San Francisco. Esa fue la ciudad elegida, en el estado de California, a la cual decidieron ir a pasar las fiestas de fin de año. Eligieron ese destino porque tenía más atracciones turísticas interesantes para enseñarle a Kohaku, y porque allí era donde Stan había reservado algo muy especial para pasar Navidad con ella a solas. Extendieron su estadía a quince días, desde el veinte de diciembre al tercer día de enero.
El plan sería pasar los tres primeros días de su llegada junto con Xeno, dónde habían reservado dos habitaciones en el "Riu Plaza Fisherman's Wharf", un precioso hotel cuatro estrellas ubicado en el famoso barrio Fisherman's Wharf, desde donde recorrerían un poco los alrededores también. Decidieron alquilar un auto para moverse con más comodidad y extensión, y desde el cual luego Stan y Kohaku partirían por su cuenta para ir hacia Big Sur, una gran región en la costa a lo largo de la ruta principal "Highway 1" famosa por sus paradisíacas vistas. Allí los esperaría una estadía de dos días y medio en una posada muy especial. Luego volverían a juntarse en San Francisco, para pasar el resto de los días hasta año nuevo, recorriendo y disfrutando de esas vacaciones.
Al aterrizar el avión cerca del mediodía, recogieron las maletas y se dirigieron en taxi al hotel para acomodarse. Ese había sido el primer vuelo de Kohaku, sin contar el paseo aéreo pilotando por Stan, y aunque lo llevó bien, habían sido casi once horas de vuelo, y la rubia nunca había experimentado todavía la sensación del jet lag, lo cual padeció particularmente, mientras que Stan y Xeno estaban mucho más acostumbrados. Por lo que lo primero que hizo ella, por recomendación de Stan, fue hacer una pequeña siesta luego de almorzar, para recomponerse. El hotel Riu era sencillo pero elegante, decorado en tonalidades blancas, grises y azules, muy apropiadas con el entorno marítimo de la zona. Incluso tenía piscina en el exterior, pero como estaban en invierno, era una comodidad de la cual no iban a disfrutar.
Kohaku nunca había visitado otro país que no fuera Japón, por lo que estaba fascinada con las vistas, arquitectura y toda la apariencia occidental tan distinta de lo que estaba acostumbrada. Luego de sentirse un poco mejor y más enérgica, estaba determinada a aprovechar cada minuto allí e iniciar los paseos y recorridos. Xeno le dijo que no había apuro, que tenían muchos días para disfrutar, pero ella hizo oídos sordos y pidió de salir, además de que era un día precioso, y quería aprovecharlo. Su argumento convincente fue que, si llovía o nevaba, podían usar esos días como descanso, pero que ella no concebía sus vacaciones para quedarse retozando cómodamente en el interior de un hotel, "para dormir está la noche", dijo poniéndole punto final a la conversación.
Así que esa misma tarde pasearon por los muelles principales de Fischerman's Wharf, el "Muelle 39", donde pudieron observar a una gran colonia de graciosos lobos marinos, tomando sol y jugando en el agua, y luego el "Muelle 45", uno de los principales del barrio, desde donde pudieron disfrutar de ver cómo zarpaban los principales cruceros y barcas que navegaban por la bahía, sintiendo la brisa marina envolviéndolos. Compraron comida al paso de los puestos locales de la calle, ya que todo eso también era nuevo para Kohaku, muchos sabores nuevos para el paladar oriental. Volvieron por la noche temprano, y para esa hora ya los tres no podían disimular el cansancio, así que cenaron en el hotel y se fueron a dormir.
A la mañana siguiente, durante el desayuno, debatieron sobre los planes del día, y que podían hacer una recorrida por los pintorescos barrios de San Francisco como "Little Italy", y "Haight-Ashbury", que se sentían como trasladarse verdaderamente a Europa. Kohaku se había quedado con la intriga de saber de dónde eran oriundos los dos hombres, ya que Estados Unidos era un país tan grande.
- Yo tengo mi casa en Texas, Houston –dijo Xeno– ya que allí es donde está la sede de la NASA en la que trabajo hace varios años. Está en la otra punta, del lado este del país. Sin embargo, la casa donde me crie con mi familia es aquí dentro del estado de California.
- Ustedes dos son amigos desde la infancia tengo entendido, ¿vivían cerca?
- Más o menos, sí –contestó Stan– En Elk Grove, en la ciudad de Sacramento. Pero cuando crecimos, con nuestras profesiones, tuvimos que alejarnos de allí. Bueno, Xeno en realidad, pero después yo busqué que me transfieran cerca de él, para hacernos compañía.
Kohaku entendió que estaba haciendo alusión a cuando perdió su familia, ese período en que se fue alejando de todo lo que conocía. Decidió no tocar el tema, por las dudas, y dejar que sean ellos los que continúen la conversación.
Hasta las cuatro de la tarde, hicieron ese plan de recorrida, y fue una grata sorpresa no sólo para Kohaku, sino también para los dos amigos, ya que había muchos lugares que tampoco habían visitado antes. Pero cuando volvieron, ya nuevamente en el barrio que se alojaban, Fischerman's Wharf, una voz resonó dubitativa en el aire.
- ¿Stan? ¿Eres tú?
Los tres se voltearon ante la voz femenina, y se podía ver la sorpresa en los dos hombres, aunque la expresión de Xeno se volvió más oscura instantáneamente, mientras que los ojos de Stan se abrieron con incredulidad, como si no hubiera esperado encontrarse con alguien de su pasado.
- ¿Cass?
Kohaku miró a la mujer que se acercaba a ellos, sin tener idea de quién podía tratarse, pero dándose cuenta de algo: Esa mujer era increíblemente hermosa. Además de casi tan alta como Stan –aunque tenía unos tacones bastante altos que lucía con toda comodidad incluso acercándose a paso rápido– tenía un sedoso y largo pelo castaño, ojos almendrados verdes brillantes con un sutil pero agradable maquillaje, un cuerpo esbelto con elegantes curvas y proporciones, y unas piernas larguísimas y femeninas. Perfectamente podía ser una modelo, digna de portada de revistas, y Kohaku sospechó que podía tratarse de una colega de modelaje, no sería tan extraño. Además, vestía muy femenina y elegante, tenía un estilo muy cuidado y moderno. En ese momento lamentó que su inglés no fuera avanzado, porque estaba segura que se perdería de buena parte de la conversación.
- ¡Sí que eres tú, Stan! ¿Qué haces aquí? Tanto tiempo.
- Vine de vacaciones para las fiestas, con mi novia y Xeno. ¿Recuerdas a Xeno?
La mirada que compartieron la mujer y el científico tuvo una frialdad inesperada.
- Cómo olvidar a tu sombra –Respondió mordazmente, en un tono más bajo. Luego miró a Kohaku– ¿Y la jovencita es…?
- Kohaku, mi novia. Kohaku, ella es Cassandra.
Stan le tomó la mano al presentarla, pero lo que Kohaku notó, además de que entendió y no le gustó mucho lo de "jovecita", fue la mirada de arriba debajo de la mujer llamada amigablemente "Cass". La vio alzar una ceja con cierto aire altivo y un poco despectivo, que la hizo tensarse incómoda.
- Qué curioso, una chica japonesa –Luego de su escrutinio, dirigió toda su atención a su conocido– ¿Y dónde estás viviendo ahora, Stan?
- En Japón, estoy haciendo una temporada de trabajo allí, como instructor de tiro. Xeno también me acompaña, pero coordinando el departamento científico de una preparatoria allí, mientras hace sus investigaciones, ya sabes, de los convenios de la NASA con las organizaciones aero-espaciales de otros países.
- Ya veo, tiene sentido ahora. Oh, me encantaría ponerme al tanto contigo, Stan, ¿qué dices si tomamos un café ahora?
- Eh… pero estoy con… –Stan miró de reojo a Kohaku.
- Media hora, no más –Lo interrumpió, con una sonrisa inocente– Si no les molesta, podrían dar unas vueltas juntos, ya que están de recorrida. No te veo hace tanto, Stan, es una oportunidad única.
Kohaku entendió lo suficiente como para darse cuenta de lo que esa amiga de Stan estaba pidiendo. Aunque no sabía quién era ni de dónde se conocían, no quería ser una novia celosa o insegura, y después de todo, Stan merecía pasar tiempo con amigos que no veía hace tiempo. Aunque esa amiga fuese una mujer que parecía salir de la portada de una revista, y la había mirado de una forma poco cálida, no tenía que ser prejuiciosa, quizás era su personalidad.
- No te preocupes Stan, ponte al día con ella. Xeno y yo podemos caminar un poco, y nos volvemos a encontrar aquí –Le dijo con una sonrisa comprensiva. Percibió que el científico a su lado fruncía los labios, aunque no dijo nada, y Stan abrió un poco los ojos, sorprendido– Está bien, es sólo un momento.
- Muchas gracias, querida, eres un encanto –Le dijo Cass con una sonrisa deslumbrante, agradecida por la buena predisposición.
Stan se le quedó mirando un poco más a Kohaku, pero terminó asintiendo brevemente con la cabeza, y se dio vuelta para seguir a la mujer, que le tocó el brazo para llamarle la atención. Kohaku los vio alejarse, luego le preguntaría a Stan quién era. Pero oyó el suspiro de Xeno a su lado, y la respuesta vino más rápido de lo que esperaba, en forma de un tono bajo y cauteloso.
- Sospecho que no sabes de la identidad de esa mujer, o no hubieras accedido tan relajadamente a que tomen ese café solos.
- ¿Eh? ¿Quién es? –Preguntó, ahora preocupada.
- Su ex.
- Oh... –No se esperaba eso, pero no había forma de haberlo averiguado– ¿Cuál de... todas? –No sabía cuántas había, pero suponía que hubo varias en la lista antes que ella.
- La última, con la que estuvo tres años. Pero no le tengo ningún aprecio, dejó a Stan poco después del terrible momento en que perdió a su familia. No le gustó que su príncipe azul tuviera tantas secuelas psicológicas entre eso y su carrera militar, así que lo abandonó, apenas un mes después de que sucediera todo eso. Stan quedó más destrozado, si era posible, y yo fui el que tuvo que recoger sus pedazos.
- ¡Qué horror! –dijo con el corazón estrujado– Ahora entiendo cuando me decía que algunas mujeres se alejaban de él cuando se enteraban de sus traumas. Puedo entenderlo de alguien con la que estaba por diversión ocasional, ¿pero una novia de tres años? Demasiado cruel.
