Marianagmt, como siempre, gracias por la enorme ayuda que me das al corregir mis capítulos y darme ideas cuando me encuentro trabada.


Milagros:¡Claro que la voy a continuar! No suelo tener una fecha regular para actualizar pero eso no quiere decir que voy a dejar sin seguir subir los capítulos.


Ninguno de los personajes me Pertenece, salvo Aquellos Cuyos nombres no Reconocer Sepan.


LA PARTIDA

Ella sabía que debía de haber protestado con más intensidad para hacerle creer a Potter que estaba enfadada por la idea de arriesgar su vida en un viaje como aquel. Sin embargo, sólo había gruñido unas cuantas cosas, la mayoría malas palabras, dándole a entender que era una mala idea, antes de hundirse de lleno en los preparativos. Aún no podía creerlo. ¡Iba a viajar a través del tiempo! Desde que había leído los diarios por primera vez había sabido que ese era su destino porque en ellos Hermione mencionaba que ambos aparecerían en Camelot. Había leído sobre la mayoría de lo que sucederían durante su estancia en aquel sitio pero estaba completamente segura que la Princesa se había guardado unas cuantas cosas para sí misma.

Potter le había asegurado que él se encargaría del "medio de transporte" y ella le había dicho que encontraría por él la vestimenta adecuada y crearía una historia creíble para explicar su presencia a los demás. Después de todo, por lo escritos, cualquiera se podía dar cuenta que el hermano de Hermione y su padre, eran bastante protectores. No estaba segura que a Potter le gustase lo que diría pero era la mejor opción. Serían amigos antiguos de Hermione, que la habían conocido mucho antes de que ella llegase al reino. Plebeyos, por supuesto, ya que nadie creería que fueran nobles. A ambos le faltaban los modales y, por más que ella había investigado, aún desconocía la mayoría de las tradiciones de la monarquía medieval. Además, si se hicieran pasar por nobles, ¿cómo justificarían el hecho de conocer a Hermione con anterioridad? Otra cuestión era que diría que ella y Potter estaban casados. No era de su agrado pero era lo más inteligente que podía hacer. De algún modo debía de mantener al muchacho controlado porque eran más que obvios sus sentimientos hacia su amiga. ¿Qué sucedería si iba y le declaraba su amor a la princesa? Primero, podía terminar siendo ejecutado al no ser de la nobleza, lo que acabaría con la vida del famoso niño-que-vivió en un abrir y cerrar de ojos. Qué irónico sería que lo que no consiguió Voldemort, lo lograse un muggle. Segundo, podía impedir que Hermione se casara con Merlín y tuvieran hijos, y por ende, ella misma no nacería y ahí sí se verían en un serio problema. Si eso no sucedía, todo lo que se conocía como mundo mágico peligraría. Lo principal sería pasar desapercibidos.

Quedaron en reunirse una mañana para ultimar los detalles. Potter llegó temprano por la mañana, increíblemente puntual. Entró sonriendo, deseándole un buen día y asegurándole que todo estaba encaminado.

— ¿A qué te refieres con "encaminado"?—cuestionó Athena.

—He hecho muchas investigaciones. He hablado con un Inefable y…

— ¡¿Qué has hecho qué?!

— ¿Por qué te alteras?

—Me has prometido, Potter, que no le dirías absolutamente a nadie. ¿Y qué haces? ¡Vas a hablar con un maldito trabajador del Ministerio!

—Pero yo no le dije absolutamente nada sobre esto—aseguró con cierto enfado porque ella lo estaba acusando de tal cosa—. Sólo lo pregunté sobre viajes en el tiempo.

— ¡Eso ha sido muy estúpido de tu parte!—exclamó, casi gritándole.

Harry no lograba entender por qué estaba tan molesta. No había hecho nada realmente malo. No había abierto la boca de más, no había mencionado jamás el nombre de Hermione o el de Athena.

—No te das cuenta lo que has hecho, ¿verdad?—cuestionó ella— ¿Te has puesto a pensar qué sucederá si tenemos algún problema durante nuestra estadía en Camelot? A ti la gente te comenzará a buscar y, en algún momento, ese Inefable unirá los puntos: ¡El famoso Harry Potter desaparece de la faz de la tierra pero días atrás estuvo averiguando sobre viajes en el tiempo!

El chico la miró con fijeza.

—Estás paranoica—la acusó y de repente se dio cuenta de algo que ella había dicho— ¿Cómo que "nuestra estadía"? Tú no vendrás conmigo.

— ¡Oh, claro que iré!—aseguró Athena con rotundidad—No permitiré que te marches solo.

— ¿Por qué habrías de ir conmigo?—interrogó Harry— No conociste a Hermione, no tienes ninguna relación con ella…—se silenció de repente al darse cuenta de lo que acaba de decir—. Bien, sé que eres su tatara-tatara-nieta o lo que sea… pero eso no quiere decir que tengas el derecho de ir.

—Potter, quizás no tenga el derecho, pero es mi deber. Sigo siendo la protectora de su secreto y no te dejaré ir solo cuando ya has cometido la imprudencia de abrir la boca—le dijo con seriedad—. Así que te guste o no, iré contigo.

—No quiero que vayas conmigo.

—Que te quede claro que me importa bien poco lo que quieras. Iré de todos modos y no podrás impedirlo. Y si por alguna razón intentas engañarme—caminó hacia él, acortando la distancia que los separaba hasta que apenas quedaron unos pocos centímetros entre ellos—, revelaré el secreto.

Harry la miró con incredulidad.

— ¡No serías capaz de tal cosa! Llevas toda tu vida ocultando la verdad.

—Y sería tan fácil dejar que todo salga a la luz. Sólo debo llevar los diarios a El Profeta y…

— ¡Bien!—gruñó con molestia el mago— Vendrás conmigo, pero si llegas a ser una molestia juro que encontraré el modo de regresarte en un abrir y cerrar de ojo.

Ella sonrió enormemente, orgullosa de haber conseguido lo que se había propuesto, algo que sólo molestó más a Harry. No quería tenerla rondando a su alrededor cuando estuviera con Hermione porque sería el recordatorio claro que su mejor amiga jamás le pertenecería.

