Matemáticas, Filosofía, Didáctica... Entiéndanme, demasiadas cosas que hacer, poco tiempo. Por eso la tardanza. Me hubiera gustado actualizar muchísimo antes pero no pude. Lo siento.
Milu: Gracias, me alegra saber que piensas que esta historia es linda. Espero que este siguiente capítulo te guste.
UN NUEVO MOTIVO DE VENGANZA
Harry alzó la vista de inmediato cuando la puerta se abrió y Hermione apareció a la vista, obsequiándole una sonrisa a modo de disculpa.
—Lo siento—les dijo a él y a Athena—, no era mi intención tardar tanto. ¿Ya desayunaron?
Ambos asintieron.
Ella estaba vestida con un exquisito vestido de color púrpura con detalles plateados y su cabello estaba prolijamente trenzado en la parte de atrás de su cabeza. No llevaba la corona ese día y las únicas joyas que usaba eran una delicada cadena de oro que pendía de su cuello con un dije en forma de corazón y un par de aretes colgantes con unas piedras traslúcidas que Harry sospechó que eran diamantes. Ella se veía increíblemente hermosa pero había algo en sus ojos que la hacían parecer profundamente triste.
— ¿Está todo bien?
—Sí, por supuesto.
— ¿Cómo se encuentra Morgana?—preguntó Athena.
Hermione dudó unos segundos.
—Agoniza. Tiene una hemorragia interna que el galeno no puede curar.
—Esta Morgana…—comenzó a decir Harry— ¿Es la misma Morgana que tiene magia y que se enfrentó constantemente al rey Arturo y a Merlín?
—Sí, es la misma.
—Pero ella es… buena aún, ¿verdad? Porque leí tu diario y no sé realmente qué pensar de ella.
Hermione lo miró confundida.
— ¿Qué diario?
—No los has escrito aún—intervino Athena—, lo harás dentro de unos años.
Hermione estaba sorprendida por esa información.
— ¿Y los han leídos?
—Yo sólo los dos primeros porque alguien—le lanzó una mirada significativa a Athena— no me permitió leer los otros.
—No te pertenecen como para tener el derecho de leerlos, son míos—vio que Hermione iba a abrir la boca—y antes de que pueda preguntar algo, mi lady, le contaré toda la verdad a su debido tiempo. Simplemente no creo que ese momento sea ahora. Supongo que usted estará ocupada con lo de Morgana.
—Sí, debo encontrar el modo de salvarla—dijo—. Y, por cierto, no necesitan tratarme con formalidad. Llámenme Hermione, sólo tengan cuidado delante de mi padre, él lo tomaría como una falta de respeto.
La puerta de la habitación se abrió de repente. Harry y Athena vieron entrar a un hombre que tendría casi la misma edad que Hermione. Tenía el cabello oscuro, algo desordenado, y unos ojos de color azul electrizantes. Era delgado y vestía de manera simple, con un pañuelo rojo alrededor de su cuello.
—Harry, Athena—Hermione se dispuso a presentarlos—, éste es…
—Merlín—completó Harry, sin quitarle la vista de encima.
Realmente no era lo que había esperado aunque ahora que recordaba el cuadro que había visto en la casa de Athena podía encontrar ciertas obvias similitudes.
— ¿Cómo sabes que soy Merlín?—preguntó con curiosidad el mago.
—Porque ella tiene tus ojos—señaló a Athena.
Merlín miró a la chica, dándose cuenta que realmente sus ojos parecían del mismo color. E incluso, había algo en su forma de mirar, que le hacían recordar un poco a él. Hermione rió suavemente a su lado y él se volteó a contemplarla con el ceño fruncido.
— ¿Cómo no lo vi antes?—se preguntó Hermione— La primera vez que te vi—se dirigió a Athena—, sentí una especie de familiaridad, como si ya te hubiese conocido antes aunque no podía decir de dónde.
—Creo que yo aún no lo entiendo—dijo Merlín, sintiéndose confundido.
—Ya sabes de dónde provengo—le recordó ella, mirándolo significativamente—. Harry y Athena también son de allí. Cuando él fue a buscarla, descubrió que ella es mi… nuestra descendiente.
Merlín miró nuevamente a la chica, con los ojos inmensamente abiertos, intentando digerir lo que acababa de escuchar.
— ¿Eso quiere decir que ella y yo…?—señaló con sus manos a Hermione y luego a él.
—Sí, creo que todos entendimos esa parte—dijo Harry con malestar, viendo como su amiga se ruborizaba adorablemente y le lanzaba una mirada tímida hacia el mago.
Athena le lanzó una mirada de advertencia y Harry se recordó la promesa que se había hecho a sí mismo esa misma mañana. Tragó saliva, tomó aire y, luego de un instante, le tendió la mano a Merlín.
—Un placer—esperó a que él la tomara y cuando lo hizo se la estrechó con firmeza—. Nunca imaginé que tendría la oportunidad de conocer al famoso Merlín. He oído muchas cosas de ti.
—Yo puedo decir lo mismo—le dijo el mago.
— ¿Se lo contaste todo?—le preguntó Harry a su amiga.
Ella se encogió de hombros, como si le dijera "¿Esperabas que fuera de otra manera?".
—Por supuesto que sí, no tengo secretos que ocultarle.
Por alguna razón, Merlín desvió la mirada a estas palabras. Harry estaba por saltar y decirle que quizás ese sería un camino de una sola vía pero entonces vio que Hermione también lo había notado y le había tomado la mano al joven, sonriéndole tranquilizadoramente.
—Realmente me tengo que ir—les dijo Hermione luego de unos segundos—. Lamento no poder estar con ustedes este día, me hubiera gustado que fuera diferente pero me temo que circunstancias inesperadas han cambiado los planes que tenía ayer. Sólo vine a ver cómo se encontraban y a avisarles que Ingrid vendrá dentro de un rato a buscarlos para darles un recorrido por el castillo y la ciudadela.
— ¿No puedo ir contigo?—preguntó esperanzador Harry.
—Oh, me temo que no. Mi padre y mi hermano están demasiado alterados por lo que ha ocurrido y no sería bueno añadirle… esto. Pero ustedes no se preocupen, disfruten del día, vayan de compras si quieren. Le di a Ingrid dinero para que los lleve al mercado.
Antes de que Harry pudiera protestar, Athena se adelantó.
—Gracias.
Merlín y Hermione salieron de la habitación, ya sin tomarse de las manos.
—Sólo vine a ver cómo te encontrabas—le dijo el mago en voz baja—. Te fuiste repentinamente de la habitación y luego Gaius y yo te oímos discutir con tu padre. Estaba preocupado por ti.
—Lamento que hayan tenido que oír eso—murmuró Hermione con la mirada triste—. Fue un momento de descontrol, dejé que mis sentimientos sacaran lo peor de mí.
—Nadie va a culparte por estar molesta. Escuchas decir a Uther todo esto y de repente tienes una hermana…
—Yo ya sabía que Morgan era hija de mi padre—confesó y antes la mirada sorprendida de Merlín, añadió—. Lo sé, debí decírtelo pero simplemente lo olvidé. Cuando llegué por primera vez a Camelot y aun no tenía idea de quién era yo, le pregunté a Arturo si ella era su hermana, porque esa era la información de conocimiento popular en el futuro, pero él me dijo que no. Después de eso, fueron pocas veces las que volví a pensar en Morgana como hija de Uther. Ahora fue como abrir los ojos y ver con claridad lo que tenía en frente y que no podía o no quería ver.
