró fijamente por unos eternos instantes.

— ¿Uther lo ve del mismo modo?—preguntó con demasiada seriedad.

— ¿Crees que realmente me importa?

La chica sonrió de inmediato, como si le hubiera dicho la cosa más maravillosa el mundo.

—Creo que…

— ¿Morgana?

Ambas giraron el rostro y vieron a Arturo entrar a la habitación.

— ¡Arturo! Ven aquí—le rogó Morgana extendiendo sus manos hacia el príncipe, cuando él se acercó, tomó sus brazos y lo mantuvo cerca de ella—Debo de agradecerte que…

—No, Morgana, no hay nada que agradecer—intervino él—Sólo me gustaría saber qué sucedió. He recorrido tantas regiones buscándote. Casi perdía las esperanzas.

—Gracias por no perderlas… yo…—sus ojos parecieron perderse por unos instantes y, cuando volvió a hablar su voz parecía llena de tristes recuerdos—Estuve en una celda casi un año.

— ¿Cómo lograste escapar?—quiso saber Hermione.

—Me trasladaron hace una semana, no sé por qué. Puede haber sido la patrulla de Camelot.

—¿La patrulla te encontró?—preguntó sorprendido Arturo.

Morgana asintió.

—Pensé que sería libre pero después vi que los mataron—murmuró—Uno a uno fueron derrotados. Pero esa noche los bandidos estaban distraídos por su último botín y tuve mi oportunidad. Cuando te vi, no podía creerlo—sus ojos se llenaron de lágrimas y sus manos aferraron más firmemente los brazos de Arturo, como si temiera soltarlo y descubrir que todo había sido un mal sueño.

Arturo se inclinó hacia ella y la abrazó firmemente, sosteniéndola contra su pecho mientras sentía las lágrimas de la joven caer por su cuello.

Hermione estaba confundida, incapaz de saber qué pensar al respecto. Sabía que Morgana terminaría volviéndose malvada en algún momento pero, ¿era ese? No podría asegurarlo. Todo lo que había dicho, sus reacciones, sus lágrimas… O era una excelente actriz o estaba siendo sincera.

Los ojos de Morgana se perdieron más allá de Arturo y el príncipe se dio cuenta de ello. Giró el rostro y vio a su sirviente parado con incomodidad al lado de la puerta abierta, sin mirar a nadie. Se abstuvo de rodar los ojos. Cuando le había ordenado a Gaius que lo mandara a llamar y le pidiese que lo encuentre en el cuarto de Morgana no había pensado que el tonto se quedaría allí como un papanatas mirando las moscas volar.

—Creo que necesito descansar—dijo Morgana.

Arturo asintió y se separó suavemente de su amiga, casi hermana, antes de tomar la mano de Hermione, indicándole que era momento de dejar a Morgana dormir.

—Todo estará bien—le aseguró—Estás a salvo ahora.

Morgana le sonrió con agradecimiento y vio salir a los dos hermanos de sus cámaras. Antes de que Merlín pudiera ir tras ellos, lo detuvo.

—Merlín—el miedo en los ojos del chico era más que notable—Quiero hablar contigo.

El mago miró rápidamente la puerta, ansiando más que nunca que Arturo pegara uno de esos gritos usuales en los que le ordenaba hacer cualquier cosa. Pero no fue así.

—Sé lo que hiciste—siguió diciendo ella, aumentando la agónica tortura que él sentía—Intentaste envenenarme.

—No…—tartamudeó—No quería…

Ella sonrió levemente, casi con tristeza mientras se secaba suavemente las lágrimas de los ojos.

—Está bien, Merlín, lo entiendo—le aseguró—Estabas intentando proteger a tus amigos. Yo hubiera hecho lo mismo.

Merlín tardó unos segundos en comprender que ella realmente no pensaba a ir corriendo con Uther a decirle que él había intentado asesinarla.

— ¿En serio?

