Kohaku se despertó por la mañana calentita en los brazos de Stan, con la paradisíaca vista del océano frente a sus ojos. Sin tener que levantarse siquiera, ¿podía ser más perfecto? Y después de la maravillosa noche que pasaron juntos, parecía un sueño. Pero no había sido un sueño, Stan lo había vuelto real, ese hombre que no parecía de este mundo. Había sido romántico, divertido, apasionado, osado… no podía pedir nada más. Sabía dos cosas: Que se amaban más allá de la razón, y que era mujer más suertuda del mundo, al menos en el plano romántico. No pudo contenerse, y levantó una mano para acariciarle ese rostro tan bello que tenía. Lo vio abrir un poco los ojos e inspirar profundamente, y una sonrisa se expandió por su rostro progresivamente, seguramente él también estaba pensando en lo increíble que era despertarse de esa forma y en ese lugar.
Se miraron largamente, diciéndose los buenos días con los ojos y una dulce sonrisa. Kohaku entrelazó sus dedos con los de él, y fue entonces que sintió algo extraño, y ligeramente frío. Miró de reojo, y fue cuando notó algo que no había visto ahí antes.
- Stan... ¿desde cuándo tienes un anillo en tu dedo?
- Tú también tienes uno, preciosa.
- ¿Eh? –Frunció el ceño, ante eso– No… yo no uso ani...
Soltó el agarre de su mano y levantó ambas frente a él para mostrarle, y fue entonces cuando vio en el dedo índice de su mano derecha un anillo exactamente igual al de él. Se quedó congelada y boquiabierta, procesando el sinsentido de eso. ¿Estaba soñando? Se sentía muy real. A veces había soñado que soñaba, pero estaba bastante segura que estaba despierta. Esa escena no tenía ningún sentido. En ningún momento Stan se le había declarado ni le había regalado un anillo, lo recordaría, vaya que sí. Lo miró a los ojos, y podía verle una fina sonrisa en sus sensuales labios, lo cual decía que no estaba loca, que algo raro pasaba.
- Esto no estaba aquí anoche.
- No, no estaba.
- ¿Eh?
- Mi bella durmiente tiene un sueño profundo cuando se agota de tanto placer.
- ¿Me lo pusiste mientras dormía?
- Sí
- ... ¿Por qué?
No sabía si era la pregunta correcta, pero fue la que pasó por su mente. Se imaginaba que, si Stan algún día le proponía comprometerse, iba a ser una escena inolvidablemente romántica, no que iba a hacerlo a escondidas y esperar que ella se diera cuenta por sí sola, casualmente. Eso la desilusionó un poco, y no podía terminar de creerlo. ¿Y no había dicho él que era demasiado pronto como para pensar en un anillo de compromiso? Pero ahora no era como el error con la llave en la cajita, la noche después de comenzar su noviazgo oficial, esta vez SÍ era un anillo, y estaba en su dedo... y había otro en el de él. El anillo era sencillo y fino, de plata, con un diminuto zafiro en el medio... mientras que el de él era igual, sólo que tenía una piedra amarillenta... un ámbar quizás, como el nombre de ella. Lo miró, expectante de la respuesta, no sabía cómo sentirse al respecto.
- Me dio la impresión que te habías desilusionado y quedado con las ganas la otra vez, cuando te confundiste la llave con un anillo, así que pensé en cumplir con tus expectativas esta vez. Y es el verdadero regalo de navidad.
- Pero... ¿así? –No sabía cómo decírselo sin hacerlo sentir mal, pero realmente no era lo que esperaba, ni que hablar que ella no le había dado el "sí". Era extraño... estaba más cerca de aceptar que de rechazarlo, pero la forma en que lo hizo no le terminaba de convencer, no se sentía bien.
- ¿"Así" cómo?
- No sé... me esperaba que sucediera de una forma más especial. Perdón, te estoy juzgando, con todo lo generoso que fuiste en este viaje, y...
- Kohaku, antes de que me rompas el corazón, sé que tienes una gran vista. Mira tu mano una vez más en detalle, por favor. Pensé que te ibas a dar cuenta.
- ¿Eh?
Lo hizo, se la miró, confundida. Sí, tenía un anillo muy elegante en el dedo índice de su mano derecha. Tenía un anillo en... oooh. Dedo índice. Mano derecha. Trató de hacer memoria, aunque no tenía muchas referencias de mujeres comprometidas y dónde se colocaba ese anillo, pero algo le decía que ahí estaba la base de su confusión. Una imagen de boda en una de las películas románticas que había visto alguna vez le vino a la mente, y como su memoria visual era tan buena como la real, logró darse cuenta del error. Los anillos de compromiso y de bodas iban en el dedo anular de la mano izquierda. Otro dedo, otra mano. Se puso muy colorada de vergüenza, nuevamente por haberse anticipado y de ansiosa, antes de pensar con claridad. Se había confundido por segunda vez, con el mismo hombre, no podía caer más bajo, o quedar más desesperada. Se abofeteó mentalmente, ¿por qué demonios su mente era lo primero que pensaba?
- No es un anillo de compromiso.
- No, no lo es –le dijo, con una sonrisa de comprensión, y ligeramente divertido.
- Pero... tú tienes uno también. Ayúdame, Stan, antes de que vuelva a equivocarme y perder el resto de dignidad que me queda –le dijo, apretando los labios.
- Lo pensé como un anillo de promesa, podrías considerarlo como un anillo de noviazgo. No tiene un significado único, puede ser solamente la "promesa" de permanecer juntos, o claro que puede ser el paso previo de un futuro compromiso mayor, depende lo que la pareja decida.
- Oh... no sabía.
- No te preocupes. Aunque para serte sincero, yo tampoco sabía, hasta que vi a un amigo y lo felicité por un compromiso que no era.
- Pero hay algo que me sigo preguntando, más allá del tipo de anillo o lo que sea. ¿Por qué lo hiciste mientras dormía?
- Bueno, pensé que, si lo hacía en un lugar como este, en una noche tan especial como la de compartimos, y llegaba a abrir frente a tus ojos una cajita que sí contenía un anillo esta vez, no había forma de que no te adelantaras y pensaras que era una pedida de mano. En cambio, así podías verlo y pensar antes de hablar.
- Auch, eso de "pensar antes de hablar" no fue muy bonito… aunque lo peor de todo es que tuviste razón. Perdona, no pude evitarlo.
- Dicen que la tercera es la vencida.
- Puedo equivocarme, pero me da la sensación de que te divertiste con esto, con mi reacción y confusión.
- No fue mi primera intención, pero no te voy a negar que fue así.
- Pensaba que eras un ángel, pero más bien eres un demonio. Uno muy travieso.
- Oooh, ¿y qué vas a hacer con este demonio travieso? Me muero por saber.
- ¡Ja! Primero voy a agradecerte por el regalo, hay que ser educados… –una de las manos de Kohaku tocó el abdomen de él, y serpenteó hacia abajo juguetonamente, mientras lo miraba con ojos felinos.
- Me gusta este tipo de agradecimiento, nada mal, preciosa.
- Oh, acá hay otro pajarito que canta por la mañana –acercó sus labios a la boca de él al decir eso con voz divertida, y lo vio sonreír.
- Por supuesto, tú eres el motivo por el que lo hace siempre, aunque más bien se convierte en un pavo real cuando te ve –le respondió en el mismo tono.
- Presumido –bufó, rodando los ojos.
- Es todo tuyo –empujó su cadera contra la mano de ella, guiñándole el ojo.
Stan la abrazó y la besó con pasión, mientras ella lo acariciaba íntimamente. Estaba agradecido de que Kohaku se hubiera tomado bien lo del anillo, aunque su confusión había sido tan evidente como divertida. Eso es lo que adoraba de ella, que cada vez que ponía a prueba su amor, o que daba todo de él entregándose a corazón abierto, ella lo recibía con los brazos abiertos. No tenía que abusarse, pero le fascinaba y le emocionaba sentirse así, podía dar pasos en esa dirección de luz sin miedo ya.
Una parte de él se preguntó, unos minutos después, por qué Kohaku no "avanzaba" y también buscaba compartir el placer del momento. No se iba a quejar, disfrutaba cada caricia de ella, pero para él era igual de placentero verla gozar también. Pero su duda fue resuelta momentos después, cuando estaba llegando a punto de alcanzar el clímax, y de pronto todo se detuvo. Abrió los ojos y la miró, confundido y anhelante, y le sorprendió ver que ella se había escurrido de entre sus brazos, y se estaba alejando de él, para sentarse en la cama.
- Ya que te diviertes tanto a costa mía, ahora diviértete solito terminando tú el trabajo, "pavo real".
- No… espera, Kohaku…
Pero ella lo ignoró, y tiró de la sábana para cubrir su desnudez, mientras iba a buscar ropa para ponerse. Internamente estaba disfrutando, pero sólo porque Stan había confesado haberse divertido con lo que hizo. No iba a quedarse enojada, pero de esa forma quedaría zanjada la situación, haciéndolo lamentarse, no le gustaba que se burlen de ella, ni siquiera el hombre que amaba. Iba enseñárselo, por las buenas o por las malas.
