- ¡ACHIS!
Kohaku se sentía horrible. Era obvio que haberse empapado bajo la lluvia toda una tarde, y nunca haberse cambiado las ropas hasta casi un día entero después, iba a tener sus consecuencias. Pensaba que aquel delicioso baño de agua caliente de la tarde anterior le había reconfortado el cuerpo, pero más bien parecía que los síntomas de la gripe estaban esperando a que ella baje la guardia para atacarla. Producto de lo cual, por la noche había sentido su cuerpo muy pesado, aunque estuviera cómoda y aliviada por la presencia de Stan abrazándola, y ya sospechaba que estaba incubando algo. Y ese "algo" se manifestó medio día después como una potente gripe, y el cansancio y dolor muscular se sumaba al dolor de cabeza, los estornudos y una leve fiebre.
No ayudó para nada el modo pulpo humano de Stan, que inconscientemente en sus sueños se enredó en ella, empeorando la sensación de calor y de pesadez, pero no quería despertarlo ni protestar porque él había sido quien peor lo había pasado esa última semana. No dejaban de venírsele a la cabeza las imágenes de él llorando abiertamente, completamente quebrado, llegando al límite de sus emociones. Y minutos después, la forma en que se le había declarado… no había sido un cuento de princesas romántico, pero le llegaron al corazón cada una de sus sinceras y dolorosas palabras. Se le llenaba el corazón de una sensación cálida cuando pensaba en lo primero, y al mismo tiempo se le rompía de pensar qué tan solo se había sentido tanto tiempo como para pensar tan miserablemente de él mismo.
Y había algo más que se había dado cuenta cuando se encontró con él, que su mente procesó pero dejó en un segundo plano, y era que la ropa de Stan tenía un apestoso olor a humo. La casa estaba limpia porque él la iba a dejar en perfectas condiciones, pero estaba más que segura que se había fumado una generosa cantidad de cigarrillos en el balcón, porque antes de darse ese baño juntos, en él y sus ropas se podía sentir ese desagradable olor. Incluso en su boca, cuando se besaron pudo notarlo. Sabía que Stan seguía fumando, pero como él respetaba que a Kohaku no le gustaba sentir el rastro del humo y del olor, ya no lo hacía en su presencia o dentro de la casa. Y ella se imaginaba que todos esos días que pasaron separados, sumados a la inestabilidad emocional que él había sufrido, lo habían vuelto una chimenea andante.
Pero ahora Kohaku estaba para él, para ayudarlo. Ser su pilar, compartir el peso de su mochila, y tomarle fuerte la mano para sacarlo a la luz que tanto se merecía. El problema estaba en que Stan era el que tenía que querer y desear eso, ella no podía forzarlo, o sería todo como una máscara, una falacia temporal. Los demonios de Stan eran grandes, sabía que no sería fácil, pero estaba dispuesta a todo con tal de verlo sonreír y que deseara vivir una vida plena él mismo, en vez de resignarse a lo que quedaba. Alzó una mano para apoyarla en el bello rostro de él, tenía una expresión tan pacífica ahora que lo único que quería era abrazarlo muy fuerte y prometerle que todo iba a estar bien. Esos momentos eran cuando una emoción indescriptible brotaba de su pecho, una certeza de que ese era el camino que ella quería recorrer. Se abrazó al pecho de él lo más fuerte que pudo, queriendo transmitir su decisión y confianza a los sueños de aquel maravilloso pero atormentado hombre que le había vuelto patas arriba su mundo, y cómo.
Cuando despertó, lo hizo bajo el reconfortante contacto de Stan, que le acariciaba el pelo, el cuello y la espalda de una forma que sólo invitaba a seguir descansando todo el día ahí junto a él. Si era día de semana y tenía que ir a la escuela, no le importaba en lo más mínimo en ese momento. Sentía la cara arder, y no era por vergüenza, sino por la ligera fiebre que tenía. Pensándolo mejor, no era que no le importaba no moverse de ahí por horas, sino que realmente no podía, de lo pesado que sentía su cuerpo. Ella era fuerte y tenía buenas defensas, rara vez se enfermaba, pero cuando lo hacía era un tormento sentirse así. Por lo menos en ese momento tenía el consuelo de estar muy bien acompañada, y sospechaba que igual de bien cuidada y mimada.
- Buen día, preciosa.
- Buen día, precioso.
- No me robes mi línea, dejará de ser especial.
- No tengo la culpa de que seas precioso para mí.
- Diciendo cosas así tan temprano, ¿qué voy a hacer contigo?
- Lo que se te ocurra para hacerme sentir mejor, odio no tener fuerzas para moverme.
- Ooooh, déjame ver qué puedo hacer por ti entonces. Comencemos por…
Kohaku vio la divertida pero dulce sonrisa de él mientras acercaba su cara a la de ella, lo cual ya comenzaba a hacerla sentir mejor. Stan le dio un beso en la frente, y después otro, y otro, tan delicados como las caricias de una pluma. Continuó bajando por sus sienes, de un lado y del otro, y luego por sus mejillas, y poco a poco cubriendo toda su cara de esos divinos besos. Adoraba la sensación cálida que le provocaban, pero más aún adoraba que fuesen de él, y verlo con esa mínima sonrisa juguetona en las comisuras de su boca. Cuando la punta de su nariz recibió un beso, rió tontamente, lo cual lo hizo repetirlo varias veces más. Y a continuación hizo un camino de besos que delineó los labios de ella, centímetro por centímetro, hasta recorrerlos por completo.
En cualquier otro momento, Kohaku se hubiera encendido con eso, pero esta vez sentía tanta inocencia y dulzura de parte de Stan, que no hizo más que sentir su cariño. Claro que no iba a terminar sin unir los labios de ambos en un largo beso, que sólo interrumpió para que pudieran respirar con más comodidad.
- ¿Y? ¿Cómo te sientes? –Le preguntó con ese acaramelado y profundo tono de voz que lo caracterizaba.
- Hmmm, creo que funcionó un poco, pero necesitaré mucho más de eso para recuperarme –respondió con picardía.
- Nada me gusta más que complacerte.
Una vez más, Kohaku se dejó mimar, y para cuando Stan terminó con su segunda ronda de esos suaves e inocentes besos, ella estaba prácticamente ronroneando. Lamentaba en lo más profundo de su alma que no pudieran hacer más que eso, porque todavía tenía para al menos un par de semanas hasta que cicatrizara su herida, y no podía forzarla, además de que todavía tenía los puntos de la cirugía en su abdomen. Se quedaron dormitando un rato más abrazados, hasta que el estómago de Kohaku protestó por falta de una comida sustanciosa. Por supuesto que Stan lo había escuchado, y eso le bastó para no demorar ni un minuto más en deshacer el abrazo y levantarse.
- Voy a hacer un buen desayuno, ayer no comiste más que algunas galletitas, y ahora que lo pienso ni cenamos. Pero tendré que ir a comprar algo decente primero, sigo sin tener nada en la despensa. Vas a tener que esperar un rato, sigue descansando mientras tanto.
No tenían que decírselo dos veces, no tenía ganas de otra cosa que no fuera intentar dormir, en especial porque no había pasado una buena noche de descanso, y las caricias de Stan la habían relajado lo suficiente para conciliar el sueño.
Cuando abrió los ojos por segunda vez en esa mañana, lo hizo al sentir una seguidilla de besos en su mejilla. Esa sí podía ser una buena forma de despertarse todos los días, en vez de la molesta alarma del teléfono. Pero antes de que pudiera devolverle la muestra de cariño, Stan apoyó sobre las piernas de ella una bandeja de madera que tenía unas patas en los extremos, de tal forma que se sostenía segura sobre el colchón… eso sí era un desayuno completo en la cama, y uno muy abundante: Tostadas, huevos, galletas, miel, kasutera, frutas troceadas como manzanas, naranjas y bananas, y finalmente una generosa taza de té.
- Wow… dime que esto es para los dos.
- No, yo tengo otra –señaló con una sonrisa otra bandeja que se apoyaba sobre la mesa de luz.
- ¿No es demasiado? Y la tuya es más chica, no tiene sentido que yo coma más que tú.
- Come lo que quieras, pero desde anteayer a la noche que no te llenas el estómago a diferencia de mí, no pensaba escatimarte la comida. Y ese té te va a hacer muy bien, aunque puede picar y resultarte fuerte, pero es excelente para la gripe.
- ¿Qué tiene? –Alzó la taza y la olió, sintiendo en efecto una nota picante.
- Mucho jengibre, miel y limón, y un toque de menta.
- Mmm, huele bien –Le dio un sorbo, y se estremeció involuntariamente.
- ¿Demasiado picante y ácido?
- Sí…y frescura no le falta, pero está bien, la miel ayuda mucho. ¿Esta es tu receta secreta?
- No, me la enseñó una cantante. Me dijo que más de una vez le salvó un recital, cuando el día anterior se pasaba tomando varios litros de este té.
- Espero que me funcione a mí entonces.
Se sentó derecha en la cama, y se acercó la bandeja un poco más para estar cómoda. Su cuerpo le agradeció inmediatamente cuando ingresó el primer bocado del delicioso kasutera, un bizcocho japonés muy alto y esponjoso, era como comer una nube que se deshacía en la boca. Esa comida se sentía tan reconfortante, que no pudo contener un gemido de satisfacción y que se le dibujara una sonrisa en el rostro. Notó que Stan la miraba y le sonrió con las mejillas llenas de comida, estaba segura que lucía como un hámster, pero se alegró de escucharlo reír al disfrutar la graciosa imagen. Se inclinó a un costado y apoyó la cabeza contra el brazo de él, a modo de cariño y agradecimiento, aunque Stan luego se movió para abrazarla, mientras seguía desayunando con su mano libre, los dos en un agradable silencio.
Pero Kohaku seguía debatiéndose consigo misma la cuestión de encontrar el momento adecuado para proponerle a Stan algo que tenía en mente con respecto a su tóxico hábito fumador. No quería obligarlo a nada, porque entendía que cada cual tenía sus gustos y costumbres, pero al mismo tiempo sabía que la raíz de ese hábito de Stan era por una debilidad emocional, y eso era lo peligroso, que era un desquite, y no algo que hacía por placer. Bueno, eso y que tanto humo y nicotina le iban a destrozar los pulmones los próximos años si seguía así, recortando su vida. Y ella quería ver a Stan sano por muchos años más, estén juntos o no. Pero si seguía esperando el "momento indicado", este nunca iba a suceder, así que decidió sacar el tema de una vez.
