Ninguno de los personajes de la serie de Tv. Merlín me pertenecen al igual que tampoco los de la saga de Harry Potter.
DESPEDIDAS (I)
Hermione comenzó a acarrear agua hacia el salón principal del castillo que en ese momento estaba siendo utilizado como enfermería. Los heridos no eran tanto como en otras batallas que sucedieron en el castillo pero seguían siendo una importante cantidad de hombres y mujeres. Y esto no fue porque los caballeros de Morgana fueran compasivos sino porque, de hecho, no lo fueron, y los castigos que impusieron a los ciudadanos fueron tan graves que terminaron muriendo casi de inmediato.
Todos, incluidos los nobles del reino, tuvieron algún trabajo que hacer para restaurar el castillo. Las mujeres buscaron vendas y agua, prepararon alimentos, curaron heridas e incluso ayudaron a reconstruir algunas casas. Los hombres recolectaron leña, construyeron nuevos muros, techaron hogares que habían sido destruidos y se encargaron de plantar nuevamente los campos que habían sido quemados en venganza por no prometer fidelidad a Morgana. Había tantas cosas que hacer que Hermione no tuvo demasiado tiempo para ver a Merlín o a alguno de sus amigos. Sin embargo, cuando estaba enseñando a una joven sirvienta cómo aplicar una ungüento curativo a base de hierbas sobre las quemaduras de un anciano, Arturo apareció a su lado.
—Tienes visita—le informó con un gruñido.
Hermione lo miró confundida.
— ¿Quién? Este no es precisamente un buen momento, Arturo, tengo demasiadas cosas que hacer como para recibir a alguien—dijo antes de pedirle a la joven que siguiera con el trabajo mientras ella iba a buscar a algún otro herido para ayudar.
—Ha sido muy insistente—le aseguró con un tono que no dejaba lugar a duda que era una molestia también para él.
—Realmente, Arturo, eres más que capaz de deshacerte de quien sea que…
—Es Slytherin.
Hermione se detuvo y miró a Arturo con sorpresa.
— ¿Salazar Slytherin? ¿Está aquí? ¿Por qué?
—Por la bondad de su corazón, según él—gruñó nuevamente Arturo—. Ve a ver qué quiere y consigue que se marche rápido. No necesito que nadie esté rondando por el castillo, mucho menos en un momento como este.
Hermione asintió, también deseando poder deshacerse rápidamente del hombre.
— ¿Dónde está?
—En el patio de armas. Se negó a entrar.
Hermione caminó rápidamente hacia el exterior del castillo, preguntándose qué querría ahora ese hombre. En el pasado había colaborado con Camelot, motivo por el cuál siempre estaría agradecida, pero no podía dejar de pensar que por cada accionar de su parte había un motivo oculto.
Cuando llegó al patio descubrió que, de hecho, no estaba allí solo. Merlín también estaba allí, sosteniendo las riendas de dos caballos. Más allá se encontraba otro sirviente que sostenía una yegua que portaba el escudo de la casa de Slytherin.
— ¡Hermione, mi princesa favorita! —exclamó al verla, extendiendo los brazos para luego envolverla en un demasiado largo abrazo del que ella se alejó en cuanto pudo.
—No te dije que pudieras tocarla—le advirtió con un tono peligroso Merlín.
— ¡Como si necesitara tu permiso! —aseguró Salazar antes de poner su atención completamente en Hermione—. Ahora que estás aquí, podemos marcharnos.
— ¿Marcharnos a dónde? —preguntó confundida, mirando confundida de un hombre al otro—. No tengo tiempo de ir a ningún lado. Hay demasiadas cosas que…
—Hermione, esto es importante—Merlín intervino, extendiéndole las riendas de su caballo—. Por favor, vamos.
Confundida, aceptó las riendas y pronto estuvieron galopando fuera de los terrenos de Camelot. No volvió a preguntar a dónde iban pero supo que debía ser realmente importante si Merlín se lo hubiera pedido. Se adentraron en el bosque e incluso se desviaron del camino principal que todos conocían. Tuvieron que disminuir la velocidad en un tramo porque los árboles y arbustos se volvieron demasiado frondosos pero aun así pudieron seguir avanzando encima de los animales.
—Pronto estaremos allí—le aseguró Salazar.
Y tras andar un poco más dieron con un claro que no tenía nada en particular que llamase la atención. Bajaron, aseguraron las riendas de los caballos para que no escapasen y luego Salazar los tomó del brazo sorpresivamente para aparecerlos en un nuevo bosque. Uno diferente que ni Merlín ni ella lograron reconocer.
— ¿Dónde estamos? —preguntó Hermione, viendo que los árboles comenzaban a crecer más alejados el uno del otro y le permitían ver, a la distancias, un pueblo bastante pintoresco.
—Es el pueblo donde nació Godric—dijo Salazar con prisa, comenzando a avanzar directamente hacia aquel sitio.
