AMOR EN TIEMPOS DE DRAGONES
Hermione no estaba cómoda sentada allí, junto a su padre y su hermano, teniendo frente a ella a Gaius y a Merlín.
—Gaius, ha habido rumores alarmantes de las villas fronterizas—le dijo el rey al galeno—. Alguien, alguna especie de doctor, está ofreciendo tratamientos. Me temo que podría estar usando magia.
— ¿Qué le hace sospechar eso, sire? —inquirió el médico con seriedad.
—Hay informes con curas milagrosas. Un niño arrojado de un caballo… un agricultor atacado por un jabalí… Todos desahuciados y todos y cada uno han tenido una recuperación completa.
—Es difícil para mí hacer algún comentario, señor. Tendría que examinar a los pacientes yo mismo
—Eso no será necesario porque un nuevo caso ha surgido aquí, en Camelot.
— ¿Quién?
—El posadero—intervino Arturo—. Ha vuelto a trabajar.
El médico se mostró muy sorprendido.
—Lo vi hace apenas unos días, es imposible. Su situación era crítica.
—Entonces, ¿estás de acuerdo que hay magia involucrada? —inquirió el rey.
—Bueno, no podría decirlo con certeza—respondió esquivo.
—Entonces, ve a la taberna y averígualo—le ordenó Uther—. Si la brujería está aquí, debemos actuar rápido.
—Sí, mi señor. Iré de inmediato—aseguró el médico y salió de la sala tras hacer una respetuosa reverencia, seguido muy de cerca por Merlín.
Cuando volvieron a quedar los tres a solas, Arturo notó que su hermana se encontraba sentada rígida en su asiento, con los ojos fijos en la mesa, la mandíbula apretada y la espalda recta.
— ¿Qué sucede? —le preguntó, llamando la atención de su padre.
—Nada.
—Claramente algo te sucede.
—He dicho que nada, Arturo—le respondió con cierta violencia—. Estoy cansada. Me retiro.
El príncipe estuvo por insistir pero la voz de su padre lo detuvo.
—Déjala.
Ella le lanzó una fiera mirada a Uther antes de salir, un gesto que al rey no le pasó desapercibido pero del cual no hizo ningún tipo de comentarios. Después de todo, allí se encontraba su hijo y era mejor guardarse cualquier tipo de palabras que tuviera para Hermione.
Él sí sabía qué le pasaba a su hija.
No desconocía las inclinaciones que tenía Hermione de defender las causas perdidas, lo que ella creía "justo". Desafortunadamente, estaba tan equivocada. Una persona que utilizaba magia para sanarse a sí misma era tan culpable como el brujo que lanzaba el maleficio para curarlo.
Por supuesto, él también había utilizado magia en el pasado pero sus razones habían sido más que justificables.
…
Cuando Merlín y Gaius regresaron a sus cámaras se encontraron a la princesa y a Athenas en ellas, elaborando pociones. El mago se acercó a ambas y contempló lo que elaboraban sin distinguir realmente lo que era.
—Esencia de díctamo y una pócima energizante—explicó la joven de inmediato, leyendo la expresión el mago.
— ¿Y bien? —preguntó Hermione de inmediato, dejando cualquier tipo de charla ociosa de lado— ¿Mi hipócrita padre tenía razón?
— ¡Oh, todo ya se ha solucionado! —le aseguró Merlín—. Tendrías que haber escuchado a Gaius hablarle, mintiéndole en la cara, todo para proteger al posadero.
— ¿Realmente? —preguntó Hermione con curiosidad.
El galeno, por su parte, miró primero a Merlín y luego a las dos mujeres.
—No sé a qué te refieres, Merlín—dijo finalmente.
—Era un hombre enfermo. Era cuestión de vida o muerte. La magia era su única esperanza—dijo el mago, mirando desconcertado al anciano.
—Pero él no usó magia—dijo Gaius.
Merlín estaba perplejo.
—La poción estaba encantada. La vi con mis propios ojos—le aseguró—. Ambos lo vimos.
El galeno negó con la cabeza.
—Lo que viste, Merlín, fue la liberación de los gases de la presión. Totalmente normal en una preparación de esa clase.
El mago no podía asegurar que eso fuera mentira porque la explicación de Gaius casi parecía creíble.
—Pero... ¿qué me dices del tótem? —preguntó de repente, recordándolo.
— ¿Qué tótem?
—El tótem—repitió—. El de la puerta de la entrada del posadero. Lleva la marca de la Antigua Religión.
— ¡Tonterías! Obviamente estás cansado, Merlín. Te recomiendo que vayas a dormir—le dijo antes de dar media vuelta y salir de las cámaras.
Merlín se quedó desconcertado y, con la misma expresión, se volteó hacia las dos mujeres, esperando que ellas hubieran podido entender lo que realmente acababa de pasar. Pero parecían más confundidas incluso que él.
—Entonces…—comenzó Athenas— ¿era magia o no?
— ¡Juro que pensé que era magia! —exclamó el mago—Pero según Gaius, no era así. Y él tiene más experiencia identificando magia, ¿no?
Hermione apreciaba mucho a aquel anciano y lo que acababa de presenciar no dejaba de hacer ruido en su mente. Ella no creía posible que Merlín pudiera equivocarse al identificar magia, después de todo, él la poseía en su cuerpo. Pero entonces, ¿por qué Gaius habría mentido?
Miró a Athena y ésta, al notar su mirada, negó con su cabeza.
—Juro que no sé qué pasa—le aseguró—. No escribiste de esto.
—Supongo que debemos de estar atentos—dijo Hermione luego de unos momentos—. Si se vuelve a presentar un caso milagroso, mi padre volverá a sospechar… e incluso puede llegar a sospechar de la lealtad de Gaius, si cree que él le mintió hoy.
Esas palabras dejaron muy preocupado a Merlín y durante todo aquel día lo estuvo observando de cerca aunque no notó nada significativo, más allá de que parecía estar un poco distraído y pensativo. Por este motivo intentó quedarse despierto durante la noche aunque no lo consiguió. Afortunadamente, un sonido brusco lo despertó, sobresaltándolo. Confundido, parpadeó unos segundos hasta que se dio cuenta de que el ruido que había escuchado había provenido de las cámaras donde dormía el anciano.
