¡Hola!

Creo que no tengo disculpas suficientes como para justificar mi ausencia durante tanto tiempo. Simplemente he estado ocupada y no he podido ni siquiera sentarme a escribir una página. Es por eso que, dado que los siguientes meses estaré igual de ocupada, he decidido subir un par de capítulos que ya tenía escrito desde hace tiempo.


TRATAR CON LA MONARQUÍA

—Recuérdenlo, sólo deben hablar cuando se lo pidan, deben hacer una reverencia delante de mi padre y mi hermano siempre que lleguen o se vayan de la misma habitación y si deben dirigirse a ellos deben recordar utilizar el "excelencia", "sire", "mi lord" o cualquiera que se le parezca. Al igual que deben dirigirse a Morgana como "mi lady". Siempre háblenle con el total respeto porque si no pueden meterse en problemas…

—Hermione, ya lo sabemos—dijo Harry—. No necesito que me repitas todo lo que Athena ya me dijo hasta el cansancio.

—Lo siento, pero quiero que todo salga bien—los miró con nerviosismo— ¿Recuerdan la historia?

—Sí, tranquilízate, todo estará bien.

Hermione asintió, intentando hacerles caso pero no podía evitar sentir la incomodidad de la situación. Tan sólo hacía un día Morgana había querido asesinar al rey y la tensión no salía aún de su cuerpo. Pero quizás lo que más preocupada la tenía era el modo en que reaccionaría su padre con sus amigos después de la discusión que habían tenido ya no habían vuelto a hablar más. Merlín, a su lado, le sonrió tranquilizadoramente.

—Vengan—les ordenó.

Dio un paso hacia adelante, empujando las grandes puertas de la cámara del consejo donde se encontraba su padre y su hermano revisando algunos contratos comerciales. Ambos alzaron el rostro en su dirección y los ojos de su hermano se abrieron enormemente cuando se posaron en el chico con lentes que iba muy cerca de Hermione.

—Buenos días—saludó ella.

—Bueno días, Hermione—el rey también contempló con curiosidad a las personas que iban detrás de su hija.

Arturo permaneció en silencio, se recostó en el respaldar de la silla y cruzó los brazos sobre su pecho, sin dejar de mirar al chico.

—Padre, Arturo, quiero presentarles a Harry Potter y su esposa Athena—ella les lanzó una mirada significativa a los dos e inmediatamente hicieron una reverencia ante el rey y el príncipe—. Son viejos amigos míos.

Ante esas palabras los dos hombres se enderezaron y contemplaron aún con mayor interés a los invitados de Hermione.

—Cuando dices viejos amigos—comenzó a decir el rey—… ¿Te refieres a antes de llegar aquí?

—Sí, padre. Ellos, al enterarse de que estaba aquí en Camelot, vinieron a verme. Los invité a pasar una temporada con nosotros…

— ¡¿Que has hecho qué?!—preguntó de repente Arturo— ¿Te has vuelto loca?

—Arturo, no entiendo por qué actúas así.

— ¡¿Por qué?!—rió con cierto sarcasmo pero muy pronto se puso serio— ¿A caso te has olvidado de cómo te encontré? Estabas desnutrida, deshidratada y vistiendo harapos. No recordabas si quiera cómo llegaste aquí. Nos dijiste a todos que habías estado enferma… Te lo dije aquella vez pero parece que tengo que volver a recordarte lo sospechoso que fue. En el pueblo donde vivías nadie pareció prestar atención a tu persona… ¡Y ahora de repente aparecen estos dos! Hermione, no hay que tener más de dos dedos de frente para darse cuenta que quieren aprovecharse de ti. Ahora eres la princesa del reino, tienes poder y riquezas, algo que claramente ellos pudieron ver.

—No, no es así—le aseguró su hermana.

—Mi lord—Athena se adelantó e hizo una nueva reverencia—, si me permite, podemos explicar lo que ocurrió en aquellos años.

El monarca estuvo a punto de negarse rotundamente. No quería que nadie que rondara en su castillo pudiera recordarle a él y al resto del reino que su hija no había estado allí durante sus primeros años de vida.

—Por favor, padre—dijo ella.

Hermione le había suplicado que oyese pero el rey era muy consciente de la mirada que le daba y que su tono no correspondían a sus palabras. Era como si le ordenase que hiciese aquello porque había hecho algo mucho mayor por Morgana. Apartó la mirada de ella, incapaz de soportarla, e hizo un gesto con su mano para darle vía libre de hablar.

Harry miró a su amiga, quien asintió ligeramente. Tomó aire profundamente y rogó que lo que había ensayado toda la noche anterior le saliera bien.

—Hermione y yo hemos sido amigos desde que tenemos once años—explicó el muchacho—, jamás me atrevería a hacerle algún tipo de daño intencionalmente. Pero debo confesar que aquella vez la descuidé. La aldea estaba siendo asediada por una peste y muchos del pueblo fallecieron en aquella ocasión. Cada familia estaba destrozada, velando por sus enfermos.

—Harry y yo aún no estábamos casados pero yo he vivido con su familia desde muy joven, cuando mis padres fallecieron—intervino Athena—. Fueron los suyos los que me criaron, hasta que enfermaron, ambos a la vez, al igual que su hermano menor. Entre los dos hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos para ayudarlos pero fue sólo su padre quién sobrevivió. Estábamos destrozados.

—Cuando fuimos a la casa de Hermione, sólo encontramos a sus padres. Ambos estaban muertos. La buscamos por todos lados pero no la hallamos. Aún no entendemos qué le pasó.

— ¿Y nunca fueron a verla?—preguntó entre dientes Arturo.

—Claro que sí, fuimos al comienzo, cuando sólo su madre era la que había enfermado—Harry intentó sonar convincente—, pero cuando mi hermano se contagió, no tuve oportunidad de volver a su casa por más de un mes. Cuando volvimos, ella ya había desaparecido. Advertimos al resto de los aldeanos que la conocían de su ausencia pero por más que buscamos por semanas no la encontramos.

—Imaginamos lo peor—Athena se mostraba con los ojos brillosos, como si estuviera por llorar y contemplaba a Hermione como si sintiera una terrible culpa llenándola.

Hermione le sonrió tranquilizadoramente, admirando internamente la capacidad actoral de la chica.

—No los culpo por lo que sucedió—dijo ella, acercándose a su padre y a su hermano—, jamás podría hacerlo porque ellos fueron mis amigos desde que yo era muy niña. Por favor, permitan que se queden aquí por un tiempo.

Arturo no quería aquello pero iba a admitir que esa era una excelente oportunidad de conocer algo del pasado de Hermione, pasado que ella no quería compartir con nadie y del que había dicho sólo unas pocas palabras. Miró a su padre y se sorprendió al descubrir que no contemplaba a Hermione ni a sus invitados, sino que sus ojos vagaban muchos más allá, como si deseara rehuir de los ojos de su hija.

El rey estaba perdido en sus propios pensamientos. Oír aquel relato le había recordado su mal comportamiento en el pasado para con su hija y ese era un sabor amargo que siempre estaría en su paladar. Tener a ese par allí sólo aumentaría su disgusto.

—No—dijo el rey luego de unos instantes.

—Padre…—Arturo intentó encontrar las palabras para hacerle entender.

—No—repitió el rey y contempló finalmente a su hija—, tú perteneces aquí, Hermione, no tienes ningún motivo por el cual relacionarte con este tipo de personas.

—Son mis amigos—dijo ella con seriedad.

—Eran tus amigos—lo corrigió él como si fueran necesario—. Como dijo Arturo, no sabemos qué quieren. Pueden estar engañándote, queriendo robar…

— ¡No!—exclamó Harry de repente, ganándose una mirada furiosa de parte del rey y otra de advertencia de su amiga— Lo siento, mi lord—se apresuró a corregir su error—, pero le aseguro que no tenemos ninguna segunda intención. Mi esposa y yo sólo queríamos volver a verla y asegurarnos de que estaba bien.

