Marianagmt, gracias por el constante apoyo que me das a a hora de escribir esta historia.


Milagros: Hola, gracias por seguir esta historia. Sí, estoy subiéndola a wattpad así que la que viste seguramente es mía... espero, jejeje...

Jane: ¡Ahora lo continúo! Estoy intentando actualizar seguido pero últimamente he estado demasiado ocupada y no he logrado escribir ni una sola palabra decente. Pero en cuanto me quede tiempo libre y termine con los exámenes voy a ponerme en ello.


Ninguno de los personajes me Pertenece, salvo Aquellos Cuyos nombres no Reconocer Sepan.


LA LLEGADA DE HARRY POTTER

Hermione no estaba completamente segura de qué había pasado durante el banquete pero lo que fuera había afectado a Merlín al punto de que nuevamente estaba evitándola. Luego de que terminara la cena, lo había buscado pero no lo había encontrado por ningún lado. Incluso Gaius no supo darle una respuesta y, por unos momentos, temieron que se hubiese vuelto a meter en problemas.

—No te alteres, Hermione—intentó tranquilizarla el galeno—, seguramente está con Arturo.

—No, ya fui a buscarlo. Arturo duerme.

— ¿Tu hermano no lo habrá mandado a realizar alguna tarea?

—No lo sé…—pensó unos segundos— aunque realmente lo dudo.

—Muchas veces lo ha hecho trabajar hasta tarde—le recordó.

—Sí, pero no los días de celebración. Hoy las tareas de Merlín estaban enfocadas simplemente en el banquete de Morgana, cuando éste terminaba, estaba libre—comenzó a caminar de un lado para el otro— ¿A caso esto tendrá algo que ver con lo que no me dijo?—notó que Gaius desviaba su mirada rápidamente— ¿Tú lo sabes?

—No sé de qué hablas—mintió el anciano.

— ¡Oh, por Circe! ¡Lo sabes!—lo acusó— ¿Quieres decirme de qué demonios se trata todo esto? ¿Por qué Merlín estuvo actuando de manera extraña desde que volvió de aquel viaje de caza con Arturo?

—Te juro, Hermione que no sé…

Un golpe en la puerta le impidió seguir mintiendo. El anciano se encaminó hacia ella, pensando enquién podría llegar a ser a esa hora de la noche. Abrió y se encontró con la cara de Sir León. Detrás de él estaban dos personas que nunca antes había visto. Una mujer de cabello oscuro y vestimenta simple que, por alguna razón, le parecía extrañamente familiar; y un hombre de lentes y cabello alborotado que parecía un tanto desesperado.

— ¿Puedo ayudarlos?

—Han pedido hablar con urgencia contigo. Ella dijo que te conoce—señaló a la chica.

Gaius la volvió a mirar con atención, intentando hacer todo lo posible por descubrir dónde podría haberla visto antes pero no lo consiguió. La joven mujer llevaba en sus brazos un horrible gato que le lanzó una mirada de aburrimiento.

—Pero yo no los conozco—dijo.

León rápidamente se puso tenso ante esto.

—Conocemos a Lady Hermione—la chica habló con prisa—. Nos dijeron que hoy era el cumpleaños de la protegida del rey y que la princesa no nos podría recibir, por eso pensé que quizás usted podría ayudarnos.

Hermione se acercó a la puerta al oír su nombre para ver quiénes podrían estar buscándola pero no pudo dar nada más que una mirada a la chica porque sus ojos estaban puesto en nadie más que en el joven que la acompañaba.

— ¡¿Harry?!

El muchacho casi corrió hacia ella pero en cuanto hizo el primer movimiento, la espada de Sir León estaba justo a la altura de su cuello, presionando el filo contra su piel. Si hacía un solo movimiento más, al caballero no le costaría nada asesinarlo.

— ¡León, no!—gritó Hermione— Harry es mi amigo. Juro que no representa ninguna amenaza.

El hombre miró a Harry, amenazándolo en silencio, tardando unos instantes eternos antes de hacer un movimiento con su espada para liberarlo pero aún así el chico se quedó en su sitio, simplemente contemplándola con los ojos abiertos inmensamente.

Harry había realizado aquel viaje a través del tiempo queriendo encontrarla pero siempre había mantenido sus esperanzas al mínimo por si aquella locura fallaba. Desde que habían aparecido en aquel bosque, su corazón acelerado no se había querido arriesgar a tener fe y evitó pensar que Hermione, su Hermione, realmente estaría allí… pero allí estaba, usando un impresionante vestido, con el cabello rizado mucho más largo y unos cuantos tonos más claros de lo que recordaba, y unos ojos con iris casi dorados. Eran sus ojos pero no los que él recordaba. Era su mejor amiga pero al mismo tiempo no lo era. Hermione le robaba aliento y él no podía hacer nada más que contemplarla, dándose cuenta finalmente lo inalcanzable que era. ¡Llevaba una corona de oro en su cabeza, por Merlín! ¿Qué más claro mensaje que ese? Su Hermione, su querida Hermione Granger con su sencillez y su uniforme escolar una talla más grande de lo debido ya no existía porque había sido reemplazada por una mujer de impresionante belleza que era, nada más y nada menos, una princesa ¡La princesa de Camelot!

De repente, se sintió un tanto incómodo. Había sido un tonto al ir allí, buscándola como un desesperado porque quería volver a tenerla con él. Se había intentado auto-convencer que aquello sería su cierre pero debía de haber sabido desde un principio que se estaba engañando. Ahora era claro: estar allí significaba que volvería a perderla y eso posiblemente rompería de nuevo su corazón.

Él amaba a Hermione pero ahora se daba cuenta que ella, sin saberlo y sin quererlo, le causaba demasiado daño. Aún así, cuando ella corrió hacia él y lo envolvió un abrazo desesperado y repitió su nombre una y otra vez con un susurro, no pudo apartarla. Por el contrario, la abrazó con más fuerza, la elevó en el aire y la hizo girar, riendo y sintiéndose el hombre más feliz del mundo a pesar de que sabía que pronto tendría que volver a despedirse de ella.