Se levantó y bajó los escalones con prisa, justo para ver a Gaius salir sigilosamente, cerrando la puerta detrás de sí. Se colocó su campera para evitar el frío nocturno y comenzó a seguirlo a una distancia prudente, saliendo del castillo, esquivando a los guardias y entrando a la ciudadela.
Fue allí donde lo vio dirigirse con paso seguro a una pequeña casa de madera. Tocó y cuando la puerta se abrió salió una mujer de aproximadamente su edad, que al verlo abrió sus brazos y se acercó al anciano para envolverlo con ellos antes de dejar un beso en su mejilla.
Cuando ambos se metieron en el interior, Merlín se apresuró a regresar y quedó pensando durante un largo tiempo, mientras estaba acosado en su cama, si debía de confrontar al anciano o no. Decidió hacerlo pero no porque quería reprenderlo sino simplemente hacerle entender que no tenía que esconderse ni ocultarle el hecho de que veía a una mujer. Después de todo, él tenía derecho a ser feliz al lado de la persona que eligiera.
Con eso en mente, se acomodó mejor en la cama y se durmió, permitiéndole a Gaius conservar su secreto por unas horas más.
A la mañana siguiente, caminó hacia él con una sonrisa tirando de sus labios, pero rápidamente la ocultó para hablarle.
— ¿A noche saliste?
El galeno dejó su pócima de lado y lo miró.
—Sí, tuve que recoger hierbas—explicó antes de volver a su labor.
— ¿Hierbas? —preguntó, teniendo que ocultar aún más la sonrisa que empujaba por salir ante aquella excusa.
—Sí, un nuevo proveedor de hierbas que no se consiguen en los alrededores de Camelot. Acaba de llegar.
—Claro—. Gaius realmente era un buen mentiroso, debía darle el crédito por pensar en esa excusa— ¿Y todos tus proveedores te besan?
Gaius giró de repente, mirándolo con indignación.
— ¡Me seguiste! —lo acusó— ¿Cómo te atreves?
—Gaius, era el medio de la noche. Estaba preocupado—dijo sinceramente—. Pensé que estabas en algún problema.
Eso pareció calmar la molestia del médico.
—No es nada—le aseguró, volviendo a su trabajo.
Merlín sonrió, notando la renuencia del hombre mayor para hablar del tema. ¡Oh, iba a hacerlo sufrir como él lo había hecho cuando se enteró de sus sentimientos por Hermione!
— ¿Cómo se llama?
Pensó que no iba a responderle porque quedó mucho tiempo en silencio.
—Alice—dijo finalmente—. Es una vieja amiga.
— ¿Una vieja amiga que te besa y abraza para después dejarte pasar a su casa, tarde en la noche? —preguntó con un tono burlón.
Merlín casi soltó una carcajada al ver el rubor que se acumuló en las mejillas del anciano.
—Bueno… más que una amiga, para decir la verdad—murmuró, incómodo.
— ¿Más? ¿Qué quieres decir?
—Estuvimos comprometidos para casarnos, Merlín.
Toda la diversión del asunto se borró del rostro del mago y miró con sumo interés al anciano con el que vivía.
— ¿Cuándo fue eso?
—Más años de los que puedo recordar—le aseguró con un suspiro—. Acababan de nombrarme médico del Rey cuando la conocí. Fue como encontrar un alma gemela. Teníamos mucho en común: nuestro amor por la ciencia, por curar… y por la magia.
Los ojos de Merlín se iluminaron como siempre lo hacían cuando alguien hablaba favorablemente de la magia.
— ¿Magia?
Gaius asintió con un movimiento de su cabeza.
—Yo era sólo un novato pero el poder y la habilidad de Alice eran asombrosos. Ella tenía un don. Rápidamente llegó a dominar todos los aspectos de la brujería, curaciones sobre todo. Era maravilloso de contemplar, Merlín. Salvó millones de vidas—le contó con nostalgia.
—Fue Alice quien curó al posadero, ¿verdad?
—Así es. Hubo un tiempo que sus habilidades eran famosas aquí en Camelot.
— ¿Qué pasó? —preguntó con verdadera curiosidad.
—Uther le declaró la guerra a la magia y de la noche a la mañana nuestro mundo quedó devastado.
—La Gran Purga—dijo Merlín, pensando que debía de haberlo imaginado.
—Uther preparó una lista de todos los sospechosos de utilizar magia. Uno por uno eran cazados y ejecutados. Como amigo cercano del Rey se me permitió mirar la lista y el nombre de Alice estaba ahí.
— ¿Qué hiciste? —preguntó, mirándolo fijamente.
—Lo único que pude hacer: taché su nombre.
— ¡Gaius! Si te hubieran atrapado…
Sabía que reprendiéndole estaba siendo un poco hipócrita porque él había hecho cosas más estúpidas por los demás, arriesgando su vida, y también sabía que no dudaría en volver a hacerlo por Hermione, Arturo o cualquier otra persona que le importara.
—Lo sé, lo sé—asintió—. Pero tenía que conseguirle tiempo, al menos el suficiente como para que pudiera salir de Camelot.
—Pero tú… te quedaste—dijo, comprendiendo lo duro que habría sido para el galeno el abandonar a la mujer que amaba.
Gaius asintió.
—Estaba asustado. Sentí…—comenzó a decir pero sus palabras nunca salieron y terminó cambiando su idea original—. Pensé que nunca la volvería a ver. Pero ahora está aquí, después de todos estos años… siento que nos han dado una segunda oportunidad.
Merlín sonrió, notando la esperanza llenar los ojos de Gaius.
Ahora que comprendía un poco mejor la situación, sus nervios y temores estaban calmos.
Cuando tuvo la oportunidad, encontró a Hermione y le contó lo sucedido rápidamente, notando que ponía una expresión soñadora al final.
