Buenas tardes (acá son casi las tres y media de la tarde), espero que esta última parte de Las lágrimas de Uther Pendragon sea de su agrado... y les advierto a las fanáticas de Salazar que no digan nada antes de tiempo al leer el final de esta capítulo.
Marianagmt, incluso cuando la tecnología está de tu contra me ayudas ¡Gracias!
Rosangela: ¡Gracias por seguir leyendo!Espero que este capítulo te guste.
Las lágrimas de Uther Pendragon
Parte IV
El paso de la noche trajo un nuevo día, un día lleno de temor y de constante movimiento. Las puertas de la ciudadela fueron abiertas de par en par para dejar a los aldeanos ingresar y así guarecerse durante el ataque. Se utilizaron salas enteras del castillo para crear enfermerías improvisadas o cuartos donde dejar a la gente. Hermione, Gwen, Ingrid e incluso Morgana iban y veían de un lado al otro con mantas o comida. Los hombres se armaban y las mujeres se preparaban para la subsistencia por quién sabe cuánto tiempo. Arturo no dejaba de dar órdenes a todos con los que se topaba.
— ¿Se ha dado refugio a todos los de las aldeas?—le preguntó al caballero mientras no dejaba de caminar.
—Lo mejor que hemos podido, señor—respondió Sir León—. Son unos nueve mil, hasta ahora pero siguen llegando.
Arturo estaba seguro que nunca antes había habido tantas personas reunidas al mismo tiempo en el castillo.
— ¿Cuánto durarán nuestras provisiones?
—Depende de las pérdidas que se produzcan.
— ¿Y Cenred?
—Nuestros exploradores dicen que estará sobre nosotros en cuestión de horas.
Arturo sintió el pánico propagarse en su interior pero intentó disimularlo. Con un gesto de su mano hizo una seña para que León se marchara a continuar con sus deberes y él se encaminó presurosamente a las cámaras de su padre.
Uther aún permanecía bajo los efectos de los sedantes y, aunque se notaba una notable mejoría en su tez, el príncipe no podía dejar de pensar en cuánta falta le hacía en esos momentos. Le gustaría poder estar seguro de la decisión que había tomado. ¿Su padre habría hecho lo mismo? ¿O habría ideado un mejor plan?
Merlín apareció poco después en la habitación y le habló con seriedad, casi temiendo interrumpirlo.
—Señor—lo llamó—, es hora.
Arturo se sintió repentinamente enfermo y tuvo que tomarse unos segundos para tomar aire profundamente antes de girar hacia su sirviente e ir con él. Pero no sin antes detenerse por última vez a mirar a su padre.
—Te prometo que no te decepcionaré—le dijo al cuerpo inconsciente del rey.
…
Merlín también estaba preocupado. Más bien, estaba aterrado. Se había tomado unos segundos para mirar por encima de la muralla del castillo antes de ir a preparar a Arturo y había visto a la gran cantidad de hombres que se estaban reuniendo en el exterior, listo para luchar y tomar Camelot por la fuerza. Todos eran enormes, feroces y parecían más que predispuestos a arriesgar su vida por la causa. Él sabía que los que los caballeros de Camelot también pero los guerreros de Cenred eran tantos que se extendían incluso más allá de lo que sus ojos eran capaces de ver.
Cuando intentaba colocar la armadura al príncipe el temor lo traicionaba y las hebillas se resbalaban de sus dedos constantemente.
—Lo siento—se disculpó por tercera vez consecutiva.
Arturo miró a su sirviente y no tardó en advertir lo que le sucedía.
—No es lo tuyo ponerte nervioso, ¿verdad, Merlín?—le preguntó mientras se apartaba y terminaba el trabajo por sí mismo.
—No estoy nervioso—dijo el mago.
— ¿No?—se burló Arturo.
Merlín tomó un momento para meditar las palabras que diría a continuación.
—No—negó con la cabeza suavemente—, porque confío en tu destino.
Arturo frunció el ceño ante aquel extraño comentario salido de la boca de su sirviente.