León se aclaró ruidosamente la garganta mientras le daba una mirada represora a la pareja.

—Mi lady—la llamó.

Hermione se apartó de Harry pero era incapaz de dejar de sonreír.

— ¡Oh, no tienes que preocuparte!—le aseguró al caballero—Harry es un viejo amigo del pueblo en el que yo vivía antes.

Los ojos del hombre contemplaron con curiosidad al chico pero finalmente asintió, aceptando las palabras de la princesa porque era poco común que ella hablara sobre su vida de antes de llegar a Camelot y si lo había hecho ahora era porque ese muchachito era importante. Sólo esperaba que no causara ningún tipo de problemas.

—Entiendo ¿Quiere que despierte a su padre para anunciar que tiene visitas?

—No será eso necesario—aseguró Hermione con prisa—, mañana se lo diré yo. Gracias por traerlos hasta aquí. Ya puedes retirarte.

León hizo una reverencia y luego se marchó. Cuando todos estuvieron dentro, Gaius cerró la puerta, pensando que quizás esta sería una conversación que debería de suceder en privado. Sin embargo, él era aún inconsciente de la enormidad de los hechos que iba a oír.

— Bueno, esto salió mucho mejor de lo que esperaba—comentó la chica.

Hermione puso su atención en ella por primera vez y sus ojos se agrandaron graciosamente al sentir cierta familiaridad con ella aunque no estaba segura de porqué ya que no recordaba haberla visto nunca antes. Era una chica linda, de ojos azules y cabello negro pero lo que más capturaba su atención era la increíble potencia de su magia que, aunque no se comparaba con la de Merlín, era increíblemente fuerte. Justo en ese momento una mancha peluda saltó de los brazos de ella hacia los pies de Hermione para comenzar a fregarse por las piernas de la princesa mientras todo el cuerpo comenzaba a vibrar en un ronroneo de reconocimiento.

— ¡Crookshanks!

Hermione se inclinó para recoger a su querida mascota, llevándola a su pecho mientras la mantenía firmemente rodeada con sus brazos. Había pensado que nunca más volvería a verlo y ahora que lo tenía fregando su cabecita peluda contra su mejilla se daba cuenta de cuánto lo había echado de menos. Y él parecía que también la había extrañado.

Alzó la mirada hacia su amigo y la chica, dándose cuenta que ambos la miraban fijamente. Harry con una especie de fascinación y ella con clara curiosidad.

—Perdóname, pero me temo que no nos hemos conocido antes—dijo Hermione a la joven, con la formalidad que estaba acostumbrada a usar cuando tenía visitas—. Me llamo Hermione Pendragon y soy…

—Athena sabe demasiado bien quién eres, Hermione—la interrumpió Harry.

— ¿En serio?

—Sí, soy tu tátara-tátara-tátara nieta—se encogió de hombros—o algo así. Realmente no tiene demasiada importancia la cantidad de parientes que hay entre nosotras.

Hermione se quedó completamente estática al oír eso y tardó un largo tiempo en reaccionar.

— ¿Disculpa? ¿Qué acabas de decir?—cuestionó Gaius.

La princesa miró al anciano con los ojos bien abiertos. Se había olvidado de que también estaba allí y de que él no tenía idea alguna de que ella venía del futuro. Lo miró fijamente por unos instantes, sabiendo que tenía que tomar una decisión rápidamente.

—Gaius—lo llamó—, el único que sabe la verdad sobre el sitio en el que viví esos años en que estuve lejos de Camelot es Merlín por lo que te pido que me prometas que lo que escucharás y te enterarás ahora no se le dirás a nadie, ni a Arturo y aún menos a mi padre.

El anciano estaba demasiado sorprendido por tanto secretismo pero aún así asintió.

—Te lo prometo.

—Déjame hablar con ellos y luego responderé cualquier pregunta que tengas—le aseguró antes de volverse nuevamente hacia la chica— ¿Cómo es eso que eres mi descendiente?

—Es una historia muy larga—ella rodó sus ojos—, y puedo contártela pero sólo a ti—lanzó una mirada de soslayo a los dos hombres que estaban con ellas—. Hay cosas que nadie más puede saber.

Hermione asintió e hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para no obligarla a hablar en ese mismo instante. Dejó a Crookshanks en el suelo para ir a preparar algo de té. Estaba colocando el agua sobre el fuego cuando el galeno la interrumpió, pidiéndole que lo dejase a él hacer aquello para que ella se encargara de las visitas. Sin embargo, cuando Hermione estuvo con las manos libres, no podía hacer más que mirar con molestia a ese par.

—No puedo creer que estén aquí—les dijo con seriedad— ¿Cómo se supone que hicieron para llegar a ésta época? ¿Se dan cuenta de lo riesgoso que fue hacer un viaje como este? ¡Podrían meterse en muchos problemas! No sé si lo sepan pero mi padre no acepta la magia y si descubre que ustedes dos son hechiceros los matará.

Gaius les lanzó una mirada desde donde estaba preparando el té.

— ¿Cómo sabías que soy una bruja?—inquirió Athena.

—Pudo sentir tu magia.

— ¿Cómo puedes hacer eso si ni yo la siento? Potter y yo intentamos hacer magia en cuanto llegamos pero fue imposible.

—A mí me sucedió lo mismo pero no sé si será por las mismas razones—les indicó uno de los bancos—. Siéntense—les ordenó— porque quiero saber cómo hicieron para viajar a través del tiempo y llegar hasta aquí… y por qué, si se supone que estoy muerta en esa época.

Ambos se sentaron. Gaius les dejó una taza de té humeante delante de cada uno, mientras él también se sentaba, algo alejado pero atento para escuchar toda la conversación y no perderse ningún detalle.

—Beban—les ordenó Hermione—. Estoy segura que deben estar cansados pero debo saber qué demonios hacen aquí.

—Ese no es el vocabulario que debe tener una princesa—la reprendió suavemente Harry, con una sonrisa burlona en sus labios.

