Capítulo Uno.

El pozo de las pesadillas.

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En otras circunstancias, Pansy hubiera rechazado la compañía de Blaise. Pero debía aceptar que el Creador era mucho mejor rastreador de lo que ella era. Y sin duda, eso simplificaría considerablemente la misión.

Días después de que Zoilo les encomendara aquel trabajo, se internaron en Los Pasillos para partir del lugar donde lo habían dejado el equipo de élite. El lugar exacto donde habían masacrado a la mayoría.

No era un comienzo muy alentador, pero sin duda allí encontrarían alguna pista. Nadie soltaba un ejército de monstruos sobre un grupo de Creadores, si estos no se hubieran topado con algo importante.

Resopló mientras recorría el largo pasillo de piedra. Mientras los Cazadores usaban espejos mágicos, entrando y saliendo de los sueños humanos a su gusto, los Creadores lo tenían un pelín más complicado.

Los Pasillos, eran una serie de interminables y laberínticos corredores llenos de puertas que conducían a las mentes de los humanos, específicamente a sus sueños. Cada puerta representaba a un humano diferente, y si podías abrirla, era porque su propietario estaba dormido y muy predispuesto a soñar.

Los Creadores debían andar por aquellos pasillos buscando alguna puerta que pudieran abrir. Todo aquello se conocía como "la puerta de atrás" de los sueños. Ningún Cazador podía llegar hasta ahí, convirtiéndolo así, en un buen lugar para escapar de ellos cuando la lucha se volvía demasiado dura y había que retirarse a lamerse las heridas.

Blaise había pasado un par de días merodeando en los lugares en que habitualmente se reunían los Creadores cuando no estaban atormentando humanos, intentando averiguar por donde habían pasado los Shasen antes de ser destruidos. Ninguno de los dos Creadores lo decía en voz alta, pero ambos sabían que todo aquello hubiera sido más sencillo si Zoilo no se hubiera cargado a Cabel con su berrinche.

Si, definitivamente la vida de Pansy sería muchísimo más sencilla si Zoilo no se dedicara matar a todo el que le fallaba.

—Por aquí—Blaise la guió entre los pasillos con determinación, sin titubear en ningún momento. Después de una investigación de varios días, el joven había logrado dar con un viejo Creador en un bar, que le aseguró haber visto a los Shasen minutos antes de que fueran atacados.

Al principio, Pansy no había estado segura de aquella información, más aún cuando su amigo no pudo darle el nombre del viejo, y mucho menos una descripción de su rostro.

—Era uno de los viejos, Pansy. ¿Alguna vez has visto a uno de ellos sin su capucha puesta?—se defendió el Creador con un gruñido.

En eso tenía razón, tuvo que aceptar Pansy a regañadientes. Cuando un Creador dejaba de meterse en los sueños de los humanos, sus poderes empezaban a mermar considerablemente. Y al no tener magia corriendo por sus venas, sus cuerpos comenzaban a marchitarse automáticamente. Por esa razón, muchos Creadores consideraban la necesidad de atormentar humanos un medio de simple supervivencia.

Pansy apenas tenía un par de siglos de vida, los cuales eran muy poca edad para su especie, pero a pesar de eso, ya comenzaba a depender mucho de la energía que obtenía de los sueños para poder mantener su aspecto joven.

Blaine dobló a la derecha, llevándola por un oscuro corredor que moría en una inmensa puerta negra.

—¿Es aquí?—Pansy pasó los dedos por la madera vieja. No sintió nada.

—Más o menos—Blaise abrió la puerta ayudado con su hombro, ya que la madera oscura parecía no querer ceder. Al otro lado había una amplia escalinata tallada en roca, que daba a una inmensa caverna, tan enorme que el techo lleno de estalactitas apenas se podía ver con claridad.

A su alrededor había la entrada a siete pasillos más. Aquel lugar era tan descomunal que por un momento, Pansy se sintió diminuta. Sin problema alguno, ese podría ser la guarida de un gigante.

—¿Seguro que estos no son Sueños Sagrados?

Como los dioses eran tan similares a otros seres, ellos también podían soñar. Los Sueños Sagrados, eran las puertas que daban a esos sueños. Y era una regla conocida, que ningún Cazador o Creador tenía permitido meterse en los sueños de un dios.

Si algún listillo se atrevía a cruzar esa línea, lo más seguro fuera que se convirtiera en puré en el acto. Y dado que Pansy no quería volverse puré, no le gustaba la idea de meterse por accidente en el reino subconsciente de un dios ermitaño.