— ¿Ya has desayunado?—preguntó ella mientras se apartaba de él e iba hacia el sillón y, con un movimiento de su varita y sin pronunciar palabra alguna, hacía aparecer sobre la mesita una tetera humeante y dos tazas— ¿Quieres algo de té?

Harry se quedó aturdido unos segundos antes de asentir. Era un tanto sorprendente la facilidad con la que podía hacer magia no verbal y también como cambiaba su humor. Primero había estado aterradoramente enfadada y luego le ofrecía té como si fuera o quisiera aparentar ser la perfecta anfitriona. Realmente no entendía a esta mujer. Se sentó, casi resignadamente, en uno de los sillones que tenía cerca pero guardando cierta distancia de ella, para luego tomar la taza que le ofrecía.

—Espero que, al menos, hayas sido capaz de borrarle sus recuerdos—dijo ella luego de unos instantes. El silencio prolongado que él dio fue suficiente respuesta y Athena tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no insultarlo nuevamente— ¿Qué te dijo el Inefable?—preguntó luego de tomar aire profundamente.

Él se detuvo unos segundos a pensar en lo que iba a decirle porque no quería enfadarla nuevamente.

—Me habló de los viajes a través del tiempo en general, me contó un poco de su propia investigación, e incluso me prestó algunos libros—estaba seguro que Hermione se mostraría increíblemente orgullosa de la cantidad que había leído en esos últimos meses—. Encontré uno llamado "Viajes en el tiempo, ¿un sueño o una posibilidad?" de…

—Alek Solovióv—completó ella—. Lo leí. ¿Te llamó la atención el círculo de runas antiguas?

— ¡Exacto!—exclamó repentinamente emocionado, olvidándose momentáneamente que estaba enfadado con ella— He intentado contactarme con Solovióv pero aún no me ha respondido. Estoy seguro que si conseguimos una entrevista con él lograremos conseguir más información. Quizás incluso pueda aconsejarnos qué runas específicamente usar porque no las menciona en su libro y así…—Harry notó que Athena sonreía ligeramente, como si supiera algo que él no— ¿Qué sucede?

—Alek es mi primo segundo por parte de mi padre.

— ¿Realmente?—ella asintió— ¡Eso es genial!—casi saltó de la emoción, sintiendo que estaba cada vez más cerca de Hermione— ¿Podrías hablar con él?

—Ya lo hice y me ha dado las runas exactas que debemos utilizar.

— ¿Qué? Pero… ¿Si ya tenías el método de viajar por qué no me lo dijiste antes?—inquirió desconcertado.

Ella se encogió de hombros levemente.

—Supongo que quería ver qué tan dispuesto estabas de hacer esto. Después de todo, es magnánimo. No estamos hablando de un viaje de una semana o dos al pasado, sino de siglos. Es increíblemente peligroso y eso es algo que Alek me advirtió. No sé si habrás escuchado sobre el caso de Eloise Mintumble—Harry se mostraba totalmente desconcertado—. Ella fue una de las viajeras del tiempo que trabajó en una investigación experimental del Ministerio de Magia. Quedó atrapada cinco días en 1402. Los Inefables hicieron todo lo posible por rescatarla y cuando la trajeron de regreso al presente se dieron cuenta que su cuerpo había sufrido los efectos porque en un instante envejeció cinco siglos. Cinco días después, murió en San Mungo.

Harry estaba increíblemente desconcertado.

— ¿Cómo es que nunca supe de eso? Ni siquiera lo estudiamos en Historia de la Magia.

Ella le dio una mirada significativa.

— ¿Realmente crees que el Ministerio querría que la gente se enterase de esto? Su presencia en el pasado no sólo la afectó a ello sino a todos con los que se relacionó. Muchos de sus descendientes desaparecieron, el futuro cambió y estoy segura que ni ellos mismos saben a ciencia cierta cuánto. Es por eso que quiero que pienses bien en lo que vamos a hacer, Potter. Nuestra presencia allí no puede cambiar, bajo ninguna circunstancia, el presente en el que vivimos.

—Lo entiendo—aseguró él y luego se quedó pensativo unos momentos— ¿Le dijiste a tu primo lo que haremos?

—Claro que no. Le dije que estaba aburrida y que yo quería probar algo distinto y como me conoce bastante, no hizo preguntas. Él no sabe nada sobre Hermione Granger, pero conoce que soy descendiente de Merlín. Cuando me vio realizar un potente hechizo de magia antigua, mi madre tuvo que explicarle de alguna manera de dónde provenía el poder que tengo.

— ¿Confió, sin más, en él?

—No—ella rodó los ojos—, claro que no. Le dijo eso pero inmediatamente tuvo que hacer un juramento inquebrantable. Si abre la boca, muere.

Harry se quedó momentáneamente de piedra al oírla hablar con tanta liviandad de la posible muerte de alguien, más específicamente, de su primo. Para salir de aquel estado, se obligó a pensar en lo que importaba: Hermione.

— ¿Cómo sabes que las runas que te dio son las correctas?

—No lo sé. Él sólo sacó cuentas, leyó cientos de libros y me dio lo que le pedí. No ha hecho pruebas porque nadie querría arriesgarse a intentarlo sin saber si va a volver. Todo es una simple teoría, pero la más lógica que tenemos en nuestras manos.

Harry asintió, entendiendo lo que decía. El Inefable le había asegurado que un viaje en el tiempo no era algo que debía de tomarse a la ligera, había muchos peligros, muchas reglas pero Harry estaba seguro que rompería en su mayoría. Sin embargo, no le importaba.

— ¿Y nosotros volveremos?—inquirió, algo preocupado por terminar como Eloise.

—Volveremos de un modo u otro, Potter, porque no pienso quedarme en plena Edad Media con la Peste Negra dando vuelta.

— ¿Hermione estuvo en los años de la peste?

—No lo creo, pero no pienso arriesgarme—le dijo con seriedad, mirándolo a los ojos— ¿Entiendes, Potter? Nosotros no podemos quedarnos bajo ninguna circunstancia allí. Debemos regresar. Este es nuestro tiempo y es aquí donde pertenecemos, te guste o no.