— ¡Eso es tan romántico! —Exclamó conmovida—Es como una novela romántica, un amor de leyenda… las adversidades los separaron pero el destino y el tiempo los volvieron a juntar.
Ella no era precisamente una persona soñadora ni demasiado romántica pero Merlín sabía que había algunos gestos o situaciones que la conmovían profundamente.
Aprovechando que estaban en la habitación de la princesa y solos, con ayuda de su magia hizo aparecer una rosa roja que de inmediato se la entregó. Hermione lo miró maravillada, como si en vez de una simple rosa le hubiera entregado una invaluable joya.
—Es hermosa—le aseguró, aceptándola y de inmediato se inclinó para besarlo.
Merlín aceptó el beso y éste no tardó en profundizarse pero cuando la sintió pegarse a su cuerpo, se apartó.
—Eg… no, no podemos ir por ese camino—le dijo, aunque cuando vio su expresión, como si no deseara hacer otra cosa más que besarlo, su determinación titubeó—. Yo tengo que ir con tu hermano y sufrir horas de prácticas… y tú… harás lo que sea que tengas que hacer.
Hermione asintió seriamente pero de repente colocó una pícara sonrisa en sus labios.
—Lo que tengo que hacer hoy yo es tomar un largo baño de agua caliente—lo miró a los ojos—. Prometo pensar en ti mientras paso la esponja por mi cuerpo.
Merlín aún no salía de su aturdimiento cuando se encontró con Arturo.
¿Qué habría querido decir Hermione? Seguramente no que… No, ¿verdad? Porque las mujeres no hacen… ¿Verdad?
— ¡Vamos, Merlín! —le gritó Arturo— ¡No tenemos todo el día!
Aún con dudas, ayudó al príncipe a prepararse y luego, en contra de sus deseos, sostuvo un aro más pequeño que su cabeza por encima de la misma, mientras el heredero al trono galopaba hacia él velozmente, sosteniendo una lanza que intentaba insertar.
Merlín casi podía presentir que moriría en ese instante pero por fortuna Arturo lo logró, demostrando así sus capacidades.
Pero luego de eso llegó la lucha con espadas y escudos.
— ¡Probemos qué tanto has aprendido! —le dijo Arturo.
El mago no quería hacerlo. Odiaba todo tipo de lucha violenta; no obstante, sabía que esto le ayudaba en ciertas situaciones. Eso no le impidió envidiar un poco a Harry, quien en esos momentos se encargaba de limpiar las cámaras del príncipe y lavar su ropa.
— ¡Pon más fuerza en tus bloqueos, Merlín! —le ordenó el príncipe— ¡Pon todo tu peso en ello!
Merlín casi cayó en el siguiente golpe, lo que molestó a Arturo.
—Finge ser un guerrero curtido por la lucha… ¡No una débil florcita!
Merlín ni siquiera se ofendió por aquel ridículo comentario.
—Lo siento, pero estoy un poco cansado—le confesó, casi imaginando que seguiría una serie de insultos y más golpes con espadas.
—Está bien—dijo Arturo, sorprendiéndolo—. Entonces quizás esto te anime.
Le mostró un enorme martillo que parecía ser suficientemente grande como para romper la cabeza de un enemigo con un solo golpe.
¡Lo que daría por estar en la bañera con Hermione en ese mismo momento!
Pero por más que deseara no podía volverlo realidad y sólo le quedó soportar el entrenamiento por otras tres largas horas antes de volver a sus cámaras, sintiendo un profundo dolor en los músculos de sus extremidades y espalda. Agotado, entró con el deseo de poder tirarse en su cama y dormir pero cuando estaba por quejarse en voz alta ante el galeno del maltrato sufrido ese día, notó que éste no estaba solo. De hecho, Hermione, Athenas se encontraba allí, junto a una mujer mayor que Merlín reconoció de inmediato.
— ¡Merlín! —Gaius parecía muy emocionado—. Me gustaría que conozcas a Alice.
El mago se acercó de inmediato y estrechó amistosamente la mano de la mujer, sonriéndole.
—Es un placer conocerte, Merlín—le dijo Alice—. Gaius habla muy bien de ti.
—De ti también—concordó el joven.
—Alice se queda con nosotros un tiempo—le informó el galeno.
Eso lo sorprendió. Había creído que ella tenía su propio hogar.
—Grandioso.
—Sólo si tú estás de acuerdo—se apresuró a decir Alice, con preocupación.
—Por supuesto—concordó, aunque realmente no tenía voto allí ya que las cámaras teóricamente eran del galeno.
—Puedo mandar a preparar un habitación para ella si lo deseas, Gaius—le dijo Hermione, interviniendo por primera vez desde que él llegó.
—No creo que sea necesario, mi lady—aseguró el anciano—. Estoy seguro que a Merlín no le importará que ella use su habitación—miró al mencionado— ¿Verdad?
Merlín tuvo que esforzarse para que la sonrisa quedara en su rostro pero de todos modos, aunque sí le importaba, negó con la cabeza.
—No me importa. Adelante.
Notó por el rabillo del ojo que Hermione entrecerraba los ojos, disgustada con la idea. Sin embargo, Gaius pareció no darse cuenta y sin mirar a nadie más que a Alice le hizo un gesto para que lo siguiera hasta el cuarto de Merlín, ayudándola a instalarse.
En cuanto estuvieron fuera de vista, Hermione se apresuró a caminar hacia él con una expresión seria en su rostro.
—No me gusta—le susurró para que aquel par no los oyera.
Athena también se acercó a ellos y asintió a las palabras de Hermione.
—Será incómodo dormir en el suelo pero no creo que sea por el resto de mi vida. Ya en Ealdor dormía así.
—No eso… aunque tampoco me gusta… sino ella. Hay… algo… Hubieras visto el modo en que me miró cuando aparecí aquí y Gaius me presentó como la princesa.
—Seguramente sólo está un poco asustada—intentó tranquilizarla el mago—. Ella tuvo que abandonarlo todo por tu padre y tenerte aquí puede haber sido un duro recordatorio de su pasado.
Hermione negó con la cabeza.