—No lo creo—Blaise hizo una mueca poco definida. A Pansy, un "no lo creo" no le bastaba y menos cuando su existencia corría peligro.

Estaba a punto de dar media vuelta y salir de ahí, cuando lo percibió.

Poder.

Uno tan grande que la dejó sin aliento.

No era un dios. Eso le parecía, aunque aquel poder era demasiado grande, demasiado frío y calculador como para no pertenecer a un dios.

Entrecerró los ojos mientras bajaba las escalinatas, seguida de cerca por Blaise. Había algo en el fondo del pasillo central, algo poderoso y oscuro. Algo que la atraída como un imán

Miró a su amigo. Los ojos oscuros del Creador también estaban puestos en aquel pasillo en penumbras, tan hipnotizado y curioso como ella. Una parte de sí misma, tal vez el instinto de supervivencia, le decía que se detuviera y saliera lo más rápido que pudiera. Pero el nivel de atracción era demasiado fuerte para luchar.

¿Y si eso era lo que le había pasado a los otros Creadores? ¿Cómo una polilla que va directo hacia la luz?

Al final del pasillo había otra puerta, simple y tan parecida a tantas otras. Blaise la miró a los ojos una fracción de segundos antes de abrirla, conteniendo el aliento. Su mano rodeó la empuñadura de su espada. Si hubiera una pelea, estaría lista. Prefería poder cumplir con la misión sin tener que desenvainar su arma. Podía ser una guerrera experta, pero evitaba los enfrentamientos tanto como le era posible.

Aquel lugar no se parecía a ningún otro sueño humano. El reino que se erguía detrás de la puerta, no era nada que hubiera visto antes en la mente de un soñador.

Habitualmente los sueños humanos no estaban del todo definidos, entrar a ellos muchas veces equivalía a atravesar un torbellino de figuras de humo que no duraban mucho tiempo y cambiaban constantemente. Pero aquel lugar era físico, existía.

Blaise y Pansy atravesaron el umbral, internándose en el hall de una gran casona, que seguramente hubiera sido bonita a la vista, si no fuera por las pesadas cortinas negras que tapaban cada ventana, y las velas que iluminaban el lugar con una luz amarillenta, dándole un aire tétrico. Velas que se encontraban esparcidas por el piso, chorreaban cera, como si estuvieran ardiendo hace demasiado tiempo. Las paredes y los pisos eran de madera deslucida, y el lugar tenía un aspecto abandonado. Una corriente fría que parecía nacer del mismo corazón de la casa les dio la bienvenida, haciendo que parpadear las llamas, provocando que los intrusos sintieran escalofríos. Era como si ese lugar estuviera vivo y no fuera feliz con su presencia

Los dos Creadores intercambiaron una mirada. Los sueños eran una representación de la mente de la persona. Y Pansy nunca se había cruzado con una como esta.

—Es como la guarida de un dios menor—murmuró Blaise.

Los dioses podían tener lugares como aquella espantosa casa. No eran el acceso real a sus sueños o mentes, sino sitios físicos que se ocultaban en lugares insólitos, como podrían ser los pasillos de los Creadores. Aquel lugar podía ser perfectamente la casa de verano de un dios menor muy arisco y en busca de privacidad.

Pansy le dio un punto por eso. ¿Quién buscaría el hogar de un dios entre los pasillos de los Creadores, en el sector más profundo?

—Deberíamos irnos—dijo Blaise, pero ninguno de los dos se movió ni un centímetro. Ambos estaban plantados allí, atraídos por lo que fuera que se encontrara en los oscuros cuartos de esa casa.

La Creadora hizo aparecer una bola de fuego azul en sus manos. La alzó, intentando iluminar tanto como le fuera posible, mientras caminaba hacia delante, internándose en la oscuridad de un largo pasillo.

Era muy posible que el equipo de élite se hubiera metido en aquella casa como ellos lo estaban haciendo en aquel momento, y hubieran encontrado la muerte cuando su propietario los descubrió.

Eso debería ser razón suficiente para que diera media vuelta y huyeran de allí sin pensarlos dos veces. Pero no podía dar marcha atrás y regresar con Zoilo con el rabo entre las patas. El dios de las pesadillas los mataría si le decían que la idea de morir les daba más miedo que enfrentarse a su cólera.

Además, había otras cosas que la hacían continuar. En los últimos meses, todos los Creadores hablaban de otra cosa además de las desapariciones. En el último año habían ocurrido algunas cosas inusuales, como grupos numerosos de Creadores que se empeñaban en atormentar a ciertos humanos en específico.

