Ninguno de los personajes de la serie de Tv. Merlín me pertenecen al igual que tampoco los de la saga de Harry Potter.
LA LLEGADA DE ARTURO
—Parece que la espera terminó—dijo Morgause, caminando rápidamente hacia la ventana, sintiendo la presencia de Mogana detrás de ella—Allí van.
Desde su posición vieron a Gwen correr, siendo seguida por dos cuerpos. Uno era León y el otro, podían asumir, se trataba de Harry. Morgana no se sentía feliz de que el hombre de lentes también estuviera huyendo, pero la consolaba saber que pronto tendrían nuevamente a todos bajo sus garras.
Oyó a su hermana murmurar un hechizo que ella no conocía y casi de inmediato pudo observar cómo se formaba una estela brillosa detrás de los pasos de la traidora de su doncella.
—La poción hace su efecto—dijo Morgause.
Sonrió sin poder ni querer evitarlo. Sentiría un gran placer matando a Gwen ella misma cuando tuviera la oportunidad.
…
— ¡Estaba tan preocupada por ti!
Lo primero que sintió Merlín al poner un pie dentro de la cueva fue el cuerpo cálido de Hermione chocando contra el de él. Por unos segundos se desestabilizó, pero tras pararse firmemente, se aferró a la cintura de la joven, feliz también de poder volver a verla y de comprobar que ella no estaba enfada con él.
Sin embargo, en cuando se separaron, Hermione cambió su expresión de alivio por una furiosa y volvió a acercarse para golpearlo con una fuerza que nadie esperaba que tuviera una mujer de su tamaño.
— ¡Auch! —se quejó, frotándose el pecho, pero ella volvió a golpearlo— ¡Hermione!
— ¡Eres…—golpe—un…—golpe—tonto!
Merlín se retrocedió, asustado por el modo en que ella lo contemplaba.
— ¡Tengo una razón!
— ¡Y más vale que esa razón sea lo suficientemente buena, Merlín porque sino…!
La amenaza quedó cortada por una risa divertida que provino de Gwaine pero cuando Hermione giró el rostro para lanzarle una fría mirada, el hombre se silenció de inmediato e incluso giró sobre sus pasos para alejarse de allí, temiendo ser el receptor de esa furia precariamente controlada.
— ¡Lo juro! —exclamó el mago, tomándola de los brazos cuidadosamente, rogando que no volviera a golpearlo—. Escucha…
Y procedió a contarle lo que había sucedido después de que el frasco se rompiera. Hermione oyó atentamente y cuando él le mostró finalmente la espada, su rostro se suavizó un poco. Sólo un poco porque su ceño seguía fruncido.
—Sigues siendo un tonto, Merlín—lo reprendió—. Se supone que mi responsabilidad es protegerte, pero no puedo hacer tal cosa si te escabulles a la mitad de la noche.
—Lo sé, pero te juro que fue perfectamente seguro.
—Volar sobre el lomo de un dragón sobre millas de territorio enemigo no me suena como un paseo, Merlín—siguió enojada—, pero al menos estás bien ahora.
El mago sonrió.
— ¿Eso quiere decir que no habrá más golpes?
—Sólo los habrá cuando los merezcas.
Por el rostro de Hermione, Merlín supo que ella no bromeaba. Desde que la había conocido había descubierto que tenía una veta violenta en su ser y, aunque a veces secretamente la disfrutaba, no le gustaba ser el receptor de la misma. Por eso, se prometió que de ahora en adelante intentaría incluirla en sus planes, sin importar lo precipitados que pudieran ser.
—No están en este rincón besándose, ¿verdad?
Ambos alzaron la mirada y se encontraron con Arturo acercándose a ellos. Hermione se sentó más cerca de Merlín para que su hermano no viera la espada mientras negaba con la cabeza.
—Sólo hablábamos—le aseguró.
—Bien, porque no hay tiempo que perder.
—Te ves mejor—el mago comentó, notando que, efectivamente, Arturo parecía haber dejado el humor taciturno.
—Hay muchas cosas en las que no tienes esperanzas, Merlín—le aseguró—. A decir verdad, en la mayoría de las cosas. Pero muy de vez en cuando, estoy seguro que por accidente, dices algo útil.
— ¿De verdad? —preguntó Merlín con duda.
—Ayer, entre todas las estupideces, dijiste algo que, si no te conociera, me habrías engañado pensando que eras…
El príncipe pareció tener serias dificultades para continuar.
— ¿Qué? —cuestionó su sirviente.
—Sabio.
Hermione contuvo la risa porque Merlín no dejaba de mirar con incredulidad a Arturo y éste parecía estar pensando seriamente si el calificativo que usó no era más certero de lo que en un momento imaginó. Sin embargo, Merlín hizo una mueca.
—No lo creo—le aseguró.
—No—estuvo de acuerdo el príncipe.
Hermione rió suavemente, imaginando la sorpresa que se llevaría su hermano cuando se diera cuenta que Merlín podía ser realmente sabio cuando se lo proponía.
—Ey…
Los tres voltearon de repente y vieron a Gwaine haciéndoles un gesto para que guardaran silencio antes de indicarles que lo siguieran. Así lo hicieron, atreviéndose a salir al exterior de la cueva pero permaneciendo aún semiocultos detrás de las enormes rocas que bordeaban la entrada. Se pegaron a ellas, con las pocas espadas que tenían disponibles. Cuando estuvieron seguros de sentir pasos que se aproximaban, Arturo saltó y tomó por detrás a quien quiera que fuera el que se atreviese a acercarse tanto.
— ¡Gweneviere! —exclamó al reconocer a la joven doncella.
Los ojos de la chica se llenaron de alivio al verlo con vida y no tardó en tirarse a sus brazos para poder rodearle los hombros y pegarlo a su cuerpo. Cuando la soltó, sus miradas se conectaron por unos segundos antes de que el príncipe viera al otro recién llegado.
— ¡Sir León!
Estrecharon sus manos firmemente.
—Trajimos a alguien más—les anunció el hombre, mirando directamente a Hermione.
León se apartó y dejó ver a Harry. Hermione se emocionó profundamente y corrió a abrazar a su amigo pero éste no le devolvió el gesto. Por el contrario, permaneció completamente rígido, mirando el suelo rocoso, como si no pudiera soportar mirarla a los ojos.
