Unos minutos después, cuando las cuatro delegaciones ya se habían calmado y estaba el salón sumido en un extraño silencio, Albus Dumbledore se dispuso a hablar.

-Bien... – empezó Dumbledore, con una leve sonrisa en el rostro – Acabadas las presentaciones de los cuatro elegidos, los aplausos y silbidos, procedamos a empezar a...

-Pero empiece ya! – dijo alguien del fondo de las mesas.

-Si! Tenemos hambre! – respondió otro.

Dumbledore sonrió mientras los demás directores estaban algo aturdidos.

-Que poca educación...

Harry se giró al escucharlo, viendo a la anterior mujer mayor de antes en la habitación, hablando en un susurro con el hombre de aspecto serio de antes, que ahora se estaba sonrojando levemente, y con el ceño ligeramente fruncido.

-"Debe de haber sido alguno de su academia..." – pensó el moreno, riéndose internamente.

-Primero, antes de todo, presentaré a los directores de las academias...

-Ya los conocemos!

-... a los cuales ha de dar gracias usted por haberlo elegido para estar aquí, pero no por su educación, según veo...

Harry, Alan y Aarón, junto otros profesores, habían intentado averiguar de dónde procedía la voz, pero no tuvieron tiempo de averiguarlo, puesto que las dimensiones del salón producían eco y la voz no volvió a hablar.

-En fin... sigamos. Ahora procederé a las presentaciones de los directores de las academias, y después a explicar las reglas más elementales del torneo, para luego poder dejarles comer en paz – el anciano mago cogió aire para seguir hablando, y mirando al hombre que anteriormente hablaba con la mujer – Les presento a Yvees Dêcole, el director de la academia Francesa Gelleires de París para Aurores y mentor de Alan Morinso!

El hombre, por lo que pudo ver Harry, no parecía muy dispuesto a darse a conocer para los que no sabían nada de él, pero Dumbledore le dio un pequeño codazo haciendo que el hombre avanzase unos pasos.

Era un hombre de estatura media, de unos cuarenta años, con el cabello negro vetado de bastantes canas, y de aspecto serio. Llevaba una túnica larga que, por lo que pudo ver Harry, se pisaba cada vez que andaba. También llevaba una gran medalla dorada con un extraño símbolo en medio, reluciente ante su blanca túnica. Sus ojos, unos pozos de color aguamarina, estaban fijos en un punto en concreto del comedor, con el ceño ligeramente fruncido.

Aplausos y vítores se volvieron a escuchar en el salón, cómo si alguna gran hazaña hubiera hecho el hombre. Yvees enrojeció sus mejillas un poco, aunque sus ojos querían seguir puestos en un punto en concreto.

Unos minutos después, la bruja con la que anteriormente había estado hablando, le cogía disimuladamente de la túnica y lo hacia retroceder unos pasos. El salón ya estaba en silencio, esperando unas palabras por su parte, y eso no había ocurrido, por lo que estaba haciendo un poco "el ridículo", como le había dicho Alan a Harry en la oreja, avergonzado.

-Es muy despistado, no se da cuenta de las cosas, no le gusta salir en público de esta manera...

-Ya se ve... – le había contestado Harry, viendo como Dumbledore le hablaba a Yvees en voz baja, mientras el otro negaba con la cabeza.

-Bueno, al parecer, Yvees no quiere dedicar ninguna palabra para animar, por lo que procederemos a la presentación de la directora de la academia Rusa Clorbtheis, de Moscú, Rusia, mentora de Aarón Forsyth, Helnei Skrugori!

La bruja que había retirado a Dêcole, avanzó con paso decidido y una gran sonrisa en el rostro, saludando efusivamente a todas las delegaciones. Era una mujer de de estatura baja, de unos cincuenta años de cabellos grises brillantes recogidos en un elegante moño. Su ropa constaba de un abrigo de piel que había dejado en la silla, y de una fina túnica azulada, con un escudo en el pecho. Cuando la gente dejó de aplaudir, la mujer se dispuso a hablar.

-Bueno... – más de uno se asustó, que de una mujer cómo ella, pudiera salir una voz tan potente y enérgica-, soy Helnei, un placer, y lo único que puedo decir, es que espero que todos nos lo pasemos en grande, sin dejar de lado, claro, la competitividad de el torneo. Ganará Clorbtheis, que nadie lo dude.

Dicho esto, la mujer, con una sonrisa en el rostro y un saludo para todos, retrocedió a su sitio, dejando a mucha gente anonada, mientras que los rusos, asentían y aplaudían con pasión a su adorada directora.

-Su voz siempre ha sido así... corre el rumor que cuando era pequeña se impuso ella misma un hechizo Resonet demasiado potente, y que no se lo ha querido quitar, pero ella dice que eso le viene de familia...

El moreno y el pelirrojo claro miraron al rubio, que les había contado eso.

-Además, como ya habréis notado, es muy escueta y tiene mucha fe en que ganaremos.

-Eso es bueno... – susurró Alan, mirando de reojo a la castaña, al lado de Harry.

-Presentemos ahora a Jaques Crosient, mentor de Harry Potter y director de la academia Inglesa Imphoderus, Londres, Gran Bretaña!

Crosient, guiñándole un ojo a Harry, avanzó con una sonrisa, mientras su pantalón verde y su túnica dorada ondeaban a su paso. Aclarándose la voz, Crosient se dispuso a hablar.

-Delegaciones de Aurores, sólo tengo que deciros, que estoy muy orgulloso de estar aquí, para aprovechar y poder demostraros, que Imphoderus se ha fortalecido más y sus Aurores son perfectamente eficientes, y a demostraros, que este torneo ya está ganado por Imphoderus, Helnei... - esto último iba dedicado a la directora de la academia Rusa, que asintió, seria y divertida a la vez.

Con una fugaz sonrisa, el director dio media vuelta, volviendo a provocar aplausos.

-Me estoy cansando ya de tanto aplauso...

-Parece que habrá competitividad entre Skrugori y Crosient... – mencionó Alan.

-Crosient es muy competitivo, y no se morderá la lengua delante de nada... – mencionó Harry.

-Bien, sólo nos queda por presentar a...

Dumbledore se vió cortado de repente ante la figura que avanzaba unos pasos ante todos.

