- Lo reconozco, me ganaste totalmente, me hiciste bajar la guardia. Pero yo también gané. Te gané a ti.
Kohaku tardó varios segundos en entender realmente esa última frase, esas cuatro palabras. Al principio sólo pensó de forma competitiva, e inmediatamente su mente se dirigió a revistar en qué había fallado, porque estaba segura que le había ganado al lograr escapar de la llave de artes marciales de Stan. Y estuvo a punto de retrucarle, hasta que vio la sonrisa satisfecha que adornaba el rostro de él. Y se dio cuenta, de que lo había besado. Pudo haber sido un juego y una broma, pero sin dudarlo lo había besado por voluntad propia. Podía admitirlo frente a él, o podía ignorarlo para salvarse de la incomodidad, no estaba segura de qué quería hacer, ni qué sucedería. Pero Stan terminó decidiendo por ella, y más bien pareció inclinarse por la última. Se levantó, y le dio la mano para ayudarla a ponerse de pie. Aunque ella era tan ágil que no le hacía falta ayuda, no le rechazó la mano para que él no la malinterpretara.
- No sé si esa táctica tuya sería aprobada en un duelo de verdad, pero personalmente debo decir que sí te hizo vencer esta vez. Nada mal, nada, nada mal.
- No es como si fuera una táctica mía. Yo…
- ¿Entonces dices que fue especial para mí?
Agh… pensaba que él había decidido ignorarlo o dejarlo pasar, pero se había equivocado por mucho… mientras pensaba qué contestaba, él volvió a hablar.
- Bueno, la clase terminó. Creo que recuerdas que hoy era la última de nuestro contrato mensual, ¿cierto?
- Sí. Hmmm ¿y qué vamos a hacer nosotros?
- ¿A qué te refieres?
- ¿No nos veremos más? No tenemos otros puntos de encuentro en común –No estaba segura si él se estaba haciendo el tonto para hacerla expresar sus intenciones.
- Eso depende de lo que tú quieras. Yo dije que fue la última sesión de nuestro contrato laboral, pero me gustaría seguir viéndote, lo sabes. Y ya no habría problema de mezclar lo profesional con lo personal.
- Sí… yo... creo que me gustaría seguir viéndote, lo paso bien contigo.
- Gracias, lo mismo digo –Le obsequió otra de sus sonrisas demoledoras– Si quieres, mañana es sábado, puedes venir a almorzar, y festejamos el cierre de tu gran desempeño como profesora, y yo me considero aprobado también. ¿Qué opina, profesora?
- ¿Eh? Ay no, no me llames así, ya es bastante vergonzoso sentirme que le estoy robando el trabajo a algún profesor verdadero…
- Pero lo hiciste muy bien, confía más en ti y siéntete orgullosa, fue un buen trabajo de tu parte. Bueno, ¿te parece, entonces? Cocino algo que te guste y celebramos.
- Sólo aceptaré si me dejas cocinar a mí también. Bueno, en realidad no sé cocinar, tienes que enseñarme. Pero si no te molesta, me gustaría aprender, y hasta ahora tus platos no decepcionaron.
- De acuerdo, es un trato. ¿Qué te gustaría comer? ¿O prefieres que te sorprenda?
- No quiero ser repetitiva, pero me gustó mucho el plato que hiciste la otra vez. El que era agridulce y picante, esa receta original tuya.
- Ooh, así que quieres robarme mis secretos culinarios. Pero acepto, no puedo decirte que no cuando lo tienes tan claro. ¿Te paso a buscar?
- No, ya que el contrato de trabajo termina hoy, no tienes que hacerlo, puedo venir sola. –Miró el reloj en su muñeca– Ah, maldición, me tengo que ir a trabajar ahora, no me di cuenta que se pasó mucho tiempo con lo de la práctica de las llaves.
- Te llevo, vamos.
Kohaku pasó muy animada su jornada laboral, pensando que a partir de entonces tendría mucho más tiempo para entrenar. Sí, había terminado disfrutando dar esas clases, y conocer más a Stan, pero ahora tenía mucho dinero para ponerse a pensar en estudiar artes marciales con un verdadero maestro, y podría sostenerlas al menos por un año. Tuvo que reducir bastante su tiempo de práctica ese mes, pero había valido totalmente la pena. Tenía una sonrisa tan radiante en el rostro ante su perspectiva de futuro, que incluso Mozu notó que estaba mucho más feliz y enérgica que de costumbre, y al preguntarle el motivo, la felicitó sinceramente, y le alegró el hecho de que siguiera en contacto con Stan, y le agradeció, diciéndole que le haría bien a su solitario colega, y que se lo "confiaba".
Cuando Kohaku llegó a la casa de Stan el mediodía siguiente, él ya tenía todo prolijamente preparado en la cocina. Varios tipos de verduras, fideos, condimentos y una botella de vino blanco, que fue lo primero que abrió. Le ofreció una copa, pero ella dijo que no le gustaba beber con el estómago vacío, así que esperaría a la comida. Tampoco estaba muy acostumbrada, su padre le había dejado probar sake en casa un par de veces, pero todavía no lo encontraba del todo sabroso. Stan sí se sirvió una copa, y empezaron a cocinar, hablando mientras lo hacían.
- Así que no sueles cocinar, ¿quién lo hace en tu casa entonces? –Le preguntó el rubio
- Hmm, mi papá se encarga desde que tengo memoria, pero a Ruri le gusta ayudarlo. A mí simplemente no me atrae mucho, siento que pierdo mucho tiempo que podría aprovechar en otras cosas más interesantes.
- Puede ser, aunque también puedes verlo como algo relajante, mientras te dedicas a pensar. Pero tú eres muy enérgica, toda acción.
- Y tú eres muy reflexivo. Siempre te veo tranquilo y sereno, me pregunto si alguna vez te alteras.
- Seguro que lo hago, pero quizás por ser "muy reflexivo", es que es mi último recurso. Cuando te dejas llevar demasiado por la acción y las emociones, pierdes la concentración y el control de ti mismo, aunque hay excepciones.
- Siempre tan efectivo –Le dijo burlonamente Kohaku mientras cortaba la carne de cerdo en cubos, imitando a Stan.
- Gajes del oficio –le respondió con una sonrisa lateral.
- Hablando de trabajo… cuéntame un poco más de lo que hace un instructor de tiro.
- Bueno, no hay mucho más de lo que dice el nombre. Les enseño el control del cuerpo, la respiración, y la postura para tirar, fijos y en movimiento, y luego es la técnica misma del disparo, que también depende según el arma. La puntería viene con la práctica, y solamente se adquiere si logras controlar todo lo anterior.
- ¿Enseñas a disparar muchas armas? –Seguía sin podérselo imaginar a Stan de esa forma.
- Me especializo en pistolas y en rifles de francotirador.
- Interesante…nunca vi a alguien disparar, pero es verdad que se debe necesitar mucha serenidad, te queda justo.
- ¿Te gustaría verlo? Puedes venir a mi trabajo si quieres. Soy el que manda ahí, así que no pasará nada si tengo visita.
- No quiero molestar. Es sólo curiosidad, porque me interesa todo eso que dijiste de la concentración y el control del cuerpo. Lo mío es el combate cuerpo a cuerpo, pero entiendo lo importante que es ese tipo de entrenamiento, para todo lo que hagamos.
- No molestas, sólo vas a mirar, y será la primera vez en la vida que alguien viene a ver lo que hago, fuera de los interesados en aprender a disparar. Si eso satisface tu curiosidad, eres bienvenida.
Stan se limpió las manos, y sacó su teléfono del bolsillo para escribir algo. Segundos después el teléfono de Kohaku sonó, y al revisarlo vio un mensaje de él, indicando el nombre del lugar y su dirección.
- Puedes venir cuando quieras, no hace falta que avises. Estoy todos los días de la semana, desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde.
- Bueno, gracias Stan.
Le sonrió animada, estaba realmente intrigada por ver cómo sería eso. Pero luego su mirada se dirigió a la forma en que empezó a cortar fina y rápidamente las verduras, parecía uno de esos cocineros de la televisión. ¿Tendría algo que ver su entrenamiento y reflejos en el uso del cuchillo de cocina? Kohaku sabía usar las katanas de entrenamiento de kendo, pero un cuchillo era mucho más corto y rápido, no sabía si podría hacerlo.
- Wooow, ¡qué precisión! ¿Cómo haces para cortar así?
- Es la costumbre, y práctica. Tienes que poner la mano que sostiene el alimento como una garra, con las yemas de los dedos hacia adentro, y los nudillos sirven como guía de la hoja del cuchillo, y protegen de los cortes.
- Quiero intentarlo. ¿Puedes hacerlo más lento?
