¿De verdad ese hombre a su lado era real? Eso era lo que Kohaku se preguntaba cada vez que lo miraba, dormido, o despierto, y la preguntaba no dejaba su mente, aunque ya hubieran pasado algunas semanas desde que empezaron a salir. Apenas podía contenerse de contemplarlo a escondidas, cuando él estaba profundamente dormido, o cuando estaba concentrado en algo y no se percataba de la mirada de ella. O eso al menos creía, porque a veces lograba captar una finísima sonrisa en sus labios cuando se le quedaba mirando, y aunque él no se volteara, cuando pasaba por su lado solía darle un rápido beso en el rostro, ya sea en su frente, nariz o pómulos, pero no en sus labios, como jugando con ella.

¿Desde cuándo se había vuelto así ella? No estaba segura de que fuera una cuestión romántica por así decirlo, de tenerlo en sus pensamientos todo el día, o no de una forma tierna, aunque no podía negar que sentía cosas por él, que lo quería. Aunque otras veces no podía sacárselo de la cabeza realmente, pero porque no podía evitar las sensaciones que le quedaban en el cuerpo o las imágenes que le venían a la mente, en especial luego de pasar una noche con él. No tenía mucho con qué comparar, lo sabía, no iba a hacerse la experta en salir con hombres, ni en largas noches de pasión. Pero con Stan estaba aprendiendo en modalidad intensiva, porque detrás de esa fachada tan serena y controlada, se ocultaba un hombre muy apasionado con todo lo que hacía. Él era pura entrega y pasión, era arrollador, una guerra sin cuartel. Y cuando Kohaku se quedaba a dormir en su casa, compartir la intimidad era lo último que hacían en el día, y lo primero cuando se despertaban, aunque no se iba a quejar, salvo cuando sentía las piernas como gelatina y tenía que entrenar duro luego, eso sí era un calvario a veces.

Y lo más glorioso era que parecía ser un hombre que disfrutaba más de dar placer que de recibirlo, siempre asegurándose que ella alcanzase la cima del placer, por lo menos una vez, nunca había sido egoísta con eso. Su frase de cabecera, que a Kohaku siempre le provocaba un estremecimiento de expectativa, era la amenaza sensual más dulce que había escuchado en su vida: "Todavía no terminé contigo". Era una invitación directa a perder la cordura por el placer, si eso podía existir. Pero ella no se quedaba atrás, no con su temperamento y energía, por lo cual, quedaban implícitamente de acuerdo para verse cuando sabían que al día siguiente no tenían muchas exigencias por delante, o durante los fines de semana.

Kohaku lo único que podía asegurar era que estaba siendo malcriada como nunca antes, casi la incomodaba a veces, porque ella era muy independiente. Si bien Stan nunca la invadía, siempre tenía alguna atención para ella, ir a buscarla al trabajo por las noches para dejarla en su casa, obsequiarle alguna flor o dulce, cocinarle…incluso más de una vez la despertó con un desayuno en la cama. Ni siquiera eran novios, y él hacía todo eso con una naturalidad pasmosa, sin esperar nada a cambio. Kohaku se reía por dentro, pensando que Stan le estaba poniendo la vara demasiado alta a cualquier otro pretendiente, si lo pudiera haber, y sinceramente creía que no había muchos hombres que pudieran ser como él. Claro, así como tenía todas esas luces, también tenía su buena cuota de sombras y traumas del pasado que lo acechaban, pero eso no la alejaban, más bien lo contrario, sentía cada vez más el impulso de querer "sanarlo", y devolverle su fe en poder tener una vida plena.

Un domingo por la tarde, estaban retozando en el sillón, él leyendo un libro, y Kohaku otro, pero de los estudios de la preparatoria, recostada con la cabeza apoyada en las piernas de él. De pronto el teléfono de Stan vibró en su bolsillo, y lo sacó para mirarlo, pero luego lo arrojó a su lado sobre el sillón.

- ¿Trabajo? –le preguntó Kohaku

- Sí, pero era un recordatorio de que mañana tengo una sesión de fotos, de esos trabajos de modelaje para publicidad. De una marca de ropa esta vez, aunque no voy a ser el único, va a haber otro hombre también.

- Ja, me acuerdo esa publicidad con Mozu, qué casualidad que sean dos otra vez. ¿No suelen ser individuales las fotos?

- Sí, pero a veces se dan este tipo de fotos grupales, que muchos no aceptan porque quieren el estrellato sólo para ellos, y eso a mí no me interesa ni un poco. Y me parece que este otro chico tampoco es modelo de profesión, le pidieron como favor por ser algo famoso, así que será más relajado.

- Debe ser divertido.

- Depende. Si sabes lo que tienes que hacer sí. Aunque a veces hay fotógrafos muy molestos que nada les satisface, espero que mañana no sea así. ¿Quieres venir?

- ¿Se puede? ¿No molestaría? –preguntó Kohaku, entusiasmada– Ah, pero depende la hora, si es después de la escuela podría ser.

- Sí, es a las cinco de la tarde, en un estudio no muy lejos de aquí. Mientras te quedes a un costado solo observando, no habrá problema, y en todo caso digo que eres mi asistente y no te dirán nada. A lo sumo tendrás que traerme algo de beber si te lo pido.

- ¡Genial! Me gustaría ir, nunca vi cómo es una sesión fotográfica. Y verte especialmente apuesto y luciéndote nunca está de más –le dijo con picardía.

- ¿Oh? ¿Así que vas a estar ahí secretamente babeando por mí? Me gusta cómo suena, aunque después quiero que me demuestres personalmente cuánto te gustó.

- Será un placer –rió, sonrojada. Stan se inclinó sobre ella para darle un beso

- Y te digo más. Si eres una buena asistente y te portas bien, vamos después al cine o a algún lado, ¿qué te parece?

- ¡Me encanta! Nunca fuimos al cine juntos. ¿Cómo hacemos entonces? ¿Me pasas la dirección?

- No, te paso a buscar por tu casa luego de que vuelvas de la escuela y te cambies. No quedaría muy bien que mi asistente vaya vestida de colegiala.

- Estás saliendo con una "colegiala". Aunque ya soy mayor de edad… lo sabías, ¿cierto?

- No te hubiera seducido de no ser así. Mozu me lo dijo cuándo te conocí.

- Bien, mejor así. Hmm, bueno, voy a seguir estudiando, así compenso por el tiempo que mañana pasaré en tu sesión de fotos… Aunque ahora que lo pienso, creo que será mejor que vuelva a casa. Así me concentraré más, y tengo el resto de mis cuadernillos allí.

- ¿Te llevo?

- No, gracias. Es un lindo día todavía, y me gusta caminar. Así me despejaré un poco, creo.

Kohaku se levantó del sillón para agarrar su bolso y su chaqueta, y se despidieron en la puerta del departamento, ya que el guardia de seguridad ya la conocía y le abriría la puerta principal del edificio. Kohaku se puso en puntas de pie para darle un fugaz beso en los labios, aunque con una juguetona sonrisa en los labios, como si estuviese escapando de él. Y era un poco así, porque más de una vez las despedidas terminaban extendiéndose varios minutos, cuando Stan la atrapaba entre sus brazos y la besaba hasta los dos terminaban bastante acalorados y con muy pocas ganas de separarse después.

