Comentario importante antes de empezar a leer: Este capítulo toca algunos temas sensibles. Y si bien, como la mayoría ya sabe, investigo lo más que puedo sobre los contenidos, no me convierten en una profesional de la salud. Si piensan que se encuentran en una situación parecida, o conocen a alguien que puede estar transitando un período similar al de nuestro querido mago, no duden nunca en acudir a un profesional para que los ayude. Recuerden que no están solos, y que está bien no estar bien.
Los personajes del universo de Detective Conan no me pertenecen. Es obra de Gosho Aoyama.
Sede del FBI – Los Ángeles – Fines de octubre – Año 1
Había pasado casi un mes y medio desde que Shinichi se había mudado con los del FBI. Seguía siendo un desastre caminante y seguía desmayándose del dolor por el sobre esfuerzo. Pero poco a poco, notaba como las distancias y su resistencia se incrementaban, y eso ayudó a que su estado de ánimo mejore al menos un poco.
Hace dos semanas, había empezado a acudir al campo de entrenamiento de las oficinas del FBI donde le presentaron a Steve Johnson, un Navy Seal retirado después de haber estado 25 años al servicio de las fuerzas armadas.
La pareja de agentes, prontamente fueron llamados a volver a trabajar por algunos problemas que estaban teniendo en la zona. Por ende, el tiempo que el de ojos verdes podía invertir en estar atrás del adolescente, se había reducido a menos de un tercio del día. No gustándole mucho la idea al ver que estaban finalmente viendo una evolución, empezó a consultarles a varios oficiales de alto rango sobre la situación. Fue así, que llegó a dar con el militar... y Shinichi conoció el verdadero infierno con él.
- Si vas a morirte, al menos hazlo honrosamente con un buen paro cardíaco. Te faltan dar dos vueltas para terminar.
- "¡Shuichi… vuelve! Este hombre terminará matándome." – Pensaba con desgano mientras caminaba de forma chueca.
- ¡Ponte derecho que pareces la Torre de Pisa! ¿Cómo pretendes abrir el pecho si te pones así? La postura corporal es importante así que empiézala a trabajar. Si la cierras, haces que las costillas hagan lo mismo, encarcelando a los pulmones y al corazón. Y si esto pasa, conseguirás una respiración defectuosa, que conllevará a una falta de energía en tu cerebro… el cual ya está bastante atrofiado. Así que, ¡Ponte derecho, abuelo! ¿Qué quieres que te traiga? ¿Un maldito bastón?
Hoy... no iba a sobrevivir. Eran casi las ocho y media de la noche y fue un día de mucho calor, considerando que casi nunca llovía en California y era otoño. El ambiente seco provocaba que se agite más rápido, y encima, este hombre lo llevaba hasta los extremos y un paso más.
Steve, se encargaba de hacerle las distintas rutinas semanales para que empiece a trabajar toda la musculatura del cuerpo, y no solo las piernas. Esto, sumado a una buena rutina aeróbica, estaba logrando que el detective avance un poco más rápido en su recuperación.
Podía desmayarse del dolor y gritar todo lo que quería, que el hombre ni se inmutaba. Lo esperaba con toda la paciencia del universo a que vuelva a su estado normal, para volver a decirle que se levante y continúe.
- De todas las fuerzas armadas existentes en este país, me tuvo que tocar una de las más jodidas.
- No te quejes que tu rutina es para un bebé de un año. No aguantarías ni un par de horas si te pondría a hacer el entrenamiento que nos dan a nosotros para formar parte de las fuerzas. – Le comentó con diversión mientras caminaba a la par de él.
- No, gracias. Paso.
- No sabes lo que te pierdes.
- Déjame adivinar. Un año de entrenamiento extenuante sumado a...
- Casi otros tres años de entrenamiento de iniciación para acudir recién a una misión.
- Definitivamente las fuerzas militares no están en mi sangre.
- Somos dos países muy distintos. – Dijo riéndose. – Si te lo pones a pensar, dura casi lo mismo que cualquier carrera universitaria.
- Sí… con la diferencia que uno no espera atravesar un campo minado, o esquivar la bala de un tanque. – Steve se rió.
- Que exagerado. Todos corremos riesgos en los trabajos que realizamos. ¿Te viste a un espejo? No tienes mejor ejemplo que ese.
- ¿Por qué mi padre no me habrá llevado al zoológico o al botánico, en vez de a las escenas del crimen? O al menos tener libros de cómo ser veterinario o cómo plantar un huerto.
- Con la primera, te puede morder un animal y arrancarte una extremidad, o puedes contraer rabia. Con respecto a la segunda, estás expuesto a clavarte algo y sufrir de tétanos, o puedes intoxicarte y morirte por los pesticidas.
- También se me puede caer un satélite en la cabeza. – Le recriminó mientras revoleaba los ojos.
- Puede pasar. Mira de vez en cuando para arriba por si las dudas. – Sonrió con sorna.
Luego de alguna que otra caída, Shinichi cumplió con la rutina del día. Casi se le caen los ojos cuando escuchó por primera vez el plan de Steve: ocho horas de entrenamiento por día con intervalos de descanso de treinta minutos, a excepción del mediodía donde le daba hora y media más para comer. Si sumamos la cuenta, eran trece horas del día que se la pasaban juntos. Empezaban a las siete de la mañana, y terminaban a las ocho de la noche... o hasta que termine la rutina.
Estaba a punto de entrar a los vestuarios cuando alguien se le apareció, indicándole que Shuichi lo necesitaba por un momento en las oficinas. Extrañado por la petición, lo siguió hasta que subieron al ascensor, viendo como la persona que debía tener unos treinta años apretó el piso tres.
- Es por acá. – Le comentó la persona, al denotar que Shinichi se había quedado bastante atrás en el pasillo.
- "Si ya sé que es por ahí. ¿Por qué otra razón te estaría siguiendo, salame? Tú caminas a 10 km por hora y te felicito. ¡Pero yo no! Ya no siento las piernas y si camino muy rápido con lo cansado que estoy, mi corazón bombeará a mayor velocidad y no creo que quieras ver como tengo uno de mis episodios en el medio del pasillo."
El pobre adolescente tenía los músculos gastrocnemios contracturados, y no había un solo lugar en su cuerpo que no se quejara por el esfuerzo y el continuo dolor de hoy... y lo único que le faltaba, era presentarse en lo que aparentaba ser una sala de reuniones donde fácil, había quince personas dentro.
Dudó sobre entrar, considerando que estaba transpirado, sucio y tenía tierra hasta en el rostro. Pero el que lo fue a buscar no le dio mucha opción cuando le abrió la puerta y lo miró con impaciencia, incitándolo a pasar.
Apenas ingresó, empezó a escuchar los murmullos de la gente. Oía como lo nombraban, aunque él no conocía a ninguno de los presentes. Eso hizo que se sintiera relativamente incómodo, y el del FBI lo entendió.
- ¿Sigues vivo? ¿Qué circuito te hizo hacer Steve en el día de hoy? ¿Arrastrarte por un charco de lodo? – Le preguntó Shuichi con sorna, intentando desviarle el centro de atención.
- Si no hubiera gente presente, te haría cierto gesto obsceno con los dedos del medio de mis manos.
El comentario hizo que los oficiales tosieran o se mordieran los labios internamente para no reírse. Ninguno de ellos, bajo ninguna circunstancia, podrían haberle contestado al agente de esa manera por más que quisieran. Y shuichi sonrió por eso.
- Ya que nos complaces con tu presencia, necesito tu opinión sobre un caso.
- ¿No podías esperar a que me bañara y no esté tan impresentable? – Dijo con fastidio.
- Nop. ¿Quieres que los chicos se vayan tarde a casa?
- Ya es tarde.
- Más tarde que ahora.
- … – Y Shinichi suspiró. – ¿Qué necesitas que vea?
- Tenemos un asesino en serie en el estado. Nueve casos con el mismo modus operandi. En la pizarra… – Le indicó mientras la golpeaba un par de veces con los nudillos. –… están las conexiones que pudimos encontrar.
- ¿Pero algo te falta para terminar de dar con él o ella?
- Exacto. ¿Qué me perdí?
El detective no sabía que hacer: o le hacía caso a sus hormonas y lo arrojaba por la ventana, o le hacía caso a su cerebro y lo ayudaba. Le venía a pedir esto, a esta hora de la noche, cuando lo único que quería era un relajante baño para aliviar el dolor en su cuerpo. Y encima, tenía que aguantar la intensidad de 30 ojos fascinados sobre su transpirado y roñoso ser. Menos mal que se bañaba, usaba desodorante y se cambiaba la ropa seguido.
Pero considerando todo lo que Shuichi hizo por él, por supuesto que lo iba a ayudar sin dudar.
Se apoyó en el vidrio que rodeaba la sala para descansar un poco la espalda, mientras observaba a las víctimas en la pizarra. Todas eran mujeres, de edades diversas y rasgos físicos parecidos aunque no similares. Ninguna de ellas vivía cerca de la otra, o tenían vínculos familiares o sociales entre sí. Lo único en lo que se asemejaban, eran en las lesiones fatales que fueron provocadas por algún objeto cortante.
- "¿Preciso, mortal, pequeño y afilado? Primer punto a observar."
Se acercó para ver las fotos de las escenas del crimen, mientras buscaba anomalías en ellas.
- ¿Tienen algún sospechoso en mente?
- No. No encontramos huellas o ninguna evidencia que nos derive a alguien en particular.
Shinichi siguió analizando la poca información que había en la pizarra, no dándose cuenta del silencio o del tiempo que pasó. Vio los lugares donde se cometieron los crímenes, las conexiones que no eran para nada coherentes, la evidencia encontrada, los informes y la data impresa…
- Si estás agotado, lo vemos mañana. – Sugirió Jodie, quien se había quedado callada.
- Estaba pensando, ¿Por qué? – Dijo saliendo de su burbuja.
- Son casi las diez.
- Ups. Perdón, me quedé meditando más de lo esperado. ¿Tienen los registros médicos de las víctimas?
- Te refieres a…
- Historial clínico, específicamente operaciones que se realizaron.
- Ehhh, los podemos conseguir. ¿Pero para qué? – Consultó la rubia.
- Todas las víctimas tienen dos cosas en común que no las veo escritas por ningún lado. Primero, ¿Se fijaron bien en los cortes? Son fatales y extremadamente perfectos para haber sido causados por un objeto pequeño.
- ¿Cómo sabes que es un objeto pequeño? Las heridas son de gran tamaño. Es más, el informe forense indica que es un arma blanca con cuchilla ancha e irregular. – Consultó uno de la sala con la ceja arqueada, mientras sus compañeros lo veían con malas caras. – Perdón, pero tenía curiosidad.
- La idea es que lo expriman ya que está acá. Así que espero que le hagan ese tipo de preguntas para validar el caso correctamente. – Dijo Shuichi.
- ¿Ahora pasé de manatí a naranja? – Le dijo arqueando una ceja, en tanto que el de ojos verdes se reía.
Sí... Shuichi le había aumentado la categoría en el reino animal. Había pasado de ser un perezoso que se movía a 0,02 km por hora, a un manatí, cuya velocidad alcanzaba los 5 km por hora. Lo único que le faltaba para ser uno, era aumentar considerablemente de peso.
- Volviendo al caso, si se fijan en las primeras heridas de las víctimas, van a ver que fueron provocadas por una hoja fina y afilada. El resto de las aperturas de los tejidos… – Dijo señalando las fotos. –… fueron realizadas con otro objeto, para disfrazar el verdadero arma homicida y la exactitud de su corte, probablemente, un cuchillo de un mayor grosor como dice el informe.
- ¿Pero no tendría que haber sido post mortem esos cortes? – Preguntó una de las mujeres.
- No necesariamente. Una persona que se está desangrando, tarda entre treinta segundos y un minuto en perder la consciencia, y entre uno y veinte minutos en morir, dependiendo de la arteria afectada. El asesino tiene tiempo de sobra para ocasionarle las heridas secundarias, e intentar ocultar la identificación del arma principal. Con lo cual, ya tienen tres alertas. ¿Cuáles son?
- …
- Oh, vamos. Se las dejé sobre la mesa. Y va con doble sentido lo que acabo de decir.
- …
- De acuerdo. Más pistas. Es una persona metódica que no actúa precipitadamente. Se toma su tiempo para analizar a la víctima antes de atacarla, pero una vez que lo hace, es decidido. ¿Por qué estoy diciendo esto?
- Por la cantidad y calidad de heridas que tiene el cuerpo. – Dijo uno de los chicos.
- Exacto. Si fuera por ira o celos, tendrían puñaladas cortas y frenéticas. Estos son cortes limpios y precisos. ¿En qué zonas están?
- Muslos, cuello, ingles…. Claro. Si el verdadero arma tiene las características que mencionaste, tienen que ser en zonas letales y efectivas, como la carótida, la yugular o la arteria femoral.
- Bien. ¿Las víctimas tienen algún indicio de que intentaron protegerse?
- No.
- ¿Entonces?
- Lo conocen. – Y Shinichi sonrió.
- Les daré el otro punto que observé. ¿Qué tienen de parecido las víctimas en las fotos?
Toda la gente de la sala analizaba las imágenes. Algunas coincidían en la altura o en el color de pelo u ojos, pero no podían visualizar la similitud entre todas ellas.
- No encuentro nada que sea igual en todas, pero sí que eran sexys. – Dijo una de las chicas de ojos azules.
- No me cataloguen como pervertido, pero vas por buen camino. La pregunta es, ¿Por qué te resultan así?
- La simetría de sus facciones, el cuerpo que tienen…
- Espera. – Dijo uno de los chicos. – Preguntaste si teníamos los registros médicos para saber las operaciones que sufrieron… ¿Es por lo que me imagino? ¿Cirugías estéticas?
- ¿En qué te basas? – Lo desafió el detective.
- En que casi todas tienen una delantera impresionante y a simple vista se ven que no son naturales.
… Silencio.
- Oh vamos. ¡No se hagan los inocentes, sobre todo ustedes! – Dijo señalando a los hombres. – Me van a negar que no saben el papel que juega la gravedad en este tema.
- ¿En qué te estás fijando? – Exclamó Jodie.
- En cosas que nosotros no. – Le respondió Shuichi con una sonrisa.
- ¿Ya lo descubriste? – Consultó su pareja, adquiriendo una confirmación al ver como movía la cabeza.
- Pero no es algo común en todas. Las que tienen los pechos naturales en las fotos 3, 6 y 7, ¿En qué se relacionan? – Cuestionó su pareja.
- En que tienen otras operaciones. – Dijo una de las chicas. – La de la foto 3 por ejemplo, tiene hecha la nariz, y la de la foto 7, se puso botox en los labios. … ¿El arma homicida fue un bisturí?
- ¡Exacto! – Exclamó con una sonrisa el adolescente. – ¿Cuánto les apuesto a que si buscan quién las operó, van a encontrar un denominador en común?
- ¿El cirujano plástico? Me estás cargando. – Dijo el que lo había cuestionado antes.
- ¿Cómo llegaste a esa conclusión? – Preguntó la mujer que vivía con él.
- Los cortes perfectos y mortales son la clave. Se nota que la persona que lo hizo tiene gran conocimiento de anatomía por las zonas atacadas. No es una persona para nada estúpida, ya que no dejó ni una sola huella o prueba, e intentó esconder la evidencia de la precisión del arma homicida con un arma más grande, ocasionando irregularidades y disparidad en los cortes. Luego, es cuestión de ir uniendo los cabos: arma blanca pequeña, manejable y extremadamente afilada, más conocimiento de anatomía, más precisión, más cirugías estéticas… igual médico. Solo van a tener un problema, y es que los bisturíes hoy en día son de hojas desechables. Encontrar la evidencia va a ser complejo, por lo que les va a quedar dos caminos: o consiguen la confesión de esta persona, o van a tener que ir por la opción peligrosa, que es tenderle una trampa.
La sala de reuniones quedó solamente con tres personas, ya que el resto salió corriendo por la puerta para buscar la información y al maníaco que estaba suelto.
- Gracias por la ayuda. Veo que todavía sigues teniendo ese don activo. – Comentó Shuichi. – ¿Qué tal te trató Steve hoy? Vi que el contador de pasos se fue al diablo.
- No me hables del tema. Estoy a punto de caerme muerto. – Dijo con cansancio. – Iré a ducharme. Veo que hoy llegaremos tarde a casa.
- Hoy tocará pedir comida. No pienso ponerme a cocinar cuando lleguemos, que con suerte, será a la una. – Argumentó con cansancio Jodie.
Shinichi los dejó trabajar tranquilos y se dirigió una vez más a los vestuarios. Se dio una larga ducha caliente por unos treinta minutos, mientras intentaba aflojar la rigidez en sus piernas agotadas.
No fue hasta que terminó de ponerse las medias, que Shuichi y Jodie abrieron sonoramente la puerta como si el mismísimo diablo los persiguiese.
- ¿Y ahora qué pasó?
- Shinichi, usualmente te prohibiría esto. Pero… atiéndelo. – Le ordenó Shuichi, alcanzándole su teléfono con un tono de voz que no le gustó nada.
- ¿Quién es? ¿Mis padres están bien? – Dijo agarrando el celular con intranquilidad.
Sorpresa fue la suya cuando vio el ID, y se percató que era Kaito.
- ¿Kaito? – Lo llamó, al mismo tiempo que veía a Shuichi con el ceño fruncido sin entender lo que pasaba.
- …
- ¿Estás ahí? – Dijo mientras se separaba del dispositivo para ver si se había cortado la comunicación, observando que eran casi las doce de la noche.
- …
Lo único que escuchaba Shinichi, era una gran tormenta de fondo. No había nada más que le sirviese para deducir qué es lo que le estaba pasando, excepto que se encontraba a la intemperie.
- Kaito, ¿Por qué no me contestas? – Shuichi y Jodie se sentaron a su lado en el banco para escuchar la conversación. Si ponían el altavoz, el mago se iba a dar cuenta.
- ¿Cómo hiciste? – Y el detective volvió a arrugar el entrecejo.
- ¿Cómo hice qué? Apenas puedo escucharte por el viento y la lluvia, ¿Dónde estás?
- Como hiciste para continuar viviendo.
- ¿A qué te refieres? – Preguntó ya preocupado, pero sin que se le notara en la voz.
- …
- Si no me hablas… si no me dices lo que te pasa, no puedo entenderte.
- Nadie lo hace.
- Déjame intentarlo. Pero necesito que me lo expliques.
- ¿Por qué te fuiste?
- Porque estoy realmente jodido. Ahora cuéntame, ¿Qué es lo que te sucede?
- …
- …
- Yo... estoy muy cansado. Y no puedo sentir nada.
- Okeeeey. – Dijo inseguro. – ¿Física o emocionalmente?
- …
- …
- Ninguna de las dos.
Un par de palabras fueron más que suficiente para que se le encendiera la alarma a Shinichi. Sin pedirle permiso le sacó las zapatillas a Jodie, y eufóricamente a través de señas, le pidió que le traiga algo para escribir.
- Bien, ¿Qué te pasó para que te sientas así?
- …
- Kaito…
- Estoy cansado de las voces. Quizás, si me golpeo fuertemente la cabeza, dejen de hablarme.
- "¿Voces? ¿De qué carajo me está hablando? ¿Está drogado o qué?" – Pensaba el detective con confusión.
- …
- No creo que eso te ayude. Ya lo he intentado varias veces y no obtuve más que dolores de cabeza. – Le comentó, al recordar la cantidad de veces que se golpeó al desmayarse. – ¿Qué te dicen las voces?
- Me refriega todos los errores que cometí y la basura de persona que soy. Y… no me dejan pensar. O a veces no me dejan respirar de lo que me oprimen el pecho. Me dejan sin aire. ¿Cómo las detengo, Shinichi? ¡Dime cómo hago, porque me están volviendo loco y no puedo continuar viviendo así!
- "¡NO TENGO NI IDEA DE LO QUE ME ESTÁS HABLANDO! ¿Qué se supone que debo responderte?"
Jodie entró al vestuario haciendo el menor ruido posible con sus pisadas, alcanzándole a Shinichi un block de notas con un marcador negro ya destapado. La escritura del detective era imprecisa, temblorosa, irregular y pequeña. Pero sólo fueron necesarias un par de palabras escritas para que la rubia se ponga en acción con terror: "Llama YA a Rei. Posible intento de suicidio."
El morocho dejó de respirar, cuando escuchó las dos campanadas que lo dejaron sordo a través del teléfono. Y eso bastó para arrojarle a Jodie una de sus zapatillas a lo lejos, para obtener su atención.
- Kaito, dime que no estás en la vieja torre del reloj que está enfrente de la estación. La que querían trasladar a un parque de diversiones hace un par de años atrás, y tú lo evitaste.
- …
- ¿Estás con tu ala delta?
- No.
- ¿Estás acompañado?
- ... No.
Un malestar se apoderó del estómago del detective. Las manos y el cuerpo le temblaban debido al incremento de la ansiedad, y tuvo que sostener el teléfono con fuerza para que no se le resbale. Su ritmo cardíaco y respiratorio alcanzaron niveles que nunca antes había logrado, ni siquiera con Steve. Sus músculos se tensaron más de lo que estaban, y las palmas de las manos le sudaban a pesar de haberse bañado hace diez minutos.
- Entonces, hazme el favor de bajar de ahí por la escalera, y dime qué te está pasando. No es seguro que estés en las alturas, con la tormenta que se oye de fondo y sin tus herramientas.
- No sé qué me pasa. Y quería… decírselo a alguien… hablar con alguien. Tengo tanto que contar… pero no hay nadie para escucharme.
- Bueno. Te costó dar conmigo, pero estoy acá. Yo te escucharé. – Dijo cerrando los ojos con pesadumbre, mientras se pasaba nerviosamente una mano por la frente.
A Shinichi se le estaba complicando en pensar un modo de extender la llamada. Eran las dos de la tarde en Japón, y era posible que a Rei le tomase un tiempo en llegar hasta ahí.
Las intensas emociones que estaba sufriendo, sumado al cansancio físico y mental que tenía por la actividad de hoy, estaban provocándole que cientos de hojas afiladas, lo traspasen sin cesar de un lado al otro.
- "Pero tengo que aguantar. No ahora". – Pensaba mientras apretaba los dientes con fuerza y se aferraba al borde del banco para soportar el dolor. – Hey, estoy acá. ¿Qué te pasó?
Tokio – Octubre – Año 1
- "¿Te causaba placer verme despotricar contra… ti?"
Las voces. Las voces habían vuelto a recordarle su pasado. Gracias a ellas, no había podido dormir bien en los últimos tres meses. Estaba seguro que algo más vivía dentro de él. ¿Era una persona, un ente incorpóreo o un monstruo? Sea lo que sea, siempre miraba todo lo que hacía a lujo de detalle, llenándole la cabeza de errores, recuerdos y de pensamientos usualmente negativos.
- "¿Tan poco significamos todos en tu vida que tienes que hacer esto? ¿Acaso significo algo para ti, o soy uno más de tus juguetes a los cuales usas cuando estás aburrido?"
Habían pasado casi seis meses desde que la Organización desapareció y su familia había vuelto a formarse de nuevo, dado que mágicamente, su padre revivió de los muertos. Y hacía cuatro meses que se separó de su mejor amiga y del primer y único amor de su vida.
- "¡Te odio! ¡Jamás te perdonaré esto! Así que, mejor vete de aquí y no vuelvas a hablarme nunca más."
Otro día más que sentía una nube en la cabeza. Una tan espesa, que no le dejaba hacer o pensar nada.
- "¡Kaito, tú padre estuvo vivo todo este tiempo! ¿Por qué no sonríes? Tienes que estar feliz por ello. ¡Alégrate, vamos!"
Todo le resultaba impasible, al punto que no podía pensar o percibir absolutamente nada. Día tras días, veía a sus supuestos padres con las mismas caras de preocupación. Sin embargo, ya no oía lo que le decían. Como si estuviese dormido, caminaba inconscientemente por la casa. Siempre callado, intentado no ser una carga para nadie… porque nadie podía comprender lo que le estaba pasando.