-No será necesario, Albus, ya me presento yo...Soy Worelz Arcandis, el director de la academia Sirhosels, de Austria. Nuestra academia es famosa por su crueldad y eficiencia, y está más que demostrado. Nostros no conocemos límites, y si lo hacemos, los traspasamos como si no existieran. Nuestra elegida, Hermione Granger, lo dará todo por ganar, y nosotros también, no se dejará ganar ni engañar, tened cuidado, por que con nosotros no se juega... – el salón se había quedado en silencio. Lo que más sorpendió a Harry es que la delegación de Sirhosels, en avanzar su director, no habían explotado en aplausos, si no, que se habían puesto de pié en silencio, y con un velo de respeto muy presente. Las demás delegaciones estaban tan impactadas que le aplaudieron tarde y torpemente.

Worelz volvió a su lugar con una sonrisa en el rostro. Una sonrisa cruel que traspasó las barreras de Harry y se quedó grabada en su mente.

-Bien... - mencionó el director de Hogwarts, aclarándose la voz – los directores ya han sido presentados, como sus respectivas instituciones, sus elegidos y sus intenciones, además de un par de advertencias por parte de Worelz...bien, empecemos con las normas y la explicación del Torneo... prometo ser breve – añadió, esperando luego una de las voces que lo interrumpió momentos atrás, al no oír respuesta, sonrió y mirando a los demás directores, se dispuso a hablar de nuevo, tras sus lentes de media luna – Las normas són nada.

Un largo silencio se prolongó a lo largo del salón, sorprendiendo a todos y poniendo caras de no entender. Sintiendo un pequeño movimiento a los lados, Harry se giró y vió a la castaña mirar con cara de interrogación mirar a Arcandis, que decidió ignorarla. El chico de pelo azabache, que había dejado de sentir esa oleada de fúria al verla anteriormente con ese ego tan alto, avanzando cómo si de un ser superioro e intratable se tratase. Sonrió con satisfación al ver cómo la chica, la insufrible sabelotodo de la ahora academia Sirhosels, tenía una duda, y que era ignorada por una de sus posibles presas. ¿No era una caza vampiros, acaso?

-¿Cómo que las normas no són nada? - mencionaba la gente, aturdida y algo atontada.

-Simplemente, señores y señoritas, que no hay normas.

-Pero... - empezó una joven del fondo, con el uniforme blanquecino de las delegaciones de Gelleires. Dumbledore asintió con parsimonia, dándole apié para que siguiera hablando, lo que la joven lo hizo con mucha timidez – alguna norma debe haber... ¿O es que acaso, en las pruevas se pueden hacer trampas? Si no ponen unos márgenes, los alumnos demasiado competitivos, sin límites, pueden llegar a hacer mucho daño!

Harry notó que miraba disimuladamente a Hermione, que sonrió con arrogancia. Esa sonrisa tan a lo antiguo Malfoy. Pero ella lo había perfeccionado, ahora era más arrogante y petulante.

-Señorita... - empezó Dumbledore, mirando a la chica con una afable sonrisa – no hay normas. Si los participantes desean hacer trampas, que las hagan... eso si – la sonrisa antes afable del anciano, se convirtió en una mirada azulada enigmática y de profunda advertencia – tendrán que pagar con las consecuencias de sus actos provocados.

-¿Cómo sabrán si han hecho o no trampa, señor Dumbledore?¿Algun conjuro en este lugar, o en la prueva...?

-¿Me permites contestar a mi, Albus? - preguntó en un susurro Helnei, la directora de la academia Rusa.

Dumbledore asintió y miró de nuevo hacia el público. Unos segundos de silencio se apoderaron del salón, inquietando a la chica, que no sabia para donde mirar. No tenia que haber hecho la pregunta.

-Se tenía que haber esperado, Dumbledore lo hubiera aclarado... - susurró Alan. Era evidente, se estaba refiriendo a la chica que habia preguntado. Entonces Harry se fijó en las vestimentas del publico. No se habia dado cuenta, pero cada academia estaba vestida de un color diferente. Incluso la suya, la de Imphodeurs. Llevaban túnicas de color escarlata, eso le recordó a su casa en Hogwarts, Gryffindor. Vio la cara de Draco, mirandose la túnica, era evidente que él tambien recordaba. Era muy extraño, no recordaba que los de su academia se hubieran puesto nada parecido a eso. Pero volvió a recordar la frase dicha en la habitación oscuro por la castaña.

-"¿Acaso esto no es el mundo mágico?"

La academia Rusa, estaba con otras tunicas, estas de color gris claro, la academia Francesa, con túnicas blancas azuladas. Y la Sirhosels... túnicas de un color violáceo muy oscuro, casi negro. Era hermoso, a pesar de no querer reconocerlo. La directora Rusa, al parecer, acabó de meditar y se dispuso a hablar.

-Señores y señoritas, este Torneo... es lo más parecido que se podrán encontrar en la vida real. Cada movimiento suyo tendrá unas consecuencias u otras, inesperadas para uno sin ser mensajero del destino. Habrá muy poca relación, entre el Torneo de los tres magos y éste, por mucho que les hayan dicho – la potente voz de la mujer se apagó y dió paso a la del anciano director de Hogwarts.

-Ya lo han oído. Si un elegido o delegación hace trampas, se sepan o no, no habrá amonestaciones, pero de un modo u otro lo pagarán. Todas las acciones que en este Torneo se hagan, vendrán cargadas de nuevos retos y responsabilidades. No tengo nada más que decir, en este tema. No hay normas, simplemente eso. Y respecto al asunto de las pruebas... no habrá tres pruebas establecidas, como la vez anterior. Sólo habrá cinco pruevas premeditadas, por las que los elegidos deberán entrenar y buscar.

-¿Premeditadas? - Remus Lupin, que se hallaba sentado en la mesa junto a Tonks y los Weasleys, se unió a la coral de preguntas que en ese momento estaban cantando todas las delegaciones.

-Dejenme acabar – aclaró Albus, silenciando a todo el mundo – Ya se les advirtió, esto no es tan parecido como creían al Torneo de los Tres Magos. Las cinco pruevas serán informadas con tiempo de antelación y serán muy difíciles. Pero también habrá pruevas inesperadas, y no sólo las que depara la vida misma. Podemos una mañana decir que a la mañana siguiente han de traernos tal ingrediente, tal persona, o podemos pedirles, simplemente, que se preparen y que ése dia vayan a un sitio en concreto. Podemos pedirles también, de un dia para otro, que un elegido – los cuatro elegidos aguantaron la respiracion – rete a otro, sea en duelo de cuerpo a cuerpo, con magia o con armas. O cualquier otra cosa. ¿Han entendido esta explicacion más coloquial?