—Eres tan ingenuo, Merlín. No creo que realmente estaba entendiendo lo que estaba haciendo. Pero créeme, he visto los demonios de este mundo. He visto de primera mano lo que resulta de oponerse a Uther…—su labio inferior comenzó a temblar a pesar de que ella hacía todo por contenerse y no llorar—No sabes cuánto lamento todo lo que he hecho. Sólo… sólo espero que puedas perdonarme.

Merlín apenas podía hablar pero de algún modo sacó las palabras.

—Siento tanto por todo lo que has tenido que pasar—le aseguró, consiguiendo que ella sonriera levemente—Realmente es bueno tenerte de vuelta.

La sonrisa de Morgana se amplió enormemente y Merlín suspiró aliviado, sintiendo que se había sacado un gran peso de encima al no tener que vivir temiendo que ella lo delatara y que Uther lo ahorcara.

Cuando salió de la habitación de ella, listo para hacer sus actividades diarias, no pudo evitar que el buen humor se colara por los poros de su piel. Lustró la espada y la armadura del príncipe, lavó ropa, remendó las que estaban rotas, le robó un beso a Hermione cuando la encontró en el pasillo sola, sorprendiéndola pero inmediatamente tuvo que darle una explicación sobre su arrebato; arregló la cama, sacudió el polvo de los objetos. Incluso mientras fregaba el piso de las cámaras de Arturo, de rodillas, una vieja canción que su madre le cantaba de niño se colocó en su mente y antes de darse cuenta estaba tarareándola. Cuando Arturo entró, frunció el ceño nada más verlo.

— ¿Por qué estás tan feliz?

—El sol está brillando—señaló la ventana—Hemos encontrado a Morgana y acabo de terminar todos mis labores—señaló a su alrededor para que viera la habitación impecable.

Arturo miró y comprobó que, efectivamente, todo estaba ordenado y limpio.

—Mmm…—fue todo lo que murmuró antes de cruzar al lado de su sirviente, intentando ir hacia el biombo para cambiarse de ropa.

— ¡Espera!—Merlín le impidió seguir su camino— ¿Tienes que ir por ahí justo ahora?

— ¿Por qué no lo haría?

Merlín dudó, sabiendo que hacer lo que hacía no era precisamente la forma correcta de tratar con un príncipe.

—Es que… acabo de terminar de lavar el suelo.

Una sonrisa llena de burla apareció en el rostro de Arturo.

—No te preocupes—le palmeó la espalda—No voy a deslizarme encima.

Y caminó por el piso limpio. Merlín miró con molestia las marcas de sus pisadas que quedaban por el suelo.

—De verdad no tienes idea, ¿no?—le preguntó.

—Todo lo que tienes que hacer es limpiarla—le aseguró Arturo mientras se quitaba su camisa para colocarse otra limpia.

— ¿Cómo lo ibas a saber?—se burló el mago.

—Te pido perdón, Merlín—Arturo se llevó una mano al corazón teatralmente.

—Es eso—insistió él— ¡Jamás has tenido que hacerlo!

—Yo sé cómo usar un trapo y un cubo—le aseguró el príncipe.

—Oh, sí—Merlín rodó los ojos mientras se inclinaba a buscar los elementos.

—Es fácil—insistió Arturo—Déjame enseñarte.

Tomó el trapo de la mano de Merlín, lo sumergió en el cubo con agua antes de escurrirlo levemente y luego fregar todo el rostro de su sirviente con él. Colocó incluso la mano detrás de la cabeza del chico idiota para evitar que se apartara mientras limpiaba toda su cara.

Merlín lo miró sin decir absolutamente nada.

— ¿Quieres que te muestre cómo usar el cubo?—le preguntó el príncipe.

—No será necesario yo… ¡Arturo, no!

Pero haciendo caso omiso a sus palabras, tomó el cubo con agua y se lo vació encima de la cabeza del mago, dejándoselo como sombrero. Incluso tuvo el atrevimiento de dar unos golpecitos en la base antes de apartarse.