— ¿Qué sucedió? —preguntó Hermione, repentinamente preocupada.
Pero en ese mismo momento Elyan apareció corriendo con prisa, dando gritos de alama.
— ¡Están sobre nosotros! ¡Nos encontraron!
Arturo rápidamente se puso a cargo.
—Busca a Gaius y a Athena—le ordenó a Merlín—Tenemos que salir de aquí ¡Corran!
Hermione dudó entre seguir a Merlín o ir con Harry, quien en vez de correr como había ordenado su hermano, parecía caminar demasiado lentamente, como si no tuviera la fuerza necesaria para moverse más. Pensando que el mago podría estar bien por unos minutos más, tomó del brazo de Harry y lo incentivó a avanzar hasta que, a los pocos minutos, aparecieron Athenas y Gaius.
— ¡Merlín me dijo que estabas aquí! —exclamó la chica al ver al joven de lentes.
Ella también se inclinó a abrazar a Harry y, al menos, en esta ocasión, el chico sí le devolvió el gesto, aunque también con pocas energías. La joven se apartó lentamente y lo miró con confusión, pero cualquier pregunta que iba a hacer murió en su garganta cuando se oyó un nuevo grito de parte de Arturo, incentivándolos a seguir avanzando.
— ¡Vayan! Yo voy con Merlín.
Athena asintió y tomó el lugar de Hermione para arrastrar a Harry, siendo seguida por el galeno. La princesa, por su parte, volvió sobre sus pasos para poder encontrarse con el mago. Y lo hizo. Lo encontró justo en el momento en que se batía a duelo ferozmente con uno de los hombres de Morgana, usando la espada forjada con el aliento del Gran Dragón que había traído de su improvisado viaje al lago.
Dio un paso hacia él, pero se detuvo de inmediato, comprendiendo que era mejor no intervenir a menos que notara que estaba perdiendo porque cualquier tipo de distracción podía costarle demasiado caro. Sabía que él no era muy bueno aún en la lucha de ese tipo, pero las clases que había tomado con Sir León realmente lo beneficiaron y en esos momentos se notaba. Bloqueaba los golpes con firmeza e intentaba avanzar sobre su contrincante. No obstante, cuando finalmente el filo de la espada toco al guerrero, éste pareció explotar como si se tratara de papel quemándose y no un cuerpo vivo.
La espada funcionaba.
Eso renovó sus esperanzas.
Hermione corrió hacia él y juntos comenzaron nuevamente a seguir el camino por el que se habían ido los demás: las laberínticas rocas que rodeaban la cueva. Pero cuando estaba a punto de salir de allí, oyeron que los caballeros comenzaban a acercársele velozmente.
— ¡Cuidado!
Una pila de grandes rocas cayó cerca de ellos, justo encima de los hombres inmortales que los perseguían. Eso no los mataría, sin duda alguna, pero sí los detendría lo suficiente como para darles un importante ventaja.
— ¿Quién es? —preguntó Gwen.
—No lo sé, pero ya me agrada—aseguró Gwaine.
Oyeron pasos por encima de sus cabezas y al alzar la vista vieron que en la superficie rocosa que los rodeaba se alzaba la figura de un hombre que no tardaron en reconocer.
— ¡Lancelot! —exclamó Gwen con alegría.
Al lado de éste apareció otro hombre que no reconocieron pero que, si venía a brindar ayuda, era más que bienvenido.
— ¡Debemos darnos prisa! —les dijo Lancelot, haciendo una seña para que lo siguieran.
Así lo hicieron, corriendo con prisa para no perder ni un solo valioso segundo y solo cuando se encontraron a una distancia lo suficientemente prudente—con Hermione y Merlín realizando hechizos para borrar sus huellas y evitar ser descubiertos—, se atrevieron a detenerse a tomar aire.
—Parece que esa roca no cayó por accidente—dijo Arturo.
—Él es Percival—Lancelot presentó a su compañero—. Fue su fuerza la que la tiró.
—Su alteza.
A esas alturas, el príncipe no estaba dispuesto a aceptar tales formalismos, especialmente viniendo de alguien que acababa de salvarle la vida a él y al resto de sus acompañantes.
—Sólo Arturo—le estrechó la mano amistosamente.
Percival, sorprendido, sonrió.
—Arturo, entonces será.
— ¿Qué están haciendo aquí?
— ¡Fui yo! —Merlín se adelantó para explicarse cuando oyó que el príncipe hacía aquella pregunta—. Yo los llamé.
Arturo asintió, agradeciendo internamente a Merlín por aquello.
—Les debemos nuestras vidas—les dijo a los dos recién llegados—. Gracias.
Hermione también se acercó a ellos y al verla, Arturo no tardó en presentarla.
—Mi hermana, Hermione.
Estaba profundamente orgullosa de que hubiera dejado el "Lady" de lado. Sonrió ampliamente y se apresuró a estrechar la mano de Percival, otro de los caballeros que estaría al lado del rey Arturo.
—Realmente te agradecemos tu ayuda. No pudieron venir en mejor momento—miró a su alrededor—. Pero me temo que tendremos que ponernos al día en otro momento. Los hemos perdido, pero sólo por unos instantes. Tenemos que encontrar un nuevo refugio.
—Creo que yo sé dónde podremos ocultarnos—indicó Arturo.
El príncipe los escoltó lejos de las cuevas, a través del bosque. Esquivaron los árboles, las rocas, las ramas caídas. El camino no fue fácil pero pronto lograron divisar a lo lejos un castillo en ruinas. Hermione sonrió al reconocer el sitio a pesar de que era la primera vez que lo veía en su vida. Los libros de las historias de la fundación de Camelot parecían haberlo descripto a la perfección.
La entrada no fue fácil pero finalmente lograron encontrar el modo de ingresar. La oscuridad del interior los obligó a encender unas cuantas antorchas.
— ¿Estaremos a salvo aquí? —preguntó Elyan, contemplando a su alrededor con curiosidad.
—Este castillo perteneció a los Reyes Antiguos—le informó Arturo.