Un rumor de asentimiento lo confirmó. El profesor se dió por satisfecho, y diciendo algunas palabras más sin importancia, hizo aparecer enormes cantidades de exquisitos manjares de los cuatro paises representados, y de bebidas deliciosas. Un breve aplauso se escuchó en el salón antes de que se empezara a escuchar el ruido de tenedores y cuchillo chocarse, de conversaciones ajenas a todo aquello y de risas incontroladas.

Aarón les hizo una seña a los demás elegidos, para que miraran en direccion a Dumbledore. Su pequeña mesa en el centro de la otra se habían también llenado, y Dumbledore les estaba haciendo una seña para que entaran. Vieron en la parte más alejada de la mesa, una pequeña opertura, por la cual pasaron los cuatro de uno en uno, y se fueron sentando. Los profesores les miraban y hablaban entre ellos, sentados a su alrededor. Harry se sentó en frente de Hermione. Frunció el ceño, tratando de concentrarse en la comida que los separaba. No habia vuelto a pensar en ella. Y ahora la tenía allí, ignorando a todo y a todos, tras dos años sin saber de ella.

-¿Os conocíais? - le preguntó una voz a su izquierda. Harry volteó y observó a Aarón que le sonreía y miraba con un trozo de pollo asado en su plato.

-¿Qué? - atinó a decir.

-Ella y tu - dijo señalando a Hermione.

-Podria decirse que si... - farfulló el chico, tratando de concentrarse en el trozo de lechuga de su plato – podría decirse que algun día si que la conocí.

-¿Algun día? - preguntó Alan, que también estaba atento mirando al joven.

-Si... hace años desapareció mi mejor amiga... y hoy, alguien con el mismo nombre ha vuelto a aparecer, con aire arrogante y con muchos humos para bajar, pretendiendo competir contra mi. - dijo el chico, algo más tranquilo. No era eso lo que pensaba, pero... se habia desahogado, y eso lo habia aliviado de alguna manera.

Hermione, delante de él, no hizo ningun gesto ni nada parecido, que hubiese delatado que estaba escuchando la conversacion.

El moreno se acabó la ensalada que se habia puesto en el plato unos minutos después, para servirse un poco de carne en salsa. Bebió un sorvo de jugo de calabaza. Todo estaba en silencio. Bueno, su mesa era la única, las demás parecian un campo de batalla. Harry desvió la mirada hacia un hueco que habia entre el profesor Snape y otro que no conocía, un profesor no tan siniestro como él pero con cara de gastar sus mismas malas pulgas. Llevaba un escudo en su túnica parecido al de la directora de la institución Rusa.

-¿Quién és ése que está hablando con Snape? - pregeuntó Harry, viendo cómo el extraño se acercaba a su exprofesor de Pociones a intercambiar unas palabras.

Aarón miró hacia dónde el joven de pelo azabache señalaba y esbozó una sonrisa. Después, se inclinó sobre la mesa, para no ser escuchados por más personas. Alan y Harry se inclinaron de igual manera.

-Es nuestro profesor de Estrategias, Zorei Clostregh. Aparece muy poco por la Academia, pero cuando aparece, nos deja mucho trabajo para la próxima. Es muy estrico y en cierto modo, hasta cruel, pero una cosa hay que reconocerla... es muy bueno en su materia, fué uno de los mejores Estrategas de antaño... pero se retiró – respondió el ruso en un murmullo difícil de escuchar.

-¿Y ese de al lado es Severus Snape? - preguntó el joven francés al joven Potter.

-Si... fué profesor... bueno, supongo que sigue siendo, no creo que le falten ganas de hacer perder a los Gryffindor puntos... profesor de Pociones. Es alguien odioso y repugnante...

-Pero admite al menos que enseñaba lo que tenía que enseñar – le interrumpió una voz amena a la conversación. Harry no tuvo que elevar la vista que había vuelto a posar en el plato para averiguar la dueña.

-Puede que si... pero no le veo la gran cosa...

-Era un profesor serio pero muy eficiente.

Harry casi se cae del banco en el que estaba sentado. ¿Hermione Granger defendiendo al mortífago Snape?

-Es evidente que en Sirhosels te han dado la vuelta al cerebro...

-Di más bien que me han hecho recapacitar y ver las cosas de un modo más adecuado...

-¿Aacaso he de rercordarte la de veces que Snape te dejó en ridículo delante de todo el mundo, a pesar de ser la mejor en la asignatura? ¿La de veces que estuviste a punto de llorar por las cosas que te decía? ¿O es que...?

-Ya basta! - interrumpió la castaña con un ligero deje de enojo en su voz – recuerdo perfectamente todo lo que me hizo pasar y todo lo ocurrido en Hogwarts, gracias Potter, por recordarmelo... pero sigo teniendo excelente memoria!

-Pues por una vez, doña perfección, cierra la boca y admite la verdad! Snape te lo hizo pasar muy mal, y te recuerdo que...

-Yo lo defendía!

-Pero también lo ponías de todos los colores! No eras una santa, puede que ahora lo seas, pero no antes... - dijo el joven de ojos verdes, bajando el tono de voz. Habían empezado a llamar la atención de algunos profesores, y lo que menos les convenía ahora era tener público ante su primera conversación... más bien dicho, discusión. Las primeras palabras que intercambiavan tras dos años, y eran para referirse a el viejo Snape y encima, para defenderlo! Hermione había cambiado más de lo esperado...

-Ya seguiremos hablando, Potter... ahora me apetece comer tranquila.

-Has sido tú, Granger, la que te has metido en una conversación amena a tí.

Pero la castaña pareció no escucharlo. Mientras, el chico de cabellos anaranjados le decía al rubio.

-¿Y estos eran dos del famoso Trío de oro?

-Será interesante este año... - mencionó el rubio ruso.

-"Tengo que hablar con urgencia con Ron y Draco... esto no puede quedar así"

-¿Ignoras a tu padrino?" - la voz de Sirius retumbó en su cabeza.

-¿Des de cuando un perro pulgoso es considerado padrino de alguien? - preguntó Harry mentalmente mientras cogía su vaso y empezaba a beber con frenesí. Estaba bastsante alterado, tenía ganas de que la cena acabara y de perder de vista a cierta castaña sentada delante de él, que des de hacía un rato no le quitaba la vista de encima, a pesar de los esfuerzos por ignorarla.

