Muy feliz año gente linda! Espero hayan pasado unas muy buenas fiestas y arranquen el año con tuti!

Se que muchos esperaban un regalito de navidad/ año nuevo/ reyes magos/ básicamente un milagro... pero por más que quise, no llegué a terminarlo. ¿La razón? Capi mega extra extenso e intenso, con mucho cruce de emociones, para que se entretengan un largo rato.

¡Batí record! Es el capítulo más largo hasta el momento, y espero que no haya otro como este porque es interminable.

Gracias zulaypao22, Altheamajikku, Cristyliny, Karakemi, Serenity 743, Ferchus12356, Arual17, palomaredblack, Arielhl17 y Linbel por sus reviews. ¡Les comento al final!

Los personajes del universo de Detective Conan no me pertenecen. Es obra de Gosho Aoyama.


Casa de los Mouri – Tokio – Julio – Semana 1 Año 1

- "El que inventó el despertador, era un maldito torturador de almas".

Eso es lo que pensaba Ran cuando apagó por tercera vez, la bendita alarma roja que se encontraba atrás de su cama.

Se quedó sentada bajo las sábanas, viendo la pared de su habitación. Sentía que no había dormido lo suficiente, a pesar de haberse ido a acostar temprano.

Como todas la mañanas, de a poco, comenzaba a ver las cosas que ocupaban su cuarto. Gracias a que los rayos del Sol pegaban con fuerza sobre su ventana, podía visualizar todo sin la necesidad de prender las luces.

Su silla rosa seguía junto con el mismo escritorio. Aunque este último, no tenía los mismos objetos que solía tener.

La foto de Kioto, la de Tropical Land, y el porta lápices que había hecho con sus propias manos, habían desaparecido. Su teléfono que se encontraba conectado al cargador, y que por el momento era lo único que le quedaba de él, dejo de tener su correspondiente cadena. Las pocas fotos que este último contenía en su galería, fueron trasladadas a una memoria externa dentro de un cajón.

Hasta hace unas semanas, no se había dado cuenta de cuántas pequeñas boberías con un alto sentimentalismo hacia él, tenía en su poder. De alguna manera, tenían su esencia impregnada, y no solo la obligaban a recordarlo, sino que también le generaban un gran peso y dolor en su pecho. Es por eso, que todas ellas fueron guardadas en una caja dentro de su armario.

Sí. Guardadas. Todavía se sentía incapaz de tirarlas... y no sabía muy bien el por qué.

- "¿Por qué me hiciste esto? ¿Acaso no fui lo suficientemente buena para ti? ¿Soy tan idiota que pensaste que no podía mantener en secreto lo que te estaba ocurriendo? ¿No se te caía la cara de vergüenza al mentirme una y otra vez? Estabas a medio metro mío. ¿Cómo pudiste hacerme eso? ¿Cómo te atreviste a lastimarme de esta forma?"

- Basta, Ran. No puedes empezar el día así. – Se dijo a ella misma, intentando desviar su mirada del bendito placard. – Tienes obligaciones y responsabilidades que cumplir, y no puedes quedarte como una vaga sobre el colchón.

De forma fastidiada y sin energía, se levantó para empezar a prepararse.

Rutina de la mañana: ir al baño, lavarse los dientes, lavarse la cara, mirarse al espejo... ¡Ugh! Muy mala idea.

Suspiró con cansancio al ver las aureolas tridimensionales y negras alrededor de sus ojos. Usar maquillaje no era una de sus cosas preferidas. No cumplía los 18 años y ya estaba usando corrector de ojeras y algo de base. Si a esta edad ya los usaba, ¿Qué iba a hacer cuando sea más grande, y la carga de responsabilidades sea mayor?

- Quizás, teñirse la cara sea una nueva moda en el futuro.

Frenando su apocalipsis matutino, destapó el pequeño cartucho para pasarse suavemente el pincel bajo sus ojos para taparlas.

- Mejor. – Comentó, sonriendo al espejo.

Sin embargo, el gesto que se hace cuando se curva la boca hacia arriba sin emitir ningún sonido, era absolutamente forzado.

Cuando lo haces de forma natural, debería ser de alegría, felicidad o placer... pero hace algunos meses que ella dejó de sentir aquellas sensaciones.

Rutina post baño: cambiarse, preparar el desayuno y comerlo, tomar una taza de café, saludar a su padre y retarlo por la cantidad de latas de cerveza y colillas de cigarrillo que encontraba tiradas por todos lados, lavarse los dientes otra vez, peinarse, tomar sus cosas e ir al colegio.

Bajó las escaleras y se quedó viendo la calle. A pesar de ser temprano y hora pico, no pasaban muchos autos o gente por ella. Estaba vacía. Una sensación con la que cada día que pasaba, se sentía más identificada.

- Siete meses. Yo puedo. Son solo siete meses hasta que termine el último año escolar. – Se dijo a ella misma, para convencerse de que todo iba a estar bien.

Por un momento, recordó una figura masculina apoyada sobre la pared, con los brazos cruzados. Una figura que durante años, la esperó a que saliera de su casa para acompañarla al instituto.

Pero cuando parpadeó, desapareció.

- "Exactamente igual que esa noche en Tropical Land. O en el restaurante después de la obra de teatro del colegio. O en el caso del diplomático cuando conocimos a Hattori-kun. O con lo de Shiragami. O cuando fuimos a Londres o a Kioto... Por favor, que estúpida que fui. Tendría que haberme dado cuenta... aunque en realidad, lo hice. Solo que una y otra vez, lograba engañarme. ¿Eso le causaba placer? ¿Ser más inteligente que yo y lograr persuadirme de esa forma? ¿Qué es lo que quería demostrarme con eso?"

Empezó a caminar el mismo trayecto que hacía todos los días. No entendía por qué, pero cada día se le hacía más largo y tedioso. Por ende, intentó distraerse con las vidrieras y las casas de su alrededor.

Era verano y el calor era insoportable desde muy temprano. Los negocios se encontraban con los techos de lona extendidos, para que la luz no se refleje sobre la mercadería. El de la panadería era amarillo. El de la verdulería era negro. Y el de la carnicería, azul.

La casa de la primera cuadra tenía un cantero con flores rosas. La de la segunda, tenía dos macetas con flores naranjas... y las rejas del colegio eran color crema. Había llegado.

- ¡Ran! – La llamó Sonoko, al verla cruzar las puertas del colegio.

- ¿Qué pasó? Llegaste temprano.

- No. Tú estás llegando tarde, y eso es extraño. ¿Está todo bien?

- "No. Pero no tienes por qué preocuparte por ello. No es tu problema".

- ...

- Sí. Todo está bien. – Le respondió con media sonrisa, cuando llegaron a los lockers.

- ¿Segura? Ya hace varios días que noto que te estás poniendo maquillaje, y eso no es algo muy común en ti.

- Estoy bien. Soy muy blanca, tomo poco Sol y mis ojeras se notan demasiado.

- Ok. – Dijo con desconfianza.

Cuando Ran abrió su locker, encontró sus zapatillas llenas de tachas. Con mucha paciencia, sacó una por una y las tiró dentro del cesto de basura.

- ¿Otra vez están haciendo estas estupideces? – Se quejó la de pelo corto.

- Son meras bromas infantiles. No les hagas caso.

- No lo son, Ran. Deberías reportarlo.

- Vamos, antes de que nos reten por llegar tarde.

La castaña de pelo largo cambió el tema radicalmente, y empezó a caminar. No tenía ganas de discutir con su mejor amiga sobre esto.

Juntas, subieron las escaleras hasta que entraron al aula. Apenas ingresaron, los murmullos pararon y el aula se convirtió en una tumba, dejando solamente el ruido de las transmisiones de los teléfonos de los alumnos.

- Kudo Shinichi ha desaparecido nuevamente después de desmantelar la famosa Organización. ¿Dónde está? ¿Está vivo?

Una puñalada.

- Heiji Hattori no quiere hacer comentarios al respecto, y Saguru Hakuba volvió a Inglaterra.

- Lo que pasó fue inédito. La policía no pudo con ellos, pero sí unos adolescentes. Es una vergüenza para las fuerzas de seguridad...

- Kaito Kuroba, un niño de apenas 17 años, se disfrazó de Kaito Kid y logró burlar en cada ocasión a la Policía. ¿Qué podemos esperar entonces de las grandes organizaciones?

- ¡Uy, por favor. Quieren callarlos de una vez por todas! – Exclamó Sonoko.

- Discúlpanos por estar interesados en el tema. – Le respondió una de las chicas.

- Ya pasaron más de dos meses desde que acabó todo, y siguen hablando de lo mismo una y otra vez. Se ve que no tienen material para hablar de otra cosa.

- ¿Y tú Mouri-san? ¿Qué sabes de Kudo-kun?

Otra puñalada se clavaba en su pecho.

- Exactamente lo mismo que ustedes.

- No te creo. Seguro que sí sabes dónde está.

- Si lo sabría, no te lo diría tampoco. – Respondió cansada, colocándose de costado a su pupitre y dejando la mochila colgada al lado.

- Seguro que la turra lo tiene bien escondido. – Exclamó una de las chicas, mascando chicle con la boca abierta y haciendo un enorme globo.

- ¡Hey! Te estás pasando. – Advirtió Sonoko, mientras escuchaba al alumnado reírse.

- ¿Escondido? Olvídalo. Después de haber estado oculto por tanto tiempo, debe estar de joda en joda. – Opinó uno de los chicos.

- "Puede ser una posibilidad". – Pensaba Ran.

- ¿Tú dices que el marido la abandonó? Responde, Mouri-san. – Le exigió uno de los chicos, mientras se colocaba atrás de ella y le colocaba una mano en la cadera. – ¿Estás soltera y libre? Porque si quieres, podemos hacer algo al respecto para consolarte.

La paciencia de Ran llegó al límite cuando sintió la mano de él empezar a bajar por su costado. Le encajó un codazo en el estómago para que la soltara, haciéndolo trastabillar contra el escritorio de atrás.

- ¡Pero si serás bestia! – Se quejó, mientras que con una mano se agarraba la panza.

- ¿Ahora entienden por qué no aparece? Debe estar en algún otro lado, rodeado de minas que valgan la pena.

- Tienes razón. ¿Por qué se quedaría con un marimacho como este? Por eso te abandonó.

- ¿Quién no lo haría? Si eres horrible.

Ran intentó que la expresión no se le fuera de la cara. Aunque por dentro, sentía su corazón ser estrangulado con cada comentario.


Habitación 265 – Jueves 7.45 am. – Actualidad.

- No sé si pedirle a Heiji que me pase por encima con el auto por escuchar que estuviste así por mi culpa, o matar a la mitad del curso.

- ¡Shinichi! ¡Ninguna de las dos opciones, tonto!

- Igual, quiero que inmediatamente me digas el nombre y apellido de cada uno de ellos. Y más que nada, quiero el de la persona que se puso atrás tuyo. – La interrumpió en su relato.

- Sabía que ibas a enojarte.

- No estoy enojado contigo. Estoy enojado conmigo y con ellos. ¿Quién demonios se creen que son?

- Te conté una cosa, ¿Y ya pegaste el grito en el cielo? Dejo de contarte entonces. Solo pasaron cinco minutos desde que empecé.

- ¿Te hicieron más cosas?

- ... – Ran suspiró, demostrando su cansancio. – Esto va a ser más complicado de relatar de lo que esperé.

- Voy a tomar eso como un maldito sí de respuesta. ¿Hasta dónde se atrevieron a hacerte algo? – Exclamó, con un tono de voz helado y las pupilas totalmente azuladas.

Ran hubiera jurado que estaba loca. Por un lado sentía que la temperatura de la habitación había descendido varios grados, y no necesariamente era producto del aire acondicionado. Y por el otro lado, percibía el calor del cuerpo que estaba sentado enfrente suyo.

Otra vez esos zafiros oscuros. Ojos llenos de ira, con llamas que no veías, pero que sí sentías.

- "¿Cómo es que puedes cambiar tan rápidamente de mirada? ¡Tengo ganas de salir corriendo de la habitación! ¡Cámbialos!" – Pensaba de forma desesperada la mujer, mientras agachaba la mirada a la cama.

- ¿Por qué te quedaste callada? No se habrán atrevido a tocarte, ¿No?

- "¡Ran, respóndele! ¡No te quedes callada, idiota! O King Kong en la torre del Empire State va a ser un poroto al lado de Shinichi sobre la torre de Tokio."

Shinichi analizaba a la mujer con la mirada concentrada sobre la colcha. Se estaba mordiendo el labio inferior y sus dedos estaban apretando las sábanas con fuerza.

- "Ok, debo calmarme. No lograré obtener respuestas si reacciono así. Además, en el baño cuando la acorralé, me dijo que nadie la había tocado."

Inhaló la mayor cantidad de aire posible, y exhaló lo más suave y lento posible para tranquilizar al neandertal proteccionista que existía dentro suyo.

- Lo siento. No te interrumpiré otra vez hasta que termines.

Los ojos de ella, volvieron a posarse sobre los de él. Otra vez había cambiado de mirada. Esta era más suave y controlada que la de hace unos momentos.

- Ya debe ser bastante difícil para ti contarme esto. No te la haré más complicada.

- ¿Prometes no enojarte conmigo?

- Ya te lo dije antes. No es contigo con quien estoy enojado.

- ¿Me prometes nunca hacer nada descabellado?

- "A ver... descabellado es algo que va contra la razón, la prudencia o la sensatez. Si por una de esas casualidades me entero de los nombres de cada uno, y de repente me los cruzo por azar del destino en algún momento... No estaría yendo contra ninguna de las tres cualidades que componen el significado de la palabra, ¿No?". – Pensó, mientras sonreía de forma maligna.

- ¿Por qué estás tardando tanto en contestarme? ¿Y por qué estás sonriendo de esa manera?

- Prometo no hacer nada descabellado. – Respondió con inocencia, mientras que en su cabeza realizaba una imagen mental del juego quién es quién en su cabeza. Cada ficha, correspondía a un alumno de su antigua aula.

- ¿Por qué presiento que estás haciendo el mega análisis en tu cabeza?... ¡No busques grises!

- "Adoro que me conozcas tan bien a pesar de no haberme visto por dos años." – Sonrió auténticamente. – No estoy haciendo nada. – Le respondió, levantando las manos. – Estoy bien calladito, prestando atención a tu relato. Ahora continúa.

- Espera. Antes de seguir... – Le dijo seriamente, estirándose y tomando su mano. – ... necesito que entiendas que no fue tu culpa.

- Hasta ahora no parece ser el caso. – Replicó, con un tono de voz que demostraba cierta tristeza de fondo.

- ¿Confías en mi?

- Sabes que ciegamente, pero...

Ran se colocó de rodillas y manos sobre la cama, quedándose como en la postura del gato en yoga. Una de sus manos, pasó a la mejilla de él, para dirigir su mirada hacia la de ella. Sus rostros apenas se encontraban separados, y Shinichi no pudo evitar inconscientemente separar sus labios, y observarla con cierto asombro.

- Entonces créeme lo que te digo. ¿Si? Ya te expliqué en la casa, y te pedí perdón por no haberte entendido. No retiro lo dicho. Pero para haber llegado a esa conclusión, tuve que pasar por algunas cosas. ¿Ok? Yo escuché cosas que me advertiste que no me iban a gustar en tu relato, y acá va a pasar exactamente lo mismo. Ahora, sabiendo eso, ¿Quieres que continúe? Podemos frenar y dejarlo para cuando todo esto termine.

Él, simplemente decidió pasar lentamente una mano desde el centro de la cabeza de ella, hacia el lado derecho. Su pelo le resultaba tan suave, al igual que la oreja que estaba tocando para colocar su cabello por detrás. Continuó tocando su cuello, y sus dedos pasaron hacia su mejilla, la cual se encontraba rosada. Sus ojos decidieron viajar por sus labios, por esa pequeña nariz, y quedarse totalmente estancados en esos hermosos y redondos ojos de color azul.

Amaba esos ojos. Se sentía tan atraídos a ellos, como un hombre que veía un oasis en el medio del desierto. ¿Cómo podían ser tan condenadamente bellos? Tenía ganas de sumergirse en ellos como si fuera un profundo lago, y no salir mas de el. Quizás... puedan ser su nueva pileta de natación.

- Shinichi.

Ah, sí. Años que no escuchaba su voz. Años de no escucharla decir su nombre. Cada vez que lo oía, sentía una extraña felicidad. Algo que había perdido hace bastante tiempo atrás.

- ¿Qué?

- No me... respondiste. – Le reclamó, con un poco de vergüenza. – "Deja de mirarme como lo estás haciendo."

- No recuerdo qué me preguntaste.

- ¿Me estás prestando atención, estúpido detective aficionado o ex aficionado de los misterios?

- Sí, pero tus ojos me distrajeron. En realidad... tú me distraes. Estás en esa posición, sobre la cama, hablándome y tocándome suavemente, casi encima mío, con una musculosa relativamente suelta en la parte de arriba...

Ran desvió su mirada hacia su pecho, notando que le estaba ofreciendo una muy buena vista de ellos.

- ... y ya te dije que tengo ganas de jugar al asalto, siendo tú, mi víctima. Así que... yo que vos me alejo un poco. Mis hormonitas Testo estarán en su lugar ahora, pero no puedo decir lo mismo de mi cabeza o de mis manos.

Ran se quedó literalmente, con la boca abierta y con la cara totalmente roja. Inmediatamente volvió a su lugar cuando notó que las iris de él se encontraban totalmente oscuras.

Empezó a hacer un rápido checklist de su estado, comprobando que su ropa quedó donde debía.

- Eres tierna cuando te pones colorada.

- ¡Ya deja de cargarme! ¿Quieres que continúe o no?

- Soy todo tuyo.

- Ah, ¿Si? Te tomaré la palabra. – Admitió con una sonrisa ladeada, provocando que el detective arquee una ceja en diversión.


Escuela secundaria Teitan– Tokio – Julio – Semana 1 Año 1

- ¿Qué pasa acá? A sus lugares. – Gritó la profesora de turno, al entrar al aula. Saludó, e inmediatamente se puso a escribir en el pizarrón.

Como todos los días, alguna que otra pelota o tiras de papel caían sobre la cabeza de Ran. Y ella pacientemente, las soportaba y las sacaba de su cabello.

Eso es lo que hacía últimamente en su jornada estudiantil. Intentaba pasar el día de la forma menos llamativa posible, tratando de escuchar la menor cantidad de comentarios posibles.

Pero era muy difícil estar en un ambiente hostil, agresivo y tóxico. Continuamente sentía que debía estar con la defensa siempre en alto, y ya no tenía la energía o el espíritu suficiente para enfrentarlo. No después de todo lo que pasó estos últimos meses.

- "¿Por qué me hiciste esto? ¿Por qué?"

- "La cantidad de veces que te enfrenté por ello. ¿Cuántas mentiras me dijiste? ¿Llevabas acaso la cuenta?"

- "Tampoco volviste a aparecer, por lo que me queda bastante claro que no te importo en lo absoluto. Supongo que habrá sido divertido jugar conmigo. Básicamente, te reíste de mi todo este tiempo."

- "Sólo querías usar a mi padre para conseguir información del paradero de ellos. ¿Acaso te preocupaste por nuestra seguridad en algún momento?"

- "Las veces que me dijiste que me querías, lo de Londres, lo de Kioto... ¿Todo fue una mentira? Me usaste como si fuera un objeto, y una vez que lograste tus objetivos, desapareciste."

Sintió otra pelota de papel sobre su espalda, y eso logró traerla al presente de nuevo. Intentó prestar atención a la clase, para no concentrarse en la cantidad de puñales que tenía clavados en su corazón.

Rutina del colegio: sobrevivir hasta que la campana marque las cuatro de la tarde.

La karateca salió rápidamente hacia su clase de artes marciales de la tarde. El único lugar donde nadie se atrevía a hacerle daño o acercarse. El tema era llegar hasta ahí de forma indemne, ya que los pájaros carroñeros siempre se encontraban revoloteando sobre su cabeza, esperando el momento oportuno para picotearla y sacarle los ojos.

Ran veía el punto donde debía llegar, pero al mismo tiempo, evaluaba todo a su alrededor. Nada parecía estar fuera de sitio, con lo cual, se atrevió a caminar hacia su destino.

- ¡Agua va! – Escuchó gritar.

La pobre chica no llegó ni a reaccionar. Quedó empapada y en estado de shock, al sentir de repente el agua helada y sucia sobre su piel.

- Espero que el barro y el agua de limpiar los baños este rico, Mouri-san. – Gritaban algunas mujeres desde el segundo piso.

Por más que intentaba limpiarse los ojos, no podía abrirlos debido al lodo que drenaba de su cabello mojado. Solo podía quedarse quieta, escuchando las risas de lo que en una época, fueron sus compañeros de clases.

¿Por qué le hacían eso? Todos ya eran grandes, al punto de casi recibirse del colegio para acudir a la universidad. Estas cosas ocurren más que nada en primaria. Si ella ya las sufrió en aquella época, ¿Por qué le tocaba devuelta?

- "La única diferencia con respecto a antes, era que Shinichi siempre estaba para protegerme cuando me molestaban..."

De nuevo sintió la puñalada en su pecho.

- "¡No! Ran, no vayas por ahí. Después de lo que te hizo, no tendrías que ni siquiera estar pensando en él. Esto está ocurriendo por su culpa también."

Un ardor se apoderó de su garganta, queriendo estallar ahí mismo. Pero lo soportó. No iba a dejar que la vean de ese modo en el colegio. No iba a darles esa satisfacción.

Se miró su uniforme ex blanco, observando que pasó a ser de color marrón. No podía presentarse a entrenar con otra ropa, por lo cual, no le quedó otra opción que asearse lo más posible en el baño, e irse a su casa.

Rutina de la tarde: bañarse, cambiarse, limpiar la casa y la ropa, tirar la basura, hacer la tarea, hacer la cena y el almuerzo para mañana, y comer con su padre.

Ambos, se encontraban sentados en silencio en la pequeña mesa del comedor, viendo una serie de comedia. Ahora eran dos, y no tres.

Kogoro, los primeros días, notó la ausencia del pequeño Conan inmediatamente. Faltaban sus comentarios de sabelotodo, que ahora sabía muy bien por qué a los siete años, era una enciclopedia con patas de alfiler. Las risas infantiles desaparecieron de la casa, así como también cualquier rasgo de inocencia.

Lo admitía. Shinichi les había traído felicidad a la casa. Algo que sentía que faltaba desde hace más de diez años, cuando su mujer se fue de ella.

Gracias a su presencia, no había notado lo mucho que había logrado mejorar la interacción con su hija y Eri. Pero ahora que no estaba y con el antecedente que pasó, le estaba costando horrores relacionarse con Ran nuevamente.

- ¿Cómo estuvo tu día? – Le consultó Kogoro, para romper el eterno silencio entre ellos dos.

- "Para la mierda. Literalmente, para la mierda. ¿Qué quieres que te diga? No necesitas saber lo que me está pasando. Tengo que superarlo yo sola."

- ...

- Bien. Normal.

- ¿Te sientes bien?

- Sí, estoy bien. ¿Por?

- Últimamente no me hablas mucho de ti y de tus cosas.

- Porque no tengo nada nuevo que contar.

- ¿Cómo que no? Es el último año de colegio. Debes tener un montón de cosas de qué hablar. ¿Cómo vas con la preparación de tus exámenes?

- Creo que bien. Me ponen un poco nerviosa.

- Estarás bien. Eres muy inteligente y fuerte, Ran. Vas a ver que podrás con ellos.

- "No soy tan fuerte como crees."

- ¿Ya sabes qué estudiarás?

- Aún no me decido.

- ¿Y tus compañeros de clases? ¿Ningún chimento?

Ran colocó los palillos sobre su tarro de arroz, y lo abandonó. Su apetito se esfumó y una pequeña acidez empezó a hacerse notar.

- ¿No comerás más?

- No. Me duele un poco el estómago.

- Quizás sean los nervios de las pruebas. ¿Por qué no te tomas algún antiácido o algún té?

- No, estaré bien. No te preocupes.

Cuando terminaron de comer, la mujer comenzó a realizar la rutina de la noche: lavar los platos, lavarse los dientes, estudiar e irse a dormir.


Casa de los Mouri – Tokio – Julio – Semana 2 Año 1

Sábado al mediodía. Hoy era un día muy particular.

Ran se encontraba esperando a Kazuha y a Heiji, a la salida del tren bala. Era la primera vez que los iba a ver, después de... bueno. Todo lo que pasó.

Por el momento, el día aparentaba ser uno normal. La gente entraba y salía de la estación. Alguna más apresurada que otra, pensando que de esa forma, iban a evitar el calor del día.

Había un grupo de personas rodeando a un guitarrista. La mayoría parecería ser turistas, y por más que de seguro no entendían el idioma, no perdían la oportunidad de grabar y sacarse fotos con él.

Lo único que faltaba en el escenario para que sea uno cotidiano, eran los estudiantes con sus uniformes de colegio.

- ¡Ran-chan! – La llamó la de Osaka al verla.

Y no pudo evitar sorprenderse cuando los vio finalmente acercarse a ella.

Mantenían una distancia prudencial entre ellos, sus miradas estaban relativamente apagadas y Heiji, que vestía una simple remera negra, se encontraba con un vendaje en uno de sus brazos.

Los ojos de la del oeste se iluminaron por un momento, y corrió hacia la del este hasta abrazarla fuertemente.

- ¡Hola, Kazuha-chan! Me alegra verte, amiga.

- A mí también. Estás... diferente.

- Claro que no. Estoy igual que siempre.

- No. ¿Estás maquillada? – Le preguntó, frunciendo el ceño en confusión.

- Estoy estudiando hasta muy tarde y no quería que mis ojeras los espante. Por eso las tapé un poco.

Heiji caminó lentamente hasta ellas sin decir palabra, con lo cual, la karateca solo se limitó a arquear una ceja. Ahora la confundida, era ella.

- Buenos días, Hattori-kun.

- Buenos días.

Es lo único a lo que se limitó decir, con el tono más neutro que escuchó en su vida. Luego, desvió su atención a sus alrededores.

- "¿Qué pasó con el chico que siempre sonreía y hacía un escándalo cuando se encontraba con sus amigos? Este no es el Hattori de siempre. Parece enojado conmigo. ¿Por qué no me ve a los ojos?".

- Ran-chan, no nos quedemos acá. Aprovechemos el día.

- Eh, claro. ¿Qué quieren hacer?

Una incomodidad se sintió en el ambiente al no recibir respuesta alguna. Ninguno de los del oeste se quería ver o dirigir la palabra entre ellos, por lo que Ran optó por sugerir lo primero que se le vino a la cabeza.

- Es casi mediodía y está haciendo mucho calor, ¿Quieren ir a almorzar a algún lado? Así estamos más frescos.

- Me parece bien. – Opinó la del oeste.

Heiji la vio por un momento, y automáticamente desvió la mirada. Asintió con la cabeza, solamente para confirmar que estaba de acuerdo, y su actitud le llamó poderosamente la atención a Ran. No entendía por qué estaba así.

Caminaron hacia la salida y fueron por las amplias calles. Al ser sábado, estaban un poco más transitadas de lo habitual. La gente parecía querer aprovechar el corto fin de semana, para hacer todo lo que no podía realizar en el resto de los días.

- Uff, que calor que hace hoy. – Se quejó Kazuha.

- Se está empezando a calentar el cemento de la calle y de los edificios. En una hora, esto será un horno.

- Genial.

- ¿Qué te pasó en el brazo, Hattori-kun?

- Accidente.

- ¿Con la moto? ¿Los dos se encuentran bien?

- Solo estaba yo, por suerte.

- ¡Idiota! No fue ningún accidente en moto. Fue un maldito balazo cuando estaban atrás de esa desquiciada Organización. ¿Cómo pudieron ser tan imprudentes al punto de colocar sus vidas en peligro de esa manera?

- ¿Cómo? – Preguntó la del este, frenando cualquier movimiento con sus pies. – "¿Hattori-kun fue el único herido? No recuerdo a Shinichi con vendajes, aunque ahora que lo pienso, vestía campera y pantalones largos. ¿Acaso lo hirieron también? Esa noche en que nos vimos... no le pregunté absolutamente nada sobre... su estado. Solamente reaccioné a lo que me contó."

- Deja de hacer una escena innecesaria en público. No estoy muerto. – Le respondió Heiji a la de Osaka.

- ¿Escena innece...? – Quiso retrucarle.

- Salgamos de abajo del Sol, o nos hará mal. – Declaró el de ojos verdes con mal humor, interrumpiéndola.

Ran bajó la cabeza para mirarse los pies. Si antes la atmósfera se encontraba incómoda, ahora era intolerable y asfixiante.

- "¿Qué está pasando aquí?"

Sentía esa invasión de tristeza en su pecho y en su cabeza. Ese momento donde automáticamente tu sonrisa se esfuma, no pudiendo encontrarla por ninguna covacha de tu cuerpo.

Tenía ganas de llorar por la angustia, y no podía. No enfrente de ellos dos.

Fueron a un shopping que tenía un patio de comidas en el tercer piso, y el aire acondicionado a tope. Los tres pidieron en el mismo lugar y comieron prácticamente en silencio. Solo algunas preguntas tontas fueron hechas, tales como, cómo iba todo en la escuela, las clases de karate y de aikido, y los exámenes para entrar a la universidad. Pero no había forma de establecer una conversación continua, relajada y natural.

Heiji, en ningún momento abrió la boca, salvo para comer. Y a Ran, se le cerró el estómago cuando se dio cuenta de la razón por la cual sentía al de Osaka a un continente de distancia.

-"Qué estúpida. Por supuesto que no va a querer hablarme. Es el mejor amigo de Shinichi. Era dos más dos, Ran. ¿Cómo no pudiste verlo antes? Hattori-kun solo venía a Tokio por Shinichi, y yo lo mandé bien a la mierda. ¿Cómo esperas que no te odie por ello?".

