Por una hora entera, los flamantes nuevos padres no pudieron hacer otra cosa que admirar cada detalle de su bebé, fascinados. Saori dormía con tranquilidad luego de haberse alimentado, su primer sueño en el mundo exterior, calentita y segura en los brazos de su madre, conectando piel con piel, y cubiertas con una manta abrigada. Stan también se había quedado así, su torso descubierto, ofreciéndole a Kohaku un brazo como almohada, mientras el otro le daba el soporte inferior a su hija, dejando su mano apoyada allí para sentirla. Sabían que ese sueño no iba a dormir mucho, ya se habían preparado mentalmente con la idea de que los primeros días y semanas iban a ser los más complejos para acostumbrarse a la nueva realidad de pura dedicación a las necesidades de su hija y escasas horas de sueño para ellos.

- No creo que pueda dormir esta noche, pero porque no puedo dejar de mirarla –Dijo en voz baja Stan, con los ojos todavía brillantes de emoción.

- ¿Puede ser más hermosa? –Preguntó Kohaku, suspirando de felicidad.

- Todo en ella es tan chiquito y perfecto. Nunca había visto un bebé recién nacido en persona, pero creo que su belleza es especial, y hasta creo que puedo identificar algunos rasgos tuyos y míos.

- Es rubia –Bromeó.

- Menos mal, porque de otra forma hubiera sido muy evidente que te portaste mal conmigo–Contestó Stan siguiendo la broma a su costa.

- Tiene tus ojos.

- Todos los bebés nacen con ojos azules... O grises.

- Hmm, es verdad, pero son más azules que los míos. Estoy segura que heredó tus ojos, y si también tiene esas pestañas y ojos almendrados, tendrá una mirada demasiado hermosa. No me quejo si su boca es como la tuya, con los labios bien marcados –Entrecerró los ojos con una sonrisa orgullosa– Y parece que tiene mi nariz, mejor así.

- ¿Qué tiene de malo mi nariz? –Inquirió divertido, alzando una ceja.

- Nada, tienes una linda nariz. Pero la mía es más chica, será más femenina.

- Buen punto. Sólo lo mejor de ambos para nuestra princesa –Besó a su mujer en la sien– ¿Cómo te sientes? ¿Necesitas algo?

- No, estoy bien. Feliz, agotada, maravillada, aliviada, un poco de todo eso junto. Estoy tranquila, agradezco todas esas clases que tomamos y los libros que nos regaló Xeno.

- No podríamos estar mejor preparados. Ahora toca vivir la experiencia. ¿Segura que no quieres dormir? Aprovecha para descansar, amor.

- No es que no quiero, no puedo, estoy muy despierta, y empiezo a sentir el dolor latente de todo lo que se esforzó mi cuerpo para poder dar a luz a Saori. Hacerlo sin medicinas ni inyecciones fue la mejor elección, pero tengo que hacerme cargo ahora.

- Está bien, descansemos al menos en esta tranquilidad. Y por favor, Kohaku, dime lo que sea que necesites, por pequeño que sea, ¿de acuerdo?

- Lo haré, gracias.

El sueño de la bebé duró una hora más, despertándose y empezando a agitar su cabeza en cuanto sus ojos se abrieron del todo. Inmediatamente Kohaku la acomodó en su otro pecho, y la pequeña se prendió al instante para alimentarse. La pareja había recibido el consejo de que tenían que estar atentos a reconocer lo antes posibles las señales de las distintas necesidades de su hija para evitar el llanto, que era el último recurso que tenía para comunicar su hambre, y al menos podrían descartar ese motivo si seguía llorando por otra cosa. La matrona les había descripto detalladamente cómo debía lucir la boca de la bebé si estaba correctamente agarrada al pecho, por lo que Stan se ocupó de chequear que cumpliera con las indicaciones, ya que podía ver mejor, y luego se relajó y se dedicó a mirar fascinado la escena, nunca se cansaría de esa imagen. Cuando Saori estuvo satisfecha con su alimento, se desprendió de allí, levantando la vista para buscar el rostro de su madre. De pronto, el teléfono del rubio vibró en su bolsillo, encontrándose con un mensaje ansioso de Kokuyo preguntándole cómo estaba Kohaku y si había novedades.

- Oh, me olvidé por completo de avisar a tu familia y nuestros amigos que ya nació Saori –Reconoció con culpa. ¿Te animas a hacer una videollamada con tu padre?

- Sí, sería lindo.

Stan cerró la bata sobre el cuerpo de su esposa, por debajo de la manta, para taparle en su parcial desnudez, y él también se vistió con la camisa nuevamente para estar más presentable. Acomodaron a su hija para que se viera mejor, acunándola en los brazos de la joven. Recién entonces hizo la llamada, mostrando en primer plano a Kohaku y Saori para que Kokuyo se sorprendiera apenas atendiera, lo cual funcionó.

- Hola, St... ¡Oooooooooooooooooohhhh! –Exclamó, sin poder contener su expresión– ¡Hija! ¡Hija! ¡Ya nació la bebé!

- Hola, papá –Contestó la rubia, sonriendo ampliamente– Sí, ya eres abuelo. Nació hace un par de horas, perdona que no avisamos antes.

- No, no, está bien, era el primer momento de ustedes tres. No puedo creerlo, mi nieta... –Susurró, su voz empezando a quebrarse de emoción. Miró a un costado– ¡Ruri, Chrome, vengan!

- ¿Están ahí? –Preguntó Kohaku sorprendida– Pensé que mi hermana estaba en la casa de Chrome.

- Sí, así era, pero los invité a venir aquí para compartir la noticia, y la ansiedad.

Kokuyo rió, y acomodó la cámara para que los tres pudieran ver a la bebé. Ruri y Chrome dejaron salir exclamaciones de ternura al ver el primer plano de hizo Stan de Saori, que estaba despierta y mirando el rostro de su madre.

- ¡Es hermosa! ¡Qué ternurita! –Exclamó Ruri asombrada– Oh, hermana, he visto algunos bebés, pero Saori es de verdad demasiado bonita a tan poco de nacer. ¿Cómo fue todo?

- Bien... No voy a negar que el todo el proceso de parto fue conocer un nuevo nivel de dolor que no imaginaba, pero salió bien, sin complicaciones y muy emocionante. Ya se alimentó dos veces y durmió una, no ha llorado mucho por suerte.

- Eso es bueno. Estoy muy feliz por ustedes, Stan, no puedo esperar para conocerla.

- Lo mismo digo, ya quiero tener a mi pequeña nietita en brazos. ¿Cómo estás tú, Stan?

- Me siento como el hombre más feliz del planeta, y nunca pensé que podía llorar tanto solamente de felicidad.

- Te entiendo, así mismo me pasó con mis hijas, y es bien lindo y especial para nosotros tener niñas, sin dudas son princesas a nuestros ojos, las más mimadas y que no podemos negarles nada.

- Apenas llevo dos horas siendo padre y ya puedo asegurar que será así. A sus pies me tendrá esta princesita.

- Bien, será mejor que los dejemos tranquilos, traten de descansar lo que puedan, lo necesitarán.

- Sí, papá, ya me hice a la idea de que no dormiré más que un par de horas entre hoy y mañana, estaré bien. Además, las parteras estarán ayudándonos

- Y si algo me sirvió mi pasado militar, fue para darme la resistencia de aguantar largas horas sin dormir ni moverme –Acotó Stan con una media sonrisa– Hora de ponerlo a prueba nuevamente para algo mucho más bonito. No te preocupes, Kokuyo, nuestras chicas van a estar muy bien cuidadas.

- No podría pedir un yerno más confiable que tú, Stan –Asintió Kokuyo– Pero también te lo digo a ti, no te confíes demasiado, y descansa, todos tenemos un límite.

- Sí, señor –Respondió ampliando su sonrisa, aceptando el consejo.

Se despidieron luego de mostrar un minuto más en el video a Saori. Stan aprovechó para sacar un par de fotos más de ese momento, ya que la bebé seguía despierta y tranquila, y las envió por mensaje al grupo de amigos junto a un breve video que hicieron para hacerles saber cómo estaban. Las felicitaciones no tardaron en llegar, además de prometer que irían para visitarlos y ayudarlos en cuanto pudieran volver a la casa.

La primera madrugada resultó tal como habían previsto, aunque por la mañana Stan estaba mucho más fresco que Kohaku, quién no había podido descansar de su agotamiento desde el trabajo de parto. La bebé se había despertado cada dos o tres horas, con lo cual luego de alimentarla o vincularse con caricias y hablarle con dulzura, les había dejado a los padres no más de una o dos horas para dormitar. Al menos el humor de la madre mejoró notablemente cuando recibió un desayuno muy completo y nutritivo que le devolvió las energías. La matrona le había recomendado bañarse lo menos posible, a lo sumo que Stan la limpiara con unos paños mojados en agua caliente, y que la secara inmediatamente para que no sintiera frío, si tenía una necesidad imperiosa de higienizarse luego de lo que había sudado en el parto. Mucho abrigo, descanso en la cama y comidas y bebidas calientes o a temperatura ambiente eran las tres reglas de oro que les habían indicado para la primera semana, y hasta el primer mes si era posible.

Habían reservado la habitación por tres días, luego de lo cual, si todo seguía bien en cuanto a la salud y fuerzas de la madre y la hija, podían volver a su casa, recibiendo las visitas familiares y de amigos recién entonces. Para amenizar las horas que estarían despiertos, en las cuales Kohaku sólo iba a levantarse de la cama para estirar las piernas y sus necesidades básicas, llevaron un pequeño parlante portátil para escuchar música suave, y algunos libros para leer en voz alta, no sólo para entretenerse sino también para que Saori siguiera escuchando sus voces calmas y se relajara con ellas.

Esa mañana recibieron la visita de un médico para hacer el primer chequeo de salud de la bebé, pesarla, medirla y hacerle los test de reflejos para asegurar que todo estuviera bien. Para tranquilidad de la pareja, los resultados entraron dentro de un buen promedio, su hija era sana y fuerte. Saori durmió buena parte del día, lo cual era normal en sus primeros días de vida, por lo que cuando la veían despierta no perdían oportunidad para derretirse mirándola y mimarla. La pequeña también parecía interesada en mirar sus rostros, reconociéndolos, y eso era más evidente cuando le hablaban o sonreían. La atención de la bebé no duraba demasiado y sólo podía mirar lo que tenía en su campo de visión frente a ella, pero esa suficiente para que Stan y Kohaku se alternaran en vincularse. Para ambos era irresistible el acercarle sus dedos a la manita de la pequeña, ya que ella respondía apretándolos con fuerza, lo cual los emocionaba cada vez.

