LA ADVERTENCIA DEL REY FISHER
Gwen caminaba por el pasillo, yendo directamente hacia las cámaras de Morgana cuando sorpresivamente se topó con una figura encapuchada. Estuvo a punto de gritar, sobresaltada cuando esta misteriosa persona se quitó la capucha y le hizo gestos para que guardara silencio.
— ¿Hermione? —susurró.
—Tú no me has visto—le dijo sin alzar la voz antes de volver a subirse la capucha—. Cualquier duda que tengas, habla con Ingrid. Adiós.
La vio marcharse, sorprendida de aquel encuentro misterioso pero luego de unos momentos siguió su camino hasta que llegó a la puerta de la habitación de Morgana, en donde se detuvo al oír un murmullo que no logró entender. Dudó por unos segundos pero finalmente abrió la puerta y vio como Morgana se ponía de pie de repente y la miraba con seriedad. A su nariz llegó un aroma muy peculiar, como si hubieran arrogado algo al fuego.
— ¿Qué sucede? —le preguntó la mujer con brusquedad.
—Quería saber si necesitaba algo más, mi lady.
—No. Fuera.
— ¿Algo se quema?
— ¡Dije fuera! —le ordenó Morgana con un grito.
Gwen, sorprendida, no tardó mucho en salir de allí, sintiéndose totalmente desconcertada por la actitud de la joven.
…
Merlín sentía que todo su cuerpo dolía ligeramente después de haber galopado prácticamente durante todo un día. Por fortuna, la noche no había sido lo suficientemente fría y había podido seguir su camino sin tener que detenerse. Eso le permitió estar allí esa mañana, a primera hora de la mañana, viendo a poca distancia el pueblo.
Ingresar allí no fue un problema y tampoco encontrar la taberna.
Entró, notando que el ambiente cambiaba en el interior, para volverse oscuro y con un intenso aroma a alcohol que picaba la nariz.
Un ruido violento hizo que Merlín volteara el rostro y viera cómo un par de corpulentos hombres golpeaban para terminar empujándolo sobre la mesa, derribando todo lo que había en ella en el proceso. Merlín sonrió, sabiendo que lo había encontrado.
— ¡Hola, Gwaine!
El hombre sobre la mesa alzó el rostro al escuchar su nombre y sonrió ampliamente al ver al mago.
— ¡Merlín! ¿Cómo estás? —se levantó de la mesa y fue a abrazarlo.
— ¡Dame mi dinero! —oyeron que el hombre que lo había empujado exigía.
— ¿Por esas casualidades no trajiste una generosa bolsa con monedas de oro contigo? —le preguntó Gwaine a Merlín.
El más joven negó con la cabeza y de inmediato salió a correr, seguido por el otro.
Salieron de la taberna, corrieron entre los callejones, se ocultaron detrás de los puestos en el mercado para ser descubiertos sólo unos segundos después. Escaparon por muy poco y tras montar sus caballos galoparon velozmente fuera de aquella ciudad.
— ¿Qué estabas haciendo allí? —preguntó Gwaine.
—Arturo está en problemas. Necesitamos tu ayuda.
— ¿Qué clase de problemas?
—Se fue a las Tierras Peligrosas—explicó.
Siguieron galopando a la misma velocidad hasta que estuvieron lo suficientemente lejos como para ir más lento y así no cansar tanto a los caballos.
— ¿Por qué estaban tan enojados esos hombres? —le preguntó el mago.
—Siempre pasa lo mismo con las apuestas—explicó—…haces quedar a un hombre como un tonto y ellos te llaman ladrón. —Merlín rió, conociendo demasiado bien a Gwaine como para hacer algún comentario al respecto— ¿Cómo me encontraste?
—No fue fácil, he ido a casi todas las tabernas de Engerd.
—Yo también—comentó él con orgullo.
Merlín volvió a reír.
— ¿Has estado bien? —le preguntó.
—Claro, aunque no tanto como tú, de eso estoy seguro—Gwaine lo miró significativamente.
— ¿A qué te refieres? Te aseguro que ser el sirviente de Arturo no es tan extraordinario ni maravilloso como suena.
—Pero tienes a la princesita que te cuida—le dijo con un giño— ¿Cómo está ella?
—Bien—dijo escuetamente, comprendiendo las implicaciones en las palabras de Gwaine.
— ¡Oh, vamos! ¿No puedes decirme algo más? No todo el mundo puede tener una princesa en su cama como tú.
— ¡No, yo no…!—se apresuró a exclamar pero cuando notó que él sólo se estaba burlando, se detuvo—. La veremos dentro de poco. Ella no pudo salir al mismo tiempo que yo para que no la descubrieran por lo que debe de estar esperando más adelante.
—No debería de sorprenderme que ella también decida ir a salvar el trasero de su hermano.
…
Gwen terminó de trenzar el cabello de Morgana con cuidado.
—Eres siempre muy buena conmigo, Gwen. Gracias.
—No es nada.
—Estás molesta conmigo, puedo notarlo—le dijo, volteando para verla—. Lo sé. Anoche te grité. Lo siento.
Gwen forzó una sonrisa.
—Está bien.
— ¿Cómo puedo hacer para compensártelo?
—Está olvidado—le aseguró.
