La luz del sol de la mañana que se filtró por la ventana los encontró entrelazados en un cariñoso abrazo de pies a cabeza, despertándose en el nuevo día. Stan le recorría la curva de la columna en una larga caricia, mientras la miraba largamente con una sonrisa suave y los ojos brillantes de felicidad. Kohaku tardó un poco más en abrir los ojos, estaba demasiado cómoda y relajada en los brazos de su flamante esposo, apoyando su cabeza sobre el pecho de él, encontrando los latidos rítmicos de su corazón como la música más disfrutable.
- Buen día, esposa mía –la animó Stan a despertarse.
- Buen día –se desperezó junto a él abrazándolo fuerte, y luego sonrió mirándolo a los ojos, antes de bromear– ¿Mi nombre ya no te gusta tanto? No lo escucho desde nuestros votos matrimoniales en la tarde de ayer.
- Es hermoso, pero me gusta demasiado cómo suena "esposa" y "señora Snyder". Kohaku Snyder es música para mis oídos también. ¿Puedo disfrutarlos un poco más?
- Soy tuya, puedes disfrutarme de la forma que quieras –le contestó con picardía.
- Me gusta esa respuesta, nada mal –susurró juguetón, besándole la comisura de los labios, y suspiró profundamente– Es que todavía no puedo creer que finalmente nos casamos y de verdad ahora eres mi esposa. Pasó de ser un sueño a una realidad. Todavía me acuerdo cuando dudaba si te merecía, si tendríamos alguna chance de futuro, o si podría ser cierta tanta felicidad y durar mucho tiempo.
- Ahí tienes aclaradas tus dudas, todo "sí", como el que nos dimos ayer.
- Sí... gracias, por tanto.
- A ti. Más bien soy yo la que no puede creer que tiene por esposo a un hombre tan maravilloso, hermoso y tan lleno de amor. ¿Y voy a pasar el resto de mi vida contigo? Soy una mujer muy afortunada.
- Comparto el sentimiento, pero yo sintiéndome el hombre afortunado –Suspiró feliz– ¿Qué te parece si no salimos de la cama en todo el día, como ofrenda a nuestra fortuna?
- Hasta el mediodía, tómalo o déjalo –Sonrió, ante el mohín de Stan– Tenemos que hacer las valijas para la luna de miel, ir a buscar a Sam a la casa de mi familia, y...
- Ya, ya, de acuerdo. Disfrutemos entonces desde ahora, cada minuto cuenta –Contestó, y la abrazó más fuerte antes de besarla profundamente.
Un par de horas más tarde, todavía en la cama, en silencio, solamente disfrutándose. Kohaku fue la que tuvo la determinación de levantarse de una vez, por más que compartía las ganas de seguir acostados. Abrió el armario para elegir la ropa del día, y sin querer tiró la bolsa de cartón que guardaba el disfraz de policía completo que había usado para la despedida de soltero de Stan. El bastón policial de juguete rodó hasta los pies de él, que lo levantó con una expresión divertida.
- ¿Así que sigues guardando esto, preciosa? No me quejo, pero no sé si lo haces para tenerlo de recuerdo, o para volver a usarlo.
- Creo que sería más lo primero, no iba a descartarlo, pero tampoco pensaba repetir lo mismo otra vez.
- "Lo mismo" –Murmuró Stan más para sí mismo, y sonrió con malicia– Oye... ¿Dónde compraste esto?
- En una tienda... un "sex shop".
- ¿Y cómo llegaste a ella? No te pregunté sobre eso, ahora que lo pienso.
- Mozu me acompañó.
- ¿Qué... qué? –Preguntó boquiabierto– ¿Mozu entró a la tienda contigo... a comprar esto?
- Sí. Te dije que yo tuve la idea, pero no lo había hecho nunca antes, por lo cual no conocía esos lugares. Parece que Mozu sí tuvo la curiosidad o la experiencia antes, por lo que me recomendó una tienda, y se ofreció a acompañarme para que no me diera tanta vergüenza entrar sola, y al menos que fuera más divertido.
- Ya veo. De seguro se divirtieron, y te iluminó en la materia, hay para todas las experiencias, prácticas y colores allí.
- Eeeh... no hicimos una visita tan exhaustiva, aunque entiendo lo que dices por lo que alcancé a ver en las vidrieras y estantes. Sólo fuimos a comprar esto.
- Hmm –su sonrisa pícara se amplió– Oye, se me ocurre algo. ¿Te gustaría ir conmigo, y elegimos algo juntos para estrenar en nuestra luna de miel? Algún juguete o algo así, para variar. Venimos siendo tradicionales hasta ahora.
- Ooh –Los ojos de Kohaku se abrieron con sorpresa, y le devolvió la misma sonrisa– ¿Quieres probar algo de eso?
- No lo había pensado antes, pero no estaría nada mal. Hay cosas sencillas y divertidas, podemos empezar con algo de eso. Son accesorios pensados para el placer, no dañan... o no la mayoría.
- Está bien, vamos... ¿cuándo? No tenemos mucho tiempo antes de viajar.
- ¿Después de almorzar, antes de ir a buscar a Sam? –Sugirió él.
- Puede ser, pero me da vergüenza pensar que mi familia pudiera ver la bolsa, a menos que lleve una mochila –Admitió con una risilla nerviosa– No queda lejos, un par de estaciones de tren hacia el centro...
- Amor, sé que fue repentino y no lo esperábamos, pero recuerda que ahora tenemos coche, gracias a Ryusui. Olvídate de tomar el tren, y podemos meter lo que compremos en el baúl.
- ¡Oooh, es verdad! –Sonrió ampliamente– Es que todavía no asimilo que nos regaló un coche. A partir de ahora será mucho más fácil viajar con Sam, también. A la vuelta de nuestra luna de miel quiero aprender a manejar.
- Puedo enseñarte yo, ¿qué te parece? –Le guiñó un ojo– Podemos hacer escapadas durante los fines de semana para descansar, de paso practicas, y luego tomas el examen para el registro.
- ¡Me encanta la idea, gracias Stan! –Exclamó radiante.
Muy animados, luego de vestirse se dispusieron a preparar el almuerzo. Como era un día soleado y hermoso prefirieron comer en el jardín exterior de la casa, poniendo una pequeña mesa baja entre ellos para apoyar los platos y vasos, pero disfrutando de sentarse en el pasto. Normalmente no podían hacer eso porque Sam les estaba encima haciéndoles ojitos dulces para conseguir algo de comida fresca, por lo que disfrutaron de hacerlo relajadamente. Aprovecharon un poco más el sol y se quedaron sentados en las reposeras mientras digerían la comida. Kohaku envió un mensaje de texto al grupo de su familia para decirles que en poco más de una hora estarían allí para ir a buscar a Sam. La rubia anotó la dirección de la tienda y al rato salieron hacia allí. El coche tenía hasta un dispositivo GPS incorporado, por lo cual anotaron la dirección y siguieron el recorrido sugerido, llegando en menos de quince minutos de viaje. Estacionaron el coche en una de las calles de Sotokanda, en el área de Chiyoda, y entraron a la tienda llamada "Love Merci". El lugar tenía cinco pisos, cada uno dedicado a distintas categorías de juguetes, accesorios, lubricantes, ropa sensual, lencería, disfraces, y BDSM. Le preguntaron a la vendedora que los recibió por el área de juguetes sexuales para parejas, y ella los guió al área correspondiente.
- ¿Entiendes ahora a lo que me refería cuando te dije que sólo vimos los disfraces con Mozu? –Le preguntó Kohaku.
- Sí, ya veo –asintió él, sorprendido de las dimensiones del lugar– Bien, tenemos variedad para curiosear.
Caminaron por los pasillos, mirando con curiosidad la inmensa cantidad de juguetes y accesorios, algunos de apariencia más inocente que otros. Muchos de ellos podían pasar por objetos de diseño exclusivo, sin evidenciar que se trataban de juguetes sexuales. Contuvieron sus risas por la sección de consoladores, en especial lo realísticos, pasando de largo ya que no eran lo que buscaban, aunque haciendo chistes al respecto de algunos tamaños un poco exagerados. De pronto, Kohaku soltó un jadeo de sorpresa y se acercó a un estante, donde había unos pequeños juguetes metálicos con forma de huevo cónico, en su extremo con "joyas" grandes coloridas y brillantes.
- Oooh, ¡qué lindo es esto! Jaja, perdón, me llamó la atención más la joya que el juguete. ¿Qué es esto? –Preguntó con curiosidad, agarrando uno– Es muy pequeño comparado con los otros, y la forma es muy particular.
- ¿De verdad no lo sabes, preciosa? –Re-preguntó Stan, con una sonrisa burlona.
- No... no estoy acostumbrada a estas cosas –Contestó ella– Dímelo de una vez, ya que lo sabes.
- Es un plug.
- ¿Un qué? –Preguntó, siendo que la palabra en inglés significaba "enchufe"
- Un plug –Y aclaró en voz más baja, apenas conteniendo su sonrisa– Anal.
- Ah... –Murmuró un tanto incómoda por no haberse dado cuenta antes, y por la imagen mental– ¿O sea que esto...?
- Es para preparar y estimular el área, claro que lo usan ambos sexos. O bueno, en teoría se lo pueden dejar puestos, por eso tiene esa base que es como un tapón, mientras hay doble pe...
- Sí, ya entendí –Se apresuró a interrumpirlo, muy sonrojada.
- Sabes –Susurró Stan contra el oído de ella– No voy a negar que más de una vez pensé que me gustaría probar eso contigo. No el juguete, sino...
- S-sí, ya entendí –Repitió Kohaku, roja como un tomate– Hmmm, si te soy sincera, no sé si me atrevo contigo. Es decir, confío en ti y todo, pero... no creo que sea cómodo, eres...grande.
- Sí, me imaginaba que pensarías algo así, por eso no te lo propuse antes. Pero si te animas, podemos empezar con algo como esto. Y si te gusta, eventualmente podemos llegar poco a poco.
- Bueno, si lo dices así no podría rechazarlo sin siquiera pensarlo –Murmuró, sin estar del todo convencida. Luego de unos segundos sonrió– ¡Ya sé! ¡Yo lo pruebo si tú también lo haces!
