El mundo se había detenido para Kohaku en ese instante. Ver a Stan esposado y tratado como un criminal, esa dolorosa "despedida" en la que la había abrazado y besado con todo su amor como si nunca hubieran estado distanciados, la duda de qué sería de él después de aquello… era demasiado. El alivio de la posibilidad de que el problema del acosador estuviera próximo a resolverse finalmente se amargó con lo que siguió. No lo valía, de ninguna forma. No había sido su decisión, pero no podía más que lamentarlo. Incluso pensaba que hubiera sido mejor que se peleara más con Stan, no decirle nada, cargar con que luego la acuse de que no confiaba en él… soportar ese dolor, y no el de la escena que tenía frente a sus ojos y el futuro incierto que le esperaba a su amado, todo por defenderla.
Se la llevaron también junto con Stan, aunque sin el trato rudo ni las esposas, sólo dijeron que necesitaban su testimonio y declaración por lo ocurrido, luego la dejarían ir. Al parecer, el encargado del edificio les había dicho que ella había sido víctima de otra situación que había desembocado en aquel desenlace, que no tenía nada que ver con el disparo, no era cómplice de su novio. Antes de salir, les preguntó si podía llevar con ella alguna pertenencia, y como le confirmaron que podía, agarró las fotos que el acosador le había enviado, así como su mochila con su teléfono. La llevaron en un coche distinto al de Stan, aunque ella lloró y rogó porque no los separen, pero era protocolo policial y no pudo hacer nada contra eso.
Apenas llegaron a la comisaría, Kohaku pidió un momento para hablar por teléfono, no le importaba si necesitaban vigilarla o escuchar su conversación, pero tenía que llamar a Xeno, él era el único que sabía casi todo y podría ayudar, además que tenía que saber lo que había pasado con su amigo. Se lo concedieron, y le permitieron la privacidad de su llamada ya que ella no estaba inculpada. Alcanzó a ver a Stan, y que apenas pudo girar la cabeza para dedicarle una última sonrisa antes de que lo apartaran de su vista, y las lágrimas volvieron a agolparse en sus ojos. No iba a ganar nada con ponerse a llorar, pero no podía evitarlo, cada fibra de su ser dolía con esa imagen, y con la incertidumbre. Los policías fueron amables con ella, y se acercaron para preguntarle si necesitaba algo cuando la vieron sollozar con fuerza, pero ella sólo se sentó para recomponerse, antes de hacer la llamada. Necesitaba obtener un poco más de información sobre lo que iba a pasa con Stan.
- ¿Puedo saber cuál será el procedimiento con mi novio, el detenido? –preguntó al policía que se le había acercado.
- Sí, señorita. Se procederá a una inspección completa del sujeto y se le tomarán las huellas digitales. Tiene permitido llamar a un abogado, pero sino se procederá a tomarle declaración. Como se encontró evidencia del delito, quedará en prisión preventiva.
- ¿Y eso cuánto tiempo será?
- Eso depende… si el imputado admitiera el delito, se podría proceder a un juicio abreviado, y en no más de una semana se decidirá la sentencia y debe aceptarla. De otra forma, tendría que esperar el juicio oral, y eso podría llevar bastante más tiempo.
- Entiendo… ¿si se presenta evidencia de que su accionar fue por defensa hacia mí, ¿hay posibilidades de que revean o disminuyan su sentencia?
- Eso es decisión del fiscal, señorita, pero podría ser el caso, sí. Entienda usted que, aunque haya sido en defensa de un tercero, el detenido atacó con lo que se considera un "arma de fuego de guerra" en plena ciudad, eso es ilegal y un delito. Sin embargo, la evidencia de que no fue un ataque malicioso o con intenciones homicidas sin motivo, podría ayudar en la condena.
- Gracias por la información –le sonrió débilmente al policía, que se inclinó levemente ante ella y se mantuvo a un costado.
Kohaku respiró hondo, intentando serenarse. Escuchar que una condena era algo seguro le retorció el estómago, pero de seguro Stan ya lo sabía. Tomó el teléfono, y llamó al científico.
- ¿Hola, Kohaku? ¿Todo bien?
- Xeno… no. No, nada está bien, Stan… –sólo mencionarlo le volvió a cerrar la garganta.
- ¡¿Qué pasó?! –preguntó Xeno, alterado ante el suspenso.
- Está detenido, en la comisaría. Yo estoy aquí también, pero porque van a tomarme declaración solamente.
- Kohaku, ¿qué pasó? –Dijo, luego de hacer un silencio.
- Yo estaba volviendo del trabajo, y el acosador apareció. Me iba a atacar, pero Stan… le disparó con su rifle de francotirador desde su departamento. No lo mató, sólo lo hirió en un hombro, y el maldito huyó en su coche, pero… van a encarcelar a Stan, Xeno.
Apenas terminó de decir esas palabras, tuvo que quedarse callada ante la amenaza de que un nuevo sollozo saliera de su boca.
- Oh, no… –susurró el científico– Entiendo. Voy para allá ahora mismo, Kohaku, envíame tu ubicación.
- Sí, por favor, ven.
Apenas cortó la llamada, el policía volvió a acercarse para pedirle que lo acompañe, y así poder tomarle la declaración. Ella contó todo, cómo hacía casi un mes había sido acosada, vigilada y amenazada, les entregó las cartas y las fotografías, y les describió lo más que pudo al atacante. A pesar de no tener su nombre, su detallado fue bastante preciso, así como el del auto en el que huyó, la patente que logró acordarse, y las calles en que esa noche había sucedido todo, para facilitar la obtención de pruebas de las cámaras de vigilancia. Le aseguraron para su tranquilidad que iban a detener a aquel hombre, y con todas esas evidencias, más las de las cámaras de esa noche, se ganaría un tiempo en prisión, y ella podría pedir una orden de alejamiento, para asegurar que no vuelva a acercarse a ella otra vez cuando saliera.
Para cuando terminó su interrogatorio y le dijeron que podía volver a su casa, Xeno la estaba esperando ya allí, con una expresión llena de preocupación. Kohaku sentía tanto alivio de ver una cara conocida y que estaba segura que podía ayudar, que se corrió a abrazarlo. El científico le devolvió el abrazo esa vez, empatizando con todo lo que le había pasado.
- Gracias por venir tan rápido, Xeno.
- Ni lo digas. Por más que insistí, no vamos a poder ver a Stan hasta que se decida el tipo de juicio y condena, es protocolo de ellos –dijo con amargura– Sé que no debe ser fácil para ti, pero voy a necesitar que me cuentes todo lo que pasó esta noche. Kohaku, ¿tu familia sabe algo?
- No. Y nada, ni siquiera del acosador.
- Ya es hora de decírselo, aunque al menos puedes llevarles la tranquilidad de que ni tú ni nadie más estará en peligro. Ven, te llevo a tu casa, y te acompañaré a que se los digas.
- ¿Estás seguro? –Preguntó sorprendida– No tienes que hacerlo…
- Déjame hacer eso por ti. Además, de camino estuve hablando con un abogado amigo, puedo llevarles tranquilidad desde esas palabras.
- Bueno, gracias…
La comisaría estaba más cerca de la casa de Kohaku que de la de Stan, así que fueron caminando desde allí. Xeno le dio su largo saco negro para cubrirla, y le rodeó los hombros con un brazo para ofrecerle su apoyo mientras caminaban.
- Me imagino que el departamento de Stan quedó bajo custodia policial, ¿no?
- Sí, eso creo. Encontraron el arma en el balcón, así que no dudo que revisarán todo. Dios, van a hacer un desastre.
- Los japoneses son bastante cuidadosos, no te preocupes. Además, Stan tenía permiso para la portación de armas, y si encuentran sus credenciales de trabajo y militares… eso será un punto para él. Al menos no podrán acusarlo de portar armas ilegalmente o así, que podría ser un agravante. Y no lo dudes, me comunicaré con la embajada de Estados Unidos.
- ¿Crees que ayude? Si lo que Stan cometió fue un delito… quizás los representantes de su país se avergüencen, por así decirlo.
- ¿Es una broma? Stan es casi como un héroe de guerra para el país, no sólo por su servicio y ex-alto rango militar, sino porque esa hazaña que hizo hoy no sería vista con tan malos ojos como piensas. No te olvides que en Estados Unidos la portación de armas es bastante más libre que aquí. Aunque bueno, un rifle es otra historia… pero en cuanto sepan los detalles de que fue en defensa tuya y fue un acto delictivo, no lo dudes que colaborarán.
- ¿Lo dices en serio?
- Sí, eso creo. No te confundas, Stan tendrá que afrontar sus consecuencias, lo que hizo fue en suelo japonés. Pero creo que podría reducir su condena, o agregar alguna cláusula de salir antes bajo buen comportamiento, o algo así. Mañana mismo me comunicaré con ellos y me asesoraré.
- Mantenme al tanto, Xeno, y muchas gracias.
- Stan es como un hermano para mí, lo sabes. Haré todo lo que está en mi poder, y todas mis influencias, para que sea lo más leve posible para él
Cuando llegaron a la casa de Kohaku, su padre y su hermana se extrañaron de ver a Xeno en persona acompañando a su hija. Inmediatamente se dieron cuenta de que algo andaba mal, no sólo porque no veían a Stan con ellos, sino porque los ojos de la rubia estaban todavía rojos e hinchados. Sin decir ni preguntar nada, Ruri se acercó a abrazarla con fuerza, mientras miraba de reojo a su padre, y la llevaron a sentarse a la sala de estar, donde se sentaron en unos sillones todos.
- Kohaku, ¿qué pasó? ¿Estás bien?
- Estoy entera y no me lastimaron, pero estoy lejos de sentirme bien –le contestó, reconfortándose en el cálido abrazo de su hermana mayor que no la soltó– Hoy sucedió algo grave… pero para que lo entiendan, tengo que empezar desde el principio. Hay algo que no les conté, aunque lo hice para protegerlos. Sólo les pido que no me interrumpan, por favor.
