¡Capítulo 13!

Mimi Aelita, muchas gracias por tus ánimos. Supongo que tenía un mal día, pero ya me siento mejor. Tienes razón. Katsuki no se puede comportar exactamente igual que en el manga porque las situaciones son distintas. Sea como sea, continuaré escribiendo el fic para divertirme y para entreteneros, que al fin y al cabo, es el objetivo principal de esto.

¡Nos vemos en el capítulo 14!


Capítulo 13: El camino entre mundos

—Para, para —pidió Katsuki. Llevaban un buen rato caminando y el dolor lo estaba matando.

Shoto lo ayudó a apoyarse contra el tronco de un árbol y estiró la espalda. Empezaban a dolerle los hombros de cargar con parte del peso de aquel humano y con las mochilas. Se había sentido tentado a dejarlo allí tirado y volver a su mundo, pero sabía que Izuku jamás se lo perdonaría. Algo le habían hecho a ese chico. Tenía dos enormes cicatrices en el cuerpo que, según él, habían aparecido por arte de magia, y el dolor apenas lo dejaba ponerse en pie.

—No podemos retrasarnos mucho más. Apenas me queda media hora antes de regresar a mi mundo —explicó Shoto.

Katsuki tomó aire y se limpió el sudor que le cubría la frente.

—Dame un momento. Mi casa está tan solo a quince minutos de aquí.

—¿Quieres algo de beber?

—En la mochila hay té frío.

El té que había preparado Izuku, se recordó.

Shoto rebuscó en la mochila y sacó el termo. Katsuki bebió ávidamente hasta terminar el contenido. Después, se puso en pie con esfuerzo y dispuesto a continuar.

Shoto volvió a ofrecerle sus hombros y Katsuki pasó su brazo izquierdo por ellos a regañadientes. Odiaba tener que depender de ese bastardo mitad y mitad para llegar hasta su casa, pero no le quedaba más opción. De todas formas, tendrían que colaborar si querían rescatar a Izuku.

—¿Qué es lo que vamos a hacer ahora?

—¿Vamos? —preguntó Shoto.

—No esperarás que me quede parado, ¿verdad?

—Aunque quisieras, no puedes hacer nada. Hay una barrera infranqueable entre nuestros mundos. Los dioses y los humanos no deben entrar en contacto.

Katsuki soltó una risa sarcástica y desprovista de humor.

—Y, sin embargo, aquí estás —dijo—. E Izuku también vino.

—Son casos aislados. Ya te expliqué cómo llegó Midoriya hasta aquí. En cuanto a mí, solo estoy bajo la influencia del don de una amiga. Gracias a ella, puedo convertirme en humano por unas horas para bajar a vuestro mundo.

—Entonces, dile a tu amiga que use su don sobre mí para convertirme en dios y poder ir a vuestro mundo.

Shoto negó con la cabeza con mal humor. Katsuki comprendía que debía estar agotado, al igual que él, pero no parecía dispuesto a buscar una solución al problema de Izuku. Al menos, no una solución que lo involucrara a él, y eso le molestaba.

—No es tan fácil. Para que ella pueda usar su don, tiene que tocar a la persona sobre la que lo va a usar y decir su nombre en voz alta. No hay manera de que pueda usar su don sobre ti si no puede tocarte. Y aunque así fuera y pudieras venir conmigo, ahora mismo estás demasiado débil.

—Estás deseando deshacerte de mí, ¿no es cierto?

Shoto enarcó una ceja.

—¿Qué dices?

—Mira, ahora mismo no se trata de ti o de mí. Izuku está en peligro.

—¿Crees que no lo sé? Llevo meses intentando buscar la forma para solucionar este problema.

—Entonces, ¿por qué mierda rechazas mi ayuda?

—No la estoy rechazando. Estoy siendo realista. Como humano, no hay nada que puedas hacer por él. Es imposible.

—Oye, he estado encontrándome con Izuku en sueños por casi un año. Él ha sido capaz de traspasar esa barrera infranqueable que dices para estar conmigo. He sido testigo en primera persona de cómo ese maldito agujero le engullía y te has presentado ante mí diciendo que sois jodidos dioses y que vais y venís entre dos mundos. A estas alturas, soy incapaz de creer que haya algo imposible. Simplemente, no hemos dado con la forma de hacerlo posible. Y por Izuku, haré cualquier jodida cosa. Iré hasta donde haga falta y me convertiré en lo que haga falta. Sea como sea.

Shoto refunfuñó.

—Eres un verdadero fastidio.

—No menos que tú, bastardo mitad y mitad.

