Dos años después, la vida les seguía sonriendo. Su vida matrimonial era estable y feliz, nunca aburrida ni rutinaria por cómo eran ellos, y con todas las picardías de una pareja joven y aventurera. Aki había crecido y ya era una gata de buen tamaño, muy mimosa, inteligente, y curiosamente conversadora. Su largo y suave pelo anaranjado era hermoso para acariciar, y sus ojos se habían vuelto de un vibrante verde. Sam estaba más corpulento y peludo, con sus casi tres años de edad ya era todo un perro grande y juguetón, aunque se creía un pequeño cachorro eterno cuando buscaba cariños y se acostaba encima de Kohaku o Stan.

En lo profesional, Kohaku seguía manteniendo su racha invicta de victorias, y ya Tsukasa le había dado el visto bueno para que se presentara su inscripción en el torneo mundial de ese año. En cuanto a Stan, a la par de su trabajo usual en las fuerzas aéreas, y dado el éxito que había tenido el taller de especialización en tiro en Estados Unidos, recibió la propuesta de repetirlo tres veces por año. Eran viajes más cortos de tan sólo quince días, lo cual era mucho más tolerable y cómodo para él y Kohaku, y solían ser cada tres o cuatro meses.

Si bien el plan era ahorrar todo el dinero, entre los campeonatos de la rubia y esos trabajos especiales de él, usaron una parte para hacer al menos un viaje de vacaciones internacional por año, como festejo de cada aniversario de casados. El primero fue a Grecia, y el segundo a Francia, ambos viajes bellísimos, conociendo mucha cultura, visitando los lugares más emblemáticos de cada país, y disfrutando deliciosos platos locales, una inversión que valía mucho la pena mientras pudieran permitírselo.

Sin embargo, a poco de empezar el segundo mes del año, Kohaku se encontró en una situación que le dejaría una gran lección para el resto del año: "Algunas puertas se cerraban, para que otras se abrieran", aunque reconocería aquella verdad gradualmente, y con un muy buen balance a pesar de algunas amarguras.

En su regreso a casa después de su entrenamiento con Tsukasa, estaba esperando en la acera para que el semáforo cambiara de luz y así cruzar la calle, cuando vio un objeto grande, colorido y liviano pasar a su lado. Se dio cuenta que se trataba de un globo, probablemente algún niño lo había perdido en un descuido, y lo miró distraídamente. Sin embargo, de pronto se sobresaltó cuando escuchó el grito de una mujer detrás de ella, desesperadamente llamando a alguien, y un instante después una niña pasó al lado de Kohaku velozmente, estirando la mano hacia adelante tratando de recuperar su globo antes de perderlo definitivamente.

Ese instante pareció transcurrir en cámara lenta para la rubia, cuando se dio cuenta que la niña había llegado a la calle, ignorando los coches que pasaban, sus ojos sólo mirando con desesperación su globo. Cuando Kohaku percibió el súbito peligro al ver un coche empezando a frenar a demasiada poca distancia como para evitar atropellar a la pequeña, no lo dudó y aprovechó sus rápidos reflejos para lanzarse a la calle a quitar a la niña del medio. Alcanzó a atraparla y salvarla por muy poco, pero su salto no había sido tan calculado ya que no había tiempo de eso. Sabía que iban a caer al piso y podía ser un golpe duro para la niña, por lo que le protegió la cabeza contra su pecho y aterrizó impactando su brazo derecho y hombro contra el duro pavimento.

Lo primero que hizo fue chequear que la niña estuviese bien y a salvo, y ella también se había salvado por poco de quedar atrapada en el accidente, pero cuando intentó sentarte, un agudo dolor en el brazo que protegía a la pequeña la hizo ahogar un grito y apretar los dientes. El tránsito se había detenido, y oía a la madre gritar el nombre de su pequeña y acercarse desesperada, abrazándola llena de preocupación y agradeciendo profusamente a Kohaku por haberle salvado la vida. Otras personas se acercaron a la rubia para ayudarla a ponerse de pie, pero cuando le tocaron el brazo ella dejó salir un grito de dolor. Por suerte el resto de su cuerpo estaba bien, por lo que se puso de pie lentamente, pero ya comenzaba a ponerse nerviosa porque tenía un mal presentimiento de su brazo adolorido.

- ¡Señorita! ¿Está bien? –Preguntó preocupada la madre, así como otras personas que la rodeaban.

- Agh... Sí, pero mi brazo...

- Ahora llamo a una ambulancia, señorita –Le avisó un hombre, actuando rápidamente.

Se hicieron a un lado para permitir que la gente y el tráfico continuara su curso, y unos minutos después el transporte médico llegó. La señora, junto a su hija, se habían al lado de Kohaku, acompañándola y sin dejar de pedirle disculpas, pero la rubia negó con la sonrisa que pudo manejar, se alegraba de haber reaccionado a tiempo para salvar la vida de la pequeña, que de otra forma iba a ser arrollada por ese coche. Una vez constatado lo que había sucedido en el accidente, los médicos de la ambulancia le pidieron permiso a Kohaku para tocarle el brazo y comprobar las posibilidades de su herida, y en cuanto ella siseó de dolor ante una ligera presión, le dijeron que era muy posible que se hubiera fracturado al golpearse tan fuerte, que iban a inmovilizarle las articulaciones hasta que llegaran al hospital, para hacerle la radiografía y el tratamiento necesario.

El dolor sordo de la casi segura fractura era fuerte, pero Kohaku podía manejarlo. Una vez adentro de la ambulancia, preguntó si podía usar el teléfono para llamar a su esposo y avisarle del accidente y para que fuera a buscarla luego, a lo cual por supuesto accedieron. Les preguntó a los médicos a qué hospital estaban yendo, para así poder darle las indicaciones a Stan. No sabía si él contestaría el teléfono, debía de estar trabajando en ese momento, pero quería avisarle primero, y sino llamaría a su padre, que también podía ir a buscarla en el coche. Por suerte Stan atendió al tercer tono de la llamada.

- ¿Hola, preciosa?

- Sí. Hola Stan.

- Qué raro que me llames a esta hora, ¿todo bien? –Preguntó intranquilo.

- Hmmm... no, pero tampoco es tan grave lo que sucedió.

- ¡¿Qué sucedió?!

- Tuve un accidente, en la calle, y...

- ¡¿Un accidente?! ¡¿Estás bien?! ¡¿Qué te pasó?! –Exclamó, nervioso.

- Tranquilo, estoy entera... o casi –Murmuró con una mueca– Casi atropellaban a una nena, por lo que me lancé para sacarla de allí a tiempo, pero en la caída me lastimé... parece que me fracturé el brazo, aunque tienen que hacerme una radiografía para comprobarlo. Pero por cómo me duele, creo que sí es eso.

- ¡¿Dónde estás?! Voy ya mismo para allá.

- Pero estás trabajando, puedo pedirle a mi padre que...

- No, iré yo a buscarte. No me importa, pediré permiso, y si no iré de todas formas. ¿Piensas que voy a seguir trabajando lo más tranquilo cuando mi esposa tuvo un accidente? Dime ahora dónde estás.

- En la ambulancia todavía, llegando al "Hospital General de Tokyo JR", queda a un kilómetro y medio de casa, en el barrio de Yoyogi, en Shibuya. Pero no seas imprudente y te apures, estoy bien, fue sólo el brazo. Entre la radiografía y que me pongan seguramente un yeso voy a estar al menos una hora, tienes tiempo.

- De acuerdo, allí estaré. Yo le aviso a tu familia, tú no te esfuerces más.

- No me estoy esforzando, tranquilo –Dijo con una sonrisa, a pesar del dolor. Stan estaba más alterado que ella– Pero mejor no le digamos todavía a mi familia, mejor luego de que tenga el parte médico completo.

- Bien, en un rato nos vemos, cuídate, ya voy para allá.

Cortó la llamada y guardó el teléfono en su bolso, procurando quedarse lo más quieta posible. Cuando llegaron al hospital tuvo que esperar un poco para que la atendieran, lo suyo no era una urgencia. Al rato fue su turno, le hicieron una radiografía, confirmando que se había fracturado el húmero proximal, y que debían enyesarla. Tuvo que esperar otra vez para que entre dos enfermeros le hicieran el vendaje, desde el hombro hasta el codo. Oyó las indicaciones y consejos del médico, que le dijo que tendría que quedarse con el yeso por ocho semanas para asegurar que se soldara bien el hueso, aunque dependiendo de su evolución podía ser menos. Luego tendría que tomar las sesiones de rehabilitación, durante unos tres meses antes de volver a la actividad habitual.

Kohaku le dijo que era luchadora profesional, preguntándole qué consecuencias podría tener esa fractura para la práctica de su deporte a futuro. El médico la tranquilizó diciéndole que, si esperaba los tiempos de recuperación, hacía la rehabilitación y luego volvía a entrenar de a poco y con cuidado, no tendría secuelas, pero que no contara con tener ningún combate por los siguientes tres meses, hasta Octubre aproximadamente. Cuando la rubia oyó ese tiempo de inactividad se le cayó el alma al suelo, cinco meses sin entrenar, y otros tres sin actividad profesional iban a implicar un retroceso significativo, además que prácticamente la dejaba fuera de toda competencia por el resto del año. En cuatro meses iba a ser su lucha por las eliminatorias para participar de su primer torneo internacional, si quedaba fuera de eso, tendría que olvidarse del torneo. El mundo se detuvo a su alrededor, y su corazón empezó a latir salvajemente con ansiedad, sintiendo un enorme vacío. El médico la despidió amablemente, y un enfermero la acompañó a la sala de espera, ayudándola con el bolso deportivo que traía.

- ¡Kohaku!

Stan estaba allí esperándola, se acercó rápidamente con una expresión preocupada, mirándola de arriba abajo para comprobar con sus propios ojos que estuviera bien.

- Stan, llegaste rápido.

- Claro que sí, no iba a dejarte esperando –Le tomó la mano a modo de saludo, y se la apretó brevemente– ¿Hay que hacer algún estudio más o algo?

- No, ya podemos volver a casa.

- Bien. ¿Te duele? ¿Cómo estás?

- No mucho ya, este yeso limita tanto mi movimiento que no siento molestia, y el doctor dijo que se me pasará en unos días, todavía está inflamado por el golpe y la fractura reciente. Al menos tengo la mano y el antebrazo libre, el hueso que se me quebró era cercano al hombro, el húmero proximal.

- Ya veo... En parte es un alivio, pero vas a tener que hacer reposo completo los próximos días, no se te ocurra aprovecharte de que tienes la mano libre –Se anticipó a advertirle, sabiendo lo activa que ella era– Vamos a casa.

Agradecieron la atención del personal del hospital, y cuando se estaban por ir una fina voz llamó a Kohaku con timidez.

- ¿Hmm, señorita? Perdón...

La niña que la joven había salvado estaba allí, con su madre, cargando un ramo de flores. Con vergüenza e inclinándose mirando el piso, extendió sus pequeños brazos para ofrecerle el ramo.