Kohaku les confesó todo lo sucedido con el acosador, sin guardarse detalles. Incluso que sólo Gen sabía desde el principio, que había decidido no decirle a Stan tampoco, y eso había llevado a que se distancien y recientemente se peleen cuando la verdad salió a la luz. Les mostró también el anillo que ahora llevaba en el cuello, y tanto Xeno como su familia jadearon de sorpresa. La cara de Kokuyo y Ruri reflejaba angustia por todo lo que había sufrido Kohaku sin saberlo, aunque su padre también tenía la mandíbula y los puños apretados, estaba furioso por dentro de que alguien hubiera hecho eso a su hija. En el punto en que Kohaku recordó la pelea con Stan, y que él le dijo que había decidido sacarse el anillo de promesa, una renovada ola de angustia se materializó en lágrimas otra vez, el pensamiento de que los últimos días con su novio habían sido de frialdad y distancia le quemaban el corazón, en especial porque luego se había jugado su libertad para salvarla, y le había dicho lo mucho que la amaba a último momento.
- Ese idiota dramático –Suspiró Xeno, mientras esperaba que Kohaku se recomponga nuevamente– Le dije que no hiciera nada drástico, ni ponerte distancia. Me había confesado sus dudas con respecto al anillo… de que como te sentía distante, pensaba que era porque él estaba siendo muy exagerado e intenso en la relación. Pero de ahí a sacárselo aún a pesar de escuchar toda la verdad…
- No, Xeno, está bien –Le dijo Kohaku, mientras Ruri le secaba las lágrimas con una caricia tierna– Fue duro, pero tuvo razón. Me dijo varias cosas a mí también, sobre nuestra relación, el anillo, la confianza… puedo entender por qué le dolió tanto, y más siendo él, con todo su antecedente. Pero por eso es que yo no me lo saqué, y él me lo confió para volver a dárselo más adelante, tampoco fue como si hubiera terminado la relación o algo así. "Un paso atrás", como me dijo.
- Eso no quita que fue dramático. Dicen que el amor pone tontas a las personas… en el caso de Stan no puedo negarlo, antes hubiera perdido mi dinero si me decían que apueste que pudiera ser tan emocional. Tú sí que logras sacar lo mejor y lo peor de él, lo reconozco. En fin, ¿puedes seguir, Kohaku?
- Sí, ya estoy mejor. Todo lo que les conté desembocó en lo de hoy.
Kohaku siguió hablando, contando la "ruta segura" que le había diseñado Stan para esos días, y el cruce final que tuvo con su acosador esa noche, con el sorprendente y preciso disparo desde aquella asombrosa distancia en el momento justo en que iba a ser atacada, y luego les contó que Stan corrió a buscarla minutos después, y todo el proceso de detención, luego de que su novio se despidiera de ella de esa forma tan triste y amorosa.
- Oh, Kohaku –Ruri no podía más que abrazarla y tomarle la mano, no tenía palabras para todo el calvario que había sufrido su hermana menor.
- A pesar de que no avalo el método que utilizó… Stan volvió a salvarte la vida, una vez más –dijo Kokuyo con pena– Lo lamento mucho, hija. Me duele un poco que no nos hayas dicho lo que te pasaba, pero entiendo que fue para que nadie saliera lastimado. Me siento mal como padre, de no poder hacer nada para ayudarte. Pero no te preocupes, haremos lo necesario para asegurarnos de que ese maldito quede entre rejas por un buen tiempo, y si ayuda en algo, daremos fe de que Stan es un buen hombre.
- Gracias, papá.
- Kohaku, me retiro. Estamos al habla por lo que ambos sepamos de nuestro problemático favorito –Xeno sonrió ligeramente, y se levantó– Trata de descansar y recuperar ánimo y fuerzas. Habrá que tenerlas para pelear por Stan más adelante.
- Sí, tienes razón. Gracias, Xeno. Buenas noches.
El paso de esa semana fue eterno para Kohaku. Stan estaba completamente aislado, y hasta que no se diera su liberación o su condena no podía visitarlo ni hablarle. Como él no tenía familiares directos, y ella había hecho la declaración y dicho que era su novia, la consideraron como la persona a quién iban a contactar para informarle los procedimientos y resultados. Dos días después, la llamaron para informarle que se había decidido proceder con el "juicio abreviado", ya que Stan había aceptado la culpabilidad de sus hechos, a pesar de también reconocer que lo había hecho en defensa de Kohaku. Eso eran tanto buenas como amargas noticias, ya que por lo menos se procedería directamente a la condena, y no prolongar su detención preventiva innecesariamente. La decisión del plazo de su condena la habían fechado para dentro de otros dos días. Por otro lado, la que sí fue una buena noticia, fue la de que habían arrestado a su acosador. "Yamada Masaru" era su nombre, y no tenía antecedentes penales, pero confirmaron su identidad con la evidencia de las cámaras de seguridad y el reconocimiento facial.
Kohaku le contó a Xeno las novedades, y él le dijo que ya se había puesto en contacto con la embajada, y que ya barajaba algunas posibilidades, además de que le aseguraron que se comunicarían personalmente con el juez y el fiscal encargados del juicio de Stan. No quiso decirle cuáles eran esas posibilidades, ya que prefería esperar la decisión penal oficial primero, todo lo demás serían especulaciones hasta que no hubiera nada concreto.
El juicio fue breve y privado, solamente podían presenciarlo los jueces, el jefe de la comisaría, Stan y su abogado, que había brindado la embajada de Estados Unidos, y resultó ser también el amigo personal de Xeno. Sin dudas, el científico se rodeaba de personas influyentes, lo cual había resultado muy conveniente en ese momento. Aunque no pudieron entrar a la sala, Kohaku y Xeno se reunieron afuera con la esperanza aunque sea ver a Stan, y para que luego el abogado les comunique personalmente los resultados.
No tuvieron que esperar mucho, en menos de una hora vieron a las personas salir, pero no tuvieron la suerte de cruzarse con Stan, al parecer tenían una salida privada y directa para los detenidos. Xeno levantó la mano cuando vio a su amigo abogado, que había salido con una expresión de satisfacción en el rostro. Era un hombre alto, de pelo corto y castaño, de ojos claros, vestido con un elegante traje gris y una presencia de confianza un poco intimidante.
- Buenos días, Ethan –lo saludó Xeno con un apretón de manos– Ella es Kohaku, la novia de Stanley.
- Un gusto, señorita –contestó el hombre con un japonés muy claro, aunque con el acento extranjero más marcado que el de los otros, inclinando su cabeza, saludo que Kohaku correspondió– Bueno, podría decirse que salió mejor de los esperado, tuvieron en cuenta la evidencia presentada por la señorita Kohaku, y la… postura de la embajada.
La pequeña sonrisa del hombre le produjo un escalofrío a Kohaku, pero Xeno en cambio correspondió la sonrisa con otra similar. Era evidente que ambos habían hablado y se sentían orgullosos de las "sugerencias" que habrían servido de presión de parte de los estadounidenses. La rubia decidió dejar ese pensamiento de lado, y lo siguió escuchando atentamente.
- No fue nada fácil, los japoneses con extremadamente estrictos y rígidos, y no nos tienen nada de estima, debajo de esa fachada de respeto –chasqueó– Pero para ir a lo que les importa, la condena "inicial" es de dos años y seis meses, sin posibilidad de fianza ni de reducción por buen comportamiento. Logramos reducirla en dos tercios de lo que pretendía ser, así que se podría decir que el resultado fue bastante favorable.
- ¿Dos… años… y medio? –Kohaku murmuró, con los ojos muy abiertos.
Su cuerpo se paralizó varios segundos. ¿Más de dos años separados, y Stan en prisión, por haberla defendido? No… no podía creerlo. Miró a Xeno, y le sorprendió aún más que él no estuviera tan shockeado y paralizado como ella, aunque sí tenía una mirada muy seria en sus ojos. ¿Sería que ya se esperaba ese plazo, o que tal como había dicho Ethan, incluso se esperaba uno bastante mayor y ese era un "alivio"?
- Kohaku, tranquila –le dijo Xeno, percatándose de su mirada– No es definitivo ese plazo, o más bien, sí lo es, pero estamos también analizando otras posibilidades.
- Pero dijo que no había reducción de condena, ni pago de fianza…
- Lo sé, pero… como Stan es extranjero, y por lo que ya te expliqué que significa su ex-servicio para nuestro país, Ethan va a hacer lo posible por proponer una última alternativa.
- ¿Cuál es?
- Discúlpeme señorita Kohaku, pero todavía no puedo compartir esa información con usted. Ya compartirla con el Dr. Xeno es una cuestión de confianza, pero le pedí discreción hasta que se confirme que sea aceptada por la justicia japonesa, dado su carácter excepcional.
- Entiendo –Contestó ella con un nudo en la garganta– Confío en Xeno, y lo veo más calmado, así que está bien, esperaré. ¿A dónde se llevan a Stan ahora? ¿Cuándo podremos visitarlo?
- Su condena la cumplirá en el Centro de Detención de Tokio, en la región de Katsushika, está a una media hora de aquí yendo en tren. En cuanto se confirme su ingreso con todo el protocolo correspondiente, que estimo finalizará en unas dos horas, podrán comunicarse con la correccional para consultar por el cronograma de visitas. Perdonen que no pueda quedarme más, pero tengo una cita en la embajada en una hora, tengo que irme.
- De acuerdo, gracias señor Ethan –dijo Kohaku, inclinándose respetuosamente ante él.
- Hablamos luego –Xeno se despidió con otro apretón de manos, y compartieron una mirada cómplice con otra misteriosa y mínima sonrisa.
Cuando el abogado se retiró, Kohaku miró a Xeno, y se tapó la boca con las manos.
- No puedo creerlo… ¿dos años? Dime que no es real, no puede ser –murmuró, y la angustia le cerró la garganta.
- Por ahora sí lo es, Kohaku, pero ya escuchaste a Ethan. Aunque se logre esa otra opción que estamos barajando, tienes que hacerte a la idea que Stan inevitablemente pasará un tiempo alejado de nosotros. Sé que no es fácil lo que te pido, pero tienes que ser fuerte y no desmoronarte, él cuenta con nosotros.
