EL CASTILLO DE FYRIEN
— ¿Problemas para dormir?
Merlín no había podido controlar su lengua cuando vio a Morgana la mañana siguiente, acomodando sus pertenencias en su caballo como si realmente estuviera dispuesta a hacer aquello para ayudar a Gwen. Hubiera sido preferible permanecer en silencio, lo sabía, pero dentro de su pecho sentía una abrumadora sensación de rabia e impotencia ante lo hipócrita de su actitud.
La joven, después de lanzar un rápido vistazo a su alrededor, le posó sus ojos en él con desdén.
— ¿Algún problema Merlín? —le preguntó—Porque si lo tienes puedes ir y hablar con Arturo—y como sabía perfectamente que él no podía hacer aquello, le sonrió con burla— ¿No? Entonces, mantén tu boca cerrada.
Hermione se acercó a ellos en ese momento y notó la clara tensión en el ambiente.
— ¿Sucede algo? —preguntó con curiosidad.
— ¡Oh, nada! —Morgana le sonrió amablemente—Merlín me estaba comentando que tuvo algunas dificultades para dormir anoche—y cambió de tema rápidamente— ¿Montas a mi lado, Hermione?
Ella no quería hacerlo. Prefería ir al lado del mago y preguntarle qué había sucedido, pero sabía demasiado bien que no podría negarle aquello a Morgana sin levantar sospechas. Así que nuevamente poniendo una sonrisa en sus labios, aceptó.
Le parecía realmente lamentable, pero últimamente estaba perfeccionando el arte de sonreír falsamente sin que nadie más se diera cuenta de ello. Aunque durante este viaje, le estaba costando mucho más actuar con aparente normalidad cuando todo lo que deseaba hacer era hechizar a Morgana, gritarle, atacarla, hacerla entrar en razón de alguna manera.
Sin embargo, sabía demasiado bien que eso era prácticamente imposible.
Estaba tensa, sentada en su caballo, con las manos aferradas con demasiada firmeza en las riendas.
Estaba preocupada por ellos, ya que claramente iban a una emboscada; por el hermano de Gwen, por Harry… por Merlín. Si Morgana llegaba a sospechar siquiera que entre ellos había algo mucho más que amistad, no tardaría en encontrar el modo de aprovecharse de esa información. La posibilidad era tan terrible que incluso temía mirarlo en esos momentos en que el mago iba unos metros detrás de ellas.
De repente, el silencio en el que galopaban, cada uno perdido en sus pensamientos, fue interrumpido por el relincho agudo y aterrado del caballo de Morgana, que se paró aterrado en sus dos patas traseras, haciendo que la joven luchara por mantenerse arriba sin conseguirlo.
Hermione gritó aterrada su nombre pero ya era demasiado tarde.
— ¡Morgana!
Los demás detuvieron sus caballos y bajaron presurosos para ayudarla.
Hermione llegó primero a ella y la ayudó a enderezarse pero en cuanto apoyó uno de sus pies, gritó de dolor.
—Mi pierna—gimió, llevándose la mano a la zona.
— ¿Puedes caminar? —le preguntó Arturo.
—No, es su tobillo—le aseguró Merlín con un tono de profunda preocupación—. Debe descansar.
Fue ese mismo tono el que ayudó a Hermione a darse cuenta que quizás aquel evento no haya sido un mero accidente. Miró a Merlín, buscando alguna confirmación en su mirada, pero los ojos del joven jamás se posaron en el rostro de la princesa.
—No tenemos tiempo para eso—le aseguró Arturo, quien inmediatamente comenzó a mirar a su alrededor para comprobar que no hubiese ningún tipo de enemigo cerca.
— ¡No podemos dejarla aquí! —protestó Gwen.
Hermione no era tampoco partidaria de la idea pero tampoco quería que ella fuera con ellos al castillo.
— ¿Qué otra opción tenemos? —preguntó desesperado Merlín.
—Yo podría quedarme y cuidarla.
Todos los ojos se voltearon hacia ella, contemplándola con asombro. Hermione sabía perfectamente que la mayor parte del tiempo peleaba por estar en las batallas, no huir de ellas, pero en esos momentos comprendía lo primordial que era que Morgana no estuviera a su lado una vez que llegaran al castillo. En esos momentos no le quedaba otra opción más que confiar en las capacidades de Arturo y en el destino de Merlín.
—Dejarla sola en este estado sería atroz—se defendió.
—No, no, estoy bien ¡Puedo seguir! —insistió Morgana.
— ¡No puedes! Si te apoyas, será peor.
Pero demostrando su determinación, Morgana se puso de pie, apretando sus dientes, y se zafó del agarre de Hermione y Gwen, lanzándole una mirada de odio a Merlín.
—Dije que estoy bien—le aseguró.
Arturo sólo tomó aire profundamente. Este era un inconveniente que no necesitaban en esos momentos. Sin embargo, no quería dejar por nada en el mundo a su hermana y a Morgana solas en ese peligroso lugar.
—Tuviste suerte. Pudo haber sido más grave—le dijo a la protegida de su padre—. ¿Te ayudo a montar?
