Con las actividades del día siguiente, Kohaku y Stan tuvieron que repensar el concepto de diversión que habían manejado en sus vidas, ya que pocas veces habían reído tanto tiempo a puros gritos y carcajadas. Habían leído recomendaciones y visto algunos videos de lo que les esperaba, pero la realidad superó altamente las expectativas que tenían.

Aprovechando al máximo el día, llegando en el coche alquilado al "Complejo Piedras Blancas" a media mañana. El lugar se encontraba en la ladera Este del Cerro Otto, una montaña de unos mil cuatrocientos metros de altura, con impresionantes vistas panorámicas de cumbres nevadas, bosques y lagos. Fueron ya vestidos con el traje de nieve que habían alquilado, además de sus gorros y guantes, y dejaron en el coche una muda de ropa y de zapatos para cambiarse a la vuelta, por si estaban muy húmedos. Como en el complejo también había una cafetería y varias comodidades, no llevaron más que llaves, billetera y teléfonos, guardados en los bolsillos con cierre de la ropa. A pesar de que no era pleno invierno, había nevado una semana atrás y todo el día anterior, lo suficiente para que las pistas estuvieran listas para divertirse, además de deleitar a los ojos con las vistas de árboles y laderas blancas.

Pagaron los boletos, recibiendo además del mapa, una tarjeta cada uno que les permitía el conteo de los seis ascensos en aerosilla que incluía el pase, además de acceder al trineo individual para descender por las pistas. Lo bueno de que estuvieran en temporada baja en cuanto al turismo, era que podían evitarse largas colas para hacer las actividades, así como podían recorrer y sacar alucinantes fotos del paisaje, con pocas o ninguna otra persona en el medio. Ya que el cielo estaba todavía cubierto por algunas nubes, pero el pronóstico indicaba que estaría más soleado hacia la tarde, decidieron divertirse con las pistas de trineo primero, y luego ya descansar y recorrer tranquilos con mejor tiempo, además de almorzar allí.

Las aerosillas eran para dos personas, con lo cual subieron juntos. A medida que se elevaban lentamente hacia la cima del cerro, era cada vez más impresionante el paisaje que se extendía frente a ellos, no perdieron la ocasión de sacar fotos y hacer algunos videos de las partes más bonitas. Las zonas bajas e intermedias estaban cubierta de bosques de cipreses, mientras que en su parte alta había bosques más espaciados de lengas, y en cuanto pudieron ver el brillante reflejo del sol en los extensos lagos alrededor, fue una vista exquisita de contemplar.

Cuando llegaron a la cima, se bajaron en la estructura de madera, y se tomaron un momento para contemplar todo desde allí.

- Qué hermoso es todo esto –Dijo Kohaku, encantada– No es la primera vez que veo nieve, pero no deja de impresionarme lo bonito que se ve con todo el paisaje.

- Sí, podría estar horas solamente mirando, si quieres podemos guardar la última subida en aerosilla para dedicarnos a eso.

- ¡Sí! ¿Cómo es entonces esto de las pistas?

- Hay cinco, varían según la dificultad, asumo que algunas serán más vertiginosas que otras –Sonrió confiado– Creo que no tengo que preguntarlo...

- ¡Ja! Claro que no. Vamos a las más exigentes.

- Esa es mi mujer, siempre de cara a los mayores desafíos.

Chocaron las manos en el aire, y siguieron las señales para dirigirse a la pista número cuatro, la segunda más "difícil". Había allí un par de instructores, que les dieron unas sencillas indicaciones, no era una actividad compleja. El trineo, o graciosamente llamado "culipatín", era un deslizador en forma de tabla levemente curvada, y tenía un mango largo y cilíndrico en el centro, con una punta redondeada. Sólo tenían que sentarse con las piernas extendidas hacia adelante, una a cada lado del mango, y agarrarse a eso con una mano para mayor seguridad, ya que el terreno era irregular y podían dar saltos, mientras con la otra mano rozaban la nieve del suelo para ayudar a moverse en las curvas. Una vez que se acomodaron, uno junto al otro, se miraron de reojo y soltaron una risa pícara por lo bajo, ya que era muy evidente la imagen con segundo sentido que ofrecía la forma de ese mango allí, y al rodearlo con la mano. Stan no pudo evitar hacer al menos una broma al respecto.

- Bueno, preciosa, no vas a tener problemas en mantenerte aferrada, si tienes la práctica de tener algo así entre las piernas y agarrarlo todas las noches.

- ¡Ja! Pero entonces en eso tienes más ventaja tú, al menos media vida de no soltarlo de tus manos –Le retrucó ella, con malicia.

- Si te quedas con las ganas de jugar después de la derrota, cuando volvamos puedes seguir practicando con el mango de carne.

- ¡AAGH... STAN! –Chilló Kohaku, divertida y sonrojada, ante la burda expresión de su esposo.

- Alcánzame, si puedes. ¡Preparados, listos, YA!

Stan se empujó con las piernas y un brazo para comenzar a acelerar cuesta abajo, y Kohaku se acomodó rápidamente para hacer lo mismo, maldiciendo cómo la había distraído para adelantarse. Si algo disfrutaban mucho ambos y los caracterizaba, era su sed de competencia y desafío, y las provocaciones divertidas ya habían encendido la mecha. Se inclinaron hacia atrás para ayudarse a ganar la velocidad, aprovechando la primera parte en línea casi recta de la pista. Kohaku soltó un grito de emoción, la sensación era de lo más divertida, aunque todavía no fueran tan rápido. Como era más ligera pronto lo alcanzó, y de pura venganza se alineó detrás de él para empujarlo con sus pies.

- ¡Hey! Serás... –Maldijo él, aunque sonriendo.

- Ups, es que te alcancé tan rápido que no pude evitarlo.

Un instante después dieron con la primera curva, y rozaron su mano y un pie en el suelo para ayudarse con la dirección, para seguir avanzando. Ahí fue cuando Kohaku aprovechó el espacio para ponerse a la par de él, y continuaron bajando por la pista. Había segmentos más empinados que otros, y se reían fuerte cuando perdían un poco el control y se chocaban contra el otro, o contra las paredes de nieve, hasta que entendieron mejor cómo moverse a tiempo. Habían alcanzado también a un grupo de tres amigos, y tuvieron que controlarse un poco hasta pasarlos, para no llevárselos por delante. Cuando volvieron a quedar solos, aceleraron una vez más ayudándose con el cuerpo, muy reñido en su competencia, ninguno lograba sacar una ventaja considerable hasta que el otro lo alcanzaba. En la próxima curva, Stan vio que no era tan estrecha, y había quedado detrás, por lo que se decidió a doblar por el lado interno en una curva muy cerrada, un auténtico derrape con el trineo, tenía la ventaja de asociarlo a su manejo de motocicleta y coches. Quedó primero una vez más ya que Kohaku sí se había frenado más, y se burló de la cara de sorpresa de su esposa y se mofó de ser más hábil que ella.

- ¡¿Qué demonios?! ¡Eso fue peligroso, Stan! –Se quejó, todavía sorprendida de lo rápido y cerca que le había pasado por al lado, rozándola.

- ¡El único peligro es que vas a perder pronto, preciosa!

Riendo satisfecho, se concentró al máximo para seguir adelante, sin tener piedad de esperarla cuando notó que ya no estaba tan cerca. Tanta experiencia y reflejos como piloto y manejando habían rendido sus frutos, y luego de algunas líneas rectas y otras curvas más en las que ganaba cada vez más ventaja, llegó a la base. Con su sonrisa más orgullosa y soberbia, la esperó unos segundos hasta verla aparecer, y fingió un enorme bostezo y de mirarse el reloj.

- ¿Lo viste? No pudiste alcanzarme. No hay nada que hacerle, amor, sólo te queda aprender de los mejores.

- ¡No festejes tanto por adelantado, que esto fue sólo la primera carrera, y ni fuimos en serio!

- Con más razón, sólo me queda seguir mejorando. No te preocupes, si quieres te puedo dar el premio consuelo...

- Te vas a tragar tu soberbia junto con un montón de nieve la próxima si sigues molestándome, maldito...

- Oh, te arde –Stan amplió su sonrisa maliciosa– Te quema la derrota. Ven, acércate, que te uso de fueguito para entrar en calor.

Kohaku gruñó, su espíritu competitivo sí podía soportar perder, pero no aquellas burlas. Se puso de pie rápidamente, agarró su trineo y se adelantó ella sola, dirigiéndose a la base donde estaban las aerosillas para volver a subir. El rubio rió por lo bajo, y la alcanzó, abrazándola por los hombros.

- No te vas a enojar por eso, ¿no? –Preguntó con un dejo de culpa.

- No, te voy a ganar y vas a cerrar la boca, ya lo verás.

- Bien, pero primero...

Stan la abrazó por la cintura y la jaló hacia él, haciéndole soltar el trineo. Antes de que pudiera protestar, se inclinó para darle un buen beso en la boca, que ella recibió con una sonrisa, y se lo correspondió con aún más pasión.

- Me gusta cuando te pones como una leona salvaje, nada mal.

- Despiertas lo mejor y lo peor de mí

- Sólo lo mejor, no quisiera nada menos que una mujer que busca superarse y no se intimida con una derrota.

- Elegiste bien –Reconoció con confianza

- Lo sé.

Kohaku volvió a agarrar su trineo, y Stan le ofreció su brazo para que se cuelgue, caminando así juntos hasta que se subieron a la aerosilla. Cuando llegaron a la cima por segunda vez, eligieron bajar por la pista más difícil, mirándose con desafío, aunque más relajados, dejando las bromas atrás. Esperaron unos minutos a que un grupo de jóvenes comenzara a descender, dándoles un prudente tiempo para marcar distancia, y luego se sentaron en sus trineos uno junto al otro.

- ¿Empezamos juntos, o pretender hacerlo con ventaja como la primera vez?

- Psssss, arde, arde –Stan le susurró– A tu cuenta esta vez.

Ignorando La broma, la rubia asintió e hizo una cuenta regresiva breve, luego de la cual empezaron a avanzar. Como ya estaban más acostumbrados al control del trineo con su propio cuerpo, esa vez fue aún más divertida y emocionante la carrera. La dificultad de esa pista radicaba en que era más estrecha, con curvas más frecuentes, y cerradas, además de que era más empinada y ganaban velocidad fácilmente. Kohaku se concentró al máximo, y logró mantenerse a la par de Stan, hasta que en una curva que no había nadie más, se animó a frenar menos, adelantándose ya que era más ligera que él. Contenta de quedar adelante, no perdió la oportunidad de hacerlo notar y burlar a su esposo, sólo por diversión ya que sabía que no tenía que confiarse. Disfrutó su ventaja un rato más, en parte gracias a lo arriesgada que estaba siendo, cuando luego de una curva se encontró con una chica que parecía estar reponiéndose de una frenada, yendo más lento. Se ayudó con las manos para alinearse al borde de la pista y pasarla, pero la otra joven no era tan hábil manejando el trineo, y en cuanto ganó un poco más de velocidad, perdió el control y se deslizó hacia la izquierda, arrinconando a Kohaku contra la pared de nieve.

- ¡Perdona! –Exclamó en español la joven, abochornada con su torpeza

Kohaku le sonrió a modo de respuesta, y rieron juntas. El problema, fue que Stan no estaba tanto más lejos y bajaba a buena velocidad, por lo que se encontró con la pista bloqueada por las dos.