Kohaku lo miró con atención, e imitó la postura de las manos de él y comenzó a cortar una cebolla. Se sorprendió que realmente funcionara, y si movía los dedos para atrás milimétricamente, podía lograr cortes tan finos como una pluma. Ella venía cortando en trozos o cubos sin tanta prolijidad, y ahora se sentía un poco avergonzada, aunque Stan no le había dicho nada al respecto. Motivada porque le estaba saliendo con facilidad, comenzó a hacerlo más rápido, y venía bastante bien, hasta que el último pedazo de la cebolla se le resbaló de la tabla, y con eso sus dedos, y terminó cortándose con el cuchillo que ya estaba bajando.
- ¡AUCH!
Se miró el dedo índice, donde había sentido un filoso dolor, y vio un tajo que no le pareció muy grave, pero segundos después se empezó a oscurecer y a brotar bastante sangre. Se dio cuenta que sí había sido medianamente profundo, porque al instante la punta de su dedo estaba goteando ya, y había manchado la tabla de picar y la cebolla. No le impresionaba la sangre, pero tenía que apurarse a presionar la herida con un papel absorbente o gasa para frenar la hemorragia, aunque no vio delante de ella, así que se giró para pedirle a Stan. Tan concentrada estaba en el corte, que no se había percatado de lo raro que era que él no estuviera ya ayudándola, pero cuando lo miró, supo que algo andaba mal: Se había quedado quieto, con los ojos muy abiertos, pero no la miraba a ella, sino que sus ojos iban del rastro de sangre que manchaba la tabla de picar y la verdura, al dedo del que todavía goteaba. Si bien parecía inmóvil, su pecho ascendía y descendía rápidamente, y se podía escuchar cómo inspiraba bruscamente por la nariz, y sus manos comenzaban a temblar visiblemente.
¿Le tendría impresión a la sangre? Imposible ¡pero si era militar...! Oh…. De pronto a Kohaku le vino a la mente lo que él le había contado, de la trágica situación con su amigo, y del violento asesinato de su familia, y que él mismo dijo que había tenido secuelas psicológicas, como para no volver a pisar un campo de batalla. Mierda…no sabía qué hacer primero, si curarse el dedo, o asistirlo a él. No ayudaba tener el dedo chorreando de sangre, aunque sabía que no era grave como para ir al médico, pero tampoco podía dejarlo solo a Stan cuando estaba teniendo algo que parecía un ataque de pánico. Rápidamente se cubrió el dedo con un trapo, al menos para que no se viera más la sangre.
- Stan…tranquilo, todo está bien –se acercó lentamente a él, no quería asustarlo más, pero los ojos del rubio no se movían de la mesada– Tranquilo…estoy bien, no es grave. Dime qué hacer, por favor. ¿Llamo a un médico?
Estiró la otra mano hacia él, tratando de tocarlo, pero cuando Stan la miró se corrió como si ella fuese algo peligroso. Dio unos pasos hacia atrás, y se apoyó en la mesada, lucía como un animal asustado, era angustioso mirarlo. Kohaku comenzó a desesperarse, realmente no sabía qué hacer, ni la gravedad del asunto, nunca había visto a alguien pasar por un miedo tan irracional, y no tenía idea qué es lo que "veían" los ojos del rubio, pero debía de ser aterrador. No sabía si estaba haciendo las cosas mal, pero necesitaba acercarse a él, calmarlo de alguna forma. Pensó que lo más seguro era sentarlo o acostarlo, por si se desmayaba o le fallaban las piernas, así que esta vez con más seguridad se acercó, y él no volvió a correrse, aunque ya no la miraba a ella, sino a un punto fijo en el piso, mientras seguía respirando muy rápido.
- Stan, tranquilo, estoy aquí, estoy bien. Yo te ayudo, pero siéntate, por favor. Shhh, respira más lento, más profundo, tranquilo, no pasa nada.
Aunque los ojos de él estaban perdidos en algo que nadie más podía ver, pareció haber escuchado lo que ella le pidió, y comenzó a sentarse. De pronto la miró a los ojos, y a ella le costó sostenerle la mirada, pero lo hizo, era difícil aguantar ver esa expresión tan aterrada que tenía, sus hermosos ojos azules ahora vidriosos y muy abiertos. Y más rápido de lo que Kohaku pudo procesar, Stan levantó una mano y la puso en el cuello de ella. Por un momento la rubia tuvo mucho miedo, no entendía lo que estaba pasando, y que él la atacara en esa situación era peligroso, pero luego se dio cuenta que no la estaba estrangulando, sino que más bien tenía apoyado sus dedos en el costado del cuello de ella, donde se sentía el pulso. Le pareció extraño, siendo que no estaba herida más que el corte del dedo, pero a la vez no tenía idea lo que pasaba por la cabeza de él, pero era como si estuviese comprobando que estaba viva. Mierda, ahora estaba segura que él debía estar reviviendo alguna imagen de su pasado, y lo único que le salió hacer fue abrazarlo, respirarle en la cara su aliento cálido, transmitirle su calor de alguna forma. Lo escuchó jadear, y un momento después él la abrazó con fuerza, demasiada, pero Kohaku no se quejó, aunque le doliera un poco.
Le empezó a acariciar la cabeza con suavidad con la mano sana, como quien consuela a un niño, mientras le murmuraba que todo estaba bien, que no había nada de qué preocuparse, que estaba seguro ahí y que ella estaba bien. Eventualmente se fue calmando, y en todo el rato no se soltaron.
- Perdón…yo… –empezó a decir Stan, con voz apenas audible.
- Tranquilo, no tienes nada que explicar ¿Estás bien?
- Sí, ya pasó. Hace mucho que no tenía un episodio así.
- ¿No puedes ver sangre? –Agradecía que no le pudiera ver las manos, porque el repasador se había comenzado a manchar, no había detenido la hemorragia apropiadamente, aunque ya debería haber parado por sí sola.
- No tengo problema con la mía, y no es como si cada vez que veo una herida me pongo así. Pero tú… –respiró hondo antes de seguir hablando– Me importas, y te pareces un poco a ella.
- ¿A…ella?
- A Chloe, mi hermana. Al verte sangrar, aunque sea un poco, recordé…–su voz se perdió, pero no era necesario aclarar más.
- Ah… –Era exactamente lo que temía– Lo entiendo…perdona…fui descuidada, y no me imaginaba que podía suceder eso. Pero estoy bien, como ves. Aunque tengo que revisar el corte, quizás te convenga quedarte acá y no mirarme, hasta que me cure y limpie todo.
- Sí…lo siento, Kohaku.
- No te disculpes, lo importante es que estés bien. Aguanta un momento.
Kohaku lo soltó, y se levantó para revisar su herida. Stan le indicó dónde estaban las cosas para limpiar el corte y taparlo, y ella lo hizo lo mejor que pudo, y por suerte ya había coagulado. Luego volvió a la cocina, y eliminó todo rastro de sangre, y guardó el repasador en su bolso, ya lo limpiaría en su casa. Él siguió sentado ahí todo el rato, quieto pero tranquilo. A Kohaku se le encogió el corazón de verlo así, no se esperaba que suceda algo como eso, no tenía idea que podía pasar, aunque él mismo le había dicho que hacía mucho tiempo que no tenía una crisis así.
- Kohaku… –la llamó, con voz suave.
- Sí, aquí estoy. ¿Qué necesitas?
- Perdóname, pero… ¿puedes dejarme solo?
- ¿Eh?... ¿Quieres que me vaya?
- Sí, por favor. Perdóname, de verdad…no quiero echarte, pero necesito estar solo.
- ¿Es seguro? No puedo quedarme tranquila dejándote así. ¿Y si me quedo en otra habitación, pero no te molesto?
- Estoy bien ya. No…ve a tu casa, come algo, quédate tranquila. Puedes escribirme, prometo tenerte al tanto, pero quiero estar solo. No es personal, no lo tomes a mal.
- No, no lo tomo a mal. Bueno, de acuerdo, confío en ti si así lo quieres. Perdóname Stan, se suponía que iba a ser un almuerzo divertido, y lo arruiné, si hubiera sido más cuidadosa, esto no hubiera pasado.
- No tienes la culpa de nada, son cosas que pasan, ninguno lo pudo prever, yo tampoco pensé que podía pasarme. No es la primera vez que veo sangre desde…ese día… pero como te dije, hubo algo que lo desencadenó. Ya pasó, estoy bien.
- Mantenme al tanto, por favor Stan…y no fumes mucho –Se arrodilló para darle un abrazo, y le dio un beso en la mejilla, algo que nunca había hecho antes, pero era todo lo que podía hacer para demostrarle que le importaba.
