Los personajes del universo de Detective Conan no me pertenecen. Es obra de Gosho Aoyama.


Habitación 265 – Jueves 00.55 am.

Ran entró y se quedó al costado de la puerta buscando la tecla de la luz. Una vez que logró ubicarla y prenderla, se quedó observando la habitación por un momento, mientras que Shinichi terminaba de corroborar que el mago y la del este, llegasen bien a su destino. Más que una habitación, parecía un pequeño departamento. Era… bastante grande para solo dos personas.

Al entrar, te topabas con lo que parecía ser una sala de estar. Había un sillón, una pequeña mesa ratona donde dejaron las bolsas, y un televisor. Las ventanas que daban al estacionamiento, tenían dos cortinas gruesas y pesadas a cada lado, las cuales, no aparentaban ser muy modernas por los colores. La karateca aprovechó para correrlas, y así evitar las miradas externas. También se aseguró que los pestillos de las ventanas estaban cerrados.

Al darse la vuelta, vio como Shinichi cerraba la puerta y avanzaba por un pequeño pasillo donde se encontraba la cocina y el baño. Prendió las luces para toparse con una mesa con tres sillas a juego, una heladera mediana y un pequeño horno/cocina.

- ¿Qué clase de motel es este? – Exclamó sorprendido el detective.

- Espero que Aoko-chan no lo haya elegido a propósito por venganza y hacerte pagar.

- Pues se cobró el capital con los interés incluidos… y por tres.

- ¿No tendrás problemas con el límite de la tarjeta?

- Nop.

- Tienes suerte de tener a tu padre de respaldo. Si usara la mía probablemente ya me la hubieran rebotado. – Comentó riéndose.

- Dejé de usar su extensión hace años. Tengo las mías propias.

- Pero si no trabajas. ¿Cómo es que…? – Preguntó sin terminar la oración, al no entender cómo demonios las había conseguido si no tenía origen de fondos.

- Si… no… es una larga historia. – Contestó vagamente sin entrar en tema.

Shinichi dejó sobre la mesa la tarjeta que usó para abrir la puerta principal, junto con su billetera, el celular y las llaves del auto. Mientras tanto, Ran aprovechó para conocer la habitación que se encontraba al final.

Era un dormitorio amplio y simple, donde lo que más destacaba era la gran cama con las dos mesitas de noche a los costados. Sobre la pared enfrentada a la cama, había dos grandes armarios con un mueble enano en el medio que contenía otro televisor. Al costado del ambiente, podías observar una gran puerta corrediza, la cual desembocaba en un jardín bien mantenido donde todos los huéspedes de la planta baja podían acceder desde sus habitaciones.

El detective no soportaba más el calor y el apriete de la vestimenta que llevaba en el torso, por lo que intentó sacarse la remera que se encontraba sobre el chaleco. Pero al hacerlo, no pudo evitar realizar un leve quejido de molestia, logrando que la karateca se diera la vuelta para prestarle atención.

Cuando le iba a preguntar si quería que lo ayudara, notó como respiró hondo y sus ojos se concentraban en un punto inexistente de la cocina. Volvió a repetir la operación de sacarse la remera sin que la expresión de su rostro se modificase o emita un ruido por su garganta.

Sus manos ahora fueron a sus costados para desabrochar las gruesas tiras autoadhesivas de velcro negro del chaleco, y así poder finalmente sacárselo por la cabeza, dejando ambas prendas sobre el respaldo de la silla. Ahora solo vestía la remera que tuvo puesta durante todo el día.

Ran sabía que preguntarle cómo estaba, era al reverendo cuete. Si en algo se caracterizaba Shinichi, era en siempre tapar su dolor para que el resto de los mortales no lo vea. Ya se lo había reconocido la primera noche que hablaron e hicieron guardia los dos juntos.

- ¿Vas a ducharte?

- "No tengo mucha opción, ¿No? Vamos a dormir en la misma cama, ¿Esperas que lo haga en el estado en que estoy?... Aunque no sé por qué, ya me veo en el sofá." – Pensaba el detective mientras sólo atinaba a asentir con la cabeza.

- Ok. Llámame cuando termines así vemos esas heridas.

- No hace fal…

- Me llamas y punto final. – Lo regañó.

- "Demonios que está enojada". – Tragó fuertemente mientras se resignaba. Buscó su mochila en la entrada, y se metió en el baño.

Ran aprovechó el tiempo para llevar las bolsas a la mesa de la cocina y organizar lo que había quedado en ellas, mientras escuchaba correr el agua de la ducha. Sus ojos se posaron por un momento sobre la remera y el chaleco que se encontraban colgados sobre la silla.

Se acercó para examinarlas con sus manos, y fue que después de girarlas un par de veces, pudo finalmente visualizar los tres agujeros en la camiseta causados por los proyectiles, y las balas atoradas en la gruesa placa del chaleco. Se mordió los labios con enojo al saber hacia dónde proyectaban los disparos.

De repente, escuchó un leve toque en la puerta de entrada. Dejó ambas prendas sobre la silla, y extrañada, se acercó sigilosamente hasta ver por la ranura de la puerta. Abrió la puerta para encontrarse con Aoko.

- ¿Ya lo asesinaste? – Preguntó la otra del este al no ver al detective.

- No todavía. Se está bañando. Pasa.

- Vine a dejarles esto nada más. – Dijo dándole una de las bolsas que tenía en sus manos.

- ¿Hielo? ¿De dónde salió? – Preguntó la karateca al ver el contenido.

- Cierta persona dijo que todos lo iban a necesitar. Sobretodo Kudo-kun porque no puede tomar analgésicos, aunque no me quiso decir por qué. En la recepción cuando estaba pagando las habitaciones, le indicaron que las máquinas de hielo están en los extremos de los pasillos. – Explicó levantando los hombros.

- ¿Y te dejó salir sola? – Preguntó enarcando una ceja.

- Es de noche, tengo su gorra y no hay gente. Además, dijo que iba a aprovechar a ducharse… cosa que sé que no está haciendo. Sé que me está observando, posiblemente colgado como un murciélago de algún lado. – Dijo rodando los ojos.

- Está intentando dejarte tu espacio para que no te sientas una prisionera. No pelees con él, Aoko-chan. No es mala persona. – Le dijo sonriendo al imaginárselo agarrado de las patas de algún lado y de cabeza.

- Es sólo que… – Intentó explicarle sin saber cómo terminar la frase.

- Te entiendo porque yo también pasé por lo mismo. No creas que lo que hizo Shinichi es muy distinto a lo que hizo Kaito-kun. La única diferencia es que él estaba escondido en un niño de siete años, y Kaito-kun atrás de un traje blanco. Yo también sentí la decepción, el dolor y la bronca. Pero recuerda que tienes una sola versión de la historia.

- ¿Cambiaste tu forma de pensar cuando lo escuchaste? – Preguntó con curiosidad.

- En ese momento solo atiné a escuchar y no preguntar nada, lo cual, fue un error. Pero... fue mucha información y no tuve tiempo de reaccionar en ese momento. No cambié mi modo de pensar porque descubrí los por qué, los dónde, los quiénes y los cuándo. Cuando comprendí lo que él sintió todo ese tiempo y me pude poner en sus zapatos por un momento, fue que realmente terminé de entender todo. Pero para eso… debes estar dispuesta a abrir una puerta y a enfrentarte a muchas cosas. No creas que caí en depresión porque a mi cerebro se le dio la gana. Ten cuidado… sobre todo con las palabras que uses. Cuando uno está encolerizado, no se da cuenta de que son armas que poseen doble filo.

- ¿Me lo estás diciendo por algo en particular?

- Por más que Kaito-kun tenga su famosa cara de póquer, sus ojos no mienten, Aoko-chan. Bastó con verlos el día que te peleaste con Shinichi y él, para notar lo dolido que estaba por lo que le dijiste. Fuiste la persona que más estuvo a su lado toda su vida, y quieras o no, eres importante para él. Y por más que lo niegues ahora… él es importante para ti también.

Aoko se quedó en silencio un momento mientras repasaba esa pelea en la casa de campo, sintiéndose mal al recordar la expresión oculta en sus ojos… pero… le había mentido.

- Siento que se burló de mi todo ese tiempo. Me dolió que me haya mentido. ¿Acaso los momentos que pasábamos juntos fueron una mentira también? ¿No se supone que éramos buenos amigos? No quiero bajar la defensa que tanto me llevó construir… me lastimará de vuelta y esta vez no podré levantarme tan fácilmente.

- Mmm… entonces hace unos días le gritaste para que se aleje de ti porque tenías miedo ¿No? Sentiste pánico de lo rápido que te fuiste acercando a él sin darte cuenta. O sea que tu subconsciente descubrió lo mucho que realmente lo extrañabas, mientras que tu consciencia armaba una muralla antinuclear para alejarte.