- Oh, oh... ¡Cuidado, preciosa! –Le advirtió con voz fuerte, con una sonrisa nerviosa porque sabía que se chocarían.

- ¡Aaah! ¡No! ¡Frena Stan, FRENA! –Exclamó abriendo mucho los ojos.

Por más que el rubio apoyó los talones en el suelo para bajar la velocidad, era imposible hacerlo a tiempo, además de que podía resbalarse y terminar golpeando también a la otra chica. Si tenía que estrellarse con alguien, ya que no había margen para abrirse paso a un costado, al menos con su esposa sería más aceptable, por lo que usó los pocos metros que los separaban para alinearse también lo más al borde que podía.

- ¡STRIKE! –Exclamó Stan riéndose.

Colisionó contra la espalda de Kohaku, que soltó un quejido de dolor en medio de la inevitable risa, y que por el choque se adelantaron más, hasta estrellarse con la pared de nieve y caer de lado. A pesar del impacto que fue más torpe que doloroso, excepto para Kohaku que quedó comprimida brevemente, rieron juntos antes de volverse a sentar. Le hicieron un gesto a la joven de que estaban bien y que siguiera, y ella lo hizo con una expresión de culpa, pero sonriendo por el divertido momento, no había faltado adrenalina en ello.

- Eso estuvo cerca –Murmuró Stan, quitándose la nieve del traje y del rostro– ¿Estás bien?

- Más bien estuvo DEMASIADO cerca, me parece. Sí, estoy bien. ¿Seguimos? Quizás un poco más tranquilos.

- Sólo cuando veamos a alguien adelante, para evitar otra escena de autitos chocadores humanos.

- ¡Maldición! Justo que venía ganando esta vez...

- Si bien faltaba para terminar, sí que me sacaste una buena ventaja en ese trayecto, y lo hiciste muy bien antes... así que esta carrera cuenta como victoria tuya.

- Hmm, no me satisface tanto ganar así a medias, quería patearte el trasero limpia y completamente, pero está bien –Le sonrió con malicia la rubia– De cualquier forma, te hubiera ganado.

- Que la inocencia te dure, señora Snyder –Respondió con una sonrisa tensa.

- Oooh... ¿Quién es el ardido ahora? –Kohaku lo provocó– Vamos, terminemos con esto.

Hicieron el resto de la carrera sin contenerse, pero siendo un poco más precavidos, no querían ganarse el regaño o la queja de otros turistas, de que estaban siendo demasiado arriesgados y problemáticos No podían dejar de reír, era muy divertido aquello y nunca habían competido de esa forma antes, era refrescante hacerlo por primera vez, más allá de las provocadoras bromas. Por muy poca diferencia llegó Kohaku primero a la base, sin festejar demasiado ya que no la sentía una victoria en toda ley. Cuando se pusieron de pie, Stan le masajeó cariñosamente la espalda, a modo de disculpa.

- ¿Segura que estás bien? No soy "peso pluma", y venía para colmo con algo de velocidad.

- ¡Ja! Por supuesto, he recibido golpes mucho más fuertes en mis peleas. Además, tenía la ventaja que yo también me deslicé hacia adelante, no fue como si te cayeras encima.

- Me alivia oírlo. ¿Quieres descansar un poco antes de ir a la próxima?

- No, estoy bien... Pero tengo una idea, puede ser divertida, y dejamos un poco la competencia de lado, la guardamos para las últimas dos bajadas.

- Soy todo oídos.

Para la tercera vuelta, Kohaku le propuso ir en la pista de dificultad intermedia, y bajar juntos enlazados uno detrás del otro, como un tren. Kohaku se puso detrás, y levantó las piernas para rodear con ellas la cintura de Stan. Se impulsaron en sincronía para comenzar a bajar, sin dudas más lentos y torpes que haciéndolos solos, pero riéndose el doble mientras coordinaban para hacerlo lo mejor posible. Al principio se cayeron de lado más de una vez cuando no lograron doblar bien en las curvas y se salían de la pista, hasta que entendieron cómo acomodar el cuerpo para hacerlo mejor. En las líneas rectas, Kohaku ayudaba a impulsarlos con los brazos para ganar velocidad, mientras Stan guiaba los giros. Finalmente llegaron a la base con amplias sonrisas y a pura risa, festejando que habían logrado hacer la carrera enteramente juntos.

- Qué buen equipo somos, amor –Dijo Stan satisfecho– Incluso nos adelantamos a algunas personas hacia el final. ¿Ves? Juntos podemos hacer todo lo que nos propongamos.

- Bonitas palabras, pero ahora toca desempatar.

- La paz nunca fue una opción.

Sonriéndose mutuamente con desafío, dedicaron la media hora siguiente a hacer las dos carreras que les faltaban. Hicieron la más exigente de las cinco pistas ambas veces, ya que era la más emocionante. Sin piedad alguna, Stan se concentró en hacerlo lo mejor posible, y le ganó ambas carreras con una ventaja considerable. Kohaku se tuvo que morder la lengua y reunir toda su paciencia para no hacer notar su frustración, mientras se sentaban en un montículo de nieve impoluto para descansar un rato, una cómoda ventaja de sus ropas impermeables. Lo hubiera logrado con más éxito, de no ser porque su esposo no dejaba de mirarla de reojo con una sonrisa de tiburón. Pero la paciencia y el control no eran parte de la naturaleza de la rubia, su silencio era demasiado evidente, por lo que Stan la provocó una última vez, tocándole la mejilla con un dedo y haciendo el sonido "psssss", sugiriendo con ello que ella seguía ardiendo por las derrotas y que por eso no hablaba. Kohaku respiró hondo, y su mandíbula se apretó, llegando a una resolución.

- ¿Qué pasa, precio...?

Pero Stan no pudo terminar la frase, cuando sus reflejos no alcanzaron a evitar un veloz manotazo lleno de nieve directamente en su boca, estremeciéndose y escupiéndola al instante.

- Te dije que te ibas a tragar un montón de nieves si seguías molestándome, Stan.

Kohaku se sacudió las manos de nieve y se puso de pie, caminando hacia adelante sola. Dudaba que su ataque le saliera gratis, pero al menos tenía la satisfacción de haberse descargado un poco. La represalia no llegó, ni sintió la presencia del hombre detrás en casi un minuto, por lo que se detuvo sobre sus pasos y se dio vuelta. No lo encontró, y volvió a mirar con más atención, extrañada. Una ola de nervios y expectativa la inundó, no podía dejar de sorprenderle lo excelente que era Stan en cuanto al sigilo, digno de un ex-soldado de primera categoría.

- ¿A dónde miras? Las guerras se pelean de frente, no iba a atacarte por detrás –Susurró una voz a sus espaldas.

Apenas alcanzó a darse vuelta, cuando una bola de nieve se estrelló en el medio de su rostro, haciéndola soltar un respingo por el inesperado golpe frío. Dio un paso hacia atrás, sacudiendo su cabeza, y se encontró con la fiera y confiada mirada zafiro de su esposo, que ya tenía otra bola armada en su mano, mostrándosela descaradamente. Kohaku dio un salto hacia atrás para marcar más distancia, y se agachó para agarrar su propio montículo de nieve, pero no llegó a armarlo cuando recibió el otro impacto en sus propias manos. No podía negar que Stan tenía la mejor puntería, y no sólo aplicaba a las armas de fuego, al parecer.

- No te olvides que soy tirador profesional, preciosa. Estás jugando esto con la persona equivocada, si quieres salir bien parada.

- Y tú te olvidas que no me intimido ante los desafíos, ni ante nadie. Ven aquí, esposito.

Se sonrieron, la competencia amistosa y salvaje volviendo a surgir entre ellos. Como los dos quedaron "desarmados", en cuanto quedó implícito que allí comenzaría una guerra de nieve, al mismo tiempo se movieron rápidamente para hacerse con montículos de aquellos copos blancos para hacer sus bolas y arrojárselas mutuamente. Stan tenía mucha precisión, pero Kohaku compensaba con su agilidad de movimiento y fuerza gracias a su entrenamiento, por lo cual ambos llenaron su ropa de nieve de los impactos, a la vez que esquivaban otros. Podían oír las risas de la gente alrededor, no cabía dudas que su feroz guerra nevada llamaba la atención, pero no les importaba en lo más mínimo. De pronto, las manos de la rubia dieron con un bloque de nieve ya armado y macizo más grande que su cabeza, y sonrió diabólicamente cuando lo levantó y se lo arrojó. Stan no pudo más que defenderse con los dos brazos, cubriendo su rostro, y dio un paso atrás por el impacto. La sonrisa del rubio se amplió, sus ojos afilados.

- Ooooh... Conque en esas estamos, preciosa... Bien, recuerda que tú lo quisiste así.

Stan chequeó alrededor rápidamente con la mirada, hasta que sus ojos captaron una formación similar. Corrió hacia allí, y se inclinó para levantarla, y resultó ser que el bloque de nieve mucho más grande, medía poco menos de un metro de alto. Con su propia mirada felina, corrió hacia su esposa, cargando el inmenso bloque helado por encima de su cabeza para que ella no pudiera destrozarlo.

- ¡Nooo! Stan, te pasas –Kohaku puso las manos al frente, sabía que huir sería inútil, pero dudaba de si sería una amenaza solamente– No me puedes arrojar e... ¡AAAAAAH!

Con la advertencia en vano, la rubia vio acercarse en el aire el masivo bloque hacia ella, y aunque se cubrió como pudo para minimizar el impacto, era tan grande, y su "caballero" esposo lo había lanzado con tanta fuerza que cayó para atrás, quedando sepultada por la nieve destrozada sobre ella. La guerra terminó en ese momento, Stan se arrodilló para ayudarla a quitarle la nieve de encima, y la levantó en brazos de una forma mucho más galante de lo que cabía esperarse para su anterior acción sin piedad.

- No puedo creer que te atreviste a lanzarme eso...

- Tú empezaste. Sólo te dejaba en claro que no te ibas a salir con la tuya.

- Te amo, pero eres de lo peor –Rió.

- Hace meses que no tenías una buena pelea, ¿no? Pensé que podía refrescarte la sensación.

- Sin dudas me "refrescaste". Hmmm no vendría mal hacer una pausa y tomar o comer algo caliente antes de seguir. ¿Qué piensas?

- Sí, perfecto.

Stan la bajó delicadamente para que ella pudiera apoyar los pies en el piso, y caminaron en dirección al restaurante calefaccionado que tenía el complejo, donde decidieron almorzar ya que era pasado el mediodía. Entraron en calor con la sabrosa comida de montaña que eligieron, acompañando de postre con un café y una porción de torta que compartieron entre los dos. Destinaron el resto de la tarde a hacer una recorrida completa y relajada por el complejo, aprovechando esa última subida en aerosilla para sacar más y mejores fotos y videos, y caminar por los senderos marcados. Cuando terminaron de recorrer lo más que pudieron, emprendieron la vuelta, aprovechando para hacer una última carrera de trineos, una de las fáciles, para ver cómo era. Dejaron atrás la competencia y se divirtieron a la par, y cuando llegaron a la base fueron a devolver los trineos, para luego dirigirse al estacionamiento abierto y libre donde habían dejado el coche alquilado.