— ¡Cállate, Harry!—lo reprendió y el chico borró su sonrisa de inmediato— Estoy feliz de verte. De hecho, hace mucho tiempo vengo pensando en comunicarme contigo de algún modo para hacerte saber que estoy bien… ¡Pero nunca me esperé esto! ¡No de ti, Harry!

—Pero yo quería verte…

— ¿Verme?—preguntó con incredulidad— ¡Se supone que estoy muerta en tu época!

Harry no pudo evitar sentirse molesto por el regaño, y aún más por las palabras duras que ella había utilizado. Hermione parecía no entender.

—Yo sabía que no lo estabas—la contradijo.

—No, no lo sabías—intervino Athena—. Creías que estaba muerta y te estabas volviendo completamente loco por eso.

Harry le lanzó una mala mirada a la chica, queriendo más que nunca que cerrara la boca.

— ¡Oh, Harry!—exclamó Hermione yendo hacia él para envolverlo suavemente en un abrazo— Lamento mucho que las cosas hayan sido tan duras para ti.

El chico bajó la mirada hacia la taza que sostenía en sus manos pero que aún no había tocado.

— ¿Cómo esperabas que no sufriese si sentía que te había perdido para siempre?

Lo peor de todo era que ya la había perdido, incluso si aún no lo había hecho.

Los brazos de Hermione apretaron con más fuerzas pero eso no lo hizo sentir mejor. Aún así, no quería demostrarle lo vulnerable que lo hacía sentir, por lo que procedió a contarle cómo había llegado a averiguar que ella estaba viva. Desde el momento en que comenzó a limpiar su hogar y decidió donar sus libros a la biblioteca de Hogwarts hasta que encontró aquel tomo de Hogwarts a través de la historia que le resultó demasiado familiar. Mencionó la carta pero no dio demasiados detalles de ella, simplemente le dijo que su nombre aparecía y que eso lo había llevado a la investigación que había terminado en la casa de Athena.

—Creo que eso es suficiente por ahora—dijo la chica, hablando por primera vez desde que Harry había comenzado—. El resto de la historia debo contársela yo, pero, como dije, no quiero que nadie más oiga.

— ¿Por qué no?—preguntó ofendido Harry—Yo sé todo lo que sucedió después.

—Sabes parte de lo que sucedió—corrigió Athena—. Hay cosas que no son para oídos de cualquiera…

Harry estaba por abrir la boca para protestar pero Hermione decidió que sería inteligente no dejarlo.

—Entiendo—dijo ella aunque realmente no lo hacía—. Creo que ya los he mantenido demasiado tiempo despierto. Es demasiado tarde. Lo mejor que pueden hacer ahora es descansar. Mañana podremos seguir hablando y quizás averigüemos el motivo por el cual no pueden hacer magia. Ahora, síganme.

Ambos se pusieron de pie y se dispusieron a seguirla pero antes de salir de allí, Hermione se detuvo y volteó el rostro hacia el anciano.

—Gaius, enseguida vuelvo.

El anciano asintió en silencio, sabiendo que tendría que hablar unas cuantas cosas con ella. Cuando ellos salieron, Crookshanks no tardó en seguirlos. Ahora que había encontrado a su dueña, no pensaba separarse demasiado tiempo de ella.

Gwen miró con una sonrisa a Morgana.

La protegida del rey estaba sentada frente al espejo, observando largamente los regalos que había recibido ese día; más específicamente, sus ojos no dejaban de mirar la daga que le había dado Arturo.

—Tiene unos obsequios preciosos—le dijo, ganándose una sonrisa de parte de la joven—. Más que nada, cepillos—señaló con cierta diversión la nueva colección que estaba armando.

—No sé si debo tomarlo como un insulto porque consideran que me hacen falta o si simplemente son el típico regalo estereotipado que se le dan a las mujeres—comentó Morgana.

—Bueno, cualquiera sea el caso, aquí tiene un espejo muy hermoso con el que hacen juego—se lo mostró mientras ella leía la tarjeta— ¿Quién es el rey… Gremoaus?

Los ojos de Morgana se abrieron rápidamente al reconocer la caligrafía pero intentó disimularlo rápidamente, soltando una leve risa.

—Al menos, él no cree que mi cabello necesita cepillarse—dijo con tono de burla.

Gwen era casi incapaz de sacar sus ojos de aquel espejo tallado que sostenía.

—Es tan bonito.

Morgana supo que debía de quitárselo de las manos de inmediato. Tomó uno de los tantos pañuelos bordados que había recibido ese día y se lo tendió.

—Ten—se lo ofreció—, toma esto. Quiero que lo tengas.

Gwen dejó el espejo a un lado, olvidándose de él mientras miraba con incredulidad a la joven mujer.

— ¿Yo? ¡No!

—Es un agradecimiento—insistió Morgana.

Gwen lo tomó cuidadosamente, sabiendo que aquel objeto era una de las cosas más valiosas que posiblemente poseería. Se lo agradeció suavemente y luego de terminar sus tareas, se marchó a su casa.

Cuando Morgana se quedó sola, tomó rápidamente el espejo de mano que Gwen había sostenido momentos atrás e hizo que su aliento empañara el cristal donde su imagen se reflejaba.

Hermana:

Ven al Bosque Oscuro a media noche.

Morgause.

Morgana sonrió sin poder evitarlo. Desde hacía mucho tiempo que quería ver a su hermana pero por diversas razones no había podido hacerlo. Rápidamente buscó un vestido que fuera sencillo de colocarse por su cuenta y se vistió. Tomó su capa y, tras comprobar la hora, se dirigió a la puerta. Sin embargo, antes de abrirla se detuvo y sus ojos se dirigieron nuevamente hacia su tocador, donde descansaba la pequeña bolsita con el obsequio de Hermione en el interior. No podía evitar pensar que esa era una de las cosas más hermosas que había recibido hoy, y realmente había recibido todo tipo de costosas joyas. Sin embargo, aquel collar tenía magia.

Caminó de regreso y lo sacó, volviendo a mirarlo fijamente. Era un cristal mágico que nuevamente estaba cambiando de un tono dorado a naranja para luego, muy lentamente, cambiar a rojo.