- Ahhh ¿Qué estás diciendo? Yo no lo extrañé. – Exclamó con negación.

- ¡Vamos! Estabas babeando el piso cuando lo viste sin remera.

- ¡Ran-chan! – Dijo colorada al recordar la perfección de su torso desnudo.

- Aja. Y esta noche vas a dormir con él. ¿Te vas a hacer la dormida y girar sobre él a propósito para abrazarlo? ¿O vas a prender la calefacción en vez del aire para que duerma sin remera? – Dijo con ojos que llevaban una complicidad oculta.

Y la pobre chica enrojeció a más no poder, mientras un aro inexistente de humo salía de su cabeza.

- Aoko-chan… tu calor corporal está derritiendo el hielo. – Le dijo señalando las bolsas.

- Ah, ah. Tienes razón. – Exclamó al ver el agua que se estaba formando en las bolsas. – Iré a dejarle a Hattori-kun la suya.

- Cualquier cosa, sabes que estamos para ti. Aunque a veces te cierres como una almeja y construyas muros impenetrables, en algún momento tienes que bajarlos o no lograrás superar las cosas. Taparlas no es la solución. Es demorar lo inevitable y terminarás haciéndote más daño.

- ¿Me lo dices por experiencia también? – Preguntó con una sonrisa.

- Un poco. – Dijo devolviéndole la sonrisa. – Meros consejos antes de que te vayas: No lo veas como un enemigo y quieras atacarlo. Intenta… entender su perspectiva y que él logre ver la tuya también.

- Ok.

- Y tampoco le presentes los miles de problemas, uno atrás de otro. Focalícense sobre una cosa a la vez, y todo les será más fácil.

- Gracias psicóloga.

- Empezaré a cobrar honorarios.

- ¡Hey, los servicios a tus amigas son siempre gratuitos!

- Siempre y cuando paguen la porción de torta o el café.

- Uh que rico. Cuando esto termine haremos juntada de chicas otra vez. Extraño a Akako-chan.

- Espero se encuentre bien.

- Está con Saguru-kun. – Dijo empezando a caminar para el ala derecha. – Es más que seguro que está bien.

- Mmm, hay algo oculto en esa frase. Mañana te preguntaré por ello.

Ran cerró la puerta y se apresuró a guardar la bolsa en el congelador. Entre el calor que hacía y la charla con la chica del este, se estaba haciendo agua.

Terminó de separar las cosas que necesitaría para el tratamiento de las heridas, al mismo tiempo que Shinichi salía secándose la cabeza con una toalla.

La karateca lo observó detenidamente. Estaba descalzo, con una remera negra de cuello redondo, y con los jeans oscuros elastizados que había usado el día que las fueron a buscar. Se notaba que no llevaba puesto el cinturón, dado que el pantalón le quedaba un poco holgado a la altura de la cadera.

Entre la ropa ajustada que dejaba poco a la imaginación, la cara golpeada y el pelo mojado que hacía que sus zafiros se notaran más de lo habitual… parecía un modelo rebelde. Y uno muy sexy por cierto.

- ¿Había alguien en la puerta o escuché mal?

- Era Aoko-chan que trajo hielo.

- … – Shinichi arqueó una ceja.

- Kaito seguro la estaba vigilando. Tranquilo.

- En realidad estaba pensando que ya lo había asesinado.

- Qué curioso. Ella pensó lo mismo de mí al no verte. – Dijo rodando los ojos.

- Aprovecha a bañarte. Hizo calor hoy… hace en realidad.

- No. – Dijo cruzando los brazos en señal de protesta.

- No haré nada hasta que salgas. ¿De acuerdo? No es nada igualmente. – Exclamó señalando su cara. – Puedo encargarme yo.

- No me importa. Mejor que me esperes o te juro que te mato y te entierro en el jardín de atrás. – Lo amenazó mientras buscaba su short, remera y ropa interior, y se metía en el baño.

- Mamita querida, que carácter que tenemos esta noche. – Se quejó suspirando.

Shinichi se dedicó a encender el aire acondicionado de la habitación, cerrar los pestillos y la cortina de la gran puerta que daba al jardín, y prender el televisor.

Muchos de los canales eran de noticias, por lo que lo dejó en uno de ellos. Si bien los médicos le aconsejaron que no debía bajo ningún motivo recordar cosas de su país para que se focalice únicamente en su recuperación, era imposible no hacerlo. Primero que nada… ¿Quién le hace caso a la totalidad de las instrucciones que te dan los médicos? Segundo: la castaña que ahora se encontraba a unos metros de él, jamás abandonaría su lugar en su mente. Y la tercera y última razón por la cual se negaba a cumplirlo, es que era imposible no querer saber lo que estaba pasando en Japón. Gracias a algo tan simple como la internet y la tecnología, le bastaba solo un par de segundos para abrir un par de pestañas con los principales diarios y saber que Tokio no estaba nada bien.

- "¿Qué saben los médicos sobre lo que pasa por la cabeza de uno? Olvídate de todo y concéntrate me decían. Como si fuera a olvidar tan fácilmente las dos cosas que me motivan a levantarme todos los días".

- "Hablando de la castaña… ¿Por qué demonios está tan enfadada conmigo? ¿Será porque le grité en el auto? No tengo muchas ganas de discutir después de todo lo de hoy. ¿Haré la gran técnica Shuichi y le diré que sí a todo y después haré lo de siempre? ¿O contaré hasta 100?".

Estaba tan en su mundo que no se dio cuenta que Ran había cerrado el grifo hace rato y ahora se encontraba en la habitación con una toalla enrollada sobre su cabeza.

- Te conviene apagar eso. Son puras malas noticias.

- ¡Carajo Ran! Avisa que estás ahí o haz ruido al menos. – Le recriminó al haberlo exaltado abruptamente. Esta chica se movía como una maldita ninja.

- ¿No me escuchaste abrir la puerta del baño? Debes estar cansado para no estar viendo todo a tu alrededor como un desquiciado.

- Que amorosa que estas. – Le dijo irónicamente.

- Al baño. – Le ordenó cruzada de brazos.

- "Ok. Claramente no hay espacio para negociación". – Suspiró fuertemente mientras se levantaba para acabar con esto.

Se dirigió al baño, notando que el extractor estaba prendido para eliminar el vapor que había quedado condensado por la ducha. Mientras tanto, Ran terminaba de colocar los productos sobre la mesada de la pileta.

- Siéntate en el inodoro o en la tina. Ahora eres más alto que yo. – Dijo con sorna.

- Veo que alguien se comió un payaso. Uno con un humor un poco ácido por cierto.

- Eres detective… deduce el por qué. – Le sonrió con sarcasmo.

Shinichi suspiró otra vez con fastidio, pero obedeció. Se sentó en el inodoro con la tapa cerrada, dado que temía que al sentarse en el borde de la tina, la karateca lo golpee y termine cayendo para atrás, partiéndose la cabeza. Es lo único que le faltaba esta noche. ¡Claramente estaba ejecutando la técnica Shuichi! ¡Estaba cumpliendo como un buen niño y sin chistar al respecto!

Mientras esperaba, observaba a Ran con esos cortos shorts que dejaban ver en primer plano sus largas y formadas piernas.

- "Muero por pasar mis manos sobre esa piel que luce suave y sedosa. Ok, eso está mal. No luce. En realidad, lo es. Todavía recuerdo cuando era Conan y me escondía agarrando la parte trasera de sus piernas. Y después piensa que todo lo que viví en esa época fue malo. No señor. No tienes ni idea de las cosas que disfrute.".

Ran se dio vuelta y vio que su mirada tenía un extraño brillo, sin embargo, no entendió el porqué de ello. Avanzó y puso ambas manos sobre los costados de su rostro, haciendo que lleve la mirada hacia los ojos de ella. Luego le movió la cabeza hacia un lado y hacia el otro con sumo cuidado, para descubrir dónde estaban los golpes.

- ¿Qué paso dentro de la casa? Y no me dejes ningún detalle fuera. – Fue lo único que le dijo mientras tomaba el algodón y el alcohol.

Shinichi le fue contando todo lo que pasó. Después de todo, tenía que saberlo para apoyar a Kazuha. Presentía que la del oeste quedó más impresionada de lo que debía, y por un momento se preguntó si estaría bien.

Ran escuchaba atentamente mientras limpiaba las heridas de la forma más suave que podía. En algunas de ellas tuvo que refregar un poco, dado que a pesar que se había bañado, tenía tierra mezclada con sangre, y quería evitar cualquier foco de infección.

