La mañana siguiente, Kohaku se despertó sola en la cama, con la sensación de que había dormido muy poco. Lo había hecho, gracias al dependiente nuevo cachorro que había entrado en su vida improvisadamente. No sólo se había dormido frustrada por la interrupción romántica, sino que a Sam no le había bastado con que Stan estirara su mano para acariciarlo desde la cama. En repetidas ocasiones durante la noche, soltó ese agudo y lastimero lloriqueo rogando por compañía, y cuando no obtenía respuesta, se convertía en un largo e insoportable alarido. Ante la mirada fulminante de Kohaku de que no dejaría subir al perrito a la cama, y de que no iban a poder dormir nada, Stan tuvo que recostarse en el piso, durmiendo el resto de la noche allí.
Suspiró, mientras Sam se acurrucaba a su lado, olfateando su rostro. Se imaginaba que los primeros días de tener un cachorro iban a ser complejos, lo único que esperaba era que Kohaku pudiera hacer acopio de su paciencia. Mientras rascaba las orejas del perrito para tranquilizarlo, sintió el golpe de algo suave en su cabeza. Kohaku le había lanzado la almohada, para que al menos durmiera más cómodo. Stan sonrió, aliviado de que no estuviera realmente enojada, aunque se esforzara por demostrarlo.
- Mi amor –la llamó.
- ¿Qué?
- Asómate, por favor.
Oyó el sonido de ella girándose y moviéndose por la cama, hasta que apenas asomó su rostro.
- Dame la mano, preciosa.
- ¿Por qué?
- Porque quiero dormir sintiendo algo tuyo cerca al menos.
- ¿No será incómodo para ti?
- No, tú deja colgar el brazo, yo me acomodo.
Kohaku lo miró unos segundos, con los ojos entrecerrados, hasta que resopló y sonrió mínimamente.
- Date vuelta, apóyate contra el borde de la cama. No preguntes, sólo hazlo.
- Sí, señora –contestó él, intrigado.
Lo hizo, procurando no mover mucho al cachorro, que estaba casi dormido. Luego de unos segundos, sintió la mano de su novia cruzar parte de su pecho, colgando. Oh, así que eso quería hacer, abrazarlo lo más posible, para que no se sintiera solo a pesar de tener que pasar la noche en el suelo. Kohaku era la más dulce, verdaderamente. Le besó la mano, y cerró los ojos, eso le bastaba para dormir mejor, le faltaría comodidad esa noche, pero no amor.
Stan agradecía internamente que fuera sábado y no tuviera que ir a trabajar, mientras soltaba un largo y ronco gemido, negándose a levantarse por la mañana. Le dolía un poco el cuello y la espalda, y no había podido dormir bien, porque el travieso Sam había considerado que era muy divertido mordisquear sus dedos cuando se aburría de dormir. También tuvo que levantarse varias veces durante la noche para sacarlo al jardín para que hiciera sus necesidades, por lo que apenas había dormido como mucho un par de horas, no más de dos de corrido. Tenían todo el fin de semana para pasarlo con el nuevo integrante, y el lunes sería navidad, por lo cual podía sumar un día más para compensar el descanso. Kohaku se estiró en la cama, y luego se asomó al borde.
- Buen día... ¿Buen día? –preguntó, con una sonrisa de pena, acariciándole el rostro ojeroso y cansado a su novio.
- Buen día –murmuró en respuesta, y luego la miró con ojos de víctima– ¿Nos dejas subir un ratito a la cama?
- ¿"Nos"? –inquirió, arqueando una ceja.
- ¿Un ratito?
Kohaku podía con un par de ojos de cachorrito, pero no con dos. En cuanto se había asomado al borde de la cama, Sam la había mirado y levantado las orejas con curiosidad hacia ella, con sus adorables ojos como canicas marrones bien abiertos. Era demasiado bonito, ese pequeño diablillo. Así como lo era el otro diablillo más grande, que sabía usar sus mejores armas. La rubia rodó en la cama para ocupar su lado, y palmeó el colchón para indicarle que podía subir. Stan se levantó con Sam en brazos y se dejó caer en la cama, soltando un suspiro de alivio. El cachorro comenzó a mover la cola y avanzó hacia Kohaku, al fin pudiendo alcanzarla y olerla, para luego lamerle la mano.
- Que no se te haga costumbre subir aquí, ¿entendido? –Le dijo con el ceño fruncido y lo señaló acusadoramente con el dedo, el cual fue adorablemente mordisqueado.
- No, no lo hará, ni dormirá en la cama –Respondió Stan– Tampoco llega por sí solo, pero me temo que no será la única vez que tenga que dormir en el piso, por varios días.
- No será bueno para ti, hmmm... ¿y si le pido a mi papá un tatami y futón? Debe tener alguno guardado, no sé si grande, pero podemos juntar dos sino. No me divierte tener que dormir en el piso los próximos días, pero tampoco quiero que duermas solo. Y el futón sobre un tatami es cómodo y bueno para la espalda.
- Es una buena idea, porque empiezo el día y ya me duele todo.
- Eso es porque estás viejo –bromeó con malicia.
- Oye, que estoy al borde de los treinta, compartimos la misma década ahora... –replicó, fingiendo estar ofendido– Y si no fuera porque no quiero darle una imagen indebida al pequeño Sam, te demostraría ahora mismo lo vital que estoy ahora, preciosa –sonrió seductoramente y bajó la voz– Todavía este viejo puede presumir que una parte de él se despierta por sí sola y firme todas las mañanas.
- Pese a lo tentador que suena eso, y de lo que doy fe... Stan, ¿"darle una imagen indebida"? Es un perro, no un niño. Y aunque fuera un bebé, tampoco es como si entendería lo que sucede.
- Tomo nota de que no te importaría hacerlo delante de un niño, atrevida futura señora Snyder.
- Tampoco digas "niño", me refiero a uno que no sepa hablar todavía, tampoco sería tan pervertida... pero estábamos hablando de Sam, vuelve al presente –miró al cachorro, que se entretenía mordiendo sus otros dedos– De cualquier forma, no creo que fuera posible, algo me dice que este pequeño requerirá nuestra entera atención por los próximos días al menos.
- No subestimes el poder de un "rapidito", preciosa, habrá que adaptarse, pero no rendirse –le guiñó un ojo, y luego suspiró– Pero tendrá que ser en otro momento y lugar, por esta vez.
Acarició al peludo y suave Sam, que dirigió su atención a él, y trotó por la cama para alcanzarlo, y jugar con él. Le lamió la cara y mordisqueó la nariz, lo que sacó una risa de la pareja.
- ¿Sabes, pequeño? Esos besitos y mordiscos tendrían que ser de mi novia, pero parece que voy a tener que conformarme con los inocentes tuyos por ahora.
Le besó la cabeza, y lo empujó suavemente para recostarlo, lo que incentivó al cachorro a jugar más, tratando de alcanzarlo con sus patitas. Se divirtieron un rato así, hasta que Sam pareció cansarse, y se quedó quieto, momento que Stan aprovechó para abrazarlo, mientras rodeaba la cintura de Kohaku con su mano libre para acercarla, y dormitar los tres juntos con el calentito y peludo perrito en medio.
- ¿No era "un ratito", y que no iba a dormir en la cama, Stan?
El rubio fingió un ronquido fuerte, y ella tuvo que contenerse de empujarlo de una patada fuera de la cama. Se lo merecía, pero no quería asustar al cachorro con el ruido y el movimiento brusco. Sabiendo que estaba perdiendo la batalla, lo dejó estar, y se permitió dormitar un rato más con ambos. No le vendría mal, y acariciar a Sam era reconfortante por lo adorable y esponjoso que era. Pero una hora después, nuevamente se despertaron cuando Sam había recobrado su energía, los intentó levantar a ambos a base de lamidas y mordiscos juguetones, y cuando no lo logró, soltó breves y agudos ladridos y lloriqueos hasta que no tuvieron más opción que ceder y responder a su pedido de atención.
Entendieron muy rápido que dicha demanda iba a ser constante mientras estuviera con los ojos abiertos, todo ese día correteaba detrás de uno o de otro, buscando mimos y juegos, así como de pronto se podía acostar en cualquier rincón de la casa y dormir profundamente, parecía que no había ruido que pudiera despertarlo. Se turnaron para sacarlo al jardín frecuentemente, felicitándolo con entusiasmo cuando orinaba allí, pero no parecía ser una constante, ya que varias veces durante el día no pudieron evitar que se pusiera en posición e hiciera sus necesidades en cualquier parte de la casa, en medio del juego. Una anécdota que quedaría para el recuerdo, sería la madrugada que Stan se levantó medio dormido para ir al baño, y acabó pisando descalzo una deposición fecal de su querido cachorro. Insultó en voz alta con asco, despertando a Kohaku, que oyó el "ah, mierda" de su novio, a lo cual le hizo la broma de que su frase había sido tanto real como metafóricamente cierta.
Si bien querían mantener la sorpresa para su familia, ya que se verían dos noches después para Navidad, se dieron cuenta que iban a tener que cambiar de planes, e invitar a la familia de Kohaku a la casa. Todavía Sam era muy pequeño para salir a la calle, no tenía las vacunas necesarias, no tenían coche como para llevarlo, y en la moto podría ser incómodo y peligroso. Además, no querían estresarlo con cambiarlo a otra casa que no conocía, el pobre cachorro ya había pasado dos veces por eso en pocos días. Sin dar muchos detalles, pero dejando entrever que había una sorpresa, Kohaku le pidió a su padre y hermana si podían ir a su casa, lo cual aceptaron sin problema. También aprovechó para pedirle el futón y el tatami, con la excusa de que era para una visita, y no habían equipado todavía la habitación que destinarían a los invitados, mientras siguiera libre.
Habían organizado pasar con ellos esa fiesta, y por otro lado estaban entusiasmados porque Xeno había aceptado la invitación para viajar a Japón para fin de año, y conocería la casa –y a Sam– personalmente. Lo habían invitado también a la reunión familiar de Navidad, pero la rechazó diciendo que Tatyana se había adelantado a ofrecerle pasarlo juntos, ya que ambos estaban solos allí. Obviamente lo dijo en un tono casual, sin dar más detalles de cómo progresaba la relación.
