EL AMOR EL TIEMPO DE DRAGONES (II)

Hermione esperó ansiosa la reacción de Merlín. Lo dejó vagar alrededor de sus nuevas cámaras y notó que observaba absolutamente todo con sumo interés.

—Esto quedó mucho mejor de lo que imaginé—admitió, volviendo a observarla—. Hiciste un buen trabajo.

—Aún tengo que terminar muchos detalles—le contó—. En aquella pared—señaló la de la izquierda—, quiero armar mi propia biblioteca, una que incluya muchos libros de magia. Y aquí—señaló la mesa que había en el centro—quiero colocar una fuente de calor que pueda encender y apagar sin tener que recurrir al fuego de la chimenea si quiero hacer pociones.

— ¿Cómo harás eso?

—Seguramente con magia—comentó luego de pensarlo unos segundos—. Además debo de llamar a Godric para que conecte la chimenea a la red flu.

— ¿Cuándo piensas hacerlo?

—Creo que no hay mejor momento que ahora—lo miró fijamente— ¿quieres venir conmigo?

Él asintió. Preferiría acompañarla a donde fuera antes que tener que regresar y enfrentarse a una incómodo encuentro con Gaius. Sí, sabía que era un poco cobarde de su parte pero no lograba ver cómo podían reconciliarse ya que el anciano seguiría creyendo en la inocencia de Alice sin importar lo que dijera.

Sin embargo, los planes para volver a las habitaciones privadas de Hermione y así usar la chimenea para ir a Hogwarts se vieron interrumpidos cuando las campanas de Camelot anunciaron un ataque. Sus miradas preocupadas chocaron y tuvieron pensamientos idénticos.

—Alice—dijeron al mismo tiempo antes de salir corriendo de aquel sitio.

Hermione lanzó un rápido hechizo para bloquear la puerta antes de seguir tras Merlín. Puede que no hubiera aún nada que la incriminara pero no quería que nadie realmente se enterara de su nuevo espacio.

Cuando llegaron a la parte más transitada del castillo se toparon con Harry y Athenas.

— ¡Estábamos por ir a buscarte! —exclamó la chica, tomándola de la mano para hacerla avanzar con prisa— ¡Demonios, Hermione! ¿Por qué no escribiste sobre esto en tus malditos diarios?

— ¿Qué sucedió? —preguntó Merlín, siguiéndolas de cerca.

— ¡Es el rey! —exclamó Harry—. Arturo tenía que cenar con él pero cuando entramos, estaba inconsciente.

— ¡¿Lo viste?! —Hermione sintió que su corazón se aceleraba de preocupación— ¿Estaba… vivo?

—No lo sé—confesó—. Arturo se quedó con él y me ordenó que llamase a Gaius. Gritó a los guardias que den alerta de posible intruso mientras estaba intentando hacerlo reaccionar.

— ¿Y Gaius fue? —preguntó Merlín con interés, mientras lanzaba una mirada de soslayo a la palidez repentina de Hermione.

—Por supuesto. Ambos salimos juntos pero yo vine a buscar a Hermione—le dijo Harry.

Hermione subió corriendo las escaleras, tomando entre sus manos la tela de su falda para no tropezar, para luego encaminarse hacia el pasillo que llevaba a las habitaciones de su padre pero se detuvo de repente y volvió sobre sus pasos, sorprendiendo a sus tres acompañantes que la siguieron de inmediato.

— ¿Qué sucede? —preguntó Athena, pensé que querías ver a tu padre.

—Arturo está fuera, lo que quiere decir que Gaius lo echó—dijo con prisa—. Iré por la otra puerta porque si me ve me ordenará que me quede con él—miró a Harry y a Athena—. Ustedes vayan a ver a Alice. Si fue la responsable de esto, no quiero que huya—los dos asintieron sin dudarlo—. Que no los vea… y… tengan cuidado, por favor.

Merlín tomó la mano de Hermione y la arrastró consigo a través del laberinto de puertas para llegar a las cámaras del rey por la segunda entrada, la que se usaba en muy raras ocasiones y que no todos conocían.

Justo cuando ellos entraron corriendo, el galeno estaba inclinado sobre el cuerpo.

— ¿Está vivo? —preguntó Hermione.

—Su pulso es débil—respondió seriamente el anciano.

Hermione y Merlín se acercaron al rey y justo en ese momento la cabeza de éste se movió suavemente. Todos contemplaron expectantes y se sobresaltaron cuando Uther abrió la boca, inhalando bruscamente el aire y abriendo los ojos enormemente pero no dejando ver nada más que una masa oscura en el interior de ellos que lo cubría por completo.

— ¡¿Qué demonios…!?—preguntó Merlín aterrorizado, obligando a Hermione a dar un paso atrás por si algo más sucedía.

— ¡Silencio, Merlín! —ordenó el galeno.

Pero no hubo ninguna otra reacción del rey. Su cabeza cayó a un lado y lentamente cerró los ojos.

Hermione se inclinó hacia él y tomó el pulso de su cuello, notándolo aún.

Gaius comenzó a revisarlo hasta que halló en el interior de su mano el frasco de la pócima que diariamente tomaba y que él se encargaba de preparar…

Salvo que ese día no había sido él quien la había hecho.

— ¿Podrías ponerlo en la cama, Hermione? —le preguntó.

Ella asintió y con magia hizo que el cuerpo de su padre levitara y se posara sobre su cama. Le quitó las botas, acomodó su almohada y luego procedió a taparlo con una manta porque ya comenzaba a sentir su piel fría. Luego, avivó el fuego de la chimenea para que mantuviera caliente la habitación.

Mientras tanto, Merlín vio como Gaius tomaba cuidadosamente el frasco de la medicina del rey y lo acercaba a su nariz para olfatearlo. No fue capaz de leer su expresión con claridad pero no parecía feliz.

Cuando salieron de las cámaras, se toparon con Arturo, quien permanecía esperando allí. Él le lanzó una mirada curiosa a su hermana pero finalmente decidió de apartar esos pensamientos para concentrarse en lo que verdaderamente importaba.

— ¿Y? —preguntó ansioso.

—Me temo que no puedo aún determinar la causa de la enfermedad de tu padre—comentó el galeno.

—Ha sido envenenado, ¿verdad? —preguntó el príncipe con astucia.

—No puedo decirlo en esta instancia—aseguró Gaius.

