Marianagmt, muchas gracias por tu incondicional ayuda. Tuve muchas dudas al escribir este y los siguientes capítulos pero supiste ayudarme a encontrar mi camino.


Ninguno de los personajes me pertenece, salvo aquellos cuyos nombres no sepan reconocer.


¡Hola a todos! Me disculpo por la tardanza. He estado ocupada estudiando y no he tenido tiempo de escribir mucho, luego tuve un percance que me mantuvo rabiando por todo un día-pero ya terminó-, y ahora estoy enferma por lo que mi imaginación y mis ánimos no están en su máximo potencial. Pero aún así he decidido actualizar esta historia. Espero que disfruten en capítulo.

LA DESCENDIENTE DE MERLÍN

Harry no podía evitar sentir un nudo de nervios en la boca de su estómago. Sin embargo, ahora que se encontraba delante de la puerta de aquella lujosa casa en el centro de Londres cuya dueña era la única descendiente con vida del famosísimo Merlín, estaba más decidido que nunca a descubrir la verdad. Quizás no fuera nada, se repitió por milésima vez en un intento de no crearse falsas esperanzas. Después de todo, no podía olvidar jamás que él mismo había organizado el funeral de su mejor amiga y había visto como cerraban el cajón y luego colocaban tierra sobre su tumba. Su mente le gritaba constantemente que sus suposiciones eran una completa locura pero su corazón se negaba a quedarse tranquilo después de haber encontrado aquella carta que parecía ser del mismísimo Godric Gryffindor en la cual se dirigía a una Hermione; una Hermione que vivía en Camelot y que, al parecer, había sido la esposa de Merlín.

El corazón del mago latió con fuerza dentro de su pecho cuando alzó su mano para tocar el timbre de la casa. Mientras esperaba, miró a su alrededor para comprobar que la calle en la que se encontraba todas las construcciones eran iguales de lujosas y extraordinarias. Que la descendiente del famoso Merlín viviera en algún lugar como aquel tenía cierta lógica aunque lo que lo seguía sorprendiendo era que hubiera preferido mantenerse alejada completamente del mundo mágico y que disfrutase de vivir en el Londres muggle.

La puerta se abrió de repente y Harry giró el rostro en ese momento, repleto de ansiedad, sólo para plasmar en él el desconcierto que sintió.

— ¿Tú eres la descendiente de Merlín?—preguntó si poder creerlo.

La chica de cabello oscuro y de rostro firme alzó una de sus delineadas cejas negras ante esto.

— ¿Tienes algún problema con ello?—lo miró fijamente con sus electrificantes ojos azules.

— ¡Pero eres una camarera!

Efectivamente, era la joven que siempre le servía café en aquel sitio al que le gustaba ir para alejarse de todo, la que nunca se metía en la vida de nadie y simplemente cumplía su función.

—Repito, ¿tienes algún problema con ello, Potter?

— ¿Sabes quién soy?

Ella rodó los ojos.

—Todo el mundo mágico sabe quién eres—indicó antes de apartarse de la puerta— ¿Quieres entrar o vas a quedarte parado delante de mi casa todo el día?

Harry entró sin dudarlo. Quería respuestas.

—He venido por…

—Sé por lo que has venido a verme—aseguró ella, cerrando la puerta—. Ven, sígueme.

El chico fue tras ella, siempre observando con curiosidad su alrededor. El interior de la casa era igual de lujoso que el interior pero bastante normal. A simple vista no había nada mágico pero la vibración que sentía en el aire y que parecía salir de las mismas paredes le aseguraba que todo era una simple fachada. La magia zumba en el aire con potencia y se sentía tan poderosa y ancestral que él tuvo que reprimir un escalofrío.

La muchacha lo llevó hasta una sala elegante en la que había una pequeña mesita de vidrio de café, rodeada por sillones de color rojo. Ella le hizo una seña para que tomara asiento antes de pedirle que la espere allí. Harry se quedó sólo por unos cuantos minutos hasta que la chica reapareció llevando una bandeja con té y galletas de vainilla. Le sirvió una taza en silencio y se la tendió.

—Gracias—dijo Harry aceptándola.

La vio tomar asiento frente a él. Se preguntó si había alguna característica física que podría haber llegado a compartir con el famoso Merlín. ¿El mago habría tenido el cabello negro, los ojos azules o midió lo mismo que ella?

— ¿Seguirás mirándome o me hablarás de lo que has venido a hacer aquí?

Harry sintió que sus mejillas ardían levemente al verse descubierto observándola.

—Lo siento—se disculpó con prisa—. Me dijiste que sabes por lo que he venido.

—Sí, pero eso no quiere decir que te haré las cosas fáciles.