- ¿Perdón, preciosa? – Preguntó sorprendido, abriendo mucho los ojos.
- Oh vamos, entendiste perfectamente, Stan –Le contestó, con una risilla– Que yo no sea la única que pruebe con este juguete. Dijiste que lo usaban tanto mujeres como hombres, ¿no? Probemos juntos, al menos esto... no más. ¿Qué dices?
- Ah... –Frunció el ceño, y luego la miró– Ahora soy yo el que no podría rechazarlo sin siquiera considerarlo, porque estaría siendo injusto contigo si me niego, pero te insisto a que tú sí lo pruebes. ¿O sea que propones que compremos dos, y lo estrenemos juntos?
- Sí, esa es mi condición. Si tú te animas, yo me animo –Afirmó con una sonrisa maliciosa– Además, según sé, el punto G del hombre está en la próstata, y esa sería una forma de alcanzarlo. Por lo cual en resumen lo pasarías más que bien.
- Curiosa propuesta, que los usemos juntos –Murmuró– Al demonio, sí, dicen que hay que probar todo al menos una vez, ¿no? Y si es contigo, estoy seguro que nos cuidaremos mutuamente y lo pasaremos bien. ¿Cuál te gusta?
- Empecemos por el más pequeño, por las dudas –Dijo con timidez.
- Sí, lo sé, me refería al color, preciosa.
- ¡Ah! Eeeh... este rojo es muy bonito.
- Bien, yo me quedo el azul –Agarró ambos del estante, cada uno con su bolsita de raso– Y si te parece... ¿qué dices si elegimos un juguete más para cada uno, tú me lo eliges a mí, y yo te lo elijo a ti? Pero que sea sorpresa.
- ¡JA! ¡Me gusta la idea! –Exclamó divertida.
- Sólo te pido que no sea algo extremo, y que pueda usarlo contigo.
- Claro que sí, Stan, y lo mismo digo. ¿Lo pagamos por nuestra cuenta y cada uno lo guarda en su valija hasta que decidamos usarlos?
- Sí, está bien. Yo pago por estos dos también, tú elije un lubricante también.
- De acuerdo. Nos encontramos afuera en un rato, entonces, ¡qué divertido!
Asintiendo ambos con una sonrisa, se dieron un casto beso y se separaron para buscar el regalo para el otro.
Cuando se encontraron fuera de la tienda, ambos se sonrieron con picardía, y guardaron las dos bolsas en el baúl antes de continuar el viaje. Kokuyo y Ruri recibieron a la pareja con un cálido abrazo familiar, interrumpido por Sam que saltó hacia ellos gimoteando y lamiéndolos como si no los hubiera visto por una semana, en lugar de menos de un día. Se sentaron a compartir un té y rememorar brevemente los momentos más lindos de la boda, y Ruri les mostró algunas de las fotos que sacó, todas muy hermosas. El fotógrafo contratado les entregaría las fotos y videos en quince días, para cuando el matrimonio estuviera de vuelta en el país, por lo que tendrían que aguantarse hasta entonces para ver todo el material profesional. Un rato después Kohaku dijo que tenían que volver a preparar las valijas, de todas formas, iban a verse al día siguiente para un último almuerzo junto a Lillian también, y dejar al perro al cuidado de la familia, ya que a la noche sería el vuelo.
Justo antes de llegar a la casa decidieron dar un paseo con Sam por el Parque Yoyogi, por lo cual estacionaron el coche cerca y disfrutaron de la relajante y maravillosa vista, ya que ese parque también tenía un área dedicada a los árboles de cerezo. Estuvieron por allí poco más de media hora, y volvieron a la casa luego para finalmente dedicar el resto del día a hacer todos los preparativos para el viaje.
Al día siguiente Kokuyo, Ruri y Lillian fueron al almuerzo en la casa de la pareja, para que la cantante conociera la finalmente. La rubia estaba más que fascinada, y parecía ella más feliz de haber colaborado para que Kohaku y Stan pudieran vivir en un hogar tan hermoso y soñado. Él se esmeró en cocinar uno de sus mejores platillos "originales", la receta que a su esposa tanto le encantaba, fideos de arroz con verduras y pollo, cocinados en una especial salsa de mostaza, miel, salsa de soja y vino blanco. La cantante lo aplaudió sonoramente, expresando su gusto con mucho entusiasmo en cuanto probó bocado. Además de ponerse al día en persona, Lillian les contó con más detalles las sugerencias de todo lo que podían hacer en Buenos Aires, lo que debían comer sin falta, y lugares que visitar.
Como ya tenían todo listo, aprovecharon la visita hasta pasada la tarde, y se despidieron cálidamente de todos, prometiendo muchas llamadas y fotos. También tenían que despedirse de Sam, que los dejó al borde de las lágrimas a ambos, de sólo pensar cuánto extrañarían a su adorable compañero perruno. Los acompañaron al auto para ayudarlos con la bolsa grande de alimento, así como la camita y juguetes de Sam, y se despidieron con un último y fuerte abrazo de Lillian y Ruri, ya que Kokuyo los llevaría al aeropuerto luego.
Cenaron temprano algo muy ligero, ya que tenían casi un día entero de vuelo, divido en dos vuelos de poco más de diez horas cada uno, con una escala de casi diez horas en el medio. Eligieron ese vuelo de la aerolínea United ya que la escala era en Houston, Texas, con lo cual tenían la oportunidad de verse brevemente con Xeno y Tatyana, aprovechando la cercanía. Con mucha emoción y expectativa, tomaron su equipaje y partieron los tres. Kokuyo los despidió cariñosamente en el aeropuerto, deseándoles el mejor viaje y disfrute.
El viaje fue muy largo pero tranquilo, intentaron dormir todo lo que pudieron ya que era de noche. A la mañana temprano llegaron a Houston, donde Xeno y Tatyana los estaban esperando afuera.
- ¡Hola! ¡Muchas gracias por venir a buscarnos! –Exclamó Kohaku, saludando a la pareja con afecto.
- No es nada, vinimos en mi coche –dijo Tatyana.
- ¿Pero y el trabajo en la NASA? –Preguntó Stan, mirando a su amigo.
- Yo estoy al mando, y dejé gente encargada para reemplazarnos, sólo será por un día–Contestó Xeno relajado– No dejaríamos pasar la oportunidad de verlos, estando tan cerca y siendo que no abundarán las ocasiones para vernos en persona de ahora en más.
- ¡Eso es! –Apoyó Tatyana con ánimo, agarrando la mano de su novio– No se preocupen más por eso. Ademá,s vamos a estar cerca, podemos ir de a ratos para chequear cómo va todo, mientras ustedes se quedan en casa de Xeno y nosotros vamos y venimos. Así que... ¿Vamos a su casa a desayunar? Xeno apenas tomó un shot de café, para guardarse y que lo hagamos juntos.
- Oh, Xee... qué considerado, eso significa mucho para nosotros –Bromeó Stan, colgando un brazo por el hombro del científico.
Subieron las valijas y se acomodaron en el elegante coche de Tatyana, tuvieron un viaje de unos cuarenta minutos hasta la casa de Xeno, mientras el matrimonio les contaba emocionados de los planes de la luna de miel. Como sabían de la breve visita, el científico había comprado unas ricas tartas y galletas de panadería para el desayuno el día anterior. Disfrutaron comiendo y conversando, y luego los científicos los dejaron solos por un par de horas mientras volvían a la NASA para comprobar cómo estaban las cosas para allí, prometiendo volver para el almuerzo. Como agradecimiento por la molestia y la hospitalidad, Stan y Kohaku se ofrecieron a hacer el almuerzo.
El resto del día hasta volver al aeropuerto para conectar con el segundo vuelo fue tranquilo, entre el almuerzo y unas horas más de compartir juntos el rato. La pareja estaba igualmente enternecida de ver lo relajados y lindos que se veían Xeno y Tatyana juntos, muy naturales y cercanos en su trato, y la rusa se movía por la casa conociéndola como si fuera suya, lo cual daba la pauta que solía pasar más tiempo allí del que el científico les había contado. Una generosa merienda tardía fue lo último que compartieron antes de volver al aeropuerto, despidiéndose con cálidos abrazos y buenos deseos para ambas parejas.
El segundo vuelo fue también sereno y agradable, como era de noche al igual que el primero, también se propusieron aprovechar para dormir todo lo que podían. Hasta que el sueño acudiera a ellos, Kohaku repasaba con Stan las frases en español que había aprendido. Por suerte él sabía español por su aprendizaje en la escuela, además de unas pocas clases "turísticas" que habían tomado juntos para estar mejor preparados. Claro que podían hablar en inglés, pero a ambos les gustaba la idea de intentar comunicarse en el idioma local, al menos un poco. Habían decidido pasar dos semanas allí, una en la Ciudad de Buenos Aires, y la otra en Bariloche, en una de las provincias del sur del país, agregando un vuelo extra de unas dos horas para pasar dos días en El Calafate, donde visitarían el famoso "Glaciar Perito Moreno".
Llegaron al Aeropuerto de Ezeiza temprano por la mañana, desde donde tomaron un taxi para dirigirse al hotel que tenían reservado. Por recomendación de Lillian, eligieron uno llamado "Hotel Madero", en el barrio Puerto Madero, una zona bastante exclusiva y turística de la Ciudad de Buenos Aires, que combinaba los diques construidos a lo largo del Río de La Plata, junto con modernos edificios, zonas de amplios parques, y también lujosos restaurantes y bares dedicados a las visitas internacionales. Una vez allí, se anunciaron en la recepción, y subieron por el ascensor para acomodarse en la habitación. El hotel estaba orientado al turismo, habían elegido la "Signature Suite" para disfrutar de mucha comodidad, aprovechando que la moneda argentina era mucho más económica al cambio del dólar, por lo cual compensaban gastar un poco más en el alojamiento, cuando los restaurantes y visitas les resultaba mucho más baratas, incluso yendo a los lugares de alto nivel.
La gran habitación ambientada en tonos naturales y luminosos tenía sesenta y ocho metros cuadrados, con una sala de estar con sillones de cuero alrededor de un mesón de mármol, además del dormitorio con una cama tamaño King enorme. Incluso tenían su propia terraza privada con una "cama de día", con vistas a los diques. El baño era divino también, muy elegante y con una bañera de hidromasaje.