- Stan, ¿puedo preguntarte algo personal?
- Claro preciosa, lo que sea.
- ¿Qué tan importante para ti es fumar?
- ¿Importante? –Alzó las cejas– No, no diría que es importante o decisivo en mi vida
- ¿Lo haces solamente por hábito entonces? Ya me lo habías contado una vez, por qué empezaste y lo que simbolizaba para ti… pero estaba pensando que quizás no sea necesario que sigas lastimándote con eso. Con todo eso, lo de tu amigo, y con fumar, que se sabe que es dañino.
- El cigarrillo calma la ansiedad, me tranquiliza –se encogió de hombros.
- Hay otras opciones más naturales con esos beneficios, podemos buscarlas.
- ¿Quieres que deje de fumar?
- Quiero que vivas mucho tiempo… y me gustaría que dejes esa parte de tu pasado que te ata, atrás. Ya sé que estoy sonando egoísta, pero… quiero que pienses en tu futuro, que desees un futuro, con todas tus fuerzas. Te pasaron cosas horribles, lo sabemos, pero... no estás solo. Lo tienes a Xeno, me tienes a mí, para acompañarte y apoyarte.
- Kohaku… –Sus ojos azules se volvieron turbios.
- No voy a juzgarte, pero estoy suponiendo, y creo que acertadamente, que la semana que estuve en el hospital fumaste mucho, demasiado. Lo noté en tu ropa, en tu piel, en tu pelo y en tu boca. Sé que fue duro para ti lo que pasó, pero me preocupa que sea un desquite, que no vaya a hacer más que seguir dañándote físicamente. Y me importas y te quiero demasiado, como para pensar que estés haciendo un daño irreversible a tu cuerpo cuando todavía estás a tiempo de evitarlo. Eres joven, tienes toda una vida por delante… y también una vida conmigo me gustaría pensar, aunque es demasiado pronto para decirlo quizás –se sonrojó al darse cuenta lo que estaba diciendo– Y me aterra pensar que, si todo va bien, y seguimos juntos más adelante… que te enfermes de los pulmones o algo así, y…no quiero ni decirlo, pero se entiende el punto.
- Sí, lo entiendo –Tomó una de las manos de Kohaku en la suya, y la acercó a su cara para darle un beso– y me emociona que te importe tanto, o que pienses en esas cosas por mí, gracias Kohaku, significa mucho. Si me permito la fantasía, creo que sueño con seguir estando juntos por mucho tiempo, todo el que me queda.
- ¿"El que te queda"? –Kohaku se estremeció– ¿Por qué dices eso? Suena horrible.
- Todos nos vamos a morir algún día, de una cosa u otra. Puede ser natural y de viejos, de una enfermedad inesperada en cualquier momento, de un accidente o un ataque violento… es así, nada nos garantiza una vida larga y próspera, no está en nuestras manos.
- Pero por la forma en que lo dices… no me asustes así Stan, hablaste como si tuvieras una enfermedad terminal. No… –lo miró, preocupada– ¿no la tienes, cierto?
- No, no te preocupes, estoy medianamente sano –sonrió de costado, y lo dijo con un tono ligeramente sarcástico.
- Entonces puede "quedarte" mucho tiempo, muchos años –Ahora Kohaku le tomó la mano a él, y se la apretó con firmeza– Sí, es tal como dices, no sabemos lo que pasará mañana, yo soy la prueba viviente de eso. Pero con más razón, piensa y vive el presente, y dalo todo también por ese futuro que quieres. Es raro decir esto, pero si visualizas un futuro conmigo, que ese sea tu motor, está bien por mí. No es falso, no lo estoy diciendo para darte falsas esperanzas, quiero que lo entiendas. Yo no estoy pensando que pasará si algún día nos peleamos, o si dejamos de gustarnos… espero que no pase nada de eso, pero no lo sabemos. Así que seré inocente, pero prefiero jugármelo todo ahora con esa esperanza. ¿Qué es lo que quieres hacer tú, Stan?
En lugar de responder, Stan se apoyó contra la pared, y cerró los ojos, mientras respiraba profundamente. Y se quedó así, un buen rato, entreabriendo ligeramente sus ojos con la mirada perdida hacia adelante. Kohaku tomó eso como que realmente lo estaba pensando, así que lo esperó con paciencia mientras seguía desayunando, para disimular el silencio y la ansiedad que sentía por saber su respuesta. ¿Había hablado demasiado? Era casi irónico, que la noche anterior Stan había sido el que dijo primero que la amaba, sorprendiéndola, y ahora era ella la que decía con toda seguridad que se lo estaba "jugando todo" por un futuro con él. No era mentira, así se sentía…la única duda que albergaba, era si de verdad el amor por él la hacía sincerarse y desear esas cosas, o si más bien estaba enamorada de la idea del amor. Sea como fuere, ahora se sentía así, y era la primera vez que le pasaba en su vida, pero no quería darle demasiadas vueltas. Finalmente, luego de un buen rato, Stan giró la cabeza para mirarla.
- Eres increíblemente fuerte y segura, te admiro por eso, y me gusta tu inocencia e impulsividad, es refrescante. Sé lo que quiero, pero te confieso que tengo miedo de quererlo demasiado, y simplemente no puedo hacer como si ese pensamiento no estuviera ahí. Ya te lo dije ayer, y lo mantengo… estaba listo para quererte y estar contigo desde las sombras, por lo que escucharte decir esto ahora no hace más que colmarme el corazón de felicidad. Y quiero mucho más de esto, todo el tiempo de mi vida que sea posible. Y con respecto a lo de dejar de fumar… puedo intentarlo, pero no será fácil.
- Lo sé –Asintió– Bueno, no… no lo sé porque nunca fumé ni conozco a alguien cercano que lo haya dejado, pero sé que es difícil, es una adicción, al fin y al cabo.
- Es muy posible que tenga episodios de mucha ansiedad y frustración... que me irrite y enoje con más facilidad. Eso significa que vas a tener que lidiar con mi mal humor mucho más seguido de lo que estás acostumbrada.
- Hmm, pero salvo por esa breve escena de celos que me hiciste una vez, nunca te vi de mal humor, o enojado.
- Bueno, peor entonces, porque vas a conocer un lado mío que es probable que no te guste. La depresión también es una consecuencia común, muchos reaccionan de esa forma en vez de con ira. Como nunca intenté dejar de fumar, no sé cuál va a ser mi emoción negativa más frecuente. Y aunque ejercito diariamente y cuido mi alimentación, el apetito suele aumentar por la impotencia de no tener el acceso a la nicotina, y para mejorar el humor…así que no descarto subir de peso.
- No veo el problema de eso último, habrá más de ti para querer–le sonrió con picardía mientras le pasaba la mano por el esculpido abdomen de él bajo su camisa– Y serás una almohada más mullida en la que descansar.
- Me encantó esa respuesta tuya, preciosa –le dio un corto beso en los labios.
- Y por lo demás, podemos pensar estrategias para lidiar con cada una de esas situaciones. Puedo distraerte cuando estés ansioso, o podemos entrenar o buscar algo para que te descargues cuando estés enojado. Animarte o mimarte cuando estés triste, lo que necesites. Pero tienes que prometerme que siempre serás honesto conmigo, no intentes disimular tus emociones, ni querer agradarme todo el tiempo.
- Siempre soy honesto contigo, no sé ser de otra forma.
- Lo sé, me pasa lo mismo. Pero me refiero a que si te levantaste con el pie equivocado, házmelo saber, y ahí yo sabré que aunque digas cosas desagradables, es porque estás impulsado por ese ánimo.
- Hay algo que puede mejorar cualquier estado de ánimo –sonrió felinamente ante la cara de curiosidad y atención de ella, y le susurró al oído, bajando mucho la voz– estar adentro tuyo.
- ¡Oh, Stan! –se sonrojó intensamente ante el caliente comentario, y soltó una risita– Tenía que imaginar que dirías algo así. Pero no suena nada mal eso, creo que salgo ganando y todo, así que cuando quieras.
- ¿Oooh? Pero qué tigresa insaciable, nunca me desilusionas. De acuerdo, voy a intentar dejar de fumar. Pero lo haré gradualmente, este no es el mejor momento para un cambio tan drástico con humores impredecibles. ¿Te parece bien?
- Pero…quiero que lo hagas por ti, no por mí.
- Lo hago por mí. Antes tenía algo por lo que morir… ahora tengo algo por lo que vivir.
- Voy a robarte otra de tus frases, "diciendo cosas así, ¿qué voy a hacer contigo?"
- Tendré que cobrarte derechos de autor, preciosa, es lo justo.
- Mmm, me parece bien. ¿Cuál es el precio?
- Déjame pensar… ¿qué tal que te quedes aquí conmigo hasta que te cures de esta fea gripe?
- Me sigo preguntando cómo es que yo siempre salgo ganando con tus "exigencias". ¿Qué hice para merecer a alguien como tú?
- Me salvas la vida, una y otra vez. Soy yo el afortunado más bien.
- No, lo somos ambos.
Kohaku le sonrió dulcemente, y estiró el cuello hacia él para pedirle un beso, lo cual le complació inmediatamente. Pero también, aunque un poco tarde, se percató de algo.
- Espera… oh, no… no deberíamos besarnos.
- ¿Por qué no?
- ¡Porque te voy a contagiar la gripe!
- Tengo las defensas altas –le guiñó un ojo– Y aunque me contagie, ahora no tengo un trabajo al cual ausentarme.
- ¿Podrás recuperarlo?
- Podría. Pero no sé qué tan deshonroso se toman los japoneses una renuncia con tan poco pre-aviso.
- El "no" ya lo tienes, no pierdes nada con intentarlo. Además, estoy segura que apreciarán tener a alguien con tu experiencia otra vez entre ellos. Te hará bien, y también será una buena distracción para ayudarte a dejar de fumar. Y es para lo que viniste a Japón, ¿no? A trabajar.
