Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. Los personajes son de Rumiko Takahashi y la historia es de TouchofPixieDust, yo únicamente traduzco.
Pequeños epigramas
Trabajo n.º 9:
Escriba tres epigramas usando el formato AABBA. Tenga en cuenta que los epigramas son, por lo general, poemas humorísticos y/o disparatados de cinco versos. Pueden ser sobre cualquier cosa que usted quiera.
Shippo estaba en el regazo de Kagome mientras ella terminaba de escribir la palabra «muerto». Quedó un poco afectado ante la malvada risita que estaba emitiendo mientras lo escribía. Inuyasha miró al niño zorro desde su lugar en el árbol y se encogió de hombros. Él tampoco la entendía.
Sango es mi amiga más querida
Puedes confiar en ella para ser defendida
Sé que es un bomboncete
Pero tócale el culete
Y vaya si desearás estar muerto.
—«Muerto» y «querida» no es que rimen exactamente…
Kagome frunció el ceño al mirar la rima.
—Tienes razón, Shippo. —Golpeteó el lápiz contra su barbilla mientras pensaba—. Mmmm… —Se decidió rápidamente—. ¡Vale, ya lo tengo!
Borró rápidamente el último verso y empezó a escribir el nuevo final.
Sango es mi amiga más querida
Puedes confiar en ella para ser defendida
Sé que es un bomboncete
Pero tócale el culete
Y encontrarás tu amarga postrimería.
—Pensaba que tu profesor y aquella doctora habían dicho que no podías seguir escribiendo esas rimas con muerte y desmembramientos —le recordó Inuyasha.
—Sííííí —siseó Kagome con frialdad mientras le dirigía al hanyou una mirada de furia por encima del hombro lo suficientemente helada como para provocarle escalofríos a pesar del calor insoportable que hacía—. Sentían que debía enfocarme en cosas más alegres. Muuuchas gracias, Inuyasha, por recordármelo. —Le dio la vuelta a la hoja—. Pero te darás cuenta de que he intercambiado la palabra «muerto» por «postrimería», así que no estoy escribiendo sobre muerte. —Se detuvo e hizo una ligera mueca—. Bueno… no dije «muerte», así que se le acerca bastante para mí.
—¿Fue por ese poema sobre Naraku que escribió Inuyasha? —preguntó un Shippo de aspecto engañosamente inocente. Inuyasha deseó tener algo bien pesado, y tal vez puntiagudo, que tirarle al zorrito por sacar de nuevo este doloroso tema.
Kagome gruñó un poco, lo que tanto divirtió como asustó al hanyou. Decidió que lo mejor que podía hacer era distraerla.
—¿No escribiste otro poema?
El gruñido cesó y ella volvió a darle la vuelta a la página. Estaba llena de marcas de goma y tachones. Pero al pie de la página estaba la versión en limpio del poema. Sopló para tirar unos restos de goma de borrar y se sonrojó.
—Los reescribiré en una hoja nueva —dijo antes de carraspear y leer de la página.
Érase una vez un hombre pervertido
Que miente, engaña y timos ha cometido
Bueno, quién lo hubiera digado
El hombre era un monje consagrado
Se mete más que sale, en aprietos controvertidos
—¡Señorita Kagome! —exclamó Miroku dramáticamente—. Me hieren tales acusaciones.
Sango resopló.
—No, creo lo ha descrito perfectamente.
—¿«Digado» es una palabra? —pensó Shippo mientras se rascaba la cabeza en gesto de confusión.
—Licencia poética —explicó Kagome.
—¿Ese último verso no es demasiado largo? —Inuyasha cerró la mandíbula de golpe un poco demasiado tarde. Había querido que leyese el poema para hacerle olvidar que estaba enfadada con él… ahora tenía una cosa completamente NUEVA por la que estar enfadada. Intentó tapar rápidamente su error—. Más licencia poética, ¿eh?
Para sorpresa de todos (y la decepción de alguna persona/demonio), Kagome no estalló en llamas y «sentó» al demonio perro. En cambio, suspiró pesadamente y empezó a borrar lentamente.
—Tienes razón.
—¿En serio?
Levantando la mirada del papel, Kagome le dirigió una divertida sonrisa de satisfacción.
—Que no se te suba a la cabeza.
Shippo ladeó la cabeza y se cruzó de brazos.
—Pensaba que tenías licencia poética. ¿No significa eso que puedes escribir el poema de la forma que quieras?
Kagome paró de borrar y miró al zorrito.
—Bueno… hay libertad dentro de unos límites. —Continuó tras ver su expresión en blanco—: Aunque se puede escribir lo que se quiera, incluso inventarse palabras, hay que seguir un patrón para algunas clases de poesía. Este es un epigrama, así que tengo que seguir el patrón. Y, mientras lo haga, puede ser tan libre como yo quiera.