El gran día llegó más rápido de lo que había previsto y Harry apenas podía consigo mismo. Estaba tan nervioso, preocupado y ansioso al mismo tiempo. ¡Finalmente iba a ver a Hermione! ¿Cómo reaccionaría ella al ver? ¿Estaría feliz? ¿Sorprendida? ¿O quizás lo reprendería por haber cometido una locura como aquella? Estaba seguro que serían todas esas opciones a la vez. Después de todo, habían sido los mejores amigos desde siempre pero, conociéndola como lo hacía, no dejaría de darle unos buenos gritos por su imprudencia. Pero estaba seguro que terminaría por entender por qué lo había hecho: por ella, todo por ella, por lo que habían pasado juntos, por el amor que sentía, por su amistad, por el dolor de perderla. Era su cierre y lo necesitaba, no importaba que Athena insistiera que era una mala idea.

Cuando el timbre de la puerta de la casa de Hermione sonó, se quedó sorprendido. ¿Quién podría estar buscándolo, especialmente en la antigua casa de Hermione? Nadie sabía que se encontraba ahí. Mientras iba hacia la puerta, lanzó una mirada ansiosa al reloj. Sólo faltaban diez minutos para aparecerse en la casa de Athena y ahí dirigirse al sitio donde realizarían el ritual. Abrió apresuradamente, pensando en deshacerse rápidamente la persona que estuviera allí, pero se llevó una gran sorpresa al descubrir que se trataba de Ron, quien estaba claramente molesto. Tenía el ceño fruncido y su mirada lo perforaba.

—Veo que has regresado de tu viaje—dijo con sarcasmo y pasó al interior sin ser invitado.

Harry se apartó rápidamente, algo aturdido por su presencia. No había esperado que él fuera a buscarlo allí, justamente ese día.

—Sí—mintió—pero estoy saliendo de nuevo.

Ron bufó ante sus palabras, no creyéndolas en ningún momento, mientras comenzaba a mirar la sala, comprobando que todo estaba ordenado y limpio. Su ceño se frunció profundamente antes de volver a mirar al chico con molestia.

—Eres un maldito.

— ¿Ah, sí? ¿Y puedo preguntar por qué?

— ¡¿Por qué?! Porque has mentido—lo acusó—a todo el mundo. No sólo a tus conocidos, a mis padres sino también a mí—su voz sonó herida—. Pensé que éramos amigos.

—Lo somos, Ron, pero…

—Pero no soy tan buen amigo como Hermione, ¿verdad?—preguntó escupiendo las palabras— ¿Crees que no me di cuenta que siempre la preferiste a ella? Desde el colegio yo sólo era el tonto amigo de Harry Potter y ella era la chica dulce e increíblemente inteligente que te acompañaba. Hermione siempre te prefirió.

Harry no podía creer que estaban teniendo esa conversación… otra vez.

—Estás siendo ridículo, Ron—lo acusó—. Hermione nos quería a ambos por igual.

Sin embargo, esas palabras no parecieron calmarlo.

— ¡Claro que no! ¿Cómo podía competir yo con el famoso niño-que-sobrevivió?

— ¡No podías competir porque no era una maldita competencia! ¡Estoy harto, Ron, de tener esta conversación absurda! Hermione era mi amiga, sí, pero también tuya. No sentía ninguna preferencia hacia mí. De hecho, y creo que lo sabes muy bien, ella estuvo enamorada de ti durante un tiempo… pero, claro, tú preferiste a Lavender.

—En aquel entonces era un crío, Harry—se quejó, mirándolo herido como si fuera un traidor por recordarle aquello.

—Eso no importaba, igual le rompiste el corazón.

—Lo dudo—gruñó—. Porque si realmente me hubiera querido tanto me hubiese buscado a mí, no a ti, cuando comenzó a enfermar.

—Eso fue diferente, Ron. Ella no quería acercarse a nadie porque sabía que iba a morir. No quería que nadie sufriese por su culpa.

—Pues falló rotundamente—dijo por lo bajo pero Harry logró oírlo igual—Y te dejó quedarte a su lado. No digas que eso no es preferencia.

— Si me dejó quedarme fue porque insistí en hacerlo. Se lo debía después de lo que había hecho por mí.

— ¿Y crees que yo no quería quedarme con ella?—cuestionó.

—Sé que querías—soltó un suspiro—pero yo no podía hacer nada al respecto. Fue su decisión, no la mía. No puedes venir aquí y recriminarme por algo que ella hizo.

—Podrías haberme buscado igual. ¡Recuerdas muy bien las veces que vine a verla y me cerraste la puerta en la cara!

Harry rodó los ojos.

— ¡Deja de exagerar! Hermione me ordenaba que no te dejara entrar, no quería ver a nadie. ¿Cómo crees que se sentiría si te veía aquí? ¡Ella estaba mal, Ron! Muy mal… y tú entrarías, llorarías por ella, la contemplarías con compasión, con lástima y la harías sentir peor. Fue por eso que no te busqué.

—No podías saber cómo me comportaría.

Harry estuvo a segundos de decirle que no, que no podría, pero luego comenzó a recordar todos los años que pasaron juntos. Ron era una buena persona, tenía buenas intenciones, pero tenía un temperamento que solía estallar en los peores momentos. Miró el reloj de la repisa y se dio cuenta que debía marcharse.

—Será mejor que te vayas.

— ¡¿Me estás echando?!—Inquirió con incredulidad— Yo vine a arreglar las cosas y ¿me echas?

—No tengo tiempo para ti, Ron—le aseguró con rotundidad—y no quiero seguir discutiendo contigo.

El pelirrojo se enfadó aún más ante esto. Apretó sus manos en forma de puño y luego giró, encaminándose hacia la puerta. Pero antes de girar el picaporte, se volteó para mirarlo fijamente.

—Como dijiste, ella era mi amiga también, así que no cometas el error de pensar que eres el único que sufre por su muerte.