— ¿Por qué no te doy algo de tiempo libre? —sugirió Morgana, ganándose una mirada de sorpresa por parte de su doncella—No me mires así. Estoy segura de que puedo cuidarme por una noche.
—Es muy considerado de su parte, mi lady—le aseguró.
La joven mujer sonrió ampliamente.
—Me alegra que seamos amigas de nuevo—tomó cariñosamente las manos de su doncella.
Ésta forzó una sonrisa.
—Antes de irme, me aseguraré de que todo esté listo para su regreso.
—Qué dulce… pero no te quedes muy tarde.
Luego se marchó, dejándola sólo con sus pensamientos.
No pasó más de unos minutos antes de que alguien apareciera allí, a su lado.
—Ingrid, ¿qué haces aquí? —preguntó cuando notó que la doncella de Hermione cerraba la puerta.
—Hermione me mandó un mensaje y me dijo que anoche te topaste con ella—le susurró, acercándose a Gwen.
— ¡Oh, sí! Me pareció extraño que saliera a esa hora…
—Creo que toparse contigo fue un grave error de su parte. Debió de ser más cuidadosa.
— ¿A dónde fue? —quiso saber.
—A ayudar a Arturo, por supuesto—le dijo con obviedad—. Ella no volverá al castillo sino hasta que su hermano esté a salvo. Así que si alguien pregunta, dile que fuiste a verla y que está enferma, como Harry.
— ¿Estás segura que eso funcionará? —preguntó con dudas.
—Hermione ha inventado excusas más tontas en otras ocasiones—Ingrid se encogió de hombros, sonriendo ante la mirada anonadada de Gwen—. Ella está segura que puede confiar en ti, así que te daré un consejo.
Gwen asintió lentamente con la cabeza.
—Mantén tus ojos abiertos cerca de Morgana.
— ¿Qué quieres decir?
—Sólo lo que me ha dicho Hermione. No me dijo nada específicamente de la protegida del rey pero es obvio que no confía en ella. Y yo confío plenamente en el juicio de la princesa.
…
— ¡Circe! ¡Estaba tan preocupada por ti!
Hermione saltó de su caballo y fue hacia Merlín, quien también bajó del suyo y la abrazó cuando tuvo la oportunidad.
— ¡Oh, par de enamorados! —Gwaine suspiró teatralmente, caminando hacia ellos— ¿No vas a compartir un poco de tu amor? —le preguntó a la princesa, extendiendo sus brazos.
Hermione sonrió y también lo abrazó.
—Estoy muy feliz de verte de nuevo, Gwaine—le aseguró.
—Lo sé—le guiñó un ojo coquetamente, haciéndola rodar los ojos.
—Lamento la tardanza, tuve que recorrer demasiadas tabernas—le dijo Merlín, tomando la mano de ella.
Hermione había tenido que esperarlos dos horas allí, sentada, con el corazón acelerado de la preocupación.
—Ya no importa. Ahora podremos seguir nuestro viaje.
Sin perder tiempo, volvieron a seguir su camino, hasta que llegaron, al atardecer, a las orillas de un bosque de pinos.
—Aquí es—les dijo Merlín—. Del otro lado del bosque se encuentran las Tierras Peligrosas.
Más allá del bosque se podía ver una gran planicie rocosa, árida y desolada.
—No parece muy amigable—comentó Gwaine mirando hacia adelante.
—Porque no lo es.
—Créeme, es realmente espantosa—le aseguró el hombre.
— ¿Cómo lo sabes? Nunca has estado ahí—preguntó Hermione.
—He viajado a muchos lugares, mi lady—le aseguró, mirándola con burla.
—Pero a las Tierras Peligrosas, no. Lo sé, incluso yo—comentó Merlín.
— ¿Por qué tanta seguridad?
—Porque no hay tabernas—completó el mago, riendo y haciendo que también riera Gwaine y Hermione.
—Te dije que eran espantosas.
…
Morgana entró a las cámaras con prisa.
— ¿Gwen? —llamó tras cerras las puertas de sus cámaras privadas.
Y al no obtener respuesta, entró rápidamente, caminando con largos pasos.
El corazón de Gwen latía velozmente en su pecho. Se llevó una mano allí, intentando calmarlo, casi temiendo que la protegida del rey lo oyera, pero no apartó los ojos de los movimientos de la mujer, quien fue hacia un mueble, del cual sacó un pequeño cofre.
Gwen se movió detrás del biombo, con miedo pero curiosa. Tenía a Morgana justo delante de ella. La joven mujer había colocado el cofre sobre la mesa y lo había abierto. No pudo ver lo que contenía pero notó de inmediato que algo cambiaba en el ambiente. La vio cerrar los ojos, tomar aire profundamente y luego, al volver a abrirlo, sus ojos brillaron de un intenso dorado hasta que el interior del cofre comenzó a incendiarse, formando una gran llamarada intensa que alcanzó la altura de la misma chica.
Gwen se sintió horrorizada.
Apretó los labios con fuerza en un intento de no pronunciar palabra alguna.
Ahora sentía mucho más miedo.
Lo peor de todo era que tuvo que quedarse allí hasta muy entrada la noche, cuando la vio prepararse para r a dormir y finalmente tenderse en la cama. Incluso se quedó allí después de eso, hasta que estuvo lo suficientemente segura de que se encontraba dormida. Con pasos las cámaras y cerró la puerta lo más silenciosamente posible antes de comenzar a caminar con largos pasos lejos de aquel lugar, lejos de Morgana y de lo que acaba de descubrir pero por más que intentaba no pensar en aquello, en su mente se repetía la escena que acaba de presenciar.