Morgana le sonrió con afecto mientras asentía.
Hermione pudo notar el rostro furioso de Merlín y, aunque quiso ir hacia él, no podía hacerlo.
Así que todos volvieron a montar y siguieron su camino hacia el castillo.
…
— ¿Así que eres uno de los antiguos amigos de Lady Hermione?
Harry mantuvo los labios firmemente apretados, mirando al hombre que tenía delante. No podía precisar su edad, aunque si tuviera que adivinar diría treinta y muchos. Tenía el cabello negro, largo hasta los hombros y una piel ligeramente bronceada con alguna que otra cicatriz. Nunca lo había visto en su vida pero, si era cierto lo que Athena le había dicho, éste era el renombrado enemigo de Camelot, Cenred.
— ¿No quieres hablar? Qué irónico, porque hace unos momentos atrás estabas gritando a todo pulmón en tu celda.
Claro, había estado gritando, pero no porque tuviera miedo sino porque quería obtener respuestas, quería ser llevado delante de su captor. Un golpe en su rostro después, allí estaba, de rodillas, amenazado, pero viendo el rostro de aquel imbécil.
— ¿Irónico? Esa es una gran palabra para ti. ¿Estás seguro de que sabes lo que significa? —replicó Harry.
Sabía que no era precisamente muy inteligente provocar a su captor, pero cualquiera que lo hubiera conocido alguna vez sabría que él no era precisamente precavido.
Pudo ver el efecto de su comentario en el brillo amenazador en los ojos de Cenred.
— ¿Estás diciendo que soy estúpido?
—Sólo lo insinué, tú fuiste quien lo dijo—replicó.
La espada de Cenred apareció de inmediato, sorprendiendo a Harry por unos instantes. El rey sonrió con triunfo.
— ¿Éste es el modo en que tratas a tus invitados? —preguntó una voz femenina.
Harry miró en dirección a la voz y pudo ver a una hermosa mujer rubia apareciendo a un lado. Tampoco la había visto pero tampoco tenía ninguna duda alguna de quién se tratara.
Los ojos del rey se deslizaron sin cuidado por el cuerpo de la mujer, sonriéndole.
— ¿El vestido amerita la ocasión? —le preguntó.
Ella sonrió.
—Creo que debemos darle una bienvenida adecuada a nuestros futuros invitados, ¿no? Después de todo, no todos los días damos la bienvenida al príncipe y la princesa de Camelot.
— Si realmente crees que serán tan tontos para venir cuando claramente se trata de…
—No, no—Morgause lo interrumpió, contemplándolo con seriedad—. No creo que Hermione Pendragon sea tonta. Ella, al igual que su hermano, sabe perfectamente que esto es una emboscada. Pero eso no les impedirá venir aquí… ¿sabes por qué? Porque son estúpidamente leales a las personas incorrectas.
— ¿Te refieres a plebeyos? Como no somos partes de la nobleza crees que no valemos la pena.
Morgause negó con la cabeza.
—No, me refiero a personas inservibles, que no ayudan a ningún fin. Hay nobles también así… y algunos otros, una vez que fueron utilizados, son fácilmente desechables.
—Te refieres a él ¿verdad? —le preguntó, señalando a Cenred con un movimiento de su cabeza.
El rey, en vez de enfadarse, sonrió.
—Ella sabe demasiado bien que soy rico y poderoso. Que si la ayudo sólo es para complacerla.
Mogause miró al rey con cierta diversión pero no comentó absolutamente nada.
Harry no necesitaba adentrarse en sus pensamientos para saber qué planes futuros tenía para aquel hombre: estaba bastante seguro que se trataba de uno de los desechables que segundos atrás había mencionado.
…
El castillo pronto apareció en el horizonte, impotente, de apariencia indestructible, que se fusionaba con las duras rocas sobre las cuales fue construido.
A medida que se acercaban, Hermione podía admirar mejor la estructura. Aunque debía de estar acostumbrada a los castillos, teniendo en cuenta que la mayor parte de su vida había vivido en ellos, no podía dejar de admirar su magnificencia de los mismos y la inteligencia y capacidad que habían poseído los hombres que los crearon.
—Dejaremos los caballos aquí para que no puedan verlos—les ordenó Arturo—, y correremos por allí—señaló una dirección, entre las rocas.
Así lo hicieron y corrieron uno detrás del otro, ocultándose entre las piedras enormes, pegándose a ellas, aprovechando cada uno de los recovecos para ocultarse de los posibles vigías.
— ¿Estás seguro que ésta es una buena idea? —oyó que Merlín le preguntaba a Arturo.
Obviamente, Arturo no disfrutaba siendo cuestionado de ninguna manera, porque lanzó una mirada molesta a su sirviente.
— ¿Dudas de mis capacidades?
—No, yo… sólo tengo un mal presentimiento.
—Bien, entonces seguiremos tu presentimiento y dejaremos de lado toda mi experiencia militar.
Hermione lo empujó suavemente, sólo dejando que él se diera cuenta. Arturo no cambiaría de opinión porque n tenía razón alguna para sospechar que alguien lo había traicionado, anunciando su inminente llegada por los túneles.