- "Estás vivo, sano, tienes una familia y un techo, cuentas con comida y agua, tienes amigos... Entonces, ¿De qué te quejas? Estás así porque tú quieres. ¿Por qué estás así?"
Es muy sencillo de responder... pero muy difícil de que alguien lo comprenda.
Porque con apenas dieciocho años enfrentó a la muerte y se involucró en una pelea con un Sindicato desquiciado que controlaba casi todo Japón. Porque vivió más cosas de lo que una persona de cien años podía llegar a experimentar. Porque estuvo metiéndose en la mierda más olorosa para poder averiguar quién había asesinado a su papá, para finalmente descubrir que todo este tiempo estuvo vivo y que ambos padres lo habían engañado todo este tiempo. ¿Acaso no son razones suficientes?
Quizás quieran agregarle que nadie se quedó con él y todos lo abandonaron. Saguru se fue a Inglaterra, Heiji a Osaka y Shinichi había desaparecido otra vez. Aoko le había vaciado un tanque de nafta encima y le prendió fuego, dejándole quemaduras que se hacían cada vez más profundas y permanentes sobre su carne. Sus amigos del colegio… dejó de considerarlos como tales, cuando empezó a ausentarse del instituto. No se sentía bienvenido cuando todo el mundo sabía quién era y lo que había hecho.
- "Eres un sinvergüenza Kaito, ¿Cómo te atreves a venir cuando nos engañaste a todos? ¿Por qué no usas tus trucos de magia y desapareces de acá? Nadie te necesita. Eres una basura de persona."
Se había quedado solo en el mundo, vacío por dentro, sin saber quién era… y totalmente perdido.
Nadie podía entenderlo y nadie sabía cómo se sentía. Así que poco a poco, se alejó de todos. De sus amigos y hasta de su propia familia.
Su padre intentó hablarle reiteradas veces, pero ni siquiera lo registraba como tal. ¿Cómo una persona que se supone que estaba muerta, estaba hablándole? Eso no era para nada coherente.
Ocho años estuvo en una incógnita permanente sobre su muerte. Ocho años lo necesitó a su lado para que lo acompañe en su vida cuando más lo necesitaba, y nunca estuvo. ¿Por qué iba a aparecer ahora? ¿Por qué iba a preocuparse por él? ¿Quién era esta persona? No sabía nada de él. ¿Cuál era su color favorito? ¿Cuál era su comida preferida? ¿Qué tanto significaba él en su vida si nunca estuvo presente? ¿Acaso lo odiaba? ¿No lo quería como hijo? ¿Sentía vergüenza de él? ¿No hizo un buen trabajo en ser como él y estaba desilusionado de lo que era?
Tantas preguntas y ninguna respuesta.
Su madre, la cual lo tuvo siempre engañado, lo llevó a ver a distintas personas que le preguntaban cosas inútiles. Si no confiaba en ella, ¿Cómo pretendía que lo haga con estas extrañas personas que no conocía? No les hablaba y tampoco las escuchaba.
Pensaba que sentirse así era normal, después de todo, ¿Quién no podía llegar a tener un mal día? Lo único que debía hacer, era sonreír y decir que todo estaba bien. Solo necesitaba esperar hasta que en algún momento se le pase...
Pero hasta el día de hoy, seguía esperando.
Sin darse cuenta de ello, cada día empeoraba un poco más, hasta que los días pasaron a ser semanas, y las semanas, meses. Su cerebro llegó a un punto, donde se anuló por completo. Su sonrisa se disipó al igual que la luz en sus ojos.
Dejó de disfrutar las cosas que amaba. La magia que tanto había practicado toda su vida, quedó enterrada en una caja. Su ala delta, quedó guardado en el armario sin usarse. Sus herramientas… olvidadas bajo su cama y juntando polvo.
Los días se volvieron todos iguales, sin colores, sin nombres y sin números. No recordaba qué día era. ¿Era acaso martes o sábado? Tampoco le importaba y no le hacía la diferencia.
Estaba la mayor parte del día dentro de su habitación, entre esas mismas cuatro paredes que poco a poco, se iban cerrando sobre él hasta asfixiarlo.
Escuchaba los truenos infernales a la distancia. Pero su cerebro no identificaba la tormenta o el ruido provocado por el choque eléctrico celestial. Lo único que quería hacer ese día, era salir de su casa para escapar de todo: de las paredes, de las voces, de su encierro y de la gente extraña que vivía en la misma casa que él. ¿Quiénes eran esas personas? Ni siquiera podía contemplarlas en su cerebro como familia. Se sentía confundido y no entendía nada… no se comprendía ni a sí mismo.
Salió dejando la puerta abierta, y divagó en el medio de una de las más feroces tempestades que hubo este año, sin saber a dónde iba. Se encontraba empapado de pies a cabeza, pero no le importaba. Sus medias llenas de agua, le eran indiferentes. Tampoco sentía el frío de la lluvia o el viento contra su cuerpo. Solo caminaba sin rumbo, sintiéndose muerto por dentro.
- "Y no tengo ni idea de cómo llegué a este lugar. Pero aquí estoy. Sentado y temblando en el borde del techo del reloj de la torre. Un lugar que una vez fue importante para mí. Un lugar que protegí y que prometí no dárselo a nadie, porque fue donde te conocí."
- "Cuando me di cuenta de dónde estaba, pensé que podía llegar a conseguir las respuestas, o al menos, iba a sentir algo diferente… Pero no es así. No hay nadie aquí arriba, y lo único que recuerdo estando en este lugar, es tu rostro inundado en lágrimas junto a tus hirientes palabras. Prefiero morir a verte tan defraudada otra vez. Quizás... no sea mala idea. Pero estoy aterrorizado de hacerlo y tan cansado."
- "Me enferma verme en pedazos, viendo los rostros de preocupación de la gente que vive conmigo y que no conozco. ¿Tan mediocre me volví? Me siento un fracasado. Me pregunto si algo mal pasó cuando nací, o si nací mal. Quizás es por eso que todos me odian."
- "Si desaparezco… ¿Alguien me extrañará?" – Pensaba, mientras veía hacia abajo.
- "El único que quizás podía llegar a comprenderme, era Shinichi. Pero no lo encontré en su casa. Lo único que encontré, fue su teléfono sobre la mesa del living."
- "Considerando como estaban cubiertos los muebles, seguro se mudó a Estados Unidos. Pero no tengo el número de los padres… aunque tengo el de Shuichi. Quizás, él sabe dónde está."
El mago sacó su celular para buscar el contacto del agente. Se quedó viendo el número en pantalla, dudando si apretar el ícono verde.
- Bueno… última vez que intento algo. Que el destino lo decida. – Declaró en voz alta, mientras veía de forma diminuta a las pocas personas que caminaban apresuradamente bajo la lluvia.
Sede del FBI – Los Ángeles – Octubre – Año 1
- No sé que pasó. Lo intenté. Intenté mantenerme todo para mí. Te juro que lo intenté. – Le confesó de forma quebrada, mientras las lágrimas desbordaban de sus ojos. – Formé murallas para que nadie las saltara. Aguanté el dolor, la presión, lo que sentía, lo que pensaba... todo atrás de una falsa sonrisa y una mirada de póquer como siempre me enseñaron. Y un día, mi mundo simplemente se derrumbó en pedazos, y ahora no sé qué hacer. No tengo respuestas, y lo único que quiero, es desaparecer y morirme. Quiero que el dolor y el agujero negro que siento en el cuerpo se vayan… ¿Qué mierda me pasa, Shinichi? ¿Cómo salgo de esto? Siempre sabes todo. ¿No hay nada que me digas para que esto se vaya? – Le gritó con desesperación y aflicción.
- Kaito, está bien no estar bien. – Le dijo, mientras recordaba las palabras que Shuichi le dedicó cuando lo visitó por primera vez.
- No estoy bien.
- Lo sé. Sé que estás sufriendo y que pasaste por mucho. Yo tampoco estoy bien, pero lo estoy trabajando. ¿Por qué no vienes conmigo, y vemos de arreglarnos los dos juntos? – Sugirió.
- ¿Para qué? No puedo seguir viviendo así, con el bicho que tengo dentro de mi cabeza y sin poder sentir nada.
- Si me estás llamando, inconscientemente estás buscando ayuda. Déjame ofrecértela y busquemos juntos las respuestas. Acabar con tu vida, no es la solución.
- Pero si me rindo, ¿No me sentiré bien al final? Este mundo es una mierda. La gente es toda una mierda y lo único que hace, es abandonarte, traicionarte y lastimarte. ¿Para qué resistir y vivir de esta manera en el? Si a nadie le importo si existo. Nadie va a extrañarme si desaparezco. – Le admitió, viendo como las gotas de agua salada que caían por su rostro, se mezclaban con las de la lluvia hasta perderse en el abismo.
- ¿Cómo que a nadie le va a importar si no existes? Yo te extrañaré. ¿A quién voy a perseguir cuando me recupere de una maldita vez? Si desapareces, nada será igual para mí. Hagamos una cosa, ven conmigo. Sal del techo de esa torre y baja las escaleras. En un par de días estarás acá, lejos de todos. No más padres, no más escuela, no más casa extraña, no más estúpidos compañeros de clase, no más mujeres que nos destrozaron la vida. Estarás solamente conmigo, con Shuichi y con Jodie. Sí, la vida a veces puede ser una verdadera mierda. Pero te prometo que la desesperación y el dolor que sientes ahora, es momentáneo y se irá. No será de un día al otro, pero estoy seguro de que algo entre todos podemos hacer.
- …
- Podemos tomarnos unas largas y merecidas vacaciones, e ir a la playa las veces que queramos. ¿Recuerdas la agradable sensación de pisar la arena caliente? ¿O de sentir el agua entre los dedos de los pies en la orilla? ¿O el ruido que hacen las olas al golpear contra la costa? ¿Recuerdas todo eso?
- Sí.
- Bien. Acá casi nunca llueve y puedes sentir el calor de los rayos del Sol. No es como Japón que el clima es siempre húmedo y te la pasas mojándote como lo estás haciendo ahora. Es más, te invito unas hamburguesas gigantes y jugosas. Hay unos muy buenos lugares para comer sobre la costa. ¿Suena bien?
- …
- ¿Kaito?
- …
- Por favor, hazlo. Ven conmigo. – Le rogó, pasándose una mano por el pelo de forma nerviosa.
- Ok.
Y Shinichi pudo volver a respirar con tranquilidad, sintiéndose más ligero que una pluma.
- ¡Bien! Rei irá por ti y te traerá acá, donde estoy yo. ¿Puedes confiar en él por unos días?
- Está bien. – Le contestó, mientras recogía las piernas del borde y se daba la vuelta... encontrándose con alguien.
- Ya me encargo yo, Shinichi. – Se escuchó la agitada y entrecortada voz de Rei a través del celular del mago. – Luego los llamo.
Habitación 265 – Jueves 06.10 am. – Actualidad.
- Me quedé desorbitado, Ran. Pensé que me estaba haciendo una broma al principio. – Dijo con dolor en la voz. – Pero escuché su voz, las manecillas del reloj cuando dieron las dos de la tarde, el fuerte viento y la falta de ruido de la ciudad por la altura… y me morí de miedo sabiendo que estaba en la cúspide del reloj. Tuve que controlar el tono de mis cuerdas vocales porque me temblaban. ¡Estaba en la otra parte del mundo! ¿Cómo se supone que iba a poder decirle algo para tranquilizarlo a la distancia? ¿Qué pasaba si decía las palabras incorrectas y ocurría algo como lo que pasó con Seiji Aso? Te juro que después de esa noche, odio los pianos, y es algo que hasta el día de hoy me persigue.
- …
- Tenía tanto, pero tanto terror de que saltase, que cuando conseguí que se vaya con Rei y cortamos la comunicación, recuerdo que Shuichi me puso una mano en el hombro y me dijo: "Lo hiciste bien. Todo va a estar bien", y… – Movió la cabeza negando. – Me desmoroné como si no hubiera mañana. Uno de mis amigos más cercanos estuvo a punto de quitarse la vida, y nunca me sentí tan inservible al no poder estar ahí con él.
- ¿Estamos hablando del mismo Kaito? ¿La misma persona que está a unos metros nuestros? ¿La que saltó por la ventana del auto? ¿La misma persona que se tiró al vacío hace un par de horas como si nada? ¿La misma persona que estuvo hablando conmigo tan amablemente estos días como si todo estuviese bien?... ¿El mismo Kaito? – Consultó con tono de angustia, mientras señalaba la habitación de él y Aoko con su dedo.
- El mismo. – Le respondió, asintiendo una vez con la cabeza.
La karateca se quedó en silencio por un largo rato. Increíblemente se mantuvo estoica todo el tiempo, sin derrochar ni una lágrima. Y eso es algo que le llamó más que poderosamente la atención al del este. Pero eso no fue lo único que tuvo en consideración. Su garganta estaba contraída, sus puños cerrados con fuerza...
- ¿Ran? – Preguntó al ver que se presionaba los ojos.
- A ver, a ver. – Exclamó, levantando ambas manos en señal de stop. – Déjame recapitular lo que pasó hasta ahora. Finalizaste todo el desastroso tema de la Organización, para descubrir que tienes una parte del corazón que no te funciona bien. Por lo que no solo te aislaron y te alejaron de toda la gente que conocías, sino que también te mudaron a un país nuevo donde no conocías a absolutamente nadie. Te internaron tres veces, estuviste a punto de morir más de una vez, bajaste de peso al punto de ser un horrible esqueleto, y gracias a tu hormonita, querías moler a palos a cualquiera que se te cruzase por delante. ¿Hasta ahí voy bien?
- … – Shinichi asintió.
- Bien. Luego viste como tu madre se cayó en pedazos y aguantaste la mega explosión de tu padre. Te mudaste otra vez, pero esta vez sin tus padres. Básicamente, experimentaron contigo y te torturaron para que te recuperes, sintiendo únicamente, un interminable dolor. ¿Y ahora me estás diciendo… que Kaito-kun te hizo un llamado de emergencia porque quería tirarse de un edificio para terminar con su vida?... ¿Pero vos me estás jodiendo? – Le preguntó con seriedad.
- Lamentablemente, no. En un par de horas, puedes verificar los hechos con él, dado que me dio permiso para contarte todo esto.
- … – Ran quedó con la boca abierta y con una expresión totalmente perpleja.
- Bienvenida a mi vida en estos últimos dos años. Una joda total. ¡Woo-hoo! – Dijo levantando los brazos en señal de festejo.
- …
- ¿Estás bien? – Preguntó un poco asustado al ver como el color de su rostro descendió repentinamente y se ponía una mano en la frente.
- … – Asintió enérgicamente con la cabeza.
Pero apenas terminó de hacerlo, salió corriendo al baño para abrir el grifo del lavamanos y poner la cabeza abajo. Por supuesto que Shinichi salió corriendo atrás de ella.
- ¡Eres una tonta! Te avisé que me detuvieras si era mucho. – Dijo mientras le agarraba el pelo con una mano para que no se moje por completo.
Pasó su otro brazo delante de ella para sostenerla contra su cuerpo. Por cómo se movían involuntariamente sus rodillas, sabía que en pocos segundos iba a…
- Por supuesto que te ibas a caer. Es lo que me pasó a mí cuando corté la llamada. – Dijo mientras la descendía lentamente al piso.
Shinichi cerró la canilla y agarró rápidamente una de las toallas que estaban dobladas en la repisa. Se arrodilló detrás de ella y empezó a secarle la cabeza suavemente.
- Que cabeza de chorlito. ¿Cuándo me harás caso? – Le recriminó con preocupación, pero con tono suave. – Voy a empezar a creer que te gusta que te seque el pelo.
- No voy a negarlo. – Le respondió, para dejar de pensar en todo lo que acababa de escuchar.
- Tonta. Quizás debería buscarte algo con azúcar.
- Tengo ganas de vomitar. – Le admitió poniéndose una mano sobre los labios.
- ¿Qué vas a vomitar, si hace más de mediodía que no comes nada? Seguro te bajó la glucosa y estás más que alterada.
Shinichi suspiró mientras pensaba un segundo. Tenía que lograr calmarla de alguna manera.
- "La piel de sus brazos está helada y no para de tiritar. Por el aire acondicionado, el baño está más caliente que el resto de las habitaciones. Pero si la dejo mucho tiempo acá se va a embotar más de lo que está."
El detective se decidió y agarró la toalla para envolverla sobre su cabeza. Luego la tomó entre sus brazos y la llevó a la habitación, donde con algún que otro malabar, logró abrir las sábanas para depositarla dentro de la cama. Bajó la potencia del aire y fue a buscar el jugo de naranja que se encontraba dentro de la heladera.
- Toma un par de sorbos. – Le dijo alcanzándole la botella.
- No quiero. Es ácido… – Le respondió con cara de disgusto.
- Tiene azúcar. Sé que no vas a comer, así que por lo menos, debes tomar algo que te suba un poco el nivel de glucosa en sangre.
Ran agarró la botella y le dio un par de tragos largos sin pensarlo mucho. Si lo hacía, era probable que no lo tomara.
- Mejor que no estés bebiendo alcohol de esa forma. – Bromeó para aligerar el ambiente. – No quiero imaginarme cómo eres… estando alegre. Aunque no voy a negar que sería algo divertido de ver.
Shinichi rodeó la cama hasta sentarse de su lado y de costado, como cuando empezaron a conversar. Extendió su pierna izquierda, y dejó la otra en un cuatro, mientras esperaba a que la castaña se calme.
Pasaron unos minutos hasta que Ran se normalizó. Dejó la botella y la toalla de la cabeza sobre la mesita, junto a los pañuelitos y la taza de té frío. Sacó las cobijas de encima suyo con decisión, y fue caminando solamente con sus rodillas hasta ponerse frente a él. Sin dejar de mirarlo a los ojos, pasó su rodilla derecha hasta dejarla al lado del muslo izquierdo de él.
- Estírala. – Le exigió, mientras le palmeaba la pierna derecha.
El detective arqueó una ceja mientras veía su mano sobre su pierna, pero obedeció, juntándola a su izquierda. Y mayor fue su asombro al ver lo atrevida que se había vuelto, al pasar su rodilla izquierda por sobre su otro muslo, y sentarse sobre los abductores de él.
Sin embargo, las palabras que quería expresar, se desintegraron al sentir sus delicados brazos alrededor de sus hombros y espalda, intentando transmitirle la empatía que le sentía por toda la situación.
- Siento mucho que hayas tenido que enfrentar todo esto tu solo, en las condiciones que te encontrabas. ¿Cómo te sentiste?
- Para la mierda. – Dijo abrazándola con fuerza por la cintura y lumbar para atraerla lo más posible hacia él.
- Ahora entiendo por qué estabas tan alterado en el auto cuando se estaba poniendo esas… mangas especiales.
Shinichi exhaló lentamente, disfrutando de la calidez, la fuerza y la energía que le transmitía. Tenía la cabeza apoyada entre el cuello y el pectoral mayor de ella. Un sitio donde se sentía calmo, seguro y… endemoniadamente feliz.
- ¿Podemos quedarnos un momento así?
- No pensaba irme a ningún lado.
Ran le acariciaba suavemente la nuca y el pelo, intentando evitar la zona golpeada. Luego, empezó a depositarle besos largos y espaciados en el costado de su cabeza y rostro, provocando que el morocho cierre los ojos en señal de placer.
Pasaron unos minutos de esa manera, hasta que ambos lograron apaciguarse un poco.
- Tengo que decirlo. – Confesó con una sonrisa socarrona.
- ¿Qué?
- Toyama-san es mala influencia para ti. Espero que no te sientes así… – Dijo dirigiendo su mirada hacia los bien formados cuádriceps de ella sobre los suyos. Uno de los atributos que tanto le gustaban de ella. –… con absolutamente nadie.
- Mmm, ¿Celoso? – Dijo en forma sugestiva, alzando una ceja.
La chica emitió un pequeño sonido agudo por la sorpresa, cuando Shinichi la tiró hacia el costado, acorralándola con su cuerpo.
- Muy. – Le respondió viéndola seriamente, pero con una sonrisa sexy.
- Tonto. ¿Quieres…? – Dijo suavemente con algo de inseguridad, mientras que le tocaba el rostro.
¡Whoa! A Shinichi se le encendieron las tres mil alarmas corporales y mentales que tenía. Podía decirle en menos de diez segundos todas las cosas que quería hacer. Sus ojos se tornaron negros enseguida.
- "¡Opción dos! ¡Opción dos! ¡Sí que queremos!" – Decían sus neuronas vestidas con capa roja y tridente… y con más carteles de protesta.
- "¡Ya cállense!"
- ¿Quieres seguir contándome lo que pasó?
- ...
- ¿Por qué de repente pareces desdichado?
- No pienso responderte la segunda. – Dijo desesperanzado, mientras se acomodaba al lado y se ponía de costado para verla. – ¿Estás bien para seguir?
- Sí.
Tokio – Octubre – Año 1
Rei tardó media hora en bajar de la torre con Kaito, y otra hora en poder llegar a su departamento debido a sus nervios, la fuerte lluvia y al tráfico.
Cada dos segundos veía al adolescente que estaba a su lado, no pudiendo creer lo que acababa de suceder. Intentó que le hablara durante el viaje en auto, pero lo único que recibió como respuesta, fue que no quería ir a su casa. Después de eso, encontró un eterno y sepulcral silencio.
Se habían hecho más de las cuatro de la tarde, y rogaba que Azusa esté en su casa después de haberle enviado un escueto mensaje, diciéndole que necesitaba su ayuda con urgencia. Esperaba que ella sepa qué hacer, porque él no tenía ni la más mínima idea. Nunca en su vida le había pasado algo como esto.
Cuando abrió la puerta de su departamento, vio un paraguas y un par de zapatos empapados con las medias dentro. Las pantuflas de ella, no estaban en la entrada.
- ¿Azu?. – La llamó mientras hacía pasar al adolescente.
- Ahí voy. El día está terrible, recién pude llegar. Me empapé de pies a cabeza. ¿Tú estás bien?
- Sí. Tenemos visitas.
- ¿Visitas? – Preguntó con curiosidad.
Salió de la habitación con Haro, quien no dudó en saltar sobre su amo.
- Hola Haro, ¿Me extrañaste? – Le preguntaba con voz juguetona mientras recibía sus lengüetazos y veía su cola moverse de un lado al otro. – Dile hola a Kaito.
El rubio sostuvo al animal enfrente del adolescente para que lo sostenga, pero el chico no reaccionó. Así que, liberó al pequeño perro, el cual no tardó en ir a olisquear a la nueva persona de la casa.
- Kaito se quedará con nosotros por unos días hasta que logremos sacarle pasaje. – Le explicó a su pareja con una mirada extraña.
La muchacha estaba analizando en detalle al abandonado y mojado adolescente. Al principio, pensó que lo habían asaltado o algo por el estilo. Pero no parecía tener lesiones o heridas a la vista.
No fue hasta que llegó a ver sus ojos opacos y sin vida, que empezó a sentir un poco de intranquilidad. Esto, sumado a que Rei estaba muy nervioso a pesar de ser un excelente actor, fueron las dos pruebas que necesitó para darse cuenta de que algo grave había ocurrido.
- No hay problema. – Dijo con una sonrisa tranquilizadora. – ¿Por qué no lo dejas darse un buen baño y le prestas algo de ropa antes de que se resfríe? ¡Está empapado y debe estar helado!
- Buena idea. Ven Kaito. – Le dijo mientras lo guiaba, poniéndole una mano en la espalda.
Azusa pasó a la entrada para buscar los zapatos de todos y dejarlos en el pequeño lavadero para que se sequen. Luego, se fue a la cocina para acomodar los platos secos y pensar qué hacer de cenar.
Los segundos pasaban lentamente, y en cierto modo, se le hicieron eternos hasta que su novio decidió aparecerse a los diez minutos.