Hermione estaba preparando una poción cuando lo vio entrar en las cámaras que él y Gaius compartían. Ella había decidido pasar toda la tarde allí, dejando que Morgana y Uther se pusieran al tanto, teniendo toda la privacidad posible. Había planeado una tarde tranquila para sí misma, sin tener que pensar si su hermano y Merlín regresarían con vida de las patrullas de búsqueda. Pero debía de haber imaginado que no podía no suceder algo.

— ¿Cómo te mojaste?—le preguntó al verlo empapado casi de pies a cabeza— ¿Te caíste en algún lago?

Él suspiró.

—Tu hermano me estaba dando clases de cómo lavar el piso de su cámara—ella lo contempló con indignación—No, no lo culpes, esta vez fue toda mi culpa porque fui yo el que le dijo que no sabía hacerlo.

—Esa no es excusa como para mojarte de ese modo. Puedes resfriarte.

Él se dejó caer en la silla con resignación y cansancio.

—Creo que eso realmente no es algo que le importe.

Hermione buscó una de las toallas que sabía que tenía Gaius y fue hacia él para luego comenzar a secarle el cabello. Merlín se ruborizó al darse cuenta qué era lo que estaba haciendo. Intentó quitarle la toalla para hacerlo él mismo pero ella se lo impidió. Sintió que le desataba el nudo de su pañuelo para luego dejarlo en el suelo.

—Ven—le ordenó.

Merlín la miró con curiosidad y un nerviosismo supremo llenó su estómago cuando notó que ella entraba a la habitación. Perturbado, la siguió con curiosidad, casi con miedo. Hermione rió suavemente ante su obvia expresión.

— ¿Qué…?

Pero sus palabras se ahogaron cuando ella comenzó a tirar de su chaqueta hasta quitársela. Inmediatamente, puso sus manos en el borde inferior de su camisa y la alzó hasta sacársela por encima de su cabeza.

— ¡Hermione!—exclamó.

Ella le sonrió, toda ruborizada, pero no dijo absolutamente nada ante su protesta. No es que Merlín se estuviera quejando porque la chica lo estuviera desvistiendo. El problema era que quería que siguiera y a la vez quería que se detuviese. Era contradictorio y lo sabía demasiado bien. ¡Era tan frustrante!

La toalla hizo acto de presencia nuevamente y Hermione lo envolvió con ella para continuar secándolo. Las manos de la joven pasaban suavemente por encima de la tela, prácticamente acariciándolo. Merlín se estremeció cuando la sintió pegarse a su cuerpo y dejar suavemente un pequeño besito en su cuello.

—Hermione, por favor—casi gimió cuando los dedos de ella se posaron encima de su pecho, sin ningún tipo de intermediario—, Gaius puede llegar en cualquier momento.

Merlín contuvo el aliento cuando los dedos de ella se deslizaron con delicadeza sobre su estómago y más abajo.

— ¡MERLÍN!

El grito del príncipe lo hizo saltar lejos de su toque. Sus ojos se conectaron con los de ella por un segundo y ambos fueron completamente conscientes de lo que había estado a segundos de suceder. La vio volverse completamente roja antes de aparecerse fuera de su habitación con un suave chasquido.

Hermione caminó de un lado al otro en su habitación sin saber si desear que la tierra se abriera bajo sus pies y la tragara de inmediato o ir hacia donde se encontraba su hermano y asesinarlo por interrumpir. A pesar de sus pensamientos sabía muy bien que ninguna de las dos opciones sería posible. Aun así no tenía derecho alguno a estar protestando y maldiciendo su situación cuando ella sola fue la que se metió allí. ¿Quién la había mandado a tener ideas tan locas como querer "secar" a Merlín?

Rió de los nervios.

