SECUESTRO
Gwen estaba algo confundida por la actitud de los amigos de Hermione. No es que no pensara desde el primero momento que Harry y su esposa eran un poco extraños, sino que ahora actuaban aún más raro que antes. Era ridículo pero sentía como si donde sea que ella fuera, allí estuviera alguno, como si la estuvieran siguiendo o vigilando… ¡Lo cual era totalmente ridículo! ¿Por qué motivo la estarían vigilando? No obstante, era imposible no darse cuenta que en la enormidad del castillo, ellos dos eran las personas con las que más se topaba, cuando iba a lavar ropa, cuando entraba en la cocina, cuando caminaba por la ciudadela… ¡Incluso Harry un par de veces la acompañó a la noche a su casa!
— ¡Hola!
Gwen soltó un grito de susto cuando salió del cuarto de Lady Morgana, lo que cortó bruscamente sus pensamientos. Pero cuando vio la cara sonriente del chico de lente, sus ideas anteriores golpearon su cabeza con más fuerza.
— ¡Harry! ¡Hola!—se llevó una mano a su corazón e intentó que este se tranquilizase— Me asustaste.
—Lo siento, no fue mi intención—parecía estar siendo sincero— ¿Ya vas a tu casa? Puedo acompañarte si…
—No, no, no es necesario—se apresuró a decir la doncella, un poco asustada por esta actitud.
—Insisto.
—No creo…—lo intentó de nuevo.
—Gwen, por favor, es de noche, es muy tarde y no es seguro que andes sola.
—He hecho el camino del castillo a mi casa muchas veces y no hay realmente ningún peligro.
—Los conflictos entre Camelot y otros reinos han aumentado últimamente.
— ¿Cómo sabes eso?
—Amigo de la princesa del reino, ¿recuerdas?
—Por supuesto…
Hermione siempre había sido muy cercana a sus amistades. Quizás demasiado para su propia reputación. No es que ella no supiera que realmente tenía ojos para Merlín pero había oído los chismes de las mujeres de la corte y sabía que por más que la princesa era respetada, no faltaban las víboras de lenguas largas que esparcían veneno cuando creía que nadie lo notaba.
—Así que… ¿me permites acompañarte?—Harry la miraba expectante y al ver que ella no respondía se apresuró a añadir— Si te hace sentir más segura, puedo llamar a Athena para que venga con nosotros.
— ¿La llamarías?—preguntó sorprendida.
—Claro. Si me esperas, puedo ir corriendo y…
—No, está bien. Vamos.
El muchacho asintió y ambos comenzaron a caminar a la par en silencio. El saber que estaba dispuesto a llamar a su esposa la dejaba relativamente tranquila. Por unos segundos había temido que tuviera segundas intenciones que iban más allá de velar por su seguridad. Se rió interiormente de sí misma. Lo comprendía, estaba siendo ridícula. Harry Potter no la estaba siguiendo. ¡Era amigo de Hermione, por todos los Cielos! Si la princesa del reino confiaba en él, ella también debía de hacerlo.
Sintiéndose mejor, comenzó a charlar con él hasta que llegaron a su casa. Allí se despidió y le agradeció por haberla acompañado.
—Creo que todo el reino estará bien si tú lo estás—le dijo Harry antes de girar sobre sus pasos y comenzar a alejarse.
Gwen lo miró con extrañeza, confundida por aquel comentario pero prefirió no preguntar nada. Por más que ya no temía realmente a Harry aún creía que era un chico raro. Entró a su casa, se quitó su capa y estaba a punto de caminar hacia su cama cuando alzó la vista y se dio cuenta que ya no se encontraba sola. Un hombre inmenso, de cara redonda cubierta de barba mal cortada la miraba en la penumbra de la habitación. Quiso gritar pero la voz no salió de su garganta en ese instante. Retrocedió, asustada, hacia la puerta. Si corría quizás pudiera alcanzar a Harry. Pero por cada paso que daba hacia atrás, él la seguía. Miró hacia la pared y vio colgado su atizador. Lo tomó firmemente entre sus manos e, intentando ocultar el terror que sentía, preguntó:
— ¿Qué quieres?
El hombre no respondió. Siguió avanzando y ella siguió retrocediendo hasta que un par de brazos la atraparon desde atrás. Ahí sí salió el grito que tenía contenido en su garganta pero de inmediato su boca fue cubierta por un lienzo con un potente aroma y, antes de que pudiera darse cuenta, todo los músculos de su cuerpo perdieron fuerza y su mente se vio sumergida en una especia niebla.
…
Arturo dormía tranquilamente. Estaba sumergido en el placer y la tranquilidad que sólo pueden dar un buen sueño. Sin embargo, la dicha fue rota de repente cuando su sirviente abrió de repente las cortinas de sus cámaras e hizo que el sol de la mañana diera directamente sobre sus ojos. Su despertar fue brusco y el buen humor que parecía tener Merlín no ayudó demasiado.
— ¡Buenos días, dormilón!—dijo su sirviente.
Arturo pegó su cara contra su almohada por unos instantes, rogando poder tener más tiempo para dormir.
— ¿A caso no se te ocurre decir algo más ingenioso?—le preguntó en un gruñido volviéndose a mirarlo aún adormilado.
— ¿Disculpa?—preguntó Merlín algo confundido.
—Todas las mañanas dice la misma tontería—dijo tras volver a cerrar los ojos.