El muchacho sintió la molestia naciendo dentro de él. ¿Por qué tenía que tener esa actitud?

—Ni siquiera sé tu nombre—mintió Harry para extender un poco la conversación y hacerla más amena—. Bloots me dio tu dirección pero no me dijo cómo te llamas.

—Athena Drachen—y ante la expresión de desconcierto de Harry, sonrió con cierta burla— ¿Qué? ¿Esperabas algún apellido más importante?

—De hecho, sí—confesó.

—Que sea desciendiente de Merlín no quiere decir que mi familia estuvo siempre involucrada con familias mágicas. De hecho, mi padre era hijo de muggles.

— ¿Es tu madre la...?

—Era—lo corrigió rápidamente ella.

Harry se sintió incomódo por su equivocación.

—Lo siento—se disculpó.

—No te preocupes, Potter. La guerra afectó a todos y mi familia no fue la excepción.

El muchacho esperó a que ella dijera algo más al respecto, algo que no lo dejara con curiosidad pero cuando no dio más detalles supo quedarse callado. Como había dicho Athena, la guerra había afectado a todos y de tantas diferentes maneras que Harry sólo podía imaginar lo que había sucedido.

—He venido a hablar sobre el cuadro que tienes de Merlín y su esposa, Hermione—volvió a tocar el tema que le competía—. Supongo que Bloots te avisó que vendría para eso.

—No he hablado con Bloots desde que vino a hacerme aquella entrevista para su libro—aseguró ella.

—Entonces, ¿cómo sabías que iba a venir?

Ella sonrió misteriosamente por unos segundos eternos. Harry creyó que no iba a responder pero cuando estaba a punto de hacerlo un maullido rezonó en la habitación. Athena sonrió de inmediato y se inclinó hacia adelante para toma al gato que se había comenzado a fregar por sus piernas pidiendo atención.

Los ojos de Harry se abrieron como platos cuando reconoció de inmediato al animal. Era Crookshanks. ¡Era Crookshanks! Y estaba completamente seguro porque aquel rostro chato y ese color del pelaje eran inconfundibles para él. ¿Qué demonios hacía el gato de Hermione allí?

Athena tomó con cuidado al gato y lo acarició con afecto. El animal ronroneó en su regazo, feliz de estar allí.

— ¿Qué…?—estaba tan atónito que era incapaz de hilar correctamente una simple pregunta— ¿Qué… es…?

—Creía que lo conocías muy bien.

—Es Crookshanks, el gato de Hermione.

—Es mitad gato y mitad kneazle, lo que le da una gran inteligencia—dijo Athena—. Es confiable y sabe distinguir a las personas en las que vale la pena confiar.

—Lo sé—asintió Harry— ¿Cómo es que llegó aquí? Luego del funeral lo busqué por toda la casa y no lo encontré.

Ella, sin dejar de acariciarlo, le sonrió levemente a Harry.

—Claro que no, ese ya no era su lugar.

—Pero, ¿Por qué lo tienes tú?—exigió saber el muchacho.

—Lo encontré una mañana rondando por mi jardín.

Harry aún no entendía. La respuesta que le había dado Athena era corta y lo dejaba aún con demasiadas dudas. Él la miró fijamente, sin saber qué preguntar a continuación y ella pareció darse cuenta del desconcierto de su mirada por lo que terminó compadeciéndose. Dejó a Crookshanks en el suelo, lo cual no pareció gustarle demasiado al animal porque se alejó bruscamente con malhumor. Se puso de pie y le hizo un gesto con la mano para que la siguiese. Harry dejó la taza y la siguió sin perder el tiempo.

—Estoy seguro que tendrás muchas preguntas—dijo Athena—, pero te recomendaré que primero me escuches.

Él asintió aunque no quería hacerlo. Sin embargo, algo le decía que no debía presionarla mucho ya que ella parecía tener un carácter fuerte que le recordaba demasiado a muchos Slytherin. Sin embargo, no recordaba haberla visto nunca en el colegio.

Athena abrió unas enormes puertas de madera con sus manos para que ambos pudieran ingresar a una enorme biblioteca. Harry se quedó viendo con la boca ligeramente abierta. Aquel sitio era tan asombroso, lleno de todo tipo de libros, de tapas de colores diversos, de materiales diferentes, algunos más gruesos que otros y la mayoría de apariencia antigua. Entre los altos estantes había lámparas estratégicamente colocadas que iluminaban bien todo el sitio. En ciertas esquinas había sillones que parecían llamarlo a gritos para que se sentase y disfrutase de un rato de lectura ¡A él, precisamente, a quien no le gustaba demasiado leer! Harry sólo veía como seguían avanzando, doblando en aquel laberinto de libros, hasta que llegaron a una sección donde la magia que había en el ambiente pareció hacerse más densa y vibrante. Su corazón comenzó a latir violentamente dentro de su pecho. Algo le decía que finalmente estaba por averiguar algo importante, quizás algo relacionado con su mejor amiga.