Finalmente llegaron. La casa estaba a oscuras y reinaba el silencio. Aun quedaban unas horas para que sus padres se levantaran para ir a trabajar.

Casi habían pasado las dos horas que Star le había concedido a Shoto.

—Prométeme que regresarás en cuanto sepas algo sobre Izuku. Y que pensarás en lo que te he dicho.

—Estaré demasiado ocupado intentando salvarle la vida como para pensar en alguna forma de darte protagonismo en esta historia.

Katsuki agarró a Shoto por el cuello de su camiseta y lo acercó a su cara.

—¡No es darme protagonismo, idiota! ¡No puedes hacer esto tú solo!

—Hasta ahora, he estado solo —respondió, sin retroceder—. Estuve solo cuando Izuku me confesó que estaba enamorado de ti. Estuve solo cuando sugirió la idea de poner en riesgo su vida para salvar la tuya. Y estuve solo buscando una solución cuando se marchó sin decirle nada a nadie. Ni siquiera su propia madre quiso involucrarse en su decisión. Se sentía culpable por haberle presionado y pensó que quizás de esta forma su hijo tendría una oportunidad de ser feliz… junto a ti. Yo era el único que estaba convencido de que esto no podría salir bien.

Agarró la mano de Katsuki y la retiró de la tela de su camiseta de un tirón brusco. El rubio se había quedado mudo. Shoto le dio la espalda y miró la posición de la luna. Había llegado la hora. Su cuerpo empezó a desvanecerse. Katsuki tomó asiento en el escalón de la entrada de la casa y contempló cómo su silueta iba perdiendo opacidad. Le recordaba demasiado a aquellas veces en las que había tenido que despedirse de Izuku a causa del amanecer. Siempre se quedaba mirando sus ojos verdes hasta que estos se evaporaban en el aire, dejándole un intenso desasosiego mientras se preguntaba si volvería a verlo la noche siguiente.

—No importa si no vuelvo a verlo —dijo de repente— o si no podemos volver a estar juntos. Pero… necesito saber que está bien. Es lo único que te pido.

Sus palabras calaron en lo más profundo de Shoto. Por primera vez, sintió que ese chico y él tenían mucho más en común de lo que había pensado. Él también habría hecho cualquier cosa por asegurarse de que Izuku estuviera a salvo aunque su amor no fuera correspondido. Hacía mucho que sus sentimientos habían pasado a un segundo lugar. El bienestar de Izuku era lo primero.

Se preguntó en qué momento se habría enamorado de él. Ambos habían sido siempre chicos solitarios. Desde que Toya había desaparecido, su casa nunca había vuelto a ser la misma. Su madre había caído en una profunda depresión que la mantenía atada a la cama, mientras que su padre se había vuelto mucho más estricto y duro con sus hermanos y con él, seguramente para evitar los problemas que había dado Toya. Su hermana Fuyumi lo había aceptado con resignación. Quería a toda costa que reinara la paz en la familia. Su madre necesitaba descanso y salud mental. Pero su hermano Natsuo y él no podían evitar guardarle rencor. En el fondo, le culpaban por la huida de Toya.

Shoto había crecido siendo un niño taciturno y malhumorado. Toya se había ido para siempre, Natsuo pasaba mucho tiempo fuera de casa para evitar a su padre y su madre apenas hablaba. La única que se preocupaba realmente por él era Fuyumi, pero ella estaba demasiado ocupada intentando mantener unidos los pedazos de aquella familia rota.

Shoto no había querido hacer amigos. Tenía el concepto de que las personas importantes para él terminarían abandonándole o dejándole de lado. Su corazón ya estaba demasiado maltratado como para infligirle más dolor. Siempre que alguien se acercaba a él, se encargaba de apartarlo a base de desprecios. A veces se sentía realmente solo, y para soportarlo, se centraba en sus estudios. En parte, era una forma de rebelarse contra su padre. En el colegio, todos se referían a él como "el hijo de Enji Todoroki", uno de los firmes candidatos para ser el sucesor de All Might, y ya empezaba a estar harto de eso. Él quería ser Shoto. Solo Shoto.

Pasó los siguientes años en completa soledad, y entonces, llegó al instituto. La primera vez que había hablado con Izuku Midoriya, ya habían pasado unos meses desde el inicio del curso. El joven se acercó con una tímida sonrisa y le preguntó se podría sentarse a su lado. Shoto se encontraba desconcertado por su actitud. Aquel chico y él nunca habían cruzado palabra a pesar de estar en la misma clase. Mecánicamente y sin decir palabra, apartó sus pertenencias del pupitre de al lado.

—Me llamo Izuku Midoriya—le dijo.