Así siguieron su camino, hasta que se aproximaron lo suficiente como para encontrar la entrada al túnel.
—Aquí estamos—dijo Arturo, mirándolos a todos—. Manténganse cerca.
Aunque en el exterior la temperatura no era alta, al ingresar al interior de la cueva el cambio de temperatura se notó rápidamente ya que un escalofrío recorrió la espalda de Hermione cuando una corriente helada rozó su cuello. La luz de la entrada fue perdiéndose poco a poco y, aunque no estaban en completa oscuridad, tenían que hacer grandes esfuerzos para andar sin tropezar con las rocas húmedas y las telarañas que se encontraban por todos lados.
Una enorme telaraña se pegó en el cabello de Merlín y éste rápidamente se la quitó. Arturo, sin poder evitarlo, se burló de él como siempre lo hacía.
—Deja de preocuparte por tu cabello, Merlín.
— ¡Muy gracioso!
—Esto es buena señal—les aseguró Arturo con confianza—. Quiere decir que nadie ha estado aquí por mucho tiempo.
Siguieron avanzando, hasta que no le quedó otra opción más que encender un par de antorchas para poder ver por dónde iban. Aunque la escena iluminada no era precisamente un buen augurio teniendo en cuenta que se toparon con esqueletos humanos en el suelo, algunos con armaduras antiguas que en esa época ya no se utilizaban, con fracturas en los cráneos y mandíbulas sin dientes.
Hermione casi podía imaginar la batalla que se había llevado a cabo y como esos hombres fueron cayendo uno a uno. A su lado, Gwen miraba los esqueletos con una expresión que plasmaba su total horror.
— ¿Y Morgana? —preguntó de repente Merlín.
Hermione también miró hacia atrás, sin verla.
— ¡Aquí estoy! —exclamó la joven, apareciendo repentinamente—Me quedé atrás.
—Manténganse juntos—les ordenó Arturo—. Tenemos que seguir avanzando.
Y así lo hicieron por una corta distancia más pero pronto comenzaron a oírse unos pasos lejanos, como eco de los suyos. Arturo levantó una mano y los silenció con un gesto. Se quedaron allí, de piedra, oyendo, con los corazones acelerados.
— ¡Rápido! Volvamos.—les susurró el príncipe y rápidamente empujó a Hermione y a Gwen.
Hermione miró hacia atrás pero comprobó horrorizada que por aquel camino también venían hombres. Estaban atrapados. Realmente estaba rodeados sin posibilidad de escape.
Arturo sacó su espada y Hermione y Morgana no tardaron en imitarlo, mientras que Merlín y Gwen aferraron firmemente sus antorchas.
Desafortunadamente, eran cinco contra cincuenta o cien… Las posibilidades de victoria eran pocas.
Hermione pensó rápidamente en la posibilidad de usar magia pero sería imposible no ser detectada por alguien si lo hacía.
Demasiado pronto estuvieron rodeados y el primer hombre no tardó en atacar, golpeando directamente a Arturo, quien logró bloquear el golpe con un movimiento de su espada. Hermione también se defendió de inmediato, esquivando la espada que parecía ir directamente a su cabeza.
Merlín tampoco dudó en utilizar la antorcha, aproximándola al hombre que tenía más cerca, quien se apartó rápidamente cuando el fuego casi quemó el turbante que envolvía su cabello y parte de su rostro. Gwen intentó imitarlo pero su contrincante fue más rápido y con agilidad logró desarmarla y pronto la tuvo entre sus brazos, con la espada presionada contra su garganta.
Gwen dejó escapar un jadeo de temor y ese sonido proveniente de su boca fue suficiente para que Arturo la oyera en medio de la batalla.
— ¡NO! —gritó, deteniendo su ataque.
Después de eso no les quedó otra opción y cuando se aproximaron, todos bajaron sus armas. El hombre que tomó a Hermione no fue precisamente gentil y aferró bruscamente sus brazos. Estaba segura que luego tendría moretones. Aunque, bajo esas circunstancias, un par de marcas en su piel eran la menor de sus preocupaciones.
Tras un breve paseo por el resto de los túneles y parte del castillo, fueron llevados frente al rey Cenred, quien sonrió al verlos.
— ¡Los hermanos Pendragon! ¡Qué amables de su parte venir a visitarme! Y, miren, trajeron unos amigos con ustedes—miró a todos, caminando delante, pasando sus ojos divertidos en sus rostros, hasta que se detuvo y se inclinó delante de cierta joven—Lady Morgana.
El rey extendió su mano para acariciar su rostro pero la joven se apartó, colocando una mueca de repulsión.
— ¡No te atrevas ni a respirar sobre mí, cerdo!
El hombre encontró demasiado divertida ésta reacción y soltó una carcajada antes de levantarse.
— ¡Cuántos más, mejor! —exclamó.
—Déjalos ir. Es a mí a quién quieres—le pidió Arturo.
—No solamente a ti—dijo, posando la mirada en Hermione.