—Antes de que Camelot existiera, este fue el epicentro del antiguo reino que se irguió en estas tierras. Se dice que los reyes que caminaron por estos pasillos fueron tan poderosos que la energía de sus almas aún puede sentirse—les informó Hermione mientras contemplaba lo que la rodeaba con una profunda curiosidad—. Servirá por un tiempo.
—Aterrador—murmuró Gwaine.
—No puede ser peor que la cueva—aventuró el hermano de Gwen.
—Son sólo historias—le aseguró Arturo—. Registren el lugar y vean lo que encuentran.
Lancelot, Elyan, Gwaine y Percival fueron los que más se aventuraron en las entrañas del castillo. Gwen comenzó a encender el resto de las antorchas y a sacarle el polvo a los viejos candelabros donde descubrió algunas velas a medio consumir que también encendió para iluminar la habitación.
Merlín, por su parte, tras ayudar a Gaius a sentarse en una vieja y polvorienta silla, fue a buscar algo de leña para encender una improvisada fogata para mantenerlos calientes durante la noche.
Hermione pensó que todos ellos podían arreglárselas por su cuenta por unos momentos por lo que ella aprovechó para acercarse a Harry y a Athena. Durante la caminata había notado que la joven intentaba hablar con el chico, pero él apenas parecía haberle respondido un par de palabras antes de ignorarla como al resto de las personas.
—Harry…
El chico se tensó al escuchar su nombre y Hermione comenzó a preocuparse cada vez más.
—Hermione—Athena se adelantó, colocándose entre ella y su amigo, como si intentara impedir que le hiciera algún tipo de daño—. Ha sucedido algo.
Fueron tres palabras simplemente pero no auguraban nada bueno. Su mente, ágil como siempre, comenzó a pensar rápidamente en todas las cosas que podrían haber sucedido en el castillo durante su ausencia más allá de lo obvio: Morgana siendo coronada.
— ¿Qué sucedió? —preguntó con un tono que sonó débil ante sus propios oídos mientras intentaba crear una firme capa que encerrara su corazón con fuerza, preparándola para lo peor.
—Ingrid.
Hermione no fue consciente de la expresión que puso, pero asumió que debió de haber sido bastante grave por el modo en que Athena se acercó con prisa a ella y la tomó de los brazos.
— ¡Arturo!
También fue a penas consciente de que la chica había llamado con un tono desesperado a su hermano y que éste había estado allí de inmediato, sosteniéndola también desde atrás, como si temiera que pudiera perder el control de su cuerpo y estrellarse contra el suelo.
— ¡Hermione! Hermione… ¿qué pasó? —exigió saber Arturo.
Y quizás era verdad que pudiera suceder eso porque en esos instantes se sentía demasiado fuera de sí misma como para poder pensar en algo tan mundano como el estar de pie. Especialmente cuando sentía que un peso terrible oprimía sobre su cabeza y hombros que la aplastaba hacia el piso de piedra.
—Ingrid—volvió a repetir Athena con pesar.
Era terrible como el sólo decir su nombre era suficiente como para hacerles comprender a todos el destino de la doncella. Hermione comenzó a sentir que le faltaba el aire e intentó tomar una bocanada, pero en cuanto sus labios se separaron todo lo que salió de ella fue un sollozo angustioso que rompió el corazón de todos los presentes.
"Todo estará bien, Hermione"
Esas habían sido las últimas palabras que había escuchado de la boca de Ingrid, en un intento de tranquilizarla antes de salir en busca de la Copa de la Vida. El recuerdo de aquel día parecía tan lejano, como si hubiese sucedido hace años y no unos cuantos días.
La había llamado Hermione, dejando el título de lado, como pocas veces lo hacía… y como nunca más lo haría. Recordaba haberle insistido para que se marchase si la situación se volvía demasiado complicada pero ella se había negado a abandonar el Camelot porque también se había transformado en su hogar.
¡Y ahora eso le había quitado la vida!
Le hubiera gustado poder insistir más, convencerla de que se marchara sin importar nada. Desafortunadamente, uno nunca puede advertir cuándo va a ser la última vez que verá a una persona. Ahora sólo quedaba un vacío que estaba segura que ninguna otra persona podría llenar.
— ¡Hermione!
Merlín apareció en la entrada y al verla entre los brazos de Arturo, llorando, como si estuviera rota por dentro, corrió hacia ella, soltando la leña que había traído en sus brazos, para sostener su rostro plagado en lágrimas. Ella se desprendió de su hermano y corrió a él, buscándolo, como si lo necesitara desesperadamente para conseguir algo de equilibrio, para mitigar el profundo dolor que la pérdida le causaba.
— ¿Qué pasó con Ingrid? —preguntó Arturo en voz baja a Harry y Athena, viendo como su hermana parecía estar segura entre los brazos de Merlín.
—Fue mi culpa—musitó Harry, mirando el suelo.
— ¡No lo fue! —protestó Athena con prontitud.
— ¡No estuviste allí! —Harry exclamó en voz baja, como si supiera que sus palabras lastimarían a Hermione pero aun así intentaba ponerlo de modo que no la destrozara completamente—Fue mi culpa ¡Ingrid murió por mi culpa! Intentó advertirme, me dijo que me quedara callado, pero no le hice caso. Sabía que Morgana intentaba provocarme para que dijera cualquier cosa y yo quería provocarla también y seguí hablando… ¡Pensaba que iba a enfadarse conmigo, no con ella! —exclamó finalmente, soltando finalmente las lágrimas de angustia.
— ¿Morgana? —preguntó Arturo.
Harry asintió con un rápido movimiento de su cabeza.
— ¡Oh, Harry!
En un momento Hermione había girado para contemplar a su amigo y al escuchar esa explicación comprendió de inmediato su reacción. Soltó a Merlín y fue hacia él para abrazarlo. Esta vez, él sí respondió al gesto y la sostuvo con fuerza contra su pecho, rogándole que lo perdonara.
Pero Hermione sabía mejor que nadie más que su querido amigo había cargado con la culpa de la muerte de todos en la guerra, culpándose por cada una de ellas cuando no había sido nada más que otro peón en el juego de Voldemort. Y ahora era igual.
Dolía. La muerte de Ingrid dolía profundamente.