— ¿Has estado tomando sidra?—le preguntó—Porque éste no es precisamente el momento adecuado para tenerte borracho.
Merlín volvió a negar con la cabeza mientras sacaba lentamente la reluciente espada del príncipe que él mismo se había encargado de pulir y afilar.
—Es tu destino—comenzó a decirle con completa seriedad y sinceridad— ser el rey más grande que jamás haya conocido Camelot. Y tu victoria de hoy—hizo un gesto con la cabeza señalando el exterior—será recordada. Durante cada generación, hasta el final de los tiempos—Arturo tomó la espada que le daba Merlín con lentitud—. Sólo confía en ti mismo.
Merlín lo había dicho sin dejar de observarlo en ningún momento y Arturo se había sentido inundar por sensaciones extrañas. Estaba conmovido, conmocionado pero a la vez lleno de una renovada confianza en sí mismo. Miró a su sirviente como si estuviera viéndolo por primera vez, incapaz de creer que él hubiera dicho todo aquello en ese momento y le hubiese dado la fortaleza que no creía tener, al igual que lo hubiera hecho un padre o un mentor.
—Hay veces, Merlín, que muestras una especie de… No sé lo que es…—admitió—Quiero decir… no es sabiduría… Pero sí—se contradijo—, eso es lo que es.
Merlín fue incapaz de no sonreír enormemente ante este extraño cumplido que había intentado darle el príncipe.
—No te regodees—lo amonestó Arturo— ¡El resto del tiempo eres un completo imbécil!
…
Arturo comenzó a caminar por entre los guardias que estaban preparándose para la pelea. La mayoría ya estaban listos y ansiosos mientras que otros se acomodaban sus cotas de mallas nerviosamente pero preparados para la batalla. Cada uno de ellos estaba allí por propia decisión. Habían prácticamente crecido sabiendo que su destino era convertirse en Caballeros de Camelot, de servir fielmente a su reino y a su rey.
Cuando el príncipe cruzó delante de Sir León, le tendió la mano en señal de compañerismo. León no tardó en tomarlo y estrecharlo. Arturo siguió avanzando y luego dijo lo único que fue capaz, el único motivo por el cual estaba allí todos juntos.
— ¡Por amor a Camelot!—exclamó colocando su espada en alto.
Luego de eso, todos comenzaron a trabajar inmediatamente, alzando barricada tras las murallas en un intento de aumentar las defensas del castillo. Sin embargo, cuando Cenred dio una orden a sus hombres y grandes bolas de fuego ardiente salieron volando por el cielo nocturno, impulsadas por catapultas, los caballeros de Camelot tuvieron que salir huyendo para no morir quemados sólo para volver nuevamente cuando las grandes puertas se abrieron y los enemigos entraron.
El castillo pareció temblar ante todos estos impactos, despertando a un rey sobresaltado.
Arturo avanzó por encima de la barricada y, espada en mano, comenzó a pelear con valor. Los demás caballeros lo imitaron y pronto, en la oscuridad de la noche iluminada por el fuego creado, sólo se oyeron gritos de rabia y chirriantes sonidos de las espadas chocando una contras otras.
Hermione, en el interior, recorría los pasillos con prisa mientras intentaba realizar hechizos protectores en las salas donde se encontraban las personas. Era difícil concentrarse pero más difícil hacerlo sin que ninguno de los ciudadanos la viera. Por fortuna, Ingrid ayudaba a distraerlos pero aun así debía ser increíblemente cuidadosa. A eso había que sumarle el hecho de tener que vigilar a Morgana. No sabía cuándo ni si estaba en lo cierto pero algo dentro de ella le decía que la protegida de su padre muy pronto mostraría su verdadera naturaleza y ayudaría a los hombres de Cenred. Estaba tan concentrada en todo aquello que no fue capaz de ver que su padre había ingresado y, tras mirar a su alrededor algo aturdido, había atravesado la sala para encaminarse hacia el exterior, listo para unirse a la lucha y defender su reino.
Arturo sólo notó que su padre estaba allí, peleando a su lado, cuando oyó su voz. Giró el rostro con sorpresa luego de desprenderse de un hombre y lo miró sin poder creerlo.