- Sí, pienso igual. No pienso fingir que me cae bien.
- Pero Stan… no la miraba con resentimiento.
- Kohaku, piensa que él no estaba en su mejor momento, y era consciente de sus episodios traumáticos. Evidentemente, se creyó que la culpa de la separación fue suya, incluso de que él la estaba haciendo infeliz y ella, pobre, no se lo merecía. Así que ahora esa mujer debe estar queriendo ver si él "volvió a la normalidad".
- ¿Tengo que preocuparme?
- Por Stan, no. No estaría tan seguro de ella, creo que la mirada que te dedicó lo dijo todo.
- Pensé que había sido mi percepción solamente, o que le llamé la atención por ser extranjera. Pero no se sintió muy cálido su escrutinio.
- Aunque fueron varios años, es claro que apreciaba más a Stan por su atractiva apariencia que por quién él era realmente. Le gustaba que sea un militar reconocido y de alto rango, pero no le gustaban tanto las historias y responsabilidades de ese puesto, nunca lo apoyó realmente. Creo que lo único que quería, era un novio muñeco del cual presumir.
- ¿Y por qué Stan estaba con ella entonces? No parece ser ese tipo de hombre. Bueno… –recordó cuando se conocieron– sí, cuando lo conocí seducía hasta a las piedras, y yo no fui la excepción, pero él me dijo que lo hacía para no pensar en las cosas de su pasado.
- Sí, su etapa "promiscua" vino después de terminar con ella. Pero digamos que Cassandra tiene una habilidad encantadora y manipuladora casi maestra. Su verdadera cara la mostró más adelante, nunca me pareció muy profunda, pero tenía una inteligencia y elegancia agradables, también logró engañarme a mí. Como sea, luego de ese café no la volveremos a ver, así que no te preocupes. ¿Vamos a dar esas vueltas obligadas?
Xeno la miró con comprensión, pero con un poco de pena por haber sido él quién le dio esa información, pero estaba seguro de que Stan no iba a dársela, y prefería que Kohaku supiera las dos caras de aquella mujer, por las dudas.
Cuando volvieron media hora después, tal como habían quedado, llegaron ellos dos primeros, y unos minutos después vieron acercarse a Stan y a la mujer. Sus ojos se encontraron, y alcanzó a ver con su prodigiosa vista una sonrisa provocadora en los perfectos labios de la castaña, como si estuviera pensando algo que seguramente no serían buenas noticias para Kohaku. Instintivamente, se le retorció el estómago, pero se preparó parándose bien derecha y tratando de lucir tranquila, no le iba a dar la satisfacción de verla incómoda. Stan tenía una mirada de aprehensión en los ojos, seguramente tratando de dilucidar si ella estaba secretamente enojada. Pero aun si lo estuviera, que no era el caso, no era a él a quien le dedicaría su propia mirada fría, de ser necesario. Confiaba en su novio, y pensaba demostrárselo para tranquilizarlo.
- Ya estamos de vuelta –dijo sonriente Cassandra– Gracias por ese momento, Stan, disfruté mucho volver a verte. Y a ti –añadió, mirando a Kohaku– por permitirnos este momento de reencuentro.
- No hay problema, de nada –Le respondió con su limitado inglés.
- Bueno, me alegro de verte, Cass –Stan comenzó a despedirse, con una breve sonrisa educada– Hasta la próxima.
- ¡Oh, esperen! Hay algo que quizás les interese, si no tienen planes –Lo detuvo a último momento, cuando él estaba dando unos pasos para volver al lado de su novia.
Ahí estaba. Kohaku lo sabía, su instinto no le falló. La pregunta era por qué, qué buscaba esa mujer, si ya sabía que Stan tenía novia, y ella estaba exactamente ahí. Aunque no parecía importarle.
- Esta noche habrá una exhibición exclusiva y privada de pintura en la "Galería ZK", cerca de aquí, una amiga mía es la artista principal. Hay que ir de etiqueta, y es con entradas, pero si quieren venir puedo conseguirles para ustedes, gratis por supuesto. Me encantaría que vengan, si pueden.
Stan miró a Kohaku con cautela, una cosa era que él se ausentara menos de una hora, otra cosa era que una extraña para ella –pero no para él– estuviera cambiándole los planes. Aunque la mirada que le dirigió Xeno cuando se volvieron a encontrar, fue una que se leía claramente como "ya sabe que es tu ex, cuidado", y evidentemente él se lo había contado, aunque no podía culparlo por eso. De seguro que no sería cómodo para ella aquella invitación.
- Cass, te agradezco, pero…
- Está bien, podemos ir –dijo Kohaku, forzando una sonrisa.
Stan la miró sorprendido, no se esperaba que ella lo interrumpiera para contradecirlo, mucho menos para aceptar la invitación. ¿Realmente le daba lo mismo? ¿No sentía nada porque la ex de su novio lo separara de ella en una ocasión, y ahora intentara acercarse a él una segunda? Porque era obvio que esa invitación la hizo para volverlo a ver a él, ya le había hecho unos comentarios durante aquel café que compartieron en los que ignoraba completamente que él estuviera en pareja. Él había hervido de celos de sólo verla hablar confianzudamente con Tsukasa una vez, y eso que apenas si eran conocidos. En cambio, si Kohaku sabía que Cass era su ex-novia, tenía que imaginar que había pasado mucho, mucho más, y en un plano mucho más íntimo, durante varios años. Pero parecía que a la rubia no le molestaba, ahí estaba con esa sonrisa, aceptando el plan como si nada. Se sintió no sólo extrañado, sino ligeramente ofendido de que ella no actuara ni un poquito territorial, y más considerando que Cass se había convertido en una mujer adulta y bellísima. ¿Tan segura era Kohaku de sí misma? Era envidiable, para admirarla y aplaudirla. Decidió insistir en la negativa, darle la oportunidad de que cambie de opinión, por si ella estaba fingiendo.
- No es un compromiso obligatorio, Kohaku, está bien si quieres descansar o que salgamos en un plan más relajado, nadie se ofenderá si rechazamos un plan tan espontáneo, y tampoco eres asidua a eventos artísticos tan elegantes…
- No te preocupes, Stan, podemos ir, suena interesante –insistió, no quería que esa mujer pensara que ella era una chiquilla que temía que le "roben" a su novio– Tenemos muchos otros días para descansar o salidas más relajadas.
Stan la miró en silencio unos segundos, preguntándose por qué insistía tanto, sin encontrar la respuesta. Él mismo no tenía tantas ganas de ir, pero ahora le picaba la actitud tan condescendiente de Kohaku. Cassandra se adelantó, y le devolvió la sonrisa a la joven.
- ¡Genial! Entonces le pediré sus datos a Stan por teléfono, y podrán entrar presentándose como invitados míos. Recuerden, vestimenta formal, de etiqueta. Hasta la noche.
La mujer se despidió de Xeno y de Kohaku agitando la mano, pero le acarició el brazo a Stan, y se fue, con ese paso tan elegante y sensual que tenía incluso con esos altísimos tacones. La pareja se miró a los ojos, los dos forzando una sonrisa casual, cada uno por sus propios motivos, y Xeno los observó sutilmente a ambos, dándose cuenta la falsedad de sus expresiones, pero no acotó nada. Esa sí que iba a ser una noche… desafiante.
En el camino de vuelta, Stan le explicó por su propia cuenta que "Cass" había sido su novia cuando tenía poco más de veintiún años. La conocía desde la secundaria, y eran buenos amigos, hasta que años después se volvieron a encontrar y él la invitó a salir, y allí comenzaron. Tal como había pensado Xeno, no le dijo nada de las circunstancias en las que cortaron, sólo que la relación se venía deteriorando y decidieron separarse. Kohaku escuchaba atenta, pero siempre mostrándole a Stan una mirada serena, para demostrarle que estaba todo bien. Ahora que lo pensaba, ella nunca había estado en una situación en la que estuviera en un lugar con otra mujer interesada en él, por lo cual no había tenido motivos para celarlo. Pero, así como no había estado a gusto cuando él la celó con Tsukasa, ella no quería hacerlo tampoco, y más porque Stan se había comportado muy correctamente.
Otra cosa distinta, eran sus propios sentimientos. No de desconfianza, sino que había notado las obvias diferencias entre esa mujer y ella. Mucho más elegante, femenina, y esbelta que ella, toda una adulta con estilo, encantadora y aparentemente muy culta. Kohaku se consideraba bonita, aunque tampoco le había importado mucho su propia apariencia, y nunca se había preocupado por lucir femenina, excepto unas muy contadas ocasiones, que podía recordar con los dedos de una mano, y le sobraban. Siempre en ropa deportiva, o casual, jamás usaba tacones, maquillarse para ella era tan raro como usar un vestido elegante, y ciertamente no tenía la menor idea de cuestiones artísticas o culturales, toda su vida e intereses giraba en torno a los deportes. Era tan opuesta a la ex-novia de Stan, que se preguntó realmente por qué él se había sentido atraído por ella, aunque quizás era porque no era muy quisquilloso con la apariencia.
Conforme iban pasando las horas, Kohaku se fue sintiendo un poco más insegura. La única ropa formal que había llevado era el vestido y los tacones que le habían regalado Ruri y su padre, tendría que usar eso. No tenía accesorios, nunca se había preocupado por eso, pero había traído algo de maquillaje, el suyo básico, y su hermana le había prestado unos labiales y sombras de ojos más, que combinaran con el vestido. El problema iba a ser caminar en esos endiablados tacones, eran altísimos, unos diez centímetros y finos como agujas, apenas se los probó se había sentido muy incómoda e inestable, sólo podía disimular su inexperiencia si daba pasos lentos. ¿Tendría que practicar un poco? Aprovechó que Stan dijo que tenía que ir a comprar algo, y la dejó sola en la habitación, por lo que se puso a dar vueltas allí tratando de acostumbrarse, y más de una vez dio pasos inseguros y por poco se dobló el tobillo. Definitivamente iba a tener que ir agarrada de Stan, no tenía vergüenza en pedirle ayuda.