—Parece como si te tuvieran puesta una correa —refunfuñó Inuyasha.
—No me gustan los límites —añadió Shippo—. Quiero hacer lo que me plazca.
La miko frunció el ceño, preocupada por la nueva vena rebelde que el niño zorro estaba empezando a exhibir. Tenía la sensación de que no estaba hablando solo de escribir poesía.
—Hay razones para los límites, Shippo. En poesía, estos límites son los que determinan el tipo de poema que es. Aunque siempre está el verso libre, donde no hay límites o barreras. Pero las barreras te dan una clase de libertad diferente. Te obligan a ser creativo en cuanto a cómo sigues las reglas.
—Creativo en cuanto a cómo sigues las reglas, ¿eh?
Kagome gruñó mientras Inuyasha la miraba frunciendo el ceño. Tomó nota mental de preguntarle a su madre qué hacer con un niño… eh, niño zorro… que está al borde de la rebelión. ¿Cuándo son los años rebeldes de los demonios zorro, de todos modos?
—¿Vas a cambiar tu último verso, Kagome?
—Sí —le dijo a Sango, agradeciéndole mentalmente a la exterminadora que la distrajese de una situación con la que no estaba segura de cómo lidiar. Miró deliberadamente a Miroku.
—¿Qué haces? —gruñó Inuyasha mientras se movía nada sutilmente para bloquearle la vista.
—Esperar inspiración.
—¿De MIROKU?
—Puedo oírte —le informó el monje al hanyou—. Solo estoy sentado a unos pocos centímetros.
—Keh.
—Es insultante que intentes ocultar a Kagome de mí.
Sango se rio.
—Cualquiera con medio cerebro escondería a sus mujeres de usted, monje.
Con un corto chillido, Kagome garabateó el nuevo verso y les leyó en voz alta el poema recién completado a sus amigos.
Érase una vez un hombre pervertido
Que miente, engaña y timos ha cometido
Bueno, quién lo hubiera digado
El hombre era un monje consagrado
Esconded a vuestras mujeres mientras podáis conseguirlo.
Sango, Kirara y Shippo estallaron en carcajadas. En el caso de Kirara, fueron más bien estallidos de divertidos y cortos maullidos. Inuyasha simplemente se rio disimuladamente y se sentó al lado de Kagome y, solo por casualidad, se colocó estratégicamente entre el monje y ella. Miroku fingió sentirse herido, pero fue incapaz de provocar simpatía alguna.
Inuyasha tenía curiosidad por lo que había escrito para el tercer poema. Había escrito uno sobre Sango y uno sobre Miroku. Se preguntó si el tercero sería sobre él. Era más que probable, ya que pasaba más tiempo con él que con nadie más. ¿Intentaría escribir algo gracioso o algo que fuera más disparatado? ¿Qué encontraría gracioso sobre él? Frunció el ceño mientras miraba a su miko al pensar en las cosas sobre él que ella podría encontrar graciosas.
Graciosas.
Ridículas.
¿Creía que sus orejas eran graciosas? ¿Ser un medio demonio PERRO era gracioso? A menudo hacía referencia a que él era un perro. A veces le decía «buen chico» y le acariciaba la cabeza. Y por supuesto, estaba el tema del «siéntate». Empezó a dolerle el estómago. ¿Pensaba que ÉL era ridículo? ¿Pensaba que era un chiste?
¿No pensaba… en él como hombre en absoluto?
—¿Cuál es tu tercer poema? —preguntó Sango antes de que Kagome pudiera cerrar la libreta.
De repente, Inuyasha no estaba tan seguro de que quisiera escuchar el tercer poema. El mundo entero podía reírse de él y menospreciarlo y no le importaría, pero no podría soportar pensar en Kagome riéndose de él.
—¡Léelo! —rogó Shippo.
Kagome se rio y leyó su último poema.
Un niño de mechones rojos como el fuego
Está lleno de bromas y sorpresas a juego
Astuto e ingenioso
Sus trucos son asombrosos
Shippo es un zorro que da el pego
—¡Es perfecto! —gritó el niño zorro y saltó a sus brazos—. Soy mañoso, ¿verdad? ¡Tengo muchas bromas! ¡Estoy a reventar de astucia!
Inuyasha vio con hosquedad que Kagome le acariciaba la cabeza a Shippo y lo volvía a poner en el suelo tras un rápido a mimo. ¡No había escrito sobre él en absoluto! ¿Por qué no? ¿Por qué no había escrito un poema sobre ÉL? Inuyasha no se atrevía a preguntárselo. De hecho, no se atrevía ni siquiera a hablar con ella sin estallar contra ella.
¿POR QUÉ NO HABÍA ESCRITO UN POEMA SOBRE ÉL?