Dijo eso último muy segura, pero también en ese momento fue que recordó las palabras de Xeno de la mañana anterior, diciéndole que Stan no tenía muchos motivos para seguir viviendo en Japón, más allá de ese trabajo temporal. Se había acostumbrado a que él viviera ahí, y se manejaba como pez en el agua y su japonés había mejorado mucho, con lo cual se había olvidado de eso. Pero la realidad era que él algún día iba a terminar con ese contrato de trabajo, y entonces… ¿qué pasaría con ellos? Se le hizo un nudo en el estómago de pensarlo, y no podía evitar recordar oír a Stan decir que él quería estar junto a ella por muchos años más, pero no sabía ni dónde, ni cómo. ¿Él dejaría todo para asentarse allí, o ella tendría que considerar seguirlo a él? Decidió desestimar ese pensamiento por el momento, era demasiado complicado y ansioso.
- Sí, vine para eso. Aunque vine buscando cobre, y encontré oro –Le dio un beso en la cabeza, y como vio que ella había terminado su desayuno también, le quitó la bandeja que tenía sobre las piernas– ¿Te sientes un poco mejor?
- No hay forma de que no lo haga con todas tus atenciones. Muchas gracias, Stan.
- Esto todavía no ha comenzado. Pienso cuidar muy bien de ti hasta que te recuperes.
- ¿Y ya tienes pensado cómo vas a hacer eso?
- ¿Cómo te suenan unos masajes, una sopa de pollo y verduras de almuerzo y acompañarte en la cama la mayor parte del día?
- Creo que desde que escuché "masajes" mi cerebro dejó de funcionar y registrar otras cosas, lo siento.
- Empecemos por eso entonces, así le devolvemos la actividad. Lo único que lamento es que no pueda terminar con el "final feliz" por ahora –le sonrió maliciosamente– Lo añadiremos a la lista para cuando te recuperes de todo.
- Primero un baño de inmersión con un delicioso menú y vino, ahora masajes sensuales… me está gustando mucho esa lista.
- Somos dos, aunque te confieso que me mata pensar todas esas ideas y no poder concretar ninguna, y más con una amante tan entusiasta como tú. Pero por ahora tendremos que conformarnos con esto solamente. Vamos, quítate la ropa de arriba y ponte boca abajo, voy a buscar un aceite mientras.
Como si la imagen de las posibilidades sensuales de esos masajes no bastara, cuando Kohaku le hizo caso y se dio vuelta para recostarse, Stan volvió un par de minutos después, y se subió encima de ella, con una pierna a cada lado de las caderas de la rubia, y se inclinó para comenzar a masajearle los hombros y la espalda. Ella no tardó en soltar un suspiro de placer al sentir las grandes y fuertes manos de él "amasándola", además que el aceite hacía todo mucho más fluido y agradable. Los hombros, el cuello, la espalda, los brazos… cada músculo y articulación eran tratadas con la destreza experta de ese hombre divino que parecía saber hacer todo bien. No pudo evitar sentir el familiar tirón en la parte baja de su abdomen cuando las manos de Stan bajaron por sus costados, rozando sus pechos y recorrieron de una pasada sus costillas, bajando por su cintura, y quedándose a masajear esa parte baja de su cuerpo.
Entre la posición en la que estaban, que Kohaku se estaba relajando mucho con esas atenciones y que cada tanto soltaba algún que otro suspiro o gemido en su estado de semi-desnudez, para Stan era una tortura contenerse de que ese masaje termine en otra cosa, y más porque venía con ganas de intimar con ella desde que ambos habían confesado su amor. No pudo evitar, ni le avergonzó en lo más mínimo excitarse, y por la sonrisa burlona de Kohaku era más que evidente que ella lo había notado, pero no dijo nada. Lidiando como podía con la situación, se concentró en darle el masaje y en pensar en cualquier otra cosa que no lo hiciera desearla más.
Cuando estuvo satisfecho con su tarea, y parecía que la joven iba a quedarse dormida de tanta relajación, con mucho cuidado terminó el masaje, y se corrió a un costado en silencio para dejarla descansar. Tuvo que contenerse de no darle un beso de lo adorable que se veía ella. Esta era un tipo de vida a la que podría acostumbrarse sin problema, y secretamente ya la estaba deseando, pero tenía la esperanza de que poco a poco llegara ese día. Aprovechó que Kohaku realmente se quedó dormida para ir a hacer más compras, e ir preparando esa sopa. Era un plato muy sencillo y humilde, pero era ideal para mejorar estados gripales, y tenía el recuerdo de su madre que se la preparaba cuando era chico, a veces hasta se hacía el enfermo para que ella le hiciera eso de comer de tanto que le gustaba. Cuidar a alguien por el que se sentía amor era una linda sensación, una que se había olvidado por completo cómo era. Stan había tenido sus novias, pero muy pocas veces había tenido sentimientos tan profundos hacia ellas, mucho menos visualizar un futuro, que sean "LA" chica.
Shit. ¿Apenas estaba empezando algo serio con Kohaku y ya pensaba esas cosas? Increíble, ¿qué estaba pasando con él? Siempre se había jactado de ser un hombre medido, independiente, de los que piensan antes que actuar, y muy difícil de caer rendido a los pies de una mujer. Incluso era de los que criticaba a las personas que se volvían muy apegadas a sus parejas y pensaban más en ellos que en sí mismos. Y ahora estaba él, panza arriba como un perro entregado y moviendo el rabo cada vez que la veía. Si lo pensaba se sentía estúpido, pero al mismo tiempo que esas emociones positivas predominaran en su vida no estaba nada mal para variar. Fue entonces que recordó la honestidad de Kohaku, cuando le dijo que no sabía si se había enamorado antes o no. Ahora Stan era el que dudaba de sus experiencias, porque esto que sentía no tenía punto de comparación con sus ex novias. O nunca se había enamorado en profundidad, o esto era un nivel completamente diferente.
Incluso estaba decidido a dejar de fumar, aunque en cierta forma ya lo hacía bastante menos desde que sabía lo desagradable que era el humo y el aire viciado para Kohaku. Su castigo autoimpuesto por la culpa de la muerte de su amigo palidecía ahora, se veía difuso, y no tan necesario. No sabía si era algo bueno, pero por otro lado… tenía que reconocer que era más interesante vivir por algo o alguien en lo que creía, más que morir por eso.
Si así se sentía solamente enamorado de una mujer, ¿cuánto más cambiaría si algún día tenía su propia familia? El pensamiento lo congeló en el lugar por un breve momento, una corriente eléctrica que lo hizo estremecerse. Oh, no… ¿se estaba imaginando lo que creía…? Definitivamente estaba perdidamente enamorado, ya no tenía remedio. Podía desechar el pensamiento, pero no podía ya negar el hecho que al menos lo había pensado. Se rió para sí mismo, no se reconocía. Pero para eso, si algún día tenía la "suerte" de que suceda, faltaban años, por lo menos cuatro o cinco, no apuraría algo tan importante y delicado como eso, y más porque no dependía solo de él.
El resto del día y posiblemente el siguiente también sería fiel a su promesa de cuidar a Kohaku, aprovechando que como no tenía que ir a trabajar era como un fin de semana. Disfrutaba ese trabajo de instructor de tiro que tenía, y la idea de enseñar esa disciplina le gustaba mucho más que ser él quien jalara el gatillo, sus experiencias de vida le habían hecho valorar más la vida del otro, y no quería volver a matar a nadie en lo posible. Quitar una vida, y quitarle ese ser querido a otras personas, era algo que nunca se había planteado mientras era militar, simplemente era su misión y "defendía a su país".
Eso no quitaba que le gustara la puntería y disparar, pero también podía hacerlo en blancos inanimados, como un deporte. También disfrutaba mucho de ser estratega, su puesto de capitán había llegado rápido también gracias a su pensamiento claro y eficaz, pero plasmar las ideas para que después otros maten a sus enemigos, era casi lo mismo que hacerlo él mismo, solo que la sangre no mancharía sus manos directamente. Pero podía proponerse buscar un trabajo como estratega más adelante, dentro de la policía o la seguridad nacional. "Nacional" … era un extranjero en Japón, dudaba mucho que lo tomaran para un puesto tan sensible, pero quizás tenía más posibilidades con lo de asesor, incluso podría balancear los dos trabajos y eso sería excelente. Y si no lo tomaban, claro que podía volverse a Estados Unidos, donde su nombre seguía resonando como uno de los mejores capitanes jóvenes y estarían más que dispuestos a darle algún puesto del estilo.
Pero claro, esa emocionante idea tenía un gran problema: Kohaku. No quería dejarla atrás, pero tampoco tenía pensado quedarse a vivir en Japón por muchos años. Xeno iba a volver a la NASA en un par de meses, y tampoco le gustaba la idea de no ver más a su amigo más preciado. Era una muy difícil decisión, y la realidad era que por algo se había ido de su país, le traía muchos amargos recuerdos. Kohaku tenía su familia y amigos cerca, mientras que él no tenía a nadie realmente importante en Estados Unidos, a excepción de Xeno, y una prometedora carrera, en especial si podía demostrar que se encontraba mentalmente más estable para hacer su trabajo, aunque este no involucrara batallas.
Pensar en eso lo puso ansioso, necesitaba fumar un cigarrillo. Ah, eso también, sería uno de los últimos. Sabía que era para su bien, pero la sola idea de no poder fumar más cuando le dieran ganas ya lo estaba molestando. Tendría que racionarlos y tratar de no fumar más de dos por día… el cual iba a resultarle demasiado largo, iba a necesitar estar muy ocupado. Definitivamente por la tarde iba a llamar al empleo al que había renunciado, y ojalá lo tomaran devuelta, quizás podía hasta pedir más horas, o iba a tener que buscarse otro hobbie o deporte para ocupar el tiempo y así no pensar en fumar.
