Kohaku descubrió durante el fin de semana que se hospedó en la casa de Stan, un rasgo de él que intuía, pero ahora comprobaba sin duda alguna: Ese hombre era insaciable. Eso, y que su energía física parecía tan ilimitada como la de ella, sino más. Aunque no sabía si era siempre así, o si había sido como un juego que se propuso él mismo al ser la primera vez que pasaban tanto tiempo juntos, y a modo de burla por una preocupación que expresó ella cuando se dio cuenta que se había ido de su casa por varios días sin preparación previa: No tenía ropa limpia de cambio. Llevaba en su mochila la ropa que usó en el restaurante, y la que tenía puesta, pero nada más. Y nunca había dejado ninguna prenda de ella en la casa de Stan, no se había tomado ese atrevimiento cuando no era que salían formalmente, aunque estuvieran yendo en esa dirección. Por lo que cuando ella dijo con cierta vergüenza que iba a estar prácticamente con la misma ropa durante mínimo dos o tres días seguidos (o lo que durara el enojo con su padre), la respuesta de Stan fue "yo puedo ayudarte a que no tengas que usar mucho la ropa, preciosa", con una sugerente mirada. Y si algo era Stan, era un hombre de palabra.

El primer "asalto", para demostrarle que iba en serio y no era una mera broma, fue en el ascensor. Desde que habían entrado al edificio, Stan apoyó una mano en la cintura de ella, casualmente, pero en cuanto entraron al ascensor, que era moderno y abría y cerraba automáticamente, usó esa mano para atraerla y apoyarla contra él, de una forma que era más que evidente que no era una acción cariñosa, pero sin decir ni hacer nada más. Cuando llegaron al séptimo piso, pero un segundo antes que las puertas se abrieran, Stan apretó el botón de detenerlo, con lo cual quedaron "encerrados"

- ¿Qué haces? –preguntó Kohaku, mirándolo sorprendida.

- Te doy la bienvenida a tu nuevo hogar temporal –se inclinó hasta susurrarle junto al oído, y sonrió al sentirla estremecerse.

- En realidad no sería exactamente así…porque ya entramos al edificio, pero todavía no estamos en tu "hogar".

- Tienes un punto ahí –rió suavemente, mientras le besaba el cuello– Entonces digamos que te estoy preparando para darte la bienvenida a tu hogar temporal. ¿Satisfecha?

- ¡Ja! ¿Tratando de arreglarlo? Nop, no funcionará, ya te equivocaste y lo arruinaste –bromeó, sacándole la lengua, intentando ignorar las provocadoras atenciones que no quería admitir que le encantaban.

- Bueno, me encargaré de compensar mi grave error, y de que quedes…satisfecha –Movió la mano que tenía apoyada en la cintura de ella, hacia abajo, rozándola íntimamente.

- Oh…Espera, espera…pero no puedes trabar el ascensor, se darán cuenta los vecinos… y el encargado del edificio podría venir a ver qué pasa, ¡y sería muy vergonzoso si nos encuentra así!

- Más razón para que seamos rápidos, ¿no te parece, preciosa?

Kohaku entendió que no tenía escapatoria de ese apasionado momento, era inútil resistirse…y, a decir verdad, tampoco quería hacerlo. El breve momento que habían compartido en la moto, justo antes de que su padre los descubriera, la había dejado totalmente encendida y con ganas de más, y este era otro lugar en el cual no podía evitar sentir la adrenalina de ser atrapados. Parte de su mente seguía preocupada en qué sucedía si alguien los descubría, pero Stan se estaba encargando rápidamente de que se concentre solo en el presente. Así que colgó sus brazos en el cuello de él, y le dio rienda suelta a sus impulsos hormonales, que ese extremadamente hermoso y sexy hombre desataba con demasiada facilidad. Aunque solo pensaba que iban a ser salvajes besos y roces, se sorprendió cuando a los pocos minutos vio que él metía la mano en el bolsillo de su campera de cuero, y sacaba un condón.

- ¡¿EH?! No… Stan, espera… ¿de verdad? ¡No podemos aquí! –No estaba segura de eso, sería demasiado difícil de disimular si alguien llegaba a interrumpirlos.

- Dije que iba a satisfacerte, y no suenas muy convencida de querer que me detenga –le dijo con una sonrisa pícara, mientras se abría el pantalón.

Como no siguió rechazándolo con decisión, Stan siguió adelante.

- Agárrate de mí, preciosa, esto será rápido para ambos.

Para cuando terminaron el breve, pero muy apasionado encuentro, Kohaku había quedado poco más que derretida en los brazos de él, y si no hubiera sido porque estaba apoyada contra la pared del ascensor y Stan la sostenía en el aire, se habría deshecho como una masa líquida, una que tenía una muy estúpida sonrisa de satisfacción e incredulidad en el rostro de todas formas. Con esa "bienvenida", ella entendió rápidamente que Stan iba muy en serio con cumplir sus palabras, y todas sus expectativas, repetidas veces. No iba a quejarse, sinceramente.

Mientras cenaban, una idea que venía pensando hace varios días volvió a la mente de Kohaku. Ya había conocido muchas facetas de Stan, las buenas y las malas, y seguía determinada a buscar entenderlo a fondo, en especial para ayudarlo a superar algunos de sus problemas. Creía que "ponerse en la piel" de él podría ayudar, aun si eso significaba aprender algunas habilidades nuevas. Lo había visto en su trabajo, el de instructor de tiro y el de modelo, había volado un avión con él (aunque eso más bien había sido una sorpresa para ella), luchó brevemente cuerpo a cuerpo, y sabía el motivo de su hábito compulsivo de fumar, aunque este había reducido considerablemente. Pero le faltaba una pieza importante al rompecabezas todavía.

- Stan, quiero que me ayudes con algo, y pensé que podríamos aprovechar este fin de semana para eso.

- Claro, dime con qué.

- Quiero que me enseñes a disparar.

Percibió cómo él se tensó inmediatamente, y la escudriñó en silencio. Kohaku tragó duro, ansiosa, pero le sostuvo la mirada, mostrándose decidida.

- ¿Y por qué querrías hacer algo como eso?

- Porque tengo intriga –se encogió de hombros restándole importancia– Me llamó la atención desde que te vi un día en tu trabajo… toda esa concentración, ese control, esa precisión de dar en el blanco a una distancia considerable, suena interesante.

- Preferiría que no tengas nada que ver con eso, si te soy sincero.

- ¿Por qué? –Frunció el ceño, no se esperaba esa respuesta– No pienso tener un arma propia o dispararle a nadie, es sólo por curiosidad. Y en todo caso, es hasta más seguro que sepa algunas cosas básicas de eso, ¿no crees? "El conocimiento es poder", tú mismo me lo dijiste.

- Esa frase no es mía en realidad, es de Xeno –sonrió al pensar en su amigo– pero tiene razón. No estoy muy de acuerdo, pero tienes un buen punto ahí, y más si estás saliendo con alguien que maneja armas cotidianamente. Desde el punto de vista de la seguridad, no estaría de más.

- ¿Es un sí entonces?

- Sólo si me prometes que nunca usarás un arma en la vida real, salvo una situación demasiado extrema en la que no tengas otra opción.

- Te lo prometo.

- Bien, ahora dime la verdad, ¿por qué quieres hacerlo? – Preguntó con una sonrisa, apoyándose en el respaldo de la silla.

- … – ¿Acaso nada pasaba desapercibido para él? – Porque quiero saber cómo se siente apuntarle a algo, para entenderte un poco más y acompañarte en las cosas que son importantes para ti.

Stan la miró fijo, abriendo los ojos con ligera sorpresa, pero luego amplió su sonrisa y extendió una mano, para tomar la que Kohaku tenía libre.

- Tú eres importante para mí.

- Adulador –sonrió, sonrojada.

- No, lo digo de verdad. Tú y Xeno son las únicas personas importantes que tengo en mi vida, cada uno a su manera. Así que me cuesta decirles que no, tienen esa ventaja a su favor.

- Somos dos, no sé cómo lo haces, pero es difícil decirte que no a ti también.

- Tomaré nota –su sonrisa se volvió maliciosa– ¿Qué dices a terminar el día demostrándote cuánto me importas de una forma más...palpable?

- Es difícil decirte que no, tomaste nota rápido.