—Ya la vieron, ahora pueden regresar a donde pertenecen.

— ¡Padre, no!—protestó Hermione— Ellos no se irá a ningún lado.

— ¿Cómo te atreves?—el rey la contempló casi con odio.

— ¿Cómo te atreves tú?—replicó ella, sin quitarle los ojos de encima—Lo que te estoy pidiendo no es nada en comparación con muchas otras que has hecho, ¿o a caso debo recordártelo?

El rey se sintió empalidecer. No podía creer que Hermione estuviera amenazándolo con aquello.

—Salgan todos—les ordenó—, debo de hablar con mi hija a solas.

—Padre, estás…—intentó Arturo.

— ¡AHORA!—gritó.

Harry podía sentir la tensión vibrando en el ambiente y dado la mirada del rey que le lanzaba a su hija, lo último que quería hacer era irse de allí y dejarla a su suerte. Miró significativamente a Athena, diciéndole silenciosamente que no iba a moverse de allí pero cuando el hermano de Hermione se puso de pie, los empujó casi con cierta brusquedad para sacarlos.

—No…—comenzó a protestar.

—Sales por tu cuenta o mandaré a llamar a los guardias—le dijo Arturo entre dientes, lanzándole una mirada de advertencia—y pasarás la noche en un calabozo.

—Vamos, Harry—Athena lo tomó por el brazo y entre ambos sacaron al muchacho de allí, aunque él no dejaba de observar a su amiga, quien mantenía los ojos fijos en Uther.

Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, siendo vigilada por dos guardias, Harry lanzó una mala mirada a Arturo, importándole muy poco que se tratase del futuro rey más famoso de todos los tiempos.

— ¿Cómo pudiste dejarla allí?—le preguntó.

El príncipe lo contempló con incredulidad.

— ¿Te das cuenta de a quién le estás hablando con ese tono?

—A un idiota.

— ¡Harry!—protestó Athena, lanzando una mirada en dirección al príncipe— No puedes hablarle de ese modo.

— ¡Oh, claro que puedo!—exclamó él, sintiendo la ira crecer en su pecho—No me importa que se crea importante sólo por su tipo de sangre porque ya me he enfrentado antes a personas con la misma idea pero mucho peores que él.

Athena se dio cuenta a lo que hacía referencia el muchacho y también notó que Arturo había sentido curiosidad por sus palabras y estaba ansioso por preguntar.

—Potter, esto es suficiente—lo reprendió con entre dientes mientras le daba la espalda al príncipe y le lanzaba una mirada de advertencia.

Pero él la empujó a un lado—aunque a pesar de su enojo intentó no hacerlo con brusquedad— para así enfrentarse a Arturo cara a cara.

— ¿Cómo puede importarme quién demonios seas cuando has dejado a Hermione con ese desgraciado?

— ¡Estás hablando de mi padre! ¡Del rey!—le recordó el príncipe—Le debes respeto.

—Pues tu padre puede besar mi…

— ¡Harry Potter!—gritó Athena antes de que él dijera algo que posiblemente lo llevara a la horca.

Tuvieron una lucha silenciosa de miradas, hasta que finalmente el muchacho suspiró y volvió a contemplar de mala manera a Arturo.

—Cuando dije que me preocupo por Hermione no miento—le aseguró al príncipe—. No conozco a tu padre pero he oído que no es precisamente un hombre indulgente y ahora parecía furioso.

—Mi padre jamás se atrevería a lastimar a Hermione, él la ama, es su hija—indicó Arturo intentando convencerlo aunque dentro de su pecho no podía dejar de compartir ese temor que sentía el supuesto amigo de su hermana.

— ¿Estás seguro?

Arturo asintió sin dudarlo pero a su mente llegaron las imágenes de un recuerdo antiguo en el que su padre había alzado su mano contra Hermione para castigarla. Lo había odiado en ese momento y, a pesar de que ya lo había perdonado por aquel incidente, siempre había estado atento a que no volviera a ocurrir. Sus ojos se desviaron hacia la puerta cerrada mientras se preguntaba si debía de entrar e interrumpir, tan sólo para comprobar que todo estaba bien; pero justo en ese momento ésta se abrió, mostrando a una seria Hermione. Lanzó una fugaz mirada a su hermano para que finalmente sus ojos se posaran en Harry y Athena.

—Mi padre permitirá que se queden bajo la condición de que trabajen en el castillo durante su estancia.

Arturo notó que Hermione no estaba a gusto con esa idea pero que parecía haberla aceptado a pesar de todo. Miró a la pareja y pronto descubrió que el tal Harry asentía sin dudarlo mientras que la esposa de éste sólo parecía resignada.

—Lo haremos—dijo el chico de lentes—. Todo lo que sea necesario.

Hermione hizo una mueca ante sus palabras.

—De todos modos no se quedarán mucho tiempo—murmuró y al notar que Harry iba a protestar le lanzó una de esas miradas que eran tan particulares de ella que lo silenciaron momentáneamente. Hermione se volteó a ver a Athena—. Tengo permiso para tomarte bajo mi servicio, ayudando a Ingrid en las tareas.

— ¿Y yo?—inquirió Harry.

Hermione miró a su hermano, quien agrandó los ojos graciosamente mientras negaba con la cabeza repetidas veces.

—No, olvídalo, Hermione, ya tengo a Merlín y no necesito otro sirviente incompetente—miró de mala manera a Potter.

—Me gustaría creer que con dos sirvientes te quejarás menos.

— ¡Yo no me quejo!

—Claro que lo haces.

— ¡En absoluto!

—Arturo, lo haces, admítelo.

Harry y Athena intercambiaron una mirada entre sí al oír a los dos hermanos discutir tan absurdamente. Él había tenido que oír incontables peleas ridículas entre ella y Ron durante sus años de colegio pero no se parecían en absoluto a lo que estaba presenciando. Mientras que con Ronald las palabras eran gritadas y llenas de verdadero enojo, con Arturo parecía una discusión donde la burla y el enfado se mezclaban al punto de no poder distinguir las diferencias.

—No admitiré tal cosa como tampoco aceptaré tener un nuevo sirviente. No lo necesito.

Hermione se dio cuenta que lo mejor era utilizar otro tipo de tácticas para convencerlo.

—Por favor, Arturo—lo miró a los ojos—, esto es importante para mí.

El príncipe sabía muy bien lo que ella estaba haciendo y por más que intentaba combatir con el creciente deseo de aceptar lo que fuera con tan de verla feliz… ¡no lo conseguía! Gruñendo una maldición entre dientes, asintió, malhumorado.

— ¡Gracias!—le sonrió enormemente y fue a abrazarlo con fuerza.

Arturo rodeó la cintura de su hermana con sus brazos, suspirando, mientras pensaba con resignación que ella era su debilidad. ¿Llegaría el tiempo en que sería capaz de negarle algo o de permanecer enfadado con ella el tiempo suficiente? Lo dudaba. Cuando Hermione se separó, lo miró a la cara, nuevamente seria.

—Espero que trates a Harry mejor de lo que tratas a Merlín—le advirtió—. Merlín ya conoces todas tus mañas y te complace en todos tus caprichos. Harry no hará eso—se volteó a su amigo— ¿verdad?

El muchacho miró primero a su amiga y luego a Arturo, sin saber realmente qué decir.

—No—su voz estaba llena de duda pero ante la mirada insistente de su amiga, repitió con más seguridad—No.

Arturo miró con incredulidad.

—Bien, ya que ahora eres mi criado, ve a limpiar la caballeriza, alimenta y cepilla a mi caballo y comprueba sus herraduras.

—No le hagas caso—rápidamente dijo Hermione.

—Es mi sirviente, Hermione, no el tuyo.

—Te dije que lo trataras bien.

—Lo hago.

— ¿Y eso es tratarlo bien? ¿Por qué no lo mandas directamente a practicar con los caballeros?

—Si eso es lo que quieres…

— ¡No!

El príncipe puso los ojos.

