Rosangela: Supongo que eres conscientes que Morgana seguirá saliendo indemne por un tiempo más porque Uther tiene un gran aprecio por ella.
Anónimo: ¡Aquí está la actualización!
EL ENGAÑO DE LA PRINCESA
Hermione no tardó ni un segundo después de hablar con su padre en correr hacia su propia habitación, ordenarle a Ingrid que la cubriese para luego tomar los polvos Flu y usarlos para adentrarse en la chimenea y así transportarse a Hogwarts. Cuando sintió que su cuerpo dejaba de girar, intentó salir al exterior pero estaba tan apurada que sus pies tropezaron y sintió que caía al suelo. Sin embargo, un par de brazos la sostuvieron de inmediato.
—Sé que te gusta estar en mis brazos, amor, pero no tienes que fingir tropezar para estarlo.
Ella se apresuró a apartarse de inmediato, lanzándole una mirada de pura molestia a Salazar Slytherin. Él sólo sonrió pícaramente.
—Ni aunque fueras el último hombre del planeta—gruñó.
—Sólo lo dices para disimular tus verdaderos deseos.
Las manos de ella se apretaron en puño en un intento de controlarse para no pegarle. Él era un maldito impertinente.
—No le hagas caso—dijo otra voz masculina.
Hermione giró y vio al hombre que había ido a ver. Que Slytherin estuviera allí sólo mejoraba la situación porque era por él que se encontraba allí.
—Nunca lo hago—le aseguró—. Pero esta vez sus acciones han llegado demasiado lejos.
Godric frunció el ceño y la contempló con curiosidad antes de girar rápidamente el rostro hacia su amigo.
— ¿Qué has hecho esta vez?
—Te prometo que me he comportado—indicó llevándose una mano al corazón.
— ¡Has mandado ayuda a Camelot!
— ¡Por todos los cielos!—exclamó el mago de la casa de las serpientes con teatralidad—Y yo que pensaba que estaba ayudando. Pero veo ahora que eres sólo una quejumbrosa princesa malagradecida.
Hermione gimió con frustración.
—No quiero decir que no esté agradecida por esto. También te agradezco por la ayuda que nos has brindado un año atrás, con el ataque del Dragón. Lo que quiero que entiendas es que con estos gestos no haces más que meterme en problemas. ¡Mi padre quiere que vaya a visitarte! ¡Incluso cree que me pedirás que me case contigo!
Él se encogió de hombros con liviandad mientras se recostaba por el escritorio de Godric.
—Puedo hacer eso—aseguró.
— ¡Pero yo no quiero casarme contigo!
—Me temo que no tienes muchas opciones…
—Salazar—Godric dijo el nombre de su amigo en tono de amenaza—, estoy seguro que recuerdas lo que hemos hablado.
—Que tú estés tan absurdamente enamorado de ella no quiere decir que me quedaré de brazos cruzados, como tú lo haces, sólo porque crees que te respeto. ¡Mira las ventajas de un enlace! Seremos intocables y podremos vengarnos de Uther de la mejor manera: teniendo a su hija.
Gryffindor perforó con la mirada a Salazar.
—Involucrar a Lady Hermione en tus planes de venganza está fuera de discusión—le dijo con absoluta frialdad—. Y si sigues insistiendo sobre el asunto me veré obligado a hacer algo al respecto.
El silencio se hizo después de aquellas palabras por un breve instante. Slytherin hizo una mueca y terminó gruñendo una maldición por lo bajo.
—Bien—dijo con molestia antes de mirar a Hermione—. Puedes quedarte tranquila, princesita, que de momento no me casaré contigo… No podrás saber de lo que te pierdes.
Hermione se sintió un poco mejor ante estas palabras pero no lo suficiente. Todavía había un asunto que atender.
—Mi padre insiste en que debemos compensarte por la ayuda y quiere que dentro de cinco días parta a visitarte. E intentado decirle que no pero no me ha permitido replicar…
—No le pedí esta vez que me visitaras—aseguró Salazar.
—Lo sé, pero no quiere aceptar lo que has mandado sin darte algo a cambio porque lo ve como caridad.
—Créeme, nunca le daría algo a tu asqueroso padre.
—Entonces, ¿Por qué lo hiciste?—preguntó Godric con una leve sonrisa— ¿A caso has encontrado que dentro de tu frío y reseco pecho hay un corazón?
Esas palabras parecieron ofender profundamente al mago.
—Aunque te cueste creerlo, siempre he tenido un corazón, aunque sólo lo demuestro a aquellas personas que son dignas de él—replicó.
La sonrisa de Godric se amplió.
— ¡Vaya!—simuló estar sorprendido—Nunca imaginé que creyeras que Lady Hermione era digna de tu corazón. Aunque debí de suponer que detrás de esa idea de casarte con ella había algún sentimiento.
El rostro usualmente pálido de Salazar se cubrió de un tenue rubor.
— ¡Eres un imbécil! Yo no lo hago por ella.
— ¿Entonces, por quién?
—No es de tu maldita incumbencia—gruñó antes de enderezarse y comenzar a caminar hacia la puerta.
No se despidió de ninguno, simplemente se marchó, dejando a Godric con un sentimiento de satisfacción. Su amigo no perdía oportunidad de burlarse de él por sus sentimientos hacia la joven princesa. Era divertido tener la oportunidad de devolverle el gesto.
—No deberías de haber dicho eso—lo amonestó la mujer de sus sueños.
Él sólo hizo un gesto vago con su mano para que dejara pasar el tema.
— ¿Estás segura que tu padre no te permitirá quedarte en Camelot? Quizás puedas convencerlo de que ir a visitar a Slytherin es una mala idea.
Hermione negó con la cabeza con abatimiento mientras tomaba asiento en una de las sillas libres que había al lado de Godric.
—No. Él realmente quiere que me case con él, cree que hay ventajas en este matrimonio. Si tan sólo pudiera decirle que Salazar lo está engañando, que es un hechicero y que, definitivamente, no dirige ningún reino… pero no puedo. Eso lo podría en un grave peligro.
Godric asintió, estando de acuerdo con ella.
—Entonces, la única solución es viajar…
— ¿A dónde, se supone?—preguntó con exasperación—Mi padre no me permitirá viajar sola. Me acompañarán unos cuantos caballeros e incluso quizás mi hermano… Bueno—se corrigió—, quizás él no. Mi padre sabe que él está en desacuerdo con un enlace entre Slytherin y yo así que vería su presencia como un impedimento.
—Mmm…—Godric se quedó pensativo unos momentos hasta que finalmente habló—Quizás yo tenga la solución.
Hermione lo miró con sorpresa.
— ¿Realmente?
—Si sólo van unos pocos caballeros, yo puedo hacerme cargo de ellos y hacerles algunas leves modificaciones en sus recuerdos para que, al regresar a Camelot, crean que realmente estuvieron custodiándote todo el tiempo.
—Mi padre no me dejará partir sin tener como mínimo a cinco caballeros rodeándome.
—Sí, pero no tienen que ser todos de Camelot, ¿verdad? Puedes convencerlo que sólo vayan tres y otros dos del reino de Slytherin te acompañen.
— ¿Y quiénes, se supone, serán los dos? ¿Tú y Salazar? Los reconocerá.
—No si usamos Multijugos.
Hermione estuvo a punto de admitir que era una brillante idea, en realidad. Si eran cuidadosos podían engañar fácilmente al rey y a su hermano. Sin embargo, negó con la cabeza.
—No puedo dejar Camelot ahora. No con el regreso de Morgana.
— ¿Por qué te preocupa que haya aparecido la protegida de tu padre?—le preguntó él con extrañeza.
Hermione le relató rápidamente lo que había sucedido, la verdadera causa de la batalla, sobre como ella había ayudado y se había aliado con Morgause. Godric sólo podía oírla con completa sorpresa. Nunca había imaginado que Lady Morgana fuera capaz de tanta maldad.
—Qué tristeza—dijo luego de unos momentos—. Es realmente trágico ver como una chica tan extraordinaria malgasta sus dones en asuntos tan turbios.
—Como ves, no puedo abandonar el reino sin más. ¿Qué sucederá si intenta algo de nuevo y yo no estoy allí para impedirlo? Porque estoy segura que lo hará.
—Pero no tan pronto.
—Eso no puedes saberlo.
—Planes como los que tienen ella y Morgause no se elaboran de un día al otro. Aún menos luego de un fracaso tan monumental. Estoy seguro que ellas intentarán nuevamente hacerse con el reino, derrocar a tu padre y a tu hermano, pero serán prudentes porque no pueden permitirse el lujo de un nuevo fracaso.
Hermione entendía su lógica pero la idea de marcharse por una semana y dejar a Camelot a merced de Morgana le causaba malestar.
—Además, Rowena regresará mañana mismo—siguió diciendo Godric—. Mientras no estés, ella puede vigilar a Morgana, a tu padre e incluso a tu hermano. Ya has hablado con ella, es aplicada y muy responsable con su deber. Si le pido que lo haga como un favor, no se negará y tampoco se permitirá fracasar.
Hermione sabía que él la estaba convenciendo.
— ¿A dónde iría por una semana completa?
—Puedes venir aquí, si lo deseas.
Era una invitación demasiado tentadora. Pasar una semana entera en Hogwarts cuando ésta aún estaba siendo construida y tener la oportunidad de ver sus inicios, volver a recorrer algunos pasillos por los que caminaría cientos de años en el futuro era un lujo. Sin embargo, sería toda una semana lejos de Merlín.
Ella no quería ser como esas mujeres desesperantes que no podían permanecer ni un día separadas de sus novios pero mientras más lo pensaba se daba cuenta que toda una semana sin verlo sería una enorme tortura. ¿Habría alguna posibilidad de traerlo con ella? Posiblemente. El problema era que realmente dudaba que Merlín estuviera feliz de tener que pasar siete días en el mismo castillo en el que se encontraban Salazar y Godric.
De repente, una nueva idea llegó a su mente y la hizo sonreír.
Quizás, encontrase otro sitio al cual ir con Merlín por una semana completa.
…
Esa misma noche, después de haber estado todo el día trabajando, el príncipe lo único que deseaba era poder sentarse a comer su cena en paz y luego dormir profundamente, sabiendo que, de momento, nadie intentaría entrar al castillo a asesinar a todos. Sin embargo, no podía hacerlo sin antes tener una seria conversación con Merlín sobre el beso que le había dado Hermione en plena batalla. No iba a decirle nada a su hermana al respecto porque cualquier palabra de su parte sería un desperdicio de energía. ¡Hermione era tan terca a veces! Merlín no se quedaba atrás pero Arturo tenía la confianza de que un poco de intimidación de su parte ayudara en la charla que iban a tener.
