¡Llegamos al final!
NaruHina
Es cosa nuestra
Naruto cerró la puerta con suma cautela. No quería despertarla, pero ella abrió los ojos y se irguió hasta quedar sentada en la cama de matrimonio, que parecía demasiado grande para ella. Esperó pacientemente a que se percatara de donde estaba. Esperaba no tener que hacer nada peligroso y, sinceramente, las noticias de Ino y Sasuke ayudaban mucho a la esperanza.
—Hinata —nombró calmadamente—. No te asustes.
Ella le miró, enfocándolo mejor. Retrocedió hasta el cabecero y observó la ventana de reojo.
—No voy a moverme —le prometió apoyándose contra la pared y cruzándose de brazos—. Ni hacerte nada. Nunca sería capaz de hacerlo.
Ella volvió a mirarle, tragando. Sus mejillas se cubrieron del rubor que tan bien conocía.
—Estoy en… tú casa.
—Nuestra casa —corrigió mirando alrededor. Al armario donde su ropa se mantenía pulcramente doblada, a las fotografías de sus hijos y de ellos, a la cama, donde muchas veces ella había sido tan suya como él suyo—. Nuestro hogar.
—Yo… yo no… esto… parece imposible. Un sueño… —murmuró.
No pudo evitar sonreír.
—Sí, desde luego —reconoció—. Tardé mucho en comprenderlo, lo siento.
—¿Cómo? —preguntó sorprendida.
Se rascó la nuca, culpable.
—Me di cuenta muy tarde de tus sentimientos por mí, Hinata —dijo finalmente—. Y cuando finalmente los descubrí, mi yo idiota casi te pierde. Desde entonces, no sabes cuantas veces me repito a mí mismo lo suertudo que soy de que hayas sido capaz de amarme, incluyendo mis defectos. Y lo agradecido que estoy que dejes que te ame.
El silencio fue toda respuesta que obtuvo. Ella parpadeaba muy deprisa, con el labio temblándole como si no encontrase las palabras. Se rascó el mentón, preguntándose si no se habría pasado un poco.
—Sé que ahora todo esto suena muy extraño, dado que yo soy un adulto y tú estás en una época en la que pensar que yo pueda enamorarme de ti queda muy lejos. Incluso puedes pensar que soy un pervertido —murmuró. Dios mío. Sería un buen escándalo: el Hokage detenido por interés infantil.
—Pienso —murmuró mirándose las rodillas. Había levantado las piernas para abrazarse a sí misma—, que realmente sería un sueño hermoso de suceder. Siempre estoy un paso detrás de ti, siempre observándote desde atrás… aunque nunca imaginé… todo esto.
Miró a su alrededor, deteniéndose en las fotografías.
—¿Quiénes son?
—¿Los niños? —preguntó siguiendo su mirada—. Son nuestros hijos. Boruto y Himawari. Boruto es el mayor. Y podemos decir que fue bien buscado.
Aunque ella no recordaría esos momentos, claro. Él sí podía. Sus manos siempre recordaban la suavidad de su cuerpo, su boca su sabor, su olor. La forma en que sus cuerpos se amoldaban a la perfección.
—¿Y la niña?
—Eso llegó de pura sorpresa. Aunque no es de extrañar que pase cuando haces lo necesario —murmuró esto último.
Ella se movió lentamente hacia la cómoda. Tomó las fotografías.
—Se parecen mucho a ti.
—También tienen cosas de ti.
Ella sonrió dulcemente, dejando el cuadro y tomando otro en el que ambos aparecían. Después, imitó el gesto tomando el que él guardaba de su equipo cuando eran niños. Tenía otra copia en su despacho.
—Siempre temía que terminaras casándote con Sakura.
—Puedo comprenderlo, pero no fue una opción en realidad. Ella siempre ha amado a Sasuke y lo hará hasta el final de sus días. Puedes estar segura. Ambas habéis amado al mismo nivel siempre. A diferentes hombres.
Se había acercado a ella lentamente y bajó la mirada hacia su rostro. Cuando sus ojos se encontraron, brillaban.
—Y tanto Sasuke como yo somos dos hombres muy afortunados.
Se inclinó, dispuesto a besar su frente, pero la humareda que apareció frente a ella lo hizo retroceder. En un momento, se disipó y Hinata apareció. La verdadera, la actual, la real. Extendió su mano para tocar su mejilla en una suave caricia.
— ¿Cómo se te ocurre pensar que iba a irme con otras mujeres? —preguntó frunciendo el ceño. Ella balbuceó una disculpa—. No podía creérmelo. ¿Tan poca fe tienes en mis sentimientos?
—No, no. Lo siento —se disculpó—. No sé qué pasó por mi cabeza. Era como si quisiera asegurar que el resto comprendieran que eres incapaz de hacer algo así. Han dudado tanto de nuestro matrimonio o de que nos amamos…
La acalló con un beso, pegándola contra sí.
—Hinata, que hablen lo que les de la gana, que sopesen cosas, que imagen lo que les de la gana. Nosotros somos los que conocemos la verdad. Los que sabemos cuanto nos queremos. ¿Para qué necesitas lo que el resto piense?
Ella sonrió contra su boca. Levantó las manos hasta abrazarle.
—Para nada —susurró.
Se fundieron en un beso tierno, estructurado por los sentimientos y por el paso de tiempo. Se abrazaron y desnudaron y el mundo podría reírse de lo que le diera la gana, que a ellos podría importarles menos.
Sólo esperaba que, la próxima vez que todo fuera un caos, su mujer ni las de los demás, no estuvieran metidas en el lio.
Al día siguiente, el científico se presentó en su despacho con el pergamino.
—Era uno de los viejos rollos trampa que se usaba en las guerras. Convertían a los otros ninjas en su versión más débil, borrando sus recuerdos y los mataban. Cuando fallecían regresaba a su aspecto normal. Está enlazado con un tema emocional, así que sólo tienen que alterar los sentimientos de las mujeres y volverán a ser ellas.
Naruto sintió deseos de echarse a reír. A buenas horas llegaban las respuestas que necesitaban.
—Destruirlo —ordenó—. No quiero más rollos de esos. Y revisar el almacén. Quiero que aumenten la seguridad y que se destruyan aquellos que sean peligrosos de este tipo.
—Es nuestro… arsenal, señor.
—La paz ya no lo hace necesario.
Y no quería arriesgarse de nuevo. Si otro mal entendido ocurriera… no sabía de qué serían capaces esa vez sus esposas.
Porque eso lo aterraba más que una quinta guerra ninja.
Fin
1 de marzo de 2022
n/a
Aquí termina uno de los tres (o quizás más), fics que tengo en pensamiento de utilizar cosas del pasado o futuro. No estarán enlazados entre sí, pero como el tema sí será el mismo los pondré como alianza.
Muchas gracias por leer hasta aquí otra de mis locuras.