—Ven, Potter—le ordenó—, te encargarás de mis cámaras. Quizás ese trabajo sea lo suficientemente liviano para ti.

Arturo comenzó a caminar y Harry lo siguió, lanzándole una mirada molesta a su amiga por haberlo mentido en esa situación. Athena le lanzó una sonrisa burlona y agitó su mano en su dirección a modo de despedida. No le gustaba ni un poco estar bajo las órdenes de aquel imbécil—y, nuevamente, no le importaba que se tratara del más famoso rey que ocuparía el trono de Camelot—pero haría todo lo que fuera necesario para permanecer el mayor tiempo posible en aquella época, al lado de Hermione.

El príncipe lo llevó a paso veloz y en completo silencio a través del castillo hasta que se encontraron frente a unas enormes puertas dobles.

—Estas son mis cámaras privadas—le informó con voz seria—y sólo yo o mi sirviente tenemos acceso a ellas. Ahora que tú también podrás entrar te advertiré que si llega a faltarme una sola cosa, no dudaré en hacerte colgar. Merlín suele ser un inútil pero no me ha robado jamás.

— Yo tampoco soy un ladrón—dijo, molesto por tal acusación.

Arturo no respondió, simplemente le dio la espalda y abrió la puerta para mostrarle el interior de la habitación. Claramente no era moderno, nada a lo que estaba acostumbrado, pero no había duda que era digna de un príncipe. ¿A caso esa copa era de oro?

—Merlín, te presento a tu nuevo… compañero—el príncipe se dirigió hacia su antiguo sirviente, quien había estado arreglando las sábanas de la cama—. Hermione convenció a nuestro padre de que se queden, pero a cambio tienen que trabajar en el castillo.

— ¿Y te convenció a ti de tomarlo como tu segundo sirviente?—preguntó Merlín con una sonrisa divertida aunque no necesitaba oír una respuesta para saber que era cierto.

Arturo le lanzó una mirada molesta.

—Cállate o te haré limpiar todo el castillo a ti solo.

— ¡Oh, esa es una nueva amenaza! ¿Te costó mucho pensarla?

— ¿Qué?

—Nada—murmuró rápidamente y se volvió hacia Harry—. Bienvenido, Harry. Estos días serán los más divertidos de tu vida.

El sarcasmo estaba tan presente en su voz a pesar de su sonrisa que el príncipe logró detectarlo. Rodó los ojos, cansado pero al mismo tiempo resignado ante el comportamiento de su sirviente.

—Hazte cargo de éste—le ordenó a Merlín señalando a Harry—. Y no se metan en problemas.

El príncipe se volteó sin darles una segunda mirada y se marchó, dejándolos solos.

Harry suspiró.

— ¿Es siempre así?

Merlín siguió arreglando la cama.

—No siempre. Es buena persona, en realidad, simplemente tiene un ego que es más grande que Camelot—acomodó la almohada finalmente y comenzó a juntar las prendas que el príncipe había esparcido por el suelo antes de tirárselas a Harry—Toma.

— ¿Qué se supone que hago con esto?

—Si eres el sirviente de Arturo, no te dejará quedarte de brazos cruzados. Lo menos problemático que puedes hacer es lavar su ropa y encargarte de su cuarto. Luego te mostraré dónde lavar eso.

— ¿Y por qué no haces todo con magia?

— ¡Shhh! ¡No puedes decir esas cosas!—lo reprendió con alarma—Estamos en un lugar donde eso está prohibido, debes ser más cuidadoso. El cuarto del príncipe es sólo suyo pero cualquiera, incluso el rey, puede venir a buscarlo.

—Tendré más cuidado—aseguró.

Merlín comenzó a juntar el plato con los restos del desayuno y la copa que Harry había visto antes.

— ¿Eso es de oro?—preguntó sin poder evitarlo.

El mago miró la copa.

—Supongo que sí—dijo con un leve encogimiento de hombros.

Hermione le dio el día libre a Ingrid después de que llevó el desayuno para tener todo ese tiempo disponible para pasarlo con Athena. Necesitaba saber unas cuantas cosas antes y algo le decía que Harry no se mostraría muy predispuesto a contarle mucho, especialmente porque se trataba de averiguar cómo habían llegado allí y cómo podían volver al tiempo que le correspondía.

Colocó un hechizo silenciador en su cuarto antes de hablar.

—Lamento que tengas que pasar por esto. Si fuera por mí, se quedarían en el reino sin tener que trabajar de ningún modo—le aseguró—. No es como si no contamos con los recursos necesarios para mantener a dos personas más.

—No te preocupes, ya sabía que esto sucedería—comentó Athena mientras se sentaba.

Hermione fue a su lado, tomó a Crookshanks entre sus brazos, sacándolo de la silla que se encontraba al lado de Athena y se sentó, acariciando las orejas de su gato distraídamente, quien no se inmutó demasiado de haber sido colocado sobre las piernas de su dueña.

— ¿Lo sabías?—preguntó con cierta duda pero pronto recordó lo que días atrás había mencionado su amigo— ¿Lo escribí en esos diarios?

—Sí, pero no son diarios llenos de detalles—le aseguró—, simplemente explican situaciones que podrían llamarse cotidianas.

— ¿Los has traído?

—No, eso sería muy estúpido de mi parte—indicó—. Le di a leer a Potter el primero para que me crea y no siga gritando a los cuatro vientos que me he vuelto loca al insinuar que la esposa de Merlín era la misma Hermione que él había conocido de niño.

Hermione no pudo evitar que el color invadiera sus mejillas al oír a Athena decir "La esposa de Merlín". Era algo que quería que se cumpliera, que la ponía ansiosa y feliz pero, sin lugar a dudas, también lo sentía como una posibilidad muy lejana, casi improbable. Al menos, mientras viviera su padre.

—Supongo que no habrá sido muy fácil soportar a Harry en esos días—murmuró, concentrándose en el otro tema que importaba.

—No es como si no lo estuviera esperando, tú te encargaste de dejarme bien en claro que él iría a verme.

— ¿Yo? ¿Cómo? ¿Con los diarios?

—Los diarios fueron sólo una parte pero también hubo una carta. Aunque esas no fueron las únicas cosas que recibí de ti: a lo largo del tiempo, mi familia ha contado con la riqueza que han heredado de ustedes pero hubo, por muchos años, objetos que estaban destinados a llegar directamente a mí. Por ejemplo, eso—señaló el collar con forma de corazón que llevaba Hermione.

La princesa se llevó las manos hacia él, tocando el dije suavemente, sintiéndolo cálido no sólo por el contacto de su piel sino también porque dentro de aquel pequeño objeto latía una magia poderosa.

— ¿Cómo es que esto pasó directamente a ti? ¿Sabes lo que es?

—Una vez mi madre me lo dio, diciendo que estaba en un cofre con otros objetos; cofre que se mantuvo completamente cerrado sin importar cuánto intentaron abrirlo hasta que, sin que nadie hiciese nada, se abrió el día en que nací. Me fue dando algunas cosas a lo largo de los años, a medida de que yo podía usarlos o comprender cuán valiosos eran. Ese collar—lo señaló de nuevo—, me lo dio cuando cumplí quince. No entendí al principio qué significaba pero luego vi que con él puesto podía realizar mejor los hechizos.

—Es como una varita, dentro del dije hay un canalizador mágico que me permite proyectar mi magia. Al principio tenía una varita mágica pero me costó mucho utilizarla y cuando lo conseguí no fui capaz de hacer los hechizos de la Antigua Religión como hace Merlín.

—También sé algunos. No soy muy buena con todos ellos pero puedo realizar los básicos si tengo tu collar puesto. Junto con el collar había un libro muy antiguo que siempre que lo toco tengo miedo que se rompa—confesó con cierta vergüenza.

—Yo no tengo ningún libro—aseguró.

—Quizás aún no.

¿Podría estar refiriéndose al libro de Merlín?

—Imagino que tampoco has traído el collar.