- ¡Qué bonita habitación! –dijo Kohaku satisfecha– No sé si es mucho, pero me encanta cuánto nos vamos a mimar con esto. Hasta tenemos nuestra propia máquina de café espresso, Xeno estaría feliz aquí.
- Preciosa, es nuestra luna de miel, no pensaba escatimar en nada. Aunque comparado con la suite de la "Post Ranch Inn" a la que fuimos en nuestra primera navidad, esta es hasta económica.
- Oh, todavía me asusta lo que pagaste por eso, pero fue hermoso e inolvidable –y agregó acercándose a él para darle un casto beso en los labios– Como todo contigo.
- Comparto el sentimiento, mi amor. Ah, reservé una sorpresa especial para ambos cerca del mediodía, pero primero vayamos a desayunar.
- ¿Ya empezamos con las sorpresas? Qué intriga, no puedo esperar... ¿Desayunamos aquí?
- Tenía en mente ir con una de las recomendaciones de Lillian, para empezar con todo.
- Sí que se esmeró con esa lista, aunque nos simplificó muchas opciones. Y si fue tan bueno para ella, que viajó y probó tantas cosas, no dudo en que nos gustará también. Así que cuéntame tu plan, siempre tan organizado y planeador...
- Sabes que si queremos que nos alcancen los días para visitar todo lo que nos interesó, hay que organizarse –le reprochó con falsa indignación– Bueno, pensaba ir a desayunar a una cafetería antigua y famosa que según el mapa está a unos diez minutos de aquí en taxi.
- ¡Oooh, creo que ya sé de cual hablas! Déjame chequear... –Kohaku sacó su teléfono de la cartera y revisó la conversación con Lillian– ¡Ja! Sí, ¿dices del "Café Tortoni"?
- Sí, el mismo. Hasta tenemos el menú de desayuno adelantado por la recomendación.
- "Churros rellenos de dulce de leche, con chocolate caliente" –Rió ella, leyendo en ese momento las mayúsculas de su tía– y dijo que la bebida era bien espesa e intensa, que quedó repleta.
- Creo que las recomendaciones de comida de Lillian fueron un setenta por ciento de dulces, y para abusar de las harinas.
- Yo me vine mentalmente preparada para volver con un poco más de curvas –reconoció Kohaku con una sonrisa culposa– Pero estoy tranquila que a la vuelta recuperaré la figura con el entrenamiento de Tsukasa y con nuestros trotes por el parque junto a Sam.
- A comer sin culpa, entonces –Asintió él, guiñándole el ojo.
Se cambiaron de ropa a una más apropiada para el clima local, y al salir, caminaron hacia la calle principal para tomar el taxi. Durante el recorrido alcanzaron a ver la emblemática Plaza de Mayo donde estaba la "Casa Rosada", que era el palacio presidencial del país. La cafetería era enorme y se le notaba lo antigua, tenía una ambientación entre elegante y cálida, mucha madera, en especial las mesas de roble y mármol verde eran preciosas, así como el impresionante techo con enormes y antiguos vitraux, que también podían apreciarse en algunas paredes. Pidieron los dos el menú recomendado por Lillian, que era la especialidad de la cafetería, y pudieron constatar luego lo delicioso que era.
Luego de desayunar, recorrieron la enorme cafetería, ya que tenía su parte histórica que servía como un estilo de museo, y decidieron volver caminando al hotel, aprovechando para conocer de cerca la zona de la Plaza de Mayo y alrededores. Una hora después llegaron finalmente al hotel, donde Stan reveló la sorpresa de la reserva que había mencionado: Una sesión individual para ambos de un masaje de casi una hora, graciosamente llamado en inglés "Jet Lag Revival Treatment massage", lo que les venía de maravillas luego de poco más de un día entero entre los vuelos de avión y la escala y la diferencia de horario entre Japón, Estados Unidos y Argentina.
El masaje estuvo delicioso, y quedaron tan mimados y relajados que no se contuvieron de dormir una siesta luego, estrenando la enorme y cómoda cama. Ese día se lo habían propuesto tomar con calma, paseando por la zona a pie. Almorzaron algo ligero ya que realmente habían quedado satisfechos con el goloso desayuno, y por la tarde fueron a caminar a la "Reserva Ecológica Costanera Sur", una amplia zona verde y natural, donde había dos enormes lagunas, una llamada "Laguna de los Patos" y hacia el otro lado se llegaba mediante un sendero a un mirador, ofreciendo la vista a la "Laguna de las Gaviotas". Era sorprendente que tan cerca de la ciudad estuviera ese enorme predio lleno de distintas especies libres de pájaros, peces y hasta reptiles, una escapada natural muy hermosa y relajante.
Volvieron casi al anochecer, y tenían el apetito abierto, por lo cual decidieron coronar ese primer día con una cena en un restaurante también recomendado y con trasfondo histórico. Se tomaron otro taxi hasta el centro de la ciudad, pero bajándose antes de su destino, para caminar por la Avenida Corrientes, una calle muy turística y llena de teatros y restaurantes, y así aprovechar para visitar el famoso Obelisco con su iluminación nocturna. El restaurante que habían elegido estaba a unas pocas manzanas, y de camino Kohaku le llamó la atención a su esposo cuando vio otra tienda que reconoció.
- ¡Mira, Stan! –Exclamó, señalándola– ¿Esa no es la marca de los alfajores que nos dijo Lillian?
- Sí, es. ¿Quieres entrar a ver?
- A ver y a comprar, ya que estamos aquí.
- Era una forma de decir, claro –Accedió sonriendo.
Entraron a la tienda "Havanna", que también tenía mesas de cafetería dentro. Al parecer había mucha variedad de gustos y coberturas de aquel dulce, que eran dos tapas de galleta blanda casi como un bizcocho, con un relleno que solía ser de "dulce de leche", así como había de mermeladas frutales y con mousse de chocolate consistente. Decididos a probar toda la variedad para degustar en toda la semana, compraron dos cajas surtidas, y luego sí se dirigieron al restaurante.
El elegido para esa noche fue el "Club del Progreso", un restaurante con más de ciento sesenta años, con una arquitectura antigua muy elegante y varios salones, distribuidos en varias plantas. Las paredes del salón en el que se acomodaron eran de madera con finas decoraciones talladas, enormes elegantes lámparas colgantes y de pared, y cuadros. Las mesas tenían manteles negros y blancos, con copas de vino y servilletas ya dispuestos. Una suave música de piano clásico sonaba en el ambiente, lo cual daba una agradable sensación de serenidad.
El camarero los atendió amablemente, y aunque ellos preguntaron por las recomendaciones en español, él les ofreció explicarles en inglés los platos que les interesaban en más detalle, y se decantaron por la máxima sugerencia y especialidad del lugar, un "cochinillo al estilo Segovia" cocido por muchas horas al horno de barro, con papas asadas. Con una sonrisa misteriosa, el joven les dijo que ese plato conllevaba una especial sorpresa, que iba a develarles luego. Acompañaron el menú con una botella de vino rosado que les fue recomendada, además de unas botellas de agua para cada uno. Cuando la comida llegó, era una bandeja enorme con un cochinillo entero, se veía dorado y crocante por fuera, muy apetitoso.
Notaron que estaba sin cortar, pero lo raro era que el camarero no llevaba consigo un cuchillo grande y afilado, con lo cual se extrañaron, dudando si podrían cortarlo con sus finos cubiertos. Pero la sorpresa fue develada dejándolos incrédulos, cuando el joven les mostró que iba a cortarlo... con un plato. Un plato grande de cerámica, por supuesto que redondeado y sin filo alguno. Les explicó que eso era parte de la tradición que venía de Segovia, y demostraba lo tierno que era aquel cochinillo luego de su larga cocción, pudiendo cortarse totalmente con un plato. Pidiendo perdón por el ruido que iba a ser, procedió a efectivamente cortarlo así en seis partes, haciéndoles agua la boca de lo delicioso que se veía. Le agradecieron al camarero, que se retiró luego de servirles una porción en sus platos, así como el vino en sus copas.
Tal como se esperaba, la carne se les deshacía en la boca casi sin usar los dientes para masticar, era demasiado delicioso y jugoso, nunca habían probado algo así antes. Era demasiada comida para los dos, pero como no habían pedido entrada ni habían merendado, pensaban comer con muchas ganas. Saborearon cada bocado con una sonrisa y una expresión de placer total, y se fueron más que satisfechos al hotel.
Ya de vuelta en la amplia habitación, no se contuvieron de probar uno de los alfajores que compraron, eligiendo el de dulce de leche y cobertura de chocolate. Se comieron un bocado cada uno al mismo tiempo, mirándose con una sonrisa para ver sus reacciones, y soltaron los dos un largo "mmmmm" de placer cerrando los ojos, y luego estallando en una carcajada.
- Oh, no me arrepiento para nada de volver a casa con pancita, si así empezamos –murmuró Kohaku con una risilla– ¡Es demasiado rico esto!
- ¿Se suponía que las cajas durarían toda la semana? No creo que suceda.
- Le doy tres días, cuatro como máximo.
Como no podía ser de otra manera, no dudaron en compartir otro más, eligiendo el de mousse de chocolate, que era más crocante, estaba también delicioso. Querían digerir toda la comilona antes de irse a dormir, pero ya no tenían energías para salir, por lo que se abrigaron un poco y se sentaron en el sofá-cama de la terraza privada, admirando la vista al puerto y las bonitas luces de la ciudad, además de hacer una video-llamada a la familia de Kohaku, y otra a Xeno, para compartir las experiencias y primeras impresiones del día. Claro que, sin mediar palabras, estaban esperando sentirse más livianos para terminar la noche con una dulce sesión de amor íntimo, como no faltaría cada día durante su luna de miel.