Se llevó una sorpresa al no escucharlo quejarse en ningún momento. Nada extra salió de su garganta, salvo los acontecimientos que sucedieron, los cuales habían terminado de ser relatados hace dos minutos atrás. Tampoco movía el cuerpo o alguna parte de su rostro por reflejo al dolor. Lo único que sí notó, fue su mirada ausente y vacía… sin ese brillo que tenía antes de que empezara a tratar sus heridas. Tenía una mirada serena pero distante, sin color y sin energía. La misma que puso cuando se sacó la remera y el chaleco.

- ¿No te duele que te esté tocando? – Le preguntó mientras que con las yemas de sus dedos masajeaba un poco de crema cicatrizante y antibacteriana sobre su ceja.

- Sí.

- ¿Por qué no te quejas entonces? – Lo miró extrañada.

- ¿De qué sirve? Te pondría nerviosa a ti y a mí no me ayuda en mucho que digamos.

- Te ayudaría a liberar estrés. Te estás reprimiendo. – Le dijo mientras pasaba a masajear su nariz y la zona de las ojeras para que se absorba la crema.

- Tuve que aprender a hacerlo.

- No creo que eso sea algo positivo, ¿O sí?

- Hay tantas cosas que no son buenas. Esta es la más leve para mí.

- No eres un robot Shinichi.

- Creo que soy consciente de ello.

Ran calló y sopesó sus cortas respuestas. Mientras esperaba que la crema se termine de absorber, aprovechó para sacarse la toalla de la cabeza y dejarla tendida sobre la mampara de la bañadera. Quería que su cabello se seque antes de ir a dormir con el aire acondicionado.

- Terminamos con tu cara. – Le avisó mientras se dirigió a lavarse las manos a la pileta.

- Bien. – Dijo mientras se levantaba y realizaba dos pasos hacia adelante para salir del baño. Básicamente quería huir. Las manos de Ran estaban haciendo estragos en su cuerpo.

- Ah, ah. ¿Dónde crees que vas? – Le negó con un dedo mientras veía lo que intentaba hacer.

- ¿Y ahora qué?

- La remera. – Contestó secándose las manos.

- ¿Qué?

- Que te saques la remera. – Dijo acercándose a él nuevamente.

- ¿Qué pretendes hacer conmigo? – Fingió hacerse el indignado con una mano en su pecho.

- … – Ran arqueó una ceja no creyendo lo que acaba de escuchar.

- ¿Me estás hablando en serio? Si yo te pediría lo mismo estaría estampado contra el auto de la patada que me darías.

- La ecuación es muy sencilla. O te sacas la remera, o lo hago yo a la fuerza. Ya vi como quedó tu otra camiseta y el chaleco. Y si tuviera las heridas que probablemente tienes tú, me desnudaría si fuese necesario. Ya me viste sólo en bragas, así que no puedes quejarte. Ahora quítatela. – Exclamó cruzándose de brazos.

- "¿Pero qué carajo?" – Pensaba con los ojos desorbitados. Lo único que había quedado registrado en su cerebro fueron las palabras desnuda y bragas.

- Sácatela.

- Mmm…

- Sácatela.

- Pero Ran…

- Ahora. – Dijo seria y lentamente.

El detective suspiró por enésima vez esa noche. Realmente ella era capaz de iniciar una flor de discusión por esto. Sin otra opción, fue tirándose de la remera para que suba por su espalda, hasta sacarla por su cabeza.

La cara de Ran pasó de ser imperativa y furiosa, a una de puro horror al ver las tres aureolas hinchadas de color morado oscuro que se encontraban dispersas en su torso. Una de ellas estaba sobre su corazón, y las otras dos se encontraban un poco más abajo.

- En un par de semanas se irán. – Dijo incómodo por la situación mientras apretaba la remera con su mano y veía hacia cualquier lado con tal de no verla.

- ¿Y tus costillas? ¿Cómo sabes que no están fisuradas?

- Créeme que lo sentiría. Además, fue una pistola por suerte.

- Igualmente, quizás deberían ir los tres a un hospital para que se revisen.

- Sabes que no podemos hacer eso a no ser de que vayamos a Osaka, y estamos bastante lejos. Estaremos bien, no te preocupes.

Empezó a ver su torso de a poco, encontrando algunas leves heridas y algún que otro rasguño o moretón por la pelea que tuvo dentro de la casa. También denotó algunas cicatrices que por como lucían, eran viejas… pero que nunca antes había visto. La única que reconocía era la del disparo en el estómago de cuando era Conan.

No pudo evitar tocar el hematoma sobre su corazón, y notar como la piel de alrededor de donde impactaron las balas, se encontraba rosada y levemente cálida. Si no hubiese vestido el chaleco, la historia sería definitivamente otra. Hattori, Kazuha, Kaito o él… estarían muertos sin lugar a duda.

Ran se quedó congelada por la imagen que se presentaba frente a ella y por los posibles escenarios que acarreaba. Pudo desaparecer para siempre de su vida esta vez.

- Perdóname por haberte gritado en el auto.

- "Ok. Eso salió de la nada". – Pensaba sorprendida la de ojos azules saliendo de su tormento. – Realmente me hiciste enojar.

- ¿Hice? No hables en pasado cuando claramente todavía sigues enfadada.

- ¿Qué quieres que haga? ¿Qué esté contenta saltando en un pie cuando pudiste haber muerto esta noche?

- No podía permitir que te metas en el medio del peligro, Ran.

- Pensé que por esa misma razón nos habíamos peleado hace dos años.

Los ojos de Shinichi expresaban cierto abatimiento ante esa última oración. Sentía que la historia se repetía una vez más y ya sabía lo que venía a continuación: una discusión. Una fuerte y eterna discusión.

- Sé que quieres cuidarme. Pero no esperes que esté bien si te hacen algo como esto con tal de salvarme. – Le contestó mientras pasaba suavemente sus dedos por los hematomas que debían de realmente dolerle. – Tampoco puedes pedirme que me vaya y los deje abandonados como si todo estuviese bien. Simplemente no puedo y nunca más me pidas hacer algo como eso.

- ¿Prefieres que abusen de ti? Estuvieron a punto de hacerlo con Toyama-san hace unas horas, Ran. ¿Tienes idea de lo desesperado que estaba Heiji? ¿Tienes una maldita idea de lo que pasó por su cabeza al ver cómo ocho hombres podían hacerle lo que quisieran al amor de su vida enfrente de él y presenciar cada maldito segundo? Llegamos justo. Un minuto después y no quiero ni imaginar lo que podría haber sucedido. Mucho menos quiero imaginarme sus malditas y asquerosas manos sobre ti. ¿Sabes lo que puede llegar a ser para cualquiera de nosotros escuchar cada grito de ustedes, ver cada lágrima, ver cómo…?

Y Ran notó como la expresión de los ojos de Shinichi volvió a cambiar en 180 grados de nuevo. Era increíble cómo podía pasar de una emoción a la otra en una milésima de segundos. Cualquier rasgo de abatimiento que había en sus ojos se desvaneció como agua entre las manos. Ahora estaba listo para combatir en la discusión, si Ran lo seguía empujando a sus límites. No iba a dar el brazo a torcer en este tema. Tenía furia en exceso al pensar en las posibles atrocidades que estaban dispuestos a realizar sus perseguidores con ellas, al punto que en sus orbes podías ver llamas.

- Sé que eres fuerte. Pero tienes una pierna que todavía se está recuperando. Nakamori-san no sabe artes marciales, y tampoco tenían ningún arma para protegerse. Y estoy seguro de que si la tuvieran, ninguna sabría usarla. No quiero ser agresivo con lo que te voy a decir… pero si venían con nosotros, nos iban a estorbar. Y ni Kaito ni yo, íbamos a poder concentrarnos porque íbamos a estar pendientes de ustedes. Así que, enójate conmigo todo lo que quieras. Puedo lidiar con eso una vez más. Lo que no podría soportar es si estos tipos te ponen un dedo encima. Ni hablemos de si se atreven a hacer algo peor.

- Para empezar, Aoko-chan está aprendiendo Judo. Y además, ¿Recuerdas lo que me dijiste esa noche, cuando Hattori-kun nos contó la primera parte de lo que había sucedido y yo no podía dormirme por miedo a que terminen como el oficial?

- "¿Por qué tenemos que terminar siempre en el fatalismo? Con esa filosofía mental nos vamos al carajo" – Recordaba el detective sabiendo que Ran le iba a reprochar su actitud.

- Pues tu propia respuesta se aplica a lo que me estás diciendo en estos momentos.

- Contéstame algo. ¿Ya tuviste relaciones? – El rostro de Ran pasó a ser el de una cereza por la vergüenza.

- "¡¿Qué le pasa a este estúpido detective?! ¡¿Cómo puedes ser tan descarado de preguntarme eso?! No sé si mandarte a volar, golpearte los tremendos hematomas que tienes en el cuerpo o simplemente matarte".

