Marianagmt, creo que debería comenzar a pagarte por toda la ayuda que me das con esta historia... por desgracia, no tengo dinero. :(
NAYELI GPE NUNO: no tengo un tiempo exacto para subir los capítulos, simplemente lo hago cuando tengo un par ya acabados. Gracias por sumarte a la lectura de esta historia.
Rosangela: ¡Hola! Muchas gracias por siempre leer esta historia.
Invitado: ¡Gracias por leer!
Ninguno de los personajes me pertenece.
Las lágrimas de Uther Pendragon- Parte III
Merlín abrió ligeramente los ojos y lo único que fue capaz de ver fue oscuridad. Era de noche, dedujo. Intentó girarse, preguntándose por qué rayos aún estaba vivo, cuando una delicada mano se posó sobre su hombro, evitando que volteara y se tendiera de espaldas.
—Cuidado, la herida es grave.
Merlín miró con cansancio a Hermione. Sus párpados tenían que luchar para mantenerse abiertos y podía sentir todo su cuerpo contraído por el dolor pero verla allí, a su lado, le dio un poco de paz.
—Hermione—dijo su nombre casi como si fuera un suspiro.
Ella acaricio su rostro con suavidad.
—Debes descansar. No estás completamente curado. Tuve que hacer lo que podía con las cosas que he traído pero para recuperarte debes dormir…
—El veneno de serket es poderoso.
—Lo sé, amor—susurró ella—. Estaba tan preocupada por ti.
—Yo…—intentó encontrar las palabras, especialmente porque sabía que debía decirle algo sumamente importante— Yo…
—Shhh... Duerme un poco.
Esa idea le resultaba tentadora y, aunque sabía que no debía, no tardó en caer en dormido.
…o0o…
Arturo tocó suavemente la puerta de las cámaras privadas de su hermana. Esperó con paciencia a que ésta se abriera y, cuando lo hizo, saludó cordialmente a la doncella. Lo último que deseaba era que Hermione encontrase otros motivos por los que estar molesta con él.
—Buenas noches, Ingrid—dijo con un leve asentimiento.
—Buenas noches, mi lord—ella hizo una reverencia.
— ¿Mi hermana está despierta? Necesito hablar con ella.
—Lo siento, mi lord, ella se acostó temprano.
—No la he visto en todo el día…
—No se sentía bien.
Esas palabras lo asustaron. Estaba perdiendo a su padre, no podía perder también a su hermana.
— ¿Qué le sucede? ¿Necesita a Gaius?
—No, excelencia. Cuando dije que no se sentía bien, no me refería a físicamente, sino de ánimo.
La culpa no tardó en embargarlo. Seguramente ella no dejaba de sentirse mal por lo que él le había dicho.
—Cuando mañana se despierte dile que necesito realmente hablar con ella.
Ella asintió e hizo una nueva reverencia cuando él giró y se alejó.
…o0o…
Merlín sintió que alguien le tocaba suavemente el rostro y lo llamaba con cuidado por el nombre. Abrió los ojos lentamente y pudo ver el rostro de Hermione encima del suyo.
—Debemos regresar a Camelot lo antes posible—le dijo ella—o sospecharán de nuestra ausencia.
Los ojos del mago se abrieron enormemente y casi de un salto se puso de pie.
— ¡No debí de haber dormido tanto!
—Debías descansar—Hermione se paró para estar a su altura—, estás herido.
— ¡Lo sé y realmente te agradezco que me hayas salvado la vida, Hermione! Pero en este momento debemos ir inmediatamente a Camelot para salvarle la vida a tu padre. Hace dos noches seguí a Morgana. Ella y Morgause son aliadas y planearon acabar con el reino. ¡Tienen a Uther bajo un hechizo!
Hermione tardó unos segundos en dar sentido a las palabras de Merlín y así ser capaz de entender la magnitud de lo que decía. Ella había estado con Morgana y a pesar de que la duda de si era malvada o no siempre persistió en su mente, su deseo de que siguiera siendo la misma joven amable que había conocido al llegar al reino había empujado cualquier sospecha. ¡Se sentía tan tonta!
—Bien, vayámonos inmediatamente… Tengo mi caballo amarrado.
—Tu caballo es veloz pero estará demasiado agotado con nosotros dos encima. ¿No podemos aparecernos? Sería más rápido.
—No contigo tan mal herido—negó con la cabeza—. Podrías lastimarte más.
— ¡No podemos darnos el lujo de perder el tiempo! Los hombres de Cenred están muy cerca de Camelot y en cualquier momento pueden atacar.
—Lo sé, Merlín, pero aparecerse está fuera de cuestión—le dijo con rotundidad—. Debemos pensar en otro modo de…—se quedó pensativa unos instantes—¡Eso es! ¡Kilgharrah!
Merlín la miró confundido.
— ¿Qué tiene que ver esto con el dragón?
—Eres un Señor de los dragones, está obligado a obedecerte. Llámalo y pídele que te lleve.
— ¿Qué me lleve volando? ¡Estás demente! Me comería ante la mera sugerencia.
— ¡No, no lo hará! ¡Llámalo!
—Pero…
— ¡Llámalo, Merlín!
Al mago no le quedó más opción que obedecer a su novia y, haciendo uso de las capacidades que hacía más de un año que no utilizaba, llamó a Kilgharrah.
— ¿Y si no viene?—preguntó él con preocupación.
—Vendrá, Merlín—le aseguró.
— ¿Cómo estás tan segura?
—Eres el último Señor de los Dragones, está en su sangre obedecerte. No puede ser de otra manera… y antes de que preguntes cómo sé esto, la respuesta debe ser más que obvia: lo investigué.
Merlín sonrió levemente, adorándola demasiado. Le encantaba ver su curiosidad, sus ganas de aprender, su motivación por la lectura. Pero su sonrisa cayó cuando recordó lo que ella había pedido…
— No nos llevará sobre su lomo, Hermione—le aseguró—No querrá hacer tal cosa. Se sentirá ofendido y nos comerá.
Hermione puso una de esas miradas presumidas, muy impropias de ella y que a Merlín le recordaban a Arturo.
—Yo volé encima de un dragón y no me devoró—dijo con orgullo la princesa.
El mago dejó caer su boca a causa del asombro.
— ¿Estás bromeando?