¿En qué había estado pensando? Bueno, sabía bastante bien el curso de sus pensamientos en ese momento, se dijo a sí misma con vergüenza.

Si hubieran estado en el futuro, teniendo un noviazgo mucho más aceptado y normal que el que llevaban en ese tiempo, ellos ya hubieran pasado a tener una relación física. Quizás muchos que la conocieron de adolescente pensaron que ella era simplemente una sabelotodo insoportable, que sólo se preocupaba por sus estudios y, en cierta forma, era verdad. Sin embargo, no era una mojigata como una vez oyó decir a Lavender. Nunca había tenido temor de relacionarse con chicos pero eso no quería decir que iba a acostarse con el primero que se le cruzase enfrente.

Con Merlín se sentía cómoda y quería dar un paso más pero las tontas normas de la moral de la época impedían que él estuviese dispuesto a seguir su idea.

Estaba actuando como una tonta por preocuparse por algo tan absurdo, lo sabía.

— ¿Mi lady?

Hermione giró de repente hacia su doncella.

— ¡Oh! Me has sorprendido—dijo sinceramente—No te oí entrar.

—Parecía muy concentrada. ¿Está todo bien?

—Sí, sí, Ingrid—asintió rápidamente y procuró mantener la compostura— ¿Morgana ha ido a hablar con mi padre?

—Así es, mi lady, pero ya han terminado. Lady Morgana ha pedido que la invite a pasear con ella.

Hermione frunció el ceño. ¿Morgana la había mandado a llamar? Aquello era de por más extraño. Por más que nunca había discutido precisamente, el distanciamiento entre ambas en los últimos tiempos antes de su secuestro había sido más que obvio.

—Iré inmediatamente—contestó después de unos momentos.

Ingrid asintió y estaba a punto de marcharse cuando Hermione la llamó para detenerla. La doncella se giró de inmediato.

— ¿Sí, mi lady?

—Confío en ti, Ingrid—le dijo con seriedad—, lo que te diré en este momento no puedes decírselo a nadie más.

La mujer la miró con una curiosidad palpable.

—No diré nada—aseguró.

—Ten cuidado con Morgana—le advirtió.

— ¿Disculpe? ¿Por qué dice eso?

Hermione no había estado muy segura al principio pero finalmente había decidido que Ingrid se merecía conocer más de la verdad sobre toda aquella situación.

—Hasta el momento ella no ha dado muestras de haber cambiado y realmente ruego que sea así pero ella… ella también posee magia.

Ingrid jadeó, muy sorprendida por esta nueva revelación.

— ¿Ella sabe que usted…?

—No—negó repetidamente con la cabeza—No sabe de mí, ni de mi relación con Merlín, ni siquiera de mi relación u opinión sobre la magia. Y no quiero que lo sepa.

— ¿Puedo preguntar por qué no se lo ha dicho?

—No confío en ella. No era mi intensión al principio ocultarle toda esta situación pero Morgana no es digna de mi confianza. La aprecio, créeme, pero sé algunas cosas de ella que me hacen pensar que no tiene un buen corazón.

Para Ingrid aquello era difícil de creer. Lady Morgana siempre había sido buena con todos, incluso con ella. Siempre que se topaban la saludaba con cordialidad y cuando le ordenaba algo no dudaba en decir "por favor". Era amble. Sin embargo, por encima de cualquier persona, confiaba en Hermione Pendragon. Y si la princesa tenía ciertos reparos con respecto a la protegida del rey, no iba a hacer oídos sordos a sus advertencias.

—Lo tendré presente—aseguró.

Hermione le sonrió suavemente a modo de agradecimiento antes de salir de su cuarto y encaminarse al de Morgana.