Agarró sus cosas, sintiéndose horrible por dejarlo así, aunque él se lo hubiera pedido, y se fue sola. No necesitaba la llave para salir, y la seguridad del edificio le abriría la puerta. Tenía el estómago completamente cerrado, así que no almorzó nada, recién antes de ir al trabajo picoteó algo a la fuerza. Para colmo no podía contarle a nadie, era algo muy privado de Stan, así que tuvo que tragárselo sola. Le estuvo mandando mensajes cada un par de horas para chequear como estaba él, pero siempre le respondió que estaba bien, que no se preocupara. No iba a insistirle para verlo, prefería esperar a que él le volviera a hablar.
Pero el lunes llegó, y Kohaku no pudo ni concentrarse en toda la mañana en la escuela. Necesitaba verlo con sus propios ojos, aunque sea comprobar si había podido descansar. Así que, en el horario del almuerzo, fingió que se sentía mal del estómago y se fue de la escuela, avisándole al director y unos amigos. Tenía la dirección del trabajo de él, y decidió ir primero allí, pero no le avisó, de hecho, pensó que sería mejor que él no la viera, de ser posible. Sólo quería asegurarse que estuviera bien.
Cuando llegó al edificio, anunció que estaba buscando al instructor Stanley Snyder, y la dejaron pasar, luego de tomarle los datos personales como medida de seguridad. Le indicaron dónde encontrarlo, y ella fue allí sigilosamente. El lugar era enorme, y al llegar al lugar indicado, vio que era una sala con ventanales gruesos a modo de paredes, con lo cual sus expectativas de no ser vista estaban perdidas. Buscó con la mirada a Stan, hasta que lo encontró: Estaba de frente a un blanco con figura humana, a unos diez metros, apuntando, y había tres hombres a su alrededor. Tenía puestos unos auriculares grandes, y pronto entendió el motivo, ya que casi saltó al escuchar el fuerte estruendo de un tiro. Como Kohaku tenía muy buena vista, alcanzó a verle el rostro, y se sorprendió: El rubio tenía una expresión muy seria y fría, nunca lo había visto así, parecía otra persona. No había rastro de su mirada amable y serena, y ni que hablar del hombre asustado y vulnerable del día anterior, pero era aún más intimidante verlo así que en su "modo disciplina". Miraba al blanco como un ave de presa, con los ojos entrecerrados y casi filosos, y luego de apuntar con total calma, disparó sin siquiera sobresaltarse un poco, movió uno centímetros el arma, y volvió a disparar. Cuando ella miró el blanco, vio que el impacto había dado exactamente en la mitad de la cabeza, y el otro donde estaría el corazón. Kohaku quedó tan fascinada como impresionada, tanto que no se dio cuenta de ocultarse, y cuando Stan se volteó para alejarse de ahí, la vio.
Sus ojos se abrieron de sorpresa, y se paró en seco en el lugar, pero luego dejó ver una pequeña sonrisa y se acercó a ella.
- Hola Kohaku, no esperaba verte. ¿Qué te trae por aquí?
- Pe-perdona…Pero…necesitaba verte, comprobar que estuvieras bien.
- ¿Estabas preocupada por mí? –la vio asentir– ¿Y te escabulliste de la escuela para venir?
- ¿Eh?... Ah…sí –se sonrojó, avergonzada– Lo siento, no quiero que pienses mal de mí, no lo suelo hacer. Pero estaba realmente preocupada por lo del otro día.
- Estoy bien, de verdad.
- Ya veo… –No sabía qué más decir. Y se estaba entrometiendo en su trabajo– Perdón, no quiero interrumpir más. Nos vemos luego, o hablamos, como quieras.
Se giró para irse, pero Stan la agarró del brazo para detenerla. Lo vio dudar, pero terminó suspirando y sonriendo.
- Gracias, preciosa, por preocuparte por mí. No me molesta que hayas venido, más bien me alegra volver a verte y que no hayas salido corriendo –soltó una breve y extraña risa– Quiero compensarte por el mal momento que te hice pasar, y agradecerte por estar conmigo. Déjame pensar y luego te aviso, ¿de acuerdo?
- Claro –Le devolvió la sonrisa y se sintió aliviada, ahora que veía una mirada más cálida en el rostro de él.
El aviso de él no llegó hasta un par de días después, y cuando lo hizo, fue un mensaje misterioso. Le dijo que tenía una sorpresa para ella, pero que tendría que esperar hasta el sábado próximo por la tarde, después del mediodía. Que almorzara por su cuenta, pero que alrededor de las tres de la tarde la pasaba a buscar por su casa. Ahora se moría de intriga, pero tendría que esperar, no tenía opción. La semana transcurrió tranquila, entre escuela, entrenamiento y trabajo, y el tiempo pasó volando, quizás porque estaba realmente emocionada porque llegue el sábado.
Puntual a las tres de la tarde de ese día, su teléfono sonó, y vio un mensaje de que Stan estaba afuera. Le pareció un déjà vú, pero lo vio esperándola junto a su moto, vestido con una chaqueta de cuero y unos jeans, ese look le quedaba pintado, y además tenía unos anteojos de sol oscuros. Tuvo que controlar su expresión para no ser tan obvia de que lo encontraba muy atractivo, pero estaba para morderse el labio. El rubio le dio el casco, y sin decir nada, pero con una sonrisa juguetona en los labios se subió a la moto y esperó a que ella se subiera. Estuvieron viajando por unos cuarenta minutos, hasta que llegaron a un enorme predio aparentemente vacío. Se bajaron de la moto, y apenas Kohaku se sacó el casco, algo tapó su vista.
- ¡¿Eh?! ¿Qué haces?
- No te asustes. Te dije que era una sorpresa, y era en serio. Ven conmigo.
Stan le agarró la mano y tiró suavemente de ella. Se sentía raro caminar sin ver a dónde iba, pero confió en él y se dejó llevar. Cuando le sacó el pañuelo de los ojos, Kohaku se encontró frente a un impecable avión, blanco y de apariencia moderna, con vidrios polarizados. Era un avión privado, para dos o tres personas por su tamaño. La boca de la rubia tardó en cerrarse, no podía creer lo que estaban viendo sus ojos, y porque parte de ella ya pensaba que no estaban ahí sólo para admirar el avión.
- Te presento al "Cessna 172 Skyhawk", un avión monomotor diseñado idealmente para entrenamiento –le dijo Stan, mientras contenía una risa al ver su expresión boquiabierta. ¿Qué te parece?
- Muy bonito –Logró murmurar, todavía anonadada– pero, ¿qué…?
- Vamos a volarlo –La interrumpió, tomándola de la mano para acercarla al avión.
- ¡¿QUÉ?! ¿Vamos…vamos…a volar? Pero no sé…yo nunca viajé en avión antes.
- Siempre hay una primera vez para todo, ¿no? –Le guiñó un ojo– Tranquila, sé pilotar, tengo experiencia de mis años militares.
- ¿Hay algo que NO sepas hacer? –Tenía una sonrisa tensa en el rostro, una que temblaba ligeramente, entre nerviosismo y emoción.
- No sé cómo responderte a eso, pero gracias por el halago, creo. Ven, te lo mostraré mejor, antes de subir.
- ¿Cómo conoces este lugar?
- Contactos por mi trabajo, aquí se entrenan a los pilotos japoneses para las fuerzas armadas nacionales.
- Ya… ¿y te "prestaron" un avión para que lo vueles por tu cuenta? No veo a nadie aquí.
- Lo alquilé por media hora, sí. Pedí exclusividad, y dada mi experiencia en el área, me la otorgaron.
- Qué nivel…eso es tener buenos contactos, y hacer bien tu trabajo.
- Puede ser. Bueno, te lo voy a presentar como se merece, aunque no quiero aburrirte con detalles, sólo los esenciales para ponerte en perspectiva. Es un avión con tres asientos, los dos delanteros son los que tienen el control del mando cada uno, funcionan y se mueven en total sincronía, y por ese motivo es que se usa para enseñar a volar también. Mide ocho metros de longitud y unos tres de altura, de punta a punta entre sus alas hay unos once metros. Alcanza una velocidad media de 230km por hora, pero la máxima llega a 302km por hora, aunque eso es sólo para expertos, entenderás. Para despegarlo, necesitamos que la pista cuente con al menos 500m, y de esos la carrera suele necesitar unos 300m. Para aterrizar es un poco menos, generalmente, pero en promedio son esos números. ¿Entendiste hasta ahí?
- Eeeh…sí. Aunque los números son un poco abstractos –Mientras lo escuchaba, Kohaku sonrió por dentro al verlo todo serio, en su "modo disciplina"… y era bastante sexy.
- Lo sé, pero es para que te des una idea de las medidas y distancias. No te preocupes, eso es todo, si quieres te contaré el resto en la práctica.
Stan se puso unos auriculares con micrófono, y le explicó que tenía que comunicarse constantemente con la base, por una cuestión de seguridad y de normas. Si bien él lo manejaría, le dijo que podía poner sus manos en el mando para sentir los movimientos que hacía él para volar, como un aprendizaje indirecto. Apoyó sus pies sobre los dos pedales, y encendió el motor, con lo cual empezaron a moverse lentamente.