—No.
— ¡¿Cómo?! ¡¿Por qué?!
—No fue planeado—confesó ella haciendo una ligera mueca con el rostro—, pero era una situación de vida o muerte. ¿Recuerdas que te conté sobre Voldemort y Harry?—esperó a que el mago asintiera—Bueno, tuvimos que entrar al banco de los magos clandestinamente y nos atraparon. Aquel era uno de los sitios más seguros del mundo, tenía mucha vigilancia, desde grandes hechizos hasta dragones…
— ¡¿Usaban dragones?!
—Sí. El dragón estaba encadenado en las profundidades del banco. En un momento de desesperación, lancé un hechizo a las cadenas y las corté e inmediatamente salté encima de él. Harry y Ron hicieron lo mismo. Gracias a eso pudimos salir de allí.
Merlín apenas era capaz de articular alguna palabra en su mente. La vida de Hermione Pendragon había sido toda una enorme aventura antes de llegar a Camelot.
…
Arturo entró con prisa a las cámaras del galeno sin molestarse en tocar ni pensar en ningún momento que su actitud era muy descortés. Él era el príncipe después de todo y aquel era su castillo. Además, estaba furioso. No sólo porque Ingrid le había dicho que Hermione no quería verlo tampoco ese día sino también porque su molesto sirviente no aparecía. ¿A caso pensaba que porque el rey no estaba de pie él podía hacer de las suyas y tomarse el resto de los días libres?
— ¿Dónde está ese medio tonto?—le preguntó al galeno.
Gaius alzó la vista con sorpresa hacia él.
— ¿Merlín?
—No tengo calcetines, ni calzoncillos y tengo una sesión de tiro con el arco—le mostró el arma que colgaba de su mano antes de seguir caminando hacia la habitación de su inútil sirviente— ¡Merlín!—lo llamó.
Gaius lo miró desconcertado.
—Pensé que estaba con usted, mi lord—mintió con maestría.
Arturo se volteó a verlo y lo miró amenazadoramente.
— ¡No trates de protegerlo!
—No intento hacerlo. Pensé realmente que estaba con usted.
—Bueno, cuando lo veas, dile que él es el blanco—le ordeno antes de salir de allí con prisa.
Gaius no pudo más que preocuparse. Se suponía que Hermione ya lo habría encontrado.
…
Kilgharrah llegó remontando los cielos. Dio un par de vueltas encima de sus cabezas hasta que logró ubicarlos con su potente mirada. Inmediatamente, descendió y se posó frente a ellos, contemplándolos con aparente curiosidad.
— ¡Has venido!—exclamó alegremente Merlín.
—No puedo hacer caso omiso a la llamada de un Señor de los Dragones, no importa cuánto intente evitarlo—contestó Kilgharrah con voz potente y luego miró a Hermione—Has hecho un buen trabajo curándolo.
—Gracias—indicó ella con orgullo.
—Te he llamado porque necesito tu ayuda—confesó Merlín—. Necesitamos llegar urgente a Camelot. El reino está en peligro…— el rostro del mago se ensombreció— y es por mi culpa.
—No, no digas eso—intervino Hermione.
—Sí, lo eso—la contradijo él—. Debí de haberlos escuchado. Ambos me advirtieron con Morgana y no les hice caso.
—Hiciste lo que creías correcto, joven mago—comentó el enorme dragón—, y eso muestra una gran valentía. Pero la confianza es un arma de doble filo.
Merlín estaba muy avergonzado de sí mismo. No importaba cuánto intentaba consolarlo Kilgharrah o Hermione, él era demasiado consciente de sus propios errores.
—Pensé que porque ella tenía magia… pensé que éramos iguales.
—De alguna manera lo son—indicó el Gran Dragón—, tú, Hermione, Morgana y todos los seres mágicos que habitan el mundo.
—No—el mago negó con la cabeza—. Nunca seré como ella.
—Has aprendido una lección importante, Merlín. Tu determinación para ver la bondad de la gente puede ser tu perdición. Pero me temo que tu futuro está unido al de ella para siempre. Ella será la oscuridad de tu luz y el odio de tu amor.
Merlín miró a Hermione en busca de una respuesta. Ella no dijo nada pero él vio la respuesta en sus ojos: era verdad. Hermione mejor que nadie podía saberlo. Conocer esto sólo lo llenó de una renovada determinación. No podía permitirle ganar. Debía de enfrentarla, de hacerle comprender que no se saldría con la suya.
—Necesitamos volver a Camelot, ya mismo.
—Puedo notar que aún no estás completamente recuperado y están a más de un día a pie—comentó el dragón.
Hermione sonrió levemente.
—Pero no estamos pensando en caminar—intervino ella.
Kilgharrah frunció el ceño.
— ¿Entonces?
—Volaremos.
…
Merlín y Hermione bajaron del enorme Dragón y, tras agradecerle, corrieron hacia el castillo con la advertencia del Kilgharrah aún resonando en sus oídos.
—Tengan mucho cuidado. La batalla por Camelot ha comenzado. Deben ser fuertes, por el destino de Arturo y el de Albion—les había dicho.
Hermione aún temblaba. Las alturas nunca habían sido su fuerte. Mientras volaban encima del Gran Dragón se había aferrado a la cintura de Merlín con fuerza y colocado la cabeza dentro de su pecho para no observar. El mago, por su parte, sólo había gritado de felicidad ante esa nueva experiencia.
—Busquemos a Gaius—sugirió Merlín mientras se adentraban al castillo.
Faltaban un par de horas para el amanecer y todos estaban durmiendo aun. Sólo unos pocos guardias recorrían el exterior pero pudieron esquivarlos con facilidad cuando Hermione lanzó sobre ambos un hechizo desvanecedor. Subieron casi corriendo los escalones de la torre en donde se encontraba los cuartos del médico de la corte y cuando llegaron fueron directamente hacia el anciano. El mago lo tomó por los hombros y lo sacudió ligeramente mientras lo llamaba por su nombre.
— ¡Gaius! ¡Despierta! ¡Gaius!
El galeno abrió los ojos, sobresaltado, e intentó observar al que lo llamaba. Había creído oír la voz de Merlín per no podía verlo.
— ¡Oh, cierto!—se oyó una voz femenina—Finite incantatem.
