¡Hola! ¿Qué tal? ¿Cómo ha ido la semana? Se supone que tenía planeado otro capítulo, pero esta idea no dejaba de rondarme por la mente y al final me animé a escribirla. Creo que es el texto más espontáneo que he escrito y ahora siento mucho curiosidad por lo que opinen.

Un detalle más:

- Guaina: Paraguay.

- Banda Oriental: Uruguay.

- Española: Rep. Dominicana.

- Alto Perú: Bolivia.


Hoy es un maravilloso día. Esta jornada padre por fin nos mostrará en sociedad: iremos a la Villa de Madrid. Como amerita la ocasión, Puerto Rico, una servidora, ha estado revisando su armario desde para escoger la prenda más idónea para la ocasión. Incluso le he pedido ayuda a mi hermana Española para tamaña empresa. Aunque al final creo que solo hizo que el proceso se enlenteciera, porque cuando está con la regla su razonamiento se vuelve torpe y su cuerpo débil. A veces me exaspera, mas también me apeno de su dolor. Solo espero no sufrir lo mismo.

¡Ah! ¡Allí está el atuendo escogido! ¡Mi prenda favorita! ¡La que nunca me puedo poner en mi morada por lo pesada que es! ¡Por fin estoy en el lugar y momento indicado para lucir mi vestido azul largo con mis zapatos blancos y mis joyas preferidas! ¡Seré la joven más distinguida y correcta que padre jamás haya visto!

¡¿Por qué tienen que venir ellos?! Sinceramente no lo entiendo. Si padre quería sorprender a la alcurnia de la capital habría bastado con yo, Nueva España, Perú, Alto Perú, Quito y quizás Panamá ¿Por qué tenemos que todos montarnos en carruajes? ¿Qué no los puede dejar en casa porque viene Austria? ¿Y por qué tiene que venir él? Y eso no es excusa, ya nos han dejado en manos de esos italianos.

Mi mano golpeó el asiento de carruaje y mis pulseras tintinearon ante el golpe. Nueva España, que estaba en frente mío, suspiró—. Guatemalaescuché el reclamo de Perú ante mi actitud, mas lo ignoré.

¡Que injusto es el mundo!

—Espero que a los niños les guste susurró el austriaco.

—Yo también. Ya no podíamos mantenerlos encerrados más tiempo en la morada. Y con los meses que se aproximan esta podría ser una de las últimas oportunidades que tendremos antes de primavera. contestó su esposo.

—Así es… ¿Qué sucede?preguntó a la cara ensombrecida de Antonio.

—No estoy seguro de que esto sea una buena idea, ¿estarán bien? ¿serán bien…?

—Claro que símurmuró con dulzura posando una mano blanca encima de otra más morena—. Son vuestros hijos, serán recibidos como es debido.

—Ciertoy forzó una sonrisa porque sabía que las palabras de Austria solo eran buenos deseos, no certezas.

La Villa de Madrid era más pequeña de lo esperaba. Cuando bajamos del carruaje me asombró no encontrar a nadie que nos recibiera, ni siquiera un par de sirvientes teniendo en cuenta el renombre de nuestro padre. Intercambié una mirada con Perú quien levantó una ceja. Definitivamente en la Península tenían otra forma de proceder.

Padre pidió a todos, especialmente a nos que estuviéramos cerca de él.

—¿Qué le pasa a padre, Nueva España?dijo mi hermano en voz baja y poniendo una mano cerca de su boca para dirigir el sonido.

—No lo sé, pensaba que vos lo sabíais dije en el mismo estado. Entonces, elevé mis ojos y vi los rostros de tez blanca asombrados, perplejos, disgustados, celosos y hasta ¿ligeramente asqueados? Observaban mis ropajes de arriba a abajo, mi cara, mi tez y mis ojos como si estuvieran viendo lo que padre llama una ¿paradoja?

Temblé y se me cerró el estómago. ¿Qué estaba pasando?