—Perdóneme, mi lord—dijo con burla— ¿Prefieres que diga: "Despabílate" o "Abra esos ojos y vaya por ellos"?—pero al ver la expresión seria del príncipe, quien ya se había sentado en la cama, demasiado despertó como comprender la burla, se puso serio—. No. Esas tampoco te gusta, ¿verdad?—Arturo negó con la cabeza y Merlín rápidamente comenzó a retroceder—Bueno, mejor me voy antes de que decidas hacer algo como…—esquivó justo a tiempo la botella de vidrio que le lanzó Arturo— ¡Eso!
Merlín corrió fuera de la cámara, decidiendo que era mejor darle un tiempo al príncipe para que calmase. Pensó en ir con Hermione unos instantes pero imaginó que ella también estaría recién despertándose y preparándose para el día. Así que mientras dejaba pasar el tiempo, fue a lavar la ropa de Arturo. Cuando terminó, se encaminó hacia el comedor para servir en el desayuno porque aquella mañana todos se reunirían con el rey.
Arturo ya se encontraba allí y aún recordando lo acontecido temprano, le lanzó una mirada molesta cuando se acercó a servirle.
—Los trabajos en la ciudadela se han retrasado—comentó el rey a su hijo—. Asegúrate que esto se solucione y que no vuelva a pasar.
—Así lo haré, padre—Arturo respondió formalmente.
Morgana entró justo en ese momento, caminando con prisa para luego sentarse al lado derecho del rey. Merlín quiso recordarle que ese sitio le correspondía a Hermione, quien, extrañamente, aún no había aparecido, pero supo que su comentario sería una falta de respeto que podría hacerlo perder no sólo el trabajo sino también la cabeza. Recordando su lugar, se acercó a llenar su copa pero ella colocó su mano encima, impidiéndoselo.
—No, gracias—dijo con seriedad.
Los ojos de los otros dos hombres se posaron en la hermosa joven. Aunque Morgana no era precisamente demostrativa en cuanto a sus sentimientos, en esa ocasión hizo todo lo posible para que se dieran cuenta que su ánimo no era el mejor.
— ¿Qué sucede, Morgana?—le preguntó el rey con preocupación.
—Gwen—dijo con aparente preocupación—. Esta mañana no se ha presentado.
Eso capturó aún más la atención de Arturo.
—No es propio de ella.
—Lo sé—asintió Morgana—. Ojalá que no sea nada malo.
Uther extendió la mano hacia su protegida y ella la tomó de inmediato.
—No te preocupes, Morgana—le dijo con tono consolador—. Si no podemos confiar en tu doncella, la sustituiremos por otra.
Arturo se tensó ante estas palabras y Merlín intentó contener las palabras de disgusto ante la poca sensibilidad del rey.
—Quizás Hermione pueda cederte a una de las suyas—sugirió el rey.
La joven no parecía a gusto con la idea pero asintió de todos modos.
—Estoy seguro que no hay razón por la que preocuparse—dijo el príncipe aunque Merlín no supo si intentaba consolar a Morgana o estaba intentando auto convencerse de esas palabras.
—Seguramente.
El desayuno siguió con normalidad aunque Hermione no apareció en ningún momento. El rey tampoco preguntó por ella y sólo fue Arturo quien dijo un comentario al notar su ausencia pero ninguno de los otros dos que estaban en la mesa dijeron algo al respecto. A Merlín también le pareció extraña su ausencia. Aunque no tuvo demasiado tiempo para preocuparse porque, al ser el único sirviente, se vio obligado a servirles a los tres.
Tan sólo al final del desayuno, Arturo lo tomó del brazo y lo arrastró hacia un pasillo desierto.
—Ve a casa de Gwen, averigua qué pasa—le ordenó.
— ¿Irás a ver a Hermione?
—Lo haré—asintió—. Ella aún está disgustada con mi padre pero nunca se ha negado a reunirse con él.
Merlín asintió y se encaminó rápidamente hacia las afueras del castillo y de allí a la ciudadela. Buscó rápidamente la casa de Gwen y aunque era su costumbre entrar sin más, se tomó el tiempo de tocar. Esperó unos instantes y casi se relajó al oír pasos aproximándose pero no fue la sirvienta personal de Morgana la que abrió sino la misma princesa del reino.
— ¿Hermione?—preguntó extrañado.
La princesa se hizo a un lado y permitió que ingresase. Merlín así lo hizo, dispuesto a preguntarle qué hacía allí pero de inmediato notó el absoluto desorden que había en la casa. Un desorden muy inapropiado. Su capa estaba encima de la cama y el atizador encima de la mesa, una silla caída, al igual que unos cuantos recipientes.
—Harry y Gwen han desaparecido—comentó Hermione, haciendo que el mago pusiera su atención en ella.
— ¿Harry también?
—Athena me dijo que anoche Harry acompañó a Gwen a su casa. Era tarde y no quería que fuera sola. Pero él nunca regresó. Y hallé esto.
Hermione le tendió un trozo viejo de trapo. Merlín lo miró seriamente y tras unos segundos lo olió pero no logró aspirar profundamente porque ella tomó bruscamente su mano para apartarlo.
— ¡No!—le dijo— ¡Es muy fuerte!
Merlín asintió y fregó su nariz con su mano libre. Aunque habían sido unos pocos instantes, el aroma cosquilleaba en su nariz y hacía que su cabeza diera unas pocas vueltas. Quizás por eso no lo comprendió al instante pero en cuanto lo hizo sus ojos se abrieron enormemente al darse cuenta de la realidad: ¡los habían drogado y secuestrado!
Ambos salieron de la casa de Gwen y no dudaron en dirigirse a las cámaras de Arturo para buscarlo. En cuanto se abrió la puerta, el príncipe caminó con desespero hacia Merlín pero su expresión se suavizó notablemente al ver a Hermione detrás.
