Despedida.

Alexa se encontraba en la biblioteca del palacio de Denerim, era de los pocos lugares donde se podía alejar de las hijas de los nobles de Ferelden que seguían con gran entusiasmo sus movimientos para poder aprovecharlos en su favor.

Alistair sabía que encontraría ahí a la dama de Pináculo, Robert se lo había dicho, y él estaba impaciente de poder hablar a solas con Alexa. Des de aquella noche antes de la gran marcha hacia Risco Rojo, no podía dejar de pensar en los labios de esa bella muchacha y en lo que él había sentido al besarlos.

Pero ella se marchaba por tiempo indefinido y Alistair quería asegurarse que esa no sería la última vez que la vería.

-Hola Majestad – dijo Alexa dejando el libro sobre sus rodillas y regalándole una sonrisa genuina a Alistair.

-Por favor, llámame Alistair, espero no interrumpirte – le respondió el.

-En absoluto, solo estaba matando un poco el tiempo, mañana nos marchamos a Pináculo y quería un poco de paz antes de emprender el largo viaje –

-Robert me ha dicho que os encontraría aquí –

-Alistair si yo voy a tener que tutearte, te agradecería que hicieras lo mismo conmigo- le replico ella.

-Está bien –

-¿Entonces me estabas buscando? – pregunto Alexa.

-Si hace muchos días que quería hablar contigo, pero siempre parece que hay alguien alrededor para cortar la conversación –

- Creo que te tendrás que acostumbrar a ello, tienes a todas las jóvenes de Ferelden encandiladas –

-Sí, no hace falta que me lo recuerdes – dijo Alistair pasándose una mano por la cara

-Ya veo….-

-¿El qué? – pregunto Alistair.

-Cuando se te acerca una mujer dispuesta a despojarse ante ti piensas, ¿se acercan a mí por quien soy o por la corona? –

-Bueno más o menos –

-Alistair, la nobleza y la política es un juego de sombras- le conto ella – el matrimonio es un contrato dos naciones que firman un tratado.

-Es muy duro ver el mundo des de ese prisma – dijo Alistair – pero pareces saber perfectamente a que te refieres.

- Yo soy la hija de Bryce Cousland, mi sangre se remonta tanto como la tuya – dijo Alexa – pero al ser mujer mi posición no es tan segura como si fuera varón.

-¿Qué quieres decir? –

- Des de que tengo edad de razón los hombres han visto en mí un trofeo, una mujer objeto hermosa y seguramente fértil – Alexa se pellizco el puente de la nariz no le gustaba hablar de esos temas – yo he tenido suerte de que mi padre no me paseara por todas las casas nobles de Thedas como una yegua de carreras subastándola al mejor semental.

Alistair puso mala cara no le gustaba que esa maravillosa mujer se considerara a sí misma un premio.

-¿Quieres decir que yo soy el buen semental? – pregunto Alistair.

-Eres el Rey de Ferelden, un hombre joven, atractivo y vital. Cualquiera de ellas estaría más que dispuesta a ser tu esposa – dijo Alexa con una sonrisa – eres un buen partido.

-¿Todas ellas menos tu? –

-Tú no quieres un semental y yo no quiero ser una mujer objeto – dijo Alexa secamente.

Alistair sabía perfectamente a que se refería.

-¿Entonces lo que paso antes de mi marcha hacia Risco Rojo…? –

-Alistair, te bese porque quería hacerlo – le respondió ella – no porque nadie me dijera que tenía que encandilar al Rey para llevármelo a la cama, pero creo que tendremos que dejar nuestra conversación a un lado…..tenemos compañía.

Alexa lanzo una mirada hacia la estantería que tenían detrás de ellos, entonces la hija de Bann Sigrhard salió de detrás de ella como si acabara de llegar.

-Oh Majestad…..-dijo inclinándose mostrando su escote generoso al Rey – no sabía que estabais aquí.

-Buenas tardes – respondió Alistair claramente molesto por la interrupción.

Alexa se levantó del sillón dejando el libro donde lo había encontrado.

-Adiós Majestad – dijo haciendo una breve reverencia – me despido de vos, mañana mi hermano y yo marcharemos hacia Pináculo al alba.

-Adiós Lady Cousland – le dijo besándole la mano – siempre es un placer contar con vuestra presencia en palacio, espero que no demoréis mucho vuestra vuelta.

Alexa se dirigió al pasillo sin ni siquiera mirar a lady Hanna que permanecía ahí de pie, sabía perfectamente que la ignorancia hacia su persona era peor que cualquier insulto ya que al fin y al cabo era hija de un noble menor.