— ¡Padre!—exclamó y corrió hacia él inmediatamente.
Era notable el esfuerzo que ponía el monarca en luchar. Su respiración era agitada y estaba cubierto de sudor. Arturo llegó a él y no tardó en tomarlo desde atrás para apartarlo de la lucha.
— ¡¿Qué estás haciendo?!—le preguntó el rey a su hijo mientras intentaba apartarlo.
—No estás bien.
— ¡Éste es mi… reino!—exclamó pero pronto un grito de dolor salió de su boca.
Arturo miró el cuerpo de su padre en busca de alguna herida y descubrió con horror que una lanza había terminado impactando en la pierna izquierda del monarca. Como podía, arrastró el cuerpo incapacitado del rey y, tras lanzar una mirada hacia adelante, pudo ver como los caballeros luchaban a duras penas contra los hombres de Cenred.
— ¡Retrocedan!—les ordenó, viendo que allí sólo ponían en riesgo su vida de manera inútil— ¡Retirada!
Por fortuna, Merlín llegó en ese momento para ayudarlo a llevar a su padre al interior. Estaba preocupado por Uther y no se detuvo a pensar en la inexplicable llamarada de fuego que apareció en el camino de los demás guerreros, que les dio unos cuantos minutos de ventaja.
Caminaron con dificultad el trayecto que quedaba hasta el patio interno del castillo pero se detuvieron frente al pozo. Arturo recostó a su padre en él y rápidamente comenzó a inspeccionar la herida.
—Debes volver, estamos perdiendo el pueblo bajo—le dijo el rey a su hijo mientras gruñía ente dientes a causa del dolor.
—Ya está perdido, padre.
— ¿Y la ciudadela?
—A salvo por ahora.
—Debe permanecer así.
—Debes confiar en mí, padre, sé lo que estoy haciendo.
Y antes de que el rey pudiera deducir que se refería no sólo a la batalla, tomó firmemente con sus manos la lanza y la arrancó de la pierna del rey. Uther tuvo que ahogar un grito que amenazó con destrozarle la garganta.
—Debes descansar—continuó diciendo el príncipe— y cuando estés bien aún tendrás un reino. Te lo prometo.
Arturo le hizo una seña a Merlín para que se encargara de terminar de trasladar a su padre al interior del castillo mientras él se encargaba de volver a luchar con el resto de los caballeros e un intento de que no traspasasen la ciudadela.
Merlín hizo que la mayor parte del peso del cuerpo del rey cayera sobre él para que el hombre no tuviera que apoyarse en su pierna herida. A duras penas llegó y dejó que Uther quedara sentado en una de las improvisadas camas. Buscó con la mirada a Hermione y al encontrarla, la llamó con prisa.
La princesa abrió los ojos con notable sorpresa al ver al rey allí. Corrió inmediatamente hacia ellos.
— ¿Qué se supone que estás haciendo aquí?—le preguntó a su padre.
El rey hizo una mueca de dolor mientras se acomodaba para quedar mejor sentado.
—No seas igual que tu hermano, Hermione—le pidió el monarca—. Tengo el deber de defender mi reino.
—Lo defenderás cuando estés sano—lo reprendió ella— ¡Y encima te hirieron! ¡Eres un hombre increíblemente terco!
Cortó rápidamente la tela del pantalón de su padre y comenzó a limpiar la herida. Notó que a su lado Merlín comenzaba a mirar con desespero a su alrededor.
—Gaius está allá—le indicó con un gesto de su cabeza, pensando que buscaba al anciano.
—No él—le aclaró y la miró significativamente.
Hermione comprendió entonces. Alzó el rostro de inmediato y fue incapaz de encontrarla. Dentro de su pecho, su corazón comenzó a latir con velocidad a causa del temor. ¿Cómo había sido capaz de perderla de vista? Se maldijo a sí misma en silencio.
— ¡Gwen!
La doncella, que justo cruzaba delante de ellos, se detuvo de inmediato y, al igual que los dos hermanos, miró sorprendida al rey al verlo levantado.