Sirius no volvió a decirle nada a su ahijado, al parecer se había ofendido de verdad.

Unos minutos después, Alan rompió el silencio con una nueva conversación de Quidditch, en la que Hermione no participó y ignoró sin el menor esfuerzo. Un rato después, cuando todos ya estaban bien hinchados, Dumbledore despidió a todos los presentes, y por orden del director de Hogwarts, los cuatro elegidos se quedaron relegados y sentados en el mismo lugar dónde se encontraban sus platos vacíos.

Cuando todos los alumnos habían salido del salón, tras las últimas miradas de desconcierto de Ron y Draco. Tras unos instantes, por la puerta principal apareció una figura flacucha y estirada, de aspecto avinagrado. Su forma de caminar era dando pequeños saltos, puesto que estaba más bien... eh... corriendo rápido, por decirlo de alguna manera. Iba acompañada, porque habían descubierto que era una mujer, no muy agraciada, la pobre, de un gato parecido a un peluquín atropellado... a los tres jovenes, por poco se les escapaban las grandes risotadas que tenían guardadas, pero las contubieron a tiempo. Hermione parecía reacia a mostrar alguna emoción.

Al parecer, la mujer le dijo algo a Dumbledore, que él interpretó de unoa forma no correcta.

-Ya pueden levantarse, su estancia ya está preparada.

Tras las palabras de Dumbledore, los cuatro elegidos se levantaron. Hermione estaba a punto de salir por la opertura que los permitiria salir, y el joven Potter iba detrás de ella. Severus Snape estaba al lado de la opertura, mirando atentamente a los elegidos con un djee de asco en sus oscuros ojos. La mujer ya se había acercado lo suficiente a Dumbledore, seguido de su felino, y al parecer volvió a decirle el mensaje que el director de gafas de media luna había captado mal.

-Ah... que han de esperar cinco minutos más... vale... ¡Quietos! ¡No os mováis!

La voz, algo alta, del director, hizo que instintivamente el grasiento profesor de Pociones levantara el brazo, prohibiendo la salida a la persona que en ese momento, iba a hacerlo, que no era más que Hermione Granger.

El grito la sobresalto un poco, aunque ella jamás lo admitiria, pero el brazo del profesor izo que la joven de castaños cabellos se tirara para atrás, haciendo perder el equilibrio a Harry.

Conclusión:

Hermione, al verse supresivamente sorprendida, y para evitar el choque del brazo de su antes profesor en un lugar no muy educado, paró de sopetón, perdiendo luego el equilibrio un poco. Lo logró mantener.

Hasta que Harry se chocó con ella.

Diablos, ni que no lo hubiera visto. Y claro, al chocar contra ella, Hermione no había hecho más que volver a tambalearse, y esta vez, con mucho bochorno por parte de la chica, perdió el equilibrio, cayendo para atrás, llevandose a Harry en el proceso. Por suerte, según sea el punto de vista, el joven de cabello azabache, acabó cayendo de espaldas contra el banco dónde se habían sentado los elegidos para comer, y quedó medio estirado en él, golpeandose los dos codos, que, por temor a alguna lesión en la espalda, se habían anticipado al resto del cuerpo.

Hermione, cayó de espaldas a él, medio estirada entre las piernas de éste, que en un principio había quedadon con una de ellas en el banco, pero, rápidamente, al ver a la castaña, había tenido que apartarla. Adam se había podido apartar a tiempo de la pareja, pues iba detrás de Harry, pero acabó en el suelo, de culo directo. Aarón no sufrió ningun daño, aparte del dolor muscular de su estómago, firmemente sujeto a causa de las carcajadas de ver semejante situación. Ayudó a ponerse en pié a Alan mientras miraba a Dumbledore, que lo estaba ignorando todo atrozmente, según Harry.

Snape se quedó mirando a sus ex alumnos con un deje de burla en sus oscuros ojos y una sonrisa cruel cruzaba su cara. Hermione, unos segundos después, al darse cuenta de la situación en la que se encontraba, sin girarse tan siquiera para comprovar como estaba Harry, se levantó con serendidad, casi como si no hubiera pasado nada y acomodando sus oscuros ropajes, se quedó mirando a Severus con un rostro inexpresivo.

En cambio, Harry se levantó frotandose ambos codos, mirando a Hermione con el ceño fruncido. Definitivamente, no era la Hermione que él conocía. Detrás de él, los dos elegidos restantes se sentaron en el banco, invitando al moreno, que aceptó gustoso mientras miraba a la mujer con ahora el peluquín (pobre gato) en los brazos irse por donde había venido. La castaña se quedó de pié, observando a su director sin verle, en realidad. Los directores y profesores no se habían retirado y seguían allí, mirando a los cuatro jóvenes evaluadoramente. A ninguno de los cuatro les importó sentir pesadas miradas sobre ellos, viendo a través de ellos ni por el contrario. Simplemente, lo ignoraban todo. Pasaron unos minutos todos en silencio, Dumbledore hablando esta vez con Crosient. Tras unos breves segundos de pausa, dirigió su vista azulada a la entrada, dónde de nuevo, apareció la mujer, esta vez sin su gato, dirigiendose hacia ellos con cara de haberse tragado las vísceras de su gato. Estaba algo más palida que antes, pero no dijo nada hasta llegar al sitio de gafas de media luna y susurrarle algunas. Los jovenes miraron disimuladamente, hablando entre ellos y sonriendo sin quererlo. En cambio, la joven miraba sin el menor de los reparos a ser descubierta. En un determinado momento en el que Hermione había despegado su castaña vista de la extraña pareja, la mujer miró brevemente a la muchacha, con algo de temor en la voz, sin dejar de hablar.

Dumbledore asentía a cada palabras. Unos instantes después,la mujer volvía a irse. Tras eso, Albus se acercó al director de Sirhosels y al parecer le hizo una pregunta, que el vampiro contestó positivamente señalando a su alumna.

-Bien, chicos, siento mi brusquedad de antes, pero ahora sí, pueden levantarse e ir hacia la entrada principal de este edificio, allí les esperará un guía que les conducirá y explicará dónde se encuantran sus habitaciónes. - dijo tras unos momentos, el envejecido director.

