Bifurcación.

Capítulo 2: Deprimentemente iracunda...

Creyó que el alma se le saldría por la boca, abierta obviamente por la sorpresa. Por alguna razón, se le había dificultado el respirar, y a pesar de estar desnuda, se sintió completamente agobiada.

El nombre de Hiei se repitió otra vez en la boca de Minamino, causándole más dolor a esa alma fracturada que ahora tenía, sólo que ahora, era pronunciado con algo de deseo, como cuando ella lo acariciaba antes de hacer el amor ¿Qué diablos estaba soñando ese desgraciado pelirrojo?

Por un momento quiso llorar, pero se sintió cohibida estando él a un lado, su figura serena en el sueño, sonriendo ocasionalmente mientras murmuraba el mismo nombre. Una y otra vez.

Por un momento se preguntó como era que estaba soportando aquello sin soltar en un terrible llanto o golpearlo para que despertara y pudiera reñirle por aquel nombre. Pero no se supo contestar. Solamente estaba ahí, callada, admirándolo dormir con esa tranquilidad que incluso despierto demostraba.

Sacudió la cabeza, sus ojos nublados por la oscuridad y las lagrimas que se acumulaban sin atreverse a salir.

Suspiró cerrando los ojos y se acomodó al fin en la cama, dándole completamente la espalda a su querido amor, esperando dormir para poder olvidar aquel nombre que taladró su conciencia.

Hiei…


A la mañana siguiente, Shuuichi se despertó algo cansado. Había hecho el amor con Izayoi de una forma muy placentera, y había soñado con un travieso Hiei aprendiendo a usar sus manos para algo que no fuera pelear, y su boca para algo más allá que el insultar. Se sonrió, había sido una noche maravillosa.

Se sintió un poco extrañado de pronto, cuando al levantarse, no sintió unas manos impedirle la acción, como cada mañana. No, extrañamente Izayoi había dormido de espaldas a él, encogiéndose más entre las sabanas. Un gesto de desconcierto nubló su tez. Ella siempre, al dormir, procuraba abrazarlo aún cuando él ya estuviera en brazos de Morfeo, y amanecía siempre así, con su cuerpo muy pegado al suyo, tanto, que siempre le costaba trabajo el poder levantarse de la cama sin despertarla.

Su cabeza esta comenzando a carburar el porqué de ese repentino comportamiento, cuando, al posar su mano a un costado de la cama (más específicamente, su lado de la cama) sintió una sustancia viscosa y espesa. Su semen estaba esparcido por su sitio, comprobando así, que, cual volviendo a su adolescencia, había tendido un sueño húmedo con Hiei.

Suspiró, pensando que sería mejor lavar las sabanas después, cuando hubiera regresado del trabajo. El quitarlas significaba despertar a Izayoi. Su cabeza volvió a la duda recordando que ella le había dado la espalda al dormir y se sintió un poco más extrañado.

Levantó su mano encaminándola hacia ella, con la mera intención de despertarla, pero la mirada en el reloj del buró, le indicó que el día había comenzado, y que el deber le aguardaba.

Por un momento balanceó sus prioridades. De una forma tan autómata, como le era la costumbre, y antes de pensar siquiera un poco más, ya estaba en la ducha, esperando no retrasarse tanto en sus responsabilidades. Ya hablaría con ella al volver del trabajo.


Al despertar, como siempre, encontró la cama vacía, mas sin embargo, por primera vez le dolió aquello.

La mirada se le nubló de nuevo, y su cuerpo se encogió mucho, pareciendo más un niño en vientre, que una mujer apasionada.

-Hiei…-murmuró para sí, recordando el nombre, sus labios se rompieron en una triste sonrisa. No entendía nada, y aquel nombre la hería.

Su cuerpo se levantó de la cama si proponérselo siquiera, ella también tenía el peso de una rutina que tenía que cumplir por el deber del compromiso que su madurez le reclamaba.