- Sí, es cierto. Pero no puedo creerlo… si te soy sincera, tengo ganas de llorar como de golpearlo, por haber tomado esa decisión de disparar y arruinarse la vida. Dos años… me duele el estómago de pensarlo.
- Tengo que preguntarte esto, Kohaku. No desconfío de ti, pero… eres joven, y apenas llevan unos meses juntos –Dijo Xeno mirándola con cautela– ¿Vas a esperarlo?
- ¿Qué…? –Le preguntó, mirándolo ligeramente boquiabierta.
- En el peor de los casos, que sí tenga que cumplir su condena actual, dos años es mucho tiempo, y no va a ser nada fácil para ti con el reducido cronograma y protocolo de visitas, además del desgaste psicológico y anímico que repercutirá en ambos. Sólo digo que es algo muy complejo y delicado para cualquier pareja, pero más para una tan… "verde" como la de ustedes.
- ¿"Verde"? –Repitió, inspirando profundamente, y frunció el ceño con indignación.
- No estoy desmereciendo su amor ni lo que vivieron, los plazos temporales no son criterio fehaciente de la profundidad de una relación, pero –apretó los labios– dos años y medio puede volverse demasiado largo para ti, con tu juventud y…
Kohaku lo interrumpió, poniéndole la palma mano derecha a escasos centímetros de su cara. Xeno se sobresaltó, pero luego se dio cuenta que lo que había puesto a la altura de sus ojos, era el anillo que llevaba en su dedo.
- ¿Ves esto? Es el anillo de noviazgo y de promesa que ya me cansé de aclarar que honradamente llevo en mi mano, con todo mi corazón, no por simple decorado. No voy a abandonar a Stan pudriéndose en esa cárcel solo durante dos años, no sólo por sentido de deuda o de deber, sino porque realmente lo amo. Me importa un bledo si soy joven, si llevamos unos meses de relación, o las malditas dudas y expectativas que tengan los demás sobre nosotros. Estoy harta de todo eso, sinceramente, y me ofende que tú, entre todos, me lo preguntes todavía. Stan se jugó su libertad por mí, y yo no quise quitarme el anillo ni cuando discutimos, luego de que él igualmente dio ese "paso atrás", ¿no es prueba suficiente que los dos estamos en esto juntos, aunque no sea fácil por momentos?
- Sí, perdona –le contestó Xeno, mirándola a los ojos– Como dije, no pretendía dudar, pero… realmente significa que estás dedicada a Stan si vas a hacer esto. Tienes mis respetos, Kohaku. Haré lo posible con Ethan por buscar la forma de que sea menos tiempo.
- Me temo que será muy difícil para Stan, yo por lo menos puedo seguir con mis actividades normales, él tiene que estar encerrado allí…
- No lo creas. Por lo que me contaron, los japoneses tienen un estilo carcelario muy productivo y estricto, parecido a un régimen militar en cierta forma. Si es así, claro que será duro, pero Stan está más que acostumbrado a eso, y lo mantendrá ocupado. Lo que más bien temo es que quede ocioso mirando una pared todo el día, eso sí creo que lo volvería loco, además de que no puede fumar.
- Quiero verlo… ojalá nos concedan la visita pronto. Ya van cuatro días que no sé nada de él, necesito saber cómo está. ¿Vendrás conmigo?
- Por supuesto.
- Bien, me vuelvo entonces. Hoy falté a la escuela para venir aquí, este año estoy al límite de mis inasistencias, aunque entre el tiempo que pasé en el hospital, y lo del acosador, no fue realmente mi culpa.
- Sí, yo también me ausenté. La noticia no llegó a los medios, por lo que nadie en la escuela sabe realmente lo que pasó, y mejor que siga así. Tendremos que buscar un horario después del horario escolar, y no ir tan juntos, o sino circularán rumores… no será bueno para mi reputación profesional.
- No te preocupes, no lo será. A lo sumo será aclarar que Stan también es tu amigo y ya. Es más que obvio que si yo soy su novia, y tú su mejor amigo, vamos a conocernos y llevarnos bien.
- Sí, eso espero, tienes razón –le palmeó la cabeza amistosamente– Tengo que volver a la escuela, yo sí al menos. Aprovecha para seguir descansando y recuperarte, Kohaku.
- Lo haré, gracias. Hasta luego, Xeno.
Kohaku caminó por inercia hasta su casa, con el mínimo de consciencia necesario para hacerlo de forma segura, pero su mente estaba en otro lado. Seguía sin poder creer que a Stan le deparaban dos años en una celda por su culpa, y que sólo iba a poder verlo una o dos veces por semana, en un ambiente completamente frío y distante. No sabía lo que traían entre manos el abogado y Xeno, pero rezaba internamente porque funcionara, e hiciera el calvario más leve para todos.
Por la tarde se comunicó con el centro de detención para consultar sobre las visitas, y le informaron sobre todo el papelerío y requisitos previos para aprobar su visita, así como la de Xeno. Reunió todas las identificaciones necesarias, le informó a Xeno lo mismo para que lo hiciera con las suyas, y juntos fueron la tarde siguiente a entregar todo personalmente. Había tantas normas, protocolos y limitaciones, que ya era agotador lidiar con eso, pero ambos iban a hacer lo necesario para seguir acompañando a Stan lo más que podían. Les informaron también que estaba la posibilidad de la llamada telefónica, que era posible también en determinados horarios y con "cobro revertido", y aunque el costo de las llamadas era altísimo, ambos hicieron también la solicitud correspondiente. Recién tres días después de ese trámite fue que recibieron la notificación de que sus visitas habían sido aprobadas, y que estaba permitido que fueran juntos también.
Las visitas normales podían durar una hora, y se llevaban a cabo en una sala especialmente preparada, con mesas rectangulares y sillas enfrentadas. El contacto físico estaba muy limitado, no podían estar sentados juntos ni abrazarse, sólo un breve saludo al inicio y final. Los visitantes tenían que pasar un cacheo, pasar por un detector de metales y le revisaban a fondo la comida u objetos que quisieran compartir con los presos. Con toda esa información, Kohaku y Xeno acordaron ir la primera visita juntos, además de que el científico tenía sus dudas en dejarla ir sola. No era como si pudiera pasarle algo allí con toda la seguridad que había, pero prefería asegurarse con su presencia de que nadie se hiciera ideas raras con ella, si alguien tenía también experiencia tras las rejas, aunque la rubia no lo supiera, era él. Claro que las cárceles de Estados Unidos eran menos estrictas que las de Japón, pero así también había visto más de una situación inadecuada frente a sus jóvenes ojos de entonces.
Agendaron la visita para el día siguiente, hacía una semana que Stan estaba solo en la cárcel, querían verlo cuanto antes. El horario límite de las visitas era a las cuatro de la tarde, por lo cual reservaron esa hora para no interferir con la escuela. Presentar las identificaciones, permisos y pasar las revisaciones también llevaba tiempo, por lo que tenían que llegar un rato antes. Finalmente, el día llegó, Kohaku apenas había podido concentrarse en la escuela de tanta ansiedad y nervios. Si bien salió al mismo tiempo que Xeno de la escuela, acordaron encontrarse en la estación de tren para evitar que los vieran juntos otros compañeros o profesores. Media hora después llegaron a la correccional, y pasaron todo el protocolo. Un guardia los guió hacia la sala dedicada a las visitas, donde adentro había solamente dos mesas ocupadas. Les pidieron guardar asiento, y les dijeron que en unos minutos traerían a Stan.
Cuando Kohaku lo vio acercarse, custodiado por dos guardias, una mezcla de emoción y angustia la embargó. Se lo veía bien, entero, vestido con el uniforme gris oscuro que vestían todos los reclusos por igual, pero su rostro parecía haber envejecido unos años más, lucía demacrado. Tenía unas profundas ojeras, casi como las usuales de Xeno, el crecimiento de barba de varios días –aunque un rincón del cerebro de Kohaku reconoció que no le quedaba nada mal, si se la emprolijara un poco– y podía jurar que lo veía un par de kilos más flaco.
- Oh, Stan...
No pudo contenerse de no acercarse a abrazarlo, a pesar que le habían dicho que tenía que quedarse sentada en la silla, con la mesa de por medio. Un guardia se removió, dispuesto a advertirle, pero la mirada que le dedicó Xeno fue glacial, y el hombre se detuvo. Stan le devolvió el abrazo con fuerza, jadeando de alivio, y se inclinó para besarla largamente en los labios. No le importaba si después lo castigaban por faltar al protocolo él también, necesitaba sentirla lo más posible, ese añorado contacto le daría fuerzas para el resto de la semana, hasta que pudiera volver a verla. Pero tampoco quería abusar, por lo que luego de ese beso se separó y con la cabeza le señaló donde tenían que sentarse. Le sonrió también a Xeno, y se tomaron de las manos brevemente a modo de saludo. Luego volvió su atención a Kohaku.
- Hola, preciosa. Te extrañé.
- Y yo, tanto. Perdóname, Stan, perdóname. Por mi culpa...
- ¿Estás bien? –la interrumpió– A salvo, me refiero.
- Sí, gracias a ti. La mejor noticia es que lo atraparon, va a ir a la cárcel seguro.
- Qué alivio. Vas a estar bien, te lo dije.
- A costa de qué, o de quién, es la pregunta. No sé si lo valió, no contigo pagando las consecuencias así.
- Kohaku...para mí sí lo valió, es suficiente.
La miró a los ojos con calidez, pero su tono de voz fue terminante, y bastó para silenciar el pedido de disculpas de ella. No se arrepentía de lo que había hecho.
- ¿Cómo estás, Stan? ¿Cómo estuviste estos días?
- Bueno, me hizo recordar mis tiempos de militar, aquí todo está cronometrado y se trata sobre la productividad. De nada sirven los nombres, soy un número, el doce. En resumen, tengo que trabajar ocho horas por día, y en mi celda no puedo estar ocioso, siempre hay que estar haciendo algo, salvo las horas de descanso después de la cena. Claro que la comida es horrible, y es lo justo y necesario para mantenernos con las energías para cumplir el trabajo. No podemos hablar entre los reclusos, excepto unos exactos ocho minutos al día. Aunque lo que más me costó no fue todo eso, sino que no pude fumar un solo cigarrillo, eso me hizo pasar unas noches difíciles, pero ya estoy mejor.