Hermione lo siguió, sintiéndose profundamente agradecida de la vida por tener la oportunidad de ver este famoso lugar una vez más. La primera vez que había ido no había sido bajo las mejores circunstancias pero ahora, sabiendo que se convertiría en el futuro en el famoso "Valle de Godric", hogar de las familias Dumbledore, Potter y muchas otras, sentía un cosquilleo de emoción nacer desde la boca de su estómago. Sin embargo, esto pronto terminó cuando comprendió que se dirigían directamente hacia el cementerio. Éste era un lugar pequeño aún, con sólo unas pocas tumbas. Lo que destacaba en ese momento era un grupo de personas que rodeaba una tumba recientemente cubierta. Se acercaron lentamente y en silencio hasta que pudieron ver a Godric. Cuando éste notó la presencia de ellos, se apartó ligeramente para que Hermione quedara a su lado. Con lentitud, tomó su mano mientras veían a una anciana avanzar hacia un lado de la tumba.
En cuanto pudo ver las facciones de la mujer, el corazón de Hermione se estremeció. Era la madre de Ingrid. Aquellos mismos ojos llenos de tristeza eran los que había visto durante años en el rostro de su doncella.
—Puedo llorar porque se ha ido, quiero hacerlo—comenzó a decir la mujer mayor con una voz rasposa—, pero prefiero sonreír porque ha vivido.
Hermione sintió sus ojos llenarse de lágrimas mientras que una presión se formaba en su garganta. Se sentía una basura. Había llorado por su amiga pero luego habían sucedido tantas cosas que se obligó a mantener su mente en ello para no volver a pensar en ella, para no caer en el dolor. Había querido evitar ese sufrimiento. Pero Ingrid se merecía algo mejor. Se merecía que la lloraran, que la extrañaran, que sintieran su ausencia como un latigazo lacerante. Había sido una persona realmente extraordinaria que no dudó en serle fiel desde el primer día en que comenzó a trabajar en el castillo.
—Tengo demasiados recuerdos de ella—continuó la anciana— y aunque en este momento siento que todos me invaden y me asfixian, sé que en el futuro estaré agradecida por tenerlos y los podré rememorar uno por uno, pero ya no sintiendo el corazón vacío sino lleno del amor que ella compartió conmigo y con los demás. Mi hija era una de las personas más maravillosas que conocí y no lo digo simplemente porque soy su madre sino porque todos ustedes dan fe de ello. No estarían aquí si no fuera de ese modo.
Hermione sollozó y sintió los brazos de Godric alrededor de ella, atrayéndola a su pecho.
Le dolía enormemente saber que nunca más podría contar con su cómplice, con su amiga, con su leal compañera. Pero ese dolor se mezclaba con la rabia que la llenaba al pensar que la asesina de Ingrid había escapado. Porque, desafortunadamente, bajo los escombros que recolectaron no encontraron rastro alguno de Morgana o Morgause. Habían desaparecido pero estaban allí fuera aún, recuperándose, planeando el siguiente plan que las llevaría a tomar nuevamente el poder de Camelot. Pero Hermione estaba dispuesta a dar su vida si fuera necesario con tal de que eso no volviera a suceder. Iba a asesinar ella misma a Morgana si era necesario.
Debió de haberle dicho algo a la anciana pero no supo encontrar las palabras adecuadas para expresar el dolor y el remordimiento que sentía. Tan sólo después de que todos se hubieran marchado, a excepción de Merlín, Godric y Salazar, se acercó a la tumba y se arrodilló a su lado, mirando el nombre de Ingrid tallado en la lápida junto a una pequeña ave que no supo distinguir.
—Es un petirrojo—explicó una voz femenina detrás de ella.
Volteó, sabiendo que sus ojos estaban rojos y que sus mejillas estaban mancadas de lágrimas, y vio a Rowena allí.
— ¿Por qué un petirrojo? —preguntó con una voz tan tenue que no la reconoció como propia.
—Su familia materna tiene la tradición de tener como familiares a distintos tipos de aves—le explicó—. Su madre, sabiendo que ella no obtendría ninguno por ser squib, una vez encontró un petirrojo herido cuando ella era niña y se lo obsequió para que lo cuidara. El pequeño animal se curó pero nunca se marchó de su lado. Ingrid tenía sólo diez años cuando lo recibió y el ave vivió hasta que ella cumplió los dieciséis. Mucho más de lo que normalmente viviría una criatura como esa.
Hermione oyó atenta y luego sintió nuevamente culpa. Ingrid nunca le había hablado de su vida de niña, de su adolescencia o de su familia. Pocas veces había mencionado a su madre. Le entristecía enormemente saber que había sido su amiga pero que sabía tan poco de ella.
—No lo sabía—murmuró.
—No era una persona a la que le gustase hablar de sí misma—aseguró Rowena—. Siempre estaba más interesada en escuchar a los demás.
Hermione no se sintió mejor con esas palabras porque siguió pensando que debió de esforzarse mucho más por conocerla. En silencio lanzó un hechizo e hizo aparecer una gran corona de flores frente a su tumba.
Merlín se acercó a su lado y la ayudó a ponerse de pie.
—Deberíamos irnos—le dijo con suavidad—. Tu hermano estará preguntándose dónde nos hemos metido.
Hermione asintió.
—Espero que nos volvamos a encontrar en mejores circunstancias—Godric se le acercó y tomó sus manos para apretarlas suavemente a modo de consuelo—. Lamento no haber estado allí para ti antes.
