¡Buenas!

Aquí vengo con el capítulo 3. Es bastante corto, no os voy a engañar. Pero cuando lo terminé de escribir, pensé que no le faltaba ni una coma y que terminaba donde debía terminar. Así que lo dejé así. Intentaré actualizar próximamente.

¡Muchas gracias por vuestros comentarios, y no dudéis en compartir el fic si os gusta!

¡Un saludo!


Capítulo 3: Hasta que tu corazón deje de latir

El tiempo que Izuku y Katsuki pasaban juntos lo usaban en mover los labios, ya fuera para hablar o para comerse a besos. Después de un par de meses, Izuku era un experto conocedor de todo el repertorio de besos que Katsuki podía ofrecerle. Dependiendo del día y del momento, el chico podía mostrarse como la persona más tierna o el amante más apasionado. Izuku solía adivinar cómo iba a besarle por su mirada y su tono de voz.

A veces, unía sus labios en una danza lenta y dulce que acompañaba con caricias en el cuello y en el cabello. Otras, lo besaba con tanto ímpetu que debía abrazarlo con fuerza para no perder el equilibrio. En ocasiones, le gustaba jugar con su lengua y sus dientes. Mordía el labio inferior de Izuku y tiraba de él suavemente. Después, pasaba la punta de su lengua por él y atrapaba el labio superior con los suyos.

Pero, sin duda alguna, los besos que más le gustaban a Izuku eran aquellos que solo representaban un roce ínfimo. Cuando Katsuki lo miraba a los ojos y se acercaba a su boca despacio. A Izuku se le cerraban los ojos de forma involuntaria y Katsuki le reñía.

—Está prohibido cerrarlos —le decía mientras volvía a acercarse.

Le gustaba ver la mirada soñadora y enamorada de Izuku cuando hacía eso. Apenas rozaba sus labios, Izuku volvía a cerrar los ojos.

—¿Qué acabo de decirte? —le susurraba Katsuki contra su boca, provocándole un leve cosquilleo que ni siquiera podía considerarse un beso, pero Izuku no volvía a abrir los ojos. Con su cara pecosa totalmente sonrojada, alzaba el mentón pidiendo a Katsuki que continuara. Al final, el rubio siempre cedía y se besaban hasta quedarse sin aire. Era uno de sus juegos preferidos.

Katsuki nunca había vuelto a preguntarle por su nombre. Al menos, no directamente. Pero un día había intentando adivinarlo por sí mismo. Había ido diciendo los nombres que se le venían a la cabeza y contemplaba la expresión divertida de Izuku mientras movía la cabeza a un lado y a otro.

—Por tu pureza, podría ser que te hubieran llamado Haku —le dijo.

Izuku negó con la cara.

Estaban sentados frente al río, bajo la sombra de un árbol. Katsuki lo abrazaba por la espalda mientras contemplaban el sol reflejándose en la superficie del agua.

—¿No? Entonces, quizás seas Ayari.

Izuku volvió a negar.

—Puede que seas Hideo por tu gran corazón.

—No me llamo Hideo.

—En ese caso, puede que te llames Seiji, por tu sinceridad.

Izuku lo miró un poco más serio.

—Me prometiste que no ibas a volver a preguntarme mi nombre.

—No te lo estoy preguntando —contradijo el chico—. Estoy intentando adivinar.

—Pero siempre esperas una reacción por mi parte.

—Quiero poder llamarte de alguna forma —se quejó Katsuki—. ¡Ya sé! Inventaré un nombre para ti.

—¿Qué nombre?

—Mmm… Bueno, es increíble la capacidad que tienes para colarte en mis sueños siempre que deseo estar contigo. Así que te llamaré… Deku.

—¿Deku? —El corazón de Izuku dio un vuelco. Los kanjis de su nombre real se podían leer como Deku. Se preguntó si sería una mera casualidad.

—Sí, una abreviación de Dekiru*. ¿Te gusta?

—¿Así que "Deku" significa "Ser capaz"?

—Eso es.

Izuku sonrió.

—Me encanta —le dijo, antes de besarlo.


Con el paso del tiempo, Izuku había olvidado la verdadera razón por la que no había querido decirle su nombre a Kacchan. Había querido ser lo suficiente distante con él como para que el chico pudiera encontrar a alguien a quien amar en la vida real. No quería que se obsesionara con él hasta el punto de cerrar las puertas a alguien que pudiera estar con él mientras estaba despierto, y no solo en sueños.