Lo que los sorprendió mucho y a lo que tuvieron que acostumbrarse los próximos días, pero no representó un reto para la joven pareja, fue algo que Lillian les había dicho también: "Buenos Aires es una ciudad que nunca duerme". Mientras que ambos estaban acostumbrados en Japón y Estados Unidos a cenar temprano, y que la actividad de la zona disminuyera con el correr de las horas de la noche, en ese momento se encontraban con que la ciudad parecía más bien despertar: Las calles, restaurantes y bares se empezaban a llenar a partir de las diez de la noche tanto de jóvenes como de adultos, así como los shows, las "milongas" y obras de teatro no empezaban antes de las nueve de la noche. Y si querían divertirse en alguna discoteca, que se habían propuesto visitar una para más diversión y conocer la noche porteña, estas no abrían antes de las dos de la mañana.
Aunque el hotel les ofrecía el horario de una cena temprana acorde a sus costumbres, no podían creer lo vacío que se encontraba a esa hora, ni que hablar si consideraban comer afuera, se sentían extraños de pedir platillos de cena cuando a su lado quizás había gente tomando un café con pastelería local como si fuera una merienda, o ver un grupo de amigos bebiendo unas cervezas con un puñado de maní o un plato de papas fritas. Por lo que, para no desentonar, y para vivir la verdadera experiencia local, se acomodaron a esos horarios y todo resultó ser mucho más agradable. También se sorprendieron de lo extrovertida y amigable que era la gente, muchas veces les iniciaban una conversación al oírles hablar japonés, particularmente sorprendidos porque no lo esperaban de Stan, y cuando él les decía que su país de origen era Estados Unidos, eso daba pie a divertidas conversaciones casuales en inglés o una mezcla de inglés con español, el famoso "spanglish". Era hasta gracioso cómo los invitaban improvisadamente a salidas, del estilo "si quieren venir, vamos a ir con los chicos al boliche más tarde", que era una forma popular de llamar a la discoteca.
Otra cosa que les sorprendió y también tuvieron que acostumbrarse, aunque habían oído de eso y estaban más preparados, era lo afectuosos que eran los argentinos entre sí y con ellos, más de una vez se sorprendieron cuando esas personas con las que compartían una charla se despedían de ellos con un abrazo o un beso en la mejilla, con tanta seguridad como si fueran amigos de toda la vida. Nunca vieron dos personas simplemente dándose la mano o haciendo una pequeña reverencia, todo era mucho más cercano y físico, con una enorme sonrisa en la cara y voz fuerte, animada. Por momentos era un tanto incómodo ya que estaba bastante lejos de las costumbres de ambos, pero a la vez tanta alegría y cálido entusiasmo eran contagiosos y se sentían curiosamente bien de recibir tanto afecto, era casi imposible mantener una cara seria o más solemne.
El viernes por la tarde se lo reservaron para ir a "La Viruta Tango Club", un lugar en el barrio de Palermo que se ofrecía a la vez como academia de baile, restaurante y milonga, daban clases diarias tanto de tango como otros estilos, rock & roll, salsa y bachata. Si bien el horario al que iban a ir era temprano, a eso de las cinco de la tarde, era para tomar una clase completamente dada en inglés, especial para turistas, lo que les resultó mucho más cómodo. Luego de esa clase había otras, una tras otra hasta tarde en la noche, pero iban a terminar molidos de cansancio si asistían a todas, además de que querían conocer también la milonga que se extendía desde la medianoche hasta las seis de la mañana en aquel lugar, con el agregado especial que esa noche habría también un show con una orquesta de tango en vivo para escuchar y para bailar. Prefirieron hacer sólo esa clase que era la más significativa para llevarse la verdadera experiencia local, luego volver al hotel a dormir una siesta para reponer energías y cenar temprano, y así luego volver a ir a aquel club de baile a terminar el día.
El lugar era amplio, con las paredes pintadas de rojo y el piso de baldosas negras, durante las clases las mesas y sillas del restaurante estaban prolijamente arrimadas a los bordes de la sala. Había ya algunas parejas que también habían llegado temprano, así como otros estaban allí con amigos, o los que estaban solos. Hasta que llegara la pareja de profesores, se pusieron a hablar y conocerse para romper el hielo, y se presentaron entre sí. Mientras que Stan hablaba cómodamente en su inglés nativo, Kohaku contestaba más limitada, pero aun así todos eran simpáticos y sonrientes. Puntual a la hora del comienzo de la clase, los profesores llegaron, el hombre vestido con camisa y pantalón de vestir, y la mujer con una blusa y una falda.
- ¡Bienvenidos! –Saludó con una enorme y brillante sonrisa el profesor, con buen inglés, aunque con un acento local– Mi nombre es Horacio, y mi compañera y gran bailarina se llama Cecilia, hoy vamos a enseñarles un poco de esta danza nacional tan bella y sensual. ¿Primera vez, todos? –El grupo en general asintió, mientras que algunos contestaron tímidamente– Fenomenal, para eso estamos, para aprender y divertirnos. Vamos, cuéntennos un poco cómo se llaman y de dónde vienen, nos encantaría conocerlos.
Uno a uno se presentaron brevemente, Stan se animó a presentarlos a ambos y hasta diciendo que estaban de visita por la luna de miel, mucho más relajado y confiado con el idioma. Un coro de "ooh" de ternura se oyó en general, lo que los hizo sonreír.
- ¿Así que eres de Japón, Kohaku? –Preguntó la profesora, con una hermosa y amplia sonrisa– Gusta mucho el tango allá, y en los campeonatos mundiales de tango siempre hay excelentes bailarines japoneses, así como músicos, ¡me encanta, gracias por estar aquí y conocer!
La joven le devolvió la sonrisa, entusiasmada con el comentario de la mujer y su simpatía. Continuaron presentándose todos, y luego el profesor les contó brevemente de su trayectoria y de su compañera, además de invitarlos a la milonga a partir de la medianoche, a la cual solían ir a bailar incluso profesionales. Después de aquello comenzaron la clase, mostrándoles para comenzar el paso básico en ocho tiempos, y la "cruzada", diciéndoles amigablemente que con eso y un giro que les enseñarían hacia al final de la clase, ya estarían listos para bailar toda esa noche. Paso por paso, lentamente, primero enfocando en los hombres y después en las mujeres, llevaron adelante la clase, entre muchas risas, aciertos y torpezas. La danza era calculada, serena, y tenía ese aire de tensión sexual dado por la cercanía y el abrazo de ambas partes, si bien era elección de pareja si quería estar más cerca o con un poco más de distancia.
Como Stan y Kohaku eran naturalmente buenos bailarines y tenían excelente memoria, encontraron que no era tan difícil hacer esos pasos, y los lograron hacer muy bien en poco tiempo. Percatándose de eso, los profesores bromearon con usarlos de modelos y así enseñar el próximo paso. El que lo tuvo más difícil entonces fue Stan, ya que en el tango era el hombre el que tenía que guiar a la mujer con seguridad, pero se las arregló para imitar bastante bien al profesor que bailaba con Kohaku, y no pasó mucha vergüenza. Por su parte, la rubia estaba más que encantada y con los ojos brillantes, sin poder creer lo fácil que le era seguir al hombre y moverse como si supiera bailar hace mucho tiempo. Cuando comentó eso, además de recibir el halago de que tenía un excelente ritmo y fluidez natural, le explicaron que eso sucedía cuando el bailarín guiaba con confianza, y se lo demostró llevándola a un paso completamente distinto y mucho más ágil y avanzado, al cual Kohaku respondió perfectamente, boquiabierta de la sorpresa.
- ¡JA! ¡¿Qué fue eso?! ¡¿Cómo lo hice?! –Preguntó sin poder creerlo.
- Siguiéndome atenta y relajada, muy bien hecho Kohaku –La felicitó Horacio.
- ¡Te lo dije, hubiera apostado que ella sería así de buena! –Acompañó riendo Cecilia– Aunque su esposo promete, me gusta su seguridad.
- Sí, es así. "Él puede", todo –Coincidió Kohaku, guiñándole el ojo a Stan.
- Ah, ¿sí? –Preguntó el profesor– Entonces déjenme que les enseño un paso secreto, para que deslumbren en la pista esta noche.
Dejando por un momento a Kohaku sola, el hombre tomó a su compañera por pareja nuevamente, y luego de varios pasos sencillos, hicieron el famoso "gancho" en que la mujer enredaba la pierna en el muslo del hombre, y éste pasaba el peso de su cuerpo a esa pierna para estilizar la figura y pose femenina. Todos aplaudieron encantados, los profesores se tomaron unos minutos para explicarles a todos cómo se hacía, plantando el desafío hacia la pareja. No fue tan fácil como los otros, ni como lo hacían ver, pero luego de varios minutos, Stan y Kohaku lo hicieron bastante decente, divirtiéndose mucho en el proceso, y ganándose el aplauso de todos allí.
Continuaron el resto de la clase volviendo a los pasos previstos para principiantes, y la terminaron bailando una pieza completa con música de fondo, repitiendo libremente los pasos aprendidos. Con el guiño de los profesores bailando a la par, estos los guiaron para que terminen a tiempo con la música y el "gancho". Finalizaron la clase luego de eso, todos muy contentos y habiéndolo pasado de maravillas, y los profesores los despidieron con un confiado "¡nos vemos en la milonga!".
- Ooooh, qué bien que lo pasamos, ¡me encantó! –Exclamó Kohaku feliz mientras salían de allí, por poco dando saltitos.
- Sí, fue muy divertido e interesante. Nada mal, mi preciosa mujer tiene el talento oculto de ser una gran bailarina, parece. Voy a tener que cuidarte esta noche, o todo querrán bailar contigo –Bromeó Stan.
- ¡Tú no te quedas atrás, como siempre! Y creo que la que va a tener que cuidarte soy yo, noté cómo varias mujeres te miraban más a ti que a sus propias parejas.
- ¿Celosa? –La picó él, con una sonrisa burlona.
- Para nada, más bien orgullosa, además que tú elegiste ser todo mío.
- Sí, lo soy. Sólo tuyo, preciosa –Asintió Stan, deteniéndose para darle un dulce y casto beso en los labios.
- Agh, no hay forma que pueda dormir esa siesta ahora, estoy demasiado enérgica. ¿Y si paseamos por otro lado que no hayamos planeado?
- Claro. Aunque... –entrecerró los ojos con una sonrisa misteriosa– Tengo una idea, para coronar la noche y llevarnos la experiencia completa.
- ¿Qué pensaste?