Esa noche, cuando la oscuridad ya había ocupado todos los rincones y las calles y pasillos porque no había luna, Morgana salió del castillo cubierta por una capa oscura que la cubría de sus pies a su cabeza. El corazón latía violentamente dentro de su pecho, no por miedo sino por la emoción. Durante el tiempo que había permanecido lejos de Camelot había aprendido muchas cosas y una de ellas era no dejar que el temor la paralizara. Antes, inocente como había sido, había dejado que eso sucediera y le impidiera actuar como era debido. Sin embargo, las cosas iban a cambiar. Ella ya no era la misma de antes.

Entró a la caballeriza en completo silencio. Tranquilizó al caballo con dulzura antes de ensillarlo y luego salir de allí encima de él. Cabalgó con velocidad, sintiéndose poderosa y fuerte. El sitio en el que habían quedado no era cercano pero hizo el trayecto en el mínimo de tiempo.

Aquellas montañas eran altas y oscuras, perfectas para ocultarse. Cuando encontró la entrada a la cueva un siervo de su hermana hizo una reverencia que ella no se molestó en responder. Se quitó los guantes que abrigaban sus manos y siguió adelante. Si no conociera ya aquel sitio seguramente se perdería en medio de aquellos pasillos de piedra. Las raíces de los árboles que estaban encima de su cabeza caían como cortinas, ocultando algunas nuevas entradas, haciendo todo mucho más confuso para los posibles intrusos.

Llegó hasta una apertura grande pero no fría porque el fuego que ardía justo encima de un gran caldero ayudaba a regular la temperatura.

—Mi hermana.

Morgana alzó la vista y sonrió de inmediato al ver a Morgause a poca distancia. Se quitó inmediatamente la capucha y fue hacia ella. La abrazó suavemente antes de apartarse pero sin soltar sus manos.

— ¿Cómo te ha ido?—preguntó la mujer rubia.

—Camelot ha acogido de nuevo a su hija con los brazos abiertos—le aseguró con una enorme sonrisa.

— ¿Uther no sospecha nada?

Morgana estuvo a punto de poner los ojos en blanco.

—Él cree mis mentiras como el perro rastrero que es—aseguró.

— ¿Y sus hijos?

—Arturo y Hermione nunca sospechan nada. Ellos estaban muy preocupados por mí.

—Hermione parece tener más cerebro que su hermano, no debes subestimarla.

—No lo hago—afirmó con seriedad—Hoy mismo pasé tiempo con ella y no ha dejado de hacerme preguntas pero he sabido responder con inteligencia. Te aseguro, hermana, Hermione no será un estorbo en nuestros planes.

— ¿Y el chico?

La expresión de Morgana se transformó inmediatamente.

—Merlín—escupió su nombre con despreció pero pronto su rostro se llenó de un profundo orgullo—Cree que he cambiado. Y tiene razón. Pronto verá exactamente cuánto.

Morgana le entregó un pañuelo a su hermana. Era el mismo que había utilizado ese día para limpiar las lágrimas de Uther Pendragon mientras conversaban y ella hacía su rol de mujer indefensa y arrepentida. Él había estado tan feliz de verla que había llorado de felicidad. Cada vez que recordaba las palabras que le había dicho al tonto del rey se sentía asqueada de sí misma. Hubiera podido tan fácilmente acabarlo en ese momento. Mientras simulaba llorar, arrepentida de sus errores pasados y le decía cuánto lo apreciaba, podría haber sacado la daga que siempre llevaba con ella, obsequio de Morgause, y acabado con él de una buena vez. Sin embargo, ese no era el plan por el cual tanto habían trabajado.

La venganza llegaría a su debido tiempo. Mientras tanto, disfrutaría de ver retorcerse a todo Camelot.

—Lo has hecho bien—aseguró Morgause—Las lágrimas de Uther Pendragon sólo han empezado a caer.

Dejó caer el pañuelo en el interior del caldero y la delicada tela no tardó en ser consumida en el interior por aquel líquido marrón y espeso. Inmediatamente después, antes de que el llanto las dejara inconscientes a ambas, colocó una raíz de mandrágora en el interior. Un hechizo dicho de sus labios y listo. Uther sería atormentado por los fantasmas de su pasado.