—Lamento que tengas que pasar por esto.
—No te preocupes, lo superaré—intentó forzar una sonrisa que terminó cayendo a los pocos segundos—. Siempre supe que no era la favorita de mi padre y realmente no quiero serlo. Me hubiese gustado que quisiese a todos sus hijos por igual… Supongo que oírlo confesar su preferencia hacia Morgana me lastimó mucho más de lo que hubiera imaginado.
Merlín sintió un terrible deseo de arrimarla a su pecho y abrazarla, de poder consolarla de cualquier modo, pero estaban llegando a la entrada de las cámaras del rey y dos guardias estaban apostados frente a la puerta, vigilando.
—Gaius me dio algo para tu padre—dijo lentamente— ¿Quieres entregárselo tú? Quizás puedan hablar.
Hermione negó con la cabeza.
—Sé que no es justo, pero no tolero su presencia en estos momentos.
Merlín asintió, comprendiendo lo que quería decir. Aún estaba herida con él y cualquier palabra que pudiera decir Uther sólo le causaría más daño.
—Iré a hablar con Gaius, tengo algunas ideas pero no sé qué tan buenas sean—dijo ella.
Cuando notó que uno de los guardias los contemplaba, hizo una reverencia cuando se alejó y luego él se volvió hacia las cámaras del rey. Tocó antes de entrar pero no esperó ninguna respuesta. Abrió la puerta y uno de los caballeros se encargó de volver a cerrarla.
Merlín vio al rey frente a una de las altas ventanas, contemplando el exterior con una expresión de dolor.
—Sire—lo llamó para darle a entender que ya no estaba solo, pero el rey no se movió de su posición—, Gaius me pidió que le trajese esto. Pensó que ayudaría a calmar su mente.
Al comprobar que aún el monarca no daba muestras de haberlo oído, dejó el pequeño frasquito de poción tranquilizante sobre la mesa. Esperó unos segundos más pero al ver que nada cambiaba, hizo una reverencia y se dispuso a salir pero la voz del rey lo detuvo.
— ¿Eres el chico de Gaius?
—Él es mi guardián—aclaró.
—Eres como un hijo para él.
—Sí—muchas veces el anciano le había dicho eso.
—Veo la forma en que se preocupa por ti—dijo Uther.
Merlín se quedó en silencio, incapaz de pensar en algo acorde para responder. Era verdad lo que el rey decía, el galeno se preocupaba mucho por él; incluso desde el primer día en que había puesto un pie en Camelot lo había recibido con los brazos abiertos a pesar de lo que él era, brindándole un lugar dónde quedarse y comida. A lo largo de los años eso no había cambiado. Seguía ayudándolo constantemente, dándole consejos, reprendiéndolo si era necesario, protegiéndolo del mismo rey. Pero, por supuesto, eso era algo que no iba a expresar en voz alta. Por fortuna, Uther no parecía esperar que él dijese algo porque siguió hablando.
—Sientes en tu hijo cada alegría… y cada dolor—su voz se oía angustiada, como si estuviese a punto de lanzarse a llorar—. Miras sus fallos y ves los tuyos. Todo lo que quieres es su felicidad, para que ellos escapen del sufrimiento durante su vida—tomó aire profundamente y Merlín vio como sus ojos se llenaban de lágrimas—. He cometido tantos errores—confesó, lleno de remordimiento— ¿Por qué? ¿Por qué ha pasado esto?—ahora ya lloraba—Podría haber hecho algo… cualquier cosa…
Se llevó la mano a la boca para ahogar sus sollozos.
Merlín se quedó estático por unos segundos, viendo al gran rey Uther desmoronarse delante de sus ojos. Él era un hombre atormentado por su pasado, un hombre despiadado que había asesinado quizás a más personas de las que recordaba, pero era un simple hombre al fin y al cabo. Sintió compasión por él pero sabía que no podía hacer o decir nada para consolarlo. Así que dio media vuelta y lo dejó sólo con sus lágrimas y culpas.
…
Arturo no había dejado de entrenar en casi todo el día, sin importarle de repente que en plena tarde el cielo comenzase a cubrirse para lanzar sobre el reino una torrencial lluvia. Intentó decirle que se detuviese, que podría enfermar pero por supuesto, no lo escuchó. Parecía querer sacar de su interior toda la rabia y la impotencia que sentía, descargar de algún modo la energía acumulada y así no pensar en que Morgana estaba muriendo.
A pesar de que no había sido su intención y de que Gaius y Hermione decían que había sido un accidente, él no podía dejar de sentirse culpable. Más ahora cuando veía que todo los pilares de Camelot parecían tambalearse ante la inminente muerte de Morgana.
Abatido, se encaminó hacia las cámaras de Gaius, tan sólo para oír algo que lo destrozó un poco más. Gwen y Hermione estaban sentadas una al lado de la otra, abrazándose mutuamente, mientras que Gaius tocaba el pecho de Morgana.
—Su respiración se ha ralentizado aún más—informó el galeno—. Ella se habrá ido para mañana.
Gwen se lanzó a llorar y Hermione hizo todo lo posible por consolarla.
Abrumado por la culpa, corrió a encerrarse en su habitación. Su respiración era dificultosa y antes de poder darse cuenta, él también estaba llorando. Segundos más tarde, cuando oyó que la puerta se abría, no se molestó en ver quién era pero cuando un brazo cálido lo rodeó, el aroma del champú de Hermione llegó a su nariz. No dijeron nada, simplemente se mantuvieron unidos de ese modo por un largo tiempo.
—No sé qué hacer—dijo luego, sin apartarse de ella—. Quiero salvarla pero no sé cómo y temo que si lo hago, logre asesinar al rey.
—Aunque me duele, ella no volverá a ser la misma de antes y estoy segura de que si no lo consigue ahora, seguirá intentando matar a mi padre. Sin embargo, esto no quiere decir que debamos dejarla morir. No así—apartó un poco su rostro para mirarlo a los ojos—. He estado todo el día aquí. Hay una poción que hace crecer los huesos rotos, que los repara, que pensé que podía servir. La preparé con ayuda de Gaius pero cuando se la dimos no conseguimos el efecto que queríamos. Su hueso se reparó, pero su cerebro está demasiado dañado y sigue sangrando por dentro… Tenemos que encontrar otro modo, Merlín, y rápido.
Esa noche, Hermione quedó a dormir a su lado. Cuando Ingrid fue a buscarla y la vio, no le dijo absolutamente nada, ni siquiera que lo que estaba sucediendo era indecoro, quizás porque pensaba que dadas las circunstancias ninguno de los dos iba a hacer demasiado. Como su doncella cubría su ausencia, sólo tuvo que permanecer en la habitación de Merlín mientras todos los demás iban a ver a Morgana. La única persona que la había visto entrar y no volver a salir había sido Gwen pero la chica no dijo nada al respecto y sólo de vez en cuando lanzaba miradas en dirección a la puerta cerrada.
Cuando todos ya se marcharon y Gaius dormía cerca de la cama de Morgana, Merlín se levantó lentamente, intentando hacer el menor ruido posible para no despertar a Hermione. Salió de la habitación, caminó de puntillas para no ser oído y, una vez en el pasillo, hizo todo lo posible para salir del castillo sin ser detectado por ninguno de los guardias. Tenía una idea y quizás fuera la única con la que pudiera salvar la vida de Morgana.