Stan era una delicia para todos los sentidos. El de la vista era indiscutible, pero todos la ponían en un estado de excitación muy alto, sentía vergüenza de sí misma de lo libidinosa que se había vuelto, o, mejor dicho, que él la había vuelto. El sonido de sus besos y sus jadeos, el aroma natural a hombre que emanaba de su cuerpo, el sabor de su piel y el de su boca, el tacto de su piel suave y cálida, por encima de esos músculos tan firmes y perfectamente definidos. Pero no todo era físico, había algo indiscutible ya en el cariñoso trato que él tenía para con ella, en la forma que esos preciosos ojos azules brillaban cuando la miraban y en la contención de sus abrazos. No se cansaría nunca de eso, era como un hermoso sueño del cual nunca quería despertar.

Aunque claro, cuando despertó por la mañana, como no podía ser de otra manera, lo hizo bajo la lluvia de besos y tentadoras caricias a la cual Stan la sometía sin piedad, no podía quejarse de levantarse con una enorme sonrisa en el rostro, así sí daba gusto empezar el día, y ella se encargó de retribuírselas de igual forma, ese hombre se lo merecía con creces. Kohaku presentía que ese iba a ser el fin de semana más lujurioso de su vida hasta la fecha, y que, si no hubieran quedado en ir esa tarde a un predio que él tenía acceso para practicar tiro al aire libre, no saldrían ni a ver la luz del sol. Más allá del chiste de que no iba a necesitar estar vestida mucho rato, cuando finalmente se levantaron, Stan le prestó una camisa suya, que terminó usando como un vestido corto de lo grande que le quedaba, y era una vista de lo más sexy que casi hizo al rubio arrepentirse de su gesto.

Pasaron la mañana haciendo cosas por separado, iban a pasar demasiado tiempo juntos las próximas 48hs. Kohaku no tenía nada suyo para entretenerse, ni estudiar ni nada, así que se dedicó a procrastinar con su teléfono y contarle las novedades a Kirisame, su mejor amiga. La chica era mucho más serena y controlada que ella, por lo que la aconsejó con respecto a la situación con su padre, y eso redujo considerablemente su enojo, tanto como para considerar tener una buena charla el lunes después de la escuela, y hacer las paces. Su amiga le hizo entender que como no hablaba mucho con Kokuyo, era muy posible que él no entendiera nada y sacara sus propias conclusiones, y a eso se le sumaba sus preocupaciones como padre. Y eso sumado a que Kohaku jamás le había presentado un novio ni parecía interesada en salir con chicos, y tampoco se había enterado de la existencia de Senku antes, por lo que era una gran sorpresa para él de pronto verla de esa forma atrevida con un hombre claramente adulto. Pero seguramente su padre aflojaría y la comprendería si ella se acercaba a él, era protector porque naturalmente quería lo mejor para sus hijas, pero había demostrado confiar en ella y respetar siempre sus decisiones, al menos mientras fuera "por el buen camino".

Decidió seguir pensando en eso mientras se ocupaba de cocinar, ya que no tenía otra cosa que hacer. Bueno, "cocinar"… sólo estaba cortando verduras, porque lo demás dejaba tanto que desear todavía que Stan tuvo mucho tacto para decirle que él se encargaba del resto, pero que ella podía mirar y ayudarlo. Volviendo a sus pensamientos, el problema era que no podía presentar a Stan como su novio todavía, porque no lo era, con lo cual iba a seguir quedando como el hombre adulto que quería aprovecharse de la "inocencia" de su joven hija. No ayudaba para nada el hecho de que él fuera una chimenea andante también, y toda la mochila de traumas peligrosos que acarreaba, aunque eso a ella no le preocupaba, sabía que nunca la iba a lastimar. Lo peor, era que lo que realmente más había perdido Kohaku desde que salía con Stan, era la inocencia. Eso la hizo soltar una risita pícara, porque sentía que estaban como conejos en celo, aunque sospechó que siempre era así con las nuevas parejas, algo similar le había pasado con Senku, aunque claro que él no tenía ni por asomo tanta pasión y energía como para comparar.

Su risa juguetona al parecer fue más sonora de lo que pensó, porque de pronto sintió la presencia de Stan detrás, apoyando sus manos en la mesada de la cocina, una a cada lado de ella.

- ¿Puedo saber el motivo de ese adorable sonido?

- Sí que tienes el oído fino.

- Entre tanto silencio, más bien se destacó bastante por sí solo. ¿En qué pensabas?

- Hmm, es un secreto –respondió juguetona, sonriendo.

- ¿Oh? ¿Un secreto que voy a tener que sonsacarte? –la rodeó con sus brazos por la cintura.

- Eso depende de los métodos de "tortura" con los que cuentes.

- Puedo hacer que cantes como un pajarito, lo sabes.

- Sí, lo sé –se sonrojó con los recientes recuerdos de sus actividades– O podrías quedarte con la intriga.

- Hmmm…no, disfruto más de hacerte cantar. Y voy a admitir que prestarte mi camisa no viene ayudando a que considere otras opciones.

Mientras Kohaku seguía cortando las verduras, Stan comenzó a recorrer con sus manos los costados de la silueta de ella, desde sus hombros, bajando hasta sus muslos, y volviendo a subir, lo cual la hizo suspirar.

- Es muy mala idea, quiero que lo sepas. Tengo un cuchillo en la mano, y a no quiero volver a arruinar el fin de semana si me lastimo, de verdad que no.

- Entonces suelta el cuchillo, preciosa –Le mordisqueó el cuello, haciéndola estremecerse, sólo para darle luego un húmedo beso ahí.

- Pero tenemos que cocinar, o se nos hará tarde para ir luego al campo de tiro. Además, ya lo hicimos hace unas horas, ¿qué tan insaciable eres, en serio?

- Es culpa tuya, por ser tan hermosa. Y suenas muy poco convencida de que te deje en paz, no puedo tomarte en serio.

- No se siente precisamente mal, y lo sabes y te aprovechas de eso.

- ¿Entonces coincidimos en que no soy el único insaciable aquí? –Le dijo mientras le levantaba la camisa, y jadeó de sorpresa al notar algo– No llevas bragas… ¿puedes explicarme eso?

- Ah… –Se puso roja como un tomate. No lo había pensado siquiera, simplemente se había puesto la camisa encima, y era cómodo– No fue adrede.

- Pero aquí estamos… bueno, bueno, ya que quieres seguir cocinando, hazlo. Pero yo nos entretendré un poco, si no te molesta.

Mientras Kohaku trataba de reunir toda su concentración en seguir preparando la comida, decidida a no ceder y ver cuánto aguantaba, Stan siguió con sus provocadoras caricias. No podía verlo, pero sintió que se alejó de la espalda de ella, aunque sus manos no se separaron de sus caderas. Aunque la intriga no duró mucho, porque de pronto sintió los labios y dientes de él…en su trasero. Dio un salto en el lugar, sorprendida, y no sabía si estaba más roja ella, o el tomate que estaba cortando. Seguro que Stan no perdía el tiempo, pero el muy maldito se lo estaba poniendo difícil, ese "juego" no iba a durar mucho, si seguía así. Cortaba cada vez más lento, con todo el cuidado que podía para evitar cortarse y desatar otra tragedia. Podía manejarlo, todavía, así que cuadró sus hombros y siguió tercamente con lo suyo, aunque cada vez era más difícil controlarse y no estremecerse de gusto.

Kohaku consideraba que Stan era secretamente muy orgulloso, además de un diablillo, y no le gustaba perder, así que sabía que él iba a hacer lo posible por hacerla "rendirse". Aun así, no le alcanzó su preparación mental cuando él fue a por todo y le dedicó sus atenciones a la parte más sensible de su cuerpo. No pudo evitar soltar un gemido gutural, y se apoyó en la mesa con las dos manos, olvidándose por completo del cuchillo.

- Oh… ¿ya gané? –Dijo Stan con una sonrisa maliciosa, al no escuchar más los sonidos de corte.

- Eso fue trampa, maldito… –Lo insultó mentalmente, y a ella por haber cedido tan fácil.

- Lo lamento, pero era demasiado tentador, y quería demostrarte que la resistencia iba a ser inútil.

- Ya… continúa con lo que empezaste entonces, vas a tener que ayudarme después para compensar la demora, te lo aviso.

- Ningún problema, será un placer, preciosa.

Así como estaban, con Stan arrodillado frente a Kohaku, la giró para ponerla de frente a él, y se dedicó de lleno a continuar su tarea. No recordaba la última vez que hacía cosas como estas en lugares "poco convencionales", y tampoco le interesaba hacerlo, porque Kohaku era especial y única para él, no había ninguna otra en su cabeza ya, sólo le interesaba el aquí y ahora, su filosofía de vida. Disfrutaba completamente de complacerla, era su misión en la vida desde que la había conocido, al menos una voluntaria que no dependía de las obligaciones sociales, pero también adoraba que ella no fuera "cómoda", sino que siempre quisiera retribuirle sus atenciones por voluntad propia. No dudaba que ella misma podía iniciar el juego de seducción, pero Stan disfrutaba demasiado de "cazarla", y no le daba la oportunidad generalmente.