A Kohaku le tomó dos días recuperarse de la gripe, al menos lo suficiente para volver a la escuela y al trabajo. A pesar de sentirse mal, ser tan mimada por Stan era un gran consuelo. Llamaba a su familia para decirles cómo se iba sintiendo, y su amiga Kirisame le mandaba las notas que tomaba en clase y le informaba de las tareas pendientes. Pero ya había estado toda la semana anterior obligadamente acostada en una cama, por lo que no tenía intenciones de hacer lo mismo por una gripe. En cuanto su fiebre pasó y su dolor muscular disminuyó, le agradeció a Stan por todos sus cuidados, y se alegró de saber que por suerte sí lo habían tomado en su anterior trabajo, y hasta habían aceptado la propuesta de darle dos horas más a su jornada. Todo volvía a su ritmo una vez más.
Dos semanas después, y con su chequeo médico obligatorio, la buena noticia vino del lado que le sacaron las suturas de la operación, y le dijeron que en una semana más ya podía volver poco a poco a hacer ligeros entrenamientos físicos, pero para volver a su intenso ritmo usual, lo ideal sería que espere al menos un mes más. La cicatriz que le quedó en su abdomen, todavía muy visible y fresca, medía unos siete centímetros, pero a ella no le importaba tanto la apariencia, y ya no le dolía que era lo importante. Quería festejarlo de alguna forma con Stan, de seguro se iba a sentir más aliviado con la noticia. Aunque Kohaku también venía pensando en algo con respecto a su relación, y se le ocurrieron un par de idea que lo sorprenderían agradablemente, aunque para una necesitaría un poco de práctica antes. Para la otra, la principal, era algo que había planeado hacer el día de su accidente, de hecho, había salido a comprar eso que necesitaba para hacerlo. Ahora tenía su segunda oportunidad, y ya se podía imaginar la cara de Stan… nunca había hecho algo así antes, pero le contó a Kirisame y le pareció una genial idea.
Como el viernes a la noche lo tenía libre del trabajo en el restaurante de ramen, se adelantó y llamó a Stan para contarle las novedades, y pedirle si se podía reservar esa noche para que se vean. Obviamente él aceptó, y le propuso encargarse de la cena. Kohaku nunca le diría que no a sus excelentes habilidades culinarias, y lo que tenía en mente no iba a ser afectado por eso. Una de las cosas que quería hacer era sorprenderlo con lo que recordaba que era el postre favorito de Stan, la torta "marquise de chocolate", una delicia que se derretía en la boca, y era ideal para los amantes del chocolate, gusto que ambos compartían. Recordó con una sonrisa que en ese entonces ella todavía salía con Senku, y él le había preparado ese postre como compensación por hacerla quedarse en su casa por la intensa lluvia de ese día.
Ella no cocinaba casi nunca, por lo cual se pasó varias horas viendo videos de cómo hacer esa torta paso a paso, hasta que dio con uno que le gustó más y parecía más sencillo. Le pidió ayuda a su hermana Ruri para practicar, que cocinaba mucho mejor que ella, y estaba más que emocionada de colaborar. La hermana mayor secretamente tenía muchas ganas de conocer personalmente a Stan, sólo sabía de él por las ausencias de Kohaku, y por el día que se cruzaron con él en el hospital una semana antes, pero confiaba en que se lo presentaría algún día. Si bien eran cercanas y había una inmensa confianza entre ellas, el tópico "chicos" no había sido tema de conversación, ya que Ruri era más bien tranquila y tímida, y a Kohaku no le había interesado mucho el romance, a excepción de ese último año con Senku y luego Stan. Así que Ruri decidió guardarse las ganas de saber más para cuando su hermana decidiera compartirlo con ellos, aunque sospechaba que no sería dentro de mucho, porque no se le hacía el postre favorito a cualquiera.
Sorprendentemente el primer intento de la torta salió bastante bien, evidentemente era diferente a la receta de Stan, y esta no deslumbraba, pero tenía un sabor muy bueno, por lo que estaba en la dirección correcta, y tenía varios días para seguir practicando con mejores recetas. Kokuyo cocinaba incluso mejor que Ruri y seguro podría decirle qué le faltaba, pero quería ahorrarse el momento incómodo con su padre. No podía seguir esquivando el tema mucho más tiempo, y ahora que Kokuyo había cambiado de parecer con respecto a lo que pensaba de Stan, lo correcto sería una presentación más formal y adecuada, y más cuando pasó casi dos días enteros con él al poco tiempo de que le dieran el alta. Pero todavía su padre y su hermana tendrían que esperar un poco más para conocerlo oficialmente.
La semana no pasaba lo suficientemente rápido para Kohaku, que para colmo tenía que ponerse al día con la escuela por todo el tiempo que estuvo ausente entre su internación y luego la gripe. Estaban ya a mediados de noviembre, con lo cual tenía varios exámenes por delante, justo antes de los diez días de las vacaciones de invierno que coincidían con Navidad y año nuevo. Se preguntaba qué haría Stan para esas fechas, aunque suponía que iba a pasarlo con Xeno. Estaba tentada de invitarlo a cenar con ella y su familia, pero no quería dejar al científico solo, y tampoco sabía si sería cómodo invitarlo también. Que Stan fuera el mejor amigo de uno de uno de los profesores temporales de su escuela no hacía más que evidenciar la diferencia de edad entre ellos, y sería de lo más raro, así que en todo caso cada uno festejaría por su cuenta y podían encontrarse después, o pasar una fiesta con Stan y Xeno, y otra con su familia, ya lo verían.
Cuando finalmente la semana pasó, el viernes por la tarde Kohaku ya tenía la torta lista desde la noche anterior. Era más que obvio que su padre la había visto en la heladera, pero no dijo ni una palabra al respecto, aunque tenía una pequeña sonrisa en el rostro cada vez que cruzaban miradas. Aunque la temperatura ya no estaba para usar ropa ligera, quería vestirse linda y más femenina que de costumbre, así que se puso un vestido color petróleo que terminaba justo por encima de las rodillas, era cómodo porque si bien se ajustaba a sus curvas, la pollera era en forma de "A", y le dejaba mucha libertad de movimiento, lo cual era ideal para viajar en moto ya que Stan pasaría a buscarla como siempre. Se puso unas finas medias largas negras sostenidas por un portaligas y unos tacones, nunca había usado ese tipo de lencería, pero era la única forma de sufrir menos el frío y mantener su look elegante al mismo tiempo.
Stan llegó puntual, y Kohaku sacó la torta de la heladera, y guardó en la cartera algo más, que era parte de la otra parte de su plan. Estaba un poco nerviosa, y hace tiempo que no se producía tanto para salir, pero tenía que admitir que le gustaba cómo se veía. El rubio la estaba esperando apoyado contra su moto, con esa sencilla pero impecable apariencia en camisa negra y jean, con su usual chaqueta de cuero tan sexy, y sus ojos se abrieron mucho cuando la vieron.
- Wow. Te ves preciosa…preciosa. ¿A qué le debo el honor de verte así?
- ¿Exageré? Si es mucho me voy a cambiar a algo más relajado, ya sé que no es mi estilo.
- No, por favor no. Es una visión maravillosa la que me estás ofreciendo, me encanta. Solo que no me lo esperaba –notó el paquete que traía en la mano– ¿Y eso?
- Es una sorpresa.
- Me gustan las sorpresas, y más si vienen de tu parte. ¿Vamos?
- Sí, vamos.
Stan tuvo la delicadeza de no ir muy rápido en la moto, para que las piernas de Kohaku no se congelasen con el viento, apreciaba que se haya vestido tan sensual, pero reconocía que no debía de ser cómodo pasar frío sólo por verse más bonita, ya se encargaría de compensarle las molestias después. Cuando llegaron al departamento, le hizo gracia que lo primero que hizo ella fue "olfatear" el aire, evidentemente esperando detectar el aroma de la comida que él había preparado.
- Esta vez no hay pistas sobre nuestra cena, no hay forma de que lo huelas. De hecho, es un plato frío, para variar. ¿Lo que llevas va a la heladera? –Ella asintió– Déjame guardarlo entonces, no quiero arruinarte mi propia sorpresa. No vengas a la cocina, si quieres siéntate en el sillón un rato.
- De acuerdo, aunque ahora tengo más intriga. ¿No te olvidas de algo, Stan?
- ¿Eh? –Frunció el ceño.
En lugar de contestarle, Kohaku se acercó a él, y colocó una mano detrás de su cuello para atraerlo y besarlo de una forma más apasionada.
- Te entretuviste tanto mirando mi ropa, que no me saludaste cuando me viniste a buscar.
- Oooh. Un error inadmisible, ¿podrás perdonarme? –le susurró junto a sus labios.
- Sólo si me convences de que lo haga.
- Sabes bien que si me lo propongo seriamente, la cena quedará olvidada, y más con lo preciosa que luces, así que te lo compensaré luego, ¿sí?
- Me parece bien –rió suavemente– Comamos primero entonces.
Mientras esperaba, sintiéndose un poco inútil por no poder ayudarlo a poner la mesa y servir la comida, se sentó en el sillón y chequeó su teléfono. Unos minutos después, Stan la llamó y le dijo que ya podía acercarse a la mesa.
- Tal vez es un poco cliché, pero tenía ganas de probar de hacer esto alguna vez.
Kohaku miró boquiabierta la mesa, donde estaban servidas con tanta prolijidad como un menú de restaurante, unos largos platos con piezas de sushi de varios sabores. Rolls, makis, nigiris… lucían exquisitos, como no podía ser de otra forma.
- ¿De verdad los hiciste tú?
- Sí, no es mi especialidad, pero aprendí a hacerlos aquí, un compañero de trabajo me enseñó. Es jugado hacer un plato tradicional de tu país, pero espero que te guste. Y acompaña bien la elegancia que parece que tenemos esta noche, Xeno estaría orgulloso de ambos.
- La elegancia primero, ¿eh? Podríamos mandarle una foto.
- No es mala idea, nada mal.
Stan sacó su teléfono del bolsillo del jean, y tomó uno de los platos de sushi para ponerlos en el centro de la imagen, mientras Kohaku lo abrazaba y sonreía con picardía también a la cámara. Por supuesto que ella después sacó sus propias fotos al menú, tenía que presumir de eso en algún momento. Escuchó la risa divertida de Stan detrás de ella.
- ¿Qué pasa?
- Xeno, puntuó "9/10" a nuestra elegancia.
- A lo único que le pone un 10 es a la ciencia, ¿no?