Con prisa, tocó las puertas de las cámaras de Gaius una y otra vez, hasta que ésta se abrió, mostrando al anciano en sus ropas de dormir.
—Lamento despertarte a estas horas pero realmente no sabía a quién más acudir—se explicó mientras ingresaba—. Quería hablar con Hermione pero ella…
Apretó sus labios repentinamente, dándose cuenta que había estado a punto de hablar de más.
—Ella no se encuentra en el castillo, lo sé—la tranquilizó el galeno— ¿Qué sucede, niña?
—Es Morgana.
— ¿Qué pasó con ella?
—Tiene una caja—comenzó a explicar, intentando mantenerse tranquila pero resultándole casi imposible— ¡Sus ojos! Eran como fuego… ¿Qué hago, Gaius? Está usando magia.
— ¡Oh! Bueno… no todo es lo que parece, Gwen.
— ¡No, no! ¡Sé lo que vi! —exclamó desesperada—Conozco a Morgana desde hace mucho tiempo. No quería creerlo pero ella… no es la persona que conocía. Cambió, Gaius. No creo que ya nos desee el bien a ninguno de nosotros.
El galeno meditó unos segundos antes de asentir lentamente con la cabeza.
—Desearía poder decir lo contrario… —comenzó—pero me temo que estás en lo cierto.
Gwen lo miró totalmente desecha. Había tenido la esperanza, al menos una muy pequeña, que Gaius lograra tranquilizarla. Por el contrario, sus palabras ahora la habían dejado sumida en una terrible desesperación.
…
Desmontaron cuando vieron un campamento más adelante. Amarraron los caballos y luego caminaron ocultos, detrás de las piedras y los árboles. Gwaine les hizo unas señas silenciosas con sus manos para luego desaparecer por el costado.
— ¿Qué? —susurró Merlín a Hermione pero ella se encogió de hombros ya que tampoco había entendido nada.
Así que se pusieron de pie y caminaron a la par, notando el puente y un pequeño fuego encendido. No vieron a nadie en un primer momento pero luego, sorpresivamente, un hombre de baja estatura apareció, prácticamente de la nada, contemplándolos con curiosidad.
—Entonces… veo que han llegado Magia e Inteligencia—dijo aquel extraño.
— ¿Qué? —preguntó Merlín.
—No hay nada que temer. Su presencia es esencial si Arturo va a tener éxito en su búsqueda.
— ¿Cómo sabes de Arturo? ¿Quién eres? —preguntó Hermione.
—Soy el guardián del puente—les informó, extendiendo las manos para que contemplaran el estrecho puente que tenían que atravesar—. Sólo deseo ver las Tierras de Rey Fisher restablecidas y que la prosperidad reine otra vez. Hasta que tu misión esté completa, eso no puede suceder—dijo eso último contemplando a Merlín.
—No es mi misión, es la de Arturo—lo corrigió el mago.
—Si eso es lo que eliges creer—dijo el hombre con un leve encogimiento de hombros—. No es accidente que Arturo haya elegido este camino o que ustedes hayan decidido seguirlo.
Un ruido se escuchó cerca y cuando ambos miraron hacia un lado, vieron a Gwaine aparecer y correr a su lado.
—Finalmente, ha llegado Fuerza—comentó el hombre—. Ahora sí el grupo está completo.
Gwaine no tardó en sacar su espada, amenazando al guardián del puente antes de que Hermione o Merlín pudieran impedírselo; pero no hizo falta porque la filosa espada del caballero se transformó en un ramillete de flores blancas e inofensivas.
— ¡¿Qué demonios…?!
—No quiero herir a ninguno de ustedes y agradecería lo mismo a cambio—les pidió el hombre.
— ¿Dónde está mi espada? —Gwaine lo miró molesto y humillado.
—Se la devolveré una vez que lleguen al otro lado—les señaló el puente.
Demasiado ansioso por recuperar el arma, Gwaine se adelantó y caminó presuroso.
—Si somos, Magia, Inteligencia y Fuerza—le preguntó Hermione— ¿Qué es Arturo?
—Valentía, por supuesto—contestó—. Ahora siga su camino, mi lady.
Hermione asintió y siguió a Gwaine.
—El rey Fisher ha esperado muchos años por este día—le aseguró el guardián a Merlín—. No le niegues lo que desea.
Y Merlín avanzó, alcanzando a sus dos amigos rápidamente, confundido por las últimas palabras del hombre.
Caminaron por un largo tramo, hasta que la noche comenzó a caer y el frío comenzó a sentirse. Hermione, que había dejado de lado sus vestidos y había preferido un cómodo pantalón para el viaje, se abrazó a sí misma, lamentando no poder hacer un hechizo que los mantuviera caliente a los tres.
En realidad, podía hacerlo, pero se arriesgaba a ser descubierta por Gwaine.
Finalmente, decidieron esperar el amanecer antes de continuar porque desconocían los peligros de aquellas planicies. Así que tras encender fuego, se sentaron alrededor, dejando pasar las horas. Y supieron que habían tomado la decisión correcta cuando oyeron un sonido extraño proveniente de la oscuridad espesa y neblinosa que los rodeaba.