- Puedes poner tus pies en el suelo como los míos, vas a ver que el avión se controla en el suelo con los pies, y mientras estamos en carrera, el mando no hace nada, pero luego sí se usará para nivelar y darle dirección al avión. Cuando el medidor de velocidad llegue a 53 nudos–le señaló un indicador de agujas en el panel–, empezaremos a tirar despacio del mando hacia nosotros, para empezar a despegar. Y para comprobar que vaya derecho, es muy simple, lo único que tenemos que buscar es que este borde que tenemos frente a nuestros ojos, esté alineado con el horizonte. Si la "nariz" ves que se levanta de más, entonces empujamos el mando hacia adentro, si estamos por debajo del horizonte, lo jalamos. Y si las alas están inclinadas de un lado más que del otro, ahí es cuando movemos el mando como si fuera el del coche, para enderezarlo. ¿Entendido?
- ¡Sí, señor! –Contestó Kohaku bromeando, aunque estaba un poco nerviosa.
Todo eso se lo había explicado mientras comenzaban la carrera, y ella le escuchó decir unos números y palabras en inglés con voz monótona, aunque apenas si lo entendió. Un par de minutos después, Stan sonrió y soltó un emocionado "Here we go!", en el instante en que el avión comenzó a elevarse en el aire, y en respuesta Kohaku gritó de emoción.
- ¡OH POR DIOS, ESTAMOS VOLANDOOO!
Miró a Stan, quién tenía los ojos fijos adelante, pero que mostraba una sonrisa muy amplia en el rostro, nunca lo había visto así, parecía verdaderamente feliz y entusiasmado él también. Él le dijo que iban a volar por el enorme predio de aviación, que era por donde solamente tenían permitido los vuelos privados, y Kohaku admiraba la vista con una expresión boquiabierta, y más a medida que ganaban altitud. Pronto los grandes árboles se convirtieron en manchones verdes, y lo más mágico fue contemplar el infinito océano en el horizonte. La rubia no pudo contener lágrimas de emoción, pero se limpió los ojos rápidamente para seguir disfrutando de la vista. Sentía los pequeños movimientos que hacía Stan para mantener el avión derecho, pero salvo por eso parecía bastante estable ese vuelo. Le preguntó si siempre era así, y él le contestó que había elegido ese día porque estaba anunciado muy poco viento, y así sería mucho más agradable.
Unos quince minutos después Kohaku vio cómo Stan empezaba a describir un amplio círculo en el aire, señal de que estaban dando la vuelta para regresar.
- Bien, ahora es tu turno –Le dijo Stan guiñándole un ojo, despegando por un segundo la vista del frente.
- Espera… ¿qué? ¡No, no puedo, no sé pilotar! –gritó nerviosa.
- Tranquila, no te dejaré del todo sola, no te olvides que yo también tengo el control del mando. Si prestaste atención, ya sabes lo que tienes que hacer. Hazlo, tú puedes. O soltaré del todo el mando… –la amenazó, con una sonrisa maliciosa.
- ¡NO! No, por favor…. De acuerdo, lo intentaré, pero no me dejes sola –las manos de Kohaku temblaban, pero intentó apoyarlas con toda la firmeza que pudo.
- No lo haré. Recuerda, siempre mantén este borde derecho y alineado con el horizonte, y estaremos bien –Stan demostraba total confianza en ella, ni una pizca de nervios.
- S-sí… –Concentrándose todo lo que pudo, enfocó su mirada adelante, y buscó hacer esas pequeñas correcciones. El mando se sentía bastante más duro de lo que parecía, nada que ver con el volante de un auto, pero parecía ligero porque Stan seguramente tenía mucha fuerza en los brazos.
- Muy bien, preciosa. Creo que puedo confiarte el vuelo un momento.
- ¡NO, ESPERA! –Gritó desesperada, pero él de todas formas soltó las manos del mando, y las colocó detrás de su cabeza, con una gran sonrisa en la cara.
Pese al miedo que la abrumó por un instante, se dio cuenta que no podía perder el control, y respiró hondo para tratar de serenarse. Pero al final no resultó tan malo, y unos segundos después Stan acercó sus manos al mando, para tranquilizarla.
- Estoy….estoy….–¡ESTOY PILOTANDOOOO!
- ¿Ves cómo puedes? Y vas excelente, sigue así, yo estoy contigo.
Continuaron así unos diez minutos más, y aunque a veces Stan la ayudaba con pequeñas correcciones, la dejó pilotar bastante a ella sola, ya que lo hacía bien. Se estaban acercando a la pista de aterrizaje, y él estaba alineando el avión para posicionarse derechos, preparando el descenso.
- Ok, ahora lo vas a aterrizar, ¿lista?
- ¡¿EH?! NO, NONONO…ESPERA…
- Apoya bien los pies en los pedales, pero sólo vas a sentir lo que yo hago, eso déjamelo a mí. Tú controla que estemos bien derechos, tal como hiciste en el aire ¿Entendido?
- No…sí… ¡AHH, NO SÉ!
- Vamos, tranquila, te dije que yo te ayudaré. Confía en ti, lo vienes haciendo muy bien. Bien, ya estamos cerca –Estaban a unos pocos metros del piso– Ahora sólo tenemos que ser pacientes, y esperar que el avión haga contacto por su cuenta. Como tenemos un poco de viento, cuando yo te avise, vas a hacer una corrección con el mando hacia la derecha, porque vas a notar que se empieza a levantar el ala de ese lado, y tenemos que compensarlo.
- Oh dios, oh dios… de acuerdo…
Kohaku respiraba rápidamente, nerviosa, pero trataba de controlarse con todas sus fuerzas, y seguir las indicaciones. De reojo veía que Stan sonreía tranquilo, así que trató de relajarse también. Unos segundos más tarde, sintió una pequeña resistencia, se dio cuenta que ya las ruedas del avión se habían apoyado en el asfalto, y suspiró sonoramente, aliviada. Escuchó que Stan volvía a decir palabras y números aleatorios en inglés.
- Muy bien, ahora vamos a tratar de seguir esa línea amalla, hasta que nos detengamos.
Cuando finalmente frenaron el avión, Stan sí se giró para ver a Kohaku de frente. Tenía una expresión conmocionada de lo más graciosa, y lo hizo reír un poco, además parecía haberse quedado sin palabras. Se sacó el auricular y bajó primero, y dio la vuelta para ayudar a Kohaku a bajar. Todavía estaba tan emocionada y temblando, que sus rodillas flaquearon, y se hubiera caído al piso si no fuera porque Stan la sostuvo. Pero no llegó a preocuparse, porque Kohaku tenía una sonrisa de punta a punta en su cara, y sus grandes ojos exageradamente abiertos. Lo único que ella atinó a hacer fue colgar sus brazos del cuello de él y abrazarlo con todas sus fuerzas, y hubiera gritado de emoción para descargarse, pero no quería dejarlo sordo, así que se limitó a transmitir lo que sentía apretándolo lo más que podía. Stan sonrió abiertamente, y le devolvió el abrazo, feliz de que le hubiera gustado tanto.
- Eso…fue…increíble. ¡INCREÍBLE, INCREÍBLE, INCREÍBLEEEEEEEEEEEEEEEEE! –Pero no se aguantó, y terminó gritando, aunque tuvo la delicadeza de hacerlo con la cabeza gacha, para no aturdirlo.
- Me encanta esa sonrisa que tienes, y que lo hayas disfrutado.
- ¿Disfrutado? ¡Fue la experiencia más aterradora y emocionante de mi vida! –Lo miró a los ojos, y se rió fuerte, no le importaba parecer una desquiciada.
- Lo sé, y lo hiciste muy bien, te felicito.
- Estás loco…con todo esto, y lo que vienes haciendo hace tiempo por mí… ¿Acaso pretendes enamorarme?
- Con todo mi ser –le susurró al oído.
Agh… ¿Cómo podían desarmarla tan pocas palabras? No, no eran sólo las palabras, era él, tan directo y sincero. Todas sus actitudes, gestos y acciones hacia ella eran reflejo de alguien que estaba genuinamente interesado en ella, que realmente se esforzaba por hacerla feliz. No sabía la profundidad de los sentimientos de Stan, sólo que le había dicho varias veces que gustaba de ella, pero de gustar al amor había una gran diferencia, y tampoco creía que pudiera enamorarse tan fácilmente. Fuera lo que fuera, lo cierto es que ella no había podido ser indiferente a él, no desde hace varios días, cuando se dio cuenta que una parte de ella se sentía tan bien cuando estaba con él…y quería más. Estaba segura que no era por lástima como él había sugerido una vez, aunque tenía que reconocer que parte de ella quería acompañarlo y hacer algo por sanar su corazón, nunca había conocido a un hombre tan fuerte y tan roto al mismo tiempo. Lo había besado en broma una vez, pero no había vuelto a darse el "clima", con todo lo que había pasado el día que fue a almorzar a su casa y él tuvo ese ataque de pánico.