El frío del agua sobre su cuerpo, le hizo recordar la frialdad de la noche, sin el abrazo que le prodigaba siempre a su novio, ella nunca había tenido la calidez de un abrazo bien propuesto al dormir con cualquiera de las parejas que había tenido, en realidad, ninguno de aquellos a quienes amó alguna vez, habían tenido la delicadeza de dedicarle una sonrisa fuera de la lujuria después de una sesión sexual. Simplemente, siempre querían más, y punto.

Shuuichi, por el contrario, casi siempre le murmuraba palabras cariñosas antes, durante y después del sexo, claro, precedentemente de caer rendido por el sueño, en el que casi se desentendía de todo. El pelirrojo normalmente tenía los ojos pesados al dormir, pero nunca, de los nuncas (o desde que vivían y dormían juntos) había susurrado un nombre. Ni siquiera el suyo había tenido el placer de salir de los labios del hombre mientras este roncaba.

Por eso siempre había mantenido aquel aprisiónante abrazo por las noches, asegurándose de que él también sintiera el calor recio de su amor.

La brisa fría que se adentró por la ventana, le pegó como bofetada en el rostro, para que despertara de su sueño envuelta en agua.

El día le esperaba, y antes que amante, debía de ser profesional, algo que inminentemente, él le había enseñado con el paso de los años al conocerle.

Se vistió deprisa y desayunó mínimamente antes de darle de comer a su gata y regar con el rociador a las plantas en la terraza, y sin contarlo siquiera, ya estaba poniéndose las zapatillas en el recibidor de la casa para ir escaleras abajo rumbo a su auto.

Ya en la oficina se las arreglaría para no pensar más en...Hiei.


Respiró entrecortadamente tratando de concentrarse en su trabajo, pero aquellas cuatro letras, formando un espantoso nombre, aún se arremolinaban en su cabeza, haciéndola desesperar. Gracias a Dios que lo que ahora hacía, no era de importancia como lo que había acabado hacía pocos días.

Como invocado por aquel importante compromiso, su jefe, un hombre canoso y de mirada firme, se acercó a donde el escritorio de la chica se encontraba, saludándola de manera cordial, como hacía cada que se aparecía ante su jovial secretaria.

-Pareces distraída –acotó mirándola ceñudamente –. No te hesites de tu trabajo por favor –le pidió entrecerrando los ojos -¿Está listo ya el contrato para mañana?

Izayoi contestó con la seguridad que en esos momentos no tenía, dejando de lado la tela de duda de parte de su jefe –Sí. La tengo en casa, mi novio me ha hecho el favor de revisarlo.

El hombre suspiró entonces, sabía que el chico con el que su secretaria salía, era uno de los más afanados abogados de la ciudad. Muy talentoso el muchacho a pesar de su corta edad.

-Bien.-dijo, y sin despedirse, se marchó.

La mujer suspiró ausente, tipiando aún con esa mirada vagamente perdida en un punto que el ojo conciente no podía ver.

¿Y si Shuuichi la engañaba? ¿Qué tal que esa tal Hiei era una amante?

-¿Pasa algo, Kino? –un chasquido de dedos, le sacó del minúsculo trance en el que había vuelto a entrar, la hija de su jefe le miraba seriamente.

-Eh...no, no, nada.

-Que bien.- su tono apático demostró desinterés, simplemente, ellas no se caían bien, o al menos, la hija de su "patrón" no se esmeraba por simpatizarle, sino todo lo contrario.

-Tengo que entregar este trabajo para mañana en la universidad, y sé que tú sabes de cálculo, hazlo y déjalo sobre el escritorio antes de que te vayas a tu casa –se dio la vuelta, pareciendo dispuesta a irse, pero lo consideró un momento, para mirarla a los ojos –. Por cierto ¿Hoy vendrá tu novio por ti?

Izayoi pestañó confundida un momento, el dolor calándole la sien –No. –Dijo escuetamente.

La otra no dijo más, simplemente asentó la carpeta sobre lo que hacía la castaña, y se fue contoneando la cadera y sus dorados cabellos artificiales, fuera de ahí, dejándola con la pregunta de que desde que trabajaba allí, cuántas veces se había teñido el cabello.