Sintió otra puñalada en su pecho, al saber que perdió lo que ella consideraba un gran amigo. Sabía que Hattori-kun nunca en la vida, le iba a perdonar lo que hizo.

La de Tokio, automáticamente dejó de comer. Otra vez no se sentía bien. Era como si el centro de su estómago estuviera levitando dentro suyo, pero pesando una tonelada al mismo tiempo.

- ¿No vas a comer más, Ran-chan? – Consultó la del oeste.

- Eh, no.

- ¿Estaba en mal estado? Podemos devolverla y hacer el reclamo.

- No, no es eso. Es solo que no tengo más hambre.

- Pero apenas tocaste el plato. No comiste casi nada.

No fue hasta que las chicas escucharon el chirrido de una de las sillas de metal, que las miradas de los tres se encontraron.

- Voy a aprovechar a buscar algo. Las dejo ponerse al día con sus cosas. Con permiso. – Dijo el moreno.

La figura de Heiji, vestida con un simple jean celeste, zapatillas, anteojos y gorra, desapareció entre la multitud de la gente.

Y un gran suspiro de alivio por parte de Kazuha, se escuchó en la mesa.

- Lo siento, Ran-chan.

- ¿Por qué me pides perdón? Yo debería pedirte perdón.

- ¿Por qué harías eso?

- Porque me pelee con su mejor amigo. Es evidente que me odia por ello. A duras penas puede verme a los ojos. Pero entonces... ¿Por qué está acá con nosotras, y no con él en su casa?

- Heiji no está así porque peleaste con el otro idiota. Y no sé por qué no fue a verlo. Tampoco me mencionó que vaya a encontrarse con él. – Y apartó su bandeja de comida, a la mesa que el hombre moreno dejó vacía hace solo unos instantes. – Sinceramente, no se qué hacer con él.

- ¿A qué te refieres? ¿Qué pasó?

- Lo que hicieron todos ellos, es lo que pasó. Estamos discutiendo mucho por todo este tema. Hay cosas que no logro comprender y la verdad, no sé cómo tomármelas. Me siento... un poco defraudada.

- Dímelo a mí. – Le dijo con gran sarcasmo.

- Lo sé. Siento lo tuyo con Kudo-kun.

Bendita puñalada. ¿Pero es que cada vez que iba a escuchar su nombre le iba a pasar esto?

- ¿No volvieron a hablar?

- No. Desde que discutimos que no se nada de él.

- ¿Está bien?

- No lo sé. Nunca... le pregunté.

- Oh.

- Al menos ustedes están intentando de alguna forma arreglarse.

- Estoy tan enojada con él, que cada vez que queremos hablar sobre algo, termino gritándole. Es como una especie de relación odio amor.

- O sea... la de siempre. – Intentó animar un poco el ambiente con su comentario, provocando una sonrisa en la del oeste. – Hattori-kun no es mala persona, Kazuha-chan. Quizás, deberías darle una oportunidad. Tienes la posibilidad de preguntarle realmente lo que pasó. Cosas que quizás en su momento, no pudiste preguntarle. Intenta arreglarte con él y dejen pasar un poco el tiempo hasta que se enfríen los dos.

- Si fuera así de fácil, tu estarías con Kudo-kun.

¡Ahí está otra vez! ¡Sí, mister puñalada!

- Claramente no teníamos la misma relación que ustedes.

- No concuerdo contigo.

- ¿Eh?

- No es que quiera protegerlo o ponerme de su lado, pero... estoy segura de que te ama.

- Habla en pasado. Y a decir verdad, no estoy muy segura de que haya sentido eso por mi.

- ¿En serio estás dudando de ello?

- ...

- Yo no creo que haya actuado eso. Es imposible que haya fingido la forma especial en la que te miraba. Nadie puede. ¿Intentaste comunicarte con él?

- No me siento capacitada para hacerlo.

- Quizás él tampoco.

- ...

- No te des por vencida. Tú también deberías analizar en detalle todo lo que pasó, para tomar una decisión. Tiene que haber más cosas de fondo para que haya determinado hacer las cosas como las hizo.

- No sé qué hacer. Estoy confundida, dolida, humillada, enojada... no sé si quiero hablar con él, o si soportaría verlo.

- Te entiendo. En serio. Decidas lo que decidas, recuerda que estoy contigo. Siempre que me necesites, estaré.

- Gracias, Kazuha-chan. Emmm, ¿Podemos... cambiar de tema?

- Claro que sí. Vamos a recorrer el shopping un rato.

- ¿Y Hattori-kun?

- Tenemos los celulares, y yo necesito despejarme un poco. Ahora le envío un mensaje para avisarle.


Casa de los Mouri – Tokio – Julio – Semana 3 Año 1

Ran abrió los ojos con agotamiento. Veía el reloj que no paraba de sonar una y otra vez, y por primera vez, deseó tener poderes telepáticos para apagarlo sin tener que extender el brazo.

Respiró profundamente para despertarse y oxigenar el cerebro, pero su mente le estaba jugando una mala pasada en el día de hoy. Levantarse y salir de la cama se le estaba tornando muy difícil.

La idea de tomarse una taza de café para despertarse surgió en su cabeza. Sin embargo, desistió de la idea al notar como el dolor estomacal aumentaba con cada día que pasaba.

- Arriba, vamos. Debo levantarme. Tengo que hacer muchas cosas como todos los días. No voy a dejar que un simple dolor de estómago me detenga.

Rutina de la mañana: apagar al maldito y detestable despertador, ir al baño, lavarse los dientes, lavarse la cara, mirarse al espejo...¡Pésima idea!¡Doble capa de tapa ojera!

Rutina post baño: cambiarse, preparar el desayuno y no comerlo, tomar una taza de... té. Demasiada acidez. Saludar a su padre y retarlo por la cantidad de latas de cerveza que encontraba tiradas por todos lados, lavarse los dientes otra vez, tomar sus cosas e ir al colegio.

Bajó las escaleras y se quedó viendo el camino que debía recorrer.

- "No quiero ir".

Su subconsciente le decía que se quede sentada en el parque viendo la nada misma, hasta que terminara la hora de cursada. Sin embargo, sabía que no podía hacerlo. Tenía una obligación y tenía que cumplirla. Además, los exámenes para entrar a la universidad estaban cerca y si quería salir de donde estaba, tenía que esforzarse.

Por ende, comenzó a arrastrar un pie, y luego el otro, hasta que alcanzó levantar los pies del suelo y seguir un ritmo estable.

- Distráete con los negocios y no pienses en otra cosa: el techo de lona de la panadería es... color mostaza claro, el de la verdulería es negro, y el de la carnicería color petróleo.

La casa de la primera cuadra tenía un cantero con flores grises. La de la segunda, tenía dos macetas con flores grises... y las rejas del colegio eran color blanco. Había llegado...

- "¿Llegué? Algo no está como todos los días". – Pensaba con extrañeza, mientras pasaba las puertas del aula.

- Miren quien llegó. El bicho raro. – Exclamó un chico, mientras la empujaba con el hombro.

- "Ok. Definitivamente llegué al lugar correcto. Caso omiso a sus comentarios, Ran. Solo camina. No veas a nadie a los ojos y tapa tus oídos."

- ¿Vieron su pelo? Se ve que alguien olvidó que la humanidad creó el peine hace siglos. – Dijo una de las chicas en un susurro.

- Es un desastre. Hasta un mono con los dedos se peina mejor.

Ran miró su reflejo en el vidrio de las ventanas, y estaban en lo cierto. Se había olvidado de peinar esa mañana. Automáticamente cuando se sentó, sus manos pasaron a peinar las puntas de su cabello disimuladamente, para intentar al menos ordenarlo un poco.

- ¿Quién podría estar con una persona así?

- No puedo creer que esa cosa desaliñada haya sido novia de Kudo-kun.

Empezaron las puñaladas del día de la fecha.

- ¿Realmente fueron novios? Nunca se los vio diferentes a lo de siempre. Para mí eran amigos.

- "¿Por qué no se callarán? Métanse en sus propias y malditas vidas ¿Qué mierda les importa lo que fuimos? Solo puedo decirles que fueron trece años tirados a la basura."

- Hay algo que nos quedó bien claro. Ya sabemos por qué no viene más.

- Por esta idiota ahora nos quedamos sin oportunidad.

- No sirve para nada, ¿No?

- No. Es igual que una basura. Solo estorba.

- "¿Por eso no me comentó nada? ¿Era un estorbo para él?"

Rutina del colegio: sobrevivir hasta que la campana marque las cuatro de la tarde.

Era la hora del recreo. La castaña dejó sus cuadernos sobre el escritorio y se levantó para salir del aula. ¿Para qué quedarse? Si lo único que hacían sus tan llamados "compañeros" de curso, era aislarla. Nadie le hablaba, a excepción de Sonoko, quien aprovechó a ir al baño.

Por donde caminaba, la gente la evitaba como si tuviera una peste encima. Veía sus miradas inquisidoras y analíticas. Algunas de ellas, se reían, hablaban en susurros o hacían comentarios cuando ella les pasaba por al lado.

- "Pero si ni me conocen. ¿Qué demonios saben de mí para verme o hablar de mí de esa manera?"

Para no escuchar a nadie, sacó su teléfono y se puso los auriculares. Tenía varias canciones en él, pero ninguna servía para mejorar su humor. Quizás, porque no le estaba prestando atención en lo absoluto a lo que cantaban.

Últimamente, se estaba dando cuenta que le estaba costando focalizarse en algunas cosas.

- "Debe ser el cansancio y el estrés. Sólo tengo que dormir bien esta noche."

Salió a tomar aire por más que la temperatura del día estaba muy alta, y pensó en algún lugar inhóspito e intransitable. La terraza ya no era uno de ellos, debido a que algunos alumnos la vieron subir y la dejaron encerrada con el calor que hacía estas semanas. Fue un milagro que ese día no haya sufrido una insolación.

Decidió ir hacia atrás de todo del campo, donde se encontraba el muro que rodeaba el colegio. Tal cual lo había pronosticado, se encontraba vacío, por lo que se sentó contra la pared, cerca de algunos árboles.

Aprovechó a mirar su teléfono, viendo que tenía varias notificaciones de un grupo que crearon las del este y Kazuha.

- "Algo bueno que tengo que rescatar de... toda esta mierda de Organización de Negro".

- "Todavía recuerdo cuando papá me notificó que los chicos se encontraban en el hospital. Sí, resultó que él también se involucró al final de todo esto."

- "Llamé a mamá y a Kazuha-chan para comunicarles lo que pasó, aunque ambas ya lo sabían. Imposible explicar lo mucho que corrí para llegar a ese maldito hospital. Los nervios y la incertidumbre, de no saber qué pasó, cómo estaban o en qué se metieron."

- "Vaya sorpresa cuando llegué, y me enteré que el equipo principal, estaba compuesto por cuatro estúpidos adolescentes. Cuatro. No dos. ¡Cuatro! ¡Había cuatro estúpidos en total!".

- "Uno era Shinichi, y el otro era Hattori-kun. ¿Quiénes eran los otros dos?".

- "Recuerdo haber visto a dos chicas de mi edad. Una muy parecida a mí, que estaba abrazada a otra de pelo rojizo morocho. Ambas expectantes de noticias, al igual que yo."

- "Me acerqué a hablarles porque una de ellas me resultaba familiar, y fue ahí que conocí la existencia de Aoko-chan y Akako-chan... y la de los otros dos estúpidos adolescentes. Claro que en ese momento, no sabíamos que Kaito Kuroba, era en realidad Kaito Kid. Otro mentiroso más, con un físico muy parecido al de Shinichi. Se podría decir que son iguales en todo sentido." – Pensaba con cierta amargura.

- "Después caí en la cuenta, de que ya me había cruzado con Aoko-chan. Ese día que confundí a Kuroba-kun con Shinichi en Shibuya. En definitiva, resultó que todos estábamos más cerca e interconectados de lo que creíamos."

- "Al rato llegó mi madre, Sonoko y mucho después, Kazuha-chan. Y fue así como empezó nuestra amistad: en el medio del caos."

- "Cuando todos nuestros padres se juntaron, junto con los de los cuatro estúpidos adolescentes internados, fue que nos contaron a grandes rasgos lo que sucedió. Fue tal el shock de enterarme a grandes rasgos lo que pasó ese día con Shinichi, que creo que anulé mi cerebro de toda información. Debe ser por eso que no recordaba ciertos detalles, como que Hattori-kun estaba herido en un brazo."

- "Sí me acuerdo, que no nos dejaron verlos en todo el tiempo que estuvieron internados, y lo único que nos decían, era que estaban estables. Solo agotados física y mentalmente."

- "Estar ahí fue un infierno. Demasiada conmoción, camarógrafos por todos lados, médicos corriendo por la cantidad de heridos que requerían de ayuda. Nos dijeron que no podíamos hacer nada y que mejor esperáramos en casa. No quería irme, pero papá y mamá me obligaron a hacerlo."

- "Recuerdo que los padres, tanto de ellos como los nuestros, se quedaron esperando noticias en el hospital con todo el equipo policial y táctico. Y Sonoko determinó, que todas nosotras debíamos ir a su casa, que era la más amplia."

- "Mientras esperábamos noticias, nos conocimos un poco y nos mantuvimos unidas en todo momento. Así fue como empezamos a crear este lindo grupo de amigas."

La campana que señalaba el final del recreo sonó. Por ende, se levantó y empezó a caminar hacia su tortura diaria. Cuando entró al aula y se acercó a su escritorio, recibió unas cinco punzadas más sobre su pecho.

Sus cuadernos estaban mojados. Sus útiles, rotos o desparramados por el piso. Su escritorio se encontraba en pésimas condiciones, con palabras talladas sobre la madera. Palabras como: "muérete", "puta", "desaparece". Su silla se encontraba con sustancias pegajosas que no quería ni saber qué eran,

No podía hacer otra cosa que ver todo ese chiquero, y no entender cómo fue que nació tanto odio hacia ella.

- ¡Se fueron al carajo! – Gritó Sonoko, cuando volvió al aula y vio el episodio. – ¿A ver si son tan valientes de decirme quién o quienes fueron lo que lo hicieron?

- ...

- Son unos malditos inservibles y cobardes.

La de pelo corto se acercó a Ran y le puso una mano en la espalda, moviéndola hacia arriba y hacia abajo.

- Te ayudaré a limpiar esto, cambiaré mi escritorio por el tuyo y te prestaré mis cuadernos. No dejes que esto te haga daño.

- "Imposible."

Rutina de la tarde: cambiarse, limpiar la casa, hacer la tarea, hacer la comida y comer.

Antes de irse a bañar, aprovechó a ver todos los mensajes que había en el grupo. Quedó tan alterada con el episodio del aula, que se había olvidado de ellos.

- En resumen, quieren reunirse este viernes en lo de Sonoko para hacer pijama party, pero Kazuha-chan no puede.

- A decir verdad, no tengo muchas ganas de reunirme. Solo quiero dormir. ¿Puedo irme a la cama sin contestar?

Su teléfono empezó a vibrar repetitivamente. Las chicas se dieron cuenta que estaba en línea, y empezaron a escribirle.

- Claramente no. Mi plan quedó arruinado.

- KT: ¡Ran-chan! ¿Estás bien? No contestaste en todo el día. Sonoko nos comentó un poco lo que pasó hoy. (emoticón con cara de espanto).

- SS: Mejor que empieces a responder. Ya te di tu tiempo de enfriamiento. Si no lo haces, voy para tu casa. (emoticón de policía).

- RM: ¡Sonoko, son las nueve de la noche! Que ni se te ocurra. Estoy bien, solo estoy cansada.

- AN: ¿Me das permiso para ir con un par de cuchillos a tu colegio? (Foto de Freddy Krueger).

- RM: ¡Aoko-chan!

- AN: Estoy re podrida de estos malditos parásitos que se creen superiores en todo.

- KT: Veo que las cosas no cambiaron mucho de tu lado.

- AN: No.

- AK: Definitivamente puedo confirmarte eso. El aula a veces, se vuelve un gran campo de batalla.

- AN: Akako-chan, mejor cállate.

- SS: Volviendo al tema. Ran, ¿Leíste lo que estábamos planeando?

- RM: Eh, sí. Recién.

- SS: Me imagino que vendrás, ¿No?

- RM: ...

- SS: ¡RAN MOURI!

- RM: ¡No me retes con tus mayúsculas! (emoticón llorando). Si te soy sincera, esperaba irme a dormir temprano. Estoy muy cansada.

- AK: Te va a hacer bien despejarte. Sal un poco de los ambientes que frecuentas y divirtámonos un poco. Si tienes sueño, te duermes. Después de todo, estaremos en una habitación en pijamas.

- AN: ¿Consideras un short y musculosa como pijama? Me estoy muriendo de calor.

- SS: En lo que a mi respecta, duerman desnudas si quieren. Aun así, sepan que pondré el aire acondicionado a full. ¡Hace 34 grados y es de noche!

- RM: ¡Sonoko!

- SS: ¿Qué? Encima que les digo que se pongan cómodas...

- AK: Volviendo nuevamente al tema, parte dos. ¿Vendrás?

- RM: Ok. Iré.

- SS: Wiii. Si quieren, podemos juntarnos luego del colegio en algún punto intermedio.

- KT: Siento no poder juntarme con ustedes (emoticón triste).

- SS: No te preocupes. ¡Intenta pasarla bien con Hattori-kun!

- KT: Esperemos (dedos cruzados). Luego les comento.

La conversación siguió con tonterías, donde Ran generalmente contestaba con monosílabos o ni siquiera respondía. Dejó el teléfono en su habitación, y procedió con la rutina de la noche: bañarse, lavarse los dientes, estudiar e ir a dormir.


Casa de los Suzuki– Tokio – Julio – Semana 3 Año 1

Nuestras cuatro adolescentes se habían reunido a la salida del colegio, yendo directamente a la casa de Sonoko. Ni por broma iban a estar merodeando por la calle con casi cuarenta y dos grados de calor. Por ende, decidieron refrescarse y pasar el día en la pileta hasta que se hizo prácticamente de noche.

Era viernes a la noche. Una noche en la que ni las cigarras cantan por el asqueroso calor que emana la tierra recalentada del día. Pero tocaba tomar la decisión más difícil: qué comer en un día donde te derretías, se te cerraba el estómago y no tenías ni la más remota ganas de cocinar. Luego de haber debatido por treinta minutos, decidieron cenar unas exquisitas y frescas piezas de sushi.

Ahora, las cuatro adolescentes pasaban por las puertas de la amplia habitación de Sonoko, encontrando el paraíso.

- Gracias por haber dejado el aire acondicionado prendido, Sonoko-chan. – Exclamó Aoko con alegría, cuando sintió el frío sobre su piel. – Detesto el calor.

- Deberías vivir en un iglú. – Le reprochó Akako.

- No sería mala idea.

- ¿Sabías que la temperatura adentro, es de cero grados? ¿No eres un poco extremista?

- ¿Cómo es que sabes esas cosas que absolutamente nadie sabe?

- "Me recuerda a alguien". – Pensaba cierta castaña.

Sonoko vio el rostro de Ran, entendiendo lo que estaba pensando. El comentario, también le había hecho recordar inmediatamente a Shinichi.

Prendió la tele para dejar algo de fondo. Pero si bien cambiaba de canal, todos seguían con las noticias de siempre: tasas de criminalidad, la expectativa de sentencia del juicio de los miembros de la Organización, opiniones sobre la actuación de los agentes y fuerzas de seguridad, debates y análisis sobre el plan estratégico que usaron para desmantelar la organización, rumores e investigaciones sobre los cuatro adolescentes, etc.

- Es increíble, ¿No? Pasaron tantos meses y todavía esto da de que hablar. – Apuntó Akako.

- Yo ya ni prendo la televisión. Ni la radio puedes escuchar. Pasan más noticias y discusiones entre los panelistas, que música. – Dijo Aoko con molestia, apagando el televisor.

- Hace unas semanas atrás, hablé con Hakuba-kun, antes de que se vaya a Inglaterra.

- ¿Hablaste con él?

- ¿Por qué no lo haría? El que tengas un problema con Kuroba-kun, no significa que debas dejar de hablarle a él también.

- No hablaré con ninguno de ellos. Son los cuatro iguales, y no merecen para nada que les dirija la palabra.

- ¿Y si algún día Kazuha-chan trae a Hattori-kun? ¿Le harás pasar un mal momento a tu amiga porque su novio está presente? Ellos también pasaron por mucho. Solo debes darles la oportunidad de comprenderlos.

- Repito. ¿Por qué voy a querer hacer eso? Los cuatro son unos malditos mentirosos sin escrúpulos. ¿Por qué debería escucharlos? Se rieron enfrente de nuestras caras y lo único que les importaba, era descubrir a esa Organización, sin pensar en la gente que los rodeaba.

- ¿Y cómo sabes que no tenían en cuenta a la gente cercana a ellos?

- Vamos, Akako-chan. No me tomes por estúpida. Si hay alguien que está siendo totalmente absurda acá, eres tú.

- Creo que una persona que le cierra la puerta en la cara a otro sin escuchar su versión de la historia, no puede recriminarme muchas cosas. – Le replicó seriamente la de ojos rojos.

- "¡Uh, durísimo. Pero cierto!" – Pensaba Sonoko.

- Tenía todo el maldito derecho a haber hecho eso.

- Igual de necia que siempre. Así no evolucionarás nunca. – Suspiró.

- ¡¿Qué?!

- Ok, tiempo afuera. Basta las dos. Claramente tienen criterios distintos e incompatibles con respecto a este tema. Así que, no se peleen, pasemos un buen rato entre nosotras y divirtámonos un poco, que para eso nos juntamos.

- "Es por esto que tampoco quería venir. Interactuar con ellas y aparentar que todo está bien, es agotador." – Pensaba la karateca.

- Iré al baño a cambiarme. – Declaró Aoko.

- Si quieres, puedes bañarte para sacarte el cloro de la pileta. Hay toallas en el armario, a la derecha. – Le indicó Sonoko.

- Ah, puede que lo haga. ¿No te molesta?

- Para nada. Sino, no te lo ofrecería.

- ¡Ok, gracias!

Cuando la del este cerró la puerta atrás suyo, la atmósfera volvió a relajarse un poco.

- Lo siento. Aoko está en una posición un poco testaruda respecto de este tema. Creo que deberé dejar de hablar sobre ello cuando esté presente. ¿A ti te molesta, Ran-chan?

- ¿La verdad? No lo sé muy bien. No me siento cómoda hablando o escuchando temas sobre... Sh... él.

- Ya veo. Perdón si te incomodé.

- Está bien. No te preocupes. ¿Hakuba-kun estaba bien?

- Le costaba caminar, pero estaba bien. Eso sí, lo noté muy cansado.

- ¿Por qué le costaba caminar? – Indagó la karateca.

- Por su tobillo. ¿No sabes nada de eso?

- ... – Y movió la cabeza en negación.

- Se golpeó gravemente en una de las explosiones, y estuvo ocho semanas con yeso. Se salvó por poco de que le operen el pie.

- ¿Explosiones? ¿Qué explosiones?

- Ran-chan, ¿Qué fue lo que te contó... tu sabes quién?

- Me contó lo que pasó desde el parque de diversiones hasta que la desmantelaron, y la gente que se involucró. Pero no entró en detalles de esa magnitud.

- Y tampoco le preguntaste o viste las noticias, ¿No?

La mirada de la castaña, bajó. Cada vez tenía más preguntas sobre el tema, pero no se atrevía a poner ningún canal o una página de noticias para terminar de enterarse de todo lo que pasó.

- Probablemente lo haya hecho para no preocuparte y ahogarte con más información de la que ya debías procesar en ese momento. Estoy empezando a entender la clase de persona que es.

- "¿La clase de persona? Es un mentiroso como dijo Aoko-chan. Esa clase de persona es, ¿No? Pero, ¿Por qué algo dentro mío me dice todo lo contrario? ¿Por qué tengo emociones ambivalentes con respecto a todo esto?"

- Pues sí. Es así como piensas, Akako-chan. – Opinó Sonoko, sorprendiendo a Ran. – Yo también estoy enojada por cómo decidió llevar las cosas a cabo. Pero por otro lado, creo que entiendo muy bien el por qué. – Terminó de decir, mientras veía a su amiga de la infancia fijamente.

- Entiendo. – Le respondió la de ojos rojos con una sonrisa, la cual se desvaneció prontamente. – Hakuba-kun... estuvo hablándome un poco sobre ellos. Hattori-kun, terminó herido de un brazo por una bala de uno de los miembros de esa organización. Kuroba-kun, con varias lesiones y golpes. Algunas de carácter grave.

- "¿Y Shinichi? No quiero hablar de él, pero por alguna razón, quiero saberlo. ¿Por qué?"

- Pero aún así, me comentó que estaba preocupado más por el post efecto, que por las heridas físicas que tenían.

- ¿Post efecto? – Consultó Sonoko.

Akako se levantó y prendió el televisor de vuelta, dejándolo en cualquier canal.

- ¿Ustedes creen que pudieron terminar bien, sin secuelas, después de todo esto? Y no me refiero solo a las físicas, sino a las psicológicas también. – Opinó, señalando el televisor. – Según Hakuba-kun, es ahora cuando más necesitan de apoyo. Kuroba-kun por ejemplo, dejó de acudir al colegio cuando apenas regresó de recuperarse. Muchos de los chicos no lo trataron bien, y creo que tampoco podía soportar ver a Aoko tan enojada con él. Sinceramente, estoy preocupada por él y hace rato que estoy intentando rastrearlo... pero no puedo encontrarlo. Cada vez que estoy por acercarme, se aleja.

- ...

- Tu, no sé que relación tienen ahora, desapareció otra vez como si se lo hubiera tragado la tierra. ¿No te resulta extraño? – Le preguntó a Ran. – Hattori-kun cada vez que lo muestran por pantalla, está cada vez más ojeroso y menos comunicativo.

- Tienes razón. – Opinó Sonoko, justo cuando enfocaban una imagen del detective del oeste por la televisión. – ¿Y tu amigo? Dijiste que estaba cansado.

- ¿Hakuba-kun? Irradiaba una onda de agobio mental extrema. Imagínense estar inmovilizado tanto tiempo, con todo este despelote en cada cosa eléctrica recreativa que quieras usar.

- ¿Libros?

- Le pregunté lo mismo. – Aclamó con gracia. – Pero me dijo que veía el texto y no podía concentrarse en las palabras. Me contaba que cada vez que cerraba los ojos, la historia se repetía una y otra vez dentro de su cabeza, y no podía frenarla. Por eso decidió irse a Inglaterra cuando apenas logró el aval del médico. Necesitaba salir del círculo vicioso.

- ...

- Sé que tanto a ti como a Aoko, les está costando procesar todo esto. – Comentó, dirigiéndose a Ran. – Pero, si a ustedes les cuesta, imagínense lo que les debe estar costando a ellos, que fueron los que experimentaron todo ese quilombo en primera persona. – Y volvió a señalar la pantalla.

Imágenes de los cuatro chicos aparecían una y otra vez, y la castaña de pelo largo no pudo sentir una puñalada cuando vio el rostro de Shinichi.

Le dolía. Todo lo relacionado a él le dolía mucho, y su cuerpo no podía todavía con ello. Por ende, giró la cabeza para dejar de verlo.

- Cambiaré esto y buscaré alguna película divertida, antes de que venga Aoko. – Determinó la de ojos rojos, al ver su expresión.

- Buena idea. Iré a buscar algunos snacks para la noche. – Declaró la de pelo corto, levantándose y yéndose.

- Ran-chan, ¿Estás bien? – Consultó Akako.

- Sí. – Le respondió, con apenas una sonrisa casi imperceptible.

- Pues... tu aura no me dice exactamente lo mismo. – Dijo abrazándola. – Me imagino que estás pasando por mucho. Solo recuerda que estamos contigo cuando lo necesites, ¿Si?

- Gracias. – "¿Por qué eres la segunda persona que me dice esto?"


Casa de los Mouri – Tokio – Agosto – Semana 3 - Año 1

Rutina de la mañana: destrozar la alarma contra la pared, ir al baño, lavarse los dientes, lavarse la cara, dejar de mirarse al espejo.

Rutina post baño: cambiarse, tomar un vaso de agua, saludar a su padre, lavarse los dientes, tomar sus cosas e ir al colegio.

- ¿De nuevo vas a irte sin desayunar? – Le preguntó su padre ese día. – Ya hace varios días que noto que no lo haces.

- Últimamente tengo mucho dolor de estómago y no tengo hambre.

- ¿Otra vez?

- ...

- Ran, ¿Te pasa algo? Estás rara. ¿Y me parece a mí o estás más delgada?

- Estoy bien.

- No te ves bien. ¿Por qué no te quedas en casa o vamos al médico?

- No puedo. Tengo los exámenes dentro de poco.

- Mira. Sé que no fue fácil lo que pasó. – Dijo, mientras se tocaba la nuca con nerviosismo. – Pero si necesitas hablar algo referido a lo que pasó con Shin...

¿Primera puñalada de la mañana? ¡Es muy temprano para eso!

- ¡No! ¿Por qué todos siempre tienen que mencionarlo? ¡Estoy bien! ¿Por qué no me dejan en paz? – Le gritó a puro pulmón, descolocando al detective.

Suspiró con fastidio y enojo, y se fue marchando a paso marcado. Obviamente, salió por la puerta cerrándola con fuerza.

- "Maldita panadería con techo de color gris. ¿La verdulería no podía ser un poco más creativo y elegir otro color distinto a la panadería? Al menos el de la carnicería era negro"

- "El cantero de la primer casa de la cuadra tiene flores grises. ¿Quién pondría algo tan inexpresivo en la entrada de su casa? ¡La de la segunda, tenía dos macetas con flores grises también! ¡Hasta las rejas del colegio eran color gris! ¿Qué es? ¿El maldito color de moda?"