Athena supo de inmediato que algo había sucedido. Potter entró a la casa apenas saludándola, cargando una mochila de tela vieja y gastada.

— ¿Qué pasó?—le preguntó mientras lo llevaba hacia el segundo piso, a donde tenía las ropas del chico— ¿Por qué no estás saltando de emoción ante la locura que estamos por cometer?

—Ron vino a verme.

La chica se lo quedó observando fijamente durante unos eternos minutos, comprendiendo lo que podía estar pasando por la mente de él en esos momentos.

—No—ella dijo con prisa—, olvídalo.

Él la miró con confusión.

— ¿No qué?

—Te he dicho que lo olvides, Potter. Que te haya permitido saber a ti sobre la verdad no quiere decir que tienes el derecho o la obligación de ir a contársela a Weasley.

— ¿Cómo sabes que estaba pensando en decirle a Ron?

—Porque eres increíblemente predecible.

—Pero Ron también era su amigo—dijo él—. Ellos estuvieron a punto de salir, incluso. ¿Cómo no va a tener derecho de saber que ella está viva?

—Porque no lo está: Hermione Granger está muerta, Potter, te guste o no. En este tiempo ya no existe—le dijo con poca paciencia—. Hermione Pendragon vivió en la Edad Media, fue la hermana del rey Arturo, la esposa de Merlín y una increíble hechicera. Sin embargo, todo esto no puede saberlo cualquiera. ¿Te imaginas lo que haría el Ministerio de Magia si supiera esto?

—Pero Ron sabe guardar secretos.

Athena apretó los labios con fuerza, intentando contener sus ganas de hechizar a ese imbécil cabeza dura. ¿Cómo rayos Potter había logrado vencer a Voldemort si era tan terco y se negaba a escuchar a los demás?

—Mira, Potter, yo te prohibí decir cualquier cosa sobre el tema. Si abres la boca, abstente a las consecuencias—lo amenazó—Ahora, ¿estás listo o no?

Harry suspiró con pesadumbres pero terminó asintiendo.

— Entonces, entra ahí y cámbiate—le ordenó—. Yo estaré en otra habitación haciendo lo mismo. Si tienes problemas, sólo avísame.

—Sé cómo vestirme, no soy un niño—se quejó Harry.

—Si tú lo dices—se encogió de hombros y siguió andando por el pasillo.

Harry entró al lujoso cuarto, observando todo con atención. Estaba bien iluminado porque un enorme ventanal con cortinas celestes y blancas permitía que la luz del sol ingresase. Había un estante a un lado, repleto de libros y algunos portarretratos en los que se podían ver a diversas personas que él desconocía. Comenzó a mirarlos con atención, hasta que notó a una mujer de unos treinta y pico de años, sentada felizmente en una hamaca, sonriendo hacia la cámara, mientras se acariciaba el vientre ligeramente redondeado. Ella le parecía increíblemente familiar y no entendía por qué. Observó fijamente su rostro hasta que finalmente comprendió: era la madre de Athena.

Sorprendido, retrocedió y volvió a mirar todo lo que lo rodeaba. ¿A caso aquel era el cuarto de la chica? Ahora que prestaba un poco más de atención podía notar que tenía cierto toque femenino y en toda la habitación había el aroma que también sentía cuando estaba cerca de ella, como una especie de perfume fresco y cítrico, que le recordaba a los amaneceres del verano.

A pesar de que había sido ella misma la que lo había llevado allí, se sintió repentinamente incómodo, pensando que estaba invadiendo su privacidad. Buscó rápidamente su ropa, queriendo salir de allí lo más rápidamente posible, y la vio extendida sobre la gran cama con dosel. Se desvistió y luego comenzó a ponerse las prendas. Primero, una camisa blanca, luego, un pantalón de tela algo rasposa, una chaqueta y después el cinturón. También había unas botas de cuero duro y unas medias de lana amarillenta que picaban. ¿A caso ella quería convencerlo de desistir con esa idea dándole aquellas ropas incómodas? Pues no iba a lograrlo.

Cuando terminó, salió de la habitación y fue allí donde se encontró con Athena. Llevaba su cabello oscuro trenzado y usaba un vestido largo que se ajustaba ligeramente a su cintura, de mangas cortas, de un color que iba entre el rojo y el bordó, y, bajo este, una camisa blanca que cubría sus brazos.

—Te ves bien—le dijo sin poder evitarlo, sintiendo que sus mejillas se ruborizaban levemente.

Ella, por su parte, estalló en carcajadas.

— ¡Tú te ves ridículo!—le aseguró, señalando su camisa— No tienes que metértela dentro del pantalón—caminó hacia él y como si fuera la madre de un niño mal vestido comenzó a arreglarlo—, y ese cinturón no va así. Tienes que tenerlo flojo alrededor de tus caderas porque es donde va la espada.

— ¿Una espada?—preguntó atónito.

—Claro. No la usarás porque estoy segura que terminarás lastimándote a ti mismo pero es para guardar las apariencias—se apartó de él y lo miró nuevamente—. Aún no es suficiente. Tus lentes son el problema.

Harry tocó sus lentes redondos sin entender a qué se refería.

—No puedo quitármelos—le dijo—. No veo nada sin ellos.

—Eso lo entiendo. Pero tiene un marco muy delicado. Sería demasiado sospechoso—ella se acercó a Harry y con un rápido movimiento de su mano, que asustó ligeramente al chico, hizo que la magia hiciera efecto—Mucho mejor.

Harry sintió que el marcho era un tanto más pesado que antes. Se llevó la mano a la cara y se quitó los lentes, intentando distinguir algún tipo de cambio. Por fortuna, Athena logró comprender el inconveniente e hizo que un espejo de mano llegara volando desde su cuarto para que él pudiera observarse. Harry se volvió a colocar los lentes y observó en el reflejo que estos ya no eran circulares, sino rectangulares y tenía una apariencia muy rústica, como si alguien los hubiese hecho a mano. Por fortuna, el cristal aún tenía el aumento necesario para permitirle ver bien.

—Gracias.

—De nada—ella lo miró fijamente— ¿No te has arrepentido aún?