- ¿Estás bien? – Consultó con preocupación al verlo.
- No. Estoy de todo, menos eso.
- ¿Qué le pasó?
- Sinceramente, no lo sé. Me llamó Jodie hace unas horas. Estaba desesperada porque Kaito llamó a Shuichi, para que lo deje hablar con Shinichi.
- Vaya cadena comunicativa. – Comentó, alzando una ceja. – ¿Estaba desesperada por eso?
- No. Estaba desesperada porque Shinichi pensaba que se iba a tirar desde la cúspide de un edificio.
- ¿No hace siempre eso? – Preguntó extrañada.
- Iba a hacerlo sin sus herramientas.
- ¿Pero entonces cómo iba a aterrizar?
- …
- ¿Me estás hablando en serio? – Dijo seriamente, al entender el significado de su silencio.
Rei corrió una de las sillas que rodeaban la mesa y se sentó. A pesar de haber vivido centenares de situaciones donde su adrenalina llegó hasta la Luna, ésta se ganó el puesto número uno. Todavía se sentía alterado.
- No tengo idea de cuántos pisos eran hasta el techo. Pero estaba tan aterrado de no llegar a tiempo como me pasó con Hiro, que subí las escaleras a una velocidad que nunca antes en mi vida había alcanzado.
- …
- Maldición, todavía me tiemblan los pies. La cantidad de veces que se me detuvo el auto por no apretar bien el embrague y el acelerador.
- Te serviré un poco de agua.
La joven de ojos verdes le acercó el vaso y miró a su pareja con pena. Se puso atrás de él, y lo abrazó para intentar darle un poco de ánimo. Podía sentir cómo sus fuertes latidos hacían eco en su caja toráxica.
- Todo estará bien. Lo ayudaremos de alguna forma.
- No tengo ni la más remota idea sobre qué hacer. – Dijo, aplicando un poco de fuerza sobre los brazos de ella para atraerla un poco más hacia él.
- Yo tampoco. Pero juntos veremos la manera de hacer algo. ¿Es verdad lo que dijiste acerca del pasaje?
- Parece que quiere ir con Shinichi a Estados Unidos. – Le comentó mientras tomaba de un solo sorbo, la mitad del vaso.
- Entonces me quedaré contigo por estos días hasta que viaje, ¿Sí?
- Ok. Gracias. – Dijo más esperanzado y tranquilo. – Hueles a chocolate. – Le comentó con una sonrisa, mientras se separaba un poco.
- ¿En serio? – Preguntó, acercando su nariz a su hombro para oler su remera. – Se me debe haber impregnado el olor al hornear las galletas de la tarde.
- ¿Qué hago? ¿Llamó a los padres de Kaito para contarles lo que sucedió?
- Me parece que es mejor que primero hables con Akai-kun.
El de ojos azules sacó su teléfono del bolsillo del pantalón, y buscó el contacto de su todavía archirrival, pero gran amigo a la misma vez.
- ¡Maldición Rei! ¡Al fin llamas, imbécil!
- Qué manera de recibirme. Dame un maldito respiro después de todo lo que pasó.
- Shinichi se desmayó dos veces por el dolor, y está a punto de tener un ataque cardíaco por la preocupación y la ansiedad.
- Dile que está todo bien y controlado. Estamos en mi departamento con Azusa.
- Puedo escucharte, Rei. Gracias por haber llegado. – Dijo el aludido con agotamiento.
- Ni me lo agradezcas. Aprovecho que me pusieron en altavoz para preguntarles… ¿Qué carajo hago ahora?
- …
- Ah, no, no. No se queden callados. Empiecen a tirarme ideas porque nunca me pasó algo como esto y no sé cómo tratarlo, qué hacer, qué decirle o a quién pedirle ayuda. ¿Qué hago? ¿Lo llevo a algún lado para que lo internen? ¿Llamo a sus padres para que vengan por él? ¿Llamo a su amiga?
- ¡NO! – Gritaron los tres al mismo tiempo en el teléfono.
- Hey, hey… respira. – Le aconsejó el del FBI. – Yo me encargo de llamar a los padres y de explicarles lo que pasó. Con respecto a qué decirle y que no, te daré unos tips de un curso intensivo que hice para sacar a alguien de su cama.
- ¿Hiciste un curso? – Preguntó Shinichi con sorpresa.
- Eres de lo más jodido de tratar. Si iba a ir por ti, tenía que ir armado hasta los dientes.
Azusa se puso a su lado, mientras escuchaban una larga lista de métodos para comunicarse con alguien que se encontraba en estado depresivo. El de ojos azules la miró, y ella asintió mientras le levantaba un pulgar, indicándole que no había problema. El grado de alivio que sintió en ese momento al saber que iba a estar acompañado, era inexplicable.
- Creo que con eso estarás bien.
- ¿Algo de eso te funcionó con Shinichi? – Preguntó.
- Si no más recuerdo, me dijo que haga desaparecer la nube de pedo de mi enorme cabeza para que mis neuronas vuelvan a trabajar. – Dijo irónicamente el detective.
- Ah, veo que aplicaste maravillosamente todo el conocimiento del curso.
- Me había sacado de quicio. Tú no conociste a su hormo Testo o viste sus patas de gallina… bueno, las sigue teniendo todavía. – Se defendió el agente.
- Mejor mantente alejado de Kaito, por favor. – Le recriminó el detective.
- Llamaré a sus padres y a Michael. Tú, vuélveme a llamar cuando estés disponible y así vemos cómo nos organizamos.
- Ok. – Fueron las últimas palabras antes de cortar la llamada.
- Me parece que sería buena idea que llames a un psiquiatra a domicilio para estabilizarlo médicamente. Eri-chan tiene el teléfono de algunos, ¿Quieres que la llame? Si lo que tiene es un ataque depresivo que ya llegó a un punto… complicado, no hay forma de controlarlo que no sea de esa manera. – Sugirió su novia.
- Hazlo por favor. Yo mientras iré a ver cómo está. – Le contestó mientras se levantaba.
Rei tocó la puerta del baño, pero no recibió respuesta. El corazón se le subió a la garganta una vez más, al pensar en todos los peligros que había dentro del baño. Después de lo que pasó… ¿Cómo demonios lo dejó solo en un lugar donde había vidrio y un sinfín de objetos cortantes?
Sin pensarlo, abrió la puerta, encontrándose al adolescente bañado y vestido. Estaba sentado en el piso contra la bañera, con las rodillas flexionadas hacia el pecho y los brazos rodeándolas. El rubio se le unió, al ver que estaba sano y tranquilo.
- ¿Un poco mejor?
- …
- ¿Quieres hablar conmigo o llamar a alguien?
- … – Solo atinó a mover la cabeza de lado a lado.
- ¿Estás cansado?
- … – Asintió.
- Ok.
- Quiero irme de aquí.
- Lo sé. Pero para eso necesitamos hacer unos trámites antes.
- "Te están engañando" – Decía su monstruo interno. – "No irás a ningún lado. Te internarán con todos los locos en un manicomio y no volverás a ver la luz del Sol. Como un vampiro, mereces morir con una estaca en el corazón."
Rei notó que se agarraba la cabeza mientras respiraba irregularmente. Su mirada estaba llena de temor, y no entendía por qué.
- Kaito, ¿Qué te sucede?
- "Ya convéncete. Siempre estarás solo. ¿Por qué confiaste en ellos y no te arrojaste de una vez por todas? Eres inútil hasta para hacer algo tan simple. ¿Sabes lo que él está pensando de ti? Cree que eres una mera molestia. Estás arruinando su noche de pareja con tus problemitas existenciales."
Estaba completamente agotado. Quería un maldito momento de paz, dónde nadie le hablara. ¿Tan difícil era conseguir eso?
- "Sí, es difícil. Todo es complicado. Todo es malo y negativo, y tú eres un inservible en todo. Por eso estás solo y nadie te quiere. Por eso nunca serás feliz. Por eso…".
Y de repente, todo se quedó en silencio cuando sintió unos brazos delgados pero fuertes, alrededor suyo. Un aroma a cacao lo inundó, transportándolo a cuando era un simple niño o adolescente.
Recordaba el olor que emanaban los bombones de Aoko en febrero de cada año cuando abría la tapa de la pequeña caja que le entregaba, o cuando su madre preparaba esos bizcochuelos esponjosos para su cumpleaños. Era tan feliz en esas épocas. ¿Cómo y por qué llegó a convertirse en lo que era ahora?
- Tú no elegiste sentirte así y no debes sentirte culpable por ello. – Le explicó Azusa. – No eres el único que está pasando por un episodio así. Le pasa a muchísimas personas, y algunas de ellas, están más cerca de ti de lo que crees. Así que, no sientas vergüenza o miedo de encontrarte mal, triste o solo. Estamos contigo para apoyarte en lo que podamos, y jamás te criticaremos por estar de ese modo. Ahora dinos, ¿Qué te pasaba recién?
- Creo que me estoy volviendo loco. Escucho a alguien que me habla y quiero que se calle.
- Esas voces, ¿Son malas? – Preguntó separándose para verlo bien.
- … – Y asintió.
- ¿Crees que nos podrás avisar a Rei o a mi cuando te estén hablando?
- ¿Para qué?
- Para acompañarte y estar ahí para ti. Te mantendremos ocupado para que no las escuches. Haro nos ayudará también, ¿Verdad? – Le preguntó al cachorro, quien con su cabeza, estaba intentando ingresar a la fuerza entre el espacio de las piernas de Kaito y sus brazos.
El mago inconscientemente lo agarró y se sentó, cruzando las piernas debajo de sus muslos, para que el cachorro quede sobre su estómago. Pero Haro, quería su atención completa. Así que, se puso en dos patas, apoyándose sobre el pecho de él, y empezó a lametearle la cara con euforia.
Fue mínima, pero la pareja pudo ver una leve sonrisa, aunque triste, sobre el rostro del adolescente.
- Bien. Entre los tres te apoyaremos hasta que puedas reunirte con Kudo-kun, ¿Si? ¿Nos avisarás si pasa? – Le preguntó con tono suave la castaña.
- … – Kaito asintió en silencio mientras veía a la pequeña bola de pelo sobre él.
- ¿Tienes hambre?
- No. Sueño.
- ¿No dormiste anoche?
- ... No recuerdo cuando fue la última vez que lo hice.
- De acuerdo. ¿Lo dejamos dormir en tú cama por un momento? Así podemos usar la cocina y el living, y no lo molestamos con el ruido. – A lo cual, Rei asintió.
El más grande de la casa puso a reproducir en el televisor de la habitación, una película de dibujitos animados. Le bajó el brillo lo más que pudo, y disminuyó el volumen al punto de apenas escuchar las voces.
Para su gran tranquilidad, el adolescente se quedó dormido a la media hora, después de escuchar el leve murmullo junto con la continua cortina de agua que chocaba contra la ventana.
- ¿Se durmió? – Preguntó Azusa, después de ver al agente caminar en puntitas de pie y cerrar la puerta tras él.
- Sí.
- ¿Ahora entiendes por qué te insistí tanto para que redecores y amuebles el departamento? Por lo menos tienes un sofá cama que podemos usar. – Le exclamó su pareja, provocando que Rei se mordiera el labio inferior para no sonreír.
- Antes no tenía una razón para hacerlo.
- ¿Y ahora sí? – Preguntó con diversión.
- No pienso contestar eso – Y Azusa sonrió.
- ¿Cerraste la puerta de la pieza? – Preguntó extrañada.
- ¿Tú crees que sabiendo a lo que me dedico, y con el sobresalto que tuve hace un par de horas, lo voy a dejar sin supervisión? – Le preguntó mientras apoyaba la tablet en la mesada de la cocina.
- ¿Tienes cámaras en tu habitación? – Preguntó con los ojos abiertos.
- ¿Qué clase de depravado piensas que soy? Es una cámara portátil que usamos para cualquier tipo de emergencia. Me sirvió para saber por qué Haro engordó como un lechón una vez. Cambiando de tema… ¿Cómo supiste qué hacer en el baño?
- Ahh, eso. Llamé a Eri-chan y me dio unos consejos que le dio el psiquiatra. También me comuniqué con él, y le comenté lo que pasaba con Kaito. Consideró que era una situación preocupante y de riesgo, por lo que intentará llegar lo más rápido posible. Vas a necesitar el número de seguro de él para que le recete los antidepresivos. Por ende…
- Hora de llamar a Shuichi y ver en qué quedó con los padres. – Dijo suspirando con cansancio.
- ¿Estás bien? – Le preguntó al verlo.
- Fue un día…muy complicado. – Le confesó mientras se apoyaba de espaldas a la mesada.
- ¿Un día? Yo diría que un año. ¿Quieres un abrazo de oso? – Le preguntó juguetonamente.
- … – Pero Rei era fuerte y no iba a caer en sus encantos.
- ¿Estás rechazando un tierno abrazo de oso? – Dijo con una sonrisa y una indignación fingida.
- "Yo puedo, yo puedo".
- ¿Estás seguro?
- "Gghhh yo sé que puedo"
- ¿Abrazo papacho? – Preguntó frunciendo los labios, sabiendo que ganó.
- Ok, no. No puedo. – Dijo estirando los brazos para que lo abrace. Y la mujer, no demoró mucho más en realizar dicha acción.
Desde que dejó que Azusa entre en su vida hace tres meses atrás, había conocido la perdición: su cariño. Sabía que ella era así por naturaleza, dado que ambos estuvieron trabajando en el café Poirot por un tiempo considerable, logrando una gran amistad de compañeros de trabajo. Aunque una cosa era saberlo, y otra cosa muy distinta era experimentarlo en carne propia. De a poco se fue acostumbrando a las demostraciones de afecto, pero aún le costaba ser abierto y expresivo como ella.
No habían sido muchas las mujeres que entraron a su vida. Sin embargo, ella lo hacía de una forma tan dulce y natural, que se sentía como una polilla atraída a la luz.
Cuando le quería dar esos "abrazos papachos" como ella los llamaba, nunca se los podía negar por mucho tiempo. Se aferraba a ella encontrando la calma y la seguridad que no sentía desde hace tiempo, al haber estado años y años divagando entre la oscuridad y la muerte. Un aspecto de su vida que lo hizo dudar mucho sobre si tener una relación era realmente una buena idea. Sobre todo por lo peligroso que resultaba ser su trabajo.
- Rei, por más que me guste estar así, debes llamar a Akai-kun.
- Mmm. – Se quejó gruñendo con la garganta.
- Ya debe de estar por llegar el médico. Me encargo de hacer la cena, ¿Sí? – Le dijo mientras le daba un beso en la mejilla. – Yo vigilo a Kaito-kun.
- ¿Qué haría sin ti?
- Probablemente seguirías trabajando como un desquiciado y seguirías siendo un solterón que atrae a muchas adolescentes.
- ¡Oye!
- Es la verdad, cariño. Admítelo.
La chica se alejó de él riéndose, al verle la cara de fastidio. El rubio sin tener más opción, salió del departamento para llamar a Shuichi. Pero su plan se vio interrumpido al ver llegar al médico.
- "Mejor timing imposible."
- Buenas noches, ¿Usted es el señor Rei Furuya? Soy el psiquiatra Fuji Yamamoto.
- Buenas noches. Sí, soy yo. Lo estábamos esperando. Pase por favor.
- Volviste rá… – Exclamó Azusa.
- Justo llegó el médico. ¿Kaito sigue dormido?
- Sí.
- ¿Es necesario despertarlo? – Le preguntó el agente a Fuji.
- Cuéntenme lo que pasó primero. Mientras tanto, dejemos que descanse un poco. ¿No durmió ayer?
- No. Nos dijo que no recuerda cuando fue la última vez que lo hizo.
- ¿Y nunca antes lo trataron por eso?
- No lo sabemos. Yo me estoy enterando de todo esto recién.
- Bien. ¿Habla con ustedes?
- Muy poco.
- Es mejor que nada.
- ¿Podemos incluir a otras personas en una llamada? Yo llegué a lo último, y no sé todos los detalles.
- ¿Dónde está la otra gente?
- Sus padres en Tokio, aunque no quiere estar con ellos. El resto, se encuentra en Estados Unidos, pero todos hablan japonés.
- Entonces sí. – Dijo con sorpresa al enterarse de la distancia.
En la video llamada estaban los del FBI, Shinichi, Michael, y los padres de Kaito, quienes ya estaban en tema sobre lo que pasó.
Una vez que le explicaron al psiquiatra toda la situación y los acontecimientos de los últimos meses, fue él, el que empezó a decirles cómo manejar este tema.
- A raíz de lo que me fueron contando, tienen que entender, que esto no es un caso como podemos tener cualquiera de nosotros, dónde tenemos un día negro, y nos sentimos tristes y tenemos ganas de comer un kilo de chocolate o de helado. Esto es un trastorno psicológico que no solo afecta la forma en la que se siente, sino también la forma en la que piensa. Va a sentirse decaído, con la autoestima por el piso, indiferente, con falta de interés en lo que generalmente le gustaba, etc. Puede estar así durante días o meses… y por cómo viene la mano y a la etapa peligrosa a la que fue capaz de llegar, me atrevo a decir que serán varios meses.
- ¿Nosotros ocasionamos eso? ¿Podríamos haberlo prevenido? – Preguntó Chikage.
- Primero que nada, acá nadie es culpable de nada. ¿Prevenirlo? Es muy difícil. Uno no se puede meter en la cabeza de la otra persona. Si él nunca manifestó que se encontraba mal, siempre se demostró fuerte y siempre estaba con una falsa sonrisa en su rostro para no preocupar a nadie… es muy difícil poder prevenir algo cuando se piensa que todo está bien.
- ¿Esto tiene cura? – Preguntó Toichi.
- Hay tratamientos para ello. Pero dependerán básicamente de dos cosas: del médico que lo trate y de las ganas de él de salir de ese estado.
- Me dijo que quiere venir conmigo. – Se animó a decir Shinichi. – ¿Eso le hará bien?
- ¿Él pidió eso? – Preguntó extrañado.
- Sí.
- ¿Fue él, el que te llamó?
- Sí.
- Por algún motivo, o se siente cómodo y seguro contigo, o se siente identificado por algo. Eso es bueno, porque demuestra que confía lo suficientemente en ti para pedirte ayuda. Quiere decir que de alguna forma, quiere dar un paso adelante y salir del estado en el que está. Solo que no sabe cómo.
- Pero tenemos un problema. – Comentó Shuichi mientras señalaba al adolescente que estaba con él. – Shinichi no está en el mejor estado, y debo preguntarlo, antes de que se me arme una doble bomba atómica imposible de desarmar…
- ¿Tienes miedo de que él o Kuroba-kun empeore anímicamente al juntarlos? – Preguntó Michael.
- Exactamente.
- Yo estaré bien. – Dijo el detective.
- ¿Acaso te olvidaste el desastre que eras hace un mes atrás? En realidad, sigues siéndolo. Te acabas de desmayar dos veces por si te olvidaste. – Le peleó el del FBI.
- Me lo aguantaré. No voy a dejarlo solo en esto.
- Shinichi… – Lo llamó con tono reprobatorio.
- ¡No! Mi cabeza está bien. Lo que no me responde es el cuerpo. Pero si en un mes algo mejoré, sé que en el futuro estaré mucho mejor. Lo mío es tiempo y dedicación, y no pienso abandonar estúpidamente todo el trabajo que invertiste en mí. Pero tampoco voy a abandonarlo a él cuando necesita ayuda. Nos arreglaremos los dos juntos. Él tiene el cuerpo, y yo la cabeza. Ya veremos de ayudarnos mutuamente. Ponme a prueba un mes, al menos dame la maldita oportunidad. Si empeoro, me puteas de arriba abajo y haces que Steve me duplique la cantidad de ejercicio diario hasta que realmente llegue al paro cardíaco.
- Interesante personalidad. – Opinó el psiquiatra.
- ¡Jodida querrá decir! – Exclamaron los del FBI al mismo tiempo.
Shuichi se quedó sopesando su pedido con mala cara. Ya era bastante complicado con uno... ¿Con dos? ¿Cómo se supone que iba a supervisar y a cuidar a Kaito, cuando ya tuvo que dejar a Shinichi con Steve?
- Shuichi, puedo pedir licencia para acompañar a Kaito y quedarme un mes más o menos. Veamos cómo funciona. Puedo estar con ellos y darles el seguimiento que necesitan a ambos mientras ustedes trabajan.
- ¿Pero… y nosotros? – Consultó Chikage al médico.
- En algunos casos, diría que el núcleo familiar es el que debe acompañar al paciente. Pero en este caso, debo decir que es todo lo contrario. Antes de que peguen el grito en el cielo, les explicaré el por qué. Uno de los grandes detonantes, fue la reaparición de su padre.
Y la afirmación le cayó como un rayo al pobre hombre.
- Su cabeza no puede procesar que su papá realmente estuvo vivo en los últimos ocho años de su vida, cuando desde siempre, todo el mundo e incluso su propia madre, le dijeron todo lo contrario. Jamás lo vio, jamás lo escuchó, jamás lo sintió. Entonces, en el estado en que está ahora, no lo reconoce como tal, sino como a un extraño que vive en su casa. Ambos, le están generando desconfianza, ansiedad, estrés y angustia.
- ¿Entonces el culpable fui yo? – Preguntó con dolor en sus cuerdas vocales.
- Vuelvo a repetir lo que le dije a su esposa. Acá no hay culpables. Lo que debemos hacer, es sacarle factores a la ecuación. Simplificarla para que sea más sencillo de resolverla.
- ¿Pero irse a otro país así de la nada es la solución?
- No es una mala idea en realidad, siempre y cuando esté supervisado. Él accedió, porque quiere empezar de cero en un lugar donde nada le recuerde lo doloroso que es respirar día a día. Acá se está asfixiando. Muchas preguntas, muchas dudas, muchos recuerdos...
- Ecuación compleja. – Opinó Michael.
- Exacto, colega.
- ¿Pero podremos hablar con él, o ir al menos a visitarlo?
- No sería lo más aconsejable, hasta que él no se sienta listo para hacerlo. Sé que es doloroso porque es su hijo y acaban de reencontrarse. Pero no es lo que él necesita en estos momentos.
La mujer de pelos violáceos no pudo contener más las lágrimas. En otra instancia se hubiera levantado e ido para que nadie la viera. Pero ahora, Toichi y su hijo, necesitaban que se quede ahí. Así que se mentalizó, cerró la garganta, se sacó las gotas saladas de su rostro con sus finos dedos, y puso una de sus manos sobre la de su marido, quien se encontraba destruido por la culpabilidad de todo lo que pasó en las últimas horas.
- ¿Qué quieres hacer, Shuichi? – Consultó Rei.
- Voy a necesitar ayuda con esto.
- No hay problema con eso.
- Yo puedo ir evaluando su evolución. Veré si me contacto con el psicólogo que está en el edificio donde entrenan. – Adhirió Michael, no pudiendo decir que trabajaban para el FBI. – Ellos siempre trabajan en conjunto con psiquiatras por estos temas.
- Kuroba-kun, le diré lo mismo que a Yusaku-kun en su momento. – Dijo Jodie. – Pueden llamarnos las veces que quieran y nunca les ocultaremos cómo está. Pero necesitamos que venga sin nada. Solo puede traer ropa. Nada de fotos, celulares u objetos electrónicos. Si debe empezar de cero, empezará de cero.
- ¿Shinichi-kun no se comunica con sus padres? – Preguntó Toichi.
- No. Hace un mes que no les hablo o los veo. Y la verdad… mejor que así sea. – Admitió el detective. – Ya vi como mi madre cayó en un pozo de angustia. Ella necesita tiempo para reponerse, y yo también.
- ¿Pero no los extrañas?