Esta era la primera interacción que podría llamarse romántica desde ese día. Y todo estaba bien y en su lugar, se sentía correcto…y aunque no lo dijera, parecía como si Stan estuviera prácticamente rogando porque ella se sintiera de esa forma. Lo miró a los ojos…esos ojos claros tan misteriosos y serios, que ahora parecían claros y brillantes como el agua, con un anhelo tan sincero que dolía. Él le sostuvo la mirada, y se quedó quieto, aunque por una fracción de segundo sus ojos se dirigieron a los labios de ella, su inconsciente le había ganado la pulseada. Y eso fue todo lo que Kohaku necesitó, deslizó sus manos que colgaban del cuello de él, hasta subirlas por su cara y apoyarlas a cada lado de sus mejillas, que se habían sonrojado apenas, y lo vio abrir ligeramente los ojos y aguantar la respiración. Ese no era el hombre seductor y seguro que disfrutaba provocarla para bromear, ni el serio y eficiente que solía ser también, sino uno que no podía ya disimular sus verdaderos sentimientos.
Lentamente, para que él no se sorprendiera de sus intenciones, se puso en puntas de pie y acercó su cara, hasta que recortó la escasa distancia que había entre ambos, y apoyó sus labios contra los de él, con toda la suavidad que pudo. Stan la apretó un poco más fuerte contra él, pero sin embargo respondió al beso con la misma delicadeza que ella, como si se estuviera conteniendo, como si esperara alguna señal más para soltarse.
- Stan… –le susurró Kohaku, contra los labios de él.
Eso lo hizo. Escuchar su nombre lo hizo salir de lo que sea que lo hacía dudar, pero un segundo después fue él quien recortó la distancia entre ambos, y luego de soltar algo que sonó como un jadeo, la besó. Kohaku sintió cómo la tensión que tenía el cuerpo de él un minuto antes se liberaba, aunque eso no hizo que afloje su abrazo, y un estremecimiento la recorrió cuando sintió que una de las manos de él se deslizaba y enredaba en su pelo, acercándola todavía más a él. Eso la hizo querer profundizar el beso, que todavía era bastante delicado, y volverlo más apasionado. Todavía sentía la adrenalina del vuelo en su cuerpo, y sumado a estas nuevas sensaciones, no podía tomárselo con tanta calma como él. Así que así lo hizo, y escuchó jadear a Stan de la sorpresa ante su atrevimiento, aunque al instante una sonrisa juguetona adornó sus irresistibles labios, y le siguió el juego, él también correspondiendo con besos más abiertos y profundos.
Estaban en el medio de la pista todavía, pero no había nadie cerca, y tampoco les importaba. Algo que empezó a ser evidente, era la diferencia de altura entre ellos, y que Stan tenía que inclinarse bastante para besarla, lo cual, al tenerla tan fuertemente abrazada, y que ella apenas se sostenía en puntas de pie y todavía sentía flojas las piernas, era un poco incómodo para un beso tan largo, que sin embargo ninguno tenía la intención de interrumpir. Pero Kohaku lo solucionó tirando de la chaqueta de él hacia abajo con fuerza, hasta que lo hizo flexionar las rodillas, y quedar prácticamente sentados en el piso, ella sobre él. Esto era un antes y un después, ya era innegable la atracción de ambos, y que querían llevarlo a un nivel más físico y real, al menos. A ella la derretía la forma en que Stan la estaba besando, no sólo porque lo hacía muy bien, sino porque sentía una especie de urgencia contenida en él, como si no le alcanzara con eso, y al mismo tiempo disfrutara cada segundo tal como estaban. Se olvidaron del mundo a su alrededor, perdidos en el momento, hasta que eventualmente él fue bajando la intensidad y antes de alejarse terminó dándole cortos y suaves besos. Stan respiró muy profundamente, y abrió sólo un poco sus ojos, oscuros por la sombra que proyectaban sus largas pestañas.
- Ven…ven a casa esta noche, Kohaku.
Uff, la intensidad con la que la miró, la hizo volver a estremecerse, y más porque parte de ella sabía lo que le estaba proponiendo con eso. Sintió tanto calor dentro de ella que bien se habrían podido haber fundido sus entrañas, y no pudo evitar que toda su cara se pusiera roja como un tomate. No pudo decir ni una palabra, hipnotizada con esa mirada llena de pasión, así que sólo asintió, y él sonrió ligeramente. Stan se levantó con agilidad, y la ayudó a ponerse de pie, lo cual realmente necesitaba otra vez, porque sentía sus piernas inestables como gelatina. Pero él no la soltó, sino que le agarró la mano y le dio un suave apretón, antes de entrelazar sus dedos. Lo curioso fue que ninguno habló de camino, aunque tampoco era necesario, y habían dejado el avión en la pista de aterrizaje en el lugar que les habían indicado, se ocuparían los dueños del lugar, y los dos se fueron caminando hasta la moto. Se pusieron los cascos, Kohaku se subió detrás de él, y emprendieron su regreso.
Stan la dejó en su casa, y quedaron en que él la pasaría a buscar por el trabajo cuando saliera, y él se encargaría de preparar la cena. El rubio la despidió dándole un beso en la mano, lo cual la hizo reír, nunca iba a superar esas actitudes principescas que él tenía cada tanto, y que realmente le sentaban muy bien, aunque fueran exageradas. Cuando Kohaku entró a su casa, lo primero que hizo fue dirigirse a su cuarto, y se tiró boca abajo en la cama, sin poder creer todo lo que había pasado esa tarde. Jamás lo podría olvidar, nunca ni en sus más locas fantasías se había imaginado viajar en un avión privado, y mucho menos pilotarlo ella, aunque sea por unos minutos. Y Stan… ese hombre era de otro planeta, pero le gustaba, ya no podía negarlo. Le vinieron a la mente las imágenes y las sensaciones del beso que compartieron, y se puso muy colorada al darse cuenta que esa misma noche le esperaba eso…y más. ¿De verdad iba a suceder? Aunque no sabía, tal vez el plan era ir tranquilos y ella estaba malpensando todo, él había demostrado siempre su caballerosidad, nunca la había mirado lascivamente desde que se conocían, más bien lo contrario.
Pero la estaba invitando por la noche, el mismo día… dudaba que fuera sólo una simple cena, sino la podía haber invitado a comer afuera. Lo peor era que parte de ella sí estaba emocionada porque pase algo más, no iba a engañarse a sí misma. Ciertamente prometía mucho, si era tan habilidoso como venía demostrando ser… Sacudió su cabeza, alejando esos sugerentes pensamientos. Todavía tenía tiempo de darse una ducha antes de salir para el trabajo, y se llevó un cambio de ropa un poco más femenino, al fin y al cabo, era más bien una cita que una de sus reuniones casuales.
Toda la noche en el restaurante sintió un tirón en el estómago de la ansiedad. No sabía si quería que las horas pasaran rápido, o al contrario, que se congelara el tiempo. No sabía qué esperar, o cómo actuar, y eso la volvía loca. Pero tenía que tranquilizarse, estaba segura que esa noche iba a salir todo bien. Cuando estaban cerrando, fue rápido al baño a cambiarse, y ya era un manojo de emoción y ansiedad. Se puso un toque de maquillaje en sus ojos, y salió. Mozu la vio lista para salir, y silbó con aprobación. Ella le frunció el ceño, aunque le sonrió, pero no le dijo nada. Pero sus esperanzas de que él no se enterara el motivo de que estuviera más arreglada fracasaron, porque Stan estaba esperando afuera en la moto, por supuesto luciendo elegante y fantástico. El castaño rió por lo bajo, y le dijo que lo disfrute, mientras saludaba a Stan con la mano a la distancia. Roja como un tomate, se acercó a la moto.
- Buenas. Te ves muy bonita.
- Hola –Ah, genial, ahora se volvía monosilábica, y encima guardaba las distancias con él. Muy bonito, Kohaku– Gracias, tú también te ves bien.
- Gracias. ¿Vamos?
Llegaron al departamento un rato después, y para alivio de Kohaku, tenía el mismo aspecto de siempre. Por un momento se había imaginado que Stan prepararía algo especial, pero parecía que se lo había tomado más casual. Un aroma delicioso inundaba la cocina, y para colmo estaba hambrienta. Se acercó a la olla que estaba tapada, y no pudo evitar soltar un sonoro gemido de placer al oler la delicia que se encontraba dentro.
- Mmm, pero qué dulce voz tienes, preciosa –Le susurró Stan en el oído, sobresaltándola desde atrás, muy cercano a ella, pero sin tocarla.
