Marianagmt, gracias por tus constantes consejos.
Ninguno de los personajes me pertenece, salvo aquellos cuyos nombres no sepan reconocer.
LA PARTIDA Y EL REGRESO GWAINE
Merlín podía ser tan terco a veces, pensó Hermione mientras caminaba con pasos firmes. Ella misma había tenido que ir a la taberna y decirle al hombre que le dijera la cantidad de dinero que Gwaine debía porque el mago se había negado a dejar que ella se responsabilizase. ¿A caso no entendía que no le importaba? Era sólo dinero. No es que iba a ponerse a pagar todas las deudas que tuviera el nuevo amigo de Merlín pero había que tener en claro que, de todos, era ella la que tenía realmente una buena cantidad de monedas de oro a su disposición con las que podía hacer lo que quería.
—No, hoy no—la detuvo Arturo de repente.
Hermione salió de sus pensamientos y miró a su hermano con el ceño fruncido.
— ¿No qué?
—Hoy no podrás practicar con nosotros—le dijo, tomando la espada que ella llevaba en sus manos—. Y puedes ir a ponerte un vestido también.
Hermione miró su cuerpo vestido con una de las camisas viejas de Arturo y sus pantalones de montar. Más allá de que no usaba falda, no entendía cuál era el inconveniente con su atuendo.
— ¿Por qué no puedo entrenar con ustedes? Siempre me dejas hacerlo.
—Sí—él se acercó a ella y bajó la voz—, cuando no hay nadie más que nosotros. Nuestros caballeros ya están acostumbrados a ti pero los hombres que son nuestros invitados, los sires de los reinos aliados, no están habituados a ver a una mujer luchar a su par.
Hermione era demasiado consciente de eso pero había esperado que su hermano tuviera un poco de consideración y que no se dejase llevar por los comentarios de los demás. Al parecer, se había equivocado.
—Podrían acostumbrarse—intentó insistir.
Él la miró con seriedad, lo que no hizo más que aumentar su molestia.
—Hermione—comenzó él con suavidad, sabiendo lo "sensible" que podía llegar a ser su hermana con respecto a todo aquello que la hacía ver como una mujer indefensa y vulnerable—, estos son hombres que tienen años de experiencia en batalla; si tú peleas contra algunos de ellos y ven que eres prácticamente igual de buena, se ofenderán. El orgullo de los caballeros es muy delicado…
— ¿Lo dices por experiencia?—le preguntó Hermione con burla.
Arturo bufó de repente.
— ¡No se puede hablar contigo!—exclamó con molestia.
—Ya, tranquilo—le sonrió levemente—. Me quedaré a ver, sólo eso. No participaré.
Los hombros de Arturo se relajaron notablemente y le devolvió la sonrisa a su hermana.
—Bien… pero luego ve a colocarte un vestido, te ves como un hombre—le ordenó antes de comenzar su propia práctica con un muñeco de madera.
Hermione rodó los ojos, exasperada por el comportamiento de Arturo. Un día su paciencia se terminaría y saldría con una falda corta tan sólo para molestarlo y hacerle ver cómo se vestirían las mujeres en el futuro. Se dejó caer a un lado del césped del campo de entrenamiento, junto a una pila de armaduras que debían ser pulidas. Merlín, quien estaba unos metros más allá afilando unas cuantas espadas, le dedicó una sonrisa leve de consuelo que ella devolvió rápidamente antes de volver observar a su hermano.
Arturo no tardó en hacer alarde de su fuerza y velocidad. Peleaba contra aquel falso caballero de madera como si fuera un cruento enemigo que debía aniquilar inmediatamente. Poco a poco, su destreza fue llamando la atención de los demás hombres presentes que habían asistido al castillo para participar de la competencia cuerpo a cuerpo. Pero quienes más se acercaron a observar fueron Sir Oswald y Sir Ethan.
—Parece que necesitas algo de entrenamiento—dijo con tono provocador Oswald.
Ethan prefirió quedarse un poco más atrás pero él, al igual que todos los demás, pudo oír aquel comentario fuera de lugar.
— ¿Ah, sí? ¿Piensas eso?
—Sé que sí—aseguró.
Arturo extendió sus brazos, retándolo a luchar con él, a entrenar a su lado. Oswald hizo una seña a Merlín para que le tendiera una espalda y el pobre, con su torpeza habitual, no pudo evitar tropezar una vez antes de poder entregársela en la mano. El hombre lo miró como si no fuera nada más que una mosca molesta que debiera aplastar de una buena vez, arrebatándole el arma con brusquedad.
La lucha comenzó de inmediato y todos vieron con claridad que aquello era mucho más que un simple entrenamiento. La rivalidad entre Arturo y el Sir era notable. Cada golpe, cada bloqueo, cada movimiento, era hecho con una rabia.
—Estás oxidado—le dijo el príncipe a su amigo, golpeando suavemente su rostro con burla—. No eres tan rápido como solías ser.
Esas palabas no hicieron más que aumentar la furia de Oswald, quien atacó con más violencia.
— ¡Sigo siendo lo suficientemente rápido como para golpearte!—aseguró.
Para demostrarlo, golpeó a Arturo pero éste se apartó con prisa, haciendo que Oswald trastrabillara hacia adelante antes de poder afirmar sus pies al suelo y voltear a verlo con enojo. Pero la mirada del príncipe se concentró en algo más que el rostro de su contrincante.
—Pensé que eras diestro—dijo señalando la mano izquierda que sostenía la espada.
Hermione, quien estaba demasiado atenta a todo lo que sucedía, encontró demasiado peculiar esa información e incluso le pareció notar que el hombre dudaba unos segundos antes de responder.
—Lo soy—inmediatamente pasó la espada a la otra mano—, sólo quería darte ventaja.
No tardó en atacar nuevamente pero Arturo lo volvió a bloquear con facilidad.
— ¿Qué te parece si lo hacemos más interesante?—propuso Sir Oswald—Cincuenta monedas de oro al primer golpe limpio.
—Has que sean cien—Arturo indicó, sin importarle demasiado.
Hermione no entendía; realmente no entendía a su hermano. ¿Cómo era que no le importaba apostar libremente tanto oro pero sí ponía el grito en el cielo si tenía que pagar la cuenta del bar del hombre que le salvó la vida? No es que justificara lo que había hecho Gwaine, sino que ambas le parecían absurdas formas de perder dinero.
Arturo giró con agilidad cuando él intentó atacarlo y de en dos movimientos lo tuvo a punta de su espada.
—Puedes guardar tu dinero—le dijo con burla, liberándolo y poniendo una sonrisa enorme de orgullo en su rostro.
Arturo fue hacia su hermana, esperando que ella lo felicitara como si fuera un cachorrito que había aprendido a ir al baño donde correspondía. Hermione lo aplaudió suavemente e hizo una reverencia de reconocimiento con la cabeza para dejarlo conforme aunque interiormente sólo podía pensar en lo tonto e infantil de su comportamiento.
…
Merlín miró la armadura con expresión conforme. Las había pulido hasta sacarle brillo, siendo muy cuidadoso en no dejar ninguna mancha, no fuera que Sir Oswald, quien no se sentía del mejor humor después de la derrota, lo mandara a lustrarla nuevamente. Cuando comprobó que todas las piezas estaban listas, las tomó entre sus manos y las llevó al interior del castillo, más específicamente, a la habitación del hombre.
Las dejó a un lado mientras veía con asco como la habitación estaba increíblemente sucia. Había ropa sucia por todos lados, barro en el suelo, papeles sobre el escritorio y la mesa del almuerzo tenía platos sucios, sobras de comida y copas vacías de vino. Con resignación, comenzó a juntar un poco hasta que algo junto a todo este desorden llamó su atención: dos espadas cubiertas cuidadosamente con una exquisita tela roja. Eran idénticas, brillosas, del peso justo, pero sin ningún tipo de filo. Frunció el ceño ante esto. ¿Eran esas las espaldas que utilizarían para el cuerpo a cuerpo? Las admiró por unos instantes, tomándola con cuidado pero luego comenzó a dejarlas donde las había encontrado; sin embargo, una resbaló accidentalmente de entre sus dedos. Quiso atraparla por la hoja pero su mano se apartó por reflejo cuando ésta cortó su dedo.