—Yo tampoco creo que sea sólo eso—concordó Athena—. Estuvo actuando de un modo extraño desde que llegamos y tampoco pareció muy contenta de tenernos aquí haciendo algunas pócimas.
—Miren, si las tranquiliza, voy a mantenerla vigilada—les prometió.
Athena asintió con seguridad.
—Gracias—le dijo Hermione, apretándole fugazmente la mano.
Ahora que tenían visitas, sus muestras de afecto en aquel lugar quedarían prohibidas, por lo que tuvo que conformarse con eso.
Esa noche, después de la cena, antes de acostarse, Ingrid apareció en la puerta de las cámaras y le entregó una colcha gruesa y una almohada. No eran de las que usualmente tenían las camas de los nobles, porque eso resultaría demasiado sospechoso, pero sí eran de una mejor calidad a las que cualquier sirviente estaba habituado.
—Dale las gracias de mi parte—le pidió Merlín, sabiendo que Ingrid entendería a quién se refería.
Con eso, se acomodó en un rincón, junto a la pared, y se preparó para pasar una larga noche. No sólo por lo duro del suelo sino también porque Gaius roncaba demasiado. Exhausto, dio vueltas y vueltas sin poder conciliar el sueño y estaba pensando seriamente ir a preguntarle a Hermione si podía dormir con ella en la cama cuando oyó voces saliendo de su cuarto, el que ahora utilizaba Alice. Por unos instantes pensó que quizás hablaba entre sueños pero cuando oyó una voz que claramente no pertenecía a la mujer mayor, todos sus sentidos se pusieron alerta.
Con rapidez pero en absoluto silencio, se acercó a la puerta y observó a través de la separación de las tablas el interior. Podía divisarlo con claridad porque en el interior todavía había una vela encendida.
—Debes trabajar duro para mantener esto—oyó Merlín.
Alice, que estaba en su rango de visión, asintió con la cabeza con insistencia.
—Sí, sí—aseguró.
Merlín intentó forzar su mirada hacia el objeto que ella tenía entre sus manos y no lo distinguió al principio. Pero cuando una criatura horrenda apareció de repente, se sobresaltó tanto que olvidó por unos segundos eso y sólo pudo concentrarse en aquel ser.
—Lo estás haciendo bien—la felicitó.
Horrorizado, vio un cuerpo carente de pelaje, con cuatro patas, una diminuta cabeza que podría parecer la de un duende y una larga cola similar a la de un escorpión, con un atemorizante aguijón en la punta.
—Toma todo mi veneno—siguió diciendo aquel ser—No me falles… y ten cuidado de no lastimarte.
Aquellas últimas palabras podrían haber sido interpretadas como preocupación pero realmente no era así. El tono que había utilizado la criatura parecía ser más bien una advertencia molesta, como si no quisiera tener que encontrar un reemplazo si Alice se envenenaba a sí misma, por culpa de su propia estupidez.
Fue allí cuando finalmente notó lo que tenía la mujer en las manos. Un frasquito de vidrio. Un frasco que utilizó para guardar el veneno que extrajo del aguijón de aquel ser.
Eso no podía ser nada bueno. En absoluto.
…
— ¡Necesito que distraigas a Arturo!
Harry miró a Merlín como si de repente le hubiera gritado que acababa de decir delante de Uther que era un hechicero.
— ¿Qué quieres que haga?
— ¡Que distraigas a Arturo! —repitió— Tengo que ir con Gaius y….—se silenció cuando un guardia cruzó cerca de ellos.
— ¿Qué sucede?
— ¿Sabes de Alice? —le preguntó entre susurros.
Harry asintió rápidamente.
—Hermione y Athena la mencionaron.
—Anoche la vi hablando con una criatura. No sé lo que era pero ella le extrajo veneno de su agujón.
El amigo de Hermione lo miró con incredulidad.
— ¿Estás seguro que no estabas soñando?
— ¡No estaba durmiendo! —le aseguró con rotundidad, ofendido porque no le creía—. Mira, sé que suena loco pero Hermione me dijo que la vigilara porque no termina de confiar en ella. Obviamente no puedo decirle eso a Gaius… Necesito hablarle con tacto… y no puedo hacerlo pensando que Arturo estará detrás de mi cabeza.
Harry suspiró.
—Bien, intentaré distraerlo pero me deberás un favor.
—Lo que quieras—dijo rápidamente.
— ¿Ya has hablado con Hermione de esto?
—No. Me escapé de Gaius temprano para encontrarte. Ahora volveré con él pero si la ves dile que me busque.
Harry asintió y Merlín volvió rápidamente a las cámaras para poder acompañar a Gaius en su recorrido. Cuando estaban regresando al castillo, aprovecho la oportunidad de entablar una conversación con él antes de que Alices estuviera a su alrededor nuevamente.
—Cuando conociste a Alice—comenzó— ¿qué tipo de magia practicaba?
—De toda clase—aseguró el anciano—. Era un tiempo de experimentación, de aprendizaje.
—Mmm… bien… ¿Qué me dices de magia negra?
El galeno lo miró fugazmente.
—Me atrevería a decir que sí. Pero esos días han pasado.
Con tacto, se repitió una y otra vez.
Aunque el tacto no era precisamente su fuerte.
— ¿Y si no pasó? —esta vez sí consiguió que Gaius lo miraba fijamente por unos largos segundos—. Anoche—se explicó—, había una especie de criatura en su habitación.
— ¿Una criatura?
—Tenía cuerpo de león, aunque no era precisamente una melena lo que rodeaba su cabeza, y su cola era como la de un escorpión.
Gaius pareció repentinamente divertido.
— ¡Vamos, Merlín! Debes haber estado soñando.
Merlín se sintió profundamente indignado porque era la segunda vez que le decían aquello.
— ¡No! ¡Lo vi! Con mis propios ojos y pude sentir su poder. Tenía tanta magia como nunca antes había sentido.
— ¡Es una total tontería! —exclamó.
Merlín se sentía algo dolido pero sin querer dejarse avasallar por la situación, alzó la cabeza y le dijo:
—Si no me crees, Gaius, puedo probártelo. ¡Vamos!