— ¿Qué fue eso? —preguntó Merlín asustado.
—Un faisán—respondió de inmediato Gwaine.
— ¿Un faisán? —inquirió Hermione con incredulidad.
—Uno grande—aseguró, consiguiendo que ella sonriera.
El sonido volvió a oírse un poco más cerca por lo que Gwaine acercó su espada a su mano, notando que Hermione hacía lo mismo con la que ella había traído.
—Puedes regresar si quieres—le aseguró Merlín al hombre.
—No me asustan los faisanes—aseguró.
—No me malinterpretes, estamos agradecidos de que estés aquí—dijo Merlín haciendo referencia a Hermione y a él—, pero, ¿por qué haces esto?
—Por la misma razón que tu—respondió—Estoy profundamente enamorado de una princesa y haría todo lo posible para meterme bajo sus faldas.
Hermione jadeó y Merlín, rojo, intentó pegarle pero Gwaine, riéndose, se apartó antes de recibir el golpe.
—Eres demasiado lento, Merlín—se burló pero luego decidió decirle la verdad y los miró con seriedad—. Lo hago porque ayudo a un amigo.
Merlín lo comprendió. Más allá del supuesto Destino que tuviera que cumplir, él realmente apreciaba a Arturo y quería que fuera el gran rey que estaba destinado a convertirse.
—Arturo es muy afortunado por tenernos—murmuró.
—A Arturo no—lo corrigió Gwaine, mirando fijamente a Merlín y luego posando sus ojos en Hermione.
Ella estaba profundamente conmovida y se acercó un poco para tomar su mano afectuosamente.
—Haría lo mismo por ti—le aseguró Merlín.
—Bueno, eso espero… son los únicos amigos que tengo—confesó con una triste sonrisa.
—No me sorprende—comentó Hermione unos momentos después, consiguiendo que ellos rieran.
Pasaron la noche allí, turnándose para dormir uno mientras los otros dos vigilaban. La noche fue terriblemente larga y cuando finalmente llegó la mañana ninguno de los tres sintió que había descansado mucho. De todos modos, se pusieron de pie y siguieron avanzando, caminando entre las ramas resecas de aquel bosque muerto hasta que finalmente el paisaje comenzó a cambiar, dejando las ramas secas y tétricas para transformarse en unas montañas rocosas y empinadas, áridas y frías, que no ayudaron en su caminata.
Por fortuna, vieron cerca del medio día como una enorme torre se elevaba a unos pocos kilómetros de ellos.
— ¡Allí está! —dijo Merlín.
Gwaine jadeó, aliviado.
— ¿Qué son esas cosas que vuelan allí? —preguntó.
Hermione intentó enfocar su mirada pero estaban demasiado lejos como para distinguir algo con claridad.
—No son pájaros—aseguró.
—Nunca vi criaturas como esas.
Gwaine miró el peculiar vuelo de éstas.
—Parece que estuvieran cazando algo—dijo luego de unos instantes hasta que notó un destello luminoso en el suelo, bajo el vuelo de aquellos seres— ¿Qué fue eso?
—Una espada—comprendió Hermione, aterrada.
—Arturo—completó Merlín.
Sin dudarlo comenzaron a bajar, corriendo con toda la energía que podían reunir en sus piernas cansadas. Sin embargo, no fue suficiente porque cuando estuvieron allí ya no había rastro del príncipe.
—Debí de haberlo sabido. Son dragones heráldicos—comentó Hermione, al poder ver ahora sí a aquellas criaturas—. Son como los primos lejanos de los dragones.
—Son criaturas de magia, entonces—completó Gwaine—. Tengan cuidado.
Hermione y Merlín intercambiaron una mirada. Aunque confiarían su vida a aquel hombre el tema de la magia era un tanto sensible aún. No podían arriesgarse a que nadie los descubriera.
Corrieron al castillo, encontrando el rastrillo de hierro bajo. Merlín y Gwaine tomaron la reja e hicieron fuerza para levantarla, permitiéndole a Hermione cruzar por debajo primero. Ella se arrastró por el suelo y al llegar al otro lado se levantó de un salto para ayudar a sostener el pesado material. Luego cruzó Merlín y finalmente, Gwaine.
—Dividámonos—dijo el mago, tomando la mano de Hermione y arrastrándola hacia un lado mientras que su amigo iba por el otro.
Rápidamente comenzaron a buscar al príncipe, llamándolo a gritos sin obtener respuesta.
—Homenum revelio—murmuró Hermione y ambos vieron como el hechizo se expandía en ambas direcciones, a través de las diferentes paredes—No está en este piso.
—Útil—la felicitó Merlín antes de seguir avanzando.
Subieron al siguiente nivel pero el resultado fue el mismo. Hasta que en tercero, cuando Hermione lanzó por tercera vez el hechizo, una silueta humana apareció mágicamente formada unas cuantas cámaras más allá. De inmediato fueron hacia allí, especialmente porque el cuerpo parecía estar caído en el suelo. Atravesaron varios pasillos y habitaciones hasta que dieron con el príncipe inconsciente, siendo rodeado por dos dragones heráldicos.
— ¡Merlín, siguen siendo dragones! —le dijo Hermione, recordándole el no tan pequeño hecho que él ahora era el último Señor de los Dragones.