Cuando quedó solo en su casa, el rubio pensó en hacer un poco de ejercicio y darse luego una ducha, pero ni bien se había preparado para lo primero escuchó el timbre de su departamento, lo cual lo extrañó. Pensó que era Kohaku que se había olvidado algo, y cuando abrió la puerta con una seductora sonrisa en la cara, tuvo que borrarla inmediatamente, porque en su lugar apareció su amigo Xeno. El científico lo miró alzando una ceja, claramente siendo recibido por una expresión que no estaba dedicada a él.

- Voy a hacer de cuenta como que no vi esa cara tuya

- ¿Se puede saber qué haces en mi casa, sin avisar? –Le preguntó Stan frunciendo el ceño.

- Ese fue nuestro acuerdo, ¿te olvidaste? Venir de improvisto para ver cómo estás, cada tanto, por las dudas. Tengo llaves, pero al menos te avisé con el timbre.

- Hace tiempo que no lo hacías, me había olvidado.

- ¿Estabas por salir?

- Pensaba ir a correr unas vueltas, y luego hacer otro tanto de ejercicio para matar el tiempo, pero lo haré luego, pasa.

Xeno entró, pero a los pocos pasos que dio se frenó en seco y abrió mucho los ojos, claramente sorprendido por algo.

- Stan… ¿Qué provocó este cambio?

- ¿Qué cambio, Xeno? Sé más específico.

- El aire está limpio –respiró profundamente, y hubiera sonreído de no estar tan sorprendido. Se movió por la sala de estar, evidentemente conociendo perfectamente el lugar– Y los ceniceros están casi vacíos, no estuviste fumando. No puedo creerlo.

- Ah, eso –Él también pareció darse cuenta, como si se hubiera olvidado de ese hecho, y frunció el ceño– Es verdad, aunque ahora que lo dices, me diste ganas de hacerlo.

- No, espera. Primero respóndeme, no encuentro una explicación posible para eso, no después de tantos años de verte inspirar ese humo venenoso a toda hora del día, y apestando todo a tu alrededor. ¿Qué pudo ocasionar este cambio?

Mientras le preguntaba eso y seguía admirando el cambio en la sala como si fuese un paisaje nuevo, se sentó en el sillón, y Stan lo acompañó.

- Estoy saliendo con alguien. Y no le gusta el humo.

- Ya veo –Xeno sabía de las tantas compañeras ocasionales de Stan, pero hacía mucho tiempo que no escuchaba que "salía" con alguna mujer– ¿Pero saliendo en serio, o...?

- En serio, al menos de mi parte.

- Qué sorpresa, me pregunto qué tipo de mujer podría importarte tanto como para dejar de fumar…Espera –Una imagen vino a su mente, y miró horrorizado a su amigo– No me digas que es esa niña...la que va a la escuela en la que trabajo, con la que te vi en esa feria de ciencias hace unos meses.

- La misma –Stan sonrió cuando la cara de horror de su amigo se acentuó– Pero te equivocas en algo, no es una niña, es mayor de edad, así que todo legal. ¿Por qué pones esa cara? Es tu alumna, no mía...aunque técnicamente fui su alumno durante un mes.

- ¿Tú fuiste…qué?

- Me dio clases de japonés. Le pagué, por supuesto.

- Podrías haberle pagado a un profesor de verdad. O decirme a mí, tengo un decente nivel de japonés.

- Lo sé, pero...quería ayudarla con su sueño de entrenar seriamente las artes marciales, y era evidente que el dinero era su mayor dificultad.

- Eso no es todo, te conozco demasiado bien. Querías conocerla más.

- Puede ser.

- Bueno, eso ahora ata los cabos sueltos, ya notaba algo distinto en ti –Dijo Xeno con una pequeña sonrisa, cerrando los ojos.

- ¿A qué te refieres? –Entrecerró los ojos, esa mirada de su amigo que lucía casi complacida le dio curiosidad.

- Estás.

- ¿Estoy? –preguntó confundido– ¿Adónde?

- Simplemente "estás".

- No me vengas con mierdas abstractas, ve al grano, Xeno.

- Estás más… "vivo". Es raro para mí decir esto, pero tienes otra energía a tu alrededor. Como si te importaran más las cosas, y tu mirada es distinta, tiene más…luz.

- ¿Energía? ¿Luz? De verdad que no pareces tú diciendo esas cosas.

- Lo sé, pero es así, no tengo una explicación científica, fue una impresión. Ahora entiendo un poco más esa mirada cuando me abriste la puerta, ella estuvo aquí hace un rato, ¿verdad?

- Sí, hasta unos minutos antes de que llegues.

- Y también explica por qué estaba especialmente limpio el aire, de seguro que sigues fumando, aunque menos. No me lo esperaba, pero si de alguna forma encuentras una motivación para dejar de suicidarte con ese veneno, me parece bien. Y debo decir que es hasta elegante, ni tú te diste cuenta por un momento.

- Hmmm es verdad. Kohaku es…especial. Sabe cosas de mi pasado, de mi familia…incluso tuve un ataque de pánico frente a ella, pero por suerte no fue nada grave. Y no se alejó, ni me mira distinto, al contrario, parece querer acercarse más –no se dio cuenta de la cálida mirada que se vio en sus ojos– No sé si está loca, o si es muy valiente.

- Puede que ambas. Apenas si la reconozco, y como no se especializa en ciencias no la registraba mucho, pero con lo que me cuentas me imagino que no debe ser una chiquilla común. Creo que me alivia, saber que hay alguien así en tu vida. Kohaku, ¿eh?

Xeno luego le contó a Stan que, para el mes de abril del año siguiente, iba a volver a Estados Unidos a trabajar a la NASA, y que le había dado la oportunidad de una beca allí con él a Senku Ishigami, el prodigio científico que el peliblanco no sabía que también había sido la pareja anterior de Kohaku, pero ya no importaba ni cambiaba nada. Los dos amigos se quedaron hablando un rato más, hasta que Xeno se fue, dejando a Stan solo nuevamente. Pero el rubio se quedó reflexionando, había desistido de ir a correr ya, así que solamente se dio un baño relajante mientras pensaba. ¿Así que ahora "estaba vivo", y sus ojos brillaban? Podía ser verdad, aunque no tenía idea cómo se veía eso, él seguía haciendo su vida, trabajando, saliendo, y lo demás. Fumaba mucho, o solía hacerlo mucho más antes de estar con Kohaku, pero nunca había caído en otros vicios como el alcohol y las drogas, al menos no como una adicción, no le encontraba dignidad a eso. No se consideraba un cobarde que quería escapar de la realidad, más bien lo contrario, se sentía demasiado responsable y se negaba a olvidar o superar ciertas cosas, torturándose mentalmente con que podía haber hecho las cosas de otra forma para evitar que sucedan.

Xeno dijo que ahora veía "luz" en él. Pero eso le parecía demasiado generoso. Él no era luz, él era oscuridad. Si consideraba usar ese término, bien podía decir que consideraba a Kohaku como una luz… su luz. Ella brillaba mucho, y ahora que lo pensaba, sí podía identificar los "ojos brillantes" de alguien, porque eso era lo que veía cuando miraba sus ojos aguamarina, en especial cuando hablaba de cosas que la entusiasmaban mucho. Enceguecía como mirar directo al sol, y Stan sentía por momentos que él no se merecía estar con alguien así, tan cálida, tan pura. Sentía que la iba a "manchar" con su oscuridad, y por eso inconscientemente a veces pensaba en ponerla a prueba o alejarla, para darse a sí mismo la razón de que ella también iba a cansarse de él eventualmente, como todas las anteriores.