Cuando el sirviente entró a las cámaras del príncipe llevando una bandeja de comida en sus manos y lo vio sentado frente a la mesa, con los brazos cruzados y mirada asesina, supo que estaba en serios problemas. En ese mismo instante sintió deseos de dar media vuelta y esconderse como un cobarde pero, como él no se consideraba eso, sólo ingresó y continuó con sus deberes, como si no notara los ojos claros del príncipe perforándole la cabeza.
—Merlín, tenemos que hablar.
— ¿Sí, mi señor?
Usó el título correspondiente porque sabía que a Arturo le encantaba ser tratado con desmesurado respeto.
—Besaste a mi hermana.
—Con todo respeto, fue ella la que me besó—comenzó a decir pero al notar que los ojos del príncipe se estrechaban peligrosamente, decidió cambiar de táctica—. Estoy realmente muy avergonzado de lo que sucedió.
— ¿En serio?—inquirió Arturo sin creerle en ningún momento—Yo no recuerdo haberte visto avergonzado en ese momento y, menos aún, disgustado. Tampoco recuerdo haberte visto apartarla cuando te besó o reprenderla por hacerlo…
Merlín sintió enrojecer pero aun así pudo encontrar una rápida excusa.
—Eso sería considerado muy irrespetuoso de mi parte. Ella es la princesa del reino, no podía empujarla sin más o hablarle de mala manera.
—No, es verdad, ¡Pero podrías haber hecho algo!
Claro que podría haber hecho algo, como tomarla por la cintura y besarla profundamente como realmente había deseado en ese momento ante la incertidumbre de lo que sucedería. Pero eso habría agravado mucho más su situación y en vez de estar recibiendo una reprimenda seguramente estaría encarcelado o peor, siendo torturado.
— ¿Qué podría haber hecho, Arturo?—le preguntó casi con desespero.
No quería meterse en problemas con el príncipe, perder su trabajo o tenerlo de enemigo pero se trataba de Hermione. Ya había intentado renunciar a ella y sólo había causado sufrimiento en ambos.
El príncipe no supo que decir. Estaba molesto por lo sucedido pero la expresión abatida de su sirviente lo incomodó. Bajó la vista al plato de comida que tenía delante y sintió que perdía de repente el apetito. No era estúpido, no era tan ciego como para no darse cuenta que la atracción entre Hermione y Merlín cada vez se hacía más notoria. Lo que le preocupaba era que alguien más que él se enterara. Si era así, podían meterse en un montón de problemas.
—Que no vuelva a suceder—le ordenó.
Merlín asintió sin poder hacer o decir nada más.
…
Hermione miró a su hermano, esperando que hablara, pero él parecía preferir seguir actuando como un niño enfurruñado por no obtener lo que quería. Hubiera preferido que las cosas fueran diferentes, realmente hubiera preferido eso; pero no era posible. Primero porque tendría que decir demasiadas verdades que no quería decir y segundo porque esas verdades llevarían a poner en peligro la vida de muchas personas.
—Arturo, estás siendo infantil—lo reprendió suavemente.
El príncipe se negó a hablar con ella a pesar de esto. Estaba demasiado ofendido. Había pensado que Hermione estaría de su lado, apoyando su decisión. Sin embargo, ¿qué hacía ella? ¡Aceptaba la propuesta de Slytherin de ir a visitarlo a su castillo! Y lo peor de todo era que nada más recibir una nueva carta de aquel idiota, su hermanita querida había saltado casi de su asiento para decirle a su padre que estaría encantada de ir a verlo. ¡Encantada! ¡Ella había utilizado la palabra "encantada"!
¡Encantada una mierda!
—Arturo…
Él simuló no haber oído el tono de súplica en su voz y miró a través de la ventana.
—Te aseguro que mi intención no es casarme con él—siguió diciendo ella—Incluso te puedo prometer, te puedo jurar por mi vida, que si me lo propone, me negaré.
Esas palabras lograron captar la atención de su hermano.
— ¿No estás encantada de ir?
—Claro que no lo estoy—aseguró ella—. Sólo quiero deshacerme de esta situación de una buena vez. Uther no me dejó replicar cuando intenté negarme.
—Pudieras haber acudido a mí—dijo ofendido.
— ¿Para qué? Él no iba a cambiar de opinión por ti.
Su hermana tenía razón pero eso no lo hizo sentir mejor. Él le había rogado a su padre casi de rodillas que desistiera de esa terrible decisión y luego, al no conseguirlo, le había vuelto a pedir que le permitiera acompañarla, todo para encontrar una negativa.
—Es peligroso, no deberías ir. No entiendo cómo nuestro padre te permite marcharte.
—El camino al reino de Slytherin es sencillo y sólo vendrán dos guardias de allí y dos de aquí para escoltarme a Ingrid y a mí. No llamaremos la atención de nadie al ser pocos. Incluso yo misma iré vestida como una simple sirvienta. Tenemos todo planeado.
Arturo bufó. Él no creía realmente que hubiera peligro en el viaje. El peligro era el maldito hombre que seguramente querría poner un anillo en el dedo de Hermione y llevarla a la cama incluso antes de que diga el "sí, acepto". Y eso es algo que no pensaba tolerar. ¡Pero ya se le acababan las ideas! Había intentado de todo, desde hablar con el mismo rey para decirle sobre las desventajas de ello hasta ofenderse con Hermione y dejar de hablarle. Incluso le había mandado una carta a Slytherin amenazándolo con matarlo si seguía insistiendo en querer ver a su hermana. Nada había servido.
Si tan sólo hubiera alguien que pudiera ir con ella, que se metiera en todos los asuntos, aunque no le inmiscuían, que estuviera más que predispuesto a defender el honor de Hermione a cualquier costo. Pero, ¿quién? Por unos segundos pensó en Sir León pero rápidamente lo desechó. El caballero era más útil a su lado. Era un excelente guerrero y lo necesitaba en el campo de batalla.
Como si el destino estuviera dándole la respuesta que buscaba, el hombre "ideal" entró en esos momentos a su cámara llevando el almuerzo de aquel día.
Merlín alzó los ojos hacia ellos mientras cerraba la puerta con un empujón de su pie mientras hacía malabares con la bandeja de comida en sus manos.
—Lo siento, no sabía que estaban juntos—se disculpó su sirviente de inmediato—Sólo traje comida para uno, pero puedo buscar algo para ti, Hermione.
—Lady Hermione—corrigió Arturo rápidamente—. Es una princesa, Merlín, tiene un título, no debes olvidarlo.
Como siempre, su hermana rodó los ojos.
—Yo le di autorización a que me llame por mi nombre hace años, Arturo, deja de actuar así—lo reprendió antes de volverse a mirar al joven de ojos azules—Y no te preocupes, Merlín, ya me iba. Ingrid me espera para almorzar.
Ella se despidió de ambos antes de cerrar la puerta y dejarlos a solas. Merlín se acercó inmediatamente a la mesa del príncipe y comenzó a servir los alimentos delante de él como siempre lo hacía.
—Irás con Hermione—dijo de repente Arturo.
Merlín alzó los ojos, sorprendido por aquellas repentinas palabras.
— ¿Ir con ella a dónde?
—Al castillo de Slytherin, por supuesto—aclaró como si fuera obvio—. No pienso dejar que vaya sola a ningún sitio donde esté ese mal nacido.
Merlín no podía creerlo. ¡Simplemente no podía! Siempre había sabido que de todas las personas que habitaban Camelot, Hermione era la que más conocía a su hermano pero oír aquellas palabras cuando ella le había asegurado esa misma mañana que Arturo las diría era simplemente demasiado.
—No estará sola—dijo siguiendo el rol que se suponía debía de interpretar—Ingrid y dos guardias de Camelot estarán.
—Sí, pero ninguno está idiotamente enamorado de ella.
Merlín boqueó como un pez fuera del agua. Bueno, definitivamente aquello ni siquiera Hermione lo podría de haber advertido. ¡¿Cómo rayos había hecho Arturo Pendragon para llegar a tan brillante deducción?! A tan correcta deducción….
—Yo… yo no…—tartamudeó, rojo de vergüenza.
—Ahórratelo—le pidió con fastidio—Me he dado cuenta hace demasiado tiempo que tienes sentimientos más allá de los recomendables hacia ella. Eso no quiere decir que me guste ni que voy a permitir que te acerques más de lo debido, ya tuve demasiado con el beso que se dieron, pero ahora no tengo otra opción.
— ¿A qué te refieres?
No sabía si sentirse aliviado o no de que el príncipe supiera de que amaba a Hermione y de que, a pesar de eso, no lo había hecho colgar, decapitar, despellejar o cualquier otra forma de matanza que se le ocurriese.
—Yo no puedo ir a protegerla, mi padre tampoco piensa intervenir. Los dos caballeros que la acompañaran son fieles y harán su deber pero no puedo ir a ordenarles que se interpongan en los planes de Slytherin para conquistarla.
— ¿Estás queriendo decirme que quieres que sea yo el que se meta?
—Obviamente.
— ¿Y sólo porque crees que estoy enamorado de ella?
—No lo creo, lo sé—aseguró con total convicción—Eres el único que, cegado por tus estúpidos sentimientos, sería capaz de impedir que ella comenta un grave error o que se deje engañar por un imbécil con aires de grandeza. Ve a cada salida que van, síguelos sin darles tregua. No permitas que estén a solas ni un minuto del día, ni un segundo. No quiero que regrese y tener que oír que él la besó o siquiera rozó su mano o su pelo… ¿Entiendes?
—Entiendo.
Entendía incluso cuando sabía que Hermione no iba a ir a pasar una semana con Salazar Slytherin.
…oOo…
Los dos hombres de supuesto reino de Slytherin iban delante, cabalgando pausadamente mientras se alejaban de Camelot. Ambos estaban vestidos con armaduras y capaz verdes con un escudo demasiado familiar para Hermione. Lo había visto demasiadas veces en las ropas de los alumnos de la casa de las serpientes. Ella e Ingrid iban detrás de ellos, en silencio, vestidas de manera muy sencilla. Merlín estaba detrás. Finalizando el grupo, los dos caballeros de Camelot que no dejaban de vigilar a su alrededor incluso cuando aún no habían dejado lo suficientemente atrás el castillo.
De todos, sólo ellos dos eran los que desconocían el verdadero plan que se llevaría a cabo. Para simular estar en una situación normal, ella charló de temas banales con su doncella mientras recorrían el camino principal que usualmente se utilizaba para comercialización. Tras una hora de andar, simuló tener la urgente necesidad de estirar un poco las piernas, quizás insinuándoles a los hombres que tenía algunas necesidades femeninas que satisfacer. Ellos le dieron su tiempo pero cuando volvieron a andar, los dos caballeros de capas verdes procuraron andar detrás, dejando a los hombres de Camelot en el frente.
Fue en ese momento cuando los de atrás sacaron sus varitas y antes de que supieran que estaba sucediendo, los de adelante cayeron inconscientes sobre sus caballos.
La risa de Salazar fue la primera en oírse tras esto.
— ¡En tu cara Uther!—gritó divertido mirando hacia Camelot.