Stan le pidió a Kohaku que cuidara de Sam mientras iba con la moto a buscar las cosas a la casa de su suegro. Si bien seguía a los dos, el cachorro tenía debilidad por el hombre, ya no cabía dudas a quién tenía que atacar con su ternura para conseguir todo lo que quisiera, y ahí lo tenía en ese momento, cargándolo en sus brazos como un bebé, sentado en el sillón.
- Tengo que dejarlo... pero no puedo. Mira lo que es, preciosa, no entiendo cómo te resistes.
- Me gustan más los gatos –confesó– Además de hermosos, son más fáciles de cuidar e independientes... y más flexibles.
- ¡Oh, no escuchaste eso, Sam! –dijo horrorizado, tapándole los oídos– Puede ser, pero no son así de gorditos, peludos y –le olió profundamente la cabeza– tampoco tienen este aroma a cachorrito. Sólo siéntelo, preciosa.
- No, gracias, estoy bien –respondió rodando los ojos, con una sonrisa divertida.
- Ni estos ojitos, ni esta naricita, ni estas patitas –enumeraba, dándole besitos a cada parte mencionada.
- Tienen otros ojitos, naricitas y patitas. Además, ronronean y amasan, y los que he conocido son muy mimosos y compañeros.
- ¿Quieres un gato? –preguntó, considerándolo– También me gustan, aunque prefiero los perros, grandes.
- No ahora, suficiente con un cachorro por el momento.
- Tomo nota. Bueno, me voy, pero ven a ocupar mi lugar.
- El problema es que él no tiene que ocupar ese lugar en el sillón.
- Por eso es que está arriba mío, no del sillón... en sí.
Luego de dedicarle una mirada amenazante a su novio, Kohaku se acercó y se sentó en el sillón, para acariciar al cachorro mientras Stan se levantaba y se preparaba para salir. Cuando se quedaron solos, consideró bajarlo de allí, pero el pequeño seguía buscando sus caricias. De verdad que tenía una mirada dulce, y cuando jugaba y soltaba esos agudos sonidos mezcla de gruñido y ladrido, tratando de alcanzarla con sus patas, y luego haciéndose a un lado para evitar que ella lo atrape mientras movía la cola, era imposible no sonreír. Una verdadera lucha interna, entre su intención de educarlo bien desde pequeño, y ceder a sus encantos. Cuando Sam se cansó de jugar, Kohaku consideró bajarlo en ese momento al piso, pero el cachorro la miró a los ojos y se sentó a su lado, solamente haciendo eso, como si supiera sus intenciones de antemano y quisiera convencerla de lo contrario.
- Oh no, no señor. Esos ojos no funcionan en mí. Quizás Stan sea un flan contigo, pero no me cuentes a mí.
Sam inclinó la cabeza a un lado, parando las orejas, una vista de lo más adorable.
- No... eso tampoco –le dijo, aunque apretó los labios para contener una sonrisa por lo lindo que se veía. De pronto el cachorro emitió lo que sonó como un suspiro, y luego un largo lloriqueo, mirándola a los ojos– ¿Qué intentas hacer? ¿Quebrar mi voluntad? ¡Ja! Te aviso que soy mucho más...
Pero Kohaku se calló, cuando vio que Sam dio unos pasos hacia ella, y apoyó la cabeza en su muslo, dejando caer el resto del cuerpo pesadamente a su lado. Eso fue demasiado, un golpe directo, nadie podía resistirse a tanto amor y ternura. Lo acarició un rato, hasta que no resistió el impulso de recostarse con más comodidad, y levantó al cachorro para apoyarlo sobre su pecho, que se quedó allí, disfrutando con los ojos cerrados cómo ella le rascaba la cabeza y lo acariciaba entero.
- Ni una palabra de esto a Stan, ¿oyes?
Para cuando el susodicho volvió, una hora más tarde, Sam dormía en su camita, mientras Kohaku entrenaba un poco por su cuenta. Le mostró el tatami y los dos futones, y a ella le encantó. Incluso podía servirles para recibir a Xeno y a otra visita que quisiera quedarse a la noche, al menos por unas semanas. Iban a intentar dormir en la cama igualmente, y sólo recurrirían al futón, que lo armarían en otra habitación antes de acostarse, si Sam no les daba tregua con el llanto, para que tampoco se acostumbre mal.
Esa noche no fue distinta a la anterior, sólo que ya estaban más preparados mentalmente para los aullidos, ladridos y lloriqueos. El único que se levantó un par de veces de la cama para sacarlo al jardín unos minutos cuando notaban que el perrito estaba inquieto era Stan, y empezaba a coincidir con que hiciera sus necesidades, aunque otras veces sólo buscaba compañía. Habían buscado juntos información en internet sobre la raza, que era muy inteligente y se los podía adiestrar desde muy pequeños, lo cual fue un alivio para ambos, en especial para Kohaku. A media madrugada decidieron ir a dormir a la otra habitación, sólo para tratar de conciliar el sueño por más horas, igualmente dejando a Sam acostado en su camita, pero ellos más cerca, lo que lo calmó tanto al cachorro que pudieron dormir hasta el amanecer.
Ese día lo dedicaron a preparar todo para la cena navideña, Kohaku se encargó de limpiar y de poner las decoraciones de la casa –mientras evitaba que Sam jugara con ellas y las rompiera y desperdigara por toda la casa– mientras Stan cocinaba. Kokuyo y Ruri también iban a llevar comida, y esa iba a ser la primera navidad que compartieran todos juntos, ya que la anterior habían estado separados por el viaje de vacaciones de Kohaku, Stan y Xeno. Por supuesto que todo se hizo más largo ya que tenían que estar pendientes de cuidar al cachorro, pero se turnaban entre los dos eficientemente.
Cuando los dos invitados tocaron el timbre, la pareja dejó que luego se encontraran con la sorpresa de Sam. Aunque no iba a durar mucho, ya que el pequeño no se despegaba de ninguno de los dos mientras estuviera despierto. Se saludaron con un afectuoso abrazo, y fue Ruri la primera que alcanzó a ver al cachorro, moviendo la cola con energía y mirándola con curiosidad.
- ¡Ooooooh, qué sorpresa! ¿Tienen un perrito? ¿Desde cuándo? –Preguntó la hermana mayor, dejando que Kohaku reciba el paquete con la comida casera, y arrodillándose para acariciar al cachorro.
- Desde anteanoche, fue un poco sorpresivo, un favor que Stan no pudo rechazar, por así decirlo. Les presento a Sam.
- Ahora entiendo el cambio de planes –dijo Kokuyo con una sonrisa, mientras lo alzaba y lo acariciaba– Podrían verlo como un regalo navideño adelantado.
- Eso sería cierto, un verdadero regalo –admitió Stan.
- Nunca nos animamos a tener un perro porque yo suelo viajar por trabajo, al menos ahora puedo disfrutarlo cuando lo visite.
- Eres bienvenido a cuidarlo cuando quieras, papá. Incluso nos vendría bien para que podamos salir Stan y yo a alguna cita, o van a quedar en el olvido demasiado pronto, y ya me veo que los próximos meses no vamos a tener mucha vida social ni de pareja de otra forma.
- Claro, será un placer cuidar a este pequeño, hija.
- ¿Querías nietos? A empezar a practicar con el cachorro, suegro –bromeó Stan, palmeándole el hombro.
- Más bien algo así te diría a ti con los hijos, "yerno" –Le devolvió Kokuyo, dándole unas palmadas en la espalda mucho más fuertes.
La velada transcurrió amena, entre deliciosa comida, ponerse al día con las rutinas y novedades de cada uno, y mucha conversación al respecto de Sam. El cachorro tuvo mucha atención y caricias esa noche, y luego de comer, mientras hacían tiempo para la mesa dulce, entró en confianza con Kokuyo, que jugaba mucho con él. El pequeño había encontrado muy interesante la barba del hombre, y buscaba lamerla y mordisquearla siempre que podía. Kohaku bromeó con que era lo más cercano que iba a encontrar a un tupido pelaje, y su padre se mostró enorgullecido de su barba, haciendo reír a todos.
Poco antes de la medianoche prepararon la mesa dulce, para poder brindar con champaña en cuanto dieron las doce. Se sacaron algunas fotos familiares programando la cámara, y luego Ruri se ofreció a sacarle una a la pareja junto con su cachorro. Estaban hermosos y esa foto quedó digna de presentar en un portarretratos, Kohaku vestida con un sencillo y elegante vestido corto rosado, abrazando a Stan que también lucía muy apuesto con su fina camisa platinada y pantalón gris plomo formal, mientras sostenía a Sam en sus brazos. Kokuyo llamó la atención del cachorro para que mirase hacia el lado de la cámara también, por lo que fue de lo más adorable y perfecta la foto resultante. Luego se repartieron los regalos, siguieron hablando y compartiendo charlas hasta que Kokuyo y Ruri se apiadaron de la cara de cansancio a causa de la falta de sueño de Kohaku y Stan, y se despidieron con los mejores deseos, prometiendo visitarlos al menos un rato para la tarde de año nuevo, a pesar de saber que tendrían visita.
Los días siguientes fueron más tranquilos, Sam se adaptaba rápidamente a la rutina de su nuevo hogar, y cada noche lloraba y se inquietaba un poco menos, hasta que finalmente la pareja pudo volver a dormir en su cama normalmente, y sólo despertarse una o dos veces durante la noche. Lo más difícil sabían que sería acomodar los horarios de trabajo y entrenamiento para no dejarlo solo hasta que se acostumbre. Cuando Kohaku le contó a Tsukasa del cachorro y sobre ese dilema temporal, él le ofreció cambiar de horario de los entrenamientos a última hora de la tarde, para que Sam estuviese solo no más de dos horas hasta que Stan llegara del trabajo, y la rubia pudiera bañarse en el gimnasio e ir directamente a su trabajo desde allí, que además le quedaba mucho más cerca.
Llegó el fin de año, y con ello la visita de Xeno. Le habían contado del cachorro, enviándole la "foto familiar" de Navidad, y el científico adivinó perfectamente que Stan era el consentidor favorito de Sam, mientras que Kohaku era más firme con la disciplina. Ella sonreía en secreto, todavía su novio no había descubierto que ella también había cedido a la ternura del pequeño, aunque era cierto que de todas formas trataba de no malcriarlo.