La situación y su humor no parecían mejorar ese día al darse cuenta que se había olvidado de preparar su almuerzo.

- ¿Te olvidaste el almuerzo? – Preguntó su mejor amiga.

- No lo hice. No tenía ganas de cocinarlo ayer.

- Vamos a la cafetería así pedimos algo para ti.

- Prefiero que no.

- Estarás conmigo, no pasará nada.

- ¡Dije que no! – Le respondió, elevando la voz. – ¿Por qué todos me tienen que llevar la maldita contra en el día de hoy?

Sonoko se quedó pasmada por unos segundos. Su amiga no estaba comportándose como habitualmente lo hacía, y casi nunca le había gritado en su vida.

Muy a pesar del pequeño destello de dolor que sintió, decidió dejarlo de lado e intentar ayudarla de alguna forma.

- ¿Desayunaste?

Y Ran miró sus pies.

- Me lo imaginé. No acepto un no. Sé que tu padre está teniendo algunos problemas con el trabajo, y que siempre te acotas lo más posible al presupuesto que acuerdas con él. Pero debes comer. No creo que un almuerzo haga estragos en las finanzas.

- ...

- Sí sientes tanta culpa por ello, entonces te lo compraré yo. A comer sin chistar.

- ¡Olví...!

- ¡Dije sin chistar! – Y esta vez, fue ella la que elevó la voz. – Eres mi mejor amiga, y la única que tengo. No voy a dejar que sufras un colapso por no haberte alimentado como corresponde.

- ...

- Ran, me estás preocupando. No eres la misma últimamente.

- "¿Por qué todos me dicen lo mismo?" – Estoy...

- Bien. Sí, ya me conozco ese speech de memoria. Si solo me lo estás diciendo para no preocuparme, no está funcionando. Soy tu amiga desde que éramos chicas. Sabes que puedes contarme cualquier cosa y más que nada, sabes que estoy cuando lo necesitas.

- Lo sé.

- Ok. Haremos un mejunje entre lo del tupper y lo que traiga. ¿Comemos adentro? Afuera es imposible estar.

Sonoko le entrego a Ran el rectángulo de plástico que trajo desde su casa, y se dirigió al comedor para ir por un par de sándwiches frescos.

La de largo pelo castaño, observó a sus alrededores, no gustándole mucho la idea de comer con todas las sabandijas satánicas. Pero considerando lo que Sonoko estaba haciendo por ella, no tenía mucha opción.

Muy a lo lejos de todos, vio un pequeño lugar recóndito.

- El lugar perfecto.

Se sentó y espero a que su amiga volviera, no bajando su guardia en ningún momento.

- "No puede ser que esté permanentemente de esta forma. No puedo dejar de ver a cada persona, cada movimiento, esperando lo peor. Estoy... cansada."

Su mirada se dispersó por un momento, al igual que su mente. Era ver, pero no observar. Como si estuvieras viendo la película de tu vida en tercera persona.

- Aquí estoy. ¡Chará! – Exclamó, presentándole los sándwiches. – Tienen muy buena pinta.

Gracias a la interjección de Sonoko, su mente volvió a su cuerpo, para prestarle atención.

- Toma. Prueba este, que sé que te gusta. – Le dijo la de pelo corto, mientras le alcanzaba uno.

Ambas estuvieron hablando por un largo tiempo, hasta que acabaron con todo. La karateca se sorprendió que hayan podido almorzar sin ningún tipo de problema.

- "Quizás, estoy sobre exagerando las cosas."

Sonoko miró el reloj, viendo que les quedaban diez minutos antes de que su próxima clase comience.

- ¿Qué haces en este edificio? Tu perteneces a los caniles, donde están todas las perras de la calle juntas. – Exclamó un chico.

- Córtenla de una vez y salgan de acá. – Bufó la de ojos verdes, al escucharlos reírse. – ¿No se cansan de ser tan estúpidos? Quizás debería llamar al departamento de ciencia para que investiguen si realmente no es una plaga. Últimamente, veo cada vez más idiotas.

- Es una lástima que pierdas tu tiempo en basuras como estas, Suzuki-san.

- Tienes razón. – Admitió la de pelo corto, con una sonrisa irónica. – Vámonos Ran. – Y la tomó de un brazo. – Desperdiciamos nuestro preciado tiempo con este montón de basura.

Una de las chicas empujó a Sonoko por la espalda, provocando que caiga al suelo de rodillas.

- ¡Sonoko! – Gritó la karateca, preocupada por su estado.

- No tan rápido. – Determinó una de las chicas, agarrándola por el pelo, y tirando de ella hacia atrás.

Unos cuantos chicos impidieron que la de ojos verdes se acerque a la castaña, por más que peleaba contra ellos para llegar hasta ella.

- Me parece que la ballena necesita líquido.

Una de las chicas se acercó, tirándole un jugo abierto a Ran.

- ¿El puerco necesita comer los restos?

Luego, dos chicos se sumaron, desechando los restos de comida que se encontraban sobre sus bandejas de almuerzo.

- Yo la veo bastante gorda, pero dicen que nunca están satisfechos. Así que, a darle de comer.

Rutina del colegio: soportar el maltrato del día.

Sonoko tenía el ceño totalmente fruncido por la preocupación. Ran había desaparecido después del accidente del almuerzo, y jamás regresó al aula. Las clases por el día de hoy habían terminado, y no le estaba contestando el teléfono.

- "¿Y si le pasó algo? ¿Si la encerraron entre el grupo de arpías? No, no puede ser. Estaban en el aula, y dudo que las de los cursos inferiores no hayan asistido a clases. Pero entonces, ¿Dónde está? No está en la terraza, no está en el patio, no está en los baños del piso del comedor... ¿Dónde te metiste? ¡Maldición, Shinichi-kun! ¿Qué demonios te pasó ahora para que no estés aquí? Cuando te necesito, no estás."

Recorrió la biblioteca, las zonas que solían frecuentar, el auditorio, el dojo. No estaba por ningún lado.

- ¿Se habrá ido a su casa?

Preguntó a un par de personas que conocía, pero ninguna la había visto.

Siguió deambulando por los pasillos hasta que se le ocurrió el último lugar que podría llegar a estar. Los baños que se encontraban más alejados del edificio central, y que casi nadie iba.

- ¿Ran? ¿Estás aquí?

No hubo respuesta. Así que Sonoko fue abriendo cada puerta de cada cubículo del baño, hasta que dio con una que se encontraba trabada. Golpeó un par de veces y la llamó, pero no se abrió.

No fue hasta que prestó atención, que escuchó una leve música sonar.

Se metió en el cubículo de al lado, y se subió al inodoro para colgarse sobre la pared de costado. Y ahí estaba. Con los auriculares puestos, sentada de costado y sobre el inodoro, apoyando los pies sobre el borde para ocultarlos por si alguien pispeaba por el suelo.

Se bajó para agarrar una cantidad de papel higiénico y hacer una bola. Volvió a colgarse y se la tiró sobre los cuadernos que tenía abiertos.

Inmediatamente, vio como se tensó y como vio para arriba. Y lo que Sonoko observó, no le gustó para nada.

Sus ojos tenían una mezcla de derrota, cansancio, temor y destrucción. Podía seguir buscando sinónimos, pero ningún posible antónimo se encontraba en la lista a enumerar.

- ¿Qué demonios haces? – Suspiró aliviada la karateca, al darse cuenta que era su amiga. Se sacó uno de los auriculares de la oreja.

- Es lo que me gustaría preguntarte. Hace más de treinta minutos que estoy buscándote. No me atiendes el teléfono, no me contestas los mensajes y encima, no me respondes cuando te estoy llamando como loca del otro lado de la puerta.

- Aprovecho a estudiar en paz, en un lugar donde pueda hacerlo.

- Ábreme la puerta que ya estoy cansada de estar colgada.

Sonoko se bajó y dio la vuelta. Esperó a que suene el clack de la cerradura de la puerta para saber que estaba abierta, y avanzó hacia ella.

- Hay algo que se llama biblioteca. Huele a papel viejo, pero al menos no soportas otro tipo de fragancias no deseadas. ¿Cómo puedes haberte quedado acá?

- ...

- ¿Hasta cuándo te esconderás de todo esto?

- Hasta que todo el mundo se haya ido y no me tenga que cruzar con nadie.

- Ran, esto está mal. No puedes dejar que te pisoteen de este modo.

- Es fácil decirlo. A ti nadie te molesta.

- Porque no lo dejo. Y con la fuerza que tienes tu, deberías ubicar a más de uno. Antes lo hiciste en el pasado, ¿Qué evita que lo hagas ahora?

- Déjame ver. Me dicen marimacho, que tengo brazos de plomero, y que es más probable que un orangután sea mi pareja.

- ¿Y qué te importa lo que digan de ti? ¿Acaso les crees?

- ...

- ¿¡Te lo estás creyendo en serio!?

- ¡Porque tienen razón! ¿Para qué otra cosa que no sea karate sirvo? Todo lo rompo o lo trato con la fuerza. Pregúntale al despertador todas las mañanas. En cualquier momento deja de funcionar.

- ¡No tienen razón!

- Todos, absolutamente todos dicen lo mismo. Si todos lo hacen, es porque deben tener razón. Y todavía no se qué hice mal o qué no hice bien. Pero se ve que me lo merezco. Primero Shinichi me hace añicos y ahora ellos. Estoy esperando que venga el próximo individuo a clavarme el próximo puñal y así termino de desangrarme de una vez.

Sonoko se quedó estática. A medida que pasaba el tiempo, veía que Ran decaía cada vez más. Su rostro perdió cualquier tono de color, sus ojeras eran cada vez más notorias, ya que no se maquillaba más. Sus ojos se encontraban totalmente inexpresivos, rojos y cansados. Además, estaba siempre con aire deprimente, ocultando sus lágrimas atrás de esa sonrisa falsa que tanto odiaba. Y lo peor de todo, es que no hablaba con nadie.

- ¿Todavía no se comunicó contigo?

- ¿Por qué iba a hacer eso? Le dije que se alejara de mí, ¿Para qué me llamaría? Y a decir verdad, creo que tampoco quiero verlo o escucharlo. Ya bastante me duele escuchar su nombre.

- Eso no es muy habitual en él.

- ¿Tú crees? Me hizo exactamente lo mismo hace un año atrás.

‐ Ran, en ese momento, Shinichi era Conan. De alguna forma se aseguraba que estabas bien. Esto es diferente. Ahora sí desapareció por completo. Y por más que estés enojada con él y lo hayas mandado a cagar, no se alejaría tan fácilmente de ti.

- ¿Ahora te pones de su lado?

- No. Los conozco a ambos desde jardín de infantes, y son mis únicos dos grandes y cercanos amigos. Se lo que piensa cada uno y lo que siente cada uno, respecto del otro. No me tomes por tonta.

- ...

- Por favor, tienes que hacer algo con esto. Solo piénsalo. – Le dijo, mientras la abrazaba con miedo. Sentía que su amiga se estaba perdiendo en un remolino, y que el día que dejase de girar, iba a lastimarse gravemente. – Vamos. Te llevaré a casa.

Rutina de la tarde: cambiarse y hacer la comida.

Estaba muy cansada, pero fue a bañarse como todas las noches.

Se desvistió y estuvo dentro del agua hasta que se le acabó el agua caliente.

Cuando terminó, se miró al espejo, encontrando a un fantasma del otro lado del vidrio.

- "¿Vieron su pelo?"

Su cabello estaba hecho un desastre. Empezó a cepillarlo, notando como varios de sus cabellos se quedaban atrapados entre las cerdas.

Miró de forma extraña el acontecimiento, y empezó a pasarse la mano por todo el pelo, viendo la cantidad de cabello que quedaba entre sus dedos.

Asustada, dejó de hacerlo y se miró al espejo por un momento. Estaba empañado, por lo que pasó la toalla por él.

- "¿El puerco necesita comer los restos? Yo la veo bastante gorda, pero dicen que nunca están satisfechos."

- ¿Estoy más gorda? – Se preguntó, mientras pasaba sus manos por su plano vientre. – Quizás, dejar karate no fue una buena idea.

- "Eres horrible."

- "Miren quien llegó. El bicho raro."

- Puede que sea verdad. Tengo varios granitos que antes no tenía, y una peca que no reconozco.

- "¿Quién podría estar con una persona así?"

- Mis uñas son un desastre, y últimamente se rompen seguido.

- "No puedo creer que haya sido novia de Kudo-kun."

- Yo tampoco. Mi piel parece más seca de lo normal, y mis piernas no parecen ser iguales...

- Ran, ¿Puedo usar el baño? Hace más de cuarenta minutos que estás ahí. – Resonó la voz de Kogoro, por la puerta.

- Ya salgo. – Respondió asustada. – "¿Qué demonios estoy pensando?"

Apresuradamente se vistió, y se puso a hacer la rutina de la noche: lavarse los dientes e ir a dormir.

Corrección. Intentar dormir.

Se levantó y vio la hora, observando que eran las tres de la mañana. Agotada por no poder pegar un ojo, fue a la cocina por un vaso de agua. Al servírselo y tomar el vidrio entre sus manos, no sentía el frío del líquido sobre las paredes del mismo. Era extraño, pero aun así, se lo tomó hasta el fondo de una sola vez.

Cerró los ojos y suspiró fuertemente.

- "Estoy muy cansada. Siento que no tengo la misma energía de siempre. ¿Qué me está pasando? Además, se me está cayendo mucho el pelo. Eso no es normal."

Empezó a peinarse con los dedos. Una peinada, dos mechones. Otra peinada, cuatro mechones.

Abrió los ojos y se quedó mirando con miedo sus manos. Siguió realizando las mismas acciones con desesperación, hasta que con sus dedos llegó a tocar su cuero cabelludo. Fue ahí cuando paró todo movimiento, y se quedó perpleja.

- "No puede ser." – Pensaba, mientras veía sus manos llenos de cabello.

Se dirigió corriendo al baño. Prendió las luces, y se miró al espejo... y lo que vio, la atormentó. Parte del lado izquierdo de su cabeza se encontraba sin pelo, como si se hubiera pasado una rasuradora.

- No, no, no, no, no. Esto no puede estar pasándome.

Siguió pasándose las manos por su cabello, un movimiento tras otro, notando como la cantidad de pelo seguía cayéndose. Se vio nuevamente al espejo, encontrándose casi calva.

El grito que pegó, debió de haberlo escucharlo hasta su madre en la otra punta de la ciudad.

- Ran, ¿Qué te sucede? – Preguntó Kogoro, a los gritos.

Pero ella no le estaba prestando atención. Estaba demasiado traumada con su imagen frente al espejo. Las chicas del colegio tenían razón. Era horrible. Era fea. Nadie se podía fijar en ella.

- ¡Despierta ya de una vez, maldición!

- "¿Despierta? ¿Cómo que despierta?"

Inmediatamente abrió los ojos, encontrándose en su habitación con las luces prendidas, y con la imagen de su padre.

- Fue una pesadilla. Solo fue una pesadilla. Estás bien. – Intentó calmarla Kogoro, quien se sentó a su lado.

La mano de ella fue a su cabeza, notando como su melena seguía existiendo. El hueco en su cuero cabelludo no existía.

- ¿Solo un sueño? – Preguntó para cerciorarse.

- Solo un mal sueño. ¿Estás bien?

Y Ran asintió con la cabeza, pero con lágrimas en los ojos.

- No. No lo estás. Tranquila. – Le dijo mientras la abrazaba y le frotaba la espalda. – Ya pasó. Todo está bien.

- "No. No lo está. No lo está ni un poco.". – Pensaba, aferrándose fuertemente a su padre.


Casa de los Mouri – Tokio – Agosto – Semana 4 - Año 1

- Ran. Son las siete y cuarto, ¿Hoy no tienes colegio?

- ...

- ...

- ¿!Qué hora es!? – Gritó con euforia, saliendo rápidamente de la cama para ir al baño y prepararse para su día.

Rutina de la mañana y post baño: ir al baño, lavarse los dientes, cambiarse, tomar sus cosas e ir al colegio.

Hoy no tenía tiempo de mirar los aburridos e insulsos edificios. Todos le parecían del mismo color, así que corrió hasta llegar a las rejas grises del colegio.

Pero aún así, no llegó a tiempo.

- Mouri-san, llegas tarde. – La retó la profesora de matemáticas.

- Lo siento.

- Lo dejaré pasar por esta vez, pero que no se repita.

- Sí. Perdón. – Respondió, haciendo una reverencia.

Empezó a caminar hacia su escritorio, y las cosas empezaron a perder su línea. Se sentó rápidamente, teniendo miedo de desplomarse ahí mismo.

- "Debe ser el calor y la corrida".

La profesora empezó a dar la lección, pero no le estaba prestando atención. Tenía la birome en mano sobre sus cuadernos, pero no escribía. Su mirada, se quedó fijada en el pizarrón por dos horas.

- Ran.

Se asustó al sentir el zarandeo y la voz de Sonoko. El hecho la trajo a la realidad de nuevo, pensando que comenzaba la hora de los maltratos verbales o físicos.

Solo hizo falta ver un segundo a la de pelo corto, para saber que se venía el regaño. Sin embargo, se sorprendió cuando solamente apoyó una barra energética y un jugo sobre su escritorio.

- Desayuna algo antes de que te desmayes.

Sonoko se dio la vuelta para sacar algo de su mochila, y volvió a ella con un peine y una colita.

- No me peines. – Dijo asustada, mientras recordaba su pesadilla de la madrugada.

- Lo haré despacio. Tú me dices si paro. ¿Ok?

La ex karateca no estaba cómoda, aunque la dejó. Quería ver el bendito accesorio de moda, pero como se había puesto atrás de ella, no tenía visión.

- ¿Se te quedan muchos cabellos en el peine?

- ¿Mmm? No tantos. Mira. – Y le enseñó el pequeño utensilio de plástico.

- Ok.

Ran suspiró, y comenzó a comer su desayuno con un poco más de tranquilidad. Siempre le había gustado que Sonoko juegue con su pelo.

- Deberías cortarlo un poco. Tienes las puntas florecidas y va a crecer sin fuerza. – Le aconsejaba con un suave tono de voz.

Como hacía calor, decidió hacerle dos trenzas cocidas laterales, dejando la parte de arriba de su cabeza lisa. Cuando las dos trenzas llegaron a tocarse atrás de su cabeza, la dejó caer en una colita de caballo.

- ¡Perfecto! Ahora parte dos.

- ¿Parte dos?

- Sí. – Declaró, mientras buscaba algo en el bolso y se ponía frente a ella. – Hoy tienes un día complicado. Así que, aunque no esté muy de acuerdo con hacer esto, taparemos estas aureolas.

Con una pequeña esponja, comenzó delicadamente a pasarla en la parte de sus pómulos y por debajo de sus ojos. Logró un color uniforme y natural, por ende...

- Hazme el favor de quedarte así, y entreabre un poco los labios.

- ¿Para qué? No me pienso pintar los labios. – Le replicó, abriendo los ojos.

- No haré eso. Haz lo que te digo.

Ran le obedeció, no notando que Sonoko le sacó una foto con el celular.

- "Maldito Shinichi. Espero que mueras con esta foto." – Pensaba con un aura de maldad a su alrededor, al enviarle la foto.

- Listo.

- ¿Qué hiciste?

- Absolutamente nada.

- Sonoko...

- Oh, toca literatura. Salvada por la campana.

- Tonta. Gracias por... todo.

- Para eso están las amigas.

La de pelo corto pispeó el chat con Shinichi.

- "Increíble que la última conversación haya sido hace tanto tiempo atrás."

- "Ok. Esto es extrañó. La foto tiene un solo tilde: el de enviado. ¿Y el de recibido?"

Guardó el celular bajo su escritorio, y el frunce de su ceño jamás desapareció de su rostro en toda la cursada.


Habitación 265 – Jueves 8.20 am. – Actualidad.

- Ahhh, ¿Por qué tuve que dejar el celular? – Se quejó, pasando reiteradamente la mano por el pelo hacia adelante y hacia atrás en frustración. –Malditos médicos, malditos padres, malditos...

- Shhh. Cállate.


Escuela secundaria Teitan– Tokio – Agosto – Semana 4 Año 1

Hora de gimnasia. Las mujeres jugaban al vóley en una de las canchas, y los hombres al fútbol, en la que se encontraba a su lado.

Formar equipo, era un parto para Ran. Siempre era la última en ser elegida y ya de por sí, la miraban mal cuando conformaba cualquier equipo. Y luego, o nunca le pasaban la pelota o no paraban de decirle cosas.

- ¿Por qué caminas así? Por favor, pareces una gallina.

- Con esas piernas flácidas, ¿Cómo no va a caminar así? Solo le falta cacarear.

Un grupo de chicas se dedicó a imitar el sonido de las aves, haciéndola sentir incómoda por un largo rato.

Cuando la hora terminó y los profesores se alejaron, una de las mujeres decidió tirarle un saque potente sobre la espalda.

- Me parece que debemos perfeccionar la puntería para el torneo, ¿No? ¿Qué dicen chicas?

Fue así como un grupo de ellas, empezó golpearla a pelotazos.

La pobre chica que se encontraba en el suelo, cubriéndose como podía con los brazos, sentía el ardor y el dolor del impacto de los golpes.

Rutina del colegio: respirar hasta que alguien la mate de una buena vez por todas.

- Oh, podríamos unirnos ¿No? – Comentaron algunos chicos, al haber visto lo que pasaba.

- ¡Debemos grabar esto!

- ¡Hazlo!

Sonoko al ver la escena, y sabiendo que no había forma de poder parar esto ella sola, fue corriendo a buscar ayuda.

- Qué cobardes que son. – La castaña no pudo evitar decirlo en voz alta. – Tienen que hacer todo en grupo porque sino, son la nada misma. Ustedes resultaron a fin de cuentas, ser más tristes que yo.

- ¿Cómo te atreves? – Dos chicas la sujetaron de atrás, y otra le dio reiteradas cachetadas, hasta que sus mejillas quedaron coloradas.

- Ahora que estás rosa, si pareces un chancho.

- Deberíamos enseñarle modales con una dosis más fuerte. – Opinó uno de los chicos, sonándose los dedos.

- ¡Sí! Golpéala, Kei. Se lo merece. – Ran sintió como las chicas que la sujetaban, la dejaron sola.

- Será un placer.

Esperaba esa serie de golpes. Es el único castigo que le faltaba recibir. Ya está. Quería rendirse y que todo terminara. No tenía más ganas de respirar. No poseía más energía para moverse.

Solo atinó a ver como ese puño se preparaba para dirigirse hacia ella, y lo único que hizo, fue cerrar sus ojos.

- ¡Pero es que acaso están todos locos! – Exclamó Nakamichi a los gritos, logrando frenar cualquier tipo de contacto físico.

Sonoko llegó sin aliento junto con la profesora, y ambas se agacharon junto a Ran, para ver su estado.

- ¡No te metas en esto! – Respondió Kei, a los gritos.

- ¿Y quién eres tú para decirme eso? Eres un imbécil. Un gran imbécil. – Le respondió a los gritos, mientras se interponía entre él y Ran.

- Por culpa de esta zorra... – Empezó a explicar una de las chicas, señalándola.

- Para empezar, nunca más te atrevas a llamarla de ese modo. – Le respondió, con el tono más gélido que su garganta le permitió.

- La llamaremos como queramos. Que nos diga donde está Kudo-kun entonces.

- "Más puñaladas. Basta, ya no puedo soportarlo más. Dejen de nombrarlo, por favor. Basta."

- ¿Qué mierda te importa donde está? ¡Ni siquiera lo conoces! Deja de mencionarlo como si fuera tu maldito amigo. – Exclamó Eisuke Aizawa, al unirse al rubio.

- Si realmente lo conocieras, sabrías dos cosas. Una: que si no está acá junto a ella... – Dijo Nakamichi, señalándo a Ran. –... por algo serio es. Y dos: menos mal que no está presente. Por tu bien y el de todos ustedes, mejor que jamás se entere que esto pasó.

- Apártate Nakamichi-kun. Esto no te incumbe. – Le exigieron.

- ¿Están seguros de que quieren pelear conmigo? – Les dijo enseriándose, y sonándose los nudillos. – No me hago responsable de ninguna fractura expuesta por defensa propia, y me importa un reverendo bledo que una profesora esté presente.

Un silencio incómodo se hizo en el campo de juego. Todos conocían al compañero de juego de fútbol de Shinichi. El chico rubio, alto, atlético con buen físico. Si bien era conocido por ser el jodón del grupo y un poco pervertido, también lo era por su faceta de no dejarse pisar por absolutamente nadie.

- Ya, vayámonos. Esto perdió la diversión. – Dijo una de las chicas.

- Sí, tienes razón.

De a poco, el gran espacio al aire libre fue quedando vacío, hasta que quedaron solo cinco personas.

- Mouri-san, te aconsejo que vayas a la enfermería y a casa. – Le indicó la profesora.

- ¿Qué? ¿Eso es todo? ¿Pero es que no vio lo que pasó? – Le reprochó Sonoko.

- Por supuesto que sí. Pero, ¿Qué quieres que haga?

- ¿Cómo? ¡Pues maldición! ¿No es el deber de un profesor cuidar a los alumnos? – Exclamó, con indignación.

- Si ella deja que la acosen, entonces es su culpa. ¿Cómo esperas que soporte la vida de adulto en el futuro, si no puede con la de ahora? Debe hacerse fuerte si quiere sobrevivir en la jungla.

- ¿Está pensando en Darwin y su estúpida frase evolutiva? ¡Eso se aplica a los animales! ¡Nosotros somos unos malditos seres humanos! ¿Y usted se llama profesora?

- Mejor que se ubique Suzuki-san. Lo que pasa acá, son meros problemas entre amigos. Que los supere y los solucione. Si no tiene otro tema que hablar conmigo, debo hacer otras cosas más importantes.

Sonoko no podía creer lo que escuchaba. Se quedó pasmada, viendo como la profesora avanzaba por el campo.

- Ah, el quilombo que le voy a armar.

- Sonoko, detente. – Le rogó su amiga, en un susurro.

- Por supuesto que no. Iré con el director a dec...

- No. No lo harás.

- Ran, no puedes dejar que esto siga ocurriendo. Mira en el estado en que estás.

- No entiendes la posición de los maestros. Están en el medio. No es bueno para ellos que declaren un caso de acoso en su clase, y por eso intentan no entrometerse. Y tampoco es bueno para mí. ¿Sabes como te empiezan a cerrar las puertas en todos lados si eso se da a conocer?

- ¿Y qué vas a hacer? ¿Aguantar hasta que revientes? ¡Estás al límite de hacerlo! ¡Mira como estás!

- ¿Qué otra opción tengo?

- No puedes dejar que esto continúe.

Un incómodo silencio se hizo entre los cuatro integrantes.

- ¿Estás bien? – Consultó Eisuke, agachándose para llegar a su altura. – Toma. – Dijo alcanzándole un pañuelo. – Tienes el labio abierto.

- Deberían alejarse de mí. Solo les traeré problemas.

- Kudo...

Ran se tapó los oídos. No podía soportar escuchar ese nombre otra vez... y Nakamichi lo captó en segundos.

- Él y tú, fueron nuestros amigos por años. No nos conoceremos del todo bien, pero no por eso vamos a darnos la vuelta y aparentar que no pasa nada. No soporto ver que lastimen a la gente de esta forma tan estúpida. – Declaró, sentándose también.

- No sé por qué lo hacen, si yo no les hice nada.

- No es necesario que les inflijas algún tipo de daño para que te traten de ese modo. Solo sienten celos y frustración de ti. Deben creerse superiores a ti por la inseguridad e infelicidad que sienten sobre ellos mismos.

- ¿Por qué van a sentir celos de mí? Si no soy nada, ni nadie.

- Además de que eres su novia...

- No soy su novia.

Ambos hombres se quedaron sorprendidos por esa respuesta.

- ¿Se pelearon? – Quiso asegurarse Eisuke.

- Es... una muy larga historia. – Dijo con desánimo.

- ¿Hace mucho que no hablas con él?

- Casi tres meses.

- No espero que nos digas que pasó entre ustedes. Solo te diré lo siguiente: si él no está junto a ti, no te fue a ver, o no te habló por tanto tiempo, es porque algo definitivamente se lo está impidiendo. Después de los años que pasaste a su lado... ¿En serio crees que se iría por algo que le dijiste? – Le preguntó el rubio con honestidad.

- ¿Cómo sabes que fui yo?

- ... – Solo se dedicó a sonreírle con pena. – Te lo acabo de decir. Él nunca se alejaría de ti. Eres demasiado importante para él, Mouri-san.

- "No estoy de acuerdo."

- No puedes permitir que te hagan esto. Te conozco desde hace años, y nunca te vi tan mal como ahora.

- Estoy bien.

- No. No estás bien. ¡Date cuenta de ello, maldición! Ya dejaste karate, no sales de tu casa y hace semanas que dejaste de hablarles a las chicas. Prácticamente te estás alejando de todo lo que disfrutabas. Además, no estás comiendo, tienes un aura extraña y tus ojeras llegan al subsuelo del infierno. – Explotó Sonoko.

- Debo coincidir con ella. ¿Te estás viendo a un espejo? ¿Te estás escuchando? No estás bien. Mi hermano pasó por lo mismo hace un tiempo atrás, y puedo decirte que no estás yendo por buen camino. Tienes que buscar ayuda urgentemente antes de que sea demasiado tarde. Vamos. Te acompañaremos a la enfermería y a tu casa. – Determinó Nakamichi, ayudándola a levantarse.

- No es nece...

- Sí, lo es. – Determinó Eisuke, interrumpiéndola.

- ¿Por qué?

- Porque él es nuestro amigo, y tu también.

Durante todo el viaje, solo los hombres se la pasaron conversando, dado que la ex karateca no quería unirse a ninguna conversación. Comprendían el por qué, e intentaron que todo parezca normal para no ponerla más nerviosa o incómoda.