— ¡Lo viste, Gaius! ¿Qué otra cosa podría ser? —preguntó exasperado— ¿Tú qué opinas, Hermione?

Los tres hombres la contemplaron fijamente y eso la puso muy nerviosa. Se encontraba en una encrucijada. Podía ser honesta con Arturo y decirle que sí, que al igual que él creía que había sido envenenado y que incluso podía nombrar al responsable pero eso significaba ganarse el eterno desprecio del galeno. Y aunque seguía dolida por sus palabras, sentía un profundo respeto por él y odiaría tener que hacerle esto. Por otro lado, no decir lo que realmente pensaba podría poner en peligro, aún más, la vida de su padre.

—Yo… creo que… Gaius tiene razón, no podemos sacar conclusiones apresuradas—dijo, sabiendo que Merlín la miraba con sorpresa.

El príncipe pareció querer insistir pero el galeno lo interrumpió.

—Por favor, vigílalo hasta que regrese—le pidió y luego cruzó delante de él con paso presuroso.

Merlín y Hermione lo siguieron rápidamente.

—No creo que necesitemos más investigación—le dijo el mago mientras avanzaban hacia las cámaras del galeno.

— ¿Desde cuándo eres un experto en descubrir magia, Merlín? —preguntó éste sin detenerse.

— ¡No se necesita ser un médico para saber que fue envenenado! —exclamó molesto.

—Merlín…

— ¡Ha sido envenenado y creo que ambos sabemos quién fue!—le dijo con rotundidad.

Esas palabras sí lo detuvieron y lo hicieron detener para girar y mirarlos.

— ¿Qué estás queriendo decir?

— ¡Por favor, Gaius! —exclamó Hermione exasperada— ¡Realmente no puede actuar como un idiota ahora! Sabes perfectamente lo que Merlín quiere decir. Fue Alice. Ella es la que te estuvo ayudando con las pociones este tiempo e incluso le enseñaste cómo preparar la medicina de mi padre. ¡Ella tuvo la oportunidad de hacerlo en cualquier momento!

— ¡Ninguno de los dos tiene modo de probar eso! —les gritó el anciano.

— ¿De qué otro modo ingirió el veneno mi padre? —preguntó desafiante Hermione—. Sabes tan bien como yo que tiene probadores que revisan cada porción antes de que se las presente. Si el veneno hubiera estado allí, alguno de ellos también hubiera sido afectado.

—Tiene razón, no hay otra explicación—concordó Merlín.

—Claro que la hay—contradijo el anciano, aunque podía notarse su mirada nerviosa y llena de dudas.

— ¡Vamos, Gaius! —le imploró Merlín—. Entiendo por qué la proteges pero en tu corazón sabes que es la verdad.

—Todo lo que sé es que el rey está gravemente enfermo y que tú lugar es al lado de Arturo—señaló a Merlín—y que el tuyo—miró a Hermione—, es al lado de tu padre, por el cual pareces sentir aprecio solamente cuando está en su lecho de muerte.

Hermione lo miró profundamente herida antes de girarse y marcharse de allí con prisa pero Merlín fue capaz de ver que sus ojos.

—Eso fue terriblemente injusto e innecesario—comentó con un tono helado antes de ir detrás de ella pero cuando finalmente la alcanzó ya se encontraba en las cámaras de su padre, llorando entre los brazos de su hermano—. Lo siento—dijo y retrocedió rápidamente, sabiendo que debería darles espacio a ambos.

Pero Arturo hizo un gesto con su mano, deteniéndolo. Hermione simplemente había entrado y se había lanzado en sus brazos llorando desconsoladamente y él realmente no estaba seguro de cómo proceder. No podía simplemente golpearla en el brazo y decirle que se animara como lo había hecho con Merlín.

—Sabes que nuestro padre es más fuerte de lo que aparenta. No les resultará fácil a quien sea que haya hecho esto acabar con él—dijo y miró ansioso a Merlín— ¿Verdad?

El mago sabía mejor que no era precisamente eso lo que causaba el llanto de Hermione pero de todos modos asintió con la cabeza, sin decir nada más, lo que exasperó profundamente a Arturo.

—Se recuperará—insistió— ¿Verdad, Merlín? —preguntó nuevamente.

Fue en ese momento cuando Hermione recién notó su presencia. Apartó el rostro del pecho de Arturo y giró para verlo. A Merlín se le rompió el corazón el ver cómo su labio inferior temblaba mientras intentaba contenerse.

—Soy una horrible persona—dijo ella finalmente.

— ¿Qué? ¿Por qué dices eso? —preguntó Arturo sorprendido.

—La mayor parte del tiempo lo desprecio—continuó ella, mirando al rey tenido en la cama—. Incluso hay veces que creí odiarlo. Sus ideas, algunas de las decisiones que él toma, sus planes, sus castigos, su pasado… Hay tantas cosas que me hacen verlo y sentir un enojo terrible… ¡y tan sólo quiero golpearlo! ¡Incluso hacerlo pagar por todo el daño que causó! Quiero que sufra—admitió, encontrándose con la mirada aturdida de su hermano, quien la soltó e incluso retrocedió un par de pasos—. Pero no así. Nunca así—volvió a mirar a su pálido padre inconsciente—. Lo desprecio tan profundamente pero al mismo tiempo me preocupo por él e incluso podría llegar a decir que lo quiero… ¿Cómo es que eso tiene lógica?

Arturo aún seguía aturdido por las sinceras palabras de su hermana. Siempre había pensado que ella podría sentirse molesta en algunas ocasiones pero nunca imaginó que pudiera catalogar tan firmemente sus sentimientos.

—Supongo que no la tiene y es ahí donde radica la gran mayoría de las relaciones humanas—comentó Merlín luego de que el silencio se instauró pesadamente en la habitación—. A veces no es tan sencillo desligarnos de las personas que queremos y nos aferramos a ellas a cualquier costo, sin importar lo que hayan hecho o estén haciendo.

— ¿Y qué se supone que debo hacer? —le preguntó Hermione— ¿Simplemente olvidarme de él? ¿Decidirme entre quererlo u odiarlo?

—No creo que alguna vez puedas realmente odiarlo—se acercó a ella lentamente—. Es tu padre, Hermione, sin importar lo que haya hecho. No le debes nada pero al mismo tiempo tienen un vínculo que los une, ya sea para bien o para mal. Tendrás que aprender a encontrar el equilibrio de tus sentimientos, estar ahí para él cuando te necesita pero también saber alejarte cuando te hace daño.