—No, no sabía si convenía traerlo. Serían dos objetos, los mismos, que convivan en el mismo tiempo. Podría resultar demasiado peligroso y no me quise arriesgar.

—Eso fue muy inteligente de tu parte—la felicitó—, pero no lo fue venir aquí, no importa cuánto haya querido hacerlo Harry o lo que yo pueda escribir en esos diarios.

—Hermione—dijo su nombre con cierta exasperación—, te voy a confesar que desde el primer momento en que comencé a recibir cosas que fueron tuyas y aún más desde que leí tus diarios, y lo he hecho cientos de veces, no he dejado de admirarte y he ansiado tanto como Harry poder estar aquí y conocer y admirar tu inteligencia… pero en este momento, estoy sufriendo una terrible decepción.

La princesa la miró desconcertada y un poco ofendida por aquellas últimas palabras.

—A riesgo de parecer presumida, te diré que sí soy inteligente.

—Entonces, piensa. Tú mejor que nadie debe entender la importancia de no cambiar los efectos del tiempo.

Hermione la miró con desesperación porque, realmente, estaba tan confundida con todo el asunto del tiempo.

—Siempre me han dicho que cambiar el tiempo es algo muy peligroso, que lo que yo haga o deje de hacer al tiempo al que viaje, puede afectar el futuro. El Gran Dragón me ha dicho que no puedo cambiar nada del futuro que conocí porque cuando yo estaba allí, antes, ya había estado aquí—intentó explicarle—, por eso he cuidado durante mucho tiempo mis acciones, incluso con Merlín y Morgana.

—Todo lo que te dijo, es cierto. Tienes un gran conocimiento en tus manos: el saber que triunfarás…

— ¿Triunfar?—preguntó Hermione— No sé si vamos a triunfar. Sé que Arturo muere, sé que Merlín funda las bases del mundo mágico pero ¿y yo? ¿Qué será de mí?

— ¿Ese es el problema?—Athena la miró desconcertada— ¿Quieres reconocimiento?

— ¡No!—exclamó Hermione rápidamente, alarmada de que ella pudiera pensar algo así—. Lo que quiero decir es que en el futuro no hay nada sobre mí, al menos, nadie sabe nada. Nunca escuché de alguna Hermione por lo que incluso mi nombre, más allá de la literatura, parece no existir. Merlín y Arturo existieron en un tiempo que, para los de tú época, es casi una leyenda. Claro, los magos saben que realmente vivieron y conocen sus acontecimientos más importantes pero…—Hermione agitó su cabeza suavemente, silenciándose de repente y se tomó el tiempo para ordenar sus pensamientos— Supongo que lo que quiero decir es que me cuesta creer en mi triunfo porque nunca he oído nada sobre él. Sí, he oído de mi hermano y de Merlín y de lo importantes que fueron pero nunca supe nada más de ellos. ¿Y si fallo? ¿Y si lo arruino?

Para su consternación, Athena rió ante sus palabras. Cuando la chica notó la mala mirada que le lanzaba la princesa, se contuvo pero aún tenía una sonrisa divertida tirando de sus labios.

—Lo siento, pero oír tus dudas sobre ti misma y tus capacidades estaba mucho más allá de mis expectativas. ¡Para mí eres jodidamente genial!—sus ojos brillaron de entusiasmo aunque pronto se puso seria—Pero puedo entender que tengas miedo. Existen esas pruebas que tanto te hubiese gustado ver pero me temo que no te las puedo mostrar. Sólo tienes que confiar en ti misma, ¿sí?

— ¿No me puedes dar un adelanto de lo que va a venir?

— ¿A caso tú le has dicho a alguien sobre Morgana? ¿Alguien más allá de Merlín?

—No.

—Yo tampoco te diré nada, por las mismas razones que tú no le has dicho a nadie.

— ¿Porque guardas la esperanza de que las cosas no vayan tan mal como lo dice la historia?—intentó bromear suavemente aunque claramente decepcionada por no poder un poco de información

—Sabes muy bien que esa no es la razón, sino porque, si abrimos la boca, en el futuro estamos jodidos—rió suavemente y, aunque la idea era terrible, Hermione también rió hasta que se pusieron en silencio—. Lo que te puedo decir es que lo que vendrá no será fácil pero que si juegas las cartas correctas todo irá bien.

—Eso es más fácil decir que de hacer.

— ¿Me lo vas a decir a mí?—inquirió—Harry y yo hemos viajados al pasado casi a ciegas, poniendo en peligros nuestras vidas para poder verte. Y si estamos aquí es porque tuvimos una increíble suerte.

—Aun no entiendo por qué…

—Porque teníamos que estar aquí—la interrumpió ella—. Estaba escrito en los diarios, estaba dicho que iba a suceder y, aunque no lo creas, Harry y yo influiremos en ciertos acontecimientos que aún no te puedo adelantar. Entiendo que estés preocupados por nosotros pero estaremos bien.

— ¿Eso quiere decir que sabes cómo volver?

—Sé cómo volver pero el problema es que no tengo magia para realizar el hechizo correspondiente.

— ¿Y no podría hacerlo yo?—preguntó Hermione.

—La persona que lo hace debe ser la misma que viaja en la línea temporal.

—Entonces, ¿cómo? ¿No hay ningún indicio en los diarios? ¿No hay nada que nos pueda ayudar a devolverlos en el tiempo? ¿O, al menos, dice si ustedes recuperan su magia?

—Lo único que dice es que volvemos a nuestro tiempo, no aclara cómo.

A pesar de que Athena había asegurado que todo saldría bien, la falta de información sobre el inconveniente de regresar al futuro la inquietaba. Se quedó pensando unos segundos en ello, sin saber qué hacer al respecto, hasta que la voz de la chica la interrumpió.

— ¿Cómo convenciste a tu padre que nos deje quedarnos en el castillo?

Hermione no había esperado aquella pregunta por lo que tardó unos segundos en encontrar una respuesta. Aunque, sinceramente, la tardanza fue más bien producto de los recuerdos que le llegaron de esa discusión.

—Le dije que si no los dejaba quedarse iba a decirle a Arturo la verdad.

— ¿Qué verdad?

—Que Morgana es nuestra hermana.

— ¿Y eso funcionó?—Athena la miraba fijamente.

—No como yo creía. Odia que lo desafíen e incluso ante una amenaza tan grande como esa fue incapaz de ceder por completo. Tuvo que tener la última palabra y decir que, si iban a quedarse, tendrían que hacerlo bajo sus condiciones.

Hermione no añadió nada más porque no quería realmente hablar de su padre. Estaba increíblemente enfadada con él. Uther Pendragon era un hombre altanero, que desconocía lo que era la humildad y el honor. Prefería salvar su propio pellejo y mantener a todos controlados con sus manipulaciones en vez de doblegarse y sufrir las consecuencias de sus actos. Era por ese motivo que habían llegado entre ambos a ese ridículo acuerdo: ella no abriría la boca sobre Morgana y él dejaría que Harry y Athena se quedasen en el castillo durante un tiempo indeterminado, trabajando como sirvientes.

—Tengo que pedirte algo—musitó de repente Athena.

Hermione miró a la chica con curiosidad, no por las palabras que había dicho sino por el tono que había utilizado para decirlas: parecía tímida pero al mismo tiempo había oculto en su voz un leve temblor que delataba su nerviosismo. Sea lo que fuera que Athena iba a pedirle, debía de ser increíblemente importante.

—Dime.

Athena sintió que sus mejillas se ruborizaban levemente.

—Necesito ayuda con un asunto…

El día no fue uno de los peores de su vida pero definitivamente se le acercaba. Arturo era un maldito malcriado y no importaba lo que dijera Merlín al respecto. A pesar de que el príncipe le había dicho a Hermione que iba a mantenerlo limpiando sus cámaras privadas, durante la tarde lo había obligado a sostener un enorme y pesado escudo que los caballeros y el príncipe utilizaron como blanco para practicar. Incluso Arturo le había dado una espada para que luchase con él. ¡Ahora le dolía todo! El quidditch nunca lo había preparado físicamente para este tipo de actividades.