— ¡Te has vuelto loco!—exclamó Godric viendo a su amigo con indignación—Estamos lejos pero aún no salimos del reino. Cualquiera puede oírte.
—Sabes tan bien como yo que se cansarán de buscar este rostro—dijo tocando su cara o, mejor dicho, la cara que le había dado la poción multijugos—El tuyo también.
—Quizás no en Camelot pero sí en otro reino.
Salazar gimió ruidosamente.
— ¿Por qué siempre tienes que arruinar toda la diversión?—protestó— ¡Si no podré pasar una maldita semana con Hermione, al menos déjame tener esta victoria! Recuerda que es mi nombre el que está en juego. Uther cree que estará conmigo y que le pediré matrimonio.
—No es como si tú hubieras hecho algo como para impedir que piense una cosa así—le recordó Hermione como molestia mientras intercambiaba una mirada de complicidad con Ingrid, quien prefirió mantener la boca cerrada.
—Pues realmente pienso tal cosa—aseguró.
Tanto Merlín y Godric lo taladraron con la mirada. Él, al notarlo, sólo sonrió ampliamente, disfrutando de provocar la ira de los dos hombres.
—No—dijo Hermione.
— ¿No qué?
—No. Si me llegas a pedir matrimonio, tienes que saber que mi respuesta será siempre un rotundo no—explicó con calma.
—Querida—susurró hacia ella de manera seductora—, cuando seas mi esposa perdonaré que hayas pasado esta semana revolcándote con esta sabandija—señaló a Merlín—Y yo te enseñaré lo que realmente es quedarse sin aliento cuando te desgarra el placer.
Ingrid jadeó horrorizada por el vocabulario vulgar de aquel hombre pero jadeó aún más fuerte cuando vio que el sirviente de Arturo derribaba del caballo a Slytherin cuando se tiró sobre él. Ambos rodaron por el suelo y antes de que Salazar pudiera hacer algo golpeó con su puño el impecable rostro del mago, haciéndolo gemir del dolor. Después de ese golpe vino otro y otro.
— ¡Merlín!—gritó Hermione horrorizada, bajando del caballo para ir hacia ellos.
Godric se apresuró a seguirla pero sólo para detenerla e impedir que se metiera entre esos dos y no para evitar que Merlín siguiera golpeando a Salazar. En este momento, sentía que su amigo se merecía por haber hablado de ese modo de la princesa.
— ¡Si te vuelvo a oír hablar de ese modo de ella…—gritó Merlín a un sangrante Slytherin—te juro que te mataré!
— ¡MERLÍN, ESTO ES SUFICIENTE!
El grito de Hermione no fue lo que lo hizo detenerse sino la forma en que el mago lo miraba, como si por primera vez estuviera viendo en él algo que era digno de admirar: ahora lo contemplaba con respeto. Se separó de él, dudó unos momentos pero luego terminó por extender la mano hacia Slytherin. Él la tomó de inmediato y se puso de pie con ayuda de Merlín mientras sonreía a pesar de que tenía sangre en su boca, un ojo que iba a verse muy negro con el pasar de las horas y la nariz fracturada.
Hermione miró aquella escena con total desconcierto. Primero se peleaban y ahora… ¿esto?
— ¿Qué es lo que acaba de suceder?—le preguntó en voz baja a Godric.
Él casi rodó los ojos.
—Slytherin es un provocador por naturaleza. Intentará sacarte fuera de ti cueste lo que cueste. Si tu respuesta es buena, ganarás su respeto. Creo que Merlín lo hizo, quizás demasiado bien—gruñó entre dietes esas últimas palabras antes de ir hacia su amigo— ¿Te has dado cuenta lo ridículo de tu actuar?—le preguntó—Ven aquí y deja que te cure esas heridas, imbécil.
Ingrid rápidamente corrió hacia ellos a ayudar, llevando su bota con agua para limpiar las heridas antes de que las curasen mediante magia.
Merlín se acercó a Hermione, mirándola algo avergonzado. Ella casi podía adivinar que él estaría pensando que lo reprendería por lo que acababa de hacer. Sin embargo, cuando lo tuvo en frente, dio un paso hacia adelante, terminando de acortar la distancia que los separaban y lo besó lo más profundamente que podía teniendo en cuenta que se encontraban con tres espectadores. El mago, rojo como un tomate, la miró desconcertado.
—No necesito que me defiendas, aún menos de Slytherin—le aseguró ella con una leve sonrisa—pero gracias por hacerlo.
Si esa sería la forma en que ella respondería cada vez que la defendía, lo haría más seguido.
—¡Ya es suficiente, tórtolos!—exclamó Salazar de repente, aún con un ojo amoratado aunque ya sin sangre en la boca, apartando de repente a Godric, quién seguía intentando lanzar hechizos para terminar de curarlo—Será mejor que nos pongamos en marcha.
Todos sabían que tenía razón por lo que inmediatamente siguieron su camino. Godric amarró las riendas de los caballos de los dos caballeros de Camelot a su silla de montar para que los animales los siguieran y Hermione colocó un hechizo sobre los dos hombres para evitar que cayeran al suelo.
Sólo se detuvieron cerca del anochecer para tomar una rápida cena y descansar unas horas antes de seguir el viaje durante el amanecer. Merlín e Ingrid se encargaron de la cena mientras que Hermione y Godric dieron alimento y agua a los caballos. Salazar, sólo prendió una fogata con ayuda de la magia y se sentó frente a ella a mirar como los demás trabajaban.
— ¿Estás cómodo?—le preguntó Merlín con molestia.
—No precisamente pero dado que estamos en medio del bosque no puedo pedir demasiado—contestó el hechicero con un leve encogimiento de hombros.
—Hermione me explicó que realmente no eres un lord, así que también deberías estar ayudando.
—Esa es la palabra clave, Merlín. "Debería". Teóricamente, debería de ayudar, es cierto, pero como dije antes, es mi nombre el que se está poniendo en juego en este absurdo plan. Yo no quería hacerlo pero cuando ella fue a buscar a Godric el muy tonto no pudo decirle que no. Así que… ¡Aquí me tienes!—extendió los brazos con cierta teatralidad—Mi nombre y mi boca cerrada es lo que tendrán de mi parte en este viaje. Puedes quedarte con ello y vivir en paz o puedes volver a intentar golpearme pero te aseguro que esta vez no seré tan lento en reaccionar y no saldrás ileso.
Merlín bufó. Slytherin era un grandísimo idiota pero no iba a tentar la suerte discutiendo con él. Era cierto, de alguna forma u otra, lo que había dicho. Su nombre había sido usado por Hermione como excusa para encubrir un gran engaño. Si Arturo o Uther se llegasen a enterar donde realmente pasaría la princesa esa semana, él se vería envuelto en muchos problemas. Él y también Slytherin puesto que sus dos "caballeros" habían ido a buscar a la chica para escoltarla al castillo de su amo.
—Gracias por ayudarnos—le dijo con sinceridad.
—No lo hice por propia voluntad—aseguró el hechicero.
—Lo sé, ya lo has dicho antes, pero creo que si realmente hubieses querido negarte, lo hubieras hecho.
Slytherin se quedó en silencio y simplemente miró al mago con una muy pequeña sonrisa en sus labios antes de que sus ojos se desviaran levemente hacia la dirección donde se encontraba Hermione. Merlín sintió el fuego de los celos rugiendo nuevamente en su estómago pero lo acalló de inmediato.
—Cálmate, enamorado—dijo Salazar al verlo—. Admitiré que Hermione Pendragon es una exquisitez para la vista y el fuego de su mirada cuando se enoja hace que me pregunte qué otra clase de fogosidad es capaz de sentir… pero por desgracia es, y siempre seguirá siendo, una hija de muggles.
Merlín lo miró con profundo desprecio.
—No puedo creer que tengas esas clases de pensamientos. Los muggles son personas…
—Inferiores—completó.
—No, no es verdad—contradijo con firmeza—Mi madre es muggle.
—No te lo tomes personal, Merlín. No tengo nada en contra de tu madre ni de ningún hombre o mujer que sea incapaz de hacer magia. Es sólo su…ignorancia, su incapacidad de entender lo desconocido lo que me enferma. Mira a Uther. El miedo a la magia lo ha convertido en un monstruo. ¿Cuántos otros puede haber como él? Todos esos malditos muggles son monstruos en construcción.
Merlín no dijo nada al principio mientras recordaba la horrible realidad que le había tocado vivir en el futuro a Hermione. Si tan sólo él supiera aquello quizás pensara diferente. Sin embargo, le había prometido a la princesa no decir nada al respecto.
— ¿Tú irías a cazar muggles como si fueran animales?
— ¡Por supuesto que no!—dijo indignado— No soy un monstruo como Uther.
—Sí, tú no eres así, pero piensa en todos esos magos que son monstruos en construcción que, con tus ideales, sí estarían dispuestos a salir de cacería—le dijo seriamente antes de apartarse de su lado para seguir ayudando a Ingrid.
…
Ingrid obligó a Hermione a que tendiera a su lado esa noche y ella no tuvo duda alguna que se trataba de uno de sus últimos intentos para decirle que no cometiera la locura de escaparse una semana completa para pasarla a solas con Merlín. Su doncella no la decepcionó. Nada más acostarse a su lado comenzó a susurrarle lo mala que era aquella idea y ella sabía demasiado bien que posiblemente tenía un poco de razón. Pero las excusas que le había dado a su hermano antes de salir habían sido sinceras. Mientras más rápido se librase de aquella situación, mejor sería para todos: su padre vería al final de la semana que no Slytherin no le había propuesto matrimonio y finalmente dejaría esas ideas atrás… Al menos, eso esperaba.
Se durmió rápidamente pero a la mañana siguiente, antes de que el sol saliera por el horizonte, fue despertada por Salazar, quien ya estaba luciendo su rubia cabellera porque la poción había dejado de hacer efecto durante la noche.
Avivaron el fuego una vez que todos estuvieron despiertos y tomaron un muy rápido desayuno.
— ¿Recuerdas el camino?—le preguntó Slytherin a Merlín.
—Por supuesto—respondió el mago.
— ¿Tienen todo lo necesario?—inquirió Ingrid.
—Lo tenemos—aseguró Hermione—. Estaremos bien. Sólo son unos pocos kilómetros más antes de llegar.
—Sólo quiero asegurarme que no les haga falta nada y que no corran ningún tipo de peligro—indicó su doncella.
Hermione le dedicó una sonrisa de agradecimiento.
—Estaremos bien—repitió—. Sólo debes disfrutar de tu semana de vacaciones, Ingrid—miró a los otros dos fundadores—En cuanto a ustedes, deben prometerme que los dos caballeros de Camelot no sufrirán ningún tipo de maltrato. Y cuando agreguen recuerdos a su mente, no coloquen nada fuera de lugar.
— ¿Por quién nos tomas, Hermione?—preguntó irritado Godric.