Arturo era un maldito presumido pero nadie iba a poder negar que no fuera un buen luchador, pensó Merlín mientras observaba al príncipe luchar con espada y ¡Con los ojos vendados! Cada vez que alguno de los caballeros que entrenaban con él se les acercaba para atacarlo, él lograba bloquear los golpes e incluso desarmarlos. Era muy sorprendente. Sin embargo, cuando el príncipe ordenó cambiar de armas y se acercó a él, ya con la venda fuera de sus ojos, y le preguntó qué pensaba, él dijo:

—He visto mejores.

El príncipe lo miró con molestia.

—Desde luego, porque tú eres un experto en luchar con los ojos cerrados—dijo con sarcasmo antes de beber un buen trago de agua fresca.

—Lo dices porque no viste lo que hice cuando rescatamos a Morgana—aseguró Merlín.

Él sabía que no era ni la mitad de bueno que Arturo pero tampoco se creía tan inútil.

—Porque te estabas escondiendo detrás de un árbol.

—No, no lo estaba—insistió.

Arturo sólo se rió de él, sin creerle. Giró hacia sus caballeros, espada en mano y les dijo.

—Ya no voy a usar la venda en los ojos. Voy a luchar como Merlín.

Cuando se dio cuenta que tenía la atención de todos hizo lo que, según él, era una perfecta imitación. Tomó la espalda como un inútil y simuló lloriquear desesperado.

— ¡No me hagas daño!—rogó al villano invisible.

Merlín se abstuvo por unos segundos de decirle algunas cuantas palabras. Si tan sólo él supiera… sin embargo, cuando Arturo giró y lo miró con prepotencia, supo que tenía que vengarse.

Esta vez el príncipe se enfrentaba a otro caballero que tenía un mazo en sus manos que ondeaba con agilidad y a otro con espada. Los dos primeros golpes de sus contrincantes los eludió con maestría. Pero antes de que pudiera bloquear el tercero, la espada escapó de sus manos y la masa terminó golpeando de lleno en su estómago. Se quedó sin aire de inmediato y, doblándose en dos, cayó boca abajo justo encima donde había barro.

El mago contuvo una sonrisa e intentó poner la mejor expresión de inocencia que tenía.

Después de aquello el príncipe ya no tenía humor suficiente como para burlarse de él ni de nadie. Tuvo que soportar su mal humor por un rato más, especialmente cuando le ordenó con urgencia que le preparase un baño pero supo soportarlo.

Esa noche se celebraría una fiesta en honor al regreso de Morgana y era difícil para cualquiera estar gruñón cuando sabía que lo esperaba un buen banquete y jarras llena de vino. Incluso los sirvientes estaban emocionados porque sabían que el rey los dejaría comer y beber hasta saciarse una vez que terminasen sus labores.

Merlín estaba aún en las cámaras de Arturo cuando Hermione fue a ver a su hermano. Cuando los ojos de ambos chocaron, los dos tuvieron el mismo pensamiento: lo acontecido el día anterior en las cámaras del sirviente. Lo peor para él era ver lo hermosa que estaba. El vestido lila que usaba se aferraba delicadamente a su cintura y tenía un exquisito escote que lo hacía sentir demasiado acalorado. Quizás lo único que lo mantenía prudentemente alejado era ver la corona de oro que tenía encima de su cabeza.

— ¿Estás bien?—preguntó el príncipe a su hermana—Tu rostro está rojo.

—Estoy bien, Arturo—dijo ella con prisa, apartando la vista de Merlín— ¿Estás listo?

— ¿Listo para qué?

—Para ir a la fiesta. Me dijiste que viniera aquí porque me escoltarías hacia el comedor—le recordó.

— ¡Demonios!—exclamó el príncipe de repente; se había olvidado por completo—Lo siento. Prometí a nuestro padre que iría por Morgana y la escoltaría.