Luego decidió probarse el maquillaje, y como no tenía idea de cómo pintarse más de lo usual, revisó unos video tutoriales en internet rápidamente. No parecía muy difícil, aunque comprobó minutos después que sí lo era, tuvo que retocar varias líneas en que le falló el pulso, y no estaba segura de haberse aplicado bien las sombras oscuras en los ojos. De pronto escuchó que golpeaban la puerta suavemente, y cuando preguntó quién era, resultó ser Xeno. En cuanto lo abrió, el científico abrió mucho los ojos y dio unos pasos hacia atrás, como asustado.
- ¡¿Qué demonios te hiciste en la cara?! –Le preguntó horrorizado, sin disimular ni un poco.
- Vaya, gracias –contestó, ofendida– me maquillé. ¿Está…mal?
- ¿Mal? Es espantoso, nunca vi nada menos elegante. ¿Qué problema tienen las mujeres con su rostro y el exceso de maquillaje?
- ¡Bueno, perdón, no suelo hacerlo! –Le dijo avergonzada.
- Eso es más que evidente –Dijo Xeno, alzando una ceja– Maldición, menos mal que te vi yo y no Stan, con la imagen que le ibas a dar, le hubieras bajado la libido por varios días.
- ¡Eres horrible! –A pesar de que estaba muy indignada con su trato poco delicado, la angustia subió hasta su garganta, ahora se sentía peor. Lo único que le faltaba era eso, para minar su autoestima.
- Límpiate la cara, quítate esa máscara ahora, pareces una muñeca asesina –Dejó de criticar cuando vio la mirada dolida de Kohaku– No eres fea… es decir, tienes rasgos agradables, no sé por qué te empecinaste en exagerar tanto.
- Hmm, ¿me ayudas?
- ¿Qué? –preguntó consternado– ¿Yo, maquillarte? No, ni hablar...
- Puedo hacer lo básico, pero creo que un poco de esta sombra y de labial se verían bien para que sea más "elegante", el problema es que no logro hacerlo bien. ¿Por favor, Xeno?
El científico la miró entrecerrando los ojos, pero era la primera vez que la veía insegura y ansiosa, y se apiadó de ella. Sospechaba que estaba haciendo eso solamente porque se estaba comparando con Cassandra, pobre chica.
- No voy a maquillarte, pero hazlo tú y yo te digo cuándo parar. Además, si justo vuelve Stan, será de lo más incómodo, y se burlará de mi por el resto de mi vida.
- De acuerdo, gracias. Cuento contigo, Xeno.
Kohaku se limpió la cara, y volvió a empezar de cero, pintándose con mucho más cuidado y sutileza. Resultó ser que para cuando Xeno le dijo que ya estaba bien, tenía varias capas menos de maquillaje, lucía femenina y natural, pero más sensual.
- ¿Está bien así? ¡Me gusta cómo me veo? –Dijo con una sonrisa.
- Sí, estás perf… –se corrigió a tiempo– te ves bien. No te toques más la cara, o lo arruinarás. Vístete y ya, yo también debo ir a cambiarme, y Stan debe estar por llegar.
- Muchas gracias, Xeno, de verdad –Le sonrió agradecida y aliviada, y él le devolvió una pequeña sonrisa antes de irse a su habitación. Stan tenía razón en que el científico era más amable de lo que parecía.
Kohaku se peinó, y luego se puso el vestido y los zapatos, practicó dar unos pasos más y se miró frente al espejo, chequeando cómo se veía. Era evidente que no estaba en su elemento, pero tampoco daría vergüenza ajena, pensaba. Cuando se iba a sentar en la cama para no cansarse los pies, Stan entró a la habitación. Se paró en seco con la puerta entreabierta, ligeramente sonrojado y boquiabierto. Ella también se quedó quieta, esperando una opinión de cómo se veía. Pero las palabras no llegaban, y se estaba poniendo nerviosa.
- ¿Estoy bien así? ¿Es mucho? No tengo otra ropa, perdón…
- No, no… –Stan se acercó lentamente a ella– Estás... nunca te vi tan hermosa, eres una diosa, verdaderamente.
- Hmm, gracias –contestó, tímida pero feliz. Notó que él tenía una bolsa en la mano– ¿Qué compraste? Te tardaste un rato.
- Algo para ti, pensé que te vendría bien, y como disculpa por lo que pasó a la tarde, si te incomodó.
- No, está bien, de verdad. No me molestó para nada, Stan.
Esa afirmación tenía que haberlo aliviado. Pero en el fondo, inexplicablemente, volvió a arderle un poco. ¿Cuánto más iba a fingir que estaba perfectamente bien con todo eso? Podía ser verdad, pero no le creía, había algo en la sonrisa de ella que no le llegaba a los ojos, no brillaban como siempre. No entendía por qué no era sincera, por qué no confiaba en él y le decía lo que sentía honestamente. No era como si una pizca de celos fuese a derrumbar su relación, si los sentía. Al contrario, sería más que natural, dadas las circunstancias, y cómo se había comportado Cass. Pero dejó esos pensamientos de lado, para darle lo que había comprado. Sacó de la bolsa una cajita, la abrió frente a ella, y se la mostró: Era un conjunto de unos aretes y un collar de plata, muy finos, los aretes eran una hilera delicada de pequeñas piedras relucientes y transparentes como diamantes, y el collar tenía un dije a juego. Kohaku soltó un jadeo de sorpresa.
- Oh, Stan… ¡es precioso! No tenías que hacerlo…
- Nunca te vi llevar accesorios, así que supuse que no tenías. Y estos, al no tener un color particular, pueden irte con otros vestidos también. ¿Te pongo el collar?
- Sí, gracias. Yo me puedo poner lo otro.
Kohaku se puso primero los aretes, y se dio vuelta para que Stan le ponga el delicado collar, y cuando terminó le dio un tentador beso en el cuello, que la hizo estremecerse de gusto.
- Estás más que preciosa, una vez más la palabra me queda corta. Me encantaría besarte, pero veo que te pusiste labial, y no quiero estropear tu maquillaje.
En su lugar, le dio un beso en la comisura de la boca, y luego le recorrió la línea de la mandíbula con unos tentadores besos.
- Si te soy sincero, tengo muchas ganas de sacarte ese sensual vestido ahora mismo, pero tendré que contenerme hasta que volvamos –Deslizó suavemente unos dedos desde el cuello de ella, bajando por la columna, y la apretó contra él luego– Y tengo que cambiarme, o llegaremos tarde.
Kohaku se sentó en la cama, y lo observó mientras se cambiaba, con una sonrisa pícara. Él, lejos de ignorarla, se desvistió lentamente y luego se puso la camisa y el traje, sin dejar de mirarla a los ojos. Stan era posiblemente uno de los hombres más hermosos y sexys que pisaran la tierra, pero verlo en traje, tan elegante y seductor, y con ese maravilloso porte, ya era demasiado. Kohaku tuvo que tragar, estaba segura que estaba a punto de babearse si lo seguía mirando, y ni que hablar que ya sentía que el interior de su cuerpo se había fundido. En ese momento era ella la que tuvo que contenerse, o no iban a salir de esa habitación en toda la noche.
- ¿Vamos? Xeno ya debe estar aburrido esperándonos.
- Sí, vamos –Se guardó para ella la anécdota de que la había ayudado a maquillarse.
Fueron a la galería en el auto alquilado, lo dejaron en un estacionamiento, y entraron a la exposición. Había unas cuántas personas, todas vestidas de etiqueta, charlando entre sí y también observando las pinturas y esculturas exhibidas, al parecer eran varios artistas los que presentarían sus obras esa noche, pero todas lucían muy profesionales, y varias estaban a la venta, con precios astronómicos. No era de extrañarse que hubieran pedido tanta formalidad, pensó Kohaku. Se había agarrado del brazo de Stan para tener más estabilidad, esas cuadras desde el estacionamiento hasta la galería habían sido el infierno mismo, y ya podía sentir la presión en la punta de sus pies, y lo odiaba. ¿Cómo había mujeres que podían estar todo el día en esos zapatos altísimos como si nada?
Comenzaron a recorrer todo el piso de la galería, apreciando los cuadros. Stan les había mencionado el nombre de la artista amiga de Cass, por lo que prestaron más atención a aquellos cuadros en los que veían su nombre. Había un segundo piso arriba con más obras, y donde había refrigerios y se podía comprar el arte, así como souvenirs de la galería. No habían pasado más de quince o veinte minutos, y ya Kohaku comenzaba a sufrir insoportablemente la incomodidad de sus pies, pero no quiso decir nada.
En ese momento apareció la que sería su segunda pesadilla de la noche: Cassandra. Por supuesto que estaba imposiblemente hermosa, era una maldita muñeca perfecta, y el vestido parecía haber sido confeccionado sobre su cuerpo, de lo perfecto que recorría sus curvas. Su pelo largo en forma de prolijas y brillantes ondas, y maquillada de una forma que Kohaku nunca logró imitar. Se acercó toda segura y sonriente a sus tres invitados, aunque sus ojos estaban dirigidos únicamente a Stan.
- ¡Qué bueno que vinieron! Muchas gracias, es un placer verte, cariño… y verlos.
¿"Cariño"? Kohaku trató de controlar con todas sus fuerzas su cara de indignación, sí que era una atrevida esa mujer, y evidentemente lo hacía a propósito para molestarla. Notó que Stan la miró de reojo, pero la rubia se mantuvo imperturbable, como si no le afectara. Xeno, por su parte, no pensaba abrir la boca, pero su ceño se frunció visiblemente.
- ¿Les gusta la exposición?
- Sí, muy buenas obras, Cass –Asintió Stan educadamente– Gracias por la invitación.
- Me gustaría presentarles a mi amiga, la pintora, pero está arriba. ¿Quieren acompañarme?
Kohaku miró internamente horrorizada las numerosas escaleras. Apenas podía caminar sin sufrir cada paso, iba a ser muy evidente y vergonzoso, además de doloroso, si tenía que subir. Lo lamentó mucho, internamente, pero tenía que ceder ahí, aunque significara dejar solo a Stan con esa odiosa mujer de oscuras intenciones.
- Gracias, pero yo me quedaré por aquí a mirar un poco más, Stan, ve tú –Le dijo con una pequeña sonrisa– Además, no sé si entendería muy bien lo que diga la artista.
- ¿Kohaku? –Le preguntó, confundido.