El mago asintió y sin siquiera pensarlo se puso entre Arturo y aquellos dos seres.
— ¡Nun de ge dei s'eikein kai emois epe'essin hepesthai!
Los dos dragones heráldicos de inmediato retrocedieron un paso, hicieron una especie de reverencia con sus cabezas, inclinándolas hacia el suelo, y luego voltearon y se fueron.
Hermione corrió hacia Arturo, tomando su rostro entre sus manos.
— ¡Arturo! ¡Arturo! —lo llamó sin obtener respuesta.
Merlín se acercó de inmediato y le quitó el brazalete, cuyo ojo se encontraba brillando como si tuviera llamaradas en su interior. De inmediato, los ojos del príncipe se abrieron y miraron a su alrededor. Confundido y sin poder enfocar bien, miró primero una figura borrosa y luego otra, hasta que lentamente la imagen fue tomando forma y pudo distinguir claramente el rosto sonriente de Merlín.
— ¡¿Qué demonios estás haciendo aquí?! —le preguntó, saltando violentamente hacia atrás, haciendo que Hermione retrocediera rápidamente para no ser golpeada en el proceso.
— ¿Por qué nunca puedes darme las gracias? —le preguntó Merlín.
—Creo que su orgullo se interpone en el camino de su lengua—replicó Hermione, consiguiendo que Arturo volteara el rostro también para mirarla aún más desconcertado.
— ¡Tú también estás aquí! —indicó.
— ¡De nada, Arturo! —replicó Hermione con molestia.
Arturo se levantó rápidamente, tambaleándose ligeramente pero no permitiendo que ni Merlín ni Hermione lo ayudaran.
— ¡Las gracias! ¿Quieren que les dé las gracias? ¿Por qué? ¿Por arruinar completamente la búsqueda?
— ¡Es bueno que estemos aquí! —dijo molesto Merlín por la actitud de Arturo—. Sino hubieras sido alimento de dragón.
— ¡¿Cuántas veces debo decirle a sus tontas cabezas que debo hacer esto solo?! —les gritó.
Hermione retrocedió como si su hermano la hubiera abofeteado tal como lo había hecho Uther años atrás. Merlín notó de inmediato su reacción, comprendiendo su dolor, pero imaginando que el de ella era aún más profundo porque se trataba de su hermano.
—Eres realmente un bastardo—le dijo, también apartándose para tomar la mano de Hermione en un intento de consolarla.
Arturo estuvo por protestar pero sus ojos se posaron delante de él, detrás de Merlín y Morgana. La pareja también volteó y ambos soltaron un aterrador grito cuando otro dragón heráldico apareció delante de ellos, alzándose sobre sus patas traseras para luego abrir su boca y lanzar un horrible sonido. Ninguno tuvo la oportunidad de pensar en un plan de ataque pero tuvieron la fortuna de no estar solos en aquel castillo: Gwaine apareció repentinamente y con su espada lo apuñaló violentamente, matando al dragón de un solo golpe.
Merlín y Hermione se le acercaron, agradeciéndoles por haberle salvado la vida mientras que el príncipe puso los ojos en blanco, molesto.
—Grandioso. Esto se pone cada vez mejor—dijo Arturo sarcásticamente— ¿No están Gwen y Morgana también por aquí? ¿Tendremos una fiesta sorpresa por aquí?
Gwaine sólo suspiró, mirando primero a Merlín y luego a Hermione, quien no dudó en darle la espalda a su hermano.
—Hay más dragones heráldicos en camino—dijo el caballero—. Deberíamos salir de aquí.
—Yo no me iré sin el tridente. Este es el objetivo de mi búsqueda—replicó Arturo, caminando fuera de la habitación.
— ¿Quieres que te ayudemos? —preguntó Merlín, elevando la voz para que el príncipe lo oyera— ¿O quieres hacerlo solo?
Hermione puso los ojos en blanco, aún molesta.
— ¡Merlín! —lo llamó el príncipe.
El mago sonrió y se encogió ligeramente de hombros ante la mirada de la princesa.
—Sé que lo amas—le dijo.
—Eso no me impide enfadarme con él—replicó antes de salir detrás de su hermano.
Gwaine sonrió divertido y miró a Merlín.
—Yo sólo quería dormir con ella, pero tú parece que incluso tienes sentimientos…—alzó su mano y palmeó su espalda mientras le daba una mirada compasiva—. Debes ser increíblemente valiente por meterte en eso… o verdaderamente estúpido.
Merlín resopló.
—Hermione no es el problema.
—Lo sé, Merlín. No me refería a ella, sino al combo, porque viene con su hermano de regalo—indicó, riéndose.
Merlín se apartó de él, poniendo los ojos en blanco, lo que hizo reír aún más a Gwaine.
Salieron de allí y rápidamente alcanzaron a los hermanos, quienes caminaban en un tenso silencio. El hombre se adelantó rápidamente, queriendo ayudar a disminuir la tensión, poniendo algo de distancia entre los dos hermanos. Merlín volvió a tomar la mano de Hermione, aprovechando la oportunidad que tenía de poder hacerlo sin que nadie los reprendiera por ello.
— ¿Y sabes dónde está el tridente? —le preguntó a Arturo mientras subían unas escaleras de caracol.
—Si lo supiera no habría problemas, ¿no?
— ¿Hay alguna pista que podrías darnos? —inquirió.