Hermione le sonrió tranquilizadoramente.

—No te preocupes—le aseguró—Puedo ir sola.

—No. Eres una princesa, debes ser escoltada.

—Arturo, por favor…—protestó.

—He dicho que lo serás.

—Si tanto te preocupas por eso, entonces que Merlín me escolte.

Hermione sintió que su hermano la miraba como si se hubiera vuelto loca.

— ¿Qué?—jadeó él.

—He dicho que…

—Sí, sí—la interrumpió—Te he oído. Simplemente no logro entender cómo es posible que tú, una persona tan inteligente, pueda decir una cosa así. Merlín es un sirviente, no puede escoltarte a ningún lado. Menos a una fiesta donde está el rey presente. Hermione, nuestro padre lo matará—le aseguró señalándolo.

Hermione bajó la mirada, avergonzada de su sugerencia.

—Lo siento—murmuró.

Arturo agitó su cabeza, negándose a aceptar su disculpa y sintiéndose un poco culpable por haberle hablado de un modo tan rudo.

—Olvídalo—le ordenó—Merlín, llama a Sir León y dile que venga a escoltar a Hermione.

El mago asintió servicialmente y, sin mirar atrás, fue a hacer lo que le pidieron.

Los dos hermanos se quedaron en completo silencio. Ella mirando el suelo y él mirándola a ella.

—Hermione—dijo Arturo finalmente—, no fue mi intensión hablarte así.

—No, no te preocupes—alzó la mirada hacia él—Entiendo que fue necesario. A veces olvido que no todo el mundo ve a Merlín como yo.

Arturo sonrió con burla.

—Absolutamente nadie ve a Merlín como tú lo haces.

Ella rió suavemente.

—Ahora que lo pienso, has protestado ante mi idea porque metería a Merlín en problemas, no porque él me acompañara o porque fuera un sirviente.

Arturo simuló no entender a qué se refería y la llegada de León impidió que tuviera que decir algo al respecto.

Las risas estallaron en todo el salón, contagiadas por el entusiasmo poco habitual del rey. Sin embargo, el hombre había encontrado finalmente a su protegida, motivo que era digno de ser celebrado no sólo por el simple hecho de haberla encontrado sino también porque los caballeros ya no tendrían que ir a interminables luchas y perder la vida por la causa. Al menos, no por esta.

Uther se puso de pie y vio que todos disfrutaban de los exquisitos manjares que tenían delante.

—Estando aquí, viendo tantas caras felices—comenzó a decir—parece casi un sueño. Puedo decir que no me he sentido así en mucho tiempo.

— ¿Cómo? ¿Borracho?—se burló Arturo.

El rey estaba de tan buen humor que rió ante esto y golpeó el hombro de su hijo con suavidad.

—Ebrio de felicidad—aclaró el monarca—. Habría buscado en el mundo entero, los mares, los cielos, las estrellas—miró a Morgana—… por esa sonrisa.

Morgana le sonrió, conmovida por sus palabras.

—El tenerla robada de mí—continuó diciendo el rey—era como tener una espada en mi corazón. Morgana, no hay palabras. Significas para mí más de lo que nunca sabrás—dijo con profunda sinceridad y luego tomó su copa y la alzó en lo alto— ¡Por Lady Morgana!

Todos lo imitaron y repitieron sus palabras.

— ¡Lady Morgana!

— ¡Lady Morgana!

La chica mencionada se puso de pie y abrazó de inmediato al rey. Hermione no podía ver su rostro pero no parecía estar sonriendo. Cuando Uther se separó de ella, su cuerpo tambaleó. Varios corrieron a ayudarlo pero el rey logró mantenerse de pie antes de que cualquiera llegara a él.

—Estoy bien—aseguró—Sólo necesito un poco de aire.

El rey los dejó a ellos seguir la celebración mientras él salía al exterior.

— ¿Estará bien?—preguntó Hermione a su hermano.

