¡Cuantas reviews de ansiedad gente! Mil gracias Gfriend, Itzayanamajikku, Ferchus 12356, Zulaypao 22, Arual17 y Serenity 743 por sus comentarios. ¡Les comento al final del capítulo 19!
Los personajes del universo de Detective Conan no me pertenecen. Es obra de Gosho Aoyama.
Estacionamiento del Motel Loopy – Jueves 00.45 am.
Kaito… no estaba ni un poco feliz.
Lo único que quería era una buena ducha para relajar su cuerpo e irse directamente a dormir a una muy cómoda y amplia cama… y ambos planes se fueron por la borda al saber que tendría que pasar la noche con cierta mujer.
Amenaza. Eso era lo único que el mago podía reconocer en estos momentos, provocando que sus niveles de defensa se amplifiquen y sus sentidos se enciendan.
- ¿Estarás bien? – Preguntó dudoso Shinichi.
- "¡Claramente que no! Volverás al ruedo querido amigo mío porque tendrás que investigar quién me asesinará esta noche… bueno, no será tan difícil de descubrir."
- ¿No prefieres quedarte con Ran? – Le propuso al no recibir respuesta.
- ¿No te había dicho en el aeropuerto de Los Ángeles, que pase lo que pase… no me dejes nunca solo con ninguno de estos dos demonios? – Le recriminó con los ojos entrecerrados.
- Lo… ¿Siento? – Se disculpó con una mueca de pena. – Aunque yo no decidí la división de las habitaciones. Lo único que se me ocurre es darte las llaves del auto.
- Es solo un par de horas. – Suspiró. – No creo que pase nada… o eso espero. Aprovecha a descansar bien que hace dos días que no duermes. Además, tienes que arreglar algo por tu propia cuenta.
- … – Shinichi exhaló de forma cansada al saber lo que se le venía encima. – Cualquier cosa me llamas, no me importa la hora. ¿Ok?
- Sí, tranquilo. Gracias. – Le dijo sonriendo mientras le golpeaba un hombro. – ¿Cómo andan tus golpes? ¿Duelen?
- Solo un poco si no me muevo.
- O sea que si lo haces…
- Duele como el infierno.
- Has aguantado cosas peores. – Le señaló el mago con positivismo.
- Creo que sobreviviré… si no recibo más golpes de una karateca.
- Recuerda que no puedes tomar analgé…
- Sí, lo sé. – Respondió con fastidio. – ¿Empiezo a llamarte mamá a partir de ahora?
- Hermano está bien. No te abuses.
Se acercaron lentamente a las chicas y se despidieron. Shinichi se fue con Ran para la derecha mientras que él y Aoko, para la izquierda.
Kaito vio con un poco de suspicacia la pequeña escalera gris en forma de "U", cuyos escalones tenían láminas negras antirresbaladizas. Ella… iba delante de él.
- "Seguro que te pega una patada para que caigas rodando y te abras la cabeza." – Escuchaba inconscientemente. – "O puede ser que te tire desde el primer piso. Quizás no te mate porque estuviste entrenando y sabes cómo caer… pero en una de esas, es así como comienza su lenta tortura."
El mago respiró profundamente cuando llegaron arriba sin ningún tipo de problema. Las voces en su cabeza se estaban despertando nuevamente desde que subió al techo del auto, y como siempre, empezaron a molestarlo.
Estaban en la puerta 170, por lo que debían seguir caminando por el pasillo hasta llegar a la suya. Por la distancia que había, era la última habitación, y recordó a la recepcionista decirle que la 180, era la de la punta.
Aoko se detuvo y puso la tarjeta en la puerta correspondiente. Una vez que escuchó el pequeño "bip" quiso abrirla… pero no pudo.
- Odio estas puertas. Nunca entiendo si tienes que dejar la tarjeta puesta, o sacarla cuando hace ruido o enciende la luz. – Se quejó mientras miraba de muy mala manera al dispositivo.
Kaito miró hacia el estacionamiento, observando que Shinichi se había quedado en el marco de la puerta de su habitación, esperando a que ellos entraran a la suya.
- "Y luego me dices mamá a mí." – Sonrió con diversión mientras le levantaba una mano en señal de que todo estaba bien.
Luego de tres intentos fallidos, Aoko se rindió y se dio la vuelta.
- Toma. Inténtalo tú. – Dijo con mucho fastidio, mientras le entregaba el plástico.
Dos segundos le bastó a Kaito para abrirla, y dos segundos fue lo que tardó ella en sentirse una absoluta tonta.
- "Te odio. Te juro que te odio."
- Quédate adentro y aprovecha a bañarte si quieres. – Le explicó mientras dejaba su mochila dentro de la habitación, sobre la pared de la entrada. – No le abras a nadie, a no ser de que sea alguno de nosotros.
- ¿A dónde vas? – Preguntó la del este con confusión.
Kaito señaló un gran congelador que había sobre la pared lateral.
- ¿Hielo?
- La recepcionista me dijo que estaban en los extremos de los pasillos. Shinichi va a tener un dolor insoportable por unas horas más, y a Heiji lo reventaron a palos.
- Pensé que Ran-chan había comprado los analgésicos para eso. El hielo ayuda a bajar la inflamación, pero el dolor lo seguirán teniendo.
- Heiji puede tomarlos. Shinichi no tiene tanta suerte.
- ¿Por qué no puede? – Preguntó extrañada.
- …
- Ok. – Dijo con desconcierto al no recibir respuesta. – ¿Puedo llevárselas yo?
- ¿Eh? Claro que no. – Expresó como si se hubiera vuelto loca.
- Necesito hacer algo.
- Vete a bañar entonces. Pueden llegar a reconocerte si estás afuera.
- Dame esto. – Dijo sacándole la gorra de la cabeza y poniéndosela. – Ahora no. Y con la facha que tienes, tú llamarías más la atención que yo. – Comentó irónicamente, haciendo referencia a la ropa sucia y a las lastimaduras en su rostro que empezaban a mezclarse con los cosméticos que se aplicó sobre la piel. – Tengo plata encima así que no será problema. – Le explicó mientras sacaba la billetera de su mochila y se quedaba con algunos billetes en la mano. Luego, revoleó todo dentro de la habitación, junto con la bolsa del supermercado.
- Olvídalo.
- Tú estás herido, maquillado como el guasón, transpirado como un chancho y cansado. El que definitivamente necesita bañarse, eres tú. No me va a pasar nada a esta hora de la noche y no demoraré mucho.
- Porque a los tipos que nos están persiguiendo les importa mucho no trasnochar.
- ¿Por favor?
El mago cerró los ojos y suspiró mientras sopesaba su pedido. No estaba de acuerdo, pero tampoco podía encerrarla como a un prisionero. Además… parecería ser que quería ayudar en algo.
- "Pero aun así, no me fío de ti." – Está bien. Llévate la tarjeta.
- Ok.
Aoko tomó el pequeño plástico de sus manos y lo guardó en el bolsillo trasero del short de jean que vestía. Fue a la gran heladera y pagó por tres bolsas medianas de hielo. Suponía que con eso iba a alcanzar.
- Toma. Tú también vas a necesitar una.
- No te tardes y mira siempre para abajo. No te quedes hablando mucho tiempo. – Le dijo mientras tomaba la bolsa.
- … – Aoko meramente asintió con la cabeza en señal de comprensión.