- ¿Qué dices si nos compramos un vestuario más acorde? Ya sabes, un vestido y zapatos bien "tangueros" y sensuales para ti, y yo me compro también algo. ¿Quieres?
- Oooh, ¿lo dices en serio? –Preguntó entusiasmada– ¡Sí, me encantaría!
- Vamos entonces a preguntar dónde podemos comprar todo. Seremos los reyes principiantes y prometedores de la pista, esta noche –Declaró muy digno.
- ¡JA! Cuánta confianza, nunca es pasar desapercibido contigo. Pero sí, "podemos".
Luego de consultar en el club lo que querían, buscaron cómo ir al barrio Almagro, donde les recomendaron algunas tiendas para hacer esas compras. Se dirigieron allí caminando, era un bonito día y tenían tiempo de sobra ya que no iban a volver al hotel. Primero eligieron el vestido de Kohaku en una tienda llamada "Tango - Imagen", que tenía una amplia variedad de diseños y talles. Todos eran hermosos y elegantes, aunque hubo uno que captó el ojo de ambos, y fue un vestido rojo intenso con escote halter y la espalda completamente descubierta. La rubia se lo probó y quedó fascinada, así como Stan silbó con aprobación y no dudó en decirle que lo comprarían. Como lo hombres bailarines solían llevar una simple camisa blanca o negra y un pantalón de vestir, él se compró una bonita camisa negra y un pantalón a juego.
Luego fueron a una tienda boutique dedicada a zapatos de tango llamada "Loló Gerard", atendida por el mismo dueño y zapatero, donde le mostraron el vestido de Kohaku y él les recomendó un precioso par de zapatos de cuero negro estilo sandalia con tres tiras que se cruzaban delante, las dos de los extremos de un cuero metalizado rojo, así como la tira larga central. El zapatero los solía hacer a medida, pero cuando le dijeron que eran para estrenar esa misma noche, buscó el talle de la joven, que por suerte tenía en ese mismo modelo. Stan no pensaba comprar también zapatos, pero la tentación fue demasiado grande cuando vio el exquisito diseño de unos negros de cuero y gamuza combinados, en el típico estilo de esos zapatos masculinos de baile, y luego de probárselos y comprobar lo cómodos que eran, los compró.
Pasearon un poco más por ese barrio, aprovechando para comprar algunos souvenirs para llevar a Japón. Luego del anochecer, buscaron dónde cenar, y se dieron cuenta que había un restaurante que se habían anotado para ir una de esas noches, que casualmente quedaba apenas a un kilómetro del club. Era una parrilla llamada "Don Julio", que había sido reconocida por la organización de "World's 50 best restaurants" no sólo dentro de ese top, sino también como la mejor parrilla de toda América Latina. La carne de vaca del país era deliciosa para ellos, muy tierna y jugosa, pero si ese lugar superaba ampliamente todo lo que habían probado en ese estilo de comida, no querían irse de la ciudad sin probarlo. A pesar de ser un horario temprano de cena al que habían llegado, estaba medianamente lleno, lo cual tenía sentido dada la fama del mismo. Era un edificio que ocupaba la esquina de una calle, tenía el aspecto de una casa grande, con el diseño arquitectónico ya visto en Buenos Aires, con un aire parisino y medianamente antiguo. Había muchas mesas fuera, bordeando la calle, pero con unas rejas bajas protectoras, llenas de macetas con plantas colgantes, y cada mesa tenía una amplia sombrilla roja encima. Eligieron comer afuera ya que la noche estaba agradable, y un mesero acudió inmediatamente a ellos para darles la bienvenida y dejarles las cartas de menú.
Pidiendo la recomendación del mesero, optaron por compartir a modo de entrada una "provoleta", que era un disco de queso provolone hilado gratinado a la parrilla, y una degustación de "achuras" varias, como morcilla, salchicha parrillera, chinchulines, mollejas y riñones. Como plato principal Kohaku pidió un "bife de chorizo mariposa" con ensalada, y Stan un "ojo de bife" con papas fritas, ambos cocidos a punto jugoso, que acompañaron con una botella de vino malbec de la bodega Catena Zapata. Como era de esperar, la cena estuvo impecable y deliciosa, ambos estuvieron tan concentrados en el placer de los distintos sabores y texturas, que hablaron poco entre ellos, excepto para coincidir en lo rico que estaba todo.
- Estoy repleta –dijo Kohaku, resoplando– Pero estaba demasiado rico como para dejar sobras.
- Sí, nada, nada mal. Estoy a poco de querer desabrocharme el botón de los pantalones, me parece que vamos a volver con unos kilos de más.
- Lillian nos lo advirtió, ¿recuerdas? Aunque más por los productos de panadería y pastelería locales, que también están deliciosos.
- Sin culpa, hay que aprovecharlo. Luego bajamos esos kilos con ejercicio dentro y fuera de la habitación, no pienso contenerme ahora.
- Ni yo –Hizo una pausa, y sonrió con picardía– ¿Pero tienes un pequeño espacio para compartir un alfajor conmigo?
- Preciosa, siempre hay un segundo estómago para los dulces, eso no se pregunta. Y si lo compartimos son sólo un par de bocados, tampoco es que nos fuera a llenar mucho más. Aunque... ¿no estará ya cerrada a esta hora la tienda?
- Tengo uno en la cartera, lo guardé de la caja que compramos el otro día –admitió sonrojada.
- ¿Para "emergencias"? –Se burló Stan.
- ¡Es que estaba muy rico, y lo pensé para merendar! Oh calla, bien que tú lo vas a aprovechar también.
- Nunca dije que no. Bien, paguemos entonces la cuenta, y caminemos hasta el club comiendo ese postre. El pase de entrada valía para todo el día, así que podemos quedarnos allí dentro de curiosos mientras hacemos tiempo.
El plan no podía haberles resultado mejor, caminando tranquilamente por las calles mientras compartían bocados del dulce, hasta que llegaron al club de tango. Los que atendían la entrada los reconocieron de la tarde, y los dejaron pasar aun antes de que mostraran el ticket de entrada. Como el lugar tenía los baños amplios que también servían de vestuarios, se separaron para cambiarse la ropa a la que habían comprado, y Kohaku se acomodó el pelo con una coleta alta más prolija, además de retocarse los labios y los ojos con un sutil maquillaje que llevaba en la cartera. Se sentía un poco cohibida de llevar un vestido y zapatos tan llamativos y profesionales siendo que apenas era una principiante, pero la excusa de vivir al máximo su luna de miel con Stan le desestimaron aquella timidez. Salió tan bella y radiante que sintió la mirada de varios hombres, y su esposo fue uno de ellos, además de quedar ligeramente boquiabierto.
- Estás demasiado sensual y magnífica, preciosa. Definitivamente te van a echar el ojo cada hombre y mujer aquí hoy.
- Con que tú me eches el ojo me alcanza, y también estás guapísimo, como siempre.
Se dieron unos cortos y tiernos besos en los labios, y luego Stan le ofreció su brazo para que ella caminara con más seguridad, ya que los tacones eran finos y medio altos, y como eran totalmente nuevos no había podido "ablandarlos" previamente para mayor comodidad. Luego de dejar la bolsa con sus ropas y calzado del día en los lockers con llave que ofrecía el lugar, observaron el final de la última clase a un costado, mientras había otras personas que estaban sentadas en las mesas más alejadas comiendo pizza y bebiendo cerveza o gaseosa.
Puntual a la media noche la pista de baile quedó despejada, y el profesor Horacio que les había dado la clase a Stan y Kohaku, que era también el director de aquel lugar, caminó hacia el centro de la misma para anunciar con un micrófono que comenzaba la milonga, invitando a las parejas a formar parte. El hombre también comentó que se presentaría la orquesta de cuerdas, pero llegarían un rato después, dando tiempo a que llegara mucha más gente, los más avanzados bailarines nunca iban temprano.
- ¿Quieres bailar ahora? –Preguntó Stan.
- Hmmm... prefiero que se llene un poco más para pasar más desapercibida. Entre el vestido y que es el primer baile, de seguro tendremos muchos ojos curiosos.
- Sí, es verdad.
Casi como una ironía natural de la vida, el profesor los reconoció mientras miraba a todo el salón y terminaba su presentación, y sonrió encantado.
- ¡Oh, volvieron nuestros nuevos amigos, y con cuánto estilo, listos para arrasar la pista! –Exclamó animado mirándolos, luego habló al público– Compañeros queridos, pido un cálido aplauso para esta bella pareja de recién casados, tenemos el honor de que vinieron a la ciudad a disfrutar su luna de miel, y hoy tuvieron su primera clase de tango. ¡Y miren nomás cómo se prepararon con todo, un lujo!
El matrimonio no pudo sonrojarse y cohibirse más con la simpática exposición, cuando unos segundos después una ronda general de aplausos y silbidos de apreciación inundó el salón. Y lo que intuían y temían en parte, se cumplió.
- Ya que vinieron con tanta dedicación y confianza, hágannos el honor de compartir la apertura de baile de la noche con las otras parejas, por favor, ¿sí? –Pidió con picardía y entusiasmo, guiñándoles un ojo– No se intimiden, estamos entre amigos, y los vamos a ayudar.
Era difícil negarse a la amistosa propuesta, por más que los avergonzara ser el centro de atención, pero al menos les tranquilizó el que ya la gente que estaba ahí supiera que eran totalmente principiantes, hasta se sentían más apoyados y acompañados. Con una sonrisa un tanto nerviosa, se tomaron de la mano y caminaron hacia la pista, donde rápidamente otras parejas también se ubicaron, para acompañar y relajarlos. Ambos profesores, Cecilia y Horacio, también participaron, y se pararon justo al lado de ellos, con la intención de guiarlos sutilmente en los pasos. En cierta forma era como un lindo regalo para ellos esa experiencia, por lo que sonrieron ampliamente y no dudaron más.