Ella asintió suavemente y terminó obsequiándole una triste sonrisa y una mirada acuosa.

Cuando se acercó para besar la mejilla de Merlín a modo de agradecimiento, Arturo no protestó. Nuevamente se encontraba estupefacto, no ya por su hermana sino por las palabras sabias de su sirviente. Esta no era la primera vez que Merlín decía palabas llenas de significados, sin embargo, él estaba tan acostumbrado a verlo como nada más que un simple trabajador del palacio que no podía dejar de sorprenderse. Aclarándose la garganta, miró a Hermione nuevamente.

—Lamento mucho que te sientas así—musitó—. Realmente no lo sabía. Debiste decirme antes que estabas tan… molesta con él.

—No hubiera importado realmente—le indicó Hermione—. Sé que lo quieres mucho más que yo, Arturo, y aunque no siempre lo entienda, puedo respetar tu devoción. En este momento, lo que verdaderamente importa, es encontrar una cura para traerlo nuevamente con nosotros.

Hermione se quitó el rastro de lágrimas con sus manos y se acercó al borde de la cama para mirar al rey.

—No lo entiendo—Arturo también se acercó y apoyó una de sus manos en la de Hermione—. Su comida y su vino… los probaron y son traídos aquí bajo guardia armada. Nadie puede interferir con eso de ninguna manera. Pero entonces, ¿qué? Si no es su comida ni su vino…—se quedó pensativo durante unos segundos— la otra única cosa que toma es… la medicina de Gaius.

El corazón de Merlín casi dejó de latir al darse cuenta que esa era la idea más lógica que podría llegar a tener el príncipe. Y la más certera, por desgracia. Sin embargo, no había sido el galeno quien había colocado el veneno pero si no intervenía en ese momento sí sería el que pagaría las consecuencias.

—Arturo, creo que sé que pasó—dijo Merlín de repente, profundamente decidido—. Creo que sé quién hizo esto.

Harry y Athena se pegaron a la puerta de las cámaras del galeno una vez que lo vieron entrar, listos para escuchar la conversación que iban a tener.

—El rey ha sido envenenado—oyeron la firme voz de Gaius del otro lado de la puerta—. Parece que alguien alteró su medicina.

—Pero seguramente no creerás que fui yo—la voz de Alice sonaba distante.

—No me mientas, Alice. Por favor.

Durante unos momentos eternos no pudieron escuchar absolutamente nada pero luego volvió a oírse la voz titubeante de la mujer.

—Gaius, yo… yo…

Sea lo que fuere que sucedió a continuación causó una profunda conmoción en el anciano porque se oyó una exclamación profunda de su parte.

— ¡Alice! ¡Alice!

Y también justo en ese momento se oyeron un par de pasos presurosos viniendo de las escaleras por lo que los dos no tardaron en marcharse de allí, tomando el camino contrario.

Arturo iba liderando al grupo que subió, serio pero decidido abrió la puerta y dejó pasar a los guardias que lo seguían.

—Está bajo arresto por alta traición—dijo—. Llévensela—les ordenó.

Los caballeros no tardaron en tomarla de sus brazos y sacarla de allí. Ella no protestó pero no dejó de lanzar miradas implorantes a Gaius pero él sabía que tampoco podría hacer nada en ese momento.

Luego de que todos se fueran, Merlín entró tímidamente. El médico se lo quedó observando fijamente por unos momentos, dudando, no creyéndolo capaz, pero la actitud del hombre joven lo delataba.

—No tuve alternativa, Gaius—le aseguró, intentando hacer que comprendiera—. Era ella o tú.

—No era tu decisión—le aseguró antes de darle la espalda y alejarse de él.

—Él me odia.

Merlín se pasó las manos por el cabello con desesperación.

—No creo que sea capaz de odiarte—intentó consolarlo Hermione—. Fue muy valiente lo que hiciste hoy, diciéndole a mi hermano la verdad. En mi primer año de Hogwarts, Harry, Ron y yo salimos una noche fuera de las habitaciones, lo que estaba prohibido. Otro amigo, Neville, nos enfrentó y nos aseguró que él estaba dispuesto a pelear contra nosotros incluso.

— ¿Y lo hizo?

—Lo terminé petrificando—confesó, haciendo que Merlín rodase los ojos— pero eso no es el punto de la historia—aclaró con prisa—. Al finalizar el año, Dumbledore, lo felicitó delante de todo el colegio y le dijo algo muy importante: "Hay muchos tipos de valentía. Hay que tener coraje para oponerse a nuestros enemigos, pero hace falta mucho más valor para hacerlo con los amigos" —Hermione tomó su mano y la apretó suavemente— Te enfrentaste a Gaius, Merlín y sé que no fue fácil para ti pero realmente creo que hiciste lo correcto.

Merlín la miró por un largo instante y terminó asintiendo con un movimiento de la cabeza.

—Gracias.

—Ahora, ¿por qué no vamos con Arturo y le sugerimos que entrevistemos a Alice? —preguntó—. Quizás podríamos descubrir algo más.

Merlín asintió y juntos fueron al príncipe, quien accedió al interrogatorio sin dudarlo. Aunque no le gustaba admitirlo, se sentía algo curioso. La mujer mayor parecía amable y pequeña como era no daba la apariencia de ser una poderosa hechicera. Además, con un poco de suerte, lograría encontrar el modo de salvar a su padre de una inminente muerte.

Los tres se acercaron a la celda donde se encontraba Alice pero fue sólo el príncipe quien se paró frente a ella y la miró directo a los ojos.

— ¿Admites haber usado magia? —le preguntó.

—Sí.

— ¿Admites haber envenenado al Rey?

—Sí, sí—indicó ella de nuevo—. Pero fui forzada a hacerlo—aseguró.

Merlín y Hermione intercambiaron miradas ante eso.

— ¿Forzada por quién? —preguntó nuevamente el príncipe.

— ¡Por la criatura!

— ¡Estás mintiendo! No hay ninguna criatura en el castillo. Sólo estás tratando de salvar tu pellejo.

—No, no—aseguró Alice con un tono implorante—. Juro que no es así.

Arturo tomó aire profundamente. A su modo de ver, ser directo y duro con ella no estaba funcionando porque sólo le lanzaba esas miradas tristes que lo hacían sentir incómodo.