Después de que ambos quedaran ya totalmente encendidos por su juego previo, Kohaku se dejó alzar por él, que la apoyó en la mesada de la cocina, aunque a un costado de donde estaba cocinando antes, lo cual fue mucho más acertado y prudente. "Siempre preparado, ¿acaso ya estaba pensando en algo como esto?", pensó ella con una sonrisa incrédula, cuando lo vio sacar el paquetito del bolsillo de su pantaló lo menos Stan no se dejaba llevar enteramente por sus impulsos, y siempre pensaba en cuidarlos primero, pero de todas formas era demasiado, a menos que de verdad ya contaba con que sucedería algo como eso. Se sentía muy atrevida, estaba con su trasero desnudo encima de la fría encimera, donde cocinaba minutos antes, pero a la vez era muy excitante. Así que se colocó bien en el borde el mueble, y abrazó la cintura de él con sus piernas para atraerlo, sabía que Stan disfrutaba de su entusiasmo, y siempre se aseguraba que ella quisiera hacerlo también, esperaba su consentimiento con alguna acción o palabra, y Kohaku adoraba ese gesto delicado de él.

La ventaja de llevar puesta una camisa era que podían desabotonarla y explorarse mutuamente con besos y caricias sin quedar del todo desnudos, era la combinación perfecta entre las ganas de sentir el calor de sus cuerpos, pero con esa idea de impaciencia salvaje que era también satisfactoria, para variar. Stan pensaba en que lo casi peligrosamente adictivo que era estar así con ella, aunque se consolaba pensando que al menos prefería este tipo de adicción al de los cigarrillos, y ambos tenían un efecto relajante similar al acabar. Pero en lo que no tenían punto de comparación, era que esto le llenaba también el corazón, le daba auténtica felicidad, y quizás por eso era más bello, y más peligroso. Y ese maravilloso momento post-clímax junto a ella, en el que sólo se quedaban abrazados en silencio, absorbiendo los ecos de placer y felicidad, sincronizando sus respiraciones hasta volver a la calma, y volviendo juntos a la consciencia, era una de las cosas que más atesoraba en la vida. Su corazón brotaba de am… no… todavía no podía decirlo.

Unas horas más tarde, fueron en moto hasta el campo de tiro al aire libre en el que Stan obtuvo la autorización para practicar. Había llevado dos pistolas tipo Glock 19, que eran semiautomáticas y las que eran bastante comunes para funciones militares y policiales, y también había llevado dos pares de audífonos, el resto ya era parte de las facilidades del lugar. No estaban solos, lo cual era de esperar porque era un lindo día, y ese campo lo usaban tanto aprendices como practicantes avanzados. Pero como tampoco había nadie conocido, simplemente los saludaron cordialmente con la cabeza y siguieron con lo suyo.

Para comenzar, Stan le explicó con mucho detalle y profesionalidad todo lo que tenía que tener en cuenta antes de tomar un arma y disparar. Normas de seguridad, cuidados, "reglas", todas las partes y funcionamiento del arma, y por supuesto, la técnica misma. Se había tomado muy en serio el interés de Kohaku, y si ella estaba dispuesta a aprender aunque sea un poco él iba a asegurarse de que lo hiciera lo mejor posible, por lo cual pasó una buena media hora y más hasta explicarle todo.

- Empecemos con la práctica entonces. Lo primero que tienes que asegurar es una buena postura. No tiene mucha vuelta, solamente que sea lo más natural y equilibrada posible, y cuando empuñes el arma y estés lista para disparar, vas a estirar completamente los brazos, trabándolos al momento de efectuar el tiro. Vas a tener que tener cuidado y lleva tiempo acostumbrarse al retroceso del arma, muchos se tensan o se asustan, pero trata de mantenerte lo más serena posible, ya sabes lo que va a pasar.

- Entiendo. Bueno, no lo sabré hasta que no lo intente, pero me concentraré y sólo pensaré en mantener mi tonicidad muscular, ¿no?

- Exacto, Firme y segura, pero tampoco tensa, eso sería lo ideal. En cuanto a la empuñadura, la mano debe cubrir todo lo que pueda el armazón de la pistola, de ambos lados. Coloca la curva de tu mano derecha, la que se forma entre el pulgar y el índice, justo rodeando la parte cóncava del arma. El índice alinéalo con la corredera y los otros tres dedos van a ir juntos, justo por debajo del guardamonte, lo más arriba que puedas, y deja el pulgar hacia arriba. Tu otra mano, la de apoyo, va a cubrir todo el otro costado de la pistola, pero en este caso colocarás tus cuatro dedos por debajo del guardamonte, y el pulgar va a quedar alineado con la corredera. Eso te dará una empuñadura firme y estable, que mejorará considerablemente la precisión ¿Entendiste?

- Sí, creo –lo imitó mientras lo veía haciéndolo otra vez, a la par de ella– ¿Así?

- Muy bien, bastante bien para la primera vez. Ahora, en cuanto a la "mira", las pistolas tienen dos de lo que llamamos "órganos de la puntería", que son el alza…esas dos "paredes" justo encima del armazón, y el guión, que es esa parte que tiene el punto blanco, justo en el extremo de la corredera. La parte superior del alza tiene que coincidir con la del guión, formando una línea imaginaria horizontal, así como luego mentalmente se va a formar una cruz con un eje vertical. Si esas condiciones se dan, eso te ayudará a la puntería.

- A ver… –Siguió las indicaciones, hasta que logró hacerlo coincidir– ¡Sí, lo veo!

- Excelente. Ahora trata de apuntar al centro de nuestro objetivo, el blanco, y que coincida con esta alineación que te dije. Avísame cuando lo hagas.

- Hmmmm…. Listo.

- Ahora viene lo que se llama el enfoque, que es la forma en la que nuestra vista va a visualizar la alineación de los órganos de puntería. La relación entre el alza, el guión, y el blanco. Pero los tres están a distancias distintas desde nuestros ojos, así que vas a enfocar tu mirada para ver con claridad el guión, mientras que el alza y el blanco se verán más borrosos.

- Ya… –Kohaku comenzaba a sentir la emoción del logro, estaba resultando bastante interesante aprender eso, sorprendentemente.

- Lo último que hay que controlar antes del disparo, es la respiración. Procura inspirar profundamente, y concentrarte para estabilizarte y así mantener la puntería. Y listo, ahí es cuando se jala el gatillo. Aunque para que dé en el blanco requiere práctica, mucha práctica. ¿Quieres probar?

- ¡Sí! –Si tuviera un rabo como el de un animal, en ese momento lo estaría agitando de puro entusiasmo, estaba segura.

- Bueno, pero recuerda que cuando estés lista para jalar el gatillo, mantente quieta, no dudes…y deja que el disparo "te sorprenda", es decir, no te anticipes ni te pongas ansiosa. Piensa que cuando sientas el retroceso, ya la bala salió e impactó en tu objetivo. Pero si te mueves antes… eso afectará gravemente la puntería. Todo tuyo, concéntrate.

- ¡Sí, señor! –se puso seria, pero no pudo aguantar la broma ella misma y sonrió.

Pero Stan se había dedicado tanto a explicarle bien, que borró la sonrisa y se concentró de verdad. Siguió todos los pasos… tratando de no pensar en el famoso retroceso, no tenía idea cómo se sentiría. No servía de nada seguir mirando el blanco, más que para ponerse ansiosa, así que respiró hondo, contuvo la respiración para apuntar… y disparó. No pudo evitar sobresaltarse cuando oyó el disparo aun por encima de los protectores en los oídos, y el llamativo movimiento hacia arriba de su mano cuando la bala salió del arma. Todo eso hizo que los próximos segundos el corazón le martillara con mucha fuerza contra el pecho, la sangre le bullía de algo parecido a una mezcla de emoción y ansiedad, aunque pensaba que era por ser la primera vez en disparar un arma. Miró al blanco, buscando el agujero. Tampoco esperaba acertar a la primera, había acertado en el margen derecho, pero sorprendentemente alineado con el centro.

- Nada mal, preciosa, nada mal. Es muy bueno que por lo menos hayas mantenido el centro, eso quiere decir que tu postura y estabilidad estaban bastante bien. Me hubiera sorprendido mucho si tenías mejor puntería que esa, dado que fue el primero. Te permitiré usar dos cargadores llenos más.