Snape miraba como iban pasando por su lado con indiferencia en los chicos extranjeros, odio en Potter y finalmente algo de... ¿curiosidad? ¿Snivellus sintiendo curiosidad en Hermione Granger, la segunda persona ala que despreciaba después de Potter, más? Inaudito.

-Señorita Granger, venga un momento – indicó la fría voz del vampiro mentor de ella. La chica se acercó sin reparo alguno, mientras los demás jóvenes se dirigian hacia la entrada del Salón, hablando entre ellos. El joven Ruso miró de reojo a la castaña hablar con Dumbledore y Worelz antes de desaparecer por la puerta.

Los tres jóvenes se dirigían en silencio hacia donde les habia indicado Dumbledore. Aunque era de noche, el joven podía apreciar la belleza del paisaje y del castillo. Se le hacía parecido al de Hogwarts, pero algo le decía que éste tenía muchas cosas ocultas, no tan agradables como las de su colegio. Andaron a paso ligero por unos pasillos oscuros, iluminados por antorchas, hasta que llegaron a otro pasillo, que daba hacia el exterior, con unos blancos arcos y algunas columnas con vegetación incluida. Hacía pocos días que en ese lugar había pasado la luna llena, por lo que Harry se acordó de Remus, ahora más tranquilo.

-... me pregunto cómo será este año... - dijo en un murmullo Alan. Harry, a su lado le sonrió con complicidad.

-Interesante... pero debemos tener cuidado. Sirhosels es muy peligrosa y teniendo en cuenta que no hay amonestaciones, esto se vuelve más peligroso.

-No hablemos de eso ahora... - inquirió Harry, mirando con interés el pasillo que ahora les conducía hacia una puerta muy grande de imponente y dura madera, más oscura que la propia noche y con unos extraños símbolos gravados en ella.

Cuando iban llegando, pudieron percibir allí una figura, no muy alta y muy delgada que los esperaba. Cuando ya hubieron llegado, vieron que se trataba de la ranqueante mujer con otra vez, el gato – peluquín en mano.

-¿Ya estais todos? - preguntó la avinagrada mujer, con cara de fastidio. Era evidente que no le gustaba la presencia de los tres muchachos. Tenía el cabello corto y de color rubio oscuro, pero ya lo tenía prácticamente todo cubierto de un gris mate por parte de las canas. Era muy delgada y una cara de tener un malhumor constante. Una camiseta maltrecha verde musgo con un chaleco de piel enegrecida y una falda larga del mismo color que el chaleco la "adornaban". De su grueso cinturón colgaban varios llaveros con centenares de llaves en cada uno.

Harry miró a su alrededor, todo cubierto de un manto de sombras, y no alló a Hermione con ellos. Al parecer el pelirrojo Alan también lo notó y fué a contestar cuando una voz suave se adelantó a ellos.

-Si.

Harry se sorprendió de sobremanera, pero no se dejó impresionar. Esa voz estaba sumamente cerca detrás de él. Los jovenes se voltearon y vieron a la castaña mirar con desgana la espada que portaba en su cinturón. Alan y Harry se miraron, mientras Aarón miraba a la castaña con desconfianza.

La mujer, que supondrían que era la conserje, había sido también sorprendida, desagradablemente. Miró a la muchacha con frialdad en sus hoscos ojos, y asintió.

-Seguidme.

Los cuatro elegidos se pusieron tras ella, sorprendiendose los tres chicos al darse cuenta que estaban yendo contra sus pasos. La mujer ando unos metros hasta salir por uno de los arcos del edificio, y se dirigió por el césped a una de las edificaciones independientes que formaban al castillo. Tenía una altura de unos dos metros y era bastante grande. A su lado, pegado a ella, una redonda y muy ancha torre hacian de esa... ¿casa?, una extraña edificación. Harry y los demás miraron con curiosidad la estancia por fuera, y vieron que las ventanas eran estrechas y estaban pegadas al tejado. También pudieron observar que en el mismo tejado, alto y imponente, con algo de vegetación, había algunos tragaluz, y una especie de cupula de cristal en medio. Realmente ese año iba a ser muy interersante.

La mujer carraspeó para llamar la atención de los jóvenes, que se giraron para verla y los condució volteando la edificación. Estaba a metros del el castillo, en el límite hasta el bosque, dónde descubrieron que la estancia seguía. La mujer se paró en los primeros árboles del bosque. Se giró hacai ellos con expresión ceñuda.

-Bien, hasta aquí os acompaño. Os recomiendo que por las noches no salgais de aquí. El bosque se vuelve peligroso por la noche, y a veces, los séres que viven en él traspasan los límites estipulados. - hasta entonces, el joven Potter no se había dado cuenta del fuerte acento de la mujer, que seguramente era Rumana – id hasta el final de la pared y buscad al otro lado la entrada. Tras entrar y llegar hasta la pared interna, presentaos al guardian del que será vuestra estancia y encontrar una contraseña entre todos – la mujer paró un momento y tragó salvia de paso – El señor Dumbledore me ha dicho que les diga que él recomienda no revelar a nadie la contraseña, ni a sus mejores amigos y que la cambien cada popco tiempo. - la mujer pareció algo confundida por lo que habia dicho, pero no le dió importáncia.

-¿Dumbledore no tendría que saber la contraseña? - preguntó Harry, incapaz de quedarse callado a pesar de ya saber la respuesta.

-Por supuesto – dijo la mujer, al parecer algo ofendida – y la sabrá, al igual que los directores de vuestras academias. Bien, esto ha sido todo...

-¿Tendremos que decirsela nosotros? - preguntó de nuevo el ahora rubio.

-Quieren dejar de preocuparse! - gritó la mujer, algo enfadada, pero en un murmullo, mirando al bosque. El gato en sus brazos bufó moesta, ya que lo habian despertado. Harry vió de reojo como Alan miraba al gato con el ceño fruncido. Era un gato gris, y tenía mucho pelo... pero se notaba que no lo habían cortado en años. Pobre gato.

La mujer se giró de nuevo, y mirandolos con mala cara, se fué en dirección al castillo. Los elegidos se la quedaron mirando brevemente, antes de girarse a buscar la puerta que los haría entarar en la que sería su casa por el resto del año. Hermione, a unos metros de ellos, se volteo de nuevo con parsimonia hacai el castillo. Harry tardó dos segundos más y también volteó, al notar que alguien se acercaba. Al parecer no habian sido los únicos que habian pensado así, pues Aarón y Alan también se habian girado. El ruido de un suave tintieno y la silueta de la conserje apareció ante ellos.