—Realmente no hubieras podido hacer nada. No podría haberte permitido realizar magia frente a Arturo—indicó—. Pero agradezco el pensamiento.
Godric pareció querer decir algo más pero simplemente asintió y luego la soltó y retrocedió. Tras una última mirada se apareció lejos de allí.
— ¿Cómo supieron lo que había sucedido? —preguntó Hermione a Salazar.
—Rowena estaba en Camelot cuando Morgana tomó el trono—le informó seriamente—. Escapó al bosque una noche con su hija y luego se apareció fuera de los terrenos de Hogwarts. Godric todavía no había llegado de su viaje pero lo fui a buscar. En cuanto di con él, nos adentramos en Camelot sin perder tiempo. Pero fue demasiado tarde. Vimos a los caballeros tomar su cuerpo y tirarlo a una fosa sin nombre, con muchos otros. La rescatamos porque Godric dijo que merecía algo mejor que eso. Lo siento—dijo con verdadero pesar—. No era cercana a ella, Hermione, pero sé que tú sí. Lamento tu pérdida.
Él siempre había sido un hombre burlón, un tanto idiota, pero en estos momentos se mostraba sincero. Era un buen cambio porque le permitía ver más allá de lo que siempre era o de lo que luego se transformaría. En esos momentos le resultaba un poco difícil coincidir la imagen del hombre que odiaba a los muggles con fiereza con el que tenía allí delante.
—Gracias.
No tardaron en volver a aparecerse en el bosque donde habían dejado los caballos y de allí fueron al castillo.
— ¿Por qué no nos aparecimos directamente allí? —preguntó Hermione cuando bajaban de los caballos y dos hombres los llevaban nuevamente a las caballerizas.
—Porque tu querido hermano estaba espiándonos desde una de las ventanas—dijo Salazar de inmediato, mirando más allá de ella para ver a dicho príncipe bajar las escaleras velozmente.
— ¡¿Dónde se habían metido?! —les preguntó él con prisa y caminó directamente hacia Salazar— ¡Tú no puedes llevarte a mi hermana fuera del castillo! ¡No puedes!
—Arturo—comenzó Merlín.
— ¡Y tú! —exclamó, señalándolo— ¡¿Cómo permitiste que ella fuera lejos de los terrenos del castillo, corriendo peligro?!
—Fuimos al funeral de Ingrid—explicó Merlín rápidamente.
Arturo se aplacó de inmediato.
— ¡Oh! Bueno…—miró a su hermana, quien todavía tenía rastros de llanto en su rostro—. Lo siento. Debiste de haberme dicho que te ibas. No iba a negarte eso.
—Pero habrías hecho que guardias me acompañaran y yo no quería esa atención sobre mí—aseguró la princesa.
Arturo quiso protestar, pero sabía que realmente eso hubiera sucedido. Cuando la vio marcharse, quiso ir tras ella pero demasiado pronto él y los caballeros les perdieron el rastro. Esas fueron las peores horas de su vida. Con todo lo que había sucedido no necesitaba más estrés en su día; especialmente no sabiendo dónde se encontraba Morgana en ese momento.
—Realmente lamento tu pérdida—se acercó a su hermana y la tomó de las manos—. Puedes ir a tu habitación si lo deseas y realizar tu duelo.
Hermione negó con la cabeza.
—Aunque creo que Ingrid merece que la extrañen y que lloren su muerte, no puedo. Ella no hubiera querido que me quedara encerrada llorando cuando hay tantas cosas por hacer. No, Ingrid hubiera estado a mi lado, haciendo lo necesario para reconstruir Camelot.
…
Los próximos días pasaron rápidamente para todos.
La mente de Hermione estuvo siempre llena de pensamientos y no sólo con recuerdos de Ingrid sino también con imágenes de su padre, que vivía en su habitación sin querer salir ni hablar con nadie o de Lancelot, quien desde que la había visto hacer magia para atacar a Morgana parecía estar evitándola a toda costa. Pero además, Harry y Athenas parecían haber desaparecido de su vista. Los había visto los primeros días, reorganizando el castillo como el resto, pero luego simplemente había desaparecido.
Preocupada por sus amigos, había subido a las habitaciones que ellos habían utilizado esperando encontrarlos allí. Y, efectivamente, estaban. Athenas estaba sentada al borde de la cama de Harry, usando un paño para humedecer su frente.
— ¿Por qué no me avisaron de inmediato? —les preguntó—. Puedo traer algo para bajar la fiebre.
—Hermione, no creemos que se trate sólo de un fiebre—comentó Athenas, contemplándola con fijeza.
Tanto Athenas como Harry llevaban ya demasiado tiempo en Camelot, en aquel pasado que estaba tan lejos de su tiempo real. Si lo que le habían dicho era cierto, el cuerpo de ambos comenzaría a enfermarse eventualmente.
—Investigaré—respondió y luego sonrió, intentando aligerar el ambiente—. No puedo permitir que Sir Potter, caballero de Camelot, quede en cama.
Su amigo agitó la cabeza suavemente.
—No puedo creer que realmente me hayan nombrado caballero—aseguró con voz ligeramente rasposa.