- ¿Segura estarás bien? No quieres que me quede contigo. – Consultó Sonoko, entregándole el bolso cuando llegaron a las puertas de la agencia.

- Estaré bien. Gracias a los tres por ayudarme y acompañarme. Lamento haberles causado molestias.

- No seas tonta. No fue nada. – Dijo Nakamichi, con su característica sonrisa.

Apenas se despidió de ellos y cerró la puerta de su casa, las lágrimas empezaron a caer como un torrente. La angustia que sentía era abismal, y sentía que su corazón estaba hecho trizas.

Se fue a su habitación directamente, sin cerciorarse de que su padre estaba en la casa o en la oficina. Cerró la puerta y se tiró sobre su cama, para abrazar a su almohada. La única confidente que soportaba sus lágrimas y gritos de dolor. Y no supo cuánto tiempo estuvo estoica o qué hora era, pero se sentía totalmente agotada.

El celular que había dejado sobre el respaldo de su cama, empezó a vibrar. Lo veía con fastidio, y aún así, se estiró para alcanzarlo.

- Ran-chan. Ya llega el sábado (al fin). ¿Quieres que nos juntemos con las chicas o solas? Perdón que no pude reunirme la última vez.

Leía una y otra vez el mismo mensaje. Y por primera vez, no sentía ganas de juntarse con nadie. Quería estar sola.

- Hola, Kazuha-chan. Este fin de semana no voy a poder. Lo siento.

- Últimamente no estás siendo tu misma. ¿Estás bien?

Ran quería escribir dos letras y lo hizo. Veía el "no" escrito en la pantalla, mientras las lágrimas resbalaban por su rostro otra vez más. Pero luego de diez segundos de ver el mensaje, lo borró para contestar:

- Sí. Todo está bien.

Nadie debía preocuparse por ella más que ella misma. ¿Por qué iba a molestar al resto de los mortales con sus estupideces?

- ¿Estas segura que no quieres que vaya el fin de semana, y salgamos un poco? Si no quieres salir, podemos hacer tipo pijamada en tu casa. O en la mía, si quieres cambiar de aire.

- No, lo siento. Tengo mucho que estudiar. ¿En otra ocasión?

- De acuerdo. Cualquier cosa que necesites, estoy acá. Cuídate por favor. Te quiero, amiga.

- Yo también.

Se quedó con el teléfono a oscuras en la mano. Quería distraerse con algo, por lo que lo desbloqueó y accedió al navegador, donde aparecían las últimas noticias. Noticias que siempre estaban relacionadas a él o a los chicos de alguna manera.

Entró a las redes sociales de Sonoko, quien siempre se la pasaba subiendo cosas graciosas o fotos de ella con Makoto. Pero se sorprendió al encontrar un déficit significativo de publicaciones. Lo único que hizo en los últimos meses, era eliminar, denunciar, responder o bloquear otros posteos.

De forma curiosa accedió a los comentarios que retrucaba... y deseó no haberlo hecho.

- "La fracasada en todos los aspectos de su vida." – Decía un post, con una foto de ella.

- "Muérete de una vez."

- "Aquí está la que nadie soporta."

- "Dale like si quieres que Ran Mouri se vaya del colegio.". – Otra foto suya con... ¡563 pulgares hacia arriba!.

- "Es una perdedora. Demasiado poco para Shinichi Kudo. ¿Lo habrá drogado todo este tiempo para que esté con ella? ¿O quizás se conformaba porque le abría las piernas?"

- "¿Cómo hace para verse al espejo? Se le deben romper todos apenas se asoma."

- "Eres la persona más fea que he conocido. Con razón Kudo te plantó. No tienes dinero, eres estúpida y encima, desalineada. Una cirugía plástica general te vendría bien." – De nuevo una foto suya, con una cara de un chancho en vez de la suya.

- "Haznos el favor y mátate de una vez. Solo desperdicias el oxígeno de los que merecen respirar y vivir."

Ran no podía más con el sentimiento de tristeza, soledad y desesperanza. La cantidad de fotos y mensajes que veía y que leía, eran interminables.

- "No sabía que le generaba tanto odio y repulsión a tanta gente."

- "Entonces... ¿Nadie me quiere? ¿Soy tan mala y fea persona? ¿Por eso no me contaste nada? ¿Por eso no apareces por ningún lado? ¿No valgo la pena para nada?"

Tiró su teléfono con violencia al suelo, y colocó sus manos sobre su rostro para empezar a llorar otra vez. Esta vez, quejidos de dolor salían de su garganta continuamente. Todo dentro suyo le dolía y ardía. Se atragantaba entre el sollozo y el intentar respirar. Pero no paró, hasta que su almohada quedó totalmente empapada y ella dormida.


Casa de los Mouri – Tokio – Agosto – Semana 4 Año 1

Rutina de la mañana: dejar que el despertador siga sonando, ir al ba... ir a ningún lado. Hoy no iba a salir. No iba a moverse. No tenía energía ni para respirar. No quería cruzarse con nadie que la odiara, sabiendo lo que le esperaba. Estaba harta y cansada de que todos la traten como una maldita basura.

Unos leves toques a la puerta resonaron, pero aunque los había escuchado, no quería responder.

- Ran. – La llamó su padre con suavidad, al mismo tiempo que se acercaba para verla. – ¿Te quedaste dormida otra vez?

- ...

Kogoro apagó el despertador, el cual se encontraba bastante destartalado por los golpes que venía recibiendo, y se sentó sobre la cama.

- ¿Estás bien? – Le preguntó a su hija, al verla apagada y sin energía.

- Sí. Solo... estoy muy cansada.

- "¿Cansada? Dormiste más de doce horas, dado que ayer te encontré dormida cuando llegué a casa. ¿Y desde cuándo tu habitación es un caos?"

- ...

- ¿Quieres que llame al médico? – Le consultó, mientras tocaba su frente para chequear su temperatura.

- No. Solo quiero dormir.

- Ok. – Le contestó, tocando su pelo. – Descansa.

El detective salió por la puerta en puntas de pie, pensando qué hacer.

- Bueno, supongo que podría hacerle un buen desayuno para cuando despierte.

Llegó a la cocina, acostumbrado a que su hija siempre hacía todo... para encontrar una pila de platos infernal para lavar. Fue ahí que empezó a ver el desastre que era la casa.

Ollas, cacharros, cacharritos, vasos, tazas y un sin fin de cubiertos se encontraban acumulados en la mesada y pileta. Las hornallas de la cocina tenían una capa de mugre quemada producto del aceite y agua que saltaba al cocinar, que fue acumulándose con el paso de los días.

- ¿Qué demonios huele tan mal? Ugh, que asco. – Exclamó tapándose la nariz al entrar a la cocina.

Empezó a buscar la causa, para finalmente descubrir que no habían sacado la basura hace por lo menos, diez días.

- ¿Restos de comida? – Exclamó cuando levantó la tapa del tacho. – Estoy seguro de que Ran hace la comida justa para los dos y casi nunca sobra.

Abrió la heladera, encontrándola vacía. Las compras del supermercado no estaban hechas, por lo que faltaban bastantes cosas.

- Algo no anda bien acá.

Entró al lavadero, encontrando que el cesto que usaban para poner la ropa a lavar, rebalsaba de su capacidad.

Asustado, saco su teléfono para marcar el número tan conocido por él.

- Hola Eri, perdona que te llame tan temprano. Pero algo le está pasando a Ran.

No pasó más de media hora, que la abogada se encontraba en la entrada de su antigua casa. Al tener llave, no hizo falta que tocara timbre, por lo que pasó directo. Y casi se cae de trasero al ver a Kogoro con delantal rosa y guantes amarillos, limpiando la cocina.

- Ahora sí estoy alarmada. ¿Qué le pasó a Ran? ¿Dónde está la emergencia o el incendio?

- Oye, cálmate un poco y baja la voz. Está durmiendo.

- ...

- ¿Por qué me estás mirando así?

Eri sacó su teléfono, y le sacó una foto.

- ¿Qué demonios haces?

- No podía no rememorar esta escena por el resto de mi vida.

- Y llegó la abogada del diablo. – Exclamó, rodando los ojos.

- ¿Disculpa?... ¿Qué le pasa a nuestra hija que no fue al colegio hoy?

- No quiere hablar conmigo.

- ¿Eso es todo? ¿Qué le hiciste esta vez?

- No. Algo le está pasando sin que lo sepamos. Últimamente está siempre cansada aunque duerma un montón. Dejó de sonreír y ya ni sale con sus amigas.

- Puede ser el estrés de los exámenes.

- ¿Al punto de gritarme por tonterías?

- Conociéndote cariño, no me extraña que lo haga. ¿Por qué crees que me fui de esta casa? – Respondió con ironía.

- Está tirando su cena a la basura. – Dijo, señalando el tacho de la cocina.

- ¿Qué? ¿Cómo que está haciendo eso?

- Muchas veces la veo irse sin desayunar también.

- ¿Y no le llamaste la atención?

- Varias veces. Pero siempre me dice que no tiene tiempo, que le duele el estómago, o que no tiene hambre.

- La vi más delgada, pero pensé que era por estrés de lo que pasó con Shinichi, el último año de colegio y la presión de entrar a la universidad. Déjame verla un momento.

Eri abrió lentamente la puerta de la habitación de su hija, y al entrar, la encontró dormida y de espaldas a ella. Sin hacer ruido, fue hasta su mochila y cuadernos. Los tomó, cerró la puerta y los depositó en la mesa del comedor.

- ¿Qué haces?

- Quiero terminar de confirmar algo. ¿Desde cuando su habitación es un cuarto de obstáculos?

- También lo noté.

La mujer empezó a hojear rápidamente los cuadernos, descubriendo que los apuntes de Ran estaba arrugados por lo que aparentaba ser un accidente de agua, y eran cada vez menores, mientras más avanzaban los días. Sus tareas estaban incompletas, y muchos de los problemas de matemáticas se encontraban por la mitad.

En un punto, encontró un par de hojas de exámenes, cuyas notas eran alarmantemente bajas. Sus notas fueron descendiendo durante este tiempo a gran ritmo, y eso no era habitual en su hija.

- Definitivamente algo le pasa.

- ¿La despertamos?

- No. Dejémosla descansar. Le diré a Kuriyama-san que no iré a la oficina hoy. – ¿Qué hace falta hacer?

- ¿Las compras? Los platos y limpieza los estoy terminando de hacer yo. Y ya puse la ropa a lavar, solo faltaría colgarla cuando termine.

- Ahora ya me alarmé. Son demasiados indicios. Me contactaré con mi terapeuta para que me de su opinión.

- ¿Sigues asistiendo?

- Poco. Pero a veces, yo también termino estresada por los casos que tengo. Algunos de ellos, son emocionalmente muy complejos.

- Oh. Ok.

Eri se encargó de ir a los distintos negocios a hacer las compras, y en el mientras tanto, le envió un par de mensajes de audio a su terapeuta, explicándole lo que estaba pasando. Llegó a la agencia de nuevo, sintiendo una rica y fresca fragancia en los ambientes. Guardó todas las cosas, al mismo tiempo que veía a su marido. Se encontraba transpirado, terminando de limpiar los platos y con un gran semblante que lo único que expresaba era preocupación.

- Son casi las once. ¿Qué quieres comer? – Indagó la mujer de anteojos.

- No quiero que empecemos a pelear, considerando lo que está ocurriendo. Pero...

- No cocinaré, si es tu preocupación. Admito que la cocina no es mi fuerte, y no quiero deprimir más a Ran de lo que ya está.

- ¿Piensas que es eso lo que le pasa? ¿Está deprimida?

- Es una suposición. Todavía no me contestó mi terapeuta. Volviendo al tema comida...

- ¿Te parece que pidamos algo en Poirot?

- Buena idea. Ahí bajo.

- Deja que voy yo.

- Tú estás terminando de limpiar. Yo me encargo.

La abogada entró al negocio de abajo de su casa, para encontrarse con la siempre alegre Azusa.

- ¡Kisaki-san! Hacía tiempo que no te veía. ¿Cómo estás?

- Buenos días Azusa-chan. Deja de llamarme por mi apellido, por favor.

A lo cual la chica asintió.

- ¿En qué te puedo servir?

- Necesito ayuda con el almuerzo. Ran no se siente bien, por ende, necesito algo que le aumente el espíritu.

- Pobre Ran-chan. ¿Qué le pasó? ¿Resfrío de verano?

- No. Creo que es peor que eso.

Justo en ese momento, le llegó el audio de la terapeuta que tanto esperaba.

- Discúlpame un segundo.

- Claro.

Puso a reproducir el mensaje, acercándose el teléfono al oído.

- "Eri-chan, ¿Cómo estás? Espero que bien. Escuché tu mensaje y déjame decirte, que su estado puede corresponder a una gran variante de cosas. Pero por lo poco que me contaste, me inclino más a un gran golpe de estrés que no está pudiendo manejar. Ten mucho cuidado con eso, porque puede tornarse en una depresión oculta y de ahí, solamente puede empeorar hasta situaciones que pueden llegar a ser alarmantes. Te recomiendo que hables con el psiquiatra Fuji Yamamoto de manera urgente, que trabaja con psicólogos y terapeutas como yo, y es un excelente médico. El va saber decirte bien qué hacer. Yo al ser tu terapeuta, no puedo atender a tu hija por un tema de conflicto de intereses. Ahí te paso el contacto."

- Y es lo que suponía. – Confesó, suspirando.

- ¿Estás bien? – Preguntó Azusa.

- Sí. Parecería que tengo que llevar a Ran a ver a un psiquiatra. – Comentó, mientras agendaba el contacto.

- Oh, ¿El efecto post-organización?

- ¿El qué?

- Decidí llamarlo así. No es algo muy fácil de digerir. Nosotras siendo adultas nos cuesta, imagínate a una adolescente.

- ¿Cómo vas llevando las cosas con Rei-kun respecto a eso?

- ¿Complicado? Es muy cerrado y le cuesta horrores confiar en la gente. Y las pocas cosas que me fue contando me resultan tan... incoherentes y poco creíbles. Pensar que una persona que trabajó como cocinero en este pequeño negocio, resultó ser un integrante de la Agencia Nacional de Policía, y un agente encubierto en esa desquiciada Organización. Todo lo que pasó, la cantidad de gente que intervino y lo que hicieron... fue todo un poco loco, ¿No?

- La gente te puede llegar a sorprender sobre lo que realmente es, ¿No?

- ¿Estás pensando en quien era Conan?

- Un poco. ¿Y él cómo está? ¿Se recuperó bien?

- Está mejor desde que salió del hospital. Sigue con las sesiones de kinesiología, pero estimo que prontamente ya estará volviendo a la normalidad. Ya empezó a entrenar, con el pretexto de que no iba a dejar que Akai-kun se recupere antes que él.

- Tenían que ser hombres. Me imagino que estás yendo todos los días a su departamento, ¿No?

- ¿Sabes lo que me costó que me dejara cuidarlo? Es más orgulloso y terco que una mula con corona. Obtener la llave de su departamento fue como escalar el Monte Everest.

Eri lanzó la carcajada por lo exagerada que era su descripción.

- Mejor que pongamos en marcha el almuerzo o comerán el día de mañana. Este tema da para días de conversación.

- Tienes razón. Aprovecharé a pedir turno. – Le dijo, mientras sacudía su teléfono de un lado al otro.

- No te preocupes por la comida. Haré algo que sé que le gusta a Ran-chan.

- ¡Gracias!

Eri apretó el nuevo contacto para comunicarse, y no pasó mucho tiempo para que la secretaria del médico la atienda, dándole una cita para el día de mañana. Espero la comida, se despidió de Azusa, y volvió a subir las escaleras hasta entrar en su viejo hogar.

Encontró la ropa colgada y la casa limpia. La puerta del baño estaba abierta, con la ducha mojada. Por ende, dedujo que su marido se había bañado para quitarse la transpiración y la suciedad de la limpieza.

- ¿Querido? – Preguntó, tocando la puerta.

- Entra.

Cuando abrió la puerta, lo encontró solamente con los pantalones puestos.

- ¿Por qué no me dijiste que te estabas cambiando? – Le exclamó.

- Oh, vamos. ¿En serio? Ni que fuera la primera vez que me vez sin camisa.

- La comida está en la cocina. Hiciste un gran trabajo limpiando todo.

- Es... lo menos que podía hacer.

- ¿Ran?

- Sigue durmiendo. Y eso que pasé la aspiradora.

- ¿Todavía? Iré a verla.

Entró en la habitación, encontrándola hecha un ovillo entre las sábanas. Se sentó a su lado, pasando una mano por su cabello, hasta que perezosamente abrió sus párpados.

- Buenos días, hija. ¿Cómo te sientes?

Pero Ran volvió a cerrar los ojos.

- Vamos. Tienes que despertar y comer algo.

- No tengo hambre.

- Azusa te preparó algo especial. Te juro que por el bien de la familia, no cociné.

- ...

La abogada suspiró ante su silencio.

- Hija, te entiendo. Créeme.

- ¿Entenderme? – Expresó, con los dientes apretados. – No puedes entender absolutamente nada de lo que me está pasando. ¿Cómo esperas entenderme? ¿Vas a darme la irritante y patética explicación de que lo haces solo porque soy tu hija y me diste a luz? Estuve nueves meses dentro tuyo, ¿Y ya por eso se supone que debes conocerme? Me dejaste sola con papá desde que era una maldita niña. Más de la mitad de mi vida no apareciste en esta casa. Y todo porque eres demasiado orgullosa para arreglar las cosas con papá, aun sabiendo lo mucho que te ama. Pero eres demasiado perfecta para ceder y la que nunca se equivoca. Tienes siempre la razón y todos debemos decirte que sí de la forma en que tú quieres, porque eres la que sabe todo. Pues déjame decirte que no. No lo sabes todo. No tienes idea de lo que pasa por mi cabeza. No sabes lo que me pasa en el día a día. ¿Y ahora te apareces así de la nada a decirme que me entiendes? Hazme el maldito favor de irte de mi habitación.

Eri se quedó pasmada en el lugar. Si Ran le hubiera dado una cachetada, un golpe letal de karate o incluso una patada en la cara, hubiera sido menos impactante y doloroso que las palabras que acaban de salir de su boca.

- Sal de mi habitación. No quiero hablar con nadie. Déjenme sola.

- Pero, Ran...

- ¡Que me dejes! ¡Quiero estar en paz!

- Ok. – Le contestó, con un globo en la garganta.

Eri salió de su cuarto cerrando la puerta, y se encontró con su marido que se había acercado por los gritos.

- ¿Qué fue todo eso?

Una gota cristalina salió de un ojo, y luego del otro. La acción se volvió a repetir una y otra vez, hasta que un torrente sin freno empezó a caer.

Se puso una mano en la boca y nariz, y se dirigió hacia el baño de forma apresurada, dado que era el ambiente más alejado de la habitación de Ran. Cuando llegó, se dejó caer contra una de las paredes, y empezó a sollozar, como hacía tiempo que no hacía.

Kogoro la siguió, cerrando la puerta atrás de él para que su hija escuche lo menos posible. Se sentó a su lado y la atrajo hacia él para que se descargue.

- Es como dice. – Confesó, luego de calmarse, aunque quedándose abrazada a él. – Soy realmente una mala madre.

- Y yo soy un pésimo padre también. – Le respondió, tocando su brazo de un extremo al otro.

- No lo eres. Estuviste siempre con ella. Yo en cambio, me alejé.

- Hoy limpiando, me di cuenta de que nunca hice algo por ayudarla. Las cosas de la casa, las compras, la comida... todo se encargaba ella, y yo nunca le di una mano en nada. Solo me dedicaba a ver televisión, fumar y tomar, pensando que de esa forma, olvidaría los problemas que tengo contigo o que no sentiría tanto tu ausencia. Hasta hoy, no me di cuenta del daño que le hicimos todo este tiempo.

- ¿Por qué nunca nos dijo nada?

- Conoces a nuestra hija, a pesar de lo que te dijo. Sabes que siempre intenta ocultar todo lo que le pasa. Siempre piensa que, si nos cuenta las cosas, va a causarnos molestias.

- Entonces, ¿Cómo no explotó antes?

- La pregunta es... ¿Por qué explotó ahora? ¿Quién le falta ahora, que antes le servía de apoyo para no implosionar?

- Ah.

Al día siguiente, la discusión fue aun mayor entre los tres integrantes de la casa. Ran no quería salir de su cama, y llevarla hasta el psiquiatra fue un dolor de huevo para Kogoro, y un dolor de ovario para Eri. Parecía una niña de cinco años que se rehusaba a que la vacunen... pero lo lograron.

Durante la consulta con el médico, Eri y Kogoro le dieron un pantallazo de lo que pasó en los últimos cinco meses, y el señor Yamamoto aprovechó a realizarles varias consultas.

Ran no se mostró muy comunicativa, interesada o expresiva de ninguna forma. Pero el psiquiatra no se sorprendió por ello, es más, se lo esperaba.

¿Diagnóstico? Tal cual la terapeuta lo había previsto, estaba entrando en un agujero negro, si es que ya no tenía el pie adentro.

Apenas llegaron a la casa, la chica volvió a encerrarse en su habitación.

- Ya le sacamos las sesiones con la terapeuta que nos recomendó la mía, y ya tenemos la medicación. ¿Y ahora? – Consultó Eri, al ver la puerta cerrada.

- Esperamos a ver cómo evoluciona.

- Voy a estar intranquila todo este tiempo.

- ¿Por qué... no te quedas?

- ... – La abogada lo miró, arqueando una ceja.

- Estarás más tranquila si puedes supervisarla de alguna manera, y... creo que debemos estar juntos para hacer esto. Es nuestra única hija, y va a necesitar apoyo. No podemos dejarla sola en estos momentos.

Eri sopesó las opciones, y después de tanto tiempo, tuvo que coincidir con lo que su esposo pensaba.

- Puedo venir a partir de mañana. Empacaré algunas cosas y... traeré a Kogo.

- ¿Al gato del infierno?

- ¡No lo llames de esa manera! Para tu información, es un animal muy terapéutico, así que, no te metas con él, o empezaremos mal. Además, quiero ciertas reglas.

- ¡Mujer! Propongo un plan, ¿Y ya te pones en abogada exigente que reclama condiciones?

- Escucharé tus proposiciones, una vez que escuches las mías.

- De acuerdo.

- No puedes fumar, ni en la agencia ni en la casa. Tampoco podrás tomar alcohol en exceso.

- ¿Qué?

- Ran necesita un ambiente libre de... vicios tuyos. Así que, una cerveza por día como mucho.

- No la estarás usando a ella como medio, ¿No?

- Por supuesto que no. No solo debemos cuidar la salud de Ran, sino también la nuestra. ¿Quieres terminar con una cirrosis? O peor, ¿Escuchaste alguna vez lo que son el cáncer de pulmón y el de páncreas?

- ¿Me quieres matar con algo más?

- Silencio. Entre los dos, deberemos llevar a cabo la limpieza de la casa, y en lo posible, intentaremos realizar alguna actividad física para que Ran intente salir de la casa.

- ¿Y quien cocinará?

- Yo.

- Eri...

- ¿Algo que me quieras decir?

- Si te pones en exigente, yo también. Tienes absolutamente prohibido cocinar hasta que alguien no te enseñe. Que sea Azusa-chan o Rei-kun, si es que sigue vivo. Pero mientras tanto, gastaremos una locura en delivery.

- ¿Me estás diciendo que apesto cocinando?

- Admítelo. La cocina no es tu fuerte, y Ran, necesita un ambiente libre de intoxicación estomacal.

- Hoy tengo un rival difícil en la negociación.

- ¿Esperabas que sea fácil?

El timbre de la casa sonó, y ambos se vieron con extrañeza al no esperar visitas. Eri empezó a avanzar, por el corredor y al abrir la puerta, se encontró a...

- Sonoko-chan.

- ¿Eri-san? ¿Qué haces...? ¡Ran! ¿Está bien? ¿Dónde está?

- Está en la habitación, pero no se encuentra bien.

- Faltó al colegio dos días seguidos, y no me contesta el teléfono. Estoy preocupada después de todo lo que le pasó estos días.

- ¿Estos días? ¿Qué le pasó estos días? – Preguntó Kogoro, con voz grave.

- Mejor hablemos dentro. Vamos a necesitarte también en esto, Sonoko-chan.


Habitación 265 – Jueves 8.30 am. – Actualidad.

- Sonoko vino todos los días. Pero todos. No faltó ni uno por más que no iba al colegio. Y aún así...

- No hablabas con ella.

- No solo no hablaba, sino que tampoco interactuaba.

- ¿Sentías lo mismo que Kaito?

- Kaito terminó peor que yo. Le sucedieron muchas más cosas que a mi, y por lo que me contaste, sentía un odio a sí mismo, tenía una crisis de identidad y encima, paranoia... sumado a un trauma. Yo en cambio, sentía... un enorme vacío que no había forma de sacármelo. Todo me daba igual, y no tenía energía ni para hacer las cosas más pequeñas de la vida, como...no sé. Lavarme los dientes. Podía estar en la habitación con una o veinte personas alrededor, que seguía sintiéndome sola. Más adelante te diré el por qué.

- ...

- Sonoko y mis padres veían que no mejoraba la relación ni con ellos, ni con la terapeuta. Así que, pensaron que traer a las chicas, iba a mejorar.

- Pero resultó que no.

- ... – Ran, negó con la cabeza. – Aún así, estuvieron siempre conmigo. Kazuha-chan a pesar de vivir tan lejos, venía casi todos los fin de semana.

- ¿Y las otras dos del este?

- Venían seguido. Pero al no conocerlas tan en profundidad todavía, no me sentía muy en confianza.

- Oh. ¿Entonces?

- Sonoko se atrevió a hacer algo. El día que me lo contó, casi la ahorco.


Casa del profesor Agasa – Tokio – Septiembre – Semana 2 Año 1

La mujer tocaba sin cesar el timbre de la casa del profesor Agasa. Cuando ésta se abrió, se encontró al pequeño grupo de detectives.

- ¿Sonoko Onee-san? – Preguntó Ayumi, con confusión. – ¿Qué pasó?

- Tú. – Dijo, señalando a Ai. – Necesito hablar contigo. Urgente y a solas.

Como siempre, la pequeña niña que no resultó ser tan niña, la vio sin ninguna expresión, y con ojos analíticos.

- ¿Por qué no puedes hacerlo con todos nosotros juntos? – Exclamó Mitsuhiko.

- Tiene razón. – Adhirió Genta.

- Chicos, vayan adentro a controlar que el profesor no esté comiendo porquerías. Ahora voy. – Les dijo con una sonrisa.

Todos se desilusionaron con su respuesta y se empezaron a quejar.

- Tengo que hablar algo de... nenas con ella. Así que, váyanse. Me da vergüenza hablar de ello enfrente de todos ustedes. – Les respondió con las manos sobre la cara, actuando como una niña de su edad.

- Está bien, está bien. No sabíamos que era algo de eso. Nos vamos. – Dijeron los tres, ingresando rápidamente a la casa.

- "Esta persona es peor que Chuky." – Pensaba Sonoko.

- ¿Y bien? – Consultó con su seriedad de siempre. – ¿Qué es lo que pasó para que estés haciéndole RCP al pobre timbre?

- Necesito que me digas dónde está Shinichi-kun. No está en su casa, no me contesta el teléfono ni me responde los mensajes.

- No lo sé.

- No me mientas. Por favor, sé que lo sabes. ¿Dónde está?

- ¿Por qué estás hablando tan rápido? ¿Y por qué quieres llorar?

- ¡No me contestes con más preguntas! – Y las lágrimas empezaron a rodar por su mejilla.

- ¿Qué le pasó a Onee-san?

- "¿Cómo lo sabes?" – Pensaba, sacándose las lágrimas con fuerza.

- Es obvio. – Le respondió, al ver su expresión. – Es la única razón por la cual lo estarías buscando de la forma tan desesperada en que lo estás haciendo. Pregunto de nuevo, ¿Qué le pasó?


Casa de los Mouri – Tokio – Septiembre – Semana 2 Año 1

Una hora después de que Sonoko fue a la casa del profesor Agasa, Ai se dirigió junto a ella, a la casa de los Mouri.

Todos los del "círculo íntimo", es decir, aquellos que conformaron el grupo estratega anti Organizacional y sus relacionados, sabían quien era la pequeña niña en realidad. Y eso incluía a los Mouri.

- ¿Ai-chan? ¿Qué haces acá? – Consultó Eri, al verla en la entrada.

- Yo la fui a buscar. Ya sabe todo. – Le respondió Sonoko.

- Agradezco tu preocupación Sonoko-chan. Pero no se si es buena idea.

- Déjame hablar con ella. Tengo algunas cosas que decirle. – Le dijo Ai, con seriedad. – Si lo que están buscando es que reaccione, te puedo asegurar que lo hará si habla conmigo.

La abogada seguía sin estar convencida del plan, por lo que vio a su marido para que determine qué hacer.

- Supongo que hay que intentarlo todo, ¿No? – Le sugirió.

- ¿Pueden irse a caminar un rato? – Pidió Haibara.

- Ni por broma. – Respondió inmediatamente Eri.

- Pues necesito tener un poco de privacidad con ella.

- No, olvídalo.

- ¿Te olvidas que tengo la misma edad que ella? – Le reclamó, señalando a Sonoko. – Tómame por enana si quieres, pero no por imbécil. Si hay alguien que sabe algo de medicina acá, soy yo.

- Eri, vamos. – Insistió Kogoro.

- No, no quiero dejarla sola.

- Tendrás que hacerlo. Es solo un momento. Anota nuestro número, por favor. Si pasa algo, llámanos inmediatamente. – Pidió, dirigiéndose a Ai.

Una vez pasado los contactos y sin más palabras de por medio, la mujer que en realidad tenía diez años más de lo que aparentaba, entró a la habitación de la susodicha.