Kaito veía como su pequeña figura se iba alejando en la oscuridad del pasillo. Entró a la habitación con prisa para meter la bolsa en el pequeño freezer, dejar la mochila en la silla de la cocina, y abrir la canilla de la ducha. Verificó que la ventana del living tenía el cerrojo destrabado y dejó una pequeña hendija abierta. Salió y cerró la puerta, y pudo ver a la del este a punto de llegar a la habitación 265.
Automáticamente su cuerpo se movió sin tener que pensar qué hacer, o dónde apoyarse. Se subió a la reja de seguridad del pasillo y saltó al techo, donde con una simple flexión de brazos terminó subiendo al mismo. Agachado, fue moviéndose por él, mientras veía como Aoko hablaba con Ran.
- "Menos mal que le dije que no se quedara hablando por mucho tiempo. ¿Qué demonios estarán chismeando a esta hora? ¿No tuvieron ya suficiente tiempo para hacer eso? Raro que Shinichi no haya intercedido, debe estar bañándose."
El mago estornudó sin esperárselo.
- "No hace frío, no hay viento…. ¿Qué demonios?". – Exclamó mientras se sonaba la nariz estando cuerpo a tierra… o a techo en este caso.
- "¿Por qué Nee-chan estará poniendo esas caras de depravada?... ¿Aoko se puso roja? ¿Qué demonios están diciendo? La próxima vez me encargaré de ponerle un micrófono… Igualmente, no debería interesarme lo que diga o haga. Después de todo, ya no somos amigos... Pero igualmente tengo curiosidad."
Kaito solamente podía observarla a la distancia mientras se despedía de Ran e iba a lo de Heiji. Podía saltar de techo en techo con mucha facilidad, pero no lo veía necesario. No quería sobre exigir al cuerpo innecesariamente cuando sabía que esto recién empezaba… por más que no le suponía mucho esfuerzo.
Después de que Aoko le dio la bolsa al del oeste, quien tenía a Kazuha encadenada al brazo, vio como caminaba apresuradamente para la habitación con la cabeza gacha, como él se lo había indicado.
Observó que Heiji se había quedado en la puerta viéndola, y se reprendió a sí mismo por no haberse avivado de eso antes. Había subido al techo relativamente al cuete.
Se empezó a mover por el techado con rapidez pero no bajó del mismo. Si lo hacía, lo iba a descubrir, y no quería escucharla discutir sobre lo perseguida que se sentía, la falta de confianza que le tenía y que el bla, bla, bla.
Cuando la escuchó entrar, bajó de la cubierta del edificio sin emitir un solo ruido, y empezó a abrir lentamente la ventana. Cuando iba a pasar su cuerpo con lentitud, la cortina se abrió de repente, encontrando a cierta castaña que lo miraba con una ceja levantada.
- ¿Creías que no sabía que ibas a colgarte de algún lado?
- "Shit… here we go."
- Gastaste agua caliente al divino botón. Vete a duchar de una vez. – Le regaño mientras se daba la vuelta y se dirigía a la cocina para terminar de guardar las pocas cosas que habían dividido.
Kaito no podía creer la pacificación y la normalidad con la cual se movía la chica. Por ende, veía todo con entera desconfianza.
- "¿No me va a cagar a pedos? ¿Sin discusión? Esto es demasiado bueno para ser verdad."
- "Obvio que es demasiado bueno. Debe tener algún cuchillo, alguna estaca de hielo… quizás el baño tiene shampoo en el piso para que te resbales y tu cerebro se abra en dos contra alguno de los artefactos del baño."
- Basta, no empieces. – Le advirtió mientras que con los dedos se apretaba los ojos.
Aoko se dio vuelta para mirarlo con interrogación.
- No hice o dije nada esta vez.
- No… no. No me hagas caso. – Le dijo mientras se pasaba una mano por el pelo de forma cansada y dejaba su celular sobre la mesa de la cocina.
Buscó su mochila con sus cosas y se metió rápidamente al baño para no seguir desperdiciando el agua. Se sacó la ropa, su reloj y su pulsera, e ingresó a la ducha.
- ¡Demonios que está caliente! ¡No se gastó ni un poco! – Exclamó mientras abría rápidamente la fría para equilibrar la temperatura del agua.
Una vez que terminó de sacarse la suciedad del pelo y del cuerpo, cerró los ojos para relajarse un momento… Pero alguien decidió visitarlo inesperadamente otra vez.
- "Quédate más tiempo distendiéndote, que prontamente vas a experimentar la película psicosis en persona. Empezarán los violines, los chelos y las violas... ñic, ñic, ñic, ñic…"
Y tenía que volver el monstruito verde, como él lo llamaba.
- "No vas a poder dormir esta noche. Estas conviviendo con el enemigo y si no te cuidas..."
- Sí, sí. Me embarazará y tendré trillizos. Hora de que cierres la boca. Vete a dormir querido. – Ordenaba el morocho.
El mago salió de la ducha, se secó y vistió lo más rápido posible. Si quería irse a dormir temprano, tenía que calmar a su subconsciente o no lo lograría.
Salió del ambiente encontrando a Aoko sentada en la cocina con un vaso de jugo, viéndolo con confusión en la cara.
- ¿Qué?
- Hiciste rápido, aunque no te sacaste bien el maquillaje. – Dijo enarcando una ceja. – Tampoco te trataste las heridas.
- Me olvidé de ellas en realidad.
- ¿Cómo hiciste para sobrevivir todo este tiempo?
- "Mejor no preguntes."
- ¿Te… ayudo?
- "Dile que sí. Te dejará ciego cuando te atraviese el ojo con un hisopo". – Habló Green monster.
- No. Yo lo hago después. Vete a bañar así no te acuestas tarde.
- "Sabia decisión."
Una vez que la mujer de ojos azules pasó al baño, él se fue al living a sentarse en el piso con las piernas cruzadas. Apoyó la espalda sobre el sofá e irguió su tronco, sin relajarse o tensarse demasiado. Sus hombros se encontraban hacia atrás, acercando ligeramente los omóplatos entre sí. Sus antebrazos reposaban sobre sus abductores e ingles. Las palmas de sus manos viendo hacia arriba, y una sobre la otra. Sus pulgares, tocándose entre ellos.
Cerró los ojos y empezó a inhalar en tres tiempos y a exhalar en tres tiempos. Una vez, trece veces… hasta que se perdió en la cuenta y en el espacio.
Escuchaba el suave sonido de la ducha, y le hacía recordar a las olas de las playas de Los Ángeles. Se transportó ahí, sintiendo inmediatamente la cálida arena en sus pies y los rayos del Sol del atardecer sobre su cuerpo y rostro.
Con Shinichi, siempre evitaban los senderos asfaltados que se encontraban a unos cuantos metros de la playa. Solían llenarse de gente que caminaba, corría, patinaba con skaters, o simplemente de grupos que bailaban o hacían coreografías y acrobacias con patines. Por todas estas razones, siempre optaban por caminar o correr por la orilla.
Recordaba el largo muelle de madera, oyendo el claro sonido que emitían las aves marítimas que esperaban a que los pescadores les tiren algún bocadillo.
Una suave brisa que venía acompañada con un olor distinguible a sal lo abrazaba. Observaba como las palmeras que rodeaban la playa, y que se encontraban una al lado de la otra, se movían en un suave compás.
Siguió caminando hasta que una fragancia a lavanda inundó sus fosas nasales. Lo sintió extraño y desubicado en su mundo, lo que significaba… que debía regresar de su pequeño viaje.