-Para abrir la puerta de entrada al edificio, uno de ustedes deberá tocar la puerta, da igual quién. La puerta está hechizada para reconocer a los cuatro elegidos, y a parte de ustedes nadie más podrá entrar.

-¿Ni tan solo Dumbledore? - preguntó sorprendido el rubio.

La mujer pareció dudar ante la pregunta, y al final ,frunciendo los labios con una mueca de descontento, se despidió de ellos con una inclinación de cabeza, volviendo de nuevo tras sus pasos. El gato se los quedó mirando de igual manera. La mujer volvía a andar... correr, dando algunos saltos, lo que causó la sonrisa en los tres chicos.

-Me recuerda al conserje de Hogwarts... Filch. También tenía un gato, igual que su amo. - rbio y pelirrojo se giraron a mirarlo – harían muy buena pareja... me pregunto cómo se llamará, la mujer.

-Fluska Tréthiom. Y su gato, Roiïsn. - Harry sintió de nuevo el olor a lavanda que desprendía Hermione muy cerca, pasando a un lado suyo.

-¿Y cómo lo sabes, Granger?- poniéndo un énfasis indeseado en el apellido de ella.

-Simplemente, por que lo sé – contestó fríamente sin mirarlo y dirigirse hacia él – deberíamos buscar la entrada.

-Si... - murmuraron los chicos, siguiendola. Voltearon la pared como les habian indicado, encontrandose con otro lado de la casa, ahora estaban algo internos en el bsoque, y todos pudieron comprovar la espesura de él. Miraron la pared, y la encontaron lleno de piedras.

-Bien... ¿Y donde se supone que está la...? - el pelirrojo calló al observar cómo, el rubio que habia estado tocando toda la pared, se había parado en una de las rocas que mágicamente, se había iluminado brevemente, mostrando un circulo con unos extraños dibujas gravados en ella. Aarón se separó levemente de la pared, donde algunas rocas, se habían ido transformando en una puerta alta igual que la principal, pero mucho más pequeña. Los jovenes se miraron entre sí, pero la chica fué la que apartó con la mano al ruso y, mirándola atentamente, pasó uno de sus dedos, trazando en la madera, un dibujo que estaba esculpido en la puerta. Ante la mirada sorprendida de todos, se oyó el sonido de algunos engranajes y, tras unos segundos, el de un seguro descorrerse. La puerta se abrió unos milímetros, dándo a entender que podían entarar en la casa.

La chica empujo la puerta y se internó en la más negra oscuridad. Tras ella, Harry se internó, seguido de Aarón y Alan, cerrando la puerta, quedando lo jóvenes a oscuras.

-Por aquí... - oyeron la voz de Hermione muy cerca. Estaban en un sitio reducido, y apenas cabían los cuatro en el mismo sitio sin rozarse. La castaña le señaló en la oscuridad, justamente detrás de Harry, un leve resplandor. El moreno volteó y fué hacia ella. De no ser por los ávidos brazos del corpulento Aarón, habría caído por las escaleras. El resplandor venía de unas antorchas, que iluminaban una estrecha escalera de caracol por la cual cabían todos uno detrás de otro. Hermione iba la última. Tras bajar unos metros por la escalera, pudieron apreciar una pequeña habitación, aunque parecía un pasillo subterráneo, que es lo que era en realidad. Ahora iluminaban la estancia cuatro antorchas, cada una de color diferente. Una roja, otra violácea, muy oscura, otra azulada bastante blanca y otra grisácea.

-Parece que ya han llegado... ¿Soys quién deberiais ser? - les preguntó una voz suave y algo hosca.

Los jóvenes se giraron, encontrándo una extraña silueta entre las sombras a un lado de la pared más ancha. Parecía ser la figura de un chico, más o menos de su edad, alto, cómo Aarón, con un pelo liso y bastante largo, de un color azulado brillante muy poco habitual y tenía unos ojos fríos color marfil. Sus ropas eran inquietantemente elegantes, dándo a entender que no era cualquier persona.

-¿Quién eres? - preguntó Hermione de la forma más directa pero vulgar posible. Harry estubo convencido de que semejante personaje no había entendido la pregunta. Parecía ser demasiado... elegante y fino para entenderlos. Pero contario a ese pensamiento que les rondaba a todos por mente, el chico sonrió de forma siniestra. Se acercó a ellos dejando ver a su piel, la cual era de un color bastante más pálido de lo habitual.

-Mi nombre es Neionel Von Clothër – respondió con una pequeña reverencia.

-"Un punto menos en mi lista: demasiado pomposo para mi gusto " - pensó Harry mientras miraba a Von Clothër volver a su posición y mirarlos a cada uno con especial atención. No sintió nada agradable más que algún escalofrío cuando clavó su mirada marfil en él.

-¿Y cómo has conseguido entrar aquí? Se supone que sólo nosotros podríamos entrar... - preguntó a media voz el pelirrojo francés. El chico de caello azulado sonrió de nuevo, esta vez con algo más de interés.

-Entonces soys los elegidos, los participantes activos del Torneo.. - se susurró para si mismo, a pesar de que fué escuchado por todos los demás.

-Responde a la pregunta que te han hecho – exigió la castaña. Harry la miró, viéndola algo enfadado. Tendria que tener paciencia con la que fué su amiga tiempo atrás, y eso se le haría algo difícil. Se sentía a cada segundo más enfadao con ella. Pero el enfado iba y venía. Eso era algo que lo tenía desconcertado.

-Yo soy quién vigila que no entre nadie más... a parte de vosotros, claro – respondió Neionel mirando fijamente a la chica. Hermione metió una de sus manos bajo la negra túnica que llevaba, y acercandose a paso lento hacia el nuevo joven, preguntó:

-¿Eso significa que un vampiro va a ser nuestro guardian? - pregguntó con voz suave y de nuevo, carente de algo de emoción, mientras le rozaba el filo de una suave espada en el cuello.

-Granger! - se escandalizó Alan.

-¿Un vampiro? - preguntó aturdido el moreno.

-Me temo que si – respondió educadamente el ahora recién descubierto guardían-vampiro. Con una sonrisa, ahora mostró sus dientes, entre los cuales se distinguían los caninos, algo más alargados y punteagudos de lo normal – pero no os preocupeis, gracias a este puesto que me han ofrecido, estaré bien servido, y no permitiré que nadie entre en vuestros aposentos... - siseó definitivamente el chico, mientras con una profunda mirada de odio, Hermione guardaba el arma de nuevo.