La encontró sentada sobre el piso, hecha un ovillo y rodeada con la sábana, y con la espalda sobre el costado de la cama. Se sentó enfrente de ella, esperando que de alguna forma reaccione.

Un minuto. Cinco. Quince...

- Podemos estar todo el tiempo del mundo viéndonos las caras, hasta que decidas hablarme.

- Vete.

- "Es un avance". – No lo haré, hasta que esclarezcamos un poco lo que te está pasando.

- Eres la última persona con la que quiero hablar. No quiero escucharte. Eres otra manipuladora mentirosa, al igual que él.

- Ah, entonces el tema va por ahí.

- ...

- Eres una gran mujer, Mouri-san. Pero tienes un gran y mega defecto, que es no comunicar correctamente tus emociones. Y por ello, estás siendo totalmente egoísta.

- ¿Yo soy la egoísta? ¿A mí me vienes a decir eso? Ustedes son los que nos mintieron una y otra vez, pensando que todos éramos unos malditos estúpidos. Se estuvieron riendo a nuestras espaldas, y yo como una boluda, preocupándome permanentemente por él. Me imagino que se habrán divertido mucho con ello. Solo nos usaron para obtener lo que querían.

- Si realmente piensas de ese modo de él, me apena que haya sido tan estúpido de arriesgar continuamente su vida por alguien tan idiota como tú.

- ¿Qué me dij...?

- ¡No! ¡Cállate de una buena vez por un maldito momento!

La karateca estaba agotada y enfurecida, pero se quedó estática al escucharla gritar. Nunca antes, había hecho eso con ella.

- Vamos a hacer un experimento para que lo entiendas mejor. – Sugirió levantándose, y tomando el vaso del escritorio. – Mira este recipiente de vidrio que sostengo. Aparenta ser fuerte, resistente y con una gran capacidad de retención de líquido, ¿No?

- ...

- Bien. Ahora imagina que el vaso, representa a Kudo-kun. ¿Sabes lo que sentía cada vez que te veía llorar y no podía hacer nada al respecto? Esto... – Y lo arrojó contra la pared con fuerza, haciéndolo estallar en cientos de pedazos. – Eres realmente egoísta. Crees que la única que salió dañada de esto, eres tu. Pero, ¿En algún momento le preguntaste lo que sintió cuando estuvo encogido? ¿Le preguntaste por qué hizo lo que hizo? ¿Te pusiste en sus zapatos y pensaste lo que hubieras hecho tu, si te pasaba lo mismo? ¿Analizaste cada cosa que te dijo? No. No lo hiciste. Simplemente te pusiste en el papel de víctima, y creaste un mundo totalmente equivocado, basado en suposiciones falsas, pensando que lo único que quería hacer, era dañarte.

- ...

- No puedes estar más alejada de la realidad. No tienes... idea... – Dijo resaltando la palabra con enojo. – ... de la cantidad de veces que junto con el profesor, lo tuvimos que contener porque estaba al borde del colapso emocional. ¿Sabes lo que me dijo en un San Valentín? Jamás podré olvidarme de ese día. Tú le habías dado un chocolate y yo le dije que como era un chico, seguro estaba feliz de recibirlo. Sorpresa mía fue cuando dijo que no, porque nunca había podido decirte lo que sentía por ti. El profesor Agasa le dijo que como había aceptado tu chocolate, tenía que hacerlo. ¿Sabes qué le contestó?

- ...

- Que ibas a querer verlo. Si te decía lo que sentía por ti, sólo lo extrañarías más. Que era el chico que te rompía el corazón por hacerte esperar una eternidad, aunque siempre estaba a tu lado, y que no quería verte llorar más, aunque eso significara que ya no tenía un lugar en tu corazón. Esa clase de estúpido es Kudo-kun. No tienes idea de las cosas que llegó a hacer o a sacrificar. La cantidad de veces que arriesgó su vida tomando los prototipos solo para verte aunque sea cinco minutos.

Ai suspiró de fastidio, cerrando los ojos. Sabía que no podía darle toda la información. No podía decirle como quedó, por haber abusado de ellos.

- Te voy a confesar una cosa. Durante meses, te envidié y te odié. Envidiaba la relación que tenían y la forma en la que se preocupaba por ti. Pensé que era un estúpido Romeo y que nos iba a meter a todos en problemas por culpa de su vulnerabilidad. Yo vivía con miedo pensando que iba a meter la pata en algún momento y te iba a contar todo, haciendo que la Organización nos descubra. Pero resultaste ser su fortaleza, y él no resultó ser un idiota. Por más que tenía este tamaño... – Dijo señalándose. – ... intentaba hacer hasta lo imposible para encontrarlos y cuidarnos a todos al mismo tiempo. Vivió una doble vida por casi dos años, con el peso que eso equivalía. Dos teléfonos, dos cerebros separados, dos identidades con personalidades distintas, dos personas con edades distintas... no tienes idea de lo complicado que es hacer eso y quedar relativamente bien de la cabeza. Como persona encogida, te lo puedo asegurar. Pero él seguía adelante, y todo porque quería volver a tu lado. Todo porque quería recuperar su identidad para estar contigo. Quería su altura para poder verte de nuevo. Sus ojos para verte de esa forma tan especial que lo hace aunque tú no te hayas dado cuenta. Quería tener su cuerpo devuelta para poder agarrarte de la mano o al menos tocarte como debía... y no podía. Tenía que suprimir todos sus deseos, sentimientos y emociones, para aparentar ser un enano, un pequeño hermanito, para que la Organización no descubra su vínculo contigo. Si hacían eso, no estarías viva. Ni tú, ni tu padre, ni tu madre, ni Suzuki-san, ni nadie. Esa era la decisión que día a día debía tomar cuando se despertaba. – Explicó, levantando la palma derecha hacia el techo. – ¿La vida de la gente que ama? – Y levantó la izquierda. – ¿O la suya? Dime tú, cuál eligió.

- Honestamente, ¿Crees que la Organización no hubiera venido por mí, aunque no me haya contado nada?

- ¿Lo hizo?

- ...

- No. Además, ¿Sabes que tu padre estuvo a punto de recibir un balazo en el medio de la cabeza con un rifle de alto alcance?

Ran palideció ante la información suministrada.

- Kudo-kun dedujo todo y logró llegar justo a tiempo. Les costó el vidrio de la agencia de tu padre, dado que la única forma de llamar la atención de los hombres de negro, fue con un pelotazo. Pero no se iban a quedar con eso. Iban a matarlos a los dos, entonces Akai-kun...

- ¿El del FBI? ¿El de la gorra?

- Ese mismo. Los detuvo de la misma forma, con un rifle, a una distancia exorbitante e imposible. Gracias a que hizo eso, la atención y sospecha de que ustedes estaban relacionados de alguna forma con la investigación sobre ellos, se trasladó al FBI.

- ...

- Él era muy consciente de los riesgos, y es por eso que decidió ocultarte la verdad. Pero por hacer eso, quedó como ese vaso roto que está en el piso. Puedes intentar unir cada pedazo, pegarlo con pegamento, ponerle cinta, lo que quieras. El resultado que obtendrás, nunca será el mismo que el original. Quedó dañado, frágil y con cicatrices de por vida.

Se quedaron en silencio por un tiempo, hasta que Ai escuchó la puerta de entrada abrirse.

- Veo que tus padres volvieron, por lo que me iré para que pienses qué es lo que quieres hacer. Puedes hacer dos cosas: buscar ayuda para que puedas procesar todo esto y hacer algo útil con tu vida, o terminar en un pozo depresivo. Tú decides que es lo que quieres hacer. Creo que algo parecido a esto último, es lo que le reclamaste a él cuando discutieron.

Ran abrió los ojos ante el comentario, y Ai provechó el momento para caminar hacia la salida.


Departamento de la terapeuta Yun – Tokio – Septiembre – Semana 2 Año 1

- ¿Entiendes lo que te está pasando?

- No.

- Bien. ¿Conoces la frase, es más fácil criticar el trabajo del otro que al de uno mismo?

- Sí.

- Lo mismo ocurre con nosotros mismos. Es más fácil verte al espejo y preocuparte por tu exterior, que por lo interior. ¿Cuántas señales te dio tu propio cuerpo para que le prestes atención, y no le hiciste caso?

- Ninguna.

- ¿Segura? Te enumeraré algunas externas. ¿Se te caía el pelo?

- Sí.

- ¿Se te quebraban las uñas con facilidad?

- Un poco.

- Algunas internas. ¿Tenías nauseas o un fuerte dolor de estómago?

- Sí. Y acidez creo que también.

- ¿Podías dormir bien?

- Sí. De hecho, dormía un montón.

- Pero siempre te levantabas cansada y sin energía.

- ... – Y Ran se quedó muda, al saber que sabía eso.

- Ese era tu cerebro reaccionando a su método de supervivencia propio. Ya te estaba indicando de que te quedes en la cama, porque enfrentarte a tu día a día y al peso de tus problemas, era mucho para ti. ¿Tenías pesadillas?

- Sigo teniéndolas.

- ¿Te diste cuenta de cuántas señales te estaba dando tu cuerpo, y no le prestabas atención? En estos momentos, eres una bomba nuclear de estrés puro que explotó. Estabas emocionalmente agotada y descuidaste tu salud mental, y por eso caíste en una fuerte depresión. Ahora, ¿Cuál es el principal problema por el que estás así?

- Uff, por dónde empiezo.

- Te pregunté por EL problema. Pronombre singular en tercera persona. Generalmente, hay un solo detonante. Y lo que hace, es desencadenar un sin fin de sucesos que se acoplan al principal, como consecuencia de nuestra poca capacidad de procesamiento sobre ellas.

- ¿Se supone que tengo que entender lo que me acabas de decir?

- No. Simplemente quiero que hagas una introspectiva, y me digas cuál fue la causa que originó tu malestar. Tómate el tiempo que necesites para analizarlo.

Ran la veía a ella, y a los alrededores de la sala. Las paredes eran de color crema. En una, había una estantería con un montón de libros. En otra, plantas colgantes, y en la última, vinilos de frases positivas.

- ¿Estás dudando sobre contármelo porque tienes miedo de que alguien te escuche? Este es un espacio seguro. Nadie escuchará lo que digas, y lo que digas, aquí se queda. Ni tus padres, amigos o nadie que no quieras, se enterará de lo que hablemos. Así que, puedes estar tranquila.

Ran tomó aire y suspiró lentamente, antes de empezar relatarle todo. Le contó cómo conoció a Shinichi, la separación de sus padres, la relación con sus amigas, como conoció a Conan y lo que representaba para ella... hasta lo que pasó después de la caída de la Organización y lo mucho que la afectó la discusión con Shinichi. También le comentó los problemas que estaba teniendo actualmente en el colegio.

- ¿Y cómo te sentiste cuando te estaba contando lo que pasó?

- Estafada, dolida, engañada, traicionada, una completa imbécil...

- ¿Qué más?

- Decepción, indignación y humillación.

- Son emociones muy fuertes. ¿Hablaste con él de ellas? ¿Le contaste lo que sientes?

- No. – Respondió, moviendo la cabeza para un lado y para el otro.

- Bien. Dime, ¿Cuántos hipotéticos escenarios pensaste de por qué te ocultó las cosas?

- Muchos.

- Pero no hablaste ninguno con él, ¿No?

- No.

- Ahí residen tus grandes problemas: la comunicación y tu retención emocional.

- Es lo que me dijo alguien. Pero, hablé con mis amigas de ello para saber sus opiniones. – Intentó defenderse.

- Esas opiniones, carecen de fundamento sólido. Por más que hables con quien sea, nadie va a saber decirte el por qué, mejor que él. El problema que tenías, era con él. No con tus amigas, con tus padres, o incluso, conmigo.

- ¿Cómo espera que hable con él después de todo lo que pasó?

- No digo que sea inmediatamente. Concuerdo que quizás, necesitabas un tiempo para pensar y estar sola, pero... ¿Desde cuándo te estás haciendo múltiples preguntas sobre la razón de por qué hizo lo que hizo? ¿Hace cuánto tiempo estás haciendo una bola de nieve en tu cabeza?

- Desde... no lo sé. Mucho tiempo. – Le respondió con cansancio.

- Exacto. Intentaste todo, excepto ir a hablar con él cuando decidiste agacharte para agarrar la nieve con tu mano para formar la primer pelota. Si estabas molesta por algo, y ya pasó un tiempo prudencial para que reordenes tus pensamientos, en vez de tejer una telaraña cada vez mayor, deberías haber hecho eso. Ir al núcleo del problema, no a la corteza o a los externos que los rodean. Porque tus amigas pueden tener las mejores intenciones, darte sus puntos de vista y escucharte... pero ellas no experimentaron lo que él experimentó. No estuvieron en esa situación, por lo que sus perspectivas son meras hipótesis. Hipótesis de ellas, más hipótesis tuyas, ¿Qué generan?

- Una bola de nieve.

- Eso y una monstruosa avalancha. Todo ese enfado interior que estás sintiendo y te guardaste, te genera frustración y sentimientos contradictorios hacia la otra persona. Si yo en estos momentos te pregunto, qué es lo que sientes hacia Kudo-kun. ¿Qué me responderías?

- No lo sé. No estoy segura. Y además, no soy la adecuada para estar con él.

- ¿Por qué no?

- Porque no tengo nada que ofrecerle.

- Si hubiera sido el caso, no te habría dicho que te ama en primer lugar.

- Quizás era un simple enamoramiento infantil. O quizás... solo quería jugar conmigo. ¿Quién va a querer estar conmigo? Todos terminan yéndose al final del camino.

- Entonces el problema no es él. – Dictaminó la terapeuta.

Ran la vio a los ojos, con una expresión totalmente confundida.

- No estás enojada por lo que él hizo. Estoy segura de que si lo recapacitas bien, comprenderás muy bien el por qué hizo lo que hizo. Tu dolor y estrés, pasan por otro lado.

- ¿Y cuál sería?

- El sentimiento de abandono que te generaron los pilares más importantes de tu vida.

La castaña se quedó petrificada en el sillón, observándola.

- Tienes tres pilares en tu vida. Tres personas que son las más importantes: tus padres y Kudo-kun.

- Y mis amigas.

- Tus amigas, pertenecen a otro círculo accesorio. Son importantes para ti, pero no ocupan el mismo nivel que tus pilares principales.

- ¿Qué quiere decir? No la sigo.

- ¿Qué sentiste cuándo tu madre se fue de tu casa?

Ran miró hacia una de las paredes, se sentó contra el respaldo del sillón y cruzó sus brazos y piernas. Hasta el día de hoy, seguía sin querer hablarle.

- Con tu pose, ya me estás diciendo que te pusiste a la defensiva y que toqué un nervio muy sensible.

- "¿Cómo sabe eso? ¿Solo por una simple pose?"

- No es necesario que me lo respondas ahora. Te haré otra pregunta entonces, ¿Quién estuvo ahí para ti, cuando ella se fue?

Los labios de Ran empezaron a temblar, al igual que su mandíbula. Los dedos de su mano derecha, que se encontraban sobre el brazo izquierdo, empezaron a clavarse firmemente sobre su piel.

Era imposible olvidar esa etapa de su vida. Tenía siete años y como toda niña pequeña, extrañaba a su madre. Continuamente se la pasaba llorando cuando su padre no estaba presente, y Shinichi no se despegaba ni un momento de su lado. Si ella lo necesitaba, sabía que él iba a estar ahí.

Fue a partir de ese momento, que empezó a acompañarla a todos lados como si fuera su sombra. Si iba a hacer las compras, el iba jugando con su pelota y la esperaba a que termine. Si estaba sola, la invitaba a su casa aunque sea a leer en la biblioteca, o a pasar tiempo con su madre. Cuando salía de su casa a la mañana, siempre estaba esperándola para ir juntos al colegio.

- ¿Quién estuvo ahí cuando Kudo-kun desapareció?

- "Conan."

- ¿Qué sientes ahora que él tampoco está?

Las lágrimas empezaron a caer automáticamente de su rostro. Creía que iban a ser dos o tres, e iba a poder controlarlas. Pero...

- ¿Quién llenó el vacío que dejó con su ausencia?

Y no pudo contener más la desazón de su alma. Nadie podría llenar ese vacío. Habrán estado poco tiempo como novios, pero llevaban años de relación. ¿Cómo olvidas los recuerdos, las emociones, los momentos, las aventuras, las salidas, los aromas, las sensaciones...?

- Nadie va... a po... a poder hacer eso. – Le respondió con dificultad.

La terapeuta le ofreció una caja con pañuelitos y un vaso de agua.

- ¿Cómo eliminas... los... recuerdos de una persona que prácti... camente pasó toda tu vida a tu lado? – Consultó con inseguridad.

- ¿Quieres hacerlo?

- "¿Quiero hacerlo? ¿Borrar todo? Si hago eso, es como si reseteara mi cerebro a cero. Sería eliminar absolutamente todos los recuerdos de casi tres cuartos de mi vida. ¿Acaso todo fue malo?" – Meditó por unos minutos la respuesta, hasta que la encontró. – No. No quiero eso. Pero tengo que hacerlo.

- Empecemos de a poco. ¿Por qué no quieres hacerlo?

- Porque no. Sería como cortarme la mitad del cuerpo.

- Entonces, ¿Por qué dices que estás obligado a llevarlo a cabo?

- Todos en el colegio me dicen que yo soy la culpable de que no haya aparecido, y tienen razón. Le recriminé un montón de cosas esa noche, lo eché y nunca más lo vi. ¿No me convierte en una mierda de persona eso?

- ¿Y por eso soportas el maltrato? ¿Crees que mereces el castigo de todos ellos por haber peleado con él?

- ...

- Estamos hablando de la escuela, ¿Si? La gente que realiza acoso en estos espacios, es porque muchos de ellos sufrieron lo mismo cuando eran más jóvenes. Son personas inseguras, llenas de celos y frustraciones, que probablemente no sean felices por alguna razón, y necesitan buscar víctimas para hacerse valer y sentirse superiores en algo. Si esta gente te dice que tú eres el problema, no les creas.

- Pero me lo dice el colegio entero. No es meramente un grupo. Deben tener razón, ¿O no? Hay más de 500 personas que le dieron un maldito like a un post, para que me vaya del colegio.

- 500, eh. ¿Cuántos de ellos te conocen bien? Y me refiero a muy bien. – Dijo, resaltando las últimas dos palabras.

- Sonoko y... dos o tres más. – Respondió, pensando en Nakashima y Eisuke.

- ¿Ellos están dentro de los 500?

- Claro que no.

- Entonces, vuelvo a preguntarte, ¿Por qué les haces caso a personas que no te conocen? Personas que no saben lo que viviste o lo mucho que trabajaste para conseguir las cosas que tienes.

- ...

- Ellos buscan de hacerte sentir pequeña e indefensa, y tú los dejas avanzar. Te alejas de todos para no sentir vergüenza e intentas ocultarte. De seguro que pasas más tiempo sola, en el baño o en la biblioteca, que con los tres amigos que me mencionaste. ¿Es así?

Y Ran bajó la mirada al suelo, sintiendo cierto remordimiento al tener que darle la razón.

- Si los dejas avanzar sobre tu espacio personal, el círculo se hará cada vez más chico. ¿Sabes lo que significa ese círculo?

- No.

- Lo que piensas sobre ti, y lo mucho que te quieres a ti misma. No puedes dejar que te lastimen de ese modo, pensando que te mereces todo el castigo. Va a llegar un punto, donde vas a tener que poner un freno a la situación, o te harás daño.

- Pero para eso necesito tener otra personalidad. No tengo alto autoestima o siento confianza sobre mí. No soy igual que él. – La voz se le quebró, y sus ojos se llenaron de lágrimas una vez más. – Seguirán diciéndome cosas, y ya estoy harta de todo. Estoy cansada de sentir dolor y que todos me critiquen. Yo no les hice nada. Ya no puedo soportarlo más.

- La solución es simple, pero no es fácil. Y debemos trabajar juntas para lograrlo. Vas a caerte un montón de veces antes de poder levantarte. Pero una vez que enderezas la espalda, nunca más las arquearás.

- ...

- Forzarte a ser feliz como lo venías haciendo, no es la solución tampoco.

Esa frase le dolió también, al saber que reflejaba su situación con exactitud.

- Debes dejar de decir que estás bien cuando en realidad no lo estás. Basta de retener tus emociones bajo candado y llave. Eso solo logrará que tengas otro episodio como el de ahora, y encima, te vuelvas dependiente a la medicación psiquiátrica. Te aseguro que eso no está bueno.

- ...

- Déjame decirte que te comprendo. No estás en un buen momento. Eres una ebullición completa de emociones, estrés y revelaciones. De a poco, vamos a ir buscando soluciones. Solo debes tener paciencia, abrirte y tener constancia. ¿Está bien? Verás que de a poco, todo mejorará y empezará a tener color de nuevo.

- Ok.

Y la terapeuta le sonrió.

- Considerando que nos quedan cinco minutos, te daré algunas consignas por escrito. Quiero que pienses sobre ellas, en un tiempo donde te sientas tranquila. En la próxima sesión, las revisaremos.


Casa de los Mouri – Tokio – Diciembre – Semana 3 Año 1

La navidad estaba a un paso, y todo se sentía inadecuado.

La nieve fría que veía caer a través de la ventana y la falta de sus amigas, le estaban jugando una mala pasada en el día de hoy.

Sonoko estaba con Makoto. Kazuha hace unos dos meses, se arregló con Heiji, por lo que finalmente empezaron a salir como pareja decretada. Y todos ellos, pasaban las fiestas juntos y con sus respectivas familias.

Las del este aprovecharon para realizar un viaje express a lo de un pariente de Akako, y por más que la invitaron a acompañarlas no se sentía cómoda para unirse. Todavía no sentía la misma confianza que con sus otras dos amigas.

Por todas estas razones, es que se encontraba en su habitación, mirando como nevaba por la ventana.

Sus ojos se apartaron un momento del blanco escenario, y fue viajando por la habitación... hasta que se encontró con el placard.

- "Estoy segura de que si lo recapacitas bien, comprenderás muy bien el por qué hizo lo que hizo."

Ya pasaron tres meses desde que empezó a abrirse con la terapeuta, y todavía se acordaba de las palabras que le dijo en la primera sesión.

Decidida, se levantó y abrió sus puertas. Y ahí abajo estaba.

La caja. Su caja.

- "¿Estoy lista para hacer esto?"

Suspiró para sacar su nerviosismo, y respiró tranquila.

- "Supongo que ya es hora de saber qué es lo que quiero hacer".

Acercó sus manos a los costados del cuadrado de cartón, y colocó una de sus manos por debajo para que no se desfondé, y la otra sobre el costado. Se dirigió con ella a su escritorio y empezó a sacar los objetos que estaban guardados. A decir verdad, no recordaba lo que había metido ahí dentro.

- ¿Qué es esto? – Se preguntó en voz alta mientras sacaba un papel minúsculo.

- "Tenias una voz congestionada la última vez que hablé contigo por teléfono. Prueba estos y mejórate pronto."

No pudo evitar una mini sonrisa al leer su mensaje.

- Definitivamente es tu letra. Siempre tan recta y poco artística... muy diferente a la de Kaito Kid con sus notas de robo, por ejemplo.

- "Para capturar el corazón de este hombre brillante, sé tu misma exactamente como eres. Incluso si intentas fingir y actuar lindo, ten en cuenta que él lo verá de inmediato. Mantente fiel a tu yo puro y natural, y si sigues adelante y te aferras a lo que crees, tus sentimientos sin duda le serán transmitidos."

- ¿Sera tan así? – Dijo con tono triste.

Había más objetos: pequeños peluches, la cadena del teléfono, la tarjeta de crédito de él que dejó en casa, souvenirs, tarjetas de cumpleaños, la llave de la casa de él, papelitos escritos, etc.

Sacó las fotos de Tropical Land y de Kioto, quedándose con la primera entre sus manos. Pasó un dedo por sobre el rostro de él, e inconscientemente, un sentimiento de nostalgia la tapó.

- "¿Qué estarás haciendo? ¿Dónde estarás?"

- Ah, Ran. Estabas acá. – Exclamó su padre, al verla en la habitación.

- ¿Dónde más estaría?

Los ojos de Kogoro se posaron con sorpresa sobre la foto en su mano.

- ¿Qué haces?

- Pienso.

El hombre se sentó en la cama, y palmeó su costado. Ran, entendiendo lo que quería, dejó la foto en su escritorio y se sentó a su lado, apoyando la cabeza sobre su hombro. Su padre la abrazó, descansando su mano sobre el antebrazo de ella.

- ¿En qué?

- Necesito... una respuesta honesta. ¿Prometes dármela?

- Si puedo respondértela, sí.

- ¿Hubieras hecho lo mismo que él?

- Uffff.

- ¿Te hice una pregunta demasiado difícil?

- Complicadísima. – Le respondió con una sonrisa. – Nunca me puse seriamente a pensar en ello. Dame un momento. – Le pidió, mientras peinaba su pelo, sabiendo que eso la relajaba.

Ran escuchaba las intensas y frías ráfagas de viento que golpeaban la casa, y con toda la paciencia del mundo, dejaba que su papá se taladre la cabeza para darle una respuesta sincera. Su padre era un desastre para muchas cosas, pero no justamente para estos temas.

- Si siendo la persona que soy yo, me hubiera pasado lo que le pasó a él... probablemente me hubieran encontrado al corto plazo y me hubieran liquidado.

- ¡Papá!

- No. Es la verdad. Admito que mis capacidades analíticas, no son comparables a las de Shinichi-kun. Tarde o temprano hubiera realizado un paso en falso, y eso, hubiera sido mi condena.

- Hablas como si lo admiraras.

- Quizás un poco.

- Papá, tu odias a Shinichi. – Le dijo con un tono de voz irónico.

- No, no lo hago. Solo me daba envidia que en muchos aspectos, era mejor que yo. Pero yendo a tu pregunta principal nuevamente, la respuesta es no. No hubiera hecho lo mismo.

- "Me lo temía".

- Hubiera tomado una peor decisión que él: desaparecer por el resto de mi vida.

- ¿En qué la convierte en peor? Al menos no le hubieras mentido a nadie.

- En que sería un cobarde total. Me dejaría vencer por el miedo, y abandonaría todo para que quedarme solo. No lucharía. Solo me escondería hasta que me encuentren y me maten. Y eso es un poco egoísta también de mi parte.

- ¿Por qué?

- Porque ustedes jamás se enterarían de lo que pasó. Cierra los ojos. Quiero que imagines otro escenario, muy diferente. Borra todo lo que pasó en la realidad, y ubiquemos a Shinichi-kun cuando desapareció en el parque de diversiones. ¿Recuerdas cómo te sentiste las primeras semanas cuando no tenías novedades de él? Porque yo sí. Estabas preocupada, llorando por todas las esquinas de la casa, no estabas durmiendo y estuviste a punto de llamar a la policía para darlo por desaparecido.

- ...

- Ahora imagina que nunca en la vida se hubiera contactado contigo, y que Conan nunca hubiera existido.

Ran abrió los ojos inmediatamente. No. No quería imaginar eso, por lo que movió en negación la cabeza, queriendo profundizar su posición en su hombro.

- ¿Cómo te sentirías ahora, si ese momento hubiera sido la última vez que pudiste verlo o escucharlo? No soy tonto. El es tan importante para ti, como lo es Eri para mi. Si tu madre se hubiera desvanecido de esa forma tan abrupta e instantánea, creo que me hubiera vuelto loco. El primer pensamiento que pensaría todas las mañanas cuando me levantase, sería... ¿Dónde estás? ¿Qué te pasó? ¿Estarás viva? Son preguntas que me perseguirían por el resto de mi vida, y que quizás nunca conseguiría respuesta.

- Como si hubiera muerto.

- Es peor que eso, Ran. Cuando una persona muere, sabes que murió. Puede que no sepas qué pasó, pero tienes la tranquilidad mental y espiritual de que sabes donde encontrarla. En el escenario que te presento yo, tienes incertidumbre absoluta sobre ello. ¿Hubieras querido sentir eso?

- No. – Y la voz se le quebró, empezando a llorar.

- ¿Ahora entiendes por qué hizo lo que hizo? Verte de ese hipotético modo, le hubiera dolido más que si lo hubieras mandado al diablo.

En ese exacto momento, las palabras de Ai, resonaron en su cabeza.

- "Dijo que era el chico que te rompía el corazón por hacerte esperar una eternidad, aunque siempre estaba a tu lado, y que no quería verte llorar más, aunque eso significara que ya no tenía un lugar en tu corazón. Esa clase de estúpido es Kudo-kun. No tienes idea de las cosas que llegó a hacer o a sacrificar."

- ...

- ¿No estás enojado porque te usó y te mintió?

- Entiendo por qué lo hizo. Al principio me molesté, pero debo decir, que nosotros también sacamos provecho de eso.

- ¿A qué te refieres?

- Nuestro nivel de vida mejoró, mi forma de ver y hacer el trabajo se modificaron, mi relación contigo cambió para bien, tu madre está viviendo con nosotros de vuelta...

- Luego se irá. Siempre lo hace.

- ¿Quieres que se quede?

- Ya me di por vencida con respecto a eso.

- Porque no es algo donde tu debías meterte. Obligarnos a juntarnos, no iba a resolver nuestros problemas. Es algo que debemos solucionar nosotros dos, a través de nuestra propia iniciativa.

- ...

- Hagamos una promesa. Tú te concentras en recuperar tu vida de vuelta, y yo te prometo intentar arreglar las cosas con tu madre para que vuelva a vivir con nosotros.

- No me parece justo. Estás haciendo que su relación sea una obligación.

- No, te equivocas. Es un paso que hace rato que quiero dar, pero no me atrevía. Yo también la extraño, Ran. Más de lo que aparento... y pasaron diez años. Creo que nos dimos más que suficiente tiempo para pensar las cosas. Solo... no cometas el mismo error que yo. Date cuenta antes y no desperdicies el tiempo. La vida es muy corta.