En cuanto llegaron a la cabaña en que se alojaban, se quitaron las ropas de nieve, si bien eran impermeables, con todo lo que jugaron no pudieron evitar que un poco se colara dentro de la misma. Prepararon la bañera para darse un buen y caliente baño de inmersión juntos, no sólo una de las actividades favoritas de ellos como pareja, sino que realmente lo necesitaban y no podían esperar para entrar en calor. Se pusieron uno en cada extremo de la bañera alargada, ya que no era tan grande ni tan profunda como para estar cómodamente encimados mucho rato, Kohaku apoyó sus piernas sobre las de Stan, cómodamente estiradas ya que ella entraba justo en el largo. Se quedaron en silencio durante buena parte del baño, acariciándose suavemente las piernas entre sí como gesto cariñoso, las imágenes del hermoso día compartido como flashes frente a sus ojos cerrados.

Estaban bastante cansados después de tanto juego y caminata por la montaña, por lo que se quedaron en la cabaña el resto del día, recostándose juntos en la silla reposera que tenían en el pequeño y sencillo muelle personal, con una abrigada manta cubriéndolos. Se dedicaron a mirar el hermoso paisaje de lago y cerros frente a ellos, con el cielo volviéndose más cálido y anaranjado hasta que el sol se ocultó en el horizonte, contemplar la belleza de las puestas de sol era otra cosa que amaban hacer ambos, y en especial juntos, les transmitía mucha paz interna.

El día siguiente fue muy emocionante y novedoso, ya que lo dedicaron a la actividad que Stan tenía tantas ganas de hacer, en honor a sus recuerdos familiares de su infancia. El rubio llamó por teléfono al complejo de turismo ecuestre "Cabalgatas Tom Wesley", para pedir la información completa de las cabalgatas disponibles, que variaban entre casi dos horas la más corta, que era la de cabalgar por el "Cerro Campanario", a otras de tres y una más de hasta cinco horas, extendiendo la visita al "Lago Moreno". Como Kohaku no tenía experiencia en montar, se decantó por la primera, y le dijeron que tenían disponibles dos lugares para esa misma tarde si querían ir. Stan le preguntó a su esposa, y ella accedió, por lo que confirmaron su participación.

Llegada la tarde, se cambiaron para ir, Kohaku prefirió ponerse unos cómodos joggings, además de la ropa de medio abrigo, no hacía tanto frío. Stan se quedó con sus vaqueros y camisa, se puso también un sombrero de fieltro negro de ala ancha que había comprado en Buenos Aires, con lo cual lucía en totalidad irresistiblemente apuesto.

- De verdad querías volverte a sentir como un cowboy, ¿no? –Dijo Kohaku con una risilla.

- Había que aprovechar la ocasión de estrenar esta belleza –Contestó Stan, guiñándole un ojo y levantando con un guiño seductor su sombrero.

- Justo cuando pienso que no puedes ser más atractivo, te las ingenias sin proponértelo para demostrarme que estoy equivocada.

La rubia se acercó, y metió las manos en los bolsillos traseros de los vaqueros de Stan, apretando un poco sus dedos para rodear el firme trasero de su esposo, y continuó hablando, con voz coqueta.

- No sé cómo será con el caballo, pero aquí hay un semental que sí disfruto domar.

- Y que montas maravillosamente bien –Añadió él, empujando juguetonamente su pelvis hacia ella.

- No empecemos... O no vamos a llegar a la cabalgata, y no quiero estar con las piernas flojas antes de empezar.

- Sabia decisión, vas a necesitar las piernas, créeme.

Stan no dijo nada más después de eso, y sacó la mano de Kohaku de su bolsillo para entrelazar sus dedos y salir juntos de la casa. Fueron en el coche alquilado, guiados por el GPS, y unos veinte minutos después llegaron al lugar. Dejaron el coche junto a otros estacionados cerca, y entraron por la tranquera. Era una finca enorme, y a medida que avanzaban por el complejo, notaron que además de las caballerizas y picaderos que podían verse a lo lejos en la parte central, había canchas deportivas de fútbol y vóley a los lados, así como otras áreas de juegos y entrenamientos para amigos y familias.

La edificación principal era un casón alargado y gigante, estilo rústico, de tablones muy largos de madera pintados de blanco, y un tejado azul marino. Había caballos detrás de unas vallas de madera, así como había otros simplemente sueltos por el predio, comiendo pasto tranquilamente, al cual le pasaron por al lado. Kohaku nunca había estado tan cerca de un caballo en la vida, por lo cual admiró el tamaño y la fuerza majestuosa de aquel noble animal, que no se había inmutado por la presencia de ellos, más que mirarlos con curiosidad por un momento.

- Qué belleza de animal –Murmuró la joven, maravillada con el pelaje casi azabache del caballo, y sus largas crines negras.

- Acércate si quieres.

- ¡¿Qué?! ¡No! ¿Y si me hace algo o patea?

- Preciosa, lee su lenguaje corporal, tranquila. Primero, los caballos no suelen atacar, sólo lo hacen cuando se sienten amenazados. Y ya ves que estamos cerca, y no se ve tenso ni se alejó, sus ojos y su boca se ven blandos también. Basta con "presentarse" ante él para ver si nos da el permiso de tocarlo. Lo que sí, siempre en diagonal, nunca totalmente de frente o de atrás, porque son sus puntos ciegos. Mira.

Stan se acercó tranquilo hasta quedar tal como dijo en diagonal hacia la cabeza del caballo, y estiró una mano hacia su nariz, dejándola a varios centímetros de distancia. El animal levantó la cabeza, y estiró el cuello para olfatearle la mano. Sereno, el animal volvió la cabeza al pasto, y el rubio después de bajar la mano a un costado, la volvió a subir como antes, el caballo repitiendo también el olfateo.

- ¿Para qué haces eso?

- Es algo que me enseñó mi abuelo. No me acuerdo bien la explicación, pero me había dicho que los caballos tienen entre sí un ritual de saludo en tres partes... que, si a la tercera vez te apoyan los labios como aseándote, te lame, o simplemente se quedan relajados, es una buena señal para que tú te acerques a acicalarlos, en el cuello o en la cruz. Es también una cuestión de jerarquía y liderazgo. Si te rechaza o se aleja en esa tercera vez, mejor no lo molestes más.

- Oooh, ¿en serio? Qué interesante.

Stan repitió una vez más ese movimiento, y el caballo resopló sobre su mano abierta, un gesto que él tomó como aceptable para seguir. Con cautela, pero sin dudar, asegurándose que el equino pudiera ver el brazo acercarse, le acarició las crines con mucha suavidad, y luego le acarició la parte de los omóplatos. Kohaku sonrió asombrada de lo dócil que era el animal.

- ¿Viste? También piensa que son caballos mansos de las cabalgatas, o no estaría suelto por aquí si tuviera mal carácter. Se suben niños también, y gente que no sabe montarlos, por lo que son maestros de la paciencia. Así que deben estar más que acostumbrados a que los acaricien, por lo menos yo le pedí permiso, por así decir, no lo invadí.

- Sí, ya veo...

- Amor, se te nota a la legua que quieres tocarlo. Ven, acércate. Sólo que no dudes ni demuestres miedo, los animales y en especial los caballos son muy sensibles. Y como sienten tu estado de alerta, pero no entienden a qué se debe, pueden ponerse nerviosos temiendo una amenaza alrededor, o que tú seas esa amenaza, ya que actúas sospechosa. No te preocupes, yo estoy aquí.

Kohaku asintió un poco nerviosa, pero le hizo caso y respiró hondo, para comenzar a avanzar lenta pero segura. Hizo lo mismo que su esposo, presentándole su mano a la nariz del caballo. Para esa altura, ya habiendo aceptado a Stan, el caballo la olfateó y volvió a ponerle atención al pasto. El rubio le hizo un gesto para que se acercara junto a él, confiando en la tranquilidad del animal, y Kohaku estiró su mano para tocarlo. Casi quitó la mano cuando el músculo del caballo se estremeció, pero se dio cuenta que fue más bien un reflejo como de una cosquilla, ya que no se movió. Maravillada y más tranquila, una ola de emoción la recorrió, y lo acarició un poco más, antes de alejarse, tampoco quería molestarlo demasiado.

Esa breve experiencia la dejó mucho más tranquila con respecto a montar, además que antes le había intimidado un poco que el animal fuera más alto que ella, ni que hablar de su musculoso y gigante cuerpo. De camino a la caballeriza, Stan le explicó algunas cosas más para seguir dándole confianza, así como algunas indicaciones básicas.

- Sabes más de lo que imaginaba –Lo alabó Kohaku asombrada.

- Supongo que es como andar en bicicleta, nunca te olvidas de todo, aunque no lo hagas por años. Además, sólo con verlo me volvieron a la mente más imágenes y recuerdos, realmente me gustaba estar con los caballos de mi abuelo, a veces les prestaba más atención a ellos que a mi propia familia, quizás era algo típico de los niños. Y era un mocoso temerario, me metía entre sus patas o me acostaba cerca de ellos como si nada.

- Qué bonitos recuerdos –Kohaku le tomó la mano, y le sonrió con dulzura– Después quiero que me cuentes más, si no te molesta.

- Está bien, son buenos recuerdos.

Entraron a la casona principal, donde se veía un enorme comedor con muchas mesas largas y sillas a ambos lados. Allí los recibió un hombre joven vestido informal, con una boina bordó en su cabeza. Stan se presentó con su aceptable español, dando su nombre y el de su esposa, y el hombre, que se presentó como Manuel, les preguntó si ya estaban listos, así iban subiendo a los caballos y estaban listos, faltaban llegar unas cinco personas todavía. Lo siguieron afuera, donde a un lado ya había unos diez caballos, algunos montados ya por otras personas, otros a los cuales los estaban preparando con sus monturas de campo. En lugar de las típicas y elegantes monturas de cuero deportivas, los gauchos argentinos utilizaban lo que se llamaba el "recado", una serie de capa de mantas y protectores apilados y bien atados, con un cómodo "cojinillo" encima, que era un grueso cuero de oveja con todo su corderito. Eran así ya que los gauchos viajeros utilizaban esa misma montura como cama cuando tenían que acostarse a la intemperie por la noche para descansar.

Otro hombre un poco más joven y vestido similar se acercó, presentándose como Juan, y saludándolos con un amistoso apretón de manos, y se presentó como el guía de aquella excursión.

- Lindo sombrero –Le dijo con una sonrisa pícara, señalando el de Stan– ¿Usted es el americano? Un gusto.

- Sí, Stanley Snyder, y ella es mi esposa, Kohaku Snyder.

- Un gusto, señorita –Le guiñó un ojo, luego miró a Stan para bromear, ya hablando en inglés– Gaucho y cowboy, se juntan las potencias.

- No, tanto no –Contestó con una sonrisa– Montaba de chico, no soy competencia con ustedes.

- Su caballo está listo, señor, súbase primero, mientras le preparan el de su mujer.

El joven lo guió hacia un hermoso caballo tordillo, gris y blanco moteado. Stan le acercó la mano, y luego de la primera vez que lo olfateó, ya que no tenía tanto tiempo, le dio una suave palmada en el largo y fuerte cuello.

- ¿Cómo se llama?

- Zeus, señor.

- Oh, nada mal. ¿Montaré a un rey y dios del Olimpo?

- Nah, es bueno, pero sí se pone un poco picante, no le clave mucho los talones porque corre como un rayo.

- Entendido, gracias.

Stan apoyó el pie en el estribo y se subió grácilmente, tomando las dos riendas en una mano, flojas. Le rascó el cuello al caballo para relajarlo, ya que se había movido unos pasos.