—Por favor, mi padre está muriendo—rogó—. Si hay una pizca de bondad en ti, me dirás cómo curarlo.

Alice lo miró con profunda tristeza.

—Yo… no lo sé—musitó y luego añadió con más fuerza— ¡No lo sé! —Esto sólo consiguió enfadar a Arturo, quien golpeó duramente la reja de la celda antes de dar media vuelta y marcharse de allí dando largas zancadas— ¡Lo siento! La mantícora…

Pero lo que estaba por decir quedó atascado en su garganta y, tal como habían visto que sucedía con Uther, los ojos de Alice se volvieron completamente negros. Sus manos se aferraron firmemente a los barrotes con tanta fuerza que sus nudillos quedaron blancos e incluso su rostro adquirió una palidez fantasmagórica. Esto duró sólo unos instantes pero para Merlín y Hermione fue eterno de contemplar. Finalmente, cuando sus ojos volvieron a ser los mismos de antes y se topó con la mirada de ambos, terminó bajando la cabeza, como si estuviera avergonzada.

—Explícate—le ordenó Hermione con firmeza pero sin sonar tan dura como su hermano.

Alice volvió a alzar su vista hacia la princesa pero suavemente negó con la cabeza.

—No puedo. Él me lo impide—musitó, como si temiera que aquel ser pudiera estar escuchándola—. Realmente lo siento, lo siento tanto.

Hermione quería mostrarse compasiva pero en esos momentos le costaba demasiado. Podía ver que Alice estaba diciendo la verdad pero eso no quitaba el hecho de que había utilizado magia oscura y ese era un camino, a su modo de ver, sin retorno.

— ¿Por qué? —le preguntó Hermione—Las mantícoras siempre fueron temidos por los antiguos reinos, siempre causaron temor y trajeron desgracias… ¿Por qué la invocaste?

Ella pareció sorprendida por unos instantes y miró sospechosamente entre Merlín y Hermione.

—Ustedes lo supieron todo el tiempo—dijo comprendiendo finalmente— ¿Verdad?

Merlín asintió.

—Te vi con ella una noche e intenté advertirle a Gaius muchas veces pero él… él nunca nos escuchó.

—Pero eso ya no importa realmente porque con tu intento de acabar con mi padre, ahora Gaius también sufre—indicó Hermione—. Discutió con Merlín, conmigo, estuvo a punto de perder tu trabajo y… te perderá también.

Los ojos de Alice se llenaron de lágrimas que no tardaron en deslizarse por sus mejillas.

—Lo siento tanto—aseguró—. Yo sólo quería utilizar su inmenso poder para el bien y no pude controlarlo—confesó—. Si tan sólo supiera cómo arreglar las cosas… pero no lo sé. Lo siento.

Hermione asintió con pesadumbres.

—Yo también lo siento—murmuró antes de salir de allí junto a Merlín.

—Hallaremos el modo de salvarlo, Hermione—le aseguró el mago mientras se encaminaban a la cámara del rey.

—Aunque Alice pueda haberlo hecho bajo la influencia de la mantícora, la mayor parte de la culpa la tiene mi padre—le dijo ella— y no puedo dejar de pensar si vale la pena salvarlo. No quiero verlo muerto, por supuesto, pero su pasado y su presente está tan lleno de odio hacia las personas sin magia que se ha ganado demasiado enemigos y si no es Alice será alguien más que intente acabar con su vida.

—Y nosotros estaremos allí para salvarle la vida como lo estamos en cada ocasión que tu hermano se pone en riesgo estúpidamente—dijo él, sonriéndole.

Hermione le devolvió el gesto.

—Supongo que tienes razón. Quizás pueda ir a Hogwarts y preguntar si conocen algún antídoto—pensó.

—Quizás podamos buscar en los libros de Gaius—sugirió—. No los revisamos.

Hermione dudó pero Merlín insistió y terminó cediendo así que apresuraron sus pasos y fueron a la habitación. Sin embargo, al ver al galeno allí, ambos se detuvieron de inmediato, sin avanzar otro paso más. Gaius también lo miró silenciosamente hasta que finalmente suspiró con pesadumbres.

—Lo siento—les dijo.

—Lo siento—dijo Merlín al mismo tiempo.

—No, entiendo por qué lo hiciste, Merlín. Intentaste evitar que me culparan—dijo—. Gracias. Soy yo el que debe seguir disculpándose por el modo en que los traté a ambos, por no escuchar sus advertencias… pero no creo que Alice quisiera esto.

—Sabemos que no—aseguró Merlín, notando que Hermione aún permanecía en silencio—. El veneno que consumió Uther es de la mantícora, la criatura que estaba en la habitación de Alice.

Los ojos de Gaius se llenaron de comprensión.

—No podemos contrarrestar el veneno de la Mantícora, es totalmente mortal—les dijo.

—Pero debe de haber algo que podamos hacer—intervino Hermione por primera vez.

—Podemos matar a la criatura—dijo el galeno con rotundidad mientras caminaba hacia una pila de libros que se encontraba cerca de la ventana—El veneno es imbuido con su magia. Con la mantícora muerta, perderá todo su potencial.

— ¿Y cómo la matamos? —preguntó Merlín de inmediato.

—Ustedes no pueden—le dijo y ante el ceño fruncido de la princesa se apresuró a aclarar—Es una criatura de la Antigua Religión y sólo con ese tipo de magia puede conseguirse… Ustedes dos, aunque poderosos, representan una mutación mágica, por llamarlo de algún modo, son miembros de esta nueva era.

Hermione podía llegar a entender eso. Ella, que había vivido en el futuro, podía darse cuenta que la magia dentro de esos cientos y cientos de años se transformaría, se adaptaría de algún modo, como si se tratase de un ser viviente. Y aunque su raíz fuera la misma y en su esencia se sintiera similar, no había modo de negar que al mismo tiempo era diferente.

— ¡Aquí! —exclamó de repente Gaius, mostrándole lo que finalmente había encontrado en el libro que sostenía—La Mantícora no dura mucho en este mundo. El origen de su vida es la maldad antigua del mundo que existe en el mundo espiritual en el que habita.

—Eso quiere decir que si podemos atraparla en este mundo... —comenzó Hermione.

—Y la mantenemos el tiempo suficiente—continuó Merlín—, tal vez podamos romper la caja. Y si el portal es destruido, la conexión entre la criatura con su origen de vida se destruirá también.