—Cuida de mi padre—le rogó Hermione mientras le señalaba su pierna.
La chica pronto se puso en ello y tanto Hermione como Merlín comenzaron a buscar con desespero a Morgana sin poder encontrarla.
—Separémonos para encontrarla—sugirió Hermione con desespero.
—No sabemos qué está planeando, no quiero que te arriesgues sola a enfrentarla.
—Merlín, soy tan capaz como tú…
—Lo sé, pero Morgana es también poderosa y es aliada de Morgause. Seguramente ella le pidió hacer algo porque no creo que salga del castillo y se encamine directamente a su encuentro. Lo único que quiero es que no te pongas en peligro inútilmente.
Hermione rodó los ojos.
—Bien, si la encuentro antes, te lo haré saber—le aseguró y antes de que él volviera a preguntar cualquier cosa se alejó con prisa.
Sin embargo, no pudieron hacer más que un par de pasos lejos el uno del otro cuando sintieron la magia recorriendo sus cuerpos como una especie de explosión que los dejó aturdidos por unos segundos. Se volvieron inmediatamente a mirarse entre sí y, aunque no sabían precisamente qué era lo que acababa de suceder entendiendo que era lo suficientemente malo.
—Tenemos que encontrar a Arturo—dijo Hermione y Merlín asintió.
Ambos salieron al exterior con prisa y, para su fortuna, no tardaron en encontrarlo. El príncipe se encaminaba hacia ellos contemplándolos con mala cara. Bueno, contemplaba con mala cara a su sirviente.
— ¡Merlín! ¿Dónde demonios te has metido?
—En ningún sitio.
—Esto está comenzando a convertirse en un mal hábito—gruñó el príncipe antes de volverse hacia su hermana— ¿Y tú? ¿Qué se supone que haces aquí?
— ¿En dónde más iba a estar?
—Me refiero aquí fuera, Hermione—aclaró el príncipe señalando el exterior donde había caballeros heridos, fuego y el sonido de la lucha era demasiado próximo.
—Estaba preocupada por ti, Arturo, yo…—se silenció de repente cuando sus ojos se toparon con algo demasiado increíble como para ser verdad.
Parpadeó varias veces, creyendo por unos segundos que estaba alucinando o quizás imaginando cosas; sin embargo, aquello parecía demasiado real y escalofriante. Miró a Merlín para preguntarle si estaba viendo lo mismo que ella pero su expresión anonadada decía todo. Arturo, molesto por el silencio de ambos, giró el rostro para mirar en dirección a lo que esos dos estaban observando.
— ¡¿Qué rayos…?!
Saltó sorpresivamente hacia atrás al ver un esqueleto caminando. ¡Un esqueleto! ¡Y con una espada en mano y todo! Lo peor de todo fue que no sólo parecían dispuestos a atacarlos sino que detrás de ese venían otros dos.
Arturo, superando su miedo inicial, dio un paso hacia adelante nuevamente y luego otro y otro, hasta que aquel espectro estuvo al alcance de su espada. Lo que no tuvo en cuenta fue que se defendiera, bloqueando sus golpes con maestría, atacando con velocidad y siendo incapaz de morir… porque, ¿Cómo matabas a un esqueleto que ya ha muerto hace muchísimos años? Sin embargo, el príncipe era incapaz de rendirse.
Cuando Hermione notó que un segundo esqueleto se aproximaba peligrosamente a su hermano, tomó una espada de uno de los guerreros caídos y fue a enfrentarlo sin pensarlo demasiado.
Merlín la imitó pero en el manejo de un arma como aquella no era tan bueno como los dos hermanos. Sin embargo, eso no evitó que cortara un brazo a su contrincante, el problema era que eso no significó ninguna ventaja ya que no sentían dolor. El esqueleto pareció incluso mirarlo con burla a pesar de que no tenía ojos y luego, en un movimiento ágil, lo desarmó. Merlín dio un paso hacia atrás, asustado y estaba a punto de ser asesinado por alguien muerto cuando Hermione intervino de repente, salvándole la vida.