El primer día completo transcurrió con relativa calma, descanso intermitente y empezar a acostumbrarse a la alta demanda que requería atender a su hija. Para Kohaku fue evidente que lo peor no había quedado atrás al sobrellevar la primera noche, sino que más duro estaba resultando la segunda, en la cual el cansancio le estaba pesando el doble, y ya no tenía la alta energía y emoción de sus primeros momentos como madre. Llegada la mitad de la madrugada, la sonrisa de la rubia ya vacilaba en quedar fija en su rostro en todo momento, y estaban empezando a conocer los llantos que no se resolvían con comida, que eran los más inciertos porque era prueba y error hasta que la calmaran. La bebé estaba empezando a adormilarse en ese momento, luego de haber tomado el pecho, y Kohaku estaba luchando con sus párpados mientras esperaba que finalmente se durmiera.

- Preciosa, déjame encargarme de dormir a Saori sobre mí, descansa tranquila.

- ¿Y si llora porque no me siente? –Preguntó insegura– Ya lo ha hecho.

- Tenemos que acostumbrarla a que duerma conmigo también, y ya lo ha hecho anoche.

- Sí, pero si no logra dormirse porque no está conmigo...

- Soy su padre, ¿no? –Replicó Stan, tomándole la mano con cariño a su esposa para calmar su ansiedad– Déjame serlo.

Kohaku lo miró, sintiendo una presión en su pecho. Si bien las palabras de él habían sido expresadas en un tono suave, tuvo una sensación de reproche en ellas. No podía negar que por su mente habían pasado pensamientos, probablemente instintivos, de que ella cuidaría mejor de su hija, que su vínculo era más profundo por haberla llevado nueve meses en su vientre, y que ella la alimentaba. Y si algo hacía Stan, era dedicarse con todos sus sentidos a cuidarla, además de buscar atender a su hija en todo lo que pudiera, ya que era consciente de sus limitaciones en otros aspectos. Durante todo ese día, tenía que reconocer que ella había tenido en sus brazos la mayor parte del tiempo a la bebé, sólo encargándosela a su esposo cuando tenía que ir al baño, comer o alguna otra necesidad.

- Sí, tienes razón, Stan, perdóname si estoy siendo muy posesiva con Saori.

- Nada que perdonar, eres su madre, sé que sólo quieres asegurarte de que esté bien y tranquila –Suspiró, decidiendo también ser más honesto– Pero yo también me siento un poco inútil si no puedo aprender y practicar de ser padre, y tengo un poco de miedo de que sea tal como dices, que nuestra hija se acostumbre a sólo estar tranquila contigo, y que luego yo no pueda ayudarte.

- Entonces hagamos lo siguiente... Ya tiene el estómago lleno, así que si llora no será por eso. Te prometo que no intercederé si empieza a llorar, la calmarás y dormirás tú. ¿Está bien?

- Sí, hagamos eso –Le dio un largo beso en los labios– Gracias, mi amor.

Stan se descubrió el torso, procediendo con levantar con sumo cuidado y lentitud a su bebé, que se despertó ante el movimiento y la repentina ausencia del calor de su madre. Apenas empezó a gorjear con incomodidad, el rubio la recostó sobre su pecho y empezó a mecerla, susurrándole con voz baja y dulce, mirándola a los ojos con una pequeña sonrisa. Para su alivio y felicidad, Saori no tardó más de unos poco minutos en caer dormida. Respirando profundamente, se fue recostando muy lentamente sobre su lado del futón, al fin relajándose cuando logró hacerlo y la pequeña seguía dormida.

- ¿Lo ves? También le gusta estar con papi, no lo hago nada mal –Susurró Stan, guiñándole un ojo a Kohaku.

- No, claro que no... –Concedió inmediatamente, también relajándose. Los tapó con una manta abrigada.

- Ahora duerme tranquila, yo me ocupo.

Kohaku asintió, y cerró los ojos inmediatamente, apenas llevándole unos pocos minutos para caer profundamente dormida, de tan cansada que estaba. Stan se mantuvo despierto, acariciando la espalda de su bebé con mucha suavidad. Por más seguro que fuera y con todo lo que había leído y aprendido para asegurarse tener el mejor desempeño posible en su primeriza paternidad, también tenía demasiadas preguntas y dudas, todavía necesitaba más reafirmaciones y evidencias concretas de que Saori ya lo reconocía como su padre. Por más que le había hablado mucho cuando ella estaba en el vientre de su madre, él no había tenido esa conexión física de gestarlo ni de alimentarlo, y por eso se preguntaba si más bien él tendría que demostrarle que era su padre a base de cuidarla y abrazarla tanto. Bien, aunque así fuera, estaría encantado de hacerlo, cada día del resto de su vida.

Los dos días siguientes no fueron muy distintos, lo cual les dio margen a los padres para que siguieran acostumbrándose a su nueva vida. Para consentirla y buscar que se sintiera mejor, Stan le regaló tres sesiones de relajo especiales a Kohaku, ofrecidas en el mismo centro de maternidad: Una de aromaterapia para la mañana del segundo día, una de masajes para la tarde-noche antes de cenar, y una de reflexología para la mañana siguiente. La sonrisa no se borró por un largo rato para ninguno de los dos, a ella por disfrutar tanta paz y bienestar que la renovaban físicamente, y a él porque estaba contento de poder darle ese alivio a su agotada esposa, para que así pudiera recuperarse más rápido.

Estaban ansiosos por volver a casa esa tarde, donde una vez que se acomodaran con la bebé, iban a llamar a la familia para que pudieran al fin visitarlos, y llevarles de regreso a sus queridas mascotas. Luego de un último buen almuerzo y muchos sabios consejos y bonitos deseos de parte de las parteras, se cambiaron de ropas y vistieron a Saori con un enterizo adorable que Yuzuriha les había hecho ella misma. Acomodaron los dos bolsos que habían llevado y se despidieron muy agradecidos del centro maternal, subiéndose a su coche que tenían aparcado cerca. Kohaku meció a su hija y le canturreó durante todo el viaje, anticipándose a que pudiera sentirse incómoda por las nuevas sensaciones del coche. Cuando al fin llegaron a su casa, un cosquilleo de emoción los atravesó a la par antes de entrar por la puerta, a partir de ese momento empezaría su verdadera vida a solas como familia, en su hogar.

Aprovechando lo despierta que estaba la bebé, se entretuvieron haciendo un recorrido como si le estuvieran presentando toda la casa a su hija, dedicándose más al dormitorio que ya habían preparado para ella, por más que no iba a utilizar ese cuarto hasta que fuera más grande. Una vez satisfechos con eso, hicieron el aviso a Kokuyo y a los demás de que ya estaban en la casa y que todo estaba más que bien. Como ya estaban esperando ese mensaje, el padre y la hermana de Kohaku no tardaron en prepararse para salir.

- Stan, ¿cómo crees que Sam y Aki se comporten con Saori? –Preguntó la rubia inquieta– ¿Los dejamos acercarse sin más?

- Yo diría que sí. Creo que habría que tener más cuidado con Sam, es un buen chico, pero puede ser un poco invasivo al olerla o si intenta lamerla.

- Sí, pensaba eso mismo. Aki creo que va a ser más cautelosa en acercarse, como todo gato. Prefiero tener a Saori en mis brazos, para que no la vea como algo tan extraño.

- Será lo mejor. No sé quién estará más ansioso por acercarse primero, si Sam o tu papá –Bromeó Stan.

Compartieron una risa cómplice, y se sentaron en el sillón juntos mientras esperaban. Media hora después sonó el timbre de la casa, aunque como los visitantes tenían las llaves, sólo lo hicieron para dar aviso y que se prepararan. Kohaku y Stan se pusieron de pie, sonriendo ampliamente con emoción de volver a verlos a todos. Ruri entró primera, cargando la caja transportadora con Aki dentro. La apoyó en el piso y le abrió la puertita para que la gata saliera, al principio tímida y cauta olfateando el aire para identificar dónde estaba, y luego levantó el rabo cuando vio a sus queridos humanos. La hermana mayor se acercó rápidamente para darle un abrazo a su hermana y cuñado, gimiendo con ternura al conocer al fin a su sobrina, quien estaba despierta, gimoteando y moviendo los brazos.

- Es aún más hermosa que en las fotos, y qué linda que está así vestida –Murmuró admirada– Tendrá los ojos de Stan, ya se puede ver.

- ¿Quieres cargarla, Ruri? –Ofreció Kohaku.

- No tuve un bebé en brazos antes, creo que prefiero que papá lo haga primero, y si no llora lo intento yo. ¿No te molesta?

- ¡Para nada! Lo entiendo.

- Es que se ve tan chiquita y frágil –Se volteó al oír detrás– Ahí vienen, Sam estaba muy entusiasmado con volver.

La afirmación no era menos cierta, ya que inmediatamente pudo verse al perro exaltado y jalando de la correa con fuerza, moviendo la cola con mucho ímpetu. Detrás estaba Kokuyo, dividido entre la preocupación de poder manejarlo para que no les saltara encima con todo su entusiasmo, y ya buscando con sus ojos a la pequeña.

- ¡Tranquilo, Sam! –Exclamó, inclinándose para ponerle una mano delante del pecho del perro, intentando frenarlo.

- Yo me ocupo, Kokuyo –Dijo Stan, mientras se apresuraba a acercarse y arrodillarse frente a Sam, recibiendo él toda esa bola de cariño y energía, que le regó el rostro de lamidas– ¡Hola Sam! Te extrañé, my good boy. ¿Vas a conocer a tu hermanita humana al fin hoy? ¿Sí? ¿Sí?

- Todo tuyo, yo quiero conocer a mi nieta ahora –Rió el hombre, soltando la correa y acercándose rápidamente a sus hijas.

Le dio un beso en la sien a Kohaku, susurrándole una vez más sus felicitaciones, y luego no tuvo ojos más que para mirar con emoción a la bebé. Confiado y muy natural, la rodeó con sus grandes manos para cargarla, acomodándosela entre el brazo y su amplio pecho.

- A eso me refería, yo no podría hacerlo tan fácil –Dijo Ruri sonriendo.

- Ni yo, todavía me cuesta y tengo miedo de hacerlo mal –Reconoció Kohaku.