—Y la mantícora morirá—completó la princesa.

El galeno miró sorprendido entre ambos, dándose cuenta de la estrecha relación que había formado aquel par de niños. Porque a pesar de la edad, ellos siempre seguirían siendo niños a sus ojos.

—Exactamente—concordó.

—Pero si la caja está hecha con la misma magia antigua que la criatura, aun así nosotros no podríamos destruirla—dijo Hermione, mirándolo.

— ¿Crees que tú podrías hacerlo? —le preguntó Merlín, también observándolo con intensidad.

—Había un tiempo en que podía hacerlo—respondió—. Espero no haberlo olvidado.

Hermione y Merlín también lo esperaban.

Y dado que no había tiempo que perder, buscaron la caja y la colocaron sobre la mesa y abrieron la tapa. Una última mirada entre todos ellos bastó para que se decidieran.

Cume her, pin scinnlæcan! —exclamó Merlín, alzando su mano hacia la caja.

Por unos segundos, no sucedió absolutamente nada pero de repente la mantícora salió de la caja, saltando bruscamente sobre Merlín con una rabia enfermiza. Hermione gritó, asustada, mientras retrocedía. Afortunadamente el mago fue lo suficientemente veloz como para tomar el cuerpo de aquella criatura antes de que clavara sus puntiagudos dientes en su rostro.

Hermione reaccionó entonces y lanzó un hechizo sobre aquel ser que hizo que unas cuerdas invisibles rodearan su cuerpo, inmovilizándolo pero sólo funciono por unos segundos porque siguió moviéndose entre las manos de Merlín e incluso alzando su larga cola de escorpión para picarlo con ella.

— ¡Apresúrate, Gaius! —le rogó Hermione al galeno.

Intentó lanzar un hechizo de petrificación pero, al igual que el anterior fue en vano.

Desesperada, miró al galeno cerrar la tapa de cofre y luego extender las manos diciendo un complicado hechizo pero sin obtener un buen resultado.

— ¡Gaius!

Merlín sentía que sus brazos comenzaban a temblar a causa del esfuerzo y el sudor comenzaba a invadir su rostro. Hermione miró desesperada a su alrededor, lamentando no haber buscado más ayuda. Se sentía tan inútil porque su magia no funcionaba… pero había otras formas, pensó rápidamente mientras buscaba un largo cucharón de madera para darle un duro golpe en la cabeza a aquella criatura, quien gritó horriblemente y comenzó a forcejear con más violencia.

— ¡Sólo lo molestaste más! —gritó el mago— ¡Es ahora o nunca, Gaius!

—Adee þas sawle duru! —gritó el galeno con potencia una y otra vez hasta que el arcón comenzó a adoptar un tono dorado, resplandeciente, hasta que terminó estallando en mil pedazos que no tardaron en desintegrarse en el aire.

Al suceder esto, la Mantícora gritó llena de rabia y antes de que pudiera Merlín darse cuenta, se desprendió de sus manos y saltó justo a donde se encontraba Gaius. Hermione volvió a atacarla con su cuchara de madera, golpeando justo la mitad de su cuerpo y fue en ese instante que tuvo el mismo destino que la caja.

Todos se quedaron respirado agitadamente, asimilando la victoria en silencio, hasta que Merlín soltó una risa contagiosa.

—Nunca creí que podría ver que alguien luchara con un cucharón—dijo divertido.

Hermione rió también mientras intentaba calmar su corazón acelerado.

—Realmente el héroe aquí fue Gaius—le dijo, mirando al anciano, quien, aún sin aliento, hizo un gesto con las manos mientras intentaba reponerse.

—Soy realmente afortunado de que hayas encontrado un antídoto, Gaius—dijo el rey desde su posición en la cama.

A su lado se encontraba Arturo y, sentada al borde, Hermione.

El galeno estaba parado a unos metros, teniendo a Merlín detrás.

—Tomará tiempo, mi señor, pero se recuperará totalmente—le aseguró.

— ¿Y la mujer? —preguntó el rey.

—La tenemos en las celdas, señor. Espera su condena—le informó Arturo con formalidad.

—No esperará más. Será sentenciada a muerte. La ejecutarás mañana, Arturo.

El príncipe asintió.

—Sí, padre—dijo y salió del cuarto.

Fue ese el momento en que el galeno dio un paso adelante. Hermione ya podía adivinar lo que diría pero no creía que obtuviera las respuestas que buscaba.

—Señor, ¿si me permite?

—Sí, Gaius.

—Parece que ésta mujer era esclava de una especie de criatura—comenzó a explicarle—. Tal vez, a la luz de eso, su sentencia podría…

—Bajo ninguna circunstancia eso es aceptable, Gaius—lo interrumpió el rey—. Mi condena se mantiene.

No hubo lugar para réplica por lo que el galeno y Merlín hicieron una reverencia respetuosa y se alejaron de allí, dejando a padre e hija a solas.

—Hay algo que no entiendo—dijo lentamente Hermione— ¿Por qué está mal que ella utilice magia….?

—Hermione, por favor, no tendré esta discusión nuevamente contigo.

— ¡No! Déjame terminar—le rogó—. Juro que mi intención no es faltarte el respeto, simplemente quiero entender… ¿Por qué ella que utilizó magia para salvar vidas debe ser juzgada por ello y tú, que estuviste dispuesto a usarla para salvar a Morgana, no?

— ¿Es eso? —preguntó el rey molesto— ¿Crees que merezco un castigo?

—No por querer usar magia—aseguró—. Sólo quiero decir que ella tampoco merece ser castigada por ello.

—Hermione, estamos teniendo la misma conversación de siempre—replicó—. La magia corrompe el alma de las personas, las transforma en seres malvados, engañosos. Si esta mujer no hubiera utilizado magia, esa criatura que supuestamente la esclavizó, nunca lo hubiera hecho.

— ¿Y Morgana?

El rey frunció el ceño.

— ¿Qué hay con ella?

— ¿Cómo pudiste estar dispuesto a utilizar magia para salvarle la vida? —preguntó, mirándolo a los ojos.

El rey se movió incomodo en su cama y por unos segundos esquivó la mirada de su hija.

—Era un riesgo, lo sé—admitió lentamente—. Pero estaba dispuesto a correrlo… por… obvias razones.