— ¿Qué estás haciendo con eso, muchacho?
Sir Oswald y Sir Ethan habían llegado a la habitación y lo miraban con cara de pocos amigos. Merlín dejó la espada de inmediato, haciendo como si su dedo no le doliera.
—Yo sólo estaba ordenando…
Y para demostrarlo tomó los platos y los apiló.
—Aléjate de lo que no te concierne—ordenó Oswald.
Merlín asintió obedientemente antes de terminar de juntar todo con prisa y llevarlo a la cocina. Sin embargo, nada más dejar las cosas, corrió hacia las cámaras de Gaius para que el anciano le vendara el dedo que se había cortado y que no dejaba de sangrar. ¡Rayos, nunca imaginó que un simple corte pudiera ser tan doloroso! Abrió la puerta y descubrió que Hermione estaba ahí también y que para tranquilidad de su hermano ya se había colocado un vestido. Ella estaba dándole órdenes para que Gwaine cortase las hierbas del modo correcto y él, para sorpresa de Merlín, lo hacía sin protestar.
Hermione alzó la vista y abrió los ojos enormemente al comprobar la cantidad de sangre que había en la ropa de Merlín.
—Sólo es un pequeño corte—le aseguró con prisa, viendo su expresión preocupada.
—Siéntate—ordenó el galeno al verlo.
Inmediatamente él se hizo cargo. Limpió la herida, la untó con una pomada para que dejase de sangrar y luego la vendó.
— ¿Cómo te cortaste?—preguntó la princesa mientras observaba como trabajaba el galeno.
—Con una espada del cuarto de Sir Oswald. A la vista parecía ser desafilada, pero cuando lo toqué…
—Tienes suerte—aseguró Gwaine—. He visto esas espadas en acción. Fueron forjadas mediante magia.
Hermione y Merlín intercambiaron una mirada de preocupación. Magia nuevamente.
—Pero, ¿para qué querrían semejante hoja?—inquirió Gaius.
El silencio se hizo entre ellos por unos momentos pero finalmente Merlín dijo en voz alta lo que todos estaban pensando.
—Creo que querrían matar a Arturo en la pelea.
— ¿Delante de tanta gente?—preguntó el médico con sorpresa.
—De hecho—dijo Hermione pensativa—, es la tapadera perfecta. Si tienen éxito nadie sospechará que fue intencionado.
—Necesitamos advertirle a Arturo.
Merlín intentó ponerse de pie pero como Gaius no había soltado su dedo, gimió de dolor cuando sin querer lo apretó. Eso lo hizo quedarse en su lugar.
—Esa no es una buena idea—aseguró el galeno.
—Tiene razón—aseguró Hermione—, Sir Oswald es un caballero, viene de una familia que todos podrían considerar decente. Si lo acusamos de tal cosa sería un insulto. Necesitamos pruebas antes.
Gaius terminó de ajustar las vendas y permitió que Merlín se levantase. El dolor en su dedo no pasó de inmediato pero disminuyó notablemente. Ahora sólo sentía como si punzara.
—Necesitamos las hojas—dijo el mago.
—Yo las conseguiré—dijo Gwaine.
—Claro que no—Hermione negó con la cabeza ante esa absurda idea—. ¿Qué razones tendrías para ir a la habitación de Sir Oswald?
—Es cierto—concordó Merlín—. Iré yo.
—Tampoco. Si te descubren mi padre pedirá tu cabeza. Seré yo la que vaya.
Los tres hombres negaron de inmediato y comenzaron a protestar ante la idea.
—Mi padre me perdonará si Oswald me acusa de robo, mi castigo no será tan grave como el de ustedes—intentó convencerlos.
—Pero estarás dentro del cuarto de un hombre, Hermione—intentó hacerle ver la realidad Gaius—. Si tu padre te descubre y piensa que hay algo más que lo que realmente sucedió, pedirá que tu honor sea protegido y eso puede incluir una alianza matrimonial con Sir Oswald.
Hermione asintió. Había pensado en esa posibilidad pero no iba a dejar que Merlín o Gwaine arriesgasen su vida. Ella iba a encontrar el modo de salir de cualquier dificultad en la que se metiera. Después de haber tomado esta decisión, no dejó de convencerse por ninguno de ellos.
—Lo haré esta noche, cuando esté durmiendo—les aseguró—, luego vendré aquí con las espadas.
Tal como les había dicho, lo hizo. Después de cenar con su hermano, dejó que Ingrid la acompañara a sus cámaras. También le permitió que la ayudase a cambiarse su atuendo para dormir pero le pidió que aún no se marchara.
— ¿Necesita algo más, mi lady?—preguntó con curiosidad la doncella.
—Tengo que robar unas espadas mágicas de la habitación de Sir Oswald y necesito que me cubras por si alguien viene a buscarme aquí—le dijo con prisa.
Ingrid se la quedó observando como si se hubiese vuelto loca y, de hecho, esa idea incluso cruzó fugazmente por su cabeza.
— ¡No puede hacer una cosa así! ¡Es peligroso!
—Tendré cuidado—aseguró Hermione mientras se colocaba una bata encima de su camisón de verano.
—Por favor—rogó con desespero Ingrid—, ¿Por qué no puede decirle simplemente a su hermano que este hombre tiene espadas mágicas?
—Porque no me creerá si no tengo pruebas—aseguró ella, intentando hacerle comprender—. Ingrid, esto es algo que debo hacer. Sir Oswald tiene esas espadas en su poder y temo que no sean por una buena causa. Puedes quedarte aquí y cubrirme pero no te obligaré a hacerlo. Puedes marcharte ahora si lo deseas y no te culparé—le señaló la puerta.
Ingrid pareció dudar por unos segundos pero terminó por negar con la cabeza.
—Me quedaré aquí—aseguró—y cubriré su ausencia por si alguien la busca.
Hermione se lo agradeció y una hora después, cuando creía que el hombre ya se había dormido, caminó hacia las cámaras de éste con prisa, procurando que sus pisadas no hicieran ningún tipo de sonido contra el suelo. Abrió la puerta con lentitud y estaba a segundos de entrar cuando una mano se posó sobre su hombro. Giró sobresaltada y estuvo a segundos de lanzar una excusa por su presencia allí cuando se dio cuenta que se trataba de Merlín.
— ¿Qué demonios haces aquí?—susurró entre dientes.
—No podía dejarte hacer esto sola—dijo él a su vez en voz baja.
—Vete—le ordenó.
Él, tercamente, negó con la cabeza. Hermione se abstuvo de bufar. No podían simplemente discutir frente a la puerta. Los descubriría algún guardia o Sir Oswald despertaría. Viendo que no le quedaba más opción, le hizo una seña para que la siguiese aunque no sin antes llevarse el dedo índice a los labios para que recordase que debía guardar absoluto silencio.
Ambos ingresaron y Merlín cerró la puerta detrás de él con cuidado. Caminaron silenciosamente en la penumbra de la habitación apenas iluminada con un par de velas. Hermione le hizo una seña para que viera bajo la cama, donde se podía ver el inicio de un cofre alargado y no tan alto mientras que ella se dedicaba a buscar en el baúl que se encontraba frente al armario.
Hermione elevó la tapa con suma lentitud, para hacer el menor ruido posible. Efectivamente, allí se encontraban dos espadas. Tomó una por la empuñadura y la giró, comprobando que en apariencia no tenía filo alguno. Miró hacia atrás para decirle a Merlín que la habían encontrado cuando descubrió que el mago estaba observando fijamente a Sir Oswald dormir.
—Ey…—llamó su atención apenas elevando su voz.