Stan le mostró con su propia arma cómo lo hacía, y obviamente acertó de forma tan perfecta en el centro del blanco, que se confundió el agujero con el color negro del dibujo, dejando a Kohaku boquiabierta, aunque en cierta forma se lo esperaba. Con renovado entusiasmo, siguió con sus dos rondas completas de disparos, y aunque ninguno asomó en el círculo más cercano al centro, al menos fueron mejorando progresivamente, y se sintió muy orgullosa de ella misma. Quizás sería la primera y última vez que hacía eso, pero le sorprendió lo mucho que lo disfrutó, había algo muy satisfactorio en "dar en el blanco", de la forma que fuere.

Volvieron en la moto, y Kohaku siguió reflexionando durante el viaje. ¿Stan seguiría sintiendo esa adrenalina al disparar? ¿O qué sentía él? Sin embargo, lo que más le intrigaba y preocupaba, era que él había apuntado y disparado no sólo a blancos inmóviles de cartón, sino a personas de carne y hueso. Había quitado vidas, había visto con sus propios ojos cómo sucedía eso, aunque fuese por "deber" hacia su país. Mancharse las manos con sangre, tener esa responsabilidad y esa culpa… ¿cómo se habría sentido en ese momento? Y después, cuando el peso de la realidad caía frente a él. No le extrañaba que tuviera tantos traumas, sinceramente, debía ser algo muy duro vivir con eso el resto de su vida, por no decir los amigos y colegas que había perdido de la misma forma, incluso su familia. ¿Cómo podía sostener un arma, y seguir disparando? Tal vez por eso ahora lo hacía con blancos falsos, era la única forma en que podría soportarlo. Eso pensaba Kohaku, aunque se lo guardó para ella, no se atrevió a preguntarle.

Ya por la noche, cuando estaban por irse a cenar, Kohaku seguía rumiando algunas de esas ideas, y se fue al balcón a tomar un poco de aire y despejarse. Se apoyó en la baranda, y se dio cuenta que, en algún punto, todas esas reflexiones le habían removido algo en su interior, y algo la llevó a pensar en su familia, en su padre. La vida podía ser tan frágil, tan efímera de pronto, no valía la pena pelearse por tonterías. Se sentía una chiquilla por cómo había reaccionado, y en particular porque ella sí tenía la suerte, comparado con Stan, de tener a su familia cerca, al menos a su padre y su hermana, y sabía lo que era perder a alguien querido.

- ¿Estás bien? –Stan la sorprendió, aunque lo dijo en un tono suave para no asustarla.

- Sí…creo. Estaba pensando un poco. El lunes voy a hablar con mi padre, lo decidí…voy a volver a casa, no voy a agrandar esto.

- Me parece bien –La abrazó por detrás, y cuando Kohaku giró su cabeza para mirarlo, le dio un beso en la frente– Aunque voy a extrañarte. Me gustó tenerte acá.

- A mí también. Pero admito que fue raro, tan repentino… y sin embargo no se sintió forzado ni incómodo, no sé cómo explicarlo.

- No tienes que hacerlo. Te entiendo perfectamente. ¿Necesitas cambiar de aire?

- Sí, por eso vine aquí, a despejarme y pensar en otras cosas también. Pero ya estoy b…

No terminó de decir eso, cuando Stan la besó. Quizás fue la emoción del día, y todos esos pensamientos angustiantes, pero era como si necesitara sacárselos de la cabeza, y esa parecía ser la intención de él, cuando no tardó en profundizar y volver mucho más apasionados esos besos. Estaba un poco desanimada, pero el fuego que empezaba a sentir en su interior fue la chispa que necesitaba para renovar sus energías.

- Vamos al cuarto –Le susurró Kohaku, aunque sonó más como un ruego.

- ¿Por qué? Podemos quedarnos acá un rato más, está linda la noche.

- No para lo que tengo en mente –En un impulso de pasión, le mordió el labio inferior, y se deleitó con escuchar su jadeo de sorpresa.

- ¿Oh? Ya veo… Pero sigo pensando que podemos hacer eso que tienes en mente…aquí –le dijo juguetonamente.

- ¿Eh? No... hay vecinos, estamos a la vista de cualquiera que mire hacia aquí.

- ¿Y? No te preocupó mucho ayer en el medio de la calle, aquí hay muchas menos chances de que alguien se moleste en mirar. Y si quieren, que miren y disfruten de la vista. Tendrán un buen show.

- ¡¿Qué?! ¡No quiero que tus vecinos me vean desnuda! ¡Estás loco! –Rió nerviosa

- Podemos disimular, sería hasta divertido, ¿no crees? Hacer de cuenta que no pasa nada, vestidos y todo, como una pareja que se abraza contemplando el cielo… mientras que pasan cosas mucho más calientes.

- Oh… –No lo había considerado. Seguía pensando que era algo muy osado e indecente, pero por otro lado… quizás no estaría mal– Te das cuenta lo mucho que me estás pervirtiendo, ¿cierto? Hacerme desear cosas así, por dios…

- ¿O sea que quieres? Nunca me desilusionas, preciosa. Pero si no queremos levantar la perdiz, tendremos que movernos lo menos posible. Así que quédate así, de espaldas… tú solo finge que estás admirando la bella luna de hoy, yo me encargo del resto. Dame un minuto, ya vuelvo.

Oh por dios…de sólo pensarlo, se le pusieron todos los pelos de punta a Kohaku, de pura expectativa. Su debilidad siempre había sido sentirlo detrás de ella, era como si se le activara su instinto animal, por lo cual tenía que contenerse de no darse vuelta y saltarle encima, o su actuación se iría al demonio. Dudaba cuánto podría excitarse de esa forma realmente, no era como si pudieran tocarse mucho mutuamente, a lo sumo unos besos. Pero no debía subestimar nunca a Stan, que en cuanto volvió se pegó a su espalda, moviéndose muy lenta y provocadoramente contra ella, y unos minutos después, con mucha sutileza y movimientos mínimos, comenzaba a hacer magia con sus dedos, como siempre, y lo mejor era que nadie podía ver lo que estaba haciendo.

Como tenía puesta una falda corta, realmente se disimulaba perfectamente lo que estaban haciendo, en especial ella que era la que estaba adelante frente a la baranda del balcón. Kohaku se movió lo estrictamente necesario para que sea más cómodo para ambos, y tratando de controlar las expresiones de su rostro, y disimulando sus gemidos. Y luego, cuando finalmente lo sintió dentro de ella, tuvo que apretar la mandíbula con fuerza y aferrarse a la baranda, pero escuchó a Stan reírse suavemente, claramente disfrutando de ese atrevido juego de hacerse los inocentes. Se movía tan lento, profundo, y a un ritmo enloquecedoramente cadencioso, que Kohaku dudó seriamente de poder seguir con la fachada, tenía todo el impulso para darse vuelta y mandar al demonio a los vecinos y la decencia. Pero Stan pareció darse cuenta de eso, y la abrazó por la cintura, susurrando un "shhhh" en su oído, que por poco la hace ronronear como una gatita. Definitivamente, ese hombre la volvería loca.

Horas más tarde, en el medio de la noche, Kohaku se despertó. Al principio no supo bien qué había sido lo que había interrumpido su sueño, cuando se dio cuenta que unos sonidos angustiantes provenían de su lado, de Stan. No se entendía bien lo que decía, murmuraba con la boca apenas abierta, pero la rubia alcanzó a escuchar "no" repetidas veces, casi como un gemido doloroso. ¿Estaba teniendo una pesadilla? Nunca lo había escuchado antes así, aunque no sabía si las solía tener cuando estaba solo. No sabía qué hacer, pero creía que lo mejor sería despertarlo, si era una pesadilla no debía de ser nada agradable lo que pasaba por sus ojos. Con cuidado, apoyó la mano en el torso desnudo de él, y notó que su corazón latía muy rápido y fuerte. Lo sacudió ligeramente, pero no se despertó.

- Stan… ¿Stan? –Apoyó su mano en la mejilla de él, y le acarició el pelo. No sabía qué hacer para despertarlo de una vez, pero evitar que se asuste.

Se animó a moverlo un poco más fuerte, y notó que él frunció el ceño y se movió, así que siguió insistiendo. Finalmente, Stan abrió los ojos, pero era una mirada desorbitada, fuera de sí. A pesar de la oscuridad, Kohaku vio que los ojos de él registraban la habitación, y se terminaron enfocando en ella.