Pero Stan no sabía que esa era una lección sin rencores, y se quedó preocupado de haberla ofendido, y de haber arruinado lo que quedaba de su estadía en ese lugar. Ella no lo miraba enojada ni recelosa, pero tampoco le sonreía abiertamente ni buscó conversación, o le tomó la mano mientras iban a desayunar. No quería exagerar y molestarla más, quizás estaba solo en su cabeza la preocupación, pero le carcomía la duda de qué iba a suceder con el resto del día. No podía seguir así.
- ¿Estás enojada?
- No, Stan.
- Puedes decírmelo –insistió– sé sincera, estoy listo para escuchar lo que sea que tengas que decirme.
- Estoy siendo sincera, no estoy enojada.
- No fue mi intención reírme de ti, perdóname, no quiero que te quedes molesta, tenía tantos planes para que disfrutemos juntos, y…
- Stan, cállate, o me vas a enojar de verdad si insistes con eso –lo vio cerrar la boca inmediatamente, y apretar los labios– Sabes que no me guardo las cosas, siempre te digo cuando algo me molesta, así que confía un poco más en mí y en que te estoy diciendo que estamos bien. Y no sé por qué hablas en pasado, que "tenías" planes. ¿No quieres hacerlos ya?
- Claro que quiero, pero si tu…
- Pero "yo" nada, estamos bien. Ya quedamos a mano a la mañana, te hice entender con humor lo que no me gustó, y si lo hice de esa forma fue porque tampoco estaba tan molesta –Respiró hondo, y apoyó una mano palma arriba en la mesa, invitando a Stan que se la tome, lo cual hizo luego de un ligero titubeo– Gracias por el anillo, fue un gesto hermoso, lo acepto de todo corazón, y te amo mucho. Estábamos bromeando también entonces, así que no pude agradecértelo debidamente. Podemos darle ese significado de prometer estar juntos en las buenas y en las malas, me gusta la idea.
Stan se relajó visiblemente luego de escucharla decir eso, y le sonrió emocionado. Nunca dejaba de asombrarse de la madurez de Kohaku, cada situación que para él era como caminar en la cuerda floja por los fantasmas de abandono de su pasado, ella le demostraba que no era tan grave, y que iba muy en serio con él. Sólo lamentaba no haberla conocido antes, aunque al mismo tiempo pensaba que la había conocido en el momento justo, uno en que podía perdonarse y empezar a permitirse la felicidad que no pensaba que se merecía.
- Gracias, preciosa, una vez más me dejas sin palabras. Me estás tentando a darte ese anillo definitivo de verdad esta vez.
- Sigue con eso, aunque sea en broma, y no me tocarás un pelo en el resto del viaje –le advirtió, entrecerrando los ojos, pero con una sonrisa.
- Perdón, perdón…todavía estoy en penitencia parece –se rió– Pero si lo digo, es porque me haces sentir eso… no estoy acostumbrado a sentirme así, y puedo exagerar, lo sé. Me desencaja tu honestidad, pero al mismo tiempo eres una fuente de confianza y amor inagotable para mí, estoy aprendiendo mucho contigo, preciosa. A pesar de que no eres mi primera relación de pareja, me haces sentir un poco así.
- Stan... tú no te quedas atrás tampoco, admiro la forma sincera en que expresas tus sentimientos. Por otros hombres que conozco, aunque no de forma romántica, siempre parecían hacerse los duros y no mostrarían jamás sus debilidades o sus dudas. Tú eres todo lo contrario, tan transparente y sensible.
- No te creas que soy así con todos, sólo Xeno y tú logran "abrirme". Y por eso son tan preciados para mí.
- No sé si es tan así… no puedo hablar por ti, pero creo que desde que nos conocimos que siempre fuiste directo y sincero. Incluso me sorprendió que, aunque no nos tuviéramos tanta confianza al principio, tú decías como si nada cosas que a mí me costaban expresar. Así como me dijiste que yo te gustaba al poco tiempo de conocernos, y tampoco lo planteaste como la gran cosa. Es decir, tú ya pensabas de esa forma, y hablabas así con otros.
- Puede ser, pero al mismo tiempo, una cosa es ser directo con los temas generales o más superficiales, y otra es ser completamente sincero con los sentimientos profundos. Admito que soy frontal y no me gustan las vueltas, pero también es verdad que no ando exponiendo mi corazón o mis miedos a cualquiera. De hecho, creo que sólo lo hago cuando me acorralan.
- Gracias por el privilegio, entonces.
- Es un placer –Le levantó la mano para darle un beso en el dorso, mirándola a los ojos con cariño.
- ¿Ya ves como hablando se aclaran las cosas?
- Sí, pero también me hiciste sudar frío, pensando que te habías enojado en serio.
- No me conoces enojada.
- Ahora que lo pienso, no, creo que me preocupa eso.
- Tendrías que hacer algo demasiado estúpido como para enojarme en serio. Y eres bastante prudente e inteligente, así que no creo que lo hagas, o eso espero.
- Creo que le tendría un poco de miedo a la Kohaku enojada, prefiero seguir siendo prudente para no conocerla.
- Sabia decisión.
Se sonrieron cómplices, y siguieron desayunando en paz, sabiendo que todo estaba bien y que el resto de su breve viaje en pareja no se había arruinado, sino todo lo contrario, habían abierto una nueva puerta. Como el día anterior habían recorrido todo el lado de las montañas del enorme predio natural, y ya tenían la vista del acantilado y el océano, decidieron ir en auto para volver a la ruta por la que habían llegado a la posada, pero esta vez detenerse en las dos más famosas bellezas geográficas y arquitectónicas de allí: Las "McWay falls" y el "Bixby Creek bridge". La primera era una enorme cascada que se encontraba a unos quince minutos del alojamiento, en el "Julia Pfeiffer Burns State Park".
El parque nacional se caracterizaba, además de la famosa cascada, porque proliferaban hermosos árboles como secuoyas rojas y robles tostados, además de los madroños, unos arbustos con unos llamativos frutos amarillos, anaranjados y rojos, que Stan le contó a Kohaku que se usaban para hacer conservas, mermeladas y licores. Ya en invierno estaban maduros, así que la rubia ágilmente saltó para sacar con cuidado algunos frutos, y comerlos con Stan. Él le había dicho que tenía un sabor muy dulce, pero omitió decir que solamente era así cuando se cocinaban, y no crudas, por lo que Kohaku se lo comió con confianza, y se encontró con un gusto muy poco atractivo.
Cuando llegaron luego a la hermosa cascada, Kohaku quedó boquiabierta ante la vista: De acantilados de granito, el agua caía de una altura de veinticuatro metros, desde su nacimiento hasta su desembocadura en la playa de arena que conectaba con el océano. Lo que deleitaba a la vista era la imagen completa de la cascada uniéndose con el mar verde cristalino, cuya espuma se formaba abundantemente en la orilla. El agua era tan limpia y clara, que podían verse las piedras debajo del mar. Hasta el sonido de ese paisaje era un festín para los oídos, por lo que se recostaron cerca del borde del acantilado, Stan haciéndole de cuna a Kohaku contra su pecho y entre sus piernas, mientras ella cerraba los ojos y escuchaba la cascada en silencio, y luego los abrió para admirar la belleza de esa imagen que ofrecía la vegetación de los alrededores, junto a las enormes piedras, la fina cascada, y por último la espuma blanca de las olas, que luego daba lugar a ese color verdoso tan límpido.
Luego de un buen rato se levantaron y se sacaron unas fotos allí, que además de recuerdo para ellos, las enviaron a Xeno y a la familia de Kohaku como postal de Navidad. No se dieron cuenta que los destinatarios notarían los anillos, ya que en una de las fotos Stan la había abrazado desde atrás, y ella casualmente había apoyado esa mano que lo tenía sobre las de él. El científico no dijo nada, pero Ruri inmediatamente le mandó un mensaje a su hermana, reenviándole la foto, pero marcando con un círculo rojo las manos de ellos, y preguntándole si era lo que creía que era. Kohaku se apuró a explicar que solamente era un anillo de noviazgo, regalo secreto de Stan, pero terminó riéndose cuando su hermana le mandó una foto de la cara de su padre, que se había quedado boquiabierto un buen rato, al parecer, mirando su propio teléfono. "Te dije que Stan podría batir tu récord, papá", bromeó Kohaku, pero pensando que esa bien podría ser la reacción de cualquiera a la que le mostrara esa foto.
Cuando miró a Stan, él estaba sonriendo mientras escribía algo en su teléfono, pero se contuvo la curiosidad de preguntarle, tal vez hablaba con su mejor amigo. Pero luego de eso, el teléfono empezó a vibrar constantemente. Lo había silenciado durante todo el viaje, diciendo que no quería interrupciones, además de que no le gustaba mirarlo cuando estaba pasando el tiempo con alguien. Pero era imposible ignorar la constante vibración en su bolsillo, tanto que lo terminó apagando, aunque extrañamente tenía una sonrisa en el rostro cuando lo hizo, no parecía irritado. Luego de eso, él le dio la mano para caminar juntos, y siguieron recorriendo el extenso bosque del parque nacional, donde también había una pequeña y serpenteante cascada llamada "Canyon Falls", hermosa pero mucho menos impactante.
Como pasaron varias horas recorriendo el lugar, decidieron volver a la posada para llegar al almuerzo del restaurante, y después acordaron volver a salir, ya que todavía les quedaba pendiente la visita al puente. Luego de comer, volvieron a su cabaña para recostarse en el sillón juntos, mientras digerían la comida. Aprovecharon ese momento para volver a chequear sus teléfonos, y una vez más el de Stan volvió a vibrar de forma incesante.