Pansy lo había experimentado en carne propia. Más de una vez se había encontrado a sí misma unida a un grupo numeroso de Creadores en el deseo incontrolable de torturar a algún humano.

Eso iba en contra de la naturaleza de los Creadores. Ellos trabajaban solos, eran lobos solitarios y nunca atormentaban a un humano más de dos noches seguidas. Pero cuando aquel deseo aparecía, era inútil resistirse. Los Creadores comenzaban a llamarla La Plaga, dado que se diseminaba como una y no tenía cura.

Y aquel deseo que te inundaba y te obligaba a actuar, estaba dentro de esa casa. No de la forma primitiva que arrastraba a los creadores, pero sin duda estaba en aquel lugar, casi como un aroma sutil en el aire. Suave, y casi imperceptible junto a aquel gran poder divino que los atraía como abejas a la miel.

Continuó, con la incómoda sensación de que era observada.

—¿Lo sientes?— Blaise se inclinó sobre su oído izquierdo para hablarle. Su aliento cálido le permitió apreciar el frío casi polar del lugar.

Pansy asintió mientras entraba por un pasillo oscuro, dejando que "la plaga" la guiará.

—Creo que la plaga y las desapariciones están relacionadas.

—A Zoilo le va a encantar...

—No lo creo, Blaise, a él la plaga le parece algo de lo más divertido, no te olvides cómo se rio cuando…—Se calló de golpe. Algo se había movido entre las sombras, algo grande.

—Por aquí—su compañero tiró de ella, llevándola hacia una puerta entreabierta que había a un lado.

Pansy no puedo evitar girar los ojos. Odiaba que la zarandeara de un lado a otro, y su amigo lo sabía mejor que nadie. De un tirón poco amable, se deshizo del agarre del Creador.

—Nos están siguiendo—se defendió en voz baja al ver la cara molesta de la mujer.

—Ya me di cuenta—bufó— Y puedo hacerme cargo perfectamente.

Últimamente Blaise siempre encontraba la manera de poner sus manos sobre ella. Si no fuera que se conocían desde que eran bebés, pensaría que Blaise estaba interesado en ella de alguna forma.

Se internaron en otro pasillo de techos altos y pisos de madera que no tenía casi iluminación. Aquel lugar interminable daba la sensación de ser parte de los Pasillos, pero carecía de la sensación de hogar que estos despertaban en los Creadores. Sin duda, Pansy no pasaría allí la noche ni por toda la magia del universo de los sueños.

—Hay que irnos…

La Creadora no podía estar más de acuerdo ¡Que le dieran a Zoilo! Estuvo a punto de dar media vuelta para regresar por donde había llegado, cuando algo inmenso y peludo cayó sobre ella, haciendo que cayera de bruces contra el piso.

De inmediato sintió un aliento espeso sobre su nuca. Olía a carne podrida. Lo conocía.

Un destello de luz le quitó el peso que le impedía respirar de encima. Se dio vuelta justo a tiempo para ver como un tigre del tamaño de un rinoceronte estallaba en una nube de polvo negro, que olía aún peor que su aliento.

Blaise se había deshecho del que la había atacado, pero entre las sombras se acercaban otros dos. Mirándolos con sus grandes ojos amarillos, locos de rabia. Grandes como ellos solos, sus cuerpos eran musculosos y su pelaje atigrado estaba todo chamuscado. Era una masa de piel quemada y huesos blancos que se asomaban entre los músculos en carne viva.

Monstruos de Pesadillas. Raros por esos lares, pero lo más raro era que estuvieran protegiendo un lugar como aquel. Eran las mascotas de Zoilo, una creación repugnante salida de una noche de aburrimiento, y se suponía que no atacaban a los Creadores.

—Derecha—gritó Pansy, antes de desenvainar su espada y lanzarse contra el monstruo que tenía a su izquierda.

El enorme gato tenía la mitad del hocico quemado hasta el hueso. Abrió la boca, mostrando sus grandes dientes afilados, al tiempo que soltaba un rugido muy parecido al de un león furioso

Los seres de ese tipo eran feroces, pero dado que no tenían mucho cerebro, no era difícil hacerles frente. No le fue difícil dejarlo ciego de una estocada. Cuando retrocedió con un alarido de dolor, no perdió ni un segundo y le clavó su espada en su boca, atravesando así su cabeza, convirtiéndolo en una nube nauseabunda de polvo.