Aunque fue cuidadoso, cuando oyó unos pasos siguiéndolo por la ciudadela y vio una sombra que se ocultó rápidamente, se dijo que debió de haber sido aún más precavido.
— ¿Qué se supone que haces aquí?—le preguntó Merlín, volviendo sobre sus pasos para ir hacia donde se ocultaba el chico.
Harry hizo una mueca de disgusto al verse descubierto y salió de su escondite antes de que Merlín llegara.
— ¿A dónde vas?
—Eso no es de tu incumbencia—lo reprendió Merlín— ¿Qué haces siguiéndome? ¿Tienes idea de lo peligroso que es andar por estar horas?—notó movimiento a un lado y rápidamente tomó a Harry del brazo para arrastrarlo detrás de una carreta— Si los guardias te encuentran merodeando pensarán que eres un ladrón.
Merlín sacó la cabeza por encima de la carreta y comprobó que ya no había nadie.
—Tienes que irte.
—No me des órdenes—le dijo malhumorado, zafando de su agarre.
—Sé que no lo parezco pero soy mayor que tú—le recordó—. Debes hacerme caso.
Harry bufó. Merlín podía ser el mago más conocido de la historia del mundo y, teóricamente, tener cientos de años más que él, pero en ese momento sólo parecía ser un hombre un par de años mayor. Uno que estaba comportándose de un modo extraño al escabullirse del castillo en plena noche.
—Te vi salir del castillo—le dijo.
—Deberías de estar durmiendo.
—Yo podría decir lo mismo de ti. ¿A caso Hermione sabe que estás aquí?—la expresión del mago le dio la respuesta—. No, no lo sabe, ¿verdad? Puedo volver, si eso es lo que quieres, y puedo decirle que…
—Es suficiente, déjala dormir—lo interrumpió—. Hermione pasó un mal día hoy. Si ella no sabe que estoy aquí es porque quise dejarla descansar… Además, no quería darle falsas esperanzas.
— ¿A qué te refieres?
Merlín miró por el camino por el que había venido, pensando que mandar al amigo de Hermione por su cuenta no sería una buena idea y él no podría acompañarlo. Debía de aprovechar la oscuridad de la noche.
—Ven conmigo—le dijo—, pero guardia silencio, no querrás despertar a nadie.
Harry lo siguió rápidamente, sin decir ni una sola palabra. Al menos, hasta que llegaron al linde del bosque, a las afueras de la ciudadela.
— ¿Me vas a decir dónde me estás llevando? Mira que si intentas que me pierda sin posibilidad de regresar vas a tener que darle una gran cantidad de explicaciones a Hermione.
Merlín lo miró con seriedad.
—Oh, pero yo no haré que te pierdas, prefiero asesinarte sin más. Nadie se enterará porque nadie sabe que estás conmigo—Harry se detuvo al oírlo, mirándolo con los ojos inmensamente abiertos—. Estoy bromeando—lo tranquilizó rápidamente Merlín—. Hermione me mataría si dejara que te sucediese algo.
—Nunca pensé que le tuvieras miedo a una chica—dijo aunque recordó todas las veces en que su amiga se había enfadado con él a tal punto que pensó que iba a hechizarlo.
—No es precisamente una chica común y corriente, es Hermione—aclaró el mago—. Vamos, apresurémonos. Tenemos que llegar al claro antes de que amanezca porque no quiero que nadie lo vea.
— ¿A quién?
Merlín sólo le sonrió de manera misteriosa y, sin responderle, hizo que corriera detrás de él. Harry mantenía un buen estado gracias al Quidditch pero eso no lo ayudó precisamente mientras iba detrás del famoso mago, esquivando árboles, saltado sobre las rocas, evitando tropezar con las raíces que salían de la tierra. Era como una carrera de obstáculos. Merlín parecía tener ventaja en eso y, aunque en un par de ocasiones lo vio tropezar, volvía rápidamente a la carrera.
De repente, Harry oyó que el mago gritaba en un idioma que él desconocía pero que se parecía mucho al que Athena usaba en alguno de sus hechizos. Su voz no era la misma de siempre, sino era unos cuantos tonos más grave y tenía un tono urgente y de orden. No entendió que estaba haciendo pero algo dentro de él se estremeció ligeramente porque sentía que estaba a punto de vislumbrar una pequeña parte del poder que había convertido a Merlín en el gran hechicero del que todos sabían.
—Sólo debemos esperar—le dijo Merlín—. Vamos, nos quedan un tramo más, el claro está tras esos árboles.
Comenzaron a caminar.
— ¿A quién llamaste?
—A Kilgharrah—dijo lentamente el sirviente del príncipe, pensando que sería prudente advertirle—. Él es un dragón. Intenta no provocarlo porque tiene un humor bastante cambiante… y no hables de Uther más allá de lo necesario porque lo odia—pensó que lo mejor que podía hacer era contarle rápidamente la historia—. El rey lo mantuvo cautivo durante muchísimos años como una forma de mostrar a todos el poder que tenía, como si les advirtiera que no debían de contradecirlo.
—Pero ahora está libre.
—Sí, yo lo liberé. No fue una de mis mejores ideas pero no pude haberlo hecho de otro modo.
—Apuesto que el dragón no estaba muy feliz.
—No, ni un poco. Atacó Camelot sin miramientos, destruyó plantaciones completas, quemó hogares de cientos de personas—su voz dejaba notar un rastro de tristeza.
— ¿Cómo lograron sobrevivir?—preguntó con curiosidad Harry, ya que esa historia no la había leído en los diarios de Hermione.
Llegaron al borde del claro y se detuvieron. Merlín tardó unos instantes en responderle, recordando aquellos días.
—Arturo, Hermione y yo fuimos a buscar al último Señor de los Dragones que quedaba con vida. Uther había mandado a asesinar a todos los demás porque su poder se asemejaba demasiado a la magia por lo que era nuestra última esperanza. Lo encontramos pero como estábamos en tierras de un reino enemigo, en una batalla, murió.
—Entonces, ¿Cómo…?
—Él era mi padre—confesó Merlín con profunda tristeza— y yo heredé su don. Es por eso que puedo llamar Kilgharrah y ordenarle.
Harry estaba sorprendido. La vida de Merlín había sido mucho más complicada que la que él alguna vez pudo haber imaginado. Toda esa hostilidad que en un principio había sentido, todos esos celos, desaparecieron de repente. A pesar de que él no era aún el mago del que había oído, se podía ver que era un buen tipo. Quizás esa era una de las razones por la que Hermione se había enamorado de él.
—Lamento lo de tu padre.
Merlín asintió con la cabeza, dejando pasar esas palabras aunque sabía que Harry hablaba con sinceridad.
—Nunca tuve la oportunidad de conocerlo realmente. Yo ni siquiera supe que existía sino hasta que, antes de partir en su búsqueda, Gaius me confesó su identidad.
—Yo tampoco conocí a mi padre.
—Sí, lo sé. Lo siento. Hermione me contó tu historia.
El sonido de unas inmensas alas comenzó a oírse a lo lejos y, en un tiempo menor al esperado, un inmenso dragón apareció y se posó en el claro con una suavidad inusual para su tamaño. Merlín caminó hacia él y Harry no tardó en seguirlo.
—Veo que has podido encontrar el camino, después de todo—dijo Kilgharrah, viendo fijamente a Harry.