- ¡Juan! ¿La chica monta al Gringo? –Preguntó en español la voz del primer hombre que los había recibido, Manuel, apareciendo por detrás.

Kohaku no sabía mucho español, pero no le fue difícil entender aquellas palabras. Frunció el ceño, y dudó por un momento si aquella era una broma un poco desubicada, quizás un chiste entre los colegas, sabiendo que la pareja era extranjera y que quizás no entendían mucho español. Stan miró fijamente al hombre, con la misma duda en mente, con una expresión un tanto más seria. El guía Manuel no se percató de la mirada a sus espaldas, y le contestó afirmativamente a su compañero, sin reír ni dejar entrever ninguna expresión.

- Sígame, señorita –Dijo Manuel en un aceptable inglés, y luego de empezar a avanzar y verla reticente, la miró de reojo y le sonrió– No le digo señora porque la veo más joven que yo, me parece una picardía tratarla como a alguien mayor, aunque esté casada.

La guió hacia un caballo un poco más pequeño que el de Stan, color bayo, de mirada serena y largas pestañas negras.

- Me dijeron que no sabe montar, yo la ayudo a subir. El Gringo es más bueno que el pan con manteca, no se preocupe, se porta bien y la va a cuidar.

Fue entonces cuando se oyó una suave risa de parte de Stan, y Kohaku entendió también: "Gringo" era el nombre del caballo, pelaje rubio, probablemente de ahí venía el nombre. Al parecer no todos los caballos tenían nombres tan intimidantes como Zeus. A pesar de la torpeza de la rubia de no haber subido nunca a un caballo, sí tenía muy buena elasticidad y fuerza, por lo cual siguió las indicaciones del guía para subirse sin mucha dificultad. La sensación de estar arriba del caballo la abrumó por un momento, era emocionante. Stan le dijo al hombre que él le ocupaba de enseñarle lo básico del manejo de las riendas y las piernas, ya que podría hablarle en japonés, Kohaku tampoco tenía un conocimiento tan específico del inglés como para entenderlo del todo. Manuel le agradeció, y se fue a dar la bienvenida y preparar a otras dos personas que habían llegado.

- ¿Viste, preciosa? Parece que hasta el destino quiere que montes a un gringo, ni aquí puedes escapar de eso –Bromeó Stan, encantado con la casualidad.

- Una broma del destino, querrás decir.

- También. Ahora presta atención, o vas a terminar abajo del Gringo, y no de una forma rica –Le guiñó el ojo, y luego se puso más serio– Las riendas sólo sirven para guiar al caballo a la izquierda o la derecha, no las jales ni las sacudas mucho, o lo vas a molestar, piensa que con la embocadura tienen un fierro en la boca. Para hacerlo avanzar, dale un golpecito con los talones abiertos a cuarenta y cinco grados, ahí donde naturalmente caen tus pies. No te preocupes, no les duele... al menos no sin espuelas. Trata de mantener tus talones bien abajo siempre, para eso pisa bien el estribo con la parte del metatarso de tus pies. Eso te dará la fuerza para que tus piernas se aferren al caballo, y es más seguro, no querrás que tus pies se metan a fondo en el estribo y te quedes enganchada, y si no los pisas bien se te saldrán y perderás soporte. Cuando camina no es problema, pero si trota o galopa... vas a necesitar ese apoyo.

- Creo que entiendo... ¿Así? –Le preguntó, acomodándose tal como le había indicado Stan.

- Sí, muy bien. Para frenarlo, lo mejor es apretar fuerte las pantorrillas contra su panza, y echarte un poco para atrás, el jalar de las riendas tiene que ser muy suave y breve, solamente si no te hace caso o no entiende tu indicación. Y siempre mantén la espalda derecha, hombros, cadera y talones tienen que estar alineados. Si te vas para adelante, perderás equilibrio, y lo harás avanzar más rápido, ya que le estás dejando los cuartos traseros libres de tu peso. Creo que con eso te dije lo más importante. No creo que quieras avanzar más rápido, pero si no te hace caso o te ignora, puedes tocarlo con una rama en la grupa, es la parte superior de su trasero, por así decir.

Kohaku asintió, y trató de recordarlo todo mientras esperaban a estar listos. Quince minutos después ya estaban todas las personas subidas a sus respectivos caballos, y los guías se repartieron, uno adelante y otro atrás, para mantener ordenados y avanzando a todos. El corazón de la rubia estaba ya latiéndole con fuerza de la emoción del momento, sorprendida con cómo se sentía el movimiento del caballo bajo ella, un suave vaivén al cual le encontró el ritmo. Miró a Stan, que lucía muy tranquilo y confiado, con una amplia sonrisa, demostrando ejemplarmente todos los detalles que le había recomendado, además que se veía guapísimo así vestido y con su caballo blanco-grisáceo, era difícil dejar de mirarlo.

Salieron del campo del predio, y se internaron en un bosque de robles que tenía senderos marcados y despejados, por donde avanzaban en fila, uno detrás del otro. Escuchaban el agradable silencio de la naturaleza, interrumpido solamente por pájaros que cantaban, y por las ramas que los caballos pisaban. Todos los animales parecían muy mansos, aunque había algunos que se aceleraban más de la cuenta, y otros que se rezagaban, bajo la guía de sus más o menos experimentados jinetes. A Kohaku le estaba gustando mucho eso, y notó que por más que le dejara las riendas bastante flojas y apenas tocara a su caballo con los talones, él avanzaba por su cuenta, por lo cual decidió confiar y dejarlo hacer. Parecían estar subiendo por un cerro, lo cual confirmó cuando uno de los guías les dijo en voz alta que estaban cabalgando por el Cerro Campanario mismo. Media hora después salieron a una parte mucho más liviana del bosque, y fue entonces cuando todos los turistas jadearon de sorpresa y encanto a la par, cuando vieron frente a ellos una hermosa panorámica, con el ya conocido y hermoso "Lago Nahuel Huapi" y una península llamada "San Pedro".

Stan sacó su teléfono para sacar algunas fotos mientras cabalgaban, tanto al paisaje como a ellos mismos, además de filmar algunos pequeños videos del trayecto. Otro cuarto de hora pasó, mientras seguían recorriendo aquel maravilloso lugar, inspirando el aroma a bosque. Se detuvieron todos en un punto alto del cerro, para admirar debidamente los miradores tan hermosos. El guía Juan les dijo que iban a emprender la vuelta, pero lo hicieron por un camino distinto. También les dijo que iban a encontrar luego un campo más plano, para que los que quisieran pudieran disfrutar de galopar. Ante eso, la mirada de Stan brilló de entusiasmo, lo cual hizo reír enternecida a Kohaku, era la mirada de un niño feliz, tan inocente se veía, seguramente reviviendo más bonitos recuerdos en su mente.

La bajada fue tan hermosa como la subida, y sólo recibieron el consejo de echarse un poco más para atrás cuando había inclinaciones más pronunciadas. Finalmente, llegaron a una zona que ciertamente lucía mucho más plana y despejada.

- Despertemos a los caballos un poco más, antes de galopar. ¿A ver, un trote? –Los animó Manuel.

Le hizo un sonido con la boca a su caballo, que inmediatamente comenzó un grácil movimiento de trote. Stan estaba tentado de acompañarlo adelante, pero se contuvo para cuidar a Kohaku, además que tenía muchas ganas de ver su reacción, era un placer culpable ya que sabía lo que iba a pasar seguramente. Seguido del caballo delantero, poco a poco y de forma casi automática todos los caballos lo imitaron, y comenzaron a trotar. Había caras sonrientes, así como incómodas, y pronto Kohaku se encontró entre las últimas. Rebotaba mucho sobre el lomo de su caballo, y se tuvo que agarrar a la montura de piel para tener más estabilidad, era francamente incómoda la forma en que rebotaba como una pelota.

- Preciosa, si te echas un poco para atrás, va a ser más fácil ya que estarás más "pegada" a la montura –Le recomendó su esposo, por su puesto él siguiendo el ritmo del caballo con mucha más comodidad y elegancia, rebotando mucho menos– Y lo vas a sentir en dos tiempos, es decir, que podrías contar "uno, dos, uno dos".

- ¡Fácil decirlo, pero no puedo parar ni acomodarme, cada vez reboto más! –Exclamó la rubia, nerviosa– ¿Cómo demonios haces para moverte tan poco?

- Afloja la cintura, acompaña con movimientos como si estuvieras... Bueno, esto va a sonar raro, pero acompaña el ritmo del trote muévela... como si estuvieras montándome a mí.

- ¡¿Qué?! –Preguntó boquiabierta y sonrojada, sin esperarse esa comparación– ¡No es momento para esas bromas ahora, Stan!

- No era una broma, mírame.

Kohaku le miró la cintura y la cadera, y pudo comprobar –con un poco de inesperado calor interno– cómo la pelvis de su esposo hacía cortos y flexibles movimientos hacia adelante y hacia atrás, no estaba tan lejos de aquella atrevida imagen íntima. No le fue nada fácil, pero no tenía otra opción y se estaba cansando de rebotar y de golpearse el trasero contra el lomo del caballo, y se imaginaba que tampoco debía ser cómodo para el animal soportarla así a ella, por lo que se esforzó en imitar el movimiento, haciendo a un lado las sugerentes imágenes. Sorprendida, se encontró con que sí había mejorado un poco, disminuyendo el rebote y la incomodidad, aunque no le salía del todo bien.

- Mejor, recuerda bajar los talones y apretar con las pantorrillas, te agarrarás mejor. Pero no aprietes las rodillas, o rebotarás más, se trata de la tensión justa y equilibrada.

- No me voy a poder sentar en todo el día si sigo así. Me gustaba más caminarlo.

- Oh, ¿acaso la señora Snyder se está achicando frente a un pequeño desafío? No te tenía tan llorona.

Kohaku cayó en la trampa, picada con un golpe a su orgullo. Era cierto que tampoco era tan terrible, a pesar de la incomodidad, estaba sonriendo, y estaba emocionada por dentro. Por suerte, unos segundos después su caballo volvió a caminar, siguiendo a los de adelante que también habían hecho lo mismo. La rubia dedujo que, cuando no tenían un jinete seguro que les diera indicaciones, imitaban al resto de la manada. Pero su paz no duró mucho, cuando vio al guía Manuel adelante voltearse y hablar en voz alta, sonriendo ampliamente.

- ¿Listos para un galope? Los que no se animen, pueden quedarse atrás con Juan.

- ¿Te apuntas, preciosa? –Preguntó Stan– Te puedo asegurar que va a ser una de las experiencias y sensaciones más interesantes de tu vida.

- Si lo pones así, sí quisiera probar. Por otro lado, no estoy muy segura, si apenas pude acomodarme en el trote.

- En realidad, el galope es mucho más cómodo y suave, se rebota menos, aunque es otro nivel de velocidad y adrenalina. Tienes que hacer ese mismo movimiento de "barrer" la montura, como si estuvieras dentro de una cuchara... más o menos. Si te sientes insegura, puedes agarrarte de un puñado de las crines del cuello, no le dolerá.

- De acuerdo, lo intentaré.

- Esa sí es mi esposa –Stan asintió contento.