Rogando que no estuviera la mujer en las cámaras, se encaminaron hacia allí en silencio y con pasos largos y veloces. Por fortuna, cuando llegaron no había nadie por lo que Merlín miró por toda la habitación hasta dar con un arcón bajo la cama.
— ¡Merlín! Vuelve a poner eso allí. Esto ha ido demasiado lejos—lo reprendió el galeno.
Pero él no le hizo caso. Colocó el arcón sobre la cama y acercó su oído sobre la tapa.
—Está ahí—aseguró—. Sé que está ahí.
—Ridículo—masculló Gaius y al ver que el mago insistía, con molestia lo apartó bruscamente.
— ¡Gaius, no!
Pero cuando abrió la tapa, ambos vieron que el interior estaba vacío.
— ¡Espero que estés satisfecho, Merlín! —le dijo el galeno con molesta antes de salir violentamente de la habitación.
…
— ¡Te juro que no lo soñé! —le dijo Merlín a Hermione—. Te juro que lo que vi estaba allí, delante de mis ojos. No sé lo que era, no sé qué pretende Alice hacer con el veneno y no sé dónde lo oculta… No tengo pruebas pero…
—Merlín, respira.
Hermione apoyó una mano sobre su mejilla e inmediatamente él tomó aire profundamente.
Afortunadamente estaban solos en las habitaciones privadas de la princesa por lo que podían permitirse esas muestras de afecto.
—Tienes que creerme—le rogó.
—Te creo—le aseguró ella, mirándolo a los ojos.
Merlín no podía sentirse más aliviado. Tomó la mano de Hermione con cuidado y la aproximó a su boca, dejando un cálido y amoroso beso en su palma.
—Te amo—le susurró contra su piel.
—Lo sé—le sonrió, haciéndolo fruncir el ceño por su respuesta— ¿Sabes qué hago cuando tengo dudas? Voy a la biblioteca.
— ¿Realmente?
— ¡Vamos, no será tan malo!
Pero como Geoffrey estaba allí Hermione retrocedió unos cuantos pasos para que éste no la viera.
— ¿Qué sucede?
—No le resultará extraño verme a mí aquí pero se sorprenderá de vernos juntos—le susurró Hermione a Merlín—. Y aunque no pueda parecer gran cosa, una palabra suya demás podrá la duda en la mente de mi padre o, peor, de Morgana. No nos podemos arriesgar.
Él asintió, comprendiendo.
—Entonces, supongo que debo hacer esto solo. Soy el único que vio ese ser—indicó.
—Yo iré con a hacer algunas pociones y aprovecharé para vigilarla—él asintió y comenzó a caminar nuevamente hacia la biblioteca pero se detuvo cuando ella lo volvió a llamar—También te amo—le susurró tan bajo que él tuvo que leer sus labios para entenderle.
—Lo sé—le respondió, haciéndola sonreír.
Hermione caminó rápidamente hacia las cámaras del galeno, sabiendo que no tendría que justificar demasiado su presencia allí porque eso era algo que solía hacer regularmente. Estaba a punto de entrar cuando oyó una conversación que provenía del interior.
—Ojalá Merlín tuviera tus habilidades—decía Gaius—. Temo que encuentra el arte de la medicina aburrido.
Hermione frunció el ceño ante este comentario. El anciano estaba siendo un poco egoísta si deseaba que Merlín, además de todas sus responsabilidades, tuviera que demostrar interés en la medicina. Ella no decía que no fuera útil, porque lo era, realmente, pero el mago tenía cosas más importantes que pensar como para añadirla a su lista.
—No importa—oyó que le respondía Alice—. Ahora me tienes a mí para ayudarte, ¿verdad?
—Es cierto—concordó y durante unos instantes no se oyó nada más—. Ahora, ¿dónde está la valeriana?
—Valeriana, para una herida, supongo.
—Se lo prescribo a Uther para una vieja herida de guerra—comentó el galeno.
Esto le hizo fruncir el ceño con más profundidad.
No le parecía adecuado que estuviera comentando con esa mujer lo que recetaba o no al rey de Camelot. La confidencialidad entre médico- paciente siempre le había parecido sumamente importante y, aunque sabía que en esa época aquello no existía, le parecía tan lógico el mantener en secreto las cuestiones de la salud del rey, que le sorprendía que Gaius no lo tuviera presente.
— ¿Lo toma diariamente?
—Por supuesto.
Hermione no pudo soportarlo más y entró abriendo la puerta con cierta brusquedad.
— ¡Hermione! —exclamó Gaius, sobresaltado por su repentino ingreso— ¿Qué haces aquí?
—Vine a hacer algunas pócimas—le respondió, instalándose en su usual mesa pero de inmediato notó que había cosas allí que no le pertenecían.
— ¡Oh, lo siento, mi lady! —Alice se acercó y rápidamente tomó sus frascos.
—Puedes dejarlo ahí, estoy seguro que a Hermione no le importa—comentó el galeno
—No me importa—mintió aunque debió de notarse en su rostro porque aun así movió sus cosas.
Hermione no protestó, incluso a pesar de que el anciano le lanzó una mala mirada. Como decidió ignorar la presencia de ambos, ellos también parecieron decidir ignorarla. De ese modo, el galeno comenzó a explicar el modo en que preparaba la medicina de Uther con todo detalle, haciendo sólo muecas cuando oía que la princesa golpeaba con más fuerza el mortero o cortaba los ingredientes con una innecesaria violencia.
Iba a hablar seriamente con el anciano sobre esto porque no podía permitir que cualquiera se enterara de ese tipo de cosas.
Malhumorada, siguió haciendo el mayor ruido posible hasta que notó que la puerta se abría ligeramente y, sin entrar pero dejando que ella lo viera, Merlín le hizo una señal para que fuera con él.
—Gaius, ¿podrías controlar el fuego, por favor? —le preguntó—. En seguida vuelvo.
No esperó a que el galeno respondiera. Salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella para que no los del interior oyeran lo que decían.