Merlín giró el rostro y la contempló con los ojos abiertos enormemente. Ella no entendía qué quería decirle cuando lo vio señalar el pecho desnudo del hombre. Cerró nuevamente la tapa del baúl, dejando la espada en el interior para buscarla después, e ir a ver qué rayos quería decirle él. Al aproximarse, notó que del cuello de Oswald pendía un collar con un cristal traslúcido pero del tamaño de un puño. Se acercó un poco más, mirando fijamente el interior. Al principio no fue capaz de ver nada pero luego distinguió con claridad el rostro de un hombre que jamás antes en su vida había visto. Éste, que tenía los ojos cerrados, los abrió de repente.
Demasiado tarde se dio cuenta de que se habían metido en un enorme lío. El grito de Merlín fue en vano cuando Sir Oswald la empujó en la cama con rabia, hacia su cuerpo. Giró sin dejar de sostenerla y se colocó encima de ella, impidiéndole moverse ya que sostenía con sus manos las muñecas de la joven. Merlín entró en pánico e intentó realizar algún tipo de hechizo para liberarla pero Hermione le lanzó una mirada de advertencia que lo obligó a abstenerse.
— ¡Qué atrevida, princesa! Nunca hubiera imaginado que una cosita como tú fuera capaz de entrar al cuarto de un hombre—sus manos se aferraron con mayor fuerza y Hermione hizo todo lo posible para no demostrar el dolor que sentía porque temía que Merlín cometiera algún tipo de imprudencia—Y encima vienes con este bastardo—miró con desprecio al mago— ¿A caso pensaban robarme?
—No—dijo Hermione mirándolo directamente a los ojos con fijeza, intentando demostrarle que no estaba asustada, aunque eso no fuera verdad—. Te ordeno que me sueltes y que quites tu cuerpo de encima de mí.
— ¿O sino qué?
—Gritaré tanto que los guardias vendrán y al ver que estás atacándome, te llevarán delante de mi padre. Te ahorcarán.
El hombre parecía poco asustado ante esa perspectiva.
— ¿A caso debo recordarte que fueron ustedes quienes vinieron a mi habitación mientras dormía? Soy un hombre noble.
—Yo también pertenezco a la nobleza—le recordó ella con rabia—. Ahora quita tus asquerosas manos de mí antes de que te arrepientas.
Oswald la miró con diversión hasta que ella alzó su rodilla con fuerza justo encima de su entrepierna, logrando que se doblara de dolor. Merlín aprovechó a empujarlo fuera de ella, sin importarle que cayera de la cama, para luego ayudar a Hermione a ponerse de pie. Ella se frotó suavemente las muñecas adoloridas mientras corrían hacia la puerta pero justo cuando estaban por salir Ethan apareció en la entrada, viéndolos con curiosidad. Sus ojos se desviaron hacia su amigo que aún se retorcía de dolor en el suelo. Inmediatamente se abalanzó sobre Merlín, creyendo que ella era de menor importancia, atrapándolo con una mano justo a la altura de su cuello. Los ojos del joven se abrieron enormemente, sin atreverse a mover ni un músculo por miedo a que él lo ahorcara. Cuando Hermione intentó intervenir, Ethan la tomó del brazo y la empujó hacia atrás.
—Vete—le ordenó Merlín.
Hermione negó rotundamente con la cabeza. No iba a abandonarlo de ninguna forma.
…
Gwaine caminaba de un lado al otro de la habitación, esquivando mesas, calderos y estantes. Su rostro se volteaba a cada instante para observar la puerta.
—Ellos ya deberían de estar de regreso—le dijo a Gaius con preocupación.
—Lo sé—contestó el galeno.
—Pensé al principio que era buena idea que los dos vayan juntos pero ahora ya no estoy tan seguro.
—Merlín nunca hubiera permitido que ella se pusiera en riesgo de ese modo.
El hombre miró al anciano con sospechas.
—Tú lo sabes, ¿verdad?
— ¿Saber qué?
—Lo que hay entre ellos. Es bastante obvio, en realidad—dijo con una mueca.
—Ellos son sólo amigos—mintió el anciano—. Será mejor que vaya a ver qué está sucediendo.
—No, iré yo.
Y antes de que Gaius pudiera decir algo que lo impidiese, Gwaine se alejó con prisa.
…
Merlín estaba en una situación complicada. Bueno, decir complicada era quizás un poco efímero porque en ese instante estaba tan aterrado que no sabía si debía seguir aparentando ser un tonto sirviente o usar su magia para su beneficio y rescatar a Hermione, quien estaba pegada contra la pared, siendo custodiada por Ethan. Ella no parecía asustada, sino más bien molesta.
—Si mi padre se entera de esto, los matará.
Pero sus palabras fueron respondidas sólo por el sonido del cuchillo que lanzó Sir Oswald hacia Merlín. El mago se encogió y éste pegó justo encima de su cabeza, quedando clavado contra la puerta del armario.
—Juro que estaba sólo acomodando las sábanas—dijo él.
— ¿Escuchaste eso, Sir Ethan? Sólo estaba arreglando las sábanas—se burló el hombre.
Ethan miró con diversión como un nuevo cuchillo volaba acabar al lado de la cabeza del sirviente.
—Mi error—se disculpó falsamente Ethan—. Él no es el ladrón llorón que creí que era y ella—miró con desprecio a Hermione—, es sólo una estúpida princesa que no sabe lo que hace.
Ella tuvo que hacer todo lo posible para no empeorar la situación y defenderse de aquel atroz insulto.
—Merlín dice la verdad. Yo lo vi entrar aquí y estaba por avisarle que mi hermano lo buscaba cuando me di cuenta del peculiar collar que usa. Admito que no debí entrar pero juro que no nunca tuve malas intenciones. Sólo curiosidad.
Intentó mirar lo más inocentemente que pudo a los dos hombres pero después de que ambos vieron su actuar esos días y luego de que le hubiera pegado con su rodilla en la entrepierna a uno de ellos, sus intentos fueron en vano.
Oswald le hizo una seña a su amigo y éste fue hacia Merlín sosteniendo su espada en su mano, viéndose lo más amenazante posible, dejando que Oswald se encargara de la princesa.
Hermione lo miró con sospecha mientras avanzaba hacia ella. Aún no se había colocado la camisa y simplemente andaba con sus pantalones. Él siguió andando y Hermione inconscientemente retrocedió.
—Si te acercas, realmente lo lamentarás—le aseguró, más que dispuesta a hacer todo lo que estaba en sus manos, incluso magia si era necesario.
Merlín tenía los labios apretados con fuerza, sabiendo de las terribles intenciones de aquel idiota. Si él llegaba a tocar a Hermione… si llegaba a rozarla siquiera…
— ¿Hay algún problema aquí?
Hermione y Merlín miraron hacia la entrada y vieron, con alivio, como Gwaine ingresaba. El hombre no tardó demasiado en notar la mirada aterrada de la princesa, quien se encontraba arrinconada por Oswald, y en la furia palpable de Merlín.
—No. Ahora vete—ordenó Oswald, contemplándolo como si no fuera nada más que un insecto.
Gwaine no hizo caso alguno al hombre y miró directamente a Hermione.
— ¿Está bien, mi lady?—Ella asintió, algo temblorosamente para su horror— ¿Y tú, Merlín?
—Creí haberte dicho que te fueras—gruño Oswald.
—No estaba hablando contigo.
— ¿Cómo te atreves a hablarle a un caballero de esa manera?—cuestionó Ethan, apuntando su espada hacia él.
Inmediatamente lo siguió Oswald y Gwaine, quien no podía quedarse atrás, también desenvainó la que había llevado consigo. Ethan fue el primero en atacar pero por fortuna era increíblemente malo en combate porque con un simple movimiento Gwaine lo desarmó y se hizo con las dos espaldas.
— ¡Cuidado!—gritó Hermione al ver que Oswald se lanzaba hacia él.