- Exacto, ya lo vas conociendo. Cuando quieras empezamos a comer.
- Se me hace agua la boca, no puedo esperar.
Como no podía ser de otra forma, cada pieza de sushi era una delicia, Kohaku no pudo evitar cerrar los ojos y gemir de puro gusto, además que lo acompañaban bebiendo un excelente champagne brut. Que un occidental haga tan bien una comida que tenía muchos exigentes detalles en su proceso, era digno de admiración. Aunque claro, estaba hablando de Stan, el hombre que parecía hacerlo todo bien, inexplicablemente. Todavía no podía encontrarle su punto débil o su pata floja en cuanto a habilidades, era injusto que sea tan bueno y dedicado en cada cosa que hacía con sus manos. Aprovecharon la cena para hablar de cómo había sido la semana de cada uno, y Kohaku se explayó más en lo que le había dicho el médico. Extrañaba horrores entrenar, le dolía cada día que no podía hacerlo, pero eso le terminó de confirmar que era a lo que quería dedicarse por el resto de su vida profesionalmente, sólo le quedaba por ver qué lugares de estudio le darían las mejores oportunidades.
Cuando quedaron satisfechos del plato principal, continuaron hablando mientras digerían la comida. Retiraron los platos y lo que sobró de la cena, y luego fue Kohaku la que le dijo a Stan que se sentara en la mesa y no fuera a la cocina, mientras le entregaba unos platos de postre y las cucharitas. Sacó la torta de la heladera y le quitó el envoltorio antes de llevarla.
- ¿Estás listo?
- Siempre estoy listo para ti.
- Y siempre tienes la respuesta justa… ¡Ta-daaaaaaa!
Kohaku le puso el postre delante de él, y vio cómo una mirada de sorpresa y una gran sonrisa iluminaron el bello rostro del hombre.
- ¿Esto es…?
- ¡Ja! Sí, es una "marquise de chocolate", tu postre favorito. Hecho con mis manos también, pero no te asustes, puedo apostar que tiene buen sabor. Me estoy redimiendo por ese horrible arroz que hice la otra vez, quiero que lo sepas.
- Que hagas mi postre favorito… ¿de verdad lo recordaste?
- Claro que sí, además nunca podría olvidar el sabor de la que tú hiciste. Lamento decir que esta no le hace ni sombra, pero tendrá un sabor decente, confía en mí.
- No lo dudo. Se nota la dedicación y el amor que le pusiste, gracias.
Luego de darle un beso en los labios, Stan directamente clavó su cuchara en la torta, ignorando la mirada de reproche de Kohaku que quería servirla en los platos. Las cejas de él se levantaron al saborearla.
- Nada mal preciosa, nada nada mal. O, mejor dicho, está muy buena de verdad, te felicito.
- ¡Me alegro tanto! –Suspiró de alivio– Es toda tuya para que la disfrutes, me pone muy feliz que te guste.
- Ven aquí –Stan palmeó su pierna, y Kohaku se levantó de su silla para hacer lo que le pedía, tomó una cucharada y se la acercó a la boca–Pruébala.
- ¡Mmmm! Oye, está buena en serio… me salió mucho mejor que la primera.
- ¿La primera?
- Confieso que tuve que practicar primero, quería asegurarme de hacerla bien. Mi hermana me ayudó un poco al principio, pero ésta la hice yo sola –dijo orgullosa.
- Me encanta. La torta, y tú. Aunque quisiera probar algo.
Luego de meterse en la boca otra cucharada del untuoso postre, sorprendió a Kohaku besándola apasionadamente, haciendo que sus lenguas dancen. Si la torta era deliciosa, y los besos con ella también, entonces las dos cosas juntas serían el cielo mismo. No se equivocó, aunque escuchó la risa muy divertida de la rubia. Aunque la torta estaba deliciosa, no tenía punto de comparación con disfrutar de besar a su amada, y pronto el postre quedó en segundo plano. Mientras mantenía una mano abrazada a la cintura de Kohaku, deslizó la otra por los muslos de ella, subiendo por sus medias. Nuevamente la sorpresa se reflejó en su rostro cuando registró que lo que ella tenía puesto y oculto bajo ese sexy vestido, era un conjunto de lencería. Nunca la había visto así, pero sabía que debía verse como la diosa que era, lo único que lamentaba era que todavía no pudieran hacer mucho hasta que termine de recuperarse.
Pero eso no era lo que pensaba Kohaku, no se había vestido así en vano, sólo para provocar… eso sería cruel de su parte, y un desperdicio de tan linda y costosa ropa. A pesar de eso, todavía le faltaba hacer algo más antes de entregarse a las manos de ese maravilloso hombre, por lo que aprovechó que él no estaba aumentando la intensidad de sus caricias para frenarlo, aunque lamentaba profundamente la interrupción.
- Stan… hay algo que quiero hacer, pero no preguntes. ¿Confías en mí?
- Te confío mi vida, lo sabes.
- Siempre tan generoso… vamos al sillón.
Kohaku se levantó de sus piernas, y le tomó las manos para llevarlo con ella. Empujó suavemente a Stan para que se siente, y ella se subió a él y lo guió para que se recueste, mientras se besaban largamente. Cada interrupción le costaba horrores, pero tenía que hacerlo.
- Bien, ahora cierra los ojos, y no se te ocurra abrirlos hasta que yo no te diga. ¿Me lo prometes?
- Me estás matando de intriga, preciosa… pero sí, te lo prometo. ¿Solo me quedo quieto?
- Sí, por favor. Aguarda un momento…
Ella se levantó del sillón para ir a buscar su cartera, y sacó el último objeto de su plan. Lo apoyó con mucho cuidado en el piso para que Stan no oyera nada, y se inclinó hacia adelante una vez más para besarlo, desde el cuello hacia abajo. Lo hacía con pasión, pero al mismo tiempo con delicadeza, mientras desabrochaba los botones de la camisa de él y la abría, revelando su esculpido pecho y abdomen…nunca se cansaría de esa vista. Miró de reojo a Stan, y aunque tenía los ojos obedientemente cerrados, era evidente la enorme curiosidad que tenía por ver lo que ella planeaba hacer. Tomó el objeto del piso, que era una crema de chocolate con un pico vertedor, y lo abrió. Como esperaba que el rubio se sobresalte, le echó un poco sobre el hombro para prepararlo a la sensación, y él inspiró con brusquedad, sorprendido.
- Ooooh… ¿piensas hacer algo sucio? Es una tortura que no me dejes verte, y tengo demasiada curiosidad por ver lo que me estás poniendo encima, pero me contendré.
- No es lo que piensas… todavía. Quédate quieto, es lo único que te pido. Muy quieto, o lo arruinaré…
Stan asintió, con una sonrisa de oreja a oreja, y se acomodó con más comodidad para así no tener que moverse ni un poco, tal como ella le había pedido. Kohaku respiró profundamente, y con mucho cuidado comenzó a soltar la espesa crema sobre la piel de él. Ya se le hacía agua la boca de saborear ambas cosas juntas, tal como él había hecho antes al besarla con la torta todavía en su boca, pero primero lo más importante. Cuando terminó, emitió un sonido de aprobación.
- ¿Me parece a mí, o acabas de escribir un mensaje en mi cuerpo?
- Míralo por ti mismo, ahora sí.
Lo dijo muy segura, pero la verdad era que el corazón le martillaba de pura ansiedad. Stan abrió los ojos lentamente, y abrió mucho los ojos cuando vio que los caracteres estaban escritos con algo que parecía una salsa de chocolate, por el aroma y color, pero lo que más lo sorprendió fue que las letras no eran del idioma japonés, sino que estaban en inglés. Antes de intentar leer, la miró a los ojos con una gran sonrisa.
- ¿No sólo me haces mi postre favorito, sino que me dedicas algo en mi idioma? Mi suerte no acaba. Pero sabes, leer al revés no es lo más fácil, y hay partes que no alcanzo a leer.
- Sí, lo imaginaba, y por eso es que voy a sacarte una foto, servirá también como recuerdo –rió con picardía– Dame tu teléfono, y pon la cámara, por favor.
Sin quitarle los ojos de encima, Stan hizo lo que le pidió, y le entregó el teléfono. La realidad era que podía leer bastante bien el mensaje si se concentraba, pero definitivamente quería tener una foto de eso, parecía prometedor. Pero lo que no se esperaba, era que cuando Kohaku sacó la foto y se la mostró, el corazón de él se saltó varios latidos por un momento… sólo para martillar contra su pecho luego. Su sonrisa se borró del rostro de pura incredulidad, y su boca quedó entreabierta en su lugar. Nada más existía a su alrededor, más que esa pequeña pantalla, y sus ojos que la miraban, hasta dejó de sentir a Kohaku sobre él por un instante. Un ligero temblor lo recorrió entero, y sintió arder sus ojos.
No podía ni emitir un sonido, mientras registraba cada letra y palabra reflejada en la imagen que le devolvía su teléfono. El mensaje, sorprendentemente prolijo y legible, decía "¿Quieres ser mi novio?" Su corazón podía explotar de amor y ternura, no se lo esperaba para nada, y mucho menos con la picante forma que ella había comenzado todo eso. Cuando pudo volver a la realidad, volvió a conectar sus ojos con aquella mirada aguamarina que adoraba, y su pecho se comprimió al verla ansiosa y expectante, casi insegura. ¿De verdad estaba esperando la respuesta como si no la supiera? Por supuesto que iba a contestarle, pero lo había paralizado el hecho de verla así, tan hermosa y sensual, muy sonrojada, y con una mirada turbada y llena de expectativa y ansiedad.
- Stan… –susurró, de repente seria.
- Kohaku –le contestó, quería sonreír, pero terminó reflejando la misma seriedad que ella– Perdona, no me lo esperaba, mi silencio no fue por dudar la respuesta –alzó una mano para acariciarle el suave rostro– Claro que sí, mi amor, claro que sí. Te amo tanto, que no sé lo que voy a hacer conmigo, más que contigo.
El calor que brotó de su corazón se expandió por todo su cuerpo, y la atrajo hacia él con delicadeza para besarla con todo el amor que pudo. Sintió cómo parte del cuerpo de ella se relajaba automáticamente, de verdad estaba esperando esa respuesta. Aunque quería abrazarla y besarla con todo su ser, no quería arruinar su hermoso vestido, y se imaginaba que ella tenía planeado cómo sacárselo, no iba a quitarles la diversión.