Sango y Miroku hablaron fastidiosamente sobre los poemas durante toda la cena. Shippo no paró de repetir su propio poema como si fuera un mantra. Inuyasha estaba tan harto de todos ellos que apenas pudo engullir su ramen. Lo consiguió de algún modo.
Después de cenar, las chicas cogieron sus toallas y fueron a darse un baño, amenazando a cualquiera que se atreviera a seguirlas con un destino peor que la muerte. Shippo se contentó con repasar su poema con Kirara, acariciando la cabeza de la gata de fuego y asegurándole que él también le haría un poema a ella. Le dijo que tenía mucha suerte de que hubiera tantas cosas que rimasen tanto con «fuego» como con «gata».
Lo sorprendente fue que Miroku no se hubiera ni movido para seguir a las chicas. En cambio, estaba sentado al otro lado del fuego, frente a Inuyasha y sonriéndole con satisfacción. ¡SONRIÉNDOLE CON SATISFACCIÓN!
—¿Qué quieres, monje? —rezongó Inuyasha.
—¿Te sientes excluido?
—Feh. —Inuyasha pateó tierra en la dirección por la que se habían ido Sango y Kagome—. No seas tonto. ¿Quién quiere que alguien escriba un estúpido poema sobre él?
El monje se rio e intentó esconderlo tras una tos.
—Entonces, ¿no quieres saber de los poemas que Kagome escribió sobre ti?
Los ojos dorados destellaron y se agudizaron.
—¿De qué hablas?
Miroku sonrió y se encogió de hombros lo más inocentemente que pudo.
—Dijiste que no te interesaba. Así que no es importante.
—NO me interesa. —Inuyasha se detuvo durante un único latido—. ¿Qué escribió?
—No me acuerdo.
—¿También era un epigrama? —Inuyasha estaba seguro de que el monje estaba siendo irritante a propósito, y se estaba esforzando al máximo para no lastimar a su amigo.
—No me…
—¿Se burló de mí?
Miroku parpadeó.
—¿Qué?
Inuyasha giró rápidamente la cabeza para ocultar sus mejillas, que estaba seguro de que se le estaban poniendo rojas. No pretendía haber hecho esa pregunta.
—Los epigramas… se burlan de algo, o de alguien. Se supone que tienen gracia. —¿Qué encuentra gracioso de mí? Inuyasha se sintió enfermo.
—No se burlaban —dijo Miroku amablemente, su voz perdió todo rastro de mofa—. Ninguno de ellos, ni uno solo se burlaba de ti.
Fue el turno de Inuyasha de parpadear.
—¿Ninguno?
—No.
—¿A qué te refieres con «ninguno», monje?
—Ninguno de ellos se burlaba o se mofaba de ti.
—Feh, me refería a que cuántos hay, idiota.
Miroku se echó hacia atrás y sonrió, sosteniendo su báculo sobre su regazo, perversamente contento de tener a un Inuyasha enfadado en lugar de a un Inuyasha dolido.
—Unos cuantos.
—¿Cuántos?
—Es difícil recordarlo.
—¿Dónde están?
Miroku se encogió de hombros.
—Las chicas hace rato que se fueron. Tal vez debería ir a ver si están bien.
—¡Mantente alejado de ellas, libertino! —gritó el hanyou—. ¿Y dónde están esos poemas? ¿Qué ponen?
Cuando Miroku se puso de pie y se encaminó hacia las aguas termales, Inuyasha se puso en pie de un salto y agarró al monje por la parte delantera de su traje. Miroku probablemente debería haber estado asustado, pero parecía estarle costando evitar sonreír ante la desesperación del demonio perro.
—Hay muchos tipos de epigramas, Inuyasha.
—¿Sí?
—Los que escribió sobre ti no se burlaban de ti en lo más mínimo.
—¿Cómo lo sabes? —El demonio perro no planeaba soltar al monje hasta que se lo dijera. Le dio una pequeña sacudida para recordarle el hecho.
—Leí su diario mientras ella dormía.
Inuyasha sabía que debería reñirle al monje y que Kagome se pondría furiosa. Pero… bueno… simplemente tenía demasiada curiosidad por lo que había escrito como para preocuparse por hacer «lo correcto». Tal vez le haría caso a su subconsciente más tarde.
Tal vez.
—Qué… ¿qué decían?
Miroku miró a Shippo, luego se inclinó para susurrarle el poema a Inuyasha al oído. Vio alegremente que la sangre se drenaba de su rostro y luego volvía en su totalidad para poner el cuerpo de Inuyasha completamente rojo.
Al parecer pensaba en él como hombre, después de todo.
—No sabía que había tantas palabras que rimasen con «escapar» —comentó Shippo—. Oído demoníaco —le explicó a Miroku y señaló sus orejas.
Nota de la autora: ¡Espero que os haya gustado! Tendré que dejar el comentario de Miroku a vuestra imaginación.