—Ya casi llegamos—dijo Athena.

Caminaron unos metros más, doblaron en una esquina y se toparon nuevamente con una segunda puerta. Ella se detuvo de repente, sacó su varita e hizo un complicado movimiento frente a ésta mientras pronunciaba un hechizo que Harry jamás había oído en su vida.

— ¿Qué hechizo fue ese?—preguntó con curiosidad.

—Uno que ya nadie enseña. Lo que hay detrás de estas puertas está protegido por Magia de la Antigua Religión, una muy poderosa que los magos actuales no podrían manejar.

La chica de cabello oscuro dio un paso hacia adelante y abrió la puerta completamente para luego apartarse y dejar que él ingresase. Harry dio un paso tentativo hacia el interior sólo para descubrir que allí sólo había una única cosa: un cuadro.

Si antes su corazón había latido con velocidad ahora casi se había detenido por completo.

El cuadro no era tan grande como había imaginado en un primer momento. Tenía un marco de madera y parecía ser de lienzo de lino. Las pinceladas eran suaves pero nítidas y conformaban una imagen inconfundible. Allí, delante de sus ojos y con sus anteojos perfectamente colocados, veía la imagen de dos personas sentadas la una al lado de la otra. El mago, como había imaginado desde el principio, tenía unos ojos increíblemente azules como Athena. No parecía ser demasiado mayor, con barba y cabello blanco y largo como aparecía en las figuras de colección de las Ranas de Chocolate. No, en aquel retrato, parecía más joven, de unos treinta, quizás cuarenta años y, extrañamente, tenía una especie de corona de plata sobre su cabeza. Su rostro no demostraba seriedad o esa expresión vacía que caracterizaba aquellos cuadros antiguos sino que su mirada denotaba cierta diversión, como si algo en la situación de estar siendo plasmado en una pintura le resultara gracioso.

Sin embargo, más allá del famosísimo Merlín, Harry estaba más que ensimismado por la imagen de la esposa del mago. Hermione. Esa era su Hermione. Sabía que por lógica aquello era imposible pero algo dentro de su ser le decía que esa era la chica de sus sueños, su mejor amiga, su amor platónico… ¡Era su Hermione! Por supuesto, su rostro era el de una mujer de casi cuarenta años pero el autor de aquella obra había sido capaz de plasmar con perfecta precisión la mirada suave de ella, su rostro amable y esa pequeña sonrisa que la hacía tan especial.

—Merlín y Hermione—dijo Athena, sacando a Harry de su ensimismamiento—. Hermione era la hermana de Arturo Pendragon.

El mago miró con sorpresa a la chica.

— ¿Ella es la hermana de Arturo?

— ¿Habías oído de ella antes?

—Sólo lo leí recientemente—indicó—. No entiendo, ¿Cómo es que nadie la conoce?

—En el mundo muggle nadie la conoce y los magos son pocos los que la oyeron nombrar. Quizás porque creen que no fue importante—se encogió de hombros—, quizás ella lo quiso así.

Harry estaba cada vez más confundido.

— ¿Qué quieres decir?

Ella no habló de inmediato. Se quedó observando un largo instante aquel cuadro en completo silencio.

—Yo nunca conocí a Hermione Granger—dijo finalmente—pero he visto su fotografía. Su parecido es asombro, ¿no crees?

—Son idénticas—estuvo de acuerdo Harry.

—Son la misma persona.

Harry no pudo evitar soltar una sonrisita nerviosa al oír eso pero al notar que Athena no mostraba signos de haber hecho algún tipo de broma se puso serio.

—Son muy parecidas, lo admito pero no son la misma persona. Es imposible.

—Cosas locas han sucedido en el mundo de la magia, ¿A caso esta no puede ser una de ellas?

—No—dijo con completa seriedad—. La mujer de este cuadro quizás es, como mucho, algún antepasado de Hermione. ¡Merlín sabe que ella era increíblemente inteligente y capaz! No me sorprendería descubrir que en su sangre hay una pisca de magia antigua…

—No es un antepasado, es ella, es la misma Hermione Granger que tú conociste—aseguró la chica.

Harry estaba comenzando a sospechar seriamente que la hermosa chica que tenía delante de él estaba completamente loca, lo cual era grave pero aun así no dejaba de exasperarlo.

—No es la misma.