Los ojos de Morgana se abrieron ligeramente pero supo mantener la boca cerrada. Sólo esperaba que Cenred no hiciera ningún tipo de locura porque Hermione no había sido parte del acuerdo. Ella estaba más que dispuesta a entregar a Arturo pero a su hermana… no, eso era otra historia.
—Y aunque sería justo que deje ir a los demás… la justicia es para tontos ¡Llévenselos!
— ¡NO! ¡SUÉLTALOS! ¡No voy a dejar que los lastimes! —gritó Arturo— ¡Son inocentes!
Todos fueron levantados con violencia y llevados a empujones. Sólo Arturo siguió protestando e intentando zafar del agarre de los dos hombres que lo sostenían.
— ¿Inocente? Ningún amigo de Camelot es inocente—le aseguró Cenred antes de que él se fuera.
Gwen fue devuelta a la celda en la que se encontraba su hermano.
Arturo y Merlín fueron puesta en otra.
Y finalmente Hermione fue arrastrada a una diferente, en la que se encontró con Harry, a quien inmediatamente corrió a abrazar.
Morgana, por su parte, sólo recibió un paseo brusco por los pasillos antes de ser regresada a la sala donde se encontraba el rey.
— ¡Hermana!
Morgause rápidamente fue hacia ella y la tomó de las manos.
—Confío en que estés ilesa.
— ¡No gracias a tus hombres! —le aseguró Morgana a Cenred.
—Perdóname, pero hay que mantener las apariencias.
Nuevamente le sonrió y Morgana sintió deseos de golpearlo pero se contuvo. El hombre era, lamentablemente, necesario.
— ¿Qué hicieron con Arturo? —exigió saber.
—Está a salvo, encerrado—le aseguró Morgause.
— ¿Por qué no lo matamos ahora?
—Qué desalmada te has vuelto—comentó Cenred.
Ella ni siquiera se dignó a responderle.
—El príncipe es todavía útil. Sabe más que nadie de las defensas de Camelot—le aclaró su hermana.
—Arturo nunca te dirá nada.
Morgana conocía desde siempre a Arturo y sabía demasiado bien lo ridículamente leal que era hacia el reino y su padre. Nunca se atrevería siquiera a pensar en traicionarlos.
—Cenred tiene sus métodos—le aseguró la mujer rubia, quien miró al rey con complicidad.
Morgana al comienzo pensó que se refería a tortura o amenazas, pero pronto descubrió la mirada entusiasmada de Cenred que no auguraba nada bueno.
—Hermione—murmuró ella y la sonrisa de Cenred se amplió—. No.
—Morgana…
— ¡No! Ella no era parte de este plan. No la lastimarás, Cenred—dijo con rotundidad.
—Creo que no ves el problema aquí, Morgana—le dijo el rey, ahora más serio— ¿Cómo piensas conseguir ser reina si tienes a Hermione en medio? Te habrás dado cuenta que ella es demasiado fiel a Arturo como para dejarte salir con la tuya.
Lamentablemente, lo sabía.
Había tantas cosas que detestaba de Hermione. Su amor por Arturo y su amistad con Merlín era lo que más despreciaba de la princesa. Sin embargo, su compasión, su respeto hacia las personas que tenían magia… incluso sabía que no temía a ese poder que tanto miedo le causaba al Uther y que lo había llevado a asesinar cruelmente a tantos inocentes.
Aún tenía consigo aquel collar con el cristal mágico que le había obsequiado en su cumpleaños. En ese mismo momento lo sentía bajo su ropa, contra la piel de su pecho.
—No quiero que la lastimen. Debemos encontrar otro modo de deshacernos de ella.
—Ella te importa—Morgause la contempló fijamente, aunque no con enfado como había esperado Morgana—. Afortunadamente, también tenemos algo que le pertenece.
— ¿Harry? —preguntó—. Supe que había desaparecido también pero realmente no imaginé que tus hombres fueran tan tontos como para traerlo aquí—le dijo a Cenred.
—Fue un acierto, Morgana—le aseguró su hermana—. Aún no logro descifrar qué pero hay algo en él que… es extraño. Su forma de hablar, de actuar. Es demasiado valiente como para ser un simple campesino.
— ¿A caso piensas que es un noble?
—No, tampoco—negó con la cabeza—. Pero lo averiguaremos.
…
—No entiendo cómo es que aún estamos vivos—comentó Merlín.
Arturo y él habían sido encerrados en una pequeña, sucia y fría celda.
—Porque Cenred querrá torturarme primero y descubrir lo que sé—dijo Arturo con una tranquilidad que inquietó a Merlín.
— ¿No tienes miedo? —le preguntó, contemplándolo fijamente.
—No. En lo más mínimo.
Merlín no pudo evitar sentir un poco de admiración ante esto. Siempre había sabido que Arturo era valiente y leal, un gran guerrero… pero que no temiera al dolor, a la tortura… ¡eso sí que era algo envidiable!
— ¿Cómo es que no tienes miedo? —preguntó.
—Tengo miedo al dolor, salvo que no lo habrá—le aseguró el príncipe.