— ¡Gracias a Dios!—fue hacia ella y la abrazó—Pensé que te había pasado algo cuando fui a buscarte y no te encontré.
Hermione le sonrió dulcemente.
—Estoy bien—lo tranquilizó y pronto su expresión se puso seria—, pero me temo que Gwen no.
— ¿Qué quieres decir?—la preocupación volvió a su cuerpo— ¿Dónde está ella?
—No lo sabemos—comentó Merlín y le mostró el trozo de tela que habían encontrado—, pero hallamos esto en su casa.
—Es un pedazo de tela— Arturo miró a su sirviente como si fuera un estúpido.
—Lo sé—aseguró Merlín.
—Ella es costurera. No sé qué importancia puede tener.
—Huélelo—le ordenó.
Hermione estaba por protestar pero pensó que era mejor que ellos dos resuelvan ese asunto. Después de todo, su hermano no podía tratar siempre a Merlín como si fuera un estúpido que no pensaba antes de actuar.
—No, gracias.
—Sólo hazlo. Por sólo muy poco.
Arturo rodó los ojos y con exasperación tomó el trozo de tela de las manos de su sirviente antes de llevárselo a la nariz y aspirar profundamente.
— ¡¿Pero qué…?!—protestó Merlín cuando notó que los ojos del príncipe comenzaban a cerrarse y que todo su cuerpo perdía poco a poco fuerza.
Hermione fue veloz y con un hechizo silencioso hizo que la silla que estaba a un lado quedara justo detrás de su hermano para que éste cayera sobre ella con un brusco movimiento.
— ¡Nunca me escucha! ¡No sé para que me esfuerzo en decirle las cosas!—protestó el mago sin esperar una respuesta.
Hermione tomó la tela del suelo y se la tendió a Merlín para que la apartara de su hermano. Con un Rennervate hizo que Arturo volviera a recuperar la conciencia.
— ¡Pero…! ¿Qué es eso?—preguntó aún algo desorientado.
—Es un compuesto de hierba de cabra y valeriana—respondió Merlín.
— ¿Qué?—Arturo aún estaba aturdido pero más le sorprendía que su sirviente supiera reconocer tan bien las hierbas.
—Que no te asombre—le dijo Hermione mientras le servía un vaso con agua a su hermano— Gaius lo tiene bajo su tutela, es normal que comprenda de estas cosas.
—Noqueas a un hombre con esta cosa—se quejó antes de beber un sorbo largo de agua refrescante que lo hizo sentir mejor.
—O a una mujer—comentó Merlín, logrando que Arturo finalmente pudiera comprender las implicancias del hecho.
…
Hermione sabía que era un tiempo valioso perdido pero su hermano había insistido en aquello. No entendía aún cómo era posible que su aún tuviera la confianza de que su padre, el rey, se preocupaba por las personas de menor categoría social. Muchas veces antes había desprestigiado la vida de los sirvientes por ser exactamente eso, sirvientes. ¿Por qué iba a cambiar eso ahora?, pensó mientras oía a Arturo explicar a su padre sus sospechas.
—Los guardias del castillo los vieron salir a ambos anoche y hoy ninguno se presentó.
Uther miró a sus dos hijos y finalmente a Morgana
—Arturo—se volteó a su hijo—, no entiendo por qué me cuentas esto.
—Tengo motivos para creer que Gwen y Harry han sido secuestrados.
Morgana miró fijamente a Arturo y su rostro se contorsionó en una mueca de puro horror.
— ¿Secuestrados?
— ¿Quién es Harry?—le preguntó.
—Es mi amigo, el que tan amablemente aceptaste recibir en el castillo—le recordó Hermione con seriedad—, permitiéndole trabajar para Arturo.
El rey no miró los ojos de su hija pero hizo un movimiento de asentimiento con su cabeza al recordar de quién se estaba hablando.
—Saldré con un grupo de búsqueda—le informó.
—No me parece muy apropiado—dijo el rey con total calma.
— ¿Padre?—Arturo parecía no comprender.
—Sólo son sirvientes—comentó con liviandad.
— ¡Es la sirvienta de la pupila del rey!—exclamó con énfasis Arturo— ¡Y mi sirviente! El sirviente del príncipe. ¿Cómo crees que afectará nuestra imagen si no nos preocupamos por los más cercanos a nosotros?
Uther no se mostró feliz con esas palabras.
—Muy bien—dijo con un suspiro de exasperación—. Ordena a la guardia que registre la ciudadela.
— ¿Y la campiña?—preguntó Arturo.
— ¡Arturo, tengo un reino que proteger!—le gritó— No puedo malgastar recursos por un par de sirvientes, no importa las circunstancias. Además, seguramente huyeron juntos.
—Harry está casado con Athena, padre—le recordó Hermione.
— ¿Y qué?—preguntó el rey con exasperación, deseando dejar el tema atrás—Te aseguro que ese voto no es difícil de romper para muchos.
Hermione le lanzó una mirada helada que el rey inmediatamente comprendió. Preocupado por la lengua afilada que podía llegar a tener su querida hija, apartó la mirada y los despidió con la mano a todos.
Por más que él no hubiese estado casado cuando Morgana fue concebida, la madre de ésta sí lo estaba y ambos lo sabían muy bien. Así que sí, él sabía muy bien que el voto del matrimonio no era tan sagrado como muchos lo querían hacer ver pero lo enfurecía saber que Hermione se lo recriminara.