Si antes estaba roja de la vergüenza, ahora su rostro era fuego puro. Pero Stan se rió suavemente, un sonido grave y seductor que no la ayudó para nada.
- ¿Qué…qué hiciste de comer? –Trató de cambiar de tema.
- Bœuf bourguignon. Es un plato francés, hecho a base de carne de ternera, verduras y vino tinto, cocinado a fuego lento durante unas cuatro horas –y agregó, con una mirada más provocadora y bajando el tono de voz– Se derrite en la boca.
Aghhh…definitivamente lo estaba haciendo a propósito, este era el Stan en modo seductor completamente, y lo que se le estaba derritiendo a Kohaku ya era el cerebro.
- ¡¿Cuatro horas?! ¿Te lo pasaste cocinando?
- No, se cocinó solo. Yo corté los ingredientes y los puse ahí dentro, no es necesario estar junto a la olla todo ese rato. Acomódate tranquila, lo caliento y ya comemos.
Kohaku se sacó el abrigo y el bolso, y los colgó en la entrada. Volvió con él, sin saber qué hacer, pero todo estaba ya preparado. No sabía ni qué tema sacar, estaba sin dudas un poco nerviosa, así que se quedó callada, observándolo. Finalmente sirvió los dos platos, que lucían increíblemente apetitosos, y se ofreció a llevarlos. Stan le preguntó si quería vino tinto, además del agua, y ella aceptó esta vez. Quizás un poquito de alcohol no le vendría mal para relajarse. De pronto escuchó una suave música llenar el ambiente, y se dio cuenta que era jazz. No estaba acostumbrada a escuchar ese género, pero era instrumental, y ciertamente cautivador. Cerró los ojos un momento, disfrutando del evocador sonido de un piano, al que luego se le sumó suavemente un saxofón. Pero segundos después abrió los ojos, y por un momento se asustó que todo siguiera oscuro, hasta que vio una pequeña llama encenderse, y luego otra, y otra más…claro, no podía ser de otra manera, Stan estaba "atacando" con todas sus armas, y había encendido unas velas. ¿Podía ser más cliché? Una cena "romántica" a la luz de las velas. Bueno, al demonio, le estaba encantando. Nunca nadie había hecho algo así para ella, y pensaba disfrutarlo.
Stan sirvió las copas de vino y de agua, y comenzaron a cenar. Hablaron poco, tal vez porque ambos estaban relajados saboreando la deliciosa comida, y escuchando la música de fondo con atención. No estaba mal tampoco esa tranquilidad, contrarrestando las intensas emociones y la adrenalina del día que pasaron juntos.
- Estuvo delicioso, Stan –dijo Kohaku, cuando terminaron de comer– Creo que nunca había probado algo tan rico en mi vida. Bueno, suelo comer platos japoneses, claro…pero esto es tan distinto, y me encantó, gracias.
- Me alegro que te haya gustado, y que seas de paladar abierto. Tenía mis dudas, pero como te había gustado tanto el otro plato que hago...yo te hago conocer platos occidentales, y tú me haces probar los de Japón. Es un buen complemento. Oooh…
Stan dejó salir esa última exclamación con un tono suave, mezcla sorpresa y aprobación, y cuando Kohaku lo miró intrigada, y él hizo un gesto señalando su oído, como indicando que escuchara la canción. Una voz profunda y hermosa de mujer resonó, cantando una nota media y larga. Había algo familiar en esa canción, pero no sabía qué, quizás era una muy conocida, pero todavía no la reconocía.
- "Summertime", cantada por Elle Fitzgerald –dijo Stan, entrecerrando los ojos con una pequeña sonrisa– Y ésta es una versión de 1968, con el Tee Carson Trio, es un placer.
(Nota: Pongan "Summertime Elle Tee Carson" en youtube, y escuchen eso, video viejo pero no tiene desperdicio, y los hace entender el clima que se viene)
- Ah, me suena…perdón, no sé mucho de jazz, pero reconozco esos nombres.
- ¿Bailamos?
Stan se levantó de la silla, y se acercó a Kohaku extendiendo una mano con la palma hacia arriba, y esperó que ella apoye la suya sobre la de él. Ella no sabía cómo bailar algo así, era tan lento y seductor, pero totalmente relajante. Tampoco tuvo que pensarlo mucho, porque él la abrazó de la cintura, mientras le levantaba la otra mano que era la que ya tenía agarrada. Se dejó llevar por él, que daba mínimos pasos balanceando suavemente el peso del cuerpo de un pie al otro, mientras describía un pequeño círculo en el piso. Si Kohaku estaba nerviosa, desde ese momento se olvidó por completo de esa sensación, y la embargó en su lugar una completa paz. Sentía la calidez que emanaba del firme cuerpo de Stan, y terminó apoyando su cabeza contra el pecho de él, y luego sintió cómo él descansaba su cabeza sobre el costado de la de ella. La canción también la estaba emocionando, esa mujer tenía la voz de un ángel, y el tono profundo y grave que tenía la transportaba al cielo.
Cuando la canción terminó, otra le siguió ("I see your face before me", de Johnny Hartman), pero tenía esa misma suavidad que hacía suspirar profundamente a cualquiera que la oyera. Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de Kohaku, y un momento después sintió la mirada de Stan sobre ella, y levantó su cabeza para devolvérsela. Seguían bailando lentamente, mirándose, y era muy intensa la sensación que los embargaba. En ese momento eran los ojos de Kohaku los que lo miraban con anhelo, pidiendo discretamente por más, y esa vez Stan no dudó y bajó su rostro para acercarlo al de ella, pero se quedó a milímetros del de la rubia, sus narices rozándose. Era casi insoportable la dulce tensión que los mantenía así, pero al mismo tiempo era lo que hacía ese momento tan especial y memorable. Pero como siempre, Kohaku era más impulsiva y decidida, y fue ella quién lo besó. Esa noche no habría interrupciones, ni tendrían que contenerse, y el darse cuenta de eso lo volvió todo más intenso, más real, y de pronto más urgente.
Stan soltó el agarre de sus manos, para abrazarla completamente, y profundizó el beso con pasión, empujando su lengua en la boca de ella. Kohaku gimió suavemente en su boca, y le correspondió inmediatamente, aliviada de que él también compartiera su necesidad de más. Aprovechó la mano que tenía libre para enredarla en la suave melena del rubio, y le tiró suavemente del pelo, lo cual provocó que él la apretara con más fuerza contra su cuerpo. Unos minutos pasaron, explorando cada centímetro de sus bocas, disfrutando de la sensación tan caliente y húmeda, hasta que Kohaku terminó el beso, jalándole entre sus dientes del carnoso labio inferior. Los ojos de Stan refulgieron con una llama azul, y la tomó con ambas manos de la cintura para alzarla en el aire, y ella se enredó a su cuerpo con sus piernas.
Como había pasado en la pista, el estar a la misma altura facilitaba las cosas para ambos, y al ser ya muy obvio lo que ambos querían que pasara, Stan la llevó así cargándola hasta su dormitorio, dejando que las velas se consumieran solas, y que la música siguiera envolviéndolos de fondo. Se inclinó para apoyarla en la amplia cama, y la recostó con suavidad. Kohaku pensaba que la situación iba a escalar muy rápidamente en intensidad, pero se sorprendió al ver que Stan de pronto le tomó una de sus manos, y comenzó a depositar suaves besos en ella. Cada centímetro de su palma, de sus dedos y de toda su mano fue atendida, y aunque lo estaba disfrutando, también estaba comenzando a ponerse ansiosa porque su necesidad la apremiaba. Fue tan evidente que se estaba removiendo como pez fuera del agua, que Stan sonrió entre sus besos y la miró.
- ¿Estás apurada?
- Eh...no... Bueno…un poco.
- Pienso tomarme todo el tiempo del mundo contigo. Quiero sentir y recordar cada centímetro de tu cuerpo, por si... –Pero se calló.
Kohaku esperó, pero no dijo nada más.
- ¿Por si qué?
- No es nada, olvídalo.
- Stan, ¿de qué dudas? Dímelo –Le tomó la cara entre sus manos, para obligarlo a mirarla, y demostrarle que no iba a dejarlo pasar hasta que fuese sincero.
- De que esto sea demasiado bueno para ser verdad –dijo con la voz queda.
Hubo algo que se comprimió dentro de Kohaku al oír eso. Estaban en esa situación voluntariamente, ambos, y aun así él dudaba.
- Estoy aquí, ¿no? Soy real. Puedes...puedes tocarme todo lo que necesites para confirmarlo, pero mírame, siénteme –le daba mucha vergüenza decir eso, pero necesitaba que él lo escuchara bien claro– estoy aquí, contigo.