Sin embargo, su objetivo se había ido difuminando y quedando olvidado a medida que pasaban tiempo juntos. Sus buenas intenciones habían quedado desdibujadas cada vez que Katsuki le pedía que regresase al día siguiente, cada vez que lo besaba y lo abrazaba, cada vez que le miraba a los ojos y le decía lo enamorado que estaba de él.

Al principio, solo acudía a su llamada algunas tardes mientras Katsuki dormía en el prado bajo el sol, pero los ruegos del rubio y su propio deseo hizo que acudiera diariamente a encontrarse con él. Llegó un momento en que Katsuki pasaba tanto tiempo durmiendo por las tardes que sus padres comenzaron a preocuparse por si estaba sufriendo algún trastorno del sueño. Además, esas largas siestas le quitaban tiempo de estudio y de relaciones sociales, por lo que Izuku le dijo que iría a visitarlo por la noche.

Cuando todos estaban dormidos en casa, Izuku se levantaba silenciosamente y se introducía en el lago. Flotaba hasta la casa de Katsuki y se tumbaba junto a él en su cama. A veces, llevaba consigo a Tizona para que su antiguo dueño pudiera verla y comprobar que se encontraba perfectamente. Pasaban toda la noche juntos, y poco antes del amanecer, Izuku se despedía y regresaba a su mundo feliz y descansado.

Su madre había comenzado a pensar que se había olvidado de Katsuki. Ya no lo veía acercarse al lago durante el día, y pasaba más tiempo con sus amigos. Izuku le habría dicho la verdad, pero no quería preocuparla. Así que dejó que pensara que su obsesión por el mundo de los humanos se había esfumado hacía mucho tiempo.

Un día, Izuku aprovechó una oportunidad en la que sus padres habían salido para acercarse a contemplar el lago. Hacía tanto tiempo que se reunía con Katsuki por las noches que ya apenas sabía qué era lo que ocurría en su día a día, a menos que el rubio decidiera contarle sus vivencias.

Pasó la mano por la superficie del agua y le pidió ver a Katsuki. El rubio se encontraba en la plaza del pueblo, que a esa hora se encontraba desierta, sentado en un banco junto a un chico. Izuku lo reconoció de inmediato con el corazón en un puño: era el chico con el que había encontrado a Katsuki hacía unos meses en su casa. El chico al que había besado y desnudado a causa de sus ojos verdes.

Izuku tragó saliva para intentar aliviar el nudo que estaba formándose en su garganta. Por primera vez en mucho tiempo, recordó que la decisión que había tomado hacía tiempo: permanecer junto a Katsuki únicamente para hacerlo sentir bien hasta que se enamorara de otra persona.

Pensó que lo mejor sería dejarles intimidad. De verdad lo pensó. Sin embargo, su curiosidad pudo más y terminó bajando al mundo de los humanos para escuchar su conversación.

Viéndolos de cerca, no parecía que estuvieran intercambiando palabras de enamorados. Katsuki estaba horriblemente serio y no despegaba su mirada del suelo. El chico que lo acompañaba tenía los puños apretados encima de las piernas y en su cara podía verse una mezcla de rabia y dolor.

—Entonces, ¿eso es todo? —le preguntó, escupiendo las palabras como si cada una doliera al ser pronunciada—. ¿Follamos una vez y se acabó? ¿Eso es todo lo que querías de mí?

Katsuki permanecía en silencio. Ni siquiera lo miraba. La hilera de hormigas que cruzaba frente a él cargando migas de pan parecía interesarle más que los reproches de ese muchacho.

El chico se puso en pie de un salto.

—¡Al menos mírame a la cara cuando me dices que no quieres nada conmigo! —le exigió.

Katsuki suspiró y se puso en pie. Clavó sus ojos en el chico. A Izuku le sorprendió lo fría que era su mirada. A él nunca le había dedicado una mirada así. Sus ojos siempre estaban llenos de ternura cuando estaba con él.

—¿Qué más quieres que te diga? —le preguntó Katsuki—. Aquella vez lo pasamos bien, pero eso no significa que quiera algo más serio contigo, Asahi.

—¡Ni siquiera me has dado una oportunidad!

—Eso es porque no quiero dártela —respondió con tranquilidad—. Lo siento, pero no estoy enamorado de ti ni podré estarlo nunca.

Asahi volvió a apretar los puños. Tenía los ojos empapados en lágrimas de frustración. De su pecho surgía un rugido que apenas lo dejaba respirar. Izuku vio cómo alzó uno de sus puños y lo estrelló contra la mejilla de Katsuki.