…
Como era de esperar, ese día no encontraron ningún rastro de Gwen ni de Harry. Hermione se sentía totalmente inútil. Nada de lo que había intentado hacer para hallarlos funcionaba. Incluso realizó aquel hechizo con la ayuda de un mapa, el mismo que tiempo atrás había utilizado para encontrar a Merlín, pero no obtuvo ningún resultado. Al comienzo no entendió por qué no funcionaba pero luego se dio cuenta que se rastreaba el núcleo mágico de la persona que era como una muestra de ADN, único e irrepetible. Gwen no era una hechicera y Harry estaba, por alguna razón que aún no comprendía, incapacitado mágicamente, lo que impedía ser encontrado.
Esa noche fue realmente larga. Hermione no podía dejar de estar preocupada por sus dos amigos y podía ver que Arturo se encontraba en la misma situación, aunque su preocupación era más por Gwen que por Harry. Hermione insistió en revisar todos los libros que poseía Gaius en busca de algún hechizo de localización pero el amanecer los recibió sin haber hallado nada.
Agotada por la falta de sueño, sentía todo su cuerpo cansado. Merlín no estaba en mejores condiciones que ella pero él, por su parte, ese día debía de continuar con su habitual rutina.
—Ve a hacer lo que debes y comprueba cómo está Arturo—le pidió—, yo me quedaré con Athena a seguir buscando.
Merlín asintió y salió rápidamente de las cámaras del galeno para ir a las del príncipe pero antes de que pudiera llegar, en una esquina, un cuerpo delgado chocó contra el de él y una canasta con prendas costosas se desparramó por el suelo.
— ¡Gwen!—exclamó conmocionado de verla allí pero profundamente aliviado—Te he buscado por todo el pueblo. Arturo está muy preocupado.
La chica no lo miró en ningún momento. Simplemente juntó las ropas con prisa.
—Es muy gentil. Estuve resfriada, es todo.
Lo decía con seguridad e incluso su voz se oía ligeramente congestionada pero Merlín sabía perfectamente que mentía.
—Yo fui a tu casa y no estabas ahí—le aseguró—. Hermione también fue porque Harry también desapareció.
Gwen tragó saliva nerviosamente y trató de pensar en alguna excusa lo suficientemente buena. No lo logró. Su rostro se contorsionaba en una falsa mueca de tranquilidad que dejaba entrever el pavor que sentía en ese instante al verse descubierta.
—Yo… bueno…
Merlín la miró fijamente, notando ahora sus ojos ligeramente rojos, su cabello un poco revuelto y sus manos moviéndose nerviosamente, casi temblando, mientras tomaba las prendas del suelo y las intentaba colocar en la canasta. Pero cuando posó sus ojos en aquella parte del cuerpo de la chica, notó algo más: sus muñecas. Estaban amoratadas e inflamadas. La tomó con suma delicadeza, sabiendo que debía de estar sintiendo mucho dolor.
— ¿Quién te hizo esto?—le preguntó con seriedad, contemplándola a los ojos.
Ella se negó a encontrarse con su mirada mientras negaba con la cabeza.
—Nadie, fue un accidente—aseguró pero su voz se quebró al final de la última palabra.
—Gwen, mírame—le ordenó con gentileza.
Su amiga intentó hacerlo pero en cuanto sus ojos se encontraron, un sollozo escapó de su boca. Rápidamente la cubrió con su mano e intentó controlarse.
—Estoy bien, estoy bien—aseguró pero su cuerpo comenzó a temblar y se curvó sobre sí mismo mientras el control escapaba de ella.
Merlín la abrazó, atrayéndola contra su cuerpo, mientras la dejaba llorar por unos instantes. Luego, con mucho cuidado, la ayudó a ponerse de pie y la acompañó hasta su casa. Nuevamente las cosas que había en ella estaban ordenadas y no parecía que nada raro hubiese sucedido allí. Pero él sabía mejor que eso.
La ayudó a sentarse cerca de la mesa y luego le sirvió un poco de agua. Ella, más tranquila, le sonrió amablemente a modo de agradecimiento.
—No entiendo cómo lo supieron—murmuró.
Merlín la miró sin comprender.
— ¿Cómo supieron qué cosa?—preguntó.
Gwen posó la mirada en sus manos envueltas alrededor del vaso de agua. Se suponía que no debía contarle a nadie; después de todo, ella misma se había prometido que iba a tratar de resolver aquello por cuenta propia, pero estaba realmente desesperada y no tenía idea alguna de qué podría hacer.
—Fue Cenred—confesó—. Anoche aparecieron sus hombres en mi casa y me llevaron. Intenté pelear pero no logré escapar. Creo que grité…No lo recuerdo. Me llevaron delante de él y…—tomó aire profundamente—Él tiene a mi hermano. Me dijo que debo entregarle a Arturo en menos de una semana; sólo entonces lo liberará. Le aseguré que no tengo ninguna influencia sobre el príncipe pero no me creyó. Es por eso que no entiendo cómo… cómo lo supieron.
—Todos sabemos que Arturo daría la vida por cualquiera de sus súbditos—intentó consolarla—. Cenred pudo tomar a cualquiera.
— ¿Realmente lo crees así?
Merlín no quería decirle que los sentimientos del príncipe hacia ella eran demasiado profundos porque quizás eso lograra desesperarla aún más y preocuparse a sobremanera por la vida de su hermano.
—Lo importante es que estás de regreso a salvo y que tienes a tus amigos para no enfrentarlo sola.
— ¡Pero tengo que enfrentarlo sola!—aseguró con rotundidad—. Es mi problema, no tengo que involucrar a nadie más. Mucho menos a Arturo.