- Por tu reacción, deduzco que no.

Ran desvió la mirada. Sin embargo, Shinichi le sostuvo la barbilla con una mano para que no apartara sus ojos de los de él. Quería que entienda que estaba hablando seriamente.

- ¿Alguien te tocó alguna vez? – Empezó a caminar, empujándola con él en el proceso.

- ¿Por qué me estás preguntando esto? – Dijo empezándose a enojar mientras retrocedía torpemente.

- Solo respóndeme.

- No. – Y Shinichi la acorraló entre sus brazos contra la mesada del vanitorio.

- ¿Te dieron tu primer beso? – Preguntó con su rostro a escasos centímetros.

- … No. – Le respondió con un hilo de voz después de una larga pausa. Lo tenía demasiado cerca, estaba atrapada sin poder escapar y su mirada parecía querer asfixiarla.

- Son cosas importantes para ti, ¿No? ¿Cómo te sentirías si viene uno de estos tipos y de repente te arrebata todo eso de la forma más violenta que puedas imaginarte? ¿Ahora entiendes por qué me enojé contigo? ¿Entiendes por qué no quiero que estés ni cerca de esto?

- Resumidamente me estás diciendo que porque soy igual de virgen que un recién nacido me tengo que quedar escondida en la trinchera mientras veo como ustedes corren por un campo minado. Si explotan en pedazos entonces recién ahí podemos salir contentas y felices, bailando y cantando por sobre sus restos para que podamos cruzar. Excelente, Shinichi. Tu razonamiento de Neandertal es genial. – Le respondió irónicamente. – Si esa es la justificación de tu enojo… entonces hubiera preferido que no vengas. Siempre haces exactamente lo mismo. Estas haciendo lo mismo que hace dos años atrás. – Dijo empezándose a enojar.

- Claro que…

- ¡No! Déjame terminar de hablar. – Exclamó dando un paso hacia adelante para ganar su terreno nuevamente. – La última vez por no hablar bien las cosas terminé explotando de la peor forma, y tú yéndote a la otra punta del planeta. No vamos a cometer el mismo error dos veces, así que cállate por un segundo. Estas jugando a ser el maldito héroe mientras que yo soy la damisela en apuros.

- ¡No seas tonta!

- ¡Claro que es así, imbécil! Piensas unilateralmente todo. Te pones toda la responsabilidad encima de tus hombros como si fueses la locomotora de un tren de carga. Piensas que eres el único que tiene que sufrir por lo que hiciste en el pasado. Vos se lo reprochaste a Aoko-chan en su momento, ahora te lo reprocho yo. Todos somos un equipo. Donde va uno, vamos todos. No vuelvas a pedirme que me vaya porque no lo haré y me importa un bledo si estás de acuerdo o no. Te repito lo que te dije hace dos años. Es mi vida. Deja de pensar por mí, y deja que lo haga yo por una vez para variar. Ya estoy lo suficientemente grande para que tomes las decisiones por mí.

- ¡Maldición Ran! ¿Por qué complicas las cosas? ¡No quiero que te pase nada! No puedes enojarte conmigo porque decido protegerte.

- Con ese criterio, entonces respóndeme algo. Hipotéticamente hablando, si ellos nos capturasen y me dieran a mí la posibilidad de elegir entre ir con ellos y dejarlos a ustedes vivos, o matarnos a todos juntos… ¿Cuál crees que elegiría sin dudar? Si ustedes son capaces de pasar por esto para protegernos… – Dijo mientras colocaba su palma sobre el moretón que se encontraba sobre su corazón –… entonces no tienes derecho alguno a enojarte conmigo si ese hipotético caso sucede y tomo esa decisión. Yo también me preocupo por ti, idiota, y tampoco quiero que te pase nada.

Ran notó la tensión de Shinichi en su mandíbula al apretar los dientes. Observó su cuerpo ponerse rígido. Percibió las fuertes pulsaciones y su respiración al tener su mano en su pecho. Sentía el calor que emanaba su torso desnudo frente a ella al enfurecerse más al saber la opción que elegiría. Sus ojos parecían los de una pantera que en cualquier momento iba a saltarle encima.

Pero también sabía, que no era solo ira lo que sentía.

- No eres el único que tiene miedo y no puedes dejar que viva dentro de una caja de hierro en una base antinuclear debajo de la tierra. Yo hoy me sentí totalmente impotente. Las cosas se deciden entre dos, no por imposición. Soy cabeza dura, testaruda y todo lo que quieras. Pero ponte en mi lugar un segundo, ¿Cómo te hubieras sentido si era yo la que te decía que te quedes en el auto? ¿Sabes lo que fue escuchar toda la pelea por un maldito auricular? ¿Tienes idea cómo me sentí cuando escuché los disparos y el grito desgarrador de Hattori-kun llamándote? – Le susurró mientras acunaba su rostro en sus manos para que no pueda desviar la mirada. – ¿Tú crees que podría llegar a ser feliz si entregas tu vida a cambio de que yo sobreviva?

- Puedes llegar a hacerlo con el tiempo. – Dijo dubitativamente mientras se concentraba en el área entre sus cejas para no verla directamente a los ojos. Si lo hacía, iba a ceder y no quería.

- ¿Estás seguro que me estás respondiendo sinceramente? ¿Tú crees que la esposa del oficial Yoshida es feliz? ¿Tienes idea de lo desgarrador que puede ser que de un momento a otro, la persona más importante de tu vida desaparezca? ¿Sabes el vacío que te deja en el alma el no ver nunca más a la persona que amaste toda tu vida? Yo ya pase una… ¡Mentira! ¡Dos veces pasé por eso! Entonces dime… ¿Cómo te sentirías si yo doy mi vida a cambio de que tú sobrevivas?

Shinichi abrió los ojos para después bajar la mirada a los pies de ellos por unos segundos. Miles de emociones corrían por sus profundos luceros azulados. Por un lado sentía pánico por la respuesta a esa última pregunta… porque ya la sabía. Se había imaginado esa situación cientos de veces cuando pensaba como podría llegar a actuar Ran, si le contaba sobre la Organización. Quería imaginarse cualquier escenario menos ese. Por eso quería siempre intentar lastimarla y alejarla de él. Quería que lo odiara para sufrir ese tipo de dolor que era tolerable,… y no el de no poder verla viva nunca más porque se puso enfrente de él para protegerlo.

Pero por otra parte… Ran le acababa de confesar indirectamente más de lo que él podía procesar en estos momentos, y no sabía cómo reaccionar frente a eso.

- ¿Entiendes ahora como me siento cuando te pones en modo de escudo protector, estúpido detective insensato? – Dijo suavemente. – No me digas que a futuro podría ser feliz porque no lo seré. Necesito que estés conmigo para poder serlo. Pensé que ya te habías dado cuenta de eso en estos días.

- Eso no es verdad, Ran. En estos dos años te la arreglaste bastante bien sin mi presencia. – Le respondió con negación. Por alguna extraña razón, no quería creerle. No cuando estaba agotado mentalmente.

- No hables de lo que no sabes. ¿Por qué te cuesta creer tanto mis palabras a veces?

- Porque no tengo derecho a… – Y calló.

- ¿A qué? ¿A ser feliz? ¿A sentirte bien? – Dijo levantando una ceja mientras bajaba sus manos de su rostro.

Ante el silencio, se dio cuenta que había acertado en el clavo.

- ¿Acaso hay un castigo divino o un lord mundial que no me enteré que existe y que te lo está impidiendo? Te lo diré cuántas veces sea necesario para que tu cerebro y mente cuadrada lo entiendan de una vez por todas. Quiero estar contigo… ¡Y vivos en lo posible! No me importa que tardes miles de años en volver a casa. No me importa qué clase de problemas tengas. No me importa lo lejos que te encuentres. Te seguiré esperando como lo he estado haciendo desde que desapareciste en ese maldito parque de diversiones.

- ¿Por qué? ¡Tienes que ser masoquista para querer hacerlo! – Dijo mirándola fijamente.

Esto estaba siendo demasiado para el del este. La cercanía, las confirmaciones y las indirectas, las manos suaves de Ran sobre su cuerpo… se sentía a punto de explotar y no quería hacerlo. No ahora y… ¡En el baño de un hotel! ¡¿Por qué no se apartaba de ella de una vez?! ¡¿Por qué su cabeza no podía hacer que sus piernas se movieran para salir de ese ambiente?!

- ¿Acaso es necesaria una razón?

- ¡Sí! Y no uses mis frases criminalistas en esta discusión.

- Ya te dije lo que pienso y lo que quiero. También deberías haberte percatado de la razón. Ahora, si tú no quieres estar conmigo, es otro tema. – Dijo cruzándose de brazos poniéndose a la defensiva.