—No te ofendas—le rogó—. No lo decía precisamente por ti, sólo quería ser sutil.
—No lo estás logrando, princesa—Salazar gruñó—y sólo por eso les colocare el recuerdo de nosotros divirtiéndonos más de lo debido.
— ¡Si te atreves…!—comenzó a decir ella con molestia.
—Yo me encargaré de que no sea así—le aseguró Gryffindor, mirando a su amigo a modo de advertencia.
Salazar rodó los ojos y murmuró algo que sonó a "nunca dejan que me divierta".
Luego de eso, despidieron y se dividieron con una promesa de volver a encontrarse en siete días. Los dos caballeros inconscientes fueron con los dos fundadores e Ingrid mientras que ella y Merlín se encaminaron hacia Ealdor.
Ese había sido siempre el plan, tomarse una semana juntos en Ealdor lejos de todas las preocupaciones. Merlín le había escrito a su madre diciéndole que iría a verla, incluso antes de que Arturo le pidiera que acompañara a Hermione. Había sido arriesgado pero la chica le había asegurado que ella, de alguna forma u otra, encontraría la manera de sacarlos a ambos de Camelot. Y no había faltado a su palabra.
Montaron tranquilamente, sabiendo que tenían tiempo de llegar antes de que el sol terminara de estar en lo alto del cielo.
— ¿Qué le has dicho a tu madre de mí?—preguntó de repente Hermione.
Merlín casi se cae del caballo ante esa pregunta pero no intentó recuperarse rápidamente. Lo que no fue tan rápido como hubiera deseado porque ella lo miró y, a notar que no respondía, frunció el ceño.
—Merlín—dijo su nombre con un tono de advertencia que no auguraba nada bueno.
—Le dije que no iría solo—le aseguró.
— ¿Pero le dijiste que iría yo? ¿Específicamente? ¿Me mencionaste?
—Eh… puede que… me haya olvidado de…
— ¡Merlín!
—Sólo será una pequeña sorpresa.
— ¿Pequeña sorpresa?—le preguntó molesta— ¿Qué se supone que le dirás cuando me vea? ¿Qué me estás haciendo un favor al sacarme del castillo? ¿Siquiera le has dicho que la persona que llevas es una mujer, que es algo más que tu amiga?
Merlín enrojeció.
—Creo que mi madre dedujo eso—murmuró—. Me respondió hace un par de días y me preguntó si debía de hacer una nueva división en la casa para darme a mí y a mí invitado un poco de privacidad.
— ¿Qué le respondiste?—quiso saber Hermione sintiendo que sus mejillas ardían ante las suposiciones que hacía.
—No tuve tiempo de hacerlo. Si le escribía una respuesta la carta llegaría casi al mismo tiempo que nosotros. Así que… supongo que… bueno, ella habrá…
—Supones que habrá hecho los arreglos para que tengamos nuestro propio espacio en su hogar—completó ella al notar que él era incapaz de terminar la oración—. No está bien.
—Lo sé, sé que no deberíamos estar solos y tener esa privacidad antes de casarnos pero…
—No me refería a eso, Merlín, no me importa estar a solas contigo—lo interrumpió—. Sólo no quiero que tu madre se moleste en hacer tantos preparativos, como si no tuviera suficiente con sus labores diarios.
Merlín siempre se sorprendía de la forma de hablar de ella, con tanta liviandad, como si no le importara ni un poco poner en peligro su virginidad. ¡No es que estuviera en ese tipo de peligro! Aunque, claro, hubo veces en que la situación se tornó demasiado riesgosa.
— ¿Estás bien?—preguntó Hermione, ajena a sus pensamientos—Te has vuelto rojo.
Ante este comentario, sí fue demasiado consciente del rojo de su rostro.
—Estoy bien.
No entendía cómo era posible que ella no estuviera incómoda. ¿A caso era porque había crecido en el futuro? ¿Serían diferentes las relaciones dentro de quinientos o seiscientos años? Quería preguntárselo pero no sabía si era una buena idea hablar de esos temas dentro del bosque cuando podían toparse con oídos indiscretos.
Montaron el resto del camino prácticamente en silencio y, cuando llegaron a Ealdor, descubrieron que la mayor parte del pequeño poblado ya estaba despierto haciendo sus labores. Hermione estaba vestida con ropa sencilla y no tenía ninguna joya más allá del collar con el corazón del Gran Dragón. Sobre sus hombros tenía una capa algo gastada, cuya capucha se apresuró a subir por encima de su cabeza para evitar que alguien de allí la reconociera. Quizás muchos hubiesen olvidado el rostro de la princesa que había llegado años atrás pero tal vez otros, los más memoriosos, no tardarían en reconocer su cabello, sus ojos o su fisonomía.
Se adentraron a la aldea y no tardaron en sentir los ojos de todos encima de ellos. Merlín los saludaba con una sonrisa enorme, feliz de estar en aquel sitio que lo había visto nacer y crecer. Hunith no tardó demasiado en salir de la casa y, al ver a su hijo, corrió hacia él con la felicidad saliéndole por los poros de su piel. El mago bajó del caballo y se fundió en un abrazo con su madre. Ambos rieron suavemente, nerviosos, alegres y emocionados. Ella besó a su hijo en las mejillas antes de apartarse un poco, sólo lo suficiente como para mirarlo desde la punta de los pies a la cima de su cabeza.
—Has crecido—le dijo—. Estas mucho más alto que la última vez que te vi.
—Sólo unos pocos centímetros.
—Ya te has vuelto todo un hombre…
Su mirada se deslizó fuera de él para posarse en la figura encapuchada que había desmontado y los esperaba a un lado de su caballo, sosteniendo las riendas. No había duda alguna que se trataba de una mujer pero, por más que ella intentó observar su rostro, no pudo conseguirlo.
— ¿Quién es tu compañera?—preguntó, poniendo énfasis en la última palabra, con una sonrisa enorme en sus labios.
Ella más que nadie quería que su hijo fuera feliz, que encontrara el amor y el cuidado de una buena mujer.
—Aquí no, madre—dijo suavemente Merlín—.Vámonos dentro primero.
Eso la confundió y logró que la sonrisa poco a poco se le borrara. Muchas preguntas llenaron su mente pero supo mantenerse tranquila.
—Sean bienvenidos—los saludó—. Dejen los caballos y entremos.
Su hijo y la misteriosa dama amarraron los caballos, les quitaron la montura y le dieron agua fresca y algo de alimento. Hunith vio como ambos trabajaban a la par, hablando de vez en cuando entre susurros, como si temieran que alguien los oyera. ¿A caso sería ella alguna sirvienta del castillo? ¿La doncella de alguna Lady?
Cuando terminaron, entraron al interior de la precaria casa. Intentó actuar con calma aunque, como toda madre preocupada, sólo quería conocer la identidad de dicha mujer y entender por qué tanto secretismo.
Merlín apartó una de las dos únicas sillas que había para que su madre se sentara.
—Querido, no tienes que hacer esto—le aseguró ella—. Aquí eres mi hijo, no mi sirviente.
—Es caballerosidad, madre.
Ella se maravilló con la actitud de él y se sentó, sintiendo en su pecho la calidez del orgullo. La otra mujer no permitió que Merlín hiciera lo mismo por ella, simplemente tomó asiento, mostrando cierta rebeldía. Él tomó, como no había otra silla, tomó un viejo cajón de madera y lo usó de asiento.
Cuando la mujer de la capucha alzó sus manos para descubrirse el rostro, lo primero que notó fue que esas no eran manos de una sirvienta. No tenían cayos, cortes o uñas rotas. Por el contrario, parecían ser suaves, lizas y delicadas.
— ¡Oh, por Dios!
La exclamación había salido de su boca sin que pudiera evitarlo al ver el rostro de la joven mujer.
Merlín la miró con cierto dolor.
—Madre, por favor…—le rogó.
Ella miró a su hijo primero y luego a la princesa de Camelot. Ambos lucían nerviosos, casi con miedo, como si estuvieran temiendo que comenzara a gritar y los echara de su casa por estar juntos. Eso le partió el corazón. Supo, de inmediato, que debían de estar acostumbrados a aquello porque en el reino del padre de la joven no estarían muy contentos de ver que la princesa se relacionase con un sirviente. Incluso podría apostar que Uther no sabía nada al respecto.
Por unos instantes quiso decirles algo, reprenderlos por ser tan imprudentes y poner en peligro su vida de aquel modo, todo por un romance… pero luego recordó que ella también había sido joven, también había amado a alguien con todo su corazón, sin importarle que fuera peligroso estar con él porque era buscado por el rey. ¿Qué derecho tenía de decirles a su hijo y a esa joven que no podían estar juntos? Lo único que podía hacer ahora era rezar para que ellos puedan tener un futuro juntos, algo que ella nunca pudo tener.
—Lo siento—se disculpó por su reacción—. Me sorprendieron, eso es todo. Quizás hubiera sido mejor advertirme antes.
—Yo también pensé lo mismo—murmuró Hermione, dándole una mirada represora a Merlín.
Merlín le lanzó una mirada de disculpa.
—No sabía qué decir o cómo decirlo—se explicó el mago.
— ¿Durante casi un año?
— ¿Un año?—preguntó sorprendida la madre de Merlín— ¿Llevan juntos un año?
Su hijo dudó unos segundos antes de asentir con la cabeza. Se preguntó por qué había titubeado levemente pero no se atrevió a preguntarlo.
—Entiendo que esto puede ser para ti una gran noticia—dijo Hermione suavemente, intentando contener los nervios típicos que podían sentir las jóvenes al conocer a su suegra—. Cuando programé este viaje esperaba que él te dijera al respecto de nosotros. Lamento que no haya sido así. Si estás incómoda con mi presencia, me marcharé inmediatamente y…
—No estoy incómoda con usted aquí, mi lady—intervino Hunith.
—Por favor, sólo Hermione—le rogó ella—No estamos en el castillo e incluso allí, son pocos los que mencionan mi título.
Hunith no necesitaba recordar lo peculiar que era Hermione. Desde la primera vez que la vio, ayudando cargar cubos con agua a su hijo, supo que no era lo que se esperaba de una princesa, de la hija de un rey. La miró fijamente, dándose cuenta por primera vez que usaba ropas sencillas y ninguna joya más que un collar que pendía de su cuello. Era una hermosa chica, también inteligente y amable. Merlín le había asegurado en sus cartas que era muy querida en el reino. Ya aquella vez, cuando había pasado esos días aquí junto a su hermano y a Lady Morgana, había demostrado ser valiente y desinteresada y tener cierto cariño hacia su hijo. Esas miradas, ese abrazo de aquel entonces sólo podían haber sido augurios de lo que iba a venir.
Ella, como madre, tenía miedo de lo que podría sucederle a su hijo por relacionarse con una princesa pero más miedo le daba que dicha princesa era la hija del hombre que condenaba la magia por encima de todo.