¿Otra vez lo estaba dejando solo con su ex-novia, tan despreocupadamente? ¿Prefería estar sola, a acompañarlo a él? Se preguntó si sería esa la forma de ella de demostrar que estaba enojada, o si realmente no le importaba en lo más mínimo que esa mujer que había sido parte de su pasado estuviera rondando, y para colmo tuviera actitudes innegablemente seductoras con él, entre cómo lo miraba y cómo le hablaba. Ya no sabía qué pensar de la actitud de Kohaku, pero nuevamente se sintió irritado, y un poco desilusionado. Lo peor era que estaba dando las señales incorrectas a Cass, a su forma de ver, porque le estaba demostrando que no le importaba mucho que le quitara la atención de su novio, y que se acercara tanto a él, y eso echaba más leña al fuego para que la castaña sea más provocadora. Era una situación poco agradable, pero si Kohaku quería ser poco sincera y jugar con eso, él le seguiría la corriente, y no se imaginaría cuánto.
- Como quieras –dijo Stan cortante, mirándola un poco frío– ¿Xeno?
- Me quedo con Kohaku también –Le respondió, mirándolo duramente.
- Bien, vamos entonces, Cass –Le apoyó una mano en la espalda, casi en la cintura, mientras le sonreía abiertamente.
Kohaku sintió que algo más que sus pies le dolían, al ver eso. ¿Por qué Stan la había mirado tan fríamente? ¿Era necesario que le toque la espalda tan galantemente a esa otra mujer? La angustia le subió a la garganta. En vez de apreciar que ella confiaba en él, y que no le iba a hacer un reproche de celos, la respuesta fue completamente distinta a la que esperaba. Tuvo que respirar hondo para contener que los ojos no se le llenaran de lágrimas. Xeno, a su lado, sí notó su angustia, y la tomó del brazo en lugar de Stan. Había percibido que a ella le costaba caminar bien.
- Podrías ser más honesta, sinceramente –Resopló el científico.
- ¿Qué? –Le preguntó Kohaku, sorprendida.
- Stan se acaba de comportar como un idiota, y no mejor empiezo a hablar de esa mujer, ¿pero no crees que estás exagerando con tu sobreesfuerzo? Ya lo sospechaba con lo del maquillaje excesivo, y tu sonrisa falsa mientras tratas de disimular que estás bien con lo que sea que proponga Cassandra. ¿Qué quieres demostrar? ¿No te entra en esa cabecita que la novia de Stan eres tú?
- Quiero que Stan sepa que confío en él, nada más. No quiero ser una novia molesta y celosa, que le niegue o reproche su pasado.
- ¿Y tú confías en ti misma? Porque dices eso, y a la vez pareces rogar por la aprobación de él hoy. No sé si confías tanto en Stan, si estás tan determinada a actuar de una forma que no pareces tú misma, sólo para que él crea que eres la novia perfecta, y reafirme que sólo tiene ojos para ti.
- Yo… –Miró al piso, sin poder creer lo bien que Xeno la había "leído".
- No te compares con Cassandra, son agua y aceite, en apariencia y en personalidad. Pero no dudes que a la única mujer que Stan tiene en su cabeza, y ama con todo su ser, es a ti, créeme. No accediste a esta invitación por gusto e interés como dijiste, ni te gusta que ella lo mire así y le diga falsamente "cariño", cuando sabes que lo trató como a un juguete. Y menos aún quieres dejarlo solo con ella, no porque dudes de él, sino porque sabes que ella lo está haciendo sólo para molestarte e intentar volver seducirlo, claramente sólo por ego, para divertirse un rato. Y de resentida porque no puede aceptar que Stan sea feliz con otra mujer que lo quiere tal como es, y que encima sea más joven y fuerte que ella, incluso más madura. ¿Me equivoqué en algo?
- No –admitió, avergonzada. No se pensaba a sí misma como fuerte y madura, era como era…pero sí coincidió en cómo veía las actitudes de la otra mujer.
- Bien, entonces cuando vuelvan, déjame decirles un par de palabras a mi querido amigo, y luego puedes demostrar, en todo caso, por qué eres la única mujer que Stan ama, y lo determinada que estás a compartir tu vida con él en las buenas y en las malas, cosa que ella no quiso hacer. Cassandra no te llega ni a los talones, no es ni la mitad de mujer digna que eres tú.
Kohaku recuperó su ánimo y confianza con las cálidas y honestas palabras de Xeno, y pudo entender lo valioso que era como amigo de Stan. Si había sido tan certero con ella y la conocía poco, no podía imaginarse lo bien que entendía el corazón de su mejor amigo. Varios minutos después, vieron bajar por las escaleras a Stan acompañado de Cassandra, todas sonrisas, y le había ofrecido su brazo para ayudarla a bajar, que ella tomó gustosamente. Cuando el rubio vio a su novia y su amigo, frunció el ceño al ver que estaban tomados del brazo. El científico miró a la joven, ella le asintió brevemente, y se soltaron, para que él pudiera acercarse a su amigo.
- Stan, ¿podemos hablar un momento?
- Kohaku quedará sola.
- Estará bien –"¿Ahora te importa?" pensó en decirle, pero no quería ponerlo a la defensiva antes de tiempo.
Stan se despidió momentáneamente de la mujer, y siguió a Xeno, que se dirigió a un pasillo que había cerca, en el que no había nadie. Allí, el científico lo miró con seriedad, y luego de observarlo un momento, le habló:
- ¿Por qué le haces eso a Kohaku?
- ¿Hacer qué, Xeno? No sé de lo que hablas.
- No te hagas el tonto conmigo. La estás poniendo a prueba. Sé que la amas y que no harías nada estúpido, pero ella tampoco no se merece ser testigo de este juego. Y si le prestaras más atención, te darías cuenta que...
- ¿Y tú sí le estás prestando atención a mi novia? Vaya, qué buen amigo eres.
- Sí, lo soy. Porque mientras tú estás determinado a ser un encanto con esa vívora que tienes por ex, yo soy el que está acompañando y compadeciendo a tu novia, a la que trajiste a un país extranjero, y a la que estás dejando de lado para hacerle sentir celos de esa pobre excusa de mujer que te invitó aquí, con toda la intención de envenenar a Kohaku.
- Cass no va a hacer eso, Xeno. No sé de qué le serviría, si sabe que estoy con ella.
- ¿Acaso no ves las miradas altivas que le dedica? ¿Y cómo disfruta sin duda alguna cuando la ve ceder o tener que tragarse su inseguridad?
- Kohaku no tiene nada que envidiarle a Cass. Y mírala, arreglada y todo, no dudo que reciba todas las miradas de esta maldita galería si se lo propone.
- ¿Y por quién te crees que Kohaku se vistió y maquilló así? ¿A quién crees que quiere impresionar y demostrar que es una mujer hermosa digna de ser tu compañera, a pesar de las miradas prejuiciosas por la diferencia de edad y de las miradas que recibe por ser tu "novia exótica"? En vez de hacerte una escena de celos o colgarse a ti desesperada, llama la atención de esta forma mucho más digna y elegante. La pregunta, es si es necesario que tenga que hacerlo. Y mírala un poco más, y notarás que no soporta caminar en ese calzado incómodo para ella, por ese motivo imagino que no te quiso acompañar arriba, no porque quisiera dejarte solo con Cassandra. Si la estuve llevando del brazo hace unos minutos, era para darle más estabilidad, es más que obvio que no está acostumbrada y que pone su mejor cara para fingir seguridad.
- ¿Y entonces por qué no lo dice? –Preguntó molesto.
- Podrías preguntárselo tú, ¿no? Pero a mi forma de ver, no quiere mostrarse débil frente a tu ex-novia, y mucho menos molestarte y terminar entregándote a sus brazos.
- Eso no va a suceder nunca.
- Tal vez, pero no ayuda que tú andes siendo todo un galán con una mujer importante de tu pasado.
- Lo hice solamente porque no entendía cómo es que no mostraba ni una pizca celos.
- ¿Y poniéndola celosa adrede te parece algo muy inteligente que reforzará su amor? Por favor, Stan, escúchate. Si la situación fuese al revés, a esta altura tú ya le hubieras hecho una amenaza de muerte al otro hombre, si estás en un buen día. Es tu novia, habla tú con ella. Pero no ahora, si la dejamos sola y quieta así como está, comenzará a echar raíces.
Stan resopló, admitiendo que lo que había dicho Xeno era muy sensato, y se sintió mal de haber actuado como lo hizo. No quería estar más en ese lugar, odiaba la idea de que Kohaku se sintiera tan miserable, y quería llegar a la habitación para hablarle y disculparse sinceramente. Ni bien llegó a su lado, le ofreció su brazo con cautela, sin saber si estaba más enojada que triste. Pero ella lo miró con una sonrisa, agradecida, y aceptó su brazo.
- Discúlpame por haberte dejado sola aquí.
- No estuve sola –Miró a Xeno con una pequeña sonrisa cálida– Tienes un gran amigo.
- Te lo dije –asintió, también mirando al científico– ¿Ya te enamoraste de él?
- Un poco –Bromeó, pero se arrepintió cuando vio la sonrisa de Stan borrarse– Oh, vamos, me lo dejaste servido, ¿tú puedes, pero yo no?
- Tienes un punto ahí. ¿Te parece que volvamos al hotel? Fue suficiente por hoy.
- Sí, me encantaría –Dijo con un tono más desesperado del que pretendía.
Kohaku vio a Cassandra acercarse, esa mujer debía oler las oportunidades, pero esta vez la rubia estaba preparada.
- Oh, Stan, cariño, ¿ya se van tan pronto? Pensaba ofrecerles de tomar unas copas, para celebrar. Ya sabes, un brindis adelantado por las fiestas y el reencuentro.
- No, gracias, rechazo la invitación esta vez –Fue de Kohaku, no Stan, la voz que contestó con seguridad– Gracias por invitarnos aquí, Cassandra, estuvo muy interesante. Pero fue un día movido, y quiero volver al hotel a descansar.
- No te preocupes, querida, lo entiendo. Pero quizás no te moleste dejar a Stan un rato más por aquí, por suerte tienes al buen amigo Xeno para que te acompañe.
- No, disculpa pero no –Dijo con más firmeza, pero manteniendo su sonrisa, y entrelazó sus dedos con los de Stan. Él, gratamente sorprendido, la rodeó por la cintura y la acercó a su cuerpo– Estamos de vacaciones juntos, y es mi novio, así que entenderás que prefiero volverme al hotel con él, y terminar de disfrutar la noche juntos, a solas.