Otro estallido a unos metros le indicó que su colega había acabado con el monstruo que enfrentaba.

—¿Estás bien?

El hecho que una creatura de esa calaña la tomara por sorpresa era tan insólito como bochornoso.

—No entiendo como no me di cuenta—gruñó furiosa con ella misma. Había sentido el peligro, pero no había entendido lo cerca que estaban de ellos. Era algo imperdonable para alguien de su nivel.

—A mí también me tomaron por sorpresa—comentó Blaise mientras observaba las manchas negras que la batalla había dejado en el piso y en el techo.—Debe ser este lugar, nubla nuestros sentidos…

Asintió. Eso no quitaba que se habían equivocado y que los monstruos que estaban más bajo en la escala evolutiva de las pesadillas, los habían tomado por sorpresa.

—Hay más —la Creadora aprendía rápido de sus errores. Ahora, más concentrada y alerta que nunca, podía percibir a un grupo considerable de monstruos. Eran muy obvios cuando dejaba en segundo plano la atracción que el poder divino y la plaga tenían sobre ella.

Aquellos seres estaban detrás ellos, en algún lugar en las sombras. Cortándole el paso hacia la salida, esperando y preparándose para el momento en que pudieran vengar la muerte de sus compañeros

— Blaise…—Se negaba a morir de esa forma tan patética.

—A correr, compañera

Los Creadores no eran conocidos por ser especialmente valientes. Rencorosos, malhumorados, venenosos y muy astutos. Pero por encima de todo, sabían cuando valía la pena luchar y cuando no. Las luchas heroicas no eran lo suyo. Un Creador solo entraba a una pelea si estaba seguro que tenía las de ganar.

Echaron a correr por el pasillo. Las creaturas no los siguieron, pero ninguno de los dos se detuvo a comprobarlo, hasta que atravesaron una enorme puerta de roble que se cerró muy pesadamente detrás de ellos. A Pansy le recordó a la puerta del salón del trono de Zoilo, enorme y maciza, y muy difícil de echar abajo. Por un segundo ambos Creadores quedaron pegados a la puerta intentando escuchar lo que ocurría al otro lado. Por suerte esas cosas no sabían abrir puertas, pensó Pansy, aunque si eran buenas para darse de bruces una y otra vez hasta que la puerta se abriera o sus sesos reventaran.

Cuando su respiración se normalizó, le echó un vistazo a su compañero, que se había alejado de la puerta y miraba a su alrededor con interés.

Pansy también se acercó, observando el entorno, sorprendida que el dueño del lugar no hubiera hecho acto de presencia ya para fulminarlos de una buena vez.

Habían acabado en una inmensa sala circular, tan amplia que hubiera podido ser comparada con la sala del trono de Zoilo. Es más, a Pansy le sorprendió el parecido. Los pisos, las paredes y las columnas eran de la misma piedra negra que el salón de Zoilo. La única diferencia era que allí no había trono y si una escalera de caracol que daba a un segundo piso y a un balconcito. Allí, como en la entrada, había cientos de velas blancas de todos los tamaños posibles, esparcidas por todos lados, desde el piso, alrededor de las columnas y todo a lo largo del barandal y los escalones de la escalera de caracol. Es más, por un segundo Pansy creyó que la escalera estaba en llamas por la cantidad de velas que había por todas partes.

—Mira…— Blaise señaló al centro de la sala.

Una docena de puertas se erguían allí sin ningún orden aparente. Se acercaron. Eran puertas de madera, como las que conectaban con los sueños de los humanos.

—¿Son copias?

Zoilo tenía la habilidad de crear segundas puertas para exhibirlas en su sala del trono, incentivando a sus soldados a que molestaran al humano dueño de esos sueños. Le divertía un montón, y hasta lo que sabía Pansy, su padre era el único con el poder de hacer tal cosa.

Se aproximó a la que tenía más próxima. La madera estaba literalmente congelada. Cuando pasó sus dedos en ella, el frío la quemó. No sólo era una puerta a los sueños de un humano, sino que era funcional y a la vez estaba completamente sellada. Así quedaban las puertas cuando un Cazador usaba todos sus poderes para cerrar la mente de un soñador.

La puerta tenía placa, como todas. Pansy tuvo que rasparla con la punta de su espada para poder remover la escarcha que le impedía leer lo que tenía grabado.

"Harry. J. Potter"

—El esposo humano de la cazadora Ginevra.

—¿Cómo lo sabes?— Blaise se acercó un poco.