—Yo sí lo creo—lo contradijo—. Con doce años lograste sacar la espada de Gryffindor y matar a un basilisco. Ese fue un acto demasiado heroico y valeroso, y si eso no te convence de que eres más que digno te puedo nombrar otros eventos que ayudarán a convencerte.
Harry negó con la cabeza, sonriendo suavemente y con las mejillas rojas no sólo por la fiebre.
—No, gracias.
Ella tomó la mano de Athenas para sacarla hacia el pasillo, donde Harry no pudiera oírlas.
— ¿Cuándo se marchan? —le preguntó directamente, sin entrar dar vueltas al asunto.
—Pronto—respondió con seriedad la joven—. No sé precisamente cuándo porque no fuiste demasiado clara en algunas cosas—le dijo con tono represor—. Pero te puedo asegurar que hemos completado nuestra misión aquí.
— ¿Y cuál sería esa misión? —preguntó sin poder entenderlo.
Pero luego recordó todo lo que Harry y Athenas habían estado haciendo por Camelot desde el momento en que llegaron: dieron consejos, hicieron pociones, influyeron en las decisiones de Hermione y de Merlín, protegieron Camelot en sus peores momentos como si ellos mismos hubieran nacido allí, mostrando un sentido de lealtad realmente admirable. Hicieron tantas cosas, pequeñas y grandes, que no podía pedirle egoístamente que se quedaran por más tiempo. Pero, por encima de todas las cosas, le permitieron tener un cierre a su pasado. Le brindaron la oportunidad de tener paz al saber que el futuro que había dejado atrás seguía existiendo con firmeza. Una parte de ella quería que no se marchara pero sabía que lo mejor para ellos era que volvieran al tiempo que le correspondía.
—Olvídalo, ya lo sé—dijo rápidamente y luego se despidió de ella con prisa.
Con determinación, fue directamente hacia sus cámaras y buscó aquella carta que hacía tanto tiempo le había enviado Godric, la misma que Harry aseguraba haber encontrado dentro de su libro de "Hogwarts: una historia", dentro de la biblioteca del castillo. Tomó el papel cuidadosamente doblado y volvió a leer las palabras que tenía escritas pero sus ojos se posaron una y otra vez en el siguiente párrafo.
"¿Recuerdas el favor que me pediste aquella última vez que nos vimos, cuando llegaste al castillo tan alterada porque Kilgharrah pronunció tu secreto? Me es un enorme placer confesarte que finalmente he conseguido encontrar a alguien que puede ayudar en tu situación. Una antigua amiga que está dotada de esas capacidades y conocimientos que requieres. No le he dicho exactamente lo que deseas de ella porque no estoy seguro de cuán buena sea esa decisión. Prefiero que seas tú la que se lo comentes. Sólo debes comunicarte conmigo cuando estés lista y desees verla. Aunque vale advertir que queda lejos de Camelot y no es fácil llegar. Si vas no tendrás otro medio más que los normales porque su hogar está protegido. Estoy seguro que sabes a lo que me refiero, siempre lo sabes."
Entendía lo que tenía que hacer: ir con Godric y solicitarle que la acompañase a ver a dicha mujer. No obstante, ese no era el mejor momento para irse del castillo teniendo en cuenta lo mucho que aún había que hacer; pero si dejaba pasar el tiempo, corría el riesgo de que tanto Harry como Athenas enfermaran gravemente y murieran. Y ella no podía permitir eso. Así que, tomando una difícil decisión, y se encaminó hacia la chimenea donde, tras tomar polvos flu, se transportó hasta Hogwarts, rogando que Godric no hubiese vuelto a salir de viaje.
— ¡Hermione! —Él la recibió con una expresión llena de sorpresa antes de acercarse a su lado y hacer un hechizo para sacudir las cenizas de su vestido y cabello—. No esperaba verte tan pronto—admitió y luego la miró con cierta preocupación— ¿Cómo estás?
—Bien—dijo con prisa, no queriendo pensar demasiado en el dolor que seguía causándole la muerte de Ingrid—. Vengo a pedirte un favor. El mismo que te he pedido en el pasado.
— ¿A qué te refieres? —le preguntó mientras le señalaba un asiento vacío.
Ella se sentó mientras le tendía la carta que había llevado consigo y se la mostraba. Lo vio leer todo rápidamente antes de dar un ligero asentimiento con la cabeza.
—Si quieres podemos salir inmediatamente pero imagino que primero deberás hacer los arreglos necesarios para que no noten tu ausencia—le dijo.
—Esperaba que hubiera posibilidades de que ella viniera aquí—lo miró casi suplicante—. A este castillo.
Godric no se mostró muy entusiasmado por la idea.
—Me tomará un tiempo llegar a ella y proponerle eso—le aseguró—. Y no te garantizo que acepte. Su pasado está ligado a Camelot y no creo que se encuentre entusiasmada por la idea de volver al reino del que escapó.
Eso captó la atención de Hermione.
— ¿De quién hablas?
—Lady Vivianne.