—Sí, es.

— ¡Maldita sea, no! Yo mismo organicé su funeral, vi como cerraban el ataúd con su cuerpo dentro. ¡Yo soy el que voy a la florería casi todas las malditas semanas y compro un ramo para poner en su tumba!

—Potter…

—No—la interrumpió—, no quiero oírte. Venir aquí fue una mala idea.

Athena lo miró encaminarse a la puerta con prisa. Ella ya había supuesto que aquella tarea que le había encomendado su madre no sería nada fácil.

— ¿Por qué crees que Crookshanks vino a mí, Potter?—le preguntó antes de que él pudiera marcharse—Porque es inteligente y ha sabido ver que, aunque sea muy pequeña, hay una parte de ella en mí.

Harry se detuvo para mirarla con burla.

—Es sólo un gato.

—Un gato que es mitad kneazle, Potter, no lo subestimes.

Él bufó.

Athena sabía muy bien que había una manera de conseguir que Harry Potter le creyera aunque no le gustaba ni un poco la idea. Su madre le había advertido que sólo lo hiciera cuando ya se le agotaran todos los recursos. Para desgracia de su difunta madre, ella nunca había sido precisamente paciente con las personas que parecían tener una roca en vez de cerebro.

—Puedo probártelo—indicó.

— ¿Cómo?

—Hay un diario—confesó—. Es mi deber mantenerlo oculto porque se supone que nadie debe de saber que Hermione Granger en realidad no era quien decía ser.

—Hermione siempre dijo la verdad. Ella nunca mintió sobre su identidad.

—Ella no era hija de los muggles que la criaron.

Harry la miró con sorpresa. Él recordaba con demasiada precisión el momento en que, cuando aún vivía su amiga, vino aquel abogado a decirles que era adoptada… pero se suponía que aquello no lo sabía nadie más que ellos dos.

— ¿Cómo es que sabes eso? ¿Él te lo dijo?

—No sé de quién rayos hablas. Hermione misma me lo dijo.

—Nunca has hablado con ella.

—No, pero leí su diario.

Harry aún era incapaz de creerle. Cuando había decidido buscarla para saber quién era realmente aquella misteriosa mujer llamada Hermione nunca había esperado que le dijera que era su Hermione y aún menos que asegurara que todo ese tiempo su mejor amiga había estado fingiendo ser alguien que no era. No podía creerle, simplemente no podía. ¡Él había visto el cuerpo sin vida de su amiga!

—Mira, Potter, puedes escucharme, leer el diario y comprobarlo por ti mismo o simplemente marcharte de una buena vez. Sólo te estoy dando la oportunidad de conocer la verdad y de que tengas un poco de la paz que buscas.

— ¿Por qué dices que busco paz?

—Porque sólo un hombre desesperado sería capaz de ir a la India a buscar al autor de un libro muy poco leído a pedirle la dirección de la mujer que tiene un cuadro de una tal Hermione. Has venido aquí por una razón, puedo notarlo. La cuestión es, ¿estás dispuesto a encontrar las respuestas y la paz que quieres o prefieres vivir con la curiosidad el resto de tu vida?

Para Harry, la respuesta era más que obvia.

Athena lo llevó nuevamente a la sala y nuevamente lo dejó solo por unos momentos, rodeado del silencio de la habitación pero aturdido con los gritos de sus propios pensamientos. Era difícil para él estar en su situación. Pero, ¿qué se suponía que podía hacer? Si se iba ahora sólo quedaría con más dudas. Aún creía que ella estaba loca pero quería escuchar lo que tenía para decirle y así terminar con todo una buena vez.

Cuando ella llegó, lo encontró sentado en la misma posición en que lo había dejado, completamente compenetrado en sus pensamientos. Se aclaró ruidosamente la garganta antes de sentarse a su lado en el sillón. Él notó de inmediato el libro que tenía en sus manos, obviamente antiguo, y quiso tomarlo pero ella se lo impidió.

—Primero me oirás—le dijo.

—Bueno—gruñó— ¿qué quieres decirme?

—Nadie fuera de mi familia ha puesto sus ojos en este libro, Potter—comenzó con seriedad, mirándolo fijamente a los ojos—. Así que lo que leas no podrás decírselo a nadie.

—Entiendo, prometo que no se lo diré a nadie.

—Si lo haces, no tengas duda alguna que lo sabré.

— ¿Cómo?

—Magia antigua—dijo como si él fuera un tonto por hacer una pregunta tan obvia—. Tiene hechizos indetectables que harán que tus peores pesadillas se conviertan en realidad si abres la boca.

En ese momento, Harry pudo ver cierta semejanza entre Athena y Hermione. Ambas sabían cómo ponerle los pelos de punta.