—Cuándo peleas por décadas con alguien, sueles llegar a conocerlo muy bien… Además, esto apesta a su poder, ha usado toda su magia para sellar la mente de su humano.

Le echó un vistazo al resto de las puertas, algunas estaban selladas y otras no. Las que no, tenían una apariencia inusual, una especie de capa de polvillo negro las cubría.

Se acercó a una de ellas. "Draco. L. Malfoy" leyó, al tiempo que pasaba un dedo por encima, marchándose la piel con aquella cosa que parecía hollín. Una descarga eléctrica la atravesó de pie a cabeza, poniendo sus sentidos en alerta, deseosa de crear la pesadilla más aterradora del mundo.

Dio un paso atrás. La plaga. Aquel polvillo cuyo tacto era grasoso y desagradable, parecía trepar por su brazo, como una araña furiosa… todo su cuerpo se estremeció. Quería correr, saltar, entrar en esa mente humana y atormentarla. Tenía que hacerlo, tenía que escuchar sus súplicas, sus gritos. Lo necesitaba, si no lo hacía iba a morir.

Estaba tan absorta en esas ideas, que la fuerza con que Blaise la sujeto para lanzarla detrás de una de las puertas la tomó totalmente por sorpresa. Alguien había entrado al salón, y el Creador era el único al que el recién llegado había visto.

—Tú no eres un dios—dijo Blaise con voz potente, ahogando la protesta de Pansy.

Hubo un breve silencio. Pansy escuchó como alguien caminaba hacia ellos de forma tranquila, hasta despreocupada. Curiosa intentó ponerse de pie para poder echarle un vistazo. En ese momento se percató que no podía mover ni un músculo. Estaba completamente petrificada.

Sus ojos se fijaron en Blaise, completamente furiosa. ¡Maldito! El Creador estaba usando todos sus poderes en ella, obligándola a permanecer oculta. ¿En qué estaba pensando? Si no podía moverse, como esperaba que se protegiera. Solo sus ojos podían moverse y se clavaron en la sombra alargada y titilante que producía Blaise al alejarse del lugar donde ella estaba. Algo malo estaba pasando y no entendía porque su compañero la protegía.

Los Creadores no actuaban con tanta nobleza. En sus filas no existían los héroes, solo gente lista que sabía exactamente en qué momento debía abandonar el barco. El autosacrificio no estaba bien visto.

—Te conozco—la voz de Blaise se escuchaba fuerte, pero Pansy sabía que su valor era fingido. Lo conocía muy bien, estaba asustado por alguna razón.

Una risa hizo vibrar el lugar. Le recordó por un momento a la de Zoilo, pero sabía que no podía ser él. Cuando el dios estaba cerca, todo dentro de un Creador se lo advertía. Zoilo nunca podía tomar por sorpresa a un Creador, como nunca un Creador podía sorprenderlo a él.

—Eres el asesino de Cazadores…

Pansy contuvo el aliento. Había escuchado los rumores. Algo acerca de que un antiguo cazador había enloquecido y que ahora masacraba a sus semejantes.

La risa se detuvo, como si al final el chiste no hubiera sido tan gracioso. Por un segundo lo único que se escuchó fue el chisporroteo de las llamas de las velas

Lo que ocurrió a continuación, persiguió a Pansy por el resto de su existencia.

Se escuchó una explosión que hizo temblar todo a su alrededor; y a continuación un destello que arrastró a Blaise hasta dejarlo estampado contra una de las puertas. Su amigo la miró con verdadero pánico en su rostro, intentando decir algo, pero cuando su boca se abrió solo salió un grito desgarrador que le puso la piel de gallina.

En una fracción de segundo, todo el cuerpo de Blaise, ese muy querido amigo suyo, quedó envuelto en unas llamas negras que parecían salir de su interior.

Pansy desvió la mirada, horrorizada. Jamás había presenciado algo semejante. Si, su negocio eran las pesadillas. Pero al final del día, todos aquellos horrores que creaba, eran eso, simples pesadillas que no podían herir a nadie.

Pero aquello. Eso era malditamente real. Blaise de verdad estaba sufriendo, suplicando con sus ojos oscuros hasta que estos fueron devorados por las llamas.

Cuando el fuego desapareció no quedó nada de Blaise que avalara su existencia hasta ese momento. La puerta que hasta entonces se había parecido a cualquier otra de los pasillos, ahora estaba completamente cubierta por aquel extraño polvillo negro.