- Oh, gracias... –Agradeció Kohaku sorprendida y enternecida.

- Perdón, por mi culpa se lastimó mucho –Murmuró con lamento la niña.

- Le pedimos perdón –Añadió la madre, también inclinándose y entregándole una tarjeta a Kohaku– Por favor, para compensar las consecuencias que le trajo salvarle la vida a mi hija, lo que sea que necesite, llame a este número y nos haremos cargo. Medicinas, visita al médico, lo costearemos con mi esposo, en disculpas y agradecimiento.

- No se preocupen, no fue tan grave, sólo me queda reposar y esperar a que me saquen el yeso, de verdad.

- No, es lo mínimo que podemos hacer, señorita... señora –Se corrigió, al mirar a Stan y deducir que era su esposo.

- De acuerdo, gracias –Aceptó Kohaku, recibiendo la tarjeta y leyéndola rápidamente, antes de volverle a agradecer y guardarla– Y gracias por las flores, son hermosas, me animarán.

La niña sonrió a pesar de su pena, despidiéndose con su madre de Kohaku y Stan. El rubio cargó el bolso de su esposa y el ramo de flores, ofreciéndole su brazo del lado de la mano libre y sana de ella, para dirigirse primero a una farmacia a comprar un cabestrillo para sostener mejor el brazo por encima del yeso, y luego regresar al coche y volver a casa. Mientras lo hacían, Stan le preguntó cómo había sucedido el accidente, y ella le contó todo, además del parte médico completo. Sin embargo, desde que subieron al coche y durante casi todo el trayecto, Kohaku no volvió a abrir la boca, su rostro había perdido la sonrisa educada que había mantenido en el hospital. Stan la notó demasiado silenciosa y la miró de reojo seguidamente. Como cada vez la veía más desahuciada, buscó animarla un poco.

- Por suerte no fue un accidente mayor o que haya requerido cirugía, eso es un gran alivio.

- Hmm.

- Y le salvaste la vida a esa niña con tus increíbles reflejos, siéntete orgullosa.

- Sí.

- No te preocupes por las tareas de la casa o por pasear a Sam, yo me ocuparé de todo eso, tú procura descansar.

- Hmm.

- Te repondrás bien, ya verás. Eres la mujer más fuerte que conozco, tu brazo estará como nuevo en un par de meses, y luego podrás volver a entrenar y recuperarte del todo para seguir con tu racha invicta.

- ...Hmm –Murmuró apenas audible.

Ante la seguidilla de esas brevísimas respuestas que ninguna parecía cambiar ni un poco su expresión, se puso un poco nervioso. Muy pocas veces había visto a Kohaku así, y le comprimía el corazón verla de esa forma. Pensó un último intento, algo que siempre le sacaba una bonita sonrisa.

- Para levantarte el ánimo, te voy a consentir con la comida que elijas, pide lo que sea, te lo preparo esta noche o lo compramos –Le dijo con una sonrisa, aunque ella estaba cada vez más taciturna– Y cuando nos acostemos, te voy a llenar de besos hasta que te quedes...

- Stan, cállate, por favor.

El rubio abrió con sorpresa los ojos y se calló al instante. No fue el entendible mal humor de ella lo que le preocupó en el momento, sino el tono de voz angustiado, y verle de pronto el rostro compungido con los ojos aguados con lágrimas. Estaban a un par de calles de llegar a casa, por lo que aceleró un poco más. Apenas estacionó el coche, se quitó el cinto de seguridad y el de ella, al mismo tiempo que una silenciosa lágrima rodó por el rostro de su esposa, imposible ya de contener.

- Preciosa...

La abrazó con contención, haciendo lo posible en aquel espacio por acunarla contra su pecho, y dándole un tierno beso en la cabeza. Al instante, la angustia de Kohaku dejó de ser silenciosa, y estalló en lágrimas, abrazándose a Stan sólo con el brazo sano.

- ¡Eso no va a solucionar nada, y si me recupero en unos meses tampoco importa porque será demasiado tarde! –Sollozó, descargándose lo que la venía atormentando– ¡Luego de tanto trabajo duro, justo cuando estaba por participar de mi primer torneo internacional! ¡Dos años estuve esperando por este momento, y se perdió todo!

- Kohaku, no digas eso. Estás viva y entera, dijiste que no tendrás secuelas, eso es lo más importante.

- ¡Es mi vida esto, y lo perdí! ¿Sabes lo que significa para mi nivel no poder hacer nada por varios meses, y perder todo el resto del año? ¡¿Qué voy a hacer?!

- Te entiendo, amor, siento tu desilusión, pero no perdiste todo, ni pienses que no sirvió de nada. Nadie te quita todas tus victorias, todo lo que aprendiste, y la increíble luchadora en la que te convertiste. Todo eso te hizo quién eres, y estás viva y entera, para seguir haciendo tu camino. El peor panorama es que tengas que esperar un año más para volver a participar, no que tengas que dejar por completo tu carrera.

- Lo sé, pero me hice tanta ilusión... A tan poco de lograrlo. ¿Por qué justo ahora? –Murmuró entre espasmos de llanto.

- No te faltará oportunidad, sólo la vida te está pidiendo un poco más de paciencia –Le dijo con ternura, acariciándole el cabello– Déjame preguntarte algo, ¿te arrepientes de lo que hiciste hoy?

- ¿Qué?

- De salvar a la niña, a costa de tu brazo.

- No, claro que no. Ella podía haber muerto atropellada si yo no la sacaba del medio.

- No hay forma de volver el tiempo atrás, y tampoco cambiarías tu accionar, por lo cual sólo te queda seguir hacia adelante, ¿cierto?

- ... Sí. Sí, así es.

- Y yo estaré para ti en todo lo que necesites, te cuidaré mucho y volverás a brillar y ser la mejor. No me cabe duda, tú puedes hacerlo, mi señora Snyder jamás se rendiría ante una dificultad. Sólo hay que avanzar paso a paso.

Sonrió con tristeza, reconociendo la fortaleza y paz interna que Stan trataba de darle. Respiró profundamente y suspiró, empezando a relajarse en los brazos de él, tan cálidos y amorosos.

Se quedaron así hasta que ella se calmó, y luego entraron a la casa. Stan se adelantó para retener a Sam, que solía saltar de felicidad al recibirlos, pero no convenía que lo hiciera sobre Kohaku, que sólo tenía un brazo para mover y todavía estaba adolorida. La acompañó en la cama para que ella descansara y durmiera una siesta, acariciándole la cabeza. El rubio pensó que era una suerte que había sido un brazo y no una pierna, al menos ella podía seguir caminando libremente y hacer algunas cosas, aunque lamentablemente era derecha y su brazo más hábil había sido el afectado.

Le contaron esa noche a Kokuyo y Ruri, primero con una foto de Kohaku con su yeso sentada en el sillón con Aki, para no asustarlos por demás. Los dejaron tranquilos de que no necesitaban ayuda ya que la joven podía manejarse por su cuenta para la mayoría de las cosas, y la rubia les contó que serían dos meses de estar enyesada aproximadamente, otros tres de rehabilitación, y luego podía empezar a entrenar de a poco, pero tendría que olvidarse de competir profesionalmente hasta fin de año, recién pudiendo volver para la temporada siguiente. Su familia la consoló con los mismos argumentos que su esposo le había dicho en el coche, y de todas formas le dijeron que la iban a ayudar al menos con las compras y algunas cosas más, para que Stan tampoco se sobre-exigiera.

Esa noche también llamó a Tsukasa para avisarle del accidente, además que tendrían que cancelar los entrenamientos por un buen tiempo. El joven luchador, siempre tan sereno y puro corazón, le dijo que la esperaría todo lo necesario para volver a entrenarla, que no se preocupara por eso, y la invitó a que pudiera visitarlo en el gimnasio para ver todos los entrenamientos de él, y hasta podían dedicarse a hacer unos análisis más técnicos y teóricos de los mismos, para que mantuviera la cabeza fresca en el tema.

Desde el día siguiente, Kohaku se dio cuenta que los próximos meses iban a ser un calvario. Esos dos primeros días tenía que tomárselos con especial calma y en reposo, y luego ya podía empezar a hacer movimientos con los dedos y las manos para ayudar a la circulación de su brazo. El problema era que toda su vida se centraba en entrenar y luchar, no estudiaba ni trabajaba de otra cosa, por lo cual no sabía en qué iba a ocupar su tiempo. A pesar de que Stan dijo que iba a ocuparse de pasear a Sam, el perro estaba ya muy bien educado y era fácil de llevar en la calle, además de soltarlo en las plazas y parques que lo permitían, por lo que apenas terminaron esos dos días, no pudo contenerse y se dedicó a hacer largas caminatas con él, al menos así se despejaba la cabeza. También se decidió a aceptar el ofrecimiento de Tsukasa, y visitarlo en sus entrenamientos, aunque era un poco agridulce la sensación de sólo poder ver.

Lo que más le irritaba era que tenía que cuidar que el yeso no se mojara, por lo cual había comprado una funda impermeable para poder bañarse con más comodidad, pero igual era muy incómodo y lento hacerlo con un solo brazo. Tenía que usar poca agua en la ducha para evitar mojarlo por las dudas que se filtrara agua, pero más de una vez sufrió las duchas ya que había días bastante fríos, y no podía sumergirse por completo para entrar en calor. Como siempre, su diligente esposo era demasiado atento con ella, y cuando la oyó protestar por lo difícil que le era en especial lavarse el cabello, le ofreció ayudarla con eso, por lo cual comenzaron a bañarse juntos día por medio. El otro gran dilema del yeso era cuando le picaba el brazo y no podía rascarse, no podía esperar que el tiempo pasara rápido para que le quitaran eso de una vez.

Stan no dejó de pensar durante toda la semana en una alternativa para motivar a Kohaku, en los momentos más relajados que tenía durante su jornada laboral. Él sabía mejor que nadie lo que era vivir de forma monótona, resignado en su frustración y sin nada que lo motive, alimentándose de los recuerdos de cuando todo marchaba bien. Ella no estaba en ese pozo, no todavía al menos, pero lo que él quería era que ni siquiera pusiera un pie ahí. Hizo memoria de todo lo que había hablado alguna vez con ella con respecto a las expectativas de futuro, a todo lo que le gustaba hacer o que tenía pendiente, así como las opciones que tenía hasta que se recuperara por completo. Fue entonces cuando recordó una conversación de unos años atrás, durante su primer viaje juntos a Estados Unidos, para las fiestas de Navidad y fin de año. Y a la vez, se percató de que no era tan distinto a lo que había pasado con él, cuando había dejado el "campo de acción", pero no se había alejado tanto de su oficio, y en el presente se dedicaba gustosamente a eso. Entusiasmado, no podía esperar para regresar a casa y proponerle la idea a Kohaku.

Cuando por la tarde volvió, encontró a su esposa recostada en el sillón con Aki hecha un ovillo encima de sus piernas, se había quedado dormida mientras leía un libro. Se arrodilló junto a ella, dándole suaves y repetidos besos en la mejilla hasta despertarla. La rubia entreabrió los ojos y se desperezó, adormilada, confundida al darse cuenta que se había quedado profundamente dormida.