- Es horrible –murmuró Kohaku al escuchar todo eso, al borde de las lágrimas nuevamente. Extendió su mano sobre la mesa, y Stan entrelazó sus dedos con los de ella.
- Preciosa, puedo soportar todo esto con tu sonrisa, ya que tengo los minutos contados para verla y recordarla. Por favor, no llores.
- Perdona –se sorbió ligeramente la nariz, y cerró los ojos brevemente para contener detrás sus lágrimas– Pero es muy duro, y tienes que lidiar con eso todos los días.
- Ya te dije, he vivido algo similar con mi entrenamiento militar, por lo menos aquí no te escupen, gritan en el oído e insultan –sonrió de costado, y miró a su amigo– Xeno, ¿esto te da nostalgia?
- ¿Eh? –Preguntó Kohaku confundida, mirando al científico, que le había devuelto a Stan otra media sonrisa.
- Ooooh, no sabías. ¿Recuerdas que una vez te dije que Xeno fue un chico malo de joven? –la vio asentir– Bueno… él también pasó un tiempo tras las rejas.
- ¡¿QUÉ?! –la rubia quedó boquiabierta, y abrió sus ojos desmesuradamente, viendo al peliblanco– No… ¿De verdad?
- Yo sabía que lo estabas disfrutando, apostaba que no te aguantarías el comentario –chasqueó Xeno.
- No puedes negarme ese placer, amigo –Stan sonrió burlonamente.
- ¿Y por qué fuiste preso? –preguntó Kohaku, todavía en shock– No puedo imaginarlo…
- En pocas palabras, ya que no vinimos a hablar de mi pasado, fue por desarrollar armas científicas peligrosas ilegalmente, en mi juventud. Investigación científica incomprendida.
- Oh por dios… –Kohaku no sabía si sonreír o si preguntarse qué alcance podía haber tenido eso, como para enviarlo a la cárcel.
- En fin, volviendo a ti, Stan. Tengo noticias de Ethan, y al parecer, con mucha negociación y diplomacia de por medio, la justicia japonesa aceptó la propuesta que estábamos analizando. Depende de ti si quieres aceptarla.
- Ya veo –Stan miró a Kohaku de reojo, y le apretó ligeramente la mano.
- Eso son buenas noticias, ¿no? –dijo la joven, mirando de uno a otro, pero ninguno de los dos conectó la mirada directamente– Nunca pude saber de qué se trataba esa opción, pero dijiste que apostaban todo a esa opción.
- Sí. Para reducir la condena notablemente, y ni que hablar de que las condiciones de vida de Stan sean mucho más normales, seguras y dignas, estamos hablando de una deportación.
- ¡¿Qué?! No… ¿Eso no sería echar a Stan del país? –preguntó horrorizada.
- Sí. Si la defensa de Stan ofrece la deportación, se revisaría el caso por protocolo, pero ya sabemos que aceptaron. A pesar del delito cometido, él es alguien muy destacable en cuanto a su servicio militar nacional, y Estados Unidos está más que interesado en "recuperar" a su heroico ciudadano, por así decirlo. Y más teniendo en cuenta que actuó en defensa de tu vida, y que la herida que le provocó al verdadero delincuente no fue fatal ni por lejos, de hecho, fue tan limpio el disparo que el hombre se las arregló para evitar ir al hospital a que lo curaran. Teniendo eso en cuenta, nuestro país está dispuesto a recibir a su ex-héroe de guerra para hacerle cumplir la condena en suelo americano. Y de ahí a que Stan trabaje para el Estado en lugar de cumplir su condena pudriéndose en una cárcel, es cuestión de influencias y un poco de papelerío.
- ¿Significa que allí estaría "libre"?
- Bastante, sí –intervino Stan– Tendría que cumplir ciertos requisitos, pero puedo llevar una vida normal mientras tanto, a lo sumo una tobillera de seguridad controlada por GPS, por ejemplo, y un radio limitado de movimiento, por ejemplo, dentro de una ciudad.
- Bueno, eso es mejor que tener que estar encerrado –Kohaku suspiró, reconociendo la ventaja, aunque se le encogió el corazón de pensar que no podría verlo personalmente– Y dicen que se reducirá la condena.
- Si se suma ese trabajo a cumplir también alguna función comunitaria o que demuestre su buena voluntad, de seguro que al menos allí lo liberarían antes –continuó Xeno– Y podría incluso volver a Japón… eventualmente.
- ¿"Eventualmente"? ¿De cuánto tiempo estamos hablando, Xeno? –preguntó Kohaku con preocupación
- Entre nueve meses y un año, aproximadamente.
- ¿Cuánto…?
- Es lo mejor que pudieron conseguirle, otras personas directamente tendrían prohibida la entrada al país por años, o de por vida. Y aunque pudiera volver antes, tampoco sería fácil que se quede a vivir como venía haciendo, ya que ni siquiera es un ciudadano legal.
- ¿A qué te refieres con eso?
- Stan no tiene nacionalidad japonesa, sólo está aquí por su trabajo militar derivado, y el aval de Estados Unidos… es como una visa de trabajo, al igual que la mía, por eso pudo estar aquí un año sin problemas. Por lo que, si dejara de trabajar, sería un ciudadano ilegal si se quedara más de tres meses, y ni qué hablar de sus antecedentes penales. Claro que, si tuviera la nacionalidad, como casándose con una japonesa antes del proceso de deportación, eso cambiaría totalmente la situación, pero…
Kohaku abrió mucho los ojos, y en la desesperación miró a Stan, reflejando la seguridad de que aceptaba esa opción con tal de salvarlo. Sin mediar palabras, el rubio se dio cuenta lo que pretendía ofrecerle, y se negó instantáneamente con firmeza.
- No, ni hablar. No así. Por más que algún día me encantaría que sea una realidad, no aceptaré hacerlo de esta forma.
- ¡Pero podría evitar que te echen del país como un criminal ilegal, cuando lo único que hiciste fue salvarme la vida, otra vez!
- Kohaku, no –se lo dijo en un tono terminante, pero luego lo suavizó, así como su mirada– ¿Qué clase de hombre sería si me caso contigo estando en prisión, sólo para obtener la ciudadanía gracias a ti y facilitar mi condición civil y penal? Si algún día sucede, será como la culminación de nuestro amor, porque realmente lo queremos hacer, con una propuesta y una boda que te mereces, y…
- ¡No me importa todo eso, no es momento de pensar en romanticismo! –Exclamó, sin importarle levantar el tono ante los vigilantes– ¡De verdad que no me importa! Te amo, Stan, estaremos bien. Puede ser un casamiento civil, son sólo papeles, y…
- ¡Pero a mí sí me importa! –Stan le contestó levantando la voz, y llamando la atención de los guardias– Kohaku… mi vida no se caracteriza por tener buenos recuerdos. Desde que estoy contigo, estoy empezando a revertir esa mala racha, la balanza empieza a equilibrarse a mi favor. Xeno me sostuvo, pero tú me elevas, y te agradezco y siento que te debo la vida por eso. Casarme, formar una familia… son cosas que jamás pensé que haría, todavía está por verse, pero al menos ya aparece en el mapa. Si algún día ese sueño se hace realidad, empezando por casarme, quiero recordarlo como el mejor día de nuestras vidas, que sea perfecto. Ya sé que suena trillado, cursi, pero en mi caso particular, realmente es así. No podría perdonarme, ni sería realmente feliz, si me caso contigo de otra forma, egoístamente, sólo por interés y por salvarme, no importa que nuestro amor sea verdadero. Y también quiero que sea hermoso y perfecto para ti, a su debido tiempo, que no haya dudas de que solo queremos estar juntos por el resto de nuestras vidas. ¿Lo entiendes? ¿Puedes concederme eso?
Kohaku lo miró en silencio, apenas conteniendo las lágrimas ante las sinceras palabras de su novio.
- Sí. Sí, entiendo.
- Unos días antes de que me encarcelaran, tuvimos una discusión sobre el anillo de promesa, de que quizás era demasiado pronto. Si sólo eso nos hizo tambalear y reflexionar como pareja, imagínate lo forzado y superficial que podría resultar nuestro matrimonio.
- Tienes razón, ya lo sé. Solo que… no quiero que nos alejen tanto tiempo, que nos separen cruelmente por algo que no mereces, y que encima te vean como a un delincuente. Volvimos hace poco de un viaje soñado, tuvimos unos días turbulentos luego, sí, pero lo superamos y al día de hoy, creo que reafirmamos que queremos seguir estando juntos, y haría lo que fuera por ayudarte y sacarte de aquí. Y ahora esto… casi un año totalmente separados a la fuerza, y de esta forma. Es muy injusto –sollozó, quebrada.
- Lo sé, pero no me arrepiento ni un poco de lo que hice, si fue para salvarte la vida –Le limpió las lágrimas con una caricia– Y piénsalo de esta forma, si superamos esta distancia… quizás sí es la señal de que la vida nos quiere juntos, a pesar de ser una de las relaciones más accidentadas de nuestras vidas –bromeó como pudo, con su angustia luchando en su garganta.
- ¡Ja! ¿Todavía lo dudas, Stan? –le dijo con confianza, dejando atrás sus lágrimas, y apoyando una mano encima de la de él que descansaba todavía en su mejilla, y levantó su mano derecha en el aire– No hay "quizás", no necesito señales. Mira, sigue aquí el anillo, y cuando salgas de esta cárcel volveré a ponerte el tuyo. Así que más te vale mantenerte entero aquí, porque no pienso estar en ningún otro lado que no sea junto a ti.
Stan quedó boquiabierto, y completamente quieto y abrumado por las palabras de su novia. Había dudado de ella, de su amor, de su confianza… y ahora su propia inseguridad volvía a él como un golpe bajo a sí mismo, porque una vez más Kohaku le estaba demostrando que todas sus dudas estaban sólo en su cabeza, lo avergonzaban. Era tan fuerte, aquella joven, y no sabía si era demasiado optimista, ingenua o inocente, pero era todo lo que necesitaba para volver a creer en la felicidad, en la vida… en el amor.