- ¡Qué felicidad, mi nieta! ¡No puede ser una bebé más hermosa! –Exclamó Kokuyo, meciéndola suavemente, y sonrió ante el comentario de sus hijas– Hay cosas que nunca se olvidan después de hacerlas tantas veces, siento como si hubiera sido ayer cuando las cargaba a ustedes.

El orgulloso abuelo no tardó en emocionarse, sus ojos café ya comenzaban a llenarse de lágrimas, arrebatado por la suma ternura y lo bonita que era la bebé.

- Hola Saori, soy tu abuelito, al fin nos conocemos –Dijo con dulzura, tomándole la manito y sonriéndole ampliamente, mientras trataba de aclarar su vista borrosa por las lágrimas.

- Eres un flan, papá –Rió Kohaku, apoyando su mano en la espalda de su padre.

- Es mi primera nieta, y me hace acordar tanto a cuando ustedes habían nacido, y a... a su madre –Apretó los labios para manejar la angustia que subía por su garganta a la par de sus emociones– Estaría muy feliz de conocer a su nieta también, y tan orgullosa.

- Cuánto me gustaría que pudiera estar aquí, así como los padres de Stan –Murmuró Kohaku, compartiendo la congoja– Pero sé que la están viendo y la protegerán desde donde sea que estén.

- Es pequeña, pero se ve muy bien, otra rubiecita de ojos azules en la familia.

- Poco menos de tres kilos pesó su primer día. Se alimenta bien y seguido por su cuenta, así que cuento con que crecerá rápido.

- Lo hará, y será una chica sana y fuerte como la madre. Sólo espero que no sea tan rebelde –Agregó, divertido.

- Oigan, acá hay alguien que tiene muchas ganas de conocer a Saori también –Dijo Stan desde el piso, abrazando a Sam para mantenerlo quieto.

- Papá, permíteme un momento cargarla, así se la presento yo a Sam y Aki.

- Claro, sí. Luego habrá mucho tiempo para cuidarla y cargarla. Voy a filmar la reacción de ellos, seguro que querrán tenerlo de recuerdo.

Kokuyo se la pasó con cuidado a los brazos de su madre, quién volvió a sentarse en el sofá. Aki se subió enseguida, sus ojos verdes como esmeraldas se abrieron de par en par cuando al fin vio a la bebé, sus pupilas dilatándose al máximo. Se quedó muy quieta unos segundos, olfateándola a una distancia prudente, y se fue acercando muy lentamente sin dejar de olfatear, hasta que alcanzó la cabeza rubia de la pequeña.

- Aki, esta es Saori, la bebé que tenía en la panza antes. Sé buena con ella, ¿de acuerdo?

Kohaku se quedó lo más quieta que pudo mientras dejaba a la gata anaranjada olerla todo lo que necesitara. Le parecía más curiosa que atemorizada, sus orejas se mantenían erguidas de frente con atención, por lo que se relajó un poco. La gata alcanzó a olfatearle el rostro, sobresaltándose cuando la bebé gimoteó y sacudió sus brazos, al sentir el cosquilleo de los bigotes y los pelitos de Aki en su rostro. Cuando comprobó que no había peligro en ello, volvió a acercarse, y una vez satisfecha con su reconocimiento, saltó a la parte alta del respaldo del sofá, junto a la cabeza de Kohaku y se sentó allí, sin dejar de mirarla.

- Creo que podemos llamarnos a contentos con eso, no trató de escapar ni se molestó –Dijo la rubia, suspirando con alivio– Bien, ahora toca Sam.

- Es el turno del hermano peludo mayor –Asintió su esposo, y le llamó la atención– Sam, tú así de tranquilo, despacito con la bebé, shhh.

Guiándolo con lentitud desde el collar, Stan caminó a la par del perro, agachándose para quedar casi a la misma altura que él, sin dejar de susurrarle con calma para que contuviera su entusiasmo. Sam empezó a olfatear con mucha más confianza y cercanía a la bebé, empezando por sus piecitos, y recorriéndola entera con la suave presión de su hocico, hasta llegar a su rostro. Allí la olfateó con más detenimiento, el olor natural de la bebé se concentraba especialmente en ese lugar. Kohaku puso una mano cerca por las dudas, no estaba segura si era buena idea que Sam le lamiera esa parte del rostro. Cuando el perro llegó a la fina cabellera corta y rubia, no se contuvo y le dio unas buenas lamidas, que ahí sí lo dejaron porque no era una zona delicada tan de higiene. Luego de ese gesto afectuoso de reconocimiento, Sam empezó a mover la cola con entusiasmo, y miró alternadamente a sus humanos.

- Good boy, Sam! –Felicitó Stan, acariciando fuerte a su perro– Sí, Saori es parte de la familia también. Ya que fuiste tan protector antes, espero que nos ayudes a cuidarla y echarle un ojo ¿entendido?

- Woof! Woof!

Todos rieron frente a lo que había sido una clara respuesta de Sam, también aliviados de que la presentación había salido bien. Recién en ese momento fue que Ruri se animó a cargar a su sobrina en brazos, porque se imaginaba que con tanto movimiento y novedades iba a sentirse intranquila pronto. Siguió las indicaciones de su hermana menor, y con un poco de nervios logró cargarla, meciéndola suavemente. Sonrió con dulzura cuando la bebé la miró al rostro unos segundos, tenía una mirada tan inocente y brillante que parecía un angelito. Como temía, Saori finalmente se impacientó con tanto movimiento y desconocidos a su alrededor, y empezó a lloriquear. Kohaku volvió a recibirla para apoyarla contra su pecho, besándole la cabecita y hablándole con suavidad para calmarla, aunque sin éxito. Tanto Sam como Aki miraron a la pequeña, sus orejas bien paradas y ojos muy abiertos ante el estridente sonido lleno de angustia.

- Creo que voy a probar con darle el pecho, ya es hora también.

La rubia se puso de pie y se dio vuelta para descubrirse, para lo cual Stan la ayudó rápidamente, tenían que agradecer otro de los prácticos regalos de Yuzuriha, que le había hecho unos vestidos y camisolas que se desmontaban con un broche, de forma de poder exponer su pecho con facilidad. Para su alivio, su hija sólo lloró unos segundos más hasta que aceptó el ofrecimiento y empezó a mamar. Sólo por pudor ante su padre, le pidió a Stan que la ayudara a cubrirse con una manta muy ligera, y volvió a sentarse cerca de su familia para que pudieran reanudar la charla.

- ¿En qué podemos ayudarlos estos días? Pensé que podíamos ocuparnos de hacerles las compras al menos, para que tengan que salir de casa lo menos posible y puedan descansar más.

- Oh, eso sería una buena idea, si no es problema... Aunque también habíamos pensado en usar el servicio de envío de los supermercados grandes.

- También, lo importante es que sepan que pueden pedirnos lo que sea, sé bien que es importante recibir toda la ayuda posible. Van a tener que acostumbrarse a hacer siestas, ambos al mismo tiempo, apenas la bebé se duerma, cada minuto de descanso valdrá oro. Y ya se lo imaginan, pero el orden y la limpieza de la casa quedará en segundo plano, les convendrá contratar a alguien para que los ayude con eso.

- Sí, ya habíamos pensado en eso, y en contratar a un paseador para Sam –Coincidió Stan– O a un amigo que quiera hacer ejercicio y ganarse unos billetes.

- Resuélvanlo cuanto antes, para que tengan un problema menos en la cabeza. Con tanto cansancio y falta de sueño, puede frustrarles que estas primeras semanas sean sólo de dedicarse a su hija y apenas tengan tiempo para bañarse o hacer algo suyo, por lo que cualquier detalle puede sacarlos de quicio.

- Gracias por el consejo, esperemos que no suceda. Ya nos hicimos a la idea de ser pacientes.

- Tendrán que ser bien fuertes esas "ideas", si quieren cuidar a la pareja, más allá de ser padres. Si algo pone a prueba el amor y la paciencia, es tener un bebé.

Kohaku y Stan se miraron de reojo, compartiendo una mirada tensa ante la advertencia. Durante el embarazo no habían estado exentos de esas discusiones por nimiedades, cuando la joven estaba muy emocional, irritada o con sus fuertes antojos, por lo cual no dudaban que podría volver a suceder en esos días en que se sintieran agobiados hasta acostumbrarse un poco más al día a día de ser padres.

- Bien, ahora creo que lo mejor será dejarlos tranquilos, saben que ante cualquier cosa que necesiten, nos llaman. Yo avisé ya a mi empresa que iba a ser abuelo, por lo que delegué a mi socio varias responsabilidades, así puedo tener la flexibilidad de hacerme una escapada y venir a ayudarlos en todo lo que necesiten.

- Ventajas de ser jefe, nada mal –Dijo Stan con una sonrisa.

- Muchas gracias, papá. Y por los consejos, haremos nuestro mejor esfuerzo para que todo se vaya dando bien.

- Yo también acomodé mis tiempos para poder ayudar, no duden en pedirme –Acotó Ruri, acariciando el brazo de su hermana.

- Gracias, Ruri.

- Saben, Xeno me dio un buen consejo, de poner la regla "las visitas ayudan". El que venga a conocer a Saori tiene que hacerlo dispuesto a darnos una mano con algo –Dijo Stan con una media sonrisa– Me parecía un poco exigente y no de buenos anfitriones, pero parece que esta vez acertó.

- Sin dudas –Coincidió Kokuyo riéndose– Ya verán que no van a tener ni ganas de ver a sus amigos estas primeras semanas, suficiente con ocuparse tanto de su bebé como para estar atendiendo a otros. Bueno, suficiente por hoy, tampoco quiero asustarlos, es lo normal de ser padres, en especial primerizos.

El hombre se puso de pie, dando por terminada así la visita, y se despidió con un abrazo de su hija, acariciando con delicadeza la cabecita de su nieta. Si bien tenía las llaves para irse solo, miró a Stan de forma evidente para pedirle con disimulo que lo acompañara. Cuando estaban en la puerta, se acercó para hablarle en voz baja y darle un último consejo.

- Stan, no quería decir esto delante de Kohaku. Ya sé que eres un hombre paciente y muy dedicado con ella, pero sabrás que a partir de ahora va a ser un huracán hormonal, además de emocional.

- Sí... Algo así aprendí, no sé qué tan malo será –Asintió Stan con una expresión seria.