Merlín imaginó los duros entrenamientos que habría tenido a lo largo de su vida.
—Claro… ¿Entras en alguna clase de trance? —le preguntó profundamente curioso.
Sin embargo, Arturo lo miró como si él se hubiera vuelto completamente loco.
— ¿En serio? ¿Qué vio Hermione en ti? —le preguntó—. No habrá ningún dolor… porque saldremos de esta sucia celda y rescataremos a los demás.
Arturo se puso de pie y se acercó a la puerta, luego miró atentamente la celda.
—Tienes un plan.
Merlín no pudo evitar sonreír ampliamente ante esto.
…
Hermione abrazó con fuerza a Harry, casi como lo había hecho la primera vez que lo había visto en Camelot.
—Cualquiera diría que realmente estabas preocupada por mi—le dijo su amigo con una sonrisa.
Hermione se apartó, soltándolo.
— ¡Estaba preocupado por ti, idiota! —le aseguró— ¿Qué pasó? ¿Cómo es que acabaste aquí?
Harry hizo una mueca ligera.
—Athena me contó que pronto secuestrarían a Gwen—le informó, esquivando sus ojos.
— ¿Y pensaste que podías impedirlo? —le preguntó.
—No, claro que no—alzó la vista nuevamente—. Athena me dijo que deberíamos acompañarla constantemente, no para evitarlo sino para informarte inmediatamente pero luego la escuché gritar y no pude evitar ir a ella…—suspiró pesadamente, pegándose a la pared para luego deslizarse y terminar sentado en el suelo—Ya estaba inconsciente cuando llegué.
—Y te vieron y te atraparon—completó Hermione, caminando hacia él para sentarse a su lado.
Harry asintió con la cabeza.
—Aunque creo que Athena ya sabía que yo terminaría aquí—comentó—. Me tendió una trampa.
Hermione miró a su amigo, intentando advertir su reacción ante sus propias palabras.
— ¿Y eso no te enfada? —preguntó cuidadosamente.
—Creo que ya lo sospechaba desde el principio, aunque estuve en negación al principio—confesó—. No estoy contento, sinceramente, pero parece que es una constante en mi vida el que me manden a hacer cosas sin contarme toda la verdad.
— ¡Oh, Harry! —ella se pegó a él y lo abrazó con profundo cariño— Si te hace sentir mejor, Athena estaba aterrada ante la posibilidad de que te lastimaran. Me dijo que sabía que te rescataríamos pero eso no la hizo sentir menos preocupada—su amigo permaneció en silencio—. Creo que le aterra más la idea de que te molestes demasiado con ella al descubrir su engaño.
Harry bufó.
—Lo dudo. Creo que hace todo lo posible para molestarme.
— ¡Oh, si tan sólo supieras!
Harry volteó la cabeza e intentó mirarla, lo cual le resultó difícil dado que ella no lo había soltado aún.
— ¿Qué quieres decir con eso?
Hermione se puso derecha y lo miró fijamente.
— ¿No te diste cuenta aún?
— ¿Darme cuenta de qué?
Ella lo contempló con incredulidad pero finalmente lanzó una ligera carcajada mientras negaba con la cabeza.
—Yo no te lo diré. Lo tendrás que descubrir por ti mismo.
— ¡Oh, vamos, Hermione! —protestó.
—No. Lo que tenemos que hacer ahora es descubrir cómo saldremos de aquí para luego rescatar a los demás.
La princesa se puso de pie y tras colocar su cabeza cerca de la puerta, escuchó en silencio.
—Creo que hay sólo un par de guardias en el exterior—le dijo a Harry hablando en voz baja—. Abriré la puerta y los enfrentaré.
— ¡Estás loca! No podrás…
—Harry, te olvidas de algo. Tengo magia y en estos momentos no dudaré en usarla.
…
Merlín golpeó la puerta con su puño con mucha fuerza, una y otra vez.
— ¡Ayuda! —gritó intentando parecer desesperado— ¡Rápido!
Los pasos se oyeron de inmediato del otro lado de la celda y de inmediato alguien abrió la pequeña ventana que había en la puerta para contemplar el interior.
—El príncipe se escapó—le informó.
El guardia miró el interior desde su posición, no viendo, efectivamente, al príncipe de Camelot allí. De inmediato abrieron la puerta, ingresando éste con su compañero.
—Lo siento. Si tan sólo supiera dónde está…—siguió Merlín con el engaño, dejando que los dos fueran hacia la parte de atrás—. ¡Oh, ahí está!
Los guardias siguieron la mirada del sirviente y vieron al príncipe colgado del enrejado de metal del respiradero.
Arturo saltó sobre ellos pero uno logró escabullirse. Merlín no dudó ni un segundo en tomar la espada del guardia, arrebatándosela repentinamente y en un movimiento veloz lo golpeó en la cabeza, dejándolo inconsciente. Cuando el príncipe volteó, tras haber incapacitado al otro, miró a su sirviente con profunda incredulidad.
—Nunca dejas de sorprenderme—le dijo.