La joven mujer había sido su cómplice, su doncella, su amiga a pesar de que se negara a dejar la formalidad del título; había sido la que la despertaba por las mañanas, la que la ayudaba a entrar en los complicados vestidos, la que le daba palabras de advertencias, consejos y palabras de alientos.
—No fue tu culpa—le aseguró, aun llorando, pero mirándolo a los ojos para que comprendiera que hablaba completamente en serio—. No te culpo por ello.
—Pero yo…
—Fue Morgana—le dijo ella, sintiendo que la rabia profunda comenzaba a nacer en el centro de su pecho—. Y va a pagar por lo que le hizo.
Cualquier sentimiento de esperanza con respecto a la rehabilitación de Morgana había desaparecido de la mente de Hermione. Ahora mismo no podía sentir más que desprecio, casi odio, por la joven mujer.
Merlín hizo un gesto al resto para que se apartara, permitiéndole tener un momento de privacidad a los dos amigos. Arturo pareció renuente a hacerlo, pero Athena lo tomó del brazo suavemente y lo empujó más allá, murmurándole algo que nadie más pudo oír pero que hizo que el príncipe asintiera y cambiara de opinión.
Poco a poco, todos ellos volvieron a alguna labor, dejando a los dos amigos reconciliar sus sentimientos. Unos minutos después tenían una fogata encendida, agua fresca sacada de un pozo que se encontraba en el patio interno del castillo y armas algo sucias que seguramente habían sido dejadas por algunos bandidos.
Arturo comenzó a mirar la habitación en la que se encontraban, prestando atención a las esculturas que creía que representaban a los antiguos reyes. Eran imponentes, más altas que él e incluso que Percival, que lo sobrepasaba por unos cuantos pies de altura. Lo que realmente llamó la atención de ellas fue la expresión que plasmaban sus rostros de piedra: estaban serios, pero a pesar de eso parecían contemplarlo con amabilidad, incluso con bondad. Repentinamente, Arturo tuvo la idea de que parecían darles la bienvenida en el castillo, como si aceptaran que su tiempo había pasado y que ahora era el de ellos, quienes debían de luchar por un nuevo futuro, por uno mejor.
Sin embargo, aquello era simplemente ridículo porque la historia que le habían enseñado en Camelot, le contaba que esos antiguos reyes eran hombres crueles, sádicos, con poderes mágicos más allá de la comprensión de los mortales. Esa versión no coincidía con las expresiones de las estatuas que observaba.
Más allá de eso, muy dentro suyo sabía que en cierto modo luchaban por un futuro diferente, uno mejor, como había pensado momentos atrás.
Siguió caminando por la cámara hasta que se topó con una mesa cubierta con una amplia tela amarillenta y cubierta de polvo. Sorprendido que, de todas las cosas allí, fuera precisamente una mesa la quisieran proteger del paso del tiempo, estiró la mano para quitar la cubierta. Ante sus ojos quedó el mueve a la vista la mesa redonda con gravados en una lengua antigua que no supo interpreta.
—Aquí—llamó a los demás—. Vengan y únanse a mí.
Todos los hombres se acercaron y ante la seña del príncipe tomaron asiento alrededor de la mesa redonda. Hermione también se puso de pie y llevó consigo a Harry y a Athena también. Dentro del pecho de la joven el dolor por la pérdida de Ingrid se mesclaba con la emoción de reconocer un elemento de la famosa leyenda artúrica.
Sólo Gwen se quedó atrás, algo avergonzada, pero Arturo le tendió la mano y cuando ella la tomó, la condujo suavemente hasta uno de los asientos vacíos, a su lado.
—Esta mesa perteneció a los Reyes antiguos de Camelot—dijo Arturo, contemplándolos a todos—. Una mesa redonda significa que nadie es más importante que otro. Creían en la igualdad para todos y parece apropiado que revivamos esta tradición ahora. Sin cada uno de ustedes, no estaríamos aquí—les aseguró—. Mi padre ha estado en prisión por demasiado tiempo. Mañana intentaré rescatarlo… ¿Hay alguien en esta mesa que me acompañará?
Nadie se sorprendió de ver que Hermione prácticamente saltaba de su asiento para ponerse de pie en el lugar y contemplar a Arturo con seriedad.
—Desde la primera vez que te vi, Arturo, supe que algo más allá de mi comprensión, nos unía. Y todos saben cuánto me molesta no comprender algo—vio que Harry y Merlín asentían ante sus palabras—. Ese primer año que pasé en Camelot fue uno de los momentos más confusos de mi vida. Tuve que perder todo lo que conocía para poder reconstruirme pero seguir siendo, en esencia, yo misma. Hoy, cuando miro atrás, puedo afirmar que no cambiaría nada porque fue eso lo que precisamente me condujo hasta aquí, dispuesta a ir contigo porque sé quién soy, porque lo acepto, porque aprendí a ser sincera conmigo misma: soy Hermione Granger y Hermione Pendragon. Soy hija de mis padres adoptivos e hija del rey de Camelot. Soy la persona que irá contigo a rescatar a Uther e intentar derrocar a Morgana.
Harry sintió repentinos deseos de ponerse de pie y aplaudir pero se contuvo.
Desde que había llegado a aquel tiempo, había sido testigo de muchas situaciones en las que Hermione demostró estar más que adaptada a aquella vida pero ese momento, ese mismo momento, superaba los anteriores con creces. Gracias a las palabras de ella había logrado comprender que su amiga seguía siendo la misma chica que había conocido en sus años de juventud, la chica de la cual se había enamorado, por la cual había llorado y hecho aquella tontería de arriesgar su vida y la de Athena. Pero también era una mujer fuerte, una princesa que estaba dispuesta a luchar al lado de su hermano para defender el reino al que pertenecía.
Harry también se puso de pie.
—Yo iré a dónde sea que vaya Hermione—dijo Harry a Arturo.
—Yo igual—Athena lo imitó—. Mi vida, tal como la conozco, no existiría sin ella.
No todos comprendieron esas palabras pero no preguntaron.
Lancelot fue el siguiente en ponerse de pie.