Arturo, Hermione y Merlín, no tenían posibilidad de ganar aquella batalla e hicieron lo más inteligente de su parte: huir al interior del castillo.
—Deben advertir a Gaius. Díganle que acordonen el hospital—les ordenó.
— ¿Tú que harás?—preguntó Hermione con el corazón acelerado.
—Los enfrentaré.
— ¡No puedes matarlos!
—Algo les dio vida, debe de haber algo que los mate—dijo el príncipe con lógica.
—Me quedaré contigo.
—No, te lo prohíbo.
—No te pedí autorización—le indicó con un gruñido antes de volverse a Merlín y hablarle en voz baja—El hospital está completamente a salvo—le aseguró—, coloqué algunos hechizos que mantendrán lejos el peligro… Busca una manera de acabar con esto…
Arturo, miró con molestia el intercambio de esos dos, enfadado por no poder oír lo que Hermione decía.
— ¡Merlín, llévatela lejos!
—Yo me quedo contigo—Hermione giró a ver a su hermano—. Merlín puede ir a avisar a los demás.
Y antes de que Arturo o el mismo Merlín pudieran advertir qué era lo que ella planeaba hacer, tomó el cuello del mago y lo empujó hacia abajo, haciendo chocar sus labios en un rápido beso.
— ¡HERMIONE!—gritó Arturo.
Merlín tenía los ojos abiertos como platos y estaba tan sorprendido que ni siquiera fue capaz de devolverle el beso o abrazarla o hacer cualquier cosa que no fuera más que preocuparse porque la princesa estaba besándolo delante de su hermano.
Hermione se separó de él y sus ojos se encontraron.
—Ten cuidado.
Merlín asintió temblorosamente pero no se movió de su lugar.
— ¡Rápido!—le gritó ella al notarlo— ¡Vete, ya sabes lo que tienes que hacer!
Merlín salió de su ensimismamiento y corrió, dejando a los dos hermanos a solas.
Hermione, al sentir la mirada de su hermano encima de ella, lo miró.
— ¿Qué?—inquirió ella.
— ¡¿Qué fue eso?!
—Un beso, Arturo.
— ¡No seas impertinente!
—No hagas preguntas estúpidas.
Arturo estaba por hablar nuevamente pero el sonido de los esqueletos acercándose a ellos lo detuvo. Ya luego tendría una charla con su molesto sirviente.
…
A pesar de que Hermione le había advertido que el hospital estaba a salvo, salió corriendo hacia allí para advertirle a Gaius. El peligro podría no entrar allí pero eso no significaba que cualquier persona no pudiera salir y encontrarse con él frente a frente.
Cuando llegó, el galeno estaba cuidando del rey, quien, malherido y agotado como estaba, quería salir a seguir luchando.
— ¡Gaius!—lo llamó con desespero.
El anciano dio una última mirada de advertencia al monarca para que se quedara en su sitio antes de aproximarse a Merlín.
—Debes conseguir que todo el mundo se quede aquí dentro—le dijo en voz baja—. El castillo está siendo atacado desde el interior.
— ¿De qué estás hablando?—le preguntó desconcertado.
—Morgana. Ha convocado un ejército de muertos… ¡Están por todas partes!—le dijo con desespero—Hermione y Arturo quedaron defendiendo el ala norte del castillo.
Merlín no perdió tiempo dando más explicaciones y corrió hacia la salida.
— ¿A dónde vas?—le preguntó el médico.
—A tratar de detenerla.
No tenía otra opción. No sólo debía hacerlo porque era su deber sino también porque detener a Morgana significaría poder detener a los esqueletos y así salvar a Hermione. Por eso, corrió por el castillo con la espada aun firmemente sostenida en sus manos y se encaminó hacia las criptas. Después de todo, ese era el sitio más lógico en el cual buscarla si es que ella había despertado a los muertos de su descanso.
Por fortuna, no se equivocó. Nada más ingresar la vio allí, protegiendo una especie de báculo de madera cuya parte superior desprendía una luz blanquecina. La base de aquel instrumento mágico estaba clavada justo en medio de una antigua tumba.