—No te preocupes, puedo manejar a este matón—aseguró.
Merlín corrió hacia Hermione para abrazarla en ese momento, aprovechando la distracción de los otros hombres que seguían ocupado luchando.
—Vete—le ordenó.
—Ni siquiera sueñes que los dejaré a ustedes solos.
Merlín miró con desespero hacia la batalla cuando se dio cuenta que Ethan habían vuelto al ataque; sin embargo, de nuevo, Gwaine logró desarmarlo y de un golpe casi le rompió la nariz. Se volvió inmediatamente hacia Oswlad, lo atacó, se defendió, y lo obligó a soltar su espada, colocando la suya propia justo a la altura de su cuello.
Sin embargo, todos debieron de haber advertido que el sonido de la lucha y los gritos no hubieran pasado desapercibidos nunca. Muy pronto entró Sir León, seguido por otros dos caballeros. Todos miraron desconcertados como Gwaine amenazaba a un Sir invitado por el rey y que había atacado gravemente a éste.
— ¿Qué está pasando?
En cuanto Gwaine se desconcentró, Oswald aprovechó para alzar el brazo y golpearlo duramente el rostro, haciendo caer hacia atrás.
— ¡Ese hombre me atacó!—gritó encolerizado— ¡Exijo una audiencia con el rey!
—Lo que te mereces es una…—comenzó Hermione pero sintió la mano de Merlín apretando la suya.
Ella le lanzó una mirada furiosa pero él simplemente negó con la cabeza. ¿Por qué demonios le hacía eso? ¿Por qué no la dejaba decir la verdad?
Después de eso, el arresto de Gwaine fue inminente. Los guardias lo llevaron hacia la cámara de las audiencias y allí esperaron al rey y el príncipe. Merlín corrió a buscar a Gaius para contarle lo sucedido y llegaron justo a tiempo para oír a Oswald contar su versión de los hechos.
—Sire, este hombre me atacó con una espada. Me quiso matar.
— ¿Es verdad?—preguntó el rey.
—Me metí para defender a Merlín y a la princesa—dijo Gwaine con voz sumisa.
El rey miró a su hija con sorpresa.
— ¿Qué hacías allí?
Hermione miró primero a su padre, luego a su hermano y finalmente a Merlín. Él le hizo una seña apenas perceptible para que guardara silencio. Nuevamente quedó desconcertada. ¿Por qué no podía decir la verdad?
—Buscaba a Merlín—dijo ella—. Necesitaba ordenarle que mañana fuese a buscar a bosque ciertas hierbas.
—Intenté hablar con este hombre pero estaba como poseído—dijo de repente Oswald al ver que el rey comenzaba a asentir a las palabras de su maldita hija—. Estoy seguro que Sir Ethan respaldará mi versión—dijo mirando a su amigo.
—Efectivamente. Respaldo cada una de sus palabras.
Gwaine miró con odio a aquel bastardo y rápidamente, de un solo movimiento, se puso de pie, dispuesto a atacarlo.
— ¡Él es un mentiroso!
Los guardias rápidamente reaccionaron y lo obligaron a permanecer en el suelo.
— ¡Te cortaré la lengua en cuanto te atrevas a hablarle a un caballero de esa manera!—exclamó el rey, increíblemente enfadado por el tratamiento de este simple hombre.
—La nobleza se define por lo que haces, no por quien eres—aseguró Gwaine con rotundidad—Esos hombres no son fuertes, son arrogantes. ¡Son unos matones!
— ¡Gwaine!—exclamaron a la vez Hermione y Arturo al ver que intentaban desprenderse del agarre de los guardias en un intento de atacarlos.
—Ya ve, Sire, cómo se comporta—dijo Oswald contemplando con seriedad al rey.
—Ya he oído suficiente—dijo el monarca—. Un plebeyo que ataca a un noble es una violación a las leyes de los caballeros.
Hermione palideció al oír aquello. Ella sabía muy bien qué significaba.
—No podía estar más de acuerdo—indicó el maldito Sir.
—Padre, por favor…—rogó Hermione.
—Sir Oswald—intentó Arturo hablar con tono conciliador—, por favor, le ruego que reconsidere…
—Sólo su ejecución me dará satisfacción—dijo tajantemente el hombre.
—Padre, entiendo cómo debe verse esto. Es una situación embarazosa—comenzó a decir Arturo con tono conciliador—. Sir Oswald es un querido amigo y nuestro invitado en Camelot, pero Gwaine también es mi invitado aquí. Puede no ser de doble cuna pero puedo dar fe que él tiene un corazón noble.
— ¿Cómo puedes decir eso cuando ves el modo en que se comporta?—gruñó el rey a su hijo, señalando al hombre y mirándolo con total desprecio.
—Gwaine arriesgó su vida para salvar la de tu hijo—le dijo Hermione a su padre, observándolo con seriedad—. Si no hubiera sido por él, Arturo hubiera muerto.
El rey miró fijamente a su hija antes de girar el rostro hacia su heredero.
—Te lo ruego, por favor—le imploró éste—. Si la palabra de un caballero es su vínculo, yo te doy la mía. Gwaine es un buen hombre. Merece clemencia.
Uther desvió su mirada hacia el hombre por el que sus dos hijos intercedían. No importaba qué pudieran decir ellos, en realidad, porque no podía permitir que lo sucedido quede sin el castigo correspondiente. Este simple hombre había cometido un delito y no podía hacer como si no había pasado nada.
—Estás desterrado de Camelot—le informó tomando una decisión—. Si vuelves aquí, pagarás las consecuencias con tu vida. Tienes hasta el amanecer para abandonar la ciudad.
Tras estas palabras, el rey abandonó la sala, dejando un tenso silencio tras él.
…
—Arturo, debemos hacer algo—le dijo Hermione a su hermano.
El príncipe alzó la mirada de los papeles que estaba leyendo para observarla.
— ¿Qué quieres hacer?—no necesitaba preguntarle a qué se refería porque era demasiado obvio—No puedo implorar más al rey, sabes tan bien como yo que no escuchará. Lo máximo que hemos conseguido es que no sea condenado a muerte y eso ya es un triunfo.
— ¡Pero lo han desterrado! ¿Cómo puedes quedarte tan tranquilo cuando se trata del hombre que salvó tu vida?
—Hermione, por favor…
— ¡Tú no lo entiendes, él no se lo merece! Oswald no es quién dice ser. Si no fuera por Gwaine, él…—Hermione cerró la boca de inmediato, dándose cuenta que quizás había abierto la boca de más.
Los ojos de Arturo la contemplaron casi sin parpadear.
— Él… ¿Qué?—interrogó el príncipe, entrecerrando los ojos hacia ella— ¿Qué es lo que sucedió esta noche, en realidad?
—Ya lo dije, buscaba a Merlín, comenzaron a atacarlo y Gwaine llegó a ayudarnos.
—Estás mintiendo—la acusó.
— ¿Por qué piensas eso?
—Porque es ilógico. ¿Por qué buscarías a Merlín para ordenarle hacer algo? Él es mi sirviente, no tuyo…—la miró con sospechas— ¿No estaban por ir a besuquearse en algún rincón?
Hermione rodó los ojos.
— ¿Realmente? Si quisiera besuquearme con Merlín, como tú lo dices, no sería tan estúpida como para ir a buscarlo dentro de la habitación de algún huésped… y tampoco iba a decírtelo.
— ¡Hermione!—la reprendió.
—Tú fuiste el que sugirió tal cosa, así que no pongas esa cara…
Arturo se llevó una mano a su frente y se la frotó con cierta fuerza. Estaba por darle dolor de cabeza. No le gustaba ni un poco sugerir tal cosa pero su hermana ya había besado al inepto de su sirviente, ¡delante de él! Si ellos comenzaban algo, necesitaba saberlo. Seguramente intentaría detenerlos y, para su desgracia, sabía que posiblemente no lo conseguiría… pero de todos modos quería saber.