Aquel nombre hacía demasiado tiempo que no se pronunciaba en voz alta por nadie pero fue imposible para Hermione no reconocerlo: la antigua amante de su padre, la madre de Morgana. Su reacción inicial fue negarse de inmediato porque cualquier persona que hubiera estado relacionada con su padre era una persona que ella no quería conocer y menos involucrar en asuntos mágicos. Pero luego se dio cuenta que la mujer también era una hechicera y que de ella habían heredado sus poderes sus dos hijas.
—Pensé que había muerto—simplemente comentó.
Su padre e incluso Morgana habían hablado de ella en el pasado, mencionándola más bien, pero nunca comentaron qué había sido de ella. Por ello, había pensado que había fallecido en algún momento, dejando a Morgana al cuidado de Uther.
—No sé mucho de su historia personal—admitió Godric—pero he oído rumores de que renunció a su título de Suma Sacerdotisa cuando Uther comenzó con las persecuciones y que huyó del castillo poco después de dar a luz a su hija menor.
Hermione no había leído ningún libro sobre lo que todos llamaban "la Antigua Religión" pero comprendía que éste era el título que se le daba a la magia y a la forma en la que se organizaban las personas que la practicaban. Por tal motivo, sólo comprendía en líneas generales lo que implicaba ser una Suma Sacerdotisa de la Antigua Religión. Nimuhe había sido una de ellas y al parecer Lady Vivianne también. No sabía nada de la madre de Morgana pero la otra hechicera había sido sumamente poderosa, capaz de controlar el clima, seres mágicos y de tener en sus manos objetos valiosos como lo fue la Copa de la Vida.
Debido a su falta de información, tampoco estaba segura de que implicaba renunciar a ser una Sacerdotisa. ¿Se perdían los poderes por completo o simplemente una parte de ellos? No creía que los perdiera por completo porque recordaba que Athenas le había dicho una vez que una de las personas que viaje en el tiempo debe decir el hechizo por lo que, dado que ni ella ni Harry tenían magia, era lógico suponer que la que lanzara ese hechizo fuera Vivianne… o alguien más.
— ¿Me prometes que podemos confiar en ella? —le preguntó.
—Por supuesto. La conozco desde hace muchos años y no dudaría en poner mi vida en sus manos. Si no confiara en ella, no me arriesgaría jamás a ponerte en peligro. Eres demasiado importante para mí.
Hermione decidió hacer caso omiso a las implicaciones de esa última frase.
—Bien—asintió—. Dentro de dos días vendré con Harry y Athenas. Iremos a verla—le aseguró.
…
Hermione sabía que pedirle a su padre que le hablara sobre Lady Vivianne era una idea absurda. El pobre hombre pasaba la mayor parte del tiempo en la cama, durmiendo. Comía poco y no quería salir de sus cámaras privadas. Gaius lo había revisado pero les aseguró a ella y a su hermano que, más allá de tener algunos magullones, su cuerpo se encontraba en perfecto estado. El mal que aquejaba al rey era del tipo sentimental. No podía nadie asegurarlo pero quizás la culpa y el dolor fueran los que lo empujaban a tener esa actitud tan apagada, volviéndose un sombra de lo que alguna vez fue.
Era un poco desconcertante para Hermione. Siempre pensó que sus sentimientos por su padre eran más bien fríos y distantes pero verlo de aquel modo le estrujaba el corazón.
—Sólo denle tiempo—les aconsejó el médico de la corte.
No había muchas opciones por lo que ambos hermanos asintieron antes de seguir cada uno con sus respectivos labores.
— ¿Recuerdas a la madre Morgana? —le preguntó esa tarde a su hermano.
Él la contempló con confusión.
—No realmente—contestó— ¿Por qué preguntas?
—Me he preguntado de dónde salió la magia de Morgana y la única explicación que pude hallar era que su madre la poseía…
—No lo creo—Arturo negó—. Ella era una mujer de la corte. Además, nuestro padre nunca… él no… si hubiera tenido magia.
—Mejor dicho, si hubiera sabido que tenía magia—aclaró Hermione.
—Realmente no tiene importancia, Hermione. Sólo debemos estar preparados porque sabemos que Morgana está ahí fuera.
—Lo sé—asintió—. Pero no creo que piense en atacar ahora.
Arturo no podía estar tan seguro como ella pero no comentó absolutamente nada. Alzó la vista y notó que Hermione lo miraba de cierto modo y él supo, de inmediato, que ella iba a pedirle algo.
— ¿Qué quieres? —le preguntó sin dar vueltas al asunto.
Hermione no quiso fingir que no sabía de lo que él estaba hablando.
—Quiero que me dejes ir por una semana a visitar a Salanzar—le pidió.
Arturo la miró con incredulidad.
— ¿Por qué querrías ir a su reino? —preguntó e inmediatamente la miró ofendido—. Pensé que tus sentimientos por Merlín eran sinceros, Hermione.
— ¡Lo son! —aseguró—No sabía que te importaban los sentimientos de Merlín.
Arturo intentó ocultar su incomodidad y miró con seriedad a su hermana, esperando que no creyera que realmente había aprendido apreciar a aquel idiota.
—No me importa—aseguró con demasiada prisa—, pero hace un par de días dije delante de varios de mis caballeros que permitía un cortejo entre ustedes. No puedes simplemente ir al reino de otro mago que mostró interés en ti.