Morgana giró el rostro al oír que alguien se aproximaba y, al verlo, estrechó la mirada.
—Deberías irte ahora, mientras aún puedes—le advirtió.
—Morgana, por favor—la miró imploratante—, te lo ruego.
Encima de sus cabezas se podía oír gritos de terror, seguramente de la gente que descubría a aquellos espectros asechando el castillo. Esto era increíblemente grave. Los caballeros serían incapaces de luchar en dos frentes al mismo tiempo.
—Las mujeres y los niños están muriendo—le dijo con desespero, intentando que ella comprendiera lo grave de la situación—. La ciudad caerá.
— ¡Bien!—exclamó ella, sorprendiéndolo.
—No, tú no quieres decir eso—la contradijo—Tú no eres así, no eres malvada.
—Merlín, tengo magia—le confesó—. Uther me odia y a todos los que son como yo. ¿Por qué debería de sentir otra cosa por él?
—Tú, de todos nosotros, podría hacerle cambiar de opinión—intentó convencerla—. Usando así la magia sólo endureces su corazón.
Morgana lo miró con burla.
— ¡Tú no tienes magia, Merlín! ¿Cómo podrías saber?—le preguntó.
—Te entiendo, ¡créeme!—le aseguró, intentando ser completamente sincero con ella, pensando que quizás, de ese modo, la haría regresar al lado correcto, pero cuando la vio estrechar sus ojos y contemplarlo con demasiadas sospechas, recordó todas las advertencias que tuvo que oír: Morgana no debía de enterarse que él poseía magia. —Si tuviera tus dones, los aprovecharía para hacer el bien. Esa es la razón por la cual naciste con esos poderes.
—No sabes lo que es ser un marginado. Avergonzarse de cómo has nacido, tener que ocultar quién eres… ¿Crees que merezco ser ejecutada por lo que soy?
—No—dijo él suavemente, conmovido por sus palabras—. No tiene que ser así. Podemos encontrar otra manera.
—No hay otra manera.
Merlín asintió y comenzó a alejarse, rodeándola. Morgana no dejó de seguirlo, viendo que no intentara nada estúpido, por lo que cuando él se abalanzó hacia el basculo, ella pudo bloquearlo de inmediato, logrando que perdiera su espada. Ella, por su parte, tenía la suya firmemente aferrada y amenaza con usarla con él.
— ¿Qué harás?—le preguntó Merlín— ¿Matarme?
— ¿Crees que no puedo?—inquirió Morgana con una sonrisa, sin dejar de acercarse a él y él sin dejar de retroceder.
Merlín se enderezó todo lo que pudo y dejó de moverlo.
—Hazlo, entonces—le dijo—. Hazlo rápido, por favor.
Morgana lo miró con sorpresa por unos instantes pero finalmente alzó su espada por encima de su cabeza para darle impulso sólo para luego bajarlo sobre Merlín con fuerza. Sin embargo, el mago esquivó el golpe y se inclinó de repente para buscar la espada que momentos atrás se le había escapado de las manos. Morgana volvió al ataque nuevamente, obligándolo a defenderse con brusquedad. Él no la atacaba, sólo bloqueaba e intentaba distraerla lo suficiente como para poder acercarse al báculo mágico que daba vida a los esqueletos. Sin embargo, no resultaba fácil. Cuando lo desarmó por segunda vez, tuvo que volver a escapar del filo de su espada con velocidad y en cuanto tuvo la oportunidad, corrió hacia un lado y se escondió detrás de una tumba el tiempo suficiente como para lanzar un hechizo sin que la chica lo notara y hacer que parte del techo de piedra cayera encima de ella, para dejarla inconsciente.
Todo se estremeció pero él logró mantenerse en pie e, inmediatamente después, correr hacia el báculo y, junto con su espada recuperada y un hechizo, la destrozó. Un haz de luz brillante y cegadora iluminó todo el recinto de repente, obligando a Merlín a cerrar los ojos con fuerza por un eterno instante. Cuando sintió, a través de sus párpados, que todo estaba oscuro como siempre, volvió a abrirlos para así comprobar que había logrado su cometido.