Finalmente alzó sus ojos a ella, contemplándola nuevamente. Había esperado ver rabia en su rostro, como aquella vez que lo enfrentó al enterarse de la verdad, pero sólo parecía triste. Profundamente triste.

— ¿Y harías lo mismo por mí? —preguntó repentinamente ella.

—Hermione, esta conversación es absurda. No estás en peligro de muerte y no lo estarás.

—Pero, hipotéticamente, si lo estuviera… ¿Estarías dispuesto a utilizar magia para salvar mi vida? —insistió.

El rey no supo qué responderle así que tras unos segundos de meditación le dijo lo que pensó que ella quería oír.

—Sí, absolutamente.

Sin embargo, esto hizo fruncir el ceño de la princesa.

—Nunca lo entenderás, ¿verdad?

— ¿Qué se supone que quieres decir con eso? —preguntó Uther con molestia.

—Nada, realmente no importa—se inclinó hacia él y dejó un beso en la mejilla del rey—. Te aprecio y estoy muy feliz de saber que estás bien.

El rey, aún aturdido por el comportamiento de su hija, la miró ponerse de pie y salir de su cuarto.

—Tienes quince minutos para hablar con ella, Gaius y luego necesito que vayas a la ciudadela a cuidar de tus pacientes—le dijo Hermione al anciano.

—Hermione, no descuidaré mis labores—le aseguró—. Y te estoy agradecido por el tiempo que me estás dando.

—No lo entiendes, Gaius—Hermione insistió—. Necesito que la gente te vea en la ciudadela para que no haya lugar a dudas de que estuviste ahí y no ayudando a escapar a algún prisionero.

El hombre finalmente comprendió y la miró con profunda gratitud.

—Realmente me arrepiento del modo en que te he hablado, no sólo porque fue una falta de respeto hacia ti, que eres la princesa de este reino, sino también hacia ti, como Hermione, como mi amiga. Espero que algún día puedas perdonarme.

Hermione se inclinó y lo abrazó suavemente.

—Está completamente olvidado—le aseguró.

— ¡Oígan! —ambos se separaron suavemente cuando escucharon la voz de Merlín— ¿Estás traicionándome con Gaius, Hermione? ¡Eso nunca me lo hubiera imaginado!

Hermione y el galeno rieron ante la actitud de falsa indignación del joven.

—Bueno, en algún momento tú serás anciano, canoso y lleno de arrugas—replicó ella con una sonrisa—. Supongo que tendré que irme acostumbrado a la idea de algún modo.

—No creo que Arturo piense que tus gustos estén mejorando. Todo lo contrario, en realidad.

— ¡¿Qué se supone que quieres decir, Merlín?! —protestó Gaius repentinamente.

—Eg… nada, nada.

—Será mejor que me acompañes y cierres esa boca—le aconsejó Hermione, tomándolo del brazo—. Recuerda lo que tienes que hacer, Gaius—le dijo antes de aparecerse con Merlín en su propio cuarto.

— ¿Qué debe hacer?

—Le conseguí tiempo para que logre despedirse de Alice—le explicó mientras lo arrastraba hacia la chimenea—. Usar esto es sencillo. Tomas un puñado, así, y hablas con claridad. Con claridad, ¿escuchaste? Cualquier error de tu parte te podría llevar a cualquier otra chimenea conectada a la red y, créeme, no querrás acabar en la casa de un hechicero desconocido.

— ¿A dónde vamos?

—A buscar ayuda para sacar a Alice de prisión, por supuesto. No podemos hacerlo nosotros sin levantar sospechas—dijo con un tono de obviedad—. Tomas el polvo, dices el nombre del lugar y lo dejas caer a tus pies. Iré primero para que veas… ¡Hogwarts!

Y tras una larga llamarada verde que rodeó el cuerpo de Hermione, ésta desapareció. Merlín, algo ansioso y temeroso al mismo tiempo, tomó también un puñado de aquellos polvos y se metió al interior de la chimenea.

— ¡Hogwarts! —exclamó.

De inmediato comenzó a sentir las llamaradas creciendo bajo sus pies hasta cubrirlo de inmediato para luego ser succionado y puesto dentro de un remolino que giraba a gran velocidad. Sus oídos zumbaban. En medio de la desesperación intentó aferrarse a algo pero sólo consiguió golpearse fuertemente en la mano, lo que hizo que pegara ambos brazos contra su cuerpo con fuerza mientras seguía girando y girando hasta repentinamente cayó de bruces sobre un frío suelo de piedra.

— ¡Merlín!

La voz de Hermione llegó a sus oídos y a pesar del dolor de su mano y de sentirse lleno de cenizas, se alivió al darse cuenta de que había llegado al lugar correcto. Poniéndose de pie con dificultad, sintió la magia de Hermione a su alrededor de él.

—Gracias—le dijo cuando notó que le había quitado la ceniza de la ropa y el cuerpo.

— ¿Te lastimaste? Olvidé decirte que no debías sacar ninguna extremidad del remolino de llamas.

—Sólo es un golpe—la tranquilizó mientras probaba mover sus dedos y muñeca para comprobar que no hubiera ningún hueso roto— ¿Ves? Estoy bien—miró a su alrededor con curiosidad, notando que se encontraban en una especie de despacho vacío— ¿No hay nadie?

—Godric no está aquí pero iremos a buscarlo—lo tomó de la mano ilesa y lo arrastró fuera de aquel lugar.

Pero no tuvieron que andar por mucho porque se toparon con una mujer que usaba un vestido dorado caminando por el pasillo, que movía su varita mágica de un lado al otro mientras murmuraba hechizos entre dientes.

— ¡Helga!

La joven mujer giró el rostro hacia ellos y sonrió ampliamente al reconocerla.

— ¡Hermione! —se acercó a la princesa como si fueran antiguas amigas y no la segunda vez que se veían—. Ha pasado mucho tiempo desde nuestro último encuentro.

—Ciertamente—notó que miraba a Merlín con curiosidad—. Éste es Merlín, un gran amigo y confidente—le dijo, no muy segura de cuánto comentar sobre su relación.

—Mucho más que amigos, según las palabras de Salazar—replicó Helga con una sonrisa pícara.

Hermione apretó los labios firmemente, molesta porque aquel tonto andaba revelando cosas que no debía.

—Esperamos que sepas guardar el secreto—dijo rápidamente Merlín, notando la reacción de la princesa.