—Hermione sabe mi secreto, madre.
Miró a Merlín por unos segundos y luego asintió suavemente.
—Lo sé. Ella nos oyó hablar a ti y a mí la primera vez que estuvo aquí—le contó—. Me prometió no decir nada a nadie sobre eso.
—Y no lo he dicho—indicó Hermione con firmeza—y nunca lo haré.
Lo decía de tal modo que Hunith fue incapaz de ponerlo en duda.
—Gracias—dijo conmovida, sonriéndole levemente.
Hermione le devolvió el gesto, sintiendo que el nudo de nerviosismo que tenía en el estómago se deshacía poco a poco.
—No, gracias a ti por permitir que nos quedemos aquí esta semana—dijo ella—. Hemos traídos alimentos, mantas y otros productos necesarios para no ser una molestia.
—No serán, ninguno de los dos, una molestia—les aseguró ella y luego dudó unos segundos antes de continuar—Tengo curiosidad, ¿Dónde cree tu padre que estás? Porque estoy segura que no le has dicho que vendrías con mi hijo aquí. No creo que te hubiera dejado, especialmente después de la desaparición de Lady Morgana.
— ¿Te has enterado de eso?—inquirió Merlín.
—Todo el mundo se ha enterado del rapto de Lady Morgana—Hunith suspiró con tristeza—Pobre niña.
Merlín y Hermione intercambiaron una mirada cómplice pero no dijeron nada al respeto.
—Él, obviamente, no sabe nada sobre mi relación con Merlín. Nunca lo aprobaría.
— ¿Qué le has dicho, entonces, para que te deje salir del castillo?
—Que iba a ver a su prometido—Merlín escupió casi las palabras.
—Salazar no es mi prometido—aseguró ella con rotundidad—. Mi padre tiene esas esperanzas sólo porque él le hizo creer que estaba interesado en mí pero no es así.
—Yo puedo decir lo contrario—murmuró el mago.
Hermione le lanzó una mirada molesta.
— ¿No fue suficiente haberlo golpeado ayer? Pensé que ya estaban en buenos términos…
— ¿Golpeaste al prometido de Lady Hermione?—preguntó incrédula Hunith, mirando con ojos abiertos como platos a su hijo.
—No es su prometido—aseguró—. Y se lo merecía.
Hermione asintió, dándole la razón. Hunith intentó no mostrarse tan confundida por toda esa nueva información, un tanto contradictoria, que estaba recibiendo.
— ¿No hay peligro que éste hombre le informe a tu padre que no estás con él?
—Ninguno, él nos acompañó un tramo del camino—dijo ella.
Merlín podía ver la mirada perpleja de su madre así que se tomó un momento para explicarle quién era Salazar Slytherin. No dudó en decirle que poseía magia, que engañaba a Uther haciéndole creer que era un rey de un lejano reino, que había dicho que quería casarse con Hermione para adquirir poder pero que, según lo que le había dicho el día anterior, no lo haría porque ella era una hija de muggles.
— ¿Muggles? ¿Qué es eso?
—Esa es la forma suave que él tiene para llamar a las personas sin magia—explicó él.
—Salazar tiene ideas muy firmes con respecto a la pureza de sangre mágica. Para él, lo es todo—añadió Hermione—, por eso me sorprendió cuando llegó un día al reino y me anunció que quería casarse conmigo. Sin embargo, le he dicho tantas veces que no pienso aceptar que tal vez finalmente lo comprendió.
Merlín se abstuvo de hacer algún tipo de comentario sólo porque estaban delante de su madre. Salazar podría no pensar más en casarse con Hermione pero aún la deseaba, de eso no había duda alguna. Todo ese coqueteo, esas palabras fuera de lugar, esas miradas que no intentaba ocultar no podían no ser nada.
—Suena como si tú lo conocías de antes—dijo la madre del mago a la princesa.
—Así es—aseguró y luego titubeó unos momentos—Yo… eh… yo conocí a su amigo antes, Lord Godric Gryffindor.
— ¡Pero su cabeza tiene un precio en Camelot! Todos saben eso.
Ella hizo una mueca.
—Sí, todos lo saben. Incluso él, pero ese no fue impedimento para que intentara entrar y lo lograra… puede que con mi ayuda—confesó con cierta vergüenza.
Hunith estaba conociendo a Hermione Granger como nunca antes lo había imaginado. Siempre supo que era buena y que no tenía las mismas ideas con respecto a la magia como su padre, de otro modo ya hubiera delatado a su hijo; sin embargo, nunca antes hubiera podido imaginar la red de engaños que había entablado alrededor de su propio padre, haciéndole creer cosas que no era, aliándose con sus enemigos… ¿Cómo era posible todo eso?
Hermione buscó la mirada de Merlín. No habían hablado de cuánta información le darían a la madre de él. Ella confiaba lo suficientemente en Hunith como para decirle el secreto de que también poseía magia pero no quería abrir la boca y que luego él se enfadara porque su deseo era mantener a su madre lo más alejada posible del asunto. El mago encontró sus ojos y ella, para darse a entender, tocó con la punta de sus dedos collar con el dije con forma de corazón. Eso logró hacerlo comprender y, luego de unos momentos, se encogió levemente de hombros, dándole a pensar que aceptaría lo que Hermione decidiera.
—No me malentiendas, Hunith—le pidió—, aprecio a mi padre y le estoy enormemente agradecida por aceptarme como su hija después de todo lo que debió pasar, de los años de búsqueda. El motivo por el cual miento y entablo amistad con hechiceros y magos no tiene que ver con su persona.
Hermione miró la superficie de la mesa que tenían delante hasta que notó que había un pequeño recipiente.
—Wingardium leviosa.
Ella había tenido tiempo de practicar desde aquella vez en que el padre de Merlín le había enseñado a realizar magia sin varita por lo que el recipiente no tardó en elevarse suavemente por el aire. La madre del mago abrió los ojos inmensamente mientras seguía el movimiento ascendente de aquel objeto inerte. Fugazmente miró a su hijo para comprobar que él no estuviera realizando aquella magia pero no, era la princesa.
Poco a poco, cada una de las piezas de esa intricada red de enigmas y engaños que había oído de Hermione Pendragon fueron encajando y teniendo completo sentido.
—Eres también una hechicera—murmuró sorprendida.
…
Hunith ofreció, como la vez anterior, su cama a Hermione pero esta vez ella se negó, alegando que habían traído mantas suficientes como para armar improvisados colchones y estar más que cómodos. Sin embargo, ella no les permitió dormir juntos en la misma sección. La princesa se quedó en una, ella en su cama y Merlín tuvo que adaptarse a la idea que durante las noches tendría que dormir en la cocina.
Mientras Hermione se quedó acomodando las pertenencias de ambos en el interior de la casa, él salió con su madre a ayudarla a traer leña. Saludó a algunos vecinos que lo reconocieron pero no se quedó a charlar con ninguno de ellos porque seguramente le preguntarían por la acompañante que había llegado con él. Tan solo cuando estuvieron en el bosque, protegidos de la mayoría de los oídos indiscretos, él se atrevió a preguntarle lo que realmente pensaba de su relación con Hermione.
Hunith tardó unos momentos hablar.
— ¿Eres feliz con ella?—le preguntó.
—Yo pregunté primero, madre.
—Merlín, realmente no importa qué es lo que yo opine. Si eres feliz con ella, si la amas, ¿serías capaz de dejarla sólo porque yo no lo apruebo?
La respuesta era más que obvia. Si no se separaron aunque sabían que Uther no aprobaría jamás su relación o incluso Arturo, ¿Qué podría motivarlos a hacerlo sólo por Hunith? Merlín amaba a su madre y siempre la había respetado y por eso más que nada quería que aprobase su relación con Hermione. Quizás por eso había sentido miedo y no le había dicho nunca antes que estaba con Hermione.
—Lo siento, no—murmuró.
Ella sonrió levemente, entendiéndolo.
—No me molesta que estén juntos aunque es imposible para mí no preocuparme por ti—le confesó—y por ella también—su mirada se llenó de tristeza—. Pobre niña, ocultando siempre la verdad de su padre. Sólo puedo imaginar lo difícil que debe ser para ella. ¿Su hermano sabe que…?
—No—Merlín negó rápidamente con la cabeza—. No sabe de sus capacidades ni de nosotros… Es complicado. Sé muy bien que ella quiere decírselo pero no se atreve.
—Realmente quiere a su hermano.
—No te imaginas cuánto. Ellos pueden pelear por tonterías pero a los pocos minutos están nuevamente llevándose bien—Merlín suspiró con tristeza—. Me gustaría poder ser alguien lo suficientemente importarte como para ofrecerle todo lo que ella quiere. Si no fuera un simple sirviente podríamos mantener una relación sin necesidad de ocultarnos.
—Merlín—Hunith sintió que se le rompía el corazón al ver la angustia de su hijo—, estoy segura que encontrarán el modo de avanzar en su relación.
Él no dijo nada por unos momentos mientras se perdía en sus pensamientos y buscaba con la mirada por el suelo algunas ramas secas para el fuego.
— ¿Quieres saber qué es lo peor?—le preguntó luego de unos momentos—Que hace unos meses tuvimos un conflicto... En realidad, fue por mi propia estupidez que decidí romper con ella. Sentí que la perdía para siempre, que con cada palabra, con cada paso que dábamos, nos alejábamos tanto. Yo sabía que ella sufría y me sentía atroz—miró a su madre y se dio cuenta que lo oía con profunda atención—. Esos fueron los peores días de mi vida pero me sirvieron para darme cuenta que soy incapaz de renunciar a ella.
Era absolutamente sincero. El miedo de perderla siempre estaría ahí, en un rincón de su corazón y de su alma, asustándolo, pero eso no quería decir que estaba dispuesto a dejarla ir sin antes luchar.
Los brazos de Hunith envolvieron el cuerpo de su hijo. Él había crecido desde la última vez que lo había visto. Era más alto que ella, sacándole unos buenos treinta centímetros.
—Estoy increíblemente orgullosa de ti. Te has vuelto un hombre honorable.
…
La primera noche, cada uno durmió donde correspondía. Sin embargo, la segunda, Hermione se deslizó fuera de su improvisada cama, cruzó delante de una dormida Hunith, y se coló por debajo de las mantas de Merlín. Él la había mirado con cierta preocupación pero el deseo de tenerla a su lado era mayor al miedo de lo que podría decir su madre, por lo que la dejó. Ella se pegó a su cuerpo, él la envolvió con sus brazos y la manta y luego, tras un suspiro, se dispusieron a dormir. Cuando la madre del mago los descubrió al día siguiente pensaron que se llevarían un buen reto pero sólo obtuvieron una mirada de advertencia.