Tanto Xeno como Stan trataron de contener una gran sonrisa, divertidos por la alusión directa pero sutil de Kohaku, esa joven tenía estilo hasta para marcar territorio.
- Es como ella dice, Cass –Reafirmó Stan– Y yo también prefiero ese plan, ya descuidé mucho a mi preciosa novia por hoy, y pienso compensarla, ya viste lo compañera y generosa que es –Levantó la mano que tenían entrelazada para darle un beso en el dorso de la mano de ella, y mirarla amorosamente.
- Ya veo… –contestó la mujer, forzando ella la sonrisa ahora– Está bien, se lo merecen entonces. Gracias por venir, y espero que disfruten sus vacaciones. Fue un placer verte, Stan.
Kohaku nunca había escuchado palabras tan poco sinceras, pero se sintió muy aliviada de ver a Stan apoyándola. Lo que sea que le había dicho Xeno, había tenido un efecto instantáneo. Sin más, se despidieron de Cassandra por última vez, y los tres se fueron de la galería. Aunque la rubia se estaba tragando la incomodidad de sus pies, hacía lo posible por no parecer tan rígida. De pronto, sus pies abandonaron el piso, y antes de darse cuenta lo que había sucedido, estaba entre los brazos de Stan, que la cargaba estilo novia.
- ¿Qué? ¿Por qué? –Dijo sorprendida.
- No puedes caminar bien, así como estás, ¿no? Y perdona que te lo diga, preciosa, pero te ves como un pingüino. De esta forma será más rápido y cómodo.
- Nunca me habían cargado así públicamente –dijo avergonzada, tapándose los ojos– Los que nos vean, deben pensar que me doblé un tobillo.
- Siempre hay una primera vez para todo. O podemos decir que nos acabamos de casar en Las Vegas, e hicimos un vuelo exprés a casa para consumar nuestro amor.
- ¡Ja! Bueno, si lo dices, tendremos que fingir que estamos muy borrachos.
Estallaron en risas, y Stan no la soltó hasta que llegaron al estacionamiento y la subió al auto. Y lo mismo la volvió a cargar en brazos cuando bajaron, entrando así al hotel, ayudados por Xeno que pidió las llaves y se encargó de pedir al ascensor y abrirles la puerta de la habitación. Él también lucía divertido, aliviado de ver que ya estaba todo encaminado nuevamente.
Stan la cargó hasta la cama, donde se sentó con ella encima. Kohaku se sacó los diabólicos tacones, y hubiera querido arrojarlos lejos, pero los soltó con cuidado porque eran un preciado regalo de su familia. Sus labios fueron inmediatamente asaltados por los de Stan, pero cuando pensó que la situación se iba a calentar en unos pocos segundos, él se detuvo y la miró largamente, abandonando su aura fogosa.
- Perdóname, Kohaku. Me comporté como un cretino esta noche.
- Claro, ya pasó, está bien.
- No, no está bien –Suspiró, y la abrazó– Te interpreté completamente al revés de tus intenciones, no vi cuánto te estabas esforzando por sobrellevar la situación incómoda con una mujer que fue ex-novia mía, y que encima tuvo actitudes inadecuadas con los dos. Yo… voy a ser sincero, pero ahora puedo ver lo estúpido que fui. Me sentí un poco mal, incluso me molestó, que no parecieras sentir ni un poco de celos.
- ¿Eh? –Abrió mucho los ojos, sin poder creer lo que escuchaba– ¿Por qué?
- No lo sé… suena incluso más raro y tonto ahora que lo digo en voz alta –rió amargamente– Al principio, cuando apenas nos encontramos con Cassandra, admiré un poco tu comprensión y buena predisposición a que yo me ponga al día con alguien conocido. Pero luego de que Xeno te contó quién era ella, y yo también, no pude entender cómo estabas tan tranquila y aceptabas todos sus planes, en especial porque se veía a la legua que tenía intenciones seductoras. Cualquier novia se molestaría con eso, o eso pensé, pero tú estabas ahí sonriendo y todo, y luego fingiendo que estabas bien.
- Eso lo entiendo, pero no que hayas querido que te cele. Es una sensación horrible, para ambas partes… no sé por qué quisiste que yo me sintiera así de mal, no es algo que se le desee a nadie. Y que yo te controle y te diga que no puedes hacer algo que quizás quieres, sólo por mi inseguridad, que no te demuestre confianza, que es la base de una relación sana.
- Lo sé, ahora que lo dices así me siento aún peor, perdóname. No lo pensé de esa forma, no quería que te sientas mal en sí. Sólo… no sé, puede ser estúpido, pero un pequeño acto de territorialidad, de "este hombre ya tiene dueña", de dejar en claro que me amas y que no permitirás que ninguna otra mujer intente interponerse… tenía su lado, como decirlo, ¿sexy?
- Pero no eres "mío", no soy tu dueña. Estamos juntos porque ambos queremos. Claro que no me gusta ver a otra mujer coqueteando contigo, pero creo que sería suficiente con que tú la alejes y ya. Hay gente que no le importa interponerse en una relación, ni aunque haya un anillo a la vista, o hasta lo hacen por gusto, sin importar a los que lastimen en el medio. Pero si tú me amas y quieres estar sólo conmigo, no tengo que ser yo la que te lo exija. Ahí es cuando sabes que algo se quebró en una pareja, o que la estás forzando.
- Escúchate, preciosa, eres tan madura –Apoyó su frente contra la de ella– No dudes ni por un segundo que eres la única mujer en mi vida, no tienes que exigirme nada, jamás te lastimaré de esa forma, te lo juro. Reconozco que soy más posesivo, y que no puedo llevar bien el hecho de que otro hombre se te acerque, ni siquiera que intente seducirte. Puede que sea por inseguridad, pero es porque no quisiera perderte nunca, y… si veo que otro hombre se te acerca tanto y se lleva bien contigo, tengo miedo de que te guste, y si es alguien con menos problemas en la vida que yo, que eventualmente te canses de mí y prefieras a alguien así. Me ha pasado… varias veces.
- Lo sé, y me parece horrible, pero –le acarició la cara, le angustiaba ver los ojos de él tan honestos y vulnerables, quería abrazarlo y darle toda la seguridad que le faltaba– te lo dije, y te lo vuelvo a repetir: Eso no pasará conmigo. No sólo porque te amo mucho, sino que además lo que te amo me da más fuerzas para querer ayudarte y sanarte, quiero verte bien, y feliz. Que pases esa página de una vez por todas, y no tengas más miedo.
Le dio varios besos cortos, dulces, y no se contuvo a abrazarlo con fuerza. Stan podía ser un hombre fuerte, habilidoso y hermoso, pero los sufrimientos de la vida lo habían vuelto tan frágil por dentro como un cristal, cuando se permitía exponer su corazón. Pero luego quiso hacer una broma, para hacerlo sonreír y animar el ambiente.
- ¡Ja! Y como si fuera a dejar que alguna perra superficial y creída se meta con mi hombre perfecto, este cuerpo y cara bonita tienen dueña, y no lo pienso compartir. Iba en serio con lo de terminar la noche a solas, no tanto con lo del descanso.
- Se ha despertado la tigresa al fin, me encanta –Sonrió de oreja a oreja, divertido– Hmmm, pensaba dártelo después, pero tengo algo más para ti. Quizás te vuelva un poco más salvaje.
Stan apoyó a Kohaku en la cama, y se levantó. Fue a buscar algo a su maleta, un sobre rojo con un moño blanco y verde, tan delgado que parecía contener algo de papel solamente.
- Eso luce como un regalo navideño… ¿está bien adelantarme el regalo?
- No es "el" regalo…piénsalo como un incentivo.
Kohaku recibió el sobre, y lo abrió con cuidado, mirando de reojo a Stan que trataba de ocultar su sonrisa y curiosamente lucía un poco sonrojado, era adorable. Sacó su contenido, que inmediatamente se dio cuenta que eran dos fotografías de tamaño mediano, y cuando las vio soltó un jadeo de sorpresa, y se tapó la boca para no gritar de risa y emoción. Cuando se recuperó del impacto, quedó con la boca muy abierta, así como sus ojos, y no despegaba la vista de aquellas inesperadas fotografías, particularmente de la que estaba atrás: Eran de una sesión de modelaje de Stan, con temática navideña, una de las últimas que hizo, sólo que no le había contado de ESO.
- Oh…por…dios…
- Antes que nada, quiero aclarar que la oficial y acordada es la primera. La otra… pedí que me la sacaran especialmente para ti –dijo con picardía.
Era tan amplia la sonrisa en la cara de Kohaku, que sabía que le iban a doler después las mejillas. Nada la podría haber preparado para eso. La primera foto era de él "vestido" de Papá Noel… sexy. O, mejor dicho, desvestido, porque tenía todo su cincelado torso descubierto, cubierto solamente por el fino traje rojo abierto, con los bordes de las mangas, cuello y la parte inferior del traje cubiertos por un peluche blanco, y por supuesto el gorro navideño. Sostenía una bolsa roja de la cual estaba sacando una caja decorada a modo de regalo. La sonrisa terriblemente seductora era una invitación al pecado. La segunda foto era similar, sólo que se había quitado el traje, TODO el traje, quedándose únicamente con el gorro en la cabeza, y la bolsa de regalos cubriendo sus partes íntimas, aunque parecía estar agarrando con su mano…otro tipo de "regalo".
Los ojos de Kohaku no se podían despegar de la impresionante vista, y era muy extraño estar viendo delante de ella al Stan real, vestido elegantemente de traje, y luego esas fotografías tan reveladoras.
- ¿Te gustó el regalo? –Le preguntó con malicia, pero ella no le pudo contestar por varios segundos.
- S-sí… oh dios, es mucho para procesar –dijo con una sonrisa tonta, pero luego lo miró, y trató de recomponerse, con su propia picardía– Dices…que si me porto bien… ¿este Papá Noel me traerá mi regalo?
- Ya te vienes portando bien, así que Papá Noel está en camino. Pero tendrás que ser paciente y esperarlo un día más. Aunque quizás venga de civil, no sé si pasará por la chimenea esta vez.
- Oh no. No no no. Yo quiero a éste, no aceptaré ningún otro.
- ¿Perdón, preciosa? –Parpadeó varias veces, ladeando la cabeza, divertido.