— ¿Me prometes que no hay nada entre tú y Merlín?
—Somos amigos—dijo ella, sabiendo que no estaba mintiendo.
— ¿Y con Gwaine?
— ¿Crees que podría tener algo con él? Es apuesto pero realmente no es mi tipo. Demasiado mujeriego para mí gusto.
Arturo no pudo evitar reírse de esto.
—No sabía que tuvieras un "tipo"—le dijo.
—Por supuesto, me gustan los hombres inteligentes, valientes y de buen corazón.
—Bueno, creo que me puedo quedar tranquilo porque ninguno de esos calificativos corresponden a Merlín—rió suavemente al ver la expresión indignada de su hermana—. Ya sé, ya sé. Recuerdo demasiado bien que me dijiste lo que sentías por él pero aún no lo entiendo… De todos modos, nos hemos desviado del tema. Estabas por decirme lo que realmente sucedió esta noche.
—Ya te lo dije…
—Hermione, por favor—la interrumpió Arturo con brusquedad.
Ella lo miró fijamente, debatiéndose internamente por unos momentos.
—Te contaré, pero prométeme que no harás nada estúpido—su hermano esperó con impaciencia sin decir o hacer algo que diera a entender que prometería tal cosa—. Merlín y yo sospechábamos que Oswald y Ethan tenían espadas mágicas y fuimos a buscarlas para mostrártelas como pruebas.
Arturo miró a su hermana con incredulidad.
—Oswald nunca haría una cosa así. Está en contra de la magia como nosotros.
Como ustedes, quiso corregirlo ella pero se abstuvo de abrir la boca.
—Te lo dije, no es él realmente. No sé quién es pero sé que Merlín pudo reconocerlo. Lo vi en sus ojos. Este hombre notó que representábamos una amenaza para él cuando nos descubrió dentro de su cuarto y nos quiso atacar. De no haber sido por Gwaine, Merlín seguramente estaría muerto y yo, condenada.
— ¿Condenada? ¿A qué te refieres?
Hermione sintió que se ruborizaba levemente. En otras ocasiones había hablado de sexo abiertamente, para disgusto de su hermano, pero ahora se sentía algo cohibida.
—Hermione, dime qué diablos sucedió—ordenó rotundamente Arturo al ver el extraño comportamiento de la chica.
—No sucedió nada. Gwaine llegó.
El corazón de Arturo se aceleró a causa del terror. No quería creer que ella estuviera sugiriendo que…
— ¿Oswald te tocó?
—No, te dije que no sucedió nada. Gwaine llegó a tiempo.
—Pero intentó hacerlo—La expresión de Arturo era de una rabia casi ciega— ¡Demonios, Hermione! ¿Quién te mandó a meterte ahí? ¡¿Tienes idea del lío en que te hubieras metido si él llegaba a…?!—se calló de repente, sintiéndose enfermo con la simple idea.
—No fue mi culpa, Arturo—le respondió Hermione—. Intentaba probarte que él estaba tratando con magia, que es un peligro. ¿Me hubieras escuchado si te pedía que no participaras? No, claro que no.
— ¡Pero me hubieras dicho igual!
— ¿Y me hubieras creído?
—Por supuesto que sí, eres mi hermana.
—Bueno, te lo digo ahora. Ellos usan magia: espadas encantadas que no tienen filo pero que hieren mortalmente.
— ¿Y cómo sabes esto? ¿Llegaste a ver las espadas?
—Sí, antes de que él nos descubriera en sus cámaras, las vi. Aparentan ser una de las tantas espadas comunes sin filo que se usan para este tipo de torneo pero realmente no es así.
— ¿A caso los viste usarlas? ¿Te cortaste?
—No, yo no, pero Merlín sí. Cuando él lo contó, Gwaine estaba presente y él no tardó en identificarlas. Las había visto antes y asegura que son mortales. Y lo son—aseguró—. Arturo, por favor, no puedes participar.
—No seas absurda, Hermione—le dijo con un suspiro—. No puedo retirarme.
Ella lo miró con incredulidad.
—Pero… pensé que…
—Te dije que te creería y lo hago, pero no puedo abandonar sin más, sin tener una buena razón para hacerlo. Y tampoco podemos ir y acusarlos libremente porque no tenemos prueba.
—Podemos pedir que revisen sus cámaras privadas—sugirió ella con esperanzas—Yo sé dónde están.
—Si notaron que tú y Merlín descubrieron la verdad, no dejarán las espadas en cualquier parte. Seguramente las escondieron. Si vamos ahora a revisar, no estarán y sólo quedaremos como unos tontos.
—Entonces, ¿qué se supone que haremos?—preguntó indignada Hermione— ¡No podemos quedarnos con los brazos cruzados!
—No lo haremos—le aseguró Arturo—. Yo lucharé.
— ¡No! ¡Por Circe, Arturo, estamos hablando de espadas mágicas! ¡Podrías morir!
— ¿Circe?
—Olvídalo—dijo ella rápidamente, maldiciendo internamente por su error—. No puedes ir y luchar de todos modos. Ellos tienen una clara ventaja.
—Puede que tengan espadas encantadas pero yo soy un mejor luchador. Lo has visto, Hermione, Oswald no tiene velocidad ni ingenio para la pelea. Yo te vengaré y le demostraré que no puede meterse contigo.
Hermione intentó discutir con su hermano pero nada de lo que dijo fue suficientemente bueno como para convencerlo de que no debía participar. ¡Él era tan condenadamente terco!
…
Hermione caminaba hacia la cámara de Gaius a toda prisa, rogando que Gwaine no se hubiese marchado aún. Para su fortuna, el hombre se cruzó en su camino. Al verla, le sonrió encantadoramente.
—No quiero que te vayas—le dijo ella, deteniéndose frente a él.
—Sé que me extrañarás—aseguró él con cierta picardía—, pero nos volveremos a ver.
—Mi padre te acaba de desterrar de Camelot, ¿cómo puedes estar tan seguro?
Él se encogió de hombros con cierta despreocupación pero Hermione podía ver que sus ojos no tenían ese brillo alegre y coqueto que era habitual en su persona.
—Una corazonada—le dijo.
—Fue muy valiente todo lo que has hecho. No sólo salvaste a mi hermano, sino también a Merlín y a mí. Si fuera mi decisión, no tendrías que irte, pero no hay modo de convencer a mi padre ¿Cómo puedo agradecértelo?
Las comisuras de sus labios se estiraron ampliamente y dio un paso hacia ella. Hermione se mantuvo firme, mirándolo fijamente, sonriendo con cierta diversión ante su intento de coquetearle.
—Me puedo conformar con un beso—le susurró.
—Yo podría besarte…
Los ojos de Gwaine se abrieron enormemente a causa de la sorpresa. Había coqueteado de manera burlona, sólo para divertirse en un intento de ponerla incómoda. Después de todo, estaba con Merlín, ¿o no? Nunca había esperado que ella dijera tal cosa. Se movió incómodo sobre sus propios pies, casi retrocediendo ante la presencia de la princesa.
—En realidad… yo sólo…—tartamudeó con nerviosismo.
La risa divertida de Hermione le advirtió que ella no pensaba en besarlo realmente, simplemente jugaba con él. La miró con diversión antes de volver a colocar una sonrisa coqueta en sus labios.
— ¿Estás segura que quieres jugar a esto, mi lady?—le preguntó—Coquetear es un arte y no uno no se vuelve artista de la noche a la mañana.
Hermione no podía creer que estaban teniendo esa conversación pero aun así era preferible tenerla a tener que enfrentarse a una rotunda despedida. El hombre tenía su carisma y no sólo había sabido ganar su respeto sino también su cariño.
—Aunque no lo creas, tengo siglos de ventaja—le aseguró ella.
Él colocó los ojos en blanco, mientras agitaba suavemente la cabeza.
—Creo que entiendo cada vez más porqué Merlín está tan enamorado de ti.