¿Pero y si no?... Era raro, desconocido, pensar en eso. ¿Y qué pasaría si ella insistía, y seguía a su lado sin importar qué? ¿Era eso siquiera posible? Era un pensamiento tan dulce como amargo, porque la ilusión que le aportaba esa idea, era proporcional al miedo que sentía de que esa posibilidad fuera arrancada luego. ¿Qué haría si se enamoraba? En realidad, no quería ni considerarlo, porque había una buena posibilidad que ya estuviese en ese camino. Aunque ya la vida le había quitado tantas cosas, las que más había querido en el mundo, que, si sucedía una vez más, quizás era solo cuestión de seguir adelante, de la forma que fuere. Pero quería creer, muy en el fondo, aunque no quisiera admitirlo, quería creer en sí era posible que alguien como él fuera feliz y pudiera compartirlo con alguien. Compartir… ¿su tiempo? ¿su vida? Shit… no… trató de sacar esos pensamientos de su cabeza, no tenía sentido pensar en algo así en ese momento, recién empezaban a conocerse con Kohaku. Y aunque ella no fuese "la indicada", el hecho de permitirse considerar todas esas cosas eran algo novedoso para él. Y quería más de esa luz, y se prometió a sí mismo que la protegería con su vida, cueste lo que cueste.

La tarde siguiente, tal como habían acordado, Stan pasó por la casa de Kohaku para llevarla con él a la sesión de fotos. Siempre la esperaba en la esquina y le mandaba un mensaje, para evitar miradas curiosas, ya que solía pasar seguido por allí. Ella le había dicho que su padre sabía que salía con alguien, pero no con quién, y algo le decía que se sorprendería bastante si lo veía. Si la relación progresaba, eventualmente iba a conocerlo, pero por ahora, era mejor mantener el perfil bajo, para no causarle problemas innecesarios. Kohaku salió de la casa, se puso el casco y se subió a la moto, abrazándolo mientras se agarraba a él a modo de saludo disimulado. Cuando llegaron al estudio, Stan dejó la moto en la vereda, y entraron juntos. Al parecer, ya tenían todo listo para la sesión, y sólo quedaba alistar a los modelos y maquillarlos y peinarlos un poco. Stan vio en una silla sentado al que parecía ser el otro modelo, pero lo que no se esperaba era que Kohaku lo conociera, y dijera su nombre apenas conteniendo un grito de emoción.

- ¡¿TSUKASA?! ¡¿TSUKASA SHISHIO?!

- ¿Hmm? ¿Cómo lo conoces? –Le preguntó sorprendido.

- Él…no es modelo. Es un luchador, un campeón internacional de artes marciales mixtas. Es mi ídolo –Los ojos de Kohaku brillaban de puro entusiasmo, inocentes.

- Ahora que lo dices, me suena conocido. Puede que lo haya visto en la tele y todo. ¿Quieres que te lo presente, luego de las fotos? –Trató de sonreír, aunque se dio cuenta que esa debía ser una de las sonrisas más tensas de su vida.

- Ya lo conozco personalmente. Es decir, no es mi amigo ni nada por el estilo, pero es amigo de Senku, y una vez nos lo encontramos y me lo presentó, porque tampoco pude contenerme cuando lo vi. ¡Además es tan amable! Fuimos a tomar un café los tres y todo, para que yo le pudiera hacer preguntas sobre su entrenamiento. Senku se tuvo que ir a estudiar, pero él no se fue, siguió contestándome mis molestas preguntas –Kohaku no podía ponerle filtro a su emoción.

A Stan se le secó la boca, su tensa sonrisa peligraba con desaparecer del todo ya. Había escuchado que Kohaku lo admiraba solamente, que era su ídolo, y así lo parecía de verdad. Se podía percibir la emoción y el auténtico e inocente brillo de un admirador en sus ojos, no lo miraba demostrando atracción, aunque cualquiera podía ver que Tsukasa era un hombre tan fuerte como bellísimo. Pero eso no quitaba que por dentro sentía un calor que comenzaba a incendiar sus entrañas, y lo reconocía claramente como celos. Infundados, y a los cuales no quería darles entidad ni molestarla con eso, él no era ese tipo de hombre, por eso incluso pensó en la gentileza de presentárselo a Kohaku, ya que lo admiraba tanto. Pero no podía evitar sentirse así, y eso era lo que le sorprendía y molestaba en igual medida, porque no era posesivo. Así que respiró hondo, y se preparó para comenzar, indicando a Kohaku dónde podía quedarse para ver.

La sesión de fotos no tomó más de una hora y media, entre las que tomaron individuales de ellos, y otras también juntos. Kohaku los observaba, dividiendo su atención entre el dios griego que era Stan, tremendamente atractivo vestido con una campera de cuero, camisa y pantalón, y por el otro lado el otro adonis que era Tsukasa, en camisa, jean claro y llevando un sweater en la mano, con su larga melena suelta sobre su amplio torso. Ambos se complementaban muy bien, el rubio de ojos azules y el castaño de ojos cobrizos, Stan más esbelto, Tsukasa más alto y corpulento, la mirada más fiera y sensual del primero, y la relajada y amable del segundo. Aunque ella miraba al luchador con los ojos de una admiradora, mientras que internamente cuando miraba al estadounidense no podía evitar el pensamiento sorprendido de "¿y yo estoy saliendo con ese hombre?", con una pequeña sonrisa incrédula.

Cuando terminó la sesión, Kohaku comenzó a acercarse a Stan para felicitarlo y hacerle algún comentario pícaro, y sus ojos se encontraron, pero de pronto Tsukasa también la notó, y la reconoció, acercándose a ella primero.

- Tú eres la amiga de Senku Ishigami, ¿cierto?

- Eh…sí, ¿te acuerdas de mí? –le preguntó sorprendida, habían pasado meses de su primer y único encuentro.

- Sí, me acuerdo porque entrenas también en artes marciales, y ganaste la competencia nacional, hablamos sobre eso –entrecerró los ojos como tratando de recordar algo– ¿Kohaku, te llamabas?

- ¡Sí! –Su emoción fue demasiado evidente, y alcanzó a notar que detrás de Tsukasa, Stan levantó una ceja, así que trató de disimular su entusiasmo. Pero que su mayor ídolo la recuerde y reconozca…su yo interior estaba dando saltitos de alegría.

- ¿Y qué tal vas con tu entrenamiento?

- Bien…aunque ahora estoy pensando en buscar un buen maestro para entrenar de forma personal, voy en serio, quiero dedicarme a eso en cuanto termine en un par de meses la preparatoria.

- Tienes talento, no dudo que lo harás –le sonrió amablemente– Si quieres te puedo pasar algunos contactos, si piensas seguir entrenando en Japón, conozco varios.

- ¡Oh, muchas gracias! –Ese hombre era un sol. Lucía intimidante en un principio, pero luego de conocerlo, lo pensaba mejor como un gigante amable– Aunque… tuve una idea, pero no sé si será demasiado atrevida... Me gustaría ser discípula tuya.

- Hmmm, no había considerado enseñar. Pero déjame pensarlo, oí que tienes un talento excepcional. Pásame tu teléfono, así puedo contactarte cuando tome una decisión

El corazón de Kohaku brincó de orgullo al escuchar eso, y notó por el rabillo del ojo que Stan se iba para otro lado, posiblemente haciendo tiempo hasta que termine de hablar, ya que no los interrumpió. Sacó su teléfono del bolso, y se agendaron mutuamente.