- Sólo puedo aconsejarte que practiques mucho lo de contar hasta diez, veinte, o ve a dar una vuelta para calmarte si es necesario, pero evita continuar las discusiones. No importa cuánto te reproche, grite o llore, tú convierte eso en paciencia y dale mucho amor, trágate la frustración y sólo entiéndela, apóyala.

- ¿Incluso si me arroja los platos? –Preguntó con humor.

- Atájalos y luego abrázala –Contestó con una sonrisa compasiva– No te envidio, para colmo Kohaku es muy temperamental... Mi mujer era muy calma, más como Ruri, pero la vi sacar los colmillos más de una vez. Pero será más fácil si no le respondes mal a ninguna queja, yo lo aprendí tarde.

- Desde este momento queda inaugurada la ley "sí, señora", oficialmente.

- Así es. Sé un buen soldadito, te servirá ya tener la práctica. Y hablen y acuerden todo antes, para evitar sorpresas o disgustos, cuiden la pareja, tanto como a su hija.

Stan asintió con una sonrisa tensa, y se despidió de su suegro y su nuera. Cuando volvió a la sala de estar, por un momento dudó con inocencia de que pudiera ser también así para ellos, con lo bien que se llevaban siempre, más cuando vio la dulce y expresión que Kohaku tenía en los ojos al contemplar a su hija. Pero le bastaron un par de recuerdos para saber que tenía una bola de fuego por esposa, para bien y para mal.

El consejo fue implementado desde el minuto en que quedaron a solas. La realidad era que ya no tenían a las parteras para ayudarlos, por lo que hasta llamar y contratar a alguien de confianza para las tareas domésticas, Stan decidió ocuparse él de todo eso, cocinando y siendo más cuidadoso que nunca con el orden de las cosas que usaban. Lo más problemático de la limpieza eran los pelos animales, que sus dos mascotas fueran justo de mucho pelo y largo no ayudaba en ese momento. También se ofreció a cambiar los pañales de la bebé la mayoría de las veces, aprovechando esos momentos para poder cargar a su hija y vincularse con ella, ya que aprendió que era inevitable que Kohaku la tuviese encima la mayor parte del día, básicamente porque se ocupaba de alimentarla, lo cual era la principal actividad de la niña, además de dormir.

Reconoció lo bien que había hecho al pedirse la licencia de todo el mes, quizás era algo exagerado para el común de los padres, pero podían permitírselo y era lo mejor que podía hacer para ayudar a Kohaku, no quería abusar de pedirle favores a Kokuyo, y estar medio día afuera de pronto le parecía un montón de tiempo lejos de su mujer y su bebé. Lo de tomar las siestas a toda hora los tres juntos resultó ser algo muy bonito además de práctico, y no tardaban en caer dormidos sin esfuerzo, a falta de poder dormir durante la noche más de dos o tres horas seguidas. Cuando Saori se despertaba, solía hacerlo por una hora, y entonces era cuando le hablaban, cantaban o acariciaban.

Para la semana siguiente ya estaban empezando a acomodarse y acostumbrarse a todo, la previsión de Stan y todo su control había sido de lo más eficaz, y había aprovechado hasta para "refrescarse" y salir de la casa yendo a trotar unas vueltas a la manzana con Sam, matando dos pájaros de un tiro. Entendió la advertencia de su suegro de tener mucha paciencia y resolver todo con comprensión y amor, de parte de que Kohaku de pronto solía mostrarse seria y malhumorada con el hecho de que no podía salir de la casa como él, hasta que un día expresó su frustración.

- No hay forma de que aguante un mes encerrada aquí dentro, Stan –Dijo con un fuerte resoplido en cuanto él volvió de un paseo con Sam. Había acostado a Saori en la práctica cuna plegable que les habían regalado, para poder ir al baño sin despertarla, y ella estaba de pie cerca.

- Lo sé, preciosa, pero tienes que recuperarte. Ya oíste a la matrona, nada de esfuerzo ni gastar energía innecesaria por quince días mínimo, lo del mes es negociable si no quieres hacerlo. Apenas va una semana, todavía es pronto.

- ¡Ya me siento más fuerte!

- Kohaku, todavía estás sangrando. Repite eso cuando tu cuerpo acabe de cicatrizar por dentro, no importa lo fuerte que te sientas. ¿Por qué no caminas en el jardín, en las horas de sol? Tenemos un espacio bien bonito y verde ahí, es incluso más lindo, limpio y relajante que las calles de la ciudad.

- ¡Porque quiero moverme por un espacio de más de veinte metros cuadrados rodeado de paredes, Stan! –Refutó, indignada con la propuesta– Se siente más como una cárcel así.

- No sabes lo que dices, tampoco hagas comparaciones tontas –Gruñó el rubio, recordando con desagrado su tiempo encarcelado.

Inmediatamente Stan se dio cuenta que ya estaba al límite de estar necesitando practicar la la táctica de contar hasta diez y respirar profundo, ya que volver a salir no era una opción, o Kohaku iba a tomarlo seguramente como una burla o una provocación. Así lo hizo, disimulando con ir a buscar un vaso de agua fresca, bebiéndolo lentamente mientras intentaba serenarse.

- ¿Quieres que te sirva agua también, amor? –Preguntó con tono conciliador.

- No, no quiero agua, quiero hacer algo más que estar reposando o dando vueltas en círculo, esperando que Saori vuelva a despertarse. Quiero disfrutar de moverme.

- Bien. Hagamos algo.

Esa última afirmación le dio una buena idea. Caminando hacia la sala nuevamente, encendió el equipo de música a un volumen bajo. Ante eso, Kohaku cruzó los brazos, haciendo una mueca.

- Stan, no estoy de humor para escuchar música ahora, quiero...

No terminó su queja, cuando su esposo le rodeó la cintura mientras le tomaba una mano, y le dio un giro completo, sobresaltándola.

- ¿Bailamos? Si quieres disfrutar de moverte, podemos hacer esto juntos.

- ¿En serio, bailar ahora? –Replicó, hastiada.

- Creo recordar que te gustaba mucho bailar conmigo, ¿o ya no más? ¿Acaso se perdió esa chispa entre nosotros, tan pronto? –Preguntó con fingida desilusión.

- No... Es que...

Las palabras de Stan la afectaron por un momento más de lo que esperaba, porque fue como echar sal a la herida. Otra de las cosas que le estaban empezando a frustrar era cómo ya no era otra cosa que una madre. Sabía que su vida personal iba a ser mínima por un buen tiempo, estaba haciendo las paces con eso. Tanto ella como Stan habían estado tan ocupados y cansados por atender a su hija, que habían dedicado poco tiempo a sus propias demostraciones de cariño más allá de algunos dulces besos, tampoco podían dormir abrazados ya que siempre tenían a su bebé en medio o encima.

Amaba con cada fibra de su ser a su hija y podía pasarse horas mirándola con amor, pero empezaba a reconocer que le hacían falta esas otras cosas que la hacían ser ella misma, y disfrutar de lo que tenía. Y si había algo que adoraba y había mantenido siempre fuerte y afectuosa su relación con Stan, era lo juguetones y cariñosos que eran, todos los días riéndose con alguna broma picante, caricias sensuales, o simplemente acurrucarse juntos en el sofá, disfrutando su compañía. Bailar, para colmo, siempre había sido de lo más romántico y significativo para ambos, por lo cual el recuerdo empezó a emocionarla hasta que las lágrimas brotaron de sus ojos, más allá de su control.

Atento a la repentina reacción, Stan no le preguntó nada, y simplemente la abrazó con más fuerza, mientras la guiaba con sus pasos lentos. Apoyó su cabeza contra la de ella, dándole luego un largo beso en la sien. Sintió cómo Kohaku apretó los dedos en su camisa mientras trataba de contener su repentino y breve llanto, y sonrió al darse cuenta de que eso era lo que justo necesitaban en ese momento. Claro que le entendía la frustración de no poder salir, incluso de sentirse un poco inútil con lo independiente y activa que era, pero también era evidente que necesitaba la contención que él le demostraba con su amor y sólo a ella, siendo "ellos". Esa era la práctica de "cuidar a la pareja" que tenían que empezar a hacer, cuando antes era lo más normal y natural.

- Como me parecía, todavía tenemos fuerte la chispa para mucho rato –Le susurró, acariciándole la barbilla con suavidad y levantándosela para que conectaran los ojos de ambos– Extrañaba esto, preciosa. Te amo.

Kohaku asintió, poniéndose de puntillas y estirando su cuello hacia él para besarlo. Sorbió su nariz húmeda y se rió cuando Stan le ofreció su camisa para secar sus lágrimas.

- Sí, yo también, te amo mucho –Sonrió feliz– Y esto se siente mucho mejor que caminar por la calle, lo admito.

- Entonces disfrutémoslo un buen rato más, es nuestro momento.

Continuaron bailando con esa calma un par de canciones, cambiando el ritmo con los mismos pasos a uno más animado cuando la música los llevó a eso, lo que los hizo reír divertidos. El que tampoco quiso perderse esa fiesta fue Sam, que primero los miró con curiosidad desde su lugar de descanso, y finalmente trotó hacia ellos agitando su cola cuando los oyó tan divertidos. Stan se palmeó el abdomen, animándolo a pararse, y el perro no dudó en hacerlo. Entre los dos le agarraron cada uno las patas delanteras, y dieron unos pasos más a puras carcajadas de lo gracioso y adorable que era su mimoso peludo. Sin embargo, su participación no duró mucho, y bajó sus patas al piso para acompañarlos desde ese lugar más cómodo para él, donde recibió unas caricias en su cabeza. Kohaku y Stan volvieron a centrarse en ellos, moviéndose cada vez menos hasta quedar unidos en un largo abrazo que los hizo suspirar con tranquilidad y contento.

- Preciosa, tengo una idea. La próxima vez que uno de los dos esté de mal humor o alterado por algo, primero hagamos algo así, al menos un buen abrazo durante un minuto. Y sólo después de eso charlamos lo que sea que necesitemos.

- Es una excelente idea, Stan. Gracias por ser siempre tan comprensivo y paciente conmigo.

- Tu planteo fue más que entendible, lo que me apena es no poder ofrecerte una solución que te satisfaga. Si pudiera cambiar de lugar contigo, créeme que lo haría, para aliviarte un poco.

- Sí, sé que lo harías. Pero encuentras las mejores alternativas, no dejas de sorprenderme. Realmente me siento agradecida de que seas mi esposo, y Saori es muy afortunada de tenerte como padre.

El rubio se quedó pensativo un momento, sonriendo apenas, hasta que Kohaku se percató y le acarició el rostro para llamar su atención.