Hermione se apresuró a cubrir la boca de Gwaine con sus manos, lanzándole una mirada reprensora.
— ¿Quieres cerrar la boca?—le preguntó en un susurro, desviando sus ojos hacia ambos lados del pasillo para comprobar que no hubiera nadie—No puedes decir cosas como esas. Cualquiera puede escucharte.
Él apartó las manos de la princesa con cuidado.
—Entonces, ¿es cierto?—preguntó—He intentado por todos los medios que Merlín me diga algo pero se ha hecho el tonto.
—Merlín no te dijo nada porque no hay nada que decir—ella apartó sus manos y dio un paso hacia atrás para poner distancia entre ambos—. Somos amigos.
—Pero eso no es todo—cuando vio que la joven estaba por volver a replicar, se apresuró a tranquilizarla—. No le diré a nadie, Hermione. Merlín y tú me ayudaron e incluso Arturo me defendió delante de su padre.
Hermione hizo una leve mueca.
—Mi hermano… él es una buena persona—aseguró—pero… él no…
—Él no sabe lo de ustedes.
—No.
—No le diré nada.
—Gracias… no sólo por esto, sino por todo. No tenías que meterte en todo este lío y aun así lo hiciste.
Él se encogió levemente de hombros.
—Ya sabes cómo soy. Me gustan demasiado los problemas… ¿Sería muy inapropiado abrazar a la princesa del reino del que me acaban de expulsar?
—Demasiado—le aseguró antes de lanzarse a sus brazos.
Gwaine se sorprendió del pequeño arrebato de la chica pero luego envolvió sus brazos alrededor de su cuerpo. Ella era demasiado dulce para ser de la nobleza. ¿Qué hacía ese pequeño conejito en medio de tantos lobos?
El sonido de una garganta aclarándose con demasiada fuerza llamó la atención de ambos. Se separaron, quizás Gwaine con demasiada prisa, al ver a Merlín contemplándolos con cara de pocos amigos.
—Bueno, supongo que me tengo que ir—dijo el hombre antes de dar una inclinación con la cabeza a ambos y salir de allí en completo silencio.
Hermione miró a Merlin, quien seguía con la mirada fija en Gwaine. Ella suavemente estiró su mano y tomó la suya, sacándolo de sus pensamientos. El mago giró el rostro en su dirección y le sonrió suavemente, casi con tristeza, antes de empujarla suavemente hacia las cámaras del galeno. Ambos entraron en silencio hasta que notaron que Gaius los miraba en silencio.
— ¿Sucede algo?
Merlín no quiso contarle de sus celos y prefirió decirle sobre otro de sus temores.
—No sé qué hacer—le dijo con desespero—. Arturo está completamente a merced de estos malditos. ¡Si tan sólo no nos hubiéramos detenidos en esa taberna!
— ¿A qué te refieres?—inquirió Hermione sin entender.
— ¿Recuerdas el rostro que viste en la piedra?—ella asintió— Pues, el idiota que intentó robarle a la dueña de la taberna es él. Seguramente están aquí en busca de venganza.
—Pues, parecen tener todas las de ganar—dijo con molestia Hermione—, pero no lo harán.
—Quizás podamos conseguir que se retire—sugirió el galeno.
—No lo hará. Conozco a Arturo—aseguró Merlín mientras se paseaba por habitación, intentando pensar en alguna solución.
—Y yo ya hablé con él—les informó Hermione—. Me creyó sobre las espadas aunque no puede hacer nada al respecto sin ninguna prueba.
— ¿Y qué dijo sobre la prueba?—preguntó el médico con seriedad.
—No abandonará—dijo ella con mal humor—, e incluso cree tener la suficiente destreza como para derrotarlos. Dice que se vengará por lo que quisieron hacerme.
Gaius lanzó una mirada interrogativa a Merlín, quien simplemente le hizo una seña disimulada para que no preguntara ahora y luego se volvió hacia Hermione. Se acercó a ella y le habló por lo bajo.
— ¿Le dijiste?
—Se me escaparon unas palabras—confesó ella con vergüenza—e insistió tanto que terminé diciéndole. No fue mi idea más brillante porque sólo empeoré la situación. Lo siento.
—No tienes por qué disculparte conmigo—le aseguró dándole una pequeña caricia en el brazo a modo de consuelo—. Encontraremos un modo de solucionar este problema.
— ¿Cómo?
—De alguna manera voy a usar mis poderes para salvarlo.
— ¿Con el rey y medio Camelot observando?—cuestionó el galeno, sobresaltándolos a ambos ya que creían que estaban hablando demasiado bajo como para que él escuchase.
—Es demasiado peligroso—le dijo Hermione.
—No tengo opción.
…
La noche fue demasiado larga, especialmente para Merlín y Hermione, quienes tuvieron que soportar solos los nervios de lo que ocurriría al día siguiente. Como Gwaine se marchó, la cama del mago volvió a estar libre y a éste no le quedó ninguna otra opción más que dormir en ella, sintiendo la ausencia de Hermione a su lado.
Cuando la mañana llegó, mal dormido y demasiado preocupado, se dirigió hacia las cámaras del príncipe para ayudarlo a prepararse. Como la lucha estaba a solo unas horas, Arturo no quiso desayuno pero sí insistió, como siempre, en que repasase que tuviera su armadura completa y lista. Estaba estirando la cota de malla cuando la puerta de la habitación se abrió de repente, dejando entrar al rey.
Merlín rápidamente hizo una reverencia y se apartó unos pasos, dejando que padre e hijo hablasen. El rey traía consigo algo alargado en sus manos, cubierto con un trozo de lienzo. El mago asumió que se trataba de alguna espada, seguramente muy especial para el monarca dado que la trataba con mucho cuidado.
—Confío en que estés listo para el reto—le dijo el hombre mayor, sonriéndole a su hijo.
—Sí, padre.
—Vine a traerte esto—sacó el lienzo, mostrándole, como había asumido Merlín, una espada reluciente—Yo gané mi primer cuerpo a cuerpo con esta espada. El borde se ha desafilado, por lo que es perfectamente segura.
Observó cómo su hijo la tomaba y la movía en sus manos. Estaba increíblemente orgulloso de él.
—Todos están ansiosos por tu victoria hoy—siguió diciendo Uther—. Sé que no me decepcionarás.
Arturo no dijo absolutamente nada pero su padre asumió que había entendido el mensaje que le intentaba dar, así que tras un rápido abrazo de despedida, se marchó de la habitación.
Merlín lo ayudó a prepararse, colocándole la cota de malla y el resto de la armadura, siempre en silencio, pero no porque no quisiera hablar sino porque no sabía qué decir para convencerlo de que desistiera de aquello.
—Ya sabes cómo son esos momentos en que yo te digo que algo no es buena idea y…
—Y después te ignoro, sí—lo interrumpió Arturo.
—Y después pruebo que tengo razón—completó su sirviente mientras le pasaba la espada del rey.
—Merlín, tu preocupación por mi bienestar es conmovedora, pero no pienso escuchar las ideas con las que Hermione te llenó la cabeza.
— ¡Ella no hizo tal cosa!
— ¿A caso no me dirás de las espadas mágicas, que realmente tienen filo y que podrían matarme?
—Bueno, sí, pero…
—Ahórratelo—le ordenó con rotundidad—. Le creí a Hermione, no necesito que me lo repitas.
—Entonces, ¿cómo puedes competir a pesar de todo? ¡Es magia!
—Creo que eso lo has dejado claro ya. Mira, no voy a esperar que lo entiendas a pesar de que te lo he dicho muchas veces, y tú puedes pensar que el combate es alguna clase de estúpido juego pero es más que eso—le dijo seriamente—. Se trata de demostrarle a la gente que estoy en forma para guiarlos. Si ellos no me ven como un futuro rey, no soy nadie porque, ¿quién se dice rey si no tiene reino?
Merlín entendía, realmente lo hacía, pero eso no quería decir que debía de gustarle.