—Arturo ya está involucrado—la interrumpió Merlín.
—No si no le digo nada—aseguró con insistencia la joven.
—Gwen—la llamó suavemente—, si Arturo estuviera en problemas, ¿no te gustaría saberlo?
La doncella lo contempló con resignación, comprendiendo que había perdido esta batalla.
—Sabes que sí.
Merlín le sonrió alentadoramente mientras se ponía de pie pero repentinamente se detuvo.
— ¿Harry estaba contigo?
— ¿Harry? No—negó con la cabeza—. Me acompañó esa noche pero me despedí de él en la entrada de mi casa. Creí que regresó al castillo.
—Pues no lo hizo. Ven, vamos a hablar con Hermione y Arturo.
…
Los hijos de Uther escucharon el relato de Gwen atentamente y una vez que terminó Arturo comenzó a llenarla de preguntas sobre todo, especialmente las características del castillo al que había sido llevada. Athena, por su parte, se quedó sentada a un lado de la habitación y no pronunció ni una sola palabra.
—Es el castillo de Fyrien, estoy seguro—dijo Arturo con rotundidad.
—No había oído de él—murmuró Merlín y Gwen lo secundó en aquel comentario con un movimiento de su cabeza.
—Fyrien era un mercader—les informó Hermione, recordando la historia que había leído tiempo atrás—. Él hizo el castillo frente al mar para utilizarlo como puerto comercial con las provincias del este. Pero cuando se desató la guerra, el comercio acabó y el castillo fue abandonado.
Ninguno se sorprendió por la facilidad con la que suministró la información.
— ¿Está en ruinas ahora?—inquirió Merlín.
—Imposible—negó Arturo—. Se construyó para soportar todas las tempestades provenientes del mar. Este sería el escondite perfecto para Cenred.
—No será fácil entrar a él, entonces—comentó Merlín.
—Y estará bien defendido—concordó Arturo.
El silencio cayó en la habitación por un eterno instante y fue cortado simplemente por la voz temblorosa de Gwen.
—Lo siento, no debí decirles esto.
—No, hiciste bien—la corrigió el príncipe y se acercó a ella para que lo viera pronunciar sus palabras con total seguridad—. Tu hermano estará bien.
— ¿Cómo estás tan seguro?—inquirió la joven.
—Porque nosotros tres iremos a rescatarlo—indicó.
Hermione inmediatamente saltó ante esto.
— ¿Te refieres a ti, Merlín y a mí?
—No, a Gwen, Merlín y yo. Tú te quedarás.
—Creo que me has conocido muy poco si piensas que voy a quedarme de brazos cruzados mientras ustedes se van—replicó molesta—. Yo iré y no hay nada que puedas decir o hacer para hacerme cambiar de opinión.
Arturo comenzó a sentir la exasperación invadirlo.
—Hermione, va a ser peligroso. Si algo me llegara a pasar, Camelot no se quedaría sin heredero. Cenred siempre quiso el trono. Piensa lo estúpido que sería que fuéramos ambos allí, casi entregándonos.
—Bueno, en ese caso tenemos que hacer todo lo que esté en nuestras manos para volver ambos con vida. Además, me necesitarás. Soy buena peleando y aunque tú eres mejor, no podrás con decenas de guardias al mismo tiempo.
Arturo estuvo a punto de replicar pero rápidamente guardó silencio. Sabía que su hermana tenía razón: él no podría con tantos guardias y, además, no habría nada que hacer para evitar que Hermione se les uniera. Si se lo prohibía, encontraría el modo de escabullirse y seguirlos. No sería, después de todo, la primera vez.
—Bien, entonces piensa en una excusa por nuestra ausencia.
…
—Padre.
El rey Uther no levantó la vista de las hojas de pergamino que estaba escribiendo.
— ¿Qué pasa?—preguntó.
Arturo miró fugazmente a Hermione, quien se había parado a su lado y permanecía convenientemente callada. Ella, al notar su mirada, le sonrió alentadoramente.
El príncipe contuvo un gruñido de molestia. Cuando le había pedido a su hermana que buscara una excusa había esperado que ella tuviera la consideración de no inventar una que lo dejara en vergüenza. Pero debía de haber supuesto que la pequeña caradura iba a buscar venganza por haber intentado dejarla fuera de aquel viaje.
Tomó aire y se giró nuevamente a enfrentar a su padre.
—Yo… entre a una apuesta… Y perdí.
—Arturo, tu sabes que desapruebo las apuestas—replicó el rey inmediatamente.
—Lo sé, lo siento—se disculpó con prisa.
— ¿Cuánto debes?—quiso saber.
Después de todo, no importaba que él lo desaprobara. Arturo era un príncipe y no iba a dejar una deuda sin pagar.
—Dos libros forrados de fino cuero.
El rey parpadeó sorprendido ante aquella respuesta y miró a su hijo con curiosidad. Sus ojos se desviaron fugazmente hacia Hermione pero rápidamente volvió a posarlos en Arturo.
— ¿Qué clase de apuesta es esa?—preguntó extrañado.
—Una en la cual obviamente no habría tenido que haber participado—intervino su hija, obligándolo a mirarla nuevamente.
Ella sonreía ligeramente y parecía demasiado orgullosa de sí misma.
—Fue idea de Hermione—comentó el príncipe.
— ¡Claro que no!—exclamó sonando indignada—Tú quisiste apostar, yo sólo te dije mi precio. ¡Y perdiste! Ahora debes pagarme.