Merlín lo había mirado con diversión al verlo llegar arrastrando los pies y llevando consigo la pesada armadura que debía de lustrar.

— ¿Te hizo sostener el escudo?—Harry sólo asintió, gruñendo una maldición entre dientes—Esa es como su forma de darte la bienvenida.

— ¿En serio?

Merlín rió suavemente.

—Anda, dame eso—tomó la armadura—. Yo me encargo de esto. ¿Por qué no vas a descansar? Mañana verás que no será tan malo.

Pero fue casi igual. Terminó cansado y aunque nuevamente Merlín le dio las últimas horas del día libre para ir a descansar, no pudo dormirse rápidamente. Quería hablar con Hermione. Necesitaba hablarle. Por lo que, en contra de lo que su cuerpo deseaba, una vez que terminó con sus tareas, caminó hacia las cámaras de su amiga y tocó la puerta. Sin embargo, nadie atendió.

El castillo era inmenso y como no conocía aun bien la rutina de Hermione era imposible que él supiera dónde se encontraba, por lo que decidió que la mejor opción que tenía era esperarla allí. Se quedó recostado contra la pared pero cuando el cansancio se hizo aún más presente en su cuerpo terminó por sentarse en el suelo.

—Mi lady, no creo que sea una buena idea alterar aún más a su hermano—oyó la voz de un hombre.

—No lo alteraré más, simplemente…—la voz de Hermione se detuvo, dubitativa—, simplemente tendrá que aprender que no siempre las cosas serán cómo él quiere que sean.

—Pero…—León se detuvo de repente, no sólo de hablar sino también de caminar.

Hermione lo imitó y siguió su línea de visión.

— ¡Harry!—exclamó sorprendida— ¿Qué haces sentado en el suelo?

—Estaba esperándote.

Se puso de pie lo más normalmente posible, intentando no hacer ninguna mueca de dolor.

—Justo estábamos hablando de ti con Sir León—comentó ella, yendo a su lado.

El guardia siguió de cerca a la princesa, sin dejar de lanzar miradas a Harry, como si temiera que él fuera una amenaza.

— ¿De mí?

—Estaba diciéndole a León que podría darte algunas clases de defensa—dijo Hermione señalando a su acompañante—y él me estaba diciendo lo mucho que enfadaría a Arturo eso.

— ¿Clases de defensa?—se extrañó Harry.

—Sí, ya sabes, el uso de espadas, algo de arquería, lo básico.

La expresión de Harry era de desconcierto y, aunque lo último que deseaba hacer era eso, sabía que ofendería a Hermione si se negaba. Además, ella encontraría de alguna forma u otra la manera de convencerlo para aceptar aquella locura.

—Eh… seguro…—miró a Sir León quién parecía tan escéptico a la idea como él—Aunque no quiero meter en problemas a nadie. Si Arturo se enojará por esto, es mejor que no…

—Arturo no dirá nada porque yo hablaré con él—intervino Hermione con rotundidad—. Ahora que esto está arreglado, ustedes pueden acordar cuándo comenzaran.

Esperó a que los dos se pusiesen de acuerdo de inmediato, delante de ella y a ambos no le quedó más opción que hacerlo, quedando en verse al día siguiente a última hora de la tarde, en el campo de entrenamiento.

León no se marchó de inmediato, lo que molestó a Harry porque quería hablar a solas con su amiga. Hermione, dándose cuenta de la inquietud del muchacho, le pidió al caballero que llamase a Ingrid y que la mandase allí. Esperaron a que el hombre doblara en la esquina del pasillo antes de ingresar a las cámaras privadas donde podían hablar con relativa tranquilidad.

Justo cuando estaban ingresando, algo rozó las piernas de Harry. El chico bajó los ojos a sus pies y vio a Crookshanks apresurarse y adelantarlos para instalarse, como todas las noches, en la cama de Hermione. El gato parecía estar ocupando todas las horas del día para recorrer su nuevo hogar, feliz de tener tanto espacio para sí, mientras que por las noches no se separaba de su dueña. Hermione fue hacia él y acarició la zona detrás de su cabeza, a lo que él ronroneó gustoso por el gesto.

— ¿Qué querías decirme, Harry?—preguntó ella sin dejar de darle atención a su gato.

Harry metió la mano dentro de su saco y extrajo algo que Hermione reconoció de inmediato.

— ¡Harry, no debiste!—lo reprendió pero dejó de acariciar a Crookshanks de inmediato, lo cual molestó al animal, para tomar aquel libro entre sus manos—. Esto es muy peligroso.

—Es tuyo, Hermione.

La chica miró con añoranza su antiguo libro de Hogwarts, una historia, y tocó con suavidad sus hojas.

—Este fue el modo en que te encontré—confesó Harry—. Comencé a revisar tu biblioteca y decidí que lo mejor sería donar tus libros al colegio. Estaba en la biblioteca de Hogwarts cuando me topé con este mismo libro, de la misma editorial y fecha de edición, roto en el mismo sitio—lo señaló—. En ese momento no me di cuenta pero ahora lo entiendo. Ese libro que encontré estaba muy deteriorado, como si hubiese pasado años en aquel estante esperando a que yo lo encontrara.

— ¿Crees que es el mismo?—preguntó Hermione, entendiendo la dirección de sus pensamientos.

—Sí. Sé que suena loco pero, ¿no crees que yo te traje tu libro y que tú conseguiste el modo de dejarlo en la biblioteca a la espera de que yo lo encontrase y fuera capaz de venir a ti?

—Suena a completa locura pero… es también… lógico—dijo aunque su voz tenía ciertas dudas—. Aún así, no entiendo cómo pudiste pensar que yo realmente estaba viva.

El se movió con incomodidad, pasándose la mano por el cabello alborotado, lo cual lo desordenó aún más.

—Realmente no lo pensé al comienzo—confesó con vergüenza—. Sólo me sentía… incompleto…

—Oh, Harry…

El chico sintió sus mejillas arder y decidió cambiar rápidamente de tema.

—Pero no fue el libro simplemente, sino la carta que encontré dentro de él la que me llamó la atención.

— ¿Una carta? ¿De quién?

—De Gryffindor a ti—dijo.

— ¿Qué decía la carta?

—Que se la daría a Rowena para que te la diese a ti porque era peligroso si caía en manos equivocadas, o algo así, y que había encontrado el modo de ayudarte…—Harrry dudó—Quizás entendí mal pero creo que incluso insinuaba que sentía algo por ti aunque no era correspondido.

Hermione sabía muy bien a qué carta se refería su amigo. Era la carta que Godric le había mandado a Rowena y que ésta se la había dado a Merlín, cuando ellos estaban separados aún. En aquel tiempo le había pedido ayuda al caballero para poder comunicarse con Harry, para decirle que estaba bien y preguntarle si las cosas en el futuro seguían estando tal cual antes. Sin embargo, nunca había respondido aquellas palabras.

—Entonces…—oyó que Harry decía suavemente— ¿Es verdad?

— ¿Qué cosa?

— ¿Tú y Godric…?

—No seas absurdo, Harry—le dijo con una leve sonrisa aunque sus mejillas también se habían calentado—. Admito que Godric ha insinuado tener ciertos sentimientos pero no es nada serio y, como has dicho, no puedo corresponderle.

— ¿Por Merlín?

—Por supuesto.

Harry se quedó en silencio unos segundos más, pensando en la relación amorosa que tenía su amiga con el famoso mago.

— ¿Así que lo de ustedes va en serio?—preguntó luego de unos instantes, incómodo de estar tocando estos temas con ella pero necesitando más que nunca conocer la verdad.

—Bueno, me gusta pensar que sí, aunque es complicado mantener una relación en secreto. Pero saber que existe Athena, me da esperanzas.