Quiso ser cortante como lo era con todos los demás, pero su mirada era amable y su sonrisa sincera.

—Soy Shoto Todoroki.

—Un placer conocerte, Todoroki-kun.

Estuvo a punto de preguntarle por qué había decidido sentarse junto a él de esa forma tan repentina, pero se sintió cómodo con su compañía y prefirió tragarse sus palabras. Siempre había visto a ese chico solo, perdido en sus pensamientos y tomando notas en sus cuadernos gastados. Sus hermosos ojos verdes estaban llenos de tristeza. Posiblemente, se sentía tan solo como él.

Por primera vez en muchos años, Shoto Todoroki se quitó la coraza que le había rodeado durante tanto tiempo y permitió que alguien se acercara a él y lo conociera. Izuku había conseguido sin esfuerzo lo que muchos habían intentado antes, y Shoto no había podido evitar enamorarse de su calidez.

—Está bien —le dijo a Katsuki cuando su cuerpo estaba a punto de desaparecer—. Volveré tan pronto como sepa algo.

—Te lo agradezco —contestó Katsuki, pero Shoto ya no estaba allí.


Un fuerte dolor en la espalda fue lo que despertó a Izuku unas horas más tarde. La cabeza le daba vueltas y se sentía mareado. Algo muy parecido a cuando AFO le había quitado sus poderes y lo había enviado al mundo de los humanos.

Se sorprendió al encontrarse en una cama con sábanas aterciopeladas y almohadas cómodas en lugar del sucio catre donde había imaginado que lo tirarían. La habitación también era agradable, pintada de un gris perlado y suavemente iluminada.

Izuku suspiró aliviado. Al menos, no pasaría sus últimos días de vida en un calabozo frío y húmedo.

—¿Te sientes mejor? —preguntó una voz.

Se dio la vuelta y descubrió a un hombre de largo cabello blanco y ojos claros parcialmente ocultos por su flequillo. Sostenía un libro entre sus manos acomodado en una cama contigua.

—Me duele todo el cuerpo —respondió Izuku, incorporándose lentamente.

El hombre dejó el libro sobre la cama y caminó hasta un mueble del que sacó una pequeña caja de pastillas. Le tendió una a Izuku y llenó un vaso de agua.

—Esto te ayudará —le dijo. El joven no dudó de que aquel desconocido quisiera ayudarle y tomó lo que le había ofrecido. Al fin y al cabo, tarde o temprano tendría que morir—. He oído hablar mucho de ti. Has sido muy valiente, Izuku Midoriya.

—¿Quién eres tú? —preguntó Izuku tras beber hasta la última gota de agua.

—Me llamo Yoichi.

—¿Yoichi? ¿Acaso eres…?

—Sí, soy el hermano del que todos llaman dios maldito.

Izuku había oído hablar de él. Cuando AFO había comenzado a adquirir poder a través de aquellos rastreros pactos que hacía con otros dioses, el único que se había opuesto abiertamente a él había sido su hermano menor. Siempre se interponía en su camino e intentaba impedir que hicieran tratos con él. Pero Yoichi desapareció de un día para otro, y todos pensaron que el dios maldito había tenido algo que ver, pero nadie tuvo el valor de pronunciarse al respecto.

—¿Has estado aquí todo este tiempo? La gente pensaba…

—¿Que mi hermano se había deshecho de mí? —preguntó—. Bueno, en cierta forma así fue. Llevo años recluido en esta casa sin poder salir al exterior.

—¿Por qué?

Yoichi sonrió con tristeza.

—Mi historia es muy parecida a la tuya, Midoriya —explicó—. Hace años, me enamoré de un humano, al igual que tú. Pero él nunca supo de mi existencia. Por ese entonces, mi hermano no tenía el don de convertir a los dioses en humanos, así que no tuve ninguna oportunidad.

—¿Cómo se llamaba?

—Katsuya —respondió—. Se llamaba Katsuya Kimura. Fue amor a primera vista. Lo observaba siempre que podía soñando con poder estar algún día a su lado… Pero él terminó enamorándose de otra persona.

A Izuku le temblaron las manos pensando que aquello podría haberle pasado a él e imaginando cómo habría sido su vida si Katsuki nunca se hubiera enterado de su existencia y hubiera conocido a otra persona.

—Era una buena mujer —reconoció Yoichi—. Honrada y trabajadora. No tardaron en casarse. Formaron su propio negocio y tuvieron una hija preciosa. Era igualita que su padre. La quise desde el momento en que la vi. Como si fuera mi propia hija.