Harry no sabía si estaba más sorprendido por el hecho de que estaba hablándole a él o porque estaba hablando. Si Hagrid estuviera allí y lo oyera se volvería loco de la felicidad.
— ¿El camino?
—He sentido a tu compañera y a ti desde el primer momento en que aparecieron en medio del bosque. Dudé que llegaran a Camelot pero esa cosa que trajeron con ustedes supo mostrarles el camino.
— ¿Cosa?—preguntó extrañado Merlín— ¿Qué cosa?
—Crookshanks. Es el gato de Hermione. No te atrevas a decir ni una sola palabra en contra de él porque ella te hechizará.
Merlín asintió aunque no estaba seguro de porqué Harry le había dado aquella advertencia. No podía ser tan malo, después de todo, se trataba sólo de un gatito.
—Estoy seguro que no me has invocado para socializar, joven mago—dijo Kilgharrah a Merlín— ¿A qué se debe el placer esta vez?
—He ido a la Cueva de Cristal y he visto a Morgana atentar contra la vida del rey—comenzó a explicar el mago.
—Eso no me sorprende.
—Pero la detuve—aseguró Merlín.
—Cambiar el futuro no es un asunto sencillo. Hacerlo está lleno de peligros—miró a Harry—. Como bien deberían saberlo.
—Lo sé—el mago asintió—, y como resultado de mis actos Morgana está muriendo.
— ¡Entonces tendrías que regocijarte!—dijo con alegría el dragón.
—Necesito que me ayudes a curarla.
— ¡No voy a hacer eso!
Harry no podía creer lo que oía.
— ¡Pero eso está mal!—exclamó Harry—Hablas de no cambiar el futuro y me miras como si yo quisiese hacerlo pero luego dices una cosa como esta. Si realmente sabes de donde vengo y sabes de Hermione, no puedes querer que algo así suceda. Morgana está destinada a hacer grandes cosas.
—Es cierto, grandes pero terribles. Su muerte ahorraría al mundo de muchas penas.
—No puedes asegurarlo—insistió Harry—. Morgana tiene un destino que cumplir, ella es sólo un eslabón más en la cadena de acontecimientos. Si ella muere ahora, muchas cosas dejarán de suceder y mi futuro puede cambiar. Quizás para mal.
Merlín se alegró de haber llevado a Harry con él porque después de sus palabras, el gran dragón parecía estar reconsiderando su decisión. Sin embargo, luego de unos momentos, negó con la cabeza.
—No la salvaré.
— ¡Pero ella es la hija de Uther!—Merlín le informó.
— ¿Y?
— ¿Lo sabías?—preguntó desconcertado.
—Sí, pero eso da igual, Morgana debió de haber muerto hace mucho tiempo y sólo por tu intervención ha llegado a esta edad.
Merlín se estaba quedando sin opciones. Había pensado que quizás con hablar con él e intentar hacerle entender lograría convencerlo, pero al parecer debería recurrir al otro método.
— ¡Soy el último Señor de los Dragones, no puedes desobedecerme!—le gritó, nuevamente con esa voz potente que Harry había oído antes.
— ¡¿Cómo te atreves a tratarme así?!—el dragón rugió y Harry tuvo de repente el terrible miedo que quisiera devorarlos a ambos— ¡¿Cómo te atreves a abusar de tu poder?!
Merlín no se dejó inmutar por sus palabras.
—Te lo ordeno—dijo lentamente para dejar en claro cada palabra que decía.
La expresión del dragón fue de fiereza pura y Harry estuvo a segundos de tomar del brazo a Merlín para alejarlo de aquella enorme bestia. Sin embargo, cuando Kilgharrah habló, lo hizo con aparte calma.
—Bien. Pero te advierto que el mal que resulte es tu obra y sólo tuya.
Harry se movió unos cuantos pasos hacia atrás cuando vio la cabeza del dragón aproximarse a Merlín pero en vez de comerlo o quemarlo vivo, lanzó sobre él su aliento cálido. Cuando se detuvo, los miró a ambos una última vez y luego se alejó de allí volando.
— ¿Ya sabes cómo salvarla?—preguntó el chico de lentes.
Merlín asintió y rápidamente volvieron corriendo al castillo.
Cuando llegaron a las cámaras del galeno, ambos se tomaron el tiempo de recobrar el aliento antes de ingresar. Gaius no estaba allí pero Gwen seguía firme al lado de Morgana. El mago se acercó lentamente a ella para rodearla con suavidad con sus brazos.
— ¿Por qué no vas a dormir un poco? Estarás exhausta.
Gwen asintió lentamente.
—Si se despierta…
—Te llamaré—le aseguró.
La doncella giró sobre sus pies y de repente vio a Harry.
— ¿Quién eres tú?
—Eh…Gwen, éste es Harry—los presentó el mago—, un viejo amigo de Hermione. Él estará aquí por unos cuantos días. Harry, ella es Gwenevier, la doncella de Lady Morgana.
La chica lo miró con ciertas sospechas pero terminó asintiendo.
—Es un placer, Harry.
—Igualmente.
—Anda, ve—insistió Merlín al ver que Gwen no se movía—. Descansa.
Ambos la vieron con atención hasta que cerró la puerta al salir.
—Supongo que ella no conoce tu secreto.
—No, en el castillo nadie más que Hermione y Gaius lo saben y espero que siga siendo así porque sino estoy condenado.
—No diré nada—aseguró Harry.
—Sí, lo sé, si no hubiera pensado que podría confiar en ti, no te habría llevado conmigo esta noche.
Se acercó rápidamente a la cama improvisada de Morgan y Harry lo siguió de cerca. El chico de lentes miró a la hermosa mujer que estaba inconsciente. Estaba increíblemente pálida a causa de la hemorragia interna pero aún así no se podía negar su hermosura. Vio con atención cómo el mago colocaba una de sus manos encima de su cabeza, tomaba aire profundamente y comenzaba a recitar un hechizo que jamás había oído.
—Ic pe purhhaee pinu licsar mid pam sundorcraet paere ealdan ae.
Harry era incapaz de moverse y de quitar la vista de Merlín. De repente, los ojos del mago brillaron en un tono dorado por unos segundos y al instante, el pecho de Morgana se elevaba en busca de aire. Ella se relajó en la cama de inmediato y siguió respirando con normalidad, como si estuviera profundamente dormida.
Lo había conseguido.
— ¿Qué hacemos ahora?—preguntó Harry en voz baja.
—Yo iré a despertar a Hermione para avisarle, tú ve a tu cuarto—le ordenó en el mismo tono—. Nadie puede saber que estuvimos involucrados en esto.
Harry asintió y se dispuso a salir pero de repente notó que el mago iba hacia la habitación que había más allá. ¿Era ahí donde estaba Hermione? ¿Había pasado la noche junto a Merlín? Eso no lo habría podido imaginar jamás.
…
Cuando Gaius volvió de sus tareas del pueblo a la primera hora de la mañana, se sorprendió enormemente al encontrar a Morgana despierta, abrazando con felicidad al rey. Uther dejó un beso encima de la cabeza de su hija sin dejar de mirarla con el más grande amor que era capaz de reunir. Cuando se dio cuenta de la presencia del galeno, le sonrió encantado.
—Es realmente un milagro.
Gaius podría asegurar eso. El día anterior ella estaba muriendo y ahora se veía increíblemente sana.