La música comenzó, y se tomaron unos segundos para empezar, tal como hacían por costumbre todas las parejas, era una tradición para "sentir" la música y el ritmo. Si bien se acordaban bien los pasos, al menos los básicos, ambos estaban atentos de reojo a los profesores junto a ellos. Era muy distinto para Kohaku bailar con los tacones, pero siguió el consejo que le susurró Cecilia de que se apoye en el empeine mayormente, evitando recargar el taco, y de esa forma sería mucho más ágil y sensible a continuar los pasos con fluidez, además de que los medios giros y el paso llamado "el ocho" serían más gráciles. Lo hicieron bastante bien, aunque por supuesto hubo momentos de duda o un poco de torpeza, en especial cuando estuvieron cerca de chocar a otras parejas, pero todo salió bien al final.
De pronto Horacio exclamó en español "¡Hagan el gancho, gringo, seguime!" con ánimo, en dirección a Stan, que rió a la par al darse cuenta que le pedía que hicieran ese final especial que habían aprendido. Le dijo a Kohaku que se preparara para eso, y los dos asintieron con una sonrisa nerviosa, empezando a conectar los pasos, y también acompasados con sus profesores que los guiaba sutilmente. Fue mágico cuando se dieron cuenta cómo conectaba la música con sus movimientos, y ese final estelar en que coincidieron el "gancho" de la rubia con el fin de la pieza musical, seguido de un tumultuoso aplauso de todos los presentes. La pareja estaba radiante, era muy divertido y emocionante ese momento, y agradecieron cariñosamente por tanta amabilidad y simpatía. Entusiasmados, continuaron con unas piezas más, ya relajados y concentrados en ellos mismos, mirándose intensamente y viviendo el momento. A ellos no les faltaba pasión ni amor, pero lo cierto era que el clima que los envolvía potenciaba todo eso, en especial la sensualidad típica de la danza. No importaba si repetían los mismos pasos, en ese momento eran sólo ellos, disfrutando felizmente de estar ahí juntos.
Luego de ese baile decidieron sentarse, para que de paso Kohaku pudiera descansar los pies de los tacones. Un rato después llegó la orquesta de cuerdas y el cantor que daría el show en vivo, y prepararon los instrumentos para subir luego al escenario. Nuevamente Horacio fue el que los presentó, y todos allí pusieron su atención en los músicos, tanto oyendo como disponiéndose a bailar. Stan y Kohaku se quedaron sentados para disfrutar de ver fascinados a los profesionales bailarines, así como oír por primera vez una orquesta de tango en vivo. Al anuncio de la tercera pieza, "A media luz", decidieron volver a bailar una última vez más para vivir esa experiencia tanto más especial, que les hacía vibrar los corazones con emoción.
。*゚*。。*゚*。
Y todo a media luz
Que es un brujo el amor
A media luz los besos
A media luz los dos
Y todo a media luz
Crepúsculo interior
Que suave terciopelo
La media luz de amor
。*゚*。。*゚*。
Al finalizar volvieron a sentarse y hacer de espectadores, hasta que el cansancio del día comenzó a hacer mella en ellos, y dieron por finalizada aquella bella noche luego de escuchar una animada y preciosa milonga instrumental llamada "Nocturna". Retiraron sus pertenencias del locker, devolvieron la llave, y después de cambiarse nuevamente en los baños, se tomaron un taxi de vuelta al hotel. Cuando llegaron, estaban tan cansados que se desvistieron y se acostaron abrazados, cayendo dormidos a los pocos minutos.
Como el baile era algo que ambos disfrutaban y que les daba gratos recuerdos, una de las últimas noches en la ciudad, siguiendo la sugerencia de uno de esos amistosos grupos, decidieron ir a bailar a una discoteca llamada "Asia de Cuba", ubicada apenas a un kilómetro del hotel donde se alojaban. Era un lugar muy glamoroso y exclusivo, con vista al Río de La Plata, casi en frente del "Puente de la Mujer". Como la verdadera noche en aquel lugar comenzaba tarde, decidieron cenar en el hotel temprano y hacerse luego una pequeña siesta juntos para estar bien despiertos y enérgicos después, al fin y al cabo, estaban aprovechando sus días al máximo para recorrer la ciudad, no se detenían mucho a descansar.
Cuando se levantaron de la siesta y se iban a alistar para salir, Stan la abrazó y la miró seductoramente.
- Preciosa, me gustaría que uses esta noche algo que te compré.
- ¡Ja! Siempre consintiéndome... claro, lo llevaré encantada.
Con una sonrisa misteriosa, Stan le pasó una caja de terciopelo de mediano tamaño, despertando la curiosidad inmediata de su esposa. Cuando ella la abrió, frunció el ceño y ladeó la cabeza, sin entender qué era lo que había dentro. Notó que la caja era un decorado y no la original, y dentro había dos objetos. Algo que era de un material suave y siliconado de color violeta en forma de "C", más grueso de un lado que del otro, y el otro era un control remoto con forma oval, con tres botones integrados.
- ¿Qué es esto, Stan? Nunca vi algo así, no tengo idea qué es.
- Me lo esperaba, lo admito –reconoció con malicia juguetona– Es para que lo lleves puesto toda la noche, hasta que volvamos.
- ¿Pero puesto dónde? –Preguntó con inocencia, muy confundida.
- Creo que sabrás la respuesta inmediatamente si mantienes presionado ese botón que tiene en el medio.
Kohaku le hizo caso, y jadeó de sorpresa unos segundos después, cuando el peculiar objeto comenzó a vibrar. Los ojos de ella se abrieron mucho, al fin entendiendo, y lo miró un tanto sonrojada, con una sonrisa pícara.
- ¿Acaso es uno de los juguetes...?
- Sí, así es –Respondió con un guiño– Pero es uno extra para los dos, no es el que acordamos elegir.
- ¿Para los dos? ¿Y cómo sería eso?
- La idea principal es que parte de este juguete esté dentro tuyo, el pedazo más fino... que también vibra contra el Punto G, para más placer –agregó con tono sugerente– Y yo me voy a encargar de este otro pequeño, para ser quién lleve el control de cómo y cuánto vibra... enloqueciéndote de placer.
- Ooooh... entiendo –Kohaku se estremeció con expectativa, imaginando lo candente y atrevido que sería ese juego, si Stan pretendía que ella lo llevara puesto en la discoteca.
- Obviamente vas a tener que elegir un vestido o una falda más amplia para que no se note, aunque vas a usarlo por debajo de la ropa interior.
Stan guió la mano de su esposa que sostenía el juguete hasta apoyarlo en el fino cuello de ella, y luego de presionar el diminuto control, simuló bailar mientras apretaba disimuladamente los botones, y Kohaku quedó boquiabierta y jadeó de sorpresa una vez más, mucho más fuerte, mirándolo.
- ¿O sea que me propusiste ir a la discoteca esta noche, para que mientras bailamos, tú...? Oh dios, oh dios...
- "Oh sí", más bien, mi amor. Pero eso no es todo con este pequeño. Además de aflojarte las rodillas y que nadie sepa que mi dulce esposa intenta disimular deshacerse de placer... –se acercó al oído de ella para susurrarle seductoramente– resulta que cuando volvamos aquí, podemos dejar el juguete donde está, mientras yo me uno a la fiesta dentro tuyo. Los dos sentiremos cómo vibra, dentro y fuera. ¿Qué dices del plan?
- Que eres un atrevido y estás loco si piensas hacer parte de esto en público, pero... no voy a negar que me divierte la idea –admitió muy sonrojada, con un destello de malicia en los ojos.
- Me imaginaba que te gustaría, eres una criatura libidinosa, mi esposa insaciable y valiente que me demuestra que era cierto cuando me decía que conmigo era "un sí a todo".
- No quiero ni pensarlo, sólo lo haré y ya.
- Gracias amor, sé que lo disfrutarás tanto o más que yo –Le dijo con voz suave, antes de besarla profundamente– ¿Quieres ponértelo sola, o necesitas un poco de ayuda?
- Me temo que, si acepto tu generosa ayuda, no llegaremos a la discoteca.
- De acuerdo, mejor, así ya te voy imaginando y anhelando. Quizás ya lo pensabas, pero te recomiendo usar un poco del lubricante que compraste, para que sea más fácil y cómodo. Ahora me voy a vestir y preparar, yo me quedo con este pequeño –dijo, agitando el mando, lo cual hizo que el aparato en mano de ella también vibre.
- Esto será interesante.
Antes de separarse, Stan no la dejó ir tan fácil, y la rodeó con la cintura para atraerla con decisión hasta él, sus cuerpos chocando. Se inclinó para besarla apasionadamente, hasta ese punto límite en que las dos únicas opciones serían o separarse, o que el acalorado momento los llevara a buscar otro tipo de contacto. Fue él el que interrumpió el beso, con una sonrisa felina en el rostro.
- Ahora creo que no necesitarás tanto de ese lubricante, ve –le susurró dándole una suave palmada en el trasero.
Riendo y conteniendo las ganas de devolverle el juego, Kohaku se fue a cambiar. Habían guardado la ropa en el generoso armario, y eligió un vestido rosado con volados y las mangas caídas, cuya falda era más amplia y vaporosa justo por encima de las rodillas, ideal para disimular el juguete que llevaría puesto. Tomó la botellita de gel de su neceser, y fue al baño para limpiar el objeto y colocárselo. Si bien se sintió un poco extraña, estaba bien asegurado en el lugar por su ropa interior. No necesitaría maquillaje en las mejillas, la emoción y el atrevimiento de sólo pensar lo que estaban por hacer públicamente le proporcionaban ese atractivo tono sonrosado en ellas.
Stan estaba impecable, se había puesto una camisa color obispo que le quedaba pintada, además de un vaquero negro y mocasines oscuros. Mirando a su mujer a los ojos, se guardó lentamente el pequeño mando de control del juguete en el bolsillo delantero del pantalón, y luego extendió su mano hacia ella para ofrecérsela galantemente y salir de la habitación. La noche estaba despejada y hermosa, perfecta para caminar. Hacerlo a lo largo del río, con la combinación del reflejo en el agua de los faroles y los altos edificios cercanos, y la estética y hermosa decoración de la "Fragata Sarmiento", un buque que hacía de museo y al cual se podía visitar turísticamente, daban una postal hermosa en aquel barrio porteño. Disfrutaron mucho aquel bonito recorrido, por un momento olvidando que pronto iban a estar bailando y jugando atrevidamente.