Izuku sintió una gran admiración por los bondadosos sentimientos que habitaban dentro de Yoichi Shigaraki. Se preguntó si él habría sido capaz de querer de la misma forma al hijo que Katsuki hubiera tenido con otra persona. Se imaginó a un pequeño de pelo puntiagudo y ojos rojos dando sus primeros pasos y diciéndole "papá" a Kacchan. Su corazón se reblandeció.

—Pero cuando apenas tenía un año, la niña enfermó gravemente. Los médicos no le daban esperanzas de vida. Katsuya estaba destrozado. Fue entonces cuando mi hermano consiguió dos dones que podrían salvarle la vida a su hija: el don de sanar y el don de utilizar sus poderes sobre los humanos, algo que ningún otro dios puede hacer. Así que le rogué que salvara a esa pequeña. Hasta ese momento, me había rebelado contra la forma de actuar de mi hermano y él quiso doblegarme a toda costa. Así que me ofreció un pacto: la vida de la niña a cambio de mi libertad y de mi sumisión. Como imaginarás, no pude negarme. Me pareció un precio insignificante en comparación de la vida de la hija de Katsuya. Desde entonces, vivo recluido en esta casa.

—Entonces, ¿La niña se salvó?

—Sí —sonrió—. Creció fuerte y saludable. Ya debe ser toda una mujer.

—¿Y qué pasó con Katsuya?

—Hace unos años que murió de anciano —dijo mientras una sombra de tristeza cubría su rostro—. ¿Sabes? Pensé que no habría nada más duro que ver cómo mi amor se entregaba a otra persona en cuerpo y alma, pero fue mucho más doloroso ser testigo de cómo envejecía y se marchitaba poco a poco. El día de su muerte fue el peor de toda mi vida. Desde entonces, no he vuelto a observar el mundo de los humanos. Ni siquiera sé cómo se encuentra su hija. Verla solo me recuerda que su padre ya no está, y no puedo soportarlo.

Izuku no pudo evitar que los ojos se le humedecieran por la historia de Yoichi. Él había vivido lo mismo, pero al menos había tenido la oportunidad de pasar un tiempo con Kacchan. Había podido hablarle, tocarlo, besarlo y decirle lo mucho que lo amaba. Ahora su amor estaría bien. Viviría una larga vida. Con suerte, se casaría y tendría hijos hermosos y fuertes. La idea le dolía, pero al menos él no estaría vivo para presenciarlo y Katsuki podría ser feliz de una vez por todas.

Miró a Yoichi. Según su historia, habrían pasado décadas desde que había conocido a Katsuya Kimura, y sin embargo, su aspecto seguía siendo el de un adulto joven.

—La edad y el envejecimiento son cosas de humanos, Izuku —le había explicado una vez su madre—. Los dioses contamos nuestros años simplemente por llevar un cálculo del tiempo que llevamos en el mundo. Los humanos cuentan los años para saber el tiempo que los separa de la muerte.

—Pero nosotros también cambiamos —contestó Izuku—. Ahora soy un poco más alto que el año pasado.

—Efectivamente, cambiamos de aspecto a medida que avanzan los años, pero podemos paralizar nuestra apariencia en cualquier punto de nuestras vidas. Normalmente, se hace cuando te sientes pleno y feliz. Nadie quiere vivir eternamente con la forma física de un anciano —había reído Inko.

También le había explicado que ella había decidido paralizar su apariencia poco después del nacimiento de su único hijo porque pensó que nunca podría sentirse más feliz que en el momento en el que su pequeño había abierto los ojos y la había mirado por primera vez.

—Siento si te he abrumado con mi historia —dijo Yoichi. Izuku se dio cuenta de que una lágrima había rodado por su mejilla y se la secó rápidamente.

—No, nada de eso —dijo—. Espero que haya servido para desahogarte un poco. Debe haber sido terrible para ti.

—Tú lo sabes bien, ¿no es así, Midoriya?

—Puedes llamarme Izuku.

—Izuku —pronunció Yoichi—, siento mucho que nos hayamos conocido en estas circunstancias. Sé cuál es el trato que has hecho con mi hermano para salvarle la vida a tu novio.

Izuku negó con la cabeza.

—Me alegra haberte conocido, aunque sea en estas circunstancias.


Se apartó justo a tiempo para evitar que una llamarada azul le quemara la cara. Miró a su hermano mayor de manera desafiante y se preparó para atacar.

—He dicho que quiero ver a Izuku —masculló, lanzándose contra su hermano mayor con el lado izquierdo de su cuerpo encendido en llamas.

—Y yo te he dicho que de aquí no vas a pasar —contestó Toya contraatacando.

