Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. La historia es de TouchofPixieDust y los personajes son de Rumiko Takahashi, yo únicamente traduzco.
Capítulo 3: Sueños
22 de septiembre – Por la tarde
Abatida, Kagome subió las escaleras hacia su habitación y se tiró en la cama. No podía sacarse la cara de tristeza de Hojo de la cabeza. Para empeorar las cosas, él tuvo que ir y actuar COMPRENSIVO con que ella no le amara.
Suspiró pesadamente. Soy la peor persona del mundo. ¿Qué me pasa? Hojo es el chico perfecto. Es amable. Es dulce. Es atento y comprensivo. ¿Por qué no puedo amarlo?
Poniéndose de costado, se estiró hacia su teléfono. Tenía que llamarle y decirle… bueno… ¡algo! Debería disculparse. Sus dedos se cernieron sobre el teléfono. Pero ¿eso no empeoraría las cosas? Kagome gimió. Por supuesto que sí. Aunque Kagome era una persona realmente amable que nunca le haría daño a nadie intencionalmente, decir la cosa equivocada en el peor momento era una de sus especialidades.
—Hablaré con él mañana —decidió.
—¿Hablar con quién?
Kagome tiró su almohada contra la puerta.
—¡Para de espiarme, mocoso!
Su hermano pequeño se asomó desde detrás de la puerta y le sacó la lengua antes de hacer una pedorreta. Se rio y salió corriendo por el pasillo mientras su hermana mayor saltaba de la cama, almohada/arma en mano, y lo perseguía por toda la casa.
Cuando Kagome volvió finalmente a su habitación, se sentía mucho mejor, plenamente exhausta, pero mejor. Si no lo conociera, podría haber pensado que su hermano pequeño se estaba enemistando con ella a propósito para animarla.
Había funcionado.
Con una sonrisa, Kagome se puso el pijama y se cepilló el pelo. Miró a la chica en el espejo.
—Me pregunto si tú también tienes un hermano pequeño irritante —le preguntó a su reflejo.
Kagome jadeó y tiró el cepillo. ¡Algo se había movido en el espejo! Hojas. Había hojas volando por su habitación. Se dio la vuelta, pero su habitación estaba igual. Sin hojas. De hecho, la ventana de su habitación estaba firmemente cerrada.
Puede que de verdad me esté volviendo loca… Se estremeció.
Se subió a la cama y se cubrió con las sábanas hasta la barbilla. No era que tuviera frío, pero sentía la extraña necesidad de estar protegida. Aunque no podía decir ante qué. Cogió su perro de peluche de la mesilla de noche y lo abrazó con fuerza. No le importaba si la gente pensaba que era demasiado mayor como para dormir con un animal de peluche, le daba consuelo… además, nadie lo sabría. Sonrió ante el recuerdo de ella explicándole a su madre que el perrito blanco de peluche espantaba las pesadillas. Su madre le había acariciado la cabeza y le había dicho que siguiera protegiendo a su pequeña.
Lentamente, empezó a verse arrastrada por el sueño. Vio las hojas cayendo, pero esta vez sintió una brisa. Se encontró mirando a una charca. No, no era ella… no exactamente.
Kagome jadeó. ¡Es la chica del espejo!
La chica también jadeó con sorpresa.
—¡Eres real! —exclamó la chica. Lo único que Kagome pudo hacer fue asentir. No podía encontrar su voz—. ¿Cómo te llamas?
—K… Kagome… —Respiró hondo—. Te conozco. Te he visto tantas veces… ¡Estaba empezando a pensar que estaba loca! ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas?
—Mi nombre es Kikyo. Soy una miko. Yo también te he visto, aunque no sé cómo.
—¿Miko?
—Una sacerdotisa —explicó cuidadosamente.
—¡Qué guay! —Al notar la expresión confundida de Kikyo, se explicó—: ¡Emocionante! ¡Maravilloso! Yo no soy nada, solo una estudiante. ¡Pero mi abuelo es sacerdote! Vivimos en un templo. —Kagome sonrió avergonzada. Aquí estaba ella, intentando impresionar a una sacerdotisa real con el bastante cuestionable sacerdocio de su abuelo.
—Tal vez —dijo Kikyo en voz baja—, tal vez sea por eso por lo que estamos conectadas. —Levantó la mano y señaló el corazón de Kagome con un dedo—. A lo mejor tú también eres una miko.
Kikyo tocó por encima del corazón de Kagome. El aire chisporroteó y una luz rosa pareció rodearlas. Kagome jadeó ante la sensación de cosquilleo en su pecho.
Entonces, se despertó.