Miró fijamente a su amigo, dándose cuenta que realmente no parecía entusiasmado ante sus palabras. Quiso preguntarle qué le sucedía pero algo dentro de ella le decía que ya conocía la respuesta así que quedó en silencio, sintiendo algo de miedo. Bajó la vista hacia sus manos y comenzó a juguetear con la falda de su vestido, como siempre hacía que estaba nerviosa.

—Te amo.

Hermione apretó la tela de su falda en el interior de sus puños al oír aquellas palabras que salieron apenas susurradas de la boca de Harry. Por unos segundos fue incapaz de sentir nada pero pronto su corazón se estrujó en el interior de su pecho. No podía decir que no lo había presentido, que no había visto algo en los ojos de su amigo que le gritaba la verdad.

—Yo también te amo.

Su propia voz también había salido como un hilo, delgada y casi monótona, aunque no carente de sentimientos. El miedo estaba demasiado arraigado a aquella confesión.

—Pero no del mismo modo.

Ella giró el rostro lentamente para observarlo. Él tampoco la había estado mirando. Aún no lo hacía. Tenía los ojos clavados en el piso de piedra.

—Harry, yo no…

—Entiendo—la interrumpió él—, sé que no me quieres del mismo modo y, si soy sincero, creo que el amor que siento es más hacia la antigua Hermione. Athena intentó hacerme entender, incluso antes de venir, que no serías la misma porque Hermione Granger murió y yo no quise aceptarlo sino hasta que te vi—finalmente se atrevió a alzar la vista hacia su amiga, quien lo miraba con los ojos bañados en lágrimas—. Ahora eres diferente.

— ¿En buen o mal sentido?

—En el bueno, por supuesto, siempre en el bueno—sonrió tristemente—. Ahora te has vuelto más inalcanzable para mí.

— ¡Oh, Harry!

Se tiró en sus brazos, sintiendo que las lágrimas corrían por su rostro pero sin importarle demasiado estar llorando delante de él. Harry la apretó contra su pecho, sintiendo él mismo deseos de llorar pero negándoselo. Dudó unos segundos pero finalmente terminó por tocar con suavidad sus largos risos y acariciarlos, sintiéndolos suaves entre sus dedos.

—No llores—intentó tranquilizarla, mientras se arrepentía de no tener un pañuelo consigo—. No tienes que llorar por esto. Cuando te fuiste me sentí la persona más infeliz del mundo y no era capaz de entender cómo los demás podía superar con el tiempo tu muerte y yo no. Pero ahora que veo que realmente eres feliz aquí, que estás con tu familia, puedo volver tranquilo.

Hermione apartó el rostro de su pecho, con los ojos rojos y las mejillas húmedas.

—Mientras Athena no tenga magia, es imposible que regreses al tiempo correspondiente—le informó con seriedad.

—Eso es bueno, ¿no? Podré pasar más tiempo contigo.

—No es bueno. Debes volver o puedes morir.

—Sí, sí, recuerdo toda esa explicación—comenzó a secar las lágrimas de su mejilla con su propia mano—, pero es un riesgo que estoy dispuesto a correr.

—Tú sí, pero ¿te das cuenta que Athena también está arriesgando su vida cada segundo que pasa aquí?—se separó de su amigo para contemplarlo con enfado—Si algo llega a pasarle, no haré responsable a nadie más que a ti.

—Pero… ¡Yo no la obligué a venir!

— ¿A caso no te das cuenta que sin ella jamás hubieras podido aparecer ni siquiera medio segundo en el pasado?—el muchacho no iba a aceptar aquello en voz alta— Presta atención, Harry, porque Athena es mucho más importante de lo que crees.

—Sé que es importante—aseguró—. Ha guardado el secreto de tu existencia durante toda su vida.

—No sólo eso.

— ¿Qué quieres decir?—inquirió confundido.

—Ella y yo hemos tenido una charla muy esclarecedora ayer

— ¿Y? ¿Qué te dijo?

Hermione contuvo una sonrisa.

—No puedo decírtelo. Arruinaría la sorpresa…

— ¿De qué hablas?

—Será mejor que te vayas—le aconsejó Hermione—. Ingrid llegará en cualquier momento y no le gustará verte aquí.

—Pero…

—Vete, Harry—insistió con seriedad.

El muchacho, a regañadientes, se despidió de su amiga y se alejó lo suficiente como para que Ingrid no lo viera cuando llegaba del lado contrario del pasillo. Hermione se apresuró a esconder el libro que le había dado Harry antes de que alguien lo viese.

En cuando su doncella entró a la habitación, miró significativamente el interior, buscándolo, lo que le dio a entender a Hermione que León se había encargado de informarle que ella no había estado a solas cuando la había dejado.

—Harry es sólo mi amigo—le aseguró.

Ingrid se ruborizó levemente al verse sorprendida por aquel comentario.

—Yo no he dicho nada.

—Pero lo has pensado—Hermione le sonrió tranquilizadoramente—. Créeme, él no representa ningún peligro para mi pulcra virginidad.

— ¡Mi lady!

Ahora la cara de Ingrid estaba completamente roja, como uno de los tomates más maduros de la cocina del castillo. Hermione sabía que era muy cruel al hablarle con tantas libertades, sabiendo perfectamente que su vocabulario alarmaría a sobremanera a la chica.

—Lo siento—aunque sus palabras eran sinceras aún no podía dejar de sonreír levemente—. Pero hablo en serio cuando digo que no es nada más que un amigo. Cuando nos dejó León, sabía que vendrías casi corriendo a vernos porque te diría que estábamos solos. Aunque te aseguro que no hicimos nada más que hablar.

El rostro de Ingrid había vuelto a adquirir un tono casi normal y mientras oía la explicación de Hermione se había puesto a buscar en el armario el camisón para ayudarla a prepararse para la cama.

—Creo que usted me subestima, mi lady—le dijo luego de unos segundos—. Han sido muchas veces las que me ha dicho que usted y Merlín sólo hablan cuando se quedan a solas pero yo sé muy bien que no es así.

Fue el turno de Hermione de ruborizarse, lo que hizo sonreír a Ingrid. La doncella le hizo una señal a la princesa para que diera media vuelta y así pudiera comenzar a desprender la interminable cantidad de lazos del vestido que llevaba. Comenzó a hacerlo en completo silencio, estando atenta a su reacción tras aquellas palabras.

—Nunca hemos hecho nada demasiado indebido—musitó Hermione.

—Lo sé.

—Merlín no quiere…

—Eso es algo que puedo poner en duda—la voz de Ingrid estaba llena de diversión—. Estoy seguro que él realmente quiere hacer… lo indebido.

Aquellas últimas dos palabras fueron dichas casi en un susurro, lo que hizo reír a Hermione entre dientes.

—Realmente no es así. Nos hemos besado, mucho—confesó—, pero él siempre se detiene…

—No tiene que decirme todo esto, mi lady—la interrumpió Ingrid.

Hermione se dio cuenta de la clara incomodidad de la doncella. Esta vez no había sido intencional. Simplemente había comenzado a hablar, sin darse cuenta a quién se dirigía.

—Lo siento—se disculpó por segunda vez.

—Quizás estos temas los deba de hablar con una mujer casada. ¿No estaría dispuesta su amiga, la señora Potter, ha hablar de ello?

Hermione sólo sonrió, sin decir nada y dejó que Ingrid continuara con su labor. No debía de olvidar que su doncella era tan inocente como ella en estos aspectos, sino incluso más. Recordaba muy bien que le había contado una vez que nunca se había casado porque había estado ocupada cuidado de su madre. Sin embargo, dudaba seriamente que fuera a seguir su consejo y hablase de ello con Athena. La chica era unos cuantos años más joven que ella, de la edad de Harry, y a penas la conocía. No se sentía en plena confianza como para hablar de tales asuntos.

Cuando Ingrid terminó y se despidió, Hermione se metió a la cama todavía pensando. Crookshanks no pareció inmutarse por su presencia pero en cuanto ella se acomodó, se movió ágilmente para quedar a su lado.