- ¿Kohaku? –Preguntó, asustado.

- Sí, soy yo…parece que estabas sufriendo una pesadilla. Ya está, ya pasó. ¿Estás…?

Pero Stan la abrazó, fuerte, demasiado fuerte, enroscando sus brazos y piernas alrededor de ella, parecía desesperado.

- Stan... me estás apretando… me lastimas –Trató de zafarse, pero los miembros de él eran tenazas alrededor de ella– ¡Stan! ¿Qué pasa? Suéltame, por favor…

- No estabas… ya no estabas…

- ¿A dónde… no estaba? –Maldición, de verdad le estaba doliendo, la estaba sofocando como una anaconda, se volvería peligrosa la situación si seguía así.

- Me dejaste. Me miraste con odio, y te fuiste…tú…

- Stan…estoy aquí, mírame, fue sólo un sueño. Tranquilízate, me estás apretando demasiado… –no parecía oírla– lo digo en serio, ¡DUELE!

Le gritó en el oído, y Stan jadeó y se quedó quieto. Y la miró, entre la oscuridad buscó sus ojos.

- Sí… estás aquí, todavía. Gracias. Gracias.

Kohaku sintió que aflojó su agarre, y pudo respirar otra vez. Pero justo cuando bajó la guardia, Stan se giró para ponerse encima de ella, aplastándola con su peso.

- ¡¿Qué haces?! –Empujó el pecho de él, trató de alejarlo, aunque no sirvió de nada, era muchísimo más fuerte y pesado que ella.

No la tenía restringida como antes, pero tampoco podía hacer mucho ahora. Encima la sofocaba el calor, el cuerpo de él estaba demasiado caliente, lo cual no ayudaba. Pero las alarmas de Kohaku se prendieron cuando sintió que Stan estaba… ¿excitado? No sabía si era consciente, o cómo demonios pudo pasar del susto y el shock a eso, pero no había duda alguna. Una ola de miedo la invadió, de sólo pensar lo que pretendía hacer. Pero lo que más la asustaba es que no era él mismo en ese momento.

- ¡No! ¡Stan! ¡Quítate de encima! –No la escuchaba, sus palabras no hacían efecto, y su garganta se estaba cerrando de miedo y angustia.

Así no, no quería hacerlo de esa forma…eso no era consentido, eso iba a ser una violación, no importaba si se querían. Le pidió disculpas mentalmente por lo que iba a hacer, pero no había otra forma de detenerlo sino. Extendió su mano, y le dio una bofetada con todas sus fuerzas, literalmente sacudiéndole la cabeza. Había considerado un puñetazo, pero tampoco quería lastimarlo mucho, sólo lo necesario para que "despierte". Y funcionó, gracias al cielo.

Stan se quedó quieto una vez más, con los ojos enormemente abiertos y sorprendidos. Kohaku le empujó el pecho para sacárselo de encima, no iba a confiarse como antes, pero él cedió con facilidad, y se tocó la mejilla, que le ardía.

- ¿Qué…hice? –Susurró, horrorizado

- No llegaste a hacer nada, pero… no sé qué te pasó. Tuviste una pesadilla, que tuvo que ver conmigo, algo de que te dejé. Y casi… –le costaba decirlo, así que le señaló su entrepierna.

- No… –Finalmente volvió enteramente a su consciencia, y notó su propia y retorcida excitación– Te pude haber…

- Te detuve a tiempo, no pienses más en eso, sé que no eras tú mismo… –Confiando en que había vuelto en sí, se volvió a acercar, y extendió una mano hacia él.

Pero Stan esquivó su toque, con una expresión muy angustiada en el rostro. No… ¿cómo podía confiar en él después de algo así? Aunque tenía que agradecerle por detenerlo a tiempo, la realidad era que estuvo a punto de hacerle algo horrible, imperdonable. Se sentía…sucio. Se levantó de la cama, con el cuidado de no acercarse a ella.

- ¿A dónde vas? ¿Podemos…?

- Me voy a bañar, pero no me esperes. Dormiré en el sofá, quédate tranquila.

- ¿Por qué? Estoy tranquila, al menos ahora que ya pasó. Sé que no lo hiciste adrede…o consciente, como sea. Por favor, espera, hablemos si quieres, pero…

- Kohaku –Su tono de voz era sereno, pero terminante– No. Necesito estar solo. Quédate aquí, descansa.

Sin esperar su respuesta, agarró la ropa de dormir que tenía cerca, y se fue del cuarto, dejándola sola.

Kohaku se quedó sin saber qué hacer. Verlo así le dolió, debía sentirse horrible consigo mismo, y con razón en parte, pero al mismo tiempo no podía culparlo del todo, porque se había detenido, las dos veces. No tenía idea de qué había pasado por su cabeza en ese momento, pero fue suficiente para desconectarlo de la realidad, porque él jamás haría algo así con ella, estaba segura, confiaba en él. Dormir iba a ser difícil, quedándose con la duda de qué estaría pensando Stan, o cómo se sentía…pero tenía que respetar su decisión, y si quería estar solo, por "protegerla" de él, no iba a hacer oídos sordos, ya lo hablarían por la mañana.

Pero la mañana llegó, y se podía sentir un aire pesado en el ambiente. Kohaku se levantó temprano, no había podido conciliar mucho el sueño, pero se sorprendió de que Stan se había levantado incluso antes que ella. Estaba vestido con las ropas de dormir, no había vuelto a la habitación en ningún momento. Desayunaron juntos, aunque fue tan silencioso como incómodo. La rubia trató de sacar algún tema liviano, pero cuando vio que él le respondía con mucha brevedad y unas sonrisas que no les llegaban a los ojos, se calló. Pero no podía seguir así por más tiempo, iba a ser insoportablemente incómodo. Así que cuando él se levantó de la mesa y estaba por agarrar su taza y plato para lavarlos, Kohaku lo agarró del brazo y lo miró fijamente.

- No quiero obligarte a hablar de lo que pasó anoche si no te sientes para eso, pero quiero decirte algo. ¿Puedes sentarte un minuto? –Lo vio asentir, y sentarse de vuelta en su silla. Le tomó la mano– Más allá de lo que pienses, o de que no te lo perdones… sigo confiando en ti, Stan. Entiendo que sea difícil para ti también, porque sé que lo último que quieres es lastimarme, pero no me ignores, ni te alejes, por favor. No voy a irme, ni dejarte…y eso de la mirada de odio fue sólo un mal sueño, nada más, no me siento así contigo, ni siquiera ahora. Voy a seguir a tu lado, así que deja de querer alejarme, aunque creas que es por mi bien, ¿sí? Déjame decidir eso a mí también.

Stan abrió los ojos un poco, y esbozó una pequeña sonrisa, apretándole la mano afectuosamente.

- Qué fuerte eres, preciosa. No dejas de sorprenderme… gracias.

Kohaku se acercó para darle un tierno beso en los labios, que él le correspondió con la misma suavidad, y apoyaron sus frentes juntas, y luego se abrazaron largamente.

Aunque la rubia pensaba que con eso ya podían volver a su ánimo "normal", era evidente que Stan seguía distante. En varios momentos trató de hacer alguna picardía, o provocarlo, pero no le robó más que una sonrisa, él no le siguió ninguno de sus juegos, mucho menos los que eran "toquetones". No encontraba la forma de relajarlo y hacerle entender que no tenía miedo o preocupación de ser tocada por él.

Después del almuerzo, le propuso mirar una película juntos, y se recostaron en el sillón, y se acurrucó contra él. Había sacado un pote de helado del congelador, no había nada mejor que ver una buena película comiendo un rico helado, eso le levantaba el espíritu a cualquiera. Pero como seguía tratando de ser juguetona, sólo llevó una cuchara, y le dijo que le iba a dar en la boca o que sino no iba a comer, lo cual era una terrible lástima porque ese helado era su favorito. Así que se mientras miraban la película, se iban turnando en comer las cucharadas del cremoso y delicioso helado. Hasta que a Kohaku se lo ocurrió una maliciosa idea.

Justo cuando estaba por darle la cucharada a Stan, se "equivocó" y le manchó la comisura de la boca. Le pidió disculpas de una forma tan poco sincera, que fue evidente que lo había planeado. Le limpió el helado con el dedo índice, y lo relamió, recibiendo una ceja alzada de parte de él, y una mínima sonrisa. Bien, eso quería. Comió luego su propia cucharada, y cuando iba a darle la próxima que le correspondía, la dejó caer en su cuello, y lo sintió estremecerse.

- Ups. Perdón, mi error –Y se estiró esta vez para besarle el helado que chorreaba ahí.