Nada más bajar de los carruajes, la variopinta familia atrajo la atención de la forma que Antonio no quería. Como odiaba cuando su intuición acertaba. Los habitantes de la pequeña ciudad no solo se quedaron impresionados por el tamaño de la prole, sino por las tonalidades de pieles y rasgos jamás vista. Si a eso se le sumaba las ricas prendas que algunos cargaban, la escena no podía resultar más estrafalaria.

Fernández notó las miradas de desprecio y celosía que recibían los niños. ¿Cómo alguien de piel más oscura y claramente de las colonias se le permitía vestir más elegante que cualquier ciudadano común de la metrópolis. ¿Acaso no eran inferiores? El joven padre tragó un rugido y tomó de la mano a Costa Rica y a Banda Oriental y ordenó al resto que caminaran muy cerca de él

Por su parte Austria también consciente del cambio de ambiente y de que los niños lo habían notado porque se habían quedado mudos, agarró la mano de Venezuela y le pidió a Rio de la Plata que tomará la de Guaina.

Sin embargo, al ver que el niño continuaba rechazando a su hermana, dejó de tomarle la mano y se la ofreció a la niña que le había confeccionado el peluche.

Guaina abrió sus brillantes ojos. La alegría surgía de todo sus poros.

«Nos ningunean. Definitivamente nos ningunean». Es lo único que mi mente puede repetir.

Nos ningunean. No esperaba esto, nadie esperaba esto, mas estoy segura de que no soy la única que lo padece. Todos lo hacemos aunque Cuba, Puerto Rico finjan. Aunque la expresión de padre sea inescrutable. Aunque don Austria miré al horizonte, sabe que varias personas lo han reconocido y llamado. De hecho, es a quien más han llamado por las calles. No es de extrañar si es el que más tiempo pasa en la Península.

A padre no le gusta el recibimiento que nos están dando. A don Austria tampoco, por eso nos pidieron que nos acercáramos a ellos. Todos están sufriendo las miradas, menos Rio de la Plata y Banda Oriental por su caballera rubia y Nueva Extremadura por su blanca piel.

Al menos hay quien escapa de esta realidad. Al menos Guaina y Venezuela, en su gozo, están ajenos a todo el espectáculo.

—Española, ¡no os quedéis atrás!

—Lo siento, padre.

Madrid está lejos del mar. Eso lo pude comprobar yo muy bien. Aun así me complació encontrar algunos puestos con los productos más variopintos de la sierra. La ciudad podrá ser pequeña, pero se veía que estaba a punto a convertirse en un gran lugar.

Súbito, unos suave risos dorados acariciaron indiferente mi brazo y la figura de Banda Oriental corriendo apareció frente mío. Su brazo iba extendido: quería tocar todo lo que había en el puesto donde exhibían los dulces típicos ¡Quería tocar la miel!

¡Tengo que detenerlo o padre estará en líos!

Corrí tras él.

—¡Hola!saludó mi hermano a la vendedora.

¡Demonios! Correr con estos ropajes es harto difícil.

—¡Ahh! ¡Dolores, mirad que niño tan guapo!

—¡Parecéis un ángel! ¿Qué queréis?

El niño se inclinó hacia el pastel con más miel a la vez que lo mencionaba.

—¡Banda Oriental!grité llegando justo a tiempo para golpear su mano y desviarla. Mi hermano chilló por la sorpresa y, molestó, me preguntó «¿Por qué, Perú?».

—¡Ey, chaval! Dejad al niño en paz.

Tragué grueso y, perplejo, viré mi rostro a la vendedora: había hecho una buena acción y únicamente había recibido una reprimenda. No sabía cómo actuar—. Ma-mas lo que intentaba hacer era detener a…

—Ese angelito no estaba haciendo nada. En cambio vos… Conozco a los de vuestra calaña, queríais distraerme soltando esa extraña frase para luego robar un dulce, ¿no es así?