A pesar de que tenía a Merlín, a su hermano y a otro montón de personas que se preocupaban por ella, había ocasiones como aquellas en las que se sentía tan sola. Le hubiera gustado poder contar con alguna amiga, a la cual contarle tantas cosas que no podía confiar a Merlín y mucho menos a Arturo. Le hubiese gustado tener a su madre a su lado. No solía pensar mucho en ella, en su madre biológica, pero en esos momentos no pudo evitar preguntarse cómo habría sido la historia de su vida si hubiese vivido. ¿A caso la magia tendría vía libre en Camelot? ¿Habría apoyado su relación con Merlín? ¿Habría intentado convencer a su padre de permitirles estar juntos a pesar de que él no tuviera sangre real?

El suave sonido de unos golpes en la puerta interrumpió sus pensamientos y cuando ésta se abrió y vio una silueta oscura gracias a la luz del pasillo. La llama tenue de la vela que tenía al lado de su cama le permitió reconocer el rostro de Merlín.

—Lamento venir tan tarde—se disculpó él mientras cerraba la puerta para luego caminar hacia la cama—. Arturo me mantuvo ocupado porque le di unas horas libre a Harry y tomé su lugar.

—Gracias—dijo Hermione mientras tendía su mano hacia él—. Harry y yo necesitábamos hablar.

Merlín la tomó con cuidado y se inclinó a dejar un pequeño beso en su dorso antes de terminar de acortar la distancia entre ambos pero en el momento en que iba a sentarse al lado de Hermione, oyó un maullido amenazador que lo dejó de piedra. Los ojos del mago se agrandaron enormemente mientras giraba para ver al animal que parecía disgustado ante la intromisión.

—No te hará daño.

— ¡¿Qué no me hará daño?!—preguntó Merlín con incredulidad antes de soltar la mano de Hermione y mantener una prudente distancia entre ella y su infernal gato—La primera vez que quise tocarte cuando él estaba presente, saltó sobre mi pecho y me arañó.

—Oh, pero él sólo quería protegerme— dijo Hermione mientras volteaba a su dulce gatito y le hacía caricias— ¿No es verdad Crookshanks? Sí, tú sólo querías protegerme…

—Yo no pensaba herirte.

Merlín sintió rabia al ver cómo el gato le lanzaba una mirada petulante mientras estaba en brazos de su dueña mientras que él ni siquiera podía tocarla.

—Lo sé, pero eres un extraño para él—intentó hacerle comprender Hermione—. Pronto te conocerá y dejará de actuar así. Dale tiempo. Crookshanks es muy inteligente. Además, no puedes imaginar lo mucho que me ha extrañado.

—Yo también te extrañé—dijo él con un pequeño puchero en sus labios.

Hermione miró a Merlín con una pequeña sonrisa tirando sus comisuras.

— ¿A caso estás celoso de un gato?—bromeó.

—Teniendo en cuenta que en este momento está recibiendo más atención que yo…

La princesa rió suavemente, notando que las mejillas del mago se volvían roja ante esa confesión. Dio unas últimas caricias a su mascota y luego se levantó de la cama, sabiendo perfectamente que él estaba siguiendo cada uno de sus movimientos.

—Siéntate en el sillón—le ordenó.

El chico miró el sillón que ella indicaba con curiosidad pero no se movió en un primer momento sino recién cuando Hermione lo apresuró a hacerlo. Mientras dejaba caer su cuerpo en aquel cómodo asiento, se preguntó qué estaría tramando ella. La sonrisa que tenía la chica en la cara y la forma en que lo miraron pudieron darle una pista pero no fue lo suficientemente capaz de darse cuenta en ese instante; simplemente su corazón se aceleró y todos sus músculos se tensaron, como si su cuerpo fuera capaz de darse cuenta de algo que a su mente se le escapaba.

Hermione dio pasos lentos hacia él, sin quitarle los ojos de encima, procurando contonear las caderas del modo en que una vez había oído a Lavender aconsejar a Padma. Se sentía algo ridícula por estar haciendo caso a las palabras de aquella chica que nunca le había agradado pero iba a admitir en su interior que ciertos conocimientos había tenido del tema su antigua compañera eran correctos porque Merlín parecía haber deslizado sus ojos de su rostro hacia sus senos y de allí al contoneo que hacía cada vez que daba un paso. Parecía casi hipnotizado por el vaivén.

Posó sus manos sobre sus propios muslos y, muy lentamente, comenzó a usar sus dedos para ir elevando la tela de su camisón blanco que le llegaba hasta los talones. A medida que iban apareciendo tramos de piel de sus piernas, los ojos de Merlín se agrandaban, hasta que, cuando aparecieron sus rodillas y el inicio de sus muslos, su boca también se dejó caer, como si no pudiera creer que estuviera contemplando aquello.

Hermione sabía que lo que iba a hacer era un atrevimiento de su parte pero esa noche iba a aprovechar la oportunidad y tener algo más que unos cuantos besos robados. Quizás no llegaran lo suficientemente lejos como deseaba pero estaba decidida a llegar a algún lugar con Merlín.

Terminó de acortar la distancia que los separaba y sin darle tiempo a reaccionar se sentó a horcajadas sobre las piernas del mago, teniendo las suyas propias dobladas a ambos lados. Era consciente que aquella posición era increíblemente indecente y que si alguien entrase en ese momento y los descubriese así, estarían metidos en serios problemas. Pero Hermione sabía que era ya tarde en la noche y, a menos que hubiera algún tipo de emergencia, nadie los interrumpiría.

El mago estuvo a punto de abrir la boca para protestar pero Hermione se apresuró y llevó una mano a sus labios para impedírselo. No necesitaba oír sus protestas en ese momento. Los ojos azules del chico la miraron con reproche aunque sin verdadero enfado. Ella sólo intentó sonreírle aunque estaba segura que su gesto demostró un poco el nerviosismo que sentía.

—Sólo…—sus mejillas se ruborizaron—quiero intentar algo…

Apartó con lentitud la mano de la boca de él, rogándole con la mirada que guardara silencio. Cuando notó que no decía nada, acercó su rostro al del chico y, con suma lentitud, acortó la distancia entre sus labios para obsequiarle uno de los besos más dulces que fue capaz de dar. Los ojos de Merlín se cerraron casi inmediatamente, disfrutando de sentir el contacto de sus bocas. Las manos de él no se movieron, porque no hacían más que sostener con fuerza los apoyabrazos del sillón, en un intento de resistir el deseo de tocarla. Porque una vez que apoyara sus manos en ella, sabía que estaría perdido.

Hermione no se apresuraba. Tenía una de sus manos alrededor del cuello del mago mientras que la otra la usaba para acariciar su cabello, enredando sus dedos alrededor de sus mechones oscuros, sin dejar de besarlo con suavidad. Él le devolvía el beso pero Hermione estaba esperando que hiciera algo más, que hiciera algo que le diera a entender que estaba dispuesto a profundizar aquel beso. Cuando lo sintió trazar el contorno de su labio inferior con su lengua, casi gimió pero se contuvo y simplemente abrió ligeramente su boca para permitirle entrar. El contacto fue tímido y suave al comienzo pero hizo que comenzara a sentir como su cuerpo era invadido por una calidez placentera que hacía su estómago se retorciera de ansiedad. Se movió sobre sus piernas para pegarse más a su pecho. No era la primera vez que se besaban de ese modo pero Hermione lo sentía diferente, quizás porque sabía el camino que iba a tomar a continuación.

Sin dejar de besarlo, deslizó la mano que tenía en su cabello hacia la parte inferior de la nuca de Merlín, consiguiendo que él sintiera unos exquisitos escalofríos, para luego comenzar a desatar el nudo que sostenía el pañuelo rojo que usaba. Le costó un poco pero cuando lo consiguió, no dudó en apartar su boca de la suya para bajar hacia su garganta y comenzar a dejar pequeños besos en el hueco de su garganta. Merlín tragó saliva nerviosamente, sintiendo como su cuerpo comenzaba a reaccionar ante las atenciones de la princesa.