- ...

- ¿Te parece bien? Ambos deberemos dar lo mejor de nosotros para lograrlo.

- Ok. – Le contestó con una leve sonrisa.

- Y hazme un favor. No seas tan severa con tu mamá. Se que estás enojada con ella, pero creo que merece que le des una oportunidad. ¿Te parece? Piénsalo.

- ... – Simplemente asintió con la cabeza, y lo abrazó por el torso. – Gracias, papá. Te quiero.

- Y yo a ti. – Respondió, mientras le daba un beso sobre la cabeza.


Escuela secundaria Teitan– Tokio – Enero Año 1

- ¿Estás segura que estás bien para volver a la escuela otra vez? Te ausentaste casi un cuatrimestre y solo falta uno para terminar. – Señaló Sonoko con cierta desconfianza, al cruzar las puertas de entrada del colegio. Ya estaba viendo como varios alumnos centraron su atención en la castaña.

- Por eso debo volver. No podré ingresar nunca a la facultad de esta manera.

- Solo a ti se te ocurre volver con cuatro grados y nevada.

- ¡Mouri-san!

- Hola Nakashima-kun, Aizawa-kun.

- ¿Volviste? – Exclamó el rubio al acercarse a ella. – ¿Por qué no nos avisaste? Te hubiéramos acompañado desde tu casa.

- No era necesario. Gracias por preocuparse. Bastante que fueron a verme seguido a casa.

Fueron caminando hasta los lockers, donde empezaron los problemas del día de la fecha.

- ¿Qué hace esta acá devuelta?

- Cambio de año, pero la mierda sigue siendo siempre la misma. – Exclamó una chica, con exceso de maquillaje para su opinión personal.

- ¿Sabes? Tienes razón. – Respondió con una sonrisa, mientras abría su locker. – Oh, alguien me dejó cositas adentro del casillero. Gracias por el regalo quien haya sido. Si te tomaste tantas molestias por alguien como yo, es porque me consideras un poco importante en tu vida.

Las mujeres se sorprendieron, dado que no esperaban que devuelva el comentario. No solía hacerlo.

Pero no eran los únicos. Las tres personas que la acompañaban desde que puso un pie en el colegio y que querían abalanzarse sobre la chica apenas dijo el insulto, se quedaron totalmente estáticos al presenciar dicha interacción.

- Apestas. ¿Cuándo te bañarás? Eres un asco.

Ran se olió la ropa.

- Gracias por tu consejo. Lo tendré en cuenta cuando compre un nuevo acondicionador de ropa.

El grupo de gente desconocida que la rodeó, se quedó perplejo por un momento.

- ¡Espera un maldito momento! – Le gritó una de las chicas. – ¿Quién demonios te crees que eres, estúpida?

- Mmm, por lo que dicen, solo soy un simple sorete que por lo que veo, atrae muchas moscas inservibles. ¿Me pregunto qué es más asqueroso? ¿La mierda en sí, o los que comen de ella?

- Ya me cansaste. – Declaró uno de los chicos de gran tamaño, con los dientes apretados. – Es hora de sacar la basura a la calle.

El chico intentó agarrarla, pero la mujer fue mucho más rápida. Tomó su muñeca, se la flexionó hacia atrás, y lo soltó para adquirir su espacio de distancia. La luxación, le provocó un inmediato dolor al hombre.

- ¡Eres una hija de puta! – Le gritó, tomándose la mano.

- Insultos repetidos. ¿No pueden ser un poco más creativos? ¿Alguien más quiere acercarse? – Exclamó, mirando a su alrededor.

- ¡Vayan por ella! – Gritaron las mujeres a los hombres.

Tres intentaron abalanzarse sobre ella, y solo bastó un puño, un rodillazo y una patada, para dejarlos fuera de la consciencia.

- Por favor, señores. No invadan mi espacio personal. Es de mala educación. ¿Acaso sus padres no les enseñaron eso?

- ...

- A ver si entendemos una cosa. – Dijo acercándose a las mujeres, que ahora parecían niñas de jardín de infantes por el miedo. – Ya aguanté demasiado tiempo sus pendejadas, y no pienso contenerme más tiempo. Si quieren seguir molestándome, adelante. Pero yo no me quedaré con los brazos cruzados, y no me responsabilizo de los golpes o heridas que pueden obtener. No me importa si son mujeres u hombres. Para mi son la misma porquería. Por ende, misma porquería, mismo tratamiento. – Y señaló a los chicos en el suelo para dar el ejemplo. – ¿Les quedó bien claro?

Las chicas se quedaron calladas, y lo único que pudieron hacer, fue asentir con la cabeza.

- Excelente. Ahora sean unas buenas alumnas y vayan a su aula. – Les dijo con una sonrisa de felicidad. – Y mejor que no las vea acosando a absolutamente a nadie, o les juro que se la verán conmigo. ¿Entendido? – Su tono cambió a endemoniado, y sus ojos se tornaron absolutamente fríos.

La karateca se dio la vuelta, y se dirigió a su aula con toda la tranquilidad del mundo.

- Ah, ahora me siento mejor. – Dijo con una auténtica sonrisa.

Sonoko, Nakamichi y Eisuke, se quedaron totalmente perplejos, con los ojos salidos de lugar y las bocas abiertas.

- ¿Acaso vio a Kudo-kun? – Preguntó el hombre más corpulento.

- No que yo sepa. – Le respondió Sonoko. – Pero me parece que alguien determinó lo que quiere de una buena vez por todas.

- Al fin. Una leona no necesita rugirle a todos para demostrar que es una. – Opinó el morocho. – A diferencia de estas pobres larvas que solo andan en grupo como sanguijuelas.

- Se lo merecen, idiotas. Mejor que la dejen en paz, o van a terminar mal. – Adhirió Nakamichi. – Si no los agarra ella...

- Lo haremos nosotros. – Terminó diciendo Eisuke.


Casa de los Mouri – Tokio – Enero Año 1

Tanto Eri como Kogoro, salieron corriendo de los trabajos en los que se encontraban, para acudir lo más rápido posible a la casa. Ambos se estaban comunicando por los celulares entre ellos, y recordaron viejos tiempos.

- Esto me hace acordar a cuando iba al jardín y vivíamos corriendo para llegar a horario a la salida. – Opinó la abogada, que iba cargada con un montón de expedientes bajo su brazo, y agarrada de las manijas del subte.

- Qué épocas divertidas. Al menos no hay profesores que quieran secuestrarla.

- No. Ahora hay estúpidos compañeros de colegio.

- Y ex novios complicados.

- Y organizaciones que encojen gente.

- Como cambiaron las épocas, ¿No?

Ambos empezaron a reírse a carcajadas al escucharse. La relación de ambos cambió notablemente desde que se unieron para ayudar a Ran, y más que nunca, se encontraban comunicados todo el tiempo entre ellos.

- Ah, ya estoy por llegar a la estación, Eri. Te espero a la salida. Espero no congelarme con esta tormenta de nieve.

- Llego en siete minutos.

- Que exactitud.

- Cállate.

Cuando se encontraron, se tomaron de la mano y fueron caminando apresuradamente hasta la agencia. Eran casi las siete de la tarde y la nieve les estaba dificultando llegar a tiempo.

Entraron a la casa con sus zapatos mojados y helados, al igual que la parte de abajo de sus pantalones.

- Me estoy congelando, ¿Habrá llegado Ran? – Exclamó la mujer, mientras se sacaba la bufanda y los tres mil abrigos que tenía encima.

- Sí.

- ¿Cómo lo sabes?

- Sus pantuflas no están. – Dijo, señalando el mueble.

Su mujer lo miró con una ceja levantada. La perspicacia de su marido había aumentado en el último tiempo, y no podía dejar de llamarle la atención.

- ¿Qué es ese olor? – Consultó Kogoro.

Ambos se acercaron a la cocina y vieron que Ran estaba cocinando alguna especie de torta en el horno.

- ¿Llegaron? Bue... que pregunta idiota. No estarían ahí sino.

- ¿Qué estás haciendo? – Consultó su papá.

- Tarta de limón. Hacía tiempo que no la hacía y tenía antojo.

Eri se quedó desorbitada.

- Que bueno. ¡Hacía tiempo que no probaba tus deliciosos postres! ¿Y cómo te fue en tu primer día?

- Mmm, no es mi primer día.

- "¿Qué está pasando acá?" – Pensaba la abogada.

- Bueno. Tu primer día después de ausentarte tanto tiempo.

- Supongo que bien. Tuve que implementar algunos correctivos... – Contaba, mientras sacaba la torta del horno y la dejaba sobre la cocina. – ... pero bien.

- ¿Correctivos? ¿Otra vez te están molestando?

- Creo que entendieron el mensaje.

- Excelente. Cariño, ¿Por qué no te vas a bañar antes que yo?

- Eh, ¿No conviene que decidamos que comer? ¿Quieres... algo en específico, Ran? – "Seguro me dirás, que te da igual cualquier cosa que pidamos. Es la única respuesta que me has dado por meses."

Ran vio que su madre le había hecho la pregunta con mucha cautela, y era de esperarse. Todavía sentía culpa de haberla tratado y respondido tan mal estos meses, y no sabía como acercarse a ella nuevamente.

Pero era un nuevo año, y había decidido empezarlo de otra forma. Así que, caminó unos pasos con la mirada gacha, y extendió una mano hasta tomarle la punta de la manga de su sweater.

- Quiero... hamburguesas. Si te parece bien. – Dijo apenada.

La garganta de la mujer mayor trago fuertemente, pero no bastó. En meses no dejó que se acercara, y por primera vez, había dado el primer paso.

- Ok. ¿Me dejas... abrazarte?

Solo bastó una pequeña confirmación con su cabeza para que la rodee con sus brazos y empiece a llorar de la emoción.

- Perdón. No quise... decirte todo eso.

- Lo sé, mi pequeña.


Habitación 265 – Jueves 8.50 am. – Actualidad.

- "Checklist para cuando regrese: agradecerles a Nakamichi, Eisuke, Haibara-san y Sonoko por cuidarla... y encontrar esa futura lista negra. Empezando por ese hijo de puta de Kei."

Ran aprovechó para tomar los últimos centímetros cúbicos de agua que quedaban en su botella, y ver a la persona que tanto le importaba. Estaba sentado sobre la cama con su pierna izquierda recogida en un cuatro sobre la colcha, y la derecha doblada hacia su pecho.

Sus ojos centellaban de ira, dolor y frustración. Emociones que, mal combinadas, podían resultar en algo totalmente explosivo.

- Estoy lamentando el no haberte dicho nada antes de irme. – Se recriminó, pasándose una mano por la frente y el pelo.

- Si me lo hubieras dicho, no se si no hubiera reaccionado peor, o como te habría recibido. Recién en junio... hace casi un año... – Dijo de forma pausada. – ...me atreví a mandarte un par de mensajes. Me llamó la atención que tu última conexión había sido hace tanto tiempo atrás, pero aún así... lo hice. Obviamente jamás conseguí respuesta, por lo que pensé en llamarte...

- Pero te decía que estaba apagado.

- ... – Ran asintió. – Un día me decidí ir a tu casa. Pensé que habías cambiado el número o el teléfono. Pero no me esperé ver el jardín con hojas del otoño pasado, el césped crecido y las cortinas bajas. Toqué el timbre un par de veces, pero claramente no había nadie.

- ...

- Fui a casa del profesor Agasa. Justo iba a salir con Ai-chan a hacer las compras, y se sorprendieron de verme ahí. Y yo también... ¡Cómo adelgazó el profesor!

- También me quedé atónito cuando lo vi... ¿Y qué hiciste? ¿Preguntarles dónde estaba?

- ¿Ellos sabían de esto último tuyo?

- Sí. Pero era mi padre el que se comunicaba con ellos muy de vez en cuando. Hasta que llegué acá, no había tenido contacto con ellos.

- Pues, los mataré cuando los vea. Me dijeron que no te habían visto y que no sabían nada de ti.

- ¿Qué esperabas que te digan? Y técnicamente hablando... la mitad de su declaración era cierta. Además, les pedí que no te dijeran nada, al igual que Heiji.

- Pero aún así...

- Hacía un año que no te veían, nosotros no habíamos terminado para nada bien, yo estaba hecho un desastre a nueve mil kilómetros de distancia y tú estabas en recuperación. No puedes recriminarles nada, y el problema, lo teníamos nosotros. – Le explicó, moviendo un dedo sucesivamente entre ellos.

- Tienes razón.

- ...

- Que raro. En otro momento me hubieras dicho algo como: Obvio. Siempre tengo la razón.

- Por más que me digas lo contrario, no soy la misma persona que dos años atrás, Ran. Tienes pruebas para llevarle la contra a Toyama-san con su teoría de que la gente no cambia.

- "¡Maldición! Estás muy serio y no hay chiste que logre cambiarte esa expresión."

- Y entonces... ¿Qué pasó?

- A partir de ahí, no tengo más nada nuevo que no te haya contado en la casa. Terminé el colegio y elegí seguir la carrera de psicología, justamente por todo esto. Yun-san incluso, me ayudó en las sesiones a desarrollar un montón de cosas, desde como observar a la gente con su lenguaje corporal, hasta ponerme en la cabeza de otra persona para entender cómo piensa o actúa.

- "Eso me responde varias dudas de estos días, señorita calculadora y analítica."

- Después me limité a concentrarme en la facultad, a dar clases en el dojo de la escuela y a ocupar mi tiempo para intentar no pensar. A decir verdad... cuando volví de tu casa ese día, me quedé viendo la cadena del teléfono, pensando que no volvería a verte. – Dijo con pena, mirando las sábanas. – Pensé que... te había perdido y que tenía que vivir por el resto de mi vida con esa carga de consciencia. Lamento haber discutido contigo esa noche y decirte... todas las cosas que te dije. Fui totalmente injusta e hice de nuestras vidas un mayor infierno. Lo siento.

- Ran, ya te dije que el principal culpable de todo esto, soy yo. No tengo nada que perdonarte.

- Yo también estuve mal. Ojalá pudiera eliminar esa noche de nuestras vidas.

- ¿Solo esa? Yo quiero eliminar la noche de Tropical Land. Ese es mi mayor arrepentimiento.

- No quieras hacer eso.

- ¿Sabes el costo que eso me representó?

- Sí. Ahora lo sé. Pero como me has dicho en la casa de los maizales, gracias a ese día y a que te convertiste en Conan, lograste conocer gente estupenda. No solo eso, sacando a esa maldita organización, ayudaste a un montón de gente. A los del FBI, a la familia de Sera-chan, a Furuya-kun, al padre de Kaito y a él. Sin eso, no hubieras conocido a Hattori-kun o a Saguru-kun tampoco, ni a ninguna de las chicas. Sonoko no hubiera conocido a Kyogoku-san y además, ¿Quién sabe cuanto tiempo más hubiéramos dado vueltas en círculo entre nosotros para... llegar a algo, si eso no hubiera ocurrido?

- Llegar a algo. Interesante forma de ponerlo.

- ¿Me hubieras dicho en el corto plazo que te gustaba?

- Ya hacía rato que quería hacerlo. Pero admito que es muy probable que hubiera tardado unos años más. Sabes que soy lento en esos temas.

- "Pues parece que ya no."

- ¿Cómo es que tienes tanta relación con Haibara-san? Me amenazó con hacerme pedazos si no te traía sana y salva.

- Cuando fui a buscarte y me vio, supo a qué había ido. Después de ese día, vino seguido para chequear que estuviera bien. Me ayudó a entender cosas que no comprendía. Tenía... miles de preguntas y dudas sobre lo que pasó, y ella pacientemente me explicó punto por punto. Incluso, hablamos mucho de ti.

- ¿Quiero saber? – Preguntó, alzando una ceja.

- ¿Es verdad que para no soltarme la mano cuando me dormiste en lo de Shiragami, rompiste toda la manga del sweater?

- Ok, retiro la pregunta. No quiero saber.

- Oh, respóndeme.

- No lo haré. – Declaró, cruzándose de brazos.

- Eres un tonto. – Respondió con una sonrisa, alzando los brazos hacia arriba para estirar la espalda. – Voy al baño un momento.

Abrió la canilla del lavatorio y se lavó la cara. Se sentía un poco más fresca después de haber llorado varias veces en las últimas... ¿Tres... cuatro horas? Ya había perdido la noción del tiempo que estuvieron hablando.

No recordaba cual fue la conversación más larga que tuvo con Shinichi en su vida. Pero seamos sinceros, nunca pasaron dos años consecutivos separados.

Agarró la toalla blanca de costado y se secó el rostro, exhalando fuertemente sobre la toalla. Cuando la apartó y abrió sus ojos, no se sorprendió de verlo en el reflejo del espejo.

No dijo ninguna palabra. Simplemente se acercó, y colocó sus brazos alrededor de ella, a la altura de sus hombros. Su cabeza se posó al costado de la de ella, y su mirada se encontraba perdida. Observaba hacia abajo, evitando que ella lo vea a través del vidrio.

- Lo siento.

- ¿Por qué? – Le consultó suavemente, mientras arrojaba la toalla hacia la mesada, y colocaba sus manos sobre sus antebrazos.

- Debería haber estado ahí de alguna forma. – Respondió, aplicando más fuerza con sus extremidades superiores para presionarla más contra su cuerpo.

- ¿Me estás cargando? Era mi problema, no el tuyo.

- Aun así...

- A ver si entiendo una cosa. – Dijo, dándose vuelta y rompiendo el abrazo. – Tú tenías un serio problema, y encima, te pusiste al hombro el de Kaito. Y aún con todo eso... ¿Hubieras querido lidiar con lo mío también? Ya te lo dije antes. No puedes hacerte cargo de todo lo que le pasa al mundo, Shinichi. Cada uno de nosotros tiene que lidiar con sus propios temas.

- Pero...

- No. – Dijo, colocándole una mano sobre la mejilla y mirándolo a los ojos. – Te entiendo. Se que te preocupas por la gente que forma parte de tu vida. Eso me quedó bien claro. Pero no puedes estar continuamente protegiendo a todos. No siempre vas a poder estar, y sí estás, hay ocasiones donde tampoco podrás.

- ...

- Quiero que me prometas algo. Si algo nos pasa con todo este embrolle, no quiero que arriesgues más tu vida, ¿Ok?

- No puedo prometerte eso.

- Shinichi... – Lo retó.

- No. No lo haré. No prometo cosas que se que no puedo cumplir. ¿Qué parte de todo lo que te dije no te quedó claro? Si algo pasa, y no puedo evitarlo... sí te puedo prometer, que iré por ti. Cueste lo que cueste. ¿Me entiendes? Ya tuve que esperar dos años para volver a verte. No voy a dejar que un par de hijos de puta me quiten lo único que me mantiene vivo. Si te lastiman a ti, también me lastiman a mí.

- Pasaron años y la misma pregunta ronda en mi cabeza. Sigo sin entenderlo... ¿Por qué yo? – Le preguntó, mientras cristalinas gotas recorrían sus mejillas.

- ¿Quieres saber cuáles fueron las dos escenas que se grabaron en mi cabeza por siempre, y que me hicieron enamorarme de ti? – Le preguntó con total sinceridad, al mismo tiempo que enjugaba sus lágrimas con su pulgar.

Y la mujer se ruborizó un poco. Aún no estaba acostumbrada a este Shinichi tan directo, y a decir verdad, le daba vergüenza hablar de estos temas con él... así que, lo empujó de los hombros, haciéndolo retroceder tres pasos.

- La primera fue en la sala Sakura.

Ran abrió los ojos con sorpresa, caminando tres pasos hacia él.

- Sí. Éramos pequeños, teníamos cuatro años, apenas nos conocíamos y ya me dejaste bien en claro que me odiabas. – Dijo, rodando los ojos. – Pero recuerdo que quería impresionarte con mi super deducción de lo que estabas haciendo mientras todos dormían. El resto de los chicos lo estaban cuando me escucharon, pero tu... estabas... tan enojada porque te había dicho que eras una llorona. Te importó un bledo lo que había deducido, y me lo negaste una y otra vez, por más que tenías lágrimas en tus ojos. Y fue ahí cuando me demostraste que eras... diferente.

- ¿Sólo porque te llevé la contra? ¿Ese fue el gran momento?

- No. Fue tu sinceridad, fuerza, valentía y transparencia. Y luego, tu sonrisa cuando me entregaste la flor con mi nombre. Era tan natural, genuina y realmente hermosa, que me prometí intentar siempre conseguir que sonrieras de ese modo. Una promesa que claramente no cumplí en lo absoluto, puesto que te hice llorar demasiadas veces. – Dijo con lamento.

- ...

- Y la otra fue cuando te planté por dos horas porque me había olvidado que íbamos a encontrarnos, y en vez de liquidarme cuando me vistes, me dijiste que estabas aliviada porque pensaste que me había pasado algo. Y después... me sonreíste. Curvaste tus labios de la misma forma que cuando teníamos cuatro años. Y ahí me di cuenta de que no eras solo una amiga para mi. ¿Cuándo mencioné dinero, inteligencia o físico?

- Nunca.

- Exacto. No se quién demonios te dijo o escribió eso. Pero soy un humano común como cualquiera, y no me interesa esa lista de atributos. Prefiero estar con gente que valga la pena. Y créeme... – Le explicó, colocando una mano sobre su rostro para que lo vea a los ojos. – ... que tu vales la pena, Ran.

- "Wow, wow. ¿Qué?"

- No eres solo una chica que sabe karate y que golpea fuerte. Eres la mujer más valiente que conocí, con un gran espíritu, que se preocupa por el resto de la gente antes que por su propia seguridad, al punto de que arriesgas la vida para salvarlas. Aceptaste cuidar y sin dudar, a un niño que no conocías, mostrándome un amor maternal que siendo ahora lo que soy, jamás había visto. Me demostraste abiertamente lo mucho que me querías en esa época, y me hiciste darme cuenta de lo estúpido que fui durante años al no decirte lo mucho que te amaba. Cuando pienso el tiempo que perdí y que podría haber aprovechado para estar más cerca de ti, me dan ganas de golpearme o de intentar retroceder el tiempo.

- ...

- Sí, lloras como un marrano...

- "Y tuviste que cagarla." – Puso cara de perro, lo cual provocó que Shinichi sonriese.

- ... pero eso solo demuestra que eres una persona altamente sensible. Eres amable, cálida, confiable, sabes escuchar y apoyar, eres madura y paciente... extremadamente paciente. – Comentó con exageración. – Es por eso que a veces me da bronca cuando te auto destruyes de esa forma, pensando que no eres lo suficientemente buena. No puedes ser mejor de lo que eres, Ran. Cualquier persona se debería sentir afortunado de poder conocerte bien y de tenerte.

- "Estúpido, me estás haciendo sonrojar y quiero llorar. Saca tu mano de mi rostro que no lo puedo mover y no me puedo ocultar."

- Además...

- "¿Todavía tienes más cosas para decir? ¡Ya, para! Tengo vergüenza."

- ... dices que no eres inteligente... ¡Mentira! La cantidad de veces que te puse en aprietos siendo Conan y pudiste salir indemne como si nada. ¿En cuántas ocasiones sorteaste acertijos o casos por tu propia cuenta? ¿Quién estuvo guiando a sus amigas para que estos imbéciles no las agarren? ¿Quién dejó todas las pistas para que las encontráramos? ¿Quién ayudó a deshacernos del último auto que nos estaba persiguiendo?

- ...

- Y encima no puedo creer que te hayas fijado en tu cuerpo con lo que te dijeron. – Dijo con exasperación, mientras rodaba los ojos.

- No estaba en una buena etapa, y tampoco es muy lindo que te critiquen como te ves.

- ¡Pero que te importe una mierda lo que piense el otro! ¿Me estás tomando el pelo? Desde que entramos a esta habitación que te estoy advirtiendo que quiero saltarte encima, y no me falta mucho para llegar a eso. ¿Acaso no es explicación suficiente para que entiendas lo hermosa que eres? No tienes idea de lo que me estoy conteniendo.

- "¡¿Pero qué carajo?! Definitivamente, Shinichi se volvió MUY directo, y sus orbes negras y oscuras no me están ayudando en nada. Ufff, ¡¿Soy yo, o está haciendo calor?!"

La combustión de la cara de Ran, era impagable. Shinichi estaba muy tentado de ir corriendo a la habitación a buscar su teléfono, para sacarle una foto. La pondría como fondo de pantalla, y se la mostraría a Kazuha para que deje de reclamarle que su teléfono no tenía personalidad.

- ¿O acaso no recuerdas la cantidad de sangrados nasales que tuve, de las veces que te vi desnuda?

- ¡Aghhhh! No menciones eso, maldito depravado. Habrás aprovechado cada ocasión para poder hacerlo, ¿No?

- No es mi culpa que no sepas colocarte bien la toalla. – Le reclamó, con un pequeño rubor.

Oh, si... estaba recordando con sumo detalle ese episodio. Cada curvatura de su cuerpo, cada centímetro de piel sedosa y desnuda...

- "Como envidiaba las gotas de agua que resbalaban por su suave tez."

- ¡Estás colorado! Estás pensando en eso, ¿No? ¡Shinichi!

- Shhh, vas a despertar a medio hotel. – Le reprochó, poniéndole una mano sobre la boca. – ¿Te quedó todo claro?

El rostro de Ran se encontraba dudoso, y Shinichi sabía que en su cabeza, estaba todavía negándolo.

- Ran, el amor que siento por ti, es el mismo desde que descubrí que me enamoré de ti. Eso no va a cambiar. Nunca. Así que acéptalo de una vez en tu cabezota. Hace años que estoy... head over heels in love. – Le confesó finalmente, al encontrar las palabras adecuadas. – ¿Ahora entiendes por qué no puedo irme si te pasa algo?

- ¿Por más que me equivoque y te mande al otro lado del planeta? – Dijo, con el labio temblando.

Shinichi aprovechó para abrazarla y apoyar el rostro de ella sobre su hombro. Puso su mentón sobre su oreja y le susurró...

- Nadie se equivocó más que yo. Y si hubiera podido evitarlo, no me hubiera ido jamás de tu lado. Ni aunque me hubieras mandado en nave espacial a otro universo.

- ...

- Ahora sabes las causas por las cuales me tuve que ir al otro lado del planeta. Tu no tuviste nada que ver con eso, así que, sácate esa mochila de encima, por favor.

El corazón de Ran no dejaba de latir fuerte y erráticamente. Sus manos se aferraban con fuerza sobre su espalda. Amaba estar así, entre sus brazos. Se sentía tan segura.

Pero eso le hizo acordarse de algo.

- ¿Entiendes tú también por qué no puedes pedirme que me vaya o que no te espere?

Shinichi gruñó con la garganta.

- En eso ya no estoy de acuerdo.

- ¿Volvemos al inicio una vez más? – Se quejó, separándose y rodando los ojos. – Quiero respuestas cortas y directas. ¿Quién toma esa decisión? ¿Tú o yo?... ¡No! No intentes desviarme la mirada y respóndeme. – Lo retó, mientras colocaba ambas manos sobre sus mejillas para que no se aparte.

- Tú. – Y Ran se paró sobre las puntas de sus pies para besarle la frente, provocando una mirada llena de confusión por parte del detective. – Pero…

- No más peros. Respuestas cortas. ¿Me hubieras vuelto a buscar para que hablemos?

- …Sí. – Dijo finalmente después de una pausa, recibiendo un beso sobre el puente de la nariz. – "Deja de hacer eso o no voy a poder controlarme, Ran".

- ¿Intentarías lo imposible para que te perdone, o te rendirías a la primera negativa mía?

- Intentaría todo. Excepto... si te hubiera visto feliz, con tu vida armada.

- Poco probable que el caso hubiera pasado. – Le susurró al oído, provocándole al detective un gran escalofrío, seguida de una oleada de calor.

Ran fue bajando con sus suaves labios, desde su oreja hasta su mejilla, y movió la parte interna de sus labios sobre esta última, ejerciendo un poco de presión.

- "¡No! ¡Ese beso otra vez, no!" – Pensaba con dificultad, dado que su corazón palpitaba con gran estruendo y su respiración se tornó asincrónica. Su mente estaba empezando a nublarse, y eso era peligroso.

-"¡Atácala, tacléala, abalánzate sobre ella por más que no se haya cortado la luz y no estés en la cocina! ¡Haz lo que quieras, pero hazlo ya!" – Decían sus amigos rojizos con alas.

- "Cállense, malditos diablos internos con exceso de testosterona."

- "Tú mejor cállate, que saliste de ese estado hace solo unos meses".

- "¡Año!"

- "¿Cuál es la diferencia, idiota?"

- ¿O sea que hubieras sido capaz de luchar por arreglar nuestra relación por más que te lastime mil veces con mis palabras o te muela a palos con mis técnicas de karate?

- Sí. – Y Ran le besó la otra mejilla de la misma manera.

- Y después me dices masoquista a mí. – Comentó con gracia, mientras rodeaba su cuello con sus brazos y lo abrazaba.

- "Estás a punto de explotar, imbécil. ¡Haz algo! ¡Peligro, Danger! ¿En qué idioma quieres que te lo digamos?"

- "¡BASTAAAAAA!".

- " ¡Llamando a todas las unidades de control de temperatura! Enciendan los ventiladores y los cooler que en cualquier momento el volcán erupciona."

Shinichi estaba perdiendo el poco autocontrol emocional que le quedaba. Su cerebro se encontraba lleno de interrogantes, calculando millones de fórmulas con miles de condicionales en Excel.

Quería seguir avanzando sobre el terreno totalmente desconocido. Pero por otro lado, habían tenido LAS conversaciones y LAS confesiones. Era demasiado para un día donde él casi muere baleado, Heiji fue molido a palos, y Kaito se tiró de las alturas con todo lo que ello representaba. No quería realizar un paso en falso. La última vez, casi la pierde por ello. Debía ir paso a paso. Debía ser paciente.