—¡No toques a Kacchan! —le gritó a pesar de que sabía que ninguno de los dos lo escucharía.

Katsuki se frotó la parte de la cara en la que había recibido el golpe y chistó al ver una pequeña mancha de sangre en su mano.

—¿Te sientes mejor ahora? —le preguntó Asahi—. ¿Crees que las cosas se solucionarán golpeándome? Si es así, continua. ¡Vamos, dame otro!

—¿De qué hablas? ¡Eres tú el que siempre has reaccionado con violencia! ¡Desde que éramos pequeños!

—La violencia no lo soluciona todo. Y en este caso, no hará que yo cambie de opinión. Mira, siento si te he hecho daño. No era esa mi intención. Pero, desde luego, no harás que me enamore de ti de esta manera… Ni de ninguna otra —sentenció.

Asahi bajó la cabeza y relajó el cuerpo. Parecía que por fin se había rendido.

—Claro, porque… porque tú nunca has sido ni serás capaz de amar a nadie —dijo Asahi con voz temblorosa—. El gran Katsuki Bakugo… Fuerte, valiente, el líder natural del grupo…pero también tiene un corazón de piedra. Un corazón que no puede albergar ni un solo sentimiento de amor hacia alguien que no sea sí mismo.

—Eso no es verdad —susurró Izuku.

Katsuki mantenía la compostura. Su rostro mostraba la misma indiferencia de siempre, pero Izuku hacía años que había aprendido a leer sus expresiones. Aquella era la cara que ponía Katsuki cuando algo le estaba haciendo daño. Pero él nunca mostraría ningún tipo de debilidad a los demás.

—¿Has terminado? —le preguntó.

Asahi se limpió las lágrimas con las mangas de su camiseta y se dio la vuelta.

—Con esa actitud de mierda, nadie te querrá nunca, ¿sabes? Todos lo comentan. Rechazas a todo aquel que se te acerca. Al final, te vas a quedar totalmente solo —le dijo antes de marcharse.


Esa noche, cuando volvieron a verse en sueños, Izuku estaba más callado que de costumbre mientras paseaban agarrados de la mano y Katsuki pudo notarlo.

—¿Ocurre algo?

Izuku miró hacia otro lado.

—¿Qué te ha pasado en la cara? —le preguntó, haciendo referencia al moratón que había aparecido en su pómulo izquierdo.

—¿Esto? —intentó disimular—. Iba despistado y me he dado un golpe con un mueble.

Izuku pensó en lo curiosos que eran los sueños. Al menos, los que tenían Katsuki y él. Siempre los representaban en el estado actual que se encontraba cada uno. Una vez, Izuku se había cortado la palma de la mano ayudando a su madre a cocinar. En sus sueños, había aparecido con el mismo vendaje que le habían puesto los médicos y Katsuki se había preocupado. Había pasado toda la noche depositando besos en su mano y pidiéndole que tuviera más cuidado la próxima vez.

A lo mejor, si el chico hubiera aparecido sin aquel horrible hematoma en la cara, Izuku podría haber intentado olvidar lo que había ocurrido esa misma tarde, pero era imposible. Las palabras de Asahi se repetían una y otra vez en su mente: «te vas a quedar totalmente solo».

—Me estás mintiendo —le acusó con voz dura.

Katsuki se detuvo en mitad del camino.

—Eh, mírame —le pidió—. ¿Qué es lo que ocurre?

—Sé cómo te has hecho eso, Kacchan —le dijo, con el ceño fruncido—. Sé que ha sido un chico al que has rechazado quien te ha pegado.

Katsuki gruñó.

—Y si es así, ¿por qué tengo la sensación de que estás enfadado conmigo?

—Estoy enfadado contigo —puntualizó Izuku—. Me has engañado. Me dijiste que buscarías a alguien en la vida real y has estado rechazando a todos los que se te han acercado.

—Eh, yo nunca te dije eso —aclaró Katsuki—. Eras tú el que estabas empeñado en que encontrara a otra persona, pero yo nunca dije que lo haría.

—¡Pero ese era el trato! —rebatió Izuku, alzando la voz—. ¡Que yo estaría contigo hasta que te enamoraras de otra persona!

Sabía que estaba siendo irracional. Sabía que no tenía razones para estar enfadado con Katsuki. En realidad, todo había sido culpa suya por hacerlo todo al revés.

—¡No había ningún trato, Deku! —exclamó Katsuki—. ¡Yo nunca diría eso porque NO estoy interesado en otras personas!