Llegó sólo a la conclusión eran tantas las veces que cada vez, le quedaba peor y más quemado. Suspiró entonces, no es que fuera momento de preguntarse esas cosas, en ese momento, su vida sentimental podía pender de un hilo y ella había terminado de abrir los ojos, o al menos eso pensaba.

¿Minamino en verdad la engañaría? ¿Sería tan siquiera capaz de hacerlo?

Se tocó el pecho, sintiendo cada vez más que este quería estallarle. No era justo que su querido amor le hubiera dado un nombre para mortificarse. Pero no podía evitarlo.

Él, Shuuichi Minamino, era un hombre perfecto. Que irradiaba refinamiento por donde quiera que se le veía. Los hombres idolatraban su trabajo bien hecho, los pensantes algunas de sus ideologías, bien podría decir que los botánicos envidiarían sus conocimientos en la amplía rama de la herbolaria y las mujeres...le deseaban.

Y eso sin contar tantas virtudes más que no había querido enumerar.

¿Cómo él, perfecto trabajador, pensante, botánico y amante podía estar atado a una sola mujer?

Sus pensamientos giraron con coraje, recordando como tantas veces, mientras la poseía, le juraba amor eterno y profundo, gritando junto a su oído.

- Canalla. – Murmuró tan bajo, que sólo ella pudo escucharse –Mentiroso.

-"Calma" –aquella voz serena del subconsciente que siempre se escucha cuando estamos por cometer tonterías, le habló casi al oído –"Te estás precipitando, aún no sabes quien o que es Hiei".

Sí, sin duda estaba precipitando las cosas, pero ella misma había escuchado claramente de los labios de su amado, que él amaba a Hiei.

Dio un grito corto de desesperación, tratando de no frustrarse más.

A su mente, llegó como esperanza de distracción, el trabajo que la egocéntrica hija de su dirigente, le había dejado para que lo hiciera en su lugar.

No le hacía falta suspirar ya, mas pensó que poco a poco odiaría a esa mujer altiva. Las cosas iban bien entre ellas, sin mirarse, ni hablarse, hasta que Shuuichi había ido una vez a buscarle al trabajo para llevarla a comer con su familia. Nada más cruzar la puerta para ver si ya estaba libre, la chica, Atsui, no le había despegado la vista de encima, ni de mover de forma coqueta su cabello horrendamente pintado de rojo, diciéndole con risas tontas, que algo tenían en común.

Recordaba haberse burlado por lo bajo, murmurando que él no tenía el pelo maltratado, ni con esa espantosa orzuela que a ella la invadía.

No difirió mucho la escena en las contadas ocasiones en las que el pelirrojo había ido a buscarla para llevarla a las comidas con los Hatanaka/Minamino, la opera u otros eventos en los que requerían irse juntos hacia allá.

Más molesto le era, al ver la indiferencia de esta, cuando después de preguntarle si su novio iría por ella, le contestaba que no.

Lo más común era que le dejara trabajos extras que la afanada presumida, tenía que entregar en la universidad.

Por eso mismo, le divertía presumir con besos frente a ella, más que con cualquier otra chica del parque.

Se golpeó ligeramente la cabeza, tratando de sacar de su cabeza a su Shuuichi, pues indudablemente, estaba llegando a recordar su morfea declaración de amor a otra muchacha.

Sus hombros se deslizaron hacia abajo con un deje de tristeza e inseguridad, encontrando la similitud que aparentaba el numero cuatro con la letra "h", el uno como la "i" y el tres como la "e" invertida.

¿Qué su tortura no acabaría nunca?

Hasta en las matemáticas encontraba el nombre de esa otra mujer que llenaba el corazón de su Shuuichi.

Dejó de lado las ecuaciones y se dedicó a esperar su hora de salida (que por cierto, no estaba lejos) y tratar de pensar en como hablar con el prestigioso pelirrojo.

Otro suspiro más se le escurrió de entre los labios, justo cuando el reloj marcaba las cinco de la tarde, hora en la que podía retirarse. Se relajó entonces. Su coraje debía disminuir si quería manejar con bien a casa.