El rey se apartó de la chica con cuidado y le hizo una seña al médico para que lo acompañase fuera. Una vez que ambos salieron, tomó su mano y la estrechó con firmeza.
—Gracias, Gaius, sabía que no me fallarías.
—Le juro, mi lord, que yo no he hecho nada—le dijo con sinceridad.
El rey sonrió, incapaz de creer aquellas palabras.
—Por supuesto—dijo con complicidad, como si supiera que el galeno no podía hablar de esos temas—, lo entiendo. No haré ninguna pregunta. Pero no olvidaré esto, Gaius. Piensa en cualquier cosa que desees y lo tendrás.
Estrechó su mano nuevamente y luego se alejó para volver con su hija.
El galeno también se marchó. Él no lo había hecho pero tenía una fuerte sospecha de quién podría haber sido el responsable de la milagrosa recuperación de Morgana. Caminó por los pasillos del castillo sin saber realmente dónde podía encontrarlo pero no tuvo que andar demasiado porque después de unos pocos minutos lo encontró sentado al lado de Hermione cerca de una gran ventana. Estaban hablando en voz baja, tomados de la mano, pero al sentir que alguien venía se soltaron de repente.
—Es sólo Gaius—dijo ella a Merlín.
El mago suspiró con pesadumbres y alzó la vista hacia el galeno. Cuando éste estuvo a su lado, le dijo:
—No pude ver el dolor de todos y dejar que sucediese.
—Lo sé—el anciano lo miró con compasión—, pero estás jugando con cosas que van más allá de ti.
—Sea lo que sea que vaya a venir—dijo Hermione—, lo enfrentaremos juntos.
…
Morgana le sonrió suavemente a Gwen mientras acomodaba su almohada. Se sentía muy bien poder haber tomado un baño, ponerse ropas limpias y estar en su cama nuevamente.
—Gracias, Gwen.
La doncella hizo una reverencia antes de retirarse y en cuando Morgana estuvo sola, el rey se aproximó a su cama, mirándola con infinita adoración.
—Yo nunca hubiera dejado que mueras—le dijo mientras iba a sentarse a su lado, tomando sus manos con amor—. Creo que de alguna manera he querido con tantas fuerzas que vivas que lo he conseguido.
El rey besó las manos de su hija.
—Siempre has sido tan bueno conmigo—dijo Morgana, entendiendo ahora la razón por la cuál, a pesar todo, el rey se había mostrado benévolo y la había perdonado siempre—. Estoy agradecida. Contigo, Arturo y Hermione.
—Tú significas todo para mí, Morgana, aunque sé que no he sido siempre el mejor protector.
Morgana podía estar de acuerdo con eso pero ese no era el momento de sacar recriminaciones. Tragando saliva con nerviosismo, intentó encontrar el modo más adecuado de decirle al rey que ella sabía que era su padre. En medio de la nube de inconsciencia en la que había estado sumergida esos días había alcanzado a oír ciertas cosas. No recordaba todo, la mayoría eran palabras sueltas y voces a los que no le podía dar sentido. Sin embargo, las palabras que el rey había dicho al galeno las tenía gravadas como a fuego en su mente.
—Al estar tan cerca de la muerte me he dado cuenta que tú, Arturo y Hermione son para mí—lo miró a los ojos significativamente—, lo cerca que estamos el uno del otro.
Uther comenzó a tener una leve sospecha pero no quería creerlo posible.
—Sí.
Morgana le sonrió.
—Tú eres como un padre para mí, sé que lo eres.
Esperó unos instantes a que el rey reaccionara, que dijera algo, que la abrazara, que se alegrara porque ya no había más secretos entre ellos. Ese era el momento de acabar con las diferencias, de dar un paso adelante y dejar el pasado lleno de rencor atrás. No obstante, el rey permaneció pasmado, como si hubiese visto algún tipo de fantasma que lo atemorizaba.
—Sí.
Esa no era la respuesta que ella había esperado.
—Me gustaría que la gente lo supiera—le dijo.
—Ellos lo saben, saben que me eres como si fueras mi hija.
El rostro de Morgana se llenó de incrédula seriedad.
—No, no lo saben realmente—lo contradijo.
—Claro que lo saben—dijo rápidamente el rey.
—A los ojos de la gente no soy más que tu pupila—dijo entre dientes, cada vez más molesta—, una "invitada".
Uther se sentía cada vez más incómodo. Se movió en su lugar en la cama, casi sabiendo que seguir haciéndose el desentendido era inútil.
—Lo que importa es lo que sentimos—le aseguró—, no lo que piensa la gente. Eso es lo que importa—soltó sus manos de las de ella y tomó con suavidad sus hombros, empujándola hacia sus almohadas—. Debo dejarte descansar.
Uther salió de allí, dejándola sola, sin darse cuenta que había revivido en el interior de su hija ese odio que por unos segundos había desaparecido. Sin saberlo, él tuvo la oportunidad de cambiar su destino y ahora, sin saberlo también, lo había sellado.
Arturo y Hermione fueron a visitarla después.
Primero llegó el príncipe, se sentó a su lado tal como lo había su padre, la tomó de las manos como lo había hecho el rey, y le habló con emoción, diciéndole lo feliz que estaba por tenerla viva. Morgana sólo le sonrió, hablándole poco, simulando estar feliz cuando en realidad no podía dejar de pensar que él era su hermano. Su hermano… y pensar que hace unos cuantos años había sentido una especie de enamoramiento, se le había acelerado el corazón cuando lo tenía cerca, había querido tocarlo y besarlo pero había cubierto todos esos sentimientos bajo una hostilidad burlona, ¡Y él resultaba ser su maldito hermano! Era una fortuna que ya lo hubiese superado porque de otro modo esto hubiese sido muy incómodo.
Hermione llegó después del mediodía, sonriéndole con la misma amabilidad cuidadosa de los últimos años. Ella estaba segura de que siempre la había tratado del mismo modo con que lo había hecho desde que llegó a Camelot pero, por alguna razón, la princesa se había apartado. Había sido un proceso muy lento pero la calidez del principio había desaparecido… al menos, hasta esa noche de su cumpleaños, cuando ella le obsequió aquel collar mágico.
— ¿Puedo hacerte compañía un rato?
—Por favor, sí—insistió Morgana—. Necesito conversar con alguien inteligente y que no esté diciéndome cada dos segundos de lo feliz que está porque estoy viva.
Hermione tomó una silla y la aproximó al lado de la cama de Morgana.
—Bueno, entonces, sólo lo diré una vez—se buró la princesa— ¿Cómo te sientes?
—Harta de estar en la cama. Gaius dijo que debo recuperar fuerzas pero parece olvidar que pasé prácticamente dos días durmiendo.
—Intenta ponerte de pie esta noche, cuando estés sola—le aconsejó—. Camina si quieres un poco por el pasillo pero no te esfuerces mucho. A pesar de que no te guste, tu cuerpo acaba de reponerse de una casi repentina muerte, ten un poco de consideración por él.
—Lo tendré—le aseguró.
— ¿Puedo preguntarte algo?
—Por supuesto.
— ¿Recuerdas qué sucedió esa noche?—Hermione le preguntó con lentitud.
Morgana simuló estar recordándolo pero en realidad estaba pensando en qué debía decirle. Si ella le decía que estaba saliendo del castillo cuando la puerta se le cerró de repente, tendría que decirle el motivo por el cual quería salir a hurtadillas.