Llegaron a la discoteca "Asia de Cuba", donde Stan pagó la entrada de los dos, y sonrieron ampliamente y muy sorprendidos ante el diseño del lugar: Tenía una estética marcadamente oriental, en tonos anaranjados y dorados, con columnas centrales talladas con flores y serpientes en color bronce, y un gracioso Buda recostado detrás de la barra. Así como se veían lámparas de pequeños cristales y algunas de papel, también estaban dispuestas para el baile unas brillantes bolas de espejos. Les sorprendió darse cuenta que, a ambos lados de una columna, había dos mujeres con un elegante y sensual "body" negro y un gran collar brillante, peinadas como diosas orientales, bailando de una hipnotizante forma cadenciosa y delicada.
- ¡Wow, qué estilo! Este lugar es fantástico –dijo encantada Kohaku– No conozco muchas, pero me parece bastante especial esta.
- Sí, nada mal –Admitió encantado, sonriendo ampliamente– Antes de conocerte había frecuentado unas cuántas discotecas, pero se nota que les gusta divertirse aquí. ¿Quieres que pidamos unos tragos?
- ¡Claro! Me gustaría probar mi favorito aquí, a ver cómo sabe.
- Daiquiri de frutilla en camino, mi señora.
Tomados de la mano para caminar entre la gente joven que bailaba entusiasmada la música, llegaron a la barra. Stan pidió el daiquiri para Kohaku, y decidió probar un Mojito él. Unos minutos después los cócteles estuvieron listos, y la pareja brindó y los probó inmediatamente. Asintieron con gusto, ambos deliciosos, y se ubicaron en un lugar que no hubiera mucha gente para estar más cómodos, bailando mientras bebían.
- Hace mucho que no hacíamos algo como esto, Stan. ¡Es tan divertido!
- Desde que nos conocimos, en realidad, al menos este tipo de baile.
- Y según recuerdo, bailas muy bien, todo un seductor –Lo provocó Kohaku, estirándose para hablarle al oído, mientras se movía contra él.
- Y según recuerdo, tú no te quedabas atrás, preciosa. Pero más que del recuerdo, vivámoslo nuevamente ahora.
Hasta finalizar las bebidas bailaron con entusiasmo, a la vez que siempre sensuales y provocadores entre sí. Se conectaron con la música y el ambiente, divertidos con las luces, y sintiéndose tan bien y sexy moviendo así el cuerpo. Tan entretenidos estaban que pasó más de una hora sin que se dieran cuenta, entre bailar y ver a las demás personas, probando e imitando algunos pasos que veían. La propuesta audaz estaba quedando en un segundo plano, aunque nunca olvidada, en especial por Kohaku que no podía ignorar el contacto del juguete contra ella. Cuando la música cambió de enérgica a una más cadenciosa y grave, los bajos retumbando en sus pies y en sus oídos de una forma que los conectaba sensualmente, Stan le susurró que fuera al baño a encenderlo. Ella asintió mirándolo a los ojos, y fueron juntos él esperándola afuera para que no les costara encontrarse después. Cuando Kohaku salió con una pequeña sonrisa, buscaron nuevamente un lugar para estar más tranquilos y lejos de las luces y la muchedumbre. Al encontrarlo, volvieron a bailar para conectar con el clima sensual que la música sugería, aprovechando para darse unos besos, no eran la única pareja que lo hacía.
Disimuladamente, Stan metió la mano en el bolsillo y ocultó el pequeño control remoto entre sus dedos, sin dejar de moverse ni de besar a su esposa. Cuando Kohaku se dio la vuelta y comenzó a bailar sensualmente contra él, quedando de espaldas, el rubio lo encendió. Contuvo una sonrisa cuando la vio estremecerse y jadear con sorpresa, tomándose unos segundos para acomodarse a la sensación, respirando hondo.
- Trata de contener tus expresiones de placer mientras estés de espaldas a mí, amor –Le susurró Stan divertido.
- Fácil decirlo –Gruñó ella, cerrando los ojos– ¿No hay un modo más suave para empezar?
- Dame un segundo, había uno que era de pulsaciones.
Stan se había leído el manual y lo había probado en secreto antes de esa noche, proponiéndose recordar las combinaciones que sabía que podían ser las favoritas de Kohaku, variando la intensidad y los modos de vibración de a poco. Contó mentalmente hasta alcanzar el que correspondía a las pulsaciones, y ella se agarró a su camisa y tuvo que morderse el labio, mientras asentía. Era mala para ocultar sus expresiones, por lo cual se rindió rápidamente a eso y se volteó para quedar de frente a su esposo. Aunque estaba oscuro, Stan le pudo ver perfectamente las mejillas enrojecidas y los ojos más oscuros. La idea era mantenerse cerca pero no abrazarse, para que él tuviera la libertad de mover sus brazos y manos y así bailar y jugar con el ritmo de las vibraciones, lo cual hizo sin piedad.
- Oh, dios... Stan –Gimió por lo bajo Kohaku contra el pecho de él, y le enterró sus dedos en el suave cabello para atraerlo y besarlo profundamente, al menos así le era más fácil disimular sus estremecimientos.
- ¿Qué pasa con ese ritmo de baile? Estás fuera de sincronía, preciosa –Se burló.
- Como si fuera fácil, no tienes idea lo que se siente esto. Ten piedad de mí, por favor, y mantenlo así de tranquilo.
- Tus deseos son órdenes... sólo por un rato más –Le dio un apasionado y corto beso, antes de decirle al oído– Quiero verte temblar de placer delante de todos, y que nadie se imagine lo que está sucediendo.
Stan cambió nuevamente el modo de vibración a uno que subía y bajaba de intensidad como la aceleración y freno de una moto, con lo cual Kohaku sonrió, le estaba encantando ese atrevido juego, pero si él seguía con esa intensidad e interesantes combinaciones, no iba a aguantar mucho más. Comenzó a serpentear contra el cuerpo de él, y aprovechó para bailar muy pegada y con la cadera hacia delante, de forma que él sintiera también algo de la vibración a través de sus pantalones. Funcionó, porque de pronto Stan se estremeció y soltó un suave jadeo.
- Y esto es suave, imagínate lo que me estabas haciendo sentir antes –Le dijo ella con una sonrisa maliciosa.
- Ya veo, sí.
Continuaron así un rato más, ahogando algunos suaves gemidos en la boca y los oídos del otro, la música tan fuerte ayudaba a que no se oyera nada de ellos. Hasta que Stan volvió a arremeter con su diablura, y la rodeó con un brazo en la cintura para mantenerla pegada a él, guiándola a un ritmo más enérgico y candente de baile, mientras subía también la intensidad del juguete. Kohaku respiró profundo, además de la estimulación que estaba recibiendo en su intimidad, era una delicia para todos los sentidos apreciar y sentir a Stan bailando de esa forma tan sensual junto a ella, su cuerpo musculoso moviéndose con confianza y destreza, lo cual la encendía completamente sólo de verlo, su mente ofreciéndole otras imágenes potenciales mucho más íntimas que conocía perfectamente.
Cuando ya no podía disimular el intenso placer que estaba sintiendo, Kohaku ocultó la cara en el pecho de él, quién la rodeó con ambos brazos por los hombros para que nadie más pudiera ver su expresión de gozo y que su respiración comenzaba a ser irregular.
- Stan... –Gimió contra él, apretando la tela de la camisa en su mano– No puedo más, voy a...
- Hazlo, libérate, yo te tengo.
El rubio miró alrededor, y encontró con que la pared detrás suya estaba despejada de gente. La llevó con él entre besos en los labios hasta rozar la pared, y le agarró delicadamente las manos para llevárselas a su cuello, mientras él la abrazaba por la cintura y la rodeaba todo lo que podía, lejos de las miradas ajenas. Para no prolongar más el momento, le subió un último nivel más al juguete, y besó a Kohaku en la comisura de los labios para ocultar su expresión extasiada, mientras reservaba sólo para sus oídos y manos la evidencia de su clímax. Le besó dulcemente el rostro mientras ella se recuperaba, con una sonrisa incrédula y muy satisfecha en el rostro, los ojos todavía cerrados.
- Eso fue... intenso –Reconoció la joven, mientras besaba a su esposo en los labios– Te amo tanto, mi hombre loco, gracias.
- Oh no, todavía no me agradezcas, recuerda que falta lo mejor para ambos.
- Tengo miedo –Dijo entre risas, resoplando.
- ¿De perder la cordura de tanto placer? Hay peores miedos –Le guiñó el ojo– ¿Volvemos a nuestra habitación?
- Sí, no creo poder seguir bailando... ni querer.
Se tomaron de las manos con una sonrisa ladina, y salieron de la discoteca. La distancia hasta el hotel fue casi insoportable para ambos, más porque estando medianamente cerca no tenía sentido tomar un taxi. Cuando al fin llegaron, pidieron la llave magnética en la recepción, y subieron sin demora. Aprovechando que no había nadie en el ascensor a esa hora, comenzaron a besarse y acariciarse apasionadamente allí.
- Oye, espera Stan... ¿no habrá cámaras? –Lo detuvo de pronto ella, preocupada– Es un hotel de mucho nivel.
- Mi amor, ¿acabas de voltear los ojos de placer en medio de una discoteca, y te preocupas porque alguien de seguridad vea que nos estamos besando? Es sólo un poco de amor inocente de un matrimonio en su luna de miel.
- O inocente es sólo lo que alcanzarán a ver.
- Amén a eso.
Finalmente llegaron a su piso, y salieron de la mano entre risas, luego de que Stan le guiñara un ojo a la cámara. Procuraron portarse con decencia en el pasillo hasta su suite, pero sólo hasta allí. Una vez dentro, sus labios no se separaron hasta que llegaron a la cama, a la cual se dejaron caer. Kohaku no se aguantó y le desabotonó y quitó la camisa a su esposo, y lo tiró en la cama junto a ella para colocarse encima y empezar a besarlo desde el cuello hasta el abdomen sin darle tregua, apasionada e intensa como era. Pero se había olvidado que ella no tenía todo el control esa noche, y mientras le abría y bajaba los pantalones, soltó un fuerte jadeo: Stan había vuelto a activar el juguete, a máxima potencia.
- ¿Extrañabas esto? –Le dijo con una sonrisa pícara.