—No es eso—le aseguró Hermione, mientras rogaba internamente que su hermano le creyese—. Si lo permites, Merlín puede ir conmigo.
—Hermione, Harry es un caballero ahora, no puedo quedarme sin sirvientes.
—Hay otros sirvientes en el castillo, Arturo—le aseguró, casi con un tono implorante—. Además, es por Harry que quiero ir a ver a Salazar. Te he comentado que está enfermo.
—Sí, una gripe fuerte.
—No, sospecho que es mucho más que eso y Gaius también—se apresuró inventar para respaldar su historia mientras hacía una nota mental para recordar hablar con el galeno más tarde sobre esto—. Pero no podemos curarlo. En el reino de Salazar hay unas aguas termales que dicen que tiene poderes curativos y quiero llevarlo. Y no es nada mágico—aclaró con prisa—. Es sólo una cuestión de sales y… moléculas.
Hermione sabía que estaba jugando un juego peligroso al usar palabras como aquellas en esa época pero no creía que su hermano fuera a hablar o a investigar sobre el asunto.
— ¿Moléculas? —preguntó confundido el príncipe— Jamás he escuchado sobre eso.
—Por supuesto que no. Nunca lees.
Arturo permaneció pensativo durante unos segundos, contemplando a su hermana casi sin parpadear.
—Realmente no creo que Harry esté tan mal de salud. Fui a verlo ayer a la mañana, luego de que me informaste, y sólo lo vi un poco más pálido de lo usual. Algo débil. Además, debes entender que esta es una de las primeras batallas en las que participa activamente, es entendible que necesite tiempo para recuperarse.
Hermione comenzó a sentir la desesperación crecer dentro de ella. Sabía que su amigo no estaba realmente grave. No aún. Pero lo estaría si no comenzaba a actuar de inmediato; de otro modo, él se pondría más débil y le resultaría sumamente difícil trasladarse.
En un intento desesperado, lo miró como si estuviera profundamente dolida.
— ¡Eres tan insensible, Arturo! —exclamó— ¡Pensé que habías cambiado y que te importaba la vida de los hombres y mujeres que vivían en Camelot!
— ¡Me importan! —aseguró con rotundidad.
— ¡No lo demuestras! Después de lo que ha sucedido, después de lo que ha hecho Harry por ti, debería darte vergüenza el modo en que estás tratándolo… ¡Pero para ti sólo es uno de tantos caballeros! ¡Pero para mí es mi mejor amigo de la infancia! Y…
— ¡De acuerdo, ve! —Concedió antes de que ella siguiera diciéndole cosas como aquellas—Y puedes llevar a Merlín contigo y también irá Athenas, es la esposa de Harry y tu doncella. Y llevarás guardia.
—No, Arturo, no llevaré guardia.
—Sí o sino no irás.
—Pero llamaría mucho la atención—intentó hacerlo razonar—. Sería demasiado peligroso.
Arturo sentía un dolor de cabeza naciendo en su frente.
—Hermione, entiende que no puedes ir sola. Merlín es un incompetente con la espada, Athenas nunca ha tenido una en sus manos y Harry está enfermo. ¿Quién te defenderá en caso de un ataque?
—Yo me defenderé—le aseguró—Por favor, Arthuro… Si te hace sentir más tranquilo, le pediré a Salazar que venga él mismo con uno de sus guardias.
Eso pareció aplacar un poco la preocupación que sentía y terminó asintiendo con un movimiento de su cabeza.
Fue de ese modo como a la mañana siguiente se encontró en sus cámaras privadas preparándose para el viaje. Athenas le había trenzado el cabello, diciéndole que había sido un honor poder hacerlo, a lo que ella simplemente había puesto los ojos en blanco.
—No te despidas aún—le advirtió—. No sabemos si esta mujer los puede ayudar. Debe ser muy poderosa si es capaz de realizar viajes en el tiempo.
—Esta es la última vez que piso este castillo, Hermione—le aseguró contemplándola a través del reflejo en el espejo.
— ¿Por qué estás tan segura?
—Simplemente lo estoy.
Y aunque quiso preguntar, supo que era mejor no hacerlo. Además, no obtendría ninguna respuesta.
— ¿Y qué haré con él? —preguntó entonces, señalando el animal acurrucado en su cama.
Athenas contempló a Crookshanks por unos segundos y pronto sus labios se estiraron en una sonrisa misteriosa.
—Se quedará contigo, por supuesto—le comentó como si fuera obvio, volviendo a contemplarla—. Su genética es única al ser mitad Kneazle por lo que el cambio temporal no parece afectarlo. Además, creo que será de utilidad en tu futuro.
Hermione nuevamente se preguntó qué querría decir la chica con ello, pero, al igual que momentos atrás, no pronunció ninguna palabra, simplemente aceptó las cosas como eran.
De ese modo, con todo preparado, no tardaron en salir del castillo cerca del amanecer, galopando suavemente porque el movimiento hacía que Harry sintiera mareos. Hermione sintió que su corazón se aceleraba, lleno de preocupación, cuando notó que incluso Athenas parecía más pálida de lo usual y que se aferraba firmemente a las riendas para no caer. No quería ni pensar en lo que podría llegar a suceder si ellos no lograban llegar a tiempo o si esta mujer se negaba a ayudarlos.