—Usted me enseñó los valores de ser un caballero—le dijo al príncipe—. El código por el cual un hombre debe vivir su vida. Pelear con honor por la justicia, la libertad y todo lo que es bueno. Y usted, mi lady—se dirigió a Hermione—, me hizo comprender que la bondad y la honradez son cualidades que nadie debe perder, incluso si se tiene un título encima. He visto cómo interactúan, como se complementan, he podido admirar los ideales que persiguen y eso me hace tener fe en el mundo que construirán.
Elyan no tardó en continuar, también parándose en su lugar.
—Aun cuando yo era un plebeyo, un don nadie… ustedes estuvieron dispuestos a dar la vida por mí—les dijo—. Ahora es tiempo de que les devuelva el favor.
—He peleado junto a usted muchas veces, mi lord—dijo León, imitando al resto y poniéndose de pie—y usted, mi lady, es una de las mujeres que más valoro en mi vida. No estaría dispuesto a morir por nadie más que ustedes.
—Creo que no tenemos oportunidad—comentó desde su asiento Gwaine—, pero no me lo perdería por nada más—añadió antes de ponerse de pie.
Percival lo siguió.
—Sus enemigos son mis enemigos—dijo solemnemente.
Gaius también se paró, a pesar de que sentía que sus piernas temblaban por todo el cansancio que invadía su cuerpo.
—Si necesitan a un hombre viejo, aquí estoy—les aseguró.
—Ya conoces mi respuesta—dijo Gwen, elevándose por encima de su asiento.
Arturo asintió y miró a todos profundamente conmovido por su lealtad, hasta que se dio cuenta que había una única persona que no se había puesto de pie ni dicho ninguna palabra.
— ¿Merlín? —preguntó.
—No, la verdad no quiero—respondió el mago, por el simple placer de molestar a Arturo.
El heredero al trono le lanzó una mirada desde su posición.
—No tienes opción, Merlín. Mucho menos si quieres formar parte oficialmente de mi familia.
Los ojos del mago se agrandaron ante la implicación de esas palabras.
— ¡Está bien! —dijo poniéndose de pie de inmediato.
A su lado, Hermione miraba a su hermano con incredulidad. Nunca hubiera esperado una declaración como aquella de su parte.
—-Quiero agradecerles a todo por serme leales en momentos de necesidad de Camelot—dijo él, tras captar la mirada que le lanzaba su hermana—. Haré algo que mi padre no aprobaría. Dos cosas, en realidad. Merlín, Hermione… vengan aquí.
La pareja intercambio una mirada de confusión y, los que no sabían lo que habían entre ellos, se mostraron muy sorprendidos de verlos ir hacia el príncipe con las manos entrelazadas.
—Hermione, tal como tú lo sentiste, yo también supe que había algo que nos unía desde el primer momento en que vi tu rostro. Era como si mi alma te reconociera como parte de la mía, como si una parte de mí se encontrara finalmente completa con tu llegada, como si hubiera sabido desde ese instante que eras mi hermana a pesar de que no era completamente consciente de ello en aquel entonces—le dijo Arturo a su hermana—. Te quise proteger y aún quiero hacerlo. Incluso de tus propias decisiones. Pero no puedo hacerlo y me encuentro en la terrible situación de tener que aceptar lo que tú quisiste para ti misma—miró a Merlín lanzando un suspiro—. Tienes mi aprobación para cortejarla, Merlín.
Hermione jadeó, sorprendida mientras se llevaba las manos al corazón, y contemplaba a su hermano como si le hubiera dado uno de los obsequios más valiosos del mundo. Ella no necesitaba su aprobación, en absoluto, pero que él se la hubiese dado libremente era algo tan grande que no podía describirlo con palabras simples.
—Pero esto no quiere decir que deben dejar de ser cuidadosos—les advirtió—. Saben demasiado bien que mi padre nunca lo aprobará.
Merlín y Hermione asintieron rápidamente antes de abrazarse, cada uno con una enorme sonrisa en su rostro que competía para ver cuál era la más grande.
— ¡Felicidades! —exclamó Gwaine de repente, haciendo reaccionar a Sir León, Elyan y Lancelot, quienes miraban a la pareja con incredulidad.
Todos en cierta forma habían tenido sus sospechas. Ellos siempre pasaban tiempo juntos y se lanzaban miradas como si tuvieran conversaciones silenciosas que nadie más podía entender. Además, Lancelot recordaba haberlos descubierto muy cerca el uno del otro en una ocasión. Así que, superando cualquier sorpresa, se acercaron a felicitar a la pareja, pensando que quizás Merlín tenía más cualidades de las que dejaba entrever como para conseguir que la princesa del reino se fijara en él.
—Ahora, quiero pedirles a Elyan, Lancelot, Percival, Gwaine y Harry, que se adelanten y arrodillen delante de mí.
El chico de lente se sorprendió al ser llamado con el resto. Su corazón se aceleró y por unos segundos se quedó allí, estático, hasta que Athena lo empujó suavemente para que se moviera.
Arturo tomó una espada y caminó delante de la hilera que formaron los cinco hombres arrodillados.
Primero fue hacia Lancelot y colocó la espada, primero en un hombro y luego en el otro.
—Levántate, Sir Lancelot—le ordenó—, caballero de Camelot.
Repitió el mismo movimiento con Gwaine.
—Levántate, Sir Gwaine, caballero de Camelot.
Hermione lo vio sonreír mientras se levantaba y supo que estaba orgulloso de sí mismo.
—Levántate, Sir Percival—le dijo al hombre que ese mismo día les había salvado la vida y que sin pensarlo siquiera estaba dispuesto a arriesgar su vida por ellos—, caballero de Camelot.
Fue hacia Elyan y de soslayo miró el gesto de orgullo que plasmaba el rostro de Gweneviere.
—Levántate, Sir Elyan, caballero de Camelot.
Por último, fue hacia Harry y lo miró fijamente. Lo había tenido como su sirviente, desafiante y orgulloso, sin temor a enfrentarse a él a pesar de que se trataba del príncipe. Su sentido de lealtad hacia Hermione eran admirable y León le había comentado que durante la última batalla el chico había estado más que dispuesto a enfrentarse al ejército aun sabiendo que eran inmortales.
Colocó la punta de la espada sobre el hombre y luego la cruzó por encima de la cabeza hacia el otro hombro.
—Levántate, Sir Harry, caballero de Camelot.