- ¡Gracias! Si te decides por hacerlo, te prometo que daré lo mejor de mí. Pero de todas formas no hay prisa, quiero terminar con mis estudios primero. Ah, y perdona, me da curiosidad, pero no pensaba verte en un lugar como éste. Es decir, te he visto como invitado en programas de televisión, pero esto es distinto.

- Me llamaron para ser una de las caras de esta marca de ropa, y la paga es buena. Estoy ahorrando para la universidad de mi hermana.

- ¿Universidad? Pero tu hermanita…

- Sí, recién está empezando la escuela secundaria. Pero quiero ahorrar lo suficiente para poder pagarle toda la carrera, o ayudarla en lo que quiera dedicarse.

- ¡Eres tan buen hermano!

- Es lo justo, somos toda la familia que tenemos. Y desde que logró salir del coma, me prometí hacerla feliz en todo lo que pudiera, para compensar los años que estuvo dormida.

- Oh, perdona…no quería tocar un tema delicado.

- No hay problema. Por otro lado, nunca pensé que te vería aquí. ¿Acompañas a alguien?

- Sí, a Stan, él… –miró alrededor, pero no lo vio por ningún lado– Bueno, tengo que ir a buscarlo. Estará esperando que terminemos de hablar. Pero fue genial volver a verte, Tsukasa-san.

- Sólo Tsukasa está bien. Lo mismo digo, y estamos en contacto por lo otro.

Se despidieron, y Kohaku miró con más detenimiento buscando a Stan, pero no lo vio por ningún lado. Esperó unos minutos para ver si había ido al baño, pero tampoco. Extrañada, lo comenzó a buscar por todo el lugar, sin éxito. Se cruzó con un joven que lucía como un asistente, y le preguntó.

- Disculpa, ¿viste a Stanley por aquí?

- ¿Snyder? Hmmm, se fue hace un rato ya

- ¿Eh? ¿Cómo que se fue? No puede ser, él me trajo aquí, no se iría sin decirme.

- Disculpa linda, yo sólo te digo lo que vi. Tomó sus cosas y salió por la puerta. ¿Por qué no lo llamas?

- Sí…lo haré. Perdona, y gracias.

¿Se había ido? Quizás había salido a comprar algo cerca, pero Stan no se iba a ir de allí y dejarla sola. Lo llamó, pero lo raro fue que no atendió, aunque tenía el teléfono prendido. Volvió a intentar dos veces más, sin respuesta. Raro. Siguió buscando y esperando, pero nada. ¿Podría ser que se haya molestado con que ella se puso a hablar inmediatamente con Tsukasa? No lo pudo evitar, fue el castaño el que se le acercó primero, aunque con intenciones totalmente amigables, de seguro ni siquiera sabía que ella y Stan estaban juntos. Kohaku suspiró, nunca había podido manejar bien las escenas de celos, y ya tuvo suficiente en su brevísima relación con Senku. Así que salió del edificio, un poco decepcionada y preocupada, pero cuando levantó la vista del suelo, se encontró con que Stan estaba afuera, fumando, apoyado en su moto. Sus miradas se encontraron, pero algo le dijo que su presentimiento había sido acertado, porque los ojos de él no lucían serenos y gentiles como siempre, era una mirada más afilada que de costumbre.

- Stan, ¿por qué no me avisaste que salías? No te encontraba por ningún lado.

- Quería fumar –su tono era tranquilo, pero era algo cortante. Apagó el cigarrillo –Vamos, sube, te llevo a tu casa.

- ¿A mi casa? Hmmm, ¿No íbamos a ir al cine?

- Se me fueron las ganas, estoy cansado.

- ¿Por qué no contestabas? – Sí, ahora lo confirmaba, estaba molesto. Respiró hondo para no irritarse– Pensé que te habías ido realmente, me preocupé.

- No parecías muy preocupada, más bien bastante entretenida.

- ¿Entretenida? Le pregunté a varios de tus colegas porque no contestabas y te habías esfumado, no veo lo entretenido de eso. Bien, te lo preguntaré de frente. Stan, ¿esos son los celos hablando?

- …

- ¿Celoso de Tsukasa? Dios mío… ¿Te viste acaso en el espejo antes de decir eso?

- ¿Te crees que una cara bonita te resuelve todos los problemas?

Eso la dejó muda por un rato. Siempre la descolocaba cuando él le terminaba diciendo algo que tenía un profundo y duro significado, otra de sus heridas abiertas. Ella pretendía darle seguridad, sin saber el motivo por el que él dudaba de sí mismo, pero de pronto era más que obvio que no era su atractivo de lo que dudaba. Debía ser consciente de ese rasgo suyo, pero al mismo tiempo cada vez que lo conocía más, se daba cuenta de que no era un hombre que sacara ventaja de eso, más bien lo maldecía, como si la gente esperara cosas de él sólo por ser bonito. Bueno, mucho más que bonito, se veía como un ángel caído del cielo, pero se entendía el punto.

Como no había nada que pudiera decir que lo convenciera, y tampoco creía que él necesitaba palabras de consuelo, se acercó decidida a él, y aunque notó cómo él se quedaba tenso y alerta como un animal a punto de huir, ella no dudó y siguió acercándose a él, hasta que lo abrazó con fuerza.

- No, seguro que no lo hace, más bien te los crea. Pero más allá de que dije eso, sabes bien que no es eso lo que me gusta de ti, ni el motivo por el que estoy contigo.

Ahora fue el turno de él de quedarse callado. No importa cuán alta tuviera su guardia, cuántas paredes pusiera alrededor suyo, ella siempre hacía mella en él, con una facilidad abrumadora. Le quemaba el corazón darse cuenta de eso, pero no era como el dolor destinado a provocar una herida, sino al contrario, de que se la cerraran con un fierro al rojo vivo. Quemaba, humeaba, dolía como un infierno…pero extrañamente, después sentía siempre estaba bien, o que podía estarlo más adelante. Cicatrices no le faltaban, ni en su cuerpo, ni en su mente, pero el poder que veía en Kohaku y que ella misma no sabía que tenía era el de limpiarlas, para dejar crecer nueva piel encima. La necesitaba, lo sentía injusto, para él y para ella, pero la necesitaba. En ese momento, era la única persona que sentía que le importaba realmente tener a su lado, además de su viejo amigo Xeno.

Stan le devolvió el abrazo, más tranquilo y sabiendo que se había portado como un chiquillo caprichoso, ella había respondido de una forma más madura que él, y eso le sacó una risa suave, que reverberó en todo su pecho.

- Gracias por eso, preciosa. Discúlpame, estuve mal. No iba a llegar tan lejos como irme de aquí y dejarte sola, pero reconozco que tampoco estuvo bien lo que hice. ¿Vamos a algún lado, entonces?

- No, me voy a casa, pero caminando…sola –Vio que los ojos azules de él se dispararon abiertos de la sorpresa, y mucho más vulnerables que minutos antes, y se sintió mal, pero se mantuvo firme– Ya pasé por algo similar antes con Senku, sólo que el objetivo de los celos habías sido tú. Y créeme, no me gusta, y quiero que entiendas que no voy a permitirlo, porque me dolió un poco, así que hoy nuestra "cita" termina acá.