Pronto pudo comprender que tanto Merlín como Hermione había estado bajo una especie de hechizo que los volvía invisibles ante los ojos de cualquiera.
— ¿Dónde estaban?—les preguntó poniéndose de pie—Estaba preocupado por ustedes.
—Después te explicamos, vamos—Hermione lo tomó del brazo y lo incentivó a caminar con prisa.
Gaius se dio cuenta que estaba sólo con su ropa de dormir y que resultaría indecente andar así por el castillo, por lo que la obligó a detenerse y a buscar al menos su túnica. Merlín rodó los ojos con exasperación pero lo ayudó rápidamente a colocársela mientras le resumía las malas nuevas.
—Morgana está aliada con Morgause y conspiran contra Uther.
— ¿Qué?—preguntó el anciano anonadado.
—Ella es la responsable de las visiones de Uther—le aseguró— ¡Vamos, tenemos que irnos!
— ¿A dónde?
—Tengo que mostrarles algo.
Hermione y Gaius no tardaron en seguir a Merlín, quién se dirigía hacia la cámara privada del rey. Los dos guardias que estaban en la entrada los contemplaron con curiosidad.
—Debemos a ver al rey—indicó Hermione.
Los dos guardias hicieron una reverencia ante ella y luego se apartaron para permitirles la entrada. Hermione fue por delante y los demás la siguieron. Se sorprendieron al descubrir que no había ni una sola vela encendida. Por lo general, esas noches en que su padre se encontraba tan inestable, siempre quedaba alguna para que haya una tenue luz. Merlín rápidamente fue hacia un lado de la cama y, ayudándose con la luminosidad que entraba por la puerta, prendió una. Todos comprobaron con horror que la cama estaba revuelta y absolutamente vacía. Miraron por las esquinas de la habitación hasta dar con el rey, quien se encontraba sentado en el suelo, cerca de la chimenea encendida, con los brazos rodando sus piernas y temblando notablemente.
— ¡Padre!
Hermione estiró su mano para tomar una colcha de la cama antes de correr hacia él y cubrirlo. Él se prendió de sus hombros desesperadamente y sollozó. Tenía la mirada fija en un punto detrás de ella. La chica giró el rostro, buscando lo que tanto aterraba a su padre aunque sabía que no podría ver absolutamente nada. Gaius también se acercó y tocó la frente para comprobar que no tuviera fiebre. No la tenía pero seguía sufriendo alucinaciones.
Merlín no podía evitar sentir lástima por aquel hombre atormentado. Él sólo podía imaginar las terribles cosas que debía de estar viendo. Los pecados que había cometido en su pasado habían vuelto para atormentarlo. Rápidamente corrió hacia la cama, se inclinó en el suelo, tomó aquella raíz que colgaba debajo y volvió a correr para tirarla al fuego que ardía en la chimenea. El grito que se oyó fue increíblemente agudo e hizo que los tres de ellos se tuvieran que cubrir sus oídos en un intento de amortiguar un poco aquel sonido.
Hermione miró sorprendida a las llamas.
—Mandrágora—murmuró anonadada.
Gaius miró a Uther quien seguía sollozando, aunque menos intensamente.
—Fue un encantamiento, señor—le dijo—. Usted debe descansar ahora.
Merlín y el anciano ayudaron al rey a ponerse de pie mientras que Hermione fue por delante a arreglarle la cama para que lo tendieran en ella. Ella lo tapó con cuidado y luego dejó que el galeno le diera un tranquilizante para que pudiera dormir un poco.
Luego, en silencio, volvieron a las habitaciones del médico. La puerta de las cámaras se cerró detrás de ellos.
—Siéntense—les ordenó el anciano—, deben estar cansados después de lo que han pasado.
Hermione se dejó caer en una silla pero Merlín negó con la cabeza y comenzó a caminar de un lado al otro con nerviosismo.
—Debemos contarle a Uther lo que ha hecho Morgana.
— ¡No!—exclamó ella, mirándolo fijamente.
— ¿Estás loco?—inquirió Gaius a su vez—Cortaría nuestras cabezas si hiciéramos tal acusación.
—Mi padre se lo tomaría como traición.
— ¡No podemos permitir que se escape de esto!—exclamó con frustración.
—Te entiendo, Merlín—aseguró el anciano—, pero él adora cada palabra que sale de Morgana.
—Sí, pero si lo supiera…
—Mi padre ha perdonado muchas de sus faltas, Merlín—dijo la princesa con el ceño fruncido—. Ella lo ha enfrentado, ha discutido con él, lo ha puesto en evidencia delante de todo el reino y aun así él casi desfalleció cuando desapareció. Está ciego a sus errores.
—Además, la raíz ya no está, no puede hacer más daño.
—No, no entiendes—negó con la cabeza ante las palabras del anciano—. Escuché a Morgana y a Morgause. Sus planes van mucho más allá, estoy seguro de ello.
—Y yo estoy completamente de acuerdo contigo—indicó Hermione—, pero… incluso si yo misma voy y se lo digo… no me creerá.
…
Merlín durmió unas pocas horas antes de levantarse nuevamente para seguir con sus actividades diarias. Se lavó el rostro, tomó un rápido desayuno y salió hacia las cámaras del príncipe. Ya podía imaginarse las palabras de Arturo ante su ausencia.
Entró a la habitación a oscuras y se encaminó directamente hacia la ventana para asir las cortinas y empujarlas hacia ambos lados, dejando que la luz del nuevo día ingresase. Giró sobre sus pies y se quedó anonadado al contemplar lo increíblemente sucio y desordenado que estaba el cuarto: comida sobre la mesa, ropa sucia esparcida por el suelo, tierra por todos lados, marcas de pisadas de barro...
— ¡¿Qué pasó?!—inquirió.
Arturo se removió en la cama al escuchar el grito. Giró y lo miró con disgusto, como si todo aquello fuera su culpa.
— ¿Qué pasó? ¡Tuve que hacer todo sin un sirviente! ¡Eso fue lo que pasó!
— ¡Pero no estuve fuera tanto tiempo!
Caminó unos pasos, sin dejar de mirar el suelo mugriento y el desorden descomunal que había.
—Sin mi permiso—le recordó el príncipe.