Lentamente, fue volviendo de la playa hasta ubicarse otra vez en el cuerpo que se encontraba contra el sillón. Se sentía descontracturado, calmado y dormido, y le costó volver a ubicarse en tiempo y espacio.
Sus párpados se negaban a colaborar, y parecían pegados con pegamento al pliegue semilunar de sus ojos. Respiró hondo para intentar despabilarse. Poco a poco empezó a parpadear, abriendo un poco más sus ojos con cada movimiento. Habrá pasado un minuto cuando pudo abrirlos completamente… encontrándose con los de ella frente a frente.
Se quedó estático por dos razones. La primera: siempre que meditaba, lograba adquirir un estado de relajación tan sublime, que su cerebro se negaba a funcionar. Y la segunda… porque se heló al acordarse de lo fascinante que le parecía el color de los iris de ella.
Desde que había llegado, nunca los había podido admirar desde tan cerca como ahora. Su pelo, por más que todavía le quedaban algunos reflejos rubios por la tintura temporal que usaron, se encontraba oscuro por habérselo lavado, y eso provocaba que resalte aún más su color marino.
Pero no podía dejarla entrar. No después de todo lo que pasó. No eran nada. No eran ni siquiera compañeros. Eran dos completos desconocidos que ante la mínima señal de debilidad, se atacaban entre sí.
- ¿Te habías dormido? – Consultó con suavidad.
- No. – Dijo saliendo de su concentración mientras estiraba suavemente sus piernas. El olor a lavanda que sintió, era del jabón de la ducha que ahora impregnaba la piel de ella.
- Te olvidaste esto en el baño. – Y Aoko estiró su mano, mostrando su reloj y pulsera.
- Ah, gracias.
Kaito se puso la pulsera, pero no el reloj. Y eso le llamó la atención a la del este.
- ¿Duermes con ella puesta?
- ¿Ustedes no se duermen con los aros puestos a veces?
- Es verdad… ¿Quiénes son ellos? – Preguntó con curiosidad mientras señalaba los nombres escritos en la pulsera.
- Nadie. – Le respondió secamente… y la castaña lo sintió.
- Tienes… hinchada la cara. Deberías ponerte hielo y curarte esas heridas de una buena vez. Son casi las dos de la mañana. – Le sugirió mientras se paraba.
- Ve a dormir que ya es tarde.
- ¿No me vas a dejar ayudarte?
- No. – Dijo seriamente mientras se levantaba.
Aoko se quedó perpleja y pensó que no había salido de la ducha, y que alguien le había cortado el agua caliente.
- Entiendo que no fui… que… – Y respiró profundamente sin saber si era para calmarse o para no empezar a derramar lágrimas otra vez. – Entiendo que pienses que soy realmente una mala persona como dices que soy, y te pido perdón por… como me comporté. ¿Pero podrías por un minuto bajar la guardia como lo estoy haciendo yo, y dejarme ayudarte?
- No.
- ¿Por qué no? – Preguntó anonada.
- Porque sencillamente no quiero. – Dijo pasando por su lado para buscar el alcohol y el algodón.
Kaito vio que Shinichi le había enviado un mensaje al teléfono. Lo desbloqueó para leer que iban a lo de Heiji para ver qué es lo que le pasaba a Kazuha.
- Esa no es una respuesta con fundamento. – Le recriminó mientras lo veía dejar el teléfono en la mesa de la cocina.
- Nakamori-san, estoy cansado después de lo que pasó estos días. Mi madre, lo poco que vengo durmiendo, lo que pasó en la casa y… todo el tema de la huida. – Enumeró al mismo tiempo que levantaba sus dedos. – Mientras más cerca de mí estés, más a la defensiva me pondré, y no quiero discutir contigo a esta hora de la noche. Déjalo ahí.
- "¿Otra vez volvimos a los apellidos?"
Kaito se metió en el baño mientras se veía en el espejo para tratar los golpes que tenía en la cara... pero periféricamente, también estaba viendo a la persona que su organismo consideraba una alerta.
- ¿Por qué eres así? – Dijo quedándose en el marco de la puerta.
- ¿Por qué soy así? – Preguntó incrédulo mientras se daba la vuelta. – Yo soy el que no te entiende. Desde que pisé Japón no paraste de tratarme mal por un segundo. El primer día que nos vimos me dijiste, sino más recuerdo: "No me pidas que no siga odiándote ahora o mañana, porque eso jamás cambiará". Luego me catalogaste como una basura que vino para cagarte la vida. ¿Ahora haces un cambio de 180 grados y quieres aparentar ser la buena de la película?
- No estoy actuando, y acabo de pedirte perdón por cómo me comporté.
- ¿Y piensas que con eso solucionas las cosas? Es como si arrojaras una bomba nuclear y luego le pidas disculpas al planeta por dejarle un tremendo agujero en la corteza. El daño ya está hecho.
- Ya te dije que no fuiste el único que salió herido con todo esto. Al menos estoy intentando dar un paso para cambiar las cosas.
- Déjalo ahí. – Insistió seriamente empezando a enojarse.
- No quiero que lo dejemos ahí.
- Vuelvo a advertírtelo, no quiero discutir.
- ¿Por qué no?
- ¡Pues porque estoy enojado contigo, maldición! ¿Acaso crees que estoy hecho de hierro?
Kaito no lo entendía. No entendía por qué estaba tan furioso con ella después de todo lo que pasó. Tendría que estar calmado porque nada salió mal. Nadie estaba herido de gravedad o secuestrado… ¡Pero se sentía como una olla a presión que pedía a los gritos ser destapada antes de que la válvula empiece a girar como loca para liberar el vapor! Quería callarse, quería cerrar la boca o ponerse cinta sobre ella… pero no pudo.
- ¡Soy un maldito humano, compuesto de carne y huesos como cualquiera! Ya dejé que me destruyas una vez. Y estoy… cansado de que me hagas sentir una mierda del suelo en cada oportunidad que puedas. Me aplastaste como si fuera un insecto, me empujaste lejos de tu vida, me apartaste de la única amiga que tuve cuando más la necesitaba. Todo porque no me dejaste explicarte por qué hice lo que hice. Realmente, después de todos los años que estuvimos juntos, ¿Crees que podía llegar a ser tan cínico e hijo de puta de querer hacerte daño o de lastimarte? Siempre, en incontables de veces intenté protegerte de todo. ¿Cuándo demonios hice algo opuesto para que pienses de esa manera sobre mí?
- …
- Espero que te haya hecho feliz haberme dejado tan inservible. Tus palabras magnificaron la agonía que ya sentía, y lo único que me dejaron por un tiempo, fue una sumisión química para no perder la poca cordura que me quedaba. Espero que haya verdaderamente valido la pena que me hayas sentado en la primera fila de una sala de cine para ver como mi mundo se hacía cenizas.
- …
- Así que… no me vengas a preguntarme un sinfín de por qué no quiero que te acerques a mí o me toques.
El mago no escuchó respuesta o ninguna especie de retruque. Solo veía a una persona que se quedó abrazada a sí misma en la puerta, con la expresión más gélida y atormentada que hubiera podido imaginar. Observó cómo sus ojos empezaron a ahogarse y sus uñas se clavaban con fuerza en sus biceps.
- Ok. – Dijo ella en un tono acuoso y quebrado mientras se retiraba a la habitación.