—Es una búsqueda, Merlín, no un juego.
—Bueno, es algo así…
— ¡Merlín! —exclamó con tono de advertencia.
Así que siguieron recorriendo el castillo en silencio. Arturo y Gwaine mantenían en sus manos sus espadas, firmemente aferradas, casi esperando ser atacados de nuevo. Merlín y Hermione, por su parte, iban unos pasos más atrás, observando todo lo que los rodeaba, no tan tensos como los otros dos hombres.
Estaba por subir al siguiente piso cuando Merlín se detuvo repentinamente, obligándola a detenerse también.
—Miren esto—llamó a los otros dos mientras ingresaba junto a la princesa a una cámara llena de tierra y telas de araña que estaba prácticamente vacía salvo por una enorme silla de espalda a ellos.
—Parece una Sala de Tronos—dijo Hermione—. Si el tridente está en algún lugar…
Pero de repente el pie de Merlín se hundió sobre la piedra que pisó, activando un mecanismo que hizo que del techo descendiera una especie de puerta de piedra dura que hubiera caído sobre sus cabezas sino fuera porque Gwaine, haciendo gala de sus excelentes reflejos, no los hubiera empujado al interior, apartándolo del camino.
— ¡Merlín! ¡Hermione! —gritó Arturo mientras que Gwaine golpeaba con sus puños la piedra sin obtener resultados.
Del otro lado, los dos hechiceros también gritaban los nombres de sus compañeros, imitando los golpes en la piedra, pero sin ser escuchados ni escuchar a los otros.
—Emrys… Llewellyn…
Voltearon sorprendidos de escuchar sus nombres. Esos nombres, específicamente.
Se miraron entre sí para luego avanzar lentamente hacia el trono, sitio del que había salido la voz, rasposa, pesada, como si no hubiera sido utilizada durante mucho tiempo.
—Finalmente están aquí.
Sus pasos eran cuidadosos y cuando finalmente estuvieron frente al trono, vieron sorprendidos que allí se encontraba un anciano. Aunque quizás esa palabra no alcanzaba a describirlo porque parecía ser un ser antiquísimo, de piel pálida y mirada cansada, envestido en ropas antiguas y costosas, y luciendo una corona de oro en su cabeza. La cabeza del rey giró con dificultad para mirarlos.
—Así que está vivo—dijo Merlín, comprendiendo finalmente quién era aquel hombre.
—Por ahora…
Oyeron un ruido viniendo del otro lado de la puerta.
—Esos deben ser…—comenzó Hermione.
—Sus amigos. Valentía y Fuerza, lo sé—completó el rey—. Sin su ayuda no estarías aquí—le dijo a Merlín—, y no nos olvidemos de Inteligencia—lanzó una mirada amable a Hermione.
— ¿Qué es lo que quiere? —le pregunto el mago.
El rey suspiró profundamente.
—Quiero terminar con mi sufrimiento—musitó.
Merlín pareció confundido pero los ojos de Hermione se ampliaron, horrorizados, al comprender.
—Quieres morir.
El mago finalmente comprendió, jadeando ruidosamente.
—He esperado por muchos años por la llegada de una nueva era—comenzó a decir el anciano rey—, la era del único y futuro Rey.
Merlín lo miró fijamente, pensativo.
—Escuché esas palabras antes—le dijo lentamente.
El rey asintió.
—Y las escucharás de nuevo…—le aseguró—porque esa era está llegando. Y mi era finalmente podrá llegar a su fin. Por esta razón fuiste traído aquí. Porque ésta no es la búsqueda de Arturo, es la tuya—Merlín se quedó estático ante aquellas palabras—. Arturo cree que el premio es el tridente—los dedos rígidos del anciano dejaron caer al suelo el tridente que sostenía en sus manos —, pero el verdadero premio es algo mucho más grandioso—en sus manos apareció un frasquito de vidrio con un líquido traslúcido en su interior—. Aguas del lago de Avalon. La mantuve a salvo todos estos años esperando a la persona correcta que lo reclame. Y eres tú—miró al mago fijamente—. Tú eres el elegido.
— ¿Dé qué está hablando?
Hermione aferró el brazo de Merlín cuando lo sintió temblar a su lado.
—La hora en la que Albion necesitará ayuda está cerca y en estos tiempos oscuros debes ser fuerte, porque sólo tú puede salvarla—siguió diciendo el rey—. Tus poderes son grandiosos pero necesitarás ayuda… y eso es lo que te estoy dando—extendió su mano hacia Merlín, ofreciéndole el agua.
Al comienzo, no se movió pero finalmente, cuando Hermione le dio un suave empujó y lo soltó, terminó acortando la distancia que lo separaba del rey para tomar aquel obsequio que se le ofrecía.
—Cuando todo parezca perdido—le dijo el anciano—, esto te mostrará el camino.
—Gracias—musitó Merlín e hizo una respetuosa reverencia con su cabeza que Hermione imitó sin dudarlo.
—Te he dado un regalo. Ahora debes tú darme uno a cambio—pidió el rey.
Merlín miró fugazmente a Hermione pero ésta negó con la cabeza. No había llevado ningún tipo de joya a aquel viaje ni nada que fuera de valor.
—No tengo nada que darle—se excusó Merlín, mirándolo tímidamente.
El rey, dificultosamente se puso de pie.