Se dividieron los grupos, aunque solamente tres personas no se animaron y quedaron atrás. Kohaku se sorprendió que incluso dos niños de no más de diez años estaban al frente y confiados, lo cual le dio más seguridad a ella, no debía ser tan difícil entonces. El guía comenzó a galopar a su caballo, y haciendo un sonido con la boca como si diera rápidos besitos al aire, los demás caballos también lo hicieron. Stan aprovechó ese momento para disfrutar al máximo, y era cierto que a Zeus le gustaba la acción, ya que pronto se puso a la par del guía, cabeza a cabeza. Los demás galopaban un poco más atrás, y Kohaku sintió la adrenalina recorrerla entera, por poco dejando salir un grito agudo de emoción. Definitivamente era más cómodo ese ritmo, más "largo" cada paso, y tenía una impresión de flotar ligeramente, a excepción de la velocidad.

- Zeus quiere correr –Le dijo Manuel a Stan–Tenemos un buen tramo despejado por delante, ¿te animas a una carrera, cowboy?

- Por supuesto –Le contestó con confianza– Aunque sólo lo intenté una vez en la vida.

- Sólo levanta un poco el trasero del asiento, aférrate con las pantorrillas y mantén el equilibrio pisando bien el estribo, él hará el resto. ¿Listo?

Stan asintió, y apenas empezó a adoptar esa posición y lo tocó con los talones una vez más, el caballo blanco cambió el ritmo abruptamente, acelerando vertiginosamente. A pesar de todo lo confiado y entusiasmado que se sentía, el corazón del rubio comenzó a latir con rapidez y se le erizaron todos los vellos, sintiendo el viento golpear contra su oído, así como sentir las potentes pisadas de Zeus contra la tierra, y el sonido de sus cascos, eso sí que era velocidad. Su caballo dejó atrás al de Manuel, inesperadamente, pero después volvieron a estar a la par, y unos segundos después el guía le dijo que se sentara sobre el lomo y se echara hacia atrás, para volver a un galope controlado, y luego a caminar.

- Nada mal, naaada mal –Dijo Stan, suspirando con fuerza.

- Le dije que se ponía picante, pero lo hicieron bien –Lo felicitó Manuel– Volvamos con los demás, los dejamos bien atrás.

Regresaron al galope hasta volver a unirse con el grupo, y Kohaku, que estaba boquiabierta y su corazón estaba acelerado sólo de ver esa corta carrera, pudo ver una de las sonrisas más grandes que había visto nunca en el rostro de su esposo.

- Wow... Eso fue increíble.

- Lo fue. No me voy a hacer el valiente, reconozco que hasta a mí se me frunció el trasero –Admitió Stan riendo, y palmeó el cuello del caballo– Qué caballo especial, me encanta.

- ¿Habías hecho algo así antes, con tu abuelo?

- Una sola vez, y fue inolvidable. No duró mucho porque mi madre gritó como una desquiciada, preocupada con que yo me podía caer y lastimar, y no le habló a mi abuelo por dos días después de eso. Creo que desde entonces que tengo gusto por la velocidad y el vértigo.

- No lo dudo.

Luego de ese momento de acción, todo el grupo recorrió los últimos quince minutos de la cabalgata a un paso tranquilo. Llegaron al predio desde donde habían salido, y se detuvieron en el picadero de arena, bajando de a poco de los caballos. Luego de dar unos pasos, Kohaku frunció el ceño, mirando sus piernas. Stan se rió suavemente, y sonrió con picardía.

- ¿No puedes cerrar las piernas y caminar normal?

- Más o menos así –Reconoció con una risilla, sorprendida– ¿Es normal?

- Sí, las primeras veces, y en especial con cabalgatas largas si no estás acostumbrado –Y agregó, susurrándole al oído– Ya ves, es cosa de "gringos" dejarte con las piernas de gelatina, nada mal.

Kohaku rió, y lo empujó suavemente. Les agradecieron a los dos guías, les pidieron que les sacaran una foto juntos y con los caballos que habían montado, y luego se despidieron. Caminaron hacia el coche tomados de la mano, rememorando los bonitos momentos de la experiencia, para volver a la casa a descansar. Hicieron una parada en una confitería para comprar algunas dulces delicias patagónicas como una porción de torta de mousse de chocolate y frutos rojos, además de un generoso alfajor artesanal, para comer de merienda. Mientras comían eso en la casa, Stan consintió el pedido de su esposa de contarle muchas más anécdotas de su familia y los caballos, recuerdos felices que le hicieron brillar los ojos con afecto.

Un par de horas después, la sensación incómoda de las piernas de Kohaku desapareció, aunque se reía de que le dolía un poco el trasero al sentarse, consecuencia de tanto rebote en el trote a caballo. Por lo que Stan le sugirió que se recostaran en la cama y miraran alguna película en el televisor del dormitorio, ella aceptó encantada, amaba esos sencillos planes de acurrucarse juntos así. Fueron al cuarto, y él ya se había quitado los zapatos y sentado en la cama, cuando se dio cuenta que había dejado su teléfono en el coche, y le pidió el favor a Kohaku de si podía ir a buscarlo, ya que todavía tenía el calzado puesto. Ella asintió, y fue a hacerlo, tardándose unos minutos. Lo que no se esperaba cuando regresó al dormitorio, fue encontrarse una imagen completamente diferente: Su esposo estaba recostado en la cama boca arriba, en una posición un tanto seductora, pero lo peculiar era que estaba prácticamente desnudo, su escultural cuerpo un festín a los ojos, solamente su sombrero negro tapándole la entrepierna. La rubia parpadeó por la inesperada y caliente sorpresa, con una sonrisa burlona, y se cruzó de brazos.

- ¿No era que íbamos a ver una película?

- Sí, pero ya que te gustó tanto la cabalgata de la tarde, pensé que quizás te habías quedado con las ganas de montar un rato más.

- ¡Ja! Así que lo del teléfono fue una excusa planeada.

- Digamos que aproveché el bug, para más placer –Le guiñó un ojo, y apoyó la mano sobre el sombrero.

- Qué oportuno. Tenía que imaginarme que contigo, "ver una película" no siempre es lo que parece. Lo que no me esperaba, era ese otro detalle. Nada mal, querido.

- Había que ayudar a preparar la fantasía. Y no seas inocente, la luna de miel tiene su razón de ser, las películas las podremos seguir viendo otros días. Ahora ven, y muéstrame lo que aprendiste esta tarde.

Kohaku se quitó los zapatos, y pensaba subirse a la cama así, cuando se dio cuenta que podía hacerlo un poco más divertido y hacer desear a su siempre juguetón esposo. Dado que el estado de desnudez era demasiado distinto entre ambos, decidió darle un breve show, desvistiéndose de forma sensual hasta quedar en ropa interior. Se subió a la cama, arrodillándose con las piernas por fuera de las de Stan, y movió las caderas de forma provocadora, en alusión a cómo lo haría después cuando lo "montara". El rubio dejó salir un gemido de satisfacción, excitándose muchísimo con la imagen que le daba su diosa y esposa. Lo que más le fascinaba era que ella siempre le seguía los juegos sensuales y le redoblaba la apuesta, eran tan parecidos y perfectos el uno para el otro que no le cabía dudas que nunca se aburrirían juntos.

La joven se acomodó para darse vuelta y luego se quitó el sostén, mirándolo de reojo coqueta y repitiendo esos tentadores movimientos de su cuerpo, sabiendo que estaría poniendo a prueba las ganas de Stan de tocarle el trasero. O eso pensaba, pero cuando volvió su vista al frente, regodeándose de su provocación, se sobresaltó cuando sintió una fuerte palmada.

- Me pareció que te haría bien un buen fustazo para que hagas caso –Le dijo Stan con voz rasposa y acaramelada, sus ojos más oscuros destellando con deseo.

- ¿No se suponía que tú eras la representación del semental? Creo que el rebelde aquí eres tú, Snyder.

- Sólo hay una forma de calmarme, antes de que me desboque, preciosa.

Stan se recostó nuevamente, apoyándose sobre sus codos, y levantó su pelvis ligeramente, con una mirada ardiente en sus orbes zafiro. Kohaku pensaba retrucarle y seguir provocándolo, pero también tenía su encanto pretender ceder y hacer lo que le sugerían, ya encontraría la forma de buscarle un castigo delicioso a su casi indomable esposo. Volvió a darse la vuelta, quedando de frente a él, y quitó lentamente el sombrero, mirándolo a los ojos, ambos sonriendo con diablura. Como era de esperar, Stan estaba ya excitado en toda su gloria, una vista de la cual nunca se cansaría y que le provocaba un ardiente tirón en su bajo abdomen, ya sabiendo perfectamente lo maravilloso que se sentía el más que generoso miembro de su hombre.

Sólo porque la imagen sería demasiado sexy, le puso el sombrero de vuelta en la cabeza, fundiéndose por dentro al contemplarlo así, demasiado guapo y deseable para su propio bien. Comenzó a tocarlo, haciéndole soltar un ronroneo de placer, pero estaba tan ansiosa por sentirlo duro, suave y caliente junto a ella para calmar un poco su propia excitación, que se acomodó para frotarse contra él, ambos disfrutando simultáneamente así. Se movió de forma cadenciosa y sensual, jugando un poco más, hasta que la necesidad de más fue demasiado imperiosa como para seguir postergándola, y se acomodó para dejarlo entrar. Gimieron al unísono, y Stan le acarició los muslos, mientras la miraba a los ojos con tanta devoción como fuego.

El alivio fue inmediato, junto con esa celestial sensación de ser colmada en todos los sentidos por el amor de su vida. Fiel a la propuesta inicial, Kohaku dejó las provocaciones de lado para dedicarse a hacer el amor de una forma apasionada, que estimaba que sería breve, pero no por eso menos intensa. Puso todo el ímpetu y entrega a sus movimientos, hasta que necesitó un apoyo, y apoyó sus manos sobre las de su esposo, enseguida él buscando entrelazar sus dedos y levantando las manos en el aire para darle ese sostén mientras ella se movía inclemente contra él.

- Oh, preciosa... Sí que puedes montar –Gimió Stan, extasiado.

El tono de voz tan cargado de placer se su esposo la estremeció de gusto, por lo que incluso aumentó un poco más la intensidad y velocidad de los vaivenes de sus caderas. Pero eso fue demasiado para el rubio, que no pudo evitar llegar al límite de su excitación, y liberó su clímax dentro, sin contener su voz. Se tomó unos segundos para absorber la ola de placer que lo desconectó del mundo físico momentáneamente, su cuerpo temblando ligeramente mientras jadeaba para recuperar el aliento. Kohaku se levantó un poco para dejarlo salir, satisfecha con cómo había dejado a Stan derretido en la cama.

- ¡Ja! ¿Quién es el que no va a poder caminar...?

No alcanzó a terminar su frase, cuando su esposo la agarró de la parte trasera de las rodillas y la jaló hacia él con mucha fuerza e impulso, haciéndola caer contra el colchón. Se inclinó sobre ella para besarla profundamente, ahogándola deliciosamente con su intensidad. Cuando la dejó jadeante, le mordisqueó el lóbulo de la oreja y le susurró candente:

- Ninguno de los dos podrá, preciosa. Ahora me toca a mí contentarte con una buena montada. Pero primero...