—En absoluto—dijo con determinación— ¿Y tú? ¿Ya te has dado cuenta que es una mala idea acompañarme?

—Lo he sabido desde el primer momento—aseguró mientras lanzaba un suspiro—, pero no pienso dejarte ir solo.

Harry entrecerró los ojos

— ¿Hay algo que no me estás diciendo?

—Muchas cosas, Potter, pero no tengo razón alguna para contártelas. Ahora, hay algo que sí te tengo que decirte y tendrás que estar de acuerdo porque no estará liberado a discusión.

— ¿Qué?—preguntó con sospechas.

—La historia que nos cubrirá: seremos plebeyos, antiguos conocidos de Hermione que hemos venido a verla al enterarnos de que se encuentra en Camelot. Nunca supimos o sospechamos que se trataba de una princesa, por eso estamos muy sorprendidos de que sea así—le dijo con seriedad—. Recuerda bien estos detalles, Potter, porque debemos tener una historia en común. Los detalles podremos ir agregándolos sobre la marcha pero nunca digas nada que nos puesta meter en problemas. Mientras menos digamos, mejor será para nosotros—ella cuadró sus hombros—. Ahora que eso está claro, ¿nos vamos?

Con ella insistir era en vano y Harry lo había aprendido en el corto tiempo que llevaba conociéndola, por eso no insistió más en el asunto. Después de todo, había guardado toda su vida el secreto de Hermione, ¿qué le impedía seguir guardando otros más?

—Nos vamos—asintió y se acomodó mejor la mochila en sus hombros— ¿Dónde has preparado todo?

—En el salón de baile.

— ¿Tienes un salón de baile?—inquirió incrédulo mientras comenzaba a seguirla.

—Esta casa es mucho más grande y antigua de lo que parece—le aseguró mientras bajaban las escaleras— Tiene muchas salas, la mayoría inútiles en la actualidad. El salón de baile fue muy importante y brilló con todo su esplendor en otras épocas pero, este día, nos será útil para otra cosa.

— ¿No te sientes sola en este sitio?

Ella iba delante de él, por lo que Harry pudo notar sus hombros tensos ante esa pregunta. Sin embargo, cuando habló, su voz sonó monótona.

—No tengo tiempo para sentirme sola—respondió.

Athena abrió una gran puerta e inmediatamente las luces que colgaban del techo se encendieron, mostrándole a Harry la maravilla arquitectónica que tenía delante de él. Aturdido, dio un paso hacia el interior, viendo el majestuoso salón que podía compararse en tamaño con el mismísimo Gran Salón de Hogwarts. Las paredes estaban pintadas de un rojo oscuro y tenían detalles tallados en color dorado que Harry sospechó que era oro. Sus ojos se deslizaron por todo el lugar, incapaz de detenerse, hasta llegar al mismísimo techo. Más allá de los dos grandes candelabros que colgaban pudo ver que el techo estaba pintado con cientos de detalles que parecían contar una historia. Había tanto que mirar que no podía decidirse qué observar primero. Había toda clase de seres mágicos, desde sirenas hasta dragones, había un bosque, y un cielo resplandeciente y todo se movía. Era como las pinturas mágicas que colgaban de las paredes del castillo.

— ¿Esa es la espada de Godric Gryffindor?—inquirió anonadado, viendo que un mago empuñaba dicha arma.

Athena siguió su mirada.

—Lo es y ese es Gryffindor—le aseguró—y allí está Slytherin con el relicario, allá Rowena con su diadema y por ese lado, está Helga con la Copa.

Los cuatro fundadores estaban distribuidos en cada esquina del salón, cada uno moviéndose a su propio compás.

— ¿Cómo es que…? ¿Cómo es que tienes pinturas de esto?

—Hermione creyó que esta era una forma de honrar a los fundadores, no sólo por construir Hogwarts sino también por todo lo que hicieron por ella.

— ¿Estás queriendo decirme que esta casa era de Hermione?

—De Hermione y de Merlín, en realidad—aclaró con liviandad, como si no fuera demasiado importante lo que estaba contando—. Según lo que me dijo mi madre, a quien le dijo su madre y así sigue…—hizo un gesto con la mano para darle a entender que la historia había pasado de generación en generación— Este era un pequeño castillo que construyeron Merlín y Hermione años después de casarse. Ellos vivían en Camelot, con el rey Arturo, pero de vez en cuando se tomaban su tiempo lejos de la corte.

La expresión de Harry era de pura incredulidad.

—No lo puedo creer—murmuró.

—Te dije que este sitio es mucho más antiguo y grande de lo que parece—le recordó—. Ha tenido muchas modificaciones a lo largo de tiempo y tiene una carga mágica impresionante.

Harry aún estaba perdido en el estupor. Ahora no podía pensar en otra cosa más que en Hermione caminando por esos pasillos, en ella bailando en aquel salón, sonriendo, riendo, abrazando a sus hijos… viviendo su vida tan lejos de él. ¿Ella lo extrañaría aunque sea un poquito?

— ¿Podemos continuar?

La pregunta de Athena hizo que saliera bruscamente de sus pensamientos. Asintió con prisa y se dejó guiar hasta el centro de la sala.

—He escrito las runas en el mismo orden en que me las dio Alek—ella señaló los dibujos que había hecho con pintura blanca en el suelo de lustrosa madera—y memoricé el hechizo que debo decir.

— ¿Por qué no puedo decirlo yo?

—No tienes el poder suficiente—respondió simplemente.

— ¿Por qué crees eso? Soy tan capaz como tú o cualquier otro mago—aseguró, sintiendo que su orgullo estaba siendo herido.

—No te ofendas, Potter, no dudo de tus capacidades mágicas ¡Derrotaste a Voldemort, por Circe!—exclamó—. Simplemente esta es magia muy avanzada y arcaica, tanto que el hechizo ni siquiera está en latín, sino en un idioma más antiguo. No quiero vanagloriarme pero te aseguro que no por nada soy la descendiente de Merlín. Tengo un núcleo mágico más poderoso que el de la mayoría de los magos y he pasado toda mi vida estudiando la magia. Soy yo la que debe hacer esto.