- No, porque por más que yo dude, tú haces todo, sólo siendo tú, por demostrarme lo contrario. Perdóname por ponerte en duda tantas veces, perdóname por lastimarte cada vez que lo hice. Ah, maldición, lo único que lamento ahora es no poder llenarte de besos como quisiera, maldita mesa que nos separa.
- Eso tiene solución –le contestó ampliando su sonrisa confiada.
Kohaku se levantó de la silla, se inclinó lo suficiente para colocar sus manos a los costados de la cabeza de Stan y lo atrajo hacia ella lo más posible sin obligarlo a levantarse, para besarlo profundamente. Pudo escuchar la breve risa de Xeno, divertido con el atrevimiento y la rebeldía de Kohaku que poco parecía importarle el estricto protocolo, y nuevamente fue él quién luego miró a los guardias para calmarlos, ya que estaban a punto de protestar por la conducta inadecuada y fuera de las reglas de la rubia como visitante, ya que pudieron comprobar que no fue Stan el que la inició.
Aunque el rubio tampoco se molestaba particularmente por tener una conducta ejemplar, y pensaba disfrutar ese beso sin reservas. Tampoco podían hacer un despliegue de pasión, pero al menos no se quedaría con las ganas, tan privado estuvo de contacto y amor toda esa dura semana.
- Extrañaba eso –ronroneó Stan cuando Kohaku volvió a sentarse, y luego suspiró– Bueno, hablemos de cosas banales y de novedades de ustedes más interesantes que lo que pasa entre estas cuatro paredes o lo que depara el futuro, los escucho.
Pasaron el resto de la hora hablando animadamente, y le anticiparon a Stan cuándo podían volver. Tanto Kohaku como Xeno tenían la posibilidad de hacer hasta dos visitas semanales cada uno, y acordaron ir en días intercalados, para mantener a Stan entretenido y comunicado la mayor parte de la semana. El científico insistió en acompañar a Kohaku cuando ella fuera sola, aunque él tuviera que quedarse afuera. El ambiente era bastante seguro y medianamente agradable, muy distintas de las prisiones estadounidenses dada la personalidad y valores de los japoneses, pero más bien a él le preocupaba el estado anímico con el que saliera Kohaku de allí después de la visita. Por más que ella tuviera ese carácter fuerte y seguro, también era muy sensible y se sentía culpable de toda esa situación.
Se despidieron de Stan con un breve abrazo y la pareja compartió un último beso, lo cual era lo máximo permitido de contacto físico en esas visitas, aunque a regañadientes. Kohaku y Xeno volvieron en el mismo tren, buena parte del viaje en silencio, hasta que el científico se decidió a hablar.
- Kohaku, ¿les contaste a tus amigos de todo esto?
- Sí, aunque sólo a mis dos mejores amigas, a Mozu que también es amigo de Stan, y a Gen, que me ayudó y me contuvo tanto.
- ¿Y a tu entrenador?
- ¿Eh? –Parpadeó confundida– ¿Te refieres a Tsukasa? ¿Cómo sabes de él?
- No quiero ser indiscreto, pero es obvio que Stan me cuenta algunas cosas generales.
- Ah, claro… está bien, es lo normal. En realidad, todavía no empecé a entrenar con él, íbamos a empezar este mes, pero con todo esto, simplemente le dije que estaba con unos problemas que resolver.
- Creo que deberías decirle por lo que estás pasando, sin entrar en muchos detalles si no es tu amigo personal, pero es algo que te afecta mucho tu tiempo libre y tu estado anímico. Si es alguien profesional, lo tendrá en cuenta a la hora de exigirte, además de que, si surge algún imprevisto, no lo tomará como que eres alguien inconstante.
- Sí, puede que tengas razón. Además, es conocido de Gen y de Mozu, podría llegar a enterarse. Para eso prefiero contárselo yo personalmente –Frunció el ceño– Confío en la discreción de mis amigos, pero que Stan haya ido a prisión es algo grande, es seguro que Ryusui se enterará seguramente, si nota su prolongada ausencia y no puede comunicarse con él. No es que sean amigos cercanos, pero se llevan bien y sé que siempre andan bromeando en las redes sociales, tarde o temprano sospecharán que algo sucede.
- Y antes de que les llegue la información tergiversada, lo mejor sería que les cuentes tú.
- Sí, tienes razón.
- ¿Cómo vas con tus estudios? Tienes que prepararte para los exámenes, te queda poco más de un mes para egresarte.
- No me lo recuerdes… no tuve mucha cabeza para ponerme a estudiar, y ahora se me acumuló el de varias semanas. Ahora que pude ver a Stan estoy más tranquila, pero me siento perdida con las asignaturas más difíciles. Tal vez la ciencia es tu fuerte, pero ciertamente no el mío.
- Bueno… podría ayudarte un poco si lo necesitas.
- ¡¿De verdad?! –Kohaku lo miró muy sorprendida, no se imaginaba que Xeno podía tener esa actitud tan preocupada y generosa con ella.
- Soy muy estricto, te lo aviso –le advirtió con dureza, pero luego suavizó el tono– Pero ya tienes suficiente en el plato, y esos temas escolares son un juego de niños para mí. Te apuesto que en un par de horas logro ponerte al día, y hasta en la delantera de tus compañeros.
Kohaku tragó duro, sólo podía imaginarse lo espartano que iban a ser esas sesiones de estudio, pero era justo lo que necesitaba para poder pasar los exámenes con buenas notas, tenía que egresarse exitosamente.
- Tengo los fines de semana libres de trabajo, podríamos aprovechar cuando volvamos de tu visita a Stan uno de esos días, y otro a la salida de la escuela durante la semana. Con un par de horas cada día creo que estarás bien.
- Eeeh, de acuerdo… eso es muy generoso de tu parte, Xeno, muchas gracias.
El científico le ofreció una breve sonrisa a modo de respuesta, y continuaron el viaje en silencio, despidiéndose en la estación y prometiendo estar en contacto. Cuando llegó a su casa, Kohaku decidió llamar a Tsukasa, y le preguntó si tenía una hora libre al día siguiente, para hablar personalmente con él. El castaño accedió, y le dijo que la esperaba a la salida de la escuela como la otra vez.
Al día siguiente, Kirisame y Nikki notaron a Kohaku con mejor ánimo, y aprovecharon el almuerzo escolar para ponerse al tanto.
- ¿Cómo está Stan? –Preguntó Nikki.
- Más o menos, pero cuento que a partir de ahora que podremos verlo, va a estar mejor. Por suerte nos organizamos con Xeno para ir a visitarlo lo más que podemos, y ayer en el trabajo Mozu me dijo que también va a sacar su credencial de visita. Sería genial si casi todos los días tiene al menos una hora para sociabilizar.
- Sí, eso lo mantendrá con más ánimo, se lo merece –dijo Kirisame– No puedo imaginarme lo que debe ser para él estar dos años encerrado ahí.
- Bueno… sobre eso…
Kohaku les explicó todo el plan de la deportación, que sería claramente favorable para él, a pesar de que no iban a poder verse durante todo ese tiempo.
- Lo bueno de eso es que allí será un hombre libre, Kohaku, y pueden hacer videollamadas todo el tiempo que tengan libre y coincidan sus horarios –Nikki la animó– Y… ¿qué tal si haces un viaje a Estados Unidos? Ya que no vas a ir a la universidad.
- Lo pensé, debería hablarlo con Stan. Pero voy a dedicarme a entrenar con Tsukasa, estuve esperando mucho tiempo para esto… tengo que pensarlo, es una buena idea.
Las amigas continuaron hablando y sugiriendo ideas, y eso logró darle más ánimo y esperanzas a Kohaku, que ya no veía tan desoladora la perspectiva de la distancia física que los iba a separar temporalmente. A la salida de la escuela, Tsukasa la estaba esperando, y juntos fueron al mismo café de la otra vez.
- ¿Pudiste resolver la situación difícil en la que estabas? –Le preguntó el castaño.
- Por un lado, sí, pero… de eso quería hablarte. Creo que deberías saberlo, porque ya me decidí a aceptar esos entrenamientos de prueba que me ofreciste, así comenzamos de a poco hasta que termine la escuela y pueda dedicarme a tiempo completo. Y como quizás tenga que cancelarte alguna clase o no esté con toda mi concentración, no quiero que pienses que te estoy haciendo perder el tiempo o que me falta interés. Estoy pasando un momento muy difícil personalmente, pero también sé que entrenar me va a ayudar a salir adelante y a animar. Si no quieres complicarte, entenderé perfectamente si prefieres posponerlo hasta que yo esté más estable.
- Está bien, cuéntame.
Kohaku le resumió los eventos sucedidos con el acosador y el desenlace de todo aquello, además de contarle la situación de Stan y la posibilidad de la deportación y la distancia. Tsukasa oyó todo en silencio, asintiendo cada tanto y tratando de contener su sorpresa.
- No digo que esté bien lo que hizo, pero puedo entender el accionar de tu novio –dijo Tsukasa serio– Cuando alguien es tan importante para ti, y su vida peligra, lo único que piensas es en ponerlo a salvo, cueste lo que cueste. Por eso creo que su consciencia está tranquila, y que acepta completamente su responsabilidad. Me parece muy bien que lo apoyes y acompañes tanto, si sólo te tiene a ti y a su amigo en su vida aquí, son sus pilares para mantenerse cuerdo y fuerte. Sabiendo que lo están esperando, no se va a rendir jamás, créeme.
- Sí, cuento que así sea, Stan es un hombre muy fuerte, estoy segura.
- Te agradezco por la confianza, y tienes mi apoyo también. Cuando quieras y puedas comenzamos a entrenar, y no te preocupes por cancelarme si un día no estás de ánimo, o si sólo necesitas compañía u observar un entrenamiento mío. Y si más adelante organizas un viaje para ir a visitarlo a su país, tómate el tiempo que necesites para estar con él, te prometo que cuando vuelvas seguiremos con los entrenamientos.
- Gracias por entenderlo así, Tsukasa… eres muy comprensivo.