— ¿Lograste averiguar algo? —preguntó entre susurros.
—Sé lo que es—dijo, aunque no precisamente con orgullo o alegría—. Una mantícora.
Los ojos de Hermione se abrieron enormemente ante esto. Aquel tipo de bestias era increíblemente peligrosa y, a pesar de que las habían estudiado en el colegio, sólo había sido teoría ya que nunca hubieran permitido que estuvieran cerca de una.
— ¿Lo conoces? —preguntó Merlín, notando su reacción—. Los libros que leí realmente no tenían mucha información y Geoffrey me aseguró que es sólo un ser mitológico.
— ¡¿Le preguntaste a Geoffrey?! —exclamó sorprendida—. Merlín, si…
—Tranquila, estoy segura que no sospecha nada—le aseguró.
Hermione quiso protestar pero sabía que sería bastante inútil y una pérdida de valioso tiempo.
—Tampoco sé mucho. Sé que son bestias muy desagradables y antiguas… pero no podría asegurar cuál es su intención con Alice o la intención de Alice con ella—aclaró con prisa—. Iré yo a la biblioteca esta vez, sola e intentaré encontrar algo más. Será más fácil ahora que sé a lo que nos enfrentamos.
Merlín asintió, sabiendo que era lo mejor dado que Hermione era la mejor guiándose en la biblioteca y era aún mejor leyendo velozmente.
—Y yo vigilaré a Alice.
Con ese plan ideado, ambos entraron en la cámara. Alice volteó hacia la puerta y al verlos rápidamente sus manos dejaron caer un recipiente de vidrio.
— ¡Lo siento mucho, Gaius! —exclamó mientras se inclinaba a limpiar.
—No te preocupes—la tranquilizó—. Merlín limpiará, ¿verdad, Merlín?
Hermione estaba por protestar ante esto pero de inmediato Alices intervino.
—No, no. Yo me encargo—aseguró con decisión, lanzándoles miradas nerviosas a ambos.
Hermione no tardó demasiado en terminar su poción y acomodar sus pertenencias en la mesa que ocupaba antes de salir y encaminarse a la biblioteca, donde permaneció hasta entrada la noche. Geoffrey se le acercó en varias oportunidades, ofreciéndole su ayuda pero ella lo rechazó amablemente. Si se enteraba que estaba investigando lo mismo que Merlín podría comenzar a sospechar y comentarle al rey y eso no podía permitirlo.
Contrariamente a lo que había pensado, encontrar algo sobre Mantícoras en la biblioteca fue .increíblemente difícil. Especialmente teniendo en cuenta que se creía que se trataba de un ser ficticio. Quizás en los libros que tenía Gaius podría hablar algo más pero no podía investigar allí por obvias razones.
Mientras buscaba pensó en lo bueno que sería ampliar la biblioteca del castillo, teniendo libros muggles y mágicos al mismo tiempo. Quizás, de ese modo, cuando tuvieran que enfrentarse a algún mal que se relacionara con la hechicería, no se encontraran tan perdidos ya que tendrían la oportunidad de recurrir a aquellos libros en busca de información.
Era una idea, a su modo de ver, maravillosa. Sin embargo, sabía que proponérsela a su padre era una pérdida de tiempo ya que él siempre creería que cualquier cosa relacionada con la magia era una abominación. Excepto cuando se la usaba para su beneficio, por supuesto, pensó con molestia.
Dejando de lado esas ideas que de momento no podrían cumplirse, se concentró de lleno en lo que correspondía y aunque finalmente encontró algo no fue suficiente como para darle una idea profunda sobre el tema.
…
— ¡Gaius!
Hermione se adelantó en el pasillo, siendo seguida muy de cerca por Merlín.
Aunque la noche anterior había sido tarde e ir a verlo resultaría muy sospechoso estando Alices cerca, esa misma mañana, a primera hora, había buscado al mago para contarle los resultados de su búsqueda. Y fue de ese modo que se pusieron de acuerdo para enfrentar al anciano.
—Tenemos que hablar contigo de Alice—dijo Merlín..
El anciano frunció el ceño y les lanzó una mirada de molestia.
—Esto tiene que parar—les ordenó.
— ¿Recuerdas la caja? —le preguntó Merlín— Hay una razón para que estuviera vacía.
— ¡No es un contenedor! Es un portal, una entrada para la mantícora—aclaró Hermione.
— ¡Deben parar ahora! —exclamó Gaius.
—Alice está en algo y obviamente no es bueno—intentó razonar el mago.
— ¡Están equivocados! —les gritó el anciano, sorprendiéndolos ya que no era común que él elevara la voz de ese modo—. Alice es la persona más amable y compasiva que he conocido.
—Gaius, entiendo que tengas sentimientos por ella—comenzó Hermione—, pero debes darte cuenta que estás cegado por ellos.
—Yo puedo ver perfectamente bien—replicó el anciano— y lo que puedo ver es que no soportan verme feliz.
—No, eso no es…
—Ni siquiera puedo empezar a preguntarme porqué pero me entristece más de lo que puedo decir, especialmente porque soy una de las pocas, sino decir únicas, personas en este castillo que los apoyó a ustedes desde el inicio, aun sabiendo lo riesgoso que era—los reprendió—. Y Hermione, creo que deberías de encontrar un nuevo lugar donde elaborar tus pócimas. Alice se quedará indefinidamente con nosotros y merece tener su propio espacio.
Y con eso, se alejó de ellos, con la mirada en alto y el paso decidido.
El anciano entró rápidamente a sus cámaras y se encontró de inmediato con Alice allí, con una sonrisa en sus labios pero rápidamente la cambió cuando notó la expresión seria del galeno.
— ¿Sucedió algo? —le preguntó, yendo hacia él para tomar de sus manos la canasta con hierbas que llevaba.
—Sólo una tonta discusión con Merlín—comentó, decidiendo dejar a la princesa de lado.
— ¿Fue por mí? —preguntó Alice de inmediato, a lo que él asintió con pesar—. No debes preocuparte—lo tranquilizó—. Quizás esté sólo un poco celoso, lo cual era de esperarse. El pobre muchacho te tenía todo para él. Es común que esté un poco hostil por un tiempo.