Kaito suspiró fuertemente mientras se agarraba de la mesada del lavatorio y veía su reflejo en el vidrio. Otra vez se le había soltado la rienda… pero últimamente no podía evitarlo cuando estaba con ella. ¡Quería que sufriera y sintiera en su propia alma el mismo dolor que sintió él!… ¿Desde cuándo se había vuelto tan vengativo? ¡Él no era así! No se reconocía a él mismo, ¿Qué demonios le estaba pasando? ¡Sólo quería ayudarlo a curarse y él la sacó corriendo con un sifón como si fuera un gato sarnoso!
- "Shinichi tiene otra vez razón. Me estoy convirtiendo en lo mismo que era ella antes."
- "Al carajo la meditación. No me sirvió de nada."
Se apresuró a lavarse bien la cara para sacarse el maquillaje, y desinfectarse los rasguños y las lesiones que tenía en el rostro. Tiró las cosas en el tacho y se lavó las manos. Se vio al espejo otra vez más, observando sus ojos. No tenían el brillo de hace unos días atrás.
- "Ahhh que silencio, esto es raro. ¿Dónde estás maldito monstruo verde? Ahora te callas, ¿No? ¡Pues vete a la mierda tú también!"
Agarró dos toallas, apagó las luces y fue a la cocina por un vaso de agua y un poco de hielo. Caminó hacia el living, dejando uno de los veladores encendidos. Definitivamente estaba destinado a dormir en el incómodo sofá. Ya cuando había entrado la primera vez, sabía que iba a ser su cama por esta noche.
Buscó en su mochila el cargador del teléfono y sus auriculares inalámbricos de color blanco para sincronizarlos con el teléfono. Guardó su reloj, y se puso a buscar alguna música para calmarse mientras bebía agua. Tenía cientos de canciones en sus playlists… pero ninguna le parecía la adecuada. Con el dedo tocó la parte inferior de la pantalla y deslizó rápidamente el dedo hacia arriba. Hizo un rápido toque en la mitad de la pantalla y eligió la canción que le tocó al azar, dejando el vaso sobre la mesa.
Puso a cargar el teléfono a su lado, y se acostó sobre la toalla que dejó sobre uno de los extremos, intentando encontrar una posición cómoda. Cerró sus ojos, se puso el hielo en la cara, y retomó sus ejercicios de respiración, para descubrir que después de una hora, no estaban relajándolo en lo absoluto.
Se sacó la toalla húmeda del rostro y junto con la de su cabeza, las dejó en el piso, a un costado.
No se podía concentrar y estaba fastidiado. Más que fastidiado… tenía un gran cargo de consciencia por lo que acababa de hacer.
El estar con Ashley y todo el grupo de desquiciadas por tanto tiempo, le permitieron escuchar y ser testigo de diversas historias sobre lo mal que lo pasaban cuando algún chico las maltrataba. Más de una vez fue el psicólogo que aliviaba las penas de ellas o el que colaboraba para animarlas, por ende, tenía una aproximación de lo que se sentía y de lo que ellas pensaban… y nunca se imaginó que él iba a ser como uno de esos chicos. Se había convertido en uno de los que tantas veces quiso golpear por herir a tan fantásticas personas.
¿Se podía auto golpear?... Como que poder podía. Aunque iba a resultar un poco raro.
- "Bueno Kaito, felicidades. Si pensabas que ella era una desilusión en tu vida, ahora tú lo eres en la suya. Y que conste, por segunda vez... o tercera."
Se quedó por treinta minutos de la misma forma: viendo el techo y escuchando… no sabía que. No le estaba prestando atención.
Vio el reloj del celular, el cual indicaba las cuatro de la mañana. Si seguía de la misma manera, no iba a dormir nada… No iba a dormir. Punto.
Decidió dejar los auriculares y agarró su teléfono, notando que Shinichi se acababa de desconectar hace dos minutos del servicio de mensajería.
- ¿Todo bien en lo de Heiji?
- Sep. Toyama-san estaba alterada y necesitaba de Ran. Volvimos hace un momento.
- Entonces, ¿Qué haces todavía despierto?
- No creo que pegue ojo esta noche.
- ¿Tan mal están las cosas por allá?
- Pppfffff. Ni preguntes. ¿Qué haces tú despierto?
- Se me saltó la térmica de nuevo.
- ¿Después de todo lo que pasó?
- Sí, lo sé. ¿Por qué crees que no estoy durmiendo?
- ¿Qué hizo ahora para que te pongas así?
- Nada, eso es lo peor. Quiso ayudarme y la saqué cagando. No paro de pensar negativamente en cada cosa que hace o dice.
- Greeny apareció de vuelta, ¿No?
- Desde que me subí al techo del auto. Aunque lo mandé a dormir hace un rato.
- Bien hecho.
- No me está agradando ser así.
- Entonces cambia tu forma de ser.
- Pero solo me pasa con ella. No sé por qué le tengo tanta bronca.
- (Escribiendo…)
- ¡¿Qué carajo estás escribiendo que tardas tanto?!
- (Escribiendo…)
- ¿Se viene la respuesta científica?
- (Escribiendo…)
- ¿O quizás el sermón nocturno (-_-;)?
- ¡QUE IMPACIENTE QUE ERES! Respuesta elocuente: Porque estás resentido al no haberte entendido y piensas que tiene que pagar por eso. Te estás victimizando… ambos lo está haciendo en realidad. Y no es la mejor forma para lograr comunicarse. Ninguno de los dos tiene la absoluta razón, y no les va a servir de nada que se apunten con el dedo permanentemente. Van a terminar lastimándose innecesariamente si siguen en este círculo vicioso de echarle la culpa al otro. Ella cometió sus errores, pero parece que está intentando enmendarlos de alguna forma. No la castigues por haberse equivocado.
- …
- Si algo le pasa a Nakamori-san, ¿Podrías vivir con ello?
- ¡TE ODIO! ¡Me cagaste la existencia al hacerme esa pregunta la primera vez! Gracias a eso me subí al maldito avión.
- ¿Te la cagué o te hice abrir los ojos? Te cambiaré el sentido de la pregunta… Si lastimas a Nakamori-san, ¿Podrás vivir tranquilamente con ello?
- …
- Claro que no podrás, y por eso no puedes dormirte. Primero porque sabes que acabas de hacerlo... Y segundo, por más que lo niegues, sigues queriéndola a pesar de que quieras matarla.
- …
- Frase que me dijo Shuichi cuando fue a buscarme en Estadios Unidos: "Después de los años que estuvieron juntos, de los momentos que vivieron… una pelea, o más bien dicho, un malentendido, ¿Significa más que todo lo que compartieron?"
- No. Pero… ¿Cómo se supone que puedo volver a confiar en ella?
- ¿Cómo sabe ella que puede confiar en ti? Están en igualdad de condiciones.
- No te estoy queriendo ni un poco.
- Ohh, sé que no lo dices en serio.
- ¿Por qué las relaciones humanas tienen que ser tan complicadas?
- …
- ¿Qué paso que callaste? ¿No hay respuesta científica, elocuente o racional para lo que acabo de preguntarte?
- No puedo opinar mucho del tema.
- ¿Por qué no?
- No de forma literal… Pero según Heiji, y creo que no se equivoca… le cerré la puerta en la cara a Ran. Ahora ni me dirige la palabra. ¿Por qué crees que no puedo dormir tampoco?
- (Imagina que me acabo de abofetear la frente y me dolió). Pobre Nee-chan. ¡¿Por qué le hiciste eso?!
- Quiere hacer algo y… no estoy de acuerdo con ello.
- Salvo que te haya propuesto un trío con otro hombre…
- ¡No seas imbécil!
- Entonces jódete.
- ¿WTF?