- Sé lo eterna que puede sentirse la espera para volver a ver a alguien. Seis años estuve esperando a que mi hermana Mirai despierte, y lo hice todo por ella. Si el amor de ustedes es fuerte, y quieren estar juntos por muchos años más, este será duro, pero hallarán la forma de superarlo, y sólo quedará como un amargo recuerdo. Muchas parejas por estudio o trabajo acceden a tener una relación a distancia, cuando él sea libre allá en su país, pueden verlo de esa forma, y ya verás cómo se hace más leve la sensación de soledad y distancia. Al menos tendrán la suerte de poder seguir comunicados, o verse si viajas. ¿Puedo darte una opinión más?
- Sí, por supuesto.
- De seguro lo extrañarás mucho, pero no dejes de lado tu futuro sólo por acompañarlo, no dejes tus proyectos de lado. Eso sólo traería resentimientos más adelante, en especial de parte de él, que por cómo me cuentas que es, se sentiría mal de apartarte de tu sueño y tu pasión sólo por querer estar más cerca físicamente, en cierta forma podría verse como que tú eres la "encarcelada". Diferente sería si consigues algún tipo de beca u oportunidad cerca de él, pero si no fuese ese el caso… sólo te diría que consideres viajar como si fuesen unas cortas vacaciones. Una o dos semanas, un mes a lo sumo, y luego vuelves a continuar tus proyectos. Ese tipo de felicidad de ver que alguien que queremos está cumpliendo sus sueños, da mucha más fuerza y orgullo que si sólo lo retuviéramos egoístamente a nuestro lado. No digo que sea fácil, pero sí es lo más sano y fruto del verdadero amor.
- Qué palabras hermosas, Tsukasa… gracias, me dejas mucho en qué pensar, pero estoy de acuerdo en lo que dices. Si no me dejo llevar por la desesperación, también creo que es lo que es lo mejor. Si Stan hizo lo que hizo, sabiendo que iba a sufrir una condena que nos separara, e incluso sabía de la posibilidad de deportación y noté en sus ojos que está decidido a aceptarlo sin pedirme ni exigirme nada a mí… creo que lo último que querría sería que yo me aparte del futuro que tanto le dije que estaba esperando cumplir. Ya lo había decidido, pero ahora lo confirmo: Quiero entrenar duro contigo, y cuando lo visite aquí en la cárcel, o, aunque un océano nos separe, eso será lo que le contaré en cada encuentro.
- Sí. Ese es el tipo de luchadora que quiero entrenar, con ese nivel de convicciones y de determinación –Tsukasa extendió su mano hacia ella, quién se la estrechó con seguridad– Espero que en el próximo llamado, pongamos día y hora para comenzar, Kohaku. ¿De acuerdo?
- ¡Sí! ¡Muchas gracias, Tsukasa! ¡Daré lo mejor de mí!
Con eso finalizaron su encuentro, pagaron la cuenta, y se fueron cada uno para su lado. El renovado brillo en los ojos de Kohaku era deslumbrante, tanto que cuando llegó a su casa, su familia notó la evidente diferencia a cómo estaba antes de apagada. Les contó de su charla con Tsukasa, y Kokuyo y Ruri la felicitaron llenos de orgullo.
Kohaku no podía esperar a que pasaran los días para volver a ver a Stan y contarle, oportunidad que finalmente llegó el sábado por la mañana. En el viaje le contó también a Xeno, que estuvo de acuerdo con las palabras del castaño, y la felicitó por haber tomado esa decisión. Sentía un entusiasmo y una ansiedad burbujeante en su cuerpo, y cuando Stan entró en la sala de visitas, ella volvió a lanzarse a abrazarlo y besarlo, dejándolo sorprendido con su excesiva energía. Los guardias eran los mismos de la otra vez, por lo que no se molestaron en reprenderla, aunque en parte porque nunca habían visto a alguien con un ánimo tan radiante en aquel lúgubre sitio.
- ¿Qué sucedió de bueno, preciosa? Se te ve feliz como perro con dos colas –le preguntó, una vez que se sentaron. Verla así de luminosa le reconfortó el alma, y le contagió parte de esa luz.
- Tengo una gran noticia que contarte. ¡Voy a comenzar a entrenar con Tsukasa, y avanzaré paso a paso para cumplir mi sueño de ser la mejor luchadora de artes marciales en todo Japón! –Exclamó con una sonrisa de oreja a oreja.
Stan no se esperaba eso, así que se quedó con los ojos muy abiertos y parpadeando seguidamente. Cada centímetro de la expresión de Kohaku irradiaba su pasión y determinación, por lo que sus propios ojos se iluminaron cuando se recuperó de la sorpresa, al fin podía volver a ver esa felicidad en el rostro de su novia, eso era lo único que lo seguía carcomiendo, verla sucumbir ante la angustia y la lamentación, y que no pudiera volver a brillar.
- Nada mal, preciosa, con tanto fuego vas a provocar un incendio –bromeó, pero luego sonrió dulcemente– Verte así de feliz y llena de fuerzas, me las da a mí para seguir aquí y donde sea, apoyándote siempre.
- Lo sé, por eso no podía esperar a contarte –estiró sus manos sobre la mesa para entrelazar sus dedos con los de él– Y espero que aceptes lo de cumplir la condena reducida en tu país, y que este mes pase rápido, así podré mostrarte mis avances y todo, te llenaré de fotos y videos, para compensar que no podamos vernos. ¡JA! Más que extrañarme, te vas a cansar de verme la cara por la pantalla, y de que te duela de tanto sonreír de orgullo por mí.
- Así se habla –soltó una carcajada, la primera en varias semanas, que reverberó en todo su cuerpo y lo llenó de calidez y energía– Esa es la mujer que amo tanto, brillas más que el sol. ¿Qué provocó esa decisión y el cambio de actitud?
- Hablé con unas amigas, luego con Tsukasa. Me dijo unas palabras tan ciertas y hermosas que me hicieron reflexionar, y era como si te conociera, Stan, supo entenderte a la perfección. Estaba ciega de culpa, había perdido mi motor… pero luego de escucharlo, vi todo de otra forma. Diste tu libertad por mi vida y mi seguridad, lo menos que puedo hacer, por mí y por ti, es honrar tu decisión y convertir este sacrificio en algo que valga realmente la pena.
- Vaya… me parece que tendré que agradecerle personalmente a ese hombre, se me va a hacer difícil odiarlo después de esto.
- Te dije que era un sol de persona, así como que no tienes nada de qué preocuparte, mi corazón ya tiene dueño.
- Y sino ya tendría que hacerme a la idea de todas formas, porque vas a pasar un año más cerca de él que de mí –le dijo con una media sonrisa resignada– Está bien, no voy a tropezar con la misma piedra tres veces.
- Que conste que siempre lo hiciste porque quisiste, Tsukasa nunca te dio motivos. En fin, cambiemos de tema. ¿Hay algo que necesites, o que quieras que te traiga? Tengo entendido que puedo hacerlo. De comida, por ejemplo. Para alimentarte, o algún antojo…
- Tú eres mi único antojo, preciosa.
- Ya extrañaba tus frases de ligue ante cualquier situación –rió, rondando los ojos.
- De nada. Hmmm, ya que estamos en época de chocolates, quiero eso, hechos por ti.
- ¡¿Por mí?! Nunca hice, y sabes que serían mucho mejores comprados.
- Pero se perdería la gracia de la tradición japonesa.
- ¿Qué tradición? Me estás confundiendo.
- Día de los enamorados, ¿te suena? Es una lástima que no podamos festejarlo como corresponde, hubiera sido nuestra primera celebración.
- ¿Qué? Aah... Me había olvidado completamente de eso, aunque no estuviéramos en esta situación, perdón.
- Qué directa, eso fue un poco cruel, preciosa.
- No lo digo por nosotros, no es eso... –miró a la mesa para esquivar los ojos de Stan, un poco avergonzada– ya sabes que no me había enamorado de nadie antes de ti, y tampoco me interesaron otros chicos de esa forma. Nunca le di importancia a ese día.
- No me puedo creer que nunca se te hayan confesado o regalado nada, con la hermosa mujer que eres, en todos los sentidos. Unos chocolates, flores, algo. Tenían la excusa de la fecha especial, para colmo.
- Hmm... Es que intimidaba a los chicos con mi fuerza, y nunca fui muy femenina, más bien solía burlarme del romance. Sólo Mozu lo intentó una vez –recordó con una sonrisa.
- Esa comadreja... –Stan entrecerró los ojos, aunque con una expresión divertida– ¿Qué hizo?
- Entrenamos juntos durante varios años, y un día me apostó que, si ganaba una pelea, tenía que salir una tarde con él. Aunque era mi amigo, no dejaba de seducirme, era un pesado. Y bueno, obviamente perdí porque no se contuvo, y salimos. Fue divertido, y él no era tan idiota como pensaba, pero tampoco me interesaba de esa forma. Confieso que fue mi primer beso. Bueno, más que sólo el primero, no besaba mal –rió– pero solo eso.
- Ok, eso fue mucha información. No quiero tener que agradecerle a él por lo bien que besas. Pero debí imaginarlo, Mozu no deja títere con cabeza.
- ¿Tú dices eso? –se burló Kohaku– Volviendo al tema, tendremos que esperar al año próximo para festejarlo, pero si me aceptan otra visita aquí… Al menos unos chocolates podremos disfrutar.
- O mucho más... –dijo con una sonrisa felina- Sabes, he escuchado algo más que interesante, Ethan me lo mencionó y también lo oí de otro preso que está casado. No podría decir que son las condiciones ideales, y requiere bastante papelerío, pero... Es un derecho de los prisioneros, la "visita íntima". No necesariamente implica que estemos casados, con declarar que estábamos en una relación de noviazgo desde antes que me encarcelaran está bien.
- No me importan las "condiciones", si podemos pasar más tiempo juntos antes de que te vayas. ¿Cómo sería eso?
- Es una visita privada, nos dejan una habitación durante dos horas, hay una cama y una mesa. Podemos hacer lo que queramos, tanto sólo hablar como tener relaciones, y puedes traer las cosas que quieras, aunque obviamente las revisarán a fondo.
- No sabía que podíamos tener un contacto más... Íntimo.