— ¿Y si me estaba muriendo?—le preguntó indignado mientras comenzaba a juntar las cosas del suelo.
—No me estaría quejando—aseguró—. Pero no lo estabas. Así que, ¿en dónde has estado?
Merlín titubeó pero finalmente le dijo parte de la verdad.
—Me estaba muriendo.
Arturo lo miró de mala manera.
—No tengo tiempo para esto—se levantó con prisa de la cama—. El futuro del reino depende de mí. ¿Te haces una idea de lo que se siente?
El mago hizo una mueca con el rostro. Si tan sólo supiera Arturo que tanto la vida de él como la del reino estaban en sus manos.
—Bueno…—comenzó pero Arturo no le permitió seguir.
— ¡Merlín!—lo reprendió—Debería de haberte encerrado en las mazmorras. ¿Qué tienes que decir a tu favor?
Él tenía muchas cosas que decir al respecto. Desde que realmente había desaparecido porque había sido capturado y estado a punto de morir envenenado hasta que Morgana, la mujer por la que todos habían estado preocupados por más de un año, estaba aliada a una enemiga del reino y planeaba su caída. Pero claro, no podía pronunciar ninguna de esas palabras y, si las dijera, posiblemente Arturo no le creería.
—Todavía no has desayunado esta mañana, ¿verdad?—fue lo único que se atrevió a preguntar.
Arturo lo contempló con rabia. Se puso de pie de inmediato y buscó lo primero que tenía a mano para lanzárselo por la cabeza.
— ¡Te desayunaré a ti!—exclamó y le aventó un jarro.
Merlín fue capaz de esquivarlo justo a tiempo.
—Y yo que me preguntaba por qué este sitio está hecho un desastre.
Pero decir aquello no había sido su más brillante idea, especialmente porque Arturo tenía una colección de jarros que había acumulado en esos dos días que no se había molestado en devolver a la cocina. Un segundo jarro voló por encima de la cabeza del mago.
— ¡Oh, sí!—exclamó con sarcasmo— ¡Puedo ver que tienes los ingredientes para ser un gran rey!
Y como Merlín supo que su vida estaba en peligro después de eso, salió corriendo de allí con prisa. Ya luego volvería a limpiar aquel chiquero.
…
Morgana se despertó aquella mañana de muy buen humor porque todos sus planes iban a la perfección. Nadie sospechaba de ella, salvo Merlín pero ese inconveniente ya se había solucionado. Por unos instantes se preguntó si Hermione preguntaría por él o indagaría qué había sucedido con él. Si mal no recordaba ella y el sirviente molesto eran amigos y, si había leído todas las señales correctamente, la chica lo quería como mucho más que un amigo. Quiso bufar por lo absurdo. Realmente no entendía a la hija de Uther. Si ella fuera la hija del rey quizás su destino hubiese sido diferente, posiblemente se hubiese casado con algún importante príncipe y desaparecido de Camelot o quizás, si hubiera sido así, el rey podría haber tenido una pisca de consideración por ella si se llegaba a enterar que tenía magia. Pero no era así. Estaba atada a aquel maldito reino y a ser cordial, al menos por un tiempo más, con el maldito monarca.
Pero sólo sería un tiempo muy corto. Ya pronto todo terminaría.
Sonrió ante esa perspectiva mientras se acerca a la ventana y contemplaba el exterior. Sin embargo, su sonrisa se borró de inmediato ante lo que vio.
— ¿Puedo lavar los platos, mi señora?—preguntó Gwen al que la protegida del rey ya había terminado de desayunar.
Pero Morgana estaba tan anonadada que no la oyó. Allí, en el patio interno del castillo, caminaban a la par Arturo y Merlín. ¡Merlín! ¡MERLÍN! ¿Cómo demonios había hecho para escapar? ¡Morgause le había asegurado que ya no tendrían que preocuparse por él!
— ¿Morgana?
Volteó rápidamente al oír su nombre y miró con sorpresa a Gwen, quien se le había acercado al no obtener una respuesta.
—Estaba pensando en qué ponerme—se excusó con una sonrisa brillante pero completamente fabricada—. Debo vestirme.
Con el corazón latiéndole rápidamente dentro de su pecho, se apresuró a vestirse como correspondía para luego salir directamente hacia las cámaras del rey. Entró, cerró la puerta detrás de ella, y miró al rey. El horror la paralizó. ¡Uther seguía durmiendo pero no estaba pálido ni lucía enfermo como el día anterior! Se inclinó sobre el suelo para comprobar que el sitio donde había dejado la raíz de mandrágora estaba completamente vacío.
— ¿Ha perdido algo, mi señora?
La voz la sobresaltó y se puso de pie de inmediato para contemplar al galeno.
—Mi pendiente—dijo lo primero que le llegó a la mente—. Creo que debo de haberlo perdido ayer cuando estuve aquí—para dejar el tema atrás se volvió hacia Uther—. ¿Cómo está él?
—Mucho mejor—contestó el galeno, confirmando sus peores temores—. Hemos encontrado el origen de su enfermedad.
Morgana giró el rostro rápidamente para contemplarlo con seriedad.
— ¿En serio?
—Estaba hechizado.
— ¿Hechizado?—su voz tembló.
—Sí, pero no tiene que preocuparse, mi lady, se recuperará completamente.
Morgana sintió deseos de arremeter contra Gaius, contra el rey y contra el condenado destino. Tuvo que hacer enormes esfuerzos para que su rostro no se contorsionara en ira.
—Es un alivio—dijo finalmente.
—Lo es, mi señora.
…
Merlín estaba agotado. Limpiar toda la habitación de Arturo, amigarse con él y acompañarlo en sus sesiones de entrenamiento había sido increíblemente cansador. Y eso que aún no terminaba el día. No tenía que olvidar hacer algunos recados para Gaius y tampoco debía de dejar de observa a Morgana. A eso había que sumarle la tensión que había en el ambiente al saber Cenred había movilizado sus tropas.
Una mano salió de uno de los pasillos del castillo y tomó su brazo para arrastrarlo hacia un rincón semi-oculto. Merlín estuvo a punto de gritar a causa de la sorpresa pero mudo cuando notó que la que la había arrinconado era nada más y nada menos que Morgana. Las uñas largas de ella se clavaban amenazadoramente en su brazo, lastimándolo.