Con mucho esfuerzo en no distraerse y rabiar cada que encontraba lugares donde al menos había caminado con Minamino, había llegado a su departamento sin mayores contratiempos.

Realmente se la había pensado en el carro, encontrando como buena alternativa, el buscar el nombre de la tal Hiei en la agenda de su novio, una pista leve le haría saber quien era aquella que cautivaba los sueños más profundos de aquel a quien siempre le había encantado ver dormir.

Fue fácil encontrarla en las siempre bien acomodadas cosas de Shuuichi, y con dedicación comenzó a ojearla, poniendo cuidado especial en no saltarse ningún nombre de la dichosa libretita con números.

La mirada se le fue enojada hacía el techo, docenas de decenas de nombres, pero Hiei no estaba a la vista. La buscó en la sección de amigos, en la de familiares, compañeros y ni en la de clientes la halló.

¿Qué era entonces alguien que por demás, su novio cuidaba de no dejar a la vista?

-"Como las amantes" –Pensó alterada, sus ojos más abiertos. Su boca nuevamente sin aire, recordando la satisfacción del rostro hermoso de su amado. Saboreando con deseo aquella palabra.

Negó con la cabeza, sintiendo más desesperadamente que le faltaba el aire y la cordura para continuar con algo coherente en que buscar. Aspirando con fuerza tratando de recordar el número de la madre de Shuuichi, tal vez ella pudiera desmentirla.

Cerró los ojos concentrándose más furiosamente, rogando a Dios por que los números vinieran a ella.

Sus ojos se abrieron en desmesura, marcando rápidamente, antes de que el teléfono se apartara de su cabeza, o en su defecto, jugaran a formar la palabra Hiei.

-Moshi moshi- el tono siempre dulce de Shiori la delató, alegrándose Izayoi, por haber recordado el numero correcto – Residencia Hatanaka Minamino ¿Quién habla?

-Konnichiwa Shiori-San ¿Es usted? –pregunta estúpida, por supuesto, esa mujer era la única fémina madura de la casa.

-Hai. ¿Quién habla?

-¡Oh! Perdone, soy Kino Izayoi, la novia de su hijo.-sintió vergüenza ante su irrespetuosa forma de perturbar la paz de ese alejado lugar.

-No te disculpes, querida- reconfortó la madre -¿Pasa algo con Shuuichi?

La castaña y joven chica pestañó un momento ¿Qué si pasaba algo con Shuuichi?

No, para nada ¡Sólo parecía ser que la engañaba con una mujer con un nombre por demás extraño!

-No, nada en absoluto –mintió con la voz lo más serenamente posible de fingir –Sólo quería saber si usted conocía a una tal Hiei.

Un silencio paulatino inundó el campo telefónico de esa concisa conversación, poniendo cada vez más neurotismo en el cuerpo de la joven.

Shiori terminó de rememorar calladamente a cada una de las amigas que le conocía a su hijo, no entrado una que tuviera por mote Hiei.

-No –dijo finalmente -, lo siento, no recuerdo a ninguna así.

Un suspiro ahogado se escuchó en la línea, antes de que Aino, la nueva y única hermana menor de Shuuichi (fruto, obviamente, del matrimonio de Shiori con Kazuya Hatanaka), tirara un florero de la estancia, haciéndolo añicos, mientras aplaudía sonoramente, gritando: ¡Explosión!

Shiori entrecerró los ojos, algo cansada de los destrozos que ocasionaba esa pequeña de cuatro años, cuando se le dejaba sin vista humana que le supervisara.

-Disculpa, tengo que irme –se excusó la madre, con lastima de no poder ayudar a su tal vez futura nuera -¿Por qué no hablas con Urameshi-San o Kuwabara-San? Son los mejores amigos de mi hijo, tal vez te digan quien es a la que buscas. Por cierto ¿Para qué?

Izayoi sonrió tontamente frente al teléfono, como si realmente la madre Minamino pudiera verle –Estoy planeando una reunión sorpresa, y le he escuchado nombrarla, pensé que sería lindo que, si es amiga de su hijo, invitarla.