- Por supuesto que sí. Pero de esta manera, tengo una razón por la cual volver. Si estuvieran conmigo, esa fuerza no existiría. Te diré algo para que comprendas a tu hijo un poco mejor. ¿Tú crees que los pensamientos de Kaito y los míos son muy distintos? En mi caso, no tienes idea de lo vergonzoso que era para mí ver las caras de mis padres, y sentirme un completo inútil. Sé que se preocupan por mí y quieren estar ahí, pero eso en vez de ayudarme, me tiraba totalmente para abajo. Si quieren que nos mejoremos, necesitan darnos tiempo para reencontrarnos a nosotros mismos y fortalecernos.
Toichi lo observó y lo escuchó con atención a través del dispositivo. Recordó el día que lo conoció, en la biblioteca junto a su amiga cuando a duras penas era un chiquillo. Habían pasado por lo menos diez años desde ese día, pero seguía mostrando esos ojos de desafiante y la misma actitud protectora de esa noche. Sabía que su hijo iba a estar bien con él y los del FBI…. Pero por dentro se estaba desangrando al tener que separarse de él, después de todo lo que pasó.
Chikage le apretó la mano en comprensión. Entendía lo que estaba sintiendo y pensando, pero tenían que dejarlo ir.
- De acuerdo. ¿Cuándo… debería viajar? – Preguntó con dolor.
- Mientras más pronto, mejor. – Opinó el psiquiatra.
- Espere, ¿Puede viajar en avión en estas condiciones? Son mínimo 16 horas de vuelo. – Consultó Rei.
- Sí, eso no habrá problemas. Lo medicaremos con Paroxetina y Clonazepam para que esos ataques depresivos vayan disminuyendo. Estando allá, deben encontrar con urgencia a alguien que le siga el tratamiento.
- Sí, ya sabemos lo que pasaría si lo abandona. No se preocupe por eso. – Dijo Jodie mientras señalaba a Shinichi. – Con este cachivache y sus padres, ya aprendimos un montón de cosas médicas.
- ¡Hey! – Exclamó el aludido.
- Bien. Entonces, si queremos salvarlo, mejor que nos empecemos a mover todos. – Declaró el médico.
Y así hicieron.
Al día siguiente, sus padres prepararon las valijas y se las llevaron al departamento de Rei junto con todos los documentos, pasajes y seguros médicos que iba a necesitar. Aprovecharon a ver a su hijo por última vez antes de que parta, mientras éste dormitaba profundamente por los calmantes que le recetó el psiquiatra. Parecía tan calmo durmiendo con Haro a su lado, quien no se había despegado del adolescente desde que llegó a la casa.
Chikage quería acercarse, pasarle la mano por el cabello, tocarle el rostro o al menos darle un beso en la frente… pero se tuvo que contener de hacerlo. No podía ni despedirse de él como quería. Hacer eso, hizo que un torrente de lágrimas de dolor salieran por sus ojos. Tuvo que retirarse de la habitación con prisa antes de que sus sollozos empiecen a escucharse. Por más que intentaba tragárselos, no podía. El dolor era tan profundo que le estaba desgarrando el corazón en pedazos. Por suerte, Azusa se había quedado, y aunque se llevaban una diferencia de edad importante, la estaba apoyando y tranquilizando afuera del departamento.
- Estará bien. – Le susurró el agente a Toichi. – Sólo… denle un tiempo.
- Lo sé. Pero no por eso deja de ser doloroso. Pensé que finalmente íbamos a poder vivir los tres juntos. Que podría mirar sus ojos llenos de vida y pasión una vez más, sin tener que esconderme de ningún maldito hombre de negro. Que íbamos a desayunar otra vez en las mañanas, como cuando era un pequeño y comíamos los panqueques que hacía Chikage. Me imaginé miles de escenarios… menos el que intentara saltar de un edificio porque no quiere vivir más. – Y la barbilla de Toichi temblaba, mientras sus ojos se humedecían.
- Sé que no es fácil. Pero pidió ayuda y estamos brindándosela. Ahora tiene una nueva oportunidad para vivir.
- Gracias por llegar a tiempo, Rei. – Susurró con la voz quebrada.
- No es a mí al que le tienes que agradecer. – Dijo poniéndole una mano en la espalda en señal de apoyo. – Fue Shinichi el que logró convencerlo para que no lo haga.
- Dale mis gracias cuando lo veas, por favor. ¿Lo cuidarás mientras estés allá?
- Por supuesto. Cada vez que termine el día, te enviaré una especie de parte para que sepas cómo está.
- Te debo un mes de vacaciones.
- Ni por broma. Ya bastante que me pagaste el viaje en contra de mi voluntad.
Sede del FBI – Los Ángeles – Noviembre – Año 1
Ya hacía quince días que Rei y Kaito habían llegado a los Ángeles. Al principio, los cuatro, porque el mago estaba fuera de todo entendimiento con los antidepresivos que le dosificaron, se vieron con sorpresa. Rei no podía creer lo flaco y demacrado que estaba Shinichi, y los otros tres, no podían creer lo… hecho mierda que estaba Kaito. Parecían todos unos extraños que recién se acababan de conocer.
Desde el primer día, se habían comunicado con James Anderson, el que iba a ser el psicólogo de Kaito, para organizar las semanas y empezar a tratarlo... Pero la predisposición de alguien, no estaba de acuerdo con la metodología.
- Buenos días Kaito, ¿Cómo estás hoy?
- "Otra vez este tipo. ¿Por qué buenos días? ¿Es acaso de día? Entonces… ¿Por qué parece de noche? Veo todo tan oscuro, ¿Estará nublado y a punto de llover?"
- ¿Cómo te estás adaptando al clima? Hoy hace bastante calor a pesar de que estamos en noviembre.
- "¿En qué mes estamos?"
Era la cuarta sesión que tenía con el psicólogo en la segunda semana, y la novena desde que llegó al país.
Y ya lo odiaba...
No paraba de hablarle y de hacerle preguntas, y a decir verdad, no tenía ganas de contestarle. Así que, se pasaba toda la hora escuchando un ruido a lo lejos, dado que ni siquiera le prestaba atención a lo que le decía.
Cuando salía de la sesión, Rei siempre lo esperaba con una sonrisa. Otra persona que le preguntaba cómo le había ido. Y la misma respuesta de todos los días, sin tono de emoción era:
- Bien.
El de Seguridad había hablado con James para que lo ayude a motivar al adolescente de otra manera. Le enseñó distintas técnicas y formas de comunicarse con él. Pero por alguna extraña razón que todos desconocían, el mago no quería hablar con nadie. Ni siquiera con Shinichi esta vez. Quizás, no era el tiempo todavía, y debían ser pacientes a que él realice el paso de abrirse con ellos.
Así que el rubio, todos los días intentaba una nueva estrategia que lo haga reaccionar al menos en algo.
- ¿Quieres ir a ver lo que está haciendo Shinichi? Desde que llegamos jamás fuimos a ver cómo entrena. ¿Qué te parece?
- …
- Acompáñame. Yo sí quiero.
Caminaron unos cuantos metros hasta que los encontraron entre la cantidad de gente que se estaba entrenando ese día. Lo bueno de California, es que casi no llovía en todo el año y la temperatura era agradable. Por lo que entrenar al aire libre, era una de las cosas que más les gustaba a los agentes cuando tenían tiempo.
Rei vio que el detective estaba alejado junto con Steve, a quien ya tuvo el gusto de conocer. Lo estaba teniendo como siempre, cortito y al pie.
- Vaya, parece que no la tiene fácil. ¿No? – Le comentó con diversión al mago mientras se sentaba en el pasto a verlos. – Ven y siéntate.
Observaban al adolescente ir de aquí para allá a paso de tortuga, mientras hacía algún que otro salto de vez en cuando. Hasta que quince pasos después, cayó al suelo de rodillas con la peor expresión de dolor que habían visto.
El de Seguridad estaba a punto de salir corriendo hacia ellos, hasta que escuchó al hombre que lo acompañaba.
- Ok, llegó el momento de recordar los pasos. – Le dijo Steve. – Empieza a respirar profundamente.
- Te estoy odiando, mejor que lo sepas. – Dijo el detective con los dientes apretados mientras le hacía caso.
- Obvio, es lo que espero. Concéntrate en aquello que quieras alcanzar. No le hagas caso al dolor. El dolor no existe. Todo está en la cabeza y tú eres el que la maneja.
Kaito vio a su amigo en el suelo y no entendía por qué estaba así. Su cerebro estaba denso, como si flotara en una pomposa y enorme nube. Pero...
- "Todo está en la cabeza…en la cabeza…"
Reiteradas veces esa frase se repitió en la mente del mago, y no sabía por qué. Esa noche, por más que estaba tomando la medicación, no podía dormir por culpa de ello.
Agotado e imposibilitado de cerrar los ojos, se levantó con desgano para ir a la cocina por un vaso de agua.
Estaba por el pasillo, cuando sintió una suave brisa a su espalda que lo obligó a ver para atrás. Pensó que alguien de los que habitaba la casa se había despertado, pero no había nadie. Solo el silencio y la oscuridad de la noche, junto a su reflejo en los vidrios.
- Será mi imaginación.
Retomó la tarea de agarrar un vaso de la alacena, cuando…
- "Vendrán por ti a cazarte. Eres el objetivo de todos por ser una persona tan egoísta. Mereces la infelicidad y el eterno sufrimiento. No sirves para nada y lo único que haces es causarle molestias a todos."
Las voces habían vuelto. En realidad, nunca se fueron, y estaba aterrado de enfrentarse a ellas. Le había prometido a Rei decírselo, pero no podía.
Cuando vio los vidrios que rodeaban la casa, se agachó hasta quedarse escondido tras la mesada de la cocina para que nadie de afuera lo viera. Y para protegerse de las voces, hacía lo mismo de siempre: se encogía de piernas hacia el pecho, cerraba los ojos y se agarraba la cabeza, rogando que desaparezcan pronto.
- ¿Qué haces en el suelo? – Preguntó con curiosidad Shinichi.
El mago no lo había escuchado venir, por lo que se sobresaltó.
- Kaito, ¿Hay algo que te preocupa?
- …
Como no le contestaba, el detective prendió las luces.
- ¡NO! ¡Apágalas! – Le gritó de forma alterada.
- Solo quiero asegurarme que todo esté bien. – Le contestó calmadamente, a pesar de estar sorprendido. Era la primera vez que le dirigía la palabra desde que había llegado.
- ¡Apágalas! – Volvió a gritarle.
- Necesito que me digas lo que ves. – Y extendió una mano atrás suyo, sabiendo que los tres agentes se habían levantado por los gritos.
- Algo no anda bien. Hay algo que quiere pasar por los vidrios y no quiero salir de la cocina. Nos van a ver con las luces prendidas, así que apágalas.
- ¿Quién quiere pasar por el vidrio?
- ¡No lo sé! – Dijo alterado y preocupado.
Automáticamente, los tres agentes sacaron las armas posicionándose en distintos puntos, y Shinichi al verlos de reojo, les negó con la mano atrás suyo.
- ¿Viste a alguien?
- …
- Kaito, ¿Recuerdas lo que te dije en la torre? Si no me dices lo que te pasa, no puedo comprenderte y mucho menos ayudarte. Dime qué es lo que te está molestando. ¿Piensas que es la Organización la que está afuera?
- …
- ¿Tus amigos del colegio?
- …
- ¿Las voces?
- … – Y asintió.
Shinichi apagó las luces y caminó hasta donde estaba él.
- ¡No te acerques a mí! Debo tener alguna peste y…
- Sí que lo haré. Lo que tienes no se contagia, así que, me sentaré enfrente tuyo para hacerte compañía hasta que esas cosas se vayan. – Y eso hizo, poniéndole una mano sobre el pecho.
El detective podía sentir la respiración acelerada del chico y hasta era capaz de escuchar los golpeteos de su corazón.
- Ok, ¿Recuerdas tus ejercicios para respirar de tres en tres? Empieza a emplearlos. Los haré contigo y concéntrate solo en mi voz, ¿Si? Uno…dos… tres. Excelente. Ahora, expulsemos el aire.
Como sabía que esto podía llegar a ocurrir bastante seguido y no tenía conocimiento sobre cómo tratar este tipo de situaciones, tuvo una muy larga sesión con James, para que le enseñe qué es lo que tenía que hacer ante estos casos, u otros escenarios donde Kaito podía llegar a sentirse extraño y reaccionar de forma atípica.
- ¿Mejor? – Preguntó cuando vio que se había relajado.
- Sí.
- ¿Les tienes miedo a las voces? – Dijo retirando la mano de su cuerpo.
- … – Y asintió mientras se pasaba una mano por el pelo.
- ¿Por qué? ¿Te atacan?
- Sí. Y no quiero que… me obliguen a hacer algo estúpido otra vez.
- ¿Y por eso te ocultaste acá abajo?
- … – Asintió.
- "Genial. Tiene paranoia también. Hermosa combinación." – ¿Te siguen hablando estando yo acá?
- Menos.
- ¿Sabes por qué dejaron de hablarte?
- … – Y negó con la cabeza.
- Porque mantienes tu cabeza ocupada con otra cosa. Ahora estás hablando conmigo, entonces las voces se van porque no están invitadas a participar en nuestra reunión en el piso de la cocina. Somos solo tú y yo.
- …
- Es normal que te sientas así. Cuando llegué a esta casa, los primeros días no podía dormir por lo mismo que tú. No escucho voces, pero me imagino lo expuesto que te sientes con tanto… vidrio alrededor.
- Pero… duermes.
- Porque me acostumbré y le dije a mi cabeza que se deje de joder. Además, Shuichi, Jodie y Rei están bajo el mismo techo, y eso me hace sentir más seguro. ¿No lo crees así? Te puedo asegurar que nadie se va a atrever a cruzar esos vidrios y a venir a molestarte, si valoran su vida.
- …
- Vamos a dejar de llamarlas voces. Vamos a darle forma y un nombre más amigable. Que tal… ¿Mister cactus?
- No tengo cuatro años. – Le reprochó.
- Jamás dije eso, pero ya me conoces. Detesto no poder ponerle nombre a algo o verlo. Necesito que tenga una figura para imaginármelo.
- …
- …
- ¿Monstruo de mierda?
- Nah, le estamos dando más importancia de la que se merece. Minimízalo.
- ¿Monstruito de mierda? – Y Shinichi sonrió.
- Demasiado oloroso.
- ¿Monstruito verde?
- Me agrada. ¿Con ojos grandes?
- Boca grande. No se calla nunca... ¿Por qué te caes?
- … – Shinichi lo miró, no sabiendo si decirle la verdad o no. Decidió ser honesto. – Tengo un problema en el corazón.
- ¿Qué problema?
- Una parte está haragana y no quiere funcionar.
- Eso… ¿No es malo? – Preguntó con confusión.
- Sí, lo es.
- Te… duele, ¿No?
- Sí.
- …
- …
- ¿Y por qué te levantas y lo soportas?
- "Porque Shuichi y Steve me dan una patada en el orto si no lo hago". – Porque no quiero rendirme.
- ¿Por qué no?
- Porque hay gente que me quiere.
- ¿Es suficiente para que seas feliz?
- No, porque estaría viviendo solo para ellos.
- ¿Entonces?
- Me ayudaron a comprender de que los caminos pueden ser largos y doler como el infierno. Pero, también comprendí de que siempre hay algo por lo cual pelear día tras día.
- ... – Y Kaito lo miró como si estuviese demente, a lo cual, Shinichi le sonrió.
- Puede que ahora no lo veas tan así. Y sí... definitivamente a veces la vida es una mierda. Hay gente que te lastimará, te defraudará y pensará mal de ti. Pero también encontrarás personas que siempre estarán contigo apoyándote hasta que logres llegar al destino que tú quieras.
- …
- ¿Cuál es tu objetivo?
- No lo sé.
- Tienes que encontrar algo que te motive a querer cambiar. Sólo debes descubrir qué. Sino serás como un barco a la deriva que nunca llegará a ningún puerto.
- ¿Y cómo hago eso?
Shinichi se levantó y le extendió una mano.
- Empezando a contestarle a la gente que te habla sería un buen comienzo.
El mago se lo quedó viendo con desánimo mientras tomaba su mano para levantarse. Estaba esperando que el genio saque la fórmula de su enorme cabeza y que le solucione la vida. Pero no fue el caso.
A partir de esa noche, Shinichi empezó a dejar su colchón en el suelo de la habitación de Kaito para mantenerlo vigilado, y estar ahí cuando se despertaba por las pesadillas.
Al día siguiente…
- Buenos días Kaito, ¿Cómo estás hoy?
Otra vez la misma maldita rutina. Preguntas que no quería contestar pero…
- "No quiere rendirse. Odio eso de Shinichi. El tipo se está muriendo de dolor, sufriendo una agonía todos los días con el mastodonte que lo obliga a moverse… y aun así, ¿Va para adelante? ¿Cómo carajo hace? ¿Por qué él puede y yo no?"
- "Como si fuese a encontrar la motivación si empiezo a contestarle a la gente. Claro. Así de simple. ¿Cómo se supone que va a ayudarme eso? Si nadie comprende lo que pasa por mi cabeza. Ni siquiera yo me puedo comprender. ¿Por qué un extraño va a hacerlo?" – Pensaba mientras miraba al psicólogo con escepticismo.
El mago estaba teniendo una guerra interna con su cerebro. No sabía qué hacer. Pero de lo que sí estaba seguro, era que el camino que estaba transitando no lo estaba ayudando en nada a no saltar desde la cúspide de ese reloj otra vez.
- ¡Al carajo! – Gritó de repente. – ¡No puedo sentir nada positivo, me siento un extraño en mi maldito cuerpo y ya estoy harto de eso!
El psicólogo esperaba otro día de respuestas nulas, por lo que se quedó perplejo por un par de segundos antes de reaccionar.
- ¿Te sientes vacío y solo? – Le consultó con toda la calma del mundo.
- … – Y asintió. – Quizás me lo merezco.
- ¿Por qué dices eso? ¿Acaso te odias a ti mismo?
- … – Y el mago abrió los ojos con sorpresa.
- Nunca lo habías pensado así, ¿No?
- No.
- ¿Y es así?
- …
- …
- No lo sé. Supongo que sí.
- ¿Por qué?
- Porque todos me ven como el malo de la película, y sino, me apuntan con el dedo como si fuera el bicho raro. Todos me critican los errores que cometí y la basura de persona que soy. Quizás... por eso mi padre no se atrevió a verme en ocho años, y mi mejor amiga me mandó a la mierda. Claramente algo no está bien conmigo.
- ¿Realmente piensas que todos te consideran de esa forma? ¿No habrá algunas excepciones en esa bolsa generalizada? Por ejemplo, la persona que te espera afuera todos los días.
- …
- ¿Qué piensas de él?
- Que le estoy haciendo perder el tiempo y solo le causo molestias.
- Mmm, no estoy de acuerdo. ¿Qué haces tú cuando sabes que estás perdiendo el tiempo en algo?
- Hago otra cosa o me voy.
- Exacto. Él no está haciendo ni una ni la otra. Por ende, no siente que está perdiendo el tiempo. Lo está invirtiendo en algo que le interesa. Está, porque quiere estar, y porque te considera importante en su vida.
Y al pobre mago se le volaron los sesos al intentar seguirle la velocidad del razonamiento.
- ¿Por qué me cuesta pensar? – Dijo con frustración, mientras se pasaba las manos por la cara.
- Eso es por dos motivos: la medicación, la cual estamos disminuyendo progresivamente de a poco, y por el estado en el que te encuentras. ¿Sientes como una espesa niebla en la cabeza que no te deja moverte o pensar libremente?
- Sí, quiero que se vaya de una vez junto con… esas malditas voces.
- ¿Voces? Hablemos de ellas. ¿Qué te hacen sentir esas voces?
- …
- ¿Miedo?
- … – Y asintió.
- Ellas te recuerdan todo lo negativo de tu vida, ¿No?
- … – Y asintió nuevamente, mientras lo veía con sorpresa al saberlo.
- Ah, son unas malditas. Pero, te daré algo para eso. – Dijo el psicólogo, mientras se levantaba para buscar algo en los cajones de su escritorio. – ¿Te gusta el color rojo?
- …
- Voy a tomar que no te importa el color. ¿Me alcanzas tu muñeca? Te prometo que no te haré daño, sólo quiero regalarte algo.
Kaito extendió su brazo, mientras el psicólogo le colocaba una especie de pulsera de goma elástica gruesa en la muñeca, al lado del reloj que Shuichi le había dado. Se la quedó viendo largo rato, no comprendiendo qué debía hacer con ella.
- Voy a darte un ejercicio. Cada vez que empieces a escuchar esas voces, quiero que recuerdes la pulsera que te acabo de dar, y juegues con ella. Centra tu total atención en ella, y aísla ese ruido molesto que escuchas. Puedes hacerlo tarareando una canción que sepas, una conversación con alguien, o hasta recordar el diálogo de una película.
- Me parece que el que necesita un psicólogo es usted. – Y el médico no pudo evitar reírse.
- Ves, ya estás haciendo bromas. Eso es buena evolución.
- "Eso no fue ninguna broma. Estás loco, y creo que hasta más que yo."
- Debes ser paciente, pero ya verás que de a poco te irás sintiendo mejor. ¿Qué es lo que te gusta hacer?
- …
- ¿Practicabas algún deporte?
- "Si… me trepaba por los edificios, huía de la policía, me tiraba de las alturas, robaba objetos y los devolvía."
- ¿Y bien?
- No me siento capaz de practicarlos ahora.
- Pero puedes empezar por algo más chico y que no requiera tanto esfuerzo y riesgo. Quiero que busques de hacer algo para ocupar tu mente la mayor parte del día. Puede ser un deporte, una actividad recreativa, algo que quieras estudiar, lo que sea.
- …
- ¿Sabes por qué te pido esto?
- No.
- Hay una famosa frase de un escritor irlandés, llamado George Bernard Shaw, que dice: "La vida no se trata de encontrarse a uno mismo, sino de crearse a uno mismo". ¿La has escuchado?
- … – Negó con la cabeza.
- Decir que no te encuentras, equivale a aceptar que estás perdido y a que no hallaste a tu versión en la humanidad. En cambio, crearse, implica trabajar sobre uno mismo para decidir lo que quieres hacer y sobre todas las cosas, lo que quieres ser. Es por eso que quiero que hagas algo por ti, y no quiero que te preocupes de otra cosa. Debes empezar a perdonarte y a dejar de odiarte. Esto ya no se trata sobre ellos, de las voces o de cualquier otra cosa o persona que te haya hecho daño. Esto es sobre ti. Y lo único que importa aquí, eres tú. ¿De acuerdo?
Veinte minutos después, Kaito se encontraba hablando con Shinichi, quien estaba acostado sobre el césped viendo al cielo. A unos metros de ellos, estaban Steve, Rei, Jodie y Shuichi, observándolos e intercambiando consejos e ideas que James les había dicho.
- Bueno Shinichi, se acabó el descanso. A hacer el funcional. – Dictaminó el Seal retirado.
- … – El detective gruñó en desaprobación, sabiendo que se venia una ronda importante de desmayos.
- Tú también Kaito. Empezarás con nosotros. Así que, muévete. Vamos.
El mago se lo quedó observando con interrogación. Pero cuando vio a los otros tres agentes que se estaban conteniendo las sonrisas, sabía que estaba en serios problemas.
- Ustedes necesitan ir al psicólogo conmigo.
- Ya escuchaste al médico. Hay que ocuparte la cabeza y tu musculatura está perdiendo volumen, así que, ¿Qué mejor idea que entrenar con tu mejor amigo? De a dos, todo es mas divertido. – Sugirió Rei.
Kaito miró la enorme silueta de Steve que se encontraba frente a él, esperando que se levante.
- Admito que mi cabeza no está lúcida y no tengo ganas de hacer nada, pero… ¿Ustedes están dementes? ¡Este tipo me va a romper en pedazos! ¡Es un maldito bloque de cemento!
Shinichi y los agentes empezaron a reírse a más no poder, a diferencia de Steve que estaba serio, pero orgulloso por ser catalogado como un concreto con patas.
- Vamos, vamos, vamos, up, up. Dejen de perder el tiempo. – Empezó a aplaudir Steve.