—No sé cómo conseguiste escapar—gruñó la chica con los ojos llenos de llamas de verdadero odio—, pero si dices algo, si susurras una palabra de lo que viste, haré de tu vida algo muy corto y doloroso. Simplemente piensa en cómo reaccionaría Uther si se enterase que un sirviente trató de envenenar a su adoraba protegida.
Merlín estaba entre la espada y la pared y lo único que era incapaz de hacer en esa situación era quedarse muy quieto para que no lo atravesara el filo. Si él decía algo, moría, si no lo decía, no sólo su vida peligraba sino también la de todos los demás.
Lo que sucedió a continuación, lo tomó desprevenido. Morgana lo tomó nuevamente pero esta vez del rostro y lo empujó hacia ella. Él tuvo que luchar para no acabar besándola accidentalmente.
— ¿Merlín?
Morgana lo soltó de repente, casi empujándolo.
— ¡Merlín!—exclamó la protegida del rey con falsa vergüenza—Te dije que tuviéramos más cuidado.
Hermione miró con los ojos abiertos como platos, primero a uno y luego a otro. Finalmente, puso una leve sonrisa en sus labios
—No te preocupes, Morgana—indicó la princesa con tono de complicidad—, no diré nada.
Hermione siguió su camino y Merlín no supo qué hacer. ¿Debía seguirla y explicarle lo que realmente había sucedido? Sin duda alguna pero primero debía de obtener algunas respuestas de aquella bruja manipuladora que tenía a su lado. Se volteó, furioso con ella.
— ¿Por qué demonios hiciste eso?
Morgana se encogió de hombros.
—Pensé que ella te quería pero parece que me equivoqué. No parecía demasiado preocupada porque estuvieras con alguien más.
—No tiene por qué preocuparse ya que sólo somos amigos—mintió pero rápidamente añadió—. Además, si estuviera con alguien, tú serías la última mujer a la que querría tener.
Salió de allí y no pudo ver la mirada de rabia que aparecía en los ojos de Morgana.
…
Merlín buscó a Hermione por todos lados hasta que la encontró en la biblioteca. Lord Geoffrey parecía no estar en ninguna parte por lo que no tuvo que dar excusas al sentarse al lado de la princesa. Hermione no lo miró cuando lo tuvo a su lado, simplemente siguió leyendo el inmenso libro que tenía delante como si él no existiera.
—Hermione, te juro que no…
—Te creo, Merlín—lo interrumpió ella, aún sin dejar de leer.
—Pero estás molesta—indicó él.
Ella apretó los labios con firmeza.
—No tienes idea cuánto—le aseguró.
— ¡Pero te aseguro que no sucedió nada! Ella sólo intentó besarme porque pensó que te enfadarías…
Hermione finalmente dejó el libro de mirar el libro que tenía delante para observarlo a él.
—Lo consiguió.
Se puso de pie, cerró el libro de golpe logrando que el sonido retumbara en aquella silenciosa sala y lo tomó antes de caminar hacia el fondo de un pasillo hecho de hilera de libros para volver a ponerlo en su lugar. Merlín la siguió de inmediato.
—No entiendo—balbuceó él sin dejar de observarla fijamente— ¿Por qué estás enojada conmigo? Ella siempre ha sido mi amiga pero te juro que jamás tuve sentimientos románticos por Morgana…
La mirada de Hermione se llenó de tristeza y miró a Merlín con cierta vergüenza.
—No estoy enojada contigo, Merlín—le aseguró con cierta resignación— ¡Estoy furiosa con ella! ¡Te besó!
—No—negó repetidamente con la cabeza mientras acortaba la distancia que había entre ellos para poder rodarla con sus brazos—, no me besó. Me aparté antes de que pudiera hacerlo.
Hermione enterró su rostro en medio del pecho de Merlín, sintiendo su cara arder. Tanto por rabia como por vergüenza. Confiaba en él por completo pero no confiaba ni un poco en Morgana. ¡Esa bruja de…! ¡Agh! Nunca antes había sentido celos de la belleza obvia que ostentaba la protegida de su padre, nunca… hasta ahora.
Una de las manos del mago se quedó en su cintura mientas que la otra acarició suavemente su cabello.
—Ella es hermosa—dijo y su voz quedó amortiguada en las prendas de Merlín.
Él casi rió ante lo ridículo de la situación. ¿Cómo podía ser posible que Hermione se sintiera de ese modo?
—Tú eres hermosa—le aseguró.
Ella negó con la cabeza pero Merlín la soltó sólo para tomar su rostro entre sus manos y detener aquel movimiento.
—No soy tan hermosa como Morgana. Todo el mundo lo dice.
—Quizás los idiotas porque yo sólo puedo mirarte a ti—indicó mirándola fijamente a los ojos, sin soltar su rostro. Acarició con sus pulgares las mejillas de la princesa—Para mí eres la mujer más bella, inteligente y deseable del mundo.
Hermione no pudo evitar sonreír ante su intento de levantarle el ánimo. E iba a admitir que sus palabras causaban algo en ella.
—Además—añadió Merlín con tono de broma—, Morgana es una bruja psicótica que quiere verme muerto. No creo que haya esperanzas para nosotros.
Hermione rió suavemente pero su risa murió en los labios de Merlín cuando él bajó la cabeza para besarla suavemente. Él adoraba besarla. Especialmente cuando ella se mostraba tan predispuesta a profundizar sus besos, a mordisquear sus labios y a dejar que su lengua se adentrada dentro de su boca para acariciar la suya como estaba sucediendo en ese momento. Los brazos de la princesa rodearon la espalda de Merlín para poder pegarse más contra él. Sus manos lo acariciaron, sintiendo sus omóplatos y sintiendo el movimiento de sus músculos cuando deslizaba sus dedos por el cuello con tal delicadeza como para hacerla estremecer.
Él cortó su beso de repente e intentó alejarse de sus labios para no caer en la tentación nuevamente. No podía simplemente perderse con sus besos porque Geoffrey podría regresar en cualquier momento y descubrirlos. Colocó su cabeza en la curva del cuello de ella y gimió suavemente al sentir su aroma desprendiendo de su piel.
—Debo irme…—le dijo.
Ella se aferró sus manos a sus prendas para impedir que él se moviera pero no habría sido realmente necesario porque él no hizo ningún esfuerzo por apartarse de ella.