- Buenas tardes, preciosa. ¿Cómo estás?

- Buenas tardes, amor –Le sonrió y buscó sus labios para darle un casto beso de bienvenida– Bien... Se ve que me cansé con la caminata de hoy, y me relajé demasiado, estaba muy cómoda y calentita aquí con Aki y con Sam.

- Así veo, me alegro de que ellos te estén cuidando tanto. ¿Quieres un té o un café? Tengo una buena idea que contarte.

- Un café mejor, así me despierto.

- Ya lo preparo.

Kohaku se levantó del sillón, y por costumbre empezó a repiquetear los dedos y mover la mano del brazo enyesado. Ayudó a Stan a poner unas galletas en un plato, notando con curiosidad que se lo veía muy animado. Cuando los dos cafés estuvieron listos, se sentaron en los taburetes alrededor de la barra que había en la cocina.

- ¿Y bien? ¿De qué va esa idea? –Preguntó, sin aguantar más su curiosidad.

- Estuve pensando, ya que dijiste que durante este año no vas a poder competir, qué alternativas tenías para seguir haciendo lo que tanto te gusta.

- Si no puedo usar mi brazo, no hay muchas cosas que pueda hacer en esa área, Stan –Bufó, con una mueca de frustración.

- No exactamente... Es verdad que no vas a poder entrenar o luchar con exigencia, pero tú me dijiste hace un tiempo que te atraía la idea de enseñar artes marciales, ¿verdad? Que lo habías hecho en el club deportivo de tu preparatoria, y te había gustado.

- Sí... pero para enseñar, por más básico que sea el nivel, tengo que poder mover el brazo.

- Ya lo sé. Para enseñar o entrenar a alguien, algo así como lo que hace Tsukasa contigo, o mi propio trabajo, no necesariamente necesitas un título docente, a menos que quieras trabajar en algún lugar estatal o de renombre. Pero la cuestión es que tú ya eres bastante conocida en el mundo deportivo, y toda una estrella local.

- Hmmm, sí –Asintió, con creciente interés ante la idea de Stan.

- A pesar de eso, una formación completa nunca está de más, pensé que podías aprovechar estos cuatro o cinco meses para hacer algún curso de instructores, así general para tener herramientas y conocimientos didácticos y pedagógicos, aunque mucho mejor si es orientado a las artes marciales. Suelen darte algún certificado también, todo suma para un currículum laboral más completo. Estuve buscando un poco, y los hay a distancia, virtuales, así como hay otros presenciales. Estudias los contenidos, rindes un examen y ya, lo tienes. En cuanto te quiten el yeso, puedes empezar a hacer correr la voz de que vas a abrir unos talleres o clases grupales de entrenamiento para iniciantes, podrías empezar con niños, que tampoco será exigente para ti ni pondrá en peligro tu brazo en recuperación.

- ¡Ja! ¡No es mala idea, Stan! –Exclamó, sus ojos comenzando a brillar con renovado entusiasmo– No está nada mal, la verdad...

- Así lo creo. Podrías preguntar en algún gimnasio o dojo si les interesa tomarte como profesora, no creo que muchos rechacen a una joven campeona nacional y profesional, les daría mucho prestigio, y tu interés no está en el dinero. Y en el peor de los casos que no encuentres ese trabajo, podrías alquilar tú misma una sala para ofrecer tus clases, al ser grupales podrías recuperar el costo del alquiler, y el resto sería un ingreso económico para ti.

- Lo pensaste todo, ¿eh? –Sonrió ampliamente la rubia, con el corazón vibrante y animado, extendiendo su mano para entrelazar sus dedos juntos.

- Claro que sí. Estarías aprovechando el tiempo, que no te divierte mucho estar ociosa, ampliando tu formación, y preparando el terreno para un desarrollo profesional paralelo. Si te gusta enseñar, es un excelente plan B. Y cuando vuelvas a tus luchas profesionales, de igual forma puedes mantener algunas clases, quizás dos o tres por semana, si son sólo de una hora, tampoco te quitará mucho tiempo.

- Sí, es verdad, tal como hace Tsukasa conmigo –Asintió, cada vez más encantada con la idea– ¿Pero estaré a tiempo de inscribirme en algún curso de esos?

- Creo que sí, suelen darse todo el año porque son para personas adultas, es posible que para principios de marzo haya alguno, hay tiempo para buscar e informarse bien.

- ¡Gracias, Stan! –A pesar de su limitada movilidad, se estiró para abrazarlo con su lado sano– Estaba tan frustrada con lo que ya no podría hacer, que no podía ver nuevas posibilidades.

- Es un placer ayudarte y apoyarte en todo, preciosa, lo sabes. Quiero verte brillar siempre.

- Contigo a mi lado, sé que así será. Te amo.

Con renovada energía, Kohaku dedicó los siguientes días a investigar en su ordenador portátil las ofertas de cursos de instructores, tanto presenciales como a distancia, aunque le gustaba la idea de que pudiera hacerlos desde su casa, ya que no podía manejar el coche, además que se le complicaba un poco tomar notas, y su letra con la mano izquierda parecía la de un niño pequeño, le convenía grabar o escribir en su ordenador. Aprovechando su perfil en las redes sociales, donde había subido una foto enyesada para hacer saber que no estaría presente en la temporada profesional y se cancelaban sus participaciones previstas, hizo la pregunta allí de si alguien recomendaba la formación que estaba buscando. No sólo al rato recibió respuestas tanto de sus seguidores como de otros colegas, sino que también recibió mucho apoyo para empezar su camino como entrenadora. Claro que no sólo podía entrenar principiantes, con sus conocimientos, nivel y experiencia podía hacerlo con confianza a todo tipo de amateurs, pero eso lo dejaría para cuando estuviera totalmente recuperada.

Le mostraba orgullosa a Stan las hermosas respuestas, no sólo deseándole una pronta recuperación, sino que ya tenía pedidos de reservarle una vacante para cuando empezara a dar clases, y eran al menos unas veinte personas. Gracias a las recomendaciones de los cursos, también encontró uno al cual anotarse, duraba seis meses, era a distancia, y empezaba el ocho de marzo. Se enfocaba en conocimientos y prácticas pedagógicas más que en las técnicas propias de cada estilo de artes marciales, de lo cual hacía más bien un repaso esencial de cada una, pero eso le venía genial ya que era lo que buscaba. El costo era también aceptable, por lo cual luego de revisar la propuesta del curso en detalle con Stan, reservó su vacante con el pago.

Había perdido la costumbre en casi cuatro años de estudiar tanto, por lo que se propuso ser más disciplinada y llevar las lecturas y tareas de forma diaria, además de que era la idea de ocupar productivamente su tiempo mientras no pudiera entrenar. Al final de cada módulo de estudio tendría un pequeño examen teórico, además de otro que tenía que elaborar ejemplos de secuencias prácticas o de planificar clases, con sus objetivos y actividades ordenadas y con coherencia. Estudiar eso le comenzó a dar la perspectiva de que cómo la entrenaba Tsukasa, aunque de una forma intuitiva, y también le preguntó a Stan cómo organizaba él su instrucción tanto de tiro como de vuelo. Al final, sus aprendizajes iban a beneficiar también el desempeño de su esposo en su trabajo y para organizar sus talleres en Estados Unidos, al compartirle herramientas organizativas que él también hacía intuitivamente. Le hacía gracia cómo Stan le había pedido que cada tanto le mostrara sus apuntes y resúmenes para aprovechar dicha información.

Se acercaba el veintisiete de marzo, y con ello su tercer aniversario de bodas, aunque Kohaku estaba un poco amargada de que no podían hacer mucho al respecto, tampoco quería ser una carga y pedir ayuda para todo.

- Preciosa, tampoco tenemos que hacer una gran fiesta cada vez, tendremos muchos más aniversarios por delante para festejar –la consolaba Stan.

- Lo sé, pero no podemos ni siquiera ir a comer a un restaurante esta vez, no quiero lucir tan torpe en público. Mucho menos podremos viajar... –Se lamentó, sintiéndose culpable.

- Que hayamos aprovechado estos años para hacer nuestras vacaciones y festejar el aniversario al mismo tiempo, no significa que tengamos que hacerlo igual cada vez –Le dijo para tranquilizarla, y luego le guiñó un ojo– No somos tan rutinarios, ¿no?

- No... Pero...

- Es cuestión de perspectiva. En lugar de comer afuera, podemos pedir una buena comida y cenar aquí, y en vez de viajar en avión y demás, podemos hacernos una escapada con el coche aquí cerca, o también... Estamos en la mejor época del año para estar aquí. Me gustaría festejar este aniversario renovando los recuerdos de nuestra boda, y qué casualidad que podemos hacerlo bien cerca de aquí, exactamente donde nos casamos.

- ¡Ah! ¿Dices de ir al parque Shinjuku Gyoen? –Preguntó, con la expresión mucho más dulce al recordar lo hermosa y única que había sido su boda allí.

- Así es. ¿Te gustaría? Durante el día, podemos hacer un picnic, y contemplar otra vez los árboles de cerezo, todo el tiempo que queramos. Por la noche, pedimos la comida y terminamos nuestro festejo solos y con mucho amor del bueno.

- ¡Ja! Me encanta la idea –Asintió Kohaku entusiasmada– Es íntimo y bonito, y será más que significativo.

- Nada mal, ¿eh? Bien, ya tenemos listo el plan.

El festejo de aniversario fue tan tranquilo y bonito como lo habían pensado, un día soleado y radiante los acompañó. Prepararon un bolsito con una amplia manta para sentarse, unos riquísimos sándwiches caseros que habían hecho juntos, un termo con agua, y unas gaseosas frías que compraron de camino. Pasearon de la mano por el hermoso jardín nacional, recorriendo los senderos y contemplando los hermosos árboles de cerezo en floración. No importaba cuántas veces los vieran, seguía siendo emocionante y muy pacífico observarlos detenidamente, además que les llenaba la vista hermosamente todas esas flores rosadas y blancas, tanto las que llenaban los árboles como las que volaban con la brisa y acababan en la tierra. Ese año Kohaku reflexionó especialmente sobre lo efímera de la vida, y cómo podía cambiar tanto de un momento a otro, sin dudas debía de valorar más cada segundo del presente, las pequeñas y las grandes cosas que tenía y hacía.

Cuando llegaron al área donde habían celebrado su boda, se tomaron unos minutos en silencio, cariñosamente abrazados mientras rememoraban cada detalle en sus mentes. Sacaron algunas fotos tanto del paisaje como de ellos allí, y decidieron poner la manta para sentarse a comer y beber tranquilamente en ese lugar. Fue más evidente que nunca que no necesitaban grandes planes, viajes o regalos, sino que estar juntos y compartir su vida amorosamente era el mejor regalo que podían darse y la mejor forma de honrar el decidir compartir su vida juntos.