Rei se sumó al entrenamiento para evaluar al milico, y para apoyar a Kaito. Descubrió que el Seal retirado sabía hacer muy buenas rutinas, y pensaba bien cómo trabajar adecuadamente todos los músculos del cuerpo… y ahora, estaba sufriendo al igual que los dos adolescentes.
- ¡Ustedes dos, pónganse derechos al hacer las sentadillas con las mancuernas, que son de apenas un kilo! Tonifiquen la columna vertebral para aumentar la capacidad de respiración de los pulmones. Y tú Rei, hazlas más rápidas que estás en mejor estado que ellos. ¡Vamos, vamos, muévete rubio!
- "¡Cállate lunático! ¡Me diste una pesa de 20 kilos! ¡Cálmate un poco! – Pensaba el agente que ya empezaba a arrepentirse de haberse unido.
- ¡Cambio! ¡Sentadillas con vuelos a los costados! Vamos Kaito que esto es ideal para vos. Pecho cerrado equivale a dificultades para expresar los sentimientos. Ábrelo y te aseguro que disminuirás la depresión que tienes.
Así estuvieron hasta que se hicieron las ocho de la noche, y la pareja del FBI fue a buscar los cadáveres de tres personas.
- ¿Qué te pareció Steve? – Le preguntó Shuichi a Rei, al abrir la puerta de la casa donde cada día que pasaba era más poblada.
- Me hizo pedazos. Por un momento pensé que iba a expectorar los pulmones. Los compadezco chicos.
- Tampoco para tanto.
- ¿Por qué no te animas a realizar unas clases con ellos? – Lo retó con ojos juguetones.
- ¿Trabajo?
- Qué excusa más lamentable para dar de baja un duelo. – Le reprochó.
- Ahhh, ¿En serio? ¿Quieres que entrenemos un rato para ver quién es mejor?
- No es mala idea. Todavía tengo algo de energía.
- ¿Pedimos? Cero ganas de cocinar y quiero bañarme. – Se quejó Jodie, mientras evitaba que estos dos empiecen a hacer lucha libre en el patio de atrás.
- Yo me encargo de hacerla, total, ya me bañé. – Le respondió Rei.
Los dos adolescentes empezaron a arrastrarse lentamente hacia sus habitaciones.
- Y ustedes dos, van a ayudarme.
- ¿Tú quieres que los envenenemos esta noche? – Opinó Shinichi con extrema fatiga.
- Les enseñaré. No pueden ser Jodie dependiente en la cocina todo el tiempo. Vamos que es divertido y no es tan complicado. Hasta que me vaya, cocinarán todos los días.
- Por si las dudas pide una pizza como plan B. – Le susurró el de ojos verdes a su pareja, mientras subían las escaleras. – Podemos recibirla por la ventana.
Una vez que pusieron la ropa a lavar y ordenaron todo, los dos cansados adolescentes se encontraban en la cocina viendo las tablas con cierto recelo.
- Bien… ¿Qué saben hacer? – Consultó el Agente, quien se sentía bastante animado al haber podido lograr mayor interacción con ambos adolescentes.
- Literalmente… nada. Ni cortar un vegetal. – Explicó el detective.
- ¿Cómo nunca se murieron de hambre? Y eso que ambos vivían prácticamente solos.
- ¿El profesor Agasa? ¿Ran? – Dijo el detective.
- ¿La innombrable? – Opinó el mago, no queriendo nombrar a su ex amiga.
El Agente simplemente sacudió su cabeza y rodó sus ojos.
- Bueno, empezaremos por lo básico entonces.
El de Seguridad les empezó a explicar cómo hacer platos sencillos y rápidos, mientras realizaban la cena. Les enseñó cómo combinar y condimentar las distintas comidas, y cómo adecuarlas a la alimentación que ellos requerían por la intensa actividad física.
Las semanas pasaron mucho más rápidas, hasta que se encontraron en los últimos días de noviembre. Rei había vuelto a Japón porque se le había terminado la licencia, y Kaito había mejorado bastante. Se sumó a los entrenamientos, empezó a hablar más con todos y hasta incluso, empezó a dejar que el psicólogo entre en su coraza poco a poco.
Pero también tenía sus días malos, como hoy, donde nadie podía encontrarlo dentro del campus del FBI.
- Shuichi, necesito que rastrees el reloj de Kaito. – Dijo Steve por teléfono con urgencia.
- ¿Otra vez tiene un mal día?
- Eso parece y no podemos encontrarlo.
- ¿Dónde están?
- En el gimnasio.
- Ok, está al norte de donde están. Por la ubicación… ¡Carajo! Está en la zona de escaladas. – Dijo, empezando a correr por los pasillos de la oficina como un demente.
Shinichi escuchó eso y salió disparando. En ese momento no le importó nada. Ni los gritos de Steve a lo lejos diciéndole que deje de correr, ni el dolor insoportable de su corazón, ni el entumecimiento de sus piernas, ni la falta de oxígeno…ni las manchas negras que estaban empezando a nublarle la vista. Solo le importaba llegar y encontrarlo.
- "Que esté bien, por favor. Qué esté bien." – Es lo único en lo que pensaba.
Cuando vio las paredes a la distancia, automáticamente desvió su atención hacia la cúspide. Pero no había nadie. Tampoco había alguien trepando a ellas. Pero sí había una persona sentada sobre la base, echo un pequeño ovillo, y jugando con su pulsera.
Paró de correr, totalmente agitado, con el estómago completamente revuelto… y el dolor en cada célula de su ser, recordándole lo imprudente que fue.
El Seal logró finalmente alcanzarlo con los ojos como plato, con miedo de tener que pedir una ambulancia urgentemente.
- ¡STEVE! – Escuchó por el auricular, sacándolo de sus pensamientos.
- Todo está bien Shuichi… por ahora. Falsa alarma. Tráeme alguna bebida con azúcar o sal, lo más rápido que puedas.
Shinichi se acercó a la pared para apoyarse sobre ella de espaldas, y se dejó caer. Intentaba controlar su cuerpo y mente… Pero le estaba costando. Le estaba costando mucho. Quería tirarse al piso para gritar y llorar como nunca antes lo había hecho.
- ¿Estás bien? – Le preguntó al mago con los ojos cerrados, intentando disimular en su voz, el infierno que estaba sintiendo.
- …
- No te empieces a cerrar de vuelta. – Dijo con dificultad, mientras clavaba los dedos en la tierra y apretaba los dientes.
- No lo sé. – Le respondió mirando el horizonte.
- ¿Qué haces acá?
- ¿No hay veces que piensas que todo es demasiado bueno para ser verdad?
- "Desde hace 6 meses que no. Pienso que todo es una maldita mierda."
- Tenía que alejarme de todo un poco.
- ¿Por qué? ¿Acaso es porque te estabas sintiendo bien con nosotros?
- …
Shinichi estaba muy adolorido. Su cuerpo estaba a punto de quebrarse por lo que lo acababa de sobre exigir. Su mente estaba a punto de romperse porque el dolor iba en aumento en vez de disminuir. Su hormo Testo tenía ganas de cagar a trompadas a Kaito… Pero sabía que él no tenía la culpa de ello sino su depresión, por ende, debía calmarse y respirar.
- A veces no sé quién soy. No puedo estar tan… jodido. – Y soltó el elástico de su pulsera, provocando un latigazo contra su piel.
- …
- Me oculté toda mi vida, escondí todo lo que sentía bajo una cara sin emociones, me guardaba todo en una maldita caja fuerte… ¿Cómo se supone que sepa quién soy ahora? Lo único que hice fue suplantar la identidad de mi padre, y no estoy seguro de ser cómo él. Entonces, ¿Quién se supone que soy?
- "Y me voló la cabeza. ¿Cómo carajo salió con todo esto de la nada?"
- Ser quien era, me ha dejado solo.
- ¿Y qué tal si lo averiguas? Solo tú puedes decidir quién eres y lo que quieres ser. A veces hay que empezar con los dos pies en el casillero cero. Pero debes decidirte a hacerlo de una vez. El tiempo es valioso y lo estás desperdiciando haciéndote preguntas eternas en vez de buscar las respuestas.
- El tiempo no parece pasar.
- Sí que lo hace. Uno, dos, tres. En una hora, todo será distinto. En 24 horas cambiamos de día. En un segundo alguien nace, alguien se recibe, alguien festeja un cumpleaños, alguien fallece. Un segundo, a veces lo es todo.
- …
- Shinichi, ¿Estás bien? – Preguntó seriamente Steve, al denotar la falta de color en su rostro y lo rígido y transpirado que se encontraba por el dolor.
- … – Negó con la cabeza mientras movía el dedo índice de forma recta de un lado al otro, indicándole que estaba mareado.
- Déjame un momento con él. – Y Steve le ladeó la cabeza para que vaya del otro lado de la pared. Sabía que si no se descargaba de alguna forma, iba a tener que llamar a la ambulancia en serio.
Le costó una locura levantarse, y apenas dio la vuelta, se cayó al pasto como bolsa de tierra que es arrojada desde un camión. No podía más con las continuas puñaladas en su corazón y pulmones. Venía controlándolo lo mejor que podía, pero esta vez, era insufrible e imposible. No gritar para no espantar a Kaito, se le estaba haciendo terriblemente difícil. Por ende, se dedicó a golpear el suelo, mientras dejaba correr libremente las lágrimas por su rostro.
- ¿Por qué estás acá, Kaito? – Le preguntó el Seal retirado, mientras veía al detective de reojo y con preocupación.
- No sé. Sólo caminé. – Le respondió.
- Antes solía escalar paredes con facilidad. – Comentó el detective en voz alta, intentando concentrarse en sus voces para no focalizarse en el dolor.
- Ah, ¿Sí? – Preguntó interesado. – ¿Quieres mostrarme?
- "¿Sin arnés, sin nada? ¿Tú me quieres terminar por dar un ataque cardíaco, maldito milico? ¡Quieres deshacerte de mí!" – Pensaba el detective con pánico.
- Inténtalo. Solo las primeras tres rocas.
Kaito se levantó y miró la base de la muralla. Pero cuando vio hacia arriba, y midió a ojímetro lo alto que era, quiso retroceder… hasta que encontró la mano de Steve en su espalda, impidiéndoselo.
- No quiero. No puedo hacerlo. – Dijo con temor en su voz.
- Lo sé. Sería enfrentarte a tu pasado. Pero quiero que la mires y la toques bien. Es solo una pared. Es tú pared. – Dijo enfatizando el pronombre personal, al mismo tiempo que tomaba una de sus manos y la colocaba sobre la superficie a escalar. – Es alta, ¿No? El camino a la cima es largo. Hoy te parece inalcanzable. En un mes serán sólo un par de metros. Y quizás en un año, será un simple escalón. Solo por hoy, no le des la espalda. Reconócela, así como también reconoce tus problemas. Analízala. Siente el trabajo que deberás invertir para poder escalarla y el ejercicio que deberás hacer para que tus músculos estén fuertes y te permitan treparla. Mira todo lo que tienes que hacer, por una simple pared.
- ¿Qué pasa si no puedo con ella?
- Lo que sea que te digas a ti mismo que no puedes hacer, es a lo que te limitarás. Créeme que podrás. Tanto Shinichi como yo, estaremos para recordártelo cuantas veces lo necesites. Si puedes contra este muro, podrás contra cualquier obstáculo que se te presente en la vida. Sólo debes aprender a confiar en ti mismo, a estar seguro de lo que eres y de lo que puedes hacer.
- …
- Son casi las cuatro. – Dijo mirando su reloj al mismo tiempo que veía al del FBI llegar con las bebidas. – Pero solo por hoy, terminaremos el día. Tengo que rediseñarles los entrenamientos, ¿Ok? Shuichi, tengo que hablar contigo.
Akai le dejó las bebidas a Shinichi, quien se encontraba sentado contra la pared. Una vez que se agachó a su nivel, cruzó miradas y comprobó que estaba relativamente bien, fue que empezó a caminar junto a Steve para alejarse unos metros.
Kaito dio la vuelta, e imitó la posición de su amigo. Veían en silencio cómo se retiraban sus torturas diarias, que poco a poco, iban inconscientemente considerando como familia.
- ¿Estás bien? – Preguntó el mago.
- Sí, no te preocupes. Sólo… no me asustes así otra vez, por favor. Avísame cuando te estés sintiendo mal, que quiero estar contigo.
Le pasó una de las botellas y abrió la suya. Le dio un largo sorbo intentando que la sal recomponga la vitalidad que su cuerpo perdió. Todavía seguía viendo manchas negras, le costaba respirar por el dolor y sentía su cuerpo en una hoguera.
- Lo siento. No quise causarte daño.
- Relájate. Estoy bien.
- Claro que no lo estás. Estás temblando y respirando mal. Es mi culpa.
- No. Yo decidí hacer lo que hice.
- Por culpa mía. Si no me hubiera alejado...
- Deja de responsabilizarte y de darte con un látigo por lo que le pasa al resto de los mortales. El que tomó los prototipos a pesar de las advertencias de Haibara-san, fui yo. Si estoy así, es por una decisión que yo tomé. ¿Entendido? Además, ve el lado positivo, al menos cortamos cuatro horas antes… y descubrí que puedo correr. ¡Yey!
- …
- ¿Kaito?
- Te envidio. Siempre vas para adelante viendo lo bueno. Quiero hacer lo mismo, pero estoy agotado y no puedo hacerlo. Debo tener gusanos en la cabeza que se están comiendo mi cerebro… o algo así. – Dijo mientras encogía las piernas nuevamente hacia el pecho y se pasaba una mano sobre el cabello.
- No tienes ningún gusano. Avanzaste más de lo que piensas, sólo que no te das cuenta de ello. Hace un par de semanas no hablabas con nadie, y mírate ahora. Lo estás haciendo bien y a tu ritmo. Estoy orgulloso de ti.
- …
- Shuichi y Michael siempre me repiten lo mismo: baby steps. Ve descubriéndote de a poco que nadie te apura. Nosotros estaremos acá, no importa cuánto tiempo te lleve.
- …
- A veces, me gustaría poder absorber un poco de tu vacío para que puedas sentirte mejor. Lamento mucho no estar haciendo mucho por ti.
El mago se lo venía conteniendo. Había dejado de respirar hace quince segundos atrás, para que nada de su cuerpo se escapara del lugar que debía estar. Pero las últimas palabras de su estúpido compañero hizo que perdiera el poco control que tenía sobre él. Y no entendía cómo las lágrimas podían salir de sus ojos con esa facilidad, si él no las llamó en ningún momento.
Avergonzado por sentirse tan patético, quiso con el dorso de la mano, sacarlas con fuerza para que no se notaran. Pero inevitablemente, seguían saliendo… sin querer detenerse.
- Hey... oye, no quería hacerte sentir mal. – Se disculpó el detective de forma robótica al no saber qué hacer.
Shinichi se sentía un idiota. Nunca fue útil en este tipo de situaciones y pensaba que una roca podía consolar más a la gente que él.
Triste.
- "¡Maldición! Ni siquiera sabía qué hacer cuando Ran lloraba. ¡Y esto es mucho peor! ¿Qué demonios se supone que tengo que hacer? ¡Apesto! ¡Soy un pésimo amigo!"
Un sentimiento de incomodidad producido por el temor a hacer el ridículo lo invadió por completo. Pero al verlo tan frágil, tan… abandonado… hizo lo que a él le gustaría que le hicieran, si se sintiese de la misma manera. Pasó su brazo por sobre los hombros del mago, y apoyó la mano sobre su brazo derecho, ejerciendo un poco de presión hacia él.
- Estarás bien. Aquí estás seguro, amigo. Recuerda que no estás solo en esto. Estuviste manteniéndote fuerte por mucho tiempo, así que, está bien que lo dejes salir.
El pobre mago empezó a sollozar y a sacar el dolor que mantuvo guardado por meses. Nunca pensó que podía sentirse tan fuera de lugar como ahora. Pero si algo le había quedado claro en el día de hoy, era que Shinichi se preocupaba por él, y podía contar con su apoyo para lo que sea.
- Si me vuelvo a quebrar… ¿Te quedarás? – Preguntó Kaito con los ojos rojos cuando se calmó.
- Por supuesto. Estaré todas las veces que me necesites, sin importar el lugar, la situación o la hora. Estés o no con depresión, siempre de alguna forma estaré. No volverás a estar solo.
Centro comercial – Los Ángeles – Noviembre – Año 1
Dos días después, Shuichi le dio las llaves del auto a Shinichi para que maneje hasta el centro comercial. Jodie y Kaito iban atrás, mientras que el de ojos verdes iba en el asiento del acompañante.
Al principio, el pobre detective por más que sabía manejar y tenía licencia internacional para hacerlo, iba a dos por hora por dos razones: no estaba acostumbrado a manejar al revés, es decir, del lado izquierdo del auto, y además, los sentidos y las distancias de las calles eran totalmente distintos a los de Japón.
- ¿Y? ¿Cómo te sentiste? – Consultó el de ojos verdes mientras se bajaba del auto, notando como empezaba a lloviznar finamente.
- Nervioso por un momento hasta que me acostumbré. Menos mal que es domingo y no hay tanta gente en la calle.
- Nos pasó a todos, pero al menos hiciste algo distinto. Bueno, hora de comprar ropa. La actividad preferida de alguien que conozco muy bien. – Dijo sarcásticamente.
- ¡Obvio! Prepárate para caminar y cargar. – Le respondió su pareja.
- Vayan tranquilos que nosotros vamos a nuestro ritmo. Además, así se deshacen un poco de nosotros. – Sugirió Shinichi.
- No nos gusta la idea. – Dijeron ambos agentes.
- ¿Cómo sabemos si nos les pasa algo? No tienen celular.
- Dame tu Walkie Talkie. Sé que lo tienes siempre encima y tienes la app en el celular para sincronizarlo. – Le pidió mientras estiraba su mano hacia Shuichi.
- De acuerdo. – Le respondió dándoselo. – Si pasa algo, nos avisan inmediatamente.
- ¡Por favor! Son peores que nuestros padres.
- Hey, hey. Nos convertimos momentáneamente en padres sustitutos, así que aguántenlo. – Exclamó Jodie.
- Shuichi… empieza a preocuparte si Jodie empieza a ver ropa de bebé. – Le comentó mientras palmeaba el brazo de dicho agente.
- Ohh, de repente le diré a Steve que te cambie erróneamente las pesas de un kilo a las de tres. – Dijo la rubia con sorna y con un tono de voz que no lamentaba para nada el error.
- No te atrevas. – Dijo con pánico.
- Sargenta… – Opinó en voz baja el del FBI.
- ¿Qué dijiste, cariño?
- Nada, nada. Aprovechemos el día. Recuerden que Steve pidió que se compren ropa deportiva. Nos juntamos al mediodía para comer en el patio, por lo que tenemos… tres horas. – Declaró, mientras miraba el reloj.
Una vez que se separaron, los dos adolescentes entraron al centro comercial, observando lo lleno que estaba y lo barato que se encontraban algunas cosas. Shinichi al ver los vidrios de los negocios, se dio cuenta del por qué: Black Friday se avecinaba, y algunas tiendas ofrecían grandes descuentos con antelación para evitar el caos de todos los años.
Entraron en varios negocios buscando lo que necesitaban, y Shinichi se percató de lo silencioso que Kaito estaba hoy. Apenas había hablado un poco en las dos horas que llevaban caminando y comprando cosas.
- ¿Estás bien después de lo del viernes?
- …
- Kaito…
- ¿Qué? – Preguntó saliendo de su nube.
- ¿Estás bien?
- Sí, eso creo. – Dijo mirando para todos lados con los ojos entrecerrados.
- Ok, espérame un segundo que busco algo acá dentro. – Dijo dubitativamente.
El mago se salió de la puerta del negocio para no entorpecer el paso, y se apoyó contra el barandal que estaba enfrente de la entrada al mismo. Se quedó con las bolsas en el piso, viendo lo que pasaba a su alrededor. Observó que había mucha más gente que cuando ingresaron temprano, y que algunas de ellas estaban empapadas.
Un gran relámpago y posterior trueno se vio y se escuchó por el techo del centro comercial, el cual era de vidrio. El mago al darse la vuelta rápidamente para ver esto, se percató de que estaba en el tercer piso… y automáticamente su cabeza rebobinó a lo que pasó ese día.
- "¿Vas a terminar lo que no hiciste ese día?"
- No, otra vez no. Sal de mi cabeza.
- "Nunca me iré. Formo parte de ti, no te olvides de eso."
Kaito al ver hacia abajo, vio su llamativa pulsera. Tiró de ella y cerró los ojos, mientras aplicaba lo que James le había aconsejado. Se concentró en la canción que estaban pasando por los parlantes, y empezó a tararearla, notando como poco a poco, dejaba de escuchar al maldito monstruito verde.
Pero cuando abrió sus párpados y se percató de lo alto que estaba, sus sentidos prontamente se afinaron, al punto de estresarlo y de marearlo. Se sentía enfermo, y las oleadas de gente que iban de un lado al otro, no lo estaban ayudando a calmarse.
- ¿Kaito? – Lo llamó Shinichi al salir del local y ver que algo no andaba bien.
- … – El mago se dio vuelta instantáneamente, y el semblante del detective pasó a ser de preocupación al ver la expresión de pánico en su rostro y su irregular respiración.
- Ok. Concéntrate en mi voz. Dime que ves. – Dijo en un tono muy tranquilo.
- Hay demasiada gente. Y hay muchos chicos corriendo y gritando por todos lados. – Le respondió mientras sus ojos iban de un lado al otro.
- Bien. Aparte de eso, ¿Qué más ves?
- ¿Locales?
- ¡Perfecto! ¿Qué hay colgado del techo?
- Estrellas, guirnaldas y muérdagos. – Y exhaló suavemente.
- ¿Hay algún árbol de navidad cerca?
Kaito se puso a buscarlo, mientras no se daba cuenta de que su respiración y frecuencia cardíaca descendían en intensidad.
- Sí, está allá. – Dijo señalándolo.
- ¿Cuántos moños rojos tiene?
- Emm… creo que veintisiete. – Dijo después de un tiempo.
- ¿Te sientes mejor ahora?
- … – Y el mago abrió los ojos al notar cómo Shinichi lo fue manejando. – Sí… gracias.
- Vamos a la terraza a tomar un poco de aire.
- Está lloviendo a cántaros.
- ¿Y?
El detective agarró las bolsas de ambos, y salió, notando que estaban lejos del borde y que había un par de personas fumando. Se alejaron de ellas dado que el humo les molestaba, y se quedaron debajo de uno de los tantos aleros que había.
Nuevamente un trueno se escuchó, el cual resonó en todos los vidrios de los negocios... y Kaito se quejó por lo bajo.
- ¿Qué pasó recién?
- No lo sé. Estaba relativamente bien hasta que escuché la tormenta.
- … – Shinichi arrugó el entrecejo, dado que no lograba realizar conexión alguna.
- Me hizo acordar a cuando te llamé antes de venir acá.
- Ah… Ahhh. – Exclamó con los ojos abiertos, dándose cuenta del tema. – ¿Quieres… hablar de ello?
- No. Todavía no.
- Bien. Dediquémonos entonces a respirar un poco antes de ir a almorzar. Ya tengo hambre.
- ¿No te enojarás?
- Claro que no, tonto. Si es que quieres hablarlo alguna vez, hazlo cuando te sientas cómodo para hacerlo. No pienso obligarte a hacer nada que no quieras hacer. ¿De acuerdo?
- Ok.
- Por cierto, tengo algo para ti. Pero tienes prohibido reírte. – Dijo mientras buscaba en una de las bolsas. – Toma. Para los malos momentos.
Shinichi sacó un peluche de color verde lima. Parecía un perro gordo sentado sobre sus cuatro patas, con unos ojos enormes y graciosos de color blanco que ocupaban casi toda la parte delantera. Una sonrisa fina y negra, con cuatro dientes blancos en forma de triángulo y espaciados, recorrían su cara de lado a lado. Y por último, un pequeño mechón verde, que parecía el vástago de una manzana, se posaba sobre su cabeza.