—No-no-no-no es así. Yo…

—¡Claro que sí! Eres un pequeño bribón ¡Seguramente esos ropajes se las robaste a un niño de bien. No hay forma que alguien como vos tuviera ese atuendo. Ahora iros de aquí.

Las joyas brillaban en la vidrieras: oro, plata, platino y piedras preciosas de todos los colores traídas del Nuevo Mundo, listas para ser incrustadas en pedazos de metal moldeados al calor de la fragua. En esa herrería estaban España y algunas colonias. Entre ellas, Guatemala no dejaba de apoyarse en el mostrador admirando cada una de las piezas, tapando parte de la visión a los otros clientes e ignorando la mueca de aversión del herrero y dueño.

La niña amplió su sonrisa y el hombre se cruzó de brazos: lo había decidido. Esa gargantilla de plata con rubís sería suya. Padre no le podría decir que no. Nadie le podía decir que no—. Disculpe, buen hombre habló con voz cantarina y presuntuosa. Exhibiendo una confianza digna de una noble—. Quisiera probarme ese gargantilla.

—Olvidadlo contestó seco el herrero.

Guatemala sintió que algo se tambaleaba por dentro y se llevó una mano al pecho, mientras intentaba recuperar la compostura—. ¿Perdón? Creo que no he escuchado bien. He dicho que quería probarme ese collar y…

—Mirad, ese collar no. Con vuestro tono de piel la plata y el rubí no conjuntansentenció el herrero mirándola desde su hombro con desdén y dejando que el movimiento de su mano izquierda transmitiera el otro mensaje.

Guatemala dio unos cuantos pasos para atrás todavía perpleja «Yo soy Guatemala…Yo soy Guatemala…To-todos me quieren… Na-nadie me dice que no…Yo soy Guatemala..Yo soy Guate…Yo soy…»

Música, música resonaba por las calles, por la ciudad. Una nueva tonada tocada por instrumentos recién descubiertos.

Se estaban acercando.

Venezuela jaló la mano de Austria. Ojos abiertos, oídos alertas intentado localizar de dónde venía la melodía. Una sonrisa amplia y más tirones de brazo que terminaron por arrastrar a Roderich y a toda la familia.

Cuando arribaron a la plaza en la que los músicos tocaban Venezuela soltó la blanca mano y abrió la boca maravillado. Sin embargo, fue Nueva Granada, para sorpresa de todos, quien salió primero a bailar eligiendo como pareja al venezolano y este al nuevo extremeño. Panamá, emocionada, se les unió poco después junto a Quito y Rio de la Plata y Banda Oriental que, a gracias a su dulzura, consiguió que Guaina los acompañará.

Y nadie los detuvo, nadie los regañó. Por un momento, la familia olvidó el maravilloso día que estaban teniendo.

Puerto Rico ignoró la suciedad de las calles, el hedor de los animales y las expresiones de los lugareños. Lo obvió todo porque estaba decidida a tener uno de los mejores días de su vida. Su mantra «hoy es un día maravilloso» no dejaba de correr por su mente. Inspeccionaba todas la vidrieras, grababa todos los detalles. Quería dejar este día impreso en su memoria. Así fue cuando se quedó admirando las joyas de la herrería tanto tiempo que, cuando viró su cabeza para ambos lados, no encontró a su familia.

Respiró hondo tratando de calmarse e intentó volver, pero ninguna calle le daba seguridad, trató de preguntar, más nadie le prestó atención. Siguió caminando con el Sol poniéndose a su espalda, buscando una larga hilera de niños de todos los colores acompañados por dos adultos jóvenes sin ningún resultado y con el nerviosismo recorriéndole cada parte de su ser ¿Cómo iba a regresar a casa? ¿Qué iba a hacer? ¿A dónde iba a ir? ¿Y si algo le pasaba?