Los ojos de Uther brillaron con una chispa de diversión. Debía de haberlo supuesto. ¿Quién más querría, en todo el reino, libros? ¡Su hija era tan peculiar!
Pero en un buen sentido, ciertamente. Había estado angustiado todo este tiempo, temiendo que ella no volviera a ser la misma desde aquel fallido intento de casarla, donde la había visto tan rota, tan fuera de sí… donde él se había sentido tan culpable.
Sonrió.
—Arturo, creo que a estas alturas deberías de haber aprendido que no tienes que hacer ningún tipo de apuesta contra Hermione.
—Lo mismo le dije—aseguró Hermione.
Arturo bufó, exasperado.
—El problema es que no encuentro los libros en ninguna parte de Camelot.
—Y entonces yo le recordé que en el mercado han mencionado a un reconocido comerciante de textos antiguos y valiosos cerca de las fronteras del reino—intervino Hermione nuevamente.
— ¡Pero yo no quiero montar por dos días para ir a buscar dos condenados libros!—protestó Arturo.
Ella le dedicó una mala expresión que nuevamente hizo reír al rey.
—Si yo fuera tú, Arturo, me marcharía inmediatamente a encontrar a ese comerciante antes de que te arranque los ojos—le aseguró.
Los dos hermanos sabían que ya habían conseguido lo querían.
— ¡Y yo iré contigo!—añadió Hermione—No quiero que me traigas por error un libro equivocado. Todos saben que la lectura no es precisamente tu actividad preferida.
Arturo soltó una exclamación de indignación que nuevamente hizo al rey reír.
…
Hermione había pedido ayuda a Ingrid para que le seleccionara un atuendo lo suficientemente cómodo como para viajar montada a caballo, algo sencillo y práctico que no le causara problemas. Después de todo, por lo que podía advertir, el viaje no sería sencillo.
La joven doncella había hecho todos los arreglos necesarios y, tras eso, la había despedido dándole la oportunidad de tener el resto de las horas del día libre.
—Deja que trence tu cabello—le pidió Athena.
Ella se lo permitió y mientras su descendiente luchaba con aquellos largos rizos, Hermione la observaba a través del espejo que tenía en frente.
—No has dicho ninguna palabra.
Athena no apartó los ojos de su labor.
— ¿Qué quieres que diga?
—Has estado demasiado silenciosa y eso es extraño teniendo en cuenta que adoras dar tu opinión—comentó— ¿Harry está allí?
Athena bufó.
—Ten en cuenta quiénes son mis antepasados—le recordó—. Obviamente adoro dar mi opinión—alzó los ojos y miró el reflejo de Hermione—. Y sí, está allí, en tu diario dijiste que lo rescataron. Aunque realmente no estoy segura cómo hizo para acabar en esa situación. Habrá oído el grito de Gwen, asumo y…
Athena la miró con cierta vergüenza pero rápidamente sus labios se apretaron, transformándose en una delgada línea sobre su rostro.
— ¿Qué sucede?—inquirió Hermione
— ¿No estás demasiado enfadada conmigo?
— ¿Por qué habría de…?—pero comprendió de repente y la mirada molesta delató sus sentimientos— ¡Oh! Ya veo, lo hiciste a propósito. Sabías que esto iba a suceder y le tendiste una trampa a Harry.
—Sé que él estará bien—comentó aunque sus ojos estaban llenos de temor y, repentinamente, ese temor se transformó en algo mucho más intenso, verdadera angustia—. Por favor, prométeme que lo traerás de regreso.
Hermione sintió que el enfado de su cuerpo se deslizaba y terminó poniéndose de pie y abrazándola con fuerza.
…
— ¡Esto es obra de Morgana!—exclamó Merlín pero sin elevar demasiado la voz para que nadie pudiera escucharlo— Estoy seguro de eso.
— ¿Realmente lo crees?—le preguntó Hermione.
Iban caminando a la par, cada uno con su bolso de viaje colgado de sus hombros. Durante la noche se habían preparado para este viaje, cargando sólo lo absolutamente necesario.
—Piénsalo—insistió— ¿De qué otro modo hubiera sabido Cenred de los sentimientos de Arturo por Gwen?
Hermione sabía que era la única explicación lógica porque ninguno de los que estaban realmente conscientes de este hecho lo hubieran comentado; no conociendo las grandes y peligrosas repercusiones que podría conllevar.
—Si tan sólo pudiéramos decírselo a Arturo—Merlín suspiró.
—Pero no podemos. Aunque Arturo me ame, no creerá fácilmente una acusación tan grave. Querrá pruebas y no las tenemos.
—Lo sé.
Bajaron el tramo de escaleras hasta el patio interno del castillo donde se encontraban dos criados preparando sus caballos. Merlín se adelantó y tomó el del príncipe y rápidamente comenzó a revisarlo, corroborando que todas las hebillas estuvieran firmemente sujetas.
—Necesitaré también mi caballo.
Hermione miró hacia la puerta, al igual que Merlín y ambos fueron testigos del modo presuroso en que Morgana bajaba las mismas escaleras que ellos habían usado momentos atrás.
— ¿Morgana?—Hermione se le acercó— ¿Irás con nosotros?
—Por supuesto. ¿Arturo no se los dijo?
Les sonrió con dulzura y luego avanzó junto a Gwen.
Merlín y Hermione intercambiaron miradas de preocupación pero no había absolutamente nada que pudieran hacer para impedir que ella los acompañase. Las protestas no valdrían y cuando Merlín se acercó a Arturo para interrogarlo sobre la nueva integrante del viaje, el príncipe le aseguró que la chica había insistido y que él tampoco había tenido demasiadas oportunidades de hacerla cambiar de opinión.