—Realmente no. Lo siento.
Quizás había visto mal, pero le pareció notar que Hermione se mostraba algo aliviada de oír eso.
—Bueno, realmente ya no importa, ¿verdad?
—Supongo que no—contestó—Yo también quiero preguntarte algo. El obsequio que me diste para mi cumpleaños, ¿dónde lo conseguiste?
— ¿No te gustó?
—Sí, por supuesto que sí, es hermoso—dijo con sinceridad—Muchas gracias por dármelo. Fue totalmente diferente a lo que recibo siempre.
—Pensé en eso. No quería darte cepillos, espejos o más de esas valiosas joyas que siempre utilizas. Quería darte algo especial, con lo que pudieras sentirte identificada.
Los ojos de Morgana se abrieron enormemente y de repente sintió pánico ante la posibilidad de que Hermione hubiese descubierto su secreto. Sabía muy bien que ella era amiga de Merlín pero había sospechado que esa rata metida no iba a decirle nada a nadie.
— ¿Qué quieres decir con que me sentiría identificada?—preguntó simulando estar tranquila y no a punto de tener un ataque de nervios.
— ¿A caso no te gusta tener algo que posea la magia que tan ardientemente defiendes?—la miró con aparente inocencia— Sé que Uther se volvería loco si supiera que lo tienes y enloquecería aún más si se enterara que yo te lo di, pero pensé que valía la pena arriesgarse.
Morgana se relajó visiblemente, creyendo que Hermione en realidad no sabía nada; al menos, lo suficientemente relaja que podía estar después de haber escuchado el nombre del rey.
—Quizás debería de mostrárselo—gruñó Morgana por lo bajo—, así no olvidaría que no puede comprarme con vestidos o collares con esmeraldas.
Hermione la miró con sospecha.
— ¿A qué te refieres?
Morgana se dio cuenta que había hablado de más.
—Nada—le sonrió con la mayor normalidad posible—, ¿Te importa si duermo? Creo que he comenzado a sentir el cansancio.
—Por supuesto, te dejaré descansar—dijo la princesa, sin dejar de mirarla fijamente, hasta que comenzó a alejarse hacia la puerta pero de repente se detuvo y se volteó nuevamente—. Morgana…
— ¿Si?
—Creo que nunca te di las gracias adecuadamente.
Morgana la miró con confusión.
— ¿Darme las gracias? ¿Por qué?
—Por todo lo que hiciste por mí cuando llegué a Camelot. En aquel tiempo había estado confundida, sintiéndome una completa extraña en Camelot pero tú me diste la bienvenida, me enseñaste a comportarme adecuadamente y a convertirme en lo que ahora soy.
Morgana estaba demasiado sorprendida como para hablar de inmediato.
—Eh… yo…. Lo hice con placer—dijo luego de unos momentos—. No necesitas darme las gracias por eso. No esperaba que lo hicieras.
—Lo sé, pero eso no quiere decir que no sea necesario.
Hermione se marchó, dejándola con sentimientos confusos.
Después de que Uther se había negado a confesarle la verdad a todos, lo había odiado y no sólo a él sino también a sus hijos porque lo había hecho por preservar el honor de toda la familia. Pero ahora ya no estaba tan segura de sus sentimientos. Hermione siempre había sido amable con ella e incluso la había ayudado en muchas situaciones peligrosas. ¿Cómo odiarla si, de algún modo u otro, era su hermana? Quizás no estuviera al mismo nivel que Morgause pero eso no quería decir que no la quisiera, al menos un poco.
…
Morgana no se había presentado a la reunión a la que la había llamado y tampoco se había contactado con ella de ninguna forma. Eso, en su mente, sólo quería decir una cosa: habían surgido problemas.
Sin pensarlo demasiado, recorrió el bosque, entró al castillo esquivando a los guardias y, cuando un sirviente la descubrió en el pasillo, no dudó en asesinarlo antes de que diera alerta de su presencia. Estaba dirigiéndose las cámaras de su hermana cuando se topó con ella antes de llegar.
— ¡Morgause!—exclamó sorprendida.
—He venido a ver por qué no acudiste a nuestra cita—le dijo.
Morgana fue incapaz de mirarla a los ojos y su hermana supo de inmediato que, como había sospechado, algo malo había sucedido.
—Algo está mal—dijo poniendo en voz alta sus pensamientos.
—Morgause, hay mucho de lo que hablar—dijo Morgana en voz baja.
— ¿Qué es?
La joven alzó los ojos para contemplar el rostro de su hermana.
—Oí a Uther.
— ¿Qué?—preguntó confundida.
Morgana sabía que era absurdo retrasar lo inevitable.
—Él es mi padre…—sintió que su garganta se secaba—Yo soy su hija—el desprecio se colaba en su voz.
— ¿Uther?—Morgause estaba sorprendida por aquella inaudita revelación.
—Él me ha estado mintiendo todos estos años—Morgana dijo con rabia.
Por alguna extraña razón que iba más allá de la comprensión de Morgana, su hermana sonreía levemente, con los ojos brillosos de emoción.
—Esta es una maravillosa noticia.
— ¿Maravillosa? Él me repudió. Quiere que la gente piense que es el rey ideal. Es más importante su propia carne.
— ¿No ves? Esto es maravilloso—insistió Morgause—Tienes el derecho legítimo al trono.
Morgana negó rápidamente.
—No, hermana—la corrigió—, primero está Arturo y luego Hermione.
—Pero eso son problemas menores. ¿A caso no quieres hacer pagar a Uther por todo este engaño?
— ¡Sí!—respondió sin dudarlo.
—Entonces, acaba con ese par y sube al trono, hazlo ver sufrir a sus hijos, que vea cómo tú logras llegar triunfante.
Oyeron el sonido de las campanas de alarma sonando. Habían encontrado el cuerpo del sirviente.
—Deberías irte—le dijo Morgana—, no pueden encontrarte aquí.
Morgause no se movió.
—Prométeme que no harás nada precipitado—le pidió—. Esto es algo que hay que planear muy bien.
Morgana apartó el rostro, mirando hacia el suelo sin decir absolutamente nada. Su hermana se inclinó y dejó un beso en su mejilla.
—Recuerda—insistió—, debemos esperar hasta el momento oportuno.
Morgana siguió en silencio y ella no tuvo más opción que marcharse antes de que la descubrieran.
…
Athena no podía evitar sonreír mientras veía como Hermione intentaba hacerle entender a Harry la razón por la cual no debía permanecer por mucho tiempo allí. Estaban en la cámara de la princesa. Ella estaba sentada cerca de la ventana, disfrutando del viento fresco de la noche que entraba mientras escuchaba a Hermione y a Harry discutir sentados en la mesa que estaba más allá. La princesa tenía a Crookshanks acurrucado en su regazo, ronroneando de vez en cuando por las caricias que ella le hacía detrás de sus orejas.
—Lo digo por tu propio bien—insistió Hermione—. No pienses jamás que no quiero tenerte aquí pero, créeme, Camelot es un lugar peligroso para ti.
— ¿Y para ti no?
—Llevo viviendo cuatro años aquí, ya sé cómo desenvolverme.
—Pero existen peligros aún así, empezando por el hecho de que eres la hija de un maníaco loco que sería capaz de asesinarte si se entera de lo que eres.