- Sé lo que estás haciendo.

- ¿Comiendo helado? –Preguntó inocentemente, batiendo sus pestañas, mientras volvía a servirse.

- La cuestión es de "dónde". Y esa cucharada no te correspondía.

- Demándame –rió con malicia, y vio cómo él sonreía más abiertamente ahora– De acuerdo, perdón, perdón…–volvió a acercarle el helado a él, y esta vez no disimuló ni un poco, y derramó su contenido en el torso de él, que tenía un poco desabotonada la camisa que se había puesto– UUPS, pero qué torpe estoy. Tendré que limpiarlo.

Sin ninguna vergüenza, se trepó sobre él y pasó su lengua hasta dejar impecable la zona. Stan no dijo nada, pero lo escuchó inspirar profundamente, y cuando lo miró a los ojos, sus preciosos ojos azules se habían oscurecido un poco. Bingo. Con una mano, desabotonó toda la camisa de él, sin romper el contacto visual. Y cuando tuvo ese perfectamente marcado torso y abdomen a su disposición, tomó otra cucharada de helado, y lo "pintó" como si la cuchara fuese un pincel. Si la piel de Stan era deliciosa de por sí, con helado era mucho mejor. Él solamente la miraba, pero era evidente que se había relajado, y no iba a rechazarla. La película quedó olvidada, y Kohaku se dedicó a seguir pintando con el frío postre, que se derretía al entrar en contacto con la cálida piel del rubio. Atreviéndose un poco más, comenzó a bajarle los pantalones, aunque todavía quedaba en su ropa interior, y siguió con su juego en cada pedacito de piel que descubría.

Pero luego Stan la detuvo, y antes de que ella pudiera mostrar su cara de desilusión, los giró de tal forma que quedó él encima de ella, y le sacó el helado de las manos. Cansado de fingir curiosidad y desinterés, la besó apasionadamente en la boca, mientras le desabrochaba la camisa que llevaba puesta, que nuevamente era la de él. Ella no lo vio, perdida en esos fogosos besos, pero de pronto sintió una mano helada sobre su pecho, y ahogó un grito por el repentino frío que sintió. El muy maldito había metido la mano directamente en el pote de helado, escarbado bastante, y lo apoyó directamente en la piel de ella, embadurnando ambos pechos de esa forma.

- Ups…mi error. Tendré que limpiarlo –Le dijo, relamiéndose los labios.

Para evitar que se derrita y manche la ropa y en especial el sofá, tuvo que pasar su lengua con bastante velocidad, aunque se tomó su tiempo para aprovechar de acariciarla apropiadamente con sus lamidas. Cuando limpió apropiadamente la zona, Kohaku lo atrajo hacia él y lo rodeó con sus piernas, y se devoraron apasionadamente. Pero inesperadamente sonó el timbre del departamento, y aunque lo oyeron, por varios segundos lo ignoraron olímpicamente, estaban demasiado perdidos en ellos mismos para notarlo. Hasta que el último rincón consciente de la mente de Stan hizo conexión, y se dio cuenta de quién podría ser.

- Shit. Kohaku, detente.

- No quiero. Que piense que no hay nadie, ignorémoslo. Un domingo a la tarde, ¿quién podría ser?

- Xeno.

- ¡¿QUÉ?! ¿XENO? –Kohaku se detuvo inmediatamente, horrorizada– ¿Mi profesor Xeno? ¿Tu amigo Xeno?

- No creo que haya otro Xeno en todo Japón, preciosa.

Kohaku se levantó de golpe, tratando de tapar su desnudez rápidamente, pero lo que no esperó ninguno de los dos era escuchar una llave en la cerradura, y segundos después la puerta abriéndose. A pesar del shock, Kohaku salió corriendo de ahí para meterse en el cuarto, milagrosamente a tiempo para que su profesor no la viera prácticamente desnuda. Stan apenas alcanzó a subirse bien los pantalones y cerrar algunos botones de su camisa, pero no tenía escapatoria.

- ¿Stan? –Xeno se congeló a medio camino, dándose cuenta que algo había pasado, su amigo tenía la cara roja, el pelo revuelto, y la ropa desarreglada, muy poco elegante todo– ¿Todo bien?

- ¿Por qué viniste sin avisar? ¿Y por qué demonios usaste la maldita llave? –Le reprochó enojado.

- Ya tuvimos esta conversación hace poco, Stan. Y estaba preocupado, sé que tuviste mucho trabajo y estuviste un poco enfermo. Quería saber cómo estabas.

- Es mi maldito departamento, podías avisarme. Estoy bien. ¿Sabes que existen los teléfonos también?

- ¿Por qué te alteras tanto? Es un domingo por la tarde, no es como si tuvieras muchas ocu…

Pero no terminó de decir la palabra, cuando vio el pote de helado a medio derretir en el piso, volvió a mirar a su amigo, y se dio cuenta de lo que estaba pasando.

- Oh…. ¿interrumpí algo?

- ¿Y tú qué crees? Sabes que estoy saliendo con Kohaku, ya que eres tan brillante, pensé que ibas a darte cuenta y tener el cuidado de avisar antes de venir, para evitar esto.

- ¿Pero cómo iba a imaginarme que estaban haciendo… estas cosas en plena tarde, aquí?

- ¿Aquí? Es mi maldita casa, lo hacemos donde queremos.

- Eso no es elegante –murmuró. Lo último que necesitaba era la imagen mental de su alumna…de esa forma– Bueno, pareces estar más que bien, por lo que veo. Perdona la interrupción, Stan. La próxima vez te avisaré entonces…o al menos esperaré a que me abras tú.

- Sí, te agradecería. Ahora vete Xeno, antes de que te mate. –le siseó

- Amenazas vacías. Hasta luego.

El científico se fue, y Stan se pasó la mano por el pelo, sin poder creer lo que había pasado. Tenía que agradecer que no la vio a Kohaku, o ninguno superaría el trauma.

Kohaku se había vestido, por las dudas, y cuando volvió al living, no pudieron evitar estallar en risas, en cierta forma fue casi la tercera vez en dos días que casi los agarraron infraganti en momentos de pasión. Aunque ya era irremontable, decidieron dejarlo para otro momento, así como la película.

- ¿Te parece si cambiamos de aire? Quiero ir a comprar algunas cosas para comer, una linda cena de despedida, en el caso de que vuelvas mañana a la casa de tu familia.

- Claro, vamos…. Necesito aire fresco. O una ducha más bien, pero primero hagamos las compras, y después nos bañamos tranquilos.

Luego de que Stan se vistiera para salir, fueron caminando al mercado más cercano. Eligieron juntos los ingredientes, y mientras esperaban en la fila para pagar, a Kohaku se le ocurrió algo.

- ¿Me esperas un momento? Quiero ir a comprar algo…que no se consigue acá.

- ¿Qué necesitas?

- Es una sorpresa –Le guiñó el ojo.

- Ok, te espero en la esquina entonces.

Kohaku salió del mercado, y revisó su monedero. Sí, le alcanzaba para lo que tenía en mente, y estaba segura de que también le gustaría a Stan. Compró lo que quería, y se lo guardó en la mochila. Pero al volver, cuando estaba por cruzar la calle para llegar a la esquina acordada, sintió que alguien le agarró del brazo.

Apenas giró su cabeza, se encontró con la cara de un hombre, uno que no conocía. Pero lo peor, fue que sintió algo duro y frío contra su espalda, mientras el hombre hacía como que la conocía y la abrazaba por los hombros.

- No intentes nada raro. Camina como si me conocieras, o disparo. Grita, y disparo. Miras a alguien para avisarle, y disparo. ¿Entendido?

Mierda… ¿era un ladrón? El corazón de Kohaku se aceleró de miedo. No era de noche, y no era un lugar solitario. Aunque pudo detectar un desagradable olor a alcohol proveniente del delincuente.

- ¿Qué quieres? Si es dinero, te lo daré, o mi teléfono. Pero déjame ir.

- Ya llegaremos a eso, acompáñame.

Si el hombre estaba bebido, eso significaba que sus reflejos no estaban a tope. Y podía ser una amenaza vacía, tal vez ni siquiera era un arma, o era una de juguete. Ella sabía movimientos de defensa personal, y podía sacarle el arma, incluso podía apuntarle, aunque no disparara, gracias a la lección de Stan. Oh dios, Stan… no podía irse de allí, no tenía forma de avisarle. Y si la veía sería peligroso para él también. Respiró hondo, pensó rápido, y se decidió a hacer su movimiento. Pero en ese momento un disparo rajó el aire.