—He tomado muy en serio tus palabras—le aseguró Merlín y al notar que él no comprendía, aclaró—. Me dijiste que acuda a los entrenamientos con Sir León.
Los ojos del príncipe se agrandaron, aún más soprendido de aquello. Cuando había descubierto que su hermana y aquel gran tonto estaban viéndose a escondidas, le había pedido a Merlín que se entrenara en combate con espada en caso de que fuera necesario proteger a Hermione. Aunque había querido que su sirviente cumpliera, realmente no había esperado que realmente lo hiciera.
—Bien…—no supo que más decir—Sólo dame esa espada antes de que te lastimes.
Se la quietó y rápidamente salió de la celda. Merlín, conteniendo su disgusto, salió detrás de él.
El castillo era enorme y, aunque Cenred tenía una gran cantidad de caballeros a su disposición, no eran los suficientes como para resguardar una construcción tan enorme. Así que después de andar por varios pasillos se encontraron con otro, sentado frente a la puerta de otra celda donde seguramente se encontraría alguno de sus amigos.
— ¿Alguna idea? —le preguntó el príncipe a Merlín con un tono bajo.
Ambos estaban todavía a la vuelta de un pasillo, observando a unos pocos metros sin que el corpulento guardia los notara.
Merlín pensó rápidamente en las posibilidades, que no eran muchas, hasta que finalmente tomó una decisión.
—Sólo ésta—le dijo y rápidamente fue atrás del príncipe y lo empujó, obligándolo a avanzar y ser descubierto.
Arturo maldijo entre dientes a su estúpido, inútil y ridículo sirviente antes de sonreírle al guardia gigante que se puso de pie de inmediato, empuñando su espada.
— ¡Hola de nuevo!
La respuesta que recibió fue un golpe de espada que bloqueó ágilmente. Sus pies se movieron rápidamente pero el hombre no tardó en atacar una y otra vez, arrinconándolo sin que Arturo se diera cuenta sino hasta que fue demasiado tarde.
El guardia atacó de nuevo pero en esa ocasión puso todo el peso de su gran cuerpo, empujando a Arturo contra la pared. Su espada estaba a sólo unos pocos centímetros de la garganta del príncipe y si no acababa con él era porque éste tenía su propia espada atravesada, intentando empujarlo lejos sin conseguirlo.
—Voy a disfrutar esto—le dijo, sintiendo ya su victoria.
Arturo podía sentir el frío de la pared pegada a su espalda y un ardor en los músculos de sus brazos a causa del esfuerzo que estaba haciendo en un intento de mantenerse con vida.
Pero de repente, un sonido extraño cortó el aire y el guardia aflojó su agarre cuando miró hacia abajo. Arturo también lo hizo y comprobó, anonadado, que el cinturón que sostenía los pantalones del hombre, se había roto, consiguiendo que la prenda cayera hasta sus tobillos.
Por alguna extraña razón, esto parecía avergonzar al gigante.
— ¿Sabes cuál es tu problema? —le preguntó el príncipe, aprovechando esa oportunidad sin cuestionar demasiado su buena suerte—Demasiado ruido…—alzó su rodilla dándole un acertado golpe en la ingle, consiguiendo que se doblara en dos del dolor— ¡Y pocas nueces!
Maniobró el gran cuerpo y lo empujó contra la puerta con tanta violencia que ésta se abrió bruscamente. El hombre cayó de bruces, inconsciente.
Arturo alzó la cabeza y vio a Gwen y a su hermano. Ella sonrió resplandecientemente al verlo.
— ¿Están bien? —les preguntó.
—Sí.
— ¿Y Hermione? ¿Y Morgana?
—Pensé que estaban con ustedes—les respondió la doncella.
El corazón de Merlín se aceleró de terror al comprobar esto y su miedo debió de haberse reflejado en su rostro porque Arturo, al cruzar presuroso a su lado, lo miró y le dijo.
—Las deben tener en otro lado. Vamos. Las encontraremos, Merlín.
El mago quiso decirle que en ese momento la que menos le importaba era Morgana, maldita traidora, pero mantuvo sus labios firmemente presionados.
Salieron por el pasillo los cuatro y estuvieron a punto de doblar en una esquina cuando se toparon con dos cuerpos que casi chocaron contra ellos.
— ¡Hermione! ¡Gracias a Dios estás bien!
Arturo abrazó a su hermana, presionándola contra su pecho por unos instantes, antes de soltarla y comprobar que no estuviera herida.
—Estábamos yendo por ustedes.
El príncipe fue entonces cuando vio a Harry.
— ¿Morgana tampoco estaba con ustedes?
Ambos negaron con la cabeza.
— ¡Mierda! —gruñó antes de voltear hacia sus dos sirvientes—Merlín, Harry, lleven a Gwen, Hermione y Elyan con ustedes. Cuídenlos con sus vidas.
— ¿Qué hay de ti? —preguntó Hermione.
—Iré a rescatar a Morgana.
—No, no puedes. Es muy peligroso—le aseguró Merlín con desespero, mirando a Hermione en busca de apoyo.
—Lo siento, Merlín. No me iré sin ella.