¿Cómo es que Hermione había conseguido aquello? ¿Y por qué se lo había dado? Ella sabía muy bien que Hermione no era igual a su padre, pero tampoco había mostrado abiertamente su pensamiento o había confrontado con dureza a su padre con respecto a la magia.

Por unos segundos pensó con diversión en qué pensaría Uther de su preciosa hija si ella iba a verlo en ese mismo instante y le mostraba lo que le había regalado. Seguramente la obligaría a hablar y la castigaría duramente, sintiéndose decepcionado que una persona tan cercana a él lo hubiese traicionado de ese modo. Sin embargo, a pesar de que en otro momento le hubiese gustado, en ese instante se sintió incapaz de hacer tal cosa. Que Hermione Pendragon le hubiese obsequiado aquello la había… conmovido.

Suspiró con cierto cansancio. Sería mejor que se pusiera en marcha porque sino su hermana se cansaría de esperarla. Colocó nuevamente el collar en la bolsita y la guardó con cuidado en un sitio que esperaba que nadie encontrase. Luego, se dispuso a salir.

Merlín no iba a dar marcha atrás. Iba a permanecer vigilándola día y noche si hiciera falta porque estaba completamente seguro de que las cosas que había visto en la cueva de Cristal estaban pasando. ¿Por qué, de otro modo, habría Morgana recibido justo ese noche, la daga con la que la había visto asesinar al rey? Todo había estado pasando delante de sus ojos pero él había sido un tonto y se había dejado convencer por Gaius de que no debía preocuparse.

Pero ahora lo sabía.

Debía de detener a Morgana, costase lo que costase. Por ese motivo era que se encontraba oculto detrás de una cortina, viendo la entrada de sus cámaras privadas por un pequeño espacio, esperando el momento en que ella saliera… No sabía cuándo sucedería, pero estaba dispuesto a pasar toda la noche allí si hiciera falta e incluso todas las noches que siguieran.

Primero salió Gwen y él adivinó que se dirigía a su casa, dando por finalizada su jornada. Esperó un poco más y por un instante pensó que no sería esa noche pero luego vio, vestida tal como en la imagen que se le presentó en la cueva. Merlín contuvo el aliento al verla colocarse en el cinturón que pendía de sus caderas la daga que Arturo le había obsequiado. Por unos eternos segundos no pudo hacer más que quedarse de piedra, viéndola alejarse con la capa ondeando detrás de ella, pero finalmente pudo reaccionar y en cuando ella estuvo lo suficientemente lejos como para no verlo, se dispuso a seguirla.

Mientras iba tras ella, casi podía ver reproducirse en su mente todo lo que había visto antes. Ella iría hacia el final del pasillo, doblaría en la esquila y se dirigiría a las cámaras privadas del rey para matarlo ¡Pero él no podía permitir que eso sucediera!

Por eso, cuando ella dobló en la esquina, antes de que pudiera llegar a la puerta, hizo que ésta se cerrara de repente y que el candelabro encendido que iluminaba aquel pasillo fuera hacia ella.

Morgana saltó hacia atrás, soltando un grito del susto. Sus pies se enredaron con la falda de su vestido y antes de poder darse cuenta de lo que sucedía, había pisado el primer escalón de una escalera lateral que descendía hacia las mazmorras. La chica agitó los brazos en un intento de aferrarse a algo pero fue inútil y terminó rodando escaleras abajo, golpeándose duramente la cabeza y quedando inconsciente.

— ¡No!

Merlín corrió hacia allí de inmediato y su corazón casi dejó de latir cuando la vio en la base, con sangre corriendo por su frente.

—Sé que estas no son las mejores cámaras de Camelot pero es todo lo que soy capaz de ofrecerles sin tener que despertar a alguien—les dijo Hermione mientras les abría la puerta de uno de los cuartos vacíos para los sirvientes—. Pero tiene todo lo que necesitan: dos camas, un armario, una pequeña mesa con dos sillas. Incluso una tina.

Harry la escuchó decir aquello con alegría, como si tener una tina para bañarse era algo increíblemente bueno. Después de unos segundos, pensó que quizás así era, teniendo en cuenta en la época en que se encontraba.

—Es más que suficiente—aseguró Athena, sabiendo que esas serían sus habitaciones durante el resto de su estancia.

—Mañana ordenaré a un sirviente que les traiga el desayuno y luego, si quieren, podemos encontrarnos nuevamente para charlar—dijo Hermione—. Me gustaría poder desayunar con ustedes pero me temo que prometí a mi hermano que estaría con él y me esperará.

—Así que Arturo Pendragon es tu hermano…—comentó Harry.

—Es increíble pero es verdad—ella suspiró suavemente, colocando en sus labios una pequeña sonrisa, como si estuviera recordando algo del famoso monarca—. Quizás mañana puedan conocerlo. Mientras tanto, cualquier cosa que necesiten, háganmelo saber.

—Me gustaría que mañana me mostraras dónde se encuentra el mercado—dijo Athena—. Quiero comprar algo más de ropa porque sólo vinimos con lo puesto. No quería arriesgarme a traer más de lo necesario y que no fueran correspondientes a este tiempo.

Hermione asintió.

—Yo me encargaré de eso—les prometió—. Los dejaré descasar.

Hermione dio media vuelta, dispuesta a marcharse, pero justo en ese momento Ingrid apareció corriendo, con los ojos abiertos como platos llenos de terror.

— ¡Oh, mi lady!—exclamó al verla, casi llorando— Gracias a Dios pude encontrarla. ¡Ha sucedido algo terrible!

Athena y Harry intercambiaron una mirada llena de preocupación mientras oían a la doncella explicarse.

—Lady Morgana ha caído por las escaleras del tercer piso y ha quedado inconsciente—tomó la mano de Hermione y comenzó a arrastrarla con ella—. Merlín fue quien la encontró y avisó a Gaius. Arturo la llevó a las cámaras del galeno para que pudiera revisarla.