Así que los cinco emprendieron viaje, atravesando el bosque a galope constante. Pero a pesar del sonido de los cascos de los caballos contra el suelo resonaban en el ambiente, todavía podía oírse el cantar de algunos pájaros o el ruido del viento atravesando las ramas secas de los árboles.
El día pasó quizás con demasiada lentitud pero aun así les faltaba un buen tramo que recorrer. Durante el trayecto, Arturo no perdió la oportunidad de hablar con la doncella, procurando crear cualquier tipo de conversación. Los demás se mantuvieron un poco más atrás, simulando no darse cuenta de las intenciones del príncipe.
Cuando faltaban un par de horas para caer la tarde, se detuvieron y decidieron acampar allí, dispuestos a pasar la noche. Morgana se ofreció para buscar leña, Hermione caminó hacia el río para buscar un poco más de agua y Gwen y Merlín se dispusieron a bajar todas sus pertenencias de los caballos. Arturo miró a su alrededor significativamente para comprobar que las dos jóvenes estaban lejos y luego volvió a posar los ojos en su sirviente.
—Ve por más leña, Merlín—le ordenó.
El mago miró fugazmente al príncipe antes de segur haciendo sus labores.
—Creí que Morgana hacía eso.
—Ve a ver si está bien —insistió.
— ¿Por qué no ha de estarlo? —preguntó.
— ¡No lo sé! Quizás haya lobos en este bosque.
Merlín pensó durante unos instantes pero rápidamente negó con la cabeza.
—No, no lo creo.
Arturo sintió deseos de golpearlo. Era tan tonto. No entendía realmente lo que su hermana veía en ese idiota. Nunca lo haría. Pero conteniendo la rabia le lanzó una mirada significativa para indicarle que lo dejara a solas con Gwen. Los ojos de Merlín finalmente se llenaron de comprensión.
— ¡Oh, sí! Sí… eg… los lobos.
Dejó todo en el suelo y salió corriendo de allí pero en vez de dirigirse hacia donde se había marchado Morgana, tomó la dirección del río y buscó a Hermione. No tardó demasiado en encontrarla sentada junto a la orilla, con la mente muy lejos de allí.
— ¿Estás bien?—preguntó tomando asiento a su lado.
Ella lo miró con seriedad.
—Estoy preocupada por Harry—le confesó —Athena me dijo que él está allí y que lo rescatamos pero parecía realmente preocupada y eso me hace pensar si hay algo que no me dijo.
Merlín extendió su brazo dispuesto a abrazarla pero ella se puso de pie rápidamente.
—No podemos, no con ella cerca—le susurró Hermione con seriedad—. Si siquiera lo sospechara y te hiciera algo…
El joven mago se puso de pie y se acercó a ella pero no la tocó.
—Entiendo—aseguró—. Tampoco quiero que te pase nada. Ella parece sentir cierta simpatía aún haca ti.
Hermione hizo una mueca, no demasiado convencida de eso.
— ¿Por qué no vuelves al campamento? Yo terminaré de recoger algo de agua e iré detrás de ti.
—No puedo. Arturo me ordenó que vaya a ver si Morgana estaba bien, por los lobos.
— ¿Lobos? No hay lobos en este… ¡oh! Quería estar a solas con Gwen.
Merlín contuvo su sorpresa. Hermione había captado rápidamente las intenciones del príncipe, ¿por qué él no? Sea como fuera, no iba a volver e interrumpirlos. Arturo lo mataría.
—Sí. Entiendo que no haya querido hacer o decirle nada en el castillo pero con Morgana tan cerca tampoco es una buena idea.
—Bueno, deberíamos ir a ver, entonces, que ella no aparezca en el momento menos apropiado, ¿no crees?
Merlín negó con la cabeza pero ella no lo vio porque se volteó a cargar agua en un recipiente.
—No quiero que te acerques a Morgana más de lo necesario.
—Tú mismo dijiste que parece sentir aún un poco de simpatía hacia mí. No me hará daño. No con Arturo cerca. En cambio, ella realmente te desprecia. Tú eres el que no debe de acercársele demasiado.
Merlín sabía que tenía razón. La vio ponerse de pie nuevamente y voltear para verlo.
—Yo… quiero intentar hablar con ella—confesó con una idea de último momento—. Morgana era una de las personas más bondadosas que conocí cuando llegué al reino, después de ti, obviamente. Ella fue mi amiga y aunque me desprecie quiero intentar hacerle ver lo malo de sus acciones. Ella sabe que yo sé lo que ha hecho pero si estás tú, lo negará rotundamente.
Hermione suspiró. No le gustaba ni un poco la idea pero sabía que tampoco era capaz de negarle a Merlín aquello así que terminó asintiendo lentamente con su cabeza.
—En diez minutos iré a buscarte—le advirtió.
Merlín sonrió y estuvo a un segundo de inclinarse y besarla en la mejilla cuando se recordó que debían de guardar las apariencias. Así que sólo le dedicó una mirada de agradecimiento antes de ir en busca de Morgana.
No tardó en encontrarla.
La joven estaba, tal como lo había dicho, recogiendo leña. Ya tenía una buena cantidad de ramas secas entre sus brazos y escaneaba el suelo del bosque con su mirada en busca de más. Pero cuando oyó pasos acercándose, los alzó y lo vio.
— ¿Qué quieres? —su voz reflejaba el profundo desprecio que sentía hacia él.
Merlín siguió avanzando lentamente, queriendo demostrarle que no estaba allí con intenciones de atacarla.