—No diré nada a nadie.

—Como te habrás dado cuenta—continuó—, es un libro muy viejo, por lo que tendrás que tratarlo con suma delicadeza. Podrás venir a leerlo todas las veces que quieras.

— ¿Venir?—preguntó con duda— ¿No podré llevármelo?

—Mi confianza en ti aún no es la suficiente.

Harry quiso decirle que si él fue capaz de salvar al mundo mágico de un terrorífico mago oscuro sería capaz de cuidar un libro antiguo pero prefirió quedarse callado. Estaba seguro que ella no apreciaría sus palabras.

— ¿Puedo comenzar a leerlo ahora?

—Sí, pero primero me escucharás.

—Pensé que eso era lo que estaba haciendo, que lo que me querías decir…

—Sí, esto era sólo una introducción. Lo que quiero es contarte una historia. Mi familia siempre ha protegido el secreto que guardaron Merlín y su esposa. Hay muchas cosas que el mundo mágico desconoce y por una muy buena razón. Cuando leas este diario te darás cuenta que mucho de lo que dice es increíblemente peligroso. Si esta información hubiera caído en manos de Voldemort, todo lo que conocemos hoy habría desaparecido.

Ella hablaba con tal seriedad, observando directamente a sus ojos verdes, que Harry fue incapaz de reprimir un escalofrío que le recorrió la espalda.

—Tan sólo cuando cumplí once años y mi madre me impidió ir a Hogwarts me enteré quiénes eran mis antepasados.

— ¿Por qué te prohibió ir?

—Ella tampoco fue. A todos nos educaron en casa. Quizás porque temían que alguno abriera la boca de más siendo tan jóvenes.

— ¿Y no te molestó?

—Al principio, sí, pero luego entendí que esta misión que se me había encomendado era mucho más importante que yo misma. Tú salvaste el mundo a tú modo y, aunque no tiene comparación, me gustaría creer que nosotros lo hacemos al nuestro. Guardamos un secreto que es más grande que nosotros mismos, protegemos un reino que nunca vimos pero que estuvo allí en todo su esplendor y fue la base para lo que hoy es el mundo mágico.

— ¿Te refieres a…?

—Camelot—completó ella—. Camelot fue el reino de Merlín y él, con ayuda de su esposa y de algunos amigos más, construyeron los pilares del mundo mágico tal y como lo conoces. Ellos fueron los que trasformaron poco a poco las leyes mágicas y los que impidieron que toda la magia fuera aniquilada.

Harry estaba algo confundido y, por primera vez, lamento no haber prestado un poco más de atención a sus clases de Historia de la Magia. Recordaba la quema de brujas de la Edad Media pero no precisamente algo referente a Camelot.

— ¿Cómo que aniquilada? Leí muchos libros de Camelot y de Merlín pero no apareció nada de eso.

—No era precisamente motivo de orgullo para aquellos que vivieron en la mejor época de Camelot. Arturo intentó enmendar el error de su padre y lo hizo tan bien que casi todos prefirieron olvidar el pasado. Uther fue un gran rey en muchos aspectos pero después de que su esposa muriera a causa de un hechizo que él mismo mandó a hacer, estaba tan cegado con el dolor que organizó lo que se conoció como "La gran Purga". Persiguió, torturó y asesinó a cientos de personas que tenían magia, sin discriminar por el género o la edad. Los mató porque simplemente nacía con algo que para él era peligroso e incontrolable.

—Eso no tiene sentido—dijo pasmado Harry—. Estoy completamente seguro haber leído de lo grandioso que fue Uther como rey y sólo fue superado por su hijo.

Ella sonrió suavemente y lo contempló como si fuera un niño pequeño e ingenuo.

—Potter, la historia está llena de mitos. No puedes creer cada cosa que te dicen o todo lo que lees. Tienes que crearte una mentalidad propia.

—Gracias por el consejo—dijo él con cierto sarcasmo.

—No te hagas el ofendido—le pidió mientras rodabas los ojos.

— ¿Has terminado de hablar o tienes algo más que decirme?—preguntó con cierta exasperación.

—Sólo tengo que contarte una cosa más—le aseguró—. Cuando mi madre me contó en aquel entonces quiénes eran mis antepasados me aseguró que mi tarea sería mucho más difícil que la de ella o la de su padre o la de su abuelo porque yo, además de guardar el secreto, tenía que esperar la llegada del famoso Harry Potter.

— ¡¿Yo?!