-Oh, ya veo –Shiori se entusiasmó, pero en cuanto escuchó otro estruendo (traducido como otro de sus hermosos floreros, descansando en pedazos como el fin de los muchos años que sirvió de refinado adorno) y la palabra animosa de ¡Explosión!, tuvo que despedirse más deprisa – Sumimasen, Sayônara.

El tilde muerto de la línea, le dejó en la soledad de su sala, recordando ahora los nombres de los mejores amigos de su pareja.


Exhaló resignada en los cojines del sofá, con la cena preparándose en el horno, el agua reposando en la nevera, la casa recién acomodada y el piso ya aspirado.

No, las cosas estaban mal. Pensó mientras admiraba una fotografía que se había tomado con los amigos de Shuuichi, cuando habían ido un fin de semana de descanso a la playa.

Keiko y Urameshi compartían una relación forjada en años, según había entendido en el resumen de sus vidas, cuando se lo había explicado Shuuichi antes de que ellos los fuesen a buscar a su departamento, hacía pocos meses. Urameshi se había ausentado en un viaje de auto descubrimiento que le había llevado a vagar por dos años, y aún así, ella le esperó.

Se sonrió recordando con amargura, que ella misma le había dicho al pelirrojo, que si él llegara a ausentarse por ese tiempo o más, le esperaría paciente y fiel, a que regresase.

Sin duda, Keiko y Yusuke, eran personas agradables (el chico algo bocón, pero un defecto completamente pasable, si se trataba de divertirse). También estaban Kuwabara y la tierna Yukina, que destilaban miel por los poros. Gente enamorada y dedicada al otro, era como los había catalogado, así como lo eran ella y Shuuichi, diciéndose cosas lindas al oído, jugueteando con los mechones de cabello sueltos, mirándose con ternura cuando el encuentro de pupilas se lo permitía...

¿Cómo no enojarse cuando Hiei amenazaba con acabar con aquello?

Nunca en su vida, había estado tan a la deriva en un solo día y por una misma causa. Y las palabras de Atsuko, la madre de Yusuke, que aunque borracha, encontraba cierto deje de razón.

Claro, había buscado en la agenda el número de Kuwabara y Urameshi, encontrando que en casa de primero no había nadie, y en el caso del segundo, sólo encontró el teléfono de su casa de soltero, donde le contestó una extraña madre pasada en copas (raro, considerando que aún era temprano para beber).

-¿Hiei?...Me suena...me suena –serió tontamente, cuando al no recordar el teléfono de su propio hijo, había optado por preguntarle a ella -...me suena...me suena...y me sigue sonando.

-Déjelo así –Había murmurado para poder colgar deprisa –Muchas gracias de todas formas.

-Espera... Hip ¿Qué Hiei no suena como nombre de prostituta? –el auricular se le resbaló de pronto de las manos a la joven secretaria, mas lo recuperó rápidamente –Sí, hip Hiei es un nombre muy exótico, puede ser el de una prostituta o el de una bailarina de cabaret. Bueno, yo no sé... ¿Quién eres tú? Oh, si ¿eras el plomero, no?

Había sido en ese momento de desvarío de la realidad de aquella mujer, en la que había colgado el aparato, más su suposición, aunque con falta de coherencia, tenía algo de razón.

Un sobre nombre de prostituta o cabaretera, siendo muy extraño el apodo para una persona normal. Otro pinchazo en su sien, como si los pensamientos la atacasen con cuchillo. ¿A caso no era lo suficiente buena amante, como para orillar al chico a buscarse otra?

Ladeó el labio con una curva hacía arriba, su rostro denotando aflicción más la sonrisa era ladina.

Parecía ser que sí.


Shuuichi entró sigilosamente a casa, como solía hacerlo normalmente, esperando asustar a su novia, sin hacerla caer del sillón (cosa que pocas veces lograba). Mas está vez, aunque la vio acostada en el muble, lejos de dormida, sólo estaba pensativa.

Le saludó con un beso en la mejilla, sin ser correspondido, la sintió apartarse hacía la cocina, murmurando que la cena estaba lista, así que debería prepararse para cenar.