- Ahora monstruito verde tiene forma. Debería ser menos… terrorífico.
- Si fuera así, la pasaría mejor.
- Es la idea. Cuando sientas su presencia, acuérdate de este pequeño granuja, y asócialo a él. – Le comentó, mientras se lo acercaba moviéndolo de un lado al otro como si caminara, hasta que el mago lo agarró.
Kaito no pudo evitar una sonrisa sincera mientras veía al pequeño peluche en sus manos. Dicho bicho, al día de hoy, ocupaba siempre un espacio en su cama o sobre el escritorio.
Sede del FBI – Los Ángeles – Noviembre – Año 1
Pasaron solamente horas desde lo ocurrido en el centro comercial, y el lunes había llegado. El día más odiado por la mayoría de la humanidad, al darse cuenta de que no descansó nada el fin de semana y toca empezar el primer día a todo ritmo.
En el caso de los dos adolescentes, empezó con nuevas noticias en los campos de entrenamiento.
- Kaito, te presento a Ashley Smith. Ella se va a encargar de ti en las mañanas. Las rutinas de la tarde las harás acá junto a Shinichi, después de tu sesión con James. – Le informó Steve.
Ashley parecía una chica de lo más simpática y positiva. Tenía una hermosa sonrisa que junto con su tez blanca y ojos verdes claros, la hacían ver como una persona que estaba siempre de buen humor.
Era rubia, con el pelo atado en una coleta alta que le llegaba un poco más abajo de la nuca. Vestía una musculosa verde agua con una campera negra ajustada, la cual se encontraba abierta a la mitad de su torso, y unos shorts tipo calza y de color negro, que mostraban lo bien formado que tenía las piernas y los glúteos.
- "¿Por qué me dejan solo con el capitán Garfio y este se va con Campanita?" – Pensaba el pobre detective.
- … – La mirada de Kaito fue varias veces desde Ashley hacia Steve.
- Bueno Kaito, ven conmigo. Vamos a divertirnos un poco afuera de este lugar, que esta lleno de agentes aburridos. – Le dijo la chica.
- ¡¿Afuera de este lugar?! – Preguntó con alarma.
- Sí, iremos a un sitio lleno de chicas.
- Definitivamente la vida es injusta. – Se quejó Shinichi.
- ¿Escuché bien? – Preguntó Steve. – Tú vas a empezar a sufrir tres veces más que antes. Si el viernes pudiste correr a esa velocidad, voy a aumentarte terriblemente el trabajo cardíaco. Así que prepárate para que use los parches de resucitación. – Dijo con una sonrisa macabra que mostraba todos sus dientes.
- Bueno, mejor que nos vayamos antes de que corra sangre. Mientras tanto, hablaremos en el camino. – Decretó la chica, mientras empezaba a dirigirse al estacionamiento con un muy desconfiado mago a su lado. – Steve me contó que trepabas paredes como las que están en el fondo.
- Algo así. No exactamente ese tipo de… – Y vio que Ashley se había detenido para mirarlo de arriba abajo, desde atrás. – … de murallas.
- Bien. Estás un poco delgado, pero tienes buena contextura física.
- "¿Perdón?"
- A ver, déjame chequear algo. – Dijo mientras le tocaba la espalda y los brazos.
- ¡!¿?¡!¿?¡!¿?¡!¿?¡!¿?¡!¿? – Kaito se alejó de ella como si lo hubiera picado una abeja.
- ¿En serio? No seas tímido. Voy a terminar tocándote más de lo que piensas sin intención, y dudo que las mujeres no se te hayan tirado encima alguna vez.
- "WTF?"
- Parece que tienes bastante flexibilidad, pero perdiste masa muscular. Bueno, eso tiene arreglo. Sube al auto.
- …
- ¿En serio dudas sobre si subirte o no? Deja de tratarme como a una extraña que ya somos amigos. Arriba, vamos. – Dijo palmeando el asiento del acompañante.
- No tengo paranoia… no tengo paranoia. – Se repetía una y otra vez antes de subirse, mientras miraba su pulsera y tiraba de ella lo más que podía.
Cuando aparcaron y Kaito cruzó las puertas del edificio con la extraña mujer, fue que su cabeza decidió salirse de su cuello y empezar a rodar.
- ¿Me estás cargando?
- Claro que no. – Exclamó mientras caminaba. – ¡Chicas! Les presento a Kaito. No es gimnasta y no se dedicará a eso, pero le estaré enseñando un par de cosas para que empiece a moverse.
- ¡Hola Kaito!
- "¿Qué es esto? ¿Un grupo de alcohólicos anónimos?"
- No pueden dejar de animarlo en todo momento.
- ¡Eso haremos!
- "¡No gracias!"
- Tienen prohibido colgarse de él.
- ¡Boooo!
- "¡¿Qué demonios estás tramando, Steve?!" – Pensaba Kaito con la boca semi abierta y un ojo entrecerrado.
- ¡Váyanse a correr, depravadas! Tú, deja el bolso y ponte a correr también. Ah, también deja el reloj y la pulsera que puedes lastimarte las muñecas.
- Me estás cargando, ¿No?
- Para nada. Vas a ver cómo terminas después de tres horas.
- ¡Vamos Kaito, tú puedes! – Le gritaron las adolescentes y las pequeñas niñas al pasarle por al lado.
El mago no se sentía cómodo. Corriendo atrás de las chicas en leotardos, shorts o calzas, le hacía recordar a… Kogoro.
- "Uff. ¿Hace cuánto que no pensaba en él?"
Así que cuando doblaban en la esquina del gimnasio, él empezaba a hacer la recta por la que habían pasado… ¡Y lo estaban dejando atrás!
- ¡Vamos Kaito! ¡Tú puedes, más rápido! – Gritaban eufóricamente.
- ¡¿Qué carajo?! ¿Qué les dan de comer a estas desquiciadas? ¡Creo que ellas necesitan más calmantes que yo!
Luego seguía saltar la cuerda en el piso, ejercicios de equilibro caminando y agarrándose un pie mientras estiraban una mano adelante, caminar y llevar una rodilla o los tobillos al pecho, ejercicios de estiramiento y flexibilidad con movimiento, saltos, escaladores, flexiones de brazos, abdominales, movimientos de piernas en todas las direcciones…
- "¿Cuándo termina esto? ¡Ya me duele el culo y la parte interna de las piernas!"
Diez minutos después…
- Terminó el calentamiento. Nos quedan dos horas y cuarto de práctica, así que… ¡A ponerle energía! – Gritó Ashley.
- "¿QUÉ? ¿SÓLO EL CALENTAMIENTO? ¡STEVE, LA P#%! ¿CÓMO QUE FALTAN MÁS DE DOS HORAS? ¡QUIERO IRME DE AQUÍ!"
- Empiecen con las rutinas. Allison, estarás a cargo por hoy. Igualmente las estaré viendo. Kaito, ven conmigo que quiero probar algo. ¿Cómo te ves… subiéndote a eso? – Y le señaló la barra de equilibrio. – Inténtalo.
- "Ok. ¿Qué tan difícil puede ser?"
El problema no fue subirse. El problema fue que al hacerlo, empezó a ver cómo todo giraba abajo suyo, dando vueltas y vueltas hasta marearlo y desequilibrarlo. No pudo mantenerse sobre la barra, y se bajó rápidamente con una expresión de pánico.
- Steve tenía razón… le tomaste miedo a las alturas. Tendremos que trabajar sobre ello.
- ¿Por qué diablos me pasa esto si antes podía estar en cualquier borde, sin importar lo fino que era la superficie? ¿Cuánto mide esta cosa? – Preguntó extrañado y con enojo, mientras se sentaba en el piso.
- Un metro veinte. Y puede ser que inconscientemente hayas quedado un poco traumatizado. No te preocupes por eso, ya verás cómo le tomarás confianza de a poco. – Le dijo mientras le colocaba una mano en el hombro. – Lo iremos trabajando juntos, ¿Si?
Si Kaito no estaba contento, ahora lo estaba mucho menos. No podía estar pasándole esto. ¿Qué otra cosa le faltaba para terminar de ser un inservible total? La poca energía que tenía, desapareció instantáneamente.
- Oh, oh. ¡Plan de emergencia de contención! – Decretó Ashley.
Kaito la miró alarmado al escucharla gritar, sin saber qué es lo que pasaba. Pero de repente, todas las chicas dejaron de hacer lo que estaban haciendo para acercarse apresuradamente a él, y rodearlo.
- ¿Qué paso Kaito? ¿Te lastimaste?
- Tú puedes, Kaito. Levántate. ¡No hay que rendirse!
- No sabemos casi nada de ti, pero no importa. Aquí eres uno mas del equipo y ya te queremos... ¿Podemos hacerte trenzas cocidas?
- ¡No! Mejor maquillémoslo un poco. Está muy pálido.
- Aléjense de mí. Distancia de 20 metros a la redonda. – Gritó, mientras se levantaba para alejarse.
- ¡No podremos entrenar entonces!
- ¡Como esperas que ganemos el torneo!
- Debes aprender a compartir los espacios, Kaito.
- ¡Ashley! ¡Haz algo! – Y la mujer no podía dejar de reírse por el pánico del hombre al no dejar de escucharlas.
- Tienes prohibido desistir o pensar negativamente, o te pasará esto. ¿Entendido? – Le reclamó la que lo trajo al gimnasio.
El mago asintió enérgicamente sólo para que lo dejen en paz.
- Bueno, vuelvan a entrenar.
- ¡Desquiciadas! – Admitió mientras las veía alejarse. – ¿Puedo preguntar cuál es la idea de practicar con ustedes? ¿No existe un equipo de… hombres?
- Sí, existe. Pero no te va a resultar funcional.
- ¿Por qué no?
- Porque cuando vino a verme Steve el sábado, me contó aproximadamente cuál era tu situación. Al explicarle las diferencias entre los dos equipos, ambos coincidimos en que iba a ser mejor que estés con nosotras, y te diré por qué. Ven.
Ambos empezaron a caminar por el gimnasio rodeado de colchonetas, elementos y espejos.
- Tienes el salto de potro, que no creo que lo usemos por el momento. Los requisitos para emplearlo correctamente son: ser potente y explosivo. Fíjate lo que va a hacer Jenny ahora.
Y Kaito veía como una chica de unos 18 años corría enérgicamente para luego tocar con sus manos una colchoneta en el piso, girar y tocar los pies en un pequeño cuadradito que parecía ser una especie de resorte, volver a girar y tocar con sus dos manos sobre lo que aparentaba ser el famoso potro, y…
- ¿Cómo demonios hizo eso? – Dijo cuando terminó de ver a la chica hacer un doble rodamiento en el aire y caer con los dos pies sobre la colchoneta.
- Te dije: potencia y explosividad. Si te lo pones a analizar, ¿Te sirve de algo eso a vos en estos momentos? Sé que no estás apto para hacer lo que solías hacer antes. Pero si pudieras, ¿Podrías aplicar eso de forma efectiva a tus movimientos?
- No lo sé. – Dijo con duda. – No, por ahora.
- Exacto. – Continuó caminando. – Es más artístico, y lo que necesito que aprendas, es todo lo que te sea útil para emplearlo como herramienta. ¿Qué tal las barras asimétricas? Yo creo que sí te va a servir esto, porque necesitas: una fuerza tremenda en la parte superior de tu cuerpo, para lo cual, tendrás que entrenar bastante para ello, y fluidez.
- ¿No es más fácil que haga ejercicios de brazos para eso?
- No es lo mismo. Acá tienes altura… no es mucha, pero algo es. Debes tener la capacidad para balancearte sueltamente, y tener registro de las distancias entre barra y barra. Tu altura puede llegar a ser un problema, pero eso lo iremos arreglando.
- Creo que estoy entendiendo. También me obligarás a subirme a… esa cosa de equilibrio de nuevo, ¿No?
- Que no te quepa duda. La barra de equilibrio es puro balance y coordinación. Es uno de los elementos más complicados porque todos los errores que cometas ahí arriba, se verán a lujo de detalle.
- ¿Por qué?
- ¿Qué haces naturalmente cuando te estás por caer de un borde?
- Revoleas los brazos.
- Exacto. O te caes como lo hiciste recién.
- Ah. ¿Y eso? Parece divertido. – Consultó mientras lo señalaba.
- Ahh, el famoso suelo. Lo que a todas nos gusta. Es divertido… pero necesitas fuerza cardíaca, resistencia, gran poder en las piernas y mucha potencia. No te enseñaré una rutina como la que está haciendo ahora Mary. Pero creo que podemos aprovecharlo para que logres hacer varias cosas.
- Ya me duelen las piernas por el calentamiento. ¿Esto será peor?
- No tienes idea. Vas a salir con la cola en la nuca.
- Divina imagen. – Dijo con cara de terror.
- Basta de cháchara. Vamos a trabajar tu equilibrio en el suelo. Eso logrará que tengas más seguridad y estabilidad con tu cuerpo.
Ashley lo tuvo haciendo ejercicios de brazos y piernas para fortalecerlos. Luego intentaron hacer medialunas, piruetas muy básicas, rodamientos y verticales, aunque éstas últimas no podía aguantarlas por mucho tiempo, y necesitaba de la ayuda de ella para mantenerse derecho y no desviarse.
Cuando se hicieron las doce y media, Ashley lo dejó en las puertas de la agencia nuevamente. Antes de que el mago se baje, la mujer le pidió algo.
- ¿Me puedes hacer un favor, Kaito?
- ¿Qué?
- El miedo que le tienes a las alturas, debes en algún momento hablarlo con tu psicólogo.
- ¿Por qué? – Dijo con curiosidad.
- Dos razones. La primera, porque va a saber en lo que se tiene que focalizar para ayudarte a superarlo. Y la segunda, es la dosificación de la medicación. Si le cuentas y te da herramientas para que trabajes, te irán disminuyendo los antidepresivos más rápidamente.
- ¿Y cómo sabes eso?
- En el equipo, por la continua presión que tenemos para competir, siempre tenemos casos como los tuyos y por eso sabemos cómo trabajarlos. La medicación va a perjudicarte para algunos ejercicios de equilibrio y contribuye a la falta de respuesta de tus reflejos. Por lo cual, si hablas de tu problema con él y lo solucionas de a poco desde el inicio, vas a sentirte mejor cuando veas que tu mente reacciona mejor al estar libre de drogas.
- …
- Solo piénsalo, ¿Sí? Nos vemos mañana en el gimnasio.
El mago se quedó viendo cómo se alejaba el auto antes de pasar por los controles de todos los días para poder ingresar.
Shinichi, los dos agentes del FBI y Steve, se encontraban en una mesa esperándolo. Estaban a punto de pedir la comida para todos cuando lo vieron llegar caminando de forma rara… y ninguno pudo evitar las risas eufóricas.
- Tienen absolutamente prohibido reírse. ¡Será mujer, pero me rompió el traste!
Esto en vez de tranquilizarlos los hizo reírse cada vez más.
- Necesito ir al baño. – Avisó Jodie corriendo, con lágrimas en los ojos.
El pobre mago no veía la forma de que su trasero llegue al asiento. Veía la silla por todos los ángulos, pero sus piernas se encontraban tan duras y entumecidas que no podía doblarlas.
Jodie volvió del baño y sacó su teléfono para grabarlo cuando lo volvió a ver. Definitivamente les iba a enviar el video a Toichi y a Chikage para elevarles un poco el ánimo.
- ¡No puedo doblar las piernas! ¡Parezco una maldita tabla de planchar! – Dijo con fastidio.
Los tres hombres no paraban de carcajear llamando la atención de todos los agentes en la cafetería. Shinichi sentía que iba a morirse de la forma más divertida que hubiera imaginado.
- Steve, olvídalo. No pienso hacer las rutinas de la tarde. – Dijo cuando finalmente se sentó, cayéndose de culo sobre el asiento.
- Oh, sí que las harás. – Dijo riéndose al ver lo adolorido que estaba. – No tienes forma de zafar si quieres dejar de tomar la medicación. Vas a terminar marcado como un matambre enrollado. ¿Qué tal las chicas? Al menos tienes con qué distraerte.
- Mejor cállate. – Dijo con fastidio al recordar los gritos de ánimo que le dedicaron en muchos de los ejercicios. – ¡Está una más desquiciada que la otra!
- ¡Hasta que no te caigas como Shinichi hoy, no paramos! – Declaró el milico con energía.
- No me caí… la Tierra estaba triste y necesitaba un abrazo. – Exclamó ofuscado pero con una sonrisa.
Sede del FBI – Los Ángeles – Noviembre – Año 1 – Minutos después del almuerzo.
Kaito caminaba con los del FBI por los pasillos del edificio. Desde que se fue Rei, siempre lo acompañaban hasta que entraba a su sesión con James. Y luego, cuando salía, Shinichi o Steve iban a buscarlo.
- ¿Cuándo me van a dejar de tratar como un niño que va a jardín de infantes? – Preguntó mientras se apoyaba en la pared. No quería sentarse sabiendo que iba a tener que pararse... algo que hoy le estaba costando a horrores, gracias a Ashley.
- No lo hacemos por obligación o para que te sientas mal. Solo queremos que sepas que te apoyamos en lo que estás haciendo, y que eres importante para nosotros. Nada más. ¿Te molestamos? – Consultó Jodie.
- Molestar no es la palabra adecuada. Pero todos van a pensar que tengo dos años.
- Dime quien y lo corro a tiros. – Dictaminó el hombre. – Vamos a ver quien tiene dos años cuando se haga pis en los pantalones.
- Siempre arreglando las cosas a la fuerza, ¿No? – Dijo el mago con una sonrisa.
- Claro que no.
- Claro que sí. Pregúntale a Rei. – Adhirió la mujer.
- Él es un caso aparte.
- Ajá, seguro. Son los dos iguales. – Le respondió su pareja, mientras que el de ojos verdes la miraba de forma odiosa.
La puerta del consultorio se abrió, notando como uno de los agentes salía junto al médico. James apenas los vio, sonrió de punta a punta.
- ¡Kaito, buenos días! Como siempre, bien acompañado.
- ¿Ven a lo que me refiero? – Exclamó el mago.
- Nuestro hombrecito está creciendo y se quiere independizar de sus padres sustitutos. – Sollozó Jodie, con falsas lágrimas. – Qué rápido que crecen.
- Ay, por favor. – El adolescente rodó los ojos en incredulidad. – James, hazme el favor y entremos de una vez.
El médico no paraba de reírse por la escena. Tuvo miles de sesiones con oficiales, pero nunca conoció a un par tan divertido como lo eran estos.
- ¿Cómo estuvo el fin de semana? – Consultó, mientras cerraba la puerta y se acercaba al gran ventanal para sentarse en el piso.
James descubrió que el adolescente se abría más con él si tenía visión al horizonte. Una característica extraña, dado que los pacientes generalmente se distraen, divagan y se pierden con el paisaje en vez de hablar.
- ¿Qué pasa que no te sientas?
- Tuve... una ardua clase de gimnasia. Ya llego. – Le levantó un dedo en señal de espera, al mismo tiempo que se tiraba al piso en forma de muertito.
- Ouch. ¿Estás bien?
- Excepto de la cadera para abajo, todo está perfecto. – Le respondió con la cara arrugada.
- ¿Empezaste un deporte? ¡Que buena noticia! – Exclamó con una sonrisa para no empezar a reírse de las muecas que estaba haciendo.
- Digamos que no fue elección mía.
- ¿Te desagrada?
- Es... distinto.
- Al menos le estás dando una oportunidad. ¿Grupal o individual?
- Mmm, tiene un poco de ambas.
- Me alegra mucho. Veo que empezaste la semana con todo.
- Después del fin de semana que pasé, digamos que mejoró a grandes pasos, aunque no del todo.
- ¿Qué pasó?
El adolescente comenzó a relatarle las cosas que sucedieron el viernes y el domingo. También sumó lo que descubrió hoy junto a Ashley.
- Con que miedo a las alturas. Entonces, ver por el ventanal como ahora, ¿No te marea?
- No.
- Interesante.
- No tiene nada de interesante. Es frustrante.
- ¿Crees estar en condiciones para hablarme un poco de tu pasado?
- Ya sabes lo que pasó. – Contestó con fastidio.
- Sé los hechos, pero no lo que pensabas o sentías.
- ¿En qué influye eso?
- En absolutamente todo. Por ejemplo, ¿Qué opinas de tus padres?
- ¿Los sustitutos o los verdaderos? – Preguntó con una mueca ladeada.
James lo miró con una sonrisa, pero retándolo divertidamente con la mirada.
- Voy a cambiar la pregunta. ¿Cuál crees que es el rol de los padres?
- Se supone que son los que te deben ayudar a ver el mundo y a enseñarte cómo debes hacer las cosas.
- ¿Qué mas?
- Prestarte atención, cuidarte, jugar, acompañarte, escucharte, retarte cuanto te mandas una macana, ir a los eventos del colegio...
- En todo ese checklist, ¿Cuántas ejecutaron?
- Creo que casi todas... aunque no del todo bien.
- Define bien.
- ¿Eh?
- Define bien. ¿Qué es bien para ti?
- Algo afirmativo, que no tiene errores. Que se hace correctamente.
- Define correcto y error.
- ¿Me estás cargando?
- No. Estoy intentando ampliar tu panorama. Todo en la vida se trata de perspectivas. Muchas veces, y me incluyo porque soy padre también, tomamos decisiones pensando que son las correctas, y quizás lo son o no, dependiendo de cómo y quién las mire. Contéstame algo. Alguna vez en la biblioteca, ¿Encontraste algún libro universal que se llame "cómo hacer bien las cosas en la vida"?
- ...
- No existe. Porque cada individuo está constituido de forma distinta y único. Lo que aplica para una persona y funciona, quizás no le sirve a otra. Pero no por eso, deja de estar bien o mal. ¿Me sigues?
- ¿Entonces no está mal que me hayan mentido?
- No digo que esté bien. Pero, ¿Te han explicado el por qué lo hicieron?
- No lo sé. Si lo hicieron, no recuerdo lo que dijeron. – Le contestó, mientras que con el dedo recorría el borde del ventanal con sumo interés.
- ¿Qué sentiste cuando te enteraste de eso?
Kaito miró hacia afuera, sopesando la pregunta. Veía a la gente cruzar la avenida, los autos moverse en dirección contraria a la de los peatones y los semáforos cambiar de color. Habrán pasado siete minutos en silencio cuando retomó la conversación.
- ... ¿Además de sentirme traicionado, enojado, abandonado y apartado por haberme ocultado la verdad por la mitad de mi vida? Solo, vacío y confundido.
- Se te hace muy difícil hablar de tus emociones. ¿Por qué? – Consultó al ver el tiempo que tardó en contestarle.
- Porque me enseñaron a esconderlas y a no reflejarlas. Mi papá era la figura que admiraba de chico. Era como mi héroe. Lo que hacía, lo imitaba. Y lo que decía, era como palabra santa. Podía pasarme horas escuchándolo y sorprenderme con trucos de magia totalmente estúpidos. – Confesó con una sonrisa, que al poco tiempo se desvaneció. – Pero también fue el que me enseñó que había que vestir permanentemente una máscara para no demostrar vulnerabilidad ante nadie. Así que, siempre la llevé encima. Era solo un espejo de personas, una falsa identidad, una copia de lo que era mi padre o de cualquier persona que imitaba. Ahora gracias a eso no sé quien soy, qué quiero ser, qué sentir o qué hacer de mi vida.
- ¿Desde cuándo tomaste esa postura?