—Lo sé—respondió con cierta vergüenza—. Sólo ten cuidado.
…
Hermione llegó junto con su padre y Morgana. Ambas sólo se habían dirigido una falsa sonrisa mientras caminaban hacia allí y habían intercambiado un par de palabras cordiales. La princesa sabía demasiado bien que la protegida del rey sólo deseaba actuar como si ella era la misma mujer de antes y no como si estuviera planeando el próximo modo de atacar al reino. Estaba segura que si se enteraba de lo que sucedía en ese mismo momento, sería capaz de ayudar a aquel bastardo a asesinar a Arturo.
— ¿Te encuentras bien?
Hermione suavizó su expresión de inmediato y asintió a Morgana. Sus turbios pensamientos habían hecho que frunciera el ceño con fuerza, llamando la atención de la chica.
—Sólo estoy ansiosa por el reto—mintió antes de sentarse en su lugar.
Los presentes también se sentaron al ver a los nobles tomar asiento y esperaron expectantes a que comenzara. Hermione miró hacia la arena donde se llevaría a cabo el reto y vio a los caballeros alineados en dos grupos, todos montados a caballo, cada grupo en cada extremo. Buscó con la mirada a su hermano y lo vio justo colocándose el casco. Ella quiso saludarlo pero no miraba en su dirección sino hacia las tribunas. Hermione se preguntó a quién estaría buscando. Muy pronto su pregunta fue respondida ya que, al seguir la dirección de la mirada de su hermano, vio a Gwen sentada casi en primera fila, intentando no mostrarse tan nerviosa.
Su padre se levantó en ese momento y tras comprobar que los caballeros estaban listos, dio la señal que daba comienzo al evento.
En menos de un segundo, todos salieron casi al mismo tiempo, montando con velocidad, aferrando en sus manos sus espadas. La gente comenzó a vitorear a sus favoritos, aplaudiéndolos y alentándolos. Entre el montón de caballeros Hermione no pudo distinguir a su hermano pero fue viendo como poco a poco muchos de ellos caían de los caballos, quedando descalificados. Todos los presentes jadearon espantados cuando uno de los hombres fue arrastrado por su caballo, al enredarse su pie en el estribo. A su lado, Uther aplaudía tanto como los demás, entretenido por lo que estaba viendo.
Sin embargo, Hermione no tardó en darse cuenta que había algunos hombres que caían claramente heridos. Se alejaban de la batalla lentamente, cojeando, quejándose de dolor e incluso sangrando. La preocupación la inundó e intentó con todas sus fuerzas encontrar a su hermano. Como casi todos tenían las mismas armaduras, lo encontró gracias al caballo que montaba. Pero no fueron precisamente buenas noticias porque se dio cuenta de inmediato que otro caballero montaba directamente hacia él, quien estaba de espalda y no advertía el peligro.
— ¡ARTURO!—gritó Hermione con todas sus fuerzas, sobresaltando tanto a su padre como a Morgana.
Cómo fue capaz él de oírla en medio del sonido de los cascos contra el suelo y de las espadas chocando, nunca lo entendió. Pero en el momento en que el príncipe oyó que alguien gritaba su nombre con cierto desespero, giró el rostro y pudo ver, justo a tiempo, que alguien se acercaba a él. Logró esquivar la espada de su contrincante a duras penas, pero lo consiguió. El caballo de éste se alzó sobre sus patas traseras, lanzándolo al suelo.
Todos aplaudieron, eufóricos por lo sucedido pero en cuanto éste hombre se puso de pie y corrió directamente hacia el príncipe, tomándolo del brazo y tirándolo al suelo.
— ¿Qué demonios…?—preguntó Uther sin poder creer lo que veía.
Arturo cayó, quedándose sin aire por unos segundos. Su enemigo alzó la espada y estuvo por clavársela en medio del pecho sin miramientos pero el príncipe logró girar sobre la tierra a tiempo. Todos seguían aplaudiendo y vitoreando, como si no se hubiesen dado cuenta que lo que estaba sucediendo iba en contra de las reglas del torneo.
Arturo miró a su contrincante directamente a los ojos y, por más que no logró advertir el resto de su rostro porque el casco lo cubría, pudo reconocerlo. Oswald. Bastardo. Se lanzó contra él con toda la rabia que tenía acumulada en su corazón. El maldito se arrepentiría por querer aprovecharse de su hermana.
En medio de esa pelea, fue incapaz de ver que el último caballero que quedaba montado se dirigía a él. Hermione esta vez fue incapaz de gritar, hacerlo sólo lograría distraerlo y seguramente Oswald aprovecharía su distracción. Miró con desespero hacia un lado, buscando a Merlín. Lo vio susurrándole algo a Gaius y ella rogó en silencio que fuera algún plan para salvar a su hermano. Fue en ese momento en que él apartó el rostro del anciano y lo enfocó en el caballero a caballo.
De pronto, como si fuera magia—y ella sabía que lo era—, la correa de la montura del caballo se rompió, enviando al suelo al jinete. De todos modos, éste se puso de pie y corrió a ponerse al lado de su compañero para enfrentarse entre ambos al príncipe.
—Dos contra uno—dijo Arturo al ver su situación—. Un poco injusto, ¿no creen?
Como respuesta sólo obtuvo un grito furioso antes de que los dos se le lanzaran encima. Arturo bloqueaba los golpes, uno tras otros, sin ser capaz de atacar.
— ¡Padre, por favor, haz algo!—le imploró Hermione.
—Yo… no puedo—indicó el rey.
— ¡¿Por qué demonios no?!—Se enojó ella— ¡Es tu hijo quién está arriesgando su vida ahí!
—Hermione, entiende, no puedo intervenir. Él debe demostrar ser capaz.
Furiosa, se puso de pie y se encaminó a toda prisa hacia donde se encontraba Merlín. Oyó a su padre llamándola pero no le hizo caso alguno. Ingrid la vio correr y no tardó en seguirla de inmediato, notando la preocupación en su rostro. Ambas se encontraron con Merlín.
—Hay que hacer algo—le dijo al mago.
—Tengo que intervenir—dijo Merlín y estuvo a un segundo de tomar una espada e ir con el príncipe.
Sin embargo, lo que vio lo detuvo. Uno de los caballeros que había caído durante el torneo se levantó lentamente y, tras tomar aire unos segundos, fue corriendo hacia Arturo para luchar a su lado.
— ¿Quién es ese?—preguntó Ingrid.
—No lo sé—contestó Merlín sin dejar de mirar hacia la batalla.
—Pero deberíamos darle las gracias—dijo Gaius.
Hermione no podía estar más de acuerdo. Ahora la pelea era mucho más pareja. Mientras Arturo peleaba con uno, su compañero se ocupaba del otro. Ambos eran muy buenos en la lucha y se notaba claramente que tenían ventaja con respecto a Oswald y Ethan.
El salvador de Arturo golpeó con agilidad la mano del caballero contra el que luchaba, logrando que soltara la espada mágica. Ésta voló por el aire unos segundos hasta que logró tomarla y ahora tener las dos armas a su disposición.
—Sólo hay una persona que conozco que pueda hacer eso—dijo Merlín con una sonrisa.
— ¿Quién?—cuestionó Hermione.
Pero la pregunta quedó sin respuesta porque en ese momento dicha persona conseguía realizar un movimiento veloz y mortífero con la espada robada. Todo se llenó de un repentino silencio y el caballero cayó muerto. Para empeorar la situación, Arturo cayó de espaldas al suelo tras haber perdido el equilibrio y su enemigo no dudó el tomar ventaja de esto. En ese instante, el caballero que quedaba de pie alzó la espada robada y se la clavó en el pecho de éste, salvándole la vida del príncipe.
Todos contuvieron el aliento.
Ahora sólo quedaban ellos dos en la arena.
Hermione se adelantó con el corazón latiéndole en la garganta pero Merlín la tomó del brazo, impidiéndole seguir.