Stan contuvo la respiración, y abrió un poco los ojos, impactado por las palabras de la mujer que adoraba tanto, más de lo que era consciente. No sabía si la merecía, si podría hacerla feliz un hombre complejo como él… pero demonios, sabía que daría todo por intentarlo. Finalmente sonrió él también, y le acarició el rostro con cariño.
- Realmente eres preciosa, no sé qué voy a hacer contigo. O, mejor dicho, sé exactamente lo que voy a hacer.
Fiel a su palabra anterior de recorrer cada centímetro de ella, volvió a besarla una vez más, empezando de nuevo desde su mano, subiendo por su brazo, hasta los hombros y el cuello. Kohaku gemía suavemente debajo de él, al sentir cómo combinaba besos suaves con otros más abiertos e intensos, y, atento a las reacciones de ella, terminaba mordisqueando su piel en aquellos puntos donde ella se estremecía más. Pero la ropa estorbaba, mucho, así que le desabrochó la camisa, y siguió depositando besos en cada pedacito de piel que dejaba al descubierto. Era una lucha entre querer sentirla más y completamente al instante, y tomarse todo el tiempo para saborearla y disfrutar cada segundo de eso. Sentía cómo la rubia se revolvía debajo de él, por lo que entrelazó los dedos de sus manos con los de ella para mantenerla quieta, mientras seguía acariciándola con toda su boca. Recorrió con la punta de su lengua todo el borde del sostén, y cuando la escuchó emitir un gruñido fue que no pudo contenerse, y no se aguantó a bajárselo con los dientes.
Kohaku arqueó la espalda contra él ante esa acción más apasionada, y soltó el agarre de sus manos para abrazar la musculosa espalda, aunque todavía estaba cubierta por la tela de su camisa, y hundió sus uñas ahí. Lo sintió colar las manos en su espalda para desabrochar el molesto sostén, y se levantó un poco para ayudarlo a dejarla desnuda mitad para arriba. Pero ella también quería sentirlo más, así que adelantó su cabeza para besarlo en la boca y bajar por su cuello, mientras con las manos se dedicaba a desabrocharle la camisa. Cuando completó su tarea le bajó la camisa por los brazos, y él mismo la ayudó a quitársela, sólo porque no aguantaba más para seguir saboreándola, sus labios se sentían fríos ya.
Kohaku no pudo contener un sonoro gemido cuando sintió la boca de él en sus pechos, con esa forma tan particular y necesitada que él tenía de besarla, como si fuese lo último que haría en la vida. Eso era una bendita reverencia, y no sabía si podría soportarlo, la estaba haciendo temblar de placer, y apenas habían comenzado. Como sus ojos estaban cerrados, era toda sensaciones, y lo sintió bajar por su abdomen y seguir recorriendo cada centímetro de ella, tal como había dicho que haría. Una descarga eléctrica la recorrió cuando notó que le estaba desabrochando los pantalones, y se los sacó en un suave y largo movimiento, quedando sólo con el último trocito de tela que era su ropa interior. La "reverencia" había vuelto a comenzar desde sus pies, y retomó el sendero de besos enloquecedores subiendo por las pantorrillas, una después de la otra, y así hasta llegar hasta sus muslos internos.
Stan admiraba a Kohaku mientras la acariciaba con sus manos y boca, era como si no pudiera parar, era adictiva y deliciosa, y necesitaba demostrárselo. Le sacó la última prenda que le impedía verla, y cuando lo hizo, se levantó un poco para contemplarla de arriba a abajo. Vio como ella se ponía roja de vergüenza, y trató de cubrirse, pero la agarró de las manos, y negó con la cabeza, sonriendo.
- No, no tienes nada de qué avergonzarte, te dije que eres preciosa, y no me refería sólo a tu apariencia. Toda tú lo eres, y pienso demostrártelo. Sólo…relájate.
Pero Kohaku no pudo con eso, y terminó cubriéndose los ojos con las manos. Sintió que Stan se movía para recostarse más cómodo entre sus piernas, y contuvo la respiración cuando una sensación completamente nueva la invadió. Sentir la sedosa boca de él sobre su parte más sensible era más de lo que podía manejar, y creía que podía llegar a llorar con la repentina marea de sensaciones. No lo hizo, pero el vibrante placer la embotó completamente, era de forma indiscutida la mejor sensación de toda su vida. Si antes pensaba que los labios prodigiosos del rubio la estaban quemando con lo cálidos e intensos que eran, descubrir la sensación y las habilidades de su cálida y húmeda lengua allí estaban a otro nivel. Tenía la magia de volverla consciente de cada milímetro de su intimidad, porque él no estaba dejando nada sin explorar. La besaba, lamía, y cada tanto aplicaba una potente succión que la hacía elevar sus caderas y buscar aferrarse a él. A veces lo hacía deliciosamente lento, como si la estuviera besando profundamente en la boca, y otras era inclemente y movía la punta de su lengua sobre su clítoris como si fuese el aleteo incesante de una mariposa, la estaba enloqueciendo de gusto, no sabía que podía sentirse así.
Su cuerpo empezó a tensarse de puro placer, uno que la estaba invadiendo poco a poco como una ola formándose desde lo más profundo del océano, y ya no le importó ni dejar salir su voz libremente a medida que se volvía más intenso e incontrolable. Sentía el rostro arder, ni que hablar de su intimidad tan bien atendida, y apenas podía manejar su respiración correctamente. Apoyó sus manos sobre las de él, aferrándose como garras, hasta que Stan buscó entrelazar sus dedos juntos y fuertes sin detener sus caricias. La pulsante sensación de placer llegó a su pico más alto, y no pudo más que ahogar un gemido y dejar sus ojos entreabiertos y ausentes cuando alcanzó el clímax. Su cerebro quedó desconectado momentáneamente, mientras absorbía las intensas sensaciones y al mismo tiempo trataba de volver a respirar con normalidad en cuanto la ola pasó, estaba tan agitada como si hubiera corrido cien metros a pura velocidad.
Stan la dejó recuperarse mientras se sacaba su ropa, ya su propia necesidad parecía haberle subido varios grados a su cuerpo, además de cuánto lo había deleitado ver y oír el placer de su preciada amante. Aprovechó para ahorrarse la interrupción más adelante, y buscó un condón de la mesita de luz. Cuando Kohaku finalmente pareció dispuesta a moverse, se encontró admirando el esplendoroso cuerpo del rubio. Sabía que Stan tenía el cuerpo de un dios griego, lo había sentido en parte con sus manos y su cuerpo en contacto con el de él, pero no se esperaba todo eso. Inspiró bruscamente cuando sus ojos se dirigieron inevitablemente a cierta parte de la anatomía tan masculina, y tuvo que contenerse con todas sus fuerzas para no quedar boquiabierta. Pero se dio cuenta que estaba siendo demasiado obvia, y trató de disimular un poco.
Después de lo dedicado que había sido él, lo mínimo que quería hacer era retribuirle las atenciones, además de que lo encontraba irresistiblemente atractivo. La apariencia de Stan era demasiado perfecta para ser realidad, y le hubiera parecido irreal de no ser porque estaba muy segura de lo que sus ojos estaban viendo. Se sentó en la cama, y cuando él le sonrió de forma positivamente felina, no lo pensó dos veces y se le lanzó encima. Estaba segura que él iba a disfrutar los besos y las caricias tanto como ella, así que se dedicó a recorrer también cada centímetro de su cuerpo, deliciosamente fibroso y cálido. Lo que más le fascinaba era que Stan estaba siendo mucho más vocal de lo que esperaba, y eso la incentivaba mucho más. Con un toque tan delicado como apasionado, él había apoyado sus manos en la cabellera ya suelta de ella, acariciándola como si estuviera agradecido.
Kohaku lo sintió tan entregado que no podía esperar para darle todo el placer que pudiera, y se dedicó al fin a consentirlo en su intimidad. Allí volvió a percatarse de lo generosa que había sido la naturaleza con él, estaba un poco ansiosa al pensar si iba a sentirse cómoda luego, pero a la vez lo encontraba muy deseable y excitante. Le puso toda su dedicación a recorrerlo entero y hacerle sentir el cielo también, sintiéndose muy bien y más motivada cuando lo sentía estremecerse y gemir, su cuerpo acompañando el placer con suaves movimientos. Al contrario que ella, el rubio no parecía sentir una pizca de vergüenza, y sus ojos buscaban seguir cada caricia que le daba, y cuando sus ojos se encontraron eventualmente, Kohaku sintió un agradable cosquilleo al ver que los zafiro de él estaban totalmente oscuros y llenos de deseo.