- "¿Nos arreglamos? ¿No nos arreglamos? ¿Qué somos? Sinceramente quiero besarla. Pero, sería su primer beso. ¿No se supone que es especial para las mujeres? No es el momento indicado por lo que está pasando. Tampoco es el lugar, considerando que estamos en el baño de un hotel en el medio de la nada. Deberíamos hacerlo en una salida como corresponde. Yo la estaría esperando, sintiendo un poco de nervios y ella vendría tarde por no decidirse qué ponerse. Hablaríamos de estupideces e iríamos a comer a algún lado, como por ejemplo, el restaurante donde papá le propuso matrimonio a mamá..."

- "Aunque ahora que lo pienso, ahí la dejé plantada y casi la destruyo."

- "..."

- "Ok, quizás no sea un buen lugar, pero no viene al punto ahora."

- "Luego, caminaríamos por la ciudad, hasta llegar a algún sitio donde tenga un gran paisaje o una atmósfera distinta, y quizás ahí, sería el momento de intentar. Exacto Shinichi, ese es un buen plan. No puedes ser egoísta de esta forma y destruirle el cómo pensó o fantaseó su primera experiencia."

Cerró los ojos, disfrutando de la simple cercanía con ella. Podía conformarse con eso.

Después de todo este tiempo, donde lo único que sintió fue dolor, era increíble poder sentirse... vivo... de vuelta. No podía creer que la tenía tan cerca, abrazada a él.

- "Además, ¿Si no soy la persona que ella quiere que se lo de? ¿Y si lo hago mal? ¿Y...?"

Ran movió su frente contra la de él, provocando que sus narices se acaricien en el proceso. Los labios de ambos, inconscientemente se entreabrían y se acercaban a milímetros de los del otro. Sentían sus respiraciones irregulares por la velocidad en que latían sus corazones.

Él se separó un segundo para verla, y ella abrió los ojos para observarlo. Ambos se quedaron conectados orbe a orbe por unos largos segundos. Azul contra azul. Espejo versus reflejo.

La mano de ella pasó a acariciar con suma delicadeza la mejilla de él, y la volvió a bajar. Y Ran... le sonrió genuina y dulcemente.

Y eso, fue lo único que necesitó Shinichi para mandar a la mierda su autocontrol. A la mierda las fórmulas con condicionales en Excel. Internamente, su mente hizo el viejo sonido del sistema de Windows cuando encuentra un error, y sacó un cartel que decía: "Tu cerebro dejó de funcionar correctamente por exceso de uso de razones estúpidas no aceptadas por una karateca jodidamente sexy. Tu mente cerrará el programa y le notificará si existe una solución neuronal… lo cual es poco probable. Hágale caso a los diablos, y proceda".

Fue subiendo su mano izquierda lentamente, hasta apoyar la palma sobre su cuello. Su pulgar, se encontraba por debajo de su oreja, deslizándolo suavemente por su piel. Su mirada viajó hacia ella, notando que sus ojos brillaban al verlo.

Estaba nervioso, y su respiración se hallaba entrecortada. Pero no le importó... porque la de ella, se encontraba del mismo modo sobre su rostro.

Fue acercándose, observando que inconscientemente los labios de ella, se abrieron un poco. Sus narices se encontraron, al igual que sus orbes azuladas. Sus miradas viajaban permanentemente sobre los labios del otro, para después volver a sus ojos. Así, una y otra vez.

Shinichi empezó a mover delicadamente su nariz contra la de ella, mientras le prestaba atención. Se había quedado quieta, respirando con ansiedad por la boca, con los ojos entrecerrados y la mirada sobre los labios de él.

Fue torciendo un poco su rostro hacia su derecha, sin dejar de verla a los ojos, y solo cuando llegó a una distancia prudencialmente chica, decidió cerrar sus párpados.

Escuchaba las suaves inhalaciones que recorrían por la boca entreabierta de ella, producto de la ansiedad, y no se resistió más a ella. Se acercó hasta que unió sus labios con el superior de ella, y ella tomó el inferior de él.

La sensación... era indescriptible para él. Sentir la suavidad y el calor de los labios de ella contra los suyos, el nerviosismo en cada fibra de su ser, las palpitaciones del pecho de ella sobre el de él...

Se separó por un segundo sin alejarse, escuchando el "plick" de sus bocas al hacerlo. Y eso le gustó. Por ende, volvió a juntarlos otra vez de la misma forma, repitiendo el proceso.

De nuevo se separó, eligiendo el lado izquierdo ahora. Cuando juntaron sus labios otra vez, a los segundos, abrió un poco su boca para deshacerse del bloqueo, sin separarse. Apoyó su labio superior sobre el inferior de ella, y fue deslizando su labio inferior sobre la mitad del mentón de ella, hasta que logró que sus labios se unan nuevamente.

Se separaron nuevamente, y se vieron por unos segundos a los ojos, transmitiéndose un sin fin de emociones y pensamientos...y...

- ¡Al carajo todo! – Exclamó él, con decisión.

Unió sus labios con fuerza contra los de ella, mientras que, con una mano sobre su cadera, y la otra sobre la parte de atrás de su cabeza, la obligaba a dar dos pasos torpes hasta apoyarla contra la mesada del lavatorio, y así aprisionarla contra su cuerpo y no dejarla escapar. Era un beso salvaje, lleno de ansiedad y pura necesidad. No era un beso romántico, sino que era uno lleno de instinto…impulsivo… como si fuese vital para poder sobrevivir. Ambos, por más que no sabían qué hacer, querían exteriorizarle de cualquier forma al otro, el deseo y la atracción que fueron acumulando estos días.

No, mejor dicho… la acumulada durante años.

Shinichi inclinó un poco más su rostro para apretar fuertemente sus labios contra el labio inferior de ella, provocando que Ran emita un sonido en su garganta que hizo que el calor del cuerpo de él, aumentase exponencialmente hasta alcanzar niveles peligrosos. Aprovechó la mano que se encontraba en su pelo para enredarse, perderse en el, y a la vez, apretarla más contra su rostro si esto fuera posible. No quería dejar ni un milímetro de espacio de distancia entre sus bocas.

Ran sentía la penuria y casi desesperación de sus labios. Oh, sí que los sentía con fervor, y no pensaba quejarse. Si todos los besos iban a ser así, bienvenidos sean. Ni en su más excitante fantasía había imaginado algo como esto.

Estaban sumergidos en una guerra de dominación, que en vez de hacerlo mediante palabras como lo venían concibiendo, lo estaban realizando a través de sus labios. Labios que no paraban de abrirse y cerrarse sobre los del otro, conociendo distintos puntos de succión y probando dónde mordisquear para obtener una reacción del otro.

Su cabeza se encontraba nublada. Las caricias de Shinichi sobre su espalda y cabeza, sumado a los besos pasionales que le estaba dando, y el escuchar sus respiraciones agitadas, la estaban terminando de volver loca… y sentía mucho calor. Demasiado calor. Sus piernas estaban temblando de una forma, que temía caerse al piso en cualquier momento. Lo único que la mantenía más o menos consciente, era sentir el maldito filo del borde de la mesada en su lumbar, con lo cual, puso sus manos hacia atrás para crear espacio.

Shinichi al notarlo y sin romper el contacto entre sus bocas, la tomó de la cintura con ambas manos, y la subió al mueble como si fuera lo más liviano del mundo, ganando una exhalación de sorpresa por parte de ella.

Ahora el cuerpo de él quedo entre las piernas de Ran, y ésta, aprovechó para abrazarlo por sus hombros y pasar sus dedos entre su suave y corto cabello. Se aferró con fuerza a él, logrando un gemido de satisfacción por parte de Shinichi. Un sonido que le agradó mucho y quería repetir. Su otra mano aprovechó para explorar y masajear el cuello de él, por dentro de la remera.

Las cosas que Ran usó para limpiar sus heridas y que no guardaron, se cayeron dentro de la pileta o al piso. El dolor que Shinichi sentía en su torso fue totalmente olvidado, y las heridas en su cabeza y cara, le importaban realmente un carajo en estos momentos.

La mano de él, que se encontraba en su cadera, fue subiendo de forma atrevida por debajo de su remera para recorrer su espalda, realizando movimientos circulares y pequeños sobre su piel. No era consciente que sus dedos estaban logrando que Ran arqueé su lumbar por la electricidad, y apriete más su pecho contra el de él.

Sabían que tenían que parar… pero ninguno quería hacerlo. No después de haber esperado tanto tiempo. No después de todo lo que vivieron y sufrieron.

Ran se encontraba mareada, al punto de empezar a ver manchas negras. Por más que no quiso, puso una mano sobre el pecho de él, y separó sus labios, notando el ardor en sus pulmones ante la falta de oxígeno. Agitadamente, tomaba bocanas de aire mientras mantenía los ojos cerrados, intentando procesar todo lo que acababa de pasar…

….. ¿Qué… se supone que acababa de pasar?…..

Shinichi se quedó con la mente en blanco, mientras veía a la mujer tan malditamente obstinada abrazada a él.

- Maldición, no quería hacer esto así. – Dijo Shinichi sin poder regular del todo su respiración, colocando ambas manos al costado de la figura de ella. Le estaba costando mantenerlas intactas, luego de haber experimentado tan suaves y cálidas superficies.

- ¿Y cómo tendría que haber sido?

- No lo sé. Siempre imaginé que íbamos a tener unas cuantas salidas antes de que quedes encima de la mesada con tus piernas enroscadas a mi espalda. – Respondió irónicamente, mientras notaba la posición en la que habían quedado. – Repito lo que dije antes. Me parece que Toyama-san es una mala influencia para ti.

Ran no se acordaba cuando hizo eso, y no pudo evitar que su cara se ponga del color de un tomate a punto de ser convertido en salsa para pasta. Aflojó inmediatamente el agarre de sus brazos y piernas, dejando estas últimas, colgadas a los costados del cuerpo de él.

- ¿Te pones colorada por eso y no por… lo que acaba de suceder? – Preguntaba alzando una ceja. Su rostro también se encontraba sonrojado. – Eres rara, Ran. Definitivamente eres rara.

- Tú no hables mucho, querido. Que yo me quedo corta con respecto a ti.

Shinichi no tenía presente cuando fue la última vez que se quedó sin poder recuperar el aliento como ahora. Estos años hizo cientos de rutinas, salía a correr todos los días y se exigía lo más que podía física y mentalmente… pero nunca llegó a tardar tanto en volver a la normalidad. También se preocupó por un momento al sentir su corazón a mil por hora. Su frecuencia cardíaca estaba tardando más de lo habitual en regularse… ¿Esto era normal? Tendría que preguntarle a Heiji si el sintió lo mismo la primera vez que besó a Kazuha.

Dicho pensamiento, hizo que empezara a reírse con ganas. ¿Desde cuándo los papeles se habían revertido?

- ¿Te volviste loco? – Preguntó Ran, con los ojos abiertos al escucharlo.

- Creo que un poco. Ay, ay... si Steve se entera que no puedo recuperar el aliento por haber hecho esto, y no por correr 50 kilómetros, es capaz de perseguirme a patadas en el culo. – Dijo sonriendo, mientras se apretaba los ojos con el pulgar y su dedo índice.

- Quizás te cambia el entrenamiento por algo más... divertido. – Le dijo sugestivamente.

- No me des ilusiones. La pasaría bomba de ese modo.

- Tonto.

- Lo siento, Ran.

- Mmm… ¿Te… arrepientes? – Preguntó con cierta cautela, mientras bajaba la mirada hacia el piso de porcelanato blanco.

El del este analizó su figura y su tono de voz. Nunca entendió como Ran podía ser tan corajuda de llevarlo hasta el límite, hacer lo que hicieron, estar en la posición que estaban, y luego tirar su autoestima bien al infierno. Su inseguridad y su origen es algo que nunca iba a poder entender.

Una de sus manos fue a su mejilla para levantarle el rostro y mirarla a los ojos, estableciendo nuevamente ese contacto único que existía entre ellos.

- No. Lo repetiría una y otra vez, tonta. Sólo que me hubiera gustado que haya sido de otra forma. Incluso me había formulado un plan con cada paso a seguir. Y acabo de descubrir que lo acabo de mandar a la mierda. – Dijo arrugando el ceño con diversión, al darse cuenta que quedó totalmente obsoleto. – Y todo porque me tuviste que llevar a los límites, ¿No? ¿Ahora entiendes lo peligroso que es hacer eso?

- Eres demasiado estructurado y rígido, ¿Lo sabías? No todo tiene que tener un procedimiento.

- ¿Cómo qué no? ¡Firmado y actualizado! – Le dijo con burla.

- Quizás deba portarme mal más seguido entonces. Así rompes esquemas y lo actualizas más seguido.

Su mirada era seria y determinante, no dejando lugar a duda que le iba a seguir dándole pelea. Esos ojos azules y brillosos como el mar, lo hacía sentir especial y hacía que su corazón latiera con más pulsaciones de las que pensó que era capaz de latir.

- ¡No hagas eso!

- ¿Qué cosa? – Consultó, haciéndose la tonta.

Ran no pudo evitar sonreír al escucharlo.

- ¿Estás bien? – Preguntó la karateca, al tocar sus labios. – Están rojos e hinchados.

- ¿Te viste al espejo? – Le retrucó, alzando una ceja.

Al escucharlo, se dio la vuelta para mirarse, notando que los de ella no estaban muy distintos a los de él. Solo no tenía los tremendos golpes en las mejillas y la lastimadura en el labio inferior… donde hace solo unos momentos, ella estaba probándolos de una forma un poco… desesperada.

- ¿No te duelen las heridas de la cara?

- No. – "Me duelen otras zonas que no estaría pudiendo contarte, idiota. Menos mal que estás arriba del mueble y no contra mí."

- ¿Qué hay de tu torso? – Consultó ahora realmente preocupada, al recordar que la había levantado. – También te estuve tocando la cabeza...

- Ran... – Shinichi empezó a recorrer su cuello y mandíbula con sus labios, logrando que el pulso de la mujer se acelere nuevamente, y que inconscientemente abra la boca para respirar.

- ¿Qué? – Es lo único que logró preguntar, en una exhalación de excitación. Sentía un cosquilleo por todo el cuerpo, además de un gran calor en su nuca.

- Cállate. – Le pidió, dándole un beso en la comisura derecha de sus labios.

- Pero…

- Cállate.

Se inclinó hacia ella, no pudiendo contenerse más para no acercar sus labios a los de la mujer que tan loco lo volvía.

El beso empezó siendo tranquilo y lento esta vez. Sentían la suavidad y el calor de sus labios con cada apriete y afloje, pero ya no les bastaba solo con eso.

De forma tímida e inexperta, tocó con su lengua los labios de ella para ver lo que pasaba. Y Ran, como en las cientos de películas cursis que vio, y en las decenas de novelas románticas que leyó, abrió los suyos de forma nerviosa, al no saber muy bien qué hacer.

Sintió como el calor de su boca la inundó, y como la punta de su lengua encontró la suya con cierto recaudo. Se relajó al notar que no era la única que estaba en penurias sobre el tema, y juntó la suya con la de él.

La pasión y la excitación empezaron a hacerse presentes a medida que ganaban más confianza en ellos, y el beso subió de exigencia cuando pasó el tiempo.

Shinichi le agarró el mentón para separar más los labios de ella, y así poder profundizar más el beso. Sus lenguas se acariciaban, realizando movimientos suaves y otros un poco más dominantes.

El detective quiso probar algo nuevo, por lo que alternó los movimientos con algunas mordidas sobre el labio inferior de ella, adquiriendo como recompensa, una serie de gemidos que estaban a punto de volarle la cabeza.

La mano derecha de él, recorría el cuádriceps izquierdo de ella y su cadera. Su mano izquierda acariciaba su espalda, atrayéndola hacia él de vez en cuando, para hacer más intenso el beso.

Ran por otro lado, estaba muy ocupada en recorrer sus hombros, cuello y pelo con una mano. Tímidamente con la otra, decidió ir bajándola por su pecho, hasta encontrar el final de su remera. Se atrevió a pasarla por abajo, sintiendo la suavidad de su piel y su estremecimiento. Empezó a recorrer su lumbar y parte baja de la espalda, deslizándose sobre el costado de su torso.

No recuerdan cuanto tiempo estuvieron, pero llegó un momento que se separaron y apoyaron sus frentes una contra la otra.

- ¿Dónde demonios aprendiste a besar así? ¿A cuántas mujeres besaste?

- No seas boba. Eres la primera.

- ¿Me estás diciendo que en California no tuviste ningún...

- ¿Ningún...?

- No me cargues, idiota. – Le reclamó ofuscada. – ¿Ninguna relación, salida, contacto? Llámalo como quieras.

- Ran, estuvimos hablando por horas. Sabes muy bien lo que estuve haciendo todo este tiempo.

- ¿O sea que nunca hiciste esto antes?

- No.

- ...

- ...

- ¿Alguna revista porno en tu habitación?

- Tenías que cagar el momento, ¿No?.

Ambos se rieron por unos segundos. Las comisuras de sus labios se elevaban sin quererlo al verse los rostros. Después de mucho tiempo, ambos se sentían felices y liberados.

- Últimamente, encerrarme contra el lavamanos es una costumbre que estás teniendo muy seguido.

- Podemos hacer una lista de lugares sobre dónde o contra qué encerrarte. Y en lo posible, vístete con camisones negros provocativos. – Le declaró, con las pupilas totalmente oscuras al imaginarla en varios sitios. – Me debes la cocina.

- ¡Shinichi! Eres un pervertido.

- Contigo, siempre.

- Al menos tienes una cosa menos para preocuparte. – Le dijo Ran.

- ¿Y eso sería...?

- Gracias por darme mi primer beso.

- Gracias por dejar que sea yo el que te lo de. Aunque lamento que no haya sido uno de los mejores lugares para hacerlo.

- No me importa el lugar. Me importa el quién.

- Técnicamente hablando... tu primer beso fue con Conan.

- ... – Ran arqueó una ceja, intentando recordar a qué se refería. – Darte oxígeno porque te quedaste trabado en el auto bajo el agua, no cuenta como tal, tonto.

- ¿Darme un pedazo de la torta que mordiste tampoco?

- ¡Claro que no!

Shinichi se le quedó viendo con una sonrisa, mientras pasaba sus dedos por el suave rostro de ella. Sus ojos mostraban un poco de melancolía, y eso le llamó la atención a Ran.

- ¿En qué piensas?

- En que hay veces que soñaba contigo… y era una tortura despertarme y saber que no estabas a mi lado.

- Lo sé. Me pasó también...muchas veces. Te extrañé. – Dijo, con una triste sonrisa.

- Yo también.

- No quiero perderte. – Le confesó en un susurro, con los labios muy cerca de los de él.

- No lo harás.

- ¿Me lo prometes?

- Te lo prometo.

Ran le sonrió y juntó sus labios nuevamente en un simple beso.

- Te amo, Shinichi.

El sonido de varios golpes a la puerta los interrumpieron.

Shinichi observó con fastidio su reloj, notando que eran las nueve de la mañana.

- Vaya modo de arruinar el momento. ¿Ya son las nueve? No quierooo. – Admitió realizando un mohín infantil.

Ran no pudo no reírse al verlo.

- Sin ofender... pero ahora sí pareces Conan.

Su mirada se volvió depredadora en dos segundos. No se iba a quedar atrás en su broma.

- Dudo que Conan pueda subirte a la mesada y darte los besos pornos que dices que salieron de abajo de mi cama.

Shinichi estaba disfrutando del espectáculo rojizo enfrente suyo. Una pelota roja en un árbol de navidad, parecía pálida en comparación a su cara.

- "¡Ja! Toma eso."

‐ ¡Idiota y pervertido! Vamos a abrirles antes de que piensen que algo anda mal. – Dictaminó, bajándose del mueble.

Shinichi le tomó el brazo, y rápidamente la atrajo hacia su cuerpo.

- ¿Dónde vas? Déjame terminar lo que empezamos.

- "¿Eh? ¿Más besos?" – Pensaba con entusiasmo.

- También te amo, Ran. – Y le dio un pequeño y corto beso en sus labios. – Siempre lo he hecho.

Ambos se quedaron abrazados, viéndose a los ojos y sonriendo como unos pavos.

Nuevamente tres golpes impacientes se escucharon, y ambos decidieron a regañadientes, deshacer el abrazo e ir a la entrada.

- Apostemos. ¿Heiji o Kaito? – Le consultó Shinichi.

- Hattori-kun.

- Perdiste.

Cuando se acercó a la puerta y la abrió, la figura de un muy dormido mago y de una mujer que parecía un zombie, se hicieron presentes.

- Creí que te habías quedado dormido, pero veo que estás bien despierto. ¿Por qué tardaste tanto? ¿Interrumpimos algo? – Preguntó el mago, entrando y cerrando la puerta atrás de Aoko.

- "No tienes idea." – Pensaron ambos al mismo tiempo, sonriéndose entre ellos.

Ran al ver a Kaito, no pudo recordar toda la historia de nuevo. Su sonrisa se esfumó y un deje de tristeza la invadió.

Automáticamente sus pies se movieron, y no pudo evitar darle un abrazo, empleando un poco más de fuerza de la habitual.

- Ok. ¿Qué pasó acá? – Preguntó con extrañeza, colocando un brazo alrededor de ella.

El mago se paralizó por unos instantes. En las mañanas definitivamente era un inservible, por ende, tardó un poco en hacer que su cerebro empiece a carburar para entender que es lo que le pasaba a la mujer.

- ¿Todo? – Le consultó al detective.

- Es lo que me aconsejaste, ¿No?.

- Con razón tienen esas caras. No durmieron nada, ¿No? – Expresó con una sonrisa ladeada.

- Nop.

- Desayunarás café, quieras o no. No vas a manejar sin cafeína en tu organismo, ¿Entendido? – Le ordenó, señalándolo con el dedo.

- Sí, mami.

- Not cute.

- ¿Ahora se te pegan las expresiones de mi madre?

- Alguien está de un excelente humor a pesar de no haber pegado un ojo. ¿Algo que me quieras compartir?

- Nop. Iré a la habitación de Heiji. No tiene teléfono para poner la alarma y seguro que no llamó a recepción para que los despierten. – Declaró Shinichi, para escapar de ahí. Agarró la tarjeta de la habitación y la billetera que estaban sobre la mesa, y se dirigió a la puerta. – Ven, Nakamori-san. Acompáñame.

Aoko se sorprendió al ver la escena y no entender nada de lo que pasaba.

- "¿A qué se refiere con "todo"? ¿Por qué Ran-chan está a punto de llorar? ¿Por qué lo está abrazando? No es que me importe, pero...

Decidió seguir al detective, por lo que cerró la puerta cuando salió.

- Está bien, Nee-chan. – Dijo, al mismo tiempo que pasaba una mano hacia arriba y hacia abajo sobre su espalda. – ¿Un vaso de agua?

- Hablamos tanto que no estoy segura si quedó algo en la heladera. – Le manifestó, separándose. – Además, si llego a tomar más agua, voy a hacer una laguna con patas.

- Laguna ya eres por haber llorado tanto.

- ...

- Tienes los ojos rojos y brillosos.

- Como Aoko-chan.

- No se te escapa nada, ¿No? Tuvimos... alguna que otra conversación complicada ayer.

- ¿Se arreglaron?

- No estoy muy seguro de saber bien que responderte.

- Al menos hablaron un poco. Todo empieza con los dos pies en el momento cero, ¿No?

- Sí. – Le respondió con una sonrisa, sentándose en el sillón de la entrada. – Tengo que confesarte algo.

- ¿Qué?

- Cuando estábamos en Los Ángeles, Shinichi no dudó ni un segundo en venir cuando se enteró de que ustedes estaban en problemas. Ni uno. Yo en cambio, no sabía si levantarme de la cama, ir al aeropuerto, o si tomarme el avión. Shinichi me advirtió, de que si no quería venir, que no venga.

- ¿Conflicto emocional?

- Pffff, no tienes idea. Una sola pregunta me hizo en el aeropuerto, y no supe contestarla.

- ¿Quiero saber?

- Me preguntó si yo quería a Aoko, y yo le dije que no sabía... es más, ¿Sinceramente? Sigo sin saberlo. Pero a él... a él lo veía tan seguro en su andar, en sus decisiones... que le pregunté de que lado estaba la pesa en su balanza: si en el sí, o en el no. ¿Qué crees que me respondió?

- "Después de nuestras sesiones hot en el baño, espero que haya dicho que en el sí."

- Con toda la calma del mundo me dijo que él no tenía esas pesas, porque nunca sintió odio hacia ti. Pensé que estaba loco. Allá, muchas veces estaba con un aire deprimente a su alrededor, y siempre te tenía en la cabeza por más que intentaba disimularlo o no hablar del tema, y yo... no lo entendía. ¿Cómo podía seguir amándote después de que lo mandaste básicamente a cagar? Lo dejó todo para acabar con ellos y poder volver contigo, ¿Y tú le cerraste la puerta en la cara de esa forma? Te voy a ser sincero: te odié.

- ... – Ran se quedó petrificada con la información, no sabiendo qué contestarle.

- Hasta que me lo explicó, diciéndome que él tomó decisiones por motus propio. Decisiones... que a él no le correspondían tomar. Que por las mentiras que te dijo, destruyó la confianza que le tenías y que te había dañado. ¿Sabes cómo te llamaba Vermouth?

- Ángel.

- ¿Hasta eso te explicó antes de irse? Estoy sorprendido.

- ¿A qué viene todo esto? – Preguntó, no gustándole mucho la conversación.

- A que no hay mejor palabra para describirte, porque es realmente lo que eres. Siempre te has preocupado por él como nadie lo ha hecho... y no solo por él. Te preocupas por todo el mundo, sin importar el daño que te ocasione la persona o que tanto la conozcas. Admiro la forma que tienes de querer a la gente por naturaleza y de pensar que toda es buena, y es así, que entendí el por qué no tenía esas pesas en la balanza.

- No me considero uno. Si fuese así, no hubiera peleado con él cuando me explicó todo.

- Se llama ser humano. Todos tenemos emociones y cometemos errores.

- Entonces no me digas que soy un ser espiritual.

- No necesariamente hace referencia a eso. Sino, a las cualidades que se le atribuyen a una persona. Eres exageradamente bondadosa e inocente como uno. Por eso, tengo que pedirte un favor, Nee-chan. ¿Puedo?

- Supongo que sí. – Contestó con duda.

- No lo lastimes, por favor.

El comentario la desorbitó.

- Shinichi... es muy importante para mi. Lo considero realmente, mi hermano mayor. Si ya te contó todo, sabrás lo mucho que sufrió estos años. Y si bien intentaba ocultarme su estado para no provocarme más estrés del que ya tenía, podía verlo y escucharlo. Fue... realmente un infierno para él. Y ver eso, verlo así fue... muy fuerte. No quiero que pase por algo como eso nuevamente. Quiero verlo bien y feliz, y me di cuenta de que la única manera de que lo sea, es a tu lado.

- ...

- Estando allá, son muy pocas las veces que demostró un destello de felicidad. Y ahora terminé de comprender, que su vida está incompleta, en un lugar que él no considera su hogar. Desde que llegó a Japón, no para de sonreír, hacer chistes o sonrojarse. Parece otra persona.

- "Entonces menos mal que no viste lo que pasó en esas puertas que están a mis espaldas".

- Y para que sea así, le faltas tú.

Ambos se quedaron en silencio por unos segundos, hasta que la karateca pudo reordenar sus ideas.

- No sé si puedo prometerte eso.

- ... – Kaito no esperaba esa respuesta, por lo que se quedó callado. Sentía que todavía faltaba el famoso "pero" en la oración... o eso esperaba.

- Siempre en toda relación que tengas, ya sea de compañerismo, amigos o pareja, tendrás buenos y malos momentos. Y nadie puede asegurarte que, durante esos malos momentos, alguno no termine herido sentimentalmente, fastidiado, enojado o triste. – Le contestó con una sonrisa sincera. – Pero...

- "¡Había un pero!"

- ... puedo prometer hacer lo posible para hacerlo feliz, si es que él me lo permite... y cuando vuelva. Sé que debe volver a irse, una vez que todo esto termine.

- Puedo vivir con eso.

- Eres... una gran persona y un gran hermano, Kaito-kun. Nunca dudes de eso. Ahora quiero que tú me prometas algo.

El mago levantó una ceja en interrogación. Era anormal que la karateca le requiriera algo.

- Prométeme que cuándo necesites ayuda, la vas a pedir. E intenta por favor, que sea antes de que explotes de esa manera. Si no está Shinichi, tienes un montón de gente que está dispuesta a darte su apoyo.

- Lo sé. Creo que es algo que puedo prometerte.

Ran, simplemente sonrió.

- Cada persona que se va enterando, me va dando un sermón. – Dijo con resignación.

- No es un sermón. Se llama preocupación, y ya se los dije a ambos. Si haces que las personas se sientan de ese modo, es porque te quieren.

- Lo sé.

El bip de la puerta volvió a sonar, y entraron tres zombies y un detective pasado de revoluciones.

- Está uno peor que otro. – Opinó Ran, al ver el desfile de caras demacradas.

- Necesito comida. – Expresó el mago, mientras se agarraba el estómago y se escuchaba como sus tripas se quejaban. – Esto de no comer anoche no fue buena idea. Me muero de hambre.

- En cualquier momento, estos dos forman la banda del alien. – Opinó Heiji, al ver a su novia de reojo.

- Interpongo recurso de amparo. – Le dijo su pareja, golpeándole un brazo.

- Ran, ante de irnos fijémonos bien si no nos olvidamos nada. ¿Ustedes chequearon bien sus habitaciones? Sobre todo vos, Kaito. Siempre dejas todo tirado por todos lados. – Lo retó Shinichi, reboleando los ojos.

- ¡Oye! Guardé todo, maníaco del orden.