Stan fue a buscar a su amigo al aeropuerto la tarde del anteúltimo día del año. Ese iba a ser un viaje exprés, volviéndose a Estados Unidos el dos de enero. La casa estaba sola, ya que Kohaku estaba con su rutina de entrenamiento y luego trabajo, volviendo casi a la medianoche. Por lo que Stan le mostró la casa entera, le presentó a Sam, y se pusieron al día. Por la noche, para hacer más rápido, Stan fue a buscar a Kohaku al trabajo con la moto, dejando a cargo a Xeno del cachorro. Cuando se reunieron los tres, la rubia le dio un fuerte abrazo de reencuentro, realmente lo había extrañado. Obviamente que el tema de Tatyana fue uno de los primeros que la rubia quería saber, y Xeno no pudo escaparle al tema.
- Sí, estamos saliendo, pero no hay mucho que contar, tampoco pasó tanto tiempo. Ustedes son los que tuvieron tantas novedades y movimiento en poco más de un mes, pero para los demás el tiempo transcurrió normalmente.
- ¡Pero pasaron Navidad juntos y solos! ¡Eso es grande! –Replicó Kohaku.
- Siendo que ambos vivimos solos, estamos saliendo, y ya la oyeron que tampoco tiene muchas amistades en Houston, no haría una gran anécdota de eso. No todos somos como ustedes dos, yo prefiero tomarme mi tiempo antes de formalizar una relación.
- Espero que al menos ya hayan usado al menos la mitad de la caja de condones que les regalé –ante la mirada esquiva de Xeno, soltó un bufido– ¿Ni siquiera eso?
- Stan, era una caja de cuarenta condones. Sólo podría coincidir con tus expectativas si pasara al menos cuatro noches a la semana con ella. Sé realista.
- O hacerlo dos o tres veces cada vez que se ven. Tampoco es tanto. Uno para terminar el día, otro para empezarlo, y siempre hay un segundo round en el medio. En especial si sólo salen un par de veces a la semana.
- Que ustedes sean como conejos no significa que los demás hagan lo mismo –contestó Xeno con una mueca– Como sea, no vine aquí para hablar de mi vida sexual, por favor.
- Vamos a cenar, me muero de hambre –dijo Kohaku
Fue a preparar la comida, ya que había traído varias porciones de ramen del restaurante, y los cocineros le habían dejado los fideos crudos para que los cocine en el momento y tengan el mejor sabor. Mientras comían, fue el turno de la pareja de contarle detalladamente todo lo que pasaron ese último mes, hasta volver a mencionar a Sam y todo lo que estaban acomodando sus rutinas.
- No tuve mascotas nunca tampoco, pero de tener algún día una, sería un gato. No tengo ni el tiempo ni la paciencia para estar detrás de un perro, y me gusta más la calma y el silencio de los gatos –Dijo Xeno.
- "Son más elegantes" –Stan imitó su voz de forma burlona.
- Sí, lo son, al menos en comportamiento y cuidado. El gato se baña solo, hace sus necesidades siempre en su litera, son silenciosos y serenos. En cambio, los perros requieren más atención sin duda, hay que sacarlos a pasear todos los días, lleva un tiempo enseñarles a que no ensucien en cualquier lado, hay que bañarlos seguido porque eventualmente tienen olor a perro, muerden muebles y rompen cosas cuando se aburren... Claro que son alegres y compañeros, pero hay que poder estarles más encima, alguien que viva solo, y trabaje o estudie afuera buena parte del día no debería tener un perro, o no uno solo, en cambio un gato lo lleva mejor.
- Pienso igual –coincidió Kohaku– Lo bueno es que por ahora los horarios que tenemos Stan y yo nos permiten turnarnos bastante bien para que no esté solo mucho rato. Y pensaba que cuando fuera más grande, podríamos salir a trotar con él, darle una vuelta al parque, y así.
- Eso sería excelente, yo también lo pensé así, preciosa –dijo Stan con una gran sonrisa– Y los fines de semana podríamos salir los tres juntos y todo. Nos mantendremos todos en buen estado físico, y hasta será divertido, nada mal.
- Si me disculpan...vengo de casi medio día arriba de un avión, quisiera descansar se excusó Xeno– Tenemos los próximos dos días para seguir hablando.
- Claro, y nosotros también deberíamos. ¿Qué prefieres, Xeno, cama o futón? Futón japonés, digo. La cama es la nuestra, de Kohaku y mía, pero ya hemos dormido en el futón los primeros días para que Sam nos deje dormir, no tenemos problema en volver a hacerlo, es cómodo.
- No dormí nunca en un futón, pero tengo entendido que es bueno para la postura, sería interesante probar, me vendría bien también.
- Bien, voy a preparártelo –Dijo Kohaku, y se levantó de la mesa.
- Gracias, mientras Stan y yo dejaremos limpio aquí.
La rubia asintió y se fue. Stan miró a su amigo, y le mostró una media sonrisa, que fue contestada por Xeno con una ceja arqueada y la misma sonrisa.
- Te conozco, vas a pedirme algo.
- Sí, bueno... ¿te molestaría tener compañía para dormir hoy? –Le preguntó Stan con una sonrisa culpable.
- ¿Compañía? ¿Kohaku te echó de la cama? –se burló Xeno.
- Si no lo hizo las primeras tres noches que tuvimos con el pequeño Sam, no lo va a hacer ahora, prueba de fuego superada. Más bien te iba a ofrecer una compañía más peluda y cariñosa que yo.
- O sea, me pides que haga de niñera de tu perro.
- Sólo por unas...horas, ya duerme bien y tranquilo, no va ni a llorar –Le guiñó un ojo a su amigo– Resulta que el hábito "conejero" que tenemos con mi futura esposa fue duramente reducido por este cachorrito demandante, y no vendría mal recuperarlo, así como la sonrisa de ella.
- Stan, no es la imagen con la que quiero terminar el día, gracias –Se quejó Xeno– Pero está bien, por esta vez. Espero que la habitación de ustedes esté insonorizada.
- Bueno, las paredes son bastante gruesas. No te preocupes, tú duerme tranquilo, y Sam lo hará en su camita, está aprendiendo bien. Aunque si quieres disfrutar de dormir con el peluche calentito y adorable que es, puedes hacerlo también –Le palmeó la espalda– Gracias, amigo, realmente significa mucho para mí, para nosotros, como no te das idea.
- Ni quiero dármela. Pero ahora tú limpias y lavas todo.
- Lo justo es justo. Gracias, eres un gran amigo.
Con una sonrisa radiante, Stan fue a lavar los platos. Xeno fue a asearse al baño, vistiéndose con un pijama de su maleta, y se dirigió a la habitación, agradeciendo y dándole las buenas noches a sus amigos. Ya estaba preparado el futón sobre el tatami, así como la camita de Sam a cierta distancia. Como la puerta de la habitación de la pareja estaba cerrada, y cada uno estaba ocupando uno de los baños de la casa, el cachorro fue por su cuenta a buscar compañía, y se asomó a la habitación en la que ya estaba Xeno. Apenas lo vio, movió mucho la cola y se acercó trotando hacia él. El científico no pudo evitar sonreír y lo acarició un rato. Pensaba que iba a invadir su futón, pero para su sorpresa Sam se recostó en su propia camita, y lo miró desde allí. Xeno admitió para sí mismo que encontró muy educado y elegante al perrito, y jaló hacia él la camita para acercarla un poco más, de forma tal de poder seguir acariciándolo, pero cada uno en su lugar, respetando las reglas. De verdad era muy dulce y adorable, y se durmió con una sonrisa como antes no había hecho.
Una hora más tarde, Stan se vistió y caminó sigilosamente para chequear cómo estaba la situación, y se encontró con que Sam dormía profundamente, apoyando su cabecita sobre la palma de la mano extendida de Xeno, quien también dormía sin interrupción. Volvió a su habitación para llamar a Kohaku, y los dos contemplaron la tierna escena, lamentando no poder sacar una foto en la oscuridad.
El día siguiente, el último del año, no pudieron salir mucho rato a pasear, para no dejar solo a Sam, así como no podían sacarlo a la calle todavía. Pero para al menos mostrarle a Xeno una recorrida por el barrio, Stan cargó en sus brazos al cachorro, y caminaron alrededor de una hora. La cena de año nuevo fue tranquila entre los tres, degustando las delicias que había cocinado Stan, aunque todos habían ayudado. Minutos luego del brindis, Xeno recibió un mensaje de Tatyana, y Kohaku recalcó lo atento que fue, ya que en Houston todavía era la mañana del día anterior, catorce horas por detrás. Stan convenció a su amigo de que le envíen una foto de los cuatro, junto con Sam en brazos del científico, que resultó ser de lo más adorable por lo cercanos y abrazados que se habían acomodado. Pasaron unas horas más despiertos, bebiendo vino y conversando animadamente, mientras contestaban saludos y buenos deseos a los amigos y familiares.
El almuerzo del día siguiente, con la visita de la familia de Kohaku, lo compartieron mucho más animadamente. Al fin conocían a Xeno en persona, por lo que escucharon atentamente los grandes logros e interesantes proyectos de la NASA. Hacia la tarde, Kokuyo y Ruri se ofrecieron a cuidar de Sam, mientras los tres amigos salían a pasar el resto de la tarde juntos, aprovechando el último día que el científico estaría de visita, lo cual agradecieron mucho. La despedida del día siguiente fue más difícil que la anterior, ya que seguramente no iban a verse por mucho más tiempo. Prometieron seguir en contacto, al menos un almuerzo o cena virtual semanalmente, además de compartir fotos y videos del crecimiento de Sam, a cambio de que Xeno no se reservara la información de su avance en la relación con Tatyana, lo cual aceptó con una sonrisa resignada.