—Mi padre sería capaz de hacer muchas cosas si se enterara que tengo magia pero no va a asesinarme—le dijo aunque ella no estaba tan segura de sus palabras, pero eso no iba a decírselo—. Y, en todo caso, yo no pienso permitir que suceda.
— ¿Y Arturo?—quiso saber su amigo.
— ¿Qué sucede con él?
— ¿Te haría daño?
—Jamás.
—Entonces, ¿por qué no se lo has dicho?
Hermione dudó unos instantes.
—Es complicado, Harry—murmuró, bajando la mirada hacia sus manos que jugaban inquietas con la falda de su vestido—. Amo a Arturo con todo mi corazón y por más que sé que no me lastimaría, no quiero arriesgarme a decírselo y causarle dolor. Estaría confundido, se sentiría traicionado porque no se lo dije antes, no sólo pondría en duda sus ideales sino también su confianza en mí. Se supone que represento lo que él odia.
—Quizás él odie eso porque no conoció nada más—intervino Athena por primera vez—; quizás, si le mostraras que no todo es tan malo…
—Sí, quizás…—ella suspiró—. Sin embargo, eso no sucederá pronto. Al menos, no mientras Uther siga al poder. Es imprescindible que Arturo llegue a ser el rey que está destinado a ser, que luche por lo que debe luchar. No lo hará si se enfrenta a nuestro padre. ¡Hay tantas cosas que yo podría decirle a Arturo! ¡Tantas cosas que no sabe! Pero sólo conseguiría que odie a Uther.
—Pero luego, ¿se lo piensas decir?—preguntó Harry.
—Sí, quiero hacerlo.
Su amigo se quedó en silencio durante un momento.
—Bien, entonces yo me quedaré hasta que eso suceda.
— ¡Claro que no!—Hermione, exasperada, se puso de pie de repente, haciendo que Crookshanks brincara con brusquedad, lanzando un maullido molesto— Si fuera por mí te mandaría de regreso mañana mismo. Tú no perteneces aquí, no entiendes…
—Explícaselo—ordenó Athena mientras llamaba con sus manos al gato, quien hizo caso omiso y subir a la cama y acostarse justo encima de las almohadas.
La princesa miró a la chica con sorpresa.
— ¿Tú lo sabes? ¡¿Y aún así accediste a dejarlo venir?!—preguntó con un tono peligrosamente serio.
— ¿Saber qué?—Harry las miró a ambas en busca de una respuesta.
—Claro que lo sabía—respondió Athena, encogiéndose levemente de hombros—, pero esto es algo que él debía de hacer.
— ¡Ey, yo también quiero enterarme!
Hermione se volvió hacia su amigo.
—Si te quedas demasiado tiempo aquí morirás. Esa fue la razón por la que me viste morir en el futuro. No era mi tiempo, mi magia se escapaba y mi cuerpo se deterioraba. ¿Por qué crees sino que el ministerio no permite los viajes en el tiempo sino por sólo unas pocas horas?
—Pero tú viviste allí por muchos años—insistió Harry.
—Porque tuve la ayuda de alguien que me permitió permanecer con vida hasta que estuviera lista para regresar—aclaró—. Es una historia muy larga para contar esta noche—se apresuró a decir cuando vio los ojos expectantes de Harry—, e Ingrid vendrá dentro de poco para ayudarme a desvestir.
Harry frunció el ceño.
— ¿Necesitas ayudas para cambiarte?
—Eso es porque tú nunca has usado esta clase de vestidos, Potter—se burló Athena.
—Pero te he visto cambiarte esos vestidos y siempre lo has hecho sola—las dos chicas lo miraron significativamente y rápidamente se dio cuenta de lo que había dicho—No, no te vi realmente—se apresuró a aclarar, rojo como un tomate—. Lo que quise decir es que es el segundo vestido que te veo puesto y nunca supe que alguien te hubiese ayudado.
—Lo hice con magia la primera vez—aseguró Athena—, al igual que desvestirme, y con éste vestido tuve ayuda de Ingrid ¿Crees que podría alcanzarme a atar por mi cuenta la cantidad de lazos que tengo en la espalda?
Hermione exclamó de repente, sorprendiendo a ambos.
—Lo siento, chicos, lo olvidé por completo—se disculpó Hermione—, sé que anoche les di una habitación para que compartan sin pensar realmente en que podía resultar incómodo para ustedes.
—No te preocupes, que tengamos una sola habitación respaldará nuestra historia—dijo Athena con calma.
— ¿Qué historia crearon?—preguntó con curiosidad, volviendo a sentarse.
Harry gimió lastimeramente.
—No quiero decirle que estamos casados—se quejó.
—Pero es la mejor opción, Potter, piénsalo. No nos parecemos lo suficiente como para decir que somos hermanos y en esta época, un hombre y una mujer que viajen juntos, resultarían muy extraño. Lo mejor es decir que somos marido y mujer, quizás recién casados, antiguos amigos de Hermione del pueblo en el que antes vivió.
—Me parece una buena idea—dijo Hermione—, sólo debemos pensar en pequeños detalles por si nos pregunta alguien, más específicamente mi padre, pero es una buena idea.
—Sólo hay un problema—se quejó Harry—: nosotros no parecemos una pareja. Ni siquiera nos llevamos demasiado bien.
—Eso es algo que tendrán que solucionar entre ustedes—les dijo Hermione.
Harry estaba a punto de protestar de nuevo pero las campanas de alarma del castillo comenzaron a sonar de repente y Hermione se tensó de inmediato.
— ¿Qué es eso?—preguntó Harry.
—Algo ha sucedido. Espérenme aquí, iré a ver de qué se trata.
Comenzó a caminar con prisa hacia la puerta pero cuando la abrió se sobresaltó al descubrir que Ingrid estaba allí, a punto de tocar.
—Mi lady, gracias a Dios que está aquí—la doncella sonaba aliviada mientras empujaba suavemente a Hermione al interior y cerraba la puerta—. Han encontrado a un sirviente asesinado.
— ¿Qué? ¿Saben quién lo hizo?
—Sospechan que hay un intruso en el castillo—la mujer se dio cuenta que la princesa no se encontraba sola—. Mis disculpas, no sabía que tenía compañía. Quizás es mejor que todos se queden un rato hasta que hallen al culpable.
—Quédense ustedes—replicó Hermione—, yo iré a ver en qué puedo ayudar.
— ¡No!—exclamó de inmediato Harry, tomándola de la mano— No voy a permitir que hagas una cosa como esa. ¡Es un suicidio!
—Harry, créeme, esta no es la primera vez que estas cosas pasas y, por desgracia, temo que no será la última. Así que, ¡suéltame!
Hermione se escapó bruscamente de su agarre y corrió lejos de su amigo. Harry quiso seguirla inmediatamente pero Ingrid se lo impidió.
—Ella estará bien—le aseguró.
…
Merlín corría por el pasillo a toda prisa.
¡Había sido tan tonto! No había detenido nada e incluso posiblemente él había sido el que lo había causado. ¡Oh, cuán maldito podía ser el destino a veces! Había creído la primera vez que había visto a Morgana salir que iba a asesinar al rey pero segundos atrás, cuando revisaba el cadáver del sirviente junto a Gaius, había visto uno de los indicios que se le habían presentados en la cueva de cristal: una mano ensangrentada. Salvo que en realidad no estaba ensangrentada sino que de ella chorreaba el vino espeso de color rojo que el sirviente estaba devolviendo a las cocinas del castillo.