La tercera noche, cuando notó que su hijo no se molestaba en armar su cama en la cocina, hizo como si no se dio cuenta y también hizo oídos sordos y ojos ciegos cuando los vio ir a ambos hacia el sitio donde ella dormía. Por fortuna, se dijo, sólo dormían. A ella realmente no le importaría darles la libertad y la privacidad que necesitaban— después de todo, eran jóvenes y estaban enamorados— pero Hermione no dejaba de ser la hija del rey. La virginidad era un asunto sumamente importante. Sin embargo, esa noche, cuando los dos ya dormían, se le ocurrió una peligrosa idea. ¿Y si ella ya no era virgen? ¿Y si su hijo era el responsable de ello? El temor de esa realidad la dejó inquieta y por eso no pudo dormir bien.
A la mañana siguiente, en una de las salidas a sus labores diarios acompañada de Merlín, no pudo evitar interrogarlo sobre el tema.
—No quiero inmiscuirme en asuntos que no son de mi incumbencia—comenzó a decir con cierto cuidad—pero no he podido evitar notar que tú y Hermione son muy unidos.
Merlín miró a su madre con curiosidad.
—Debemos serlos para cuidarnos la espalda el uno al otro.
—Lo entiendo, pero no me refería a… a ese tipo de unión—murmuró por lo bajo—sino a una más íntima.
Merlín gimió, con el rostro tan rojo que su madre no pudo encontrar cierta diversión ante su vergüenza.
—No…. No…—negó con la cabeza repetidas veces, sin completar realmente la oración.
Hunith no necesitó nada más, confiaba en él.
…
Las salidas de Hermione fuera de la casa de Hunith eran pocas. No porque no quisiese sino porque allí no se sentía encerrada. Todo lo contrario, le encantaba ayudar en los quehaceres del hogar y disfrutaba enormemente de la compañía de la madre de Merlín. Habían sido muchas las ocasiones en que se quedaban simplemente charlando con una taza de té en la mano, conociéndose, poniéndose al día con las noticias de Camelot y de todas las personas que ella conocía de allí.
Sin embargo, cuando sí salía por las tardes a pasear de la mano con Merlín, se tomaba la molestia de lanzarse a sí misma un hechizo glamour para disimular un poco sus facciones. Si alguien la miraba muy fijamente podrían llegar a reconocerla pero, de otro modo, sólo pasaría por una chica común y corriente, de vestimentas simples que estaba en una relación con el joven Merlín.
Una tarde, cuando los dos estaban al linde del bosque, contemplando hacia el interior de los árboles, simplemente disfrutando de la oportunidad de abrazarse sin temor a ser descubiertos, oyeron un suave carraspeo detrás. Como le habían estado dando la espalda al pueblo no habían notado que alguien los había estado observando fijamente antes de decidirse a acercarse a ellos. Cuando giraron el rostro, pudieron ver a una chica de aproximadamente su edad, rubia, alta, de sonrisa amble y ojos grises. Era muy bonita, pensó Hermione con cierto recelo.
— ¿Annie?—preguntó Merlín con sorpresa.
La chica sonrió más ampliamente al saberse reconocida.
— ¡Hola, Merlín!
El mago soltó suavemente a Hermione y fue a abrazar afectuosamente a su vieja amiga, sin darse cuenta que su novia lo seguía muy detenidamente.
—Pensé que no vivías más aquí… Te fuiste cuando eras una niña prácticamente a trabajar al castillo de Cenred. ¿Qué haces aquí?
—Sólo vine de visitas—aseguró—. Llegué recién ayer y mi madre me contó que también estabas en la aldea… y muy bien acompañado.
— ¡Oh!, sí, claro. Lo siento, ésta es Hermione—se la presentó—. Hermione, ella es Annie, una amiga de la infancia. Will, ella y yo éramos inseparables prácticamente.
Hermione intentó combatir sus absurdos celos y estrechó la mano de la joven con absoluta amabilidad mientras le sonreía.
—Es un placer conocerte.
—Igualmente, Hermione… Es extraño, es el mismo nombre de la princesa del reino de Camelot y puedo asegurar que no lo oigo de muchas mujeres que se llaman así.
—Sí, es una de esas raras casualidades de la vida—sonrió.
Annie miró entre los dos.
—Así que ustedes dos están juntos—dijo— ¿Están casados ya o sólo comprometidos?
Merlín se movió con nerviosismo.
—Bueno, en realidad, ninguna de las dos situaciones. Sólo… estamos juntos.
Había situaciones, como aquellas, que sólo las mujeres eran capaces de entender. Por esa razón, ante esa respuesta, Annie fue capaz de ver perfectamente la reacción de Hermione aunque Merlín ni siquiera lo notó. Sintió cierta compasión por la compañera de su antiguo amigo e incluso por él ya que no parecía tener idea alguna del dilema en el que se estaba metiendo.
—Hacen una bonita pareja—les aseguró—. Estoy segura que pronto oiré noticias de una boda.
Merlin rió suavemente y negó con la cabeza.
—Te aseguro que no—indicó, pensando en que ese futuro no era demasiado cercano para ellos con Uther al trono—. El matrimonio no aparece en mis planes.
Annie le lanzó una mirada de compasión a la chica que tenía en frente, quien parecía estar cada vez más molesta con Merlín. Ella había intentado salvar a su amigo y él sólo hacía más profunda su propia tumba. ¡A veces los hombres eran tan densos!
—Hermione, ¿te gustaría dar un paseo conmigo?—preguntó repentinamente.
—Definitivamente—dijo antes de lanzarle una mirada fría a Merlín, quien sólo vio cómo su novia se alejaba de prisa con Annie, sin entender qué había sucedido.
…
Hermione no regresó a la casa de Hunith sino hasta entrada la noche. Se despidió de la chica con total amabilidad y luego decidió ayudar con la cena a la madre de Merlín, sin darle a él más que una mirada de reconocimiento que le hizo fruncir el ceño.
— ¿Has pasado una buena tarde?—preguntó Hunith.
—Así es—le sonrió ella—. Annie es una excelente persona. Muy divertida y alegre. Es bueno poder charlar con otra mujer con liviandad, especialmente porque desconoce quién soy en realidad. En el castillo sólo cuento con Ingrid, y ella es excelente, pero no deja de tratarme con exagerado respeto porque soy una princesa.
—Siempre ha sido una chica muy dulce—indicó la mujer—. Aún recuerdo cuando Merlín le escribió aquella carta de amor.
Los ojos de Hermione volaron al joven mago y lo contemplaron con diversión.
— ¡Madre!—protestó él.
— ¿Qué? Sólo eras un niño en aquel entonces.
— ¿Debería ponerme celosa?—preguntó Hermione con cierta burla.
Después de haber pasado aquel tiempo con Annie había descubierto que sus recelos del inicio habían sido completamente infundados, especialmente porque la chica ya tenía un marido que la esperaba de regreso al castillo.
—Te juro que no—dijo él con prisa, no queriendo volver a sentir que ella se molestaba por quién sabe qué cosa.
Cenaron con tranquilidad, hablando de temas banales, antes de ir a dormir. Merlín se quedó unos momentos en su silla, esperando a que las dos mujeres cambiaran sus atuendos diarios y luego dudó unos segundos antes de seguir a Hermione. No sabía si quería que durmiera a su lado como las noches anteriores.
Ella se encontraba vistiendo su camisón blanco y estaba acomodando las colchas para pasar una noche cómoda. Merlín la miró con timidez, sin saber qué decir a continuación. ¿Debería disculparse? El problema era que ni siquiera sabía que había hecho. ¿O quizás debería de actuar como si nada hubiera pasado?
—Eh… Hermione—la llamó suavemente.
— ¿Sí?
— ¿Aún estás molesta conmigo?
—No estoy molesta contigo.
Los hombros de Hermione estaban tensos, lo que indicaba que acababa de mentir.
—Lo estás, puedo notarlo. ¿Qué te sucede?
—Nada.
Merlín se aproximó lentamente hacia ella y se sentó a su lado, no queriendo acomodarse demasiado por temor a que ella se lo tomase mal.
—Por favor—le rogó—, dime qué sucede. Esta tarde te fuiste con Annie y me dejaste solo.
— ¿A caso no querías que me fuera con ella?
—Puedes ir con quien desees pero… puedo notar que algo no está bien.
Hermione se llevó las rodillas al pecho y envolvió sus piernas con sus brazos, sintiéndose algo tonta por estar enfadada con él por algo tan trillado. El problema incluso no era que estaba enojada con él sino que le avergonzaba demasiado decírselo.
—Tú no quieres casarte conmigo—dijo después de una larga pausa, roja de vergüenza, incapaz de mirarlo.
— ¿Qué?
— ¡No me hagas repetirlo, Merlín! Lo dijiste esta misma tarde, no quieres casarte.
—Espera un momento, yo no dije eso.
—Sí, lo hiciste—indicó ella, molesta—. Annie estaba insistiendo en saber cuándo nos casaríamos y tú no le dijiste que no estábamos pensando en eso en este momento. ¡Le dijiste que no estaba en tus planes! No me malinterpretes, no quiero casarme de inmediato, ni contigo ni con nadie, pero esperaba que… quizás en el futuro… que nosotros…
Hermione se silenció de inmediato. Sentía su cara arder, al igual que sus ojos. Era tan humillante decirle esas cosas a Merlín. De niña siempre había puesto prioridad al colegio y, a medida que fue creciendo, a pesar de la guerra que le tocó vivir, sus planes fueron siempre de completar sus estudios, obtener un trabajo, independizarse, tener una casa propia… Nunca contraer matrimonio, menos a los veintidós años. Sin embargo, parecía ser que algunas costumbres de esa época se le habían pegado porque allí, incluso con unos cuantos años menos, las mujeres ya tenían esposos e hijos a cuesta. No quería eso para sí misma, no de inmediato, pero saber que Merlín no lo querría nunca, le molestaba. ¿Qué sentido tenía esa relación, entonces, si no los llevaba a ningún lado?
—Hermione—comenzó él con suavidad, casi susurrando su nombre—, si llegara a casarme contigo, sería el hombre más feliz del mundo.
—Pero hoy…
—Hoy dije eso porque pensaba en tu padre. ¿Crees que me permitirá casarme contigo? Ni siquiera puedo decir tu nombre sin usar el título correspondiente delante de él.
Hermione quería que la tierra la tragase. ¿Por qué siempre tenía que hacer un océano de una gota de agua en todo lo referido a Merlín? Abochornada, dejó caerse contra él y escondió su rostro en su pecho.
—Lo siento—dijo sin moverse.
Sintió las manos de Merlín rodearla con infinito afecto.
—No te preocupes—le aseguró dejando un pequeño beso en la cima de su cabeza—. Siempre es bueno saber que las mujeres están desesperadas por casarse conmigo—indicó con una sonrisa.
La mano de Hermione inmediatamente le dio un merecido golpe en su brazo, aunque realmente no estaba enfadada por aquel comentario.
—Deja de juntarte tanto con Arturo, te está contagiando su engreimiento—le advirtió con seriedad.