—No—rogó.
Merlín fue incapaz de no deslizar su nariz por la piel de su cuello, aspirando profundamente para llenarse los pulmones de aquel aroma que le resultaba tan embriagador. Hermione se estremeció notablemente y su boca se abrió para soltar un jadeo cuando los labios del chico comenzaron a dejar un camino de besos. Su cabeza chocó contra el librero cuando la tiró hacia atrás para darle una mayor accesibilidad. Jadeó aun con más potencia cuando los dientes del mago encontraron un interesante punto que la volvía de gelatina bajo él.
Sin embargo, cuando oyeron pasos entrando en la biblioteca, a pocos metros de ellos, se separaron bruscamente e intentaron acomodarse la ropa y el cabello algo desalineado para intentar que las evidencias no los inculparan tan directamente.
— ¿Mi lady?—se oyó la voz del consejero de la corte.
—Aquí estoy, ya salgo—dijo ella en voz alta y se apresuró a caminar lejos de Merlín pero no sin antes lanzarle una última mirada cómplice y una sonrisa prometedora.
Ella se encargó de entretener al anciano para que él pudiera salir sin ser visto.
…
Los caballeros del reino que se encontraban fuera vigilando los avances de los secuaces de Cenred volvieron velozmente al castillo trayendo no muy buenas noticias. León pidió una audiencia con Arturo y pronto él, los príncipes, Merlín, Morgana y los consejeros de la corte, estaban presentes dispuestos a escuchar lo que tenía para decir.
—Son demasiados los que se aproximan, señor—dijo con seriedad— y estimo que llegarán en dos días.
— ¿Qué banderas llevan?—inquirió Arturo.
—Las de Cenred, señor. Sabíamos que estaba reuniendo un ejército pero…
— ¿Cuántos hombres?—lo interrumpió el príncipe.
—Veinte mil, quizás más—dijo con pesadumbres León—. Me temo que las noticias sobre la enfermedad del rey se han diseminado más allá de nuestras fronteras.
—Cenred ve una oportunidad—comentó Gaius.
—Debemos encontrar una manera de apaciguarlo—sugirió León.
Arturo negó con la cabeza.
—No, mi padre nunca cederá ante nuestros enemigos.
—Perdóname, señor—intervino el galeno—, pero nos superan en número.
Arturo era demasiado consciente de eso. Intercambió una mirada de preocupación con su hermana. Ella aún seguía sin hablarle y él había sido incapaz de disculparse.
— ¿Qué clase de concesiones pretende Cenred?—preguntó— ¿Qué territorios demanda?
—No tenemos que darle nada, sire—aseguró Gaius—, pero nos compraría tiempo valioso.
—Eso muestra debilidad, Gaius—le aseguró el príncipe con molestia mientras caminaba hacia la silla que se suponía debía de ocupar el rey—Sólo hay un curso de acción para nosotros—indicó y se ganó la mirada atenta de todos, no sólo por sus palabras sino también por la acción que acababa de hacer—: Tenemos que preparar la ciudad para un sitio.
León miró al príncipe con serias dudas.
— ¿Está seguro que es lo más inteligente?—le preguntó.
—El castillo es nuestra arma más fuerte—indicó Arturo—. Ningún ejército ha tomado alguna vez Camelot.
— ¿Qué pasará con la gente de los pueblos?—inquirió Sir León.
—Debemos darle refugio dentro de las murallas de la ciudad—dijo con firmeza, sin dudar de sus palabras.
— ¿Y qué hay de sus casas, de sus medios de subsistencia?—insistió el caballero—Cenred destruirá todo a su paso.
Arturo tragó saliva. El peso que tenía sobre sus hombros era demasiado. Pero si no lo hacia él, ¿quién? ¿Hermione? La quería y la creía muy capaz, pero gobernar un reino como aquel, bajo aquella tensa situación, podía llevarlo a cometer enormes errores y no quería que éstas la golpearan tan pronto. No, era su responsabilidad lo quisiera o no.
—Pero ellos conservarán sus vidas—dijo con seriedad—Ve—miró a León—, el ejército está listo.
El caballero asintió y luego se alejó a seguir las órdenes que le habían encomendado. Poco a poco fueron todos los demás saliendo, dejando a Arturo sólo con su sirviente.
Hermione le lanzó una última mirada a su hermano antes de alejarse de allí en silencio. Esos últimos días había estado tan ocupada y preocupada con la desaparición de Merlín que no había tenido tiempo de pensar en lo molesta que había estado por las palabras que le había dicho. La había herido profundamente que él, su hermano, la llamara insufrible y que la tratara como una extraña, como si no fuera consciente de la magnitud de los acontecimientos que estaban sucediendo. Sin embargo, momentos atrás lo había visto tan concentrado en su rol, tan firmemente decidido que había podido vislumbrar en el rey en que se convertiría en el futuro y no había podido evitar sentirse orgullosa de él.
— ¡Hermione, espera!
Se volteó lentamente al escuchar la voz de su hermano llamándola. Merlín veía detrás de él pero se detuvo a una distancia prudente para darles espacio suficiente a los dos para hablar sin ser molestados con su presencia.
Arturo se aproximó a su hermana y la miró con una sincera expresión de arrepentimiento. Hermione no era una persona orgullosa ni demasiado rencorosa pero no iba a perdonar tan fácilmente a Arturo, incluso si ya no sentía tanta molestia como antes.
— ¿Qué quieres, Arturo?—le preguntó casi de mala manera.
—Quería disculparme contigo. Lo que te dije estuvo completamente fuera de lugar.
—Sí, lo estuvo—asintió y siguió mirándolo sin decir absolutamente nada al respecto.
—Esa noche estaba agotado, la amenaza de la guerra estaba encima de nuestras cabezas y yo no podía dejar de pensar en cuánto quería hacer bien las cosas pero no podía dejar de sentirme casi un niño. No me sentía preparado para gobernar el reino… aún no me siento listo.
Hermione suavizó notablemente su expresión ante aquella confesión. Arturo no era de los que iban confesando sus sentimientos libremente y aquella muestra de vulnerabilidad era un enorme gesto de su parte.
—Ven aquí—le dijo incapaz de evitarlo y abrió los brazos para él.