Harry ya había oído ciertos comentarios de ella y la había visto realizar hechizos sin necesidad de una varita pero nunca antes se había detenido a pensar cuán realmente importante era Athena Drachen. Su mente se había empeñado en verla simplemente como un medio por el cual podía llegar a Hermione, sin pensar demasiado que en sus venas corría la misma sangre que la del famoso Merlín, el mago más poderoso de todos los tiempos.

Era todo tan surrealista.

—Está bien—terminó por decir.

Athena lo miró con extrañeza pero no dijo absolutamente nada al respecto de tan inesperada aceptación. Había esperado que quizás él opusiera más resistencia pero no iba a ser tan tonta como para cuestionar su suerte.

— ¿Eres realmente consciente de que estamos por hacer algo que nunca nadie antes ha hecho y que no tenemos la completa seguridad de si va a funcionar?—le preguntó ella.

—Sí—Harry ya lo había pensado demasiado— ¿Comenzamos?

—Sí, sólo comprobaba que estabas al tanto de lo peligroso que es esto. ¡Oh!—exclamó de repente— Espera un segundo.

Harry la vio salir corriendo de salón, con la falda moviéndose alrededor de sus pies, para volver a los pocos segundos con cierto gato entre sus brazos.

— ¿Crookshanks?—preguntó él con incredulidad— ¿Piensas llevarlo?

—Es el familiar de Hermione, ¿No crees que estará feliz de verlo?—inquirió— Además, estoy segura que Crookshanks es mucho más valioso que cualquier cosa que lleves en tu mochila.

Harry aferró con más fuerza su mochila, casi temiendo que ella hiciera algún tipo de pregunta sobre lo que llevaba en el interior, pero por suerte, no lo hizo. No quería que supiera lo que tenía pensado llevar porque seguramente pondría el grito en el cielo. Claro, tenía algo de oro, comida—aunque envuelta en paquetes de plástico que aún no se habían inventado en la época a la que irían—, una manta y una botella de plástico con agua; pero además de eso llevaba algo que seguramente Athena se lo quitaría si supiera. Por fortuna, había hecho averiguaciones y había descubierto un hechizo para hacer que aquella vieja mochila tuviera el aspecto de los morrales que usaban los viajeros en la Edad Media.

—Tómalo y no lo sueltes por nada—le entregó al gato de su amiga—Comenzaremos.

Harry sostuvo a Crookshanks entre sus brazos mientras seguía con sus ojos atentos a la chica. Ella se paró a frente a él, ambos en el centro, y con un suave movimiento de su mano hizo aparecer un cuenco de piedra lleno de agua cristalina. Lo dejó en medio de ambos pero mojó sus dedos con aquel líquido antes de trazar en la frente de Harry una runa que él no supo reconocer. Repitió el proceso con Crookshanks y con ella misma.

El mago la vio cerrar los ojos suavemente para luego mover sus labios en un cántico ancestral.

Fue mágico.

Literalmente la magia parecía salir como pequeñas gotas doradas de cada uno de los poros de Athena y envolverlos a los tres, creando una especie de cápsula. El corazón de Harry se aceleró cuando notó que las runas que segundos antes habían estado en el suelo parecían elevarse y flotar a su alrededor, cada vez a mayor velocidad. Volvió a mirar a la chica que tenía delante, dispuesto a preguntarle si se suponía que todo estaba saliendo como correspondía, pero se quedó sin habla cuando descubrió que ella se encontraba elevada unos centímetros sobre el suelo, levitando. Sin embargo, lo que más capturó su atención fue que tenía los ojos abiertos pero ya no eran del mismo color azul electrizante que él recordaba muy bien sino de un tono dorado potente que parecía brillar. Era como si la magia la llenara por completo y estuviera buscando un modo de salir de su cuerpo.

Fue en ese mismo momento en que Crookshanks pareció pensar que eso era demasiado para él porque comenzó a removerse en los brazos de Harry y el muchacho tuvo que apretarlo contra su pecho, ganándose unos dolorosos rasguños, en un intento de que no se escapara. Al mismo tiempo todo comenzó a girar más rápido y Athena comenzó a decir el hechizo a mayor.

La adrenalina comenzó a correr por las venas de Harry y un repentino temor lo invadió. ¿Y si algo salía mal? ¿Y si acababan en cualquier otro sitio menos en donde querían? ¿Si iban demasiado atrás en el tiempo o, peor, no lo suficiente, y terminaban nuevamente viviendo alguna de las guerras mágicas? ¿Y si no encontraban a Hermione? ¿O si al hallarla, ella no quería saber nada de él?

Pero de repente todas sus preocupaciones se vieron tiradas a la basura cuando el miedo de morir lo llenó al ver que todo el salón de baile en el que se habían encontrado antes comenzaba a desarmarse delante de sus ojos. El techo parecía caer a una velocidad impresionante sobre sus cabezas pero a pesar de que podía ver los grandes trozos de roca ir hacia ellos, éstos nunca los tocaban o lastimaban. Harry pronto se vio envuelto en una vorágine de acontecimientos y ya no supo dónde mirar o qué pensar. Todo pasaba delante de sus ojos, ¿o retrocedía?, y lo único que era capaz de hacer era sentir que él pronto terminaría deshaciéndose en pedazos también.

Sin embargo, eso no sucedió porque hubo una explosión de magia sorpresivamente y todo lo que pudo oír fue un grito desgarrador proveniente de Athena. La miró de inmediato, viendo su expresión de dolor mientras que se llevaba sus manos a su pecho. Sus ojos ya no eran dorados, sino azules. Y, de repente, ya no flotaba, sino caía. Harry soltó de inmediato a Crookshanks e intentó ir hacia ella para sostenerla pero era incapaz de avanzar y, aunque al principio no lo notó, luego se dio cuenta que él también caía hasta acabar tirado de espaldas en medio de un oscuro bosque. El aire se escapó de sus pulmones cuando golpeó la tierra pero de inmediato se levantó, no sin tener dificultades, cuando escuchó que a su lado la chica gemía de dolor. Por suerte no se encontraba demasiado lejos porque de otro modo la oscuridad de la noche le hubiera impedido poder encontrarla.