- ¿Está todo bien? –preguntó Kohaku, ya sin contener su curiosidad.
- Sí, perfectamente –le respondió con una sonrisa, mientras le acariciaba el pelo.
- Si necesitas hacer una llamada u ocuparte de algo, hazlo Stan.
- No, esto no requiere ese tipo de atención, tranquila.
- Bien, pero ya sabes. Estamos todo el día juntos, no pasa nada porque tengamos que ocuparnos de cosas individuales.
- Pienso lo mismo, aunque también me pasa que me cuesta mantenerme alejado de ti, eres mi sana adicción. Una que me da vida, en vez de quitármela, poniendo tus palabras. Pero no te preocupes, no soy ese tipo de persona invasiva y pesada que no tiene otros intereses o vida propia y consume la de su pareja.
- Lo sé, y eso es lo que me encanta de ti, y de nuestra relación, me siento muy cómoda. Pero si te confieso algo, pensé que estos dos días íbamos a pasárnoslo juntos en la cama, conociéndonos.
- Si nos pasáramos el día haciendo el amor, no me quejaría, pero estaríamos desperdiciando la oportunidad de recorrer y conocer este lugar. Si quieres podemos hacer eso apenas volvamos a casa, que no ofrece paisajes nuevos.
Stan inspiró profundamente al darse cuenta que había pensado con tanta naturalidad lo de "volver a casa", como si fuese la misma y vivieran juntos, cuando no era así. Esos días de vacaciones, con Xeno y ahora solos, estaban resultando tan llevaderos y perfectos, que no le costaba nada desear levantarse todos los días viendo la cara de Kohaku a su lado. También lo había sentido así meses antes, cuando ella pasó ese fin de semana entero en su departamento. Pero no, había tiempo de sobra para eso, no tenían que apurar las cosas, y ya le había dado las llaves para que vaya a visitarlo o a quedarse cuando quisiera. Aunque disfrutaba cada segundo con ella a su lado, también había algo emocionante en extrañarse, en preguntarse qué estaría haciendo el otro, y en no aguantar las ganas de verse, eso lo volvía más apasionado cuando al fin podían estar juntos. Y quería mucho más de eso.
Decidió que le dejaría la iniciativa de vivir juntos a ella, aunque pasaran años, no le importaba. Ya se estaba tomando bastantes avances con la relación, y tenía que aflojar un poco su intensidad. No podía evitar los abrumadores sentimientos de amor que tenía hacia ella, lo hacían sentir un jovencito ansioso con su primer amor más que un adulto experimentado, pero al mismo tiempo era como si Kohaku estuviera haciendo borrón y cuenta nueva con su vida amorosa. Por suerte, parecía que ella no se había inmutado con la última frase de él, por lo que decidió que sería mejor así por el momento.
La intriga de Kohaku no tardó en resolverse, ya que casualmente cuando revisó su correo electrónico y sus redes, se quedó tan boquiabierta como la imagen de su padre: En el perfil de fotos de Stan, él había subido esa misma que se habían sacado en la cascada. No la había etiquetado ni dicho su nombre, por suerte, pero de todas formas tenían amigos en común que se darían cuenta y se harían la misma pregunta de Ruri de si estaban comprometidos. Y ni que hablar de la cantidad de reacciones y comentarios que tenía esa foto, algunos felicitándolos, y demasiadas mujeres poniendo expresiones o emoticones de tristeza, como si hubieran perdido la oportunidad de conquistarlo. Eso le hizo levantar una ceja, indignada, pero tampoco podía esperar una cosa.
Kohaku sabía que Stan no le prestaba mucha atención a eso, y tenía ese perfil para publicitar sus trabajos como modelo, y ocasionalmente alguna foto personal, por lo que era obvio que miles y miles de sus seguidores babearan por él, hombres y mujeres. No sabía si hacer un comentario en el posteo o no, o si preguntarle a Stan sobre eso. No había dicho nada sobre el anillo, por lo cual no había sido para llamar la atención sobre eso, simplemente ya ese regalo sería parte de sus vidas. Solamente estaba compartiendo su de felicidad con el mundo, y algo le decía que también lo hacía para dejarle en claro a todos que su corazón ya tenía dueña.
Internamente le gustó ese gesto, ella no era posesiva con él, y no lo sería nunca salvo que no tuviera opción, como con Cassandra, pero si Stan quería dejar en claro que nadie más lo molestara ni intentara seducirlo, la dejaba más tranquila. Y como recordó que él le había dicho que le gustaba un poco la idea de que ella "marcara territorio", decidió hacerle saber que había visto esa foto allí, sólo que no se lo diría, y aunque eso significara que algunos se iban a dar cuenta de su identidad, lo cual sucedería tarde o temprano de todas formas. Reaccionó con un corazón, pero agregó el comentario "Te amo, gracias por tanto. La tercera es la vencida".
Se hizo la distraída siguiendo con sus cosas, pero de pronto Stan le dio un beso en la frente y entrelazó la mano que tenía el anillo con la de ella, sin decir nada más. Kohaku sonrió con el tierno gesto, evidentemente él había visto su comentario, pero le gustó que no hiciera falta acotar nada más, así como el hecho de estar juntos, pero no tener la necesidad de estar hablando o interactuando directamente, sólo haciéndose compañía silenciosa les bastaba.
Una hora más tarde, se levantaron para volver a salir, esta vez con el destino del "Bixby Creek Bridge" y sus alrededores. El viaje en auto tomó unos veinte minutos, y volvieron a dar con esa vista espectacular. El puente, que estaba construido uniendo dos montañas, tenía de un lado la vista al océano, mientras que por el otro había varias montañas más detrás, y continuaba a lo largo la ruta principal. Como no había mucha circulación de autos ese día, decidieron estacionarlo en una zona que estaba designada para eso y también como mirador, y recorrerlo a pie. No había una senda peatonal puntualmente, por lo cual en otras circunstancias podía ser bastante peligroso porque los autos iban y venían en ambos sentidos, pero ni Stan ni Kohaku eran miedosos y tomaron las precauciones necesarias.
El puente medía poco más de doscientos metros, y siete de ancho, y si bien la altura total era de ciento diez metros, debajo de sus pies había hasta el piso unos ochenta metros, suficiente para dar vértigo a más de uno. Pero las vistas eran impresionantes, y Stan le dijo a Kohaku que el mejor paisaje podía verse en el extremo norte, al otro lado de donde estaban ellos, por lo cual era un buen premio al cruzarlo. Cuando llegaron a la mitad, se pararon contra la barandilla y miraron el bellísimo panorama, donde obviamente sacaron varias fotos. Había algo de similitud con algunos paisajes japoneses, pero al mismo tiempo era algo completamente nuevo para Kohaku, que no pudo evitar que la emoción le anudara la garganta ante tanta belleza natural. Y ciertamente, cuando llegaron al otro extremo, era difícil no dejar salir un jadeo de sorpresa ante aquella maravillosa vista. Tal como hicieron en la cascada McWay, buscaron el mejor punto de observación para sacar más fotos y para sentarse a grabar esa imagen paradisíaca en sus retinas. Hacía frío, así que se apretujaron juntos y compartieron un termo de té caliente para calentar sus cuerpos interiormente.
- Stan, ¿estar en lugares como éstos no te hacen desear también irte a vivir a algún lugar tranquilo y alejado de la ciudad? Imagínate despertarte todos los días con una vista así, o como la de la posada donde estamos… y que no sea un lujo, sino un lugar sereno y humilde, pero vivir de esa forma, con esta paz y aire puro.
- Claro que sí. Aunque esa es la justificación de las personas de esperar todo el año para tomarse quince días de vacaciones en lugares como estos. Los pueblos o ciudades pequeñas tienen esa forma de vivir que dices, y todos los países tienen lugares para eso.
- Sí, es cierto. Pero luego están los estudios, la universidad, el trabajo, y la vida "exitosa" de ciudad, ¿no? Aunque me pregunto si realmente es tan importante todo eso, si lo hacemos por nosotros mismos, o si lo hacemos para contentar a la sociedad, que espera esas cosas de nosotros. Que seamos médicos, abogados, ingenieros… y cualquiera que elige otra opción como la vida artística o deportiva, o simplemente querer vivir una vida más campestre o relajada, quedamos un poco como los bichos raros, y la gente se pregunta cómo y de qué vivimos –rió ante el recuerdo de su padre, que también la había cuestionado en un principio.
- Tienes toda la razón, pero eso es, tal como dices, la expectativa y la oferta de la vida de ciudad. Tampoco lo tienen fácil los que viven en pueblos, no te lo creas, es bastante sacrificado a veces estar lejos de todo, y que tengan menos acceso a educación, salud y oportunidades laborales. No por nada las familias mandan a sus hijos a la ciudad a que estudien, y a veces no vuelven salvo para visitas, aunque depende de lo que cada uno quiera hacer. ¿A ti qué te gustaría hacer en el futuro?
- Hmmm, nunca pensé el "dónde", siempre di por sentado que me quedaría en Tokyo o cerca de mi familia y amigos. Lo que sé es que seguro quiero vivir de las artes marciales, entrenando, compitiendo… y creo que sería interesante enseñarlas. En el club de mi escuela suelo hacerlo con los principiantes, no soy la presidenta del club, pero me tienen la estima y confianza necesaria, dicen que tengo paciencia y explico con claridad, aunque soy muy exigente. Creo que podría trabajar en un dojo, o algo así, me gustaría mucho, sobre todo si tengo la oportunidad de participar de torneos y viajar. ¿Y tú?