Para demostrarle que no estaba tan enojada, y que era solo para que entienda la lección, le tomó la cara con ambas manos y le dio un beso en los labios, lo más largo y dulce que pudo. Le sonrió al despedirse, dando todas las señales que podía de que estaban bien, y se dio vuelta para regresar a su casa. No se volteó en ningún momento, pero afinó el oído, y no escuchó el arranque de la moto. Sentía una mirada clavada en su espalda, y estaba segura que él la estaba siguiendo con la vista hasta que ella giró en una esquina y siguió su camino, y entonces resopló, liberando toda su tensión. No sabía si estaba bien hacer eso cuando él se mostraba vulnerable, pero tampoco era como para victimizarlo y permitirle cosas con las que ella no se sentía cómoda. Él era un hombre adulto y muy fuerte mentalmente, iba a entenderlo.

Pero los próximos tres días Kohaku no tuvo palabra de él, ni siquiera mensajes como "¿cómo va tu día?" o "buenos días, preciosa", a los cuales ya estaba acostumbrada, y comenzó a preocuparse. No dudaba que Stan era muy inteligente, y ella había hecho todo lo posible para darle a entender que no se había ido enojada, pero en el fondo no sabía cómo se lo había tomado él. Así que luego de volver de la escuela y cambiarse de ropa, fue al departamento de él, sin avisarle antes, aunque no sabía si iba a encontrarlo ahí o no. Esa noche no trabajaba, así que no tenía problema de horarios, lo cual le vino fantástico. El portero del edificio la dejó pasar inmediatamente, con una amable sonrisa, y ella disimuló todo lo que pudo que estaba apareciendo ahí sin invitación. Pero eso sólo le aseguraba que Stan sí estaba en el departamento. Cuando llegó al séptimo piso, tocó el timbre, un poco nerviosa ya que no sabía cómo lo iba a tomar él. Un minuto después, Stan preguntó quién era, y ella contestó. Por unos segundos no hubo respuesta de ningún tipo, pero luego sí le abrió la puerta y la miró, con cautela.

- Hola…

- Hola, Stan… Perdona por venir así, sin avisar. ¿Puedo pasar?

- ¿Qué? Claro que sí.

Kohaku entró, y lo miró a los ojos. Volvían a ser serenos, no parecía haber resentimiento o enojo en ellos, ni que estuviera ocultando algo, eso la calmó al instante. Stan le dijo que se estaba haciendo un café, si quería uno, y ella aceptó. Lucía cansado, y ahí fue cuando ella empezó a preguntarse si esa ausencia de él no había sido por mucho trabajo, y no como ella pensaba que la había estado evitando. Cuando el rubio se dio vuelta y empezó a caminar, Kohaku se le acercó y lo abrazó por la cintura, desde atrás, provocando que él se parara en seco y la mirara de reojo, sorprendido.

- ¿Estás bien, Stan? Ya sé que fui un poco dura contigo después de lo del otro día, aunque tuve mis razones…pero no esperaba que no fueras a hablarme desde entonces. ¿Por qué no lo hiciste? –La reconfortó sentir el cálido cuerpo de él, quizás fue la ausencia, pero lo sentía más cálido que nunca.

- Sí, estoy bien…ahora –Sonrió levemente, y apoyó sus manos sobre las de ella– Estuve muy ocupado, y como tampoco me hablabas, pensé que todavía no querías verme.

- Ah, ¿o sea que los dos esperábamos que el otro diera el primer paso? –Rió un poco, sintiéndose muy torpe– Qué tontos fuimos, y ya estaba pensando cosas que no eran. Te extrañé, ¿sabes?

Lo escuchó inspirar bruscamente, e incluso sintió que se tensó un poco, pero luego Stan se giró para ponerse de frente a ella, y sin responderle se inclinó para besarla. Pero desde el momento en que sus labios se rozaron, un estremecimiento los recorrió a ambos, y el beso se volvió más intenso, urgente, necesario, como si ambos estuviesen expresando lo que se extrañaron. Pero un rincón de la mente de Kohaku registró nuevamente, en medio de todo eso, que el calor que emanaba del cuerpo de él no era del todo normal, e incluso se dio cuenta que su camisa estaba un poco húmeda, y no era un día que hiciera calor, más bien lo contrario. Interrumpió el beso, y lo miró a la cara, tenía las mejillas particularmente sonrojadas. Era una visión de lo más atractiva, pero lamentablemente comenzaba a pensar que no era por una cuestión romántica.

- Stan…estás caliente.

- Por ti siempre, preciosa –le dijo con un tono bajo y seductor, y le mordisqueó el labio inferior juguetonamente.

- No, no me refiero a eso –Rodó los ojos, sonriendo por dentro, pero lo empujó con suavidad para alejarlo, y le tocó la frente– Oh… ¡estás ardiendo! ¡¿Tienes fiebre?!

- Estoy bien, ya se me pasará.

- Espera… ¿eres consciente de que tienes fiebre, y no estás descansando?

- Tengo que terminar unos informes del trabajo, no puedo descansar ahora.

- Oh, sí que puedes, y lo vas a hacer ahora. El trabajo esperará…no quiero pensar que fuiste a trabajar sintiéndote mal, o con fiebre. A la cama a descansar, ahora –Le dijo en un tono reprobatorio.

- ¿Vienes conmigo?

- No, no estoy jugando. Te vas a acostar, vas a descansar tranquilo, y yo voy a buscar unos paños con agua fría mientras tanto. Además, estás todo sudado, ¿qué tan descuidado puedes ser? Parecías siempre tan eficiente y responsable.

Lo agarró de la mano y lo arrastró a la habitación como si de un niño se tratase. Sabía que se estaba comportando más como una mamá que como una pareja, pero no le importó. Si él no se cuidaba a sí mismo, ella lo haría. Pero le veía una pequeña sonrisa divertida en el rostro, como si en el fondo estuviese disfrutando de eso, así que ella siguió con todo el acto. Le desabrochó la camisa rápidamente y se la sacó, diciéndole que se meta en la cama. Se fue a buscar a buscar un cuenco grande con agua, y sacó unas servilletas de tela que encontró en un cajón, eso serviría, así como una toalla. Volvió al cuarto, humedeció y luego escurrió uno de los paños para colocarlo en la frente de él, e hizo lo mismo con otro más grande, con la idea de refrescarle el cuerpo.

- Kohaku…

- Shh, descansa, yo me ocupo –le dijo en un tono más suave.

Stan respiró profundamente y cerró los ojos, dejándose cuidar. No recordaba la última vez que alguien había hecho algo así por él, quizás cuando era chico. No se enfermaba fácilmente, y esta vez sospechaba que había sido porque se había descuidado en salir sin abrigo cuando salió con la moto la tarde anterior, y se había resfriado. Normalmente eso no bastaba para hacerlo caer enfermo, pero se había sentido decaído de ánimo desde la sesión de fotos, y entre todo eso y la exigencia laboral, parecía que su cuerpo le estaba tratando de dar un mensaje. Aunque tenía que admitir que sí se sentía mal, y que su cuerpo le pesaba mucho, la delicadeza con que Kohaku lo refrescaba con los paños húmedos lo hizo sentir mucho mejor rápidamente. Se relajó, y dejó que sus ojos se cerraran para disfrutar el momento, aunque no se durmió del todo.