- Desde que tenía 9 años y ocurrió su muerte... bueno, supuesta muerte. A partir de ese momento, escondí todo mucho más. No podía hablar del tema o hacer preguntas porque mi madre se ponía triste. No quería causarle molestias con la forma en la que me sentía y siempre intentaba comportarme de la mejor manera posible, pensando que ella ya tenía suficientes problemas por encargarse de mí y de llevar encima la doble carga de ser ambos padres. Todo ese esfuerzo, esa carga... ¿Y todo para qué? ¿Para descubrir que ella sabía que estaba vivo y estaba actuando y engañándome desde un principio? – Y su voz salía con enojo, despreciando las palabras que decía. – La cantidad de veces que me dejó en casa, entre el espacio que sobraba y el silencio. Las veces que lloré en una maldita esquina de mi habitación porque había perdido a mi papá, sin contar con alguien que me diga que todo iba a estar bien. Me la pasaba viendo su imagen en el póster que se encuentra en la pared de mi pieza por miedo a olvidarlo. ¿Acaso no se preocupaban por mi? ¿No se dieron cuenta que a mi también me hacía falta verlo? ¿Estuvieron jugando conmigo todo este tiempo? Me pasé horas escuchando unos malditos vinilos con las grabaciones de mi papá, siguiendo paso por paso todo lo que me dijo. Me metí en el medio de una de las organizaciones más peligrosas que hubo hubo en mi país con todas las consecuencias que ello implicó, buscando respuestas y a los culpables de su muerte... todo para enterarme que estaba bien oculto.
Y bufó con fastidio. Respiró hondo y retuvo la respiración por unos segundos. Su mirada seguía en el árbol de enfrente de la ventana. Su entrecejo se encontraba arrugado por la ira.
- Entiendo que ha sido difícil para ti...
- Y se viene el pero...
- Ya me conoces bien. – Comentó sonriendo. – Pero, ¿Qué tal si todo lo que te pasó, no es un desafortunado evento o un camino sin salida, sino el comienzo de algo?
- ... – La mirada de él, se posó con confusión sobre el médico. – ¿A qué te refieres?
- Te pasaron cosas malas. Pero fíjate que te hiciste cuatro planteos interesantes, que mucha gente nunca se lo hace. Qué soy, qué quiero ser, qué sentir y qué quiero hacer. Si no hubiese acontecido lo que pasó, ¿Te hubieras preguntado esas cosas en algún momento de tu vida? ¿O hubieras continuado siendo alguien que no eres? A veces estamos tan preocupados en proteger y mantener una imagen aceptable para el mundo, que nos olvidamos de construir algo interno que valga la pena proteger. Y esa es una de las razones por las cuales explotaste de la forma en que lo hiciste.
- ¿Y entonces qué hago?
- Experimenta.
- ¿Qué quieres que sea? ¿El doctor Jekyll?
- Algo así. No tan macabro, pero algo así. – Respondió con gracia. – Empieza a prestar atención y a evaluar lo que sientes y lo que haces. Empieza a clasificar lo que te gusta decir y lo que no. Las cosas que disfrutas y las que piensas que no te van a hacer bien. Constrúyete. Aquellos que lo hacen, no solo están dispuestos a ver una realidad que no se materializó, sino que son los capacitados para encontrar los síes en un permanente mundo de noes.
- Pero cada vez que quiero dar un paso adelante, algo me lo impide. Ahora le tomé miedo a las alturas, y eso no solo me fastidia sino que también me hace sentir un completo inservible.
- Recitaré una frase de Nietzsche: "Es preciso tener caos dentro de uno, para poder dar luz a una estrella danzarina". Es decir, que un poco de locura es necesaria para ser creativo y proactivo. Nadie dijo que iba a ser fácil. Hay días que te frustrarás. Te encontrarás con gente que te maltratará y que te dirá que no puedes hacer nada bien. Habrá muros que te dictaminarán que hoy no puedes escalarlos. Pensarás tres millones de razones para darte la vuelta y abandonar todo. Pero también piensa, que si sientes eso... es porque vas por buen camino, y estás donde debes estar. Nunca dejes de intentarlo una y otra vez, por más que el golpe sea fuerte. La satisfacción que sientes cuando logras alcanzar algo que realmente quieres y deseas, es inexplicable.
- ...
- Debes aprender a creer en tus habilidades y a pensar qué metas son las que quieres alcanzar. Por ende, te haré una pregunta. ¿Quieres superar el miedo a las alturas?
- Sí.
- ¿Por qué?
- ... – Y Kaito abrió la boca mientras intentaba pensar una respuesta que lo justifique, pero se dio cuenta de que no tenía excusas.
- Porque sí, es una respuesta también. Formaba parte de tu identidad, y es algo que quieres de devuelta. Entonces, ¿Qué es lo que te lo impide superarla?
- Mi cabeza o el maldito monstruito verde.
- ¿Y dejarás que ellos te digan lo que tienes que hacer? ¿O trabajarás arduamente día a día hasta hacerte lo suficientemente fuerte y decirle a ellos lo que tienen que hacer? Recuerda que tienes un gran aliado a tu lado que es más fuerte que ellos dos juntos.
- ¿Hablas de Shinichi?
- Me agrada que lo identifiques como tal y sin dudar. Es más, te reto a responderme por qué lo llamaste a él cuando querías saltar del techo.
- ...
- ...
- Es... el hermano que nunca tuve. En algunos aspectos me siento muy identificado con él y es una de las pocas personas que intenta comprenderme. Con él, no tengo la necesidad de esconderme atrás de un disfraz aparentando ser alguien que no soy para que no me critique, o preocuparme por lo que puede llegar a pensar de mí.
- ¿Así de fuerte sientes tu relación con él?
- ... – Y el mago afirmó con una sonrisa genuina.
- ¿Hermano mayor o menor?
- Mmm, definitivamente mayor.
- Sabía que ibas a decirme eso.
- ¿Por qué?
- Se la pasa cuidándote como no tienes idea. Durante los primeros días que llegaste, vino a verme unas cuantas veces.
- Ya veo quién le enseñó los trucos para calmarme, ¿No? – Le entrecerró los ojos.
- Se preocupa por ti. Tienes un gran amigo al lado. Cuídalo mucho.
- Lo sé. Incluso trasladó su colchón a mi habitación para no dejarme solo. Me da pena porque ya son dos veces que casi lo mato. Eso me hace sentir culpable.
- Culpabilidad, ¿Es algo que te hace sentir bien?
- No.
- Entonces ponlo en la lista de las cosas que no te gustan, y haz algo para contrarrestar ese efecto.
- ¿Cómo por ejemplo?
- En vez de pensar que le ocasionas problemas, agradéceselo. Te puedo asegurar que escuchar eso es muy gratificante.
El tiempo de la sesión se había terminado, y Kaito salió del consultorio cerrando la puerta tras suyo. Miró a los alrededores e inconscientemente sonrió, cuando encontró la silueta de Shinichi apoyada sobre la pared, con los brazos cruzados.
- Veo que te fue bien. – Exclamó son sorpresa el detective, al verlo tan contento.
- Podría decirse que la sesión de hoy fue... diferente. – Le contó, mientras caminaban hacia al campo.
- ¿Eso es bueno o malo?
- Creo... – Negó con la cabeza y se corrigió – Fue buena. Sin duda.
- ... – Y las comisuras de los labios del detective se elevaron.
- ...
- ¿Puedo hacerte una pregunta personal? Puede que no te guste mucho lo que quiero preguntarte.
- Hazlo.
- ¿Qué... qué sentías cuando le mentías a Nee-chan?
- ¿Puedo consultar, por qué me preguntas eso? – La pregunta no le había caído para nada bien, pero intentó disimularlo.
- Necesito entender una perspectiva, y... eres lo más cercano que tengo a... un... hermano. – Le confesó con algo de vergüenza.
- ... – El detective se quedó atónito por unos segundos. – "¿Qué demonios hizo James para que cambie tan drásticamente en el día de hoy?"
- Pero está bien si no quieres responderla. – Exclamó con nerviosismo. – A decir verdad, olvida lo que dij...
- La peor basura del universo. – Y el mago lo miró, con una mezcla de asombro y tristeza.
- ¿Te arrepientes?
- Lo lamento. Pero no me arrepiento.
- ¿Por qué no? – Dijo con tono reprobatorio.
- Es el único modo que vi en esos momentos para mantenerla viva y segura. Si le hubiera contado, no solo la iba a poner en peligro, sino que ella tampoco hubiera podido vivir una vida normal. Acuérdate lo que era siendo Conan. Me la pasaba escondido, rodeado de desconfianza y mentiras, sin poder hablar con nadie de forma adulta, salvo los que sabían. No podía tener contacto con nadie por miedo a que los mataran y tuve que vivir en las sombras por mucho tiempo. No. Definitivamente no hubiera querido arrastrar a Ran a ese oscuro escenario.
- ¿Te dolió que... se hayan peleado?
- Bastante, pero no podía esperar otra cosa. – Le confesó con abatimiento.
- ¿Crees que sea por las mismas razones que tú me acabas de mencionar, que mis padres me ocultaron la verdad por tantos años?
- Puede ser. No lo sé. La mejor forma de entender, es que les preguntes directamente. Sacarás hipótesis y teorías que quizás no son ciertas.
- ...
- Yo le mentí a Ran por un año y por momentos sentía que realmente me ahogaba. Tus padres lo hicieron casi por una década. No quiero ni imaginarme lo difícil que habrá sido para ellos también, sobre todo para tu papá, quien no podía si quiera verte.
- No entiendo por qué no me dijeron nada.
- Eras apenas un niño.
- Pero crecí.
- Ran era una adulta cuando lo hice, y tampoco se lo dije. Ponte en el lugar de ellos e imagínate que tienes un hijo chiquito. ¿Qué harías tú en esa situación? ¿Lo involucrarías? ¿Lo pondrías en peligro sabiendo lo mucho que lo amas?
- No estoy tan seguro de que me quieran a ese nivel.
- La vez que vi a tus padres por video llamada...
- ¿Cuándo fue eso? – Lo interrumpió con interés.
- Cuando estabas en el departamento de Rei. Estábamos pensando entre todos como ayudarte de la mejor manera. En fin. Ese día, estaban realmente destrozados. Tu madre no paraba de llorar, y tu padre tenía los ojos aguados y de un color rojo intenso. Lo que te diré a continuación, es según mi punto de vista, pero... cuando una persona te demuestra ese grado emocional, de vulnerabilidad y de preocupación, no es porque te quiere. Es porque te ama. Y entre ambos sentimientos, existe una diferencia abismal.
- ¿Cómo puedes amar a una persona y lastimarla tanto al mismo tiempo?
- Porque el dolor de verla muerta y saber que nunca más en la vida podrás estar con ella, es mayor que cualquier otro sufrimiento o dolor que puedes llegar a sentir. Shuichi te lo puede confirmar.
- Pero él siguió con su vida.
- Le costó, y Jodie estuvo mucho atrás de él para levantarlo. Sin embargo, no creas que ese dolor desaparece. Son como las cicatrices. Solo que en vez de tenerlas sobre la piel, la tienes sobre el corazón. Un lugar donde nadie puede ver su tamaño o profundidad.
- Realmente, la Organización nos cagó la vida a todos.
- Sí, es verdad.
- ...
- Pero nos vengamos. Al menos la hicimos mierda.
- No podía faltar tu comentario positivo, ¿No? – Dijo con una gran sonrisa.
- Nop.
Mientras seguían caminando, Shinichi envolvió uno de sus brazos sobre los del mago, en señal de abrazo.
- Me alegro mucho verte mejor.
Costa de California – Los Ángeles – Diciembre – Año 1
Pasó un mes más de pleno trabajo, y todo el equipo estaba ansioso por recibir los controles médicos que Shinichi se hizo en la semana.
Si bien era fin de semana y Steve les prohibió desde el momento cero que se ejerciten, los adolescentes no podían estar tranquilos sin hacer nada. Así que, ayudaban a limpiar la casa en las mañanas, y a la tarde generalmente salían a caminar, dejando que la pareja disfrute un poco el día sin su presencia. Hoy, habían decidido ir a la playa, la cual quedaba a hora y media de distancia a pie.
Kaito aprovechaba inconscientemente cada cordón, cada asiento de piedra o cemento que había en el camino para subirse y bajarse, y así trabajar su nuevo pánico. Desde que había empezado gimnasia y James le había pedido al psiquiatra que empiece a bajarle la medicación, se sentía más libre y con mayor energía.
Otra buena noticia para ellos, es que tenían nuevos celulares. Los del FBI les advirtieron sobre su uso, quedando enteramente bajo su responsabilidad. Y aunque a veces les picaba la curiosidad… no buscaban nada referente a Japón, ni intentaron comunicarse con nadie más que no sean los contactos de la gente que trabajaba o habitaba con ellos actualmente. Pero por lo menos, podían saber dónde estaban… como ahora, que Shuichi los llamaba cuando se encontraban a unos metros de bajar a la playa.
- ¿Shuichi? – Atendió el detective en altavoz.
- ¡Funcionó carajo! – Gritó a todo pulmón el del FBI.
- ¡Woo-hoo! Hoy haré cena especial para festejar. – Exclamó Jodie.
- ¿Se pusieron en pedo cuando nos fuimos? – Consultó Kaito que escuchaba los gritos estando lejos.
- ¡Te escuché lombriz roncadora! ¡Le diré a las desquiciadas que aumenten el grado de gritos y de ánimos! – Le contestó Shuichi.
- ¡Yo no ronco, y que ni se te ocurra!
- ¡Sí que lo haces! – Le gritaron los tres al mismo tiempo.
- ¿Por qué están tan eufóricos? – Preguntó Kaito.
- ¿Adivina quién sacó un 28% en el examen?
- ¿28%? ¿Cuánto estaba el anterior? – Preguntó Kaito al darse cuenta de lo que hablaban.
- ¡20%!
- Bueno, bien.
- ¡Más excelente qué bien! Disfruten la tarde tranquilos. – Declaró el de ojos verdes antes de cortar, para pasarles las noticias al resto del equipo y padres.
Kaito vio al detective, pero no parecía feliz por la noticia.
- ¿Qué te pasa? ¿No estás contento?
- Sí, lo estoy…
- ¿Pero?
- ¿Solo mejoré un 8% en tres tortuosos meses? Eso es menos de un 3% mensual. ¿No avanzo ni un 1% en 10 días?
- ¿Sabes que Michael te daba menos de un par de meses de vida antes de que vengas acá?
- ¿Cómo sabes eso?
- Jodie me contó. – Dijo sacándose las zapatillas para caminar por la arena. – Parece poco, pero en realidad es mucho. Piensa que no eres el único que estuvo trabajando en esto. Shuichi y Jodie se encargaron de armarte los equipos de trabajo y médicos. Michael de seguir tu evolución. Steve de torturarte todos los días y apoyarte cada vez que te caes o te desmayas. En ese 8%... hay más gente y trabajo invertido de lo que crees.
- Lo sé. Pero…
- Y antes no podías ni caminar un par de metros para ir hasta el baño, ahora estás empezando a trotar aunque sea un poco.
- …
- …
- Debería ser al revés la cosa. – Confesó con cierta vergüenza.
- Ya te lo dije. Te considero más un hermano mayor que un amigo. Así que, yo también puedo estar ahí cuando lo necesites.
- Gracias… gemelo.
- No, no nos parecemos. Por más que Michael te aumentó la cantidad de comida, sigues igual de flaco que un renacuajo. ¿Qué clase de metabolismo tienes?
- No hables mucho que no estás tan distinto. – Y suspiró poniéndose serio. – El camino será malditamente largo.
- Alguien me dijo una vez: "Baby steps. Los resultados no se logran de un día para el otro."
- Odio que me devuelvas las frases.
Ambos se miraron y se sonrieron irónicamente mientras el agua transparente mojaba sus pies. Estaba helada y hacía un poco de frío. Ya eran las cinco de la tarde, por lo que el Sol estaba bajando al ser invierno, pero no les importaba.
- Ya es mediados de diciembre. – Suspiró Shinichi.
- Llevas mucho control sobre el tiempo. ¿Lo sabías?
- No me hagas caso. Estoy un poco decaído nada más.
- ¿Sigues dándole vuelta a lo del examen?
- Hoy se me acumula todo. Claramente estoy en un día gris.
- Bienvenido al club. ¿Qué más te carcome?
- …
- No me hagas traer una pala excavadora como siempre. Se así con Shuichi o Jodie si quieres, pero no conmigo. Si a mí me pides que te cuente todo para sentirme mejor, podrías empezar a hacer lo mismo, ¿No?
- Y otra vez me reviertes las cosas que te digo.
- Jódete por decirlas, y jódete doble por hacerte caso y escucharte. ¿Y bien?
- Estoy nostálgico. Primera navidad alejado de casa, de la familia y de todos. Ves cómo la gente empieza a decorar las casas y a prepararse para las fiestas, y es como que… – Shinichi dejó la oración sin terminar en el aire, mientras se sentaba lejos de las olas, viendo hacia el mar.
Kaito lo miró de reojo mientras se sentaba a su lado en silencio. No necesitó analizar mucho más para entender por qué estaba así.
- ¿Cómo te fuiste de Japón?
- ¿A qué te refieres?
- ¿Hablaste con Nee-chan antes de irte?
- … – Los ojos de Shinichi mostraban ciertos rasgos de tristeza que el mago supo identificar con facilidad.
- No le contaste.
- No terminamos en buenos términos, y toda esta situación me había descolocado en todos los niveles. No sabía cómo lidiar con todo lo que estaba pasando y además, ¿Qué le iba a decir? – Dijo recostándose sobre la arena, viendo como algunas estrellas empezaban a asomarse en el cielo.
- ¿La extrañas?
- Sí.
- Por eso estás tan ofuscado. Quieres volver, pero ves que todo va en contra de lo que deseas. Tu recuperación será lenta y tardarás más de dos años en hacerlo.
- Dos años mínimo… eso es mucho tiempo. Me terminó de tirar todos los planes que había diseñado en mi mente a la basura. – Dijo suspirando.
- ¿Tienes miedo de que no te esté esperando esta vez?
- No lo está haciendo. Ya lo doy por sentado.
- ¿Cómo lo sabes?
- Si te peleas con alguien y no lo ves por tanto tiempo… ¿Qué vas a pensar?
- Cuando te achicaste y desapareciste de la misma manera, te siguió esperando por más que no escuchó nada de ti por meses. ¿Por qué crees que es diferente?
- Porque lo es. No éramos novios que rompieron, y la llamaba o mensajeaba de vez en cuando.
- Eres… masoquista.
- ¿Por qué?
- Te destruyó y aun así, ¿Quieres volver con ella?
Shinichi sabía que Kaito no pensaba de la misma forma que él, y seguía resentido por su pelea con Aoko, por lo cual, decidió cambiar la ruta de la conversación y no tocar otra vez el tema de sus ex amigas.
- El otro día estaba pensando en pedirle a Shuichi que me deje enviar un mail al colegio para ver si podía de alguna forma rendir las materias y recibirme a la distancia. ¿Por qué no haces lo mismo?
- ¿Tú estás loco? Me están disminuyendo la medicación en quincenas para que esté un poco más lúcido… ¿Y tú quieres estropearme el poco cerebro que me queda con cálculo matemático?
- Matemática es una de las cosas que más sabes. – Dijo con ironía.
- Ok, ok. No es mala idea. – Dijo rendido. – Pero espera que pase año nuevo.
- Hecho. – Respondió con una sonrisa.
Casa usada de manicomio por los agentes federales – Los Ángeles – Mayo – Año 1
- Hola Kaito. – Saludó Ashley, al verlo salir de la casa junto a los del FBI y Shinichi.
- ¿Qué haces aquí? – Preguntó extrañado. – ¿Pasó algo?
- No. Hoy toca un gimnasio distinto. Intentaremos algo nuevo.
- ¿Ustedes sabían de esto?
- ¡Que te diviertas! – Exclamaron los otros tres, mientras se subían al auto para ir a las oficinas.
- ¡Malditos! ¿Por qué soy el último que se entera de estas cosas? – Les exclamó con el puño levantado, al ver que se alejaban riéndose.
- Vamos que llegaremos tarde. ¡Estoy super emocionada!
- Aquí vamos otra vez. – Exclamó mientras se subía al auto.
- Pensar que la última vez sospechabas que te iba a secuestrar. Haz evolucionado mucho en estos meses.
- Mejor cállate. – Confesó apenado.
Ashley fue manejando entre las grandes avenidas hasta que llegó a un edificio todo blanco con grandes ventanales. Las construcciones de Estados Unidos eran tan distintas a las de Japón. Es como que el espacio sobraba. Casi todos los grandes lugares, tenían lugar para estacionar alrededor, lo cual, era una gran ventaja.
- ¿Dónde estamos?
- ¡Ashley, llegaste! – Exclamó una persona de alrededor de treinta años y con un físico bastante delgado, pero fuerte. Vestía remera blanca junto a unos pantalones negros largos, y zapatillas azules.
- ¡Tom! – Dijo mientras lo abrazaba con fuerza por un momento.
- Es raro verte aquí.
- Es verdad, hace tiempo que no venía. Este lugar cambió bastante. Está mucho más lindo. – Admitió impresionada, al mismo tiempo que posicionaba las manos sobre el brazo del mago. – Te presento a Kaito.
- El famoso Kaito. – Dijo estirando una mano, la cual el mago no tardó en apretar en señal de saludo.
- Un gusto.
- Tom es un gran amigo de mi pareja. Somos casi familia ya.
- Sigo esperando la invitación a la boda. – Le dijo con sorna.
- Sigue esperando tranquilo.
- ¿Qué se supone que hacemos acá? – Consultó el mago con una sonrisa al ver la familiaridad con la que se trataban.
- No le contaste nada. – Exclamó Tom, con falsa indignación.
- Le encantan las sorpresas.
- Las odio en realidad.
- Eras mago. ¿No se supone que es algo que te gusta?
- Mejor me callo.
- ... – El mayor de los hombres emitió una pequeña carcajada al ver a Kaito rodar los ojos. – Ven. Te enseñaré lo que hacemos aquí.
Cuando cruzaron las puertas y se adentraron en el gimnasio, se sintieron dentro de un videojuego por lo colorinche que era. Y al ver a la gente moverse, el mago no tardó en identificar el deporte.
- ¿Parkour? – Preguntó atónito.
- ¿Conoces algo sobre ello?
- Lo he visto, pero jamás lo he practicado. – Admitió, mientras veía a la gente colgada por todo el gimnasio, haciendo piruetas.
- En gimnasia te estás limitando. Así que, hablé con Steve para expandir tu horizonte de movimiento. Me parece que te va a resultar muy útil porque vas a poder seguir trabajando tu miedo a la altura.
- Ashley, desde ya te digo que acá va a deformar todo lo que le enseñaste. Sabes que técnicamente hablando, son dos deportes muy distintos.
- No te preocupes por eso. La idea es que él aprenda a usar su cuerpo de la forma que más le convenga. Nuestro objetivo es darle las herramientas.
- ¿Dejaré gimnasia entonces? – Dijo el japonés con cierta tristeza. Ya se había acostumbrado a las desquiciadas y las iba a extrañar.
- No. Harás martes y jueves. El resto de los días hábiles de la semana, vendrás acá... Oh, que tierno. – Le exclamó, juntando sus manos sobre su pecho y poniéndole una cara de dulzura. – Le contaré a las chicas que te pusiste muy triste al separarte de ellas.
- Ni se te ocurra.
- ¡Olvídalo! Por supuesto que lo haré. Tom, te lo dejo en tus manos que tengo que ir a dar clases.
- Ya vete, peste.
- ¿Cómo te atreves? – Exclamó con diversión mientras le golpeaba varias veces el brazo. – ¡Diviértanse!
- Bien, Kaito. Vamos a enseñarte todo de cero. Parkour, es considerado un deporte de autosuperación. ¿Qué significa esto? Que para ser fuerte en el, debes ser ágil, vencer tus miedos, y ganar seguridad en ti mismo.
- Hasta ahora entiendo que me va a costar una locura practicarlo. Mencionaste dos atributos donde no estoy muy apto.