- No tenía planes de futuro –contestó brevemente, con una sonrisa triste– Yo ya pasé por la etapa de estudios, así que en todo caso creo que, si hiciera algún cambio, sería más uno de trabajo solamente, aunque en la misma profesión, ya que soy bueno en eso y me gusta. No volvería al ejército y no apuntaría un arma a otra persona a menos que no tuviera opción, así que en todo caso seguiría con esto de la instrucción de tiro, o algo así. Y el modelaje, que no me interesa ni me emociona particularmente, como mucho en diez años se me acaba por dejar de ser "carne joven", así que tampoco va por ahí mi camino.
- Stan, creo que eres de esos hombres que, aunque tenga cincuenta años, vas a estar igual de deseable y atractivo.
- Gracias por eso, preciosa –le guiñó un ojo– pero está bien, la verdad es que me cansa que se fijen tanto en mi apariencia, así que me da lo mismo. Y mientras sea lo suficientemente interesante y atractivo para ti para que me consideres tu pareja, estoy bien con eso.
- Stan, eres interesante y atractivo para tres vidas seguidas, no lo dudes –se rió– En definitiva, no tengo ningún plan concreto salvo que vaya por esos caminos que te dije, así que creo que es una suerte que esté abierta a muchas posibilidades de "dónde y cómo" sucederá.
No sabía si tocar el tema particular del "dónde", que era innegable que se refería a que los dos eran nativos de distintos países, y sus planes de futuro de dónde vivir requerirían esa charla eventualmente, si seguían juntos muchos años más. Pero decidió que esa no era una charla que debieran tener en ese momento, todavía tenían que vivir muchas más experiencias y madurar como pareja, lo que seguramente cambiaría las respuestas de ambos.
- Opino lo mismo. Pero me gustó tener esta charla contigo, creo que nunca habíamos hablado así. Por lo menos sabemos que nuestra visión está alineada, imagínate si tú te querías construir una casa en la punta de la montaña y vivir de la naturaleza, y yo sólo quería la vida plena y ruidosa de ciudad.
- Qué horror… menos mal que lo hablamos a tiempo entonces, sino hubiera sido una gran desilusión de separar caminos si estábamos tan determinados a seguir con esa visión de cada uno.
- Esto me da más esperanza para nuestra futura "la tercera es la vencida", ¿no crees?
- Sí, lo creo.
Compartieron unos besos cortos, y se quedaron un rato más apreciando la vista. Cuando quedaron satisfechos y empezaba a refrescar más, decidieron volver, y Stan dijo que tenía algo planeado desde que habían llegado a la cabaña, pero que ahora era el momento perfecto para hacerlo y relajar. En el viaje en auto, Kohaku no logró sonsacarle lo que era, y sólo provocó que él sonriera travieso como un niño, lo que le daba más ganas a ambos de llegar. Al volver a la posada Stan estacionó, pero se bajó del auto solo para preguntarle algo a los dueños del lugar, diciéndole a Kohaku que lo espere ahí, y cuando regresó con ella sí le abrió la puerta y la dejó salir. La curiosidad de ella iba en aumento, pero en la cabaña no encontró nada distinto o especial, no había nada preparado como sorpresa.
- Ya estamos acá, dime qué es lo que querías que hagamos, Stan.
- ¿Quieres darte un baño relajante conmigo? Tenemos esa bañera caliente y cerrada, con lo cual podemos disfrutar de la vista pero estar cómodos sin pasar frío.
- ¡Sí! No me iría de aquí sin probar eso.
- Pero espera un momento, no falta tanto para el atardecer, y podríamos meternos un rato antes para admirarlo desde ahí.
- Sería hermoso y soñado, me encanta la idea.
- Podemos vestirnos con las batas para ya estar cómodos y listos, ¿quieres?
- Ooooh, sí. Se veían tan mullidas y suaves, ¡quería probarlas!
- No nos quedemos con las ganas entonces.
Tal como pensaba Kohaku, estar entre esas batas y pantuflas de altísima calidad era delicioso, y se hizo un ovillo en la cama disfrutando de poder descansar un poco. Claro que encima desde ese lugar seguía teniendo una vista privilegiada del océano, no se cansaba de mirarla. Un rato después, escuchó un golpeteo en la puerta, y Stan -que también estaba vestido sólo con la bata- la atendió, pero se escabulló antes de que ella pudiera preguntarle. Sospechó que tenía que ver con lo que había hablado con los dueños del lugar, y seguro era parte de aquella sorpresa. Aunque antes de que alcanzara a preguntarle, volvió a aparecer ante su vista, y le dio la mano para invitarla a seguirlo. Fueron en dirección de aquel baño cerrado por ventanales de vidrio, pero se sorprendió con que otra vez Stan había dado la nota con superar sus expectativas: Al ya hermoso diseño y comodidad de la aquella instalación, había agregado unos aceites y una abundante espuma al agua, que emanaban un aroma cautivante a coco y vainilla. Y además de eso, había una mesita de roble al lado de la bañera, que tenía una botella fría de champaña y unas finas copas de cristal, además de una bandeja con distintos bocados de deliciosa comida dulce y salada.
- ¿No te dije que la próxima vez que hiciéramos esto, iba a ser con el servicio completo? –dijo con una sonrisa orgullosa Stan
- Sí, lo dijiste… y cumples superando las expectativas, como siempre. ¿Eso es lo que pediste abajo?
- Así es. Ya lo tenía reservado, así que solamente tenían que dárnoslo. Me alegro que te guste.
Stan se sacó la bata, quedando desnudo en cuestión de segundos, y se metió al agua caliente soltando un murmullo de satisfacción. Abrió las piernas adentro del agua y se palmeó el pecho mientras estiraba su mano hacia Kohaku nuevamente, invitándola a entrar con él. Ella también se desvistió, y al igual que él, no pudo evitar un gemido de puro gusto cuando su piel entró en contacto con el agua cálida y de aroma tan agradable.
- Hmmm, es perfecto –dijo, en cuanto se recostó sobre él.
- Todavía no digas eso, espera un minuto.
El rubio se levantó un poco, para agarrar la fría botella, y la abrió haciendo volar el corcho al techo. Llenó las dos copas de la burbujeante bebida, y le dio una copa a ella.
- Ahora me toca decirlo a mí –dijo Kohaku, antes de que él abra la boca– Feliz navidad, mi amor.
- Igualmente para ti, mi vida.
Aunque no estaban en una posición cómoda para hacer eso, Stan entrelazó su brazo con el de ella, de forma tal que la hizo beber de su copa, y Kohaku hizo lo mismo con él, y sonrieron mientras bebían con cuidado el contenido, que estaba delicioso como era de esperar. Ella tenía un poco de hambre, y como los bocados lucían tan apetitosos, no se demoró en elegir uno para ella, y agarró también uno que supuso que le gustaría a Stan, para dárselo de comer en la boca. Lo mejor de todo, fue que tal como habían calculado, unos diez minutos después podían ver una preciosa y anaranjada puesta de sol sobre el mar, mientras compartían otra copa de la champaña. Ahora sí era la perfección soñada y absoluta, era demasiada belleza y privilegio juntos.
Cuando el sol terminó de esconderse bajo la línea azul del horizonte, Kohaku se giró para quedar boca abajo, abrazándose al cuerpo de Stan en el agua. Él la rodeó con sus brazos, y disfrutaron del baño caliente, y luego comenzaron a deslizar sus manos en forma de largas caricias, haciéndolos casi ronronear a ambos de puro gusto. Aunque claro, el hecho de estar tan juntos y desnudos, despertó poco a poco otras intenciones menos relajantes e inocentes. Kohaku recordó con un poco de culpa que a la mañana lo había dejado a Stan "a medias", por lo que era una buena ocasión para terminar lo que había empezado, pero de una forma menos frustrante para ambos esa vez.
Antes de que pudiera provocarlo con sus toques, él la agarró de los hombros con delicadeza, y la guió hasta el otro extremo de la bañera, con lo que ella lo miró confundida, al no entender por qué la estaba apartando. ¿Se estaría cobrando la venganza de que lo había dejado con las ganas? No, Stan no era así.
- Apóyate en el borde de la bañera, preciosa –sus ojos refulgían con esa llama azul que la hacía estremecerse en anticipación.
Cuando Stan daba "órdenes" con esa mirada, por más que usara un tono de voz suave, había algo en ella que la hacía acatarlas inmediatamente. Ahora que lo pensaba, él nunca se había alterado o enojado con ella, así como tampoco había sido brusco en la intimidad. Sí juguetón, y apasionado, pero siempre la había tratado con cuidado y con su consentimiento en todo, sus toques siempre eran como caricias. Eso lo adoraba de él, y era muy sexy también que la respetara tanto, pero se preguntaba cómo sería Stan en un modo más dominante y rudo, obviamente con el acuerdo de ambos.
- ¿Me escuchaste? –insistió, alzando una ceja.
- Eeh, sí, perdón, me quedé pensando otra cosa –farfulló, volviendo a la realidad que tenía en frente.
- ¿Estabas tan concentrada en otra cosa, conmigo al lado hablándote? Qué falta de respeto… –dijo con falsa indignación– ¿me vas a decir en qué?