Arturo sonrió y no tardó en acortar la distancia entre ambos para dejarse abrazar por su hermana. Rió en su oído con alegría, sintiendo como si se liberaba de un enorme peso de encima.
— ¿Te he dicho que eres la mejor hermana que puede uno desear tener?—le preguntó.
Hermione no respondió y simplemente lo abrazó con más fuerza. Años atrás (o años después, ya que se encontraba en el futuro) nunca había podido imaginar sentir esa sensación de alegría ante tal familiaridad. Arturo era una parte importante de su vida y ahora que lo conocía la idea de perderlo hacía sangrar su corazón.
Arturo se separó suavemente de ella, sonriéndole.
— ¿Tú no me dirás lo mismo?—inquirió el príncipe.
Hermione lo miró con diversión.
—No—negó con la cabeza—, tienes muchas fallas, en realidad, hay mucho que mejorar así que yo podría desear tener un mejor hermano, en realidad.
— ¡Ey!—protestó Arturo al oír la respuesta de su hermana.
—Y aún no te he perdonado—indicó ella con seriedad.
—Pero… ¡Yo pensé que…!
—Pensaste mal.
Merlín, quien ahora ya no simulaba no oír la conversación de ambos, rió suavemente al ver la expresión indignada del príncipe. Parecía un niño al que se le había negado un dulce.
— ¡Hermione, por favor!—exclamó con tono de súplica— ¿Qué debo hacer para que me perdones?
La princesa pensó unos momentos hasta que una sonrisa fue formándose en sus labios. Arturo sintió pánico al verla.
—Quiero que prometas que por un mes te comportarás y serás bueno con Merlín.
La boca de Arturo se abrió enormemente. ¡Su hermana debía de estar bromeando! Giró el rostro para mirar a su inútil sirviente quién parecía tan sorprendido como él ante el pedido. Más le valía no estar involucrado en eso o se las pagaría. Volteó nuevamente a su hermana y la contempló mientras negaba con la cabeza una y otra vez.
— ¡Te has vuelto completamente loca!—ella no dijo nada y esperó a que él siguiera hablando— ¡No haré tal cosa! Y lo haces sonar como si yo tratara mal a Merlín.
—Arturo, tú tratas mal a Merlín—aseguró Hermione.
— ¡No es verdad!
—Lo usas de blanco, lo obligas a practicar contigo cuando obviamente tienes más práctica y conocimientos en lucha, le tiraste hace unos días un cubo con agua por la cabeza y, ¿cómo olvidarlo?, le vives arrojando cosas cuando te molestas…
Arturo miró a Merlín con los ojos entrecerrados. ¡Ese maldito lo había acusado con su hermana!
—No aceptaré tal cosa—dijo el príncipe orgulloso a Hermione.
—Bien, entonces, no te perdonaré.
— ¡Bien!
Hermione giró sobre sus pies y caminó unos cuantos pasos, maldiciendo la terquedad de su hermano por lo bajo.
— ¡Está bien, acepto!—oyó que el príncipe decía detrás suyo con cansina resignación.
Se volteó a mirarlo y comprobó que estaba con los brazos cruzados sobre su pecho y la mirara ofendido, como si lo estuviera obligando a hacer algo que le costaba horrores realizar.
—Pero sólo por un día—concordó rápidamente.
—Te he dicho un mes—replicó Hermione.
—Una semana y es mi última oferta.
Quizás eso fuera todo lo que pudiera sacarle, pensó la chica.
—De acuerdo, una semana. Pero si me llego a enterar que lo has tratado mal ya sea física o verbalmente, me las pagarás, Arturo Pendragon.
Se giró por tercera vez y rápidamente siguió su camino.
Arturo se volteó hacia Merlín con molestia.
— ¡¿Has visto lo que has logrado?!
— ¿Yo? No hice nada, lo juro.
— ¿No le dijiste que te mojé o que te tiré cosas?
—Lo de tirar cosas se lo conté a Gaius cuando me quejaba de ti pero siempre me quejo de ti con él. Quizás ella escuchó… y lo de agua…—el recordatorio de aquel día lo hizo ruborizar y en él, que era más bien pálido, el rojo de sus mejillas era muy notable.
Arturo entrecerró los ojos.
— ¿Qué pasó con el agua? ¿Por qué estás rojo? ¿Qué sucedió?—fue acercándose a su sirviente a medida que iba lanzando pregunta tras pregunta, siempre lleno de terribles sospechas.
—Nada—mintió Merlín con prisa—. Yo llegué a cambiarme y ella me vio porque estaba en las cámaras de Gaius haciendo una pócima.
— ¿Eso fue todo?—estrechó su mirada y Merlín asintió con la cabeza temiendo que le fallara la voz—Bien. Ve a lustrar mi armadura y a afilar mi espada. Luego iremos a practicar…
Merlín supo que seguramente iba a utilizarlo a él como contrincante pero no protestó. Era mejor así. Podía soportar sólo al príncipe y todas las penurias que lo hacía pasar. Si iba con Hermione a contarle que su hermano había faltado a su palabra nada más comenzar estaba seguro que lo único que conseguiría era que Arturo hiciera su vida un infierno.
…
Ese mismo día guardias y civiles comenzaron ayudar en el castillo. La guerra formaba parte de las pesadillas de todos y en esas horas tan tensas, el miedo y la desesperación sumergían a muchos en un silencio sepulcral. Mientras Arturo entrenaba a los hombres para la batalla y controlaban que estuvieran bien armados, Hermione se encargó de ayudar a Gaius a preparar pócimas y ungüentos para todo tipo de heridas y dolores que pudiera resultar necesarios. Luego, controló que hubiera suficiente alimento almacenado y buscó colchas para entregar a las familias que las necesitasen cuando se quedaran en el castillo. Hizo que las sirvientas llenaran cubos con agua para que estuvieran a mano en cuanto lo necesitaban y así evitarles el peligro de salir por las noches o durante la batalla.
Sin embargo, al anochecer, sus pensamientos se volvieron hacia cierta persona que vivía en la ciudadela. Tomando una de sus capas, se la puso y le pidió a Ingrid que la acompañara. Ambas caminaron en silencio hasta la casa donde se quedaba Rowena.