En menos de un minuto, Shoto volvió a caer al suelo, al igual que había ocurrido las últimas tres veces que había intentado entrar en la casa de AFO. Toya era más fuerte que él, tenía más experiencia utilizando su poder. Además, se había pasado la noche en vela y todavía tenía magulladuras en el cuerpo a causa de la pelea que había tenido con Bakugo. No tenía nada que hacer, pero no podía rendirse. Necesitaba comprobar que Izuku estuviera bien.

—No lo entiendo —farfulló, lleno de rabia—. ¿Cómo puedes trabajar para ese monstruo? ¿Cómo puedes volverte en contra de tu propia familia?

—No te lo tomes como algo personal, hermanito —contestó—. No tengo nada contra ti. Si hubieras sido cualquier otro dios, le habría atacado de la misma manera si intentase allanar la propiedad de mi jefe.

—No me marcharé hasta que le vea —amenazó.

Toya chistó.

—Tan cabezota como nuestro querido padre —comentó—. Desgraciadamente, no tengo tiempo que perder en reuniones familiares—. Chasqueó los dedos y una sombra surgió del interior de la casa. Era un joven alto y fuerte, de cabello rapado y ojos rasgados—. Inasa, ocúpate tú.

—Sí —fue lo único que dijo el chico.

Toya desapareció tras la puerta de entrada, dejándolos solos. Shoto se puso en pie y encaró a aquel joven que lo despreciaba con la mirada. Sin mediar palabra, Shoto le lanzó un ataque de fuego que Inasa desvió con un simple movimiento de su brazo. Un fortísimo viento se levantó frente a él, evitando que las llamas lo alcanzaran. El viento era tan potente que estuvo a punto de tirar a Shoto. El chico de ojos heterocromos levantó entonces un muro de hielo frente a él para detener el avance de la ventisca.

—¡Ya has oído a tu hermano! —exclamó Inasa. A Shoto le pareció intuir cierto rencor en su voz en el momento en el que había mencionado la palabra "hermano"—. ¡De aquí no vas a pasar!

Inasa utilizó su poder con más potencia para derribar el muro y el hielo estalló en pedazos, pero Shoto ya no se encontraba allí. Había aprovechado para deslizarse hasta uno de los lados de Inasa y asestarle un puñetazo en la cara que lo hizo tambalearse.

—¡Y yo ya he dicho que no me iré hasta que vea a Izuku!


Había un gran alboroto fuera de la casa. Izuku y Yoichi se asomaron a la ventana en el momento en que una llamarada era desviada hacia el cielo. Pasó tan cerca del edificio que ambos pudieron sentir el calor en la cara. Cuando el fuego se disipó, Izuku pudo ver claramente lo que estaba pasando. Shoto se enfrentaba fieramente contra uno de los secuaces de AFO, un chico al que nunca había visto.

—¡Shoto-kun! —exclamó y salió corriendo de la habitación.

—¡Izuku, espera! —gritó Yoichi, pero el chico no le escuchó.

Corrió descalzo por los pasillos de la casa y bajó las escaleras con rapidez, casi perdiendo el equilibrio en el último tramo. Llegó a la entrada de la casa y abrió la puerta de par en par. En ese momento, Shoto utilizaba el fuego para desviar uno de los ataques de Inasa, que había usado su poder con el único fin de distraer a Shoto el tiempo suficiente como para golpearlo en la cara. Alzó el puño, dispuesto a todo, pero algo envolvió sus tobillos y tiró de él, haciéndolo caer al suelo y alejándolo de Shoto.

—¡Déjalo en paz! —exclamó Izuku, sujetando con fuerza a Inasa con su látigo negro.

—¡Izuku! —lo llamó Shoto.

El joven intentó bajar las escaleras de la entrada, pero sintió como una fuerza descomunal lo sostenía y tiraba de él hacia dentro. Estiró el brazo, pero sus manos golpearon una barrera invisible que le impedía avanzar. Shoto corrió hacia él, pero fue interceptado por Inasa antes de que pudiera alcanzarlo.

—Es inútil. No podrá abandonar la casa aunque quiera —explicó Inasa—. Ahora, le pertenece a AFO. Márchate o tendré que hacerte daño.

—¡Por favor, deja que se acerque solo un momento! —rogó Izuku—. Tú bien lo has dicho. No podré marcharme. Deja que se acerque.

Inasa frunció el ceño. Miró a Izuku y a Shoto alternativamente. El chico de cabello de dos colores lo retaba con la mirada. Nunca había visto tanta determinación en los ojos de alguien.