- No –Eso podía ser un juego, definitivamente, uno que llevara a lo que estaba pensando antes. Y cuando lo vio alzar una ceja con una expresión de divertida indignación, supo que estaba en buen camino.
- ¿No? Lo que "no" sé, es si me gusta esa respuesta –le susurró con su voz grave– ¿Tendré que sacártela a fuerza de tanto placer que te suelte la lengua?
- Haz tu mejor intento, si puedes –Lo desafió.
- Tú sí que sabes jugar tus cartas conmigo, para salir ganando.
- Me declaro culpable.
- Bien, si así lo quieres, lo tendrás.
En vez de esperar a que ella acate su previa "orden", la agarró de los tobillos que tenía bajo el agua, y rápidamente los levantó, obligándola a apoyarse en el borde de la bañera tal como le había indicado, ya que de otro modo habría terminado con la cabeza adentro del agua. Kohaku por poco soltó un insulto de la sorpresa, además de que la acción no tenía nada de sensual, o al menos hasta que se dio cuenta que él había hecho eso para levantarle las piernas y colocárselas sobre sus hombros. Bueno, eso quitaba todo el factor sorpresa, era más que evidente lo que pensaba hacer ahora, teniéndola a su merced, ya que ella no podía hacer mucho a menos que prefiriera terminar bajo el agua de en una posición muy incómoda.
La mirada lasciva que le dedicó, al mismo tiempo que le veía relamerse los labios con una sonrisa diabólicamente juguetona, la volvieron a estremecerse involuntariamente. Recordando la noche anterior, en la que se había sentido muy empoderada sorprendiéndolo con su propia audacia, sabía que Stan adoraba cuando ella era así, en vez de ponerse tímida o sólo dejarse hacer. Él era un guerrero en todos los aspectos de su vida, por lo que se entusiasmaba el doble cuando su compañera demostraba estar a su altura. Así que, anhelando las maravillosas habilidades de dar placer de su novio, abrazó el cuello de él con sus talones, y lo acercó a ella desde allí con decisión. Tal como había pensado, los ojos de él se oscurecieron y se pronunció su sonrisa, y cambió el agarre de sus manos de los talones de Kohaku a sostener sus muslos, de tal forma de obligarla a mantener las piernas abiertas sin poder cerrarlas en ningún momento.
Esa exposición y vulnerabilidad le generó una ola de calor que la derritió por dentro, y la hacían desearlo más si era posible. Stan comenzó a besar la cara interna de sus muslos, pero parecía que le había gustado tanto la actitud decidida y anhelante de ella, que decidió ir al grano. La situación de hacer algo así durante un baño era nueva para ella, pero era de lo más interesante sentir el agua caliente rodeando su cuerpo, y "flotando" ligera sin que ninguno tuviera que hacer mucha fuerza para mantener esa posición, todo eso mientras Stan hacía su magia como siempre con toda su boca. Era increíblemente erótico verlo darle placer con evidente disfrute, y le resultaba muy intenso que él buscara mirarla a los ojos, leyendo sus expresiones y así acomodando sus atenciones de tal forma que parecía leerle la mente en cuanto a lo que ella quería. Stan se tomaba su tiempo construyendo el placer de su novia, sabía exactamente qué necesitaba ella para explotar de placer, y siempre buscaba que lo alcance al menos una vez. Pero justo cuando ella estaba muy cerca de alcanzar la cima, él se detuvo.
Por un breve momento, Kohaku temió que sí se estuviera cobrando la venganza por lo de la mañana, ya que era una situación muy similar, y en el fondo sabía que se lo merecía y no iba a protestar, ahora entendía lo terriblemente frustrante que era dejar a alguien a medio camino. Pero Stan, mientras se alejaba un poco para dejarla bajar sus pies al agua, la besó y apretó sus manos en el trasero de ella, acercándola a él.
- No voy a decirte que termines tú el trabajo, más bien tengo otros planes para ti, no acabé contigo, preciosa. Pero podría ser que te deje con las ganas, si todavía no estás decidida a decirme en qué estabas pensando antes, no creas que te perdoné el desafío.
- Ah, Stan –Maldición, su sensibilidad estaba al límite, a flor de piel, y él comenzó a rozar mínimamente su intimidad, provocándola y haciéndola hablar para calmar su deseo.
- Por más que me encante escuchar mi nombre salir de tus labios, no es lo que estoy esperando ahora. Si me lo dices, te perdonaré y te daré la liberación que tanto quieres. Sino, volveré a relajarme en el baño… aunque no me molesta si quieres tocarte y terminar el trabajo, será una vista de lo más excitante.
- Quiero…quiero que seas más brusco –se animó a decirlo, y lo vio abrir mucho los ojos, no se esperaba eso seguramente– No soy de cristal, no voy a romperme. Por esta vez, no me hagas el amor con ternura, no seas considerado, sé más… salvaje. Como si sólo tú quisieras terminar, y rápido.
- ¿De verdad quieres eso? –Preguntó estupefacto.
Las emociones de Stan estaban conflictuadas, por un lado, le excitaba muchísimo escuchar esas palabras, y le despertaba sus instintos más primitivos, y por el otro no quería "usarla". Esos días estaban resultando tan románticos y plenos, que sentía que estaría arruinando un momento tan confortable como el que acababan de pasar en ese baño juntos. Sí, había jugado un poco con ella y la estaba provocando, pero no cabía en su cabeza la posibilidad de dejarla con las ganas de nada, para él había pocas cosas tan gratificantes como ver al amor de su vida deshacerse de placer en sus manos. Aunque… podía lograrlo, podía contentar ese inesperado pedido de ella, y también asegurarse de que los dos queden completamente satisfechos.
- Sí, de verdad –Se colgó del cuello de él con sus brazos, y lo acercó para besarlo con mucha fogosidad, antes de susurrarle al oído– Si lo haces con todas tus fuerzas, sentirte así no dudo que me llevarás al cielo como siempre, y confío en ti, te amo. Quiero eso ahora, ¿puedes hacerlo?
- Sí, puedo hacerlo.
- Gracias, Stan.
Era raro para él que le agradezcan luego de pedirle algo así, pero eso lo terminó de decidir en que quería cumplirle su deseo. No era un santo, ni sólo podía ser suave y romántico, pero había descubierto y le había encantado darse cuenta que sus momentos íntimos con ella rebosaban tanto de amor, que solamente la idea de "sexo duro" por así decirlo no era algo que le hiciera justicia, eso sólo lo había hecho con mujeres que no habían significado nada emocionalmente para él, esos encuentros de una noche y adiós. Pero tal vez podía darle un nuevo significado con Kohaku, porque, aunque fuera más brusco, sus sentimientos hacia ella eran los mismos.
Todavía estaba un poco sorprendido y no sabía cómo cambiar de actitud tan rápido, se había dejado llevar por sus pensamientos, así que comenzó por besarla, pero de una forma mucho más urgente y apasionada, aprisionándola contra el borde de la bañera y abrazándola con más fuerza que antes. Kohaku ahogó un gemido en la boca de él, y luego interrumpió el beso para incentivarlo con sensuales susurros a seguir ese camino, a ser más osado. Esa vez el estremecimiento lo recorrió a él, que tuvo que morderse el labio para no gemir ante lo caliente que eran las palabras de su novia. Definitivamente iba a disfrutar eso, ya no tenía dudas.
Luego de un último y largo beso, la giró boca abajo, y la hizo agarrarse del borde de la bañera, pero esta vez apoyó las manos en las caderas de Kohaku para levantarla y dejarla en esa posición tan instintiva, animal. Si ella quería que él se convirtiera en uno, lo haría. No era la primera vez que lo hacían en esa posición, pero a Stan le gustaba mucho más tenerla de frente, para así poder verla a los ojos y besarla, lo cual ahora no podía hacer. Acercó su cadera a la de ella, y la provocó un poco más, mientras serpenteaba una mano por debajo de ella para acariciarle los pechos de una forma mucho menos delicada que lo usual. Pensaba jugar un poco más así, pero Kohaku lo sorprendió estirando una mano para acariciarle el pubis, dándole a entender también con una lujuriosa mirada de reojo que no quería más vueltas, sino ya sentirlo dentro de ella.
Stan jadeó bruscamente, esa mirada llena de deseo de ella había provocado una combustión espontánea dentro de él, y asintió. Se acomodó para poder unir sus cuerpos, y primero sí lo hizo suave para no lastimarla y que el interior de ella se amolde a él, ya que no tenían tanta preparación como otras veces, y luego poco a poco fue aumentando de intensidad. Kohaku no era muy ruidosa, aunque tampoco contenía sus gemidos, pero le pareció que ella estaba tratando de incentivarlo vocalmente para excitarlo más y él sabía que estaba más que listo para acompañar sus deseos. Aprovechando que ella tenía la coleta amarrando su pelo, acercó la mano para cerrar sus dedos alrededor del manojo del mismo, y tiró con fuerza como si fueran las riendas para controlar un caballo, haciéndole levantar para atrás la cabeza, con lo cual ella soltó un gruñido mezcla de placer y dolor que lo encendió el doble.