Y sin pensarlo se alejó de ellos pero luego de dar unos cuantos pasos, se detuvo y volvió, corriendo directamente hacia Gwen.
—Cuando salgan y encuentren los caballos, vayan directamente a Camelot. No me esperen. Prométemelo.
Los ojos de la doncella se llenaron de horror ante esa idea.
—Pero…
—Prométemelo.
Gwen no apartó los ojos del príncipe por unos eternos segundos, comprendiendo que él no estaría tranquilo hasta que ella hiciera lo que él le pedía.
—Te lo prometo.
Gwen y los demás lo vieron marcharse.
—Hermione y yo iremos con él. Ustedes hagan lo que él les pidió—les dijo Merlín, tomando la mano de Hermione sin pensarlo siquiera.
La princesa asintió de inmediato, sin siquiera darse cuenta de la mirada que le lanzaba su amigo en ese momento.
Y aunque Harry deseaba protestar, no lo hizo.
Cada día comprendía un poco mejor del peligro constante en el que vivía rodeada pero también podía ver en ella a una mujer fuerte, valiente y segura que no lo necesitaba en su vida.
Dolía. ¡Circe, cómo dolía!
Pero no había absolutamente nada que él pudiera hacer al respecto.
— ¡Vamos! —les dijo a Elyan y Gwen.
Así fue como ellos se fueron en una dirección mientras que Hermione y Merlín siguieron al príncipe.
— ¿De dónde sacaste esa espada? —Merlín miró el arma que la princesa sostenía.
— ¿De dónde crees? Se la robé al guardia que custodiaba la celda después de dejarlo inconsciente.
Merlín casi se detuvo y la besó.
Nunca dejaría de cuestionar su buena suerte al tener a una mujer como Hermione a su lado.
Lamentablemente, ese no era el momento indicado para las muestras de afecto ya que tenían que ir detrás de un tonto príncipe que iba a rescatar a la persona que lo traicionaba. Así que sólo se conformó con sostener su mano mientras corrían.
Muy pronto estuvieron cerca de la sala de tronos, donde horas antes habían sido llevados delante de Cenred. Dos guardias inconscientes frente a las puertas abiertas y la voz molesta del rey, les dijeron que Arturo se encontraba allí y cuando asomaron sus cabezas pudieron contemplar la escena que se estaba llevando a cabo.
Cenred tenía a Morgana frente a él, usándola como escudo, con una espada firmemente posicionada contra la piel de su cuello.
—Eres un cobarde, Cenred. Siempre lo fuiste—lo acusó el príncipe, caminando al interior, sin dejar de contemplarlos.
—Son los cobardes los que sobreviven, Arturo—replicó él, sin soltar a Morgana, quien hacía todo lo posible para lucir verdaderamente aterrada—. Ahora, baja tu espada.
No lo hizo. Árturo estaba seguro que Cenred lo quería realmente a él. De otro modo, Morgana ya estaría muerta.
—Haz lo que él te dice—dijo una voz femenina que tanto los dos príncipes como Hermione reconocieron de inmediato.
Morgause había salido de detrás de una columna y caminaba hacia Cenred.
—Parece sorprendido—le dijo ella a Arturo.
Arturo presionó aún más firmemente la espada en sus manos.
—Para nada—aseguró—. Sé de lo que eres capaz.
Hermione sabía que su hermano sí se había sorprendido al ver a Morgause allí pero que de inmediato pensó lo peor de ella, ya que poseía magia, y esa sorpresa desapareció. Desafortunadamente, ella también comprendía los terribles actos que esa mujer podía hacer, no por ser una persona con magia, sino porque sus acciones estaban movilizadas por el más profundo desprecio hacia Uther y Camelot.
—No, no tienes idea—replicó Morgause y para demostrárselo, hizo un complejo movimiento de con su mano derecha, consiguiendo que desde el suelo de piedra comenzara a nacer una larga llamarada de fuego que no tardó en ampliarse y llegar hasta el techo.
Arturo retrocedió, sintiendo las llamaradas calientes golpear su rostro.
Merlín y Hermione se miraron, comprendiendo que si no hacían algo de inmediato aquello iba a acabar con el príncipe. Así que sin soltarse de las manos ambos pronunciaron hechizos diferentes al mismo tiempo, logrando que se potenciaran entre ellos, generando una magia poderosa e inestable que hizo que las llamaradas colapsaran de inmediato, explotando, generando una onda expansiva que empujó a todos los presentes a lo lejos.
El techo colapsó sobre Cenred, Morgana y Morgause. Grandes rocas cayeron sobre ellos, golpeándolos duramente. Arturo también recibió algunas pero fue el primero en recuperarse lo suficiente como para ponerse de pie. Sus oídos zumbaban y su cabeza parecía querer estallar en cualquier momento, pero aún fue capaz de enfocar la vista y notar a Morgana, quien parecía también estar despertando atontada.
El príncipe estaba tan preocupado por ella y por sacarla de allí que ni siquiera notó la preocupación en el rostro de la chica al contemplar el cuerpo de Morgause a pocos metros.