—Podemos hacerlo por las buenas o por las malas —dijo Shoto—. Si no dejas que me acerque, lucharé con todo lo que tengo.

—Ya te he dicho que no servirá de nada —masculló Inasa.

—¡Me da igual! ¡Solo quiero comprobar que esté bien!

Inasa gruñó. Aquellos ojos heterocromos no solo estaban llenos de determinación. Había furor, desesperación, pasión en ellos. Finalmente, desvió la mirada y se apartó del camino.

—Dos minutos. Ni uno más —le advirtió.

Shoto le dedicó una última mirada antes de lanzarse hacia Izuku y abrazarlo con fuerza.

—¿Estás bien?

Izuku asintió.

—¿Qué haces aquí?

—¿Tú qué crees que hago aquí? Me desperté en mitad de la noche y vi a Bakugo cubierto de sangre y con la pulsera que te di. Tú no aparecías por ningún lado. Me has dado un susto de muerte.

—No sé cómo pasó —dijo Izuku con voz rota—. No sé qué es lo que pudo pasar. Estábamos durmiendo y de repente Kacchan se levantó y se dirigió hacia el desfiladero. No pude protegerle. Tuve que hacer un nuevo pacto para salvarle la vida.

—¿Qué pacto?

—AFO no me necesita para nada. Lo único que quiere son mis poderes. Ese era el trato.

Shoto palideció al corroborar lo que ya había imaginado. Izuku no tenía ningún tipo de maldad en su interior. No era despiadado o cruel como para servir a AFO como secuaz. Lo único que el dios maldito siempre había buscado era el poder que emanaba del cuerpo de ese joven. Pero un dios sin poderes no podía existir, así que aquel pacto implicaba mucho más que el anterior. Ese pacto era una condena a muerte.

—¿Cómo has podido hacer un trato así?

—Tenía que hacerlo, Shoto. Kacchan se estaba muriendo en mis brazos.

—Izuku…

—Lo sé —dijo, algo más calmado. Ya había aceptado su destino—. Sé lo que significa.

—No lo voy a permitir. Voy a sacarte de aquí sea como sea.

—No —exhaló de forma rotunda—. Por favor, no quiero que te metas en más problemas por mi culpa. Yo tomé una decisión y afrontaré las consecuencias. No me arrepiento de lo que he hecho. Lo volvería a hacer una y otra vez con tal de que Kacchan esté bien.

—Ese novio tuyo es un fastidio —chistó—. Y pega fuerte.

Izuku rio y acarició la mejilla amoratada de Shoto.

—¿Él te ha hecho esto?

—En su defensa diré que yo le presioné.

—Lo siento. ¿Está bien?

—Sí, me aseguré de llevarlo hasta su casa.

—¡Un minuto! —exclamó Inasa.

Shoto lo fulminó con la mirada, pero Izuku lo tomó de la cara para que lo mirara a él. Quería decirle tantas cosas y apenas le quedaba tiempo.

—Gracias por todo lo que has hecho por mí. Realmente, no merezco tu amistad.

—No digas eso.

—Lo digo en serio. Nunca te lo he dicho, pero… la primera vez que me acerqué a ti fue porque estaba dolido. Yo… había ido al mundo de los humanos y había encontrado a Kacchan con otro chico. Me propuse no volver a su mundo nunca más y olvidarlo, pero no podía dejar de pensar en él. Así que quise distraer mi mente y pensé que sería bueno conocer a otras personas.

—No hace falta que me expliques nada.

—Necesito hacerlo. Eres mi mejor amigo, Shoto. Pero siento que yo no he sido el mejor amigo para ti. Siempre has hecho todo lo posible por protegerme y ayudarme, y yo… no he hecho nada por ti. Y ahora que se acerca mi final, no puedes imaginar cuánto lo lamento.

—Calla. Calla. No se acerca tu final. Ya te he dicho que no voy a permitirlo.

Unos pasos pesados le alertaron de que aquel gigante se acercaba a ellos. Agarró a Shoto del brazo y lo separó bruscamente de Izuku.

—Es la hora. Tienes que largarte.

—Volveré —dijo Shoto, ignorándole—. Te lo prometo. Buscaremos una solución.

—¡Vamos, fuera de aquí! —exclamó Inasa, tirando de él para alejarlo de la casa.

Shoto se dejó guiar varios metros mientras su mirada seguía clavada en Izuku, que observaba con impotencia cómo se lo llevaban casi a rastras. Un hombre de cabello blanco apareció tras él y colocó la mano en su hombro. Izuku le sonrió sinceramente y ambos entraron en la casa. Fue entonces cuando Shoto se revolvió y se soltó de un tirón del agarre de Inasa.