En ese momento fue que Stan perdió toda inhibición y duda, y tenía una sensación liberadora y llena de fuego en su interior, sus instintos salvajes habían despertado del todo con eso, y su actitud cambió para enfocarse en buscar su placer y liberación, así como el de ella también. Se acomodó en un ángulo que sabía que era más beneficioso para Kohaku para estimular su interior al máximo, y aumentó la velocidad y la profundidad de sus embestidas. Incluso el sonido de sus cuerpos chocándose con ímpetu lo ponía a cien. Cuando notó que ella inspiró bruscamente y comenzó a tensar su cuerpo, más bien conteniendo la respiración en vez de jadear aceleradamente como él, supo que estaba cerca, y mantuvo ese ritmo frenético y hasta lo aumentó un poco más. Tenía que agradecer a su excelente estado físico para hacer eso sin miedo a cansarse, y ciertamente le estaba resultando más que útil.
Con la otra mano libre, la apoyó en la espalda de ella, a la altura de sus omóplatos, y la empujó hacia abajo para así acomodar y mejorar más el ángulo con el que ya la hacía casi temblar de placer. Bastó menos de un minuto de sostener todo eso para sí empezara a sentirla comprimirse alrededor de él, y ahí fue cuando él soltó su pelo y el apoyo en la espalda, y le apretó la cadera con ambas manos, e incluso se animó en aquel frenesí a darle una fuerte palmada en el precioso y voluptuoso trasero que ella tenía, lo cual para satisfacción de Stan provocó que el orgasmo de ella estallara finalmente. Como todavía él no estaba listo, acompañó la ola de placer de su novia apenas aflojando el ímpetu de sus movimientos, lo que le arrancó a ella unos de los más sonoros gemidos que le había oído nunca al extender la potenciada sensibilidad que había alcanzado el cuerpo de la rubia. Sabía que debía ser demasiado intenso para ella, que trataba de escapar de las manos de él, pero no la dejó.
Y luego, sin separar sus cuerpos, la abrazó y la llevó con él, sentándola encima suyo adentro del agua una vez más. Eso sí que era una sensación nueva para ambos, y Stan continuó a un ritmo constante y profundo, para volver a formar esa ola de placer dentro de ella. Lo habían hecho otras veces, pero siempre él se apiadaba de ella y la dejaba recuperarse antes de seguir, en cambio ahora estaba yendo con todo lo que tenía, tal como Kohaku le había pedido. Eventualmente y estimulándole también su clítoris con sus dedos, logró que ella volviera a tensarse, y esa vez se preparó él también, hasta que pudo hacerla acabar una vez más, y así él liberarse dentro de ella.
Cuando Kohaku quedó laxa y temblorosa en sus brazos, y Stan también pudo recuperarse del intenso momento, la giró para volverla a poner boca abajo sobre su pecho, y la besó largamente en los labios con mucha más delicadeza de la que la había tratado minutos antes. No se había excedido con la brusquedad, pero de seguro no había sido nada dulce con ella. También había sido raro para él casi no besarla, de verdad que eso había parecido sólo sexo, sin palabras de amor ni nada.
- ¿Estás bien? –le preguntó, acariciándole la mejilla.
- De maravillas –respondió con una sonrisa tonta.
- ¿Eso era lo que querías?
- Sí, totalmente, gracias Stan. Aunque creo que fuiste más apasionado que brusco, eres blando conmigo.
- Bueno… quizás tenemos que definir con más precisión para otra vez qué esperas por "brusco" –dijo frunciendo el ceño– Yo lo interpreté como que querías que fuera todo más intenso, e hice un par de cosas poco delicadas.
- No me malentiendas, creo que estuvo perfecto. Lo pensé porque me di cuenta de que a veces te haces el mandón sexy conmigo, y resulta que me gusta más de lo que pensaba. Y me pregunté cómo sería si no fueses tan dulce. Pero ya tuve mi respuesta, y me encantó –rió con picardía.
- Tengo que admitir que se sintió bien, aunque no sé si fue tan distinto a lo que hacemos siempre, sólo fue un poco más picante, digamos. Creo que eso significa que solemos equilibrar muy bien las dos cosas.
- Sí, creo que así es.
- ¿Qué quieres hacer ahora, cuando salgamos de aquí?
- Hmmm, ya va siendo de noche, y hace frío para salir, así que me gustaría quedarme cerca de la chimenea y descansar, hasta que vayamos a cenar. A esta hora no nos estamos perdiendo nada de recorrido, así que podríamos quedarnos en la cama hasta mañana al mediodía…continuando con esto.
- Me gusta mucho ese plan, aunque eso significa que mañana volveremos más cansados de lo que vinimos. No te olvides que Xeno ya nos estará esperando por la tarde.
- Todavía tenemos una semana hasta año nuevo, ¿no? Podemos descansar mañana, tampoco me parece que a él le guste estar todo el día caminando y recorriendo, en especial porque ya conoce estos lugares, no es como yo.
- Sí, Xeno no es de los que más disfrutan de subir montañas, suficiente con la que tenemos planeada, ya verás.
Procedieron con ese plan en lo que les quedaba de la estadía en esa bellísima cabaña. Al día siguiente, Kohaku quiso comprar unos regalos para su familia y para su amiga Kirisame en el gift shop de la posada, ya que a ellos tres los tenía al tanto de su hermoso viaje. Emprendieron la vuelta en el coche al día siguiente, unas horas luego del último almuerzo allí. Habían vuelto a reservar las habitaciones en el hotel en el cual estaban antes, el "Riu Plaza Fisherman's Wharf", y Xeno los estaba esperando. El científico había vuelto de su vuelo a Houston cerca del mediodía, así que había aprovechado para leer unos papers que le habían dado sus colegas de la NASA, pidiéndole su opinión. Cuando se volvieron a reunir los tres, acordaron dejar el resto del día para que cada uno hiciera lo que quisiera, y comenzarían la nueva recorrida turística al día siguiente, repartiéndose los destinos entre varios días, para alternar entre actividades más intensas y otros días simplemente de recorrer con tranquilidad.
Stan había organizado una actividad que estaba seguro que le encantaría a Kohaku: El ascenso a "Twin Peaks", los "Picos Gemelos", dos colinas idénticas de unos doscientos ochenta metros de altura, y aunque el sendero ascendente sería largo y extenuante, tendría un paisaje precioso, una de las mejores vistas panorámicas de San Francisco. Allí se sacaron unas fotos los tres juntos, las cuales Kohaku dijo que quería imprimir en cuanto pudiera.
Y por supuesto, la visita obligada y más memorable a esa ciudad sería a la famosa zona "Golden Gate", donde se encontraba el icónico puente de mil doscientos metros de extensión, y ubicado a doscientos veinte siete metros sobre el nivel del mar. Además de cruzar a pie el puente, decidieron terminar la visita de esa zona al "Golden Gate Park", un inmenso espacio verde junto al puente. Allí dedicaron varias horas de descanso a maravillarse con la vista del "Conservatorio de las flores", un edificio victoriano que contaba con una impresionante variedad de flores silvestres y también autóctona de California. También hicieron una visita al "Lago Stowe", donde alquilaron un bote y se turnaron entre Stan y Kohaku para remar y atravesarlo, ya que les parecía más divertido, y porque Xeno no se veía muy motivado a hacer el trabajo duro.
Cuatro días después, por la noche luego de la cena, la pareja se preparó para acostarse. Había algo que Kohaku quería pedirle a Stan de hacer, pero no sabía cómo se lo iba a tomar, y los días pasaban. Trató de disimular su nerviosismo, y respiró hondo para calmarse, al decidir decírselo de una vez.
- Stan… hay algo que me gustaría hacer, ya que estamos aquí. Me dijiste que con tu familia vivían en la ciudad de Elk Grove, en… ¿el condado de Sacramento?
- Sí, así es. Lo recordaste, ¿eh?
- ¡Claro que sí!
- ¿Y qué hay con eso? ¿Quieres ir a conocer la zona? Te dije que vendí la casa, no podía volver allí después de lo sucedido, así que no sé si tiene mucho sentido hacer el viaje hasta allí.
- Quiero visitar los restos de tu familia contigo, Stan.
Los ojos azules de él se abrieron de sorpresa, de pronto cautos.
- ¿Por qué?
- Porque… quiero presentarme de alguna forma, es parte de tu vida. Puedo equivocarme, pero me parece que si no volviste a tu país hace varios años, ¿no quieres visitarlos ahora que estás aquí?
- No soy de ir a cementerios, Kohaku, sólo verás lápidas –dijo en un tono duro, contenido, pero sus ojos lucían turbios. No quería reconocer que sería duro para él volver a encontrarse con todo eso.
- Lo sé, pero me gustaría ir de todas formas. Y quiero acompañarte, quizás Xeno también quiera venir. Ya no estás solo, y ellos… aunque no estén físicamente en este mundo, estoy segura que sus almas velan por ti todavía, podemos llevar flores, limpiar las lápidas un poco, honrarlos. No sé cómo explicarlo, pero eso es lo que siento… ¿Podemos ir?
- ¿Es tan importante para ti? –Le preguntó, luego de escrutarla en silencio un momento. No estaba convencido, para nada. Preferiría evitarlo de ser posible.
- Lo es. Hay algo que me gustaría decirles –Le contestó con seguridad.
- No sé si te entiendo del todo, y no será una visita animada. Pero ya que estamos aquí, y dices que es importante… de acuerdo. Pero será sólo un día, y para la misma noche como mucho volveremos aquí. Podemos ir en el auto alquilado, son unas dos horas de viaje.