Fue una revelación darse cuenta que Morgana estaba a punto de asesinar al rey. Una atroz revelación.
Así que sin dar explicaciones a nadie, corrió por el castillo hacia las cámaras de la chica y, nada más llegar, abrió la puerta e ingresó.
Morgana se giró de repente y Merlín notó que no estaba vestida para dormir sino que usaba el mismo vestido rojo y la capa de la vez anterior. De la cintura de ella pendía la daga que le había obsequiado Arturo.
— ¿Qué haces tú aquí?—le preguntó con desprecio en la voz.
—Arturo me envía a cuidarte—mintió con prisa mientras cerraba la puerta—. Está preocupado por el intruso.
Ella le lanzó una mala mirada.
—No te necesito—le aseguró con rotundidad mientras caminaba hacia la otra salida pero Merlín fue veloz y se puso en su camino.
Molesta, intentó golpearlo pero el mago tomó su muñeca y la detuvo. Forcejearon unos instantes, ella tratando de liberarse, él tratando de retenerla, hasta que Morgana perdió la paciencia.
— ¡Sal de mi camino!
El brillo dorado de sus ojos apareció de inmediato y antes de que Merlín fuera consciente de lo que sucedía, era empujado por la fuerte magia de la chica hacia atrás, para terminar chocando contra la pared, derribando un candelabro en el proceso. Las velas no se apagaron y rápidamente encontraron las telas de la cortina por la cual extenderse.
Morgana se quedó unos segundos observando lo que había hecho y, poco a poco, una sonrisa orgullosa apareció en sus labios. Sin embargo, pronto recordó que tenía cosas que hacer y que debía de ponerse en marcha antes de que fuera demasiado tarde.
…
— ¿Dónde está Merlín, Gaius?—preguntó Hermione rápidamente al anciano, al encontrarlo en uno de los pasillos.
—No lo sé—le respondió con preocupación—. Salió corriendo rápidamente diciendo que se que había equivocado.
Hermione tardó unos segundos en darse cuenta de qué podría querer decir con eso y cuando lo hizo, su corazón se llenó de miedo. Giró sobre sus pasos y corrió, sin hacer caso a la llamada del anciano que le preguntaba qué estaba sucediendo. Su mente intentaba pensar en todas las posibilidades al mismo tiempo ¿Dónde se encontraría Merlín? ¿Habría ido a ver al rey o había preferido ir primero con Morgana? Las dos posibilidades eran igual de buenas. Sabiendo que debía tomar una decisión rápidamente y viendo que las cámaras de su hermana quedaban más cerca, decidió ir hacia allí primero y luego aparecerse en las cámaras de su padre si no encontraba a ella o a Merlín.
Mientras corría por el pasillo se dio cuenta que la puerta estaba cerrada pero que por debajo de ésta se podía ver una luz naranja brillante. Confundida, aceleró sus pasos y fue entonces que el claro olor a algo quemándose llegó a su nariz. Humo.
Empujó la puerta bruscamente, sintiendo el calor, y vio en el interior que las cortinas de la ventana comenzaban a consumirse por completo.
— ¡Merlín!—gritó cuando lo vio inconsciente, demasiado cerca del fuego.
Corrió hacia él, lo tomó de sus brazos y movió su cuerpo lejos del peligro. Tomó su rostro suavemente entre sus manos, buscando alguna quemadura pero no la halló. Había llegado justo a tiempo.
— ¡Ennervate!
Merlín abrió los ojos de inmediato, respirando profundamente. Cuando vio el rostro de Hermione, sonrió levemente pero su sonrisa se borró al recordar lo que había sucedido.
— ¡Morgana fue a asesinar a Uther!—exclamó—Tengo que llegar…
Hermione tomó su mano para ayudarlo a ponerse de pie y rápidamente se apareció junto con él fuera de las habitaciones del rey. Por fortuna, los guardias que buscaban al intruso que había asesinado al sirviente estaba ocupados en otras zonas por lo que no vieron absolutamente nada. Ambos entraron corriendo, viendo como Morgana alzaba la daga por encima del rey.
Merlín reaccionó por instinto, alzando su mano hacia la ventana y haciendo que los vidrios de ésta volaran hacia adentro, como si hubiesen explotado. Giró sobre Hermione, cubriendo su cuerpo con el suyo para que ninguno de aquellos trozos filosos la lastimara.
La fuerza de la explosión hizo que Morgana acabara en el suelo y que el rey se despertara de repente.
— ¿Qué está pasando?—preguntó sobresaltado.
Morgana se puso de pie de inmediato, con los ojos llenos de miedo y confusión.
—Eh… yo…—tartamudeó—había fuego y… me asusté. Quería estar contigo—corrió hacia los brazos de Uther, empujando la daga que se le había caído debajo de la cama para que el rey no pudiera verlo—. Eres la única persona con la que me siento segura.
El rey la abrazó con fuerza, apretándola contra su pecho.
Merlín y Hermione se escabulleron de allí sin ser vistos.
…
Ambos volvieron a las cámaras de la princesa, donde aún se encontraban Harry y Athena. Hermione le dio a Ingrid la libertad de marcharse y, cuando lo hizo, todos se quedaron en silencio por unos instantes. Hasta que Harry se hartó.
— ¿Nos van a contar qué fue todo lo que sucedió o no?—preguntó.
Merlín miró a Hermione con dudas pero ella le sonrió suavemente y asintió con la cabeza, diciéndole en silencio que podía confiar en Harry. Entonces comenzó a contarle desde que había entrado en la cueva, lo que había visto y sus intentos de impedirlo.
—Cuando estábamos hablando en mi habitación, oímos a Uther confesarle a Gaius que Morgana es su hija—dijo Merlín.
—Y ahora ella también lo sabe.
— ¡¿Qué?!—preguntó Merlín y se volteó hacia Hermione, que era la que había pronunciado aquellas palabras.
—Piénsalo, ¿Por qué otro motivo habría de haber actuado tan repentinamente? Además, cuando fui a verla lanzó ciertos comentarios que no dejan mucho lugar a la duda.
— ¿Al final intentó asesinar al rey?—preguntó Athena con curiosidad.
—Acabamos de impedirlo—dijo Merlín.
— ¿Y qué sucederá ahora?—inquirió Harry.
—Debemos ser mucho más cuidadosos—Hermione se encogió de hombros suavemente—, especialmente Arturo y yo.
— ¿Por qué ustedes?
—Porque ahora que sabe que también tiene sangre real, si Uther muere, somos los únicos que nos interponemos entre ella y el trono.
Adelantos del siguiente capítulo:
— ¿Te das cuenta de a quién le estás hablando con ese tono?
—A un idiota.
— ¡Harry!—protestó Athena, lanzando una mirada en dirección al príncipe— No puedes hablarle de ese modo.
— ¡Oh, claro que puedo!—exclamó él, sintiendo la ira crecer en su pecho—No me importa que se crea importante sólo por su tipo de sangre porque ya me he enfrentado antes a personas con la misma idea pero mucho peores que él.
...
—Te amo.
Hermione apretó la tela de su falda en el interior de sus puños al oír aquellas palabras que salieron apenas susurradas de la boca de Harry. Por unos segundos fue incapaz de sentir nada pero pronto su corazón se estrujó en el interior de su pecho. No podía decir que no lo había presentido, que no había visto algo en los ojos de su amigo que le gritaba la verdad.
—Yo también te amo.