- Sí, ¡Jódete! ¿Quién eres tú para decirle que haga lo contrario?
- ¡No puede esperarme toda su vida cuando no sé si puedo volver! Ni siquiera le conté todo lo que pasó.
- ¿Te dijo eso?
- Sí.
- ¿Pero no es acaso lo que querías?
- Sí, pero…
- ¿No es lo que ella quiere?
- Sí, pero…
- O sea que ambos quieren estar juntos.
- SÍ, PERO…
- ¡SÍ, PERO… MY ASS!
- No gracias. Eso no lo quiero.
- (Escribiendo…)
- Uh, ¿Ahora me toca a mí?
- (Escribiendo…)
- Uy la pucha.
- (Escribiendo…)
- (O_O;) Shit…
- Querido hermano mío: para ser tan inteligente, ¡ERES UNA DE LAS PERSONAS MÁS IDIOTAS QUE EXISTEN EN ESTE PLANETA! Ya te lo dije… ¡Abre la maldita caja de hierro de una vez por todas! ¿Qué demonios estás esperando para hacerlo y vivir un poco de una buena vez? ¿En serio estás debatiendo eso con Nee-chan cuando estuviste a un maldito paso de estar en un ataúd a 20 metros bajo tierra? Sabes muy bien que no existe el mundo ideal, ni los momentos o los estados perfectos, y que todo puede irse a la mierda en menos de un minuto. Cuéntale todo a lujo de detalles y deja de lastimarla de una vez por todas. Merece saber la verdad. Si después de explicarle todo, quiere seguir esperándote, respétala. No es tu decisión.
- ¿A lujo de detalles?
- Sí. Absolutamente todo. Tienes mi permiso.
- Te matará en… menos de cinco horas.
- Primero te matará a ti. Y luego…se levantan apuestas. ¿Quién pega más fuerte? ¿Steve o Nee-chan?
- Difícil de decir, aunque no creo que quieras experimentar la prueba en carne propia para validar la apuesta.
- Yo creo que tendríamos que disminuir la cantidad de ejercicio físico y hacer un par de cursos sobre mujeres.
- No es mala idea. ¿Te imaginas la cara de Shuichi y de Jodie cuando les pidamos eso?
- ¡Imperdible!
- Bueno, iré a ver cómo arreglar esto.
- Suerte.
- ¡Gracias! Y…
- ¿Qué?
- Deja el pasado atrás y encuentra la paz contigo. Ambos cometieron errores.
- Lo sé.
- ¿Dónde se posicionan los pies?
- En el momento cero. I know. Quizás tú deberías seguir tus propios consejos.
- ¡Cállate!
- Bye-bye!
Volvió a dejar el teléfono en el suelo con una leve sonrisa, sintiéndose un poco mejor. Cerró los ojos un momento y divagó entre el mundo de la consciencia y la inconsciencia por un rato.
Sentía que estaba dormido pero con los sentidos en alerta. Como por ejemplo, podía sentir la presencia de alguien que lo estaba observando, escuchaba las suaves pisadas de una persona sobre el piso y percibió la pequeña ventisca de alguien que se sentó cerca suyo. Eso… no estaba bien.
Abrió los ojos y movió la cabeza de costado, encontrando a Aoko con las piernas al pecho, y a la altura de los pies de él. Tenía una manta sobre sus hombros y brazos, los cuales rodeaban sus piernas, intentando encontrar un poco de calor sobre las frías baldosas, producto del aire acondicionado.
El velador que dejó prendido no le ayudó mucho a estudiarla dado que su corto pelo escondía gran parte del lateral de su rostro. Sin embargo, solo le bastó ver lo rígido que se encontraba su cuerpo y lo entreabierto e hinchados que estaban sus labios para entender lo mal que estaba.
- ¿No puedes dormir?
Aoko se sobresaltó y se encogió al escucharlo, intentando abrazarse más fuerte a sí misma para encontrar algo de calor.
- No quise despertarte. No haré nada. Me mantendré lejos de ti.
- No seas ton…
Pero Aoko arrugó la cara, levantó los hombros y se hundió más entre la manta con terror. Estaba esperando otra ola de cuchillas afiladas y más palabras que le quiebren el poco corazón que le quedaba latiendo… y eso le partió el alma a Kaito.
Sí. Ella lo lastimó. Le dijo unas duras palabras en el peor momento que se encontraba. Pero como le dijo Shinichi, ella no tenía la culpa de todo lo que le pasó y él se estaba victimizando. La golpeó con su frustración y rencor acumulado, pensando que se lo merecía con justa causa… pero este no era el resultado que quería.
El morocho se sentó en el sofá y lo único que logró fue que ella se escondiera más en la tela de ser posible, intentando ocultarse del causante de su angustia.
Estaba totalmente descolocado. Odiaba… pero odiaba en serio, ver mal a la gente. Le hacía recordar a todo el calvario que vivió desde que era un adolescente, y pensaba que nadie tenía por qué sufrir tanto en la vida.
Cada sollozo que escuchaba, cada lágrima que veía, sea de quien sea, las sentía como punzadas en los pulmones que le impedían respirar normalmente. Pero con Aoko… no las sentía en sus pulmones, sino en el maldito órgano que se encontraba en el medio de ellos. Era con la única persona que le pasaba, y por eso siempre intentó animarla o hacer algo para sacarla de ese curso. Pero ahora… si él era el causante de dicho estado, ¿Cómo hacía para arreglarlo cuando ya estaba sintiendo un agujero en el medio del pecho?
Tenía bronca… pero tenía ganas de llorar al mismo tiempo. ¿Estaba acaso perdiendo la cordura?
- No voy a molestarte, solo no quería estar sola. Déjame quedarme acá… Por favor. – Le suplicó con un hilo de voz totalmente quebrado y lastimero.
El mago se quedó incapacitado al escucharla tan rota, y Aoko tomó su silencio como una pésima señal, y una negativa a su pedido. No soportó más la presión en su tórax, la sensación de asfixia, el dolor de su garganta, el rechazo permanente de la gente, la crueldad de sus palabras que seguían repitiéndose en su cabeza. No importaba lo que hiciera, siempre terminaba lastimada. Cada paso que daba, era siempre criticada… y ya estaba harta de todo y de todos.
Sentía un ardor intenso en sus ya rojos e hinchados ojos, e instantáneamente las lágrimas empezaron a desbordar de ellos una vez más. Quería gritar, pero sabía que no podía hacerlo estando entre las cuatro paredes de un hotel. Una mezcla de angustia, desilusión e indignación se encontraba aglomerado en su pecho y sentía que iba a ahogarse. Sollozo tras sollozo salían de su boca dejándola sin aire, esperando que de una vez por todas, deje de respirar.
- Aoko, intenta respirar. Hey, hey…
Kaito se paró rápidamente del sillón intentando de alguna manera apaciguarla, pero las palabras eran totalmente inútiles en este caso… y él lo sabía perfectamente bien.
- "¿¡QUE MIERDA HAGO AHORA!?"
Se sentó al costado de ella. Estaba indeciso, apenado y hasta se podría decir que perturbado. No sabía si hablarle, irse y dejarle su espacio o si llamar a alguna de las chicas. Era tal el conflicto emocional que le generaba que no sabía cómo actuar.
Vio su rostro enrojecido, la expresión continua de dolor, su entrecejo tenso, la fuerza con la cual se envolvía en la delgada tela buscando algo de consuelo, su nariz húmeda y roja, sus labios mojados y apretados para que sus lamentos no se escucharan, y el continuo caudal de gotas que no paraban de emanar de sus zafiros… y fue demasiado para él.