Hermione corrió tras ella, sin darse cuenta que Harry y Athena iban detrás. Cuando llegaron, vieron que un hombre joven de cabello rubio, musculoso y de ojos claros, salía de la sala. Al verla a la princesa, casi corrió hacia ella, con una expresión preocupada en su rostro.

— ¡Hermione!

Ingrid se movió a un lado para que el príncipe pudiera ir hacia su hermana para abrazarla.

— ¿Qué sucedió?—preguntó ella.

—Yo…—él parecía tener dificultades para hablar—. No lo sé. Merlín llegó corriendo a mi habitación diciendo que Morgana estaba inconsciente. Yo sólo la tomé y la traje aquí.

—Iré a verla.

—Merlín y Gwen están allí dentro, no creo que Gaius quiera tener a alguien más.

—Iré a verla—insistió con rotundidad, sin dejar lugar a discusión.

—Bien, yo iré a avisarle a nuestro padre.

Arturo besó suavemente la frente de su hermana antes de marcharse sin siquiera mirar a las otras personas que estaban con ella. Hermione se volteó hacia ambos.

—Será mejor que vuelvan a sus cuartos—les ordenó—. Este momento no puedo estar con ustedes.

—Hermione, quizás podamos ayudar—intentó convencerla Harry.

—No, lo siento, se tiene que ir—miró a su doncella—. Ingrid, acompáñalos por favor.

La joven asintió y rápidamente les pidió que los siguieran. Ambos lo hicieron pero Harry lanzó una mirada molesta hacia atrás, observándola fijamente mientras la veía atravesar la puerta.

Hermione entró y lo que vio no la hizo sentir mejor. Había esperado que quizás Ingrid estuviera exagerando pero parecía que no había sido así. Su desesperación había sido acorde a la situación. Morgana estaba tendida en la mesa que parecía haber vaciado con prisa e inclinado sobre ella se encontraba Gaius, cosiendo la herida que tenía en su frente. Ella estaba mortalmente pálida y su pecho a penas subía y bajaba en una respiración demasiado pausada.

— ¿Estará bien?

El anciano, Merlín y Gwen casi saltaron al oírla.

—He hecho todo lo que he podido—le aseguró en galeno—. Puedo sanar su piel pero su cráneo… su cráneo está roto. Está sangrando por dentro.

Esas palabras fueron como un balde de agua helada para ella. A pesar de que había considerado a Morgana una traidora estos últimos tiempos, no había sido así al principio y, secretamente, había tenido la esperanza de que la situación cambiara. O, al menos, de retrasar un poco más lo inevitable. Ese había sido el motivo principal que la había llevado a arriesgarse y regalarle para su cumpleaños aquella joya mágica.

Se acercó lentamente a ella, viéndola sin poder creer que se encontraba allí, tendida, muriendo lentamente. Sus labios comenzaron a temblar y no se dio cuenta que había comenzado a llorar sino hasta que Gaius le tendió un pañuelo amarillento y viejo pero limpio. En ese preciso momento, Merlín corrió a su habitación, cerrando de un portazo.

— ¿Pueden vigilarla un momento?—preguntó el anciano, sin dejar de observar en la dirección en la que el mago se había marchado.

—Por supuesto—asintió Gwen.

Gaius fue hacia la puerta y no se molestó en tocar antes de entrar. Simplemente lo hizo y luego cerró tras él. Hermione se sintió peor aún, porque parecía que todo lo que estaba sucediendo la superaba. Primero aparecía Harry, luego Morgana agonizaba y ahora Merlín la dejaba de lado, como si ya no confiara en ella. ¿A caso había hecho algo para molestarlo? ¿Le había dado motivos para que no le contara?

Del otro lado de la puerta, el anciano miraba fijamente a Merlín, quien simplemente estaba sentado en la cama con una expresión llena de culpa en el rostro.

—Tenía que parar el futuro. Tenía que evitar que Morgana asesinase a Uther—le dijo el mago con pesadumbres— pero no quería que fuera de esta forma.

Gaius fue a sentarse a su lado.

—No fue tu culpa, Merlín—le aseguró.

—Sé que he prevenido que suceda algo mucho peor… pero… yo… yo sólo…—le costaba encontrar las palabras—deseo que hubiese sido de otra forma.

Gaius asintió, estando de acuerdo.

—Tienes que decirle a Hermione.

—No, no puedo—la miró con desespero—. Has visto lo mal que se encuentra. Si le llego a decir que yo fui el que le hizo esto a Morgana nunca me perdonará.

—Creo que le causas de más daño con la distancia que le impones—le dijo y luego hizo una leve pausa—. Merlín, tienes que hablar con ella. Algo más sucedió esta noche.

— ¿Qué?

—Alguien de su pasado vino a verla.

— ¿De su pasado? Eso es imposible porque ella es de…—se silenció de repente y sus ojos se abrieron enormemente al comprender.

—Ella es del futuro—dijo Gaius—. Me permitió escuchar la conversación pero no sin antes prometer que no diría nada a nadie. Me advirtió que tú eras el único conocías la verdad.

Merlín no había creído posible que pudiera sentirse peor, pero así fue.

— ¿Por qué, Gaius?—le preguntó con una profunda tristeza— ¿Por qué siempre que intento mejorar las cosas termino empeorándolo?

Harry se levantó de la cama sintiendo que el mal humor se colaba por cada uno de los poros de su piel. La noche anterior, después de que Hermione los había echado sin miramientos, se había acostado a dormir sin probar ni un solo bocado de la rápida cena que le había llevado la mujer aquella, demasiado molesto como para comer. Athena sólo le había lanzado una mirada de molestia y luego había hecho caso omiso a su presencia.

Le hubiera gustado poder dormir porque realmente se había sentido casado después de haber pasado su primera noche en la Edad Media sentado en el frío suelo del bosque y de haber caminado todo el condenado día; pero no lo había conseguido. Al menos no con la profundidad que le hacía falta. Su sueño había sido ligero y se había despertado varias veces durante la noche en cuanto escuchaba el más mínimo sonido y no había podido dejar de pensar en el modo en que se había comportado Hermione… ¿Por qué después de darle la bienvenida con tanta felicidad había cambiado radicalmente de opinión para comenzar a reprenderlo por haber ido allí, como si no fuera nada más que un crío? ¿Por qué no podía seguir feliz y darse cuenta de que todo lo había hecho por ella, porque la amaba?