- Sí, me parece bien –Entrelazó sus dedos con los de él, y luego lo abrazó– Eres tan fuerte de corazón, sé que no es fácil para ti. Gracias, por aceptar, te amo.
- Yo también, preciosa, no tienes idea cuánto.
Pese a que Stan era mucho más alto y grande que ella, se deslizó en la cama un poco hacia abajo, para ser él quién apoyara su cabeza en el pecho de Kohaku, para variar. Ella lo abrazó con ternura y le besó la coronilla, sin poder contenerse ante ese momento vulnerable de él, en el que rogaba por contención silenciosa, algo muy raro en él. ¿Tendría miedo de cómo se sentiría al volver a lidiar con su pasado? Y entonces, lo escuchó decir en un tono apenas audible:
- Te convertiste en un pilar en mi vida, y si soy fuerte ahora, es también gracias a ti. Si te soy sincero, no creo que podría hacer esa visita por mi cuenta. Pero si estás ahí conmigo… creo que estaría bien volver a hacerle frente, y "verlos".
- Entonces estaré ahí contigo, a tu lado. Para lo que necesites, Stan, siempre.
A la mañana siguiente, le contaron del plan a Xeno, que accedió a acompañarlos sin dudarlo, y les dijo que no tenía problema en que fueran ese mismo día, ya que tampoco tenían nada organizado para hacer. Los ojos de Xeno y Kohaku se encontraron, y ella sintió la mirada y la sonrisa más cálidas que le había visto nunca, como un agradecimiento silencioso desde lo más profundo del corazón. Era probable que Xeno hubiera hablado de ese tema con Stan anteriormente, sin éxito.
Fueron al cementerio Franklin, y Stan los guió entre miles de lápidas hasta dar con la que pertenecía a su familia. Allí estaban las tres juntas, la de sus padres y su hermana menor, y como era de esperarse estaban bastante empolvadas, aunque por suerte en buenas condiciones. Kohaku le apretó la mano con cariño cuando vio que los ojos de Stan brillaban, y tenía la mandíbula apretada, conteniendo su emoción. La rubia sacó de la mochila que había llevado unos trapos y un cepillo que habían comprado, y se arrodilló para comenzar a limpiarlas. Pero Stan le dio los ramos de flores que tenía a Xeno, y la ayudó también. Cuando estuvieron mucho más limpias y casi relucientes, repartieron las flores a cada lápida, y se quedaron observándolas, honrándolas en silencio. Hasta que Kohaku respiró hondo y se arrodilló en la tierra, y comenzó a hablar en voz alta.
- Me presento, señor y señora Snyder, y Chloe –Hizo una breve reverencia– Soy Kohaku, la novia de Stan. Tengo diecinueve años, estoy terminando la preparatoria, y mi pasión y futura profesión son las artes marciales mixtas. Stan conoció a mi familia, así que yo quería hacer lo mismo con ustedes. Lamento no haber podido conocerlos personalmente, pero estoy segura que fueron unas personas maravillosas, para haber criado a un hombre tan noble, amoroso y fuerte como es Stan, pueden estar totalmente orgullosos de él. Cuánto me respeta, me consciente, me ama y me cuida, eso tengo que agradecérselo a ustedes, por cómo lo educaron y lo amaron también. Y sólo puedo imaginar lo bellos que deben haber sido, porque su hijo debe ser uno de los hombres más hermosos del mundo, los felicito –soltó una risita pícara, y vio a los dos hombres que la acompañaban sonreír– No sé por qué, pero me imagino que Stan se debe de haber parecido mucho a la señora Snyder, creo que habrá heredado su fino rostro, me gustaría ver una foto de ustedes algún día. Hablando de fotos, quiero obsequiarles algo.
Kohaku sacó de su mochila las fotos que se había sacado con Xeno y con Stan en la cima de las colinas gemelas, en la que los tres lucían sonrientes y cercanos. Le había comprado un portarretratos a cada una, y los colocó en cada lápida, bien asegurados contra el viento.
- Así podrán ver y recordar lo hermoso y feliz que está su hijo, y que entre su mejor amigo Xeno y yo al menos, lo estamos cuidando bien.
Vio de reojo cómo el científico apoyaba una de sus manos en el hombro de Stan, y se lo apretaba, y el rubio apoyó su mano encima de la de él, ya podía verse que tenía los ojos húmedos con lágrimas contenidas.
- Y quiero compartir algo más con ustedes –Se sacó el anillo de noviazgo del dedo, y lo apoyó en la lápida de la madre– Stan me regaló esto la noche de Navidad… fue un detalle muy bonito e inesperado, lo atesoro con todo mi corazón, además de que lo llevaré siempre orgullosamente en mi dedo. Él también tiene uno, decidimos darle el significado de prometernos estar juntos mientras que nos amemos, en las buenas y en las malas. Y sobre eso... –colocó su mano sobre la lápida, cubriendo el anillo con su palma– pueden quedarse tranquilos que amo mucho a su hijo, que daré lo mejor de mí para hacerlo feliz, y así como él decidió prometer su amor a mí, yo lo cuidaré y velaré por su bienestar, incluso aunque a veces nos cueste alguna pelea o amargura, nadie dice que sea siempre fácil. Pueden descansar en paz, y confiarme la felicidad de Stan, gracias por haberlo cuidado hasta ahora.
El silencio que prosiguió, mientas Kohaku unía las palmas de sus manos respetuosamente en un último rezo, fue interrumpido repentinamente por unos angustiados sollozos. Por más que había intentado contenerse, Stan no pudo hacerlo más frente a tan amorosas y conmovedoras palabras, el dolor y el amor unidos en un mismo momento, su pérdida y su reencontrado amor, su pasado, presente, y muy posiblemente su futuro también. Podía haber sido el momento de encuentro de todo lo que hubiera deseado, pero la vida le había arrancado injustamente una parte de su felicidad, a la vez que estaba compensándolo con el desbordante amor de aquella maravillosa y joven mujer que no dejaba de sorprenderlo y de sanarlo.
Stan se dobló sobre sí mismo, llorando desconsoladamente, aferrándose con sus manos a los bordes de las lápidas de su familia que estaban a su alcance, depositando su mar de lágrimas sobre ellas. El duelo que no se había permitido completar, el dolor que se había tragado para no desmoronarse cuando quedó casi completamente solo, salvo por el apoyo de su fiel mejor amigo, estaban resurgiendo y liberándose. Era tanto la felicidad de saberse tan amado, cuando creyó que nunca volvería a merecer ese tipo de afecto, como el lamentar no poder volver a abrazar y compartir ese momento con su familia. Se había olvidado cuánto necesitaba escuchar sus voces, ver sus sonrisas, sentir sus manos y brazos, sólo el recuerdo de ellos le permitía revivir aquellos momentos. Y los extrañaba, cuánto los extrañaba.
Pero los brazos que sintió alrededor suyo en ese segundo en que los anhelaba, fueron los de Xeno y Kohaku, que se arrodillaron junto a él para consolarlo en su dolor, y para recordarle que estaba bien que liberara toda su angustia acumulada, porque estaban ellos para acompañarlo ahora, para sostenerlo, para levantarlo y ayudarlo a seguir adelante. Al sentir aquel afecto y contención, Stan se levantó un poco, sólo para lanzar sus brazos alrededor de ellos con fuerza, mientras Xeno le acariciaba la espalda, y Kohaku le trataba de secar las interminables lágrimas de los ojos entre sus delicados dedos y besos, correspondiéndole con fuerza el abrazo también. Varios minutos estuvieron así, hasta que finalmente el lamento de Stan cesó, y logró serenarse lentamente. No hacían falta palabras entre ellos, así que cuando el rubio se recompuso del todo, Xeno y Kohaku dieron sus últimos respetos a la familia de Stan, y se alejaron un poco para darle la privacidad de que despidiera, por sugerencia del científico.
- Bueno, ya la conocieron, imposible no quererla. Creo que no me lo perdonarán si la dejo ir… yo mismo no creo poder hacerlo nunca –Y bajó la voz a un tono confidente, mostrando una sonrisa– Así que les prometo que la próxima vez que vengamos por aquí, será otro tipo de anillo el que les mostremos felizmente. Perdonen que no vine a visitarlos por tanto tiempo, pero es que no podía, no podía hacerlo. Tuve que aceptarlo y hacer su pérdida a un costado, o no hubiera podido seguir con mi vida, y de todas formas nunca pude hacerlo realmente, al menos hasta que apareció esta joven diosa terrenal que me devolvió la fe en la vida, y en la felicidad. Ya no tengo miedo de amar, ya no me acuesto deseando no volver a despertar. Mamá, papá, hermana… van a tener que esperarme mucho más de lo que pensaba para volver a verlos donde sea que estén, pero creo que estarán bien con esa espera, viviré, sean testigos de la felicidad que tengo la esperanza de vivir de ahora en más. Hasta luego, los amo.
Stan se alejó de las lápidas, y se unió a su amigo y su novia, que lo estaban esperando varios metros más adelante. Les agradeció a ambos, abrazándolos a los dos al mismo tiempo, y emprendieron la vuelta. Xeno le preguntó si quería que él maneje, pero Stan le dijo que estaba bien. La verdad era que el rubio se había sacado un enorme peso de encima, y ahora se sentía liberado y mucho mejor. No creía en el destino, sino en que cada persona forjaba su futuro en base a sus acciones con el medio que lo rodeaba a su favor o en contra, pero por otro lado pensaba que haber conocido a los dos que lo acompañaban, era un regalo de la vida, eran las manos que él tenía que tomar para ayudarlo a salir adelante.