Mientras la oía gemir suavemente ante sus fogosas palabras, bajó una mano para acariciarla íntimamente, la sensación de sus fluidos combinados haciendo demasiado fácil y resbaloso acariciarla. Kohaku acarició los pectorales de él, deslizando sus manos hacia arriba, hasta apoyar sus manos en las mejillas de Stan y acercarlo para poder besarlo largamente. Él interrumpió luego el beso, para pasar a depositar apasionados y húmedos besos por todo el cuerpo de ella, devorando su cuello, sus pechos, su abdomen, hasta llegar finalmente a la anhelada perla y centro de placer. Kohaku gimió fuerte, nunca estaba lo suficiente mentalmente preparada para las divinas habilidades de su amado de darle placer oral, era demasiado bueno y entregado a estimular su clítoris para hacerla estallar. No tardó mucho en lograrlo, además que ella ya había quedado bastante cerca antes.

Sin darle tregua, mientras el cuerpo de su esposa temblaba con la ola de placer, la volteó para dejarla boca abajo. Había aprovechado ese tiempo hasta hacerla acabar para que su cuerpo se recuperara y pudiera volver a tener otra erección. La jaló de las caderas para apoyarla en sus rodillas, y se acomodó para volver a entrar en un solo y largo movimiento.

- ¡Ah, Stan! –Exclamó Kohaku, inspirando bruscamente, tan abrumada como encantada con volver a sentirlo llenarla imposiblemente.

- Si tuvieras el cabello más largo, podría usarlo como si fueran riendas –Dijo él con voz candente– No te preocupes, puedo adaptarme.

Sin avisarle, pero a la vez haciéndolo lo más gentil que pudo, le agarró ambos antebrazos, uno en cada mano, y los jaló hacia él, privándola así de su apoyo, obligándola a la vez a depender de su agarre para no caerse de cara contra el colchón. Comenzó a moverse dentro de ella con pasión y fuerza, la excitación y lo salvaje que ambos estaban siendo lo potenciaba. Para colmo, oírla gemir sin contenerse, y que le pidiera que siguiera así y que hasta lo hiciera más intenso, no hacía más que olvidar su auto-control. Le soltó los brazos, tampoco dejándola hacer mucho hasta que acopló su cuerpo a la espalda de ella, empujándola con su peso contra el colchón. En lugar de poner sus piernas por fuera, lo que le generaba una deliciosa fricción que ella las tuviera tan juntas con él adentro, lo hizo al revés, haciéndola abrirlas lo más que podía.

- Oh, por dios... –Gimió guturalmente Kohaku, aferrándose a las sábanas, eso se sentía demasiado bien.

Stan comenzó a embestir contra ella sin piedad, alternando la postura de su cuerpo entre completamente pegado al de ella, empujándose en cortos y rápidos movimientos, y luego apoyarse en sus codos y poner más distancia, sus embestidas mucho más largas y profundas, haciendo chocar ruidosamente sus cuerpos.

- Stan... Stan... –Gimoteó, abrumada.

El rubio se apoyó en un solo codo por un momento, y le agarró la mano derecha a su esposa, para llevársela hasta su propio sexo.

- Tócate, amor –Le susurró con una mezcla de dulzura y pasión, besándole el cuello después.

Kohaku jadeó fuerte, estaba suficientemente colmada y rezumante de placer con la forma tan apasionada en que hacían el amor una vez más, no sabía si podría soportar encima una estimulación tan sensible, cuando apenas podía elaborar algún pensamiento consciente. Dudó, pero Stan volvió a decirle al oído que quería que ella se tocara, y se decidió. Había algo muy excitante en que él la tocara, pero no podía negar que ella sabía exactamente qué, cuánto y cómo hacerlo para acercarla a otro orgasmo, con paciencia y manteniendo esa intensidad podían lograrlo juntos. Se acarició mientras su esposo seguía derritiéndole el interior con sus empujes, hasta que volvió a empezar a sentir esa ola de placer formarse en su bajo vientre, con ese calor eléctrico recorriéndola entera de a poco.

El problema fue que a medida que estaba cada vez más cerca de su segunda liberación, controlaba menos sus movimientos y caricias, y le costaba hacerlo por más que quisiera.

- Stan, no puedo más...

Entendiendo el pedido implícito, el rubio volvió a apoyarse en un codo, para que su otro brazo se colara por debajo del cuerpo de su esposa, y así que su mano alcanzara ese botoncito de placer que la llevaría al clímax. Comenzó a moverse más rápido contra ella, manteniéndose lo más profundo que podía, mientras la acariciaba, sabía que eso funcionaría. También se estaba volviendo a acercar él a su segundo buen final, pero tenía que controlarse hasta asegurarse que Kohaku lo había logrado primero. Cuando la oyó respirar cada vez más erráticamente y jadear con fuerza, mantuvo ese ritmo exactamente igual durante el próximo minuto, hasta que la sintió comprimirse fuerte contra él, exprimiéndolo. Se dejó llevar, ya que también estaba al límite, y gimió ruidosamente, volviendo a liberarse dentro de ella, no había mejor sensación de unión plena, la cima de su amor expresado de una forma física.

Rodó a un costado para no aplastarla y dejarla recuperarse, él también estaba colapsado de tanto placer y necesitaba aire y algo de espacio. A pesar de eso, necesitaba sentirla de alguna forma, por lo que tomó su mano y entrelazó sus dedos, primero para poder llevarla hasta su boca y darle un beso, y luego hasta su pecho, donde su corazón todavía latía desbocado. Kohaku lo miró y le sonrió con ternura, no importaba cuál intensos y salvajes fueran haciendo el amor, siempre Stan tenía algún gesto dulce y suave con ella, detalle que adoraba y le correspondía también.

- Te amo demasiado.

- Nunca será demasiado. Siempre será suficiente –Le contestó él, girándose de lado y mirándola cálidamente con una sonrisa.

- Entonces... simplemente te amo.

La joven también se giró, y lo abrazó. Con Stan tenía todo lo que una persona podía soñar al pensar en un compañero de vida. Un profundo amor mutuo pleno, cuidado y confianza, relaciones íntimas tan emocionantes como divertidas, apoyo en todos sus proyectos, con Sam ya eran una familia, aunque sabía que a futuro quería completarla también con hijos. Iban sólo casi dos semanas de casados, alrededor de dos años y medio de pareja, y de verdad no le veía horizonte a lo que sentía por él, era como el océano más profundo, sólo que de luz y amor.

Los dos días siguientes, los últimos en la ciudad de Bariloche, los dedicaron cada uno a una actividad distinta. La primera fue visitar el "Complejo Turístico Teleférico Cerro Otto", en el cual una de las atracciones principales era la de subir en teleférico hacia la cima del cerro, a unos casi mil quinientos metros de altura. Esa visita fue muy tranquila y bonita, en la que subieron por ese medio de elevación en góndolas grandes y herméticamente cerradas, cómodas como para unas cuatro personas sentadas. El ascenso duró alrededor de doce minutos, y las vistas panorámicas eran maravillosas, aún más hermosas que las que habían visto en el ascenso en aerosilla dos días antes.

Una vez en la cima, hicieron una actividad de trekking con un guía y un pequeño grupo de personas, recorriendo los senderos boscosos cubiertos de una ligera capa de nieve. Esa actividad duró unos cuarenta minutos, y cuando volvieron, se dirigieron a la segunda y muy especial atracción de aquel complejo. Se trataba de una "confitería giratoria" que recorría los 360°, la única en todo el país. Se sentaron en una de las mesas de los bordes para poder admirar las vistas, y siguieron la recomendación de pedirse un chocolate caliente cada uno, junto a otras delicias regionales para comer.

El giro completo de la confitería se logró luego de veinte minutos, a una velocidad casi imperceptible, y que sin embargo les permitió observar panorámicamente toda la bella ciudad y mucho más. Hacia el norte visualizaron la ciudad de Bariloche y el "Lago Nahuel Huapi", hacia el este el "Cerro Leones" y el "Cerro Villegas", y parte de la estepa patagónica. Al sur se podía ver la espectacular belleza del "Lago Gutiérrez" y otros cerros cercanos, y al oeste el "Cerro Catedral", el "Lago Moreno", que ya habían visitado a nivel del mar, y la Cordillera de Los Andes. Se quedaron para dar dos vueltas completas, la primera comiendo y observando, la segunda sacando fotos y filmando aquella imponente belleza. Cuando terminaron, hicieron una rápida visita a una galería de arte que había allí, y luego sí bajaron y emprendieron la vuelta a la cabaña.

El día siguiente, hicieron una visita única y muy especial, que les robó el aliento y parecía más una vista de ensueño y algún cuento de fantasía que la realidad frente a sus ojos. Fueron al "Lago Traful" en donde habían contratado una actividad turística en lancha, y lo particular de ese bosque era que ocultaba un bosque sumergido. Fueron en coche hacia el muelle de la "Villa Traful", donde se colocaron el chaleco salvavidas, y se subieron a la lancha, eran siete personas en total, además del guía. El paseo duraría una hora y media, los primeros diez minutos de navegación fueron rápidos desde el muelle hasta esa parte especial del lago. Cuando estaban ya en la zona, pudieron contemplar grandes acantilados y hermosos miradores alrededor del lago, y unos minutos después alcanzaron a ver los primeros troncos del bosque sumergido.

Eran largos troncos sin ramas, casi blancos a causa de su exposición al sol y al agua, parecían petrificados. El guía les explicó que eran unos sesenta árboles sumergidos, principalmente cipreses. aunque también se habían encontrado lengas y robles. Los árboles estaban muertos, pero sus raíces seguían agarradas a las piedras en el fondo. Cuando el bote se acercó a la zona, realizó un movimiento en círculo alrededor de los árboles para "planchar" el agua. De por sí era muy cristalina y de un hermoso tono aguamarina, sólo verlo así provocaba largos suspiros de encanto, pero luego de esa maniobra de navegación, ese círculo grande que se dibujó en el agua dejó ver un espejo de agua traslúcido maravilloso, bajo cuya superficie comenzaban a verse con claridad los largos troncos sumergidos.

Kohaku jadeó de sorpresa, encantada con lo que veía, y le agarró el brazo a Stan para compartir su emoción. Él también estaba ligeramente boquiabierto, sus ojos zafiro brillando tanto como el reflejo del agua.

- Nunca vi nada así –Murmuró Stan con un hilo de voz.

- Parece salido de un cuento de hadas–Coincidió ella.

El guía les contó mientras miraban el origen de aquel especial fenómeno. En los años sesenta, hubo un movimiento fuerte de la tierra en la ladera del "Cerro Bayo", y el bloque de piedra bajo el cual estaba aferrado una parte del bosque quedó sumergido, se estimaba que tenía entre doscientos y trescientos metros de profundidad. Lo fascinante era que, a causa del frío del agua, que en la superficie rondaba los diez grados, los árboles se conservaban totalmente sanos y erguidos. Se quedaron varios minutos contemplando en detalle todo lo que podían ver, el agua tan cristalina que permitía ver hasta unos treinta metros de profundidad, y luego el guía anunció que seguirían recorriendo la zona.

Antes de que se encendiera el motor de la lancha, Stan miró a Kohaku y la rodeó por la cintura para girarla y ponerla de frente a él y de espaldas a la parte del lago que estaban contemplando, apoyando su mano en la mejilla de ella, mientras su mirada iba de sus ojos al lago, con una pequeña sonrisa.

- ¿Stan? –Preguntó la rubia, confundida porque él no hacía más que mirarla de esa forma peculiar, y tampoco estaban solos– ¿Qué pasa?