- ¿Dudabas de mi respuesta?
- No… bueno, un poco, pero porque quizás pensabas que lo hice de una forma tonta, y te ibas a reír de mí.
- ¿Tonta? Es de lo más creativo, y adorable que vi en mi vida, aunque también es increíblemente sensual, de solo pensar la forma en que vas a quitarlo. Es perfecto, y divertido, pero no para reírme de ti, sino contigo. Gracias preciosa, no me lo esperaba, y no me alcanzan las palabras para describirte mi felicidad. ¿Pero qué te impulsó a hacerlo?
- Es que tú eres siempre tan romántico y caballeroso, quería ganarte de mano y sorprenderte. Luego de que confesamos nuestros sentimientos, me pareció que estaba implícito que estábamos dando un paso más serio, pero como no sé de relaciones amorosas, no estaba segura. Y aunque parezca tonto, quería esta confirmación para saber que estamos en la misma página con respecto a esto. No es necesaria la etiqueta, lo sé… pero… eres mi primer novio, y quiero asegurarte que mi entrega y compromiso son solamente contigo, para que tú tampoco dudes de mí y voy en serio con todo lo que te dije, no importa lo que pase o las dificultades que la vida nos ponga adelante –se puso una mano encima del lugar donde sentía su corazón latir con fuerza– No pensaba que podía ser posible enamorarme tanto tan rápido, pero así es…Te amo Stan, mucho.
- Me lo estás poniendo difícil para no abrazarte hasta fundirnos si sigues diciendo esas cosas tan lindas. ¿Qué estás haciendo conmigo? Así no puedo ser cool, me estás desarmando por completo. Y es tan frustrante –pensó en voz alta, pero se arrepintió cuando vio que la cara de Kohaku cambió a una de decepción al escuchar esa última palabra, era tan transparente con sus sentimientos– No, quiero decir… lo frustrante es que me digas estas cosas por segunda vez, y todavía no poder hacerte el amor, es una tortura contenerme.
- ¿Y por qué deberíamos contenernos? Yo también quiero hacerlo –le contestó muy sonrojada, todavía no podía superar cuando él decía esas cosas tan abiertamente, pero adoraba la sensación de calidez que la recorría por escuchar esas palabras intensas.
- Pero todavía no puedes hacer "ejercicio" intenso, órdenes del médico.
- Bueno…si no te molesta, puedo quedarme más quieta esta vez, no ser tan…eh…activa –sonrió avergonzada– El problema es si yo me muevo demasiado o hago fuerza abdominal, pero si no hago eso… no te creas que no es difícil para mí contenerme tampoco. Podemos tomarlo con calma, y ver cómo me siento. Mejor eso a descartarlo por completo sin probar, ¿no?
- Amo tu espíritu de fuego –Dijo apreciativamente mientras le daba un no tan casto beso en el cuello.
- A todo esto… te das cuenta que estás todavía semi desnudo y lleno de crema de chocolate, ¿no es cierto? Tenemos que hacer algo con esto –sonrió maliciosamente.
- Sí, es cierto. No quisiera borrarlo nunca, pero al menos ya tengo la foto de recuerdo. Estoy en tus manos… o, mejor dicho, en tu boca –le guiñó un ojo.
Con su propia sonrisa felina, Kohaku acercó la cara al cuello de él, con el cuidado de no apoyarse para no mancharse el vestido. Fue depositando un camino de suaves y lentos besos desde ahí, y bajando por su clavícula, y decidió comenzar a "limpiar" el cremoso y delicioso mensaje en el orden de las letras. Sentía la mirada de Stan clavada en ella, disfrutando de las caricias húmedas y calientes de su lengua. Siendo un poco osada, continuó con sus besos y lamidas, pero devolviéndole la mirada, lo cual los encendió a ambos por dentro, y Stan apoyó sus manos en las caderas de ella, acariciándola lentamente. La piel cálida y firme de él era adictiva para sus sentidos, y escuchar sus respiraciones profundas que contenían su deseo la tensaban en anticipación de una forma deliciosa.
Kohaku siguió bajando por sus costillas, hasta llegar a su abdomen, donde no se cansaría de admirar nunca el divino cuerpo trabajado de él. Lo querría y le gustaría lo mismo si no fuese un adonis, pero tenía que reconocer que la excitaba muchísimo que sea tan atractivo, era un festín para los ojos y el tacto. Conforme gateaba para atrás para tener un acceso más cómodo al inclinarse, las manos de Stan masajeaban y acariciaban su espalda, subiendo hasta su cuello y su pelo, y luego volviendo a bajar. Si ya gozaba del sabor y el aroma natural de la piel de él, hacerlo con esa dulce crema de chocolate era el cielo mismo, y en una provocadora acción adrede, limpió con un dedo una letra y se lo metió en la boca, succionándolo seductoramente. Los ojos azules de Stan refulgieron ante eso, y se tuvo que morder el labio inferior, la imagen alusiva era demasiado evidente.
Cuando terminó de limpiar y dejar impoluta la piel de Stan con su lengua, y no dejó ni rastro de la crema, se recostó sobre él para volver con el camino de besos de forma ascendente, hasta llegar a su boca. Compartieron unos apasionados y profundos besos, mientras él la abrazaba y se empujaba contra ella, y al mismo tiempo la atraía todo lo que podía para que no se filtrara ni un rayo de luz entre sus cuerpos. Ya que después iba a quedar a merced de Stan, aprovechó para complacerlo todo lo que podía, y volvió a serpentear y bajar por su cuerpo, hasta quedar a la altura del abdomen de él. Si había algo que le fascinaba y la ponía a cien, era esa parte que formaba una "V" justo encima de su pubis, esos huesos tan eróticos que anticipaban su parte íntima. Delineó con suaves mordiscos y tentadoras lamidas toda esa zona, deleitándose de sentirlo estremecerse contra ella. No quería hacerlo desear mucho, los dos venían lidiando con una insoportable abstinencia, y el deseo de ambos se palpitaba con mucha evidencia.
Desabrochó el botón y bajó el cierre del pantalón de Stan, mirándolo a los ojos con una sonrisa provocadora, y él la ayudó a quitárselo entero. Pero un poco más podía entretenerse, sabía que el rubio apreciaba mucho el juego previo, así que exhaló su respiración caliente por encima de la última prenda que los separaba del contacto directo. Stan echó su cabeza hacia atrás brevemente, debía estar contando hasta diez para controlarse, así que Kohaku recorrió con sus labios el excitado miembro de él, siempre por encima de la tela. Verlo cerrar los ojos y dejar la boca entreabierta de placer era algo que le encantaba, ni que hablar de escucharlo gemir. Después de provocarlo un poco más, jugando con el roce de sus dientes, se decidió a bajarle los calzones, pero lo hizo poco a poco, aprovechando para depositar delicados y tentadores besos húmedos en cada centímetro de él que exponía.
Stan inspiró profundamente y le acarició la cara, cerrando los ojos para absorber las sensaciones. Lo estaba volviendo loco de placer, pero adoraba cada segundo y cada cosa que ella hacía con él. Gimió sonoramente cuando ella dejó de provocarlo y se dedicó a darle placer sin más reservas, le encantaba lo entusiasta que era. Y el hecho de que ella estuviera totalmente vestida, al contrario de él, tenía su atractivo también.
Kohaku no tuvo apuro alguno en complacerlo hábilmente con su boca y sus manos, todos los rincones de su generosa intimidad, y disfrutaba tanto de verlo desarmarse de placer que podía estar así por mucho tiempo, pero cuando Stan estaba casi llegando a su límite la detuvo, y se sentó rápidamente y la alzó para colocarla en su regazo, sin esperar un segundo para devorarle la boca con intensidad. El deseo que sentía por ella siempre había sido mucho y muy especial, pero ahora que sabía que además había amor era como si potenciara todas sus sensaciones y emociones.
Ahora fue el turno de Stan de invertir las posiciones y recostarla a ella en el sillón, pero se dio cuenta que no era el lugar más cómodo para continuar luego, así que cambió de idea, para volverse a sentar y la levantó con él, cargándola hasta el dormitorio mientras no dejaban de besarse. La recostó con cuidado, y se debatió si quitarle el vestido de una vez, o si comenzar sus caricias desde abajo. Por lo que podía ver, ella no llevaba sostén bajo ese vestido, con lo cual quedaría bastante expuesta si se lo sacaba… pero al mismo tiempo, verla semidesnuda y con esa lencería de medias y portaligas era una imagen demasiado excitante como para contenerse. Se había propuesto internamente ir muy lento esta vez, quería redescubrirla como si fuese la primera vez que la tocaba, porque sentía que ahora que había algo mucho más que atracción física, quería hacerlo memorable para ambos, y demostrarle cuánto la amaba, en cada centímetro de ella.
Así que comenzó a besar su pequeña mano, tal como había hecho la primera vez que intimaron, y subió poco a poco por su brazo hasta su hombro, regándola de suaves besos como aleteos. Repitió el recorrido en su otro brazo, pero cuando llegó al cuello cambió a besarla con mucha más pasión, marcándola incluso con algunos mordiscos. Escucharla gruñir y estremecerse lo ponían al límite de su autocontrol, pero quería jugar con esos extremos de delicadeza y ferocidad todo lo que podía, más adelante no sería más que dulce con ella, para cuidarla de que no se sienta incómoda con algún dolor. Como el vestido tenía el cierre en la espalda, la hizo recostarse boca abajo y se colocó sobre ella. Luego le soltaría el pelo de su eterna coleta, pero ahora le venía bien para no estar corriéndoselo a un costado. A medida que le bajaba lentamente el cierre, iba besando todo el largo de su columna, y metía una de sus manos dentro del vestido para acariciarle la piel.