Pasó uno de sus brazos por alrededor de los hombros de ella, e intentó atraerla un poco hacia él. Pero se rehusaba a salir de su posición defensiva por más que se estaba mostrando de la forma más vulnerable posible.
- Está bien no estar bien. Shinichi me dijo esa frase cuando estaba en el peor momento de mi vida.
- … – Y Aoko dejó de hacer fuerza contra él.
- Llorar es necesario cuando llegamos al… límite. Es como una corriente de agua que nos limpia por dentro y saca toda la basura que venimos acumulando. Así que… hazlo. – Comentó mientras apoyaba la cabeza de ella sobre su hombro y depositaba su mentón sobre la misma. – Te sentirás mejor.
Y así lo hizo. Inclinó un poco el cuerpo para quedar pegado al de él sin salir de la posición en la que se encontraba, y derramó lágrimas hasta que sus ojos quedaron deshidratados y secos.
Pasó un tiempo considerable hasta que se calmó. Sentía un fuerte dolor de cabeza, la nariz paspada y la cara inelástica producto de la sal sobre sus mejillas. Lo único que todavía no podía controlar, eran los movimientos convulsivos que realizaban su diafragma y pulmones.
- No iba a decirte que no te quedes. Solo que no lo hagas en el suelo porque tus… pompis se iban a congelar. El piso está helado por el aire, y tú estás en shorts transparentes y descalza.
- No son… transpa…rentes. – Dijo entre inspiraciones bruscas.
- No literal, pero la tela es extremadamente finita. Mejor que te metas en la cama.
- … – Y negó con la cabeza.
- Aoko. – Dijo en tono reprobatorio.
- ¿Ahora… vuelves a lla…marme por m… mi nombre?
- …
- …
- Perdona. No tendría que haber explotado de esa forma contra ti. – Confesó de forma sincera en un susurro. Sentía que si hablaba como normalmente lo hacía, su voz iba a quebrar la tranquilidad de la atmósfera.
- Sólo quise ayudarte. Ahora eres tú el que… arrojó la… bomba nuclear.
- Lo siento. No quise lastimarte. Solo que… no sé. Creo que tengo heridas que no terminaron de cerrar y me hacen sentir un poco… indefenso.
- Nada… será como… antes, ¿No? – Le preguntó cerrando los ojos.
- No podemos ser como antes.
- … – Y Aoko se mordió el labio inferior.
- Crecimos. Cambiamos. Pensamos de otra forma. No somos lo que éramos hace un par de años atrás. Y tampoco podemos cambiar el pasado por más que queramos.
Aoko se sentó como estaba al principio, pensando que ya no le quedaban más lágrimas. Sin embargo, una gota de agua traicionera salió de su lagrimal, descendiendo lentamente por el lado izquierdo de su rostro.
El mago al verla, se encargó de deshacerse de ella con su dedo índice, y dejó su mano con la palma hacia abajo estirada delante de ella. Sólo cuando ella fijo sus ojos hacia su mano, fue que la rotó como si estuviera sosteniendo un vaso… y una rosa color azul apareció entre sus dedos.
- No podremos cambiar lo que sucedió. Pero quizás podamos hablar de ello de a poco y ver qué cosas podemos mejorar de ahora en adelante… si es que quieres.
La de ojos zafiro no pudo evitar una leve sonrisa al ver la rosa y afirmó con la cabeza. Recordó los momentos donde hizo el mismo acto, y definitivamente no es algo que quería olvidar o cambiar. Tomó la rosa entre sus manos y se la quedó viendo con nostalgia.
- ¿Estás seguro que quieres tener esta conversación?
- "Que buena pregunta. ¿Pero para qué demonios lo propuse en primer lugar?"
Quería… pero no quería al mismo tiempo. ¿Tan fácil era todo? ¿Ya está? ¿Olvidaba todo el sufrimiento que vivió por dos años en un abrir y cerrar de ojos?
- "Deja el pasado atrás y encuentra la paz contigo. Ambos cometieron errores. Después de los años que estuvieron juntos, de los momentos que vivieron… una pelea, o más bien dicho, un malentendido, ¿Significa más que todo lo que compartieron?"
El mago sonrió mientras recordaba los malditos mensajes de su amigo. ¡Era un condenado martillo que siempre la daba al clavo en el momento justo!
- No sé si ahora mismo pueda contarte todo. Pero quiero dejar de pelear contigo y de estar criticándonos todo el tiempo.
- Yo también… Ran-chan tenía razón una vez más. – Comentó exasperada en voz alta.
- ¿En qué?
- Me aconsejó algunas cosas que resultaron ser ciertas.
- Entre Nee-chan y Shinichi… no se con cuál de los dos me quedo. Voy a empezar a investigar seriamente si son brujos.
- Siempre dicen las cosas en el momento justo.
- Es detestable.
- Totalmente de acuerdo. ¿Cómo hacen para aparentar que nada pasó?
- Los envidio un poco por eso. Aunque se acaban de agarrar de los pelos.
- No me extraña. Eso es algo que ya sabíamos que iba a pasar. ¿Por qué crees que dividí las habitaciones de esta manera?
- Me imagino que ya te arrepentiste de eso.
- ¿Cincuenta y cincuenta? – Dijo con duda. – Entonces… ¿Bajarás las armas?
- ¿Tienes paciencia? No sabes lo que va a costarme hacer eso.
- A mí también. Pero… si realmente te destruí como dices que lo hice… entiendo porque no quieras hacerlo o estar cerca mío.
- Mi mundo se deshizo porque yo lo dejé. El principal culpable de eso soy yo. No debería… adjudicarle la responsabilidad a nadie más.
- ¿Cómo hiciste para reconstruirlo?
- ¿Literalmente? Con sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor. Y todavía siento que no lo edifiqué por completo.
- El mío… sigue destruido. Yo no tengo un mundo.
Escuchar esa frase lo hizo retroceder en el tiempo, enviándolo a recordar a una época donde se encontraba bajo la lluvia, empapado de pies a cabeza, con el viento helado rodeándolo y…
- No vayas por ese camino. – Le recriminó seriamente. – ¿Me escuchaste? – Dijo mientras levantaba la espalda de la base del sofá y la agarraba fuertemente del brazo con cierto gusto amargo en la boca.
- ¿De qué camino me hablas?
- …
- Kaito… me está doliendo. – Se quejó mientras movía un poco su brazo para intentar deshacer el agarre.
El morocho la soltó, pero no dejó de observarla a los ojos con cierta furia. Un silencio incómodo se apoderó del living, y la muchacha se levantó del piso para intentar huir tanto de ello, como de su intensa mirada.
Dejó la flor en un vaso con agua en la cocina, y se dirigió al baño para abrir la canilla y lavarse el rostro. Formó una pequeña laguna con sus manos y hundió sus pómulos y ojos en ellas. Sentía el agua helada contra su piel, enviando pequeños rayos de electricidad a sus extremidades que le provocaban piel de gallina.
Repitió la operación hasta que se sintió limpia de impurezas y cerró el grifo. Se vio al espejo y se encontró con un rostro que no conocía. Sus ojos estaban abultados y con un color carmín, su sonrisa desaparecida, y su cutis más blanco que una cáscara de un huevo. ¿Dónde estaba su muralla? ¿Qué pasó con la promesa de no volver a llorar? ¿Qué fue de la mujer que había decidido no dejar que nadie la volviera a lastimar?