Los siguientes tres meses transcurrieron sin mayores novedades más que la continuación de la rutina de cada uno, de Stan dividida entre su trabajo y la atención al pequeño Sam, y la de Kohaku, que se volvía a enfocar con dedicación a su entrenamiento, además del cuidado del cachorro y de su trabajo. Pasado el primer mes pudieron vacunarlo y comenzar a sacarlo a pasear, aprovechando que tenían dos enormes parques cerca para ello, además de hacerle conocer la calle y que se acostumbrara a los ruidos, coches y de ver a otros perros. En la casa, lograron educarlo bastante bien para que no se suba a la cama y el sillón por su cuenta, así como aprendió a hacer sus necesidades solamente en el jardín exterior. Realmente era muy inteligente y cariñoso, y adoraban los momentos en que veían una película recostados los tres en el sillón, o alguna siesta en la cama durante los fines de semana, con Sam en medio de ellos, los tres abrazados. Stan se ocupaba constantemente de él, como había prometido, así como Kohaku se había calmado y ya no protestaba tanto.
Sam sí se dedicó a hacer travesuras dignas de recordar en reuniones familiares y con amigos, como lo fueron la de arruinarles un par de zapatos varias veces, que les había robado y mordisqueado durante la noche, encontrar un paquete de papel higiénico y destrozar y repartir cada rollo por toda la casa cuando lo dejaron solo más de un par de horas, hacer un pozo de tierra digno de pensar que pretendía hacer un túnel y escapar de la casa, y arrancar una planta de una maceta, desperdigando la tierra húmeda por toda la sala de estar, ya que había llovido mucho la noche anterior.
A pesar de su merecido regaño, del cual el cachorro aprendió que Kohaku era alguien a quién no quería enojar, aunque Stan cuando se dignaba a hacerlo con su voz autoritaria y potente también era intimidante, ambos encontraron la mayor dificultad que enfrentarían: Regañarlo cuando ponía ojos de lástima. Esa irresistible mirada hacia arriba llena de culpa y lamento, luego de intentar evitar a toda costa el contacto visual, era demasiado dura de resistir, en especial para Stan. El rubio tenía que taparse la boca con la mano para evitar mostrar una sonrisa, o darse la vuelta para contener una risotada antes de juntar las fuerzas para volver a encararlo y regañarlo. Kohaku tampoco podía hacer alarde de su control al respecto, ni siquiera un niño mostraría tanta culpa en su rostro por saber que se había portado mal, y lo peor era cuando se relamía mínimamente con los ojos casi cerrados y estirando el cuello hacia el que lo regañara, rogando perdón.
Con la llegada de la primavera, también lo hicieron las prometedoras novedades. Una esperada y feliz noticia llegó de parte de Xeno, que confirmó en una video-llamada que ya tenían una relación de noviazgo oficial con Tatyana.
- ¡Al fin! –Exclamó Kohaku, luego de felicitarlo– ¿Cuánto fueron, casi cinco meses de citas?
- Más o menos, sí.
- ¿Cómo fue? Apuesto que ella te lo propuso.
- No, fui yo –confesó Xeno, alzando una ceja, pero dejando escapar un sonrojo.
- Oooooh, ¿de verdad? ¡Bien hecho!
- Te dije, preciosa, tampoco lo subestimes –intervino Stan– A veces se tarda en darse cuenta lo que quiere porque usa más la cabeza que el corazón, pero llega.
- ¿Dónde fue? ¿Cómo? ¡Vamos, suelta un hueso!
- Tranquilo, sólo le pregunté una mañana antes de levantarnos, si quería hacerlo oficial y ser novios.
- Lo dices así casual, pero estoy seguro que te le quedaste viendo por horas, y se lo dijiste con tus ojitos dulces –Le dijo con una sonrisita maliciosa Stan– Porque despertarte junto a ella y pensar en eso, era porque seguro pensaste lo lindo que sería despertar viendo su cara todos los días.
- Le propuse noviazgo, Stan, no matrimonio –bufó molesto– No vamos a vivir juntos todavía tampoco, sólo formalizamos la relación.
- No tiene nada de malo si igual pensaste eso, Xeno –Lo tranquilizó Kohaku– Está bien, te mereces tu felicidad, y Tatyana es una mujer hermosa en todos los sentidos, además que se llevarán de maravillas, no se cansarán nunca de hablar, si les apasiona lo mismo también. Lo importante es que ahora van a estar más relajados y no tienen que esconderlo.
- Exacto. Felicitaciones, amigo. Me gustaría darte un abrazo, pero tendrá que ser una palmadita virtual. Sean felices, a su tiempo.
La otra interesante novedad y propuesta vino de la mano de Tsukasa. El castaño estaba encantado con los prodigiosos avances de Kohaku, aunque reconocía que ella ya era destacaba desde antes de conocerlo. Viendo un potencial como el de sí mismo de más joven, se animó a mostrarle el calendario anual oficial de las artes marciales mixtas femeninas.
- Kohaku, normalmente a un novato le llevaría entre uno y dos años de preparación para ser parte de la temporada nacional. Pero tengo grandes esperanzas para ti, tu avance es fuera de lo común, por lo que creo que valdría la pena arriesgarse a que seas parte de la de este año.
- ¿Por qué "arriesgarse"? Es bueno que participe, ¿no?
- Sí, pero si empiezas en el mundo profesional con más derrotas que victorias, no es muy auspicioso para que te tengan en cuenta para invitaciones y apoyo, lo que significan mejores peleas y contratos. En mi caso, comencé joven por una necesidad sin nada que perder, en el tuyo, es por vocación, deberías cuidarlo.
- Entiendo. ¿Qué debería hacer?
- Primer gran paso, federarte. Eso significa que estarás oficialmente dentro del circuito deportivo, serás considerada una luchadora profesional, te permitirá el acceso a competiciones tanto federativas como a ser representante en eventos nacionales e internacionales. Aumentarán tus contactos, tendrás seguro médico y civil, y podrás conseguir sponsors oficiales importantes.
- Me imagino que eso tiene un costo.
- Sí, lo tiene. Mensual, y no es nada barato, pero se convierte en tu licencia profesional. La idea también es que participes de torneos y eventos con premios pagos, de esa forma se amortiza la inversión. Si no vas a participar de competiciones importantes, no tiene sentido que te federes todavía. ¿Quieres hacerlo?
- ¡Ja! ¡Claro que sí! Para eso estoy trabajando también, supongo que con lo que gano podré costearlo.
- Sí, creo que sí. Está demás decirte que, aunque estés cómoda en tu trabajo, puedes apuntar a vivir de las artes marciales, pero debes ser prudente y hacerlo cuando te garantices poder ganar premios importantes. Recuerda que no siempre hay torneos y luchas todos los meses. Mira esto.
Tsukasa le mostró una copia del calendario que había obtenido gracias a sus contactos, y la analizaron juntos.
- La temporada acaba de empezar, pero hasta que te federes y logremos que tengas al menos tres victorias seguras seguidas, no te recomendaría ir por un torneo. Hay varios locales, y si te animas a viajar por todo Japón y no sólo quedarte en Tokio, sí podrías considerar inscribirte en uno por mes, cada uno puede tomar entre un par de días y una semana a lo sumo.
- Claro que me interesa, Tsukasa.
- ¿No tendrías que hablarlo con Stan primero?
- Él me apoya completamente, lo sabes.
- Bien –sonrió satisfecho– Para diciembre de este año, sí hay un campeonato nacional muy importante, profesional, de alto nivel, que cierra la temporada. Uno que podría asegurarte un título nacional de verdad, no hablo de una medalla. Tenlo en cuenta, pero recuerda que deberías estar en el podio al menos el ochenta por cierto de esos torneos menores para que valga la pena anotarte y tener chances de ganar. Es decir, no sabremos si estarás lista hasta poco antes de la fecha de inscripción. ¿Qué dices?
- ¡Sí! –Contestó entusiasmada y desafiante– No tengo otro plan, es todo lo que quiero hacer. ¿Qué dices tú, como mi maestro?
- Si te dedicas en serio y constante como hasta ahora llegarás, no espero menos de ti. Ya destacabas desde antes de conocernos, y eras solamente una amateur. Con el entrenamiento adecuado y plena dedicación diaria, además de tomar las nuevas oportunidades del circuito, creo que lo lograrás.
- ¡A trabajar en eso entonces! ¿Empezamos?
Cuando Kohaku llegó a la noche a su casa, recibida como siempre con mucho entusiasmo y amor primero por Sam, y luego con un largo beso en la boca de parte de Stan, le contó emocionada las novedades mientras cenaban. Él, por supuesto, la apoyó completamente, y le dijo que la iba a acompañar en todas las peleas, a menos que coincidiera alguna con su horario de trabajo. También le encantó la idea de que estuviera más cerca de poder vivir económicamente de su profesión, en especial para que ya no tuviera que trabajar por la noche y volver tan cansada. Stan le había sugerido la idea de que dejara el restaurante, que él podía mantenerlos económicamente hasta que ella pudiera obtener sus ingresos de las peleas, pero ella lo rechazó inmediatamente, y en ese momento su decisión era más que conveniente, para poder costear la licencia profesional de la federación, al menos.
Los fines de semana, empezaron a salir a trotar los tres juntos, con Sam. El cachorro ya no era tan pequeño, aunque seguía siendo una bola de pelos ondeados y todo esponjoso, de mirada adorable. Medía ya medio metro de altura y pesaba sus buenos treinta kilos. También era una bola de energía, adoraba esa salida de ejercicio familiar, que con cada mes podían aumentar más la distancia recorrida para que sea saludable para él. Además, eran los días en que podían sacar a pasearlo juntos, ya que durante la semana Kohaku lo hacía por la mañana, y Stan por la tarde luego del trabajo.
La rubia logró sacar su licencia de federación en artes marciales mixtas, y al mes siguiente Tsukasa le pasó la información para inscribirse en su primer torneo, que comenzaría quince días después. El luchador le había dicho que no quería usar sus influencias para darla a conocer, sino que fuera mérito propio de ella y sus victorias, pero fue inevitable la curiosidad y la expectativa del mundillo deportivo cuando supieron de la única "discípula" del campeón mundial Tsukasa Shishio. Y esa expectativa fue satisfactoriamente colmada, cuando Kohaku venció sin mucha dificultad su primera lucha. Los más reticentes lo adjudicaron a que era un combate preliminar, pero tuvieron que cerrar la boca cuando la rubia venció las siguientes peleas, incluso la final, con la misma facilidad, recordándoles a su invicto entrenador.