—Muy hostil, la verdad sea dicha—comentó.
—Pronto se acostumbrará a tenerme alrededor.
Gaius se quedó pensativo por unos segundos y finalmente terminó asintiendo.
—Seguro tienes razón—concordó.
Alice tomó su mano y le dio un suave apretón.
— ¿Por qué no te sientas un rato y descansas? —le preguntó animadamente.
—Debo preparar la medicina de Uther—indicó.
— ¡Pero yo puedo encargarme de eso! —aseguró con prisa ella— Me enseñaste cómo, ¿recuerdas?
El anciano asintió y le dedicó una amorosa sonrisa.
—Gracias.
…
Merlín veía a Hermione caminar de un lado a otro en aquella cámara que se encontraba en el rincón más alejado del lado sur del castillo. Tan alejado que los guardias rara vez patrullaban porque nadie se quedaba allí ni había otro modo de acceder más que atravesando largos y laberínticos pasillos.
Antes, según le había explicado Hermione, había sido una antigua habitación cuando el castillo aún estaba terminando de construirse pero desde hacía muchos años había sido abandonada. Y ciertamente podía notarse.
Aunque los sirvientes abundaban, obviamente no se habían molestado en limpiar aquella zona que las arañas y otros insectos parecían haber declarado su hogar. Incluso el polvo acumulado sobre antiguos muebles parecía haber sido cubierto de más polvo.
— ¡Nada que la magia no pueda solucionar! —exclamó Hermione con iniciativa.
Quizás lo que más había entusiasmado a la princesa y la había decidido a adueñase de aquella cámara era la gran chimenea que reposaba a un costado. Era inmensa, de roca dura y con décadas de hollín pegado.
— ¿Estás segura de que es una buena idea? —le preguntó Merlín no por primera vez.
— ¡Claro que lo es!
—Escuché lo que dijo Gaius tan bien como tú—intentó razonar con ella—, pero no creo que lo haya dicho en serio. Fue más bien un comentario salido del dolor.
Y a ambos le habían dolido sus acusaciones, especialmente porque pensaba que ellos no querían verlo feliz.
—Mira, lo entiendo, realmente—aseguró Hermione, haciendo que el polvo de las paredes desapareciera con un rápido hechizo—. Si alguien me dijera que tú estás haciendo algo incorrecto, algo sospechoso, no le creería. Y aunque sigo molesta con él por lo que dijo, creo que esto es lo mejor. Necesito tener mi propio espacio para hacer lo que desee sin temor a que alguien entre en un momento y vea algo que haga que mi padre me decapite.
—Ambos sabemos que Arturo no permitirá eso—le aseguró el mago.
— ¿Estás dispuesto a aposarlo?
Ella amaba a su hermano con todo su ser pero tampoco tenía dudas de su reacción si se llegase a enterar que era una bruja.
—Sí—respondió Merlín, sorprendiéndola—. Hermione, él te ama con todo su ser. Quizás se enoje, te grite, me grite porque siempre tengo la culpa de todo, pero no te quiere ver muerta.
Hermione lo miró, aún algo aturdida por sus palabras.
— ¿Crees que… debo decirle… que tengo magia? —dijo en un tono bajo, como si temiera que Arturo apareciera de repente allí y la oyera.
—No lo sé… Aún no creo que esté preparado pero también pienso que mientras más tiempo pase, peor será su enojo porque no le contaste antes—le dijo con sinceridad.
Realmente no la ayudaron sus palabras pero le agradeció con una sonrisa su sinceridad. Esta no era la primera vez que pensaba en decirle o no algo a Arturo y siempre llegaba a la idea que Merlín había verbalizado: todavía no estaba listo. Pero, entonces, ¿cuándo lo estaría? O acaso era ella la que no estaba lista para decírselo.
—Aunque odio decirlo en voz alta, creo que mientras mi padre esté vivo, no puedo terminar de confiar en Arturo. Uther lo educó con esas ideas desde su nacimiento y será increíblemente difícil sacárselas de la cabeza.
—Si hay alguien que puede hacerle ver el otro lado de la magia, esa eres tú, Hermione—aseguró el mago.
Ella volvió a sonreírle y con unos pocos pasos terminó de acorta la distancia para darle un beso.
—Creo que podemos encontrar otro beneficio para esta habitación apartada de todos y a la cual nadie jamás viene—murmuró.
Merlín sintió que sus mejillas se ponían rojas de inmediato y aunque quiso decir algo inteligente, algo que causara un igual efecto en Hermione, sólo pudo tartamudear incoherencias. Pero la vergüenza que sintió fue interrumpida por la puerta abriéndose de repente. Él estuvo por apartarse rápidamente pero Hermione no soltó su mano.
—Aquí está todo lo que me encargó, mi lady—indicó Ingrid, entrando y haciendo caso omiso a sus manos unidas—. Gaius me ayudó a juntar todas sus pertenencias e insistió en devolverle estos…—ella miró hacia atrás, confundida, y en esos momentos entraron por la puerta Harry y Athenas, cargando al menos dos docenas de viajes de cristal, recipientes costosos y calderos de bronce y cobre.
— ¡No quiero eso! Esas cosas fueron un obsequio para él de mi parte. Devuélvanlos.
—Sí, mi lady—respondió Harry con cansancio, dejando caer las cosas en la vieja cama con brusquedad, haciendo que una nube de polvo se elevara por el aire—. Porque fue increíblemente fácil andar por los pasillos con todo esto, sin llamar la atención de ningún guardia y subir las escaleras… ¡Uf! Esa fue mi parte favorita.
— ¡No tienes que ser sarcástico conmigo, Potter! —lo reprendió con molestia pero rápidamente se dio cuenta del porqué su amigo actuaba así—. Yo me encargaré de regresarlos. Gracias por traerlos.
—Ahí está mejor—concordó Harry antes de volverse hacia Merlín—. Arturo te está buscando. Dice que no soportará por más tiempo tu holgazanería.