El pelirrojo suspiró, recordando la bolita de cuerpo que había encontrado al levantarse, en lugar de la Izayoi excitada en no dejarlo ir, ni aunque ella estuviera dormida.

Las sospechas de que algo estaba muy mal, aumentaron durante la cena, en la que ella se mantuvo callada y sin prestarle demasiada atención, como siempre ocurría, las miradas que le mandaba, inevitablemente llevaban un sentimiento aparte que arrastraba.

¿Qué le estaba pasando a su pedacito de ángel?

Le sonrió gentilmente en cuanto levantó los platos para lavarlos, consiguiendo que ella apartara la mirada. Eso era desesperante.

-¿Necesitas hablar de algo? –preguntó desde el portal de la cocina, mientras se secaba las manos, las sabanas girando en el centrifugado de la lavadora. Kino, desde el sillón, no le dijo nada. Minamino se acercó a ella, tomándola del mentón, aún con las manos húmedas, por lo que sintió un escalofrío en ella, sin saber si era del frío en sus manos, o la sensación desgarradora que surcó con fugaz brillo, la mirada perdida de su novia.-Lo que sea, estaré dispuesto a ayudarte.

-¿Me amas? –soltó la fémina, tratando de centrarse en sus ojos, las respuestas más sinceras, siempre vienen de ahí.

-¡Claro que te amo! –soltó sorprendido, después de un minuto de silencio.

-¿Y me eres fiel? –la mirada se le desvió a la chica, encontrando interesante la alfombra bajo el mueble.

El muchacho se sobresaltó notoriamente, tomándolo por demás desprevenido esa pregunta, claro el hecho de que ella entendió mal aquel asombro.

Vio los ojos de la chica aguársele en el momento en el se soltaba de sus brazos fuertes, haciéndose para atrás.

-Anoche...-suspiró manteniendo la calma que por momentos trataba de recuperar -...anoche mencionaste un nombre entre sueños, dijiste que la amabas.

Shuuichi alzó una ceja, no entendiendo para nada aquello. Esto tenía que ser un mal entendido.

-Pronunciaste su nombre con pasión, ignoro lo que soñabas, pero debió de ser placentero, como para que te hubieras venido en las sabanas.

El rostro de Shuuichi se azoró de un rojo tan intenso como sus cabellos.

-¿No te satisfago lo suficiente como para que te busques a una amante? –el tono dolido con el que habló esta vez aquella mujer, desviando la mirada lo más que le era posible, sin doblar el cuerpo hacia otro lado -¿Así de horrenda soy?

El pelirrojo negó con la cabeza, acercándose a ella, con todas las buenas intenciones de abrazarle, el aire se le estaba yendo de los pulmones, mientras buscaba la manera de consolarle, de decirle que todo aquello era mentira y que no tenía de que preocuparse.

-Izayoi, yo...

-¡No me toques! –gritó agachándose, todo el día se había atormentado con aquello, y ahora era cuando podía estallar, sabiendo que sus suposiciones eran ciertas, Shuuichi no la había desmentido, en caso de que todo eso no fuera real, pero ahora veía dolorosamente, que por desgracia sí lo era.

Echó a correr con toda la movilidad que sus piernas le brindaron, alejándose lo más que pudo de su amado, pero este, con una agilidad que nunca había visto en él, dio de saltos acrobáticos, cortándole el camino mientras la abrazaba a la fuerza.

En realidad, la sorpresa de verle hacer eso, fue la que le había cerrado el paso, deteniéndole anonadada ante aquello. Era increíble.

Él acaricio su nuca con cuidado, reconfortándola, y ella se dejó hacer, llorando con desesperación, empapando la camisa de franela del muchacho, asiéndose con vehemencia a ella, como si no hubiera más soporte en el mundo...

Permanecieron así por largo rato, Izayoi sollozando, y Shuuichi tratando de apaciguarla, con aquellos mimos que dan los novios tímidos.

Al fin Kino levantó el rostro, mirándole con una sonrisa, se había puesto paranoica, pasaba a menudo cuando una mujer era insegura, pensó, reconfortándose más en esos brazos que la arropaban con el calor de la sinceridad.