Hermione pensó que él iba a quedarse sentado sin hacer demasiado hasta que reaccionara y se diera cuenta de lo "indebido" de sus actos, que luego la apartaría e intentaría convencerla de que lo que habían hecho era sobrepasar los límites de lo permitido. Sin embargo, él la sorprendió colocando sus manos algo callosas sobre sus rodillas para luego deslizarlas hacia arriba, acariciando desvergonzadamente sus muslos. Fue el turno de Hermione de estremecerse ansiosamente. ¡Cómo le gustaba que él tocase sus piernas! Su mente pícara le susurró la idea de que sería mucho más placentero sentir como Merlín deslizaba su boca por ellas y ese pensamiento le aceleró el corazón e hizo que se removiera inquieta sobre él, apretándose contra su cuerpo.

Merlín jadeó ruidosamente al sentirla y ella aprovechó para volver a darle un electrizante beso que consiguió que él deslizara aún más profundamente sus manos sobre sus muslos, rodeando generosamente sus nalgas para empujarla contra él. Hermione gimió, cerrando los ojos con fuerza mientras miles de placenteras cosquillas se deslizaban desde su cuello hasta los dedos de sus pies. Merlín fue el que cortó el beso en esta ocasión para imitarla y comenzar a besar su cuello.

La chica no pudo evitar soltar un gritito de sorpresa cuando el mago volteó su cuerpo, llevándola consigo para dejarla bajo su cuerpo. Estaban en una posición muy incómoda en aquel estrecho sillón pero dado que Hermione aún mantenía sus piernas alrededor de las caderas de Merlín, no tenían muchas posibilidades. Él la obligó a desenredar sus extremidades, acariciándolas nuevamente, lo que le permitió luego arrodillarse delante de ella, en el suelo, para volver a atacar su cuello, intercalando besos y mordiscos que hicieron a Hermione preguntarse dónde rayos había quedado el tímido Merlín… no es que se quejara por este cambio… ni un poco.

Él la tenía jadeando, casi gimiendo, desesperada por su atención mientras comenzaba a bajar con besos hacia el recatado escote que mostraba su camisón. Las manos de Hermione volvieron a posarse en su cabeza y sus uñas prolijamente cortadas rasparon el cuero cabelludo de Merlín, arrancándole un gemido involuntario.

Unos golpes sonaron, anunciando que había alguien del otro lado de la puerta pero dado que los dos estaban demasiado ocupados, ninguno lo oyó.

Una de las manos de Merlín deslizó la tela que cubría el hombro de Hermione, apartándola del camino que estaban trazando sus labios. Hermione misma, en un momento de absurda valentía, tiró de su propia ropa para que no sólo sus hombros quedaran completamente al descubierto ya que las mangas se deslizaron más allá de sus brazos, dejando al descubierto gran parte de sus senos. Los ojos del mago se abrieron enormemente al verla de ese modo delante de él. No podía ver sus pezones porque aún la tela los cubría pero la imagen que presentaba Hermione era suficiente como para hacerlo desear tenerla completamente desnuda y jadeante bajo él.

Dudó unos segundos, aunque su duda no fue por si debía hacerlo o no, sino más bien porque no estaba seguro de si ella disfrutaría de sus atenciones. Sin embargo, una sola mirada a su rostro ruborizado y a esos ojos llenos de anhelo le bastó para comprender que Hermione parecía estar tan ansiosa como él. Así que volvió a bajar su cabeza y esta vez sus labios fueron a parar justo al borde del camisón, justo al borde de su pezón derecho. Un latigazo electrizante recorrió la columna de Hermione, quien arqueó su espalda y tirando la cabeza hacia atrás gimió ruidosamente.

Las manos del mago tomaron el borde inferior del camisón de Hermione, que a esas alturas había subido mucho más allá de la mitad de sus muslos, listo para alzarlo por encima de su cuerpo pero justo en ese momento la puerta ésta se abrió con cierta violencia.

— ¡¿Hermione, estás bien…?! ¡MERLÍN!

Ninguno de los dos jóvenes era lo suficientemente ágil como para separarse a la velocidad necesaria y así aparentar que nada había sucedido. Gaius era ya anciano pero seguía teniendo la vista de un águila y la suficiente agilidad mental como para no caer en cualquier excusa absurda que se les pudiera ocurrir. No, de nada serviría tampoco negarlo porque el médico había visto suficientemente bien como su protegido había estado entre las piernas de la princesa de Camelot, con las manos en sus prendas de dormir.

Ahora los dos estaban de pie en medio de la habitación, mirándose completamente avergonzados mientras que el anciano cerraba la puerta para darles la correspondiente reprimenda sin que nadie más oyese.

—Gaius, nosotros no…—comenzó a decir una roja Hermione, a penas pudiendo soportar la mirada de disgusto que le lanzaba el anciano a ambos.

— ¡¿No?!—cuestionó con enojo—Lo que acabo de ver no parece haber sido un "no".

Hermione se dijo que había sido una tonta por no haber trabado la puerta.

—Lo sé pero te aseguro que…

—No quiero oírlo—la interrumpió con brusquedad, siendo muy consciente que el tono que estaba utilizando era sumamente inadecuado para dirigirse a alguien como ella—. ¡Estoy tan decepcionado de ustedes! Se supone que son conscientes de los riesgos que implica que estén juntos… Estoy especialmente enfadado contigo, Merlín—el mago agachó la cabeza, sintiéndose incapaz de mirar a nadie, menos al galeno—. Te he hablado demasiadas veces de evitar este tipo de situaciones. Si alguien llegase a descubrir lo que ha estado a punto de suceder…—se detuvo y miró a ambos con sospecha— ¿No ha pasado antes? Dime la verdad, Hermione, o me veré en la obligación de comprobarlo por mi cuenta.

La princesa no podía creer que podía ponerse más roja, pero esa amenaza lo consiguió. Había pasado de ser un tomate a una remolacha.

—Juro por mi vida que no—dijo con sinceridad, obligándose a mirar a los ojos de Gaius a pesar de que eso le causara mucha vergüenza porque mucho peor sería tener que soportar una revisión de su parte para que él comprobara que seguía siendo virgen—. Nunca hemos llegado tan lejos.

Gaius miró primero a uno y luego a otro, dudando. Finalmente asintió con la cabeza, tenso aún por lo que acaba de presenciar.

—Vámonos, Merlín—le ordenó con un tono que impedía que discutiera.

El mago lo siguió sin voltear el rostro para mirar a Hermione.

Gaius estaba buscándolo esa noche tras ver que no había regresado a su cuarto aún y, tras comprobar con Arturo, fue hacia las habitaciones de Hermione confiando en que ella supiera donde se encontraba. Los gemidos que oyó del interior lo alarmaron pero su mente creó una imagen totalmente diferente a la que se imaginó porque pensó que alguien estaba sufriendo. Para el anciano no había sido tampoco fácil ver aquello. Él quería tanto a Merlín como a Hermione pero no tanto como para tener que ser testigos de aquello. Sin embargo, que estuviera igual de avergonzado que la pareja no significaba que iba a dejar que la situación se quedara así.

Hicieron el camino hacia sus propias cámaras en silencio pero nada más llegar el galeno le soltó uno de los discursos más largos, atemorizantes y vergonzosos de su vida. Cuando finalmente pudo ir a la cama, tras prometer que jamás volvería a escabullirse por la noche a los cuartos de la princesa, ya pasaban dos horas de la medianoche. Intentó cerrar los ojos y dormir pero todo su cuerpo seguía tenso por lo ocurrido, no sólo por haber sido descubierto con Hermione sino también porque su mente no dejó de recordarle que había estado a segundos de tenerla desnuda bajo él… pero aún así él estuvo con su cuerpo entre sus muslos y la vio con los labios entreabiertos, gimiendo y retorciéndose bajo sus atenciones…

Todo su cuerpo volvió a arder con los recuerdos.

¡Por todos los cielos, ella acabaría por matarlo algún día!