Estaba muerto. Blaise, su amigo de la infancia, su colega, su cómplice. Estaba muerto.

Lo había visto. Su cuerpo recuperó la movilidad, confirmando lo que había visto sus ojos. Ahora no era la magia lo que la tenía petrificada. Jamás había visto morir a nadie de forma tan horrible. Su especie vivía mucho tiempo, tanto que no solían pensar mucho en esas cosas. Cuando Zoilo mataba, lo hacía rápido. Ahora Blaise estaba muerto, y lo último que había hecho fue intentar protegerla.

—Pero mira que tenemos aquí…

Ante ella se encontraba un hombre increíblemente atractivo. Alto, rozando el metro noventa, de hombros anchos y un rostro angelical que no dejaba de ser increíblemente masculino. Tenía el cabello rubio oscuro, muy rizado hasta los hombros. Con la piel muy clara si llegar a verse enfermiza… Pansy quedó prendada por su mirada, un par de ojos azules bellísimos, los más hermosos y expresivos que había visto en toda su existencia.

¿Aquel era el ex cazador que masacraba a los de su misma especie? ¿El que podía llegar a ser el responsable de las desapariciones de los Creadores? ¿El que no había titubeado al acabar con la vida de su más querido amigo?

— Blaise…—pronunció aquel nombre como una plegaria, en un tono tan bajo que el sujeto ni la escuchó. Aturdida y sin poder sacar sus ojos de él, comenzó a oír gruñidos a su alrededor. Tardó lo suyo, pero unos segundos después comprendió lo que estaba ocurriendo. Los monstruos habían entrado junto a su amo al salón, y la estaba rodeando, al acecho.

—Oh, la princesita de Zoilo—su voz parecía un bálsamo. Demasiado masculina y atractiva como para pertenecer a un asesino a sangre fría—Tu esencia será más fuerte que la de cualquier otro.

Pansy parpadeó, ahuyentando la niebla que parecía inundar su cerebro. No entendía las palabras del hombre, pero tampoco se iba a detener a preguntar. Cuando lo vio alzar sus manos, una alarma comenzó a sonar en su cabeza.

Siendo más rápida que él, o al menos eso pensó ella por un momento, se puso de pie y evadiendo un lobo del tamaño de un caballo que intentó echársele encima, se lanzó hacia la puerta que tenía más cerca.

La abrió de un tirón sin encontrar ningún tipo de resistencia. El propietario debía de estar dormido, y ella daba gracias al gran Dios padre por eso. Sin pensárselo dos veces, se metió de un salto en el portal, creyéndose a salvo por un momento. De inmediato comprendió su error, al sentir un dolor insoportable en la espalda, a la altura de su cintura. Sus ojos se nublaron por las lágrimas, aquel dolor era insoportable, jamás había experimentado algo semejante. Se llevó una mano al lugar del impacto mientras su cuerpo caía por un oscuro túnel. Cuando alzó la mano frente a su rostro a la espera de encontrarla bañada en sangre, se sorprendió al encontrarla limpia.

Mientras el dolor la hacía estremecerse, sus pies al fin encontraron suelo firme, cayendo de rodillas. Se había metido en los sueños de alguien, pero todo era demasiado confuso en su cabeza como para comprender lo que ocurría.

Intentando concentrarse por su propio bien, miró a su alrededor. No había donde más correr. Estaba en una aburrida casa humana, con decoración cara y anticuada. El lugar parecía vacío y sin rastro de su atacante.

Trató de recuperar el aliento, pero sus pulmones ardían con cada bocanada de aire. Estaba muriendo. Aquel sujeto le había dañado con una descarga astral, de las misma que usaba Zoilo para deshacerse de la gente que no le agradaba.

Se derrumbó en el suelo alfombrado justo al lado de una escalera, de esas grandes y lustrosas que siempre tenían alfombras rojas. Mientras pensaba estúpidamente en lo anticuada que era la casa y en que seguramente había acabado en los aburridos sueños de una anciana amargada, terminó de desplomarse en el suelo, acurrucándose mientras el dolor se volvía insoportable.

¿Tardaría demasiado el final?

Cerró los ojos, dejando que el dolor la llevara.

Maldijo a Zoilo. Maldijo a Owen también. Ojala ambos se pudrieran en las llamas del dios padre, pensó furiosa.

Algo estalló. ¿Era ella?

Abrió los ojos. No era ella, era la casa. Todo a su alrededor estaba siendo devorado por las llamas. Escuchó gritos, golpes, desde el piso de arriba llegaban los pedidos de ayuda de una mujer desesperada. Pero alguien más también pedía ayuda, alguien que estaba mucho más cerca.