Un minuto antes, Stan había salido del mercado, y se dirigía hacia la esquina. Pero el tiempo de Stan se detuvo, y su corazón también, cuando oyó el impacto del disparo, y vio una demasiado familiar figura cayendo al piso. Cuando logró recuperar la movilidad de su cuerpo, corrió lo más rápido que pudo, y podría haber recibido él mismo un tiro, de no ser porque el atacante parecía sorprendido de haber disparado, y no llegó a reaccionar para cuando Stan se le tiró encima y lo golpeó en la cara, casi desencajándole la mandíbula. Una vez que hizo eso, rápidamente tomó el arma que estaba en el piso, no pensaba dejarle la oportunidad de que vuelva a lastimar a nadie. Pero de pronto, encontrarse en esa situación, tener un arma cargada en la mano, y estar ciego de ira porque ese maldito había disparado a Kohaku, fueron circunstancias demasiado casuales como para evitar que su mente se ponga en blanco. Sus ojos se opacaron, y se calmó instantáneamente. Era un témpano de hielo, ajeno a toda emoción y duda. Y entonces apuntó al hombre que estaba en el piso.

Uno...dos...tres tiros. Los primeros dos fueron dirigidos a cada rodilla, probablemente dejando al asaltante cojo de por vida. Estaba bien, se lo merecía. El tercero lo apuntó al dedo que se atrevió a jalar el gatillo contra Kohaku, y fue tan preciso que se lo arrancó y lo hizo volar. Con eso ya había hecho sufrir al maldito, pero sentía que no era suficiente, y apoyó la punta de la pistola contra la frente del asaltante. Se estaba volviendo a convertir en la máquina de matar que le habían enseñado a ser en esas situaciones límites, y no era la primera vez que se cobraba una vida, pero sí una de las pocas que sentía que esa persona se lo merecía. Lo único que lo hizo salir de sus oscuros pensamientos, y de ese frío vacío, un instante antes de ser él quien diera el golpe de gracia al jalar el gatillo, fue un grito aterrador de Kohaku.

El dedo de su atacante había aterrizado justo al lado de ella, y gritó de horror a todo pulmón. No le importaba que estuviera sangrando profusamente, o el dolor del disparo, simplemente su cerebro tan alterado sólo registró el trozo humano inerte y que perdía la sangre que circulaba en él. Pero luego de gritar desde el fondo de sus pulmones, se quedó shockeada mirándolo, y su cuerpo comenzó a temblar, entre la impresión producida, y por su propia pérdida de sangre, que ya le había empapado su ropa. De reojo notó que alguien se le estaba acercando, y lo miró asustada. Era Stan… y, sin embargo, no era él…no podía serlo, no lo reconocía. Ese hombre que creía conocer y querer tanto, acababa de disparar tres veces como si nada, con una facilidad y habilidad pasmosa, y estaba a punto de matar al ladrón, de quitar una vida.

En un principio tenía una mirada glacial, parecía casi como en trance. Pero a medida que se fue acercando a ella, notó cómo sus ojos se agrandaban, y una mirada de puro terror se apoderó de él, mientras corría a su lado. Kohaku seguía pensando que no era él realmente, y no pudo evitar soltar gritarle, su tono de voz una mezcla de miedo y horror:

- ¡ALÉJATE DE MÍ, MONSTRUO!

Stan se congeló en el sitio, no tanto por acatar la orden de mantenerse lejos, sino porque ella se refirió a él como un "monstruo". No era la primera vez que escuchaba esa palabra dirigida a él, se la había ganado en su carrera por su increíble "eficiencia" … pero que Kohaku se lo dijera, y se leyera perfectamente en sus ojos horrorizados que en verdad lo pensaba, lo destrozó por dentro. Dudó por un segundo, pero cuando vio la cantidad de sangre húmeda y fresca en el abdomen de ella, decidió que no le importaría nada, a excepción de ayudarla y salvarla. En un principio Kohaku se arrastró hacia atrás, asustada, pero soltó un grito de dolor por el esfuerzo, se tocó el herido abdomen, y no siguió resistiéndose cuando Stan se arrodilló junto a ella.

Las manos le temblaban, era mucha sangre… Y ese lugar…ese mismo maldito lugar desde el que brotaba la sangre fresca… podía jurar que era el que había matado a su hermana, debía de ser la aorta abdominal, era la única explicación. No sabía si la bala la había atravesado, o si todavía la tenía adentro, pero tenía que detener la hemorragia de alguna forma. Gritó desesperado a su alrededor con una voz potente y autoritaria, a pesar del miedo que sentía, pidiendo que llamen urgentemente a una ambulancia, y luego presionó su mano contra la herida, pidiéndole perdón a Kohaku por el dolor que seguramente le estaba ocasionando, pero no podía hacer otra cosa hasta que vinieran los médicos.

La sangre no se detenía. No se detenía. No se detenía. No se detenía. No se detenía. ¿Por qué no se detenía? La respiración de él se había acelerado mucho, si no tenía cuidado iba a hiperventilarse, pero no podía controlar el temblor de todo su cuerpo. No podía dejarse llevar, tenía que mantenerse firme y entero, tenía que salvarla. Costara lo que costara, salvaría a Kohaku, no iba a perderla. "Por dios no… no otra vez" pensó, mientras sacudía su cabeza para intentar apartar esos oscuros pensamientos. La sangre se le heló cuando la vio cerrar los ojos.

- ¡KOHAKU! ¡NO! ¡QUÉDATE CONMIGO, ABRE LOS OJOS! –No quería gritarle, pero estaba desesperado. Trató de controlarse un poco, cuando la vio intentar abrirlos, debía estar luchando con su consciencia por la pérdida de sangre– No los cierres, mírame, quédate conmigo…preciosa.

No supo por qué la llamó por ese apodo en un momento así, quizás por el instinto de querer calmarla, de querer transmitirle que todo estaba bien. Pero de alguna forma, parecía haber funcionado, porque ella abrió los ojos más, mucho más, y su mirada no tenía ese rastro de miedo y horror de antes.

- ¿Stan?

- Shhh, no hables preciosa, guarda tus fuerzas. Por favor –le rogó, aunque estaba agradecido de escucharla.

- Eres…tú.

Esa frase le cortó la respiración por un momento. ¿A qué se refería? ¿No lo había reconocido antes? Mientras la miraba ligeramente boquiabierto, sin saber cómo contestar a eso, vio que ella levantaba una mano ensangrentada lentamente, y la alzó hasta posarla en la mejilla de él. Stan estaba en shock, aterrado de pensar eso como una despedida, y sintió sus ojos arder. Apoyó su cara en la mano de ella, sin dejar de mirarla a los ojos, diciéndole que lo mire a él, que no los cierre, que luche un poco más, que ya estaba llegando la ayuda.

Por suerte solo un par de minutos después llegó la ambulancia, parecía ser que alguien había oído los disparos antes y avisado a la policía, que llegaron junto con los médicos. Los policías apresaron al atacante y uno de los médicos fue a atenderlo. Los demás acercaron una camilla, y con cuidado subieron a Kohaku, e intentaron correr a Stan que no se movía de su lado, y les dijo que no tenía ninguna herida.

- Disculpe señor, pero nosotros nos encargamos desde ahora. Le agradecemos su ayuda, pero…

- ¡Voy a ir con ella! ¡No pienso dejarla!

- Lo entiendo señor, pero…

- ¡PERO NADA! –le gritó– Soy su pareja, no voy a moverme de su lado, así que van a llevarme con ustedes, o correré detrás de su maldita ambulancia si es necesario.

El médico se quedó impactado un momento, dudando de si pensaba hacer lo que decía, lo cual sería muy peligroso para todos. Le miró las manos muy ensangrentadas, y luego volvió a sus ojos asustados pero decididos. Y asintió, y lo condujo al interior de la ambulancia rápidamente para partir al hospital.

Kohaku estaba dormida, bajo los efectos de la anestesia general por el tratamiento médico que recibió. Por suerte la bala había pasado limpiamente de lado a lado, pero de todas formas tuvo que ser intervenida quirúrgicamente para cerrar las heridas del disparo. Le había dado en el costado de la aorta abdominal, tal como había temido Stan, y eso explicaba la profusa cantidad de sangre que había perdido, pero que la bala no le diera de lleno fue lo que le había dado tiempo a los médicos y cirujanos de salvarle la vida. Necesitó transfusiones de sangre, para una de las cuales Stan se había ofrecido desesperadamente, y los médicos accedieron sin hacerle estudios previos porque era una situación límite hasta que llegaran al hospital, él tenía el tipo de sangre B que casualmente coincidía con el de Kohaku, y había jurado que no tenía ninguna enfermedad. Eso posiblemente también le había salvado la vida.