—¡Pero…!

—¡No, basta! ¡Estoy cansado de esto! ¿Cómo puedo hacerte entender que no quiero a nadie más que a ti? —le preguntó, agarrándolo por los brazos.

Izuku lo sabía. Había sido un idiota. Un maldito idiota. En el fondo sabía que Katsuki nunca accedería a buscar a otro mientras él siguiera a su lado. Lo había estado reteniendo con sus visitas continuas, sus besos y sus palabras de amor. Ese humano al que tanto amaba jamás podría avanzar mientras siguieran con esa rutina.

Izuku bajó la mirada, avergonzado. Katsuki no tenía culpa de nada, y aun así ahí estaba él, recriminándole y echándole las culpas para aliviar su propia conciencia.

—Escúchame, Deku —le pidió, un poco más calmado—. ¿Qué pasaría si acudo mañana a nuestra cita diaria y te digo que estoy enamorado de otro?

El corazón de Izuku se encogió ante estas palabras.

—¿Qué harías si te dijera que he conocido a otra persona y que no quiero volver a verte? —continuó, levantándole el mentón para mirarlo a los ojos—. Dime, ¿qué harías?

Dos gruesas lágrimas se derramaron por las mejillas del dios.

—Yo…yo lo… aceptaría —murmuró con voz temblorosa.

—Y una mierda —contestó Katsuki—. Sabes que eso no es verdad. Sabes que no sería tan fácil, Deku —dijo, tomándole la cara con ambas manos mientras Izuku lloraba cada vez más con mayor intensidad.

Izuku terminó por derrumbarse y se abrazó a Katsuki llorando desconsoladamente de solo pensar en la posibilidad de que el rubio llegase un día y le dijese que se había enamorado de otra persona. Él tenía razón. No podría soportarlo. No quería ni imaginarlo.

Katsuki lo besó en la cabeza y lo abrazó con fuerza. Izuku temblaba y ahogaba sus sollozos en el pecho de Kacchan.

—¿Es eso lo que quieres? ¿Quieres que me vaya con otro?¿Quieres que me olvide de ti?

—¡No, no quiero!

—Estás tan metido en esto como yo —le decía—. Estamos juntos en esto. No puedes simplemente conformarte con ser alguien de paso. No eres alguien de paso, Deku. Te amo. Te amo solo a ti.

—Y-yo… yo qui-quiero e-estar con-contigo de verdad, Kacchan —sollozaba Izuku con la voz entrecortada antes de prorrumpir de nuevo en un llanto afligido que estaba lleno de dolor y frustración por tantos años de espera—. Qui-quiero que esto sea real.

—Yo también quiero que esto sea real —dijo Katsuki, y con estas palabras, una lágrima escapó de su ojo derecho—. Pero estoy dispuesto a vivir así el resto de mi vida si hace falta. No me importa estar solo durante el día si sé que cada noche voy a volver estar contigo.

Apretó con fuerza a Izuku para que no lo viera llorar, pero al dios no se le podía engañar tan fácilmente. Alzó la mirada y limpió la mejilla de Katsuki con sus dedos. Era la primera vez que aquel humano dejaba que alguien lo viera llorar.

Izuku acercó sus labios y se besaron entre lágrimas, separándose cada pocos segundos para repetirse una y otra vez lo mucho que se amaban.

Al acabar la noche, a Izuku no le quedaba ni una pizca de voluntad para esperar que Kacchan encontrase a otra persona en la vida real. Ellos se pertenecían el uno al otro, y sería así hasta que el corazón de Katsuki dejara de latir.

CONTINUARÁ...


*Dekiru: verbo japonés que significa "ser capaz" o "poder hacer algo".

Decidí aprovecharme del anime para que Kacchan le pusiera un nombre a Izuku. Recordamos que Kacchan había empezado a llamar a Izuku "Deku" porque el kanji "Izu" también se puede leer como "De". Y lo que había hecho Kacchan era asociarlo a la palabra "Dekunobou" como una abreviatura. Esta palabra significa "Bueno para nada". Sin embargo, Uraraka le había dicho que ella pensaba que significaba "que puede hacer cosas", porque ella había asociado la abreviatura a la palabra "Dekiru", que significa "ser capaz de hacer algo". Así que en este caso, le he dado la vuelta y es Kacchan el que decide que el apodo de Izuku debe tener un significado positivo. jeje.

Dicho esto, ¡nos vemos en la próxima!