- Lo sé. Por eso, los trabajaremos. Hay un lema que representa al deporte que dice: "Ser fuerte para ser útil". Con Ashley lograste tener postura, técnica y equilibrio. Ahora, te falta terminar de trabajar la inseguridad y el miedo en tu cuerpo. Si te digo que vayas hasta allá... – Y le señaló un punto del gimnasio. – … ¿Cómo te desplazarías? Hazlo.
Kaito fue caminando normalmente hasta llegar al punto.
- Bien. Ahora, ¿Por qué caminar de forma recta, erguida e hiper aburrida, cuando puedes hacer esto? – Le gritó.
Y Tom fue corriendo hasta él, mientras rodaba, giraba y hacía saltos.
- Porque gasto menos energía de la que debería. – Le respondió con obviedad.
- Es verdad... pero es más divertido. – Le contestó mientras le guiñaba un ojo cuando se acercó. – Este deporte lo que hace es combinar fuerza, velocidad, agilidad, coordinación, control y abundante creatividad. Mucha creatividad. Puedes hacerlo de la forma en que se te plazca. Entre nosotros a veces nos vamos sugiriendo formas para, o hacerlo distinto, o hacerlo más eficaz al escuchar varios puntos de vista. Siempre se trata de probar cosas diferentes y de ver cuál es la que mejor se acondiciona a tu cuerpo y a tus capacidades. Puedes llegar del punto A al B, saltando, trepando, descendiendo por tubos de agua o de gas, rodando, balanceándote, caminando en cuatro patas, con las manos, con los pies, etc.
- ¿Pero en qué puedo aplicarlo a la vida, además de divertirme?
- Tengo una experiencia personal que puedo contarte. Hace unos años, cuatro personas me quisieron asaltar en un complejo de departamentos. Me rodearon en una de las escaleras, y no había forma de salir del círculo. ¿Qué harías tú, si estuvieras en esa situación?
- ¿Estaban armados?
- Con cuchillos.
- Bomba de humo y a escapar.
- ¿Eres batman? – Preguntó con diversión. – ¿Si no las tuvieras?
- Les entrego la mochila. – Dijo con mala cara por no gustarle la idea.
- Yo no quería dárselas. Así que, me tiré por la escalera.
Kaito levantó una ceja y lo miró con escepticismo.
- Generalmente, las escaleras externas de los edificios, son en forma de letra U. Entonces, sí, me arrojé al vacío... pero para colgarme del borde de la escalera del piso de abajo. Me soltaba y me agarraba sucesivamente, hasta que llegué a la planta baja. Tardé menos de 10 segundos en bajar siete pisos. ¿Adivina dónde estaban ellos?
- ...
- En el piso siete. Quedaron perplejos como tú en estos momentos, y no se movieron. – Le respondió con una sonrisa. – No sé a qué te dedicarás en el futuro. Pero puedes aprender técnicas y herramientas para poder sortear cualquier obstáculo que se te presente. Tienes que conocer los distintos tipos de superficie. No es lo mismo correr en la arena que en el piso de cemento. No es lo mismo saltar de un techo de tejas, que sobre uno de chapa. Deberás saber cómo y dónde apoyarte, calcular la distancia que hay entre dos puntos y lo que puedes hacer con tu cuerpo para cruzarla, y por sobre todas las cosas, pensar rápida y eficazmente. Toma mi ejemplo de asalto. ¿Cuánto tiempo crees que tuve para pensar qué hacer? Con la experiencia, lograrás mayor seguridad, y te dará mayor amplitud de escenarios de escapatoria que una persona normal. Así que, después de esta larga introducción, ¿Qué te parece si probamos algunas cosas?
Habitación 265 – Jueves 7:05 am. – Actualidad.
- Kazuha-chan mencionó que Kaito-kun se mueve muy rápido. ¿Es por esto?
- Él muy maldito es muy ágil. Lo envidio por eso. Hacer gimnasia y luego parkour, lo ayudaron a que sea un renacuajo escurridizo.
- Con razón cuando lo rodearon entre tres, cuando nos fueron a buscar el primer día, se movía tan fluidamente. Ahora empiezo a entender varias cosas. Pero… tengo una pregunta más.
- ¿Solo una? – Dijo con diversión, a lo cual, Ran le sacó la lengua.
- ¿Cómo demonios saben artes marciales?
- Steve nos empezó a enseñar hace solo un par de meses atrás.
- ¿Judo y Aikido?
- No soy un especialista en el área, pero creo que es un mix de distintas artes marciales. Imagínate a Steve, Jodie, Rei y Shuichi, con lo que sabe cada uno, corriéndonos a Kaito y a mí por todo el gimnasio.
- ¿Y ustedes que hacían?
- ¡Generalmente huíamos! – A lo cual, Ran empezó a reírse. – Tenemos unas cuantas neuronas que no están del todo acordes, pero no estamos tan locos. ¿Tienes idea de lo que es estar entre Shuichi y Rei? Te la regalo. Me molieron a palos más de una vez.
- Pagaría por ver eso.
- Gracias, Ran. – Dijo con indignación, pero sonriendo al verla reírse. – Alguno de ellos debe tener algún que otro video.
- Recordatorio programado. ¿Y cómo es que aprendieron tantas cosas técnicas? Es decir, la forma en que guiabas a las chicas en el subte para mezclarse con la gente y que no las vieran, el tema de seguridad de los chalecos, las estrategias para llegar a la casa de campo, la forma de manejar, entre otras que se me ocurren.
- Eso empezó por un mal día que tuve, específicamente, unas semanas después de que Kaito empezó Parkour.
Sede del FBI – Los Ángeles – Mayo – Año 1
Había pasado casi un año desde que le habían diagnosticado la deficiencia cardíaca a Shinichi, y ocho meses desde que empezó el tratamiento.
En marzo, se había realizado el control trimestral, obteniendo como resultado que su corazón estaba funcionando en un 35%, con lo cual, dieron por hecho y sin lugar a dudas, de que el esfuerzo que estaban haciendo estaba dando finalmente sus frutos.
No solo estaba avanzando positivamente con su salud, sino también a nivel académico. Hace dos semanas, había logrado junto con Kaito, terminar el colegio de forma virtual. Por lo que ahora, podían considerarse alumnos graduados.
Pero algo le estaba pasando al detective que cumplió 19 años hace unos días atrás, sin que nadie lo sepa.
- Vamos Shinichi, ¿Qué pasa que no les estás poniendo garra? – Gritó Steve al verlo caminar en vez de trotar sobre el circuito de obstáculos.
Shinichi intentaba con cada silbato ponerle más potencia, pero no sabía si su cuerpo o su mente, era la que no lo acompañaba en el día de hoy.
- De nuevo.
- …
- ¡De nuevo! ¡Vas lento!
- …
- ¡DE NUEVO!
Y Shinichi cayó al piso una vez más.
Ya perdió la cuenta de la cantidad de veces que estuvo en el piso inhabilitado sin poder moverse. La cantidad de veces que se preguntó si merecía sufrir de esta manera por el dolor que le causó a todas las personas que lo rodearon: su madre, su padre, Ran… ¿Para qué demonios hacía todo esto? ¿Para qué soportaba tanto dolor y sufrimiento, si nadie lo estaba esperando?
Automáticamente como una máquina, se levantó y movió. Pero…
- No, así no. Inténtalo nuevamente.
- …
- ¡No! ¡Otra vez!
Y el detective frenó, poniéndose las manos en las caderas, resoplando y viendo hacia el cielo, el cual se encontraba nublado… como su ánimo.
- Ok. Basta. Caminemos juntos un poco. – Dictaminó el Seal retirado.
Steve sabía que algo no andaba bien con él. Entrenaban todos los días juntos por trece horas al día, desde hace ocho meses.
En todo este tiempo, logró conocerlo bastante bien a nivel físico. Sabía cuándo y cómo se iba a mover, cuando se iba a caer, o cuando se iba a mandar una macana. Pero hoy, no podía descifrarlo. Por ende, dedujo que el detective tenía algo en la cabeza que lo mantenía intranquilo.
- ¿Quieres contarme que te sucede hoy? – Preguntó Steve.
- Nada. Estoy bien.
- Sí, claro. Como si fuese a creerte eso.
- …
- ¿Dormiste bien? – Consultó al ver las aureolas negras en sus ojos.
- Más o menos.
- ¿Por qué?
- …
- ¿Tengo que hablar con Shuichi?
- No. – Contestó inmediatamente.
- Déjame recordarte algo. No soy del FBI, ni tampoco soy Kaito. Soy tu simple entrenador, y como tal, necesito que me cuentes que es lo que te ocurre. No puedo matarte con una rutina cuando sé que tu mente está dispersa en otra cosa, porque vas a lastimarte seriamente.
- ¿No se supone que lo único que tengo que hacer en aguantar? – Preguntó, deteniéndose.
- Yo le hice la misma pregunta a la persona que fue mi mentor. ¿Sabes qué me respondió?
- …
- Me dijo: "La mayoría de la gente siempre nos ve como si fuéramos invencibles, siempre fuertes, siempre los mejores. Pero en realidad, se olvidan de que también somos personas con vidas limitadas, y que contamos con sentimientos y emociones. No somos inmortales y perfectos. También sufrimos bajas en una guerra y podemos sentirlas con gran pésame, y eso es porque no somos objetos." Y tú… – Dijo poniéndole un dedo en el pecho. – … no eres uno tampoco. Desde que empezamos, lo único que has hecho es seguir al pie de la letra todo lo que te dije sin quejarte.
- Te he insultado un par de veces.
- ¿Cuántas veces en la cantidad de horas que llevamos de entrenamiento? Además, tus insultos provocados por tu hormonita son protestas de bebé.
- …
- Te enseñé un método para que puedas soportar el sufrimiento y el dolor, y te sirvió. Pero ahora lo estás aplicando para el resto de los aspectos de tu vida. Y eso no está bueno. Por ejemplo, ahora. Prefieres esconder lo que te pasa, no quejarte y lastimarte, que a decirme lo que te está pasando. Tu cabeza está encaprichada, cuadrada, obtusa y hasta obsesiva en que tienes que ir para adelante sin importar lo que sientes o si tu cuerpo se cae a pedazos. Y no todos los días puedes hacerlo. Hay veces donde debes retroceder un casillero para poder avanzar dos, o de lo contrario, terminarás retrocediendo cuatro.
- ¿Entonces qué hago? ¿Empiezo a quejarme más seguido?
- Si quieres hazlo. Pero simplemente te pido que no te cierres y te censures. Quiero que entiendas que puedes expresarte y decir basta, hoy no puedo o no me siento bien. Así que, vuelvo a preguntarte, ¿Estás bien?
- … – Shinichi suspiró y negó con la cabeza.
- Bien. ¿Quieres contarme qué te sucede? ¿O no quieres hacerlo porque piensas que hablaré con Shuichi?
- Él o Jodie no pueden enterarse.
- Ok, entonces quedará entre tú y yo. Soy todo oídos.
- Creo que es un cúmulo de cosas. Hace dos semanas que Kaito duerme mal porque están por sacarle la medicación.
- ¿Duermen en la misma habitación?
- Tiré mi colchón en el suelo de su pieza al poco tiempo que llegó.
- ¿Duermes en el suelo desde hace siete meses? ¿Por qué?
- Al principio me daba miedo dejarlo solo con todo lo que pasó. Luego, apareció este maldito greeny que emerge cuando se le da la gana. Y ahora, no deja de tener pesadillas.
- O sea que no estás durmiendo bien por cuidarlo a él.
- Cuando me despierto, no me puedo volver a dormir. Y apenas se mueve, mi cerebro se alerta para saber qué le está pasando.
- ¿Y por qué te responsabilizas por ello?
- Porque es uno de mis mejores amigos y estuve a punto de perderlo. No voy a dejar que eso suceda devuelta. – Le respondió con cara seria.
- ¿Y por qué es algo que los del FBI no pueden saber?
- Le prometí a Shuichi que no iba a afectarme.
- ¿Tienes miedo de que Shuichi aleje a Kaito de tí?
- Sí.
- No creo que pase, dado que Kaito está mucho más independiente y estable. El problema sería si los dos tuvieran complejidades al mismo tiempo, como al principio.
- No voy a arriesgarme.
- Ok, voy entendiendo. Aun así, me has dicho que es un cúmulo de cosas. Además de Kaito, ¿Qué más se te acumuló estos días?
- ¿Mi situación? Estoy harto de avanzar tan lento, de desmayarme continuamente, y de sentir esas malditas puñaladas día tras día. A veces hasta dudo de mi sanidad mental. ¿Cuándo será el maldito día que se acabe todo? ¿Se acabará algún día el sufrimiento o estaré como ahora por siempre? ¿Servirá de algo todo esto? ¿Podré regresar a mi país y a mi casa alguna vez? ¿Podré ver o hablar con mis amigos o mis padres? A veces pienso en todo lo que podía hacer en el pasado, y termino frustrándome por lo limitado que me encuentro en estos momentos. Pero tampoco puedo demostrar un maldito indicio de que no estoy bien, porque sino Kaito puede venirse abajo, o puedo terminar defraudando a Shuichi y no puedo permitirme eso. No después de todo lo que hizo por mí.
- Wow, wow, wow. Everybody out! He's going to explote! – Gritó Steve corriendo unos metros hasta tirarse al piso con las manos sobre la cabeza.
Shinichi se quedó quieto en el lugar, viéndolo como si estuviera loco. Y el de las fuerzas armadas, se quedó alejado y en silencio solo por si las dudas.
- ¡Boom! – Exclamó Shinichi, levantando los brazos.
Ambos empezaron a reírse por la estúpida escena. Si no rompían el hielo de alguna forma, iban a tener un día muy complicado.
- ¿Hace cuánto te sientes así? – Preguntó el Seal retirado, cuando se acercó a él nuevamente.
- Meses.
- ¿Estás loco o eres adicto a la presión?
- En muchas ocasiones desconfío de mi cordura. Ya te lo dije.
- …
- A veces observo a Kaito y me impresiona lo mucho que avanzó. Y por otro lado, me veo en el espejo y me percato de cómo me voy quedando atrás. Apenas puedo trotar, y él ya está practicando parkour. No me malinterpretes, estoy muy contento de que haya podido encontrar su camino y recuperarse. Pero a veces me hace sentir un completo inútil porque ya no puedo seguirle el ritmo.
- Lamentablemente, no hay fórmula mágica para esto, más que tener paciencia y perseverancia. Sin embargo, también está bien que tengas días donde te sientas frustrado, sobrepasado o deprimido como ahora. Pero debes decírmelo si no me doy cuenta. Levantas la mano y simplemente me dices, hoy no, y buscamos de hacer otra cosa. ¿Entendido? No vale la pena una lesión, que lo único que ocasionará, es retroceder más en tu evolución.
- Ok… ¿Puedo decirte "hoy no" todos los días?
- No te abuses. – Dijo riéndose. – Siempre que sientas que quieres rendirte, piensa en por qué empezaste. No hay mejor motivación en la vida, que esa.
Habitación 265 – Jueves 7:15 am. – Actualidad.
- Concuerdo con él. ¿Cómo no explotaste en el estado en el que te encontrabas? – Le preguntó Ran con asombro.
- Sinceramente, no lo sé. Hay noches que cerraba mis ojos y no podía dormir, por más que Kaito estaba tranquilo. Si no era por lo que estaba viviendo, era por la morriña que tenía. Tenía tantas cosas, emociones y dudas en la cabeza, que me terminaba sofocando en ellas.
- ¿Y qué hacías con eso?
- Nada. Me guardaba cada una de ellas y lo enterraba en lo más profundo de mí ser. Aprendí a sufrir en silencio y a pelear una condenada guerra todos los días. Steve me enseñó a ver eso a lo largo del tiempo. Siempre hice todo lo que pude para que nadie viera lo mal que estaba, a excepción de él. Me puse una máscara para que nadie vea una señal de dolor en mi rostro. No quería verme débil enfrente de nadie, por lo cual, siempre aparentaba estar calmo. No quería preocupar a Kaito con todo lo que él había sufrido. Así que… me mordía los cachetes varias veces hasta notar que sangraban, me concentraba en el horizonte cada vez que mi corazón se desgarraba… e iba para adelante.
- Adoptaste el método Kuroba. Mira como terminó Kaito, tonto. Ten cuidado con ello. No puedes imponerte esa presión de esa manera.
- No te preocupes. Siempre le contaba a Steve cuando no estaba bien.
- ¿Y entonces… cómo es que aprendiste lo técnico a raíz de un mal día?
- Mmm, cuando tenía esos días complicados, no hacíamos nada físico. Aprendíamos estrategias y tácticas para operativos, evaluación y resolución de escenarios, a veces practicábamos tiro al blanco, maniobras de evasión…
- ¿Los derrapes en la ruta y la forma de manejar…? – Consultó Ran.
- Culpa de Camel en realidad. Más adelante, vino unas tres semanas a visitar a Shuichi y a Jodie por Navidad, y aprovechó para enseñarnos todas esas cosas. Además, Rei al principio, venía cada tres o cuatro meses, y también nos enseñó varias cosas.
- ¿Hablas en plural? ¿Kaito-kun también hacía lo mismo que vos?
- Se sumaba en muchas de ellas a la tarde.
- Ah. ¿Siempre estabas solo con Steve a la mañana?
- Sí.
- Ahora comprendo por qué eres tan hermético.
- ¡Hey!
- Respóndeme algo. ¿Cuánta gente conoces en el campus del FBI? Quitando al Seal y a los agentes.
- Betty que es la señora de la cafetería, y los chicos de la oficina.
- ¿Salías algún fin de semana con ellos?
- No.
- ¿Kaito salía?
- Algunas veces sí. Iba de guarda bosques con las gimnastas, o se reunía con los de parkour a practicar o charlar por la ciudad.
- Ahí tienes la diferencia. Él realizaba actividades donde podía integrarse y formar parte de un grupo. Tú no. Estabas siempre solo. Por eso también estallabas de esa manera. No podías desquitarte con nadie.
- No hacer sociales no es algo que me moleste actualmente. Me ayuda a concentrarme más en lo que quiero alcanzar. Mi casa no está allá. Está acá. – Le declaró con cierta melancolía.
- ¿Quiénes son los de la oficina? Hablas como si trabajaras con ellos. – Preguntó para sacarlo de esa burbuja.
- Lo hago, de una forma un tanto... particular.
- ... – Y Ran arqueó una ceja.
- Pues resulta que tengo dos... en realidad tres tipos de ingresos. Cuando terminamos lo de la Organización, y por más que todos nos negamos, el gobierno de Japón nos depositó una "recompensa económica"... – Resaltó las comillas con sus dedos. – ... por involucrarnos y ayudar a desmantelar el Sindicato.
- ¿Por eso el auto?
- Exacto. Pensé que iba a ser útil en algún momento, y no me equivoqué. El resto, doné una parte, y la otra lo dejé trabajando en varias inversiones. Con respecto a la segunda fuente, a partir de agosto del año pasado, la agencia le preguntó a Shuichi si estábamos interesados en dar cursos de organización criminal.
- Por lo que veo, no se negaron.
- Nos pareció interesante como experiencia y para hacer algo distinto.
- ¿Eso incluye a Kaito?
- Por supuesto. Es el que le pone chispa al curso.
- ¿Cada cuánto los dan?
- Depende la cantidad de inscriptos, pero cada dos meses aproximadamente.
- ¿Va mucha gente?
- Sí. Suele llenarse.
- ¿Todo en inglés? – Consultó poniendo cara de disgusto.
- Sí.
- ¿Y la tercera?
- Otra cosa que me negué en cobrar, pero les importó un bledo. Hay veces que necesitan que los ayude con algunos casos y es como que me adoptaron como consultor. ¡Ah, y me olvidaba de los simulacros de cacería!
- ¿Qué cosa?
- Es un ejercicio operativo y táctico, donde Kaito y yo nos escondemos, y ellos tienen que atraparnos o matarnos.
- ¿Lo hicieron alguna vez?
- No. – Le respondió con una sonrisa. – Generalmente terminan todos muertos.
- ¿Muertos?
- Tenemos armas, pero con balas de mentira.
- ¿Puedo preguntar... cuándo duermes? – Y Shinichi sonrió.
- Te dije que estoy acostumbrado a dormir poco.
- Y así casi revientas.
- ¿Se te acabaron las preguntas? – Consultó, alzando una ceja y sonriéndole. – Increíble.
- Perdóname por decir que tu mirada me asustaba. Jamás hubiera creído que todo eso hubiera podido pasarte. – Dijo apenada.
- … – Shinichi suspiró, mientras tocaba suavemente la mejilla de ella con sus dedos. – No tengo nada que perdonarte. No sabías nada de esto.
- Aun así…
- En serio, tonta.
- Es que no puedo creer que todo eso pasó en solo un año.
- Fue el peor, porque no estábamos bien. El segundo tuvo más cambios, pero fue más... emotivo que otra cosa.
Comentarios a Reviews: Muchas gracias gente linda por los comentarios. Lamento no haberles agradecido al principio, pero en este capítulo en particular, me pareció que era importante resaltar el mensaje de advertencia. Espero que todos se encuentren muy bien. ¡Un saludo enorme a todos y que pasen muy lindo día de la madre el domingo!
Zulaypao22: Nooo. ¡No juntes ansiedad y depresión, por favor! Que cóctel, mama mía. Me has hecho reír tanto con la maldad pura en mi corazón. ¡Sos un personaje!
Mil gracias por recomendarme Nonchalant Lupin. Me has dado otra perspectiva muy interesante. ¡Y espero que me comentes la referencia de la peli 23, que quiero saber! Eso no se vale (risas).
¡Espero que hayas pasado un muy lindo cumpleaños!
Invitado/guest in English: Hi! I'm glad you are liking the story. I tried the translation option to read it in English... and it's not so good. Actually, I'm amazed you could understand what's being translated, because I couldn't (laugh).
Sorry if my English is not so good and for taking too long to write the episodes. But they are kind of long and sometimes I have to investigate a couple of things. I will finish it, that's for sure. And there will be more moments of this cute couple.
Cristyliny: ¡Aquí, esquivando tomates! Me alegra que haya sido de tu gusto, y muchas gracias por las lindas palabras.
Altheamajikku: En algún momento arderá Troya. Si algo me gusta hacer, es causar caos en la historia. Pero el relato de Aoko se desarrollará mucho más adelante. ¡Así que, ya veo que me van a insultar de lo lindo!
¡Ahogá las penas con otro postre o golpeando una bolsa de boxeo, pero no uses las galletitas o cualquier otra cosa para esos fines, por favor! Cuidate.
Linda frase la que citaste. ¿Es la del otro universo de Sakura? Tendría que verlo, pero lo había pispeado un momento hace muchos años y a decir verdad, el anime no me llamó tanto la atención. No se si es porque esperaba la continuación del primero (que lo están haciendo ahora y me parece extremadamente lento), o porque comparaba la calidad de imagen y dibujo con el de cardcaptor, no gustándome mucho. ¿Vos que decís? ¿Vale la pena verlo?
Ferchus 12356: ¡Mejor llegar tarde que nunca! Perdona por hacerte llorar en el medio de la calle (en mi país te diríamos que guardes el celular porque te lo roban). Tené cuidado cuando cruces la calle, por favor.
Me trasladaste a mi infancia con el chavo del ocho cuando escribiste "mensa". Me resultó muy tierno porque no es una palabra que usemos acá.
Serenity743: Duerme, por favor. Que es necesario. ¡No le hagas caso a la campanita de notificación a las 6 am! Me alegra que te haya gustado el capítulo aunque tu serotonina haya llegado al subsuelo (Vamos a necesitar mucho chocolate).
Arual17: Avisé que agarren el chocolate. Pobres personajes. Los hago sufrir a todos. No se salva ninguno en esta historia.
Karakemi: Gracias por tan lindas palabras. ¡Me ponen contenta! Me alegra que puedas imaginarte todo, y es por eso que a veces me tardo en sacarlos (además de que duran una eternidad... este capítulo son 30 mil palabras). Por cierto... ¡Wuau! Cuantos interrogantes que tienes. Pero todos se irán respondiendo de a poquito.