Desde que la llevaron a una de las habitaciones, Stan no se alejó de su lado. Mientras duraba la operación, los médicos le hicieron todas las preguntas al respecto de lo sucedido, y luego llegó la policía para indagar también, pero cuando Stan presentó sus credenciales militares y demostró que lo que había hecho había sido en defensa luego de que el atacante disparara, le dijeron que no iba a tener cargos en su contra. Y cuando llevaron anestesiada a Kohaku a la habitación del hospital, le dieron a Stan las pertenencias que encontraron en la ropa de ella, y ahí tomó el teléfono celular de la rubia para llamar a su padre y contarle lo sucedido.

La cara de Kohaku era pacífica, dormía profundamente como si nada hubiera pasado, y los médicos dijeron que podía tardar un par de horas en despertar. Stan se sentó a su lado, y le tomó una mano, la cual no soltó en ningún momento. Apoyó su cabeza contra la de ella, y con la otra mano rodeó su cabeza para acariciarle la mejilla, mientras cerraba los ojos y no dejaba de agradecer que ella estuviera a salvo. Hacía mucho que no sentía tanto miedo, no por la situación violenta en sí, sino por la posibilidad de perderla, y de que muriera en sus brazos como su hermana. Fue demasiado para él tener esa misma imagen en la cabeza, y nunca pensó que volvería a vivir una situación similar. La sola idea de todo eso le hizo arder los ojos y le apretó la garganta imposiblemente, pero se sorprendió a sí mismo cuando notó que había dejado un rastro húmedo en la suave cara de ella, no recordaba la última vez que había llorado. Se alejó un poco, para no perturbar su sueño, si eso era posible, y en su lugar, le abrió su corazón.

- Kohaku, mi preciosa -dijo con la voz quebrada, besándole la mano como un consuelo, aunque no sabía si lo sería para ella o para él- No podrás escuchar esto, pero de todas formas quiero decírtelo. Gracias por devolverme a la vida, aunque fuera por un breve tiempo. Se sintió bien ansiar que llegue el día siguiente, soñar que podía ser feliz, y tener la esperanza de que todo iba a estar bien. Hiciste tanto, me diste tanto a pesar de todo -un largo sollozo escapó de sus labios, y las lágrimas que ya no podía controlar le mojaron las manos a la joven que seguía inconsciente- Temperamental, terca, decidida, sincera... hermosa. Pensé que no te merecía, no merecía la dulce sonrisa que me dedicabas, tus ojos brillantes al verme, tus besos, tu entrega...

No pudo continuar, sus hombros temblaban incontrolablemente por el llanto que por fin dejaba salir libremente, sin reprimirse más. No podía hacerlo, no podía recordar esos mágicos momentos con ella. Su voz salía, junto con las lágrimas, en fuertes sollozos, aferrándose a la mano que sostenía, pero luego apoyándola contra su cara, imitando una caricia, una que tanto necesitaba y ansiaba volver a sentir, pero no iba a poder ser. No había vuelta atrás de eso, ella había visto su verdadera y más oscura cara, lo odiaba, le tenía miedo. Ella le había dicho que iba a acompañarlo, a ayudarlo, que iba a estar con él pese a todo, porque creía en su buen corazón y en sacarlo adelante. Y ahora esto… al final, esas palabras habían sido bonitas, pero no habían resistido la cruda realidad.

¿Por qué...? ¿Qué tan miserable podía ser la vida con él? ¿No bastaba con haberle arrebatado a su familia? ¿Ahora también tenía alejarse de la única mujer con la que comenzaba a soñar un futuro más brillante y amable para él? Quizás este era el castigo por las vidas que tomó en su pasado, la venganza de las familias a las cuales les quitó sus seres queridos. No, no servía de nada seguir pensando en eso. Cuando logró recomponerse un poco, continuó.

- Y tal vez no te merezco y esto es el precio que tengo que pagar por robar tu tiempo y asustarte. Te acercaste demasiado a mí, como una polilla a la luz, no te diste cuenta a tiempo del peligro, y te quemaste. Eres demasiado pura, demasiado inocente. Y yo fui egoísta, al no alejarte cuando todavía no era tarde. Y lo que siento por ti... No quería admitirlo, pensé que negarlo iba a hacerlo menos real, y que hasta que no dijera estas palabras en voz alta, estaríamos a salvo. Era demasiado pronto para ser verdad, entraste en mi vida como un vendaval, y sacudiste hasta la última fibra de mi ser que se encontraba dormida. Pero no... Kohaku... -tenía esas benditas palabras en la punta de la lengua, lo cual lo hizo volver a llorar, porque estaban resonando en su cabeza tan fuerte y claro que casi dolía- mi vida... te amo.

Le dolía, físicamente le dolía el corazón, podía sentirlo. Se había convencido que ya no lo tenía, tanto tiempo dormido y sin latir por nada ni nadie más que su función biológica de mantenerlo con vida. Pero ahora podía sentirlo claramente, cómo se presionaba, cómo se encogía, sentía que iba a estallar de todo lo que se iba a comprimir, irónicamente. Nunca nada le había resultado tan difícil, como lo que sabía que tenía que hacer, aunque no quisiera. Apoyó la mano de la dormida Kohaku en ese lugar, y podía sentir cómo su corazón martillaba fuerte, como si supiera que quien se había adueñado de él estaba tan cerca ahora.

No supo cuánto tiempo pasó así, era como si quisiera terminar todo en ese momento, aunque no se atrevía a hacerlo, así como quería prolongar ese contacto para siempre, pero sabía que estaba mal, porque Kohaku no "estaba allí" realmente. Ah... "estás". Las palabras de Xeno volvieron a su mente, como una broma cruel. Con que a eso se refería, lo de "estar".

Tan ensimismado estaba con tu torbellino de sentimientos, miedos y anhelos, que sus reflejos no percibieron que otra persona había entrado en la habitación. Esa persona tuvo que carraspear suavemente para hacerse notar, y recién en ese momento fue cuando Stan se percató de su presencia. Pero decidió ignorarlo unos segundos más, mientras secaba sus ojos, y calmaba su respiración. Finalmente se puso de pie, y se dio vuelta para mirar de frente a la otra persona que había venido a ver a Kohaku. Era su padre, Kokuyo, seguido de una bella joven parecida a Kohaku, sólo que con pelo largo y una apariencia ligeramente más adulta. Esa debía de ser Ruri, su hermana.

El padre vio enseguida los ojos rojos e hinchados de Stan, y su mirada ausente, una que había perdido casi todo el brillo de la vida. Guardaba una muy mala impresión de aquel bellísimo hombre de ojos azules que salía con su hija, pero ahora veía ante él no a un hombre violento y frío como la otra vez, sino a un hombre destrozado, que había volcado su alma hacía pocos segundos. Reconoció esa energía como su viejo yo, cuando la madre de sus hijas había fallecido. Era la mirada de un hombre que sentía que lo había perdido todo. Le corrió la mirada, y le habló, pero mirando al piso.

- ¿Salvaste a mi hija?

- Podría decirse -contestó con una sonrisa triste- Aunque más bien ella fue la que me salvó a mí en un principio. O al menos lo intentó. Cuídela, por favor.

- Esperaré afuera, disculpa la interrupción -Kokuyo sintió que el joven quería decir algo más, pero no a él, así que abrazó a Ruri del hombro, y salieron.

Stan suspiró profundamente. No recordaba la última vez que alguien lo había visto llorar, ahora que lo pensaba, ni siquiera Kohaku lo había hecho. Le agradeció mentalmente por tener el tacto de dejarlo solo aunque sea un momento más, el cual aprovechó para acercarse a la rubia, darle un larguísimo y el más amoroso beso en los labios, lamentando que ella no estuviera despierta para sentirlo, y le dijo:

- Una vez me dijeron "no tienes permitido morir, soldado, tu vida me pertenece". Al menos ahora puedo decirte yo algo similar, a modo de despedida. No tienes permitido olvidarte de mí, preciosa...mi vida te pertenece.

Buenas... Montaña rusa de emociones este capítulo, se me fue un poco la mano con el largo, pero ya están acostumbrados conmigo creo jaja. Y no quería dejar nada de lado, compensa el tiempo que tardé en actualizar esta fuerte pero bella historia. Duro, durísimo, e inesperado. Mucho texto, así que los dejo por ahora... hasta el próximo capítulo!