Antes de voltearla nuevamente, le levantó la pollera del vestido hasta encima de sus caderas, y apoyó los codos en la cama para no cargarle todo su peso, pero se recostó un poco contra ella para besarle el cuello, mientras se frotaba y empujaba tentadoramente contra su intimidad y trasero. Ver esa combinación de la fina prenda interior, el portaligas, y las oscuras pero semi-transparentes medias largas era una imagen de lo más sensual, además de que las generosas curvas de Kohaku eran la frutilla del postre, era una diosa sin duda. Los dos respiraban ruidosamente, habían añorado tanto sentirse así desde hacía varias semanas, que ahora las sensaciones parecían multiplicarse exponencialmente.
Previo a voltearla boca arriba para continuar con sus atenciones, se movió hacia atrás para disfrutar de besar y mordisquear su precioso trasero, era una de sus partes favoritas de ella, para qué negarlo. Sólo para jugar, le dio una fuerte palmada, y vio cómo ella se sobresaltó y abrió mucho los ojos, aunque tenía una sonrisa en los labios. Bueno, se anotaría mentalmente que no le había molestado, más bien lo contrario. Satisfecho con sus provocaciones, la giró boca arriba y comenzó a arrastrar los breteles y parte del vestido hacia abajo, deteniéndose justo antes de exponer sus pechos para besarla en toda esa zona. Pero como ella se estaba empujando hacia adelante como pidiéndole más, la consintió y le bajó el resto del vestido, que le quedó arrugado justo por encima de las caderas.
Rodeó con sus manos sus preciosos pechos que sus manos acobijaban perfectamente, como si estuviesen hechos a medida para él. La miró a los ojos brevemente, y un estremecimiento de placer lo recorrió cuando vio sus ojos aguamarina terriblemente oscuros y entrecerrados de puro deseo, prácticamente había un ruego en esa mirada que amaba. Bueno, le iba a dar todo lo que ella quisiera y más, así que no perdió ni un segundo en jugar con sus labios, lengua y dientes en esa parte tan sensible de ella, recorriendo cada centímetro, combinando suaves besos y prácticamente devorándola.
Kohaku arqueaba su espalda y se removía como pez fuera del agua, Stan era un dios sexual, no tenía dudas, parecía como si estuviera en línea directa con las conexiones nerviosas de ellas, sabiendo cómo y cuándo complacerla. Aunque ya habían intimado tantas veces, que tenía sentido que supiera exactamente lo que a ella más le gustaba y sus puntos débiles para llevarla al límite del placer. Y el hecho de que alternara caricias dulces con otras salvajes, esa mezcla de placer y dolor cuyos límites eran difusos, simplemente la volvían loca de gusto.
Luego de atenderla lo suficiente, Stan le volvió a subir el vestido, pero para sacárselo esta vez, y también le desató el pelo, dejándolo libre y revoltoso, le encantaba, aunque Kohaku se quejara de lo desprolijo que era. Oh, dios… tal como pensaba, la imagen de ella en ese estado de semi desnudez era más que perfecto, y eso sumado a su cara muy sonrojada y su mirada casi lasciva, era más de lo que podía soportar. Lo único que por un momento le generó una punzada de dolor, era ver esa fea cicatriz oscura arruinando su perfecta piel y figura. Quería curársela, borrársela, y se inclinó para besarle con cariño todo el abdomen, depositando un largo, pero muy suave y cuidadoso beso sobre la herida antes de seguir con sus caricias.
Era hora de jugar con esa preciosa lencería, en realidad no quería quitársela, pero al mismo tiempo quería sentir la suave piel de sus piernas contra su cuerpo, era una lucha interna. Rozó con sus dientes los fuertes muslos de ella, primero el lado externo, y luego la cara interna. Se dio cuenta que podía bajarle buena parte de las bragas sin quitarle el portaligas, cosa que aprovechó. Notó con satisfacción cómo ella se tensó y prácticamente dejó de respirar por unos segundos cuando él pasó su lengua sobre su delicada intimidad, y acercó ambas manos a las de ella para entrelazar sus dedos. Quería hacerla tener un primer orgasmo de esa forma, así que se concentró en usar toda su boca de la forma que sabía que ella más disfrutaba, aunque no le estaba dejando un respiro de lo intenso que estaba siendo. Mejor así, iba a ser su única oportunidad de la noche de ser así de arrollador, y de paso podía comprobar cómo reaccionaba ella ante eso, si le incomodaba o le dolía cuando se tensaba mucho de puro placer.
No le tomó mucho tiempo hacerla temblar fuera de control, ver esos espasmos musculares que reflejaban la ola de intensas sensaciones que deberían estar atravesándola era de lo más satisfactorio, y saber que él había provocado eso en ella le daba cierto orgullo. No parecía incómoda, pero quería sacarse la duda.
- ¿Estás bien, preciosa? ¿Te molestó o dolió algo?
- No… no…
Stan sonrió ampliamente, aliviado y feliz por la excelente noticia. Entonces ya era hora de ir a por todo. Se decidió a sacarle la lencería, por muy seductora que fuera, quería sentir toda su piel contra la de él, ya habría otras oportunidades de jugar con esas prendas, o de regalarle otras igual o más sensuales. Mordió el borde de la prenda, y se la bajó con los dientes, aunque ayudándose con las manos para no romperla. Cuando terminó de sacársela, aprovechó para buscar en la mesita de luz los condones que había preparado antes. Hubiera sido perfecto hacer el amor piel con piel, pero como no se esperaba que fueran a hacerlo todavía, no se le había ocurrido proponerle que decidieran otro método anticonceptivo que les permitiera eso. Aunque ahora que oficialmente eran novios, podían tener esa charla, estaba seguro que ella accedería. Cuando se colocó el preservativo, la miró a los ojos con una mirada llena de cariño, pero le pareció ver que estaba un poco tensa. Se sentó en la cama y le acarició la mejilla.
- Kohaku… ¿Sucede algo? Si no estás segura de hacerlo, no hay problema, no te sientas obligada.
- No, no es eso Stan –Le corrió la mirada, ahora más nerviosa todavía.
- ¿Y qué pasa? Dímelo, por favor. No me gusta verte así, y quiero que esta vez sea memorable, es como una nueva etapa…
- Justamente por eso –Inspiró profundamente, y suspiró– Es torpe, pero estoy un poco nerviosa… no sé qué hacer.
- ¿Qué hacer? Nada especial, relájate y disfruta, como siempre lo haces cuando estamos juntos. Sé que dije que lo siento distinto, pero es porque me llena el corazón y el cuerpo de felicidad la idea de que esta vez sea compartir más que placer mutuo, es como sellar nuestro amor y el compromiso de una relación seria. En realidad, creo que ya veníamos haciendo esto, nunca fue sólo sexo y orgasmos cuando estuvimos juntos, para mí es muy obvia la diferencia cuando uno no involucra las emociones. Perdona si te puse mucha presión, preciosa.
- Sí, tienes razón. No sé, es raro, tengo un nudo en la garganta. Pero no es precisamente malo, quiero hacer esto con todo mi ser, también lo siento distinto, aunque hasta ahora venimos haciendo casi lo mismo de siempre… pero siento que de alguna forma va a ser muy intenso, y es como si dudara si podré soportarlo.
- Oh, mi amor –dejó escapar una suave risa, enternecido, y la abrazó– Soy yo, el Stanley que conoces bien, el de siempre. Olvídate de todo, sólo disfruta, no pienses en nada más. Déjate fluir, pero acepta todas esas emociones que te atraviesan ahora, yo estoy haciendo lo mismo. Prometo cuidarte y demostrarte cuánto te amo, pero sinceramente es como tú dices, no vamos a descubrir nada nuevo… salvo lo de sentir con más intensidad nuestros sentimientos, quizás. ¿Está bien? ¿Quieres continuar?
- Sí… sí, perdona. No estoy dudando de eso, me siento igual que tú –Respiró hondo una vez más y lo miró con más seguridad y serenidad– Hagamos… el… amor.
- Así me gusta –adoró cuando ella dijo eso, poniéndose roja como un tomate– Eres tan linda cuando te avergüenzas, pero no te preocupes, no tienes que decirlo si no te sientes cómoda, sé que lo sientes. Sé tú misma, ¿de acuerdo?
Kohaku asintió, y le sonrió de una forma hermosa, era casi cegadora. Se recostaron en la cama, y Stan se acomodó sobre ella, mientras compartían un profundo beso que los volvió a relajar y a poner en clima. La rodeó con sus brazos con firmeza, y le devolvió la sonrisa, conectando las miradas azuladas que rebalsaban de emociones.
- Abrázame, preciosa, ¿sí? Me gustaría sentir todo de ti.
Kohaku rodeó a su vez la amplia espalda de él con sus manos, y fue ella quien adelantó el rostro para besarlo profundamente y levantar un poco su cadera hacia él, rozando sus intimidades. El gemido de ambos al unirse sus cuerpos luego fue absorbido mutuamente en sus bocas, y el abrazo que compartían se intensificó. Stan se quedó quieto unos segundos, disfrutando de la sensación que tanto había extrañado, de verdad que no había nada mejor en la vida que estar así con ella, aunque ahora era distinto en cierta forma, los unían sentimientos mucho más profundos.
Cuando Stan comenzó a moverse, lo hizo casi en cámara lenta, lo cual era mucho más intenso porque eran conscientes de cada mínimo movimiento y sensación. Kohaku adoraba cuando hacía eso, además de que al principio era más cómodo para su cuerpo. Tenía que procurar no acompañar los empujes de él para respetar la indicación médica lo más posible, pero le estaba resultando francamente difícil. Aunque no era necesario de verdad, la forma en que Stan movía su cintura y cadera de forma tan cadenciosa era tan continua y perfecta, en forma de círculos, pero más bien como si fuera una rueda. Ese control total de su cuerpo era maravilloso, y ella le había dejado siempre más que claro con sus gemidos que le encantaba eso. Con sus manos recorrió toda la espalda de él, y luego volvió a aferrarse a su cuello. Sus bocas no se separaban salvo para respirar, los besos imitaban la profundidad de la unión de sus cuerpos, lo cual lo hacía todo sublime y mágico.