El mago gimió ruidosamente.
—Supongo que tendré que ir a verlo—gruñó antes de despedirse de todos y correr en busca del príncipe.
—Así que… ¿Este será tu nuevo refugio? —preguntó Athenas mirando a su alrededor—. Es bastante horrible.
— ¡Ey! Sólo le falta un poco de limpieza.
—Concuerdo con ella—indicó Harry—, se ve bastante mal, Hermione.
— ¡Pues tienen una mentalidad muy poco creativa! —los acusó—. Este lugar se verá muy bien una vez que termine. También quiero activar la red flu en la chimenea pero no estoy segura de cómo hacerlo. Fue Salazar el que activó la de mi habitación y…
— ¿Debo preguntar qué hacía Slytherin en tu habitación? —preguntó Harry con sospechas.
— ¡No insinúes tal cosa! —saltó sorpresivamente Ingrid, ganándose la mirada de los tres en ella—. Es un ser muy vulgar y maleducado.
—Concuerdo—aseguró Hermione, agradecida enormemente de que su sirvienta saliera en su defensa—. No quiero llamarlo nuevamente y tenerlo rondando por aquí. Quizás le pida a Godric.
— ¡Si llamas a Godric Gryffindor quiero conocerlo! —exclamó repentinamente Harry, profundamente emocionado por la idea.
—No es como si pudiera pasarse por el castillo libremente, Harry. Su cabeza tiene un precio. Quizás incluso deba tomar poción multijugos—le aseguró.
—Sólo quiero conocerlo, Hermione, no apreciar su apariencia.
—Yo podría apreciarla si es apuesto—comentó Athenas, ganándose una mirada algo molesta de parte del mago de lentes— ¿qué?
—Nada—gruñó.
Hermione contuvo una sonrisa.
—Creo que lo mejor será que todos ustedes vuelva a sus actividades. Yo me encargaré de continuar aquí.
— ¿Necesita ayuda, mi lady? —preguntó Ingrid de inmediato.
—Gracias, pero no. Prefiero hacerlo por mi cuenta con magia. Seré más rápida y gastaré menos energía.
…
Merlín debía de haber advertido que Arturo estaría furioso por la ausencia de esos días. Si era un poco optimista incluso podía decir que el príncipe lo había extrañado pero las posibilidades de que eso hubiera sucedido eran ínfimas.
— ¡Te das cuenta que te has perdido dos entrenamientos! —le gritó— ¡Y estoy seguro de que recuerdas porqué los necesitas!
Merlín asintió sin decir ninguna palabra. Hermione. Lo hacía por ella.
—Estaba ocupado con Gaius—dijo rápidamente con seriedad, sabiendo que decía la verdad en cierta forma.
Arturo rodó los ojos.
—Toma el escudo y corre, Merlín—le ordenó mientras él tomaba la lanza.
Quizás hubiera protestado en otra ocasión pero en esos momentos volver a pensar en el galeno lo puso mal. El anciano siempre había sido su compañero, su guía, casi como un padre y ahora… ¿Creía que no quería verlo feliz? ¿Cómo es que podía pensar tan poco de él? Si Alice fuera una mujer realmente buena, sin matícoras ocultas, él estaría más que feliz por ellos e incluso los incentivaría para avanzar en su relación, proponiéndole al anciano que nuevamente le propusiese matrimonio… pero la realidad era diferente.
— ¿Listo? —preguntó Arturo— ¡Corre!
Y así lo hizo, sintiendo el peso del escudo detrás de su espalda pero sin dejar de sentir la opresión en su pecho.
Gaius debía de conocerlo mejor y saber que él no sería capaz de impedirle aquello a menos que realmente creyera que la mujer no era digna de su afecto. Y por más que pensaba que el antiguo romance que habían tenido en su juventud había sido hermoso, las cosas definitivamente habían cambiado. Al menos, por parte de ella.
Cuando sintió un golpe en el escudo, sus piernas se doblaron por el golpe y terminó cayendo de bruces en el suelo.
—Se supone que te inclines, Merlín—lo reprendió el príncipe, caminando hacia él y sacando la lanza que acababa de lanzarle—. Zigzaguea, al menos. Casi parecías la puerta de un granero.
—Sí, señor—respondió escuetamente, no teniendo deseos de discutir con él.
Arturo lo miró con sorpresa.
— ¡Por todos los cielos! ¿Cuál es tu problema?
—Nada.
— ¿Es Hermione? —preguntó Arturo con interés, bajando un poco la voz para que los demás caballeros no lo oyesen.
—No. No es nada.
—Bien, o me cuentas o regresamos a las lanzas y a los aros—amenazó.
La perspectiva de volver a hacer algo tan peligroso no lo cautivaba en absoluto.
—Gaius y yo tuvimos una discusión—dijo finalmente, sin entrar en demasiados detalles.
Eso era algo que el príncipe se sentía capaz de entender.
—Mira, yo peleo con mi padre todo el tiempo—le dijo—. Deberías hacer lo que yo hago. Pasa desapercibido y espera hasta que se le pase. Pronto se calmará.
A su modo de ver, eso tenía lógica pero Merlín no compartía la efectividad de su método. Al menos, no en su situación.
—No, no lo creo—dijo con abatimiento.
—Anímate, ¿sí? —le pidió, dándole un golpe amistoso en el brazo.
Merlín lo miró incrédulo.
— ¿Cómo va a animarme que me des un golpe en el brazo? —preguntó confundido.
Arturo estaba igual de confundido que él por aquella pregunta.
—Funciona con los caballeros—dijo como si eso fuera todo lo que necesitara para entender su lógica.
—Ellos son unos burros, ¿verdad?
—Yo soy un caballero—le dijo a su sirviente con una profunda seriedad.
Merlín asintió.
—Ahí tienes, entonces—replicó el mago.
Esto lo llevó a ganarse un nuevo golpe en el brazo, aunque esta vez con un poco más de fuerza aplicada, lo que lo hizo gemir de dolor. Arturo le lanzó una mirada orgullosa antes de ordenarle que volvieran a entrenar.