—No conocí a algún otro personaje famoso llamado Harry Potter así que siempre creí que eras tú. Y que hoy hayas venido a verme me lo confirma—dijo con un leve encogimiento de hombros—. Mi madre me dijo que vendrías y que yo tendría que ayudarte a superar la pérdida de tu amiga. No hagas esa mueca, Potter, no lo dije yo, sino mi madre.

—No necesito que me ayudes.

—Estoy de acuerdo, no quieres que te ayude y yo no quiero inmiscuirme en asuntos que no me competen. Así que lo único que haré es darte toda la información que tengo. Lo que hagas o dejes de hacer con ella, no me importa. Lo único que me interesa es que mantengas la boca cerrada. Así que… aquí tienes—le entregó el diario con sumo cuidado—. No hagas nada precipitado.

…o0o…

Harry se encontró sentado solo en el sillón con aquel diario en sus manos. Estaba nervioso. Después de haber oído todo lo que había tenido Athena que decir tenía que admitir que aunque aún parecía una completa locura no sonaba como si realmente fuera así. Todavía creía que era imposible que Hermione fuera la misma mujer del cuadro pero pensaba que debía de haber alguna explicación lógica que justificara que Athena lo creyera. Y dicha explicación se debía de encontrar en el objeto que tenía en sus manos.

Así que lo abrió.

La primera página estaba en blanco pero la segunda y las siguientes, estaban escritas con una prolija letra que reconoció fácilmente. Se le aceleró el corazón de repente. Quizás era mera casualidad. La letra de Hermione podría ser demasiado parecida a la de aquella mujer… increíblemente parecida.

"Mi nombre es Hermione Pendragon, hermana de Arturo Pendragon, rey de Camelot.

Este diario está destinado a pasar a mi primogénito y de él o ella a su primogénito hasta llegar a manos de Athena Drachen. Ella será la que decidirá su destino. Confiaré en cada uno de los que comiencen a leer esto y creeré en que ustedes son capaces de guardar el secreto de este diario y de cada cosa que leerán en él.

Aunque ahora me conocen como Hermione Pendragon, muchos años atrás, mi apellido no era ese, sino Granger. Durante la mayor parte de mi vida creí haber nacido el 19 de septiembre de 1979, que mis padres biológicos eran un par de dentistas apellidados Granger y, durante exactamente once años, creí ser muggle. Sólo cuando llegó a mí una carta del castillo de Hogwarts de Magia y hechicería, supe que había mucho más en mí que la información que sacaba de los libros que leía. En aquel entonces no sabía aún todo lo que me esperaba ni que en el viaje al tren que me llevaría al castillo conocería a dos de mis mejores amigos…"

Harry tuvo detener la lectura de repente, sintiendo que un nudo en su garganta le impedía respirar con normalidad. No había leído más allá que un par de fragmentos y casi desfallecía de la impresión. ¿Cómo demonios era posible que aquello estuviese sucediendo? ¿Cómo era posible que Hermione, su Hermione, hubiese viajado al pasado si él la había visto muerta? ¿Podría ser todo una farsa? Podía comprender que todos supieran su cumpleaños y el hecho de que ella era hija de muggles era conocido por todos pero, ¿cómo sabía el que escribió aquel libro, que Hermione los había conocido en el tren?

Incapaz de soportar más el no saber, volvió a posar los ojos en las palabras que tenía delante. Leyó todo el diario de un tirón. Fueron más de trescientas páginas que narraron lo que fue la vida de Hermione cuando era adolescente. No daba realmente demasiados detalles sobre la guerra, más allá de mencionar que hubo una y que fue ganada; se centraba más en dar detalles de la vida cotidiana: su primera clase en el colegio, cuando quedó encerrada en el baño y la atacó aquel troll, cuando se transformó en gato por beber la poción Multijugos que habían preparado a escondidas. También mencionaba al Profesor Lupin, elogiándolo como profesor. Hablaba sobre los exámenes, sobre sus libros favoritos, contaba anécdotas divertidas que le sacaron una sonrisa de triste nostalgia a Harry. Era como una novela entretenida que era incapaz de soltar.

Sin embargo, la parte que más atrapó su atención, fue cuando Hermione comenzó a narrar su vida en Camelot.

"Tuvo que pasar más de un año, desde mi llegada a Camelot, para que yo realmente me diera cuenta que Uther estaba completamente en lo cierto al decir que era mi padre pero, ¿cómo podría haber sido de otro modo si yo tenía en mi mente el recuerdo de estar gravemente enferma, de haber mirado a los ojos a Harry por última vez y sentir la certeza de que ese era el final, de que moriría? Quizás otro en mi lugar podría haberse dado cuenta de todas las señales que estaban en frente pero yo era terca y no quería creer que aquel era mi verdadero hogar. No porque no lo quisiese sino porque era diferente y porque estar allí implicaba alejarme de todo y todos a los que quería.