Cuando Harry se pudo de pie, Hermione pudo notar que él apenas parecía creer lo que estaba sucediendo.
—Mañana, cuando luchen—continuó diciendo Arturo—, podrán estar orgullosos sabiendo que son miembros del ejército más noble que se ha conocido.
El momento fue solemne para todos ellos. Cada uno estaba sumergido en sus pensamientos, rodeados de sentimientos que iban del orgullo a la más absoluta felicidad.
…
—Así que… ¿tienes el permiso de Arturo para cortejar a Hermione? —preguntó con una sonrisa algo burlona Lancelot—La última vez que hablamos me aseguraste que no sucedía nada entre ustedes.
Merlín sintió que sus mejillas se ruborizaban. En aquella ocasión, la relación con la princesa de Camelot sólo podía calificarse como amistosa, afectuosa en cualquier caso dado que los sentimientos románticos habían estado presentes; sin embargo, todavía ninguno había actuado sobre ellos.
—En aquel entonces no sucedía nada—le aseguró con un susurro.
Era tarde. Elyan y León habían tomado el turno de vigilancia y estaban postrados cerca de la entrada del castillo, listos para dar una alerta si advertían que cualquier extraño se acercaba. Mientras tanto, los demás descansaban.
Gwen, Athena y Hermione habían improvisado unas camas cerca del fuego usando paja seca y unas telas que olían a tierra. No era mucho pero definitivamente era una mejoría si se tomaba en cuenta que antes pasaban las noches en una fría cueva.
Los demás hombres descansaban en alguna parte de la habitación. Merlín y Lancelot se habían tenido no muy lejos de las mujeres.
—Realmente estoy feliz por ti—le aseguró—. No todos tienen la fortuna de conocer el amor y ser correspondidos.
Merlín supo de inmediato que estaba hablando sobre sus sentimientos por Gwen y por los que ésta tenía hacia Arturo. Sintió compasión por él pero no se atrevió a decir nada al respecto porque nada de lo que pudiera pronunciar lo haría sentir mejor. Así que prefirió cambiar de tema y enfocarse en lo que sí sabía que enorgullecía a su amigo.
—Eres caballero. Al fin.
Lancelot suspiró.
—Sí, pero, ¿por cuánto tiempo?
—Quién sabe—respondió sinceramente—. En estos momentos no hay garantía de absolutamente nada.
Lancelot pareció pensar que esas palabras eran demasiado lúgubres para alguien como Merlín porque giró hacia un costado y lo miró con el ceño fruncido.
— ¿Qué estás planeando? —le preguntó—. Y no pienses en mentirme. Te conozco demasiado—le advirtió.
Merlín lanzó una mirada alrededor para comprobar que todos permanecían dormidos antes de volverse nuevamente hacia su amigo.
—Es complicado—aseguró.
—Puedes decírmelo.
Merlín se tendió de costado y se inclinó hacia el hombre, bajando más la voz para que sólo él pudiera oírlo. Sin embargo, a pesar de sus intenciones, el silencio profundo del castillo hizo que su voz retumbara ligeramente en las paredes.
—Morgana tiene la copa de la vida—le informó—. Si puedo encontrarla y vaciarla entonces el ejército será destruido y Morgana quedará debilitada.
— ¿No olvidas algo? —le preguntó Lancelot con un tono reprensor—. Está custodiada por un ejército inmortal.
— ¿No olvidas algo? —le preguntó Merlín a su vez, copiando su tono—. Sé hacer magia.
—Sí, pero eso no te hace inmortal—indicó Lancelot.
—No, lo sé.
Lancelot pudo ver que el mago que tenía frente a él era completamente consciente del hecho de que había una gran posibilidad de que muriera en aquel intento, pero aun así estaba dispuesto a sacrificarse.
—Sabes, Merlín… Es a ti a quien Arturo debería de nombrar caballero—el mago lo miró divertido como si aquello fuera una loca e irrisoria ocurrencia—. Eres el más valiente de todos y él ni siquiera lo sabe.
—No lo puede saber—dijo repentinamente serio—. Aún no. Por eso necesito encontrar una forma de llegar a la copa sin que Arturo lo sepa.
—Déjamelo a mí—le pidió sin dudarlo pero entonces le lanzó una mirada curiosa—. Hermione… ella…
—Lo sabe—Merlín intervino antes de que él pudiera completar la oración—. A estas alturas, no hay secreto entre nosotros.
Lancelot realmente se alegró por su amigo pero muy dentro sí, casi en la boca de su estómago, sintió una pequeña punzada de celos. Le hubiera gustado también tener ese tipo de felicidad.
…
—Hay un túnel debajo de la muralla norte que nos lleva cerca de los calabozos—les informó Arturo—. Estará bien custodiado. Así que vamos a escabullirnos, debemos pasar desapercibidos. No podemos permitir que del el alerta con la campana.
—Debemos eliminar la campana, así los guerreros no podrán comunicarse—dijo Lancelot.
—Buena idea—concordó Arturo.
—Necesito alguien conmigo que conozca el castillo—pidió Lancelot.
—Yo iré—Merlín rápidamente intervino.
Arturo asintió de inmediato, sabiendo que era un de las mejores opciones. De los demás, sólo su hermana, Gwen y León conocían el castillo como si se tratara de la palma de su mano y no iba a dejar que las dos mujeres entrara en aquella violenta batalla. A Sir León, por su parte, lo necesitaba acompañándolo porque era un excelente guerrero.
Luego de repasar el plan, dejó que los caballeros terminaran de prepararse y él camino hacia la doncella. Gwen lo miró atenta, esperando ansiosamente sus instrucciones.
—Quédate aquí con Gaius—le ordenó y ella asintió de inmediato, sin cuestionarlo—. Quiero que recojas leña y hagas vendas. Habrá heridos. Le pediré a Hermione y a Athena que se quede contigo para ayudar.
—Está bien.
Ella comenzó a caminar, dispuesta a alejarse de él pero fue más rápido y la detuvo.
—Nos verán—le advirtió, sin atreverse a mirarlo a la cara.