Vio por el reflejo a la persona que derrumbó todos los ladrillos que fue apilando como si fuera una bala de cañón. Tomó la toalla que estaba a un lado y la depósito sobre su cara para secarla.
- Hay una frase de Chaplin que dice: "El espejo es mi mejor amigo, porque cuando lloro, nunca se ríe." Odio esa frase por lo verdadera que es a veces. – Dijo con la voz tapada con la toalla.
- No veo que me esté riendo.
- Pero tampoco te consideras mi amigo. Y por el momento, no sé si pueda etiquetarte de esa forma tampoco. – Le respondió mientras dejaba la toalla a un lado y se daba vuelta para verlo.
- Te entiendo. Pero… ¿Me dejas aconsejarte algo?
- …
- Cuando veas que todo es... básicamente una mierda, cuando no te sientas querida o simplemente quieras abandonar todo… bajo ningún motivo te cierres. Recuerda que tienes al menos cuatro amigas que están dispuestas a escucharte y a acompañarte.
- ¿Cuatro? ¿Quién es la cuarta?
- ¿Keiko?
- Momoi-san dejó de ser mi amiga hace tiempo. – Y dicho dato sorprendió al del este.
- ¿Cómo? Si era tu mejor amiga desde la primaria.
- Pasaron muchas cosas. Ni kudo-kun ni tú, saben lo difícil que fue para Ran-chan y para mí terminar el colegio. – Le confesó mientras caminaba hacia él y apagaba la luz del baño.
- "¡Maldición! ¡No me dejes como un coco colgado de una palmera! ¡Ahora quiero saber!"
- Tengo sueño y me duele la cabeza. – Dijo mientras se refregaba una mano en la frente.
- Ve a dormir. Fue un día complicado.
- …
- ¿Qué? – Preguntó al no verla moverse.
- ¿Te acuestas al lado?
- No me vas a cortar una mano como dijiste en el estacionamiento, ¿No? – Preguntó cruzándose de brazos e inclinando la cabeza.
- … – Aoko entrecerró los ojos por más que hacer eso le estrujó los sesos.
- Ok, ok. – Exclamó levantando las manos. – Iré a buscar el teléfono.
Kaito se dirigió al living y vio sus cosas dispersas por todos lados. Como odiaba olvidarse las cosas, empezó a meter todo dentro de su mochila. Dudaba dormir, pero si lo hacía, sabía que era un completo inútil en las mañanas.
Caminó con su teléfono y cargador, y llenó de agua su vaso vacío en la cocina, aprovechando a darle unos cuantos sorbos. Se dio cuenta de que no había comido nada desde ayer al mediodía. Pero con todo lo que estuvo pasando, no tenía hambre para nada, lo cual… ¡Era un milagro ya que comía como lima nueva!
Pasó el umbral de la habitación y vio a Aoko sentada bajo las sábanas, sobre el lado izquierdo de la cama, con el velador prendido. La rosa que acababa de darle estaba sobre la mesita de luz, y esos pequeños detalles son los que a veces lo desorientaban.
- "¿Qué diablos te pasó para que hayas puesto esa corteza a tu alrededor? No logro entenderte. A veces actúas como si fueras otra persona… pero cuando haces cosas como estas, me haces recordar a la antigua Aoko. ¿Cuál de las dos eres?"
- ¿En qué estás pensando?
- "¿Lo poco que nos conocemos en realidad?"
- ¿Te tengo que cortar una mano?
- ¡Oye! – Exclamó saliendo de sus pensamientos y caminando hacia el lado vacío.
Conectó el teléfono a la pared por más que ya estaba cargado, y puso la alarma para las 8.30 de la mañana. Vio la hora, y la luz que entraba a través de la ventana. Con suerte dormirían tres horas. No se metió bajo las sábanas porque al estar vestido, iba a sentir calor. Así que se quedó sobre las mantas, viendo el techo una vez más, y con las manos sobre su estómago.
Aoko apagó la luz y se puso de costado para observarlo mientras se hundía en la almohada, buscando la mejor posición para dormir. Tenía veinte millones de preguntas para hacerle, pero le dolía tanto la cabeza que solamente quería cerrar los ojos y dormirse.
Pero pasaron los minutos y ninguno de los malditos de Fobetor, Fantasos o Morfeo aparecía en su cabeza. Se quejó con su garganta al mismo tiempo que exhalaba con fastidio.
- ¿Sigues sin poder dormirte? – Dijo el mago con los ojos cerrados.
- Entre lo que lloré y lo que no dormí… mejor que me prestes tu maquillaje antes de salir. Mi cara es y será un desastre.
- ¿Para tanto?
- A ninguna mujer le gusta verse un mapache cadavérico.
- ¿Qué harás cuando tu pareja te vea en las mañanas? ¿Dormirás maquillada? ¿O te levantarás media hora antes para hacerlo?
- "¿Por qué eso sonó… raro?"
- …
- De aquí a que tenga pareja… tendré que reencarnar unas quince veces.
- Que negativa que eres.
- Es realismo. Admito que no soy fácil de aguantar.
- Siempre hay un roto para un descocido.
- Bue… ¿Qué estuvo haciendo Kudo-kun contigo todo este tiempo?
- …
- Ya que mencionaste la palabra roto… ¿Puedo preguntarte algo?
- Si es muy complicado, déjalo mejor para otra ocasión.
- No creo que sea complicado de responder. ¿Por qué tienes tantos callos en las manos? Los sentí cuando me agarraste en el supermercado… Además de que tus dedos parecen… papel de lija.
- ¿Deporte? – Respondió simplemente.
- ¿El deporte también te ocasionó esas heridas en los antebrazos? – Preguntó mientras recordaba las pequeñas cicatrices de forma irregular.
- ¿Algo más que me hayas visto? – Consultó arqueándole una ceja.
- "¡JA! No me obligues a responderte algo tan obvio mister pectorales desarrollados con glúteos perfectos."
Kaito lo pensó e iba a probar dando el primer paso. Después de todo, habían decidido poner los pies en el casillero cero. Solo faltaba empezar a caminar.
Acercó su otra mano y le mostró la pulsera roja. En total, tenía 12 casilleros dividido en dos filas. Un nombre en cada uno de ellos.
- Hace un rato me preguntaste por la gente de la pulsera. Ashley Smith y las desquiciadas son un equipo de gimnastas. Tom Miller es con quien practico Parkour. Y Chris Perry es el que me hace la vida imposible con ejercicios de escalada. Por eso tengo las manos como las tengo. Cáete seguido de una pared llena de rocas y conseguirás las heridas en los brazos y piernas… sumado a alguna que otra caída o roce que sufras practicando Parkour. Ahora que lo pienso, tengo más heridas de las que creía. – Dijo riéndose.
- ¿Por qué decidiste hacer tantas cosas? ¿Practicas todo eso actualmente?
- Tenía que ocupar mi cabeza con algo, y Steve se encargó de buscarme actividades que se relacionen a lo que hacía. Y sí… actualmente practico todo.
- ¿Quién es Steve? Me parece que los escuché nombrarlo cuando estaban corriendo por el maizal.
- Otro nombre escrito. Es un… Navy Seal retirado que nos entrena a Shinichi y a mí.
- ¿Un qué? ¿Cómo es que un milico llegó a tu vida y a la de Kudo-kun?
- Esa… es una muy larga historia. Vamos paso a paso, ¿Si? Confórmate por ahora con lo que te conté.