— ¿Estás bien? Vamos.
La tomó de la mano, impulsándola hacia arriba con velocidad. En cuanto giró para salir, notó a Hermione y a Merlín allí, quienes también se habían podido despertar y levantar con la ayuda del otro.
— ¿Qué se supone que hacen aquí? ¿No les dije que se marcharan?
—Pensé que necesitarías ayuda—replicó el mago.
Arturo estaba por protestar pero Hermione lo interrumpió al notar que Morgause comenzaba también a despertar.
—Nos vamos ahora, nos retas después.
El castillo era demasiado grande pero por suerte no tardaron en encontrar el camino de regreso a las cuevas.
— ¡No puedo seguir! —protestó Morgana—Mi tobillo.
Merlín la miró de mala manera. Sabía perfectamente lo que ella intentaba hacer y no iba a permitírselo.
— ¡Vamos! —protestó Arturo, alzándola repentinamente sobre su hombro, cargándola como si fuera algún costal de papas.
— ¡No! ¡Arturo! —protestó la joven.
—Créeme, esto no me gusta más que a ti—le aseguró el príncipe.
Y así siguieron avanzando, corriendo en la cueva hasta dar con la salida y poder avanzar entre las grandes rocas. Tan sólo cuando llegaron al bosque y fueron a donde se encontraban los caballos, pudieron volver a respirar con tranquilidad.
Especialmente porque Gwen, su hermano y Harry todavía se encontraban allí.
Arturo bajó cuidadosamente a Morgana, quien lanzó una mirada en dirección al castillo que, nuevamente, el príncipe no notó ya que caminó directamente hacia la doncella.
—Pensé que te dije que cabalgues directamente hacia Camelot.
Gwen alzó su mentón y lo miró decidida.
—Serás un príncipe, pero eso no significa que tengo que hacer lo que me digas—le aseguró.
Y aunque él encontró muy divertido aquel comentario y tenía una réplica rápida en la punta de su lengua, no pudo decirla porque de repente aparecieron dos hombres de Cenred, gritando, con las espadas preparadas para atacarlos.
Arturo bloqueó a uno y tras unos cuantos golpes lo incapacitó. Giró su cuerpo, dispuesto a enfrentarse con el otro, pero se quedó observando cómo Elyan lo hacía, sin necesidad alguna de ayuda. Y no fue el único, porque también los demás miraron admirados la destreza con la que el hermano de Gwen maniobraba la espada hasta golpear con fuerza a su contrincante y derribarlo.
—Nada mal—dijo el príncipe.
Elyan sonrió y se encogió ligeramente los hombros.
—La práctica hace a la perfección… supongo.
Luego de eso, no dudaron en montar, ansiosos por regresar a Camelot.
Como no tenían más caballos que los que cada uno había llevado, Elyan tuvo que ir con su hermana mientras que a Harry no le quedó otra opción más que ir con Merlín, no cual no pareció gustarle demasiado pero no protestó.
…
Harry alzó la vista hacia la puerta cuando ésta se abrió.
Luego de haber llegado a Cámelot, Hermione le había ordenado a un par de sirvientes que le preparasen a Harry un baño caliente para que pudiera limpiarse de la suciedad de la celda del cuerpo y relajar sus músculos después de la larga cabalgata. Él no podía sentir nada más que agradecido, especialmente porque sabía que en aquella época aquello era realmente un lujo que no podían permitirse todos los días.
Después de terminar su baño y colocarse ropa limpia, había regresado a su habitación y se había tendido en la cama, más que ansioso por dormir un poco. Sin embargo, el sueño lo esquivó a pesar del cansancio que sentía.
—Finalmente decidiste aparecer—le dijo a Athena cuando la vio entrar.
Casi pudo imaginar la réplica mordaz que ella le diría pero, contrariamente a todo lo que esperaba, al verlo corrió hacia él y se inclinó sobre la cama para abrazarlo. Harry no pudo evitar sentirse incómodo y muy sorprendido por aquel gesto tan peculiar por parte de ella. Torpemente, alzó una de sus manos y dio unas palmaditas nerviosas sobre sus hombros.
—Estaba preocupada por ti—le confesó avergonzada, separándose y levantándose de la cama.
— ¿Olvidas que tú misma me mandaste? ¿Qué me llevaste directamente a una trampa?
La suavidad y timidez de su mirada cambiaron rápidamente a molestia.
—Claro que no—replicó rígidamente—. Pero el mundo me hubiese odiado si se llegasen a enterar que por mi culpa el grandioso Harry Potter murió.
—Incluso los seguidores de Voldemort, porque habrías logrado lo que "su señor" nunca pudo—replicó con un brillo divertido en su mirada.
Athena se quedó observándolo por unos instantes antes de soltar un resoplido de diversión.
—Eres un tonto, Potter.
—Un tonto del que no te desharás fácilmente—replicó—. Así que ahora dime la verdad.
Athena pudo notar que un cambio se había producido. Uno bueno. En esta ocasión, cuando se sentó a su lado, no dudó en confiar en él y serle totalmente sincera.