Más allá de que pudiera darse la casualidad de que sus contrincantes no fueran las mejores luchadoras de Tokio, era innegable la agilidad, así como la increíble y limpia técnica y el control que Kohaku demostraba. Ya no luchaba solamente por instinto y habilidad, diligente práctica desde muy joven, sino que también lo hacía con conocimiento e astucia, gracias a todas las enseñanzas y los libros que Tsukasa le había hecho estudiar, controlando su cuerpo, su mente y su actitud, para controlar también a su oponente. Sabía cuándo esperar, cuándo provocar, y cuándo arremeter sin tregua. Y no se contenía, su maestro le había dicho que siempre diera todo de sí. Verla tan segura y bien llenó de felicidad y orgullo también a su familia y a Stan, que cumplieron en acompañarla y apoyarla en sus peleas, y ahí estaban de espectadores siempre que podían, y al menos en las semifinales y finales también se aseguraban de estar sus mejores amigas, Nikki y Kirisame, por lo cual Kohaku se sentía llena de amor y de apoyo, lo que la entusiasmaba mucho más a dar todo de sí.
Luego de sus primeros cuatro torneos ganados de forma invicta, aunque recibiendo sus buenos golpes y moretones, también comenzaron a llegar los sponsors, tal como Tsukasa le había anticipado. Todavía eran pequeños detalles, como ropa o guantes para que use en sus peleas, pero al menos no tener que preocuparse por hacer esa inversión ella misma le suponía una ventaja. Sus primeros pasos en el mundo profesional ya eran auspiciosos, y su destacada belleza natural sumada a su impresionante habilidad y fuerza para alguien tan joven, sumaban a destacarse, y que ya hubiera una "puja" de parte de los inversores deportivos por ganar su exclusividad en cuanto ella ganara un título importante. Con sus victorias y el aumento de la atención y expectativa, también llegaron la solicitud de varias entrevistas para revistas deportivas, presentándola como la nueva gran promesa de ese deporte, comparándola con humor y buenas intenciones como la versión femenina de su entrenador, "la dupla japonesa de la década", como representantes nacionales.
La ola de repentino apoyo y atención le llegó con fuerza cuando a mediados del verano, la periodista y fanática número uno de Tsukasa, Minami Hokutozai, le hizo una exclusiva y profesional entrevista. La joven adoraba e idolatraba tanto al luchador, que se esforzó en publicar una destacada nota sobre Kohaku, su digna discípula. Como fue una entrevista bien preparada y organizada en la propia casa de la joven luchadora, la periodista quedó encantada con los jugosos detalles de la vida personal de Kohaku, como que el guapísimo modelo y también militar Stanley Snyder era su novio y prometido, que la boda se iba a efectuar cuando ella consiguiera el título nacional, y hasta el paquete familiar hermoso que conformaba su imagen junto con el adorable perro, Sam, en la preciosa casa en la que vivían. Pero Minami era muy dedicada y minuciosa en su profesión, por lo que incluso investigó y se enteró que Kohaku era la sobrina de la famosa y bellísima cantante Lillian Weinberg. Todo ese conjunto de detalles, a la par de la propia habilidad deportiva de la rubia, hicieron que el público la adorara.
Kohaku no estaba tan entusiasmada con eso, por el contrario. La actual poseedora del título nacional de artes marciales mixtas femeninas, Suzumi Tamao, había hecho uno provocadores y venenosos comentarios al respecto de Kohaku en una de sus entrevistas, en la cual le habían preguntado si la sentía como una oponente amenazante para quitarle el título. La luchadora contestó con burla que Kohaku había conseguido tanta atención gracias a que era una cara bonita con un poco de suerte, y que su reconocimiento popular era ser "sobrina de", "novia de", "discípula de", más que por ella misma, que antes de que se supiera eso no la conocía nadie. Cuando se enteró de aquello gracias a las redes sociales, mientras compartía un almuerzo de fin de semana con Stan y Tsukasa, Kohaku estalló iracunda.
- ¡Aaaagh maldición! ¿Por qué de pronto mi vida personal es igual o más relevante que la profesional? ¡No quiero ese tipo de atención, ni soy sólo eso!
- Tranquila, preciosa, esa mujer destila envidia y celos, no la tomes en serio –trató de calmarla Stan.
- ¡Me pelo la piel entrenando todos los malditos días, para que luego se agarren de esas idioteces para ignorar mi esfuerzo!
- Tú misma lo dijiste, Kohaku, son provocaciones cobardes para afectar tu imagen –Coincidió Tsukasa.
- Ya sé que Minami tuvo una buena intención, pero de haber sabido que le darían tanta importancia, no le hubiera dado ese tipo de entrevista. ¡Maldición!
- Sabes cómo es la prensa, amor, no te olvides de cuando hicieron esa nota asumiéndolos como amantes a Tsukasa y a ti, en su pelea del año pasado.
- ¡Sí, pero eso fue la prensa amarilla, era esperable! Esto lo dijo una profesional, una campeona, es distinto.
- Y le va a jugar en contra a ella solamente, por ser poco profesional –replicó Tsukasa, calmándola– Ya le vas a cerrar la boca cuando le ganes con tus habilidades, no hay fama que te ayude cuando estén en el ring.
- Oh, y no tienes idea cuánto quiero partirle la cara.
- No te dejes provocar, menos con lo temperamental que eres –la reprendió Stan, serio– Es lo que quiere, que te enojes y pierdas el foco y la cabeza. No me cabe duda que eso es a lo que le tiene más miedo esa chica, a que no eres sólo buena con los puños. Pero cede, pierde el control, y te tendrá en la palma de su mano.
- Exacto, es tal como dice él, Kohaku. Sólo sigue como siempre, ignora todo eso. Y si alguien te pide tu opinión sobre esos comentarios, respóndeles con altura, y no dejes ver que te ha afectado. Sé aún más implacable en tus próximas peleas, habla con tus puños y patadas, no con tu boca, y será más que evidente a qué se debe tu talento. ¿De acuerdo? –Le preguntó con una sonrisa, levantando su mano en forma de puño para que Kohaku lo golpee.
- ¡Ja! ¡Claro que lo haré! Me quedan entre cuatro y cinco meses para poder cerrarle el pico personalmente, no puedo esperar.
Esa determinación sirvió como combustible para la rubia, sus ojos refulgieron con desafío y una nueva motivación. Stan tuvo que ponerle una doble dosis de amor y paciencia los siguientes días y semanas para apaciguar su mal genio, y cuando ni él podía hacerlo, aplicaba la infalible terapia de relajación y dulzura: Sam. El amado perro siempre lograba serenarla cuando nadie ni nada más podía, tan puro era su inocente amor, y luego de eso Stan volvía a la carga con sus propios besos y abrazos, que muchas veces solía terminar con una larga y apasionada sesión de intimidad, que terminaba por dejar a Kohaku mucho más en paz con el mundo.
Los siguientes meses transcurrieron con esa misma dedicación e intensidad, y las aplastantes victorias de la rubia callaron las voces que la habían provocado, y pronto ya ella no era la única que esperaba con ansias su enfrentamiento con Suzumi Tamao. Su inscripción en el campeonato nacional fue merecida y apoyada, quedando invicta en las eliminatorias, y lo único que la distrajo de su objetivo final, fue permitirse una escapada de fin de semana con Stan para celebrar su segundo aniversario de novios. Para el festejo, y con la idea de relajarse completamente y olvidarse de todo para volver renovados, decidieron ir a la ciudad de Minakami, en la prefectura de Gunma, precisamente al onsen más famoso y de allí, llamado "Takaragawa Onsen". Esas aguas termales eran de las más bonitas de todo Japón, y los baños humeantes estaban construidos tanto dentro, como al aire libre, de estos últimos, llamados rotenburo, había cuatro. Lo más maravilloso era la vista del río Takaragawa, que descendía entre pequeñas cascadas y piedras, junto a la pileta principal, y sumado a que el lugar estaba rodeado de árboles y montañas con las cimas nevadas, el paisaje era un deleite para los ojos.
Se alojaron en complejo hotelero "Osenkaku", para pasar la noche de su aniversario allí. Lo mejor de todo fue que en ese lugar se podía acceder a los baños termales tanto de día como de noche, con lo cual la pareja aprovechó ambas oportunidades, la primera cuando llegaron por la tarde, y la segunda casi a la medianoche. El baño al aire libre que eligieron, que se llamaba "Kodokara", además de ser enorme ya que medía sus buenos trescientos treinta metros cuadrados, tenía la ventaja de ser mixto, por lo cual pudieron disfrutarlo juntos. Luego de una rápida ducha cada uno por su lado, se reencontraron para meterse al agua, desnudos como solía hacerse, dejando a un lado la toalla y bata proporcionadas por el lugar, y se sentaron uno al lado del otro. Cuando se fueron algunos otros visitantes, se acomodaron para que Kohaku pudiera sentarse entre las piernas de su novio y apoyar la espalda contra su pecho, y así poder relajarse completamente, juntos. Ninguno llevaba reloj, pero Stan había pedido en secreto que le hicieran alguna señal para darle a entender que era la medianoche. Uno de los empleados pasó caminando con una lámpara de papel por el borde del baño, que "casualmente" dejó allí, y siguió camino. Kohaku miró con curiosidad, y Stan sacó una mano de debajo del agua para llamarle la atención y acariciarle el rostro delicadamente.
- Feliz segundo aniversario, mi amor –le susurró con dulzura, mirándola a los ojos.
- Oh... ahora entiendo. Felices dos años, y por muchos más, Stan. Te amo tanto –Le contestó, y se giró para abrazarlo y besarlo.
Por discreción, no podían abandonarse allí a muchas demostraciones públicas de afecto, pero eso fue suficiente para simbolizar la intención.
- Me parece que éste será nuestro último aniversario... de novios –agregó, cuando vio la cara preocupada de su novia– Mi futura señora Snyder, cada vez más cerca, nada mal.