Aún los quiero y los extraño. Cada persona que conocí en aquel tiempo tiene un lugar especial en mi memoria; y ahora puedo decir con orgullo que he madurado lo suficiente puedo mirar al pasado y recordar, incluso los momentos oscuros, con una pequeña sonrisa. Todo lo que viví me ayudó a conformarme como persona y que a mi llegada a Camelot no me sienta débil e inútil."

No daba una gran explicación de cómo fue que llegó a aquel sitio más que indicar que la magia de una poderosa bruja había ayudado a su regreso. Al igual que en la primera parte de la narración, en aquella parecía centrarse en anécdotas e historias, la mayoría divertidas. A Harry le agradó mucho saber que allí el famosísimo Arturo, el hermano de Hermione, la protegía a sobremanera. No lo encontró exasperante, como ella lo hacía notar; por el contrario, lo llenó de un alivio enorme saber que alguien velaba por su protección. Lo que no le gustó demasiado era leer las escenas donde aparecía Merlín. El famosísimo mago no se parecía en absoluto a lo que todos conocían. Hermine lo describía como torpe, algo despistado e "increíblemente dulce". Casi estuvo a punto de arrancar aquellas páginas al leerlo. No había duda que ella estaba increíblemente enamorada de aquel idiota… porque eso era, un idiota. A él no le importaba demasiado que fuera el GRAN Merlín. Nadie, absolutamente nadie, era lo suficientemente bueno para ella.

Hermione también se detuvo a mencionar algunas batallas, las más conocidas que incluso Harry oyó nombrar, pero también contaba algunos detalles sobre su relación con Morgana, con Salazar Slytherin y con Godric Gryffindor. No decía en ningún momento que él estaba enamorado de ella, como daba a entender la carta que había encontrado en el libro de la biblioteca pero Harry estaba seguro que esa omisión había sido completamente intencional.

Lo peor de todo era que mientras más leía menos creía que aquello se tratase de un engaño o de una creación de una loca mental. Todo; su forma de hablar, su caligrafía, sus memorias del colegio, algunas palabras muy usadas por ella; absolutamente todo le recordaba a Hermione.

Harry estaba tan ensimismado en la lectura que ni siquiera se dio cuenta del paso de las horas ni de que Athena entró en la sala, ya tarde en la noche, y le dejó un plato con un sándwich y un vaso con jugo de calabaza.

"En esos tiempos, Morgana y yo no éramos precisamente amigas. Al darme cuenta del modo en que se estaba comportando, entendí que lo mejor que podía hacer era distanciarme para ahorrarme no sólo sufrimiento sino también evitar una gran variedad de problemas. Apenas podía imaginar los graves inconvenientes que podría ocasionar en el futuro si yo accidentalmente cambiaba el pasado. A pesar de esto, cuando me di cuenta que había sido envenenada por quien yo menos lo esperaba todo mi mundo tembló. La sostuve en mis brazos y me sentí impotente, viendo delante de mí como su cuerpo poco a poco se apagaba. Recuerdo haber gritado y llorado pidiendo una explicación. No la obtuve de inmediato. Morgause apareció y se la llevó. Esa fue una de las épocas más oscura que vivió Camelot. Sin Morgana, mi padre fue desmoronándose."

Harry dio vuelta la página, ansioso de seguir leyendo, sólo para descubrir que era la última y que ese lado estaba completamente blanco. Parpadeó con estupor por unos segundos antes de ponerse en pie de inmediato.

— ¡Athena!—la llamó a gritos mientras abría la puerta de la sala que iba hacia el pasillo por el que la había visto salir horas atrás— ¡Athena!—gritó con mucha más fuerza.

Sólo cuando ella apareció en el pasillo vistiendo un pijama y mirándolo como si quisiera asesinarlo fue completamente consciente de cuán tarde era.

—Son las cuatro de la madrugada, Potter—gruñó mientras avanzaba hacia él con la varita en su mano—. Que te haya permitido quedarte en mi casa aún cuando eres un completo extraño para mí, no te da derecho a despertarme con tus gritos.

—Yo… lo siento.

—Deberías.

—Es sólo que… terminé de leer.

— ¿Y quieres un premio por eso?—le preguntó ella con burla.

— ¿Alguna vez alguien te dijo que si hubieras ido a Hogwarts hubieras quedado en Slytherin?

—Supongo que ese será uno de los tantos misterios sin resolver. Ahora, ¿me dirás de una buena vez qué es lo tan importante que querías decirme o simplemente me despertaste para anunciarme que terminaste de leer?