- ¿Qué piensas? ¿Estás bien?

- Sí, lo estoy. Aunque estaba con algo en mente... No sé si es un pensamiento feliz para este momento, podría arruinarlo.

- Dime, Stan –Lo animó, mirándolo a los ojos.

Él la miró, y luego de un suspiro le tomó la mano y la llevó hasta el sofá, sentándose primero y haciéndola sentarse a ella sobre su regazo.

- Yo siempre he pensado que no todas las personas tienen que ser padres. Yo mismo para empezar, al menos antes de haberte conocido, jamás hubiera concebido la idea de traer un niño a este mundo –Confesó en voz baja.

- Stan, eres un hombre increíble, el mundo se hubiera perdido a un padre ejemplar.

- Si puede decirse algo así, sería con el Stanley Snyder de hoy, no el de siete o diez años atrás. Y es posible gracias a ti. Si yo no podía amar la vida, ¿cómo podría pedirle a un hijo que lo hiciera? Un hijo no tiene que ser una necesidad egoísta de los padres de sentirse completos, ni pensarlo como una forma de reforzar una pareja. Esas cosas tienen que estar antes de tomar la decisión, es una gran responsabilidad para toda la vida.

- Lo es –Reconoció Kohaku con una sonrisa nerviosa al mirar a su bebita– Nuestro mundo a partir de ahora gira alrededor de esta pequeña.

- Sí, y hoy estoy preparado para eso, a gusto con que sea así. Por eso es que quiero asegurarme de dar lo mejor de mí en cada cosa que haga, y mi agradecimiento a ti y a Saori quiero reflejarlo en ser ese esposo y ese padre que esté siempre para ustedes. Tampoco es todo crédito mío, tu padre me aconsejó y recibí la ayuda de muchas personas.

- La vida es más linda bien acompañados y aprendiendo juntos, ¿verdad? –Concluyó la rubia, recostándose en él, abrazándolo con una gran sonrisa en el rostro– ¡Ja! Ya me siento mucho mejor, y más centrada. Necesito recuperarme lo más rápido posible y sin riesgos, también para cuidar mejor de Saori, y para no complicarte más a ti.

- No me complicas en nada, preciosa. Estamos en esto juntos y a la par, en todo caso soy yo quién lo tiene un poco más fácil, y tengo que procurar mantenerte cuidada y satisfecha para que puedas darle a nuestra hija todo lo que yo no puedo, como...

En ese momento, la conversación fue interrumpida por la bebé, que empezó a llorar fuerte al despertarse y encontrarse sola. Los dos se levantaron rápido del sillón, dispuestos a atenderla, cuando se quedaron quietos y sorprendidos al ver que alguien más había llegado antes: Sam estaba al lado de la cuna, con su cabeza asomando por encima, olfateando y lamiendo la cabeza de Saori. Se estaba dedicando a lamer su frente y la parte de la cabeza cubierta de los finos y todavía cortos cabellos rubios, sin molestarse por los estridentes gritos de la pequeña, como si quisiese calmarla a su forma. La pareja se fue acercando lentamente, y se asombraron aún más cuando dejaron de oír el llanto de la bebé.

- Oh, Sam, good boy! –Lo felicitó Stan, incrédulo, acariciándole el lomo.

- ¿Sam acaba de calmar a Saori? No puedo creerlo...

- Sí, mírala, se tranquilizó. Gracias, amigo, oficialmente eres el mejor hermano niñero.

El perro movió la cola todo contento por su buen trabajo, recibiendo con felicidad las caricias en su cabeza. Stan levantó a Saori, apoyándola contra su pecho y meciéndola mientras le acariciaba la espalda y le besaba la cabecita.

- Nuestra princesita también quería mimos, parece. En esta familia todos los recibimos, ¿eh?

- ¡Ja! Parece que de verdad Sam acató tu orden de que la cuidara y le echara un ojo –Dijo Kohaku con una gran sonrisa.

- Lo he visto acercarse y estar atento cuando ella lloraba estos días, pero es la primera vez que busca calmarla, y tuvo éxito, nada mal.

- ¡Aki! –Llamó Stan, mirando a la gata, que estaba sentada sobre una banqueta cerca– Cuando quieras puedes sorprendernos también con tus habilidades de niñera.

La gata se le quedó mirando con su digna y silenciosa actitud felina, ella estaba empezando a acercarse a Saori, pero hasta entonces lo hacía como una vigilante a distancia. Con el llanto solucionado, Stan se llevó a su hija al sofá para sentarse y dejarla dormir encima suyo, amaba esos tiernos momentos, en los que el tiempo podía pasar sin que se diera cuenta, simplemente contemplando a su bebé, sintiendo su ligero peso y calor, y viéndola dormir tranquila y segura en sus brazos. A veces incluso podía verle una mínima sonrisa mientras descansaba o cuando le miraba, sabía que era un mero reflejo de satisfacción de ella, pero de todas formas lo derretía y emocionaba de lo linda que se veía.

Kohaku se acercó a él desde atrás, acariciándole el hombro.

- Voy a caminar descalza un rato en el jardín –Avisó en voz baja, besándole la coronilla con afecto antes de irse.

- Suena bien, que lo disfrutes.

Las siguientes semanas no fueron muy distintas que esa, excepto la novedad de empezar a recibir visitas ocasionales de sus amigos, que se organizaban para ir de a dos o tres para que no sea un constante desfile de invitados para los exhaustos padres. De buen grado se ofrecían a ayudar y llegaban a la casa ya hasta con ricas galletas o pasteles para la merienda. Kohaku se apenaba de que no podía comer mucho de eso, todavía estaba con una disciplinada dieta muy saludable y nutritiva, aunque se permitió algunos bocados dulces. También habían logrado contratar a una señora que se encargaba de la limpieza de la casa, y para los paseos de Sam se sorprendieron cuando Chrome se ofreció a hacerlo, ya que le venía bien el dinero extra para pagar los materiales de sus experimentos personales. Que fuera alguien conocido y que se llevara tan bien con su perro fue un gran alivio, y el joven se hacía un largo paseo de dos horas por la mañana, mientras que Stan se encargaba de hacer uno más corto y enérgico para la tarde.

Los únicos que todavía no habían podido conocer más que en videos a la bebé fueron Lillian, que estaba de gira en Estados Unidos y Xeno. Con el científico y su novia Tatyana hacían video-llamadas una vez por semana, poniéndose al día. La buena noticia era que ya tenían su vuelo a Japón programado para el dieciocho de Julio, con lo cual estaban felices de que al fin iban a volver a verse. Habían conseguido un departamento para alquilar en la ciudad de Chōfu, cercano a la sede central de JAXA, que estaba a una media hora de distancia de la casa de Stan y Kohaku, lo que les permitiría verse con frecuencia.

Para cuando llegó el primer mes de vida de Saori, lo festejaron con una tranquila cena familiar. Vistieron a la bebé con un adorable vestido bordado, y le pusieron una fina vincha de tela con flores en la cabeza, se veía realmente como una linda princesita. Le sacaron muchas fotos en cuanto estuvo bien despierta y de buen humor, con sus luminosos ojos azules abiertos y mejillas sonrosadas y regordetas era toda una muñeca. Kohaku con sus sonrisas y caricias logró que su hija mostrara una de sus pequeñas primeras sonrisitas, momento en que sacaron rápidamente un par de fotos más. No podían esperar para cuando fueran verdaderas sonrisas voluntarias, ninguno dudaba que iba a sacarles algunas lágrimas de emoción.

Ya para esos días, no sólo Sam era el fiel vigilante de Saori, siempre recostado cerca de donde estaba ella, sino también Aki. La gata era más reservada, pero se había acostumbrado a saltar dentro de la cuna de la bebé y acostarse a su lado, era tan tierno como gracioso verlas dormir juntas ya que las dos medían casi lo mismo de largo. Los padres se habían derretido de ternura y también llenaron sus teléfonos de fotos cuando las encontraron así la primera vez, Aki echada de lado lamiéndole la cabeza a la bebé, y luego durmiendo bien pegada a ella, ronroneando fuerte. Cada tanto se sobresaltaba cuando los erráticos movimientos de los bracitos de Saori la tocaban o empujaban, hasta que se acostumbró tanto que eventualmente dejó de reaccionar.

A Sam le encantaba lamer las manos y la cabeza de la pequeña, era el primero que detectaba sus movimientos apenas se despertaba cuando estaba en la cuna, y aún se levantaba rápido cuando la oía llorar en los brazos de sus padres, sin relajarse hasta que se calmara. Como además siempre lo felicitaban y lo animaban en sus comportamientos atentos y cuidadosos con la bebé, el perro disfrutaba cada vez más de estar pendiente de la niña.

Con el comienzo de ese primer mes la dinámica familiar volvió a alterarse y les tomó varios días acostumbrarse, ya que Stan tuvo que volver al trabajo. Fue duro para él retomar la rutina de estar medio día fuera de su casa sabiendo que Kohaku no tendría descanso y que todo ese rato tenía que manejarse sola con la bebé. Por lo que aprovechaba apenas se despertaba para hacer un buen desayuno para los dos, y todos los días preparaba tanto la cena de ambos como el almuerzo para Kohaku hasta cortado en pequeños trozos, de forma que sólo tuviera que ocuparse de calentarlo. En su ansiedad de saber si todo estaba bien, le mandaba mensaje no menos de tres veces por día, llamándola alguna vez cuando ella le respondía al instante, lo último que quería era interrumpirle una de sus preciadas y escasas horas de descanso.

Por su parte, la rubia estaba mucho más animada de que ya podía salir de la casa, y no perdía oportunidad para llevar a Saori en el cómodo cochecito que le habían regalado, haciendo algunas caminatas por el parque, y en ocasiones también llevando a Sam. Extrañaba horrores entrenar, por lo que al menos retomó unos ejercicios muy ligeros y también practicaba yoga en los ratos que Stan regresaba a la casa y se dedicaba a mimar y jugar con su hija. Todavía estaba lidiando con aceptar que su cuerpo no volvería a su estado previo en peso y forma sino hasta medio año después si lo hacía a un ritmo prudente y sano, pero al menos le consolaba que se había propuesto empezar a entrenar con una intensidad mayor a partir del tercer mes postparto, hasta que recuperara su estado y fuerza como para volver a entrenar con Tsukasa.