— ¿Qué te sucede?—le preguntó con preocupación mientras tanteaba con sus manos sus extremidades en un intento de comprobar que no se hubiera roto ni un hueso— ¿Dónde te duele?

Ella soltó el aire entre sus dientes antes de hablar.

—Mi pecho—jadeó—, apenas puedo respirar.

El sonido dificultoso que hacía con cada inspiración le confirmó a Harry que no mentía. Desesperado, buscó en él su varita sin poder encontrarla. Maldito entre dientes. Intentó invocarla pero tampoco funcionó.

—Maldita sea, no veo nada… ¡Y no encuentro mi varita!

—Sólo—un jadeo ruidoso—… sólo dame… dame… un momento…

Sintiéndose increíblemente impotente, a Harry no le quedó otra opción más que esperar, sosteniéndola contra él mientras que inconscientemente acariciaba su cabello. Athena parecía luchar por cada bocanada de aire pero poco a poco, muy lentamente, pareció recobrar la capacidad de sus pulmones. Ella recostó su cabeza en el pecho de Harry y muy pronto se quedó dormida.

—Me diste un susto de muerte—le dijo Harry cuando Athena abrió los ojos nuevamente.

El sol había comenzado a salir en el horizonte y la luz del amanecer se colaba entre los árboles. Athena se estremeció notablemente cuando sintió el frío del amanecer colándose a través de su ropa pero de inmediato las manos de Harry la apretaron contra él, protegiéndola, mientras subía aún más la manta sobre sus hombros. Sin embargo, inmediatamente se apartó, sintiendo que su contacto quemaba. En sus labios estaba bailando un insulto fuerte pero se contuvo, sabiendo que sonaría demasiado hipócrita después de que él había quedado cuidándola toda la noche mientras ella se recuperaba.

— ¿Estás bien?—le preguntó al chico.

— ¿Yo? Eras tú quien anoche me dio un susto de muerte—Harry se puso de pie y tendió su mano para ayudarla pero ella no la tomó y se levantó por su cuenta, a pesar de que sus piernas temblaban levemente por haber estado dobladas durante horas en la misma posición— ¿Estás bien?

— Perfectamente.

Harry la miró fijamente.

— ¿Realmente? Cuando llegamos no podías respirar.

—Pero ahora ya estoy bien, Potter—le aseguró, intentando mostrarse como fuerte—. No soy de porcelana. Lo que sucedió fue algo que podríamos haber esperado.

— ¿En serio?—inquirió mientras doblaba cuidadosamente la manta con las manos y la colocaba nuevamente dentro de su mochila.

—Sí, fue sólo consecuencia de la gran cantidad de energía que utilicé. Mi núcleo mágico es potente pero viajar siglos en el tiempo no es cosa de todos los días. Estaba agotada pero ya estoy bien—miró a su alrededor con curiosidad— ¿Tienes idea de dónde estamos?

—Tenía la esperanza que pudieras decirme eso tú—le dijo Harry, mirando todo el bosque y viendo sólo árboles y más árboles— ¿Estamos en Camelot?

—Sí.

— ¿Por qué estás tan segura?

—Es algo que simplemente sé—dijo sin querer entrar en detalles—. Lo que podemos hacer mejor es comenzar a andar.

Ella hizo un movimiento seguro con su mano pero nada sucedió. Lo intentó de nuevo, pero obtuvo los mismos resultados.

— ¿Qué demonios sucede?—preguntó con molestia.

— ¿Tampoco puedes hacer magia?—los ojos de Harry la contemplaban con preocupación— Yo intenté encontrar mi varita anoche pero no pude. La invoqué pero es como… como si no sintiera la magia en mí. ¿Se supone que esto debe de suceder así?

—No lo sé.

— ¿Cómo que no lo sabes?

—No sé qué estás pensando, Potter, pero yo te advertí que intentar esta locura sería peligroso. No había nada seguro.

—Sí, pero nunca pensé que no podríamos realizar magia. ¡Estamos en la Edad Media!

— ¡Qué iluminador!—exclamó ella con sarcasmo.

—Quiero decir que no podemos andar indefensos. Yo no sé cómo defenderme con una maldita espada…

—Mira, Potter, en primer lugar, que yo sepa que estamos en Camelot no quiere decir que estamos en el tiempo correcto.

—Aun no entiendo cómo lo sabes…—gruñó entre dientes.

Ella dijo algo por lo bajo que sonó como una maldición dirigida hacia él.

—Lo sé porque puedo sentirlo—dijo con resignación—. Camelot es el sitio en donde mi magia nació, el lugar en el que habitaron mis progenitores y, no lo entenderás, pero puedo sentirlo aquí—señaló su pecho—. Es como si mi magia lo reconociera.

—Pero no puedes realizar magia…

Athena se quedó pensando unos instantes antes de hablar.

—Creo que eso está relacionado al hecho de que no somos de este tiempo.

—Pero Hermione viajó en el tiempo en nuestro tercer año y no se quedó sin magia.

—Pero no fueron siglos, sino horas. Ella existía en ese tiempo. Nosotros no nacimos en esta época—ella se encogió de hombro—. De todos modos, esto es sólo una suposición. La cuestión es que no tenemos magia y eso es lo que nos debe preocupar.

—Eso me preocupa—aseguró Harry con molestia—. ¿Y qué hacemos ahora?

—Caminamos, Potter.

— ¿Hacia dónde?

Athena, si hubiera tenido magia, habría hecho aparecer un mapa que le indicase la dirección correcta pero como no podía no tenían más opción que seguir su instinto. Crookshanks, que hasta ese momento había estado acostado cerca de la base de un árbol, escuchando con aburrimiento toda la conversación, decidió que ese era el momento de intervenir. Se estiró, desperezándose, lanzó un maullido para llamar la atención de la chica y pronto comenzó a caminar.

—Allí—señaló hacia el sol.

— ¿Estás segura?—preguntó Harry mientras veía que ella comenzaba a seguir al gato.