Stan sonrió radiante de felicidad, y le besó el anillo de compromiso, mirándola a los ojos. Kohaku le devolvió el gesto, besándole el anillo de promesa, y le pareció adorable cuando las mejillas de su novio se enrojecieron un poco ante eso, no por timidez, sino porque era evidente lo lleno de amor que se sentía, su corazón latiéndole fuertemente aún después de tantas veces que habían compartido momentos dulces como esos. Se quedaron abrazados un buen rato más, hasta que el efecto del baño caliente fue notorio, y salieron de allí. Se cubrieron nuevamente, Stan con la toalla alrededor de su cintura, y Kohaku con la fina bata, y se dirigieron a los vestuarios para vestirse con unas yukatas secas y más cómodas, antes de dirigirse a la habitación privada reservada en la que pasarían la noche. Tenía su encanto estar en ese lugar tan tradicional, vestidos de esa forma. Aunque las ropas no duraron mucho, ya que en cuanto llegaron al futón doble de la habitación, se desvistieron mutuamente, disfrutando el momento con lentitud y llenándose de caricias y besos, para hacer el amor largamente.
El calor y el relajo se habían potenciado por los dos baños del día, sus pieles estaban casi hirviendo por más de un motivo, pero aun así se quedaron abrazados y entrelazados completamente. De pronto Stan soltó una risa contenida desde su nariz, y Kohaku lo miró curiosa.
- Es inevitable sentir que falta algo... o más bien, alguien, ¿no?
- Sí, el pequeño Sam –coincidió Kohaku– Es raro, porque deberíamos estar aliviados de estar completamente tranquilos y solos por un día, disfrutando de nosotros. Pero la verdad es que lo extraño.
- Es que ya no somos sólo nosotros... o, mejor dicho, nuestro nuevo "nosotros", es con él, ya es parte de nuestra familia.
- Así es. Y aunque al principio me resistía, me alegro que sea así. Gracias por haberte decidido a traerlo a nuestras vidas, amor.
- Me encanta oírte decir eso, al fin lo confiesas –le dijo riendo satisfecho, abrazándola más fuerte– Sí, nuestro primer cachorrito, nos dio una buena probada de lo que es una familia.
- Sí, lo hizo.
Volvieron a Tokio al anochecer del domingo, mucho más relajados y vitales, en especial Kohaku. Fueron a la casa familiar para ir a buscar a Sam, que los recibió con lamidas y lloriqueos desesperados, sin poder decidirse a quién le saltaba encima primero para darles la bienvenida. Pasada la emoción inicial, Kokuyo preparó un té, y se sentaron un rato para compartir los detalles de la experiencia en el onsen. Luego se despidieron y la pareja volvió a su casa, para terminar el día viendo una película en el sillón, acompañados de Sam, que no dejaba de mover la cola, feliz de volver a ver a su familia.
Una semana después el último y más importante torneo nacional del año comenzó. Tsukasa le advirtió a Kohaku que no debía confiarse como en los anteriores, en ese campeonato de "peso mosca" participarían las ocho mejores luchadoras del país, y la mayoría había logrado el podio al menos una vez, excepto por Kohaku y otra mujer más, que eran "las nuevas". Siete peleas en total, por lo cual las dos finalistas tendrían tres cada una. Cada una tenía hasta cinco rounds, de cinco minutos de duración cada uno. La expectativa creció cuando en el sorteo, Kohaku y Suzumi salieron en grupos opuestos, con lo cual no se cruzarían hasta la final, si ambas llegaban.
La primera pelea de Kohaku fue con una joven bastante agradable y profesional, Yumiko Hirata. A diferencia de la provocadora campeona actual, era muy respetuosa y agradable, incluso sonrió con sinceridad antes de empezar. Aunque su bonita sonrisa cesó ahí, y no pudo volver a mostrarla alegremente luego de la pelea, ya que Kohaku fue implacable con su increíble velocidad y fuerza, venciendo en el segundo round con un par de moretones y un corte en la ceja nada más. Su oponente, por el contrario, terminó con la nariz sangrando, una mejilla morada, y lo que la llevó a la derrota fue un ojo tan hinchado que le impidió usarlo, no pudiendo ya defenderse apropiadamente de los veloces puños y patadas de Kohaku.
La segunda pelea, tan sólo cuatro días después ya que ambas luchadoras no habían sufrido grandes lesiones o contusiones, fue bastante más larga y dura, digna de una semifinal. Kohaku también venció, aunque en un tenso knock-out técnico en la mitad del cuarto round. La rubia había golpeado a su contrincante, Mei Ishige, con una dura patada al riñón que la dejó sin aire, y luego no tuvo piedad y le propinó un puñetazo que la hizo caer hacia atrás. La pobre chica en el suelo intentó levantarse, pero cuando tropezó antes de ponerse de pie y cayó nuevamente al suelo del ring, el árbitro dio por finalizada la pelea. Kohaku estaba jadeando pesadamente también, había puesto todas sus fuerzas en esa última estrategia, sabiendo que, si estiraba más la contienda, podía salir mal parada. Mei se especializaba en unas fuertes llaves, tenía una fuerza brutal en sus piernas, y había aplastado las costillas y la cintura de Kohaku peligrosamente, aprovechando su restricción y resistencia para impactar varios puñetazos con ambas manos en la cara y el pecho de la rubia.
Pese a la emoción y la felicidad de saberse finalista, Kohaku necesitó un descanso más extenso para recuperarse de sus lesiones, y la próxima y última pelea se puso fecha diez días después. Le pidió a Mozu una licencia de trabajo en el restaurante, que se la otorgó sin dudarlo, además de que no era muy estético que tuviera la cara con algunas hinchazones y cortes. Stan fue de lo más dulce con ella, besándole las heridas delicadamente, una a una, todos los días. Aunque no era el único, ya que Sam se ponía celoso de no ser partícipe de las caricias sanadoras, y saltaba encima de ambos para también hacer su propio despliegue de afecto, a ambos.
La noche anterior al día de la pelea final, justo cuando estaba por acostarse a dormir, Kohaku se sobresaltó cuando su novio veloz y repentinamente le vendó los ojos con un pañuelo.
- ¡Oye! ¿Qué haces? –protestó– No sé si es día para jugar así, Stan, mañana...
- Shhh, tranquila, preciosa –la interrumpió, y le tomó las manos– Confía en mí, ven.
Kohaku lo dejó llevarla, guiándola por la casa. En cuanto percibió que Stan había abierto una puerta, un delicioso aroma alcanzó su nariz, mezcla de coco y vainilla. Unos segundos después, una suave y lenta música instrumental de jazz se oyó alrededor.
- Hmmm, ¿me vas a consentir con algo? Nada mal –murmuró Kohaku con expectativa, sonriendo.
Stan le quitó la venda, y la dejó contemplar la sorpresa que había preparado: Un esmerado baño de inmersión. El agua caliente que desprendía vapor tenía ese aroma divino, y rebosaba de espuma, gracias a la bomba de baño y a la pastilla de jabón que usó, y para completar la experiencia, Stan había preparado una botellita de champaña y una caja de finos bombones, una selección de los favoritos de su novia.
- Mañana será uno de los días más importantes y memorables de tu vida, tu primera final nacional, tu sueño al alcance de tus manos. Ganes o no, aunque te tengo mucha fe, quiero que hoy te olvides de todo y te relajes, amor, sólo disfruta el momento.
- Oh, eres un sol... gracias –Se dio vuelta para colgar sus brazos en el cuello de él, y se puso de puntillas para besarlo– No dudo que dormiré muy bien hoy.
Sonriendo satisfecho, se desvistieron y se metieron al agua, que estaba perfectamente caliente, el punto justo, que de seguro le iba a relajar todos los músculos. Al principio sólo se quedaron allí abrazados, disfrutando con todos sus sentidos, y luego Stan sirvió las copas con la champaña.
- No debería tomar alcohol ante de la pelea.
- Sólo mójate los labios un poco, por eso compré una pequeña.
- ¿No deberíamos festejar después de la pelea, si es que gano?
- También lo haremos, pero esto es para felicitarte por tu merecido esfuerzo de todo este año. No sólo hay que festejar los resultados, preciosa.
- Es verdad, gracias. Por siempre apoyarme, cuidarme, consentirme y soportarme. Te amo.
- Todo eso fue, es, y será un verdadero placer siempre. Dedico mi vida con gusto a todo eso.
Stan le entregó una copa a su novia, y brindaron por el amor y los sueños, Luego Stan acercó la caja de bombones para que ella eligiera, y aceptó el que le puso en la boca a la par. Comieron varios más, no había nada mejor que toda esa combinación de sensaciones para el disfrute de todos sus sentidos. A continuación, Stan se dedicó a hacerles masajes a Kohaku en todo el cuerpo, relajándole la cabeza, el cuello, los brazos, los dedos... y después le pidió que se coloque en la otra punta de la tina, para poder hacer lo mismo con sus piernas y pies, dejándola completamente laxa. Cuando terminaron allí, se secaron y fueron al dormitorio, para recostarse en la cama. Stan pretendía dejarla dormir, pero se sorprendió cuando sintió las manos de su novia juguetear por su abdomen y bajar hasta alcanzar su entrepierna.
- ¿No era que no se puede tener relaciones antes de una pelea importante? –Preguntó divertido– No lo hemos hecho otras veces.
- ¡Ja! Fue casualidad. No hay estudios científicos que lo prueben –contestó desestimando la pregunta, y sonriendo provocadora– Más bien lo contrario, leí que en las mujeres aumenta la testosterona, por lo cual sería de lo más beneficioso.
- Oh, ya veo...tiene sentido –suspiró él, al sentir el placer de las caricias– ¿Pero no debería hacerte sentir bien yo a ti en ese caso, además así no te cansas?
- Todo a su tiempo, también me hace sentir bien verte derretirte bajo mis manos... y mi boca. A los buenos soldados hay que recompensarlos, es lo justo.
- Sí, señora.