- Que no me quiero conformar con la foto, ni con un Papá Noel "de civil". Quiero a éste, en carne y hueso. Ofreciste la mercancía, ahora tienes que hacerte cargo de entregarla.
- Oh… ¿quieres… que me vista así? –Le preguntó sorprendido, no se esperaba eso.
- Por supuesto, es lo justo –dijo como si fuera obvio– Tengo al modelo original frente a mí, ¿y tengo que conformarme con una foto? No me parece justo.
- Veré que puedo hacer al respecto, entonces… Pero a cambio, yo también quiero lo mismo.
- ¿A qué te refieres? –Preguntó, sobresaltada.
- Es lo justo, como dices. Tú también te vestirás así para mí en Nochebuena, y para compensar, también quiero un par de fotos tuyas de recuerdo. ¿Trato hecho? –Le tendió la mano, sonriendo diabólicamente.
- De acuerdo –Aceptó nerviosa pero emocionada– Pero nunca me saqué fotos, no sé modelar ni hacer caras o poses.
- Yo me encargaré de eso, preciosa. Ahora…–le dijo, mientras se subía a la cama gateando sensualmente, colocándose encima de Kohaku, para susurrarle al oído– creo que mi regalo se muere por salir del envoltorio ahora, dije que quería sacarte ese sensual vestido, y lo haré, no más interrupciones. Tenemos que portarnos muy bien si queremos esa visita especial mañana, ¿no te parece?
Kohaku apoyó las fotos en la mesita de luz, y miró a esos oscuros y apasionados ojos azules, y tiró de su corbata para acercarlo a ella y así poder besarlo.
- Sí, me parece, mucho.
Muy temprano a la mañana siguiente, todos prepararon sus cosas para dejar el hotel. Xeno había comprado un boleto de avión para viajar a Houston durante los dos días que iba a estar solo, allí estaba su casa y sus amigos con los que festejar en compañía. Y Stan y Kohaku guardaron las maletas al auto, ya que el plan era recorrer y disfrutar durante el camino de las maravillosas vistas de la ruta a lo largo de Big Sur. Llevaron a Xeno al aeropuerto de San Francisco, y luego en medio del camino antes de tomar la ruta, Stan hizo una parada extra y bajó solo del auto. Volvió con una bolsa de cartón en las manos, y Kohaku ya estaba imaginando lo que aquello era, no pudo evitar sonrojarse y sonreír un poco nerviosa.
El sendero por la ruta fue tan mágico como le habían descrito los dos hombres, aunque no le dejaron que mirara en el teléfono para buscar imágenes. El corazón de rubia martillaba lleno de emoción, era una vista espléndida: A la izquierda se veían unas inmensas montañas verde- amarillentas, con flores de muchos colores que resaltaban a la vista, y las famosas Secuoyas, conocidos como "Redwoods" allí, unos árboles infinitamente altos y muy gruesos, con troncos de color rojizo. A la derecha podían verse unos enormes acantilados rocosos, contra los que el mar golpeaba constantemente. El azul intenso del mar era hipnótico, interrumpido solamente su puro color por la espuma del oleaje. Pasaron también por el famoso puente
"Bixby Creek", pero Stan dijo que cuando hicieran el viaje de vuelta pasarían nuevamente por allí, y se detendrían en muchos lugares conocidos de paisajes hermosos a lo largo de la ruta que estaban haciendo, ya que tendrían mucho más tiempo.
Poco antes del mediodía llegaron a su destino, y Kohaku presentía que ese lugar iba a ser muy especial. Desde la ruta podían verse en lo más alto de los acantilados unas cabañas con forma circular, con una privilegiada vista al océano, y Stan le explicó que todo ese lugar llamado "Post Ranch Inn" era un conjunto de cabañas que tenían variadas vistas según su ubicación, algunas daban al interior de la montaña, un par al océano pacífico y otras a los acantilados, era un lugar enorme. Estacionaron el auto, y bajaron solamente con unos pequeños bolsos que habían preparado para su estadía. Kohaku no podía cerrar la boca de lo maravillosamente amplio y bello que era todo, ya solamente eso era una gran e inesperada sorpresa, no podía imaginarse cómo sería la cabaña en sí. Lo único que intuía era que ese lugar debía ser bastante costoso.
Cuando llegaron a la cabaña donde se alojarían, guiados por una amable empleada del complejo, Kohaku se paró en seco. La señora les dijo que se llamaba "Suite Pacific", ya que su vista principal era una panorámica del océano, y estaban literalmente en la punta de la montaña. Cuando sus piernas decidieron volver a conectar con su cerebro y seguir adelante, entró nerviosa de la emoción por la puerta principal, y se tuvo que agarrar a Stan para que las rodillas no le cedieran mientras recorrían la suite entera, presentada elegantemente por la empleada: Las paredes de la suite eran todas curvas y de madera, y desde la sala de estar podía verse el océano a través del amplio ventanal que ocupaba todo el frente, así como también podía verse desde el dormitorio y el baño. Incluso tenían no una, sino dos modernas y enormes bañeras tipo spa en el exterior, una al aire libre, y otra protegida del aire y del frío por sus propios ventanales.
En el living había cómodos sillones de cuero individuales y de dos cuerpos, mesas y banquetas de finas y combinadas madera, un mini-bar con bebidas, y por supuesto el ventanal corredizo hacia la terraza con sus propias reposeras acolchonadas. El dormitorio tenía una cama tamaño King, y contra la pared había una moderna chimenea a leña, aunque la empleada dijo que los pisos eran de losa radiante también, la calefacción estaría garantizada. Todo el espacio solamente para ellos constaba de nada menos que de novecientos sesenta metros cuadrados en total, entre el espacio interior y el exterior. Por supuesto que incluía todos los servicios y comodidades, hasta lujosas batas y pantuflas, y las comidas las tomarían en el restaurante "Sierra Mar", exclusivo para los huéspedes de la posada, ubicado en lo más alto de la montaña.
Stan lucía satisfecho y sereno, aunque sus ojos brillaban de emoción, era todo lo que había soñado. Kohaku, por otro lado, apenas pudo decir las gracias cuando la señora se despidió, y finalmente se dejó caer al piso, completamente anonadada, sin poder creer lo que sus ojos veían, y se quedó así por varios minutos. Divertido, el rubio se arrodilló a su lado, haciéndole compañía silenciosa en el piso hasta que ella pudiera recuperar el habla, sólo agarrándole y acariciándole la mano.
- ¿Qué… es… todo esto? –Murmuró, consternada todavía
- Es donde vamos a pasar la Nochebuena y Navidad– Le explicó con calma como si fuese una niña perdida.
- ¿No es… demasiado?
- Tal vez. Pero quería que fuera inolvidable para los dos, nuestra primera navidad juntos.
- No lo dudo, que será inolvidable –Se dio cuenta que su mano libre temblaba, y se la miró curiosa– ¿Cuánto… costó todo esto?
- El dinero es lo de menos, va y viene.
- Stan… ¿cuánto te costó?
- ¿Necesitas saberlo ahora, en serio? –Prefería guardárselo, pero no iba a ocultarlo si ella insistía.
- Sí.
- Dos mil ochocientos dólares.
- Oh –Eso era MUCHO dinero. Tragó duro– ¿Toda la estadía?
- No, el día.
- ¡¿QUÉ?! –El cerebro de Kohaku se desconectó cuando hizo las cuentas mentales de lo que su generoso y despreocupado novio había pagado sólo por dos días y medio en esa lujosísima posada.
Stan, teniendo compasión, la levantó del piso cargándola en sus brazos, porque ella parecía completamente anulada y sin fuerzas para levantarse. La llevó a la terraza, y se recostó en la reposera con ella encima, disfrutando la vista, sin saber si reír o si mantenerse callado hasta que ella volviera la vida. Aunque a Kohaku le había shockeado exageradamente, y entendía que era un número considerable de dinero, no era tanto para él. No se consideraba rico, pero tenía unos buenos ahorros de su pensión como ex-capitán militar, que cobraba a pesar de seguir en funciones en su otro trabajo, y a eso se sumaban los ahorros de la venta de su casa familiar, y los beneficios de sus inversiones bancarias donde aseguraba su dinero. Por lo tanto, esas vacaciones no representaban un sacrificio para su economía, y valía cada dólar para asegurarse de que todo fuera perfecto y soñado.
Cuando finalmente Kohaku logró recuperar su capacidad motora y de habla, Stan le dijo que era hora de ir a almorzar. Y por supuesto que esa comida fue deliciosa y lujosa, un menú de cuatro platos finos y que hacían agua la boca a cualquiera. Dedicaron la tarde a pasear por todo el lugar, siguiendo libremente los senderos que recorrían el complejo, admirando las vistas. Podía decirse que convivían con la naturaleza, ya que alcanzaron a ver no muy lejos algunos venados en manada, así como grandes aves surcando los cielos. Volvieron a tiempo para ver la puesta del sol desde su cabaña, todo eso estaba resultado demasiado perfecto para ser verdad. Luego se bañaron, y hablaron sobre lo que harían a la noche. Como era Nochebuena, además de cenar en el restaurante, había actividades especiales para compartir en el complejo, pero ellos decidieron pasarlo a solas.
Stan le pidió a Kohaku si podía volver a ponerse el elegante vestido que le había regalado su familia, así como los finos tacones, pero le dijo que no tendría que preocuparse porque no estaría mucho tiempo de pie, y él también se vestiría para la ocasión. Ella accedió, era todo tan romántico y especial, que no pensaba quejarse en lo más mínimo por eso, y tenía que admitir que le gustaba verse tan femenina también. Al fin y al cabo, Ruri le había dicho que le había regalado el vestido para una ocasión como esa.
El restaurante estaba preciosamente decorado con motivos navideños, y en la mesa que tenían reservada colgaba de la lámpara un delicado arreglo de muérdago natural, bajo el cual siguieron la famosa y tierna tradición de besarse. Aunque se solía cenar temprano, habían pedido la reserva para uno de los horarios más tardíos, así estaban sólo a poco más de una hora de que comience la Navidad. Luego de cenar, volvieron a la cabaña, y ninguno pudo contener un suspiro al ver que podían ver la luna desde la sala de estar, reflejándose en el oscuro océano. Así que se recostaron en el sillón y mantuvieron las luces al mínimo, todavía elegantemente vestidos. Era como si todo hubiera coincidido para ser perfecto y soñado. Stan sacó del mini bar una botella de champaña y unos dulces, y brindaron cuando dieron las doce, escuchando de fondo los festejos de amigos y familias que también se hospedaban allí, y se destacaban en la noche por lo silencioso que era todo el entono.