— ¿Prefieres ir en la dirección contraria?—inquirió Athena sin detenerse.

Harry miró hacia atrás y realmente no supo que decir. No encontraba realmente alguna diferencia en cuanto al camino que seguir si de todos modos estaban absurdamente perdidos en quién sabe qué época. Estaba molesto, muy molesto pero no iba a enojarse con Athena porque… bueno, le había advertido de los peligros. Una parte de él se sentía un tanto culpable por haberla puesto en peligro pero la otra no dejaba de decirle que ella misma se lo había buscado al insistir tanto en querer acompañarlo.

—No, vamos por donde indica el gato—dijo con cierto sarcasmo.

—Los Kneazles son criaturas increíblemente inteligentes, Potter, y Crookshanks posee la mitad de esa genética. No cometas el error de subestimarlo.

Caminaron todo el día, siempre siguiendo a Crookshanks. El gato andaba con la cabeza en alto, moviendo la cola con cierta galantería. De vez en cuando se detenía, olfateaba el aire y seguía andando. A veces cambiaba de dirección pero nunca andaba en círculos o parecía estar perdido; por el contrario, el animal parecía saber muy bien a dónde debía dirigirse. Siempre siguiéndolo, no se detuvieron, salvo durante lo que supusieron por la posición del sol era el medio día para comer unas fresas silvestres que Athena pudo identificar. Harry al principio había mirado la fruta con sospechas pero había terminado por aceptarlo cuando su estómago rugió. Luego, siguieron caminando y tan sólo cuando el sol estaba poniéndose dieron con un camino. Fue en este en donde se toparon con un comerciante de telas que estaba viajando, para su fortuna, hacia Camelot y aceptó llevarlos luego de que Athena repitiera la historia que había inventado. Había visto que los ojos de Harry se iban agrandando graciosamente cuando la oyó decir que era su esposo pero por fortuna no abrió la boca y eso fue lo que les permitió ganarse parte de su confianza y así conseguir que los llevara en su carreta.

Athena pensó que ese sería el mejor momento para averiguar si habían caído en el tiempo adecuado.

— ¿Usted cree que será difícil hablar con el rey?

— ¿Quieren una audiencia con Uther?—preguntó sorprendido.

¡Sí, lo habían conseguido!, pensaron ambos con felicidad.

—Sí, una audiencia—ella se prometió recordar utilizar el vocabulario correcto de ahora en más—, con el rey Uther.

—Dudo que esta noche sea posible—dijo el hombre—. Hoy es el cumpleaños de su protegida y hay una gran celebración. No podrán entrar fácilmente al interior del castillo a menos que tenga una buena razón o conozcan a algún guardia.

—Conocemos a Hermione—dijo Harry.

Athena le lanzó una mirada para que cerrara la boca.

— ¡Sí, claro!—exclamó con burla el hombre—. Muchos dicen que Lady Hermione es uno de los seres más bondadosos que existe en el reino pero perdónenme por ponerlo en duda. No la he visto relacionarse mucho con ningún aldeano más allá de sus propios sirvientes.

—Ella no siempre perteneció aquí—insistió el mago—. Hermione es realmente una de las personas más buenas que he conocido.

Athena parecía querer acercar sus manos a su cuello y estrangularlo en cualquier momento pero él no iba a permitir que alguien hablase mal de su amiga.

—Sí, todos conocen esa historia de la princesa. Raptada por una bruja por muchos años hasta que apareció nuevamente y el rey la reconoció. Dicen que antes vivió en una aldea de otro reino y que eso la llenó de humildad… pero yo la he visto un par de veces y no he dejado de notar los costosos vestidos y las joyas de oro y plata. Se ha vuelto uno de ellos.

—Si tanto le disgusta el reino, ¿Por qué sigue comerciando con él?—quiso saber Athena.

—No me molesta el reino, me molesta sus monarcas—replicó con un gruñido—o, más bien, la mentalidad que éstos tienen.

Athena se dio cuenta que las manos apretaban con mayor fuerza las riendas del carro con más fuerza y de inmediato lo supo. Había detectado algo en él al verlo por primera vez pero había sido tan débil que no había podido asegurarlo. Pero ahora sí, su rabia hacia el reino había conseguido que la magia que poseía aquel hombre bullera en su interior, haciéndolo más claro para ella. Quiso decirle que Hermione no tenía los mismos ideales que su padre pero sabía que no podía hacerlo. Lo mejor que podían hacer en ese momento era pasar desapercibidos para la mayoría de las personas, no sólo por ellos sino también por la princesa… al menos, de momento, porque ella sabía muy bien que luego las cosas se complicarían demasiado para ambos.

Luego de eso, Athena dirigió la conversación a temas más neutrales como el clima y las buenas cosechas, interrumpiendo a Harry cada vez que él quería abrir la boca. No quería arriesgarse y que dijera algo imprudente.

El hombre los bajó en una posada, aconsejándoles que esa noche la pasaran allí y que luego se ocupasen de intentar hablar con el rey pero ella ni Harry pensaban aguardar por más tiempo. Ambos estaban preocupados por el hecho de no poder hacer magia y querían saber cuál sería la opinión de Hermione al respecto. Así que tras despedirse de él y agradecerles por el viaje, se dirigieron a pie al castillo, con Crookshanks acurrucado en los brazos de ella.

Athena era consciente de que no podían entrar y simplemente pedir por ella, pero por fortuna, sabía a quién buscar. Hermione se lo había dicho en sus diarios.


Buenas... ¿Qué les pareció este capítulo? Finalmente Harry ha viajado al pasado y está a segundos de encontrarse con Hermione. ¿Qué creen que sucederá cuando estén el uno frente al otro?

Adelanto del siguiente capítulo:

—He hecho todo lo que he podido—le aseguró en galeno—. Puedo sanar su piel pero su cráneo… su cráneo está roto. Está sangrando por dentro.

Esas palabras fueron como un balde de agua helada para ella. A pesar de que había considerado a Morgana una traidora estos últimos tiempos, no había sido así al principio y, secretamente, había tenido la esperanza de que la situación cambiara. O, al menos, de retrasar un poco más lo inevitable.