—Creo que si—lo contradijo.
Merlín lo pensó y, repentinamente, sintió el bolsillo de su campera mucho más pesado que segundos atrás. Bajó los ojos hacia allí y sacó del interior el brazalete que Morgana le había entregado a Arturo.
—Si le doy esto, morirá.
Toda la respuesta que obtuvo fue un brazo extendido en su dirección. En sus ojos se reflejaba una determinación que no dejaba lugar a discusiones pero, a pesar de eso, Merlín dudó, no queriendo ser el responsable que pusiese fin a la vida a aquel anciano. Sin embargo, luego de unos instantes, asintió suavemente con la cabeza y se aproximó, acuclillándose respetuosamente ante aquel hombre que había vivido tantos años, viendo su reino florecer y caer. Tomó con sus dos manos el brazalete y se lo colocó con mucho cuidado en la muñeca del anciano. El ojo de fénix brilló con fulgor y ambos pudieron notar que en el rostro del anciano se plasmaba una expresión que se asemejaba mucho a la tranquilidad.
Pero su muerte no fue tranquila.
Un remolino de magia pura comenzó a formarse a sus pies, elevándose y envolviendo su cuerpo avejentado, llevándoselo como si fuera nada más que polvo.
Merlín tuvo que cubrir su rostro, al igual que Hermione porque aquel viento era cada vez más fuerte, al punto de empujarlos un poco de su lugar en el suelo.
Finalmente, cuando ya no sintieron nada más, volvieron a abrir los ojos y mirar el espacio vacío donde una vez existió un hombre mientras que la palabra "Gracias" se escuchaba en el aire, como si hubiera ido susurrada antes de partir y quedara flotando en el ambiente como un eco lejano.
Hermione posó sus ojos en Merlín, notando que aún permanecía arrodillado en el suelo, mirando el espacio vacío, cabizbajo. Se acercó a él y colocó una mano suavemente sobre su hombro. Al sentirlo, Merlín se puso de pie rápidamente, sorprendiéndola, y la abrazó con fuerza, enterrando su rostro en la curva del cuello de Hermione mientras que sus dedos se aferraban a su cintura. Hermione alzó sus brazos y envolvió su cuerpo delgado, ansiando poder decir o hacer algo más para consolarlo pero sabiendo que en estos momentos nada sería suficiente.
— ¡MERLÍN! ¿Quieres soltar a mi hermana?
Sin que ellos se dieran cuenta, el príncipe y Gwaine habían logrado abrir nuevamente la puerta. Ambos se separaron, aunque no rápidamente y Hermione pudo notar que el mago giraba un poco el rostro para que ninguno de los otros dos hombres viera que estaba más brillosos de lo normal.
— ¡YO ESTABA PREOCUPADO Y USTEDES ENCERRADOS AQUÍ, BESÁNDOSE! —les gritó Arturo.
Hermione se inclinó, tomó el tridente que el rey había hecho caer y se lo entregó a Arturo de mala manera.
—Ahí tienes que lo que tanto querías—le dijo con desprecio—. Ahora podemos irnos de este lugar.
Toda la molestia que había sentido Arturo desapareció cuando se dio cuenta que su hermana estaba enojada con él. La vio salir de la sala dando pasos largos y seguros, alejándose.
— ¿Ves lo que me haces hacer? —le gruñó a Merlín.
— ¡¿Yo?! No, no fui el que la llamó tonta por venir a ayudarte ya que estaba realmente preocupada—le dijo el mago—. Y, para tu información, no nos estábamos besándonos.
Merlín rápidamente siguió a Hermione, sin volver a mirar a Arturo. El príncipe se encontraba incrédulo, contemplando la puerta por la que su sirviente y su hermana se habían marchado.
— ¿Puedes creerlo? —le preguntó a Gwaine.
—En realidad, sí—dijo sinceramente el hombre—. Te has comportado como un idiota con ellos.
No esperó que Arturo respondiera antes de salir.
El príncipe suspiró profundamente antes de seguirlos.
El viaje de regreso fue silencioso y todos estaban tan cansados pero ansiosos de regresar que ni siquiera se tomaron la noche para recuperar energías.
—Esta es la frontera—dijo Gwaine en un momento—. Por decreto de Uther no puedo seguir avanzando.
Arturo miró la silueta del castillo que se dibujaba en el horizonte.
—Lo siento, Gwaine—le dijo sinceramente—. No hay nada que pueda hacer para cambiar eso.
—Quizás algún día—Merlín le sonrió.
Gwaine le devolvió el gesto.
—Quizás cuando Camelot tenga un rey como la gente—indicó.
—Cuidado…—el tono de advertencia de Arturo realmente no sonó demasiado duro—es mi padre.
El hombre se encogió de hombros.
—No se puede tener todo.
— ¿A dónde irá ahora? —le preguntó Hermione.
Gwaine se llevó el dedo índice a su boca y luego lo sacó, simulando detectar el sentido del viento.
—Cabalgaré hacia el sur.
—No puedes seguir viviendo así—lo reprendió ella con un tono de dulzura que el hombre no tardó en detectar.
—Sí, pero es divertido intentarlo.
Hermione acercó su caballo al de él y cuando estuvo lo suficientemente cerca se inclinó, aferrándose a las riendas para no perder el equilibrio, y dejó un beso en la mejilla de Gwaine. Merlín se rió de la expresión algo tonta que el hombre puso en su rostro.