Débil y perdida, volteó la cabeza hacia la puerta que había debajo de la escalera. Debía ser un armario de trastos o algo así, y había alguien allí, un niño.

Sin saber porqué, usó lo último de magia que aún le quedaba y abrió la puerta con un débil movimiento de su mano.

Desesperado y con el rostro bañado en lágrimas, un niño pequeño que no llega a ni a los diez años, salió a los tropezones del armario. Era rubio y escuálido, temblaba de pie a cabeza mientras sus grandes ojos grises parecían sorprendidos con su repentina liberación.

Pansy frunció el ceño. Aquel niño era el soñador…

La mujer de arriba volvió a gritar. El pequeño giró la cabeza hacia la escalera en llamas, paralizado por el miedo.

—Mamá…

Aquel miedo alimentó el cuerpo casi sin vida de Pansy. La nube en la que parecía estar hundida su mente se volvió más ligera, permitiéndole pensar con claridad.

Moriría si no hacía algo pronto.

El niño comenzó a llorar.

Había escuchado rumores. Hipótesis y montones de tal vez. En otras circunstancias ni siquiera hubiera pensado en eso, pero en ese momento estaba desesperada.

Sabía que no siempre funcionaba, nunca había conocido a nadie que lo hubiera hecho y salido airoso. La herida le quemaba. Tenía que hacer algo, estaba desesperada.

Alzó una mano hacia el niño. Lo sujetó con toda la fuerza que aún conservaba y lo obligó a recostarse a su lado. El niño no hizo nada para evitarlo, Pansy cerró los ojos mientras juntaba su frente con la del chico.

Lo que estaba a punto de hacerle a ese asustado niñito era una monstruosidad.

Mientras murmuraba el conjuro, pronunciando palabras que nunca hubiera creído que usaría, intentó justificarse.

Aquello era para un bien mayor. Alguien debía ir con Zoilo y contarle del peligro que andaba suelto. Alguien debía hacerle pagar a ese tipo lo que le había hecho a Blaise. Pansy era el único Creador que podía hacerlo. Si moría, aquel maldito ganaría.

El niño comenzó a sacudirse, sin parar de gritar, pero Pansy lo abrazó con fuerza, ignorando el dolor que le estaba infringiendo a ese diminuto humano. Apretando los dientes continúo con el hechizo. Era la princesa de Zoilo, la Creadora de Pesadillas con el corazón de hielo. Lo que estaba haciendo en ese momento se lo comprobaba.

Era un monstruo. Por el bien de todos, era un monstruo.

El niño gritó. Ella también lo hizo, mientras el dolor de su herida incrementó hasta hacerla llorar.

Pero cuando creyó que ya no lo soportaría más, que moriría y sus desesperados intentos de salvarse habían fracasado, el dolor menguó.

Algo cálido trepó por su cuerpo, se sintió bien por primera vez en mucho tiempo. Lo había logrado, o había muerto y aquello era el más allá en el que ningún Creador creía.

Abrió los ojos, estos se le habían llenado de lágrimas y tuvo que parpadear repetidas veces para lograr aclarar su visión.

Su sorpresa no fue poca cuando encontró entre sus brazos a un adulto. Un hombre de cabello rubio muy claro cortado a estilo militar, con barba de un par de días y mirada cansada.

Él y el niño eran los mismos. Sus ojos grandes y grises lo delataban. La miraba con curiosidad, mientras que a su alrededor las llamas desaparecían y el lugar volvía a ser tan aburrido como momentos atrás.

La pesadilla había quedado relegada a un segundo plano, mientras los gritos de la mujer dejaban de oírse…Todo porque el soñador había dejado de prestarle atención a todo eso y ahora concentraba todo su interés en ella.

—¿Quién eres?—su voz era muy ronca.

—Pansy—respondió. Y se mordió la lengua para no añadir un lamentable y muy sincero: "La que acaba de arruinar tu vida para salvar la suya".

El soñador asintió, como si su repentina aparición no lo sorprendiera en lo más mínimo.

—Sexy.

La beso. Pansy no podía estar más atónita. Ella sabía que había Cazadores que se metían en los sueños humanos y hacían ese tipo de cosas, y a veces hasta se enamoraban de los humanos. Pero los Creadores no, preferían arrancarse alguna parte de su anatomía, antes de pensar en una interacción creador-humano que no fuera el de una horrible pesadilla.