- ¡Idiota! Sabes que eso no es verdad. – Exclamó con indignación sorprendiendo a la castaña.

- Entonces dame una razón que pueda aceptar.

- Mereces a alguien mejor que yo, Ran. Soy un maldito magneto para lo negativo. No conviene que estés cerca de mí.

- ¿Me estás jodiendo? ¿Esa es tu excusa? Mira en el quilombo que nos metimos nosotras, y que conste… ninguno de ustedes estaba presente en un radio menor a 200 kilómetros de distancia.

- Wow, una vez. Una en las miles que nosotros las metimos a ustedes.

- Sí, pero con la diferencia que cuando nos involucramos en algo, lo hacemos bien en grande. ¡Este caso en particular, cuenta por todas las veces que ustedes nos implicaron en algo!

- ¡No puedes hacer esa ridícula comparación! – Dijo ofuscado.

- Sí que puedo, y te juro que puedo darte lucha hasta que me digas una razón válida por la cual no puedes ser malditamente sincero, y decirme por qué tu cabeza no puede entender… no quiere entender en realidad, que sí puedes estar conmigo.

El intercambio se estaba tornando intenso, haciendo que sus ojos queden paralizados ante los del otro, que sus respiraciones se aceleren y que sus cuerpos inconscientemente se acerquen más, aunque el espacio entre ellos era casi inexistente.

- Ya te dije cuando no podías dormirte lo mucho que extrañe tenerte cerca. Créeme. Muero por hacerlo. Pero no puedo. Y la razón por la cual no volví a Japón tiene mucho que ver con eso.

- Ok. Tengo que esperar un montón para saber eso, con lo cual, como dijo Aoko-chan en el estacionamiento, razón denegada por el momento ante la falta de conocimiento.

- ¡¿Qué?! Perdón… ¿Cómo que denegada? ¡¿Me estás cargando?! – Dijo quedándose atónito.

- No. Denegada totalmente. – Le dijo seriamente mientras lo desafiaba con la mirada.

Shinichi se le quedó viendo con los ojos como plato y la boca entreabierta. Ya no sabía qué pensar o que decir. Todo este tiempo no pudo poner un dedo del pie en el país y acercarse a ella por ese problema… ¿Y ella le dice que está denegada así como si nada? Era EL problema, LA causa, LA razón, SU gran tortura diaria… ¿Y le dijo denegada?

- ¿Y bien? Fíjate que no tienes excusas Shinichi.

- ¿Qué clase de técnica psicológica estás utilizando conmigo? ¿Cómo mierda llegamos a estar discutiendo sobre esto?

- No estoy usando ninguna técnica. Simplemente te estoy pidiendo que seas sincero y me des una razón irrefutable. Una sola. – Dijo levantando un dedo.

- "No me pidas eso. No ahora. Estoy cansado y no puedo pensar bien. Deja de acorralarme como en Londres. ¡¿Por qué sigo en este baño?! ¡Vete de aquí estúpido! ¡Maldito cerebro! Cuando te necesito para este tipo de situaciones no respondes como deberías."

- Shinichi…– Le advirtió.

- ¡Ran, no puedes esperarme por el resto de tu vida! Siempre lo estás haciendo. ¡Siempre te causo emociones negativas como dolor, angustia y sufrimiento, y no quiero eso! No tengo idea cuando podré volver, no puedo comunicarme contigo estando allá y quieras o no, el tiempo y la vida pasan rápido. ¿Cómo demonios sabes que en un par de meses no conocerás a alguien que te ponga el mundo de cabeza? ¿Te privarás de… ser feliz por esperar a un estúpido como yo que no tiene ni la más remota idea de cuándo puede regresar? ¿Qué pasa si vuelvo en 30 años? ¿Qué pasa si no puedo volver nunca? ¿Sacrificarás la oportunidad de ser madre, cuando me dijiste que es algo que deseas? Lo siento pero no puedo. No puedo permitirte que hagas eso.

Ran quería discutirle, quería gritarle, quería golpearlo, quería… echarlo del baño, cerrar la puerta y largarse a llorar. Pero su garganta se bloqueó producto del desconsuelo que acababa de darle.

Habían quedado a menos de un pie de distancia entre ellos, pero nunca se habían sentido tan lejos como ahora.

El teléfono de la habitación sonó a lo lejos, y Shinichi aprovechó la ocasión para distanciarse de ella y atenderlo.

- "¿Por qué no podemos ser dos adultos normales como la mayoría? ¿Por qué no podemos estudiar, recibirnos, salir entre nosotros como dos estúpidos enamorados o con nuestros amigos, trabajar, casarnos y vivir juntos? ¿Por qué la vida se encarga de separarnos continuamente? ¿Por qué tenemos que sobrepasar tantos obstáculos? ¿En algún momento se terminarán? ¿En algún momento veremos los frutos del sobre esfuerzo que estamos haciendo para continuar con nuestras vidas? Todo debería ser más fácil. No veo que Sonoko o que Kazuha-chan tengan que lidiar con este tipo de situaciones. ¿Por qué nosotros? Tantos humanos en el planeta, ¿Y justo nosotros dos teníamos que ser los elegidos para transitar este camino?"

- Llamó Heiji. – Dijo de repente el detective, mientras se asomaba a la entrada del baño sin pisarlo, con la remera puesta nuevamente. – Toyama-san quiere hablar contigo.

- …

- Ran, ¿Me escuchaste?

- …

La castaña pasó de largo hacia el pasillo y se dirigió directamente a la entrada, donde abrió la puerta.

- ¿Ahora no me hablarás? – Expresó Shinichi mientras agarraba todo lo que había dejado sobre la mesa de la cocina.

Ran se dio la vuelta, y Shinichi detuvo la caminata hacia la entrada. Sus ojos lo miraban con una mezcla de decepción, enojo y dolor… una vez más, en menos de seis horas.

- Claramente no sirve de nada hablar contigo. Diga lo que diga, solo quieres escuchar lo que tú quieres oír. Ya escuché tu argumento, y no lo comparto en lo absoluto. Impones lo que quieres que el resto haga y piense. Pues déjame decirte que tú no eres el que toma esa decisión. Haz lo que quieras, que yo haré lo que yo quiera, te guste o no.

Ran terminó de decirle eso, y salió de la habitación. Eran casi las dos de la mañana y no había ni un alma en los alrededores. Perfecto para no tener que estar cubriéndose los rostros o preocuparse por llamar la atención con sus heridas y golpes.

Era verano, la noche estaba agradable y calurosa, pero ninguno sentía calor para nada. Es más, se sentían vacíos, distanciados y fríos.

La castaña suspiró cuando finalmente llegaron, y tocó la puerta de la habitación 225. La tensión que se había creado entre ellos dos, era intolerable… Y Heiji la sintió apenas abrió la puerta.

- ¿Dónde está? – Preguntó la karateca, convirtiendo el ambiente en una tundra helada.

- En la habitación. – Le respondió sorprendido.

Sin más palabras, la castaña cruzó los ambientes y cerró la puerta de la habitación tras ella. Heiji se quedó viendo con estupor por unos segundos, el rectángulo de madera que acababa de cerrarse.

- ¿Y ahora qué le hiciste? – Preguntó el moreno mientras se giraba para ver a su amigo.

- … – Shinichi solo se dedicó a suspirar fuertemente, cerrar los ojos y pasarse una mano por el pelo.

- ¿Quieres que hablemos afuera?

- No. Estoy bien.

- Claro, y yo soy la persona más zen que existe en el planeta. Vamos. Ellas estarán bien y tengo la tarjeta para entrar. ¿Te pusiste hielo en el torso?

- No llegué.

Heiji se dirigió hacia el freezer y puso varios cubitos o rocas de hielo en realidad, dentro de una bolsa de plástico. Agarró una toalla de mano del baño y se dirigió al estacionamiento donde sabía que podían tener la privacidad que quería. Una ventaja al estar en la planta baja.

Se sentó sobre un cantero que rodeaba un gran árbol de cerezos, y se dedicó a esperar y mirar a su amigo, quien no estaba reaccionando.

- "Me imagino que estarás evaluando algo como: ¿Qué hago? ¿Me quedo o me voy? ¿Están a salvo solas? ¿Cuántos metros tardo en correr la distancia desde dónde está Heiji hasta a la puerta?" – Pensaba con gracia el de tez morena.

Después de verlo meditar por unos segundos, vio como cerraba la puerta para caminar hacia él, y sentarse sobre el piso, apoyando la espalda contra la pared de cemento del cantero.

Heiji le alcanzó la bolsa rodeada por la toalla, y el del este se la puso contra el torso mientras la presionaba contra una de sus piernas, la cual se encontraba flexionaba.