Había sido un iluso, lo sabía, pero eso no lo hacía sentir menos molesto consigo mismo y con Hermione.

— ¿Seguirás gruñendo entre dientes o comenzarás a prepararte para comenzar el día?

Alzó la vista y vio a Athena sentada frente a la mesa, trenzándose el cabello. Harry notó que no usaba las mismas prendas que el día anterior. El vestido que usaba en ese momento era de color verde y tenía una cinta de color amarilla alrededor de su cintura. Para molestia del chico, ella se veía bien con aquel tono.

— ¿Dónde conseguiste esa ropa?—preguntó— ¿Hermione vino a traértela?

—Buenos días también para ti, Potter—ella puso los ojos en blanco—. Y no, no fue lady Hermione, sino su doncella, Ingrid. Harías bien en recordar dirigirte a la princesa por su título.

—Es Hermione, no estaré llamándola "mi lady"…—se quejó.

—Deberás hacerlo si no quieres que el rey te castigue o el príncipe.

Harry gruñó, llevándose las manos al pelo, sintiendo que su estado de ánimo no hacía más que empeorar.

—Mira, Potter, venir aquí fue tu idea—le dijo Athena con enojo— pero si hubiera sabido que no te abstendrías a las reglas de la época no te abría ayudado… Realmente no te entiendo. Querías verla y comprobar que tu mejor amiga estaba bien, pues aquí estamos y no haces más que refunfuñar como un niño malcriado.

—Ella no es más mi mejor amiga—gruñó—. Viste como me trató anoche, como si no quisiera tenerme aquí. ¡Me retó porque vine a verla! Y luego, simplemente nos echó con esa mujer…

—Esa es su doncella.

— ¡Su doncella! No tienes idea de lo ridículo que suena eso. La Hermione que yo conocí nunca hubiese tolerado eso. ¡Incluso hizo una estúpida organización para liberar a los elfos domésticos!

Athena no pudo evitar sentirse exasperada por todo el dramatismo del chico.

— ¿Por qué no pudiste oírme cuando te lo dije antes? Hermione Granger ha muerto. La que está aquí es Pendragon y ya no tiene diecinueve años, sino veintiuno. Ha pasado muchos años viviendo aquí como para aprender a adaptarse a esta nueva vida, conciliándose con lo que es y con lo que representa. En nuestro tiempo, ella siempre fue una hija de muggles increíblemente inteligente que tan sólo se volvió conocida cuando logró ayudarte a derrotar a Voldemort; aquí, ella era conocida incluso desde el mismo momento en que nació.

Harry no había pensado de ese modo y se dio cuenta de debió de haber sido terriblemente complicado para Hermione adaptarse a esta nueva vida teniendo tantos ojos encima de ella. Él realmente entendía eso de ser "famoso" sin siquiera proponérselo. Sin embargo, aún así, lo que él había pasado no podía compararse con lo de su amiga, porque él sólo había tenido que lidiar con las miradas de los curiosos cuando salía al mundo mágico. Hermione tenía que cargar sobre sus hombros con mucho más porque ella junto con su familia velaban por todo un reino.

— ¿Y qué esperabas que hiciera después de comprender que realmente estabas aquí?—siguió diciendo Athena al ver que él no comentaba nada— ¿Qué siga feliz porque arriesgaste estúpidamente tu vida o que baile de alegría porque ahora estás en un reino donde si descubren que tienes magia, estás condenado a muerte? Y anoche no fue realmente el mejor momento para aparecer y no debimos de seguirla cuando su doncella vino a buscarla. La situación la sobrepasó. Además, ¿qué íbamos a hacer nosotros dos ahí? Simplemente estorbaríamos.

Harry asintió, entendiendo la perspectiva de Athena.

—Aún así, ella se siente tan lejana.

La mirada de Athena se suavizó un poco.

—Lamento que lo sientas así—le dijo lentamente, sin elevar la voz ni hablarle con brusquedad—, pero debes comprender que las cosas son diferentes ahora. Pese a todo, estás aquí y lo que podrías hacer es conocer a esta nueva Hermione durante el tiempo que nos quedemos y tomarte el tiempo de aceptar que, a pesar de que luego no la tendrás en tu vida, eso no querrá decir que la habrás perdido para siempre. Por el contrario, siempre tendrás sus recuerdos. Así, cuando pienses en ella, en vez de sentir ese vacío inmenso, puedas sonreír y alegrarte porque vivió su vida junto a personas que la quisieron muchísimo.

Harry se sorprendió de buena manera. Era increíble el modo en que Athena le había hablado. Lo irónico era que hubiesen tenido que hacer el viaje de sus vidas a través del tiempo para que él pudiera comprender al fin que realmente no habría sido necesario buscar a Hermione. Pero como había dicho su compañera de viaje, ya estaban allí e iba a tomarse el tiempo de conocer a esta nueva Hermione para que cuando llegase el tiempo de marcharse se pudiese despedir de ella, no con un "adiós" definitivo, sino con un "hasta luego".

—Tienes razón—le dijo y colocó su mejor sonrisa mientras se ponía de pie—. Debo prepararme para comenzar este día—miró a su alrededor— ¿Dónde está el baño?

Athena sonrió como lo haría el gato sonriente de Alicia en el País de las Maravillas y Harry, de repente, tuvo un terrible presentimiento.

Hermione sabía que tenía al menos media hora antes de que Ingrid fuera a su cuarto a despertarla para prepararla para enfrentar el día, por lo que sin pensarlo demasiado, sabiendo que debía ocupar cada segundo que tenía, se apareció directamente en las habitaciones de Merlín.

El sonido de la aparición hizo que el mago se sentara bruscamente en su cama, mirándola con los ojos inmensamente abiertos. En cuanto la reconoció, todo su cuerpo pareció encorvarse, como si tuviera que soportar un gran peso, y apartó la vista de su rostro.