—Voy a hacer mi mejor esfuerzo.
…
— ¿A dónde vamos?—preguntó Hermione sin poder borrar la sonrisa enorme que se colaba en sus labios.
Era el atardecer del anteúltimo día que estarían allí y Merlín y ella habían salido de la casa tomados de la mano y aún no se soltaban. Hermione se había colocado la capucha de su capa encima de su cabeza para que su rostro se ensombreciera y nadie la pudiera reconocer. Aun así, evitaron andar por la única y principal calle de la aldea y caminaron por detrás de las casas. Hunith le había contado que desde que llegaron sus vecinos no dejaron de preguntarle por la misteriosa visitante, a lo que ella les contestaba que sólo era la "prometida" de su hijo. Cuando se lo había contado Merlín no estaba presente pero Hermione no pudo evitar ruborizarse y tartamudear que no estaban prometidos. La mujer sólo había sonreído con cierto misterio, como si supiera algo que ella no. A pesar de que ese tema se había solucionado entre ambos, la princesa no podía dejar de sentir cierta inquietud.
—Es una sorpresa.
—Si fueras un completo extraño y me arrastraras hacia el bosque, temería de estar yendo hacia mi muerte.
—Por fortuna para ti, nunca he planeado asesinar a nadie más que tu hermano—comentó él con burla, sin dejar de llevarla entre los árboles.
—No sé si eso me deja tranquila.
—Vamos, Hermione—le sonrió— ¿No puedes contener tu curiosidad?—pero antes de que pudiera responderle, él agregó—No, no puedes. Nunca has podido.
—Supongo que eso es algo que tenemos en común.
Él sólo rió y apretó suavemente su mano.
Hermione podía notar que estaba tranquilo, mucho más relajado. Ella también se encontraba así. Su estado de ánimo era excelente al estar lejos de las presiones que vivían en el castillo. No había reuniones a las que asistir, no había que andar cuidándose de mostrarse demasiado cariñosos… Bueno, quizás de eso último, sí. Hunith había aceptado que durmieran juntos, que se tomaran de la mano pero nunca se habían besado delante de ella o se había mostrado demasiado afectuosos. A Hermione no le molestaba porque, después de todo, estaba pasando la mejor semana de su vida desde que llegó a aquella época. No despreciaba su vida en Camelot, simplemente la comparaba con la del campo, libre de preocupaciones y saltaba en evidencia que prefería ésta última. A pesar de eso, estaba ansiosa por regresar al castillo y comprobar que su hermano se encontraba bien.
Antes de salir había pedido a Rowena el favor de que vigilara a Arturo y que, ante cualquier inconveniente, por más mínimo que fuera, le avisara con una lechuza o cualquier otro medio de comunicación veloz. La bruja no había mostrado mucho entusiasmo pero había terminado aceptado cuando Merlín le había pedido que por favor accediera. Hermione podría haberse puesto a pensar en los motivos por los que había aceptado luego de que su novio se lo pidiera pero había preferido no hacerlo.
— ¿Llegaremos pronto?—preguntó ella al notar que el sol bajaba velozmente por el horizonte.
— ¿A caso tienes miedo a la oscuridad, mi lady?
Ella no pudo evitar hacer una mueca al oírlo llamarla por su título. Sabía que él lo había dicho con burla, una burla sin malicia, pero esas simples palabras le recordaron a Godric. El fundador la llamaba así por una razón muy particular.
— ¿A estas alturas de mi vida, Merlín? He vivido tantas cosas que la oscuridad no me asusta—aseguró.
—Bien, porque aún nos queda un tramo.
— ¿Tu madre no se preocupará por nosotros?
—No, le he avisado que iríamos al…—se cortó de repente al darse cuenta que iba a develar el misterio—que iríamos allí.
Ella resopló. Una actitud muy poco femenina e inadecuada para una princesa. Por suerte, allí no había nadie que pudiera reprenderla por ello.
— ¿Es demasiado diferente?—preguntó de repente él.
— ¿A qué te refieres?
Merlín, sin dejar de sostener su mano y caminar, pensó unos segundos antes de explicarse.
—El modo de vivir… en otro tiempo—añadió eso último por lo bajo.
—Aún existe la monarquía—comenzó ella—pero mi vida estaba muy lejos de ese mundo. La sociedad mágica se parece más a esta época que la vida de los muggles pero hay muchas diferencias también. Muchas que van más allá de los simples avances tecnológicos o mágicos.
— ¿Cómo cuáles?—preguntó con profunda curiosidad.
Hermione no respondió de inmediato y Merlín se dio cuenta que estaba siendo precavida con sus palabras. No se ofendió porque sabía que no era porque no confiara en él sino porque intentaba explicarse de modo que él entendiera.
—Creo que la principal diferencia que hay es la vestimenta y la forma de comportarse.
— ¿Qué clase de ropas usaban?
Ella sonrió con cierta picardía.
— ¿Quieres saber cuál era mi uniforme escolar?—al ver que él asentía, añadió—Llevaba una camisa blanca, con una corbata…
— ¿Qué es una corbata?
Hermione tuvo que explicarle qué era aquella prenda. Fue extraño tener que hacerlo y más aún cuando se dio cuenta que no tenía idea realmente para qué servían.
—Entonces, ¿llevaban esa cosa colgada de su cuello? ¿No era incómodo?
—Terminas acostumbrándote—aclaró.
—No parece tan extraño...
—No he terminado, Merlín—le aseguró—Usaba medias, zapatos oscuros y una falda.
—Aun no entiendo qué tiene eso de…
—La falda era hasta aquí de larga—dijo, mostrándoselo.
Señaló justo encima de su rodilla. Los ojos de Merlín se abrieron enormemente, llenos de pánico. Era como si le hubiera dicho que corría desnuda por en medio del patio.
— ¡Pero todos veían tus piernas!—exclamó escandalizado.
Hermione no pudo evitar reírse.
—Sí, y mi falda era de ese largo era demasiado decente. Algunas chicas más atrevidas la llevaban a la mitad de su muslo. Claro, ellas no podían inclinarse a recoger alguna pluma si se les caía sin mostrar demasiado… Pero eso no es nada. Si vieras los trajes de baño.
— ¿Usaban ropa especial para bañarse?
—No para el baño diario, sino para nadar—aclaró ella—. Estaban los trajes enteros que se aferraban a tu cuerpo pero que dejaban las piernas completamente a la vista. Después estaban las bikinis. Eran sólo dos piezas de telas que cubrían lo necesario.
— ¿Lo necesario? ¿Qué…? ¡Oh!
La mirada significativa que le lanzó ella lo hizo comprender. Se ruborizó demasiado al darse cuenta que estaba imaginado a Hermione con algo como aquello. Trozos de tela cubriendo sólo su zona íntima y sus senos… mostrando tanta piel. Sin embargo, el rubor se marchó de inmediato al imaginar a muchos hombres viendo a Hermione así vestida.
— ¿Todas las personas andaban así?—preguntó incrédulo— ¿Con tan poca ropa?
—No todos—aseguró ella—. Yo nunca fui muy adepta a mostrar mi cuerpo aunque tengo que admitir que realmente extraño los pantalones. Son muchos más cómodos que estas faldas.
Él estaba por hablar nuevamente, ansioso por saber más, pero el sonido del agua corriendo le advirtió que estaban cerca de su destino. Tiró de la mano de Hermione hacia un lado y la obligó a seguirlo hasta que finalmente encontró lo que buscaba.
—Espera aquí—le pidió.
Soltó su mano y enseguida buscó las velas que había llevado dentro de su bolso. Las colocó en una roca seca y, con ayuda de la bendita magia, las encendió con prontitud. Aquella zona del bosque se ilumino tenuemente, permitiendo a Hermione observar que a pocos metros de ellos se encontraba un delicado río de agua pura y cristalina.
—Sé que en mi casa has tomado baños pero no se asemejan a los del castillo—dijo rápidamente él, casi con vergüenza—. Pensé que sería una buena idea traerte aquí y permitirte tomar un baño tranquila, con agua increíblemente limpia y fresca. Y he traído esto… son tus cosas. Espero que no te importe que las haya tomado.
Ella miró como sacaba del interior de su bolsa su champú casero y su jabón perfumado. También le había traído un cepillo para el cabello y ropa limpia.
—Merlín—murmuró su nombre anonadada—, no te hubieras tomado tantas molestias por mí.
Él se encogió levemente de hombros.
—Realmente no me importa… y, de hecho, fue idea de mi madre—añadió con algo de vergüenza—. Dijo que éste sería un buen detalle.
—Lo es—le aseguró ella.
Se miraron por un momento eterno hasta que él se dio cuenta que quizás estaba importunándola. Rojo como un tomate, tartamudeó unas cuantas palabras incoherentes antes de formular una frase entera.
—Yo… yo iré por… por allá—señaló a cualquier lugar—. No miraré, te lo prometo. Simplemente, grita si necesitas algo.
— ¿Te alejarás?—preguntó preocupada Hermione.
No le gustaba realmente la idea de quedarse allí sola, bañándose desnuda en el medio del bosque.
—No mucho.
Ella no estaba convencida.
— ¿Y si simplemente te volteas?
Él abrió y cerró la boca varias veces, como un pez fuera del agua.
— ¿Quieres que sólo voltee?
—Confío en ti, Merlín—le aseguró, luchando contra el sonrojo.
El mago sólo pudo asentir, tembloroso, antes de sentarse en la roca, junto a las velas, dándole la espalda al río. Intentaba no cerrar los ojos para no imaginar a Hermione detrás de él, quitándose la ropa, lo cual era increíblemente difícil porque una vocecita peligrosa le susurraba ideas tentadoras en su mente. Oír la tela cayendo y sus pies desnudos sobre las hojas secas sobre el suelo realmente no ayudaron a su situación. Pero lo peor fue cuando tuvo que aferrar sus manos a sus rodillas y, temblorosamente, combatir con sus deseos más primitivos al oírla meterse al agua. Ella estaba desnuda y mojada a menos de dos metros.
— ¿Me cuentas más?—pidió de repente, desesperado por una distracción.
— ¿Más de dónde vengo?
—Sí—contestó rápidamente.
Él tenía un nudo de nerviosismo en su estómago y todo su cuerpo comenzaba a vibrar por los pensamientos impíos que estaba padeciendo. Los segundos que ella tardó en darle una respuesta le parecieron eternos.
—Las mujeres tenemos un poco más de valor—dijo ella—. Quizás aún no somos completamente valoradas pero sí mucho más que aquí.
— ¿Crees que no te valoro?—pregunto confundido y agradecido al mismo tiempo que el tema que tocaban eran lo suficientemente serio como para mantener su atención.
—No, no me refiero a ti específicamente. Pero puedes verlo en mi padre o en muchos otros hombres que sólo ven a las mujeres como objetos que utilizan para conseguir dinero o herederos. De donde vengo, somos algo más que una fábrica de bebés.