- Entonces… ya estaba enojada. ¿Qué hiciste ahora para terminar de enfurecerla? – Preguntó el moreno al ver que el de ojos azulados no conversaba después de 10 minutos.

Pero el del este no abrió la boca en ningún momento, logrando que Heiji se exaspere por un momento. Sin embargo, no explotó contra él como solía hacerlo. Sino que intentó ponerse en su situación para entender el por qué no quería hablar de esto.

- Shinichi… apestas para expresarte, ¿Lo sabias? Con razón terminaste casi muerto.

- ¿Cuál de todas las veces? – Dijo irónicamente.

- Muy gracioso. – Le respondió irritado. – Entiendo que no lo hagas porque durante todo este tiempo estuviste alejando a todos de ti. Crees que al apartar a todas las personas que te importan, lograrás que el nivel de sufrimiento descienda… Pero en realidad, es todo lo contrario. Aumentas la agonía de ese modo ya que la vas acumulando hasta que estallas.

- …

- Déjame plantearte mi deducción. Mouri-san te dijo o hizo algo que provocó que te replantearas todo lo que creías. Y tu mente es tan obstinada, que en vez de arriesgarse a aferrarse a ello, decidió colocar la guillotina más afilada de la historia y cortar cualquier lazo emocional. ¿Me equivoco?

- …

- Tomaré tu falta de respuesta como un acierto.

El morocho sopesó la situación y decidió contarle lo que pasó, después de todo, Heiji tenía una relación de dos años. La experiencia hace al maestro es lo que siempre dicen, ¿No?

- En resumidas palabras… ella indirectamente se confesó y encima te dijo que te esperaría, no importándole el tiempo que tardes… ¿Y tú vas y le cierras la puerta en el medio de cara? ¿Eres estúpido o qué? – Le preguntó no pudiendo creer lo que hizo. Ahora entendía por qué el enojo de la chica.

- No puedo dejar que haga eso Heiji.

- Es su decisión, no la tuya. Ahí concuerdo con ella. Déjame plantearte lo siguiente: si ella tuviera tú problema, y fueses tú el que le hubiera dicho que la esperaría. ¿Cómo reaccionarías si te dice lo que le has dicho tú?

- ¿Tú también me harás hipotéticos escenarios con cambios de roles?

- Pues si ya somos dos los que hacemos esto, es porque claramente no estás considerando un punto de vista. Ahora respóndeme… ¿Cómo reaccionarías?

- …

No lo pensaste ¿No? Te respondo con gusto. ¡Te importaría un carajo lo que te diga! ¡No saldrías con nadie y te quedarías esperándola en las escaleras de su casa por siempre hasta que te salgan telarañas en los agujeros de la nariz, idiota! Porque sabes que nadie podrá ocupar su espacio dentro tuyo. No hay reemplazo cuando decides quien es el verdadero amor de tu vida.

- ¿Pero y si nunca regreso? No puedo egoístamente pedirle que sacrifique su vida por mí.

- ¿Y si la pisa un camión en la esquina de su casa? ¿Y si al Sol le da gripe, estornuda y nos prende fuego a todos? ¿Y si ocurre un terremoto con un posterior Tsunami como el del 2011 y nos traga la tierra?

- No seas idiota.

- El idiota acá eres tú y te ganaste el primer puesto. Quieres planificar de aquí hasta que te mueras como desarrollar tu vida y no puedes hacerlo. Hace un par de horas si no fuera porque ustedes llegaron a tiempo, Kazuha y yo hubiéramos muerto. ¿Tú crees que en algún momento de mi vida pensé que algo como esto iba a estar en mis planes? ¿Crees que pensé que alguien podría ponerle un dedo encima a Kazuha? Tuvieron que aparecer cinco monos gigantes para tirarme todo ese idealismo a la mierda en segundos. Estuvieron a punto de violarla, Shinichi. Enfrente mío. ¿Entiendes eso? Tú estuviste a punto de morir otra vez si no fuera por el maldito chaleco. ¿Tuviste en cuenta esos aspectos cuando diseñaste la ruta de tu vida? No digo que no proyectes hacia adelante lo que quieres hacer, o lo que quieras lograr. Pero no todo se basa en el futuro. Hay cosas que debes vivirlas en el momento porque son únicas e irrepetibles.

- …

- Hoy tienes la oportunidad de estar con ella. Mañana no lo sabes. Ten en cuenta eso. ¿Cómo sabes si saldremos de esta? Puedes tener toda la predisposición del mundo para hacer las cosas bien. Pero a veces, hay resultados que no dependen de nosotros. ¿Cómo sabes que esos tipos no nos matarán? ¿Cómo sabes que Mouri-san no va a morir? Y si eso pasa, jamás va a enterarse de por qué te fuiste. Ni tampoco va a poder esperarte a que regreses, porque no estará viva. Es más, con lo que le dijiste, dejará este mundo pensando que ella no valía la pena.

Heiji suspiró cuando terminó de decirle lo que pensaba. Al mirar a su amigo, lo encontró totalmente desolado. No iba a negar el porqué de ello. Estuvo viviendo dos años como una máquina, suprimiendo cualquier tipo de emoción para no alterarse… y le estaba costando aceptar lo que sentía después de todo lo que pasó en estas horas.

- ¿Por qué decidiste seguir adelante cuando te diagnosticaron la bomba atómica?

- ¿A qué te refieres? – Preguntó mientras lo veía con el entrecejo arrugado en señal de confusión.

- La gran y eterna discusión que tengo con Kazuha, es que para mí no existen los puntos grises. Siempre hay dos caminos… dos decisiones. Una positiva y una negativa.

- Y ella te dijo que eres un cursograma estructurado que solo ve blancos y negros.

- ¡Exacto! – Lo cual trajo una leve sonrisa al del este. – Entonces sabes bien lo que te estoy preguntando. ¿Cuál es la razón por la cual soportaste tortuosamente el tratamiento día a día? Nadie, pero nadie, y esto lo puedo asegurar, hace algo y menos lo que hiciste tú, porque sí. ¿Cuál era tu plan? ¿Recuperarte, volver e intentar hablar con Mouri-san?

- Supongo.

- O sea… que tu motivación es ella. ¿Qué pasa si sacamos del mapa a Nee-chan?

- ¿Por qué siempre la estás eliminando?

- No digo de matarla… y toquemos madera... – Dijo mientras colocaba una mano sobre el tronco del árbol. – Pero si todo esto no hubiera pasado… ¿Que hubieras hecho si ella hubiera seguido con su vida? Imagínate que el escenario actual era otro. La acechas un poco, y descubres que tiene novio. La notas feliz con él, siempre sonriendo. Ves que sale con sus amigas, que está estudiando, que hace su vida…

- ¿A dónde quieres llegar?

- ¿Qué hubieras hecho si cuando volvías te encontrabas con ese escenario? ¿Hablarías con ella al final de todo esto?

- Claramente que no. – Dijo molesto.

- Bien. Sabiendo eso… ¿Qué te motivaría a seguir viviendo? Si me dijiste que ella es la razón por la cual sacrificarías todo… ¿Qué pasaría si elimino a Nee-chan? – Le cuestionó mientras tocaba nuevamente el tronco para evitar los malos presagios.

- No lo sé. De alguna forma seguiría adelante.

- Eso es la mentira más grande de la historia, y la excusa que toda la gente usa para justificarle a otros el por qué tiene que seguir viviendo, solo para que le dejen de romper las pelotas. Es como cuando los matrimonios de décadas quedan viudos. De repente se ven al espejo y se ven grandes, sin juventud, y todo el mundo les dice que no pueden bajar los brazos porque tienen que seguir viviendo por los nietos e hijos y bla, bla, bla. Tú eres en este caso… esa persona vieja que está viviendo por la felicidad del resto… pero no por la tuya. Disfrutas un momento la compañía de los nietos y de los hijos, a los cuales, no ves todos los días porque tienen sus responsabilidades y actividades. ¿Y luego?... ¿Te unes a un club de ajedrez? ¿Te inscribes en un grupo de lectura o de música? ¿Te compras un perro? Cuando llega la noche, te encuentras en una casa enorme tú solo, en una mesa donde sobra espacio y nadie te acompaña durante la comida, y con la mitad de tu cama vacía.

- Gracias Heiji, dame un segundo que enciendo el auto y pongo la cabeza bajo la rueda. – Lo reprendió mientras lo miraba con incredulidad.

- Exagerado. – Dijo con los ojos en blanco.

- ¿Yo soy el exagerado? No solo me dices viejo sino que no tengo vida. Básicamente me estás diciendo que me tire al agua en el medio del océano Ártico, sin salvavidas y sin ropa.