—Seguro. Él puede asegurar estar ebrio de felicidad pero el vino parecía desaparecer de su copa—contestó Arturo mientras seguía comiendo.

Ella no estaba tan convencida. Era verdad que había bebido bastante pero en otras ocasiones también había sido así y el alcohol no lo había afectado tanto.

—Iré a verlo—dijo y se puso de pie.

— ¡Hermione, no es necesario!—insistió Arturo.

Sin embargo, ella no le hizo caso. Siguió el camino que había tomado el rey sin darse cuenta que un par de ojos la seguían. Cuando llegó al exterior, vio a su padre dándole la espalda, inclinado sobre el pozo de agua.

— ¿Padre?—lo llamó—¿Estás bien?

Pero Uther no le respondió, ni siquiera pareció escucharla. Dio un paso hacia atrás como si se hubiese sobresaltado por algo y luego gritó. El grito era de puro terror, salido de miedo más oculto de su corazón. Hermione corrió inmediatamente hacia él pero el cuerpo del rey cayó de espaldas al suelo y terminó por colocarse en posición fetal, gritando nuevamente y temblando como nunca antes.

— ¡Padre! ¡AYUDA!—gritó desesperada— ¡AYUDA!

Miró al hombre fijamente, notando su expresión completamente aterrada.

— ¡Padre! ¿Qué sucede?—hizo una mirada rápida a todo su cuerpo— ¿Estás herido?

Varios guardias llegaron de inmediato, incapaces de saber que hacer al ver al rey tendido en el suelo, temblando de miedo y llorando desesperadamente, y a su hija desesperada sobre él.

— ¡Busquen a Arturo y a Gaius!—les ordenó ella.

Pronto, muy pronto, el rey estuvo bebiendo un profundo tranquilizante. Entre Arturo y otros caballeros llevaron al rey a sus cámaras y lo tendieron en la cama. Hermione le quitó las botas de los pies y las joyas que siempre utilizaba para luego taparlo hasta el cuello ya que no dejaba de temblar a pesar de que estaba profundamente dormido.

— ¿Estará bien?—preguntó Morgana, acariciando la mano del rey.

—Sólo debe descansar. Mañana vendré a verlo—dijo el galeno—El tranquilizante que le di es lo suficientemente fuerte como para hacerlo dormir toda la noche.

—Yo me quedaré con él—dijo Arturo.

—No tiene caso, sire—aseguró Gaius—Tu padre dormirá. Nada le sucederá aquí.

El príncipe dudó unos momentos pero finalmente terminó asintiendo.

—Bien. Marchémonos todos. Dejémoslo dormir.

Morgana fue la última en salir por lo que nadie pudo ver la sonrisa orgullosa que se extendía en sus labios al mirar el cuerpo inconsciente del rey.


Adelanto del siguiente capítulo:

— ¡Maldita sea!

— ¿Qué sucede?

— ¡¿No lo ves, Hermione?! Nuestro padre se ha vuelto loco.

—Creo que exageras…

— ¡No lo hago! Si el rumor se llega extender, si la gente llega a saber de esto… creerán que el reino se ha vuelto débil porque su rey es débil.

Hermione comprendió la gravedad de la situación.

—Si alguien pregunta, diremos que está recuperándose favorablemente, que sólo fue agotamiento; después de todo, un rey lleva un enorme peso en sus hombros.

Arturo no se veía demasiado convencido.

— ¿Y si no nos creen?


Hola.

Lamento muchísimo la tardanza pero entienda, en mi vida se fueron acumulando una serie de trabajos y exámenes escolares que no me dieron tiempo de hacer nada más que eso. Además, estaba tan abrumada con aquello que me atasqué en un episodio y no lo pude completar. ¡Pero aquí estoy victoriosa!

Con suerte, dentro de una semana o dos, como mucho, estoy con un nuevo capítulo arriba.

Saludos y gracias por continuar leyendo.