Pese a lo relajante que era eso, sentir las manos de ella tocándolo era algo que siempre lo encendía, y cuando ella finalmente terminó, apoyó una mano en la fina cintura de Kohaku para atraerla hacia él, quería agradecerle de alguna forma. La rubia se dejó acercar, pero el cuerpo de Stan lo traicionó cuando justo antes de que se unan sus labios, y su estómago rugió sonoramente. Kohaku soltó una carcajada, y él gruñó avergonzado, todo intento suyo de seducción había sido tirado por la borda con eso. Pero luego de reírse, ella lo miró de forma reprobatoria otra vez, entrecerrando los ojos con desconfianza.

- Stan… ¿Cuándo comiste por última vez?

- Anoche –mentirle no serviría de nada, lo sabía.

- ¡¿ANOCHE?! ¿Cómo puedes pasar casi un día entero sin comer?

- No tenía hambre. Y como tampoco tenía ganas, ni tiempo, se me pasó.

- Ah, maldición… eres descuidado en los peores momentos. Espera aquí entonces, voy a hacerte algo, tengas hambre o no.

- Tengo hambre de ti –le dedicó una sonrisa felina.

- ¿De verdad? ¿Piensas seducirme en ese estado lamentable?

- Qué mala eres, preciosa ¿Qué hay con el beso que nos estábamos por dar?

- No te lo mereces, por temerario y poco responsable. Así que quédate quieto y pórtate bien por un rato.

Kohaku agarró lo que parecía ser la parte de un pijama con forma de camisa y se lo dio para que se lo ponga, y luego fue a la cocina, pensando qué hacerle de comer. No sólo no sabía cocinar muy bien todavía, sino que nunca había cocinado "comida para enfermos", tenía que ser algo neutro y liviano, pero nutritivo. Y que Stan fuera de paladar fino y experimentado no ayudaba, si no comía su propia y deliciosa comida, menos ganas iba a tener de consumir la de ella. Pero no era cuestión de gastronomía fina ahora, sino de alimentarlo. Sólo conocía un plato para la ocasión, que su familia solía preparar siempre que alguien se enfermara, y era la famosa sopa de arroz, que por suerte no era un platillo difícil de preparar. El problema fue que no encontró casi verduras en la heladera de Stan, apenas una zanahoria y una cebolla…pero tendría que arreglárselas con eso.

Unos cuarenta minutos después, volvió al dormitorio de Stan, cargando una bandeja con la sopa de arroz hecha, y un vaso de agua. Pensó que el rubio estaba dormido, pero apenas apoyó la bandeja en la mesa de luz, él abrió los ojos y la miró. Se sentó en la cama, y sin quejarse tomó el bowl de la comida que ella le alcanzó. Lo vio mirar con curiosidad el plato de comida, y luego de agradecerle, se llenó una cucharada y se la llevó a la boca. Kohaku lo miró con atención, esperando, pero él no dejó entrever ninguna expresión, más que fruncir el ceño una fracción de segundo.

- ¿Y? ¿Qué tal está? Dime la verdad, no tienes que…

- Horrible.

- Agh –No se esperaba TANTA sinceridad de su parte, y miró el piso, avergonzada– Perdón… no cocino mucho, y se supone que no puedes ponerle mucho condimento a la comida de alguien enfermo. ¿Tan malo está?

- Tampoco estoy "enfermo", es un poco de fiebre nada más, pero mi estómago está perfectamente sano. En cuanto a la comida… El arroz está pasado, y lo cocinaste tanto que perdió todo el sabor. A pesar de eso, a las verduras les falta cocción. ¿Las pusiste a lo último?

- Eeh…sí. Sabía que el arroz tarda más en cocinarse, pero pensé que sería suficiente con toda esa agua. Bueno, dámelo, voy a ver si puedo hacer otra cosa más decente.

- Ni hablar –Corrió el cuenco de comida, alejándolo del alcance de ella, y luego se metió otra cucharada en la boca, aunque no pudo evitar que su boca se frunciera involuntariamente, lo cual le dio más pena a Kohaku– Es la primera vez que me preparas algo de comer, voy a comerlo todo.

- Pero si es tan horrible como dices…

- No me importa, me lo comeré igual. Pero por lo menos ya sé que si algún día nos casamos, no será por tus habilidades culinarias –Bromeó, sacándole la lengua en un gesto adorable, potenciado por sus mejillas todavía enrojecidas.

- Maldito…

- Ya que estoy tan enfermo según tú, ¿me das de comer en la boca? –Le pidió, batiendo sus larguísimas pestañas, en una impecable pero divertida actuación de víctima.

- Te estás divirtiendo con esto, ¿no?

- Un poco –volvió a sonreír, de costado– Ah, mi lengua es muy sensible, vas a tener que soplar un poco para enfriarlo.

No podía negarlo, verlo a Stan bromear así a pesar de sentirse fatal la aliviaba mucho, así que accedió a sus pedidos. El problema era que él no le sacaba los ojos de encima, la forma en que entreabría sus labios y la miraba con los ojos entrecerrados cuando ella soplaba la cucharada de sopa caliente la ponía un poco incómoda, era una evidente mirada de deseo hecha muy a propósito. Y para colmo también la miraba a los ojos mientras comía el contenido de la cuchara, y cada tanto se relamía los labios, lo cual era pura actuación porque en realidad era la comida menos apetitosa de su vida. Era el "enfermo" más sexy del mundo, y aunque el maldito lo hacía a propósito, Kohaku tuvo que contener y disimular completamente el deseo que sentía por él. Un rato después terminó de darle hasta la última cucharada, y le dijo que se vuelva a acostar.

Se llevó el bowl a la cocina y limpió todos los utensilios, y aprovechó para agarrar de su bolso un libro de estudio, antes de volver a la habitación a chequear como estaba Stan. Seguía totalmente despierto, así que se sentó a su lado en la cama.

- Kohaku… ya estoy mejor, y se está haciendo de noche. No te preocupes por mí, vuelve a tu casa.

- No, me quedaré aquí, no pienso dejarte solo, no hasta que se te pase completamente la fiebre. No me importa si te toma un día entero, no me moveré, y tú no irás a trabajar, me encargaré de comprobarlo.

- Pero tu familia te espera…y tienes escuela mañana.

- Es problema mío, me haré cargo de ambas cosas. Pero no voy a irme de aquí, lo lamento. Así que lo mejor que puedes hacer es descansar para recuperarte rápido, ¿entiendes?

- Sí, señora –Asintió, secretamente emocionado por el interés y la determinación de ella, realmente era la más brillante de las luces.

Cerró los ojos, obligándose a conciliar el sueño, pero no tuvo que esperar mucho para eso, porque pronto la pesadez y el calor de todo su cuerpo lo venció definitivamente. Cuando los volvió a abrir, estaba todo oscuro alrededor, ya era de noche, pero no tenía reloj o algo para comprobar la hora. Vio la figura de Kohaku, que dormía sentada a su lado, el libro caído a su costado. Con mucho sigilo y cuidado, se acomodó para poder acostarla a su lado, pero ella apenas si se inmutó por el movimiento y el cambio de posición, debía estar profundamente dormida. Se puso de frente a ella, y le acarició con mucha suavidad la cara, sin cansarse de mirarla. Kohaku todavía tenía el pelo atado, así que para aliviarle su tensa cabellera tiró despacio de la cinta que lo ataba, y la melena de ella se soltó, pero quedó la forma del recogido. Sonriendo, Stan le pasó delicadamente sus largos dedos entre sus mechones, pero ella pareció despertar con eso.

- ¿Hmm? ¿Stan?

- Sí, soy yo. Nos quedamos dormidos –le susurró.

- ¿Cómo te sientes? –Trató de mirarlo, pero la oscuridad no le ayudaba ni a su increíble vista.