Cuando volvieron a San Francisco por la tarde-noche, coincidieron en descansar tranquilos, mirar alguna película juntos en la habitación, y dormir temprano. El día siguiente ya iba a ser el último del año, y habían reservado una cena en un bonito restaurante con vistas al puerto y a lo lejos al Golden Gate, para recibir el año nuevo, pero por lo demás no tenían planes, así que iban a dedicarlo a hacer más compras de regalos y ropa para llevar de vuelta a Japón.
El restaurante donde fueron a cenar se llamaba "Scoma's Restaurant", de comida estilo italiana y estadounidense, con especialidad en platillos de mariscos; y se sentaron en una mesa redonda junto a la ventana. Xeno eligió una langosta rellena, Stan un mix de pescados asados, arroz y brotes verdes, y Kohaku unos espaguetis con langostinos, ya que le daba mucha curiosidad probar el estilo occidental de los fideos de harina y huevo. Los platos eran muy abundantes, para sorpresa de la rubia, y se le hizo agua la boca al contemplarlos todos. No se animó a pedirle a Xeno un bocado, ya que nunca había probado una langosta, pero fue tan obvia la forma en que miró con ganas su plato que él mismo separó un pedazo y le dijo que podía comerlo. Stan comentó con un tono de burla que ya Kohaku lo había ablandado, porque nunca lo había visto compartir comida con alguien que no fuese él. Ella le agradeció sonriendo abiertamente, y le encantó la combinación de sabores.
La rubia era de muy buen comer, así que no dudó en dedicarse a su plato y pensaba comérselo entero, obviamente apartando unos bocados para devolverle la gentileza a Xeno, y porque Stan le había abierto la boca en broma de forma de pedirle un bocado, aunque se ganó la amonestación de Xeno diciendo que eso no era nada elegante, que cuide sus modales. La pareja rodó los ojos al unísono ante eso, y el científico alzó una ceja en indignación. Cuando Stan soltó un sonido de satisfacción al saborear un bocado especialmente rico de su plato, Kohaku lo miró con curiosidad.
- ¿Puedo probar? Se ve delicioso.
- Para saborear la experiencia completa, tengo que darte un poco de todo, eso fue lo mágico.
- Tengo boca grande.
- Lo sé, preciosa –dijo con malicia.
Xeno cerró los ojos con fuerza, deteniendo el tenedor a mitad de camino antes de llegar a su boca abierta. Su mente había formado una imagen que no necesitaba ni quería tener, ni de su amigo, ni de Kohaku.
- Perdón por eso, Xeno –rió Stan, mientras que Kohaku se ponía roja de vergüenza.
- Creo que ya me estoy acostumbrando, no me dejan opción –bufó resignado.
Kohaku coincidió en que estaba más que delicioso, y le hubiera gustado ir más veces a comer allí, por lo que los dos hombres le dijeron que podían volver una o dos veces más antes de tomar el vuelo a Japón, con lo cual los ojos de ella brillaron como los de una niña mimada. Eran demasiado gentiles y consentidores, ambos, pero en especial le llamaba la atención esa actitud de Xeno, que había sido muy bueno y atento con ella durante todo el viaje.
Aunque habían quedado satisfechos, pidieron un postre y un café espresso para cada uno: Xeno unos cannoli, Kohaku se animó a probar el tiramisú, y Stan una torta de mousse de chocolate, una elección que los otros dos predijeron y acertaron en cuanto la vieron en el menú. Mientras esperaban y charlaban entre ellos, la rubia tuvo una pícara idea, que fue la de jugar discretamente por debajo de la mesa con Stan, ya que estaba sentado casi en frente a ella, aunque tenía a la misma distancia a Xeno, un poco más a la izquierda. Se habían sentado así para que ella tuviera la mejor vista. Disimuladamente se sacó una sandalia, para no ensuciarle el pantalón con sus roces, y muy lenta y controladamente levantó la pierna y tocó la de él, ascendiendo lentamente. Stan estaba hablando en ese momento, y abrió mucho los ojos de sorpresa al sentirla, pero se controló y trató de seguir hablando como si nada, aunque cada tanto la miraba de reojo con una mínima sonrisa, y Kohaku se regocijó por dentro cuando lo vio tragar duro.
Luego ella bajó ese pie, y comenzó a hacer lo mismo con la otra para seguir provocándolo más, pero le pareció que Xeno ya se había dado cuenta de lo que estaba sucediendo, porque se acomodó en su asiento entrecerrando los ojos. Sin importarle, y tratando de contener su sonrisa traviesa, trató de llegar un poco más lejos, cuando escuchó la voz del científico murmurar con incomodidad.
- Me parece que te equivocaste de pierna, Kohaku.
La rubia retiró inmediatamente su pierna, horrorizada y avergonzada, mientras se preguntaba cómo demonios había sucedido. Stan, lejos de enojarse, estalló en una carcajada.
- Te pasa por jugar a ciegas, preciosa. Xeno puede ser muy correcto, pero tiene una debilidad, y es que le gusta estirar las piernas luego de comer. Era lo único con lo que yo podía retarlo en cuanto a modales desde que éramos chicos.
- Pe-perdón, Xeno.
Se moría de vergüenza, y lo peor era que ese último roce había sido muy al límite. Le parecía que había algo raro en el ángulo de la pierna del otro, pero pensó que Stan estaba simplemente cruzando una pierna o algo así.
- Descuida, pero por favor, contengan al menos unas horas sus ansias compulsivas sexuales, no creo que sea tan difícil. Sólo agradezco que mi cuarto en el hotel no está al lado del de ustedes, o me hubieran arruinado las vacaciones.
La pareja sonrió, Kohaku mucho más avergonzada que Stan, que le guiñó el ojo descaradamente. Por suerte en ese momento llegaron los postres, con lo cual cambiaron de tema abruptamente, pasando a comentar lo delicioso que se veían, y compartiendo entre los tres los bocados de cada uno. Cuando terminaron, pagaron la cuenta entre los tres, y como todavía faltaba para la medianoche, decidieron ir caminando hasta el Golden Gate, donde habría un show de fuegos artificiales sincronizados. Durante el camino, Stan se detuvo en una tienda que estaba por cerrar para comprar una botella de champaña y unos vasos plásticos bastante decentes. Se sentaron en un parque cercano al puente, donde también había multitudes de grupos de familias y amigos festejando el fin de año.
Cuando faltaban unos minutos para las doce, abrieron la botella y repartieron el contenido en los tres vasos. Y acompañaron la cuenta regresiva junto con todas las otras personas, chocando los vasos con una sonrisa y deseándose un feliz año nuevo al mismo tiempo que empezaban a estallar en el cielo los coloridos y enormes fuegos artificiales. Justo antes de que pudiera beber el primer sorbo, Stan atrajo a Kohaku hacia él para compartir un largo y apasionado beso, que más allá del amor que se tenían, era una famosa costumbre allí. Ella de la sorpresa derramó un poco de la bebida, pero se rió contra los labios de él y se lo correspondió, con un poco de pena de que Xeno estuviese al lado de ellos. Pero cuando se separaron, él tenía una fina sonrisa en los labios, y para no excluirlo, Stan le guiñó un ojo a Kohaku, y entre los dos lo abrazaron y le plantaron un beso en cada mejilla, mientras él se retorcía para sacárselos de encima, protestando. No sólo no pudo, sino que terminaron perdiendo el equilibrio y cayeron al piso, para colmo mojándose con el contenido frío de los vasos.
Luego de inevitablemente tentarse de risa, se quedaron recostados observando los fuegos artificiales hasta que terminaron. Habían sido unas vacaciones muy especiales para los tres, hacía años que no se divertían tanto con las fiestas, y ese estaba siendo un cierre más que perfecto, feliz y emocionante. Sólo les quedaba un día más para disfrutar, y luego les tocaba emprender la vuelta, con energía renovada y vínculos aún más fuertes y llenos de confianza y amor, de pareja y de amistad.
- ¡Por muchos años más así, juntos! –Exclamó Kohaku feliz, levantando el vaso que habían rellenado nuevamente para los tres.
- Brindo por eso, preciosa –le contestó Stan, chocando una vez más los vasos para corresponder el brindis.
- Sí, feliz año nuevo –Completó Xeno relajado y sonriente también.
Buenaaaas! Quería dejarles este capítulo ayer para que termine de coincidir con Navidad, pero bueno, siempre me entusiasmo escribiendo y aquí estamos jaja. Espero que hayan pasado una feliz navidad, y los saludo de forma adelantada para año nuevo también! ¡Muchas felicidades, salud, amor, y prosperidad para todos!
Ah! Algunos quizás ya lo vieron, pero dibujé el fanart navideño con Mr. y Miss Santa (Stan y Kohaku) muy bellos y sexy. Pueden verlo en mi página de Facebook "Kariwolf", o en mi twitter "Alma_en442". Sinceramente, me quedaron hermosos jajajaja (bueno, SON hermosos).
Me voy a escribir "Cautivos", que sé que lo esperan ansiosos! (y con eso 3/3, completo las tres actualizaciones más activas jaja) Hasta el próximo capítulo!