- Usaré el baño. Alguien se encerró cuando nos despertaron, no dándome opción de usarlo. – Le recriminó a su novia, mirándola.

- No es mi culpa que nos hayamos olvidado de avisar en recepción.

Ran caminó hacia la cocina y le dio una bolsa a Shinichi, quien fue a la habitación a levantar todo.

- ¿El hielo lo dejamos en el refrigerador? – Preguntó la karateca al abrir la heladera. Debían guardar las pocas cosas de la cocina.

- Va a mojar todo el auto y no vamos a necesitarlo en el viaje. Así que, déjalo. – Le gritó Shinichi.

- Ok.

- Pañuelitos, botellas y más pañuelitos. – Dijo con diversión y en voz baja, mientras tiraba todo en una bolsa. – Cargador y teléfono, abrir las ventanas, apagar el aire, nada abajo de la cama, check, check y...

- Eh, ¿Pasó algo en el baño? – Consultó Heiji, cuando abrió la puerta y salió.

- "Shit. Pura evidencia." – Pensó rápidamente Shinichi, quedándose congelado.

Kaito y la chicas se acercaron, viendo que las cosas de primeros auxilios, estaban tiradas por todos lados.

- Shinichi no se quedaba quieto cuando le estaba curando las heridas de la cara. – Explicó la castaña.

- "¡Es la peor excusa que pudiste dar, tonta!" – Y el detective del este se golpeó la cara, sabiendo que estaba solo en el cuarto.

- ¿Hiciste tanto quilombo por un par de rasguños? ¿Qué tienes? ¿Siete de vuelta? – Le consultó la de Osaka.

Kaito y Heiji desviaron lentamente su atención hacia Ran, observándola con miradas totalmente divertidas. Y la karateca, no pudo ponerse más colorada bajo el escrutinio de sus ojos.

- Shiniiiiichiiiii – Lo llamó melódicamente Heiji, mientras caminaba a la habitación. – Me parece que si te dolió tanto, debemos revisar que estés bien, amigo. ¿Qué dices, Kaito?

- Estoy de acuerdo. Chicas, dennos un par de minutos. Con permiso. – Y cerró la puerta atrás de él.

- Hey, hey. No tienes que decirle algo a tu amigo. – Le exigió Heiji con un tono juguetón, colgándose de él. – Me parece que no nos estás diciendo la verdad del todo.

- Cállate y sal de encima. – Le pidió, intentando liberarse.

Sin embargo, tanto el del este como el del oeste, pusieron sus rostros enfrente de su cara. Y Shinichi por más que se quedó serio por unos cuantos segundos, inconscientemente levantó las comisuras de sus labios, por lo que se dio la vuelta inmediatamente para que no lo vean.

Ambos hombres que lo estaban interrogando, se vieron entre ellos y ladearon lentamente la cabeza hacia un lado. Una sonrisa picarona acompañó la acción.

- Dime, dime, dime, dime, dime. Vamos. Dímelo. ¿Qué pasó en el baño con Mouri-san?

- Ya te dije que no pasó nada. – "¡Alta mentira!" – Déjame en paz.

- Mago-san, necesito back-up acá.

- Con mucho gusto. – Respondió, mientras se le tiraba encima. – A ver, señor que no se inmuta por el dolor de su corazón, pero sí por unos golpecitos en el rostro. Me parece que nos debes una explicación.

- No tengo nada que explicarles.

- Entonces, llamaremos a Nee-chan al interrogatorio.

- ¡Olvídenlo! – Con un poco de fuerza, los arrojó a ambos arriba del colchón, y aprovechó para salir disparado al pasillo.

- ¡Ven acá, maldito! – Exclamaron los otros dos hombres, siguiéndolo.

- ¡Quieren ponerse serios que no estamos de vacaciones! – Los retó Shinichi.

– Concuerdo. Que un grupo haga el checkout, que el resto empiece a encargar el desayuno, y que otro guarde las cosas en el auto. No perdamos más tiempo. – Exclamó Kazuha.

- Veo que alguien está mejor que ayer. – Dictaminó Aoko. – También debemos arreglar la luz del auto.

- Ok. Ustedes... – Dijo Shinichi señalando a las chicas, y entregándole las llaves del auto. – ... gorras todo el tiempo que es de día, así que búsquenlas en el baúl y guarden sus cosas. ¿Me guardan esto en el baúl? – Les consultó, entregándoles el chaleco. – Heiji y Kaito, encárguense del desayuno y del checkout.

- ¿Está haciendo esto a propósito para zafar? – Le consultó el moreno al mago.

- Obvio.

- Fuera, fuera, vamos. – Dijo, echándolos de la habitación, y entregándole la tarjeta de la habitación a Kaito.

- ¿Y tú?

- Necesito dos minutos para terminar de verificar la habitación.

- Claro.

Los dos hombres se fueron riendo, y las chicas se encaminaron hacia el auto.

- Ran, ayúdame un segundo. – La llamó, antes de que se aleje con el dúo dinámico.

Cuando se alejaron lo suficiente, la tomó del brazo y la empujó para adentro, cerrando la puerta con velocidad y en silencio.

- ¿Cuál era tu PIN?

- ¿Me encerraste contra la puerta para eso? – Dijo colorada, pero con diversión en su voz.

- Sí.

- 0405. ¿Contento?

Un ruidito a risa salió de su garganta, mientras una sonrisa vergonzosa se asomaba por su rostro.

- ¿En serio me estás diciendo?

- Cállate. ¿Qué significa el tuyo?

- ¿7266? Vamos. No es muy difícil de descifrar. Tu puedes hacerlo. Heiji vio el teléfono cuando lo dedujo. – Dijo, alcanzándole el suyo.

- Es la segunda vez que me haces descifrar tu teléfono. – Le respondió con ironía.

- Esta vez tienes los números.

Ran empezó a ver las letras, dado que es lo único que se le ocurría que podía llegar a relacionarse.

...7... ...2... ... .6... ...6.

PQRS - ABC - MNO - MNO

- "¿Algo de Sherlock? No. Hattori-kun dijo que era adolescente y transparente como papel film. Debe ser algo que le ocasione vergüenza para que se haya puesto rojo ese día, ¿Pero qué?"

- "Cuatro letras. Es muy corto para ser una palabra. ¿Serán las iniciales de algo? Empezaré borrando la Q. No me lo veo haciendo un acertijo con esa letra."

- "¿Pan? ¿Pano? ¿Police...? Nah. PBNO..."

- ¿Public bureau... national office? – Se atrevió a preguntar.

- ¿Cómo se te pudo ocurrir algo así? Eso ni existe, estás inventando palabras. – Le replicó el detective, con gracia.

- "Es verdad. ¿Por qué te pondrías colorado con eso?.. Bueno, a ver...ramo, Raoo... No se me ocurre más nada. Queda la S. Saco, Samo...". – Aghhh, es muy difícil. El mío era más fácil, malo. – E hizo puchero con sus labios. Algo que le pareció muy tierno al hombre que tenía enfrente.

- ¿Quieres la respuesta? Mírate al espejo.

- ¿Qué? Y yo que tengo que... – Abrió sus ojos, cuando las letras se ordenaron en su cabeza. Un leve color rojizo apareció sobre la pálida piel de sus mejillas.

7 - 2 - 6 - 6

R - A - N - M

- Ya te lo dije. – Dijo, tomándola del rostro. – Siempre tienes algo que ver.

Y una vez más, unió sus labios con los de ella, ahogando su queja.

Las veces que iba a poder hacer esto a partir de ahora y sin público, iban a ser muy pocas. Por ende, pensaba en aprovechar cualquier oportunidad para darse el lujo de abusar de su nueva droga.

Sí. Así es cómo la consideraba en estos momentos. Se volvió adicto a ella apenas probó sus labios. Su sabor, calidez, suavidad... todo de ella lo hacía querer más. Podía pasarse el día entero haciendo esto... y se prometió a sí mismo, hacerlo algún día.

- Saca las puertas de tu lista de encierros. – Le recriminó con ironía, cuando se separaron. Rodeó su torso con sus brazos, y se hundió en el hueco de su hombro.

- ¿Me estás oliendo? – Le preguntó con confusión, al escucharla aspirar profundamente con la nariz.

- Nunca cambies el desodorante, por favor.

- Esto ya es demasiado. – Dijo riéndose.

Veinte minutos después, Shinichi, Ran y Kaito, quien terminó de hacer el checkout, entraron a la cafetería. Los dos hombres, al ver que estaba bastante llena, se pusieron los anteojos de Sol. Y aun así, llamaban la atención.

- ¿Serán los golpes en la cara? No tenía ni la más mínima ganas de ponerme ningún producto para taparlos. – Inquirió el mago a su hermano.

- No creo que sea eso.

- "No idiota. Eso es porque ambos están más fuertes que cemento de pared. Si te fijas bien, son todas mujeres las que los están desnudando con las miradas". – Pensaba con fastidio, poniendo los ojos en blanco.

Pasaron por un box donde había un grupo de chicas de su edad, y los oídos de Ran captaron todos... pero todos los comentarios.

- Miren esos bombones.

- Ideales para acompañar en el desayuno.

- Con ellos sí rompo dieta. ¡Menudos bizcochos, mamita!

Ran empezó a enervarse, y justo cuando iba a responderles, sintió como la mano de Shinichi tomaba la suya para que siguiera caminando.

- No sabía que eras del tipo celosa posesiva. – Le susurró bien bajo, sin poder sonreír.

- Cállate.

Heiji y Kazuha estaban en el box enfrentados, y Aoko estaba al lado izquierdo de Kazuha. Shinichi se sentó al lado derecho de de Heiji, y Ran, se iba a sentar al lado de Aoko.

- Nee-chan, mejor siéntate al lado de Shinichi.

- ¿Por qué?

- Tu herida está del lado derecho. Si te sientas al lado de Aoko quedarás incómoda. Además, somos un poco grandotes para entrar los tres en hilera.

- Ah, ok.

Aoko veía con cierta cautela la escena. Todavía tenía muy frescas las palabras que el mago le dijo hace un par de horas:

- "No me vengas a preguntarme un sinfín de por qué no quiero que te acerques a mí o me toques."

- "No te acerques. No me quieres cerca. No te acerques, no te acerques..."

Kaito vio como agachaba la mirada. Sus manos se encontraban entrelazadas abajo de la mesa, y su cuerpo exudaba nerviosismo e incomodidad.

Se sentó igual a su lado... notando como se ponía cada vez más tiesa.

Por debajo de la mesa, movió su pierna para empujar la de ella. Y eso logró que sus miradas se encuentren.

- ¿Quieres relajarte?

- "Como si fuese tan fácil."

Inconscientemente se movió lo más posible hacia Kazuha.

- Café... – Dijo simplemente Shinichi al ver su taza llena. Su tono no mostraba mucha felicidad.

- Si vas a manejar, no tienes otra opción. – Lo retó Kaito.

- No quiero saber qué consecuencias energéticas me va a traer esto. Hace años que no probaba la cafeína.

- Qué desquiciado. ¿Qué puede hacerte una taza?

- Me estás llevando por mal camino.

- ¡Tú nos llevarás por mal camino si no te tomas eso! – Le recriminó Heiji.

- Por cierto, Ran-chan. Hace rato que quiero hacerte una pregunta. – Dijo Kazuha. – ¿Es la primera vez que te disparan?

Shinichi se atragantó con su bebida caliente y casi escupe todo.

- ¿Qué demonios te pasa a ti? – Exclamó Aoko, que estaba enfrente de él.

- Es la segunda.

- ¿Eso es la cicatriz que tienes en la pierna izquierda?

- Sí. Al menos ahora quedaron parejas.

- ¿Quién te la hizo?

Ran miró con ironía a su izquierda, y vio como Shinichi intentaba inútilmente esconderse.

- ¿Fuiste tú? – Exclamó la de ojos verdes sin levantar tanto la voz.

- Pasaron cosas. – Le respondió el detective.

- ¿Fue rehén? – Preguntó Heiji, con toda la calma del mundo.

- Sí.

- ¿Cómo pueden deducir eso rápidamente? – Indagó la del oeste.

- Nos dedicamos a eso.

- ¿No tenías miedo de herirla gravemente? – Interrogó Aoko.

- Claro que sí, pero...

- Si no lo hacía, el que me estaba sosteniendo me hubiera matado. – Terminó de decir Ran. – Con lo cual, ahora que lo recuerdo, en ese momento cuando te vi con esa mirada decidida, sabía que eras tu.

- ¿Encima fue siendo un enano? ¿Quién te enseño a disparar? – Cuestionó la otra del este.

- Mi papá.

- ¿Tu papá también sabe? Eso sí que no lo sabía. – Dijo curiosamente, la que estaba a su derecha.

- Que... flor peculiar que tienes en la remera. – Opinó Shinichi, al percatarse del pequeño detalle en la persona que tenía enfrente.

Tenía los anteojos y sus ojos casi no se veían, pero Kaito vio como disimuladamente la mirada de su hermano lo veía con atención. Decidió ignorarlo, y se puso a ver su teléfono, al mismo tiempo que se dirigía al moreno de la mesa.

- Heiji, ¿Cómo estás para manejar hoy?

- Poder, puedo. No puedo hacer maniobras complicadas o que requieran mucha destreza.

- Entonces mejor no manejes. – Aconsejó el otro detective. – No sabemos con qué nos encontraremos. Kaito, ¿Dormiste algo?

- Dos o tres horas.

- Alguien debería ir contigo para que no te duermas. – Expresó Heiji con maldad interna. – El Sol te dará directo y eso, junto con el calor, puede hacer que te canses más rápido.

- Toyama-san después de lo de ayer, queda descartada. – Dijo Shinichi, sumándose al plan maligno de su amigo.

- Yo nunca viajé en moto, por lo que no se si me animo a que vayas muy rápido. – Expuso Ran. – Pero Aoko-chan solía andar contigo en moto, ¿No?

- ¿Cómo sabes eso? – Indagó la del este. – Nunca te conté eso.

- Vi el casco en tu habitación. Tu papá tiene auto, así que...

- Me parece que te juntaste demasiado tiempo con Kudo-kun.

- ¿Por qué siempre me meten en el medio de todo? – Se quejó el de ojos azules, aunque a los segundos sonrió. – "Pero estoy orgulloso de mi novia. Novia... suena extraño en mi cabeza. Novia con labios muy suaves y piel sedosa. Me like it. A lot."

- ¿Planeta Tierra llamando a Shinichi? – Consultó el mago.

- ¿Qué?

- ¿En qué estabas pensando?

- "En labios sedosos y las ganas que tengo de secuestrar a la persona que tengo al lado mío." – En nada.

- Estás muy sonriente.

- Estoy igual que siempre.

- Claro que no.

- Claro que sí.

- ¡Que no! – Opinaron todos, menos la karateca que se sumergió en su taza para tapar su rubor.

- Basta de payasadas. Terminemos el desayuno y vámonos de acá. Tenemos una luz que arreglar y un destino que llegar.

- Heiji, dame las llaves que mientras tanto voy a buscar un casco nuevo. Llego a manejar con eso rosa de nuevo y me moriré de un aneurisma.

- ¿Pones el GPS y nos sincronizamos como siempre? – Preguntó Shinichi, viendo como el moreno le pasaba las llaves.

- Ok.

Se habían hecho las diez y media de la mañana. La luz de Shinichi no tenía arreglo, por lo cual, tuvieron que taparla con cinta adhesiva. Esperaron diez minutos más, y Kaito se acercó a ellos con la moto.

Llevaba un casco negro, junto con una campera y guantes de protección.

- ¿Te fuiste de shopping? – Consultó Heiji al verlo.

- Aproveché.

- Quiero esa campera.

- ¡Olvídalo!

- Toma un par de auriculares, mientras veo el talle.

- ¡Heiji!

- Límpiate la baba, Aoko-chan. – Le susurró Kazuha, quien viajaba en el medio hasta que la otra chica se baje del auto.

- ¡No estoy babeando!

- Claro. Asegúrate de agarrarte bien, eh. – Le dijo, dándole pequeños codazos.

Aoko no se sentía cómoda después de la noche de ayer. Su cabeza estaba totalmente revuelta y no había forma de que sus pensamientos queden ordenados y quietos. Tenía... miedo. Esa era la mejor palabra que se ajustaba a su estado. Y es por eso que no quería subirse con él... porque sabía que él tampoco iba a estar muy cómodo. Se lo dejó muy en claro hace unas horas.

- Aoko, ¿Vas a venir? – Le reprochó, mientras colocaba las coordenadas en su celular, y lo colocaba dentro de la funda transparente de la cúpula.

- "Y ahora me llama por mi nombre como si todo estuviera bien. Que hombre más bipolar... aunque la bipolar soy yo. Se supone que es lo que le pedí antes de dormirnos, ¿No?"

Se bajó con recaudo, sin mirarlo a los ojos, y Kaito la observó analíticamente.

- Toma. Ponte esto. – Le indicó, mientras le alcanzaba una campera negra de mujer.

- ¡Yo quiero esa! Es divina. – Exclamó Kazuha. – Heiji, ataquémoslos cuando todo esto termine y robémoselas.

- ¡Dejen de bromear con eso!

La del este se puso la campera y se cerró el cierre, cuidando de no aplastar mucho la rosa contra su pecho. Se colocó el casco de Kazuha, y se acercó a la moto, subiéndose atrás de él. Se sentó con alguna diferencia de distancia entre sus cuerpos, y colocó ambas manos sobre los lados de su cadera.

Y Kaito entró a molestarse terriblemente.

- Shinichi, adelántate. Iré despacio para que se acostumbre.

El otro del este, lo vio a los ojos detenidamente por unos segundos, interactuando entre ellos con esa comunicación especial entre hermanos que habían logrado.

- Ok. Tengan cuidado y no se atrasen mucho. Enciéndelo cuando salgas. – Le dijo, señalándose el oído.

Shinichi empezó a avanzar lentamente para salir del estacionamiento del hotel, y una vez que se alejó lo suficiente del radar auditivo...

- Oye, ¿Qué te pasa?

- ¿A qué te refieres?

- ¿Qué pasa con ese agarre tan flojo?

- "Esta escena..."

- Si no te agarras fuerte...

Kaito la reprendió, al mismo tiempo que tomaba sus dos manos que estaban débilmente sobre los costados de su cintura. Luego, estiró las extremidades superiores de ella hacia adelante, provocando que su cabeza y cuerpo se acerquen y choquen contra la espalda de él. Y finalmente, la obligó a que lo rodeé bien con sus brazos, dejando los suyos sobre los de ella.

- ... puedo llegar a perderte en el camino. Así que, agárrate bien fuerte. – Terminó de decirle, mientras sujetaba los manubrios de la moto. – No vine desde tan lejos para que pase eso.

Aoko agradeció a los dioses, de los dioses, de los dioses, de que llevaban puestos los cascos y que Kaito no podía girarse para verla. Sentía su cara arder al denotar la fuerza y dureza de su abdomen y espalda.

Pero a pesar de estar sintiendo eso, se acordó por qué le dijo exactamente las mismas palabras, hace unos años atrás.

- La vez que... fui a tu casa a buscarte para ir al zoológico... después de lo del templo de Nagekomidou... tu... tu estabas...

- Agujereado de una horrible forma. Sí.

- ¿Te dolía?

- Como el infierno.

- ¿Por qué no me dijiste nada? Podrías haber empeorado tu herida, pedazo de idiota.

- ¿Importa ahora? No. ¿Tengo alguna secuela de eso? No. Y al final, disfrutamos del día. Así que, olvídate de eso.

- ¿No lo hiciste solo para ocultarme quien eras?

Lo expresó en un susurro casi imperceptible. Sin embargo, Kaito alcanzó a oírla.

- No. Quería salir contigo cuando vi tu cara de emoción al haberte comprado el casco. Además... – Y aprovechó a encender la moto, para empezar a andar despacio.

- ¿Además?

- "En esa época, quería que me abraces fuertemente como ahora. Pero eso no tienes por qué saberlo."

- ¿Y bien?

- Eso es un secreto.

- Oye, eso no se... ¡Vale!

Aoko sintió el cambio de velocidad cuando tomaron la calle, y empleó más fuerza en el abrazo.

- ¿Estás bien? – Preguntó, cuando alcanzaron un semáforo en rojo.

- Sí.

- Si es mucho, grítame o golpéame. Pero deberemos ir relativamente rápido o nos vamos a calcinar.

- No encendimos los auriculares.

- Lo haremos cuando estemos por llegar a la ruta. Ahora, quiero que evalúes si te sientes insegura.

Cuando la luz cambió a verde, avanzaron por las calles y avenidas, hasta toparse con la entrada a la ruta que debían tomar. Puso las balizas y se estacionó a un costado, sin apagar la moto. Ambos se sacaron los cascos.

- Shinichi está lejos. Está yendo rápido, el muy maldito. – Pensó en voz alta, mientras veía el camino en su celular, con el punto que marcaba la ubicación de su auto. – ¿Cómo te sentiste?

- Bien.

- ¿Crees que podrás aguantarlo si acelero mucho más?

- "¿Desde cuando te preocupas tanto?"

- Puedes viajar en el auto si te sientes insegura o incómoda. No creo que me duerma manejando por más que haga calor.

Aoko se puso el auricular, se puso el casco nuevamente, y se abrazó más fuerte a él, sintiendo un poco de nervios. Pero por otro lado, se sentía emocionada.

- Lista.

Kaito sonrió al escucharla tan segura. Se puso tanto el auricular como el casco también, y comenzó a circular cuando vio que no venían autos atrás suyos.

Unos cuantos kilómetros adelante...

- ¿Cómo estarán las cosas en la casa de seguridad? – Preguntó el moreno, en voz alta.

- Supongo que tensas, como siempre. Sabes que ninguno puede relajarse mucho cuando estamos en estas condiciones. – "Lo del hotel fue una super excepción. Ahhh, quiero repetir eso en otras circunstancias más relajantes."

- Kudo-kun, ¿No crees que deberíamos haber esperado? – Consultó una preocupada Kazuha.

- No. Es más, debería empezar a acelerar un poco más. Y hazme un favor, déjame de llamar por mi apellido.

- Ok, pero... – Y la del oeste movió la cabeza entre los asientos para ver el tablero. – ¡Estás yendo a 110 kilómetros por hora! ¡No nos van a alcanzar nunca de ese modo!

- 3...2...1.

Un ruido a moto pasó por al lado de ellos, desapareciendo a los segundos de su vista.

- Olvida lo que dije. – Exclamó con un ojo entreabierto, volviendo a su sitio.

- ¡Oye, Kaito! ¡Ve más despacio, animal! – Lo retó Heiji.

- "Tranquilo. No nos pondré en peligro. Lo que no quiero es convertirme en huevo frito en un par de horas."

- ¡Nakamori-san debe estar aterrada!

- ¡Wooohoooo!

- Que conste que no soy yo el que está gritando así. – Indicó el mago.

Todos se miraron dentro del auto, y Heiji no pudo contenerse más para dar su opinión.

- ¿Qué mierda está pasando acá? ¡Cada vez entiendo menos lo que está pasando en este grupo! Y tú, ¿Por qué estás sonriendo?

- ¿Qué? ¿Ahora no puedo hacerlo? – Le recriminó Shinichi, encontrando la situación muy divertida.

- Mouri-san, ¿Qué le hiciste en tres horas para que cambie de este modo?

- ¿Y yo por qué tengo que ser la responsable de todos sus cambios de humor? – Le respondió la karateca, sumando su cabeza entre los asientos.

Shinichi la vio un segundo por el espejo retrovisor, sabiendo que lo estaba mirando, y le guiñó el ojo derecho, provocándole a ella una sonrisa de vergüenza.

- Por alguna extraña razón, siempre tienes algo que ver. – Le respondió el de Osaka, ofuscado.

Y Shinichi no pudo evitar asentir disimuladamente y sonreír a más no poder con una expresión de lo más divertida, la cual solo fue captada por la pasajera de atrás suyo.

- Además, escena del crimen no explicada. Y ustedes dos, psicópatas motoqueros que quieren robarme la moto, ¿Qué estuvieron haciendo en la habitación? ¡Exijo respuestas de todos!

- ¡Eres más doña rosa que todas las mujeres del grupo juntas! – Se quejó el mago. – Además, estamos a manos. Tu me quieres robar la campera.

- ¡Obvio que sí!

- Heiji, tranquilízate. – Le pidió su novia.

- ¿Cómo quieres que me calme?

- Si no lo haces, tendrás que darnos explicaciones de por qué el baño de ustedes era un caos también. – Le reprochó la castaña de ojos azules.

- ¡Ran-chan!

- ¿Qué pasó? ¿De qué no me enteré? – Exclamó ahora, el detective del este.

- Resulta que cuando fui a buscar el rollo de papel...

- ¡Mouri-san! – La retó el del oeste, con la cara sonrojada.

- ¡Ahora quiero saber! – Exclamó el mago.

- Este va a ser un viaje entretenido. – Opinó Shinichi.


Comentarios a reviews:

Zulaypao22: Me encanta como te encanta Ran, y morí de risa con tu comentario. Escribiste y cito: "(...) toca hacer carnicería con los malditos que se atrevieron a lastimar su amable corazón. Sera deber de Dios perdonarlos, el mío enviarlos con él." En conclusión, eres la carnicera. ¡Me quedó bien claro! Ahora quiero saber que vas a opinar con este capítulo, y nada de volver a arrojarme tomates por mi maldad, por favor. La ropa me va a quedar teñida de por vida.

Lamento que hayas pasado por todo eso. No puedo imaginarme lo difícil que fue para ti. Por otro lado, me habías mencionado que tenías una amiga/o, ¿No?. Me alegra mucho que te ayude a sobrellevarlo. Soy de la idea que uno no necesita 500 conocidos, sino al menos, un amigo. Uno en el cual sabes que puedes depositar tu entera confianza y contar con su presencia, aunque sea para no hacer nada.

Y solo vos podés escribir una review, volver a leer la historia, y dejar otra review. Pero, concuerdo con todos tus puntos. El más importante... el chocolate. El elixir de la vida. El que debe estar siempre presente en cada alacena o heladera (¿Se nota que me pone muy feliz tenerlo cerca?).

Altheamajikku: ¡Otra justiciera/ carnicera más! En cualquier momento vamos a crear una lista negra en esta historia. ¡Estás en llamas! ¿Qué piensas ahora con este episodio?

¡Cuántos pedidos de escenas dirty! ¡Cuántos pedidos de ciudades incendiadas! ¡Cuántos pedidos de sufrimiento! Serenity 743 y Ferchus12356 también coinciden contigo! ¿Qué clase de lectores hay en este sitio web? (risas de la autora).

Lo de la casa del bosque... ya lo sabrás en el próximo... o en el próximo (soy una maldita).

Cristyliny: ¡Perdón que no haya llegado! No me retes (risas). Este lo hice extenso para que te pases un buen rato leyendo con música. Allá es invierno, ¿No? Así que espero que hayas acompañado este episodio con un buen chocolate caliente con churros.

Karakemi: ¡Otra que me reta! Capi extenso para ti también. Espero que tu dotación de chocolate haya alcanzado.

Serenity 743: ¡Fanfiction... deja de hacerte el difícil y permítele la entrada a Serenity, que al fin no la agarré en hora de sueño!

Gracias por los lindos comentarios. Era muy adolescente cuando escribí Far Away, y es una de mis canciones favoritas. Lo leí hace tiempo y me pregunté, ¿Cómo diablos pude escribir esta cosa?. Sin embargo, me ayudaron mucho las reviews a mejorar la escritura y los puntos de vista de los personajes, así que, mil gracias por dejarlas gente linda.

¡No te sumes a Altheamajikku y a Ferchus12356! ¿Ustedes quieren que rompan todo el mobiliario del hotel? Después va a tener que pagarlo Shinichi con su tarjeta. Me lo imagino dando explicaciones a la recepcionista, y Heiji y Kaito escuchándolo entre risas desde atrás.

Ferchus12356: No te voy a negar que tuve que googlear que era Oaxaca. ¡Espero hayas pasado unas excelentes vacaciones!

No seas rencorosa, por favor. Lo único que hace es envenenar el alma y no vale la pena. Lo que no sirve, se descarta.

¡Otra que se suma al pedido dirty de Altheamajikku y Serenity 743! Espero que con este episodio, hayan bajado un poco sus dosis de "hottismo".

Lo que te preguntas de Shinichi, de dónde saca esas frases tan adecuadas... es lo mismo que me pregunto yo cuando leo el manga o veo el anime.

¡Morí de risa con tu sticker imaginario y tus comentarios de lala land!

Con respecto a Ran, ahora sabes qué pasó. Y el polvo de magnesio, es algo que usan los que practican escalada para quitar la sudoración de las manos. Les permite sujetarse mejor a las rocas, sin resbalar, y lo llevan generalmente dentro de una bolsa alrededor de la cadera. Me parece que los que practican gimnasia artística, lo usan para el mismo fin cuando están haciendo las pruebas de aparatos (por ejemplo, las barras asimétricas).

Arual17: Me encanta la perversidad de Steve (risas).

¿Qué te pareció la historia de Ran? Si fueras Shinichi, ¿Harías una lista negra también?

Palomaredblack: ¡Bienvenida Paloma, y muy feliz 2022 para tí también! Me alegra que te esté gustando la historia, y gracias por dejar tu huellita en ella.

Justo hace un par de episodios atrás, escribí la misma opinión que vos: faltan historias de Shinichi y Ran. Y es por eso que empecé a escribir esta.

Otra persona más al pedido de escenas dirty de Altheamajikku, Ferchus12356 y Serenity 743 (la autora se agarra la cabeza).

Arielhl17 y Linbel: ¡Hola a ambas, bienvenidas también! Me da gusto que estén disfrutando la historia, y gracias por dejar sus comentarios. Perdón que las ponga ansiosas por la espera, y espero que hayan disfrutado de este nuevo capítulo.