Harry hizo caso omiso a la forma hiriente en la que dijo aquello. Parecía que realmente se ponía de muy mal humor cuando la despertaban.

— ¿Hay otro diario?

— ¿Por qué preguntas?

—Porque éste simplemente no puede terminar así. No me dice absolutamente nada. ¿Quién fue el que envenenó a Morgana? ¿Qué sucedió después? ¿La encontraron? ¿Qué pasó con Camelot?

—Creo que la historia te dice lo suficiente como para que te hagas una idea, Potter—le dijo ella mientras cruzaba a su lado y se dejaba caer con pesadumbres en el sillón— ¿Te irás ahora y me dejarás dormir?

—No, necesito saber más. ¿Qué fue de Hermione?

Ella lo miró con una de sus perfectamente depiladas cejas alzadas.

— ¿Tu amiga o Hermione Pendragon?—preguntó Athena.

Harry supo rápidamente qué era lo que ella estaba queriendo saber.

—Son la misma persona, ¿no?—La chica sólo asintió con cansancio—Supongo que… debí creerte.

—No tenías por qué hacerlo—dijo ella con un leve encogimiento de hombros.

—No, pero aun así, siento que debía. Conocí a Hermione cuando tenía once años e incluso al comienzo, cuando no éramos siquiera amigos, me ayudó. Le debo tanto. Ahora, que he leído esto, no puedo quedarme simplemente sin saber qué le sucedió. Realmente no me importa Morgana o Camelot o Merlín. Me preocupa ella. ¿Fue realmente feliz?

Ella se conmovió un poco por la increíble preocupación que mostraba pero no lo demostró tan abiertamente.

—Todo indica que sí, Potter, pero yo no puedo asegurarlo. Sólo sé lo que dicen los diarios.

— ¿Eso quiere decir que hay más?

—Son tres, pero el último sólo está escrito hasta la mitad. Ella no los escribió todos de un tirón. Sé que el primero y el segundo sí, pero el tercero creo que lo escribió cuando era anciana.

— ¿Puedo leer los otros dos?—preguntó con desespero—Por favor.

—No encontrarás muchas más cosas de lo que has leído. Son interesantes y tiene un carácter histórico porque mencionan algunas cosas importantes de la historia de la magia pero, si lo que quieres es averiguar si fue feliz, con ellos nunca lo sabrás.

— ¿Por qué rayos no?

—Porque, como te habrás dado cuenta, no cuenta demasiadas cosas malas. Creo que sabía que todos nosotros lo leeríamos y por eso fue muy cuidadosa con lo que decía. Estoy absolutamente segura que en su vida sucedieron muchas cosas que no quiere que nadie se entere y quizás haya una buena razón para eso.

Harry podía entenderlo pero aun así, necesitaba saber.

— ¿Hay algún modo en que me pueda comunicar con ella?

—Claro, ¿Por qué no le mandas una carta con una lechuza, Potter? Es lo que siempre haces cuando quieres hablar con personas del pasado.

—No necesitas ser tan sarcástica. Pensaré que incluso hay algo de Snape en ti.

—Creo que una tía abuela de mi madre era Prince.

Harry puso los ojos en blanco. ¿A caso ella tenía respuestas para cada cosa que decía? ¡Era exasperante!

—Mira, realmente no me importa si eras pariente o no de Snape, puedes ser incluso familiar de los Dumbledore y a mí me dará igual… ¡A mí me importa Hermione! Y no descansaré hasta saber que ella se encuentra bien.

—Potter, perdóname por ser tan brutalmente cruel contigo, pero ella ya está muerta. Vivió la mayor parte de su vida en la Edad Media.

—Eso lo sé.

— Ilústrame, por favor—dijo con exageración ella— ¿Qué planeas hacer? ¿Ir a visitarla?

—De hecho, esa no es una mala idea.

— ¡Está en el pasado, Potter!—le gritó.

—Estamos en el mundo mágico, Drachen, ¿desde cuándo no podemos viajar en el tiempo?


Adelanto del siguiente capítulo:

—Supongo que esas son las desventajas de pasar la tarde bebiendo en una taberna—dijo una voz femenina.

Él abrió los ojos de inmediato y miró a la preciosura que tenía delante. Labios besables, mirada inteligente, cuerpo interesante, un cabello largo y lleno de risos para enredar entre los dedos mientras se le devora la boca. No era hermosa en el sentido convencional, sino parecía tener una hermosura exótica. ¿Ella lo había llevado allí? ¿Era ella la que le había quitado la ropa? No le molestaría descubrir que era así y le interesaría mucho más devolverle el favor.

—Toma—le tendió un jarro—. Te ayudará a detener el dolor de cabeza.