— ¿A caso no quieres tener hijos?
Ella se encogió de hombros a pesar de que él no podía verla.
—Nunca lo he pensado con seriedad—contestó—. Quizás algún día, aunque ser madre nunca ha sido una de mis prioridades.
Eso podía entenderlo. Él tampoco nunca se había visto como padre de alguien. La idea le gustaba, no iba a negarlo, pero de ahí a que se concretase había un largo trayecto. Además, siendo mago y estando en constante relación con Arturo, sólo pondría en peligro la vida de su hijo.
— ¿Quieres saber algo más?—preguntó ella.
—Cuéntame lo que quieras—casi rogó.
Era cien veces preferible hablar con Hermione a tener que caer en un silencio donde sólo pensaba en una cosa. Ya estaba sentado encorvado hacia adelante, con los codos apoyados en sus rodillas.
—Las parejas no necesitan estar casadas para tener relaciones sexuales.
Merlín gimió lastimeramente, enterrando su rostro en las palmas de sus manos. ¡Eso no era algo que necesitase saber! Especialmente porque ahora más que nunca se daba cuenta que Hermione estaría dispuesta a acostarse con él sin estar correspondientemente casados. Ya lo había advertido antes, era verdad, pero tener una afirmación tan directa no ayudaba en su situación.
—Lo siento—se oía su voz avergonzada—No debí decir eso.
No, no debió. Pero no quería hacerle creer que él estaba poco dispuesto a charlar sobre esos temas con ella. ¿Y si no quería hablar de nada más?
—No, está bien—se esforzó por decir pero rápidamente cambió de tema— ¿Cómo es que la magia es tan diferente entre nosotros?
—No puedo asegurarlo—se quedó en silencio unos momentos, pensando—. Quizás es como me dijeron una vez: una cuestión de evolución. La magia cambia, se adapta a los magos y a la época pero, en esencia, siempre es la misma.
—Pero nuestros hechizos son diferentes.
—Yo he intentado hacer los tuyos—indicó ella—Tú nunca los míos. Deberías practicarlos.
Era una idea muy interesante. No se imaginaba diciendo esos hechizos y no tenía idea alguna de si funcionaría pero le gustaría intentarlo.
Hermione salió del agua rápidamente y, tras secarse, se colocó la ropa que Merlín le había llevado. Había estado un poco avergonzada de haberse desnudado estando él tan cerca pero iba a admitir que realmente estaba agradecida de haber podido tener un buen baño.
—Estoy lista—le informó.
Él giró de inmediato y la miró. Al principio estaba serio pero luego le sonrió suavemente.
— ¿Puedo cepillar tu cabello?
Ella se sorprendió por ese pedido pero, sobreponiéndose, asintió. Merlín tomó el cepillo y le hizo una seña para que se sentara frente a él. Lo hizo pero no sin antes lanzarle una mirada precavida. Su cabello largo hasta la cintura solía tener nudos y sus rizos no eran dóciles. Sin embargo, en vez de sentir tirones o dolor, sólo pudo relajarse cuando él comenzó. Lo hacía con cuidado y suavidad. Apartaba mechones y los peinaba individualmente, procurando no lastimarla.
—Si no fueras sirviente de mi hermano, te contrataría yo—rió ella suavemente.
—Creo que Ingrid no estaría muy feliz de que le quite su trabajo—comentó el mago con diversión sin detenerse en su labor. Tomó un mechó entre sus dedos y lo llevó a su nariz para aspirar profundamente—Adoro como huele tu cabello.
Hermione se sonrojó levemente por el cumplido. Habían sido muchos los que la había alagado pero nadie tenía el efecto de hacerla sentir hermosa como Merlín. Era tonto, lo sabía, pero quería ser hermosa para él.
—Puedo prepararte un poco de loción con este aroma si quieres—sugirió.
—Creo que es demasiado florar para mí—indicó—. Me gusta cómo te queda a ti.
Se abstuvo de decirle que esa noche, cuando se acostaran uno al lado del otro, tendría serias dificultades para conciliar el sueño. El aroma sería una dulce tortura que no dejaría de recordarle que ella había estado desnuda a escasa distancia y él, siendo un maldito caballero, no había querido molestarla ni propasarse girando el rostro para mirar siquiera alguna curva.
—Gracias.
Por unos segundos él tuvo la terrible idea que ella estaba agradeciéndole por ser un caballero pero luego se dio cuenta que lo decía por su comentario. Aparto suavemente el pelo de un lado de su nuca y se dio cuenta que estaba ruborizada. ¿Era por lo que él dijo? Algo le decía que sí. Apartó más su cabello largo y rizado, viendo como la piel de su cuello se mostraba aparentemente suave y lisa. Se estremeció sin poder evitarlo cuando el deseo de inclinarse y besar aquella zona lo llenó.
Ella pareció darse cuenta que algo había cambiado en él porque giró ligeramente el rostro y lo observó de soslayo. Sus mejillas adquirieron un tono rojo más profundo aún, haciendo que luciera adorable.
— ¿Vas a besarme?—le preguntó ella con suavidad.
Merlín tragó saliva y sus ojos se posaron sin que pudiera evitarlo en aquella boca entreabierta que parecía llamarlo a gritos.
—Esa idea cruzó por mi cabeza—murmuró casi sin aire.
Hermione no esperó a que él actuara, simplemente se giró, quedando arrodillada, antes de buscar sus labios para fundirse en un beso profundo que casi los calcinó en un segundo.
Cuando ambos regresaron a la casa de Hunith ya era tarde. Ambos estaba muy ruborizados aún y la mujer no tuvo que hacer demasiadas preguntas como para adivinar qué era lo que había sucedido entre ellos. Miró a su hijo con preocupación pero él, aún avergonzado, negó suavemente con la cabeza y murmuró que nada sucedió. Esta vez fue un poco más difícil creerle.
…
— ¡Arturo!
El príncipe no perdió el tiempo. Bajó de su caballo y corrió hacia su hermana, quien lo esperaba en la entrada del castillo. Subió las escaleras y en cuanto estuvo a su lado la envolvió en un fuerte abrazo, olvidándose que estaba sucio y maloliente después de haber pasado toda la tarde en una patrulla por la frontera. La había extrañado tanto que era casi inconcebible. Todo ese tiempo había estado pensando en lo que estaría haciendo, si el maldito Salazar le había puesto una mano encima. Si había sido así iba a asesinar a Merlín.
—Arturo… no puedo respirar—jadeó ella a su oído.
Él la soltó de inmediato, algo avergonzado por su arrebato.
—Lo siento—murmuró y comenzó a arrastrar sus ojos en ella, deteniendo su mirada especialmente en sus manos—No tienes un anillo—dijo con felicidad.
— ¿Por qué habría de tenerlo?—le preguntó su hermana—Te prometí que si él me pedía matrimonio, le diría que no.
— ¿Te lo ha pedido?—inquirió tenso.
Ella no le respondió de inmediato, incrementando su preocupación.
—No—dijo finalmente Hermione, sonriéndole con suavidad—. No me lo ha pedido.
—No estás decepcionada, ¿verdad?
Esta vez la oyó reír con diversión.
—Quizás lo esté nuestro padre—volvió a reír—. Hubieras visto como me recibió, sonriendo de oreja a oreja pero cuando no le di la noticia de mi pronto matrimonio me dijo: "Espero que hayas hecho algún tipo de plan para regresar pronto". Parecía muy decepcionado cuando le aseguré que no era así.
—No será mi caso—indicó y luego se acercó y besó suavemente su frente— ¿Mi sirviente supo comportarse?
—Merlín siempre sabe comportarse.
—Eso es discutible—gruñó y luego cambió rápidamente de tema— ¿Me acompañarás esta noche a la cena?
—Por supuesto.
Él se despidió de ella y se encaminó directamente a sus cámaras. Su sirviente no estaba allí por lo que tuvo que llamarlo a gritos.
— ¡Merlín!—esperó unos segundos— ¡MERLÍN!
El joven entró corriendo, casi cayendo a causa de la prisa, pero con una sonrisa enorme en su rostro.
—Sire—lo saludó.
—Prepárame un baño—le ordenó y mientras iba detrás del biombo a desvestirse comenzó el interrogatorio— ¿Ustedes cuando llegaron?
—Hace un par de horas. El rey le informó a Hermione que habías salido con la patrulla. Ya vuelvo, voy por agua—le informó.
Arturo esperó a que su baño estuviera listo antes de volver a preguntar.
— ¿Salazar no intentó nada con Hermione?
Merlín titubeó levemente.
—Eh… no.
—Dudaste. ¿Por qué dudaste? ¿Qué sucedió?
—Nada—respondió con prisa él—. Él no hizo nada.
Arturo estuvo a punto de rodar los ojos.
—Merlín, ¿Por qué me mientes?
— ¡No te miento!
—Merlín—dijo su nombre con tono de advertencia.
Su sirviente suspiró.
—Él puede haber comentado… algo. Algo fuera de lugar y yo pude haberlo golpeado… o no—murmuró rápidamente antes de casi correr por la habitación haciendo sus deberes diarios.
— ¿Qué dijo?
— ¿No estás molesto conmigo?—quiso saber, muy sorprendido por la liviandad de su actitud.
— ¿Por qué? Golpeaste a ese infeliz y me alegro. Te dije que la protegieras, era tu trabajo. Entonces… ¿Qué dijo?
Arturo miró al joven juntar sus prendas sucias, apartar su espada para luego limpiarla y afilarla, quitar las sábanas de la cama y colocar nuevas. Iba a admitir que a ese tonto también lo había extrañado. El sirviente que lo había reemplazado había sido aburrido.
— ¿Qué dijo, Merlín?—insistió.
—Ya lo he olvidado—mintió—Realmente no recuerdo qué dijo.
Arturo estuvo a punto de insistir pero rápidamente se tragó sus palabras. Quizás era mejor no saber al respecto. De otro modo, buscaría a Salazar donde estuviese y lo mataría.
ADELANTOS DEL PRÓXIMO CAPÍTULO:
Sin embargo, más allá del famosísimo Merlín, Harry estaba más que ensimismado por la imagen de la esposa del mago. Hermione. Esa era su Hermione. Sabía que por lógica aquello era imposible pero algo dentro de su ser le decía que esa era la chica de sus sueños, su mejor amiga, su amor platónico… ¡Era su Hermione! Por supuesto, su rostro era el de una mujer de casi cuarenta años pero el autor de aquella obra había sido capaz de plasmar con perfecta precisión la mirada suave de ella, su rostro amable y esa pequeña sonrisa que la hacía tan especial.
...
— Ilústrame, por favor, ¿Qué planeas hacer? ¿Ir a visitarla?
—De hecho, esa no es una mala idea.
— ¡Está en el pasado, Potter!—le gritó.
—Estamos en el mundo mágico, Drachen, ¿desde cuándo no podemos viajar en el tiempo?