- Mejor. Me hizo bien dormir, así que, si te quedas aquí, dormiré el resto de la noche para recuperarme.

- Claro que sí.

Kohaku se acurrucó contra él, abrazándolo, y suspiró contenta. Había pocas cosas más lindas y cómodas que estar entre los brazos de él, tan alto y grande de cuerpo que la rodeaba completamente, se sentía contenida y feliz. Sentir el lento vaivén de su amplio pecho también la relajaba, así como cuando la cálida respiración soplaba cerca de su cara. Sí, definitivamente se sentía que todo estaba bien en el mundo, y que ese era su lugar de pertenencia, cuando estaba así con él, aunque fuera sólo por un momento.

Como se dio cuenta que Kohaku seguía despierta, aunque soñolienta, siguió acariciando su pelo, pero esta vez haciéndole suaves masajes que la hacían soltar tiernos sonidos de satisfacción, y notó que ella lo abrazó más fuerte. Un intenso calor invadió su pecho, aunque esta vez no era producto de la fiebre, sino del profundo cariño que sentía por ella, y ya era innegable. No quería ponerle un nombre a eso, aunque supiera lo que era, porque sería demasiado real, no habría vuelta atrás una vez que lo reconociera. Le dio un largo beso en la frente, en el que sí podía volcar sus secretos sentimientos. Luego se dedicó a recorrer con su mano la espalda de ella, subiendo y bajando con toda la delicadeza que podía, hasta que se percató que se durmió. Un poco de luz de luna se filtraba por su ventana, lo suficiente para permitirle ver una pequeña sonrisa dibujada en los labios de ella. Verla sonreír era lo que más quería y disfrutaba del día, y si esa curva en sus labios tenía que ver con él, era simplemente demasiada felicidad, le bastaba con eso para pensar que la vida todavía merecía la pena ser vivida. Se había relajado tanto él también, que finalmente decidió cerrar los ojos y dejarse llevar por el sueño que le volvía a pesar en los párpados, y la abrazó más fuerte, cuidándola como a un tesoro, el que ella era para él ya.

Cuando despertó, ya de mañana, lo hizo porque sentía un calor intermitente en su mejilla, y abriendo mínimamente los ojos, se dio cuenta que era Kohaku la que le estaba dando cortos y suavísimos besos para despertarlo. Era la mejor forma de empezar el día, y de despertarse, que había conocido en su vida. Se sentía mucho mejor, incluso su fiebre había desaparecido, pero lo mejor sería que se tome el día para recuperarse del todo. Atrajo a Kohaku hasta apoyarla sobre él, y le dio su merecido y largo beso de los buenos días.

- Buen día, preciosa.

- Buen día, precioso –le devolvió ella con una sonrisa juguetona– Es injusto, incluso durmiendo te ves imposiblemente bien, de verdad voy a pensar que eres un ángel que cayó del cielo.

- O el ángel más oscuro que haya ascendido del infierno.

- Lo que te resulte mejor. ¿Cómo te sientes?

- Como nuevo. De verdad, de verdad –rió, ante los ojos entrecerrados de ella llenos de desconfianza– Se me pasó la fiebre, y ya no siento el cuerpo cansado, me vino bien lo de ayer, gracias. Y para que te quedes tranquila, hoy no iré a trabajar, en un rato voy a llamar para avisarlo.

- Me parece bien, realmente necesitabas un descanso parece.

- ¿Qué hora es?

- Las diez de la mañana –Lo vio abrir los ojos, sorprendido– Sí, dormiste mucho, por eso dije que lo necesitabas. Escucha, quédate en la cama un rato más, yo mientras voy a ir a comprar verduras y otras cosas para que no tengas que salir, ayer no encontré mucho en la heladera. Creo que te alimentaste mal y eso también te terminó por enfermar.

- Gracias, por todo –La tomó de la mano, y se la besó– Te dejo eso a ti entonces, pero…yo cocino hoy.

- Está bien, no quisiera que te vuelvas a enfermar por mi culpa.

- Eso nunca. Te prometo algo, yo me portaré bien hoy, pero tú irás a trabajar. Demasiado ya que faltaste a la escuela por mí, cuando ya estoy bien.

- Tenemos un trato.

Lo sellaron con un beso, y Kohaku fue a buscar un papel para anotar todo lo que Stan le dijera que necesitaba. Le pidió prestadas las llaves de su casa, y se fue a comprar. Como ella no pensaba avisar en su casa que no había ido a la escuela, pasó el día acompañando a Stan, aunque ella se dedicó a estudiar mientras él descansaba a su lado. A la tarde fue al trabajo por su cuenta, rechazando el ofrecimiento de Stan de llevarla en la moto. Lo bueno era que ya estaban a viernes, y tendría todo el fin de semana para descansar entero, ya que su jefe anunció que iban a hacer unas pequeñas reformas en el restaurante, y que recién volverían el lunes a trabajar. No recordaba la última vez que había tenido un fin de semana enteramente libre para ella.

Pero se sorprendió mucho cuando salió del trabajo por la noche, y se encontró a Stan esperándola en la puerta, casco en mano.

- ¡Stan! ¿Qué haces aquí? ¿No era que te ibas a quedar en casa todo el día?

- Así lo hice, estuve prácticamente todo el día en la cama, te aseguro que es la primera vez que salgo. Pero quería agradecerte de alguna forma, y por lo menos llevarte de regreso a casa.

- Hmmm, de acuerdo. Ya estás aquí, así que no puedo hacer nada más al respecto. Gracias –se saludaron con un beso, y se puso el casco.

Como siempre el viaje no tomaba más de un par de minutos en moto, pero el estadounidense insistía en que se quedaba más tranquilo de dejarla segura en casa siendo que salía tarde de noche. Cuando llegaron, ambos se sacaron el casco, para hablar con más comodidad.

- Ya me siento perfectamente, fue sólo una fiebre, y soy bastante resistente, así que voy a aprovechar el fin de semana para descansar, pero no me quedaré del todo quieto. Estás invitada a venir, cuando quieras, ya lo sabes.

- El jefe nos dio todo el fin de semana libre por reformas, así que también tendré tiempo para descansar. Incluso creo que seré un poco irresponsable y no estudiaré –se rió con culpabilidad– Así que mañana a la tarde-noche podría pasar por tu casa.

- Te esperaré ansiosamente, habrá que compensar.

Kohaku recibió una muy sugerente mirada, y se ruborizó de solo pensarlo, ese comentario le anticipaba lo insaciable que el rubio era. Se dieron un beso de despedida, y cuando ella se volteó y comenzó a caminar, sintió que la agarraban de la mano y tiraban de ella. Instintivamente se alarmó, pero rápidamente se dio cuenta que era Stan, y se tranquilizó. Bueno, tranquilizó era una forma de decir, porque la mirada de él era muy ardiente.

- ¿Creías que te ibas a despedir sólo con eso? Te dejaré una muestra de lo que te espera mañana.

- ¡¿Eh?! No…espera Stan…estamos en la calle, podrían vernos.

- Está oscuro. Shhh, es un minuto.