El soñador la abrazó con fuerza, mientras sus manos intentaba desesperadamente recorrerla entera. Aquel calor que había sentido momentos atrás, ahora era una hoguera en su pecho.

Confundida, se preguntó si aquellas sensaciones eran producidas por el conjuro que había hecho para salvarse.

No podía negar que eso era bastante agradable. En el mundo de los creadores todo aquello era más mecánico, no se perdía el tiempo en cosas tan innecesarias como besos húmedos.

Antes de siquiera poder aclarar su mente para recordar cómo apartar a un humano, algo mucho más grande hizo el trabajo por ella. Un inmenso gorila monstruoso había lanzado al soñador, estampándolo contra las escaleras.

—¿Pero qué …?—El soñador había quedado aturdido, pero no fuera de combate. Miró asombrado al mono enorme, con pelaje negro y chamuscado.—Joder, no mas azúcar antes de dormir.

Para él todo aquello no era real. Para Pansy era una batalla de vida o muerte. Ese ser no era producto de ningún Creador, no era parte de la pesadilla. Aún estaba débil, pero sobreponiéndose, logró ponerse de pie, situándose entre el soñador y el monstruo.

Ahora, con el hechizo que había logrado hacer, su alma moribunda estaba atada a la de aquel humano. Si algo le pasaba, ella también moriría.

Desenvainó la espada, en el momento la creatura se le tiró encima. Las fuerzas de Pansy podrían estar llegando a sus últimas, pero ella seguía siendo la mejor.

El gorila se volvió polvo.

Alguien aplaudió. De esa forma pausada y llena de aplomo que era marca registrada de todo villano, o al menos así le pareció a Draco Malfoy cuando se puso de pie y se acercó a la chica que acababa de hacer polvo a aquel enorme monstruo, pero que ahora usaba su espada para mantenerse de pie, mientras se agarraba de una costado, como si le doliera muchísimo. Al voltear hacia donde provenían los perezosos aplausos, se encontró con un sujeto altísimo, de cabello rubio y sonrisa desagradable. Los ojos azules del sujeto estaban clavados en la mujer, y brillaban de diversión. Pero sin duda no fue él, ni su porte de pedante, lo que captó toda la atención de Malfoy, sino las dos enormes panteras de gigantescos dientes y garras que estaban a cada lado del tipo.

—¿Quién diablos eres tú?—le increpó Malfoy, pero fue completamente ignorado.

—Oh princesita—le dijo a la mujer, la cual tambaleo, y hubiera acabado en el suelo si Draco no la hubiera sujetado a tiempo. —Niña idiota, acabas de forjarte un destino peor del que yo iba a darte.

—Vete a la mierda—le escupió la morena al tiempo que intentaba deshacerse del agarre de Draco, caminando hacia las creaturas.

Las panteras deformes rugieron, listas para abalanzarse. Y Draco Malfoy vio atónito como la chica levantaba la espada casi sin fuerzas. Estaba completamente loca.

—¡BASTA!

Los monstruos de pesadillas estallaron y Pansy no pudo estar más sorprendida. Confundida miró al soñador, el cual dio un paso adelante con cara de pocos amigos. Acababa de cargarse a esas dos panteras con solo desearlo, y Pansy estaba completamente segura de que no tenía idea de la gran hazaña que había sido eso. Los soñadores tenían mucho control en sus propios sueños, y era gran parte del trabajo de los Creadores evitar que los humanos se dieran cuenta de ese poder. Pero en esos momentos, con esos monstruos, nada de eso era parte de un sueño corriente. Muda de asombro, lo vio acercarse al asesino de cazadores, como si no fuera más que algo asqueroso que encontraba en la suela de su zapato.

—He preguntado ¿Quién diablos eres tú?

—Soy quien buscas tan desesperadamente, detective Malfoy.

El asesino sonrió burlonamente. La cólera se apoderaba de Malfoy y Pansy no pudo detenerlo. En una explosión de poder, el soñador lo estampo contra la pared más cercana, tomando por sorpresa al inmortal, que miraba las muestras de poder completamente incrédulo.

—Voy a encontrarte. —le prometió Draco Malfoy antes de romperle la nariz de un puñetazo.

Cuando la sangre comenzó a correr, Pansy supo que debía actuar y usando lo poco de magia que le quedaba, hizo lo único que se le ocurrió para poder escapar de su enemigo, el cual recuperaría el control en cuestión de momentos.

Sin medir los riesgos, despertó al soñador….