A mediados de ese mes, uno de los primeros y más memorables momentos del crecimiento de Saori aconteció. Kohaku y Stan compartían al menos una hora de juego con su hija al anochecer, últimamente esas eran las horas en que la bebé se mostraba más activa. Se dedicaban especialmente a dos juegos, en uno de ellos se turnaban para que uno sostuviera a la pequeña mientras el otro le ponía delante pequeños peluches y juguetes que hacían sonidos, captando la atención de la bebé, que los miraba si se encontraba en su campo de visión. En el otro, Stan la tenía en brazos y poco a poco iba meciendo a su hija de lado a lado, acercándose y alejándose a Kohaku, que le daba besos cuando ella se acercaba, toda sonriente. En una de esas veces, cuando su madre le besó la barriguita, Saori abrió su boca y esbozó por primera vez una gran sonrisa, tan amplia que entrecerró sus preciosos ojitos por un par de segundos. Los dos padres quedaron boquiabiertos al mismo tiempo.

- ¡Eso fue una gran sonrisa para mamá! –Exclamó Kohaku emocionada– ¿Lo viste, Stan?

- Sí... No estaba preparado para ver eso, hagámoslo otra vez –Contestó asombrado, con los ojos brillantes.

Entusiasmados, repitieron el juego un par de veces, hasta que luego de más besitos y palabras dulces con tono animado, volvió a hacerlo, la boca abierta dando forma a una sonrisa, que esa vez duró más para tratar de imitar la misma expresión radiante de su madre.

- Me va a explotar el corazón, es demasiado preciosa –Dijo Stan, sin poder creerlo– Necesito verlo otra vez.

- ¡Yo también!

Lo hicieron un par de veces más, derritiéndose cada vez que sucedía, era increíble lo rápido que Saori iba aprendiendo que su expresión sonriente era algo deseable por sus padres, y lo repetía con más facilidad, estirando sus bracitos a los lados.

- Stan, ¿quieres probar tú ahora, y yo la sostengo?

- Por favor, sí.

El rubio recostó a su hija en el regazo de su madre, y él se acomodó boca abajo apoyándose en sus codos para estar lo más cerca posible y frente a ella.

- Hola mi amor, ¿le sonríes a papi también? –Preguntó con voz dulce, acariciándole las mejillitas– Así, una grande, como la mía, mira.

Saori lo miró con atención, asomando su lengua en la boca entreabierta. Stan continuó hablándole de esa forma mientras sonreía ampliamente.

- Harías muy feliz a papi, princesita. ¿A ver?

Para incitarla más, le apoyó el dedo ligeramente en el labio inferior, dándole golpecitos mientras le seguía hablando. En respuesta, la bebé abrió la boca, asomando su lengüita, y Stan rió y la siguió animando. Finalmente, Saori reaccionó a la intención de su padre y mostró una vez más su tierna sonrisa, emitiendo además un balbuceo que sonó como un "aah". Stan gimió de emoción y ternura, y se tocó el pecho con una mano para tratar de controlar su desbocado corazón, apenas podía manejar tanta emoción.

- ¿Me quieres decir algo, mi vida? ¿Aah? ¡Siiii, eso! ¿Aah? –La animó, demasiado feliz de ver esa reacción.

Luego de otro rato observando a su padre, Saori no sólo trató de imitarlo con ese corto balbuceo, sino que también lo acompañó de otra bonita y grande sonrisa, como si estuviese contenta con su propio logro. Stan le besó cariñosamente una mejilla repetidas veces, como si estuviese comiéndosela con los labios, y tanto él como Kohaku se rieron cuando su hija le tocó el rostro con ambas manos, y Saori lo miró cuando se alejó.

- ¿Te gustan los besitos de papá, princesita? –Preguntó Stan sonriendo– Porque yo podría comerte a besos esa carita preciosa que tienes.

- Es tan suave y blandita que de verdad dan ganas –Dijo Kohaku con una risilla.

- Hay alguien más aquí que le gustan los besitos de papá.

Stan se movió a un costado para luego sentarse ágilmente, y con rapidez apoyó una mano detrás de la cabeza de su esposa para atraerla y darle un apasionado beso. Kohaku emitió una risa que fue ahogada en la boca de él, sorprendida y divertida. El rubio se separó brevemente, para susurrar contra sus labios con voz acaramelada.

- Y mami es otra a la que me encanta comerme a besos, y a ella extraño comerla enterita también.

- ¡Oh, Stan! –Exclamó, sorprendida y acalorada por la inesperada imagen mental y el recuerdo.

El rubio le guiñó un ojo con picardía, dándole un último tentador y profundo beso antes de volver la atención a su hija, que se había tranquilizado.

Luego de ese feliz evento del día, hicieron saber a la familia y amigos del tierno logro, asegurándose de tener el teléfono al alcance la siguiente vez para poder filmarla. A partir de ese día, las sonrisas de la bebé se fueron haciendo más frecuentes, aunque sólo las hacía cuando sus padres le hablaban o le hacían cariños, no con otras personas, juguetes, ni las mascotas. Para comienzos de su segundo mes ya era adorable lo risueña que era, más aún cuando acompañaba las sonrisas con algún sonido, sus primeros intentos de comunicación, aunque eran muy ocasionales.

Con esa fecha, también fue el tiempo al fin de la esperada llegada de Xeno y de Tatyana al país. Llegaron a media tarde al que sería su nuevo hogar, solamente con sus valijas personales, ya que la NASA se encargaría de enviarles la semana siguiente las cajas con la documentación científica de ambos. Habían alquilado un departamento ya amueblado, y también ya tenían reservado un automóvil que les había facilitado la agencia espacial JAXA, por lo cual se ocuparon de sacar de las valijas unas pocas cosas para acomodarlas en los armarios, y luego fueron a buscar el coche, para estrenarlo haciendo la visita a sus estimados amigos. Llegar a la puerta de la casa luego de varios años fue nostálgico, estaban contentos de volver.

- ¡Xeno! ¡Qué bueno volver a verte, amigo! –Exclamó Stan con una amplia sonrisa, dándole un fuerte abrazo en cuanto abrió la puerta.

- Hola, Stan. Te ves bien, me alegra –Saludó el científico, devolviéndole el abrazo, y omitiendo que su amigo tenía actualmente las mismas ojeras que las que solía tener él.

- Tatyana, tan guapa como siempre. Un gusto tenerte aquí de vuelta.

- Lo mismo digo, Stan, y esta vez es para rato –Contestó la rusa, saludándolo con tres besos en la mejilla, como se había acostumbrado con él.

Había pasado poco menos de un año desde la última vez que se habían visto en Estados Unidos gracias a los viajes de trabajo de Stan, aunque con Kohaku ese tiempo había sido mucho mayor, entre dos y tres años. Ni bien los hizo pasar, ambos sonrieron ampliamente al ver a la rubia con la bebé en brazos, que en ese momento estaba despierta. Pero antes de poder acercarse, el que irrumpió entusiasmado fue Sam, corriendo hacia ellos, y saltando de contento. Una vez que calmaron al perro con alma de cachorro, pudieron acercarse al fin a Kohaku. La saludaron con un medio abrazo y besos en la mejilla, y se turnaron para ponerse de frente a la pequeña, que los miró con curiosidad y extrañeza.

- Hola Saori, un gusto conocerte –Dijo Xeno, sonriendo al tomarle la manito en el gesto formal que se saludaban los adultos.

- Vamos, Xeno, además de una bebé, es prácticamente tu ahijada, un poco más de familiaridad, por favor –Rió Stan, negando con la cabeza.

- No me conoce, es posible que llore si la invado más –Se defendió el científico.

- ¿Cómo lo sabes? No ha reaccionado así con los demás, no serías la primera persona "desconocida" que la cargó en brazos.

- Voy a hacer una confesión en confianza –Intervino Tatyana– Xeno ha dedicado horas a leer también sobre bebés, decía que la teoría le compensaría su inexperiencia.

- Ooh, Xee, qué lindo detalle, nada mal –Dijo Stan en tono jocoso.

- Gracias querida, me entregas en bandeja de plata para la diversión de mi amigo –Se quejó Xeno con una sonrisa tensa.

- ¡Ja! No es para divertirse a costa tuya, de verdad que es un detalle muy considerado y te agradecemos –Lo apoyó Kohaku– Tú nos regalaste los libros que tanto nos ayudaron a prepararnos durante el embarazo.

- Así es, amigo. Ahora, todo científico tiene que experimentar sus teorías, ¿cierto? Anímate a cargar a Saori, y si llegase a llorar, no te culparemos por ello, tranquilo –Y agregó, provocándolo– Porque de seguro también buscaste información de cómo cargar a un bebé, lo apuesto.

Xeno entrecerró los ojos, sin contestar a lo último, aunque se evidenció al no poder evitar una pequeña sonrisa. Finalmente asintió, con su expresión más digna en el rostro, y confesó.

- Era una previsión elegante e imprescindible que debía tener, a razón de mi inexperiencia, para garantizar la seguridad y comodidad de la niña.

- Mucho texto, Xeno, bastaba con decir "sí, lo hice". No necesitas justificaciones pomposas. Kohaku y yo todavía vemos de esos videos todas las semanas.

Para terminar con las vueltas, Kohaku se acercó a Xeno y pasó la bebé a sus brazos. Un poco inseguro y nervioso, el científico la sostuvo lo mejor que pudo, aceptando las indicaciones de la madre. Los ojos negros brillaron y una bonita sonrisa más relajada asomó a su rostro, en cuanto la pequeña lo miró y no parecía que fuese a llorar. La meció lentamente, y dejó que Tatyana se asomara por encima de su hombro para mirar de cerca también.

- Saori es una bebé de una belleza muy elegante, los felicito –Dijo Xeno– Tal parece que ha heredado los rasgos más agraciados de ambos.

- Sé que eso se supone que es un halago, pero no puedo evitar preguntarme cuáles son nuestros rasgos menos agraciados –Murmuró Kohaku, arqueando una ceja.

- No te preocupes, es un halago estilo Xeno, preciosa.

- Sí, me quedo con la primera parte.

Compartieron una risa general, Stan asomándose por el otro hombro de su amigo para que su hija se quedara tranquila de ver también un rostro familiar y relajado.

- ¿Puedo cargarla yo también un momento? –Preguntó Tatyana– Lo he hecho con mi sobrina hace años, y me encanta cómo se siente.

- Que le hagas un hijo propio, dice –Susurró Stan divertido a oído sólo de Xeno, quién lo miró de reojo con una media sonrisa que lucía casi como una mueca.