— ¡Oh, por supuesto! —se apresuró a aclarar Helga mientras acomodaba un mechón pelirrojo de su peinado—No he comentado esto con nadie. Ni siquiera con Godric—aclaró mirando fugazmente a Hermione.

—Es a él precisamente a quien estamos buscando—dijo ella, ansiosa de dejar el tema atrás—. No podemos quedarnos mucho tiempo pero te agradecería si nos pudieras llevar a él.

—Me temo que eso no será posible. Ha salido en un viaje de investigación y no volverá sino hasta dentro de un par de semanas—le dijo con pesar la joven mujer—. Sólo estamos Salazar y yo; y Rowena con su hija llegarán mañana y se quedarán definitivamente.

— ¿Nos llevarías con Salazar? —preguntó Merlín.

— ¡No, él no! —protestó Hermione.

— ¿Tienes en mente alguna otra persona que pueda ayudarnos y se atreva a hacer lo que le pediremos? —le preguntó y al verla hacer una mueca de disgusto que él interpretó como un "no" a su pregunta, se volvió hacia Helga y le sonrió—. Con Salazar, por favor.

Fue así como volvieron a andar y a medida que Hermione iba avanzando podía reconocer algunos sitios de su añorado colegio. Obviamente las diferencias eran notables debido a que aún ni siquiera albergaba a estudiantes y estaba a medio terminar pero la esencia del mismo estaba allí.

— ¡Wow! —exclamó Merlín al entrar al futuro gran comedor—. Esto es inmenso.

—Es maravilloso, ¿verdad? —preguntó Helga con un tono soñador.

—Lo es—concordó Hermione, recordando las cenas, almuerzos y festividades que vivió allí.

Caminaron por el medio y luego fueron a una de las puertas laterales que se encontraba al lado de lo que siglos después sería la mesa de los profesores.

— ¡Allí estás, Salazar! —llamó Helga cuando lo vio lanzando hechizos a una armadura—Tenemos visitas.

—A menos que sea una deliciosa señorita que esté dispuesta a que le dé un recorrido exclusivo por mis cámaras privadas, no me interesa—comentó sin mirarlos.

—Me temo que no me encuentro dentro de esa categoría—replicó Hermione velozmente—. Tampoco Merlín.

Salazar se puso tenso de inmediato y giró velozmente el rostro para verlos para luego colocar una sonrisa pícara en sus labios.

—Creo que yo podría hacerte cambiar de opinión.

Hermione no podía creer que tuviera la desfachatez de hacer tal sugerencia delante de Helga.

—Creo que no—replicó Merlín de inmediato, colocando un brazo alrededor de la cintura de Hermione a modo posesivo.

—Merlín, tú me caes bien… ¿por qué no podemos simplemente compartir? ¿A caso olvidas que yo estuve por casarme con ella? Eso es algo que crea un fuerte lazo entre dos caballeros distinguidos como nosotros.

— ¿Te estuviste por casar con Lady Hermione? —preguntó Helga a Salazar con profunda sorpresa.

—Sí—dijo seriamente.

—No—dijeron Merlín y Hermione al mismo tiempo.

—Nunca me casaría con él—replicó la mujer.

— ¡Oh, eso habrá herido tus sentimientos! —exclamó Helga mirando compasivamente al hombre.

— ¿Qué?—él cruzó sus brazos sobre su pecho y la contempló con el ceño fruncido—. No seas absurda. Mis sentimientos, no es que esté admitiendo que tenga alguno, para que sepas, no están ni estuvieron heridos. —les lanzó una mirada molesta a Hermione y Merlín— ¿Pueden decirme qué quieren aquí? Porque obviamente no es una visita social.

—En realidad, vinimos a pedir ayuda—le dijo el mago—. Vinimos por Gryffindor pero cómo no se encuentra aquí…

—Yo soy su segunda opción—entrelazó sus manos detrás de su espalda—. Realmente no me están convenciendo.

—Tienes que entrar a escondidas al castillo y sacar de las celdas a una hechicera que Uther quiere muerta—dijo rápidamente Merlín.

Los ojos de Salazar brillaron de entusiasmo ante la idea de hacer algo que llegase a interrumpir los preciados planes del rey de Camelot.

— ¿Y qué ganaré yo?

— ¡Por Circe, Salazar! —exclamó Helga— ¿No puedes simplemente ayudar a un par de amigos?

—No—respondió.

— ¿Qué quieres? —preguntó Hermione con molestia.

El fundador lo pensó por unos instantes.

—Que me permitas hacerte una pregunta, mi lady—dijo, contemplándola fijamente.

Ella lo miró sorprendida. Había esperado que pidiera algo vulgar o impropio, no la oportunidad de hacer una pregunta.

—Acepta—dijo Merlín antes de que Hermione pudiera pensarlo mejor, lo que hizo que se ganara una mirada de incredulidad de su parte.

— ¡Excelente! —dijo sonriendo ampliamente—Mi pregunta es…

—No, no. Primero tienes que ayudarnos y luego harás tu pregunta—lo interrumpió Merlín.

Salazar borró su sonrisa de inmediato pero asintió.

—Bien. Sacaré al prisionero esta noche y luego iré a tu recámara, mi lady, para cobrar mi deuda.

—No—Merlín lo contradijo de nuevo—. Te esperaré frente a las cámaras de la princesa pero te llevaré a otro sitio.

Aunque Salazar quería protestar, sentía mucha curiosidad por las palabras de Merlín.

— ¿Realmente crees que cumplirá? —preguntó Hermione con preocupación a Merlín.

Ambos se encontraban dentro de las cámaras de la princesa, esperando a oír algo que les indicara que Salazar Slytherin estaba del otro lado.

—Creo que sí—dijo con sinceridad—. Parecía muy interesado en preguntarte lo que sea que tenga en mente.

— ¿Y eso no te preocupa? ¡Puede ser cualquier cosa!

—Lo sé, Hermione, pero confía en mí, por favor.

Hermione sintió deseos de protestar pero sabía que realmente confiaba en él así que prefirió simplemente asentir con la cabeza. Fue en ese momento cuando ambos se sobresaltaron cuando la puerta se abrió repentinamente y se quedaron observando la entrada aparentemente vacía.

—Simplemente cierra la puerta y quítate el hechizo de invisibilidad—le pidió Hermione cuando finalmente comprendió.

La puerta se cerró firmemente y tras unos segundos, la figura del famoso hechicero apareció delante de ellos.