- Lo que quise decirte es que… si realmente la amas y es tu razón de vivir, no seas estúpido y la alejes. Ya estuvieron bastante tiempo separados… ¿Cuánto tiempo más vas a desperdiciar? ¿Cuánto más la vas a lastimar?

Ambos se quedaron unos momentos en silencio. Shinichi absorbiendo las palabras del moreno, y este último pensando en la nada misma. Se encontraba cansado después del día de hoy.

- Gracias Heiji.

- ¡Primera vez que te gano en algo! – El del este no pudo evitar reírse ante el comentario.

- Te he dicho millones de veces que esto no es una competencia, idiota. ¿Tú cómo estás con todo esto?

- He tenido mejores días. Pero… pudo ser peor también. La sacamos relativamente barata.

- Está bien que veas lo positivo pero… ¿Cómo te sientes con respecto a lo negativo?

- ¿Te convertiste en psicólogo?

- Estoy a solo a un paso de lograrlo después de haber estar con Kaito por tanto tiempo.

- Idiotas. Todavía estoy medio enojado con ustedes por eso.

- No intentes desviarme el tema de conversación. Fue un episodio de mierda, así que no puedes estar del todo bien con todo lo que pasó hoy.

- Creo que hasta hace unas horas, ni Kazuha ni yo, teníamos dimensión de donde nos habíamos metido. O sea, en mi caso, sí me esperaba lo de siempre: alguna que otra bomba, tiros, correr, esconderse, etc.

- "Como si eso fuera muy normal o cotidiano". – Pensaba el del este.

- Pero… no me esperaba cerrar los ojos un momento o simplemente desconectarme un par de segundos, para automáticamente revivir todo lo que pasó una y otra vez. Es decir, es como que no quiero pensar en eso, pero… no puedo evitarlo. Sus risas, las cosas que nos dijeron, sus… manos tocando a Kazuha. Te juro que quiero meterlas adentro del submarino Fendouzhe en lo más profundo del Abismo de Challenger. Bien en el fondo de la fosa de las Marianas.

Heiji posó ambos brazos sobre sus piernas y se pasó una mano por la frente, para luego pasarla por su pelo.

- Las cosas que pensé que podrían pasar... Eran cinco, y yo no me podía mover. Me imaginé la cara y los gritos de Kazuha mientras…

Shinichi dejó el hielo en el piso y se levantó para sentarse a su lado sobre el cantero, y ponerle una mano en la espalda en señal de apoyo.

- Deja de imaginarte lo que hubiera pasado. Ya bastante tienes con lo que pasó para agregarle más variables inexistentes a tu cabeza.

- Como si fuera tan fácil.

- Nunca dije que lo fuese.

- ¿Te digo la verdad? Estoy aterrado. No quiero que las encuentren Shinichi.

- Lo sé. Haremos todo lo posible para que no pase.

- Solo intenta hacerlo sin tirarte adelante de alguno, por favor.

- No puedo prometer nada. – Y Heiji movió lentamente la cara para verlo.

- ¡Fue traumático, estúpido! ¡Después de esto vamos a necesitar psicólogos al por mayor!

- Quizás Ran y sus amigos de la universidad puedan hacer la práctica médica con ustedes.

- ¿Cómo fue que varios alumnos cambiaron de repente de carrera? – Y Shinichi se rio. – Otra cosa antes de que me olvide. Había algo raro con los tipos que nos atacaron.

- ¿Sus ojos?

- ¿Cómo sabias que iba a decirte eso?

- Porque yo también lo noté. Sus pupilas estaban dilatadas y sus ojos rojos. Además, se levantaban como si nada después de golpearlos.

- Estuve pensando en eso y lo único que se me ocurrió es que estén tomando alguna droga que inhiba el dolor.

- No creo que ése sea el único efecto. – Opinó al recordar la velocidad y lo poco cansados que parecían estar durante la pelea dentro de la casa. – Sólo espero no volver a cruzarlos por el momento.

Pasaron los minutos en cómodas conversaciones. El hielo se había derretido en la bolsa después de dos horas, por lo que el del este la abrió para regar el árbol y dejarla sobre la toalla sobre el cantero.

Heiji no podía dejar de bostezar, contagiando al del este en el proceso.

- ¿Cómo puedes todavía estar despierto si ayer hiciste guardia? – Preguntó el del oeste mientras se apretaba los ojos en señal de cansancio.

- Te sorprendería lo poco que puedo llegar a dormir.

- Creo que me traumaría más de lo que ya estoy. Estas demente.

Vieron como Ran abrió la puerta de la habitación intentando encontrarlos. No tardó en localizarlos, pero ninguno de ellos se acercó. Decir que tenían pánico a cómo podía reaccionar la karateca… era poco.

- Si explota, tú tienes la culpa por ello. – Dijo Heiji susurrando para que la castaña no los escuche.

Ran al ver que no se acercaban, caminó hacia ellos de forma cansada. Estaba a punto de arrastrar sus pies ante la falta de energía.

- Se está por quedar dormida. Estará bien. – Le comentó a Heiji directamente.

- Gracias Mouri-san por la ayuda – Dijo el del oeste levantándose adolorido. – Bueno, intentemos descansar las pocas horas que nos quedan que mañana debemos manejar.

- Querrás decir hoy. – Le corrigió el del este mientras le tiraba la toalla al moreno.

- Demonios. Tienes razón. Nos vemos en un par de horas entonces.

El moreno se acercó a su amigo y le dio un súbito abrazo, sorprendiéndolo por un momento.

- Gracias… por haberla protegido.

- Todo estará bien. – Le comentó mientras le daba pequeñas palmadas.

- Descansen. – Les dijo una vez que se separó.

- Ustedes también.

Shinichi se despidió con una mano, mientras el de Osaka se dirigía nuevamente a su cuarto. Una vez que entró, fue que la karateca emprendió la marcha hacia la habitación 265 con él a unos pasos atrás.

Apenas entraron, la castaña se sacó las zapatillas, camino hacia la habitación para encender el velador de la mesita de luz, y se tiró de forma rendida sobre el suave colchón. Vio que el reloj insonoro marcaba casi las cuatro de la mañana y pensó que con suerte, podían dormir cinco horas.

Cerró los ojos un momento y esperó a que Shinichi ocupase la otra mitad de la cama… Pero nunca escuchó sus pasos o sintió el colchón cambiar de forma.

Esperó unos minutos, pensando que se iba a quedar dormida mientras escuchaba el leve sonido del aire acondicionado y veía como las manecillas se movían lentamente. Pero cuando notó que pasaron 30 minutos y no pudo conciliar el sueño, se levantó para ver qué es lo que mantenía al detective ocupado.

Lo encontró sentado de costado sobre el sofá de tres piezas y con las piernas cruzadas, viendo hacia el estacionamiento de forma abstraída, sumiso en sus propios pensamientos y con el celular en la mano.

- No te quedarás haciendo guardia por segundo día consecutivo, ¿No?

- ¿Decidiste volver a hablarme? – Y Ran le rodó los ojos con impaciencia mientras escuchaba el sonido de su celular, indicando que le habían llegado varios mensajes.

- Shinichi, no puedes no descansar después del ajetreado día de hoy.

- No tengo sueño y se me pasó la hora de dormir. Aprovecha tú a dormir las pocas horas que quedan. Ya te dije en la casa que estoy acostumbrado a dormir poco.

La karateca estaba empezando a tener un fuerte dolor de cabeza, con lo cual puso sus dedos en sus sienes para masajeárselas. Era más fácil manejarlo cuando tenía el tamaño de Conan. En esa época lo hubiera agarrado del cuello de la remera y lo hubiera trasladado a la habitación sin problema, regañándole que debía hacerle caso a sus mayores. Ahora era más probable que él pueda cargar con ella a pesar de que eran dos adultos… y encima él era mayor de edad que ella por un par de meses. ¡Lo irónico de la vida!

Visualizó una pava eléctrica en la cocina por lo que se dirigió hacia ella. Al ver que se encontraba limpia, la lleno de agua hasta la mitad y la puso a calentar.

Se quedó esperando por cinco minutos mientras veía el sombrío rostro del hombre que tanto quería. Sentía que se había generado un gran vacío entre ellos y no sabía cómo volver a acercarse a él. Parte de ella no quería hacerlo por orgullo y porque sabía que se estaba comportando como un tonto. Sin embargo, su otra parte comprendía el por qué actuaba de ese modo... pero aun así tenía miedo de dar un paso erróneo y caer en la oscuridad del abismo una vez más.

- ¿Quieres un té? El agua está casi lista.

- No, gracias.

No sabía si era por el día, la falta de sueño o el cansancio. Pero cada negativa… era como recibir un puñal en el medio del pecho. Sentía el enorme y frío vacío… y no soportaba más su constante rechazo.