Hermione movió su mano hacia la puerta, consiguiendo que esta se trabara y luego lanzó un hechizo insonorizador para impedir que cualquiera que quisiese ir a ver a Morgana pudiese oírlos.

—Supongo que debes de saber qué hago aquí—le dijo ella, acercándose a la cama para sentarse a su lado.

Merlín se tensó al sentirla y se movió unos centímetros lejos de Hermione para evitar tocarla.

—Podría hacer una suposición o dos—murmuró él—. Este no es un buen momento, Hermione.

—Este momento sería tan bueno como cualquier otro—replicó ella con molestia—. No soy tonta, Merlín, desde el momento en que llegaste de la cacería con mi hermano te has estado comportando de un modo extraño y, aunque no sé de qué se trata, entiendo que está relacionado con Morgana.

— ¿Cómo puedes saber eso?

— ¿Cómo? Bueno, digamos que desde el accidente que tuvo no has hecho demasiado para disimular tu reacción. Pareces…—lo miró fijamente, buscando la palabra correcta y, cuando dio con ella, su mente comprendió— culpable. Merlín, tu sabes lo que sucedió, ¿no es cierto?

Merlín alzó la vista hacia ella y no necesitó decirle nada más. Hermione se sentía herida y al mismo tiempo estaba tan confundida. Esta era la segunda vez que Merlín atentaba contra la vida de Morgana y, por las noticias que había dado Gaius el día anterior, parecía que en esta ocasión lo lograría.

— ¿Qué sucedió?—preguntó casi susurrando.

— ¿No estás molesta conmigo?

Sí, lo estaba.

—Primero quiero saber qué sucedió.

Eso sería lo correcto. Merlín no era un asesino y si realmente hubiese querido acabar con la vida de Morgana, estaba segura que se le hubiesen ocurrido otras formas en vez de dejarla morir lentamente con una hemorragia interna en su cabeza. Él no era así de cruel. Debía de haber alguna explicación lógica para todo aquello.

El mago suspiró, sabiendo que había llegado la inevitable hora de confesar.

—Esa mañana cuando nos persiguieron los bandidos, entramos al Valle de los Reyes caídos. Fue ahí donde hirieron a Arturo pero no fue sólo un rasguño. Él estaba muy mal. Intenté curar la herida con magia pero no lo logré y fue entonces cuando apareció Taliesin. Gaius me dijo que era el vidente de los Antiguos Reyes.

—Lo sé, estudié la historia de Camelot incluso desde antes de su fundación—dijo Hermione—. Pero… él está muerto, ¿Cómo es que pudo aparecer ahora?

—No lo sé, simplemente estaba allí. Fue él quien curó a Arturo. Sabía de mí y de ti, nos dijo por nuestros nombres—Hermione comprendió que no se refería a los nombres que todos conocían de ellos— y luego me llevó a aquella maldita cueva de cristal donde me obligó a ver todo esto… yo no quería, pero él insistió.

—Merlín, ¿qué fue lo que viste?

—Vi a Morgana, la vi caminando hacia el cuarto del rey con la daga que le obsequió Arturo para su cumpleaños. ¡Vi como lo asesinaba!—exclamó con desespero— y luego, cuando llegué aquí, todo comenzó a suceder. Gaius intentó convencerme que era sólo una coincidencia pero yo tenía el terrible presentimiento de que no era así. Y anoche, cuando espiaba fuera de su cuarto, la vi salir y dirigirse en dirección del cuarto del rey ¡Te juro por mi vida que yo no quería que algo así sucediera, Hermione! Sólo quería detenerla, pero no de esta forma.

Hermione no podía enfadarse con él por eso, no ahora que sabía la verdad. Podía ver en sus ojos el tormento que padecía al darse cuenta que había hecho mucho daño a Morgana. Ellos podían no estar de acuerdo con el pensamiento de la protegida del rey y verla como una amenaza, pero eso no quería decir que no la quisieran, que no quisiesen que ella fuera consciente de la verdad y de que volviera a ser la misma dulce chica que habían conocido años atrás.

—Gracias por salvar la vida de mi hermano.

—No fui yo quién lo hizo—le recordó— ¿Estás demasiado molesta conmigo?

—Por lo sucedido con Morgana, no, entiendo que fue un accidente—le dijo con sinceridad—. Pero lo que sí me molesta es que no me lo hayas dicho antes, Merlín. Entre los dos podríamos haber evitado esto y encontrado otra manera. ¿Por qué no me lo dijiste, Merlín? ¿Por qué no confiaste en mí?

Él hizo una mueca.

—Por favor, no te enojes conmigo—le rogó—, pero no te lo dije porque… eso no fue lo único que vi en la cueva. Te vi a ti y a Harry, tu amigo… y ahora él está aquí—gruñó con mal humor.

— ¿Cómo sabes que él está aquí?

—Gaius me lo dijo… Sé que me dijiste que no hay nada entre ustedes, que nunca lo hubo pero, entiéndeme, me sentí insignificante. Él es de tu pasado, él es una de las personas que más quieres. Han vivido muchas cosas juntos ¿Y quién soy yo? Un simple sirviente.

—Por favor, Merlín, no vuelvas con tus complejos de inferioridad—le pidió ella con molestia—. Eres un sirviente, sí, pero eres la persona a la que amo. No importa si Harry está aquí ahora, él se marchará y yo me quedaré contigo.

—Sí, él se marchará y a ti no te quedará otra opción más que quedarte conmigo—dijo malhumorado.

— ¿Realmente crees que no tengo opción? Si no quisiera estar más contigo, créeme, serías el primero en saberlo porque no te engañaría de ese modo. Además, ambos ya somos adultos y es el momento de comportarnos adecuadamente, no necesitamos estos celos ridículos de por medio.

Merlín suspiró. Hermione tenía razón. Debía de aprender a confiar más en ella y en sus sentimientos. Sin embargo, no podía dejar de sentir que nunca ocuparía el lugar que Harry tenía en su corazón. Le llevaría un tiempo convencerse de que eso, de hecho, no era realmente necesario.