A principios de abril fue al hospital a que le quitaran el yeso, y aunque se esperaba sentirse mucho más libre y aliviada, se encontró con sentir un terrible e inesperado dolor que la dejó al borde de las lágrimas. El doctor le explicó que era algo normal, en esos dos meses se le habían atrofiado los músculos, así como sus articulaciones del brazo estaban muy rígidas por mantener la misma posición. Había perdido un poco de masa muscular, y notó al instante la debilidad, por lo cual no dudaba que era cierto que necesitaría no menos de cinco meses para recuperar su fuerza y musculatura anterior. Por suerte la radiografía que le hicieron había mostrado que su hueso había soldado perfectamente, por lo cual podía empezar la rehabilitación poco a poco.

Esos primeros días fueron un suplicio, teniendo que tomar analgésicos, y debía ser extremadamente cuidadosa con cómo movía su brazo, o sufría instantáneamente las dolorosas consecuencias. Agradeció profundamente los masajes que le hacía Stan por la tarde y antes de dormir, y las sesiones de kinesiología para la rehabilitación ayudaban mucho también, por lo que dejó de quejarse de lo que tardaría en recuperarse, al darse cuenta que no era una exageración el tiempo que tomaría. Estaba ansiosa por empezar a dar las clases, pero se dio cuenta que no podría hacerlo en esas condiciones tampoco. Iba a tener que esperar realmente a casi terminar el curso para empezar con lo otro, aunque no estaba tan mal, al menos tendría una ocupación que disfrutaría por el resto del año, a falta de peleas.

Unos días después, notó que Stan estaba intranquilo, y le preguntó qué le pasaba.

- No sé qué hacer, preciosa. Ya estoy sobre la fecha, y tampoco debería cancelarlo a último momento, pero no quiero dejarte así.

- ¿Sobre la fecha para qué?

- La semana que viene va a empezar la segunda quincena de abril... ¿No lo recuerdas? Tengo que viajar a mi país para dar ese taller de tiro.

- Oh...cierto. Perdón, fui egoísta, me olvidé de lo demás con lo que me pasó.

- No te preocupes. Estoy pensando si debería ir, de todas formas. No puedo dejarte así.

- ¿A qué te refieres? Ya estoy mejor, al menos puedo mover el brazo y hacer las cosas por mi cuenta, Stan.

- Tendrías que ocuparte de todo, y lo que no puedes hacer es exigirte.

- No tengo tanto de qué ocuparme esta vez –Se encogió de hombros– Podemos hacer las compras de comida antes de que te vayas, y no tengo que salir de casa para casi nada, si no estoy entrenando ni luchando. Sólo tendría que ocuparme de Sam y de Aki, y cocinar.

- Sí, pero...

- Stan, ve –Se acercó a él y le rodeó la cintura con el brazo sano, mirándolo a los ojos– Como dijiste, no es bueno que canceles porque vas a quedar mal con tus superiores, además de que hay mucha gente que organizó su vida para poder ir. Yo estaré bien, y recuerda que no estoy sola. En el peor de los casos, puedo ir a la casa de mi familia con Aki y Sam, aunque no creo que sea necesario.

- ¿Estás segura? –Preguntó dubitativo– No voy a poder quedarme tranquilo.

- Sí, estoy segura. Y si quieres llamarme diez veces por día para ver cómo estoy, puedes hacerlo, prometo no ignorar tus molestos llamados –Le dijo en broma.

Stan suspiró, y le devolvió el abrazo, asintiendo. Luego la miró con diversión.

- Que conste que me diste la idea de las diez llamadas y te tomo tu palabra.

- Me armaré de paciencia entonces –Rió– Aunque sabes... Si no me dejas extrañarte, no puedo garantizar darte la buena bienvenida de siempre...

- Hmm, no es buen negocio. ¿Con tres llamadas sí mantengo mi beneficio? –Preguntó juguetón.

- Sí, y te dejo el bonus de una cuarta, sólo porque eres tú.

- Oh, qué privilegio, gracias. Trato hecho, señora Snyder. Es un verdadero placer hacer negocios con usted.

Cuando el día del vuelo llegó, Kohaku insistió en que ya podía mover el brazo sin dolor y quería llevarlo al aeropuerto en coche. A pesar de la renuencia de Stan, acabó aceptando cuando ella seguía terca en que podía manejar, agarró las llaves del coche y sentó en el interior del mismo, esperando que él cediera y confiara en ella. Habían dejado todo bien organizado para que la rubia tuviera que hacer las menores cosas posibles en esos quince días, sólo le quedaba cocinarse por su cuenta diariamente, lo cual ya no era un problema gracias a todo lo que había aprendido con Stan y esos dos años de práctica.

Kohaku pasó sus días entre el estudio de la formación, las sesiones de rehabilitación, y había empezado a entrenar muy suavemente, usando su cabestrillo por seguridad, mientras hacía ejercicios aeróbicos o de pesas, además de largas caminatas junto a Sam. Stan cumplió su bromista promesa de llamarla tres veces por día, lo cual ella acabó agradeciendo ya que la animaba. Frecuentemente por las mañanas, que eran el anochecer para su esposo en el otro país, le mandaba una foto, en la cual se burlaba de cómo Sam y Aki habían ocupado su lado vacío de la cama y dormían con ella por las noches, aportándole los mimos y calor que ya no tenía de él.

Las dos semanas pasaron más lento que otras veces, por lo que cuando fue el día del regreso de Stan, Kohaku le dio la bienvenida mucho más larga y tierna, había sentido mucho más dura su ausencia y el vacío de la casa sin él, aunque sus amados compañeros peludos la habían consolado mucho también. Esa misma tarde, Kohaku se asomó al dormitorio, y se encontró con Stan sentado en la cama, de espaldas a ella, y parecía estar viendo algo. Para no sobresaltarlo, entró lentamente.

- ¿Stan? ¿Qué haces?

- Hay algo que quiero mostrarte, ven aquí –Le contestó con voz suave, palmeando la cama a su lado.

Intrigada, se acercó a él y se sentó allí. Stan tenía un pilón de fotos en las manos, estaba mirando una de ellas con una pequeña sonrisa, la de un niño de unos seis o siete años abrazando una bebé, parecía una foto vieja, de al menos veinte años por la calidad de la misma. Kohaku tardó unos segundos en darse cuenta quiénes eran, cuando acabó reconociendo los rasgos tan finos y hermosos del niño rubio de ojos azules.

- ¡OOOOHHHH! ¡¿Ese eras tú, Stan?! –Exclamó, abriendo mucho los ojos de la sorpresa.

- Sí, era yo. Con mi hermana Chloe, cuando ella tenía un año –Asintió, entregándole la foto.

- ¡No puedo creerlo, qué ternura! ¡Qué bonitos! –Con una sonrisa enorme en el rostro, la recibió y la acercó para verla bien– Qué belleza de niño eras, aunque no me debería de extrañar, no te hiciste tan guapo de la nada. ¡Y mira nada más qué bebita tan hermosa!

- Sí, Chloe era muy bonita, toda una muñeca, los dos heredamos el rostro de nuestra madre, pero ella tenía los ojos verdes como esmeraldas de mi padre. Mira...

Buscando entre las fotos, Stan encontró la que quería, y se la mostró a Kohaku. La joven soltó una fuerte exclamación de sorpresa, al ver una foto familiar completa, al menos una década más tarde, parecían estar de vacaciones. Por primera vez estaba conociendo cómo eran los padres de Stan y su hermana menor, y él también estaba allí, joven y siempre guapo, debía estar en sus quince años. Los cuatro eran rubios, con amplias y felices sonrisas, la madre con una larga cabellera lacia y brillante, parecía una modelo de lo bella que era, aunque más curvilínea, con los mismos ojos zafiro de Stan, adornados con larguísimas y espesas pestañas, no tenía nada de maquillaje. El padre era muy apuesto, alto y fuerte, más corpulento que Stan, con pelo medianamente corto con suaves ondas y peinado hacia atrás, una fina barba rubia casi pelirroja con una quijada muy marcada, y los llamativos y hermosos ojos color verde esmeralda. La hermana era una copia de la madre, con pelo lacio y largo hasta los hombros, sólo que con los ojos verdes. Y Stan estaba ya empezando a perfilar su masculinidad, aunque todavía conservaba unos inocentes rasgos de niño, con su confiada sonrisa insignia, mientras se abrazaba con su hermana de frente a la foto.

Una ola de emoción la embargó al ver a la hermosa y feliz familia, mezclada con una ligera angustia cuando el pensamiento de que ya no estaban en ese mundo. No podía imaginarse lo que debía estar sintiendo Stan, al mirarlo de reojo se lo veía bien, con los ojos brillantes y un poco turbios, pero sereno y con una pequeña sonrisa nostálgica, no parecía que fuera a llorar ante el recuerdo.

- Qué hermosa familia eran... Siempre quise conocerlos. Y me encanta cómo abrazabas a tu hermanita.

- Chloe era mi debilidad, siempre la adoré y la cuidé mucho, más allá de mi responsabilidad como hermano mayor. Era más protector con ella que mi padre –Recordó, sonriendo más ampliamente.

- Puedo imaginarlo, eres así –Sonrió a la par, acariciándole cariñosamente el cabello– Gracias por mostrarme y poder conocerlos, al menos así.

- Hay más, míralas –Le entregó todas las que tenía.

Kohaku las fue mirando de una en una, en detalle, eran unas quince fotografías, mezcladas en el tiempo, Stan estaba en todas, en algunas con la madre, otras con el padre, varias familiares completas, y más con la hermana. Era hermoso ver sus expresiones dulces y radiantes de felicidad, podía verse cuánto se querían y lo bien que se llevaban, niños sanos, padres amorosos, no le extrañaba que Stan fuera un hombre tan compañero, dedicado y cariñoso. Tuvo que contenerse de que no se le llenaran los ojos de lágrimas de emoción, aunque no pudo evitar un jadeo tremolado cuando encontró una foto más vieja, de Stan bebé. Estaba con su madre, que lo mostraba orgullosamente, tomándolo de las pequeñas manos mientras lo ayudaba a sostenerse en pie, y él sonreía. Kohaku se tapó la boca con las manos o iba a gritar de lo adorable que se veía, y el rubio se rió al ver su expresión.

- Oh Stan, eras un muñequito, hasta de bebé eras modelo –Bromeó– ¡Esa carita regordeta, esos ojazos, tus pestañas! Con razón tu madre se veía orgullosa.

- Sí, pero siempre bromeaba a costa mío diciendo que la gente no sabía si era niño o niña.

- Hmmm... bueno...puede ser –Admitió con una risilla culpable, era cierto que ella también había pensado que se trataba de la hermana, hasta que le vio los inconfundibles ojos azules.

- Ya lo tengo asumido, pero luego crecí bien y ya no hubo más dudas de que era hombre –Dijo con confianza, guiñándole un ojo.

- Me encanta, todos tan rubios –Agregó, señalando la foto familiar grupal.

- Sí, también, aunque podría decir lo mismo de tu familia. Entre mis genes familiares y los tuyos, creo que no habrá duda de qué color será el cabello de nuestros hijos, eso no puede fallar.