La rusa demostró al instante su confianza, acomodando a Saori con facilidad y sin miedo, sin haber escuchado nada.

- ¡Ja! Me hubiera encantado tener esa misma seguridad cuando Saori nació –Admiró Kohaku– Se nota que tienes buena mano con los bebés, Tatyana.

- Que se ve natural con la bendición, dice –Volvió a susurrar Stan.

Xeno tuvo que contener una sonrisa más amplia por lo jocoso y molesto que era su amigo, y le dio un disimulado codazo para hacerle entender que dejara esas bromas de lado. Saori mantuvo su racha de no llorar en brazos de nuevos conocidos, aunque no iba a ser tan fácil que ellos le sacaran una de sus adorables sonrisas. Tatyana la meció un momento más con un solo brazo, mientras con la otra mano le acariciaba la manito y luego la mejilla a la bebé, siempre con delicadeza, a la vez que tarareaba muy bajito una melodía. Agradecida por la confianza, devolvió a Saori a brazos de su madre.

- Me muero por ver en persona cuando sonría, de seguro se ve como un angelito.

- Lo es, demasiada inocencia y hermosura junta, mi niña –Asintió Kohaku, mirando a la pequeña con ojos dulces. Si quieren la acostamos en el sofá y jugamos un poco así la ven, mejor ahora así luego le doy el pecho y ya se queda tranquila y dormida mientras cenamos.

- Estaría bien, pero antes de eso, tenemos unos regalitos para Saori –Dijo Xeno– Voy a buscarlos al coche.

- Oh, gracias Xeno. Toma las llaves, mientras tanto nos vamos acomodando –Indicó Stan.

Caminaron hasta el sofá y recostaron cómodamente a la bebé boca arriba, ubicándose cerca y alrededor, en lo que el científico tardó en volver con dos bolsas grandes.

- Un regalo por cada cumple-mes –Explicó, y se las entregó a los padres.

Con entusiasmo, abrieron al mismo tiempo ambas, cada una tenía una caja de tamaño mediano forrada en papel de regalo. Rasgaron el envoltorio para abrirlo, y ambos dejaron salir un gemido de ternura y risas al revelar el contenido. Como no podía ser de otra forma, eran peluches con temática astronómica, uno era un adorable y suave perrito parecido a Sam, vestido con un traje de astronauta completo, cuyo casco de tela era desmontable, además de un cohete pequeño que abrazaba, unido con un velcro. Medía como el cuerpo de Saori, por lo cual seguro iba a ser un juguete para conservar y usar por varios años. El otro era un set de tres peluches más pequeños, uno azul y verde representando la tierra, otro en tonos grisáceos como la luna, y por último uno más grande y lleno de flecos en tonos amarillos como el sol. Los tres peluches tenían tiernas manos y pies además de unos caricaturescos y sencillos rostros bordados.

- ¡Son demasiado lindos! –Exclamó Kohaku con una sonrisa de oreja a oreja, sacándolos de la caja– ¡Mucha gracias, Xeno, Tatyana!

- Regalo de los padrinos científicos, nada mal. Estoy seguro que se convertirán en sus juguetes favoritos.

- Son completamente seguros para un bebé desde recién nacidos hasta los dos o tres años, no hay partes sueltas que puedan ingerir o lastimarlos, por supuesto –Aclaró Xeno– Me alegro que les gusten, esperemos que también le agraden a la pequeña Saori.

Stan acomodó el peluche del perro astronauta en el "gimnasio" de bebé de su hija, donde estaban sus favoritos, y colocó los otros tres pequeños en la cuna. Volvió junto a los demás, ya que para hacer sonreír a Saori era más fácil lograrlo si él o Kohaku la mimaban o le jugaban, todavía no se divertía por sí sola con los juguetes más allá de la curiosidad de mirarlos, luego le presentarían los regalos apropiadamente para probar su interés.

En el ínterin, la bebé estaba agitando sus brazos y piernas en respuesta a las palabras animadas de su madre, que la animaba y le hacía cosquillitas en la barriguita y en el cuello, además de abalanzarse sobre ella para darle besos en las mejillas. Podía verse el entusiasmo que ganaba la bebé cada segundo, los ojitos azules cada vez más abiertos y atentos. Fue una total ternura cuando asomó su pequeña lengua, y luego esbozó una gran sonrisa, agitando nuevamente sus extremidades cuando oyó las voces de ánimo y festejo por su reacción. Como siempre sucedía, una vez que empezaba a sonreír, lo hacía cada vez más seguido, algunas veces en respuesta a las caricias o juegos de su madre, y otras las hacía por sí sola, para buscar esa reacción feliz en ella.

- ¿Cómo no caer rendidos de amor por esta princesa? –Dijo Stan, babeando de orgullo y amor al verla.

- Es una muñeca adorable –Coincidió Tatyana, que se había tapado la boca con las manos para contener su gemido de ternura.

- Es muy elegante lo rápido que entiende y que busca luego esa respuesta, estoy seguro que aprenderá muy rápido –Añadió Xeno, acariciándole la cabecita con delicadeza.

- ¡Ja! ¿Verdad que sí? –Dijo Kohaku con orgullo materno– Ya está alcanzando todos los logros esperados para su edad, nos pone muy contentos y tranquilos.

- Con toda la estimulación temprana que tiene, no tengo dudas que así sea. Ese primer mes que ambos dedicaron mucho a vincularse con ella además de los cuidados básicos fue clave.

- Sí, esa licencia extendida fue la mejor decisión que pude tomar, y lo volvería a hacer sin dudarlo.

- ¿Te refieres a una próxima vez con Saori, o al próximo Snyder? –Inquirió Xeno, esa vez él haciendo la pregunta picante.

- ¿Ambos? Ambos –Contestó su amigo, guiñándole un ojo. Y para devolver la broma, continuó con diablura– Quizás para ese entonces tenga un mini Wingfield por primo.

Xeno rodó los ojos por lo insistente que estaba siendo su amigo con eso, para colmo Tatyana lo había escuchado perfectamente esa vez, y sonrió sin mostrarse incómoda o sonrojada. Teniendo un poco de piedad, Stan se acercó al sofá para levantar a su hija y ponerla en posición vertical frente a su rostro, con el cuidado de darle apoyo en la parte trasera de su cabeza con la punta de sus dedos.

- Esta princesita mini Snyder mientras tanto va a ser la más consentida, tiene toda la atención sólo para ella, nada mal –Le besó sonoramente la mejilla antes de volverle a hablar, rozando su nariz con la pequeñísima de ella– ¿Qué dices de tomar la leche antes de dormir, mi vida?

En respuesta, fuera casualidad o no, Saori volvió a mostrar una de sus preciosas sonrisas amplias, ganándose más besos de su amoroso padre.

- Mi corazón tiene que fortalecerse más si va a recibir tanta ternura, es una visión demasiado perfecta, me puede.

Stan pasó la bebé a brazos de su madre, dándole un beso en la frente a cada una, antes de avisar que iba a terminar de preparar la cena mientras Kohaku la incitara a alimentarse y dormir una siesta después. Dándole privacidad a la madre, Xeno y Tatyana se ofrecieron a ayudar a cocinar y poner la mesa. Stan había insistido en cocinar él para agasajarlos, luciéndose al preparar variados platillos típicos de cada país. Justo en ese momento, Xeno se sobresaltó ligeramente cuando sintió algo contra su pierna, y cuando bajó la mirada se encontró con Aki oliéndolo.

- Oh, al fin te conozco a ti también, un gusto, Aki. Está mucho más grande y peluda de la última foto que vi.

- Es muy confianzuda y juguetona, puedes levantarla si quieres. Ráscale las orejas o debajo de la barbilla y la tendrás pegada a ti el resto de la noche.

Xeno se sentó en el sofá y palmeó el asiento a su lado, sonriendo cuando la gata anaranjada saltó al instante. Tal como dijo Stan, Aki cerró los ojos con gusto cuando la acarició en esos puntos, además de justo delante del rabo, y luego se frotó contra él ronroneando fuerte, pidiéndole más en cuanto se detuvo, el científico consintiéndola de inmediato y concentrándose completamente en ella.

- Ya está, lo perdimos –Bromeó Stan.

- Siempre quise tener un gato, me parecen los animales domésticos más elegantes, Aki lo prueba perfectamente. Pero entre tanto viaje y movimiento de los últimos años no he podido.

- Puedes venir cuando quieras a satisfacer tus necesidades gato-afectivas, con la condición de que no ignores tampoco a Sam, mi chico se merece mucho amor también.

- De él me ocupo yo, a mí me gustan mucho los perros, y él es el mejor que he conocido –Intercedió Tatyana, llamando a Sam y acariciándolo con ganas en cuanto él se acercó todo contento.

- Así se habla.

Una hora después empezaron a cenar tranquilamente, por suerte Saori se había dormido profundamente en la cuna, por lo que se pusieron al día y celebraron el reencuentro, asegurando que iban a verse mucho más seguido desde entonces. Comieron el postre que había traído la pareja, una tarta comprada en una confitería, y unas cajas de golosinas típicas de Estados Unidos, que Stan agradeció con nostalgia.

Sabiendo que Kohaku y Stan necesitaban un buen descanso desde temprano, los científicos no extendieron demasiado la visita, sabiendo además que esa no era una despedida larga como otras veces. Xeno se acercó a la cuna y le acarició la mejilla a la bebé, mientras que Tatyana se animó a darle un suave beso en la frente, estaba encantada con la niña, y se ofreció a cuidarla si más adelante lo necesitaban, o que los padres quisieran disfrutar una salida de pareja a solas. Agradecidos con el amable ofrecimiento pese a lo ocupada que también iba a estar la rusa, se despidieron con un afectuoso abrazo para terminar la noche.

Unas semanas pasaron, así como otro de los chequeos médicos mensuales de Saori, en los cuales por suerte todo seguía bien y la bebé se encontraba en perfecto estado de salud y reflejos, pesando ya alrededor de seis kilogramos y había crecido unos diez centímetros de cuerpo. Algo que le encantaba eran los baños en su pequeña tina, donde chapoteaba con sus brazos y piernas y sonreía luego de varios golpes al agua que la hacía saltar y mojarla más. Tenía algunos juguetitos de hule, si bien todavía no podía agarrarlos con sus manos de forma segura, se divertía cuando Stan o Kohaku se los ponían delante o encima, y no escatimaba en sonrisas.