La caminata se convirtió en un trote y este en una corrida desesperada hacia ningún lugar en una ciudad que le había parecido un ensueño y que ahora se transformaba en pesadilla que la llevó a un callejón sin salida el cual no tuvo tiempo a inspeccionar, porque segundos más tarde se vio arrinconada por un hombre de expresión perversa. La preadolescente sintió un escalofríos y abrió los ojos presa del pánico: era la clase de sujeto a la que nunca debía acercarse.

—Que moza más guapa el hombre elevó su mandíbula con una de sus manos—. Sois una belleza exótica.

Puerto Rico vio en sus ojos sus oscuros deseos y quiso darle un manotazo, pero no reaccionó.

—¿Qué tal si vos y un servidor nos divertimos?

Puerto Rico intentó gritar, más nada salió de sus labios. El hombre se fue acercando. La chica trató con todas sus fuerzas de correr, mover las piernas, los brazos, la cara ¡Algo! Sin éxito. Sintió su caliente y asqueroso aliento y después unos repulsivos labios contra los suyos. La abrazó por detrás y la pegó a su cuerpo. Luego movió sus labios en distintas direcciones y forzó a que Puerto Rico abriera su boca. La niña lloró cuando una lengua rasposa exploró con violencia su cavidad bucal. Quería vomitar. No soportaba ese sabor a alcohol, inmundicia y pólvora, la misma pólvora que había entrado por su nariz ante la salida de una bala cercana.

El agresor cortó el beso y giró medio cuerpo sin soltarla, encontrando un hombre joven de salvajes ojos verdes con una pistola en la mano mirando al cielo.

—Soltad a mi hija.

El hombre rio—. Mirad no tenéis edad para tener una cría así. Así que, si estáis buscando una ramera como está… -la mano de Antonio lo agarró firmemente por el hombro, le dio la vuelta y, con la otra ya libre, le dio un puñetazo que lo envió hasta la pared haciendo que su cabeza chocará contra los ladrillos.

Ante todo esto, Puerto Rico cayó sentada al ser liberada, todavía mirando al piso, temblando y sudando del asco, la impotencia, la rabia y el miedo. Oyó y vio como sus hermanos la rodeaban y le preguntaban cómo estaba.

Eso era demasiado.

Vomitó y, mientras lo hacía, Eldestein furibundo avanzaba hasta donde estaba Fernández y con una fuerza asombrosa levantaba al confundido agresor y lo pegaba a la pared a la vez que su marido apuntaba su pistola a su sien—. Si volvéis a ponerle un dedo a esa niña. Uno solo. Me aseguraré de incriminaros por traición a la Corona y vuestra muerte será aún más atroz de lo que podíais imaginar ¿Estamos de acuerdo? Bien, Antonio baja tu arma, hay niños aquí.

Pero Antonio no lo escuchaba: sus dientes apretados y el temblor en la mano que sostenía la pistola eran la manifestación de la ira que lo recorría. Entonces, una mano más blanca se posó sobre la suya y la obligó a volver a su sitio. En ese momento se percató de toda la situación, bajó su rostro, caminó hasta donde estaba su hija y la cargó en brazos.

Al final regresaron a la hora convenida, mas no con el estado de ánimo esperado. Nadie sabía cómo pero al final habían ido a ver la obra que habían prometido. No obstante, con todos los demonios que les circundaban, casi ninguno de los miembros de la familia lo había disfrutado. Y cuando se dice «casi» no se incluye a Rio de la Plata quien había recibido el amor del pueblo, escapado de la conmoción de su hermana y se había enfrascado en la representación teatral como si se le fuera la vida.

Por primera vez desde que había salido de su casa se sentía pleno, con un propósito y no dudo en manifestárselo a su familia ignorando insolentemente las caras largas y el ambiente angustioso y viciado.

—¡Lo he decidido! ¡Padre ya sé que quiero hacer! ¡Para Navidad voy a hacer una obra de teatro en las que todos participaremos! y río con un ánimo desajustado al momento¡Va ser increíble!estiró los brazos al techo y miró a su familia¡¿No creéis que ha sido un día maravilloso?!