Shuuichi comenzó a mecerla entre sus brazos, moviendo sus piernas de forma suave para que ella lo imitara, incitándole a la confianza. Aquello debía haber sido un simple mal entendido, nada lo suficiente malo como para arruinar su relación.

Le levantó el rostro tomándola de la barbilla, procurando acercarla a él, sus labios a milímetros, y la respiración siendo una, se auguraba un beso como los que a él le gustaban...

Un pequeño tembleteo en sus pies les hizo distraerse de su reconciliación, pero había sido tan leve, que no habían tomado en cuenta, tratando de seguir con lo suyo.

Los labios se rozaban con las pequeñas sonrisas que se formaron en ellos y el beso se dio pequeñito y sencillo.

-¡KURAMA!

El pelirrojo abrió los ojos, olvidándose de la ensoñación y la magia mítica del momento, seguido de eso, un estruendo ensordecedor y los cristales del vivero rompiéndose en fragmentos, dejando a un intruso entrar, tan sinuoso, como una sombra más.

Shuuichi soltó entonces a su chica, mirando la figura herida en la alfombra de la casa.

Ella calló hacía atrás, admirada por lo imposible ¡Estaban en el noveno piso! ¡¿Cómo rayos había llegado aquel muchachito hasta ahí?!

Un momento ¿Quién era Kurama?

Se levantó entonces del piso, corriendo al muchacho que yacía en el Semi–inconsciente.

-¡HIEI!

Los pasos se le doblaron a Izayoi, cayendo estrepitosamente de la impresión, sus cejas enarcadas con horror.

-¿Él...él es...Hiei?

Sintió que el corazón se le comprimía, agrietándosele con tortuosa confusión. Ese tipo tirado en su suelo, era aquel que Shuuichi había nombrado tan placidamente en sueños...pero era imposible ¡Él era un HOMBRE!

De pronto, y terminando de romper más los cristales, una criatura enorme y llena de tentáculos, de varios ojos en su viscosa y negrusca piel, se abrió paso dentro del lugar, agitando sus extremidades con fuerza descomunal, estrujando algunos mubles a su alcance, como si fueran débiles cáscaras de algo.

-Kurama –oyó gritar nuevamente al otro intruso, levantando el brazo hacía su novio. Suspiró ahogando la ira y desesperación que su alma consumía desde su centro, reuniendo todas sus fuerzas para socorrer al chico pelinegro.

-¿Estás bien? –preguntó cuando se hubo acercado lo suficiente como para hincarse a su lado, el chaparrito le miró con la expresión más fría que en su vida había llegado a ver jamás, centrando en ella, aquellos extraños ojos rojos.

Izayoi hizo su cuerpo hacía atrás, recargándose en una mano que se asentó en el piso, con la otra cubriendo parcialmente su rostro. Esa mirada mataba.

-¡Kurama! –volvió a gritar, centrando la vista en el muchacho pelirrojo. Ella lo miró también, obviando que aquel mote era de su novio.

En cambio, Kurama no prestó atención a la mirada escrupulosa de Izayoi, no había tiempo, y con la rapidez de un zorro, tomó una rosa de un florero cercano.

-¡Rose Whip! –se escuchó casi en eco, y la rosa en la mano de Minamino, se transformó en un letal látigo rodeado de espinas.

Kino se levantó de la impresión, con la boca completamente abierta, su novio, el tranquilo Shuuichi Minamino, había comenzado a adoptar una forma distinta, como si de pronto creciera y sus cabellos se platearan por momentos.

Otro grito más, y el Kitsune se lanzó hacia la aterradora criatura, su látigo bien en alto, dando sablazos que el corriente ojo humano no podía percibir. Asombrosamente ella si había podido. Ahogando el horror de ver la rauda mutilación del Monstruo.

-¡Cuidado!

Fue tarde, cuando se hubo dado cuenta, una de las extremidades del Youkai se había despendido con tanta velocidad y fuerza, que parecía haber volado hacia ella.