El día más esperado del año, y hasta entonces de la vida de Kohaku, había llegado. Revisó junto a Tsukasa una última vez más las mejores estrategias, ambos habían estudiado las técnicas y puntos fuertes y débiles de la otra finalista. La pelea era a las 20hs, y parecía que el estadio estaría colmado a reventar. Kohaku llegó junto a Stan y Tsukasa, tranquila y muy centrada, confiada en todo lo que había hecho para estar allí. Se sorprendió mucho cuando estaba por entrar al estadio, y de pronto oyó que gritaban al unísono su nombre muchas voces. Se volteó, y se emocionó mucho cuando vio que allí estaban todos sus amigos y familia: Kokuyo, Ruri, Nikki, Kirisame, Mozu, Ryusui, Gen, Chrome y hasta Senku, que había vuelto meses antes a Japón cuando finalizó su beca en Estados Unidos.
- ¡Chicos! –exclamó, y corrió hacia ellos– ¡Están todos! ¿Qué...?
- No nos íbamos a perder la oportunidad de verte y apoyarte en la final, Kohaku-chan –Dijo Gen.
- Muchas gracias por venir, de verdad. Todos están tan ocupados con sus cosas, y no pensé que los vería a todos juntos algún día.
- Los cumpleaños y las bodas tienen ese poder de convocar, y ahora podemos agregar una competición nacional a la lista.
- ¿A quién tengo que agradecerle por hacerlo posible? O a quiénes, mejor dicho, no se conocen todos con todos todavía.
- A Tsukasa y a Stan –Dijo Nikki, señalándolos– Por lo que hablamos antes de que llegues, Stan nos organizó a tu familia, Kirisame, Mozu y a mí, mientras que Tsukasa les avisó a los chicos.
Encantada con la sorpresa, Kohaku se volteó para abrazar a los dos hombres al mismo tiempo, agradeciéndoles con un fuerte apretón.
- Además, si ganas, esta misma noche nos tenemos que poner a organizar las despedidas de solteros de ambos –dijo Mozu.
- ¿Todavía no hay fecha de boda y ya estás pensando en eso? –Cuestionó Kohaku riendo– Bueno, si se trata de ti no debería extrañarme tanto. Creo que lo haces porque el que quiere fiesta eres tú.
- Oh, no lo dudes. No te olvides que, si tú y Stan se conocieron, fue gracias a mí y mi épica fiesta, mínimo debería ser el padrino de bodas –Contestó guiñando un ojo, y colgó un brazo alrededor de Ryusui.
Aunque la mayoría captó la intención bromista de Mozu, hubo varias sonrisas tensas, al menos de parte de los amigos más cercanos que sabían que en esa famosa fiesta, Kohaku y Senku estaban saliendo todavía, aunque no formalmente. Para volver a tierra segura, Nikki empujó amistosamente a Mozu a un lado y abrazó a su amiga.
- Ve a ganar y haz polvo a esa chica, Kohaku, tú puedes, entrenaste mucho para este día, es hora de cumplir tu sueño.
- ¡Sí! ¡Lo haré! –contestó confiada, alzando el puño.
- ¡Ah! Kohaku... ¿puedo pedirte un favor? –Le preguntó, un poco sonrojada.
- Sí, claro, Nikki.
- ¿Puedo peinarte para la pelea?
- Oh... ¡Sí, me encantaría! ¡Gracias!
Nikki sonrió radiante, y se puso detrás de ella. Se despidieron con las últimas palabras y abrazos de apoyo, Kokuyo y Ruri fueron los últimos en abrazar a la joven, y luego la dejaron ir. Pero antes de entrar, un grupo de periodistas se interpuso en el camino del grupo, poniéndole un grabador delante de Kohaku.
- ¡Kohaku-san! ¿Cómo se preparó hoy para esta pelea?
- Veamos... –sonrió con picardía, decidida a provocar, burlándose de las venenosas palabras de su oponente –Entrenando con mi maestro, haciendo el amor con mi novio, y confiada gracias al llamado de apoyo de mi tía. Espero que sea suficiente para ganar, ¿ustedes qué creen?
Todos rieron ante la picante respuesta, y se oyó el vitoreo de parte de sus amigos y de los que estaban cerca, festejando el humor de la joven. Una vez que se calmó el ambiente, Kohaku estaba mucho más animada y feliz, y fue al vestuario junto con Nikki para vestirse y dejarse peinar. No era solamente por una cuestión estética, sino que siempre las luchadoras procuraban hacerse algún peinado bien apretado y firme para que el pelo no se interponga en el medio. Hasta ese entonces se lo habían hecho asistentes desconocidas, pero que fuera una de sus mejores amigas la que la peinara para la final, tenía un valor especial.
Una hora después, faltando quince minutos para el inicio de la pelea, Kohaku precalentaba y trotaba un poco, ya totalmente lista, no podía negar que sentía un poco de ansiedad. Tsukasa le apoyó una mano en el hombro, llamando su atención.
- Kohaku, ¿cómo te sientes?
- Bien, estoy bien. Hice todo lo que pude, y di lo mejor cada día, no tengo nada de qué dudar o arrepentirme. Y gracias a ti, que fuiste el mejor maestro, también estoy aquí.
- Entrenarte fue la mejor decisión que tomé en mi vida profesional, además de mi propio camino. Encantado de que sigamos haciendo equipo juntos.
Tsukasa le tendió su mano, que Kohaku tomó y apretó, para luego abrazarlo. Luego se acercó Stan, que parecía más nervioso que ella.
- Todo el éxito del mundo, preciosa. Es tu momento de brillar una vez más –Le acarició el rostro con ambas manos, mirándose a los ojos con intensidad, y la besó.
- Sí, y lo haré. No puedo desilusionar a nuestros amigos, que ya están planeando las despedidas de soltero y todo.
- Mozu y Ryusui son terribles, te juro que no estaba al tanto de eso. Pero si te sirve como incentivo, no me voy a quejar, futura señora Snyder. Pero escúchame –se puso serio– recuerda que no todo es un título y un resultado, te quiero entera, eso es lo más importante. No te creas que vas a escaparte de casarte conmigo si realmente te supera esa mujer hoy, y ni loco voy a esperar un año más.
Con un último beso y palabras de amor y apoyo, Stan se despidió y se fue con Nikki a sus respectivos asientos. Unos minutos después, los asistentes del evento le avisaron que estaba por comenzar, y los siguió, con Tsukasa detrás. Para esa pelea incluso estaba especialmente bonita, Nikki le había hecho un trenzado cosido en forma de vincha y de corona, que realmente la hacía lucir como una princesa, aunque no había sido a propósito por la burla de su oponente.
Cuando llegó, Suzumi Tamao ya estaba allí, su presentación estaba terminando y el público la vitoreaba. La mujer tenía un pelo negro azabache también arreglado, pero en forma de múltiples y finas trenzas. Era un poco más alta que Kohaku, y tenía unos oscuros ojos marrones que lucían amenazantes. Miró a la rubia de arriba abajo con una sonrisa despectiva y burlona, y se fue a su rincón. El presentador le dio la bienvenida a Kohaku, enumerando brevemente su impresionante historial invicto y dejando al aire la pregunta de si ganaría su primer campeonato y el título, manteniendo la racha, o si lo perdería allí contra la actual campeona nacional. Las dos rivales se volvieron a encontrar en el medio del octágono enrejado que servía de ring, y cuando se les preguntó si estaban listas, ambas asintieron y se chocaron los puños, sonriéndose desafiantes. Se alejaron unos metros, y la campana sonó.
Con los puños en alto, se movieron como siguiendo el perímetro de un círculo invisible, midiéndose como dos predadoras, preparándose para librar el primer golpe. Kohaku estaba muy concentrada, y ya había recibido la advertencia de Tsukasa de estar "en cero", y no ceder a ningún tipo de provocación de parte de su contrincante. El primer golpe lo lanzó ella, que Suzumi evadió ágilmente, contratacando con su propio puño. Era zurda, a diferencia de Kohaku, con lo cual tenía que tener cuidado con siempre mantener activa su defensa de ese lado. La rubia dio un ágil salto al costado, pivoteando para dar una fuerte patada, estrategia estrella insignia de Tsukasa. Ese golpe sí conectó con la cintura de la otra, y el público gritó con entusiasmo. No fue muy fuerte, pero bastó para marcar el inicio serio de la pelea, era un golpe más psicológico que físico.
Los siguientes intercambios de golpes se sucedieron, y Kohaku no estuvo exenta de recibirlos tampoco. Estaban a la par las dos luchadoras, Suzumi demostraba que no por nada era la campeona hasta la fecha, era difícil encontrarle aperturas y fallas en su técnica. Kohaku compensaba con su increíble agilidad y reflejos, su perfecta vista la ayudaba mucho a esquivar a tiempo ataques que, de haber conectado, podrían haber sido bastante peligrosos. Puños, patadas y entrelazamientos se intercambiaban sin tregua, y se percibía un ambiente muy tenso en el estadio, mezcla de gritos de apoyo, y jadeos de suspenso y emoción ante la feroz lucha. El primer round fue muy parejo, y sin mayores heridas para ninguna, ambas lo habían planeado para buscar los puntos débiles de la otra. Mientras bebía unos sorbos de agua, Tsukasa le susurró sugerencias y estrategias para ponerse en ventaja.
El segundo round comenzó, y Suzumi parecía determinada a terminar la pelea pronto, ya que comenzó con un avance mucho más agresivo, apuntando a las zonas del cuerpo más vulnerables y dolorosas. Por suerte, Kohaku tenía una excelente defensa, pero no pudo detener todos los golpes, y más de una vez terminó contra las redes, bajo una lluvia de golpes que sólo pudo resistir. No era una buena idea solamente quedarse quieta y recibir el brutal ataque, pero esperaba que en algún momento su oponente se canse un poco, y ahí ella contratacaría. La rubia se agachó mínimamente, y cuando Suzumi erró un golpe que iba a estar dirigido a su cabeza, fue cuando Kohaku encontró la oportunidad de dirigir un "gancho" hacia el mentón de la pelinegra, haciéndola retroceder un paso. Eso fue suficiente para salir de allí, y la oportunidad de contratacar. Pero para sorprenderla, optó por acercarse mucho y "abrazarla", para mantenerla quieta y poder enredar una pierna detrás de la rodilla de la otra, y hacerla caer.