— ¿Conoce todos los trucos, mi lady? —preguntó él mirándola con sospecha.

—La mayoría—respondió ella con un tono altanero que lo divirtió— ¿Ahora puedo hacer mi pregunta?

— ¿Alice está bien? —preguntó Merlín— ¿Dónde la llevaste?

—La dejé a las afueras de Camelot. Lo mejor para ella es estar lejos del reino por unos cuantos años—le comentó con prisa—. Mi pregunta es la siguiente…

—Espera.

— ¿Qué sucede ahora, Merlín? —gruñó Slytherin, pronunciando su nombre de un modo muy similar al que lo hacía Arturo cuando se encontraba exasperado.

—Tenemos un pequeño favor más que pedirte.

—Eso modifica mi precio.

—Puedes hacerme dos preguntas—replicó Hermione.

El hombre negó con la cabeza.

—Quiero hacerle una a él—señaló al mago.

—De acuerdo—respondió Merlín de inmediato, haciendo que Hermione se preguntase qué demonios tenía en mente—. Lo que queremos es que conectes una nueva chimenea a la red flu.

El hombre los miró con aburrimiento.

— ¿Eso? Realmente esperaba algo un poco más emocionante pero, de acuerdo. ¿Dónde está? —preguntó.

Fue así que terminaron en las nuevas cámaras que Hermione estaba modificando y Salazar no dudó en sacar su varita mágica y comenzar a hacer complejos movimientos con ella, pronunciando hechizo tras hechizo en voz baja. Era algo realmente digo de admirar, como pudieron comprobarlo Hermione y Merlín, porque aunque el hombre podría llegar a ser exasperante y maleducado, poseía una habilidad envidiable, una capacidad mágica que nadie querría poner a prueba.

—Listo—dijo cuando finalizó y se volvió hacia Hermione, hablándole velozmente para que Merlín no se atreviera a interrumpirlo y, en el caso que lo hiciera, tenía su varita lista para lanzarle un hechizo que pegara su lengua a su paladar— ¿Cuál es el secreto que le contaste a Godric y que lo tiene tan angustiado?

Hermione miró desesperada a Merlín.

— ¿Por qué crees que le conté algo? —preguntó con el corazón acelerado.

—Por favor, mi lady—se acercó como un felino rodeando a una presa—. Soy lo suficientemente inteligente como para unir todas las pistas que había delante de mí. Él sabe algo de ti que no quieres que nadie más se entere… —miró con los ojos entrecerrados a Merlín—. Tú lo sabes, obviamente. Ella parece apreciarte lo suficiente como para confiarte cualquier cosa—volvió a posar sus ojos en la princesa— ¿Cuál es ese pequeño secretito tuyo que guardas tan recelosamente?

Hermione abrió la boca, sin realmente saber qué decir.

—No digas nada—la interrumpió Merlín antes de volverse a Salazar—. Aceptamos que hagas tu pregunta, nunca que responderíamos.

Salazar contempló al sirviente con suma incredulidad. Hermione casi podía imaginar la explosión de rabia que saldría de él ante aquello pero, por el contrario, muy lentamente vio cómo las comisuras de sus labios se iban estirando ligeramente hasta formar una sonrisa divertida que se volvió rápidamente en una carcajada.

— ¡Eso fue increíblemente astuto! —lo felicitó entonces.

¿Qué rayos acababa de suceder?, se preguntó Hermione. Ella estaba segura que jamás entendería cómo funcionaba la mente de Salazar Slytherin. Sin embargo, recordaba que en el futuro se decía que Slytherin y Merlín habían sido amigos.

Vaya suerte la suya. Parecía que tendría muchos años por delante para soportar a Slytherin a su alrededor.

—Creo que me marcharé—dijo.

— ¿No sientes curiosidad por saber qué le preguntaré a tu querido Merlín? —inquirió el hechicero.

—No—mintió, sabiendo que mañana a primera hora le preguntaría a Merlín sobre eso—. Gracias por tu ayuda, Slytherin.

Una vez que estuvieron los dos hombres solos, la expresión del fundador se volvió pícara nuevamente.

—Ahora voy a hacer mi siguiente pregunta y realmente espero que me respondas con sinceridad a pesar de que sé perfectamente que no tienes la obligación de hacerlo—le dijo— ¿Ya has aprendido a complacer a la fierecilla que es la princesa de Camelot?

— ¡No te voy a responder eso! —exclamó Merlín, repentinamente rojo como un tomate maduro.

— ¡Eso quiere decir que no! —exclamó asertivamente, para horror de Merlín—. Si no te has dado cuenta, las personas dejan entrever muchas cosas con sus respuestas, aunque crean que no lo hacen. Por ejemplo, tu querida princesita nunca negó tener un secreto, sólo me preguntó por qué yo creía que le había dicho cualquier cosa a Godric… y tú, ahora, ruborizado, avergonzado, luciendo como un pequeño animalito acorralado… Ni siquiera has dormido con ella ¿verdad?

Esta vez, Merlín apretó los labios y se negó a decir algo.

—Los silencios también son una respuesta, querido amigo—aseguró Salazar—y el tuyo me dice que no.

—Realmente nada de esto es de tu incumbencia—replicó el mago con molestia.

—Con Godric fuera del castillo realmente no tengo a nadie más a quien molestar—se excusó—. Y Circe sabe que Helga es en realidad mi molestia personal y no me atrevería a poner un dedo en Rowena. Así que eres lo mejor que tengo ahora, Merlín. Pero no debes asustarte, no, yo solo voy a instruirte. Créeme, me lo agradecerás en el futuro.

Merlín bajó las escaleras de su recuperado cuarto y entró a las cámaras que compartía con el galeno. El anciano se encontraba pensativo, mirando la mesa que antes ocupaba Hermione.

—Ella realmente no lo hizo para castigarte, Gaius—le dijo—. Realmente se siente cómoda en su propio espacio.

El galeno asintió lentamente.

—Lo sé, me lo dijo cuando le sugerí que volviera. Simplemente estaba acostumbrado a tenerla alrededor—murmuró.

—Tampoco creo que deje de venir, tienes algo que ella no y es algo que no se sentirá capaz de resistir—le aseguró.

— ¿Qué?

—Libros de magia—señaló las estanterías— y libros, en general.

El galeno sonrió, sabiendo que era cierto. Aun así, estaba profundamente arrepentido de sus palabras.