Después, sólo fue dolor y oscuridad.


Notas del Autor:

Sí, lo sé, quedó muy flojo el capitulo, y ahora no sé si fue comedia, suspenso u algo más. Traté de poner los sentimientos de ira y confusión que tienen las personas que han sido engañadas, pero creo que no he tenido mucho éxito, y ésta vez no tengo excusa.

En fin, espero que les halla gustado este capitulo, aunque sea un poco, y no se hayan sentido tan decepcionados.

Pronto avanzaré un poco más con la trama, tratando de que sea más interesante para ustedes, que es lo que a final de cuentas importa nn.

Espero dejen reviews, se les agradecería bastante. Si se puede, mándenme sugerencias, que no estoy muy segura de que rumbo debe tomar exactamente este fic.

Una nota tonta:

Eso de encontrar similitud en el nombre de Hiei, con los números, es algo que llevó tiempo pensando, sólo por no tener nada que hacer. Anoche me puse a digitar en la calculadora el nombre del medio Koorime, y créanme, si sale. Sólo tienen que digitar 1314 en la calculadora, y voltearla de cabeza, encontrarán ahí un bonito Bishônen nn.

Bueno, no me queda mucho tiempo, así que responderé los comentarios que me han mandado del primer capitulo...

Florchi: tu amiga del alma:

xDDDDDDDD Amiga, me encanta tu nick. Gracias por tu comentario sobre mi redacción, en serio, se hace lo que se puede nn.

¿Ocho MUY? Supongo que ha de ser una buena ovación, son más muy de los que nunca me han dado (a parte de los veintitantos "muy" que me ha dado mi hermana a cerca de que soy terca, pero creo que esos se cuentan en negativo �) Trataré de actualizar cuanto antes me sea posible (no ando muy bien de inspiración últimamente, los diciembres me son tristes). Pues bueno, ya no tienes que morir, ya está Hiei aquí, y lo que hará, espero que sea sorprendente (Nah, exagero) así que mantente atenta.

VALSED:

¡Hey, Chica! ¿Cómo estás? Gracias por tu review también en este fanfic, no me esperé que lo leyeras, pero lo encontraste ¡Gracias! Sí, tiene pareja, pero ama a otra persona, o más bien, me parece que ama a ambas, y créeme, si se puede. ¿Qué que hará Izayoi? No lo sé a ciencia cierta aún, pero no será nada bueno (al menos no, para el pobre Hiei). Muchas gracias por tu review, y nos vemos luego nn.

Atemu Asakel 04:

Gracias por tu comentario (sobre todo por lo de excelente), y sí, fue algo inesperado, yo me moriría si me llegara a pasar algo así, pero aquí, porque Izayoi, todo el tiempo pensó que era una chica. Sufrirá de más, sabiendo que su novio está enamorado de otro hombre uu. El que pasará, no lo sé con certeza, pero te aseguro que será interesante.

Gracias por tu comentario, y procuraré no tardar mucho en actualizar, no quiero dejarte con intriga n.

Kotorisan:

Bueno, pues ya viste que es lo que hizo Izayoi cuando despertó dolida sin su Shuuichi (Aunque aquí ya era rutina, es doloroso, después de lo que escuchó). No se quedó callada del todo, incluso salió una reconciliación, pero no duró mucho. Ya se encontró con Hiei, lastima que fue de la peor manera (primero descubre que es hombre, y luego es herida por "no sé que cosa", no es como para querer recordar y reírse en unos años) ¿Acceda? ¿Acceder a qué? Sea lo qué sea, Hiei es de las personas que no acceden nunca a nada, pero las cosas se darán, las situaciones son cosas que los Ningens y Youkais no podemos manejar a nuestro entero antojo.

Yo también he leído "Hiei, Youko y Yo" está buenísimo, por eso me da gusto que te deje igual de intrigada, como la autora de aquel otro te tiene también. Gracias por el deseo, yo también lo espero nn.

Bueno, ahora sí, me tengo que ir, sólo les pido que se cuiden y espero que hayan pasado felices fiestas.

Nos leemos luego.