Sólo cuando estuvieron lo suficientemente lejos como para no ser descubiertos, desmontaron, dejando los caballos sueltos en un área protegida por diversos hechizos para que estuvieran ocultos durante su ausencia. Merlín ayudó a Athenas a bajar y entre él y Godric tuvieron que sostener a Harry para que no cayera de bruces.
Cuando la mirada del chico de lentes se topó con la de Hermione, éste forzó una sonrisa ligera en un intento de tranquilizarla pero ella se dio cuenta de que sus manos temblaban terriblemente.
—Me deben una muy grande—le recordó Salazar a Hermione antes de ver como Godric tomaba a su amigo y se aparecían lejos de allí.
Ella no tuvo tiempo de responder y tampoco quería hacerlo porque sabía que estaba en lo cierto. De inmediato, Salazar avanzó hacia Merlín y se apareció con él, dejándola con Athenas.
—Tranquila—la intentó calmar la joven pero no logró el efecto deseado.
Hermione se sentía como si estuviera nuevamente en un funeral, teniendo que despedirse obligadamente de personas amadas. Pero haciendo a un lado sus sentimientos, tomó la mano de la joven y la apareció frente a los terrenos de Hogwarts, donde se encontraron con los demás. Merlín había estado allí antes, pero nunca contempló el impresionante exterior. Harry, por su parte, parecía igual de sorprendido.
—Es igual a lo que recuerdo pero al mismo tiempo es tan diferente—musitó.
— ¿Qué quieres decir? —preguntó Salazar—. Nunca antes has estado aquí.
—Vamos—los incentivó Godric a avanzar juntos para poder atravesar las barreras sin problemas.
Fue obvio para todos que fue un intento de quitar la atención del comentario que había dicho Harry, incluido el mismo Salazar, quien lanzó una mirada molesta en dirección a su supuesto amigo y compañero de trabajo.
Caminaron lento pero firmemente hasta que llegaron a lo que en el futuro serían los invernaderos del castillo pero que en ese momento no eran más que las caballerizas. Godric no tardó en ponerse a preparar los caballos de todos con magia, tal como habían planeado, pero tras lanzar una mirada en dirección a Salazar, notó que éste se mantenía de pie sin hacer absolutamente nada.
— ¿Qué estás esperando? —cuestionó—. No tenemos tiempo que perder si queremos llegar mañana a la tarde con Lady Vivianne.
—No me moveré hasta que me digan a qué vamos.
—Te lo dije, ella es la que puede ayudar a que Harry recupere su salud.
Pero ante esas palabras Salazar sólo se cruzó de brazos.
—Ahora intenta probar con la verdad—le dijo pero Godric sólo frunció el ceño por lo que comenzó a mirar a los demás— ¿Alguien? —preguntó— ¿Ninguno quiere decirme la verdad? He aceptado ciegamente esto por la simple bondad de mi corazón pero me temo que he llegado a mi punto límite…
— ¿Qué quieres decir? —preguntó Merlín al mago.
—Lo que quiero decir es que si intentan tomarme por tonto, han perdido su tiempo porque no lo soy—aseguró— ¿Por qué éste—señaló a Harry con un movimiento despectivo de su mano— ha hecho un comentario como el anterior?
—Él está delirando de fiebre—se apresuró a aclarar Hermione—. No puedes tomar en serio nada de lo que diga.
Salazar le lanzó una mirada burlona.
—Intenta algo más, princesita, porque en estos momentos estoy muy tentado a volver a Camelot y hablar con tu hermano—indicó.
— ¡Tu no lo harías! —protestó Hermione con terror.
— ¿Quieres poner a prueba mis palabras? —la retó el mago.
Desesperada, miró a Merlín pero éste parecía demasiado perdido. Godric tampoco parecía encontrarse en mejores condiciones.
¿Qué se supone que debía de hacer ahora?, se preguntó. Sabía que Salazar no era tonto y había imaginado que en algún momento él terminaría por notar algo extraño en todo este asunto. Sin embargo, nunca imaginó que fuera tan pronto.
—Te lo diré pero debes prometer no hacer nada con esa información. No quiero que lo menciones a nadie ni que intentes manipularme… tampoco a Merlín ni a ninguno de mis amigos ni familiares—dijo contemplándolo con decisión.
—Hermione…—intentó protestar Harry.
Pero ella negó con la cabeza.
—Quieres saberlo, te lo diré, pero debes prometerme eso antes—repitió.
—Bien, lo prometeré pero me tendrás que dar algo a cambio—Salazar parecía demasiado seguro de sí mismo y eso no podía ser bueno para nadie.
— ¿Qué quieres?
—No, no—sonrió burlonamente—. Primero debes aceptar a dármelo. Sí, es un riesgo ya que no sabes lo que es, pero ese es mi precio para seguir adelante con esto. De otro modo, puedo aparecerme rápidamente en donde se encuentra tu hermano y decirle que…
— ¡Bien! —exclamó frustrada— ¡Te daré lo que quieras!