—No me importa—le aseguró Arturo, consiguiendo que finalmente ella alzara la mirada—. Quiero que sepas que si no te vuelvo a ver…
— ¡Lo harás!—intervino con prisa Gwen—. Te volveré a ver—le aseguró y se atrevió a acercarse y tomar su rostro entre sus manos—. Te observé anoche. Nos diste esperanza, algo para creer. Vi al Rey en el que te convertirás. ¡Estoy tan orgullosa de ti, Arturo!
El príncipe no tuvo palabras y lo único que atinó a hacer fue inclinarse sobre ella y besarla en los labios.
En el otro lado de la habitación, Merlín y Hermione hablaban entre susurros pero lejos de estar haciéndose promesas o intercambiando palabras de amor, estaban discutiendo.
—No, Merlín, no discutiré esto contigo—le aseguró.
— ¡Lo hago por tu propio bien!
— ¡¿Mi bien?! Merlín, no puedes pedirme que me quede aquí y decirme que es por mi bien cuando obviamente lo haces para tranquilizar tu consciencia, porque no quieres que me suceda nada malo.
—Lo haces sonar como si yo fuera una mala persona por querer eso—la miró a los ojos—. Hermione, me importas y no me disculparé por querer verte a salvo.
— ¡Y yo no me disculparé por querer hacer lo que su supone que debo hacer! —le aseguró—. Es mi deber y responsabilidad protegerte. Iré contigo a esta batalla y te ayudaré a conseguir que derrames el contenido de la maldita copa.
Lo decía con determinación y Merlín supo que no había absolutamente nada más que pudiera hacer o decir para hacerla cambiar de opinión.
—Bien—gruñó.
Incluso las palabras de Arturo, quien se acercó a ella momentos después, cayeron en oídos sordos.
—Este es también mi reino, Arturo, y no pienso dejar que quede en manos Morgana. Ella no lo merece, no es digna. Tú, sí.
Fue de ese modo en que poco tiempo después se encontraron caminando por medio del bosque, andando hacia Camelot. Hermione intentó quedarse detrás del grupo en varias ocasiones para intentar lanzar algún hechizo de ocultamiento sobre ellos pero le resultó difícil hacerlo porque todos estaban al tanto de ella. Sólo fue hasta que Harry fue a su par cuando Sir León dejó de mirarla con tanta intensidad y ella pudo caminar más lentamente y quedar lo suficientemente lejos como para hacer magia sin llamar la atención de nadie.
Cuando finalmente llegar a Camelot, todos agradecidos de que ninguno de los caballeros de Morgana los hubiera visto, quitó el hechizo disimuladamente. Los ojos de León se posaron fugazmente en ella en ese instante pero ella se inclinó hacia Harry y simuló estar hablándole entre susurros. Cuando sintió que él apartaba la vista, ella volvió a mirarlo, pensando que no había notado ni visto absolutamente nada.
Arturo hizo que todos esperaran unos eternos segundos, ocultos entre los árboles, hasta que notó que los guardias que se posaban encima de la torre caminaban en dirección contraria. Les hizo una seña y todos caminaron rápidamente hacia el interior del túnel. Esa fue, en teoría, la parte sencilla.
Se dividieron en grupos y Hermione, Merlín y Lancelot no tardaron en encontrar su camino. Tuvieron que ocultarse un par de veces de los guardias, consiguiendo que sus corazones se aceleraran a causa del miedo. Hubiera sido fácil hacer magia y dejarlos inconscientes pero era simplemente imposible. No sólo porque no tenía idea alguna de cuánto tiempo duraría el hechizo o si funcionaría siquiera sino también porque Lancelot estaba con ellos.
Anduvieron por los pasillos, buscando la copa sin saber realmente a dónde ir hasta que tanto Merlín como Hermione pudieron sentir la poderosa magia proveniente de la copa. Se detuvieron en medio del pasillo y se miraron entre sí para confirmar silenciosamente que tenían los mismos pensamientos.
—Puedo sentir el poder de la Copa—dijo Merlín a Lancelot—. Por ahí—le señaló el pasillo por el que debían de ir.
Sin embargo, en cuanto comenzaron a avanzar con pasos seguros, apareció un guardia y sin dudarlo se acercó a atacarlos. Lancelot se adelantó para luchar pero Merlín intervino y en cuanto tocó la espada el cuerpo de aquel ser inmortal, una explosión de luz y energía lo hizo desaparecer de ese mundo.
Lancelot miró a Merlín anonadado.
— ¿Qué es eso? —quiso saber.
—Fue forjada con aliento de dragón—explicó Hermione de inmediato antes de incentivarlos a avanzar por el camino.
Lancelot tardó unos segundos en reaccionar y pero siguió a Hermione y a Merlín mientras se preguntaba si la princesa de Camelot era mucho más de lo que parecía ser. Pero no había tiempo para reflexiones por lo que siguió adelante para luego detenerse pocos metros después, cuando, nuevamente, a la vuelta del pasillo vieron una larga hilera de caballeros. No estarían allí, firmemente parados si no estuvieran custodiando algo increíblemente valioso como la Copa de la Vida.
— ¿Qué hacemos ahora? —cuestionó Lancelot, hablando en un susurro tan tenue que casi Merlín no lo oye.
Pero no había una respuesta más que la obvia: luchar. Luchar no sólo por derramar el líquido de la copa sino también por el sentimiento de pertenencia a ese reino que todos creían suyo. Así que salieron y pelearon con esos hombres inmortales. No sólo ellos sino también Arturo y los demás, quienes lograron liberar al resto de los caballeros de la celda. Con la ayuda de ellos, Arturo pudo encontrar el tiempo para ir a las celdas y buscar a su padre, encontrándolo sentado en el fondo de una, con la mirada perdida y la cabeza apoyada contra la roca fría.
— ¡Padre, rápido! Tenemos que irnos.
El hombre era una sombra de lo que fue antes. Parecía que su fuego interior, lo que le daba su personalidad fuerte, su capacidad de reinar, se había apagado. Movió la cabeza lentamente, falto de energía, y lo miró. Tardó unos segundos en reconocerlo pero cuando lo hizo su rostro se contorsionó en un gesto de angustia.
—Lo siento—susurró—. Nunca pensé que fuera ella.
—Padre, por favor, no es el momento.
Arturo lo puso de pie y cargó casi todo su peso sobre él antes de arrastrarlo fuera de la celda.