Como la habitación tenía un equipo de sonido, Stan lo conectó a su teléfono, y puso música de fondo. Como un déjà vu, Kohaku escuchó lo que reconoció como jazz, tal como la primera cena y noche que pasaron juntos. Era esperable que Stan tuviera ese tipo de detalles, y una sonrisa adornó los labios de ambos cuando él le ofreció la mano para pedirle bailar.
- Esto me trae recuerdos –le dijo Kohaku, mientras se ponía de pie.
- ¿Buenos?
- Los mejores.
- Entonces te gustará la próxima canción, a ver si la recuerdas.
Kohaku la esperó ansiosa, mientras se movían acompasadamente, en silencio. Cuando comenzó dicha canción, ella sabía que la había escuchado alguna vez, pero no era de las más conocidas, aunque imaginaba que era una de las dos que habían bailado aquella primera noche.
- Hmmm, vas a tener que ayudarme a recordar cómo se llamaba, no soy buena para los nombres de canciones, menos aún en otro idioma –Le pidió, mientras seguían la evocadora música.
- "I see your face before me", de Johnny Hartman. Sabes, la puse porque esta canción me recuerda mucho a ti –Hizo una pausa– ¿Quieres saber lo que dice?
- Sí, sería lindo
- Te la recitaré entonces, mientras bailamos.
Mientras la voz serena y profunda del cantante resonaba, Stan la miró a los ojos con mucha calidez, y con su voz acaramelada iba traduciendo cada verso luego de que se escuchara el original, ya que era tan pausada y daba tiempo para eso.
Descubrí a alguien que
podría ser realmente digna y verdadera
Sí, conocí a mi ideal
cuando te conocí
Veo tu rostro ante mí,
tú eres mi único sueño.
Ahí está tu cara delante de mí
Tú eres mi único tema
Ahora, si pudieras ver la magia,
si pudieras verme también
No habría nada trágico
en todos mis sueños de ti
No importa dónde tú estés
porque puedo ver lo hermosa qué eres.
Cierro los ojos y ahí estás
Siempre
Los ojos de Kohaku brillaban con lágrimas de emoción apenas contenida. No sólo la melodía y la letra eran muy bellas e imposiblemente románticas, sino que la forma en que Stan la miraba y le susurraba las palabras, evidenciaban que sentía y decía desde el corazón cada una que decía. No sabía cómo hacía su corazón para soportar todo eso sin explotar de amor.
Ojalá que mi amor
pudiera rondarte mucho.
Sabiendo, sabiendo
que te quiero tanto
No puedo borrar
tu hermoso rostro ante mí.
- Feliz navidad, mi amor –le susurró de cerca, mientras le acariciaba delicadamente la mejilla, justo antes de unir sus labios en un largo beso, continuado por otros tantos más.
Todos sus besos y caricias desbordaban los sentimientos profundos que sentían el uno por el otro, pero en ese momento era todo tan precioso y perfecto, que perdieron completamente la percepción del tiempo, compartiendo esas dulces y suaves caricias, y las sensaciones potenciadas por la serena y divina música de fondo. Stan la adoraba, de eso no había duda, pero Kohaku también se sentía totalmente cautivada por la entrega sin reservas de él, no podía creer que hubiera un hombre real así, y mucho menos que fuese ella la que recibiera todo ese amor, aunque tampoco se quedaba atrás.
Si los minutos pasaban, ninguno era consciente, y si continuaban así podía ser una noche demasiado dulce y acaramelada, pero ese no era el plan de Stan, aunque disfrutara cada segundo de todo eso. Eventualmente sus labios se separaron, y él le mostró una sonrisa que de pronto brillaba con entusiasmo y picardía, y cuando Kohaku la vio, parpadeó como despertándose de un sueño, tan distinta era su expresión.
- Espero que no te hayas olvidado de nuestro acuerdo, preciosa.
- ¿Acuerdo? Oh… –cierto, la medianoche era cuando intercambiaban los "regalos". Le devolvió una sonrisa juguetona– Perdona, me dejé llevar, pero sí, tienes razón.
- Cámbiate en el dormitorio, yo puedo hacerlo en el baño, para que sea más divertida la sorpresa.
- No puedo creer que vamos a hacer esto –sonrió sonrojada y ansiosa– Pero admito que es muy original, me encanta.
Stan le alcanzó la bolsa que contenía el cambio de ropa, convenientemente guardada en un mueblecito cercano, y él agarró la suya. Guiñándole un ojo, se metió en el baño, y Kohaku corrió con una risita al dormitorio, no había visto todavía lo que le había comprado. Soltó una carcajada cuando lo vio, aunque estuviese sola: Era ciertamente un disfraz muy sexy de "Miss Santa", como decía la etiqueta, un corset rojo unido a una corta falda un poco voluminosa, con los peluches blancos en los bordes del escote y de la falda. Y por supuesto, el adorable gorrito. A pesar de ser un disfraz, era de excelentes telas y confección. Luchó un poco para apretarse los cordones negros en la espalda para ajustar el corset, pero lo terminó haciendo bastante bien, y ató lo que sobraba en un moño. Se miró en el espejo que había, y tenía que admitir que se veía muy sensual. Se soltó el pelo y se lo peinó como pudo, por suerte le había quedado bastante lacio y prolijo gracias al baño que se había dado esa tarde. Se sentó en la cama, un poco nerviosa, y decidió dejarse los tacones puestos para quedar mucho más sexy, valía la pena un último esfuerzo, y no le dolían mucho los pies.
- Oh my god.
Escuchó la voz sorprendida de Stan, que había salido del baño, y soltó un grito de entusiasmo al ver que lucía increíblemente bien y divertido, su disfraz era bastante parecido al de la foto, sólo que, en vez de pantalones largos, tenía un bóxer corto y bien ajustado, y unos tiradores rojos debajo del traje abierto. Si tenía que ser un momento sensual y provocador, habían fallado miserablemente, porque ambos estallaron en risas al punto de tener lágrimas en los ojos. Pero cuando se repusieron del dolor de estómago de tanto reír, suspiraron largamente y esperaron a que se pase la tentación de las risas constantes.
Kohaku se puso de pie, y bromeó con unos pasos sexys hacia él, y Stan se mordió el labio asintiendo en silencio, maravillado con la vista que le deleitaba los ojos.
- ¿Lista para la sesión de fotos, Miss Santa?
- Ahora sí, Míster Santa –soltó una risita– Pero vas a tener que dejarme sacarte un par de fotos a ti también.
- No te dejaría con las ganas, preciosa.
A pesar de que no pudieron parar de reír, Kohaku se volvió a subir a la cama, y siguió las sugerencias de Stan para hacer distintas poses, algunas más picantes que otras. Los disfraces no daban lugar a mucha inocencia, pero igual trataron de hacer algunas más no tan sensuales. No sabía lo divertido que podía ser eso, o quizás lo era porque estaba muy cómoda con él, y las copas de champaña que siguieron tomando ciertamente ayudaron a que se desinhibiera. Luego de una buena sesión de fotos, le tocó el turno a Stan, que era mucho más desvergonzado y gracioso, las mejillas de Kohaku brillaban rojas cuando hacía cosas muy osadas, pero relajados ya que estaban en privacidad. Luego se tomaron algunas fotos juntos, como no podía ser de otra forma. Pero las juguetonas manos de ambos cada vez provocaban más los cuerpos del otro, hasta que inevitablemente comenzaron con besos y mordiscos sensuales. Así no duraría mucho más la sesión fotográfica, pero Stan sonrió como todo un diablillo de pronto.
- Tengo una idea, mi preciosa Miss Santa…
- Te escucho… esta idea admito que fue divertida.
- ¿Qué te parece si procedemos a abrir los regalos… pero que nos quede de recuerdo?
- ¿Eh? –Lo miró confundida, pero abrió mucho los ojos cuando lo vio mostrarle la cámara del teléfono– Ooooh… ¿dices de…?
- Filmarnos, sí.
Kohaku quedó congelada unos segundos, procesando la osada idea.
- No te preocupes, lo guardaremos muy bien, no va a quedar en mi teléfono. ¿Te animas?
- Es… muy fuerte, y atrevido. Pero… –respiró hondo, y sonrió, mitad cohibida, mitad divertida– No creo poder decirte que no a nada después de lo perfecto que está resultando todo.
- Te tomaré la palabra, preciosa.
Le dio un casto beso, aunque sus ojos brillaban peligrosamente, y se levantó de la cama para apoyar el teléfono de forma tal que enfoque a la cama.
- Olvídate que está ahí, relájate.
Stan volvió a sentarse junto a ella, y la rodeó con sus brazos para darle un profundo y apasionado beso, de esos que les hacían olvidar a los dos todo lo que les rodeaba. Ya estaban tan excitados con las últimas provocadoras fotos, que no les costó mucho retomar el ambiente sensual, ya ninguno reía. Los gorros navideños fueron los primeros en ser lanzados lejos, seguido de la parte superior del traje de Stan. Como el vestido de Kohaku era en una sola pieza y no tenía nada debajo, él se dedicó a besar toda la piel expuesta de la rubia, de una forma tan apasionada y salvaje que pronto ella no podía preocuparse por nada más que no fuera sentir los cálidos besos de su novio sobre su ardiente piel. Pensaba sacarse los tacones, pero él le dijo que se los dejara puestos porque le fascinaba la imagen sensual que le ofrecía. Envalentonada, lo rodeó con sus piernas para acercarlo más, y le clavó ligeramente la punta de los finos tacones en el trasero de él, robándole un jadeo y una sonrisa de sorpresa.
- ¿Vas a jugar brusco, preciosa? –Le dijo al oído con la voz grave y ligeramente ronca, mientras colocaba una de sus manos debajo de la cabeza de ella, y le tiraba ligeramente del pelo para que exponga su cuello y así poder besárselo.
- Hay que compensar, fuimos demasiado dulces antes –Dijo entre guturales gemidos, estremeciéndose con la forma en que él le devoraba la piel, mientras sentía cómo presionaba su cadera contra la de ella, a través de la ropa.