—¡No me toques! —le gritó—. ¡Voy a volver! ¡Si hace falta regresaré todos los días para comprobar que Izuku se encuentre bien!

—Pues no será por mucho tiempo. Pronto, AFO se hará con sus poderes y él dejará de existir —masculló Inasa.

Aquel chico que le sacaba una cabeza de altura clavaba sus ojos furiosos en él. Había algo en la forma en la que lo miraba que incomodaba a Shoto. Había visto indiferencia en los ojos de Shigaraki, diversión en los de Toga, aburrimiento en los de su hermano mayor, pero ese chico… lo miraba como si lo odiara, como si la pelea que acababa de acontecer entre ambos fuera algo personal.

—Eso no va a ocurrir.

Inasa enarcó una ceja con escepticismo.

—No tienes nada que hacer contra el dios más poderoso de todos. Tu amigo está condenado. Lo está desde el momento en el que se enamoró de quien no debía.

Shoto pensó que diría algo más, pero el joven se dio la vuelta y regresó a la casa con paso lento y pesado.


Katsuki estaba a punto de estallar. Daba vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. Sin duda, aquel día había sido el peor de su vida. Izuku había desaparecido, le dolía todo el cuerpo, había tenido una discusión muy fuerte con su madre y para colmo, Todoroki no había dado señales de vida en todo el día.

Se giró hacia la izquierda, intentando encontrar una posición más cómoda. Después de haber lavado la sangre en el lago, había descubierto que su cuerpo estaba completamente amoratado, como si algo lo hubiera golpeado una y otra vez en brazos, piernas y abdomen.

Recordó que Izuku también estaba herido cuando se lo llevaron, y una vez más intentó recordar qué demonios había pasado, pero su mente estaba en blanco.

Toc, toc, toc.

Unos golpes resonaron en la puerta.

—¿Katsuki? —Era la voz de su madre—. Tu padre ha preparado fideos.

—No quiero nada. ¡Déjame en paz! —respondió el rubio.

—Deberías comer algo —insistió. Su voz era suave y estaba llena de pesadumbre y arrepentimiento.

—Mitsuki, no lo presiones —escuchó que decía la voz de su padre—. Saldrá cuando se sienta mejor.

Después de estas palabras, hubo silencio. El ruido de los pasos alejándose le indicó que volvía a estar solo.

Se llevó las manos a la cabeza con una amarga sensación en el pecho. Después de ver cómo se llevaban a Izuku sin que él pudiera hacer nada lo menos que necesitaba era la desconfianza y los reclamos de su madre. No los necesitaba para sentirse como un imbécil que no había podido hacer nada por proteger al amor de su vida. Por eso mismo, esa mañana no había querido salir de su habitación. Sabía que pronto todo estallaría y no sabría cómo explicar lo que había presenciado en el monte hacía unas horas.

Su madre se había puesto histérica cuando lo había visto cubierto de heridas, pero empeoró cuando se dio cuenta de que Izuku no aparecía por ningún lado. Le preguntó cien veces dónde estaba, pero él no sabía qué decir y Mitsuki empezaba a desesperarse.

—Se ha ido —explicó finalmente con voz trémula.

—¿Que se ha ido? ¿Cómo que se ha ido? ¿A dónde?

—No lo sé.

—¡Basta ya, Katsuki! ¡Tienes que contarnos lo que ha pasado! ¿Por qué estás lleno de moratones? ¿A dónde se supone que ha ido Izuku sin una familia y sin una casa a la que acudir?

Katsuki se quedó callado. Le dolía la cabeza. Le estaba costando gestionar la tristeza que sentía al perder de nuevo a Izuku, el miedo a que pudiera pasarle algo, la frustración por no poder actuar de inmediato y la rabia por ser cuestionado por su propia madre.

—¡Háblame, Katsuki! ¡Si a Izuku le ha pasado algo, tenemos que llamar a la policía de inmediato!

—La policía no puede hacer nada por él —murmuró.

—¡¿Qué estás diciendo?!

—Mitsuki, por favor, cálmate —le pidió Masaru—. Está muy nervioso y tú lo estás empeorando.

—¿Es que no lo entiendes, Masaru? ¡Esto es serio! ¡Si a ese niño le ha pasado algo…!

—¿Por qué no puedes confiar en mí? —la interrumpió Katsuki en voz baja. Mitsuki se volvió hacia él, sorprendida. Katsuki se levantó del sofá y la miró con los ojos enrojecidos y las lágrimas saltadas—. ¡¿Tan difícil es para ti confiar en mí aunque sea por una maldita vez en tu vida?!