- No tanto como extrañaba esto.
Dos podían jugar ese juego. Para no quedarse atrás en la provocación, Kohaku dijo eso mientras le apretaba con decisión la entrepierna por encima del calzón, haciéndolo jadear a él también. Decidida a compartir un poco de esa vibrante sensación tan estimulante, alineó su intimidad con la de él para que pudiera sentirla, moviendo la cadera para acariciarlo con el juguete, deslizándose con mayor suavidad gracias a la tela de la ropa interior.
- Oh, es bueno... es muy bueno –Dijo Stan con voz acaramelada, con los ojos cerrados.
- Podría ponértelo a ti un rato, si quieres.
- Quiero, pero lo quiero contigo y todo el combo.
Stan se impulsó para sentarse y abrazarla por la cintura, para luego girarse y cambiar de posición con ella. Entre besos, le quitaron el cobertor a la cama, para luego ubicarse en el centro.
- Hay una significativa diferencia en nuestro estado de desnudez, preciosa, ¿no te parece?
- Hmmm, puede ser.
Sonriendo juguetona, en lugar de desvestirse ella, le bajó la ropa interior a su esposo para dejarlo completamente desnudo.
- Mucho mejor así –Dijo Kohaku apreciativamente.
- ¿Para ti o para mí? –Le preguntó él, arqueando una ceja.
- Para mí, por supuesto.
- Chica mala... Luego no me pidas piedad, haciéndote la inocente.
Stan no se demoró un segundo más en hacerse cargo de emparejar la situación, deslizando sus manos sobre el cuerpo de ella para acariciarla con pasión, ninguno estaba ya en plan delicado, con tanta expectativa y tan calientes. La recorrió entera en una larga caricia hasta sus muslos, para luego subir arrastrando el vestido, descubriéndola hasta que se lo sacó por arriba. Kohaku se había puesto un sensual conjunto de lencería de encaje, aunque la realidad era que para la luna de miel se había llevado sólo sus mejores conjuntos, como ameritaba. El rubio la provocó besándole los pechos por encima de la tela, pero no se hizo esperar mucho para descubrirlos y complacerla directamente, saboreando su tierna a la vez firme piel. Sin olvidarse del juguete, agarró el control remoto que había dejado al alcance de la mano sobre la cama, y le varió el modo de vibración, robándoles un gemido a ambos, ya que seguían muy juntos.
- Stan, por favor. Te deseo ahora –Le susurró ella candente contra el oído, cuando él subió para besarle y mordisquearle el cuello como si la pretendiera devorar.
- Si me lo pides así...
A él también se le hacía insoportable la espera, por más que lo estuviera disfrutando, por lo que más bien agradeció mentalmente que Kohaku estuviera ansiosa por más. Buscó en la mesita de luz el lubricante, no dudaba en que tendrían que usarlo, más si iba a estar especialmente apretado entre juguete y él. Se echó un generoso chorro, el cual repartió por su miembro acariciándose. Prefería asegurarse de prepararla un poco más, lo que aprovechó el resto de gel en sus dedos para tocarla, e insertó un dedo debajo del juguete, y luego otro, haciéndola gemir. Se dio cuenta que no podía ir rápido y mucho menos embestirla apasionadamente luego, o el objeto se movería demasiado y la podría molestar, por lo que decidió cambiar de estrategia y mover sus dedos en círculos. Cuando consideró que su interior había cedido un poco más, quitó los dedos y se acomodó entre sus piernas.
Bajó la intensidad del vibrador al mínimo, o iba a ser una sobrecarga para ambos, era una genialidad la comodidad que brindaba ese pequeño control remoto, de ajustar las variables sin tener que detenerse o de necesitar tener una mano siempre allí abajo. Se miraron a los ojos, y Kohaku asintió con una sonrisa, haciéndole entender que estaba lista. Con mucho cuidado y lentitud, ayudándose con una mano, Stan comenzó empujarse dentro de ella, y la oyó inspirar rápida y profundamente junto con un fuerte jadeo, y luego soltar un gemido gutural que lo estremeció a él.
- ¿Estás bien? ¿Sigo? –Preguntó atento, no sabiendo cómo tomar cuando ella le había apoyado las manos en el pecho para detenerlo.
- Sí, pero de a poco. Dios... es mucho, porque tú no eres precisamente pequeño, ya tenía suficiente contigo antes. Sólo procura ir muy lento al principio, por favor.
- Claro, mi amor, como si fueras virgen –La besó tiernamente en los labios, con una sonrisa dulce.
Se imaginaba que algo así sucedería, y si no resultaba tan fácil como esperaban, había otras opciones placenteras para ambos que no incomodarían tanto a su amada, no era esa la idea. Tan lento como pudo fue entrando en ella, sin detenerse ni salir ni un poco. Podía sentir los dedos de Kohaku anclados en su espalda, pero no le veía una expresión de molestia, sino que parecía que toda la atención de la rubia estaba puesta en lo que iba sintiendo, boquiabierta, aunque controlando la respiración. Cuando al fin entró completamente, ambos inspiraron profundo. Quedándose quieto, tomó nuevamente el control para subirle la intensidad de vibración, y un estremecimiento los recorrió enteros a ambos ante la sensación. Estaba imposiblemente apretado y colmado dentro de ella, por lo que las vibraciones se sentían claramente, fundiéndolos a ambos como si fuesen uno solo.
- Oh, esto recién empieza, pero no va a durar mucho –Rió suavemente Stan con una expresión de culpa– Se siente demasiado bien, ni yo voy a poder controlarme mucho.
- No te preocupes, amor, yo ya tuve mi cuota de placer antes, esto es como un bonus para compartirlo juntos.
Mientras se abrazaban y besaban largamente, Stan comenzó a mover sus caderas en lentos y amplios círculos, lo cual fue mucho más intenso para ambos. Lo más maravilloso de ese aparatito era que la parte externa, que conectaba con el clítoris de Kohaku, también estimulaba el pubis de él, con lo cual la sensación vibrante se amplificaba mucho más. Nunca en sus vidas habían gemido tan alto, esperaban que las paredes de la habitación del hotel fueran insonorizadas o al menos muy gruesas. Era demasiado intenso para los dos y en parte les preocupaba la idea de cuánto más sería al final, pero al mismo tiempo ninguno tenía pensado interrumpirlo. Stan hizo lo posible por aguantar todo lo que podía, cada tanto su cuerpo reaccionando con súbitos espasmos a causa de la excesiva sensibilidad que estaba alcanzando.
Tuvo que concentrar su mente en otros pensamientos menos deseables para prolongar el momento, en especial cuando sintió y oyó a Kohaku comenzar a respirar irregularmente y gemir más agudo. Sabía que eso sería su perdición, lo iba a exprimir más allá de lo posible, pero no dudaba que seguramente sería el orgasmo más intenso y demoledor de su vida. No podía imaginarse lo que sería para la joven, ese bendito juguete estaba hecho para estimular interiormente su Punto G, por lo cual debía ser una tortura de placer sentir todo aquello junto. Convocó a todo su auto-control mientras hacía sus movimientos circulares más rápidos y con más presión, aferrándose a las sábanas como nunca en su vida, a la par de su mujer. Cuando finalmente el "temido" clímax de ella llegó, ambos se abrazaron con todas sus fuerzas, juntando sus labios para intentar ahogar lo que posiblemente sería el más lujurioso gemido de placer que había salido nunca de sus bocas, y Stan no pudo siquiera controlar su propia y extática liberación.
Tuvieron que quedarse así por un buen rato hasta serenarse, aunque el rubio tuvo que juntar lo poco que quedaba de su cerebro consciente para apagar el juguete. Con mucho cuidado, jaló lentamente el objeto hacia afuera para sacarlo, y lo dejó apoyado en la cama, no pensaba moverse más que eso. Kohaku seguía aferrada a él, su rostro tan colorado y caliente que parecía afiebrado, aunque él no estaba mucho mejor.
La primera que recobró el sentido fue la joven, a duras penas, que seguía tan colapsada de sobre-estimulación y placer que lo único que pretendió fue cubrirlos a ambos con la fina sábana, Stan todavía dentro de ella. Su esposo parecía perdido en otro mundo, sus ojos entrecerrados, pero sin hacer foco en nada en particular.
- ¿Estás bien, amor? –Le preguntó ella con una sonrisa divertida, acariciándole el pelo.
- No lo sé, creo que sí, dame un minuto –Murmuró, sonriendo apenas.
- Los que necesites para revivir. Esto fue más que "la petit mort" que una vez me dijiste.
- Mucho más. Creo que acabo de utilizar tres de mis futuras vidas de una sola vez –y agregó en español– "No llores por mí, Argentina"
Kohaku rió fuerte ante todo eso, robándole una sonrisa más amplia a Stan, que hundió su cara en el cuello de ella.
- Fueron bien invertidas, no lo dudes –Le dijo, haciendo lo mismo, respirando el adictivo aroma natural de él.
- ¿Podemos dormir así? No puedo mover un músculo más, mi cerebro se fritó.
- Podemos. Buenas noches, amor.
- Buenas noches, preciosa.
Buenaaaaaas a ustedes también! ¿Noches, días? Hace tiempo venía planeando e imaginando esta divina y merecida luna de miel, y más que feliz de poder hacerles un tour escrito y virtual de mi ciudad. Por supuesto, todas las referencias son de lugares, comidas y experiencias reales, y a diferencia de los viajes en Estados Unidos y Japón que describí en esta historia, aquí sí me basé en mis propias experiencias y visitas para hacer la mayoría de las recomendaciones, jeje... incluso mis zapatitos de tango son de Loló Gerard :)
Espero que lo hayan disfrutado, y claro que para el próximo capítulo queda más turismo y ricura... de la picante y siempre innovando jajaja. Ah, el juguetito rico se llama "Satisfyer Partner Plus Remote", se los recomiendo personalmente jajajaja xD. Me encanta la idea de escribir sobre una sexualidad sana y completa de pareja, con sus picardías y atrevimientos de alto voltaje, pero siempre con amor. Liberar tabúes e intrigas, muejejeee.
Gracias por leer, apoyar, y dejar sus comentarios! :) . Hasta el próximo capítulo!