- Nada, sólo estaba tomándome un momento para ver y recordar cómo tus ojos y este lago tienen el mismo color, el mismo. No podía dejar de pensar en eso mientras lo miraba. Te veo en todo, te manifiestas en lo más hermoso que existe.

- Tú y tus dulzuras imposibles, no dejas de sorprenderme –Sonrió enternecida, y luego le devolvió una cariñosa mirada, entrelazando con fuerza sus dedos– Te amo.

Stan no se contuvo de darle un casto beso, luego sacaron una selfie juntos, y el amable guía los vio y les ofreció sacarles una él. Aceptaron agradecidos y se sentaron en los asientos de la lancha, abrazados y sonrientes. Desde allí, contemplaron un poco más de aquel fantástico paisaje natural hasta que el viaje continuó.

Con esa última excursión se despidieron de la ciudad de San Carlos de Bariloche, ya que la mañana siguiente harían un corto vuelo para llegar al último destino de su luna de miel, viajando más al sur hacia la ciudad "El Calafate", en la provincia de Santa Cruz, donde iban especialmente para visitar el famoso e impactante "Glaciar Perito Moreno". Pasaron la tarde comprando más regalos para la familia y amigos, además de algunos chocolates, mermeladas locales, y conservas. Devolvieron el coche alquilado, y decidieron caminar de vuelta a la cabaña en lugar de tomar un taxi, disfrutando lo más posible esa última tarde. Cuando llegaron armaron las valijas y se dedicaron a ordenar todo. Aprovecharon para dormir temprano y descansar, y en la mañana siguiente, bien temprano, le dejaron las llaves a la dueña y se despidieron, agradeciéndole mucho por la hospitalidad y comodidad, además de compartir con ella un resumen de lo que hicieron en su estadía de la semana.

Era imposible no sentir un peso en el pecho de melancolía al abandonar esa bella ciudad, aunque hubiera sido un breve viaje de vacaciones, se habían enamorado de todo allí. Sin dudas sería bonito volver algún día, en verano les habían dicho que también era hermoso, con todas las flores y la verde vegetación resplandeciendo y coloreando todo alrededor, además de los picos nevados de los altos cerros.

Esperaron el taxi que habían reservado ahí fuera, y viajaron al aeropuerto. El vuelo era de apenas dos horas, y llegaron al mediodía al "Aeropuerto Internacional Comandante Armando Tola". Cuando salieron con las valijas en mano, sonrieron ampliamente cuando se volvieron a encontrar con aquella postal natural de agua azul-aguamarina, y montañas con picos nevados de fondo, combinado con los colores amarillentos y verde oscuro de los pastos típicos de la estepa patagónica. El "Lago Argentino" frente a ellos ocupaba toda la vista de punta a punta de lo que alcanzaban a ver, medía nada menos que sesenta y cinco kilómetros y tenía sus casi veinte de ancho, según habían leído.

Tomaron otro taxi hasta el alojamiento que habían reservado, "Hostería los Hielos". El lugar era como una mansión construida en parte en terreno elevado, sus quince habitaciones, suites, y la enorme sala de estar común, muy luminoso todo, daban a amplios ventanales, teniendo hermosas vistas del lago y montañas. Se repetía ese acogedor diseño de largos tablones de madera y tejados azules a dos aguas, combinadas con algunas paredes de ladrillo pintadas de color verde. La habitación de ellos estaba en la planta superior, también con vista al lago, y tenía una cama king, muebles artesanales de madera, una mesita baja cerca del ventanal con dos cómodas sillas alrededor, y además pudieron volver a disfrutar del lujo de un baño con hidromasaje.

Como tenían sólo ese día para recorrer, luego de almorzar caminaron por la avenida principal para conocer un poco el estilo de la ciudad, y en dirección hacia la "Reserva de avifauna Laguna Nimez", apenas a un kilómetro del centro. Era una actividad que podían hacer libremente siguiendo los senderos señalizados e informativos, en la entrada obteniendo un folleto con el detalle del mapa y una guía de aves y herbario de la reserva. El recorrido era de unos tres kilómetros, y en el medio había miradores y observatorios. No tenían binoculares para observar de cerca las aves, pero por suerte ambos tenían muy buena vista, en especial Kohaku, y lo disfrutaron bastante ya con encontrarse con la fauna libre. En el recorrido vieron grupos de cauquenes, flamencos, cisnes de cuello negro, teros, patos y gavilanes, aunque según la información coexistían allí unas setenta especies de aves. Como siempre, sacaron muchas fotos, y se quedaron allí hasta el atardecer, contemplando la hermosa puesta de sol en ese lugar tan pacífico y bello.

Por la noche, fueron a un lugar muy especial y divertido, para celebrar a modo de despedida: "Yeti Ice Bar". Era un bar que ofrecía la experiencia de que absolutamente todo dentro, era como una caverna de hielo. El suelo, los "sillones", las paredes, sus esculturas, la barra y hasta los vasos eran de hielo, aunque para llegar a esa parte del bar, había una doble aclimatación anterior. El primer espacio era cálido y confortable, donde les ofrecieron bebidas calientes, pero ellos prefirieron simplemente pasar unos minutos antes de ir a la siguiente, que se trataba de una pre-cámara de frío, con una temperatura de 5°C. Allí le dieron a la pareja la vestimenta protectora: una capa aislante color celeste metálica con capucha de peluche blanco, guantes y grampones para adjuntar al calzado que tenían para no patinarse en la cueva helada, ya que el piso también era de hielo. Por último, cuando ya se aclimataron a ese frío, pasaron a la verdadera experiencia: El bar enteramente congelado con mucho estilo y buen diseño, donde la temperatura era de -13 ºC. Sólo podían estar ahí durante veinticinco minutos. Cuando entraron, no pudieron más que sonreír ampliamente y quedar boquiabiertos, era simplemente genial estar allí.

- Nada mal, nada mal –Dijo Stan sorprendido

- No puedo creer que literalmente TODO es de hielo, es una locura.

- ¿Pedimos unos tragos? Hay que aprovechar el tiempo que tenemos.

Kohaku asintió, y fueron a la barra. No se perdieron de probar el "licor de calafate", que estaba hecho a base del fruto local que daba nombre a la ciudad, una baya azul muy parecida al arándano, y era de un sabor dulce y a la vez ácido. La pequeña copita era de hielo también, y lo bebieron de un largo trago, relamiéndose y con la típica expresión de saborear algo muy nuevo y distinto, agradable. El resto de las bebidas no eran de la calidad más alta, pero bastaba para acompañar la experiencia y el buen momento, mientras se divertían recorriendo el bar, acompañados de música de discoteca, luces, y un fotógrafo que sacaba excelentes fotos a todas las personas, si luego querían comprarlas y llevárselas de recuerdo. Como no había comparación con sacar fotos con el teléfono, en especial por la falta de luz, sí aceptaron la propuesta, por lo cual el fotógrafo se dedicó a sacarles varias, guiándolos a los rincones más interesantes y llamativos del bar, donde aprovecharon para hacer algunas poses graciosas entre los sillones y las paredes y mesas de hielo, además de bailar un rato los ritmos latinos simpáticos y candentes.

- ¡Ja!, ¡qué curioso! No siento tanto el frío. ¿Y tú, Stan? –Preguntó Kohaku, con las mejillas sonrojadas más por las risas y el entusiasmo, que por las bajas temperaturas, aunque las tenía gélidas al tacto.

- Tampoco, gracias a esta ropa. No es un lugar para presumir de la sensualidad, pero sí para reír un rato.

Aprovecharon sus últimos minutos, el tiempo había pasado rápido, y volvieron a la hostería para cenar. El alojamiento proveía un delicioso menú de cordero patagónico y una carta con excelentes vinos, que aprovecharon para cenar por última vez, ya que no era un tipo de carne que pudieran comer en Japón, ni tan exquisitamente asado, en eso los argentinos tenían el primer puesto indiscutido en todo el mundo, y habían podido comprobarlo personalmente, tanto en Buenos Aires, en Bariloche, como en El Calafate en esa noche. Luego de cenar se quedaron en la habitación contemplando la vista desde la ventana, Kohaku sentada sobre el regazo de Stan, abrazados. Cuando habían digerido la comida que los había dejado más que satisfechos fueron a dormir, tenían que levantarse temprano ya que alrededor de las nueve de la mañana pasaban a buscar a los turistas por sus alojamientos para llevarlos a la excursión del glaciar.

Por la mañana tomaron el generoso y más que delicioso desayuno ofrecido por la hostería, con dulces y tortas caseras hechas con frutos de la zona, junto a una buena taza de café y un vaso de jugo de naranja exprimido con su pulpa. Terminaron con tiempo de sobra, y volvieron a la habitación para llenar sus mochilas con algo de comida, bebida y accesorios que podían serles útiles. Luego bajaron hasta la sala principal del alojamiento para esperar el transporte que los llevaría.

El "Glaciar Perito Moreno" se encontraba dentro del "Parque Nacional Los Glaciares", el viaje desde el centro de la ciudad hasta las pasarelas diseñadas para observar el imponente paisaje estaba a unos ochenta kilómetros de distancia. En poco más de la primera mitad, miraban por la ventana del bus que los transportaba el paisaje de la estepa patagónica, y cuando faltaban unos treinta kilómetros, comenzaron a hacer paradas para descender y tomar fotos panorámicas, así como podía observarse a lo lejos las primeras vistas del famoso glaciar, mucho más pequeño desde allí comparado con lo que verían después mucho más de cerca.

En el último punto que descendieron, hicieron una caminata hacia las pasarelas, hasta que se encontraron de frente con el paisaje abrumador: A unos seiscientos metros estaban al fin cara a cara con la enorme pared y superficie de puro hielo, de unos sesenta metros por encima del nivel del lago y que continuaba hasta el horizonte, un color celeste vibrante a causa del grosor del glaciar y el reflejo de la luz del sol. El agua del lago tenía partes más amarronadas, así como otras de color turquesa, y tan quieta que parecía un espejo. Los guías bilingües les dieron unos minutos para admirar ese único y emocionante paisaje, y luego procedieron a explicarles las opciones de circuitos posibles de recorrer, así como las reglas del parque nacional. Iban a poder caminar libremente por las pasarelas y toda la zona de los senderos a nivel de tierra hasta las cuatro y media de la tarde, cuando finalizaría la excursión y emprenderían el regreso.

Dicho eso, continuaron en grupo hasta llegar al "balcón principal", la vista más imponente y completa del glaciar, y allí los dejaron recorrer a su antojo. Kohaku le tomó la mano con fuerza a Stan, sus ojos sin poder abandonar la majestuosidad natural que se presentaba frente a ellos, y caminaron lento hacia el borde de la pasarela, hipnotizados y con el corazón martillándoles en el pecho de lo hermoso que era. Se quedaron en silencio, no podían más que contemplar y quedar boquiabiertos, hasta que Kohaku soltó una risa nerviosa, y se llevó las manos a los ojos. Stan la miró finalmente, y le sonrió suavemente.

- Ja, me salen las lágrimas y no puedo evitarlo, qué gracioso –Murmuró la rubia, tratando de aclarar su vista.

- Te entiendo, es muy fuerte, también estoy conmovido –Suspiró, controlando su emoción– Una cosa es verlo en las fotografías o videos, pero esto, tener frente a nuestros ojos y tan cerca algo así... la naturaleza es increíble y poderosa.

- Es como que cambia la perspectiva de la vida, te das cuenta al mismo tiempo lo insignificante y efímeros que somos, y la suerte que tenemos de nacer y vivir en un mundo así, y nosotros más aún de poder visitar esta maravilla.