—Arturo me envió. Quiere estar seguro de que estés bien.
— ¡Qué considerado es!— exclamó con sarcasmo, continuando con la recolección de leña.
—Se preocupa por ti—le aseguró—. Al igual que Hermione y Gwen. Son tus amigos, Morgana. Siempre han sido leales a ti.
La protegida del rey se detuvo y lo miró fríamente.
— ¿Por qué me dices eso?
—Porque no entiendo cómo alguien querría herir a sus amigos.
—No, tú los envenenas—replicó rápidamente ella, recordándole el evento que jamás podría olvidar—. Debería de advertirle a Hermione de esto, ¿no crees? Realmente no quiero que salga lastimada de esta situación.
—Jamás haría daño a Hermione—aseguró el mago con rigidez—. Ella lo sabe.
—Algo ingenuo de su parte. También pensé que eras inofensivo, pero ya ves lo equivocada que estaba. Resultaste ser más molesto de lo que en un comienzo imaginé—se acercó lentamente a él—. Deberías de alejarte de lo que no te concierne, Merlín.
—Pero sí me concierne—replicó—, porque son mis amigos también y haría lo que sea para protegerlo.
Morgana sonrió.
—No esperaría menos—aseguró y dejó caer toda la leña recogida a sus pies.
Merlín se apresuró a recogerla y la siguió con prisa pero de todos modos ella fue la primera en llegar al campamento e interrumpir lo que sea que hubiera estado sucediendo o a punto de suceder entre el príncipe y la sirvienta. Aunque a juzgar por sus rostros rojos y la velocidad con la que se apartaron el uno el otro, no era difícil de adivinar.
Arturo le lanzó una mirada molesta a su sirviente.
—Yo… iré a buscar a Hermione—dijo queriendo huir.
—Ya estoy aquí—contestó ésta llegando con el agua.
Merlín contuvo una mueca. Arturo ahora estaría de muy mal humor.
Y no se equivocó, lo estuvo.
Pero Hermione se ocupó de mantenerlo distraído, charlando sobre el plan que tenían para entrar al castillo por lo que no tuvo tiempo para descargar su frustración con su sirviente.
—Cenred eligió muy bien su escondite. El castillo de Fyrien está junto al mar —les indicó el príncipe—. Tendrá muchos hombres y sus vigías nos verán llegar antes de que crucemos la puerta. Así que no podremos llegar así.
—Pero no hay otra forma, ¿o sí? —preguntó Morgana.
Ya habían acabado de comer y estaban todos ahora sentados alrededor de la fogata. Merlín seguía removiendo la cacerola con el poco contenido que le quedaba pero al escuchar esa pregunta dicha con tanto interés por parte de Morgana, alzó la cabeza y sacó el cucharón.
— ¿Alguien quiere más?
Arturo lo contempló como si de repente le hubiera salido una segunda cabeza y eso fue suficiente para su sirviente. No, no quería.
De todos modos, les ofreció a los demás. Necesitaba que Arturo no debelara nada más del plan. No podía asegurarlo pero si realmente Morgana estaba involucrada en ese asunto, no estaba sola y sea quien fuera su cómplice podía enterarse de sus planes por su boca y llevarlos a una emboscada.
— ¡Yo sí! Muero de hambre—comentó Hermione ofreciendo su plato con entusiasmo.
Ella parecía haber entendido su idea. Desgraciadamente nadie más pareció entusiasmarse ya que la conversación volvió a retomar su curso y la princesa comió lo que le habían servido con mucha desazón.
—Cuando Caerleon fue derrotado por mi padre en la batalla de Denaria—continuó el príncipe—se retiró al castillo de Fyrien. Parecía que no lograríamos ganar la batalla pero él sabía del laberinto secreto bajo el castillo.
Morgana escuchaba con sumo interés.
— ¿Un laberinto? —preguntó, inclinándose hacia adelante ligeramente.
Hermione estuvo tentada a desmentir esa historia pero sabía que era verdad. Como también sabía que quizás esa era la única posibilidad que poseían de entrar al castillo, aun corriendo el riesgo de ir directamente a una trampa.
—Fyrien era codicioso—comentó, removiendo la comida de su plato y sintiendo la mirada fija de Merlín en ella—. Para evitar los impuestos de Camelot cavó túneles desde el castillo hacia el mar. De esa forma podía contrabandear mercadería hacia otros reinos sin que nadie lo supiera.
Cuando se atrevió a mirar a Merlín, él le lanzaba una mirada de incredulidad.
—Y de ese modo emboscaron a Caerleon—comentó Morgana sonriente.
Arturo asintió.
—Nunca los vio venir, como tampoco lo hará Cenred.
Esa noche, todos decidieron dormir. Arturo al comienzo sugirió hacer turnos de vigilancia pero Hermione lo convenció que era mejor descasar. Después de todo, necesitarían todas sus fuerzas al día siguiente. Aun así el príncipe colocó su espada cerca de su mano.
Hermione aprovechó una distracción de su hermano hablando con Gwen para alejarse unos metros y comenzar a lanzar los conocidos hechizos de protección alrededor de su campamento. Cuando regresó sólo Morgana la contempló con curiosidad.
—Satisfaciendo necesidades básicas—le dijo suavemente al acostarse cerca de ella, simulando estar avergonzada.
Morgana sonrió ligeramente, sin comentar nada.
Fueron esas mismas protecciones mágicas que Hermione se dio cuenta del mismo momento en que Morgana se alejaba del campamento cuando creía que todos estaban profundamente dormidos.