Stan arrasaba con la cordura de Kohaku con cada beso, con el paso de su tersa lengua sobre la piel de ella, mientras jugaba con su escote, mordisqueaba su clavícula, y también la derretía con profundos besos en la boca, sin detenerse en ningún momento, era enloquecedor. Pero la rubia no pensaba solo dejarse consentir, ella también podía volverlo loco, por lo que le tomó ambas manos, haciéndole perder su apoyo en la cama, y antes de que la aplastara con el peso de su cuerpo lo giró para ponerse encima de él, y le subió los brazos por encima de la cabeza para retenerlo. Se sentía tan fogosa, que le sacó uno de los tirantes que cruzaban su cuerpo, y rápidamente los usó para rodear ambas manos de él.
- ¿Acabas de atarme, preciosa? –Preguntó tan sorprendido como divertido.
- Sí, lo hice –sonrió satisfecha
- Este es el mejor regalo de navidad de mi vida, mi diosa tan sexy encima mío, y con ganas de llevar las riendas.
- Es apropiada la metáfora, dado que esta noche soy "Miss Santa", ¿no? Aunque más que un reno, eres un semental.
- Vaya vaya, qué poeta, nada mal. ¿Vas a hablarme sucio también? Me parece que las cámaras despiertan tu lado oscuro.
- Así parece, pero lo que te diga, quiero que sólo lo alcancen tus oídos.
Kohaku le devolvió el mismo trato apasionado, e incluso más salvaje, ya que tenía mucha más piel a su disposición. Stan era tan atractivo, que era adictivo recorrer con sus manos cada uno de sus músculos, jugar con las partes más sensibles de su cuello, pecho y abdomen, saborear su firme piel, y todo eso mientras se deleitaba sintiendo la ineludible presión de su entrepierna contra la suya, eso la volvía mucho más entusiasta. Y el hecho de verlo restringido, a su merced, y además que lo disfrutara, la había puesto a cien. Él lo estaba disfrutando tanto como ella, tenía la sonrisa pegada en el rostro.
Ya que tenía la oportunidad de sentirse empoderada, le quitó el otro tirante, y sin importarle la falta de delicadeza, lo desnudó completamente. Stan se había sonrojado un poco, más por excitación que por timidez, y soltó un jadeo cuando Kohaku le susurró algo bastante indecente al oído, pero él no pudo ni siquiera acotar una respuesta porque ella lo besó profundamente. Le mordió con cierta brusquedad el labio inferior, y luego inició un sendero de besos húmedos descendentes, desde el cuello hasta la entrepierna de él, sin detenerse ni provocarlo más. Era una mujer con un único propósito: el de complacerlo con todo lo que tenía. Pero lo pensó mejor, y ya que estaba siendo osada, se decidió a jugar un poco más, deteniéndose repentinamente. Stan levantó la cabeza para mirarla, y se encontró con una mirada tan maliciosa como seductora de ella, que lo hizo estremecerse en anticipación.
- ¿Quieres que continúe, Stan?
- Por supuesto, qué clase de pregunta es esa. Soy tuyo, preciosa.
- Bien, pero ya que "eres mío", como te recordé anoche… si quieres que continúe, vas a tener que decirme paso a paso lo que quieres que haga. Si no me dices, no haré nada por mi cuenta.
- Oh… –quedó ligeramente boquiabierto, ahora sí que no reconocía a la atrevida mujer que tenía encima, pero le estaba encantando el cambio– Ok, como quieras. Estás decidida a ser una diosa sexual hoy, ¿eh?
- Tómalo como agradecimiento. Ahora, no quiero escuchar otra cosa que no sea una indicación o una orden.
- Realmente no sé quién tiene el poder con eso, pero me fascina.
Stan no era alguien que se intimidara o avergonzara fácilmente, por lo que le dedicó una mirada ardiente, mientras le daba las indicaciones. Kohaku las seguía al pie de la letra, pero al que más le estaba costando seguir con ese juego era a él, porque su mente embotada de placer no lo dejaba pensar con claridad, y si no decía nada, eventualmente ella cumplía su palabra y se detenía. Sus "órdenes" se mezclaban con sus gemidos y jadeos, y lo maravilloso era que podía guiarla de forma que lo tocara como ella no solía hacerlo, aunque la rubia era una amante excelente, la mejor de su vida, más allá del infinito amor que sentía por ella también.
Aunque lo estaba disfrutando mucho, llegó a un punto en que estaba muy satisfecho, y Kohaku no había dejado centímetro de su cuerpo sin atender, estaba extasiado. Por lo que tiró con fuerza del tirante elástico que sostenía sus manos hasta romperlo, y agarró a Kohaku de las caderas para girarla y arrojarla contra la cama.
- Ya sabes que me gusta devolverte con la misma moneda, y qué casualidad que me sobra un tirante, menos mal que no lo rompiste.
Mientras decía eso, estiró el brazo para agarrarlo de la cama, donde Kohaku lo había arrojado no muy lejos, y esta vez fue ella la que quedó atada con los brazos encima de su cabeza. Pero inmediatamente la dio vuelta, y le corrió el pelo a un costado para besarle el cuello, y comenzar a aflojar poco a poco los cordones del corset que tenía en la espalda. Cuando terminó, se lo sacó de una vez, dejándola desnuda a excepción de sus finas bragas. Le recorrió la columna a besos, mientras que deslizó una de sus manos por debajo de su cuerpo para acariciarle los pechos, siendo más apasionado a medida que la escuchaba gemir cada vez más.
Sin delicadeza alguna, le arrancó la última prenda que cubría su intimidad, literalmente destrozándola con sus dedos. Escuchó a Kohaku jadear sorprendida, pero no le dejó tiempo de decir nada, porque comenzó a acariciarla íntimamente, teniendo delicadeza, pero al mismo tiempo siendo implacable. Apoyó parte del peso de su cuerpo sobre ella, y le giró la cabeza un poco para poder besarla profundamente, sin dejar de tocarla, y no se detuvo hasta que la sintió tensarse y que sus dedos fueran comprimidos por el caliente y suave interior de ella. La dejó descansar un momento, debatiéndose si seguir complaciéndola, o si finalmente unir sus cuerpos, pero la respuesta vino de ella, que entre jadeos y tratar de recuperar su respiración, se giró para estar frente a frente con él, y colgó sus muñecas atadas por detrás de su cuello para atraerlo, mientras lo rodeaba con sus piernas y se frotaba sugerentemente contra él.
- ¿Qué quieres, preciosa? –Le preguntó en un tono muy bajo, apenas pudiendo contenerse.
- A ti –Le susurró ella, mirándolo con los ojos entrecerrados y llenos de deseo, esa mirada bastaba para llevarlo al límite.
-Y me tienes, oh, cuánto me tienes. Aunque desde que nos vimos por primera vez ya me tuviste en tus manos. Sabes…hoy es una ocasión especial, hace tiempo que venía esperando este momento. Ya pasó poco más de una semana desde que te pusiste el implante. Lo que quiere decir… que al fin podremos sentirnos de verdad.
- Por favor, Stan…
- No tienes que pedírmelo dos veces, mi amor. Pero tomémoslo con un poco de calma, quiero disfrutar y grabar en mi cuerpo y en mi mente todo esto. Eres mi sueño, pero quiero que sea realidad.
Stan le soltó las manos atadas a Kohaku, y se sentó en la cama, levantándola con facilidad para subirla a él. Se dieron varios besos cortos y dulces, mientras ella se acomodaba mejor, y luego Stan subió una mano hasta la mejilla de ella, para acariciársela mientras la miraba a los ojos. Tenía tantas cosas que decirle, y al mismo tiempo no eran necesarias las palabras, sus sentimientos estaban perfectamente claros. Pero lo sorprendió que ella fue quien habló primero.
- Stan, gracias, por tanto. Y ya sé que lo sabes, pero… te amo, mucho.
- Lo sé, pero nunca me cansaré de oírlo, preciosa. En especial cuando hacemos el amor.
- Entonces nunca me cansaré de decirlo. Te amo, te amo, te…
Pero la declaración de Kohaku, repetida como un mantra, se silenció cuando Stan la abrazó con fuerza y levantó sus caderas para adentrarse en ella. Los dos se quedaron momentáneamente callados, ligeramente boquiabiertos, solamente sus ojos brillantes seguían comunicándose, mientras absorbían las sensaciones de sentirse piel con piel por primera vez. Tan cálido, tan suave, tan intenso, fundiéndose perfectamente, sin saber dónde empezaba el cuerpo de uno, y dónde terminaba el del otro. Cuando volvieron a moverse, no dejaron en ningún momento de mirarse a los ojos, tan fuerte era su conexión, tantos sentimientos compartidos, eran uno con el otro. Estaban completamente sincronizados, en sus expresiones, en sus sonrisas, en saber qué necesitaba el otro para alcanzar el cielo. Se conocían muy bien íntimamente, y al mismo tiempo esa vez parecía la primera, y lo era, en cierta forma.
Las sensaciones los abrumaban por igual, así como la necesidad de ver el éxtasis en el rostro del otro, y hacer lo necesario para alcanzarlo. No había nada más importante que eso, nada lo deseaban más. Todo lo que se oía eran sus cuerpos rozándose, sus respiraciones laboriosas, sus gemidos de placer, y sus susurros de palabras de amor. Y cuando llegó, el clímax los arrasó como una gran ola, dejándolos frágiles y etéreos, evidencia de la entrega pura y cruda, sin reservas ni limitaciones de ningún tipo, el amor en su máxima expresión. Eso era todo lo que necesitaban, todo lo que querían. Y en todo lo que creían.
Buenaaaaaas! Oh, l'amour. He de decir que terminé dividiendo el capítulo del viaje en dos partes, porque era incluso más largo (iban a ser como 17k sino jajaja). No me lo esperaba, pero me inspiré, mejor así xD. Y lo que se viene uuuufff, lo bueno es que no van a tener que esperar mucho.
Una fuerte recomendación, si les gustó la escena: Relean la letra de la canción de John Hartman, mientras la escuchan, es mágico y mucho más emocionante, se me puso la piel de gallina al visualizarlo así. Ah, y la posada "Post Ranch Inn", y la "Suite Pacific" existen de verdad, si la googlean se desmayan jaja (y sí, cuesta esos dólares también). Siempre escribo con información real, paso horas buscándola, para todo jaja.
En fin, gracias por leer, y gracias de corazón a los que también dejan su amor en los bellos comentarios, hasta el próximo capítulo!