- Ok… Pero… en la pulsera tienes más nombres.
- Solo hay un solo nombre que no conoces dado que el resto son los padres de Shinichi y él, Rei, Shuichi y Jodie. El que falta es James Anderson… que es mi psicólogo.
- ¿Vas al psicólogo? – Preguntó con sorpresa.
- Sí.
- ¿Te sirvió?
- Bastante.
- ¿Y… por qué tus padres no estaban contigo?
- ¿Cómo sabes eso?
- Akai-kun y Kudo-kun mencionaron que un hace año y medio que tu madre no te veía y que por eso no quería despegarse de ti cuando llegamos a la casa de campo. Además, tampoco están en la pulsera.
- Año y siete meses en realidad. Shinichi tampoco vio a los suyos por un año. Aunque ambos empezamos a tener video llamadas a partir de… junio del año pasado sino más recuerdo.
La del este quería saber más, por no decir todo. Pero él tenía razón. Habían dicho de ir de a poco, y no quería bombardearlo de consultas.
- ¿Y… Ashley y las… desquiciadas? – Preguntó con curiosidad.
- ¿Qué pasa con ellas?
- ¿Son todas… mujeres?
- Sí, y no me hagas recordar a esas gritonas. Al menos conseguí tener vacaciones con todo esto y descansar de sus locuras.
- Aja.
- ¿Mmm? – Hizo un ruido sonoro con la garganta en modo de pregunta.
- No, nada. Me imagino que están siempre bien arregladas y deben tener unos súper cuerpos. – "A diferencia de mí, que no tengo trasero, ni cintura, ni pecho o al menos una cara con algo de color".
- ¿Queeeee significa eso? – Preguntó dubitativo.
- Nada. Me intriga nada más por qué practicas gimnasia con… ellas. ¿No deberías estar en el equipo de hombres?
- Porque no queda lejos de donde estamos, y la idea es puramente funcional. No estoy en el de hombres porque no me interesa practicarlo como deporte. Sólo necesitaba algunos elementos y ejercicios para incorporarlos al modo en el que me muevo.
- ¿Solo por eso?
- ¿Tiene que haber otra razón?... ¿Acaso estás celosa?
- Claro que no. – Respondió de forma aguda con un tinte de color en su rostro. – Pero bueno. No sé nada de los últimos años de tu vida. Quizás te… pusiste de novio con alguna de ellas… y por eso ibas.
- No es el caso.
- …
- …
- ¿Usas malla? – Preguntó con diversión para evitar seguir hablando del tema.
- Ni de loco. – Dijo con fastidio, haciendo que Aoko estallara de la risa. – ¿Ya está? ¿Terminaste de imaginarme con un leotardo divino?
- Perdón.
- ¿Y tú que estuviste haciendo?
- No mucho en realidad. Estoy estudiando criminalística y me puse a practicar Judo hace un poco más de un año.
- Ok, me esperaba algo como eso, aunque no lo de Judo.
- ¿Por qué?
- Siempre tuviste esa pasión por la justicia y la verdad.
- Es verdad. Me interesa porque ves todo de manera analítica. Descubrir las causas de los hechos, la manera de evitarlos y cómo influir en las personas que los cometen para que no se vuelvan a producir. Es interesante.
- Te faltaría estudiar derecho y ya estarías completa.
- Lo pensé.
- ¿Pero?
- Hablé con la madre de Ran-chan, y se me pasó. – Y el mago largo la carcajada. – Quiero trabajar en la Policía Metropolitana de Tokio.
- ¿No con tu padre?
- No. Dicen que no es sano trabajar con la familia.
- Tendrás tus razones para pensar así, y sé que no vas a decírmelas ahora. ¿Por qué Judo?
- Es requisito excluyente ser cinturón negro para ser oficial de policía. Así que Ran-chan y Kazuha-chan me ayudaron a encontrar un buen lugar para practicarlo.
- Veo que tienes tu vida bastante organizada.
- También necesité ocupar mi cabeza con algo.
- ¿Por qué dijiste entonces que no tienes mundo?
- …
- Está bien si no quieres hablar de ello.
- ¿Nunca sentiste que no perteneces a ningún lado?
- Incontable cantidad de veces.
- Admiro que hayas podido edificar al menos los cimientos del tuyo. Yo me siento como si estuviera en otro planeta. En un lugar donde no hay vida u otra cosa que no sea tierra, sin oxígeno y completamente sola.
- ¿Por qué? – Dijo con el entrecejo arrugado.
- …
- ¿Fue… mi culpa acaso? Antes no eras así.
- Tú me acabas de decir hace un momento que no debías adjudicarle la responsabilidad a nadie más que a ti mismo. Supongo que yo debo hacer lo mismo.
- Pero…
- No voy a negar que lo que pasó contigo, fue duro y marcó una gran diferencia en mí. Me hizo plantearme muchas cosas, y me obligó a ver lo mucho que dependía de ti todo este tiempo. El haberme peleado contigo, me hizo darme cuenta de lo sola que estaba desde que era una pequeña.
- Pero yo estaba contigo en esa época y nunca me dijiste nada relacionado a eso.
- No estaba sola porque te tenía a ti. Pero cuando te saco de la línea de tiempo de mi vida… no encuentro a muchas personas que me hayan acompañado. Sé que quieres preguntarme más cosas. Pero… es complicado y largo. ¿Te molesta si lo dejamos acá por ahora?
- No, para nada.
- ...
- …
- ¿Qué se supone que somos Kaito?
El mago supeditó la pregunta en su cabeza por un largo rato y no encontraba respuesta adecuada.
- No lo sé. Pero por ahora, no le pongamos título. Etiquetar las relaciones es complejo y conlleva a un montón de obligaciones y responsabilidades, que me parece que ninguno de los dos está en condiciones de aceptar en estos momentos. ¿Estás de acuerdo?
- Con una condición.
- Te escucho.
- No más apellidos. Siento que queremos eliminar el pasado de esa forma y yo por lo menos no quiero eso.
- ¿Basta de rebobinar la película?
- Exac… ¿¡Estabas despierto!? – Exclamó ofuscada.
- No recuerdo… pequeño cachorro que se cree un lobo. Pero gracias por taparme. – Comentó con voz dormida y una leve mueca de satisfacción en sus labios al imaginarse entre la oscuridad, como su cara cambiaba de color.
Aoko se puso colorada inmediatamente al saber que escuchó toda la conversación con el detective en el día de ayer, y que encima, estaba despierto cuando lo cubrió con las sábanas antes de irse a dormir.
- En otra etapa, estaría agarrando la almohada para asfixiarte.
- Qué pena que no estemos en ella. – Comentó bostezando.
- Tonto.
La del este lo vio agotado, así que calló mientras se acomodaba una vez más entre las sábanas. Se lo quedó mirando, observando como sus párpados se cerraban cada vez más, hasta que no volvieron a abrirse. Su respiración se volvió acompasada y profunda, y por un minuto, rememoró las decenas de veces que lo vio dormido en el escritorio del colegio.
- "Colegio. Detestable colegio en realidad. Como me alegra haber empezado la facultad. Dejar atrás esa etapa de la vida y comenzar una nueva sin que nadie te conozca. No tener que soportar los comentarios de la misma gente que pensabas que conociste por años. No tener que…"
- "Bah, basta. No sirve de nada volver atrás. Mejor que me concentre en el ahora".
La del este cerró los ojos y negoció finalmente con Morfeo en su mente, para que le permita soñar con algo placentero después de una muy complicada noche.