— ¡Hermione, no! —protestó Godric antes de girarse hacia su supuesto amigo— ¡Salazar, por favor! Te lo imploro…
Pero éste simplemente sacó su varita mágica y silenció a todos menos a Hermione. Las muecas de disgusto y los movimientos bruscos de los brazos de todos no se hicieron esperar pero él les volvió a mostrar su varita mágica para hacerles entender que si seguían molestándolo, no dudaría en hechizarlos.
—Tranquilos, está bien—Hermione les indicó, especialmente porque no quería que Harry y Athenas gastaran demasiadas energías—. Te lo diré y luego me dirás tú lo que quieres de mí, ¿bien? —Salazar asintió—. Harry conoce el castillo porque sí estuvo aquí pero no ahora. Él será alumno de aquí… en el futuro. Muchos años en el futuro. Siglos, en realidad… —se movió incómoda ante la intensa mirada del hombre que no parecía demasiado impresionado por esta noticia—. Vamos a ver a Lady Vivianne porque ella puede hacer que él y Athenas regresen al tiempo correcto.
— ¿Ella también es del futuro? —preguntó seriamente, lanzando una mirada en dirección a la joven.
—Sí, pero nunca asistió a Hogwarts. Fue educada en casa. Ambos son magos pero por un motivo que desconocemos perdieron su capacidad de hacer magia en este tiempo.
Salazar miró a Hermione por un eterno instante antes de asentir y volver a poner en su rostro esa sonrisa burlona que lo caracterizaba perfectamente, sin comentar absolutamente nada más sobre un asunto tan trascendental como aquel.
— ¿Ahora ya puedo pedir lo que me corresponde? —cuestionó.
—Dime—ordenó Hermione con seriedad.
—Quiero besarte y que ninguno de ellos—señaló a todos los presentes—intervenga. Pero calma tu corazón nervioso, mi dulce doncella, porque iremos primero a terminar con esta aventura. Luego te daré el beso de tu vida—le guiñó un ojo a la sorprendida princesa antes de quitar el hechizo silenciador de ellos.
Las protestas no se hicieron esperar.
— ¡No puedes pedirle eso! —exclamó Godric.
— ¡No permitiré que la beses! —Merlín se adelantó, con el rostro serio y rojo de furia.
Pero Salazar simplemente los miró con diversión.
—Ella aceptó, mis queridos caballeros—les recordó con un tono burlón—. Y si no cumple con su parte del trato, yo no cumpliré mi parte y tendré la libertad de hablar con quien desee de esta interesante pieza de información.
Luego de esto, se puso en marcha y siguió preparando los caballos, haciendo caso omiso a las miradas furiosas que taladraban su cabeza. Merlín incluso intentó ir detrás de él, con las manos apretadas en puños, pero Hermione intervino, interponiéndose en su camino.
—No vale la pena—le aseguró—. Quizás tengamos suerte y cuando regresemos se olvide de este absurdo pedido.
Merlín asintió seriamente, sin decir nada. Sin embargo, él sabía perfectamente que eso no sucedería. Salazar era un hombre inteligente y molesto al mismo tiempo. A veces lo admiraba y otras, como aquella, sólo deseaba pegarle un puñetazo en el rostro… y ni siquiera quería pensar en lo tentador que era pensar en hechizarlo. Pero estaba seguro que eso sólo le daría una razón al hechicero para amenazarlos con ir a Uther o Arturo.
Además, lo que realmente importaba en ese momento era ayudar a Harry y a Athenas.
Sólo Godric siguió a Salazar, hablándole con prisa y en voz baja pero su amigo le dijo algo entre dientes, lanzándole una mirada furiosa. Nadie escuchó lo que le dijo pero fue suficiente como para que Gryffindor retrocediera ligeramente, contemplándolo con sorpresa, antes de volver al trabajo.
— ¿Qué sucedió? —le preguntó Hermione suavemente, momentos antes de salir del castillo.
—Nada—fue su respuesta esquiva antes de montar y dar la indicación al caballo para que comenzase a avanzar.
Fue así como todos nuevamente comenzaron viaje.
Hermione y Harry se quedaron observando con cierta nostalgia el castillo y sus alrededores, especialmente el lago negro mientras recordaban su infancia: la primera vez que atravesaron el lago en bote, los momentos que pasearon por sus alrededores con Ron, Ginny y Neville…
Era extraño para Hermione pensar en su pasado (en el futuro). Habían pasado muchos años desde aquellas aventuras y cuando intentaba recordarlo, casi parecían como un sueño lejano. No era lo mismo cuando pensaba en la guerra. Los acontecimientos oscuros y traumáticos parecían haber dejado una huella más profunda que los buenos. Una herida, más bien, que había cerrado eventualmente y dejado una cicatriz.
Más extraño aún era que los buenos recuerdos que tenía en Camelot fueran los que a su mente se aferraba más. Pero tenía la teoría de que esto era porque ella realmente pertenecía allí. Camelot era su hogar. Sin embargo, por la mirada de profunda nostalgia que tenía Harry en su mirada, ella podía asegurar que él añoraba regresar con tanta fuerza como Hermione nunca lo había hecho… ¡Y por Circe iba a hacer lo que estuviera en sus manos para conseguirlo! Incluso si eso implicaba besar al idiota de Salazar.