…
Arturo y Hermione luchaba a la par con los esqueletos. Hermione estaba cubierta de sudor y mugre, tenía la respiración agitada y los músculos de sus brazos ya dolían a causa del esfuerzo que implicaba luchar sin descanso. Arturo, a pesar de ser más fuerte y tener más experiencia que ella en las batallas, estaba en iguales condiciones. Sin embargo, en un determinado momento, los esqueletos detuvieron su ataque y se quedaron estáticos por unos segundos antes de caer al suelo convertidos en nada más que una pila de huesos viejos.
Ella lo comprendió de inmediato: Merlín lo había logrado.
…
De ese modo, libres de tener que enfrentarse a aquellos espectros salidos de sus tumbas, los caballeros de Camelot sólo tuvieron que reunir sus fuerzas para luchar en un solo frente, contra los hombres de Cenred. Estaban llenos de una renovada energía. Ver como los esqueletos caían, desposeídos de esa inusual vida que habían tenido segundos atrás, les ayudó a comprender que tenían muchas oportunidades de vencer y salir victoriosos de aquella batalla. Los otros podían tener deseos, ser codiciosos, pero ellos tenían poseían algo más poderoso: el amor por un reino y, a su modo de ver, era una de las causas más nobles por las cuales luchar.
…
Cenred, desde la cima de una colina, cubierto por los árboles, observaba el desarrollo de la batalla con creciente molestia. Morgause, a su lado, era incapaz de pensar en qué podría haber salido mal. Ambos estaban montados en sus respectivos caballos.
—Tu traidor ha fallado—la acusó él—, como sabría que lo haría. Retiraré a mis hombres.
— ¡No, no puedes!—exclamó ella con desespero.
—No puedo tomar la ciudad sin ayuda—gruñó con rabia—, ese no fue nuestro trato.
—Me has fallado, Cenred—lo acusó con enojo.
—Prefiero fallarte, Morgause, a ver morir a miles de hombres—le aseguró antes de mover las riendas para darle la indicación de girar a su caballo.
Morgause gritó de rabia al verlo partir.
…
El castillo estaba nuevamente destrozado. No tanto como la vez anterior cuando tuvo que sobreponerse al ataque de un dragón pero sí lo suficiente como para que repararlo costase una importante fortuna. Incluso aún había zonas donde el fuego aún ardía y otras donde los muros debían de ser levantados otra vez.
A pesar de eso, el rey llamó a una reunión con el consejo y algunos caballeros de Camelot.
Merlín, quien al igual que muchos otros no había tenido la oportunidad de dormir en toda la noche, logró encontrarse con Arturo después de haber estado ayudado en la reparación. No había tenido tiempo de hablar con Hermione y menos aún con el príncipe. Sabía que posiblemente Gaius e incluso Hermione protestaran por lo que estaba a punto de hacer, sin embargo, él no podía permitir que las cosas siguieran así.
— ¡Arturo!—lo llamó antes de que se acercara demasiado al rey.
— ¿Qué quieres, Merlín?
—Necesito decirte algo sobre Morgana.
—Está bien, sabemos que pasó—aseguró el príncipe mientras avanzaba rápidamente a donde se encontraba su padre y su hermana.
— ¿Lo sabes?—preguntó anonadado.
Arturo llegó a donde se encontraba Hermione y la tomó de la mano suavemente. Merlín pudo notar claramente la tensión en los hombros de la princesa y se preguntó qué había sucedido. Pronto, el rey dio un paso adelante y comenzó a hablar.
—En mis tiempos ganamos muchas batallas, pero ninguna tan importante como ésta—aseguró—. Cada hombre, cada mujer y cada niño, ha actuado de manera heroica y les agradezco y saludo a todos—hizo una pausa leve—. Incluso antes de la batalla sabíamos que había un traidor entre nosotros. Alguien que ha sido casi nuestra perdición— Merlín estaba cada vez más confundido. Cuando habían mencionado a un traidor había creído que realmente habían descubierto a Morgana pero ahora tenía un mal presentimiento—.Sin embargo, tenemos que dar las gracias a la única persona que les burló, y quién, prácticamente con una mano, dio la vuelta a la batalla. ¡Lady Morgana!