- Sí, aunque sólo se puede un par de veces por mes, no es como estas visitas, y como te digo, conlleva papeleo, que me hagan análisis médicos y esas cosas, aunque no tengo problema, y estoy limpio. El espacio no es nada glamoroso, eso no entusiasma a muchas parejas. Se suele pedir con más tiempo de reclusión, apenas voy poco más de una semana aquí, pero no me importa lo que piensen de mí. Menos si dentro de un mes no podremos vernos personalmente por un buen tiempo, quiero aprovechar todo el tiempo que pueda para estar contigo.
- Sí, pienso igual. Y que no nos miren mal por abrazarnos o besarnos. De acuerdo, iniciaré ese trámite. Será un poco tarde para festejar San Valentín…. Pero está bien, será nuestro propio festejo especial.
- Me encanta cómo suena eso, mejor, incluso. Te aseguro que no muchos tienen la oportunidad de una anécdota romántica así. Perdona que no podré vestirme acorde, y descartado que me den una hoja de afeitar para poner prolijo esto –dijo Stan, rascándose la corta barba.
- Bueno… te ves muy sexy así también –admitió con una sonrisa coqueta– déjatela.
- Ooooh, está bien –Le obsequió una deslumbrante sonrisa, guiñándole el ojo.
- ¡Ah! Mira, te traje esto, ya está revisado, así que todo para ti. Y algo fresco para que almuerces ahora, de parte de mi papá.
Kohaku levantó del piso y puso una generosa caja en la mesa, y Stan la abrió. Dentro había comida: Manzanas, muchas galletas dulces y saladas, snacks, barras de cereal y dulces. Y había un paquetito aparte, todavía un poco caliente, y eran unos sándwiches de carne completos de aspecto jugoso y delicioso.
- Agradécele mucho de mi parte, al fin una comida apetecible y digna.
- Sí… noté que estás más flaco, y sé que aquí te alimentan con lo justo y necesario. Así que cada vez que venga, te traeré comida de la buena para que disfrutes.
- Gracias por eso, preciosa.
Continuaron el resto de la hora conversando y compartiendo juntos, mientras Stan comía con tal cara de satisfacción que a Kohaku le dio una mezcla de alivio y pena en partes iguales. Al terminar la visita, ella consultó en la sala de informaciones para hacer la solicitud de la visita íntima, y le dieron los formularios y le explicaron todo. Desde que presentara toda la información requerida, tomaría una semana más para aprobarlo, ya que mientras tanto tenían que hacerle los análisis médicos a Stan y ella presentar los suyos. Mientras tanto, Kohaku fue pensando qué podía hacer para que esa visita especial fuera más agradable y memorable, ya que el entorno no ayudaba. Ella no era romántica, no tenía idea qué hacer para festejar el día de los enamorados, más allá de hacerle los chocolates como él había pedido, se lo iba a conceder de buen grado. Hasta que pensó algo que sí podía funcionar mejor, y no requería que ella actuara de una forma que no era, seguramente tampoco era eso lo que Stan esperaba.
Una semana después, todo estaba listo. Les había consultado a sus amigas del plan, y resultó ser que Nikki era particularmente hábil con hacer cosas bonitas, y como era una romántica empedernida, sólo que sin suerte porque también los chicos solían respetarla y temerle, se ofreció a enseñarle personalmente a Kohaku a hacer unos ricos y adorables bombones de chocolate. Incluso la cajita que los contenía la habían hecho artesanalmente, y el resultado había sido excelente, casi parecía comprado en una bombonería de nivel. Y también la ayudó a hacer una generosa cantidad de galletas caseras, decoradas con distintos glaseados.
La visita iba a ser por la tarde, por lo que Kohaku compró en una buena cafetería cercana a la prisión que le llenaran un termo con el equivalente a tres vasos grandes de café, y que le dejaran aparte los vasos térmicos limpios para servirse. Llevaba también un pequeño bolso con ella, en el que había guardado un juego de sábanas, unas pequeñas toallas, y un bonito mantel rojo oscuro. En la correccional le revisaron todo a fondo, y la cachearon a ella como siempre, y luego la llevaron a la habitación designada para la visita. Allí, preparó rápidamente todo, hizo la cama, colocó el mantel en la mesa y puso los vasos, el termo, las galletas caseras y la caja de bombones. Aunque se filtraba luz natural, encendió también un par de velas aromáticas contenidas en vasos, que volvieron más agradable el entorno. Satisfecha, se sentó en la silla a esperar que llegara Stan.
Cuando entró, lucía mucho más fresco y renovado que las últimas visitas de la semana. Lo habían dejado bañarse unas horas antes, por lo cual su cabello también se veía más limpio y brillante. Sus ojos se iluminaron cuando vio la sencilla pero adorable decoración y luego miró a Kohaku, que se había puesto un bonito vestido casual de color rojo brillante que le llegaba a las rodillas, ya que por protocolo no podía ir a la prisión con ropa corta o muy ajustada. Sencilla y hermosa, perfecta. Apenas cerraron la puerta tras él, ambos respiraron profundamente al unísono, y se acercaron para abrazarse y besarse libremente. Tanto habían extrañado y anhelado ese contacto, desahogando la soledad y la distancia que habían sentido todo ese tiempo, que ahora no querían separarse más. Y no lo hicieron, por varios largos minutos, cuando quedaron medianamente satisfechos.
- Buenas tardes, preciosa –le susurró Stan, mirándola a los ojos y acariciándole la mejilla con su pulgar– Qué bonito lo que preparaste, gracias.
- Buenas tardes, precioso. Pero guárdate los halagos, que todavía no viste ni probaste lo mejor.
- ¿A ti? –le dijo, con un tono seductor.
- Me refería a la comida, pero también –rió con picardía, sabiendo la sorpresa que ocultaba.
- Oooh, algo me dice que sí será un día especial, más de lo que ya creo.
- Qué buena intuición tienes –dijo juguetona– Pero ven, aprovechemos que el café está caliente y recién hecho, y comamos un poco.
Kohaku se iba a sentar en la silla contigua a la de Stan, pero él la agarró de la cintura y la subió a su regazo.
- No, no… te quiero disfrutar lo más cerca que pueda tenerte, estas dos horas.
- Tienes razón, perdona, me ganó la costumbre.
La rubia sirvió los humeantes cafés, y Stan respiró hondo con los ojos cerrados al sentir el aroma de esa bebida de calidad. Le dio un largo sorbo, y asintió con apreciación. Cuando abrió los ojos, Kohaku le había puesto una galleta delante, y él sonrió y mordió un bocado, también saboreándola con gusto. Comieron un par más, y luego Kohaku le entregó la caja de bombones, para que él la abriera. Al hacerlo, se encontró con que había una foto de ellos en el interior, ligeramente pegada a una de las tapas. Era la foto que se habían sacado abrazados un atardecer, besándose en el Golden Gate, con las mejillas sonrosadas por el frío, y sus caras que reflejaban pura felicidad y amor. Stan la miró e inspiró hondo, emocionándose ante el dulce recuerdo.
- Supongo que te dejarán tener contigo una foto, ¿no? –Le preguntó Kohaku.
- Más les vale, porque pienso tenerla siempre conmigo. Es hermosa, gracias, mi amor.
Compartieron unos largos y tiernos besos, y luego Kohaku le explicó que había varios bombones rellenos, y se dieron de comer en la boca mutuamente buena parte de la caja, estaban deliciosos.
- Si mal no recuerdo, el chocolate sabe aún mejor saboreándolo de tu boca –dijo Stan con un tono acaramelado, y la besó una vez más, mientras se levantaba y la cargaba en brazos unos pasos hasta la cama.
Antes de dejarse llevar por la intimidad que tanto extrañaban compartir, Kohaku lo detuvo cuando se sentaron juntos, ella encima de él. Se quitó la cadenita del cuello, que llevaba como dije el anillo de promesa de Stan, y lo sacó del colgante. Mientras el rubio la miraba, ya imaginándose lo que iba a hacer, ella le tomó la mano derecha, y le colocó el anillo en el dedo del medio, y luego levantó un poco más la mano para depositar un amoroso beso allí, mirándolo a los ojos. Stan jadeó con emoción apenas contenida, recordando lo que él le había dicho cuando se lo había quitado, y ahora sentía un gusto muy amargo por haberlo hecho, más con la forma tan dulce con que ella se lo había vuelto a poner.
- Stan, estoy totalmente segura, y honraré tu confianza, y todo lo que este anillo simboliza. ¿Lo aceptas… o necesitas más tiempo?
- Sí, lo acepto. Nunca amé tanto a nadie, y tampoco me sentí tan amado en toda mi vida. Estamos locos, pero está bien. Para qué dudar en nuestra mente, cuando nuestro corazón no titubeó nunca desde que nos besamos por primera vez.
Se abrazaron con fuerza, antes de volver a unir sus labios, sellando sus palabras. Kohaku se acomodó sobre su regazo para colocar una pierna a cada lado del cuerpo de Stan, y apoyó sus manos en el pecho de él para recostarlo en la cama. A la par de los profundos besos que compartían, ella desabrochó los botones de la ropa de presidiario de su novio, y se divirtió sola con el pensamiento de que no importara lo que llevara puesto, él se veía endemoniadamente sexy y hermoso. Cuánto extrañaba tocar su cálida y firme piel, rozar con sus dedos su cincelado abdomen, sentir su corazón latir fuertemente bajo sus dedos. Esa vez lo iba a disfrutar y recordar especialmente, ya que sería la última hasta dentro de muchos meses.
Stan tampoco podía esperar para sentir la suave piel de ella contra la suya, por lo que tomó el dobladillo del vestido y se lo levantó para sacárselo por encima de la cabeza. Lo que no esperaba, y lo dejó boquiabierto, fue encontrarse con un hermoso camisón de encaje rojo y negro, muy fino y sensual.
- ¡JA! Te dije que no habías visto lo mejor todavía –le guiñó un ojo, sonriendo con confianza.
- Y cuando pensaba que no podías superarte… mis ojos no son dignos de tanta belleza, mi diosa.