Ingrid fue la que tocó la puerta y tras unos momentos una niña adorable abrió. La doncella y la pequeña se saludaron con naturalidad mientras que Hermione se quedaba atónita al comprender que estaba frente a la futura Dama Gris de la casa de Ravenclaw. Merlín le había contado que hacía un tiempo la había conocido junto con Gaius pero en aquel entonces no había sido realmente consciente de en quién ser convertiría. Ahora que la veía, no podía comprender como una niña de apariencia tan dulce podría crecer albergando cierto rencor hacia su madre a tal punto de robarle su diadema.
—Permíteme que te presente a Lady Hermione, princesa del reino—le dijo Ingrid a la niña.
La pequeña miró a Hermione con infantil curiosidad por unos instantes pero rápidamente hizo la correspondiente reverencia.
—No tienes que inclinarte, Helena, y sólo dime Hermione.
— ¿Cómo sabes mi nombre?
—Merlín me lo dijo.
— ¿Merlín? ¿El médico?
Si Gaius se enteraba que habían llamado a Merlín médico le daba un ataque.
— ¡Helena!—se oyó la voz molesta desde el interior de la casa— ¿Qué te he dicho de abrir la puerta?
Pronto la figura de Rowena apreció delante de ellas. Las contempló con sorpresa por unos segundos y luego, sin decir absolutamente nada, se apartó para permitirles entrar. En cuanto estuvieron en el interior, la futura fundadora miró a Hermione con seriedad.
—Supongo que estás aquí para darme una respuesta al pedido de Slytherin—dijo.
Hermione la miró con extrañeza ante esto.
— ¿Slytherin?—preguntó—No.
— ¿No aceptarás desposarte con él?—Ante esto Hermione sólo bufó—Bien haces en no aceptar—la felicitó Rowena.
—Sólo vine a comprobar que estén seguras—indicó ella.
La mujer asintió con seriedad.
—Lo estamos. En cuanto oí que sitiarán el castillo ante los posibles ataques, hice planes para volver al castillo de mi padre—les informó—. Helena y yo nos iremos dentro de unas horas, cuando sea tarde y todo esté oscuro. No quiero que nadie se dé cuenta de que nos apareceremos.
— ¿Tienen todo lo necesario? ¿Necesitan algo?
Rowena negó con la cabeza mientras pensaba que la princesa de Camelot era una mujer muy extraña. Ellas a penas se habían visto un par de veces pero aun así, allí estaba, preocupándose por su bienestar. No todas las personas de la monarquía se mostrarían así. Se preguntó qué había pasado concretamente con Hermione Pendragon. Godric le había advertido, sin entrar en detalles, que había en ella mucho más de lo que aparentaba y Rowena ahora podía apostar a que así era. Sólo le gustaría saber qué…
…
A pesar de que esa noche muy pocos durmieron por lo que el castillo estaba extrañamente concurrido, Morgana pudo salir sin ser vista para reunirse con su querida hermana en el sitio habitual. Fue cuidadosa y prestó mucha atención de no ser perseguida por nadie, menos Merlín. Para su suerte, no fue así. Sólo tuvo que soportar eternos minutos de espera en aquel claro del bosque a plena noche hasta que Morgause finalmente decidió aparecer.
— ¿Dónde has estado?—le preguntó con desespero nada más verla.
Morgause rápidamente detectó su humor.
— ¿Qué va mal, hermana?—inquirió con preocupación.
—Es Merlín—escupió el nombre del sirviente con rabia—. Él está vivo y está de vuelta en Camelot. Ha frustrado nuestro plan. Destruyó la raíz de mandrágora. ¡Su encanto está roto!
Era cierto que el rey aún no despertaba porque estaba bajo los efectos del sedante que le administraba Gaius y que, si estuviera despierto, aún tendría algunas alucinaciones, producto de la magia que quedaba en su cuerpo. ¡Pero no permanecería así para siempre! Sus signos vitales mostraban una gran mejoría.
Morgause le sonrió levemente a modo de consuelo.
—No te preocupes. La raíz ya ha hecho su trabajo y el ejército de Cenred está a menos de un día de la ciudad.
—Entonces, es el momento—comprendió Morgana.
— ¿Estás lista?—le preguntó Morgause y pudo ver una sombra de duda en los ojos de la joven que tenía en frente. Duda que no tardaría en hacer desaparecer—Morgana, el ejército de Cenred es poderoso, pero no puede derribar por sí sólo la ciudad. Tú también debes desempeñar tu papel.
Morgana tomó aire profundamente y pronto una sonrisa apareció en sus labios.
—Dime qué debo hacer—le pidió.
Morgause levantó su mano, mostrándole el elemento que llevaba firmemente sostenido. Un báculo poderoso y peligroso.
—Fue tallado en el árbol Serbal que crece en el centro mismo de la isla de los Bienaventurados. Sólo las altas Sacerdotisas y sus Guardianas de Sangre han puesto alguna vez sus ojos en él.
Morgana era incapaz de dejar de observarlo y sentir cierto temor. No por lo que representaba sino porque se sentía tan indigna de usarlo.
—Mi magia es todavía muy débil—musitó—. No tengo la fuerza para manejar dicho instrumento.
—No te preocupes—la tranquilizó Morgause—. Te guiará. Contiene su propio poder.
Morgana aún tenía serias dudas pero cuando su hermana se lo ofreció no pudo rechazarlo. Sin embargo, cuando sus dedos apenas rozaron aquel instrumento, sintió la magia que contenía vibrar suavemente y una renovada confianza en sí misma la embargó.
—No te voy a fallar—le aseguró a Morgause.
Ésta asintió con seriedad.
—Lo sé.
Buenas tardes a todos. Espero que estén disfrutando de la historia hasta el momento. El próximo capítulo será el desenlace final de esta batalla y, más adelante, comenzarán a aparecer ciertos cambios... y otros personajes. No se olviden de Harry ;) jejeje
Adelanto del siguiente capítulo:
— ¡Merlín, llévatela lejos!
—Yo me quedo contigo—Hermione giró a ver a su hermano—. Merlín puede ir a avisar a los demás.
Y antes de que Arturo o el mismo Merlín pudieran advertir qué era lo que ella planeaba hacer, tomó el cuello del mago y lo empujó hacia abajo, haciendo chocar sus labios en un rápido beso.