Luego de reír juntos, Kohaku le devolvió las fotos, Stan se quedó mirando otra vez la que él abrazaba a su hermanita bebé. Su corazón se saltó unos latidos cuando vio la expresión tan dulce que su esposo tenía en los ojos al contemplar la foto, no había más que puro amor allí, y daba la impresión de que él podía quedarse viéndola eternamente. Fue tanto lo que le transmitió esa mirada, que sintió un agradable calor en su propio pecho. Se removió un poco en la cama, antes de animarse a volver a hablarle.

- ¿Cuándo las encontraste?

- No estaban aquí. Xeno me las dio, en este último viaje que hice.

- ¿Xeno? –Preguntó extrañada– ¿Por qué tenía él tus fotos familiares?

- Cuando vendí la casa de mis padres, me permitió guardar algunas cajas en su garaje, pertenencias familiares. Ya sabes que siempre me costó volverme a encontrar con recuerdos de ellos... y fotos como estas eran simplemente demasiado para mí. Recuerdo que cuando las encontré, las puse en un sobre sin mirarlas, y allí quedaron.

- ¿Pero por qué ahora?

- Estaban haciendo limpieza y espacio con Tatyana, y encontraron mis cajas que habían quedado ahí olvidadas. Este sobre de fotos estaba entre las cosas más a la vista, y cuando me lo dio, invitándome sutilmente a que me traiga las cajas a nuestra casa, me dijo que creía que ya estaba listo para volver a revisarlas, así como ver estas fotos.

- Ya veo –Asintió, tomando la mano de él– ¿Y cómo te sentiste?

- Sorprendentemente bien, y en paz. No te voy a negar que me sacó algunas lágrimas en ese momento, pero es muy clara la diferencia de cómo estoy ahora –Entrelazó sus dedos con los de ella– Gracias a ti me libré de muchos miedos y sombras que me ataban al pasado, y gracias a la familia que hoy somos, y todo tu apoyo y amor incondicional, es que puedo volver a ver estas fotos, y no hacerlo ya con sufrimiento o sensación de soledad. Es muy importante para mí poder volver a verlos de frente, incluso en algo que parece tan simple como una foto, y no desmoronarme. Antes no podía hacerlo... Y me sorprendió que cuando las vi con Xeno, y ahora viéndolas contigo, se sintió bien.

- Me pone muy feliz escucharte así, Stan –Le acarició la mejilla con cariño, y él apoyó su cara en la mano abierta de ella– Y si quieres, la próxima vez que vayamos juntos a Estados Unidos, puedo ayudarte a revisar las cajas, y a traer las cosas que quieras conservar, me gustaría que haya recuerdos de tu familia aquí.

- Gracias, preciosa, eso me gustaría.

- Hmmm... ¿Puedo quedarme la foto tuya de cuando eras bebé? ¡Es que es muy linda!

- Por supuesto, aquí tienes... Toda tuya, como yo.

- ¡Gracias! ¡Ay no puedo, no puedo, qué ternurita! Qué ganas de besuquear esas mejillas tan rosaditas y regordetas.

- ¿Estas no te sirven? –Preguntó juguetón, inflando las suyas graciosamente– Me harás sentir celoso de mí mismo.

- Lamentablemente ya no tienes una pizca de inocencia ni redondez en esta bonita carita tuya.

- Qué mala. Entonces tendrás que aguantarte hasta que puedas comerte a besos a nuestros cachorritos, porque ahora me ofendiste y no te voy a dejar que te consueles conmigo –Bromeó, fingiendo indignación, para luego decir con confianza– No es por presumir, pero entre tú y yo, te apuesto que tendremos los niños más bonitos de todo Japón.

- ¡Ja! Menos mal que no estás presumiendo, lo tuyo es la modestia –Se mofó, y lo empujó a un lado, antes de ponerse de pie– Me voy a estudiar, aunque no sé si pueda concentrarme si tengo esta foto bonita cerca.

A pesar de las bromas, lo cierto fue que, en los siguientes días, Kohaku regresaba a ver la foto que se había quedado con otros ojos. No sólo la miraba embelesada por la belleza y la ternura que le inspiraba, era como si la felicidad y el amor que percibía en la madre de Stan desbordaran de la fotografía, lo que le hacía recordar seguidamente esa inolvidable expresión de la mirada de su esposo al contemplar la foto con su hermanita. Se sorprendió a sí misma dejándose llevar por la imaginación de cómo se verían los hijos que algún día tendría con su esposo, tampoco tenía dudas de que iban a ser bellísimos, con una apariencia muy especial al combinar sus rasgos faciales.

Pero lo que realmente empezaba a preguntarse, era cuándo se sentiría lista para tener hijos. Quería seguir entrenando y ganando peleas y campeonatos, escalar hasta lo más alto que podía alcanzar en su profesión, y eso podía tomar varios años más. Ese era el plan que se había mentalizado, aunque ese año había podido comprobar que no siempre las cosas salían como quería, podían truncarse o cambiar abruptamente en cualquier momento, así como podían abrirse nuevas oportunidades. Tenía veinticuatro años ya, y las pocas veces que había pensado en tener hijos, se había dicho a sí misma que quería esperar hasta los veintisiete o veintiocho años como mínimo, una edad más madura y para cuando suponía que ya iba a tener un buen recorrido profesional, un mejor momento para hacer una pausa.

También tenía en claro que seguiría dedicándose a ser luchadora luego de tener un hijo, no iba a terminar allí su carrera, además de que ya había quedado implícito que era muy posible que no tuvieran un solo hijo. Stan en especial siempre hablaba del tema en plural, parecía dar por sentado que iban a tener por lo menos dos, y así como ella tenía una hermana y él había tenido una, le gustaba la idea de darle un hermanito al hijo o hija que tuvieran primero. Volver al circuito profesional por uno o dos años antes de ser madre por segunda vez parecía un buen plan, una forma equilibrada de hacer todo lo que quería para su vida tanto familiar como profesional.

A pesar de todos esos planes que tenía previstos, la nueva realidad a causa del accidente implicaba que al menos todo ese año ya tendría una pausa obligada de su participación en peleas y torneos, a la vez que estaba abriendo un nuevo camino con su formación de entrenadora, le hacía mucha ilusión la idea de empezar a dar clases también. Quizás... ya que de todas formas tenía un año fuera del circuito individual, podría considerar darles otra vuelta a sus planes profesionales, y adelantar también los familiares. El hecho de que esa consideración se abriera paso en ella por su propia cuenta y de forma natural fue revelador, y la embargó de una nueva emoción desconocida. Una cosa era que bromeara sobre el tema con Stan, fantaseando sobre el futuro y las posibilidades, otra cosa era que lo considerara seriamente, era un gran paso. Tendría que hablarlo con él a ver qué pensaba, por supuesto, no era la única con una agenda o planes de futuro personales.

Estuvo dándole vueltas al asunto unos días más, hasta que se dio cuenta que la estaba poniendo ansiosa tanta suposición y guardárselo. Había considerado pedirle opinión a Ruri primero, pero en el fondo sabía que ella era la única que podría encontrar su respuesta, además de que Stan tenía que ser el primero en saberlo. Sólo era una conversación, preguntarle qué pensaba él de aquello, aunque en el fondo tenía una buena certeza de cuál sería la respuesta. Sabía que lo iba a ilusionar, por lo cual no sería justo luego cambiar de opinión y echarse para atrás. Sólo podía ir hacia adelante.

Stan la notaba un poco más ansiosa y a la vez perdida en sus pensamientos, en especial cuando cenaban juntos, por lo cual tuvo la intuición de que había algo que quería hablarle, pero no terminaba de animarse. Decidió darle un empujón, una tarde de sábado que estaban retozando en el sillón, cuando volvió a percatarse de que ella miraba el televisor, y a la vez no parecía estar prestando atención verdaderamente.

- Preciosa, mi intuición me está diciendo que estás indecisa con algo hace algunos días. ¿Quieres compartirlo conmigo, a ver si puedo ayudarte?

Que Kohaku repentinamente abriera mucho los ojos y se sonrojara al instante le despertó enormemente su curiosidad, no se esperaba esa reacción, sino una de sorpresa o nervios.

- Hmmm... Como siempre, tu intuición no falla –Murmuró, mirando a un costado.

- Sabes que puedes confiarme lo que sea. Pero esa reacción... ¿Tiene que ver conmigo?

- Oh, sin dudas –dijo, antes de soltar una risa nerviosa, que provocó que Stan alzara las cejas con diversión e interés– Estuve pensando algo... Algo grande.

- Amor, que te sonrojes, admitas que estabas pensando algo relacionado conmigo, y "algo grande" ... No me deja con opciones muy inocente que digamos. Sabes que no tienes que ponerte tímida conmigo, me pides y me tienes –Susurró provocador, con tono acaramelado.

- Bueno, sin dudas es el medio para llegar al fin –Rió para sí misma

- Ahora sí me tienes intrigado. Vamos, suelta la lengua.

- No es lo que piensas, Stan... Y definitivamente, no creo que puedas imaginarlo ahora.

- Con eso superaste el límite de la intriga que puedo manejar, necesito respuestas.

- ¡De acuerdo! –Respiró profundamente, y se giró para quedar cara a cara con él, mirándolo a los ojos con intensidad, lo cual le borró la sonrisa al rubio porque era raro que ella se pusiera tan seria– Estuve pensando que... que quizás ahora sea un buen momento para que tengamos un bebé.

Los ojos zafiro de Stan se fueron abriendo progresivamente, a la par de su boca, a medida que procesaba las palabras que había oído de la boca su esposa. En algo había acertado ella, nunca se hubiera imaginado algo así, ni en ese momento, ni que la propuesta saliera de parte de ella. El corazón empezó a martillarle contra el pecho, era como un sueño empezándose a hacer realidad, tener un hijo con Kohaku era lo último que tenía pendiente en su vida para disfrutar toda la felicidad que la vida podía darles.

- ¿Qué... dijiste...? –Preguntó con voz apenas audible, sin terminar de creerlo, casi inmóvil– ¿Tú...? ¿Tú quieres que seamos padres... ahora?

- Es una posibilidad, lo estoy considerando. También todavía tengo el implante anticonceptivo, habría que resolver eso primero. Pero esa sería la idea, creo que tenemos las condiciones necesarias. ¿Qué piensas?

- Espera, espera... ¿Pero, y tu carrera? Querías ser campeona internacional antes de que tengamos hijos, me lo dijiste claramente. Y estás a punto de empezar tu camino como entrenadora, ¿qué pasará con todo eso?

- No estoy abandonando mis planes, ambas cosas las concretaré, a su tiempo... Quiero decir, ya tengo perdido el año para el campeonato internacional, pero también me di cuenta que no es algo que necesito para sentirme realizada. Es una ambición más, pero lo que realmente disfruto es entrenar y pelear, simplemente eso. Y nunca pondría una medalla por delante de nosotros, tú eres mucho más importante para mí, nuestra felicidad lo es.

Stan la abrazó para acercarla y la miró con emoción ante esas palabras, llevándose la mano de ella a sus labios para depositar un largo beso, antes de animarla a continuar con un gesto.

- Y con lo de ser profesora o entrenadora... En principio puedo seguir con eso, será mucho más liviano y llevadero, incluso podría mantenerlo en los primeros meses de embarazo, y reincorporarme unos seis meses luego de tener al bebé. Podría sólo enseñar a niños, que son menos exigentes que los adultos, o conseguir un colega asistente que me ayude con las demostraciones. Aunque ni siquiera empecé con eso, por lo cual tampoco estoy dejando a medio camino a nadie.

- Kohaku... ¿Estás segura que lo quieres ahora? –Preguntó mirándola con intención. Le sorprendía todo lo que ella había pensado, iba en serio.

- ¿Tú no? Siempre bromeabas al respecto, pero me daba la impresión de que a la vez lo venías deseando, sólo me estabas esperando.

- Ya sabes... "si quieres es broma, pero si no quieres, no es broma" –Dijo con una media sonrisa tímida, encogiéndose de hombros– Mi amor, claro que sí, por supuesto que quiero que seamos padres. Es tal como dices, estaba apoyándote en tu desarrollo profesional soñado, que tú estuvieras satisfecha con eso, esperando el día en que pudiéramos dar ese otro paso para ser una familia soñada y completa. No quería hablar de eso seguido para no ser intenso o presionarte, por eso sólo bromeaba cada tanto... pero no te das una idea cuánto vengo deseando que llegara el día en que me dijeras que querías que tengamos un hijo.

- ¿O sea que si yo te digo que estoy bien con la idea de que sea ahora, y te pregunto en serio...?

- Sí, te diría "sí, acepto" –Le dijo con voz suave, acariciándole la mejilla– Nada me haría más feliz que eso, después de haberme casado contigo.

De tanta felicidad y plenitud que sentía en ese momento, Stan se acomodó rápidamente para quedar a la misma altura y besarla larga y amorosamente, buscando abrazarla con fuerza, y a la vez cuidando de no apretarle el brazo en recuperación. El corazón le latía acelerado, y cuando Kohaku le devolvió el abrazo y profundizó el beso transmitiéndole también toda su emoción, dándole a entender que le estaba confirmando su decisión, sintió que podía estallarle.

- Te amo, te amo, te amo tanto –Le dijo emocionado– La felicidad que me haces conocer no tiene límites, Kohaku, mi vida. Gracias, por tanto.

- Lo mismo digo, Stan –Asintió, aliviada y también muy feliz de la respuesta, se sentía bien haber tomado esa decisión.

Luego de compartir más amorosos besos y abrazos, suspiraron a la par, y Kohaku le dijo que tendría que pedir turno con su médica para quitarse el implante anticonceptivo. Stan le dijo que iba a acompañarla, además que podían aclarar algunas dudas y pedir consejos. Acordaron mantener la sorpresa de su decisión, para todos, tanto familia como amigos.

La semana siguiente, a mediados del mes de mayo, fueron juntos a la cita médica. Luego de quitarle el implante, la doctora les dijo que, si bien dependía de cada mujer, podría quedar embarazada inmediatamente, según su ciclo. Sin embargo, les recomendó usar condones por dos meses, mientras se regularizaba el ciclo menstrual de Kohaku, ya que la cantidad de óvulos todavía tenía que normalizarse. Cuando le preguntaron qué significaba eso para un embarazo, la doctora les explicó que podía ser tanto que los primeros óvulos tuvieran una calidad menor, dificultando el éxito de conseguir el embarazo, así como si llegaba a ovular más de un óvulo, podrían tener un embarazo múltiple, es decir, tener mellizos o gemelos.

La doctora les dio unos folletos con recomendaciones y precauciones, lo cual agradecieron, aunque decidieron que iban a dejarlo fluir. En cuanto dejaran los condones, no iban a llevar un calendario de ovulación ni a obsesionarse, simplemente dejarían que la vida hiciera su curso y que el embarazo se diera relajadamente. Se despidieron de la doctora, que les recomendó que se hicieran análisis clínicos, y acordaron la próxima visita para cuando estuviera confirmado el embarazo.

Volvieron a su casa entusiasmados, en parte relajados con que esos dos meses iban a darle tiempo a Kohaku que terminara su rehabilitación del brazo. Al único que la rubia consideró decirle de sus repentinos planes de maternidad con anticipación fue a Tsukasa, ya que iban a tener que suspender los entrenamientos por un período mucho más prolongado. El castaño se sorprendió mucho con la noticia, en especial de que Kohaku hubiera sido la de la idea, pero al instante los felicitó y les dio su apoyo, ofreciéndose para lo que necesitaran. Para ese entonces, Tsukasa era el mejor amigo de ambos, además de Xeno a pesar de la distancia, frecuentemente se juntaban a cenar o a tomar unas copas.

Los dos meses pasaron, Kohaku estaba a un mes y medio de terminar su formación a distancia de instructora, y ya había superado la primera fase de su recuperación, pudiendo volver a sus actividades normales. Había empezado a entrenar nuevamente por su cuenta, aunque siendo más suave y cuidadosa con su brazo. Fue enorme el alivio y la felicidad de poder volver a hacer lo que más le gustaba, al menos en esos meses había mantenido el entrenamiento de sus piernas, pero no era lo mismo que practicar toda la disciplina deportiva.

Estaban a mediados de Julio, y Ryusui hizo una invitación para su "Fiesta de Verano" el sábado por la noche, recibiéndolos en una de sus lujosas mansiones, en el exclusivo barrio de Denenchofu, en Tokio. Las fiestas del millonario y ambicioso joven eran famosas por que no escatimaban en gastos, sin dudas Ryusui era un anfitrión que sólo quería lo mejor, y hacía un increíble despliegue de un magnífico catering de primer nivel, deliciosos tragos, juegos de luces que nada envidiaban a una discoteca, y por supuesto contrataba a un excelente DJ para musicalizar la noche. La invitación era abierta, permitiendo que inviten también a otros amigos, siempre y cuando se anoten en una lista por seguridad y para prever que no faltase nada.

La noche anterior, Stan y Kohaku estaban remoloneando en el sillón, tentándose con besos y caricias mientras veían una película repetida, cuando el teléfono de ella sonó. Se tomó unos segundos para chequear la notificación, y sonrió ante la pantalla.

- Stan, hoy se cumplen los dos meses, ya podemos dejar los condones de lado.

- Oh... Qué buena noticia, extrañaba tanto sentirte, amor. No sé tú, pero si soy honesto, ya dejé de prestarle atención a la película hace rato, ¿aprovechamos la indirecta? –Preguntó juguetón, haciéndole cosquillas a su esposa con la nariz en el cuello.

- ¡Ja! Me preguntaba cuándo íbamos a dejar de fingir.

Luego de apagar el televisor y la luz, Stan se levantó del sillón cargándola en sus brazos, guiándose con las luces del jardín para llegar con ella al dormitorio. La apoyó sobre el colchón, mientras se apuraba a sacarse el pantalón antes de acostarse junto a ella. A pesar de que estaba entusiasmado por la novedad y los juegos sensuales con Kohaku, su mente le jugó una mala pasada, reconociendo lo que implicaba que ya no usaran protección. Deseaba eso hace un buen tiempo, pero a partir de ese día ya sería una realidad, cada vez que intimaran, habría algo más que amor y pasión.

Trató de descartar esos pensamientos, cuando notó que se había empezado a poner ansioso. Para quitar la mente de allí, se acercó a besar a su esposa profunda y apasionadamente, dejándola jadeante y llena de deseo al instante. Ella se giró para ponerse encima de él, adoraba las ardientes luchas para darse placer mutuamente, así como otras veces eran dulces y lentos. Esa era noche de guerra de amor, y pensaba disfrutarlo, en parte la había relajado que Stan no se hubiera puesto "ceremonial" con la noticia de que a partir de esa noche podían concebir a su bebé con cada vez que hacían el amor.

Sin embargo, a los pocos minutos Kohaku de pronto se dio cuenta que algo no andaba bien. Los dos estaban enredados entre sí, besándose como si no hubiera mañana, a la par de largas y ardientes caricias por todo el cuerpo. Stan había vuelto a ganar el control y estaba encima de ella, pero lo sentía un poco rígido, fuera de su usual control y fluidez de experto amante, y había empezado a empujarse insistentemente contra ella, un poco tenso y molesto. La rubia no tardó en percibir qué era lo que estaba fallando allí, algo que siempre se notaba demasiado fácil a los pocos segundos de empezar con las caricias, y esa noche brillaba por su ausencia.

- Hmm Stan, ¿estás bien? –Preguntó con tacto.

- Sí, dame un minuto –Contestó con los dientes apretados, tratando de sonreír, mientras seguía frotándose contra ella, impaciente.

Pero el minuto pasó, y otro más, y empezaba a ser evidente que Stan no podía lograr una erección por más que quisiera y lo intentara. Lo que era peor, su frustración estaba comenzando a ser incómoda para Kohaku, no sólo por la tensión que le percibía, sino porque los movimientos de él no estaban sintiéndose ya del todo agradables. Indecisa, pero sabiendo que no tenía sentido continuar así, apoyó con cariño las manos en el pecho de su esposo, y lo alejó de ella. La expresión amarga y culpable de Stan le acongojó el corazón, era pura desilusión consigo mismo.

- Perdón, preciosa... No sé qué me sucede. Te juro que es la primera vez que me pasa.

- Sí, lo sé, amor –Sonrió comprensiva– No te preocupes...

- Quiero hacer esto, sabes que sí, no es un rechazo inconsciente a que tengamos un bebé, te juro que no... Quiero ese bebé contigo más que nada en el mundo –Se excusó, nervioso.

- Stan, oye, tranquilo –Se abrazó cariñosamente al cuerpo de él con brazos y piernas, para calmarlo– Lo sé, no dudo de eso. Pero puede ser justamente el problema, que lo estás pensando demasiado. Tú mismo lo dijiste, nunca te pasó antes, y yo bien lo sé, dormimos juntos hace casi seis años.

- Dame un minuto, y volvemos a intentarlo. Yo puedo, yo...

- No, Stan, está bien –Negó, acariciándole la mejilla– Dijimos que íbamos a tomarlo con calma. Tenemos muchos días juntos por delante para intentarlo. Sólo estás nervioso, y está bien, es entendible.

- Es que... –Suspiró y se sinceró– Cuando dijiste que ya no teníamos que usar condón, caí en cuenta que, a partir de ahora, realmente vamos a hacerlo con la intención de embarazarte. Siempre hacemos el amor, pero ahora también vamos a hacer un bebé...

- Oh, mi amor –Murmuró Kohaku enternecida, dándole un tierno beso en los labios– Lo sé, yo también lo pensé y estaba un poco ansiosa, es lo normal. Por esa misma razón quiero que lo tomemos con calma, que suceda cuando tenga que suceder, todavía no sabemos si mi cuerpo está listo y ya puedo quedar embarazada, quizás tome meses. No quiero que sea estresante para los dos, sino natural y a su tiempo, la vida dirá.

- Está bien. Sí, preciosa, tienes razón –Resopló– Es mi cabeza, y no mi cuerpo el problema, perdón. Descansemos por hoy.

- No hay nada que perdonar, y me emociona que lo quieras tanto, gracias. Sé que serás el mejor padre, tienes tanto amor dentro tuyo... Pero tranquilo, tranquilo.

- Todo para ti, hasta que tengas que compartirlo con nuestro cachorro.

Kohaku sonrió y lo volvió a abrazar fuerte, quedándose juntos así en la cama, hasta que poco a poco el sueño comenzó a vencerlos.

Si la joven pensaba que Stan iba a olvidarse de ese episodio, se había equivocado. El rubio seguía muy avergonzado y frustrado para sus adentros, además de empezar a preguntarse si ese "accidente" sería verdaderamente el último, si otra vez pensaba en lo que lo había puesto ansioso. Por la mañana, esquivó disimuladamente los sensuales toqueteos de Kohaku, no quería que ella quisiera consolarlo así. Ya que habían decidido tomárselo con calma, y había saboreado amargamente lo que podía suceder cuando hacía lo contrario, prefirió no presionar su machacado orgullo masculino. Tampoco tenía que hacer un drama de eso, pero confiaba tanto en su energía y desempeño sexual, que esa primera vez de sufrir impotencia fue especialmente dura para él, no le importaba si había sucedido por nervios o ponerle demasiada cabeza al asunto.

Al menos esa noche de sábado tenían la fiesta de verano de Ryusui para despejarse y divertirse. No hicieron mucho durante el día, sacaron a pasear un buen rato a Sam, y por la tarde se hicieron una siesta para estar bien energizados y descansados por la noche, sabían que las fiestas del ambicioso rubio no terminaban hasta que el sol asomara por el horizonte en el nuevo día.

Se vistieron para salir, Stan luciendo su impecable e infalible conjunto de camisa y pantalón negro, y Kohaku se había puesto una blusa azul que le dejaba al descubierto el abdomen, una minifalda de cuero negra, y unos finos tacones también negros, estaba más que sexy y femenina. Había optado por dejarse el cabello suelto, cuidadosamente peinado para que le quedara lacio y brillante, y se había puesto un toque de maquillaje. Cuando Stan la vio arreglada y lista, supo que esa noche tendría que hacer un esfuerzo descomunal para controlar su excitación, si sólo con verla podía sentir cómo el calor cosquilleaba en su entrepierna, no quería imaginar lo que sería cuando la viera bailar como ella bien sabía, su diosa sexy. No le cabía duda que esa noche iba a reivindicarse, tarde o temprano, necesitaba eso.

Fueron en el coche, haciendo unas paradas extras para buscar a Ruri y Chrome que también estaban invitados, así como luego a Tsukasa. Los cinco quedaron boquiabiertos con las vistas del exclusivo y lujoso barrio donde estaba la mansión Nanami, era muy bonito y elegante de noche. La enorme vivienda lucía más sobria en su exterior, pero apenas entraron sonrieron al encontrarse con un increíble despliegue de lujo y abundancia.

- ¡JAJA! ¡BIENVENIDOS! –Exclamó Ryusui, dándoles la bienvenida con una copa en la mano, vestía un llamativo traje de color rojo con corbata naranja y camisa blanca, imposible pasar desapercibido.

- Hola, Ryusui. Como era de esperarse de ti, nada mal todo esto –Lo saludó Stan.

Todos lo saludaron amistosamente, y el joven los guió para presentarles rápidamente la casa, los salones donde se haría la fiesta, dónde estaban los baños, y las habitaciones donde podían dejar sus pertenencias. Eran de los primeros, al menos de los conocidos entre ellos, aunque al poco rato empezaron a llegar los demás. Fieles a la invitación de nivel, se veían fantásticos, y era una verdadera alegría reencontrarse con todos juntos. Mozu siempre destacando en su entrada, también había compartido su coche para llevar a Nikki, Amaryllis, Kirisame y su siempre estoico novio Kinro. Gen llegó al rato, otro muy llamativo con su traje violeta y la corbata a juego con la de Ryusui, no sabían si había sido adrede o no, y junto a él estaban Senku y su ya formal novia Luna. Otros más fueron llegando poco a poco, y la fiesta comenzaba a animarse entre comida, alcohol y baile.

A mitad de la noche, desinhibidas por la diversión y varias copas encima, las jóvenes bailaban animadas y provocadoras. Kohaku estaba especialmente energizada, esa fiesta la sentía como una descarga del movido año que estaba teniendo, por lo cual no se contenía. Habían formado un círculo entre los amigos para bailar sin excluirse entre sí, y la rubia había atraído al centro del círculo a Luna y Amaryllis, que eran las otras chicas más extrovertidas y que disfrutaban entre risas y movimientos sensuales entre ellas sin importarles quiénes las vieran, era muy divertido. Por supuesto que habían atraído la mirada de los hombres, algunos más disimulados que otros, y Mozu estaba esperando su oportunidad para interrumpir y "conversar" con la hermosa castaña, una de las pocas solteras de ese grupo, además de Nikki y otras dos chicas.

Stan disfrutaba de la vista, no iba a negar lo excitantes que se veían, aunque sus ojos buscaban hambrientos a su bella esposa, la "culpable" de todo ese sexy alboroto. Cuando las jóvenes tuvieron suficiente con su provocadora diversión volvieron a hacerse parte del grupo.

- ¿Te divertiste? –Preguntó Stan con una sonrisa felina.

- ¡Ja! Mucho, ¿y tú? –Contestó ella, colgándose del cuello de él para darle un repentino y poco inocente beso.

- También, estuvo muy... interesante, nada mal.

- ¡Ah, tengo mucho calor! –Exclamó con una amplia sonrisa, agitando las manos frente a su rostro– Voy a buscar mi cartera, me traje un paño para refrescarme.

Stan asintió, y ella se dirigió a la habitación de huéspedes donde estaban las pertenencias de todos, hacía mucho que no se divertía tanto, le aliviaba haberse vestido así de ligera, o se hubiera sudado todo. Encontró su cartera, y se secó la piel con el paño, estaba tentada de ir a mojarlo con agua fresca, cuando se sobresaltó al oír que la puerta se cerró. Lo que no se esperaba, era encontrarse con su esposo, que, sin dejar de mirarla, trabó la puerta detrás de él.

- Stan, ¿qué haces? –Preguntó titubeante, al notar la intensa mirada que su esposo le estaba dedicando.

Sin contestarle, caminando lento como un animal acechando a su presa, se fue acercando a ella hasta que la acorraló contra la pared.

- Digamos que gracias a ti estoy inspirado –Dijo con voz grave y acaramelada, junto a los labios de ella– Vamos a hacer ese bebé ahora.

- ¡¿EH?! ¡No! ¡Espera! No podemos, estamos en la casa de Ryusui –Exclamó sorprendida, apoyando las manos contra el pecho de él para detenerlo– Espera a que lleguemos a casa y...

- No quiero esperar, te deseo en este momento –Le besó con mucha pasión el cuello, mientras se empujaba contra ella, y le rodeaba el trasero con las manos– No sé si eras inocente o no con lo que provocabas entre lo sexy que te ves y cómo bailabas, pero sí que alimentaste mi imaginación salvaje, me lo estás poniendo difícil para ser gentil.

- ¡Pero no podemos, estamos en medio de una fiesta, en casa de un amigo!

- Que yo recuerde, una vez no estuviste nada en desacuerdo con hacer algo así en una fiesta, e incluso delante de muchas personas.

- ¡Eso fue distinto, algo sigiloso y no llegamos a tanto!

- Esto también será sigiloso, no te preocupes por eso –Susurró, buscando sus labios para besarla apasionadamente, mientras la presionaba suavemente con su cuerpo contra la pared, su excitación claramente perceptible tensando sus pantalones.

- Stan, no... No debemos.

- Ooooh... de "no podemos" a "no debemos". Esa es mi mujer, ya casi estás...

- No quise decir eso, lo sabes...

- Lo que sé muy bien, porque te encanta sentirme dentro tuyo, llenándote de todas las formas posibles –Le dijo con voz sensual y rasposa, a la vez que se ponía entre sus piernas para tentarla con frotarse contra ella por encima de la ropa interior.

- Ah, maldición –Gruñó Kohaku, cuando no pudo controlar el agradable estremecimiento de lo sensual que era su esposo cuando le hablaba así de atrevido mientras la rozaba íntimamente con sus cadenciosos empujes. Trató de respirar hondo y controlarse– Pero piénsalo, si es para tener un bebé, deberíamos...

- No te confundas, preciosa –La interrumpió, mirándola ardiente– Tener un bebé es algo dulce, pero nadie dijo que la forma de concebirlo tuviera que serlo también –Se inclinó hasta el oído de ella– Es un intento, nada más, y si no olvídate de eso y sólo disfruta. Y no creas que no siento que te vaya a hacer el amor, soy todo amor por y para ti. Sólo siéntelo, preciosa, siénteme.

- Stan... –Se quejó, débil ante las últimas dulces palabras, cerrando los ojos para no evidenciar su placer, aunque logró el efecto contrario con eso. Su determinación estaba flaqueando demasiado pronto con cada creciente sensación.

- ¿Te acuerdas cuando dijiste que yo te llenaba tan bien que podía ponerte trillizos de una sola vez? Bueno, hora de comprobar la teoría, aunque me alcanza con uno.

No podía evitarlo, el maldito era tan sexy y apasionado, la derretía al instante y no podía evitarlo, honestamente. Sabía que había algo de "recuperar su hombría" allí, ya que la noche anterior habían tenido ese percance por los nervios de él, y por eso estaba siendo tanto más arrebatado, determinado a recuperar su orgullo. Stan se abrió el cierre del pantalón, bajándoselo lo mínimo e indispensable para poder liberar su flamante erección. Agradecía mucho que su esposa vistiera una falda corta en ese momento, aunque eso más bien había sido su motivación a la improvisada y caliente idea de hacerlo, además de verla bailar de esa forma tan sensual. Le hizo a un lado las diminutas bragas que llevaba, y abrió y flexionó las piernas para poder alinear sus sexos, guiando su más que preparado miembro para frotarse y preparar brevemente la intimidad de su mujer, ya piel con piel. Soltó un suave gemido, encantado con lo que percibía.

- Oh... explícame esto, señora Snyder... Dices que no es apropiado, pero tu cuerpo no dice lo mismo. Mira, casi que entra solo... Hasta puede oírse lo excitada que estás.

- ¡Ah! Es que me hablas así, dices esas cosas excitantes... Eres muy atrevido...

- Soy tu atrevido, todo tuyo. Y esto también es todo tuyo, siéntelo –Se empujó con más decisión, entrecerrando los ojos de gusto cuando sintió que la punta de su miembro había entrado como un guante de seda, casi sin proponérselo.

Kohaku dejó salir un largo gemido, al sentir a su esposo en esa posición estrecha que rozaba los mejores y más sensibles puntos, dentro y fuera de ella. ¿Tenía sentido seguir resistiéndose, más por decencia que por decisión propia? No, demasiado tarde. Se paró firme, abriendo un poco más las piernas, ayudaba bastante que se hubiera puesto tacones para nivelar sus alturas.

- Mírate nada más, esa es mi preciosa esposa, nada mal –Rió suavemente, antes de mordisquearle la oreja y el cuello.

Lentamente al principio, Stan empezó a moverse, momentáneamente perdido en la deliciosa sensación de esa caliente y urgente posición. Kohaku había apoyado sus manos en los brazos de él, para después llevarlos a su cuello y enterrarle una mano en el cabello y la otra aferrada a su espalda. Tenían que contener sus gemidos, lo cual no era difícil si mantenían sus bocas unidas en apasionados besos. La magia de esa posición para Kohaku, era que Stan se frotaba inclemente contra su sensible botón de placer, haciéndola estremecerse de pies a cabeza. El que él combinara lentas embestidas superficiales con otras más profundas la estaba enloqueciendo, apenas podía contener su voz extasiada de placer. Cuando sintió la familiar tensión creciendo en su bajo abdomen, aumentando su goce cada segundo, bajó las manos para rodear el perfecto trasero de su esposo, y mirándolo de una forma ardiente que lo invitaba a moverse más fuerte y rápido.

Él lo entendió así, y por más bien que se sentía tenerla estrecha entre sus piernas, le levantó una de sus flexibles piernas para rodearse la cadera con ella, y así buscar más contacto y placer para su mujer. Eso tuvo un efecto inmediato, y ella tuvo que morderse los labios para no soltar un fuerte gemido. No tardó mucho en sentir el principio del orgásmico temblor dentro de ella, y Stan la levantó en el aire y la sostuvo en sus manos contra la pared, terminando el trabajo para ella, y un minuto después para él. Respiraron agitadamente a la par, mirándose a los ojos con una sonrisa satisfecha.

- La gravedad no ayuda a tu propósito, menos en cuanto salgas –Susurró Kohaku, agitada y provocadora.

En respuesta, Stan sonrió y se empujó lo más profundo que pudo una vez más, haciéndola jadear con fuerza.

- Entonces voy a quedarme así un rato para asegurarme que ningún soldadito tenga dónde ir más que dentro tuyo, no se escapará ninguno hasta que alguno cumpla su misión.

- Oh por dios, Stan, ¿cómo puedes volver tan caliente y atrevido un intento de embarazarme? –Rió incrédula, abrazándolo– Haces que yo desee también que funcione.

- Deséalo, deséalo con todo tu ser –Musitó con pasión, dejándola poner sus pies en el suelo nuevamente, y apoyando sus manos en las mejillas de ella para mirarla a los ojos con mucha intensidad.

Kohaku se estremeció agradablemente, a veces pensaba que un día sólo bastaría una de esas miradas tan intensas de Stan para tener un orgasmo, además de lo guapo que era. Aunque no era sólo por tener bonitos ojos o un rostro más que agraciado y sensual, sino por la forma en que la miraba, una combinación entre amor, dulce devoción y pasión, verdaderamente le hacía el amor con la mirada, y por eso sólo bastaba que sus ojos conectaran así para sentir su corazón latir aceleradamente y que su interior se fundiera de calor. El amor brotaba de su corazón como lava de un volcán.

Stan cumplió con su palabra, quedándose así por algunos minutos, mientras le daba cortos y dulces besos en la boca. Cuando se sintió satisfecho con el tiempo que había pasado, salió de ella y se subió y acomodó la ropa, sonriéndole con picardía antes de acercarse a su oído para hablarle en confidencia, por más que estaban solos.

- Pórtate bien y baila más decente, o me vas a dar ganas de intentarlo una segunda vez en la misma noche, y esta vez sí que podría ponerte trillizos.

Kohaku no dudaba que Stan decía la verdad, ya no sabía si desear que suceda o no, ese momento apasionado había sido terriblemente excitante. Se miró en el espejo de pie que había en la habitación, acomodándose el cabello y la ropa. Todavía tenía las mejillas muy rojas, por lo que le dijo a su esposo que se adelantara y volviera con el grupo, además de que así disimularían que habían estado juntos. Definitivamente iba a necesitar pasar por el baño y mojar el paño que había traído.

Regresaron a la fiesta, conteniendo sus sonrisas pícaras de lo que habían hecho a escondidas, por suerte nadie parecía haberse dado cuenta de su ausencia, de tan animado que seguía todo. Cuando Mozu le puso un vaso de cerveza en la mano a Kohaku, ella titubeó. Sabía que el alcohol y un embarazo no se llevaban bien, si bien todavía no estaba en ese estado, aunque no sabía desde cuándo podía ser problemático, por lo cual decidió beber ese último vaso, y con eso despedirse del alcohol.

Desde esa noche, Stan recobró su confianza y orgullo, y como habían prometido en un principio, simplemente se relajaron y dejaron que todo fluyera, sin contar días, llevar calendarios ni obsesionarse, tampoco haciendo alusión al tema cuando intimaban.

El mes siguiente comenzaba con el cumpleaños de Stan, el primero de septiembre. Habían recibido la bonita noticia de que Xeno y Tatyana se habían pedido unos días para viajar a Japón, no sólo para saludar personalmente a Stan, sino porque estaban a punto de conversar un proyecto más que prometedor entre la NASA y JAXA, y era muy posible que volvieran a trabajar con Senku, que era practicante universitario en la agencia aeroespacial japonesa. Organizaron un almuerzo con la pareja, además de la familia, Kokuyo, Ruri, Chrome, y Kohaku le preguntó a Stan si podían invitar también a Lillian, que estaba en Japón visitando a su pareja, Byakuya Ishigami. El rubio por supuesto accedió, extendiendo la invitación al hombre, y también invitaron a Tsukasa y a Ryusui para completar, iba a ser un especial encuentro para celebrar su cumpleaños como hacía años no se daba.

La noche anterior, apenas había dado la medianoche, Kohaku se lanzó a besar y abrazar a su esposo, para ser la primera en saludarlo antes de que le llegaran los mensajes o llamadas al teléfono. Tanto alboroto estaba haciendo, que llamó la atención y los celos de Sam, que se acercó con curiosidad y ganas de mimos para él también. La gata Aki parecía mirarlos con reprobación, su elegancia gatuna sólo la mantenía alerta y serena a la distancia. Luego de unos minutos de cariños y risas entre los tres, el teléfono de Stan efectivamente empezó a vibrar y pasaron unos minutos más hasta que contestó todos los saludos. Una vez tranquilos nuevamente, Kohaku lo llevó de la mano hasta el sillón, y le entregó un paquete de regalo.

- Oooh, me gusta, un primer regalo a solas. Ya tenía pensado cómo íbamos a empezar a festejar mi cumpleaños, pero no está nada mal hacerlo con esto primero.

Stan rompió el papel de regalo, revelando dentro una fina y rígida caja de cartón forrada. La abrió con cuidado, y dentro se encontró con que había un sobre de papel, posiblemente conteniendo una carta o algo así, y otra cajita más pequeña de joyería. Miró a Kohaku con entusiasmo y curiosidad, optando primero por ver el contenido de la cajita, destacaba más. Para su sorpresa, dentro había un objeto artesanal, o al menos recortado y armado posiblemente por su mujer. Era un corazón de goma-espuma pequeño, y tenía incrustado otro objeto en el centro, pegado. Confundido y cada vez más intrigado, miró en detalle.

Tardó unos segundos en darse cuenta que era una prueba de embarazo, con dos rayas visibles. Cuando lo hizo, jadeó y quedó boquiabierto, completamente quieto por un momento, hasta que se animó a mirar a Kohaku en silencio, mientras asentía con la cabeza con una expresión de pregunta grabada en el rostro, y sus ojos se llenaban de lágrimas al recibir el asentimiento de confirmación muy feliz de Kohaku. El corazón le martilló acelerado a un punto de desbocarse, y no pudo evitar apoyarse la mano libre en el pecho, para intentar controlarlo.

- ¿Estás...? Oh, dios... ¿Estamos... vamos a...?

- Feliz cumpleaños, amor. Sí, vas a ser padre. Vamos a tener un bebé.

- ¡Oh, Kohaku, preciosa! –Exclamó con un sollozo– Qué regalo... el mejor regalo de mi vida... No puedo creerlo.

Se dejó resbalar por el sillón, arrodillándose en el suelo, abrazándose a la cintura de ella, apoyando sus manos en el vientre todavía plano de su esposa, para luego llenarla de muchos besos allí, mientras lloraba de felicidad. Ni siquiera Sam era contrincante para tanto despliegue de amor y afecto, que miraba a su humano con curiosidad y sin atreverse a intervenir, lo que hizo reír tiernamente a Kohaku.

- Tan feliz, tan feliz... Gracias, gracias, gracias. Te amo tanto, y los amaré tanto. Oh, cielos... ¿Hace cuánto lo sabes?

- Hace dos semanas. Me había hecho este test cuando me sentí un poco revuelta dos mañanas seguidas, y luego lo comprobé con un análisis de sangre, que es lo que está en la caja también, en ese sobre que viste.

- ¿Dos semanas? –Murmuró, abriendo mucho los ojos– ¿Por qué no me lo dijiste antes?

- Bueno... ya sabes que siempre hay que ser precavidos al principio. Y sabía que pronto iba a ser tu cumpleaños, quería que fuera una linda sorpresa. Estoy de seis semanas, parece que quedé embarazada en cuanto dejamos de usar los condones.

- Oh, qué soldaditos obedientes tengo –Sonrió ampliamente, para luego bromear con descaro– ¿Te puse trillizos?

- No lo sé, pero espero que no, mejor vamos de a uno –Rió nerviosa– No se bromea con eso, menos tú que pareces tener el poder de hacer realidad tus deseos.

- Bien, bien, entonces desearé uno solo, el más sano, hermoso y perfecto bebé que pueda haber.

- Así me gusta –Asintió satisfecha y enternecida, entrelazándose en un fuerte abrazo– En el momento justo, como no podía ser –Levantó suavemente el rostro de su esposo para conectar sus miradas rezumantes de felicidad y amor– Te amo, Stan, gracias.

- A ti, mi preciosa, a ti. Se agranda la familia Snyder, qué mejor.

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Buenaaaas! ¡Ay, sí! Hace mucho vengo planeando este momento, estoy feliz :) Se me juntan los multiversos Stanhaku y sus bendis junto con "Cautivos", pero bueno, así se dio jeje. Aunque desde ya que la idea es hacer algo distinto, apropiado para los distintos mundos y experiencias de cada historia. Pero esta no podía tener un principio de desenlace distinto, se merecen toda la felicidad, y pobre Stan viene deseando poner un renacuajo hace rato acá jajaja.

Como siempre, muchas gracias por leer, dar amor y acompañar, y yo encantada de dar un poco de risas, ternura, amor y drama (un poquito nunca falta!) para ponerle onda paralela al manga que... bueno, mejor ni hablar, ups xD.

Hasta el próximo capítulo!