Los cinco se sumieron en un silencio profundo, lleno de miradas de odio y rencor, al igual que las de interés.

-¿Dormirás por el día? Porque entonces eso querrá decir que nadie vigilará que nadie entre...

Von Clothër lo miró sin interés alguno.

-Soy el único que puede permitir o denegar la entrada, nadie más aparte de vosotros puede entrar, señor Forsyth... siempre y cuando esté yo. Los rayos del sol no me afectan aquí, y me voy a quedar todo el dia y noche aquí, escepto cuando tenga que alimentarme... entonces si alguno de vosotros quiere entrar, tendrá que esperar a que vuelva. Soy el único que puede abrir paso al camino. Ahora, pensad una contraseña y decidmela. Ese será vuestro pase.

Los chicos se miraron.

-¿Alguien tiene alguna sugerencia?

Nadie contestó.

-Debe ser algo fácil o familiar para que todos lo podais recordar fácilmente – recordó Hermione.

-¿Cómo que podais? - preguntó indignado el moreno.

-Recuerda, Potter, tengo gran memoria...

-¿Seguro? - retó el joven de cabellos azabaches. Hermione lo miró inexpresiva, pero alzó una ceja en señal de incredulidad.

Tanto Aarón cómo Neionel miraban atentamente los movimientos de los antiguos miembros del famoso Trío de Leones. Mientras, Alan se dedicaba a pensar en una contraseña. Se le ocurrían miles de palabras, de frases, pero ninguna le convencía. Demonios! Era sólo una contraseña! ¿Cómo podía costar tanto?

Oh, si podía... y tanto. Entonces, la inspiración se le hechó encima. Y en el momento de decirla, la inspiración lo empujó haciendo que se cayera de morros.

-Demonios... - susurraba.

Mientras, ambos antes Gryffindor, se habian dejado de discutir y también se habian dedicado a probar multiples contraseñas.

-Macarrones a la boloñesa... - decía uno.

-No me gustan. - conestaba otro.

-Cielo estrellado – sugería alguien.

-Por dios, voy a vomitar... - replicaba otra voz.

-¿Buckbeak?

-¿Buck qué?

-Potter, no todos tienen la desagradable suerte de haberlo conocido... - respondía Hermione, mirando con desagrado a Harry, quién no hizo más que apretar con fuerza sus puños bajo la túnica que se le habia aparecido puesta sin darse cuenta en algun momento de la cena, sosteniendo con fuerza la varita.

-¿Desagradable?

-Si, tanto como tu.

-¿He de recordarte que fuiste tú precisamente la que me ayudó a evitar que muriera? Creí que tu memoria habría mejorado, Granger, aunque con todas las tonterias que te ha metido esa academia del demonio estoy empezando a dudar...

-Un error lo tiene cualquiera.

Y mientras la castaña y el moreno se sumían en una discusión y en una batalla de miradas y Neionel los observaba con creciente interés, los otros dos restantes se habían puesto a pensar por su cuenta.

-¿Tan difícil es encontrar una constraseña? - les dijo la voz divertida del vampiro – honestamente, siempre había pensado que para ser un elegido se necesitaba algo de inteligencia y sentido común...

Los tres chicos lo fulminaron con la mirada, mientras la chica lo miraba con los ojos de nuevo vacíos, pero tras unos segundos en silencio, la castaña suspiró sonoramente, visiblemente cansada de tanta tontería. Entonces, a la chica se le iluminó brevemente la mirada y les llamó la atención a todos con un leve carraspeo.

-Podriamos poner de contraseña los nombre y apellidos de los mortífagos presos en Azkaban... estudiamos para Aurores, serán fáciles de recordar y cómo hemos de renovar cada poco tiempo la contraseña, no les será fácil averiguarla.

Los chicos la miraron, y Aarón y Alan sonrieron y asintieron, mientras Harry también lo hacía pero a contractor.

-¿Y cual va a ser el primero que vamos a poner? - preguntó el joven Potter.

-Ya que tú fuiste nuestro salvador en la última batalla contra Voldemort, ¿Porque no eliges tú? - contestó con simpleza la joven castaña.

Harry miró a los demás chicos, quienes se encogían de hombros, dándo a entender que no les importaba.

-¿Y cual escojo?

-"El que más rábia te dé..." - susurró de pronto la voz de la joven en su mente. Harry se giró precipitadamente hacia ella, viendo cómo quedaban los últimos vestigios de lo que fué una sonrisa sardónica.

-... Bellatrix Lestrange... - susurró él, sin que nadie más lo escuchara. Pero Hermione si lo habia escuchado, con la misma sonrisa sardónica de antes.

-El señor Potter ya ha elegido – asintió la voz de Von Clothër. El joven de ojos esmeralda dirigió una mirada de confusión al vampiro. A pesar de que lo habia dicho en voz alta, habia sido un susurro el nombre de Bella, y por pequeña que fuera esa habitación, el joven de ojos marfil estaba en la punta contrária, apoyado de nuevo en las sombras.

-Von Clothër, ya lo has escuchado – dijo con voz imperativa la elegida de Sirhosels, y después dirigiéndose a los otros dos que quedaban, quienes no se enteraban – la contraseña es Bellatrix Lestrange.

-¿Esa no fué la que...? - empezó el rubio, pero se vió interrumpido por una mirada del moreno, que asintió pesadamente mientras exigia silencio.

Entonces, al ver que ya se habian puesto de acerdo, Neionel se desperezó con ganduleria y se puso delante de la pared en la que habia estado apoyado cuando ellos hicieron su aparición.

-¿Bellatrix Lestrange, entonces? - preguntó mirando de reojo la reaccion del auror de Imphoderus. Pero él no se dejó intimidar y lo miró con frialdad – muy bien. Apartaos un poco.

Y tras eso, una de sus manos se iluminó. Colocó su mano en la pared de frías piedras y esperó unos breves segundos a que su mano dejara de emanar ese brillo. Se apartó un poco, y bajo la atenta mirada de los cuatro elegidos, en el centro de la pared apareció un arco con varias cortinas de seda y terciopelo de diferentes tonalidades de negro y rojo. El vampiro se hizo a un lado.

-Ya podéis pasar.