—He estado comportándome como un idiota—suspiró.

—Bueno, si le preguntas a mi hermano, él dirá que es algo común en ti.

Él sonrió levemente.

—Yo podría decir lo mismo de él.

—Y yo podría decir que ambos son unos imbéciles a veces—replicó ella sonriendo pero pronto se puso seria—. Ahora que hemos aclarado ese punto, creo que debemos encontrar el modo de salvar a Morgana. Su tiempo de morir no es este.

— ¿Qué piensas hacer?

—Aún no lo sé. No conozco los hechizos necesarios pero creo que puedo crear algún tipo de pócima que…

La puerta de la entrada a las cámaras se abrió de repente. Hermione y Merlín se quedaron estáticos, escuchando desde el interior.

— ¿Hay alguna mejora?—se oyó.

—Es mi padre—dijo Hermione por lo bajo, olvidándose durante unos segundos de que había colocado un hechizo y que nadie podía oírlos allí dentro.

—Lo siento, mi lord, pero me temo que no—respondió el galeno.

La noche anterior se había improvisado una cama en las salas del médico para colocar a Morgana y darle todas las atenciones necesarias. Se oyeron pasos y ambos asumieron que el rey estaba acercándose a la chica.

—No puedo verla morir, Gaius—le dijo el monarca con la voz quebrada por el desespero.

—Ojalá hubiera algo que yo pudiera hacer…

—No—Uther lo detuvo—. Tú no lo entiendes. No puedo perderla. No importa lo que ocurra, no puede morir.

—Haré todo lo que pueda, señor, pero…

—No, Gaius—lo interrumpió nuevamente—. Cualquier cosa que necesites, cualquiera. No importa lo que sea. Debes salvarla.

Hermione no podía creer que su padre estuviese sugiriendo tal cosa. No obstante, el galeno no parecía captar la indirecta o quizás, como ella, no quería creer que fuera posible.

—Si supiera de alguna forma...—comentó el anciano.

—No me entiendes, Gaius—el rey estaba cada vez más desesperado—. Cúrala, no me importa qué remedios utilices. En estos libros debe de haber algo. Algo de la Antigua Religión…

A su lado, Merlín dejó salir una exclamación de sorpresa.

— ¿Está sugiriendo…?

—Hechicería, sí—completó el rey, siendo brutalmente sincero.

—Sé que ella es muy querida para usted, sire—comenzó a decir el anciano—, pero seguramente usted no va a arriesgar todo por Morgana.

—Gaius, tú no lo entiendes. Hay algo que tendría que saber. Algo que no le he dicho a nadie—hizo una pausa y Hermione sintió que un frío escalofriante corría por su espalda, al adivinar lo que su padre estaba por decirle—Morgana es mi hija.

Si antes Merlín había estado sorprendido porque el rey estaba dispuesto a usar magia, ahora se había quedado de piedra.

—Fue en el tiempo en que Gorlois estaba combatiendo en las planicies del Norte. Su madre…—contempló a Morgana— Vivian… creció sola, y yo… había perdido a mi esposa hacía poco… estaba confundido, lleno de dolor…

—Lo entiendo, señor.

Un largo silencio se estableció en el que nadie dijo absolutamente nada porque estaban procesando lo que se acababa de decir.

—He dicho suficiente—la voz del rey había vuelto a ser seria y casi fría—. La gente no puede saber nunca quién es en realidad Morgana, por el bien de Arturo y Hermione.

—Le aseguro, sire, que su secreto está a salvo conmigo.

Hermione se apartó de Merlín y, sin decirle absolutamente nada, se apareció delante de la puerta de entrada de las cámaras del galeno, casi sin pensar en que alguien podría verla. Cuando su padre salió y se encontró con ella, supo de inmediato que había oído cada palabra. Avergonzado, bajó la vista al suelo.

—Estarías dispuesto a hacer lo que fuera por ella—le dijo Hermione sintiendo que su corazón dolía—, incluso utilizar magia.

—Hermione, por favor…

— ¡¿Por favor qué?!—le preguntó casi gritando— ¿"Por favor, olvida que te entregué al nacer porque sospechaba que tenías magia"? ¿O prefieres "Por favor, olvida que dije que tienes una hermana que quiero más que a ti"? No eres más que un maldito hipócrita.

Él intentó dar un paso hacia ella, pero Hermione retrocedió de inmediato, evitando que la tocara.

—Hermione, te amo. No la quiero más a ella que a ti, eso es ridículo.

—Aún así no quita el hecho de que harías cualquier cosa por Morgana y que a mí me entregaste sin miramientos.

—Esas circunstancias eran diferentes.

— ¿Y si ahora hubiésemos invertido los roles?—le preguntó—Si yo fuera la que estuviera agonizando en aquella camilla, ¿le rogarías también a Gaius que me salve con cualquier medio?—El rey no respondió de inmediato—Entiendo.

—No, Hermione, no lo haces—le aseguró con cierto desespero—. Morgana, ella es…

—Ahórratelo, padre, no quiero oírte—lo interrumpió y tras dar media vuelta, se alejó de él a toda prisa.


Adelanto del siguiente capítulo:

— ¿Eres el chico de Gaius?

—Él es mi guardián—aclaró.

—Eres como un hijo para él.

—Sí—muchas veces el anciano le había dicho eso.

—Veo la forma en que se preocupa por ti—dijo Uther.

Merlín se quedó en silencio, incapaz de pensar en algo acorde para responder. Era verdad lo que el rey decía, el galeno se preocupaba mucho por él; incluso desde el primer día en que había puesto un pie en Camelot lo había recibido con los brazos abiertos a pesar de lo que él era, brindándole un lugar dónde quedarse y comida. A lo largo de los años eso no había cambiado. Seguía ayudándolo constantemente, dándole consejos, reprendiéndolo si era necesario, protegiéndolo del mismo rey. Pero, por supuesto, eso era algo que no iba a expresar en voz alta.