Mientras tanto, Lancelot y Hermione fueron por delante en aquel pasillo, derribando a los hombres contra el suelo y la pared, permitiéndole a Merlín dar el golpe final para acabar así con la vida de alguno de esos seres inmortales. Fue así cómo finalmente lograron ingresar al interior de la cámara velozmente, cerrando las puertas para dejar atrás a aquellos que aún vivían, mientras luchaban por recuperar el aliento. Habían pasado demasiados días sin comer adecuadamente y sin poder conciliar el sueño como correspondía como para que aquella lucha no hubiera agotado sus energías.
Pero tras oír espadas nuevamente, voltearon el rostro hacia el interior y comprobaron que, en efecto, allí se encontraba la copa sobre un pilar y que a su alrededor nuevos caballeros estaban preparados para luchar. Esperar no era una opción por lo que nuevamente siguieron con la misma táctica.
Hermione y Lancelot fueron por delante, luchando ardorosamente para derribarlos. Algunos eran mejores peleando que otros pero siempre caían. Merlín no tuvo tiempo para desconcentrarse. Estaba preocupado por Hermione pero no le quedaban demasiadas opciones más que confiar en sus capacidades. De otro modo, él no podría usar la espada correctamente y fracasarían. Por estar tan concentrado en ello no vio cuando la golpeaban en el rostro pero por fortuna Lancelot rápidamente corrió a ayudarla y entre ambos inmovilizaron al caballero antes de que Merlín llegara a dar el golpe final.
Pero luego otro caballero vino desde atrás y atacó a Lancelot, hiriéndolo en su espalda. Hermione reaccionó de inmediato, al igual que Merlín y ambos al mismo tiempo lo golpearon, consiguiendo que estallara en una explosión de energía como el resto de sus compañeros.
Justo en ese momento, las campanadas sonaron, dando el aviso de alerta a todo el castillo. Merlín y Hermione intercambiaron una mirada de preocupación, sabiendo que posiblemente Arturo estaría maldiciéndolos en ese momento por haber fallado en su misión. Sin embargo, lo que realmente debían de hacer era más importante, incluso si el príncipe lo desconocía.
— ¡Ve! —le dijo Hermione con prisa mientras ella corría hacia Lancelot, quien había caído gimiendo de dolor contra la pared.
Sin embargo, en cuanto comenzó a correr hacia la copa para derribarla, las puertas se abrieron dejando entrar a Morguase, quien al ver a Merlín y comprender sus intenciones, lanzó un hechizo que elevó el cuerpo del mago en el aire y lo lanzó hacia atrás, lejos de su objetivo.
Morgause sonrió al verlo en el suelo, jadeando en busca de aire, luchando por levantarse. Caminó hacia él, pensando que había triunfado y que finalmente se deshacería de aquella molestia. Hermione, desde su posición, observó atenta a lo que hacía, notando que la mujer todavía no había notado su presencia.
—-Tengo el presentimiento de que no volveré a verte—le dijo, lista para acabar con él con algún maleficio.
—No, no lo harás—le respondió Hermione antes de ponerse de pie y lanzarle un maleficio de rechazo hacia ella, haciéndola volar hacia atrás y golpearse con un pilar la cabeza.
Morgause, aturdida por el golpe y la magia inesperada, intentó ponerse de pie pero Hermione la atacó nuevamente, lanzando un nuevo Flipendo en su dirección que la dejó completamente inconsciente. Ella no había pronunciado ninguna palabra y la magia había salido naturalmente de su cuerpo sin ningún esfuerzo, impulsada por el deseo ferviente de proteger a Merlín.
— ¡La copa! —le gritó a Merlín y éste alcanzó a ponerse de pie nuevamente y tomar la espada.
Hermione y Lancelot vieron el momento en que tomó la empuñadura de la espada con ambas manos, tomó impulso y luego lanzó un golpe hacia aquel objeto, como si fuera otro enemigo. La sangre de todos aquellos hombres se derramó contra los muros del castillo y de forma inmediata los efectos se hicieron presentes aunque ellos no pudieron verlo.
Sin embargo, en otro rincón del castillo, Arturo y los demás caballeros se sorprendieron cuando, repentinamente sus espadas chocaron contra la nada porque sus enemigos se disolvieron en el aire en una explosión con forma de energía luminosa.
Hermione pudo sentir el cambio. Era como si la energía pesada que había invadido el castillo se fuera elevando poco a poco hasta el techo y se colara a través de éste para desaparecer. Era como volver a respirar. Merlín también pareció sentirlo porque lanzó un suspiro lleno de alivio antes de caminar hacia ella y envolverla en sus brazos.
En ese momento, el instante de paz se vio interrumpido por pasos presurosos que entraron corriendo. Morgana gritó al ver a su hermana en el suelo y corrió hacia ella.
— ¡Hermana! —la llamó con lágrimas en los ojos— ¡Hermana!
Tocó su rostro pálido y frío, posó sus manos sobre su pecho, sintiendo su respiración débil y su corazón latiendo con lentitud.
—Se acabó, Morgana—Merlín dijo con firmeza, con Hermione aún en sus brazos.
Morgana alzó la mirada hacia ellos y pudieron ver como sus ojos lagrimosos se llenaban de rabia, de odio, de un desprecio tan profundo que los hizo estremecer.
—No, te equivocas—le aseguró con furia— ¡Esto recién comienza!
Morgause gimió entre sus brazos y ella volvió a mirarla. La intentó llamar, reanimar con los hechizos y conjuros que conocía pero su magia aún era débil e inestable por falta de entrenamiento por lo que no consiguió nada. La desesperación comenzó a invadir su pecho y la posibilidad de perder para siempre a su hermana le heló el corazón. Sus ojos llamearon en un tono dorado y cuando un grito salió de sus labios, impulsado desde el fondo de su pecho, todo comenzó a temblar. Las ventanas estallaron, el suelo bajo sus pies se estremeció, los muros comenzaron a derrumbarse y el aire se volvió pesado.
Merlín empujó a Hermione hacia la salida, pero antes ambos ayudaron a Lancelot a ponerse de pie y salir de allí. No había nada que pudieran hacer para detener la magia inestable y explosiva de Morgana.