Esas palabras habían aplacado la furia de su madre, que no había vuelto a decir una sola palabra hasta hacía unos minutos, cuando le había ofrecido la cena. Katsuki se había encerrado en su habitación y solo había salido de ella para ir al baño.

Cerró los ojos. De verdad quería dormir. Quería olvidar todo lo que había ocurrido, pero su mente seguía trabajando a toda velocidad.

Izuku. Dioses. Todoroki. Su madre. Su padre. Dolor. Otro mundo. Miedo. Ira. Incertidumbre.

¿Cómo podía pensar en tantas cosas al mismo tiempo?

Estaba agotado. Realmente agotado. Entonces, ¿por qué no podía quedarse dormido?

Él también parecía cansado. Tenía unas grandes ojeras bajo sus hermosos ojos verdes y prácticamente se había quedado dormido en sus brazos después de entregarse el uno al otro durante varias horas.

Aún no lo comprendía. ¿Cómo el mejor día de su vida había podido convertirse de repente en una horrible pesadilla? Se encontraban en un paraíso, solos, bañándose en el lago y comiendo dulces. Izuku por fin le había confesado quién era realmente y habían hecho el amor hasta perder el sentido del tiempo. ¿Por qué había tenido que acabar así?

Todavía podía sentir las pequeñas manos de Izuku recorriéndole el cuerpo. Podía sentir en las suyas el tacto suave de su piel nívea; su respiración agitada chocando contra sus labios. Podía oír su voz pronunciando su nombre una y otra vez; los dulces gemidos que emanaban de su garganta cada vez que entraba y salía de su interior; las pequeñas y tiernas protestas cuando clavaba sus dientes en su cuello. Todavía podía ver cómo se estremecía cuando besaba su clavícula; cómo sonreía cuando le preguntaba si le gustaba la forma en la que lo tocaba; cómo sus ojos brillaban cuando se miraban el uno al otro.

—¿Estás bien? —le había preguntado después de hacerlo la primera vez.

Izuku rodeaba su cintura con las piernas y abrazaba su cuello con los brazos. Un leve rubor coloreaba sus mejillas mientras intentaba recuperar el aliento.

—Muy bien. Demasiado bien. ¿Y tú?

Katsuki sonrió y besó la palma de su mano izquierda.

—Mejor que nunca.

La segunda ronda no había sido algo planeado. Katsuki sabía que la primera vez podía ser dolorosa, y no quería sobrepasarse ni lastimar a Izuku. Quería hacerle sentir bien. Deseaba que su cumpleaños fuera perfecto en todos los sentidos.

Lo que no esperaba era que fuera Izuku el que le incitara a continuar. Primero, lo besó despacio, enredando sus dedos entre el cabello rubio de Katsuki. Poco a poco, el beso fue subiendo de intensidad a medida que entrelazaban sus lenguas y sus roces se tornaban más apasionados. Entonces, Izuku comenzó a balancear suavemente su cuerpo contra el suyo. Katsuki sintió cómo su temperatura corporal aumentaba una vez más y pronto perdió el control sobre sí mismo.

Horas más tarde, totalmente satisfecho y feliz, Izuku dejó caer la cabeza sobre el hombro de Katsuki y cerró los ojos, adormilado por el movimiento y el sonido del agua que lo rodeaba.

—¿Estás cansado? —Izuku asintió—. Lo siento. Quizás ha sido demasiado.

—Me ha gustado —murmuró el joven.

Katsuki acarició sus rizos.

—Últimamente pareces agotado. ¿Hay algo que no te deje dormir? Si estás preocupado por algo, puedes contármelo.

—Lo sé —Su voz apenas era un murmullo apagado, casi inaudible.

—No me lo contarás, ¿verdad?

—Quizás otro día.

Katsuki besó su frente.

—Está bien. Demasiadas confesiones por hoy, supongo. Esperaré hasta que estés preparado.


Lo despertó unos golpes en la ventana. Pestañeó varias veces antes de darse cuenta de que se había quedado dormido pensando en Izuku. Todoroki volvió a golpear el cristal y Katsuki corrió a abrir.

—Has tardado —le reclamó una vez que el joven de cabello de dos colores entró en su habitación—. He estado esperándote todo el día.

—Tenía que poner al corriente de todo a la madre de Izuku y a la amiga que nos ha estado ayudando. También tenía que comer algo y dormir, pero eso es secundario.

—No me vengas con sarcasmos, bastardo mitad y mitad. ¿Qué has descubierto?

Todoroki resopló con desaliento.

—Estamos jodidos —dijo finalmente.

Continuará...