- Miles de años, decenas de miles de años. Y aquí estamos nosotros dos, juntos, pudiendo compartir estas pocas horas dentro de su existencia.

- Nos pone filosóficos, ¿cierto? –rió suavemente, asintiendo– Me encanta, qué gran regalo. Estoy muy feliz y agradecida de que hayamos decidido venir aquí para nuestra luna de miel. Te dan ganas de viajar y conocer todos los rincones mágicos del mundo.

- Y lo haremos, ¿por qué no? –Stan le guiñó el ojo, abrazándola y besándole la frente con afecto– De a poco, pero creo que viajar es una de las mejores inversiones que una persona puede hacer.

- Sí, definitivamente.

Se quedaron un rato más contemplando cada detalle del glaciar que alcanzaban a ver desde allí, la textura de infinitas agujetas de hielo, las vetas negras que se filtraban y atravesaban las paredes de hielo, anticipando futuros desprendimientos, y los pedazos de glaciar que flotaban en el lago. Luego se dedicaron a caminar lentamente por las pasarelas, tenían un total de cinco kilómetros para recorrer y contemplar desde diferentes ángulos y alturas el paisaje, además de que estaban construidas montones de escalinatas que descendían, hasta aproximarse a unos 300 metros del frente del glaciar. Otra de las vistas de ensueño fue la de la formación natural de las cuevas glaciares.

Habían oído que los desprendimientos eran bastante frecuentes, otro gran regalo inolvidable si daban con alguno, aunque la mayoría solía ser de pequeños trozos, o hasta grandes trozos de las paredes que tenían esas marcadas vetas. Por lo que la recomendación de los guías había sido que, si veían u oían algún resquebrajamiento, fueran pacientes y se quedaran allí un rato más, ya que esa acción solía encadenar más desprendimientos en la próxima media hora. Las horas fueron pasando rápidamente, mientras se recorrieron toda la extensión de las pasarelas, pero ese día parecía bastante tranquila la "actividad" del glaciar. Se detuvieron a almorzar, sentándose en unos bancos mientras comían unos sándwiches que habían comprado la tarde anterior en una panadería, sabiendo que la excursión no incluía la comida ni bebida.

Descansaron un rato más las piernas, antes de volver hacia la zona del balcón principal. De pronto, los dos se sobresaltaron mucho, cuando oyeron un estruendo potente, y vieron a otros turistas correr. Al principio se asustaron un poco, pensando que había sucedido algo, hasta que se percataron que debía de tratarse de un desprendimiento. Sin dudarlo, se sonrieron con emoción y se levantaron, también acelerando el paso hacia el borde de la pasarela. Kohaku miró con su prodigiosa vista el lago, siguiendo las miradas de las demás personas, hasta que notó una parte que estaba más turbulenta y blanquecina. Le agarró el brazo a Stan, y le señaló el lugar.

- ¡Mira, allí fue! Y es como dijeron, mira esas grietas oscuras, justo allí. ¡Oooh, qué emoción! ¡¿Habrá otro?!

- Espero que sí... En cuanto vea otro trozo de hielo caer voy a empezar a filmar.

No despegaron los ojos de allí, y esperaron unos minutos con una mezcla de paciencia y entusiasmo, hasta que vieron una lluvia de pequeños trozos desmoronarse cerca de la base. Stan comenzó a filmar, tratando de mantener el pulso debido a la emoción, ni siquiera toda su experiencia como soldado y francotirador podía prepararlo para mantener la calma completamente ante algo así. Unos diez metros a la derecha, al rato se desprendió otro pedazo más grande, prolijo, aunque lo acompañó segundos después de otros fragmentos pequeños. El sonido de cuando esos aparentemente pequeños bloques golpeaban el agua eran emocionantes y potentes. Stan hacía pequeños videos en cuanto percibía los mínimos resquebrajamientos, la cámara lista, y Kohaku también lo hizo con el suyo, turnándose y continuándose entre los dos para no perderse ningún momento. En los próximos cinco minutos siguieron cayendo trocitos, y todos estaban cada vez más expectantes, porque eso debía significar que un pedazo más grande detrás o debajo se estaba desarmando.

- Amor, mira allí, esa grieta –Le llamó la atención Kohaku a su esposo– Todos los bloques caen desde arriba de ese, cada vez más frecuente, ya lo vi.

- Sí, también lo noté. No dejes de filmar tampoco, tengo la intuición que está por pasar...

Stan no terminó su frase, cuando de pronto jadearon al ver todo un pedazo de medianos trozos desprenderse de la pared, a ambos lados de un segmento que se mantuvo firme. O eso pareció, hasta que Kohaku soltó un grito de sorpresa, percibiendo algo antes que todos los demás.

- ¡OH POR DIOS, STAN! ¡MIRA! ¡MIRA EL PEDAZO CENTRAL! –Exclamó.

Efectivamente, de una forma tan derecha y prolija que al principio fue casi imperceptible, una "lonja" completa que parecía tener unos tres metros de ancho se desprendió de la pared de hielo, y recién la multitud se dio cuenta cuando ese inmenso trozo comenzó a inclinarse hacia adelante, cayendo casi de frente de tan enorme y sólido que era. El sonido del resquebrajamiento y el impacto del pedazo de glaciar contra el agua los estremeció de pies a cabeza, y tanto ellos como los turistas presentes no pudieron contener gritar con emoción y sorpresa, el corazón martillándoles con fuerza, y una ronda de ruidosos aplausos y silbidos festejando el especial y anhelado momento. A pesar del bullicio, el sonido natural fue ensordecedor, así como una imponente bruma de hielo que se vio como una explosión blanca, extendiéndose varios metros sobre el lago, y llegando incluso a cubrir parte de la superficie de tierra y bosque que había cerca.

Stan y Kohaku también gritaron de emoción, arengados por el resto de la gente, era algo digno de festejar poder haber visto con sus propios ojos, y no contenerse. Siguieron filmando hasta que el agua del lago volvió a calmarse, apenas conteniendo el temblor de sus manos debido a los nervios de pura emoción e incredulidad. La pared "nueva" que quedó visible en el glaciar era de un color celeste mucho más puro e intenso, bellísimo. Finalizaron las grabaciones, guardaron los teléfonos en la ropa como si fuera lo más preciado y delicado, conteniendo la evidencia del mágico momento, y luego Kohaku no se contuvo de treparse de un salto al cuerpo de su esposo, que la atrapó y abrazó con fuerza, los dos riendo fuerte y mirándose con los ojos brillantes y muy abiertos.

- ¡Oh por dios! ¡Oh por dios! ¡OH POR DIOS! –Exclamó Kohaku al borde de las lágrimas, sin poder contenerse– ¡¿Viste eso, Stan?! ¡No puedo creer que hayamos justo visto eso!

- ¡Yo tampoco, preciosa! ¡Nada mal! ¡Nada mal! –Su voz había ascendido varios tonos, más aguda que nunca.

- No puedo creerlo... madre mía, no puedo creerlo. ¿Lo ves? Teníamos que estar aquí, precisamente... ¡JA! Entre tu intuición y mi vista, somos el mejor dúo.

- Sí somos, oh, mi amor, esto fue un regalo de la naturaleza para nosotros. No sé si funciona así, pero no me importa, así lo creo y así fue.

Kohaku soltó una carcajada y asintió, abrazándolo más fuerte y dándole un largo beso en los labios, que él le correspondió apasionadamente, sin importarle en lo más mínimo que estaban entre una multitud. Cuando lograron serenarse, la rubia volvió a conectar sus pies con el piso, pero siguió abrazada a su amado esposo un rato más, el corazón de ambos seguía desbocado.

- Ahora sí podemos volver, con la satisfacción y felicidad de haber visto todo lo mejor que este fascinante lugar podía ofrecernos –Dijo Stan.

Se tomaron de la mano, y volvieron tranquilamente por las largas pasarelas, subiendo las escalinatas hasta llegar al balcón principal una hora después. Ya eran casi las cuatro de la tarde, por lo cual se quedaron allí a disfrutar la última media hora, relatándole en inglés a los guías lo que habían visto, y recibieron las felicitaciones.

Cuando se hizo la hora de emprender el regreso, todo el grupo se reunió y volvieron al transporte, para viajar de vuelta a los alojamientos de cada uno. Luego de tanta emoción, simplemente quedaron extasiados y con una paz interna enorme, por lo que pasaron todo el recorrido de regreso tranquilos, cada tanto apoyando sus cabezas contra el otro, o compartir algunos castos y tiernos besos cuando coincidía que se miraban a los ojos embelesados, demasiado felices por todo lo que habían vivido no sólo ese día, sino en la luna de miel. Ambos tuvieron una sensación de cierre muy natural y agradecida.

Esa noche era la última en Argentina, ya que al atardecer del día siguiente tenían el vuelo de regreso a Japón. En cuanto llegaron a la hostería se dieron un caliente y reconfortante baño juntos en el hidromasaje, no podían desaprovechar la lujosa oportunidad, y se quedaron allí disfrutando hasta que la piel se les arrugó por el agua, abrazados y casi adormilados, mientras se acariciaban muy suavemente con una sonrisa de plenitud pegada en sus rostros. Luego fueron a cenar al comedor, degustando otros deliciosos platos regionales, y compraron una botella de champaña para llevar a la habitación y celebrar su última noche allí. Junto con la espumante bebida y algunos de sus favoritos bombones de chocolate, el dulce ambiente los fue llevando a compartir abrazos, caricias y amorosos besos, cada vez más profundos y necesarios, hasta que de una forma tan lenta y natural se fueron desvistiendo mutuamente, para recostarse y terminar el día en una apasionada y dulce hora de hacer el amor.

- Que la vida nos sea así de plena y llena de amor por el resto de nuestras vidas, y por toda la eternidad –Dijo Stan con voz suave y acaramelada, acariciando el rostro de su esposa con suaves besos, al borde del sueño, mientras disfrutaban los ecos del máximo placer que habían alcanzado.

- Es, y será, porque la haremos así cada día, esa es nuestra promesa de vida juntos.

- Así es, mi preciosa señora Snyder, y así será.

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Buenaaas! Aaaaaawww, me puse modo flan, no puedo más que amarlos y ser feliz por ellos, lo merecen tanto! Bueno, que me emocioné escribiendo jeje, ya me conocen. Hasta aquí llegó la luna de miel, fue muy especial para mí escribir sobre los mejores rincones del país, hay un poco de experiencias y viajes propios para describirlo más realista (el bloque de nieve más grande que yo que me arrojó mi padre jaja, las carreras en "culipatín" y la carrera a caballo). Espero que lo hayan disfrutado, junto a las partes dulces y ricas, pasión y ternura, además de risas y paisajes que emocionan.

Voy a dedicar estas últimas dos semanas del año a dibujar más de esta pareja, tengo algunos dibujos hot pendientes... (que curiosamente otros anteriores así tuvieron bastante éxito en pixiv, para esta ship "verde" jajaja). Y feliz de las viñetas del manga, verlos juntos yendo a la luna, y ya puedo flashear shippeo canon, demasiado feliz!

Gracias por leer y dar amor, como siempre, y no me estiro más, así que... ¡Felices fiestas, Navidad, Año Nuevo, y mucha, mucha felicidad, luz, salud, amor y abundancia en sus vidas! Hasta el próximo capítulo!