No duró mucho su ventaja, pero lo suficiente para golpearle el rostro un par de veces, haciéndole sangrar la ceja. Y hubiera seguido, pero la campana sonó nuevamente y el árbitro las separó, acabando así el segundo round. Aunque todavía no tenía cortes o magulladuras notorias en la cara, Kohaku estaba respirando aceleradamente, y trató de recuperarse lo mejor que pudo. Por el rabillo de su ojo captó la figura de Stan, pero evitó mirarlo, no quería ver su rostro preocupado, y todavía no había nada que temer, estaba controlada y entera.
El minuto de descanso terminó, y las dos luchadoras volvieron a encontrarse en el medio del octágono para comenzar el tercer round. Kohaku no tenía opción, tenía que ser ella la que se pusiera en ventaja, o su victoria podría peligrar por una cuestión de puntos, aunque terminara de pie la pelea. Tsukasa le había recomendado que use más sus piernas, no sólo en movimientos de agilidad, sino también de patadas y llaves, tenía que arrinconar a su contrincante, y arremeter con todo. Arriesgándose con una táctica peligrosa, se dejó golpear una vez, pero para aprovechar el impulso del ataque enemigo y atraparla. Alcanzó a rodearle la pierna a la pelinegra con la suya propia, y arremetió ahí con su propia lluvia de golpes, logrando conectar varios de ellos directamente en el rostro, por ambos lados.
En un descuido, estiró demasiado los brazos, apertura que la otra aprovechó para colar los suyos en el medio y detenerla. Eso fue un grave error, ya que Suzumi logró darle una patada directo al mentón, muy dolorosa, y que la aturdió. Un jadeo al unísono se oyó de parte del público, reconociendo el duro golpe, pero Kohaku resistió el dolor y se echó encima para encerrarla con sus piernas. Las dos quedaron inmovilizadas en ese momento, tanto de brazos como piernas, y se miraron con los ojos refulgiendo. El árbitro intercedió y las separó, y luego de eso intercambiaron unos golpes más ligeros, la rubia retrocediendo sutilmente para recobrarse del aturdimiento. Pero en una veloz finta, la pelinegra se coló por debajo de la defensa de Kohaku, y le asestó una combinación de puño en la sien y luego rodillazo que la hizo tambalear y jadear. Una vez más, la campana sonó, obligándolas a ir cada una a su rincón, y salvando a la rubia.
- Mierda, es buena –Reconoció Kohaku, sacudiendo la cabeza, y tratando de enfocar los ojos.
- Esos fueron unos feos golpes, Kohaku –Le advirtió Tsukasa, preocupado. El último puñetazo también le había hecho un corte en la ceja, de pura suerte no le había afectado el ojo– Levanta la cabeza.
Ella hizo lo que le pidió, y gruñó de dolor cuando él le tocó la quijada. Le limpiaron la sangre rápidamente.
- No puede volver a atacarte así, o te va a romper la mandíbula. No vuelvas a dejarte golpear para tomar ventaja, no más, ¿entendido? Eres ágil, aprovéchalo, evade y ataca.
- Sí, o mi cuerpo va a ser un arcoíris multicolor mañana.
Luego de tomar un sorbo de agua, Kohaku sacudió el cuerpo y trotó un poco, sonriendo brevemente con alivio cuando volvió a tener el control de su cuerpo. Comenzaba a preocuparse, se estaba cansando, y había recibido muchos golpes fuertes, definitivamente ese era el combate más duro de su vida. Pero desestimó esos pensamientos, y sus ojos buscaron en la platea a sus amigos, que los encontró a todos alzando el puño hacia ella en señal de apoyo, gesto que les correspondió, y luego miró hacia Stan con su sonrisa más confiada, a pesar del protector bucal. Su novio trataba de ocultar sus ojos llenos de preocupación, y tragó duro visiblemente, antes de sonreírle y lanzarle un beso al aire, guiñándole un ojo para recordarle sus palabras anteriores a la pelea. Eso le generó una ola de energía dentro suyo que la revitalizó. Sí, aunque los resultados no lo eran todo, esa pelea estaba muy pareja, tenía oportunidades de ganarla si usaba bien la cabeza y no se desesperaba. Tenía que confiar en su arduo y diario entrenamiento, y todo lo que había aprendido con Tsukasa, tenía a un campeón mundial como maestro, nada menos.
Con esa energía renovada, Kohaku enfrentó el cuarto round. Cambiando de estrategia, se decantó por mantener una distancia prudente de Suzumi, y sólo se acercaba para conectar los golpes más veloces y certeros que podía. Tanta fue su agudeza, que logró quebrar la defensa de la mujer, y la confundió con un par de fintas y de veloces giros, que le dieron mucha potencia a sus puñetazos y patadas. La otra se percató de la estrategia, y logró anticiparse a uno de sus golpes, suficiente para detenerla y recortar la distancia. La engañó simulando un puñetazo derecho, que en su lugar lo usó para lanzarse contra Kohaku y tirarla al piso. Demasiado rápida, la pelinegra se trepó encima, presionándole el cuello con un antebrazo, y aplastándola en su abdomen con el peso del cuerpo. Sabiendo que eso podía ser su final si Suzumi lograba hacerle una llave completa, empujó con todas sus fuerzas las caderas hacia arriba, aprovechando esa fracción de segundo para rodar y escapar del ataque. Se puso de pie, al igual que su oponente, y ambas levantaron los puños en posición de defensa.
Pero no podía dejarla descansar, así como ella no podía permitírselo, por lo que se arriesgó una vez más a acercarse. Pese a las advertencias de Tsukasa, confió en su instinto, y bajó la defensa de su lado izquierdo. En cuanto Suzumi quiso aprovecharse para golpearla, Kohaku lo esquivó por apenas unos milímetros haciéndose al costado, y con un medio giro poniendo todo el peso de su cuerpo, conectó un puñetazo directo al plexo solar de su oponente. Sabía que ese golpe era letal, incluso podía causar un noqueo directo, ya que anulaba la respiración y la respuesta nerviosa de un cuerpo. Pero sin confiarse, aprovechó la oportunidad en que la mujer jadeó tratando de incorporar aire con dificultad, y la atrapó de un brazo y una pierna para tirarla al piso. Sin piedad, y con una urgencia como si fuese una cuestión de supervivencia, se colocó detrás de Suzumi, le atrapó una pierna con ambas suyas, y le sujetó la barbilla con el brazo, forzándole la cabeza hacia el lado opuesto al cuerpo.
Esa peligrosa llave era conocida como "twister", podía ser letal ya que era un ahogamiento, y si el oponente hacía un movimiento equivocado, su cuello estaba en peligro de ser torcido, por lo cual sólo le quedaba rendirse. Y como esperaba, unos segundos después, la pelinegra golpeó con su mano el suelo en señal de sumisión, rindiéndose, con la cara muy roja e hinchada. El árbitro las separó e hizo la señal de que se había terminado la pelea. Kohaku no podía terminar de creerlo, había sucedido demasiado rápido, pero había logrado someterla y ganar así la pelea, en menos de un minuto. Cuando cayó en cuenta de eso, sus oídos captaron el rugido y vitoreo del público, enloquecido. La rubia miró a Tsukasa en el rincón, que tenía una sonrisa de alivio y de orgullo de oreja a oreja, y la aplaudió sonoramente. Luego no pudo evitar mirar a Stan, que estaba boquiabierto y con los ojos brillantes, intentaba sonreír mientras se jalaba del pelo hacia atrás con las dos manos.
El árbitro captó la atención de Kohaku, y le pidió acercarse a él. Sostenía con una mano la muñeca de Suzumi, que tenía una cara muy amarga en el rostro, pero hizo una pequeña reverencia con la cabeza hacia la rubia. Kohaku se dejó tomar de la muñeca también, y a la par del entusiasta presentador, le alzaron el brazo en señal de victoria. Todavía estaba un poco aturdida, una combinación de emoción y de incredulidad: Había ganado, era campeona nacional, el título era suyo. Para terminar de confirmar esa realidad, un enorme cinturón que resplandecía en plateado y dorado con las siglas "MMA" fue entregado a ella los siguientes segundos, el cual alzó a lo alto ante un renovado vitoreo del público.
Una vez cumplido con ese protocolo, que daba por finalizado oficialmente el evento, Stan no pudo aguantarse más y buscó el acceso para subir al escenario. Corrió a abrazarla, y a pesar de sentir todo el cuerpo adolorido, Kohaku se quitó el protector bucal y luego saltó en el aire para abrazarse a la cintura de su novio, y compartieron un largo beso de emoción.
- ¡Casi me muero, preciosa! –Exclamó– ¡De preocupación, y luego de emoción porque le hiciste un maldito twister! ¡Nuestro comienzo!
- ¡¿Eh?! –Preguntó confundida, ante ese último comentario.
- Te habrás olvidado, pero cuando yo te enseñé esa técnica, tú me besaste por primera vez, buscando zafarte –Explicó, riendo.
- ¡Ah! –Al fin lo recordó, y abrió mucho los ojos, la imagen llegándole a la mente.
- Con eso me ganaste aquella vez... y con eso ganaste doblemente ahora, a tu contrincante, y me volviste ganar a mí, oficialmente para siempre.
La volvió a besar, y en parte volvieron un poco a la realidad, oyendo el griterío de emoción alrededor. Se habían olvidado por completo que estaban a la vista de todos, y seguramente la mayoría estaba al tanto de lo que implicaba para ellos esa victoria, o lo harían pronto. Stan la levantó y la cargó en sus brazos, mientras ella sostenía el cinturón con una mano y se colgaba del cuello de él con la otra, riendo feliz y divertida, ignorando la vergüenza de la exposición.
- Ahora sí... ¿Nos casamos, preciosa?
Buenaaaaaas! Y yo que me decía "nooo, no tengo ganas de escribir la pelea, qué pereza". Y aquí me tienen, al final me entusiasmé, como siempre jajaja. Yo la "viví" y escribí con emoción ansiosa en el cuerpo xD, espero que la hayan disfrutado también. Y SÍ! SE CASAN! No podía esperar más, no podía con mi propio hype porque llegue el momento. Así que metí time-skip para no estirarlo sin sentido, y espero que hayan disfrutado también los momentos con el pequeño y adorable Sam. Se merecen toda la felicidad estos dos tortolitos preciosos.
En fin, gracias por leer y apoyar, se les quiere! Hasta el próximo capítulo!