Eso último lo susurró junto a su boca, y jaló de ella y la tomó de la cintura para apoyarla contra la moto, mientras la besaba profundamente. No perdió un segundo en acariciarla con su lengua, y mientras tanto la inclinaba para medio-recostarla sobre la moto. Pese a las iniciales protestas de ella, pronto sintió que cedió y que colgó sus brazos alrededor del cuello de él, entrelazando sus dedos en la cabellera rubia y sedosa y tirando un poco, lo cual lo volvió más salvaje. Sin vergüenza alguna, apoyó una de sus grandes manos en el trasero de ella, apretándolo un poco con pasión, haciéndola soltar un pequeño gemido, pero luego deslizó su mano por debajo de la falda, aunque maldijo porque había unas gruesas medias que le impedían tocar directamente la suave piel de Kohaku. Pero el problema fue cuando escucharon una potente voz detrás de ellos, una voz que él no conocía todavía.

- ¡¿KOHAKU?! ¡¿QUÉ DIABLOS HACES?!

Se separaron rápidamente, y la susodicha se levantó de la moto y se volteó, aunque sabía perfectamente de quién era la voz: Kokuyo, su padre. No era una niña ya, y sabía que su padre lo entendía, pero era verdad que estaban haciendo un despliegue de pasión casi indecente a la vista de cualquiera que justo mirara. Eso de casi ser atrapados le había subido la adrenalina a mil, pero tuvieron la muy mala suerte de que no sólo "cualquiera", sino que justo su padre los había visto.

- A la vista de tus vecinos, de cualquiera… ¿qué es ese tipo de comportamiento inadecuado?

Kokuyo trató de contener su ira, porque su hija era mayor de edad, pero esa no era una imagen que quería para sus ojos. Y cuando alcanzó a ver al hombre que la acompañaba, se dio cuenta al instante que no era un joven como ella, debía llevarle más de seis años de diferencia. Y por cómo la estaba tocando desvergonzadamente, toda su ira se dirigió a él.

- Saca tus manos de encima de mi hija, maldito… –Le dijo amenazadoramente, pero se sorprendió un poco al notar cómo los ojos de él se afilaron inmediatamente, era una mirada un tanto peligrosa. ¿Y su hija salía con ese hombre?

- Espera papá, él es Stan… fuimos los dos, no te la agarres con él.

Pero en la mente de Kokuyo, ese joven no tan joven estaba aprovechándose de su apenas mayor de edad hija. Se acercó a ellos para tomar a Kohaku del brazo, pero no contaba con que más rápido de lo que pudiera reaccionar, el hombre había saltado de la moto, y tomó el brazo extendido de él y se lo dobló dolorosamente detrás de su espalda, colocándose detrás.

- ¡NO! ¡ESPERA, STAN, SUÉLTALO! –Gritó Kohaku desesperada– ¡¿Qué demonios?!

Stan lo soltó inmediatamente, y abrió los ojos sorprendido, lo cual le indicó a ella que lo había hecho de puro reflejo. Reflejos de defensa de militar, aunque el ataque no había sido contra él, sino contra ella, y dudosamente podía llamarse un ataque, pero ciertamente Kokuyo no pensaba ser muy amable.

- ¿Qué es todo esto, Kohaku? –Le preguntó Kokuyo, furioso. Él era un hombre muy grande y corpulento, pero se vio inmediatamente reducido por el otro, era inesperadamente fuerte, y técnico– ¿Encima estás saliendo con alguien violento?

- ¡No! Stan no es violento, no suele ser así, no lo prejuzgues. Pero fue militar, y estoy segura que reaccionó por reflejo. ¿No es así, Stan? –Lo miró y le preguntó, buscando su apoyo. Pero no le contestó, aunque lo vio asentir brevemente, sin sacar sus ojos de encima de Kokuyo, todavía alerta.

- No sé qué está pasando últimamente contigo hija, aunque creo que empiezo a entenderlo –Le respondió molesto– No eres la mejor estudiante, pero lo dejo pasar porque veo que te esfuerzas en todo lo que haces. No quieres ir a la universidad y estudiar una carrera seria, sino que te vas a dedicar a entrenar y luchar. Y ahora estás saliendo con un ex-militar que reacciona violentamente cuando nadie lo ataque, a pesar de que lo niegues.

- ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? –Preguntó Kohaku indignada– Ya viste venir hace rato que no soy como Ruri, y que no me interesan ese tipo de estudios, y para que lo sepas, sí voy a entrenar seriamente para hacerlo mi profesión, no es un juego ni estoy perdiendo el tiempo. Y Stan no es así, ya te lo dije, y no tiene nada que ver con lo otro.

- Basta Kohaku, vamos a tener una charla seria tú y yo. Vives en esta casa, pero, aunque seas apenas mayor de edad, no puedes hacer lo que se te antoja, y menos si eso te descarrila.

- ¡No estoy "descarrilada" de NADA! –Se puso furiosa– ¿Así que el problema es que vivo bajo "tu casa, tus reglas"? Bien, te lo soluciono enseguida entonces. ¡ME VOY!

- ¿QUÉ? –Le preguntó Kokuyo, sorprendido.

- ¡QUE ME VOY DE CASA! ¡AHORA MISMO!

Dicho y hecho, en medio de la tormenta de su enojo, Kohaku se volteó y comenzó a caminar rápido, alejándose de la casa. Los dos hombres quedaron boquiabiertos por igual, ninguno se esperaba ese desenlace, aunque sabían que Kohaku era muy temperamental. Kokuyo se enojó tanto del capricho infantil de su hija, que también se dio vuelta y entró a su casa de un portazo, dejando a Stan solo en medio de la calle. Cuando reaccionó finalmente, se subió a la moto y se acercó a Kohaku.

- ¡Maldito! ¿Quién se cree que es, dándome órdenes así?

- Kohaku…

- No quiero verlo… no digo nunca, pero no puedo verlo por varios días, ¡AAAAGGGHH!

- Kohaku… –volvió a llamarla, con cautela.

- ¡¿Qué?! –Le ladró, pero se dio cuenta que él no tenía la culpa– Ah, perdón…no es contigo la cosa. Y disculpas por todo eso. Mi papá es muy exigente, pero no suele comportarse así.

- Kohaku… ¿a dónde estás caminando? –Le preguntó finalmente, y la detuvo sobre sus pasos.

- No sé, no lo pensé –Admitió avergonzada. No tenía nada encima, salvo una muda de ropa en su bolso, y algunas pertenencias– ¡Pero no voy a volver ahora! No quiero verlo por unos días, después veré cómo hago.

- Me imaginaba. ¿Quieres quedarte en mi casa? No tengo problema.

- Oh… mierda, es verdad, no tengo dónde quedarme. Pero tú tienes tu vida, tus cosas, no puedo invadirte, así como si nada.

- No lo haces. Me gusta tenerte cerca, y se viene un fin de semana, no será tan distinto de cuando nos vemos a veces, sólo que ahora tenemos 48hs para estar juntos. ¿Qué dices, vamos a casa?

- Claro, gracias

Tranquilizándose, le dio un abrazo de agradecimiento por no juzgarla, luego se subió a la moto, y partieron.

Buenaaas! Aaay lo que extrañaba escribir este fic! Lo amo, amo esta ship aunque sea sólo un sueño sin fundamentos jaja. Y creo que ustedes también, gracias por todo el apoyo y comentarios de amor!

Si aman mucho a Stan, en todas sus posibilidades, hace poco con unas compañeras armamos un grupo de Facebook al que pueden unirse para disfrutar y compartir contenido de este bombón celestial, y es suuper buena onda y abierto el grupo: "Culto a Stan" se llama JAJA, invitadas/os a unirse.

Link: groups/397544274550410

Hasta el próximo capítuloooooo!