Una fuerte emoción embargó a Kohaku, tal como pensaba, pero ya no tenía dudas o miedo. A la par de sentir cómo se iba formando en su interior la ola de placer que la embargaba poco a poco, sus ojos ardían con lágrimas que no podía reprimir. No eran de dolor o tristeza, sino de pura felicidad, y era la única forma que su ser pareció encontrar para canalizar las abrumadoras emociones que la atravesaban, tal como le había dicho Stan antes. Mientras pensaba lo raro que era llorar en un momento así, y sus suaves sollozos seguramente habían sido oídos por él, no se dio cuenta hasta lo que parecieron unos minutos después que su rostro no era el único húmedo. Abrió los ojos con mucha sorpresa, y miró los turbulentos ojos de Stan que le devolvían una mirada y una sonrisa llena de comprensión, sin detener sus movimientos.
- Creo que me contagiaste las lágrimas de emoción, preciosa. No pude evitarlo cuando te vi… hasta en eso estamos conectados ahora.
- Perdona, no sé por qué estoy llorando. Supongo que es de felicidad, pero no lo pude controlar.
- Lo sé, yo tampoco –se rió, y le besó las lágrimas para secarle el rostro– Te amo, ¿te lo dije ya?
- Sí, pero no me voy a cansar de escucharlo. Yo también te amo.
- Gracias, por tanto –Se besaron largamente una vez más, serenándose– No voy a aguantar mucho más, abrázate fuerte a mí si quieres… y avísame si te molesta, pero voy a ir un poco más fuerte para que acabes.
Stan se acomodó ligeramente para llegar más profundo en ella, y poco a poco aumentó el ritmo de sus empujes. La forma en que escuchaba a Kohaku respirar agitadamente y gemir contra su oído lo ponían al límite, pero hizo acopio de todo su autocontrol para aguantar al menos hasta que ella se dejara ir. Podía sentir que su interior se tensaba alrededor de él, o sea que estaba cerca, pero tanto tiempo de abstinencia y más con todas esas emociones rondando no se lo ponían fácil, normalmente podía controlarse mucho más. Pero por suerte no más de un minuto después, que le resultó tan precioso como eterno, la sintió arquearse y tensarse mucho, y lo "comprimió" de tal forma que su cuerpo no pudo resistirlo más, y también se dejó ir con un largo y sonoro gemido, que logró ahogar en la boca de ella conectando un último beso mientras se abrazaban con todas sus fuerzas, pero logró girarse boca arriba con ella encima para no aplastarla, porque no se sentía capaz de contener ni siquiera el peso de su cuerpo ya.
Perdieron la noción del tiempo y el espacio en ese ínterin, y eventualmente volvieron en sí. Kohaku estaba totalmente laxa, intentando normalizar su respiración y los temblores de su cuerpo que todavía la recorrían, mientras Stan le acariciaba la espalda, era la única parte de su cuerpo que se atrevía a mover. Sólo podía hablar, aunque su voz salió más ronca de lo normal.
- ¿Cómo te sientes?
- Creo que estoy viva.
- La famosa muerte dulce.
- ¿Eh? –Kohaku levantó la cabeza un poco, para mirarlo extrañada a los ojos.
- Ah, es una expresión de la lengua francesa… "la petit mort", es como el desvanecimiento de la conciencia femenina luego de un intenso orgasmo, un estado de trance… ¿un cortocircuito?
- Tiene sentido… puede ser –sonrió tontamente– Aunque no sé por qué dices que es un término femenino, tú también lo sientes así, ¿no?
- Sí… pero no sé qué sientes exactamente, aunque debe ser similar, sí. Pero supongo que como al hombre le cuesta mucho menos alcanzar un orgasmo en general, no debe ser tan intenso como el de la mujer. ¿Debería preguntarle a Xeno?
- No creo que sea una buena idea… no es neurólogo, es científico aeroespacial.
- Te sorprenderías, sabe de todo. Pero sí, ahorrémosle la imagen mental –Frunció el ceño– ¿Por qué estamos hablando de él justo ahora?
- ¿Porque estamos más allá de la conciencia?
- Me gusta esa respuesta –Le acarició la mejilla, y Kohaku se apoyó en su mano– Aprovechando este momento de "inconsciencia" … estuve pensando algo estos días, y me gustaría que lo consideres, porque puede ser repentino. Bueno, dos cosas en realidad, pero ahora que somos novios oficialmente, ambas tienen más sentido. Me gusta que me hayas ganado de mano.
- ¿Qué pensaste? –Preguntó curiosa, un poco más despierta cada segundo que pasaba.
- Dame un momento.
La giró para apoyarla en la cama, y estiró la mano para abrir el cajón de la mesita de luz al costado de la cama, y sacó una cajita roja. Cuando la vio, el corazón se Kohaku se paró por un instante, mientras sus ojos se abrían mucho. No sería… era demasiado pronto… ¿no? ¿Estaba soñando? ¿Esto era parte de esa semi-muerte inconsciente? Esperó a que Stan le explicara, sentía que estaba saltando a conclusiones apresuradas.
- Kohaku, esto es muy importante para mí… simboliza mi confianza y compromiso contigo. Me gustaría que lo aceptes, sin presiones.
- ¿Qué…? –Oh dios… ¿era o no era? ¡Eso había sido demasiado ambiguo!
Cuando Stan abrió la cajita, ella cerró los ojos e inspiró profundamente. Pero los abrió cuando escuchó una risa burlona de él.
- ¿Qué te sucede? ¿Qué pensabas que…? Oh
Finalmente, Stan cayó en cuenta de lo que debía pasar por la cabeza de Kohaku al ver esa cajita y pensó en las palabras que dijo, y se quedó muy quieto. Pero luego soltó una carcajada fuerte y libre. Ella lo miró, mitad con curiosidad, mitad nerviosa y expectante todavía. Se dio cuenta que evidentemente había malpensado la situación, y miró el contenido de la cajita.
- ¿Una… llave?
- Sí… ¿Recuerdas que Xeno tiene una copia de las llaves de este departamento? Bueno, te estoy dando otra. Sólo para que la tengas, por las dudas. Obviamente puedes usarla para entrar cada vez que nos veamos aquí. Espero que te des cuenta de la confianza que te estoy otorgando, tienes vía libre a mi hogar, y a mi vida. No tienes que avisarme cuando vengas, eres bienvenida siempre, como si fuera también tu casa. ¿La aceptas?
- Eeh… sí –Quería que se la tragara la tierra… ¿cómo demonios había pensado que podía ser un anillo? Tal vez Xeno tenía razón en que había visto demasiadas películas. Y lo peor es que Stan se había dado cuenta, claramente– Gracias… por la confianza. La pondré en mi llavero.
- De acuerdo, gracias –Apoyó un codo en el colchón, y su cabeza sobre su mano, recostándose de costado y frente a ella– Así que… ¿me parece a mí, o estabas esperando un anillo de compromiso? Hubiera sido un poco apresurado, nos estaríamos saltando una etapa… pero al menos ya sé cómo vas a reaccionar cuando te lo proponga de verdad, ¿eh?
- ¡N-no te rías! Maldición… es que… tú también… mira que poner una llave en una cajita roja de las que se usan en las joyerías.
- Mala mía, pero pensé que sería más adecuado a simplemente darte la llave sin mucha ceremonia. Quería demostrarte cuánto me importaba.
- Hmmm, sí –No podía recuperarse de la vergüenza todavía, así que decidió cambiar de tema– ¿y qué es lo otro que pensabas decirme?
- Bueno…ya que mencionaste a Xeno, lo recordé. Está bien si tienes que pensarlo unos días, y me dices qué te parece luego –Le tomó la mano– Para las fiestas de Navidad y fin de año, voy a ir a Estados Unidos con él, toda esa semana.
- Ooh… –Recordó lo que había pensado ella también sobre ese tema. Lo entendía, pero no pudo evitar entristecerse un poco de que no podría compartir con él ninguna de las dos fiestas– Está bien, no tengo mucho que opinar al respecto. Pásenlo lindo, manda fotos, postales…ya sabes.
- ¿Qué? –La miró confundido– No… no es eso. Te lo estoy diciendo porque me gustaría que vengas también, que me acompañes.
- ¡¿EH?! –Su boca cayó abierta, no se esperaba eso. ¿Ella, viajar a Estados Unidos toda esa semana? Nunca había salido de Japón todavía… ¿Y él lo tenía pensado incluso antes de ponerse de novios? – Oooh... ya veo.
- Piénsalo tranquila, sé que es muy repentino. Falta más de un mes, pero estarías a tiempo de tener la visa, el pasaporte, o lo que necesites. Xeno y yo tenemos también algunos contactos que pueden… acelerar el trámite. No pasa nada si rechazas la propuesta, entiendo que tienes a tu familia y amigos aquí, y estás acostumbrada a pasarlo con ellos. Ah, Y olvídate del pasaje y lo demás, yo invito. Sólo que… me gustaría compartirlo contigo, siento que va a ser un buen año el próximo, y quisiera empezarlo a tu lado.
- Stan… gracias. Lo pensaré.
- Muy bien, gracias por eso. Y ahora… no sé tú, pero necesito reponer energías, fue una noche intensa. ¿Dormimos cuchareando? –La giró suavemente para ponerla de espaldas a él, y la abrazó y acercó a su cuerpo mientras entrelazaba los dedos de su mano con los de ella.
- Me encanta como suena eso, claro.
Buenaaaaaaaas! I'm back, babies! Jajaja ¿Me extrañaron? Como les dije en las notas de un par de historias, estuve de mudanza y varias complicaciones, por eso no tuve ni tiempo de escribir estas semanas. Ah, a los que no tienen cuenta acá, si me siguen en "Kariwolf" en facebook, se enteran más rápido de cuándo actualizo :). Se nota que lo extrañaba mucho y que amo este fic, porque es el capítulo más largo que escribí en mi vida, oficialmente xD. Espero que lo hayan disfrutado y que compense la ausencia jeje.
Como todavía estoy bastante ocupada, voy a hacer lo posible por empezar a escribir la actualización de "Cautivos" ahora, que es más fácil… y luego continuaré con "No es ciencia, es amor", porque ese es mucho más complejo y ahora no tengo el cerebro para dedicarme al 100%, puede tomarme unos días más. Gracias por su continuo apoyo, los leo ahora a los que siempre me dejan amor y reviews, y me vienen bien los mimos para lidiar con el estrés de estas semanas (y próximos exámenes, oh ooh…). Hasta el próximo capítulo!