- Podría decir lo mismo de ti, así que sólo queda adorarnos –le susurró al oído, para luego mordisquearle el lóbulo de la oreja, y continuar bajando por su cuello.
- No podría estar más de acuerdo con eso.
Stan disfrutó con todo su ser de las suaves caricias con que lo recorrieron los labios de Kohaku, dedicándose a cada centímetro del pecho y el abdomen de él. Necesitaba esos mimos, grabarse a fuego la sensación de ser amado, ese iba a ser el alimento de su corazón con el que debería convivir el tiempo que le deparaba separado del que sin dudas era el amor de su vida. Luego apoyó sus manos en los costados de la cara de ella para volver a besarla, mientras Kohaku le aflojaba y bajaba los pantalones. Pero hasta ahí llegó la rubia, porque Stan la agarró de la cintura y la volteó para ponerla contra el colchón. La regó de apasionados besos y caricias, por toda su piel y por encima de la fina tela, hasta que ya no pudo contenerse.
- Disculpa, preciosa, me da pena quitarte esto, pero necesito verte y sentirte entera junto a mí.
- Está bien, ya tendremos otra oportunidad para jugar más tiempo. ¿Próximo día de los enamorados, en fecha?
- Acepto la propuesta –aceptó sonriendo Stan, antes de sacarle la sensual prenda.
Con eso, Kohaku quedó prácticamente desnuda, salvo por sus diminutas bragas a juego. Nuevamente, Stan se dedicó a dejarla jadeante de placer y deseo, y no dudó en quitarle la última prenda que cubría su intimidad, y extasiarla con las más que hábiles caricias que ofrecía su diestra boca, hasta llevarla al límite de la cordura. Pero la rubia quería también hacer lo mismo, incluso sentía que él era el que peor lo había pasado últimamente, y se merecía el mundo, pero Stan siempre la ponía a ella primero. Por lo que Kohaku lo abrazó fuerte y lo giró para ponerse a horcajadas de él nuevamente, y continuar con lo que antes su novio le había interrumpido, desnudándolo también y ahora sí dedicarse a complacerlo hasta escucharlo gemir sonoramente, hasta ponerlo al límite de su autocontrol.
Y cuando finalmente ninguno pudo aguantar más y unieron sus cuerpos, no fue sólo la pasión lo que los consumió, sino una ola de intensas y variadas emociones, una síntesis cruda del amor que sentían el uno por el otro. Se fundieron y abandonaron en el abrazo y el calor de sus cuerpos imposiblemente juntos, sin dejar de mirarse a los ojos amorosamente en ningún momento, en un ritmo sumamente lento y cadencioso, destinado a grabarlo en sus corazones y en sus recuerdos. Cada caricia, cada beso, cada movimiento, cada sensación… era el vivo reflejo de la profundidad de sus sentimientos, era la expresión máxima de lo que ellos reconocían como verdaderamente hacer el amor.
Pero fue tanta la intensidad de ese momento, el desborde de emociones, y la consciencia de que realmente iba a ser la última vez que pudieran compartir su amor de esa forma por mucho tiempo, que a Kohaku la invadió una repentina angustia, la negación de saber que tendría que desprenderse cruelmente de él. No quería, no quería despedirse, aunque sabía que sería lo mejor para él, que ambos tendrían que resistirlo y que habría otras formas de estar en contacto hasta que toda esa maldita condena termine. Y no pudo evitar sincerarse, desde el fondo del corazón, en un estallido de lágrimas que no pudo contener más.
- ¡Te voy a extrañar! ¡Te voy a extrañar mucho! ¡Te voy a extrañar mucho! –sollozaba a gritos, abrazada fuertemente a él.
- No... preciosa, me estás matando –le dijo Stan, sintiendo inmediatamente la tensión en la garganta y el ardor en sus ojos... no podía escucharla diciendo eso, era demasiado, no quería ni pensarlo– No llores, por favor, así no puedo, no me lo recuerdes... si lloras de tristeza, yo…
- ¡No lloro de tristeza, lloro porque te amo demasiado! –lo interrumpió Kohaku, tomándole la cara entre las manos– No puedo evitarlo, es tan duro como hermoso. No quiero que te vayas, no quiero que nos separen. No...
- ¡Kohaku! –casi le gritó, temblando un poco, y unas silenciosas lágrimas cayeron por su rostro hacia el de ella– Por favor, olvídate de eso ahora. Ya que es la última vez que podremos disfrutarnos así por mucho tiempo, tengamos el mejor recuerdo –la soltó de su férreo abrazo y entrelazó sus dedos con los de ella– Te amo tanto que me duele el corazón ahora mismo, tampoco sé cómo voy a soportar sin verte ni tocarte, pero así son las cosas. Por favor, cálmate, preciosa.
Kohaku asintió, todavía sollozando, y respiró profundamente varias veces, mientras Stan le secaba las lágrimas con suaves besos, aunque no podía impedir que las últimas suyas propias la vuelvan a mojar, mientras trataba de contener su angustia. Cuando por fin se calmaron ambos, en especial ella, Stan volvió a moverse lentamente, pero se dio cuenta que lo que necesitaban en ese momento era liberarse, no poder pensar más sino solamente sentirse, y gradualmente cambió el ritmo a uno mucho más intenso, buscando el ángulo justo dentro del cuerpo de su novia, que ya conocía tanto como el suyo propio, para llevarla una vez más al límite. Y cuando lo hizo, la besó profundamente para consumir su exclamación de placer, y dejó que la abrumadora presión del interior de ella lo llevara inmediatamente a su liberación, esa mágica sincronización de la cual no se cansaría nunca, abandonándose juntos.
Stan la abrazó firmemente y se giró boca arriba para no colapsar sobre ella, pero se quedaron así, completamente unidos, ella descansando su cabeza sobre su pecho, sobre su corazón que martillaba. Los minutos pasaron, y cuando al fin recuperaron sus respiraciones, Kohaku se arrastró un poco hacia arriba, dejándolo salir de ella, y alcanzando ambos rostros la misma altura. Compartieron infinitos y tiernos besos en silencio, mientras se abrazaban y enredaban sus piernas, ignorando el excesivo calor que sentían, querían absorber absolutamente todo del otro, marcarse a fuego aquel momento en su mente y su corazón.
Pasaron el resto del tiempo que les quedaba así, solamente abrazados y acariciándose suavemente en silencio, mirándose a los ojos, zafiro y aguamarina, profundamente emocionados. La hora más larga, y a la vez tan corta, en la que sólo sus cuerpos expresaron su amor.
De pronto, cuando se estaba por cumplir el límite de tiempo, un timbre sonó, que anunciaba que tenían diez minutos más para despejar la habitación. Se levantaron de la cama y se vistieron, y luego entre los dos guardaron las cosas que Kohaku había traído, pero le dejó a Stan las galletas y el resto de los bombones. No hablaron en todo ese rato, todavía estaban embargados por aquel dulce trance que los había unido. Se despidieron antes de abrir la puerta, con un último y larguísimo beso que los dejó al borde de las lágrimas una vez más, apenas contenidas. Kohaku le sacó el anillo, ya que no podía tenerlo con él, y se lo volvió a colgar en el cuello. Salieron de allí, y Stan fue escoltado por los guardias, mientras que Kohaku se volvió a su casa. Por más que todavía estaba emocionada y con ganas de llorar, hizo lo posible por centrarse en recordar esas hermosas dos horas, y mantenerse entera con los buenos recuerdos, y no llevarlo otra vez a un lugar de dolor.
Unos días después, se decidió la fecha en que deportarían a Stan. Los días pasaron para él entre las visitas normales de Kohaku, Xeno, y en un par de ocasiones de la familia de Kohaku y de Mozu, y una vez por Ryusui, que finalmente se había enterado de todo y fue a darle su apoyo y ánimos. Cuando el día de su partida llegó, fue escoltado hasta su casa para armar su equipaje, donde lo esperaba Kohaku ya que tenía la llave también, y ella lo ayudó a armar las valijas. Como era un procedimiento policial y no podía acompañarlo al aeropuerto, se tuvieron que despedir allí mismo.
Les pidieron unos minutos de privacidad a los vigilantes, que se apostaron en la puerta del departamento, mientras ellos se quedaron en la sala de estar a la vista de ellos, pero lo más alejados posibles. Allí, Kohaku volvió a sacarse la cadenita de plata de su cuello, y volvió a deslizar el anillo en el dedo de Stan, esta vez para dejárselo puesto definitivamente. Entrelazaron ambas manos que tenían los anillos, y uno le besó el anillo del otro, con los ojos brillantes y una sonrisa emocionada en el rostro. No necesitaban decirse muchas palabras, más que las últimas de despedida.
- Hasta pronto, Stan –le dijo ella con la más deslumbrante y cálida sonrisa que pudo mostrar– Te amo mucho, tenlo presente cada día.
- Lo haré, y tú también, te amo demasiado, mi vida. Hasta pronto, preciosa.
Buenaaas! Aaaaaggghhh, mi corazón… ¿y el de ustedes? Mis queridos lectores, quiero adelantarles que no pienso hacer larga esta separación, sinceramente quiero darles todo el amor que se merecen a estos dos. Y preguntarles… porque por más que nunca me voy a cansar de escribir esta historia, y tampoco quiero hacerla larga o cansina para ustedes (si fuera el caso…). Después de que pase la difícil separación, tengo pensado hacer un acelerado de tiempo (tipo time skip… más o menos?) para empezar a darle forma al comienzo del final feliz que creo que la mayoría quiere, y que Stan bb tanto merece. Siiii, amor completo, con todo el paquete, eventualmente (y un par de time-skips de por medio xD) jajajajaja. ¿Qué les parece? Amaría leer su respuesta, a los que siguen leyendo este fic, presentes y fantasmitas, los quiero y les agradezco a todos.
Espero que hayan visto y les hayan gustado los tres dibujos que hice y coloreé, por eso me tardé en actualizar ( Alma_en442 en twitter, en Facebook). Un Stanhaku muy hot, una tricota sensual tranqui StanxKohakuxTsukasa, y una bella Kohaku.
Eso es todo, perdón el choclo. Hasta el próximo capítulo, y GRACIAS!