Ya sin poder aguantar más, y para evitar explotar de placer allí mismo, Stan la detuvo y se sentó también en la cama, sin demorarse en buscar los labios de ella para besarla con toda la pasión y agradecimiento que pudo, estaba fascinado y abrumado. Luego agarró el paquetito del condón que había dejado a mano y se lo puso. Una vez asegurado, con mucha facilidad levantó a Kohaku y la colocó a horcajadas sobre él, haciéndola apoyar las rodillas en la cama, y dejó apoyadas sus manos en las caderas de la rubia. Ella no se esperaba que quedaran en esa posición, y lo miró un poco insegura, por lo que él se explicó con una sonrisa tierna.
- Quiero sentirte lo más cerca que pueda, pero prefiero que tú guíes al principio, hasta que te sientas cómoda conmigo.
Dios… ¿Cómo podía decir eso tan tranquilamente? La cara de ella debía estar humeando a esta altura, así como el resto de su cuerpo, que ya era caramelo fundido por dentro. Pero le pareció considerado, y cierto, así que se acomodó mejor, cerrando los ojos, aunque al instante sintió los dedos de él debajo de su barbilla, y abrió los ojos, sorprendida.
- No cierres los ojos. Mírame.
- No… es demasiado…
- Por favor, Kohaku –Le susurró, con voz casi de ruego, sin despegar sus ojos de los de ella.
Ah, maldición. No podía decirle que no a eso. Ya era demasiado tarde para sentirse cohibida, y si iban a disfrutarlo, entonces lo haría bien para ambos. Respiró hondo, y le sostuvo la mirada, aunque le resultaba terriblemente difícil e intenso, era demasiado íntimo para ser una primera noche que compartieran así. Comenzó a bajar su cuerpo, e inevitablemente se tensó al sentir la abrumadora invasión dentro de ella, jadeando sonoramente. Lo vio abrir la boca también en un gemido silencioso, pero luego dejó ver una sonrisa tan abierta y sincera, que ella se la correspondió, y acercó su rostro para besarlo. Poco a poco empezó a moverse, acostumbrándose a la sensación de sentirlo y expandirla por dentro, que pronto descubrió que era increíblemente placentera.
Stan la abrazó con fuerza, y comenzó a acompasar sus movimientos, aunque limitados, con los de ella, y sus besos replicaban la intensidad y profundidad que sentía su corazón. Era una danza seductora y mágica, era tanta la sincronía y cómo se sentían intuitiva y mutuamente para escalar juntos en el placer, que nuevamente parecía increíble que fuese su primera noche juntos. El cuerpo de Kohaku se arqueó hacia atrás, estremeciéndose, cuando sintió que él rozaba un punto particularmente sensitivo dentro de ella, y tuvo que cerrar los ojos y aferrarse a él. Instintivamente comenzó a moverse de forma más rápida y urgente, su cuerpo le pedía más y más, se sentía demasiado bien y no quería que eso terminara nunca, hasta que llegó un punto en el que no podía seguir su propio ritmo.
- Stan, por favor…
La forma en que ella gimió su nombre y ese pedido implícito casi lo sobrepasó, y sin detenerse del todo la agarró con firmeza y la recostó sobre la cama para continuar él y darle todo de sí, quería verla deshacerse de placer una vez más, la iba a llevar a eso, estaba cerca. Kohaku apretó sus fuertes piernas contra la cintura del hombre que la estaba haciendo delirar de gusto una vez más, y sus uñas se enterraron nuevamente en la musculosa espalda. Estaba adorando cada segundo de todo eso, nunca se había sentido así antes, y por un segundo se preguntó cómo sería si hubiera realmente amor entre ellos, si solamente con gustarse ya estaba al borde de perder la cordura. No podía creer cómo sentía que su cuerpo se tensaba imposiblemente anticipando un segundo orgasmo, era la primera vez que le pasaba, y notó que Stan también aceleraba sus movimientos y la abrazaba más fuerte, posiblemente sintiendo lo mismo que ella. Unos segundos después el estallido de liberación la recorrió, haciéndola temblar de puro placer, y él decidió dejarse llevar por aquella deliciosa compresión, y la besó con pasión al compartir ese cortocircuito mental maravillosamente casi simultáneo, ahogando sus gemidos juntos en la boca del otro.
Sin soltar el férreo abrazo, los dos respiraron pesadamente, no importaba el excelente estado físico que tuvieran, ese momento trascendía todo eso. Cuando recuperó parte de su estado mental, Stan tuvo la delicadeza de girarse para recostarse a su lado. En su rostro comenzó a dibujarse una enorme sonrisa de incredulidad, aunque había cerrado los ojos. Aunque ninguno pudo mover un músculo más por un rato, el rubio tomó la mano de ella que tenía cerca para entrelazar sus dedos, y la acercó a su boca para besársela largamente. Kohaku no pudo evitar reírse, no podía creerlo…ese hombre era increíble, y le encantaba. Al considerar que otra vez tenía el control de su cuerpo, se giró para quedar de lado, y sin soltar la mano que tenían unida, lo abrazó por la cintura, apoyando su cabeza en el pecho de él, todavía podía sentir su corazón martillar, y el de ella no estaba muy distinto.
Stan también se giró, se había emocionado con la cercanía que la joven había buscado inmediatamente, y se la veía feliz y más que satisfecha, era un alivio e igualmente una felicidad para él verla así. Si antes la consideraba hermosa, desde ese momento sabía que sería más que preciosa para él, empezaba a desear que Kohaku quisiera seguir viéndolo y tener algo más, que no fuera solamente esa noche y algunas más. Depositando silenciosamente sus primeras esperanzas, la regó de suaves besos en el rostro, en la frente, las mejillas, y finalmente los dulces labios cuando ella alzó el rostro hacia él, sonrojada y un poco tímida ante su repentina ternura. Le deseó las buenas noches, acomodando su brazo para que ella se sirviera de él como una almohada, y le dio un beso en la mano mirándola a los ojos, lo que la hizo sonreír una vez más, era hermoso verla sonreír. Se acurrucaron en un cómodo y ligero abrazo, en cuanto el sueño comenzó a hacerse presente luego de tanta satisfacción y paz. Iban a dormir como nunca, estaba seguro.
Cuando Kohaku se despertó, sintió mucho calor, casi era agobiante. Pero no eran mantas ni calefacción, sino que estaba siendo abrazada por Stan, ambos brazos la rodeaban, de una forma que no podía moverse ni un poco sin despertarlo. Se lo veía tan tranquilo y hasta inocente mientras dormía… pero se había enroscado a ella como un pulpo. Se quedó un rato contemplándolo, pero evidentemente sus pequeños movimientos habían comenzado a despertarlo, hasta que lo vio abrir sus preciosos ojos azules, con esas pestañas imposiblemente largas que no dejaban de llamarle la atención.
- Buen día, preciosa. Sigues aquí - sonrió, y había algo casi de alivio en sus ojos.
- ¿Eh? Claro que estoy aquí, no pensaba irme a ningún lado. Me hablas tanto de confianza...quizás podrías hacerles más caso a tus propias palabras.
Los ojos claros de Stan se abrieron un poco más, sorprendido, y Kohaku se arrepintió al instante de lo que dijo. No lo hacía a propósito, y seguramente era su inconsciente hablando, porque todavía estaba medio dormido. Si actuaba así era por las secuelas psicológicas que tenía, no porque simplemente era un hombre que no confiaba en sí mismo. Y por lo que dejó entrever, más de una mujer lo había terminado rechazando posiblemente por esos motivos, así que era entendible que él dudara. Ese pensamiento le generó tristeza, pero no quería arruinar el humor.
- Lo siento... no pensé antes de hablar. Yo...
Pero Stan se giró, todavía abrazándola, hasta que ella quedó encima de él. El estado de desnudez de ambos se sintió bastante claro una vez más, y Kohaku se sonrojó un poco al notarlo, gracias a la gravedad estaba completamente pegada a él.
- ¿Lo pasaste bien entonces?
- ¿Eh? –Eso fue un sutil cambio de tema, pero lo agradeció– Sí, por supuesto... –Se sonrojó furiosamente, al tener que reconocerlo.
- Me alegro. Bueno, ya que es domingo... tengo un par de ideas para empezar bien el día –Las manos de él serpentearon por la espalda de ella, hasta dejarlas apoyadas en las caderas– Ya que estás dispuesta a no irte a ningún otro lado por el momento, no podemos permitir que parezca sólo un buen sueño lo de anoche, ¿verdad?
Buenaaaaaaas! Yyyyy mis dedos no podían parar de escribir jaja. Es que no puedo, amo escribir sobre este papucho demasiado perfecto para ser verdad, permitámonos soñar también, y había que darle mucho amor, se lo merecía. Y así compenso que no pueda actualizar taaan seguido. Espero haberles hecho subir a la montaña rusa de emociones que será esta historia. Bueno, mucho texto (del bueno, quiero creer jaja), ya es mi frase de cabecera, me cuesta resumir xD. Hasta el próximo capítulo, y GRACIAS por su apoyo y comentarios!