El rey extendió su mano en una dirección y de pronto apareció la bruja, sonriéndole a su tutor con absoluta inocencia. Merlín era incapaz de creerlo. ¡Maldita mentirosa! Le había hecho creer a todo el mundo que ella había sido la que había salvado a Camelot.
—Ella fue quién valientemente entró a las criptas—siguió diciendo el rey—, encontró el objeto mágico y lo destruyó. Debemos estar alerta, debemos mantenernos firmes contra las oscuras fuerzas de la magia y asegurarnos que nunca vuelvan a penetrar de nuevo nuestras murallas.
Morgana tuvo el descaro de mirar directamente a los ojos de Merlín y sonreírle, burlándose de él, retándolo a acusarla delante de todos.
…
Después de la reunión Hermione se escabulló rápidamente. Estaba tan enojada por las mentiras de Morgana que creía que si la tenía delante suyo por otros cinco segundos más, terminaría lanzándose encima de ella, llamándola mentira delante de todos y acusándola de ser una traidora. Sin embargo, estaba segura que nadie le creería. Su padre y su hermano podía confiar en ella (más su hermano que su padre), pero bajo ninguna circunstancia permitirían que hiciera tales acusaciones sin tener ninguna prueba.
—Hermione, espera.
Detuvo de inmediato su andar y giró sobre sus pies para contemplar a su padre.
— ¿Si?
—Antes de que comience la reunión me ha llegado esta carta—le señaló el trozo de pergamino que tenía en su mano.
— ¿De quién es? ¿Qué dice?—preguntó con curiosidad—No son malas noticias, ¿verdad?
Uther sonrió suavemente mientras negaba con la cabeza.
—Por el contrario, he podido comprobar, una vez más, que la bondad existe, especialmente en el corazón de Lord Salazar Slytherin. Nuevamente ha mandado diez carros con provisiones para los pobladores del reino, desde alimentos hasta mantas.
Hermione jadeó con sorpresa. Era la segunda vez que hacía una cosa así. Aunque la primera vez había pedido que ella fuera a visitarlo, dejando más que claras sus intenciones.
— ¿Qué quiere a cambio?—preguntó con sospecha.
—Nada.
— ¿Nada? ¿Está seguro?
Su padre le tendió la carta para que ella pudiera leerlo. Los ojos de Hermione rápidamente pasaron por encima de las palabras y comprobaron que, efectivamente, Slytherin sólo deseaba que Camelot se recuperase de la tragedia y que mandaba un poco de ayuda. Nada más.
—Aun así—dijo su padre—, no podemos recibir esto sin más. No quiero su caridad.
—Padre, no podemos despreciarlo—indicó ella suavemente—. Tú mismo lo dijiste la vez pasada. Despreciarlo sería un agravio de nuestra parte.
—Lo sé, Hermione, por lo que creo que es hora que vayas a visitarlo.
Hermione se quedó de piedra ante esas palabras. Su padre era demasiado consciente de lo que eso implicaba y lo ansiaba. Uther realmente esperaba que su querida hija se comprometiese con Slytherin. Él podría verlo como una ventaja pero realmente no tenía idea en dónde estaba metiéndose.
—Yo… no creo que…
—Hermione—dijo su nombre con tajante seriedad—, no te pregunté qué es lo que creías. Te prepararás y dentro de cinco días saldrás de viaje. Quiero que al menos pases una semana con él y esto no está a discusión.
Adelanto del siguiente capítulo:
—Que tú estés tan absurdamente enamorado de ella no quiere decir que me quedaré de brazos cruzados, como tú lo haces, sólo porque crees que te respeto. ¡Mira las ventajas de un enlace! Seremos intocables y podremos vengarnos de Uther de la mejor manera: teniendo a su hija.
Gryffindor perforó con la mirada a Salazar.