—Cuídate, Gwaine.
—Si me das otro beso, quizás pueda considerar ser tu eterno sirviente.
Hermione puso los ojos en blanco antes despedirse con un movimiento de su mano y alejarse cabalgando, adelantándose bastante de Merlín y su hermano.
—Gracias, Gwaine—dijo Merlín.
—No olvidaré esto—le aseguró Arturo.
Luego, ambos volvieron a galopar a la par, dejando atrás a su amigo.
—Tengo que decirlo, esto fue toda una aventura—dijo Merlín al príncipe— ¿Te encontraste con ese hombre en el puente? Luego los dragones heráldicos eran muy aterradores. ¡Y la puerta de la habitación del trono! Estuvo muy cerca.
—Hablas locuras algunas veces, Merlín. ¿Qué podrás saber sobre eso? Ni que hayas estado allí.
Merlín lo miró desconcertado.
—Por supuesto que estuve.
—No estuviste allí—replicó Arturo, mirándolo con firmeza—. No me viste por días. Tú estuviste en un viajecito recolectando hierbas o lo que sea que hagas en tu tiempo libre.
— ¡Oh! —finalmente comprendió—Por supuesto. Si tu padre descubre que no estuviste solo…
—Sí, Merlín—lo interrumpió—. Así que mantén tu boca cerrada.
Vio a su sirviente asentir.
—Por supuesto, señor. Haría cualquier cosa que diga… por un precio.
Arturo lo miró con odio.
— ¿Qué clase de precio?
—Un día libre—respondió.
—Creo que estuviste fumando mucha hierba de la que has estado juntando—le respondió, dándole de ese modo su respuesta.
—Bien, entonces, discúlpate con Hermione.
Nuevamente se ganó una mirada molesta.
—Métete en tus asuntos, Merlín—le respondió aunque estaba pensando hacer precisamente eso.
…
Hermione dejó que Ingrid peinara su cabello húmedo mientras permanecía sumida en sus pensamientos.
— ¿Sucede algo, mi lady? —preguntó su doncella con una curiosidad mal disimulada.
—Fue un largo viaje—respondió la joven— ¿No tuviste ningún inconveniente aquí?
—Creo que Gwen comienza a sospechar de las intenciones de Lady Morgana. Ha estado actuando muy cautelosa a su alrededor—le comentó.
—Hace bien. Morgana ya no es la joven amable que era antes. Su odio por mi padre la ha transformado—se volteó a mirarla, obligando a Ingrid a detenerse—. Prométeme que tendrás cuidado a su alrededor.
Ingrid se sintió conmovida por la preocupación que venía en el rostro de la princesa.
—Todo saldrá bien, mi lady—intentó tranquilizarla—. Prometo ser cuidadosa.
Terminó de peinarla y estaba por salir a buscarle la cena para esa noche cuando se topó en la puerta con el príncipe Arturo.
—Sire—hizo una reverencia respetuosa.
—Déjame a solas con mi hermana—le ordenó éste.
La doncella inclinó su cabeza y rápidamente se marchó, dejando a los dos hermanos a solas.
Arturo ingresó a las cámaras privadas de su hermana y cuando la vio, intercambió una larga mirada con ella. Incómodo, comenzó a moverse por la habitación notando los pocos cambios que había desde la última vez que él estuvo allí. Aunque amaba a su hermana con todo su ser, disculparse no era precisamente su fuerte.
—Lo siento.
Esto llamó su atención y giró rápidamente a verla.
— ¿Por qué te disculpas?
—Para demostrarte que decir esas palabras en realidad no es tan complicado como crees—replicó ella, haciéndolo fruncir el ceño—. Realmente, Arturo, actuaste como un idiota.
— ¡Bien! ¡Lo siento! ¿De acuerdo? No debí de gritarte cuando te vi en el castillo, no debí llamarte tonta. Simplemente… ¡Me sorprendiste! Y no de una buena manera. Se suponía que debía de hacer esto yo solo, debía de ser una forma de demostrar mi valía… y allí estaban ustedes, salvándome mi trasero.
La molestia de Hermione desapareció casi de inmediato. Sabía perfectamente que decir aquellas palabras era sumamente dificultoso para su hermano.
—Aún no lo entiendes, ¿verdad? —se acercó a él y tomó sus manos con afecto—. Piensa en todo lo que has tenido que sortear durante tu vida: creciste sin una madre pero aun así sabes brindar amor, te entrenaste como caballero y te esmeraste para ser el mejor, luchaste en batallas y las ganaste, siempre piensas en el bien de los ciudadanos de Camelot, incluso si eso significa enfrentarte a nuestro padre... No necesitas completar una tonta búsqueda para probar nada, porque lo haces en el día a día… y aún menos necesitas hacerlo solo, porque los mejores reyes siempre tienen a su lado a sus fieles seguidores, a los cuales se enorgullece de llamar amigos.
Arturo parpadeó rápidamente, sintiendo sus ojos arder repentinamente.
Soltó las manos de Hermione y la abrazó, atrayéndola contra su cuerpo.
—No sé qué haría sin ti—le aseguró.
Ella sonrió contra su pecho.
—Seguirías atormentando a Merlín como lo haces siempre—le respondió—. A quien, por cierto, también le debes una disculpa.