— ¿Sabes que todos esperan que luchemos hasta el final?—preguntó el príncipe al caballero mientras se quitaba el casco.
Estaba sudado, respiraba con dificultad y sentía que todos los músculos de su cuerpo dolían. Por más que le dolía no ser el ganador, sabía que lo que estaba por decir era la decisión correcta.
—Has luchado con valentía. El campo es tuyo—le dijo Arturo.
El otro no reaccionó como él esperaba. No alzó sus manos en señal de triunfo ni saludó a la multitud que nuevamente había comenzado a alentarlos para que continuaran. Simplemente dejó su espada a un lado, soltó un suspiro lleno de cansancio y, con resignación, se quitó el casco que llevaba. La sorpresa de Arturo fue suprema pero aun así rio, más de sí mismo que de la situación.
—Debí de haberlo sabido—dijo—. Nadie pelea como lo haces tú—le aseguró a Gwaine.
No obstante, el momento de relativa paz después de la batalla duró poco. Cuando el rey vio de quien se trataba, ordenó inmediatamente que lo arrestasen por desobedecer las órdenes explícitas que había dado. Arturo protestó pero no hubieron palabras lo suficientemente buenas para convencer a su padre de que no debía de asesinar al hombre que le había salvado la vida… dos veces.
—Padre, tengo que mostrarte algo.
Hermione había entrado silenciosamente y había llamado la atención de su padre y de su hermano.
— ¿Qué es, Hermione? Si es algo que puedes resolver tú sola, hazlo, debo organizar una ejecución.
—Creo que deberías venir conmigo antes de seguir con lo tuyo.
Arturo y Uther siguieron a la princesa hasta una de las tiendas que se habían armado al lado del campo de batalla, en la cual se colocaron los cuerpos de los dos caballeros. Uther sintió que su estómago se retorcía al descubrir que allí se encontraban Oswald y Ethan. Si tan sólo hubiera acabado desde un primer momento con aquel imbécil, ahora aquellos caballeros estarían vivos.
Gaius, hizo una reverencia al verlos ingresar.
— ¿No has podido hacer nada para salvarlos?—le preguntó el rey.
—Me temo que no.
—El prisionero es culpable por sus muertes—miró a su hijo con desprecio, culpándolo por lo sucedido—. Va a ser ejecutado inmediatamente.
—Me temo que tendrás que esperar un poco, padre. Es por esto que te he mandado a llamar—Hermione le hizo una seña a Gaius—. Me temo que Sir Oswald y Sir Ethan no son lo que parecen.
El anciano quitó los collares con las gemas que colgaban del cuello, enseñándoselos al rey, antes de quitarles el casco a los dos hombres. Ninguno de ellos tenía el aspecto que habían tenido antes. Arturo reconoció de inmediato al hombre que los había atacado en la taberna.
— ¡Hechicería!—exclamó con sorpresa Uther.
—Como vez, padre—dijo Hermione—, Arturo le debe nuevamente la vida a Gwaine. Si aun así decides ejecutarlo, demostrarás ser un rey muy desagradecido.
…
Gwaine se sorprendió cuando los guardias lo dejaron salir de la celda y aún más se sorprendió cuando al subir las escaleras se encontró con Merlín esperándolo.
—Debemos esperar el veredicto del rey— le dijo antes de guiarlo hacia la entrada de las cámaras del consejo—. Hermione y Arturo están reunidos con Uther. Ellos no permitirán que nada malo te suceda.
Gwaine no dijo nada. Él creía en la benevolencia de los dos príncipes pero no confiaba en el rey. Fue en ese momento cuando las puertas se abrieron y los hermanos salieron, mirando abatidos.
—El rey está dispuesto a pasar por alto el hecho de que luchaste en el cuerpo a cuerpo—le dijo Arturo.
— ¡Es fantástico!—exclamó Merlín.
—Pero…—continuó el príncipe— Es un hombre terco. No anulará la sentencia. Debes abandonar Camelot.
— Tienen que hablar con él—les imploró el mago—. Estoy seguro que podrán convencerlo.
—Merlín, no—lo interrumpió Gwaine con seriedad.
—Lo siento, Gwaine—dijo Arturo—. Mi padre está equivocado. Si fuera por mí…
—Lo sé—aseguró el hombre, intentando sonreír—. No necesitas explicarme.
Gwaine miró hacia la princesa, notando que había permanecido callada todo el tiempo, mirándose la falda de su vestido con expresión triste. Dio un paso hacia ella y estiró el brazo para tomar su mentón con sus manos y alzar su rostro. Sus ojos castaños, casi dorados, lo contemplaron con tristeza.
—Mejora esa expresión—le dijo sonriendo suavemente—. Volveré, ¿recuerdas que te lo dije? Aún me debes un beso.
Eso sacó una sonrisa acuosa a la princesa pero hizo que la alarma sonara en la cabeza del príncipe.
—Sí, eso no sucederá—intervino, tomando a Hermione para atraerla hacia él, lejos de Gwaine—. Merlín, acompaña a nuestro invitado. Ve que tenga todo lo necesario antes de irse.
…
— ¿A dónde irás?—preguntó Merlín mientras acompañaba al exterior a Gwaine.
—Pensaba en Mercia—respondió sin dejar de caminar.
—Pero es peligroso.
—Sí, pero obtienes mucha más cerveza por tu dinero—le aseguró con felicidad pero al ver la expresión de Merlín, agregó— ¡Estoy bromeando!
— ¿Por qué no le dices al rey quién eres realmente? Te concederá el perdón inmediatamente. Podrías quedarte en Camelot.
—Yo nunca podría servir a un hombre como Uther.
—Sin embargo, ayudaste a Arturo.
—Eso lo hice por la belleza de su hermana—Merlín volvió a lanzarle una mala mirada—. Tranquilízate, enamorado—le dijo con cierta diversión—. Arturo me defendió, por eso lo hice. Eso demostró que es un verdadero hombre noble.
—Entonces, ¿Por qué no te quedas? Podrías convertirte en un caballero como tu padre. Arturo y tú lucharon muy bien juntos.
Gwaine pareció meditarlo unos instantes, pero finalmente volvió a sonreír.
—Y quizás algún día volvamos a hacerlo—le dijo antes de dar una palmada sobre el hombro del mago—. Nos vemos, Merlín.
—Por favor, Hermione quiere que te quedes.
Gwaine no pudo evitar reír ante esto. Este hombre era muy bueno o muy idiota.
— ¿Y no te importa que yo te la robe?— le preguntó.
Merlín le sonrió.
—Como si pudieras hacerlo.
— ¡Lo sabía!—lo señaló con el dedo y casi cantó victoria— ¡Sabía que había algo entre ustedes! Ella ya me lo había confesado pero sólo faltaba que me lo dijeras tú—hizo una leve pausa en la que se lo quedó viendo con una pícara sonrisa—. Dime, Merlín… ¿Cómo es en la cama?
El rostro de Merlín se volvió rojo de inmediato.
—Creo que es hora de que te marches—le dijo con seriedad el mago.
— ¡Oh, vamos! Dame unos detalles a modo de consuelo.
—No pienso hablar de ella de ese modo—le dijo rotundamente.
— ¿Es así de buena?—insistió Gwaine.
Merlín le dio un par de empujones casi bruscos para sacarlo de allí.
Adelanto del siguiente capítulo:
—Sólo quería hablar contigo, Merlín.
— ¿Sobre qué?—preguntó el mago intentando actuar despreocupado.
—Sobre lo que sucedió hoy, por supuesto—ella buscó un banquito y se sentó junto a ellos—. ¿Cómo salvaste a mi hermano?
—No fue realmente gran cosa. Sólo quité la flecha que se había clavado en su espalda. Ni siquiera logró rozar su piel.
Gaius lo miró con extrañeza porque eso no había sido lo que le había contado a él. ¿Por qué motivo quería ocultarle la verdad a Hermione? ¿Qué era lo que no quería que ella supiera?