Y tras aquellas palabras, los muchachos pasaron, apartando con la mano las cortinas. Ante ellos, apareció un gran salón, de grandes proporciones y de techos realmente altos. En lo alto del techo, se apreciaban algunos tragaluces y en el medio, una gran cupula con grandes vidrieras de diferenes colores, los cuales representaban algunos dibujos a los que los jovenes magos no dieron importancia. Las paredes eran altas, tapizadas con terciopelo rojo vino y algunos cuadros de vellos paisajes en movimientos. Casi a la altura del techo, se hallaban algunas ventanas.

Volvieron a mirar el salón, esta vez para abajo, dónde observaron en una de las esquinas, una gran chimenea junto a varios sofás y butacas. Había varias estanterias y librerias repletas de ejemplares en apariencia antigua, y algunas mesas acababan de decorar el lugar.

-El arco se ha cerrado – dijo el francés buscando entre las cortinas para encontarar fría piedra.

-Y a quién le importa, lo que interesaba era entrar, no salir de nuevo – repuso con frialdad la chica. Mientras, el ruso se habia acercado a una de las mesas, observando en ella una campanilla plateada.

-Eso es por si tenemos hambre, los elfos nos traerán lo que queramos...

Harry la miró con reciente enojo.

-¿Y tu cómo sabes tanto de este lugar?

Hermione se quitó la capa, mostrando su falda y camiseta, para babeo de algunos y se desanudó el cinturón, mientras sostenía la espada con una mano.

-Simple, los lugares donde habitan vampiros suelen ser parecidos...

-¿Des de cuando un vampiro tiene elfos domésticos?

Hermione sonrió con malícia.

-Yo no cazo a cualquier vampiro, Potter... además, las casas adineradas de este país suelen regirse por una misma linia. Si todos són ricos, todos los ricos tienen y hacen lo mismo. Si todos són gente humilde, todos los humildes tienen y hacen lo mismo, ¿entiendes?

El joven no respondió pero lo captó igualmente.

-Buf, estoy agotado... ¿Dónde estarán los dormitorios? - preguntó Aarón.

-Aqui – dijo la voz de Alan. Todos voltearon hacia lo que parecía ser otra habitación, redondeada. Cogieron sus cosas y fueron hacia allí. No tenian ganas de hablar, simplemente de encontara una cama o algo parecido y echarse allí. Entraron por el marco, y apreciaron que a su lado había otra puerta. Pero los chicos decidieron ir para arriba, en una escalera de caracol. Tras varios escalones, llegaron a un rellano dónde estaba el chico pelirrojo. Había tres puertas. Una a cada lado de las dos paredes que había, y otra, que era más una trampilla, estaba en el suelo. Alan sonrió.

-La trampilla da a unas escaleras que conducen a una biblioteca basatnte grande. ¿Habeis visto la puerta de al ladod e las escaleras? - los chicos asintieron – esa es otra puerta por la que se puede entrar o salir. Esta puerta de aquí – dijo señalando la puerta más cercana, a la derecha – es el dormitorio de Forsyth. Y el de enfrente es el mío. Las escaleras que conducen arriba llevan a otro rellano como este, algo más estrecho y están los dos dormitorios que quedan. Cada dormitorio tiene su propio baño. - explicó con orgullo, pero después añadió, algo confuso – en cada puerta esta el nombre del el que la habita, pero también hay un dibujo, el de un objeto.

Los chicos se acercaron a la puerta del ruso, dónde ponía su nombre tallado en ladera y debajo había lo que parecía ser el dibujo de un martillo, al parecer congelado. Vieron también el dibujo de Alan, un caballo alado. Subieron al psio superior, encontrándose efectivamente, con un rellano más estrecho, pero con dos puertas frente a frente. Se acercaron a la del moreno, dónde salía dibujado un león con una serpiente, al parecer moribunda.

-Que sorpresa... - oyó Harry susurrar a Hermione. Y se acercaron a la de la chica, dónde estaban representadas una ballesta entrecruzada con lo que paecía ser un quequeño puñal. Hermione no le dió la mayor importáncia, y sin dar las buenas noches, abrió la puerta lo mínimo para entrar ella y les cerró la puerta en las narices. Los chicos murmuraron su comportamiento, pero tenían tanto sueño que pronto, despidiéndose, se fueron cada cual a sus habitaciones.

Harry entró en la suya, dónde vió el techo inclinado, aunque no tan alto, de madera oscura con una trampilla en la parte superior. Miró su habitación. Una gran cama matrimonial con doseles recogidos se hallaba en el centro, con una mesa a cada lado. Una gran ventana de forma triangular con cortinas rojas iluminaba el aposento de forma leve y siniestra, junto a algunas lámparas de fuego desperdigadas por la habitación. Vió cerca de su cama un gran armari de dos puertas, el cual no dudó en abrir, encontrándose todas sus túnicas y ropa puestas en perfecto orden, entre perchas y cajones. Su baúl reposaba al final del armario. Dejando las puertas abiertas, reocrrió la habitación, viendo el escritorio en la parte recta de la pared, puesto que la parte dónde se hallaba la ventana era algo redondeada, por la forma de la torre. Algunos libros en una librería y algunas estanterías con artiñugios suyos, y otros que jamás habia visto. Vió, apoyada en la librería, su escoba, la mar de brillante. Sonrió y se acercó a observarla, mirando que no hubiera ningun nuevo rasguño. Y abrió la puerta que daba al baño, grande y amplio, con una gran bañera de mármol y los demás utensilios y objetos del lavabo. Tras unos minutos de observación, decidió meterse en la bañera que habia llenado antes y darse un baño relajante. Tras una media hora larga, el chico salió de su habitación con una toalla anudada a la cintura, y cogiendo unos pantalones cortos del armario y cerrándolo tras de sí, apagó las luces, corrió las cortinas y se metió en la cama, con la más sana intención de pensar en lo ocurrido aquél día... pero el cansancio no se lo permitió, y se quedó dormido en segundos.

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Bueno, he de disculparme... lo siento mucho! De veras! Siento haber tardado tanto, pero aparte de los típicos problemas familiars, nada grave por suerte, la inspiración se cogió unas vacaciones que duran aún... pero ya está pensando en volver bueno, espero reviews si queréis darmelos! Hasta pronto, y os pido disculpas de nuevo, adiós y gracias por buestra paciencia!

atte

Gise

PD: También so pido disculpas por el capi, que no me ha quedado como me hubiera gustado...