No queriendo estallar ahí, contuvo la respiración y forzó su garganta a bloquearse para que sus emociones queden trabadas ahí y no suban a sus ojos. Se apresuró a poner el saquito en una taza y le volcó el agua que ya había hervido, para después dirigirse a la habitación y depositarlo en la mesita.

Se subió a la cama, dándole la espalda a la puerta de entrada. Subió sus rodillas haciéndose una pequeña bola y sin quererlo, sus lágrimas empezaron a recorrer el costado de su rostro, mojando la almohada, la cual estaba sosteniendo con fuerza. Cerró los ojos mientras se concentraba en tragarse el sollozo para que Shinichi no la escuchara. Pero no tuvo suerte…

El colchón de su lado se hundió, por lo que Ran sabía que se había sentado sobre el borde. Con una mano acariciaba su pelo, pero en vez de alivianar el dolor y sentirse bien como lo hizo cuando le sacó el dentífrico del pelo, hizo el efecto contrario.

Quería estallar… pero no quería hacerlo con él. No quería mostrarle vulnerabilidad. No quería que supiera qué tan frágil era con él. No quería que la viera tan infantil y débil.

- No seas tonta. Ven. – Le dijo sabiendo lo que pensaba.

Shinichi intentó levantarla, pero ella intentaba esconderse aún más y aferrarse a la almohada y al colchón lo más fuerte que podía.

- Vete. – Dijo con la voz totalmente quebrada.

- Me quedaré contigo hasta que por lo menos te calmes.

- ¿Por qué te diste cuenta? No hice ningún sonido.

- Porque te olvidaste el azúcar y la cuchara. No tomas el té amargo porque te revuelve el estómago… y además… te conozco cabezota. Quieras o no, catorce años es mucho tiempo. Y siempre fuiste una llorona desde que íbamos al jardín de infantes.

- Eres un estúpido.

- Sí, lo sé. El mayor de los mayores. Incluso soy peor que Heiji y eso ya es mucho decir. ¿Vas a venir ahora o quieres que te ruegue de rodillas?

Ran se sentó y pasó las piernas para quedar sobre el regazo de él. Misma posición que el primer día que llegaron a la casa de los maizales. La única diferencia esta vez, era que Shinichi la abrazaba fuertemente en vez de "sostenerla" para que no se caiga.

- Lo siento. No quería lastimarte.

- Sí que querías hacerlo. – Dijo entre sollozos. – No logro entenderte Shinichi. Puedes ser el peor y el más frío y calculador bastardo por un momento, para pasar a ser todo lo contrario en segundos. ¿Por qué? ¡Me confundes!

- ¿Te soy sincero? Ni yo me comprendo. Sí, es verdad que quería alejarte. Pero cuando te alejo, no quiero que lo hagas.

- Estás muy mal de la cabeza… tienes un problema. Un serio problema. – Dijo mientras se alejaba de su hombro para verlo.

- Más de uno en realidad. – Le contestó removiendo las gotas de su rostro.

Ran siguió congojada por unos minutos abrazada a su pecho, colocando nuevamente su cabeza en su hombro. Realizaba inspiraciones bruscas y entrecortadas, seguidas de una espiración.

- ¿Quieres que apague el aire?

- … – Negó con la cabeza mientras respiraba el olor de su remera. No tenía idea de qué desodorante usaba, pero pasó a ser uno de sus favoritos desde que durmió junto a él, en aquella noche en la casa de campo.

- Tus piernas están frías. – Dijo al deslizar una mano sobre ellas.

- Tengo frío, pero me siento afiebrada. Y me duele la cabeza… Qué día de mierda.

- Es la primera vez desde que nos vimos que te escucho decir una mala palabra. – Exclamó con los ojos totalmente abiertos.

- Cállate. ¿Te pusiste hielo en el pecho? Está en el freezer. – Preguntó mientras tocaba suavemente la zona referida por sobre la remera.

- Me puse un rato cuando estuve hablando con Heiji.

- Deberías ponerte otra vez.

- Deberías tomar algo para la cabeza… o dormir en realidad.

- No voy a hacerlo, y por lo que veo tú tampoco.

- …

- …

- …

- Demasiado silencio. ¿Qué demonios estás pensando?

- Heiji… me dijo algo que me hizo replantearme todo esto.

- Define "esto".

- Esta situación… nosotros…

- Ok. ¿A qué conclusión llegaste? – Preguntó con curiosidad.

- No vamos a recuperar el tiempo que perdimos. Y no sabemos si vamos a salir con vida de esto. Por lo que esta vez… voy a dejar que tú decidas.

- … – Ran arrugó el entrecejo no entendiendo a dónde quería llegar.

- Si lo que quieres es comprender… ¿Quieres que te cuente lo que pasó todo este tiempo?

Ran quedó sorprendida, no sabiendo qué contestar.

- "Obviamente que quiero que me lo cuentes. ¿Pero ahora? ¿Tú estás cómodo con esto? ¿No habías dicho que no era el mejor momento y que querías estar tranquilo? ¡Ay, yo que sé! Sí, quiero. Pero tampoco quiero. ¿Terminaré igual de blanca que Hattori-kun? ¿Qué pasa si te molesta hablar de esto? Pero no estaría proponiéndolo. ¿Pero y si volver atrás le sacude los recuerdos? No se lo hubiera contado a los chicos entonces….

Shinichi veía en sus ojos rojos el torbellino de fórmulas "si conjunto" de Excel que se estaba haciendo. Si ya le dolía la cabeza… iba a terminar con un aneurisma roto en cualquier momento.

- Ran, la respuesta es simple: si o no. No hagas una interminable lista de razones de por qué quieres que te lo cuente, y de por qué no. Sé egoísta por una vez y decide lo que quieres. Me dijiste que te de la opción a ti de elegir. Ahora hazlo.

- Pero no vienes durmiendo y no comiste hace largo rato, y quieras o no, todo eso afecta tu forma de pensar y hasta tu humor. ¿Estás realmente en condiciones para hablar de ello?

- ¿Sí o no? Si no estaría bien, no estaría proponiéndotelo.

- Y todos sabemos lo bien que escondes tus emociones.

- Ran… no te lo preguntaré una tercera vez.

- … – Ran suspiró con cansancio.

- …

- Ok. – Dijo en un susurro. – Pero primero te pondrás hielo en el pecho.


Comentarios a reviews:

¡Gente! ¡Lo único que quieren son capítulos hot! Ya me da miedo que entre ustedes se estén respondiendo. Me han hecho reír mucho con esto, y es un placer leer sus comentarios.

Para los próximos capítulos ténganme paciencia por favor, porque son eternos y quiero que salgan bien. Es probable que me tarde un poco.

Gfriend: ¡Hola nuevamente! Me alegra que estés siguiendo la historia y que te esté gustando. No te hice esperar tanto finalmente, ¿No? Espero te hayan gustado los capítulos.

Itzayanamajikku: ¡Wuau, que nombre! Me ha costado escribirlo. Tienes interesantes puntos de vista, pero no sé si la historia va a ir por el camino que dices. Te enterarás qué pasó en los próximos capítulos, y espero que sean de tu agrado.

Ferchus 12356: ¡Holis! Me alegra que hayas vuelto. Extrañé tus graciosos comentarios. No tienes la obligación de dejar review, así que nada de pedir perdón. ¡Eso sí… me creaste una horda de gente con peticiones de capítulos hot! ¡No sé si lo sabes, pero eres como una influencer en comentarios!

Zulaypao22: (O_O;) esa fue mi cara cuando vi tus reviews. Me hiciste morir de risa, sobre todo cuando leí que se te borró el comentario y tuviste que volver a escribirlo. Con lo cual, gracias por el esmero y la consideración de reescribirlo.

Si algo me quedó claro… es que quieres que todos los personajes se coman entre ellos como zombies.

Lamento que tu papá tenga esas ausencias en tu vida. Pero por otro lado, me alegra mucho que tengas personas que te acompañen y estén ahí en los momentos que te sientas sola. Yo tampoco tuve la mejor de las relaciones con el mío, así que puedo llegar a comprenderte.

Con respecto a tu debate, coincido con el comentario de Itzayanamajikku. Los dos son unos pervertidos que ante la mínima posibilidad de poder disfrutar algo, lo hacen, sin pensar en las consecuencias.

Arual 17: Creo que la conversación entre todos ayudó a que Aoko cambiara un poco. Veremos que pasará más adelante con esta pareja tan despareja.

En cuanto a cómo los descubrieron… hay un detalle que más adelante se sabrá.

¡No le tengas miedo al auto! Es necesario aprender. Te lo recomienda alguien que tenía pánico a manejar y ahora lo uso hasta para ir a la esquina.

Serenity743: ¡Hola y bienvenida! Me pone contenta que estés enganchada. Espero que los capítulos hayan sido de tu agrado.