Su rápido crecimiento se puso en evidencia a principios del tercer mes, cuando la dejaban recostada boca abajo, siempre vigilada, y la bebé se empujaba con sus antebrazos para alzar y sostener su cuerpito y su cabeza durante varios segundos. Los juegos empezaban a ser más recíprocos con sus padres, ya que se la veía más atenta a los sonidos y colores, además de que ya podía agarrar algunos peluches, y se quedaba muy concentrada explorándolos y llevándoselos a la boca, aunque a veces se le caían de su blando agarre. Descubrieron que le gustaba mucho la música, incluso la calmaba cuando estaba molesta o lloraba sin un motivo aparente, por lo que Stan se divertía cantándole improvisadas y tiernas canciones mientras jugaba con las manitos de su hija, como si estuviese bailando.

El juego de favorito de la pequeña de esas semanas era el famoso "¿dónde está? ¡acá está!", siempre le divertía como si fuese la primera vez que lo jugaban. Solamente eso la hacía pasar de una cara confundida y seria a sonreír y moverse entretenida, su boquita entreabierta y sus ojos bien grandes y atentos, dejando salir cada tanto un "Aaaaa" cuando se emocionaba más. Una tarde de fin de semana, mientras estaban los tres en la cama, tuvo un giro inesperado. Kohaku saltó sobre Stan para recostarse sobre él, riendo entre ellos cuando el rubio se sacudió con fuerza para sacársela de encima. La intención de la rubia era decirle de hacer el juego al mismo tiempo, pero acabó tomándose como un desafío el no dejar que su esposo intentara bajarla, incluso aferrándose a él en una llave alrededor de su cuerpo cuando se sentó para hacerla caer hacia atrás. Los dos estallaron en carcajadas mientras hacían eso, olvidándose momentáneamente de entretener a su hija. Sin embargo, no se imaginaban que todo el movimiento y su diversión estaban siendo seguidos atentamente por ella, hasta que la oyeron.

- Aaaah... ¡Aaajajajaja!

Se quedaron totalmente quietos en ese instante, cuando percibieron que además del balbuceo de la vocal que ya solían escuchar ocasionalmente, su hija había expresado una nítida carcajada. Se miraron boquiabiertos durante unos segundos, sus ojos muy abiertos mientras una enorme sonrisa se plasmaba en sus rostros al mismo tiempo, confirmando que lo habían oído.

- ¡La primera risa de Saori, Stan!

- Sí, fue breve y no le estaba poniendo toda la atención, pero la oí bien, fue hermosa. Oh, preciosita, hazlo otra vez –Rogó el rubio, acercándose a su hija.

La pequeña lo miró, pero no hizo nada en los segundos siguientes, ni siquiera cuando su padre la acarició ni le jugó haciendo voces graciosas. Kohaku quedó pensativa, y llegó a la conclusión más lógica.

- Lo que la hizo reír fue ver todo el alboroto que hacíamos, además de que nosotros mismos nos estábamos riendo fuerte, creo que trató de imitarnos.

- ¿Dices de volver a hacer lo de antes?

- Algo así, que nosotros nos riamos de verdad, con ganas.

- Ya veo, sí, nada mal tu deducción. ¿Qué quieres...?

Stan no terminó de hacer la pregunta, cuando Kohaku volvió a acomodarse sobre la espalda de él a horcajadas, y le dobló una pierna para empezar con un ataque sin piedad de cosquillas en un pie. El rubio jadeó y se removió con fuerza, sin tardar en tratar de quitársela de encima, aunque las fuertes carcajadas y las sensaciones lo volvían débil. El colchón de la cama se agitaba como si fuera de agua, con la intensa "lucha" de los dos.

- ¡Nooo! ¡Noo, detente, basta, cosquillas ahí no!

- ¿Sólo ahí no? –Rió Kohaku con malicia, alcanzando a agarrarle el otro pie cuando él lo acercó de forma involuntaria.

- ¡Hija de...! –Soltó una risotada involuntaria, moviéndose como pez fuera del agua, pero su esposa tenía una fuerza y equilibrios envidiables y no se caía– ¡Nooooo! ¡Los pies no! ¡Todo menos eso!

- ¡Ja! Eres un blanducho. Bien, sólo porque esto es para que hagamos reír a Saori. Veamos...

Ya sabía cuáles eran los puntos más sensibles de Stan, por lo que apenas le soltó el pie, lo atacó a los costados del torso, y luego separó una mano para torturarlo en el cuello. El rubio ya estaba riendo al punto de que sus ojos zafiro tenían lágrimas acumuladas, al menos esas eran más tolerables y divertidas. Cuando no alcanzó a respirar bien entre risa y risa, emitió un ronquido breve y repetitivo como un cerdito que hizo estallar en carcajadas a Kohaku, que no se lo esperaba, e incluso la hizo detener su ataque de cosquillas. Llegaron a un punto en que se estaban riendo de sus propias risas, sin poder parar, hasta que empezaron a ver que Saori volvía a agitar sus brazos y sonreía ampliamente, dejando oír una vez más esos balbuceos de la misma vocal. El problema era que apenas podían controlar su risa y su respiración, con lo ojos empañados por sus tentadas carcajadas, pero trataron de mirar a su hija a los ojos y prestarle atención. Una vez más, luego de unos segundos, la pequeña soltó una risotada estridente, seguida de un agudo grito de emoción, después de lo cual volvió a reír.

- ¡Lo... Lo hizo! –Dijo Stan entre jadeos, dejando escapar algunas risas más– ¡Muy bien, princesita!

Kohaku se dejó caer sobre su esposo, recostándose enteramente sobre él y rodeándole los brazos con cariño, dejando atrás el juego, mientras también buscaba recuperarse.

- Por ti, princesita, me entrego sin dudarlo a ser tu payaso favorito, cada tortura de tu madre valdrá la pena si con eso te diviertes y eres feliz.

- Nosotros también lo hicimos, extrañaba reírme hasta que me doliera la panza.

- Tú más que yo, pero lágrimas de risa eran las únicas que me faltaban agregar a la lista de las de los últimos meses.

- ¿Será que tú también quieres probar un poco, mi bebé? –Preguntó Kohaku, bajándose de la espalda de su esposo y acostándose al lado de su hija.

Mientras la joven empezaba a hacerle cosquillas suaves a la pequeña, hablándole en tonos graciosos y animados, la sonrisa maliciosa de Stan se fue ampliando, y con mucho disimulo se fue sentando, para luego subirse al trasero de su esposa, que se sobresaltó, desprevenida.

- Preciosa, eres más inocente de lo que pensaba si crees que no voy a tomar la oportunidad que me estás regalando. Esta vista me inspira a otras ideas menos inocentes, pero eso quedará para otro momento. Espero que disfrutes tomar un poco de tu propia medicina, amor. Tú sigue con Saori.

- ¡¿Qué?! ¡No, espera! ¡No puedes! –Exclamó, tratando de empujarlo en vano.

- Oh, sí que puedo.

Kohaku se retorció entre risas, mientras Stan acometía un despiadado ataque de cosquillas, su fuerza superior impedía a la rubia poder hacer algo para evitarlo. Por suerte esa intensidad no duró demasiado, y luego Stan le hizo unas más soportables. Sabiendo que no tenía escapatoria, se dejó hacer a la vez que ella le hacía cosquillas a su hija, y pronto un coro de risas de los tres llenó la habitación, las de la bebé más esporádicas, pero mucho más sonoras y graciosas, mientras la pequeña aprendía a emitir ese nuevo sonido que imitaba y que tanto parecía gustar a sus padres.

Cuando tuvieron suficiente, Stan se hizo a un lado, dividido entre lo divertido y lo tierno del momento compartido, no había sonido más bonito que el de su hija riendo ni una vista más bella que su rostro lleno de diversión y felicidad, sus ojitos zafiro brillaban entrecerrados, ya que sus regordetas mejillas sonrosadas se habían elevado para dar lugar a su boca que no se cerraba de tanta sonrisa continua.

- Ya, ya... alto el fuego –Dijo el rubio, acariciándole con más cariño la cintura a su esposa– Quiero más de esto todos los días, por favor.

- ¿Te refieres a las cosquillas? –Preguntó Kohaku con diablura.

- Si son suavecitas sí, pero con "esto" me refería a nosotros, a momentos así en familia, a que el corazón esté a punto de salirse de mi cuerpo de tan fuerte que late al ver cómo crece nuestra hija.

- Sí, estoy muy feliz –Coincidió la joven, girándose de lado para mirar a los ojos a su esposo– Y oye... De eso que dijiste antes... Creo que podríamos probar, ya estoy recuperada y mucho más descansada.

- ¿A qué te refieres? –Preguntó Stan con curiosidad– Dije varias cosas.

- A que papi y mami también vuelvan a jugar... a algo menos inocente, no ser tan suaves como la última vez.

- Oh... Cuando quieras, preciosa, nada mal. ¿Hacemos cita de juego para la noche?

Kohaku asintió, y los dos sonrieron con picardía, compartiendo un beso que se volvió más picante a la vez que Stan le apretó el trasero con fuerza, atrayéndola hacia él, le derretía cuando su actitud cambiaba súbitamente a una más excitante y seria, era magnético, le costaba negarse.

- Shh, ahora no, que Saori está despierta.

- Pongámosla a dormir y te doy un adelanto.

- No, no –Dijo con una risilla, y logró salirse del abrazo de Stan, cuya mirada era peligrosamente felina y puro fuego azul– Te aguantas estas horas.

- Entonces prepárate bien, porque esta noche por unas horas no serás "mami", serás mi señora Snyder.

.

.

.

.

Buenaas! Psss aay que quedó picando el picante! Jajaja Bueno, es que hay que poner un poco de todo, equilibrado y a su tiempo, como debe ser. Aviso que no voy a ir muy en detalle con el crecimiento de Saori, prefiero hacer picoteo por los momentos más lindos y memorables de su crecimiento. Esta historia está enfilando hacia su final, así que quiero cubrir algunas cosas más para darle el final bonito que merece.

Como siempre y cada vez, gracias por leer, apoyar y dar amor, es un placer compartir un poco de sonrisas, amor sano y felicidad para todos, los personajes, y a los lectores. Está bueno disfrutar de eso, y no que todo sea drama y sufrimiento, la vida es bella y tiene mucho para dar!

Voy a empezar a escribir una historia cortita y con ricura Stanhaku, como si fuese una continuación de "Cálida Nevada", pero inspirado en un paralelo con el capítulo especial del manga, el final